Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
jpg
LA NOvena Noche....jpg
AGRADECIMIENTOS
SINOPSIS
5
Samhain 31 de Octubre
6
UNO
8
DOS
13
TRES
20
CUATRO
23
CINCO
28
SEIS
31
SIETE
34
OCHO
37
NUEVE
40
DIEZ
43
ONCE
48
DOCE
51
TRECE
54
CATORCE
57
QUINCE
61
DIECISEIS
67
DIECISIETE
70
DIECIOCHO
73
DIECINUEVE
79
VEINTE
86
VEITIUNO
88
VEINTIDOS
92
VENTITRES
99
VEINTICUATRO
102
VEINTICINCO
108
VEINTISEIS
112
VEINTISIETE
116
VEINTIOCHO
119
VEINTINUEVE
122
TREINTA
127
TREINTA Y UNO
130
TREINTA Y DOS
134
TREINTA Y TRES
139
TREINTA Y CUATRO
143
TREINTA Y CINCO
146
TREINTA Y SEIS
154
NOCHE DE ESTRENO. 1 DE NOVIEMBRE.
156
La Novena Noche...jpg
La Novena Noche..jpg
Sinopsis
¿Crees que sabes cómo son las hadas sólo porque te contaron
cuentos sobre ellas cuando eras pequeño? Sólo sumergiéndote en
esta hechizante novela podrás realmente conocer su mundo, que
se esconde debajo de Central Park
Las inquietantes palabras de Puck, resonaban en los oídos de Kelley, cuando levantó
la cabeza, luchando contra la oscuridad que amenazaba con caer sobre ella. Obser
vó con
horror, que el tiovivo de Central Park, se ponía en marcha con una sacudida, ilumi
nado
por la luna, que asomaba entre las nubes. Aunque, no había nadie que accionara el
mecanismo, la plataforma emprendió el movimiento y los caballos pintados empezaron
a subir y a bajar. Los remaches dorados, las piedras preciosas que recubrían las s
illas y
las bridas lanzaban destellos como si cientos de seres malévolos y perversos le gu
iñaran
los ojos a Kelley.
En el cielo, por encima del carrusel, entre nubarrones teñidos de rojo y negro y
sacudidos por vientos feroces, apareció, suspendida en el aire, una figura a lomos
de un
brioso caballo ruano. Kelley, notó el aguijonazo de las lágrimas, que resbalaron por
sus
mejillas, cuando, al levantar la vista, se encontró con los ojos del jinete. Él la m
iró
desde las alturas, frío, inmisericorde, sin el menor atisbo de reconocimiento en s
u rostro
hermoso, hechizado.
El Caballo Ruano, enloquecido por la presencia del Jinete que llevaba a la grupa
,
relinchó, desafiante. Encabritándose, retrocedió antes de emprender el paso con cascos
de fuego.
El tiovivo daba sus primeras vueltas.
Kelley, sintió que le faltaba el aire, al constatar que el carrusel giraba cada ve
z más
deprisa.
Era el Samhain. Esa noche cabalgarían. Esa noche matarían. Nada en el mundo
detendría al escuadrón de los duendes... y menos con el Jinete y el Caballo Ruano, a
la
cabeza de la expedición.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
"Soy temido en todas partes.
Duende, aplícales tus artes.
UNO.
Kelley Winslow, notó que se le aceleraba el pulso. Aquélla, era la quinta semana de
ensayos de .El sueño de una noche de verano., de Shakespeare, en el Gran Teatro
Avalón. No importaba que los Actores de Avalón una compañía de repertorio, de
tercera categoría, que actuaba tan a las afueras de Broadway que, en realidad, ya
casi
actuaba en Hoboken sólo hubiera contratado a Kelley, en calidad de sustituta, lo qu
e
equivalía a decir que la habían contratado como auxiliar de escena. Era su primer pa
pel
de verdad como actriz, después de la desastrosa experiencia escolar y, con apenas
diecisiete años, se alegraba de contar con un programa de creación de currículums por
ordenador. Pero ese día, recién llegada al teatro, .Mindi., la directora de escena,
acechaba ya dispuesta al ataque.
Kelley, cargaba una caja con objetos de atrezzo, que había ido a buscar a la furgo
neta de
la compañía, aparcada fuera, y llevaba unas alas de hada sobre los hombros. (Era la
única manera de transportarlas, sin torcer sus armazones de alambre).
Está fuera de servicio, lo que implica que tú, pequeña sustituta, accedes al papel
principal de Titania, la reina de las hadas, en esta función.
Kelley se quedó muda. Había soñado muchas veces con ese momento, pero por más que
había visto en los ensayos a Barbará deWinter sobreactuar y aburrir escena tras esce
na,
jamás deseó que le ocurriera nada malo. Sin embargo, en ese instante sintió, no sin un
a
punzada de culpabilidad, que la alegría se abría paso en ella.
.Me he puesto colorado.. Curioso, porque en realidad todo él era de color verde, de
un verde pálido iridiscente, de la cabeza a los pies: pelo, piel, ojos, así como su
frondosa
túnica. Uno de los actores le había dicho a Kelley, que se llamaba Bob, pero al pare
cer
era un actor del .Método. y había exigido que lo llamaran exclusivamente por el
nombre de su personaje, siempre que fuera maquillado y vestido como tal. Si no,
amenazaba con abandonar la producción.
.Actores chiflados..
Entre él y el igualmente exigente y muy inglés director Quentin St. John Smyth, Kell
ey,
empezaba a pensar, que el Gran Avalón, era un manicomio. Abrió de par en par las
puertas del guardarropa, rebuscó en el colgador de las faldas y se puso una por en
cima
de los vaqueros, abotonándosela lo mejor que pudo con dedos temblorosos.
.Ésas son las falsedades de los celos..." Oh, mierda. Se estaba quedando en
blanco . ¡Ni siquiera, es la entrada correcta!
El corazón le latía con fuerza, y apoyó la cabeza en el marco de la puerta.
.Esto es lo que has querido toda tu vida., se dijo a sí misma, muy seria. Todos aq
uellos
años, interpretando monólogos ante los animales domésticos de casa, todos aquellos
meses suplicando a la tía Emma, que le permitiera trasladarse a Manhattan, para al
menos intentarlo. .Ésta es tu oportunidad. Sal ahí y demuéstrales lo que vales..
Sintiéndose algo más segura de sí misma, aspiró hondo y recorrió a toda prisa el pasillo
y la zona de bambalinas, en el preciso instante en que Puck, arrojaba un puñado de
purpurina al aire. Kelley, ahogó un grito, sobresaltada, mientras la nube de chisp
as se le
iba posando en el pelo, el rostro, los hombros.
Aquellos brillos, al menos, hacían juego con su camiseta vintage, de Mi Pequeño Poni
.
Pero, ¿va a llegar hoy? Kelley, oyó la voz airada de Quentin, atronar en el teatro y
sintió que el nerviosismo se apoderaba de ella, una vez más. Recogiéndose un poco la
falda, corrió hacia el escenario.
Una vez allí, bajo los focos, descubrió que el polvillo de hada brillaba tanto, que
resultaba cegador. Distraída, se vio tropezando tanto con el dobladillo de la fald
a, como
con las réplicas de su personaje. El corazón le latía cada vez más deprisa, mientras
desde una de las hileras de asientos, que estaba a oscuras, le llegaban los gruñid
os y
resoplidos exagerados del director, que presenciaba sus ridículos traspiés.
Tras cuarenta y cinco minutos, sólo habían avanzado ligeramente en la escena en que
La Novena Noche.jpg
Titania, hacía su primera aparición. En ese tiempo, Kelley, ya había conseguido
destrozar la mitad de sus réplicas, tropezarse con un banco y pisar a Oberón. Además,
había estado a punto de caerse del escenario y aterrizar en el foso de la orquesta
, pero,
en ese momento, Quentin, misericordioso, había concedido un descanso.
Kelley. Te llamas Kelley, ¿verdad? No esperó su respuesta-. Bien, dime... ese
fragmento que has interpretado... ¿era del Infierno de Dante?
Eh... no -balbució ella, que se notaba la cara ardiendo.
¿De verdad que no?
.De ésta no salgo..
¿Estás segura? Prosiguió él . Porque, de esta obra, desde luego no era. Y la
verdad, es que sonaba infernal.
Es que...
¿Sabes? Por más..., asumámoslo, ¿de acuerdo?... por más, absolutamente
incompetente que se haya mostrado nuestra anterior diva en este papel Quentin, su
bió
de un salto al escenario y rodeó a Kelley, como un tiburón al acecho , contaba con una
ligerísima ventaja sobre ti, encanto.
Eh... ¿en serio?
Pues sí. ¡Al menos, ella se sabía el texto! Todo el elenco de actores, dio un paso
atrás, para evitar el radio de acción, de aquella voz atronadora . Y aunque, valoro el
empeño que has puesto en salir tan resplandeciente... Kelley, trazó una mirada asesin
a
a Bob, que de pronto, parecía enfrascado en el estudio, de algo oculto bajo una de
sus
uñas (seguramente una mota de purpurina) ..., ¿qué clase de suplente no se sabe el
maldito texto?
¡Sí que me lo sé! Protestó ella . Bueno, me lo sabía. Hace un segundo. Entre
bambalinas.
La sonrisa burlona del Poderoso .Q. aumentó de tamaño.
Vaya, eso es maravilloso. En ese caso, lo mejor será hacer pasar a los espectadores
al
camerino, de dos en dos, o de tres en tres, y actúas para ellos allí.
Yo...
.Oh, Dios mío., pensó Kelley. .Esto es igual que en la, escuela de teatro.. La sangr
e
le latía con fuerza en los oídos, y por un momento, le pareció que iba a desmayarse. O
a
vomitar. Delante de todo el mundo. Se ruborizó, sólo de pensarlo.
A menos que, tu maravillosa predecesora se cure milagrosamente, tienes menos de
dos semanas, para aprenderte el papel. Menos de dos semanas. Esta producción se
estrena el I de noviembre, nieve o truene. Y por lo que veo, seguro que sucederán
ambas
cosas. Se volvió bruscamente, girando sobre sus talones y agitó una mano para
despedir al personal . Está bien, muchachos, paramos para comer. No tiene sentido,
prolongar más esta situación absurda. A las dos en punto todos aquí para las escenas
corales. Y tú añadió, mirando a Kelley, fijamente , estúdiate el texto, maldita sea.
El teatro, no tardó en quedar desierto. Nadie parecía interesado en demorarse mucho,
después de aquello, y mucho menos, de permanecer cerca de la nueva Titania. Kelley
,
avanzó a trompicones hasta la salida, y una vez en las escaleras exteriores se der
rumbó.
¿Kelley?
Se volvió al oír su nombre, pronunciado por el caballero Jack Savage, el actor que
representaba el papel de Oberón, el rey de los duendes y las hadas. Era un veteran
o de
La Novena Noche..jpg
las tablas. A sus cincuenta y pocos, su presencia resultaba imponente y poseía una
voz
capaz de fundir el hielo o desconchar la pintura, dependiendo de cómo decidiera
emplearla.
Hola, Jack -dijo, secándose los ojos, avergonzada.
Pardiez, querida replicó él, cortés . Sé que el Poderoso .Q. aúlla como un alma
en pena, pero, en serio, no debes consentir que ese viejo necio te altere.
Se sentó a su lado, en el peldaño, desenroscó la tapa de su destartalado termo y se
sirvió un poco de café. El aroma intenso, tostado, de aquel grano colombiano, la
reconfortó.
Kelley, le dedicó una sonrisa compungida.
Jack... supongo, que sabes que la gente, la mayoría de la gente, no usa la palabra
.pardiezo., en una conversación normal, ¿verdad?
Pues yo he iniciado en solitario una cruzada para volver a ponerla de moda, junto
con
.voto a bríos. y .vive Dios., sin olvidar .repámpanos.. Tomó un sorbo de café y le
dio una palmadita en la rodilla, con afectación paternal-. Todos tenemos una misión
en
la vida, querida. Y ésta es la mía, por más quijotesca que resulte.
¿Y si no es mi caso? Kelley, mantenía la mirada fija en las puntas de sus zapatillas
deportivas, esforzándose por reprimir las lágrimas. Sentía, o mejor dicho, sabía, que
acababa de arruinar su gran oportunidad . ¿Y si no tengo una misión: quiero decir, un
destino?
Imposible.
¿Por qué? Alzó la vista para mirarlo, ansiosa por conocer su sincera opinión.
Jack, arqueó una ceja gris, elegante.
Soy el rey de los duendes y las hadas, querida le dijo, guiñándole un ojo-. Y todos
esos polvos mágicos, me han proporcionado grandes dotes de observación.
Jack, hablo en serio.
Yo también. El actor, cambió de gesto y compuso un rictus serio . Kelley... tienes
diecisiete años. Estás sola en Nueva York. Y persigues un sueño que casi toda la gente
en sus cabales consideraría inalcanzable, o una completa pérdida de tiempo. Créeme, sé
de qué hablo. Y eso indica que, o eres una persona muy atrevida, o estás loca. Yo,
personalmente, sospecho que hay un poco de todo. Y también, que eres de esas escas
as
personas, con el talento natural suficiente, para arriesgarse y probar suerte.
Kelley, soltó una risotada escéptica.
Pero ya has visto lo que he hecho ahí dentro, ¿no?
Y lo he oído, sí -se burló Jack-. Te has equivocado, casi en la mitad de tus réplicas.
Pero a mí, no me importa lo que diga Quentin. Para ser la primera vez, no ha estad
o
nada mal. Bueno, algo mal sí ha estado, pero no del todo. Ésa es la cuestión. Ha estad
o
algo mal, pero también algo bien.
¿De veras... de veras lo crees? Le preguntó Kelley, intentando averiguar si hablaba
en serio.
Lo creo sinceramente, sí. Jack se encogió de hombros y apuró el café . Tienes
voz. Tienes presencia. Y, más importante aún, tienes corazón, pasión, y eres terca como
una mula, cosas que podrían llevarte a lugares que la mayoría de nosotros, ni nos
atrevemos a imaginar. Enroscó la tapa del termo . Llámalo destino, o misión en la
vida, pero sea lo que sea, tienes algo especial, y en grandes cantidades.
Kelley, no estaba convencida del todo, pero sonrió, agradecida por su bondad.
¿Te ha dicho alguien alguna vez, que tienes un pico de oro, Jack?
Muchas veces. Aunque, por desgracia, ninguno era crítico teatral.
Gracias.
No hay de qué, querida. Levantándose, Jack, se llevó la mano a un sombrero
La Novena Noche.jpg
imaginario y le dedicó un saludo, antes de regresar al interior del teatro.
La segunda parte del ensayo también terminó antes de tiempo, pero en esa ocasión, no
fue culpa de Kelley. (Habría sido difícil equivocarse en las réplicas, pues le habían
pedido que ensayara con el texto en la mano.) Aunque a ella, le resultaba humill
ante no
saberse el papel a tan pocos días del estreno, la compañía avanzaba en las escenas
corales a tal velocidad y con tan buenos resultados, que Quentin, sólo logró interca
lar
unos pocos comentarios descafeinados.
Al cabo de un par de horas, dejó marcharse a casi todos los actores, menos a las d
os
jóvenes que daban vida a Hermia y Helena, porque quería trabajar en sus monólogos.
Como comentó con agudeza, y en voz muy alta para que Kelley, tomara nota
.ellas sí se saben el papel..
.Mejor para ellas., pensó Kelley, mientras se ponía la ropa de calle. Recogió sus cosa
s
y salió de allí a toda prisa, antes de que el Poderoso .Q., cambiara de opinión.
En los seis meses que llevaba en Nueva York, no se había cuestionado ni una sola v
ez,
las grandes decisiones que había tomado en su vida: graduarse lo antes posible en
secundaría y abandonar sus estudios teatrales, para trasladarse a la ciudad, dejan
do atrás
a los pocos amigos que tenía, además de a su tía Emma, que la había educado tras la
muerte de sus padres, hacía doce años. Kelley, era todo lo que Emma tenía, y sentían
adoración la una por la otra; pero Kelley, en lugar de continuar sus estudios en l
a
cercana universidad estatal, lo que le habría permitido visitar a su tía los fines d
e
semana, se había ido a vivir a la ciudad más dura de Estados Unidos, persiguiendo un
sueño egoísta, para el que -había que reconocerlo, se decía a sí misma- al parecer no
servía. Por más que dijera Jack.
Aminoró el paso al llegar a la Octava Avenida, con pocas ganas de subir a la cuart
a
planta del edificio, a aquel apartamento, que ahora era su hogar. Claro, para el
la, el
hogar era otra cosa. Era cielo, hierba, árboles, bosques desde su vieja ventana. Y
paz.
Kelley, se detuvo en la esquina de la Calle Cincuenta y Cinco. Central Park, que
daba a
unas pocas travesías. Allí, sí encontraría árboles y hierba, y bancos en los que sentarse
tranquilamente a repasar el texto, lejos del bullicio de la ciudad. Sin pensarlo
más, dio
media vuelta y acelerando el paso, enfiló hacia el este.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
DOS
Sonny Flannery, abrió los ventanales y salió a la terraza de su ático. Con la agilidad
de
un gato, subió de un salto a la amplia barandilla de granito. Sin dejarse impresio
nar por
las diecinueve plantas que lo separaban de la calle, se apostó allí, como una gárgola,
los
codos apoyados en las rodillas y las manos, largas y finas, colgando frente a él,
mientras
contemplaba las sombras vespertinas de los innumerables rascacielos de Nueva Yor
k,
alargarse sobre Central Park.
Era demasiado temprano aún, no había motivo para el nerviosismo que sentía. Todavía
faltaban varias horas, para que se abrieran Las Puertas y, sin embargo, la sola
idea de lo
que se avecinaba, hacía que la adrenalina resonara en sus venas como un canto de
sirena. En una ocasión había oído un canto de sirena de verdad, y no había sido nada
bonito. Atractivo, sí, pero bonito, no. Por debajo de la melodía encantadora y
desgarradora de las sirenas, lo único que Sonny, había oído, eran las notas discordant
es
del hambre y la ira. Necesidad. Locura y pesadillas. Compulsión.
La clase de compulsión, que lo llevaba a bajar cada noche al parque, desde hacía un
año, a fin de prepararse para lo que estaba por venir cuando Las Puertas del Samha
in, se
abrieran y lo único que se interpusiera entre el .Otro Mundo. y el reino mortal, f
ueran
ellos, los Trece Guardianes, conocidos como los .Trece Janos..
Aquél, era su primer año de servicio en el grupo, y sería la primera vez que custodiaría
las Puertas. La impaciencia lo devoraba.
La brisa de octubre era fresca, y más a semejante altura, pero, incluso, sin camis
a y
descalzo, con sólo unos vaqueros puestos, a Sonny, no le afectaba el frío. Por eso,
cuando la temperatura cayó en picado en el apartamento, a su espalda, lo presintió d
e
inmediato.
La puerta dijo Oberón, con su voz grave y melodiosa, en la que resonaban los
chasquidos de un lago helado al resquebrajarse en una noche de invierno no estaba
cerrada con llave.
Lo sé. Los visitantes indeseados, jamás pasan del mostrador de recepción del edificio.
Y los otros, no suelen llegar en ascensor, por lo que normalmente no me molesto
en
cerrarla.
Sonny, sabía muy bien que Oberón, no había entrado franqueando la puerta. Al rey del
Invierno, señor de lo Maligno, no le hacían falta aquellas nimiedades llamadas
.Puertas.. Se limitaba a mostrarse educado. A su particular manera, claro.
El rey de los duendes torció el gesto.
¿Indeseados?
No me refiero a vos, señor. Por supuesto.
Sonny, sonrió y saltó al suelo de la terraza. Sus pies descalzos atravesaron el espa
cio
abierto sin producir el menor ruido.
La Novena Noche.jpg
Por supuesto.
Me refería, a que muy pronto tendré que preocuparme de mantener cerradas muchas
puertas.
Así es. Los ojos fríos de Oberón, resplandecieron.
En cualquier caso, estáis en vuestro apartamento. Sonny alargó la mano y señaló
con ella la sucesión de suelos pulidos y muebles caros . Yo sólo vivo en él.
Era cierto. Los decretos de Oberón, prohibían a los duendes todo contacto con el rei
no
de los mortales, y sus encantamientos hacían prácticamente imposible, que ese contac
to
se produjera. Pero, en tanto que rey de la más poderosa de las cuatro Cortes de lo
s
duendes y las hadas, Oberón, podía entrar y salir de él a su antojo. Llevaba años
haciéndolo, y de tanto tratar con los humanos, el monarca había amasado un
impresionante catálogo de valiosísimas propiedades, entre ellas el ático esquinero de
Sonny, con vistas a Central Park West. Para la mayoría, la palabra .suntuoso., se
habría quedado corta para describir la vivienda del joven jano; muchos neoyorquino
s,
estarían dispuestos a vender partes de su cuerpo, por hacerse con un lugar como aq
uél.
Pero Sonny, se había criado rodeado del esplendor de los palacios de Oberón.
Sonny, era un .arrebatado., un ser humano raptado del reino de los mortales, por
unos
seres de naturaleza divina, que no solían engendrar criaturas propias. Como tardab
an un
siglo entero, en vez de unos pocos años, en alcanzar la edad adulta (pues en el Ot
ro
Mundo, el tiempo se comportaba de un modo distinto, a como lo hacía en el reino de
los
mortales), los arrebatados, servían de hijos adoptivos de hadas y duendes, caminab
an
por brillantes salones de palacios esplendorosos, y descansaban y comían opíparament
e
bajo pérgolas y doseles. Eran mortales, convertidos casi en inmortales, y vivían en
aquel
lugar ajeno al tiempo, de ensueño, consentidos o ignorados por sus caprichosos amo
s, a
veces adorados, en ocasiones torturados. Pero siempre, sometidos a los designios
de los
duende
Menos de media hora después, Sonny, acechaba los senderos tortuosos de la Ramble,
en
Central Park, como un gato cazador, proyectando la mente para tocar las cuatro
esquinas de la Puerta del Samhain.
Diseminadas aquí y allí por todo el perímetro del parque, sentía las otras llamas: azule
s
y verdes, unas pocas rojas. Se trataba de los duendes perdidos, los que habían log
rado
escapar con éxito al control de los janos en los años pasados y que, una vez cruzado
el
umbral, vivían en secreto en el reino de los mortales. Aquellos seres no eran de s
u
incumbencia, y desaparecerían mucho antes de que se pusiera el sol, para no cruzar
se
con los janos.
Pero había algo más.
Algo alguien distinto había entrado en el parque.
Concentrándose, Sonny proyectó la mente hasta notar una presencia... muy diferente d
el
resto. Aquella llama no ardía con brillo constante, sino que chisporroteaba errática
,
como el resplandor de la pólvora.
Alertados sus sentidos de jano y avivada su curiosidad, decidió investigar. Aquell
a
presencia extraña se movía despacio. Serpenteaba de modo tortuoso, y reconoció que
seguía uno de los senderos de la zona del parque conocida como jardín de Shakespeare
.
Miró hacia el cielo. Faltaba una hora exacta para el crepúsculo y la apertura de la
Puerta. Intrigado, echó a correr en pos de aquella chispa.
Cuando llegó al lugar donde la «pólvora» se había detenido, aminoró el paso y se
aproximó con cautela. Recurriendo a los poderes mágicos de los que Oberón le había
dotado, se cubrió con un velo sutil de invisibilidad, por si su presa contaba con
la
habilidad de percibirlo; aún no sabía con quién estaba tratando.
Se acercó lo bastante como para echar un vistazo, pero seguía sin saber de qué se
trataba. Era una chica. Eso sí. Incluso desde la distancia veía que era bastante jov
en.
Diecisiete años, tal vez. Él, por su parte, tenía dieciocho de edad mortal , como
máximo...
Y también veía que era guapa. Su pelo era del color del cobre bruñido y tenía los ojos
verdes y separados. Intrigado, avanzó con sigilo sobre las hojas secas y se agazapó
entre
las sombras espesas de un tejo. A través de las ramas de su escondite observó a la j
oven,
que caminaba, inquieta, de un lado a otro de la placita arbolada, dándose golpecit
os en
los dientes con una uña.
Entonces empezó a murmurar algo para sus adentros y a gesticular con las manos.
Los mortales chiflados, los que no estaban del todo bien de la cabeza, aparecían a
veces
de modo distinto en su radar. Ese debía de ser el caso de aquella joven, pensó. Y, s
in
La Novena Noche.jpg
embargo, mientras se volvía para alejarse, se dio cuenta de que lo que transmitía er
a una
inmensa decepción.
La voz de la muchacha se elevó de pronto.
Kelley, miró alrededor, extrañada, pero aquel joven misterioso y guapo, se había
esfumado sin hacer el menor ruido. Siguió sentada en el banco, un rato más, con la r
osa
en la mano, escuchando con atención.
Nada.
Finalmente, recogió sus cosas y enfiló uno de los senderos que la sacarían de aquel
jardín y la conducirían a la Bethesda Terrace.
Ya era hora de regresar a casa.
.Tal vez, todavía esté por aquí, en alguna parte., pensó mientras caminaba sin prisa.
.Debería intentar encontrarlo, para agradecerle como Dios manda que haya intentado
animarme..
Kelley, consideró un poco más, aquella idea tentadora, jugueteando con el colgante
verde y ámbar, que adornaba su cuello. Se trataba de un trébol de cuatro hojas, que
le
había regalado su tía Emma, para que le diera buena suerte.
Por desgracia, aunque mantenía los ojos muy abiertos, era como si la buena suerte,
le
hubiera dado la espalda, al menos, en lo referente al Guapo Desconocido.
Suspiró, recordando el modo en que la había mirado, con aquellos extraordinarios ojo
s
de color gris plateado. Tenía un rostro regio. Pómulos prominentes, boca recta firme
,
que a pesar de no sonreír, no expresaba dureza, aunque Kelley, sospechaba que podía
llegar a expresarla con facilidad.
-Venga, vamos -se dijo en voz alta-. ¿Hasta dónde estás dispuesta a hacer el
ridículo? Pero si sólo has visto a ese chico unos veinte segundos...
Avanzó hacia el sur y bordeó el límite de la Ramble, hasta llegar a la orilla septentr
ional
del lago, que quedaba frente al saliente rocoso de Hernshead.
No sabía cómo, pero el caso era que había oscurecido.
Kelley, nunca se sentía insegura en Central Park, aunque, a decir verdad, nunca ha
bía
paseado por allí de noche.
Nerviosa, alzó la vista al cielo, que había pasado del azul intenso, al añil con una
celeridad asombrosa. La quietud del lugar, le resultaba fantasmagórica. El silenci
o era
total.
Un velo finísimo de neblina, se posaba en el suelo y barría en espirales el sendero
que se
extendía ante ella. Aceleró el paso, hasta casi echar a correr.
La superficie del lago, a su derecha, era una inmensa balsa de aceite negra, tan
quieta,
que lo reflejaba todo a la perfección, como un espejo. Su intención, era bordear la
orilla,
hasta llegar al extremo oriental, en cuyas inmediaciones se encontraba la salida
que
daba a la calle Setenta y Dos. Una vez allí, sólo había diez minutos a pie hasta su ca
sa.
No había llegado muy lejos cuando unos gritos rasgaron el aire de la noche,
espeluznantes, terribles. Kelley se detuvo en seco, escuchando aquellos chillido
s
agudos, que parecían proceder del centro del lago.
Buceó lo más profundo que pudo, y se agarró con fuerza a las algas, que habían echado
raíces en el lecho del lago. Luego plantó los pies en el lodo y dobló las rodillas, se
enroscó las cintas vegetales alrededor de las manos y tiró de ellas con todas sus fu
erzas.
Las algas se tensaron al máximo, pero ni se rompieron, ni se soltaron de raíz.
.Tira... una vez más..
.Tira, maldita sea..
Los pulmones le dolían, pero volvió a intentarlo.
¡Tira!
Cuando el cansancio empezaba a apoderarse de ella, tiró de las algas una última vez,
más débilmente. Su cerebro pedía oxígeno por momentos, y ya veía estrellitas delante
de sus ojos. Meneó la cabeza. Una nube de burbujas, abandonó su cuerpo por la boca y
la nariz: era el último aire, que quedaba en su interior. Entonces oyó una música
amortiguada, lejanísima, y le pareció que veía una luz extraña, fulgurante, que bailaba
en el agua, girando alrededor, envolviéndola. Sintió una oleada de calor.
Un último, débil intento... Y notó que las cintas cedían un poco. De repente, un violent
o
vaivén de las algas, la echó hacia delante y sintió un dolor intenso en los brazos y l
os
hombros.
Después, a su alrededor todo se oscureció por completo.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
CUATRO.
-¡Sonny! Se volvió, al oír su nombre y vio a otro jano que se asomaba entre los
árboles.
-Maddox
Levantó la mano, a modo de saludo, entrechocaron los antebrazos. Sonrientes.
-¿Cómo va el día, Sonn? -Le preguntó su amigo, con tono afectuoso.
Sonny, se encogió de hombros.
-¿Tú has notado algo especial?
-No. Maddox, negó con la cabeza-. De momento, todo está igual, que en años
anteriores. Calmado, sereno, tranquilo... pero me temo que va a cambiar pronto.
En
menos de una hora, empezarán a aparecer las rendijas en la Puerta. Y, a partir de
esta
noche, y durante ocho más, se abrirán más y más grietas, que irán agrandándose.
Hasta el Samhain, que es cuando se desata el infierno. Acéptalo, Sonn. Maddox, bajó
la voz, aunque no había nadie que pudiera oírlos-. Durante nueve noches, la Puerta s
e
abre cada vez más, y sólo hay un puñado de janos para custodiarla. Son muchos los
duendes y hadas, sobre todo, de los malignos, dispuestos a arriesgarse.
Sonny, torció el gesto. No entendía que aquellos seres, prefirieran vivir en este mu
ndo.
Él ni se lo plantearía. Sólo el ruido, bastaba para volver loco a cualquiera.
-¿Y uno llega a acostumbrarse alguna vez, Maddox? -Preguntó Sonny-. A este lago,
quiero decir.
-No soy la persona más adecuada para responderte -gruñó Maddox-. Entre otras
cosas, no llevo aquí tanto tiempo. A mí, el solo concepto de "electricidad" me produ
ce
escalofríos.
-¿Después de tres años?
-Pues sí. A los dos... bueno, ya sabes, se nos llevaron cuando la luz todavía funcio
naba
con gas, pero yo era lo bastante mayor, y recuerdo aquel mundo. Aquella época.
Aunque intento no pensar en ello.
Sonny, meditó un instante. Él era un bebé cuando lo raptaron. La única vida que
conocía, era la que le habían proporcionado los duendes. Debía de ser difícil para los
que eran como Maddox... saber desde el principio, que aquellas personas radiante
s,
portentosas, que te habían criado, no eran de los tuyos. O que tú no eras de los suy
os. Y,
peor aún, saber que tu propio mundo ya no era... ya no podría volver a ser tuyo... S
onny,
se sintió incómodo.
Aquéllas, no eran cosas en las que le gustara pensar demasiado, aunque no sabía por
qué.
Se detuvieron cerca del Bow Bridge del parque, el puente que describía un arco sob
re el
lago al oeste de la Bethesda Terrace, uniendo el espacio relativamente silvestre
de la
Ramble, con los jardines más formales, más podados, de Cherry Hill. A Sonny, le
parecía que aquel puente, era como una metáfora de la Puerta misma. Permanecieron un
largo instante en silencio, contemplando las aguas.
-Pero, en el fondo -dio Maddox, sacudiéndose los malos recuerdos y apuntando con
la mano hacia la belleza que se extendía ante ellos-, este lugar tiene sus encanto
s. -Le
dio una palmada en la espalda a su amigo-. Venga, vamos. No querrás llegar tarde a
la
inauguración...
La Novena Noche.jpg
Alrededor de Sonny y Maddox, el aire vibraba de tensa expectación, cuando coronaro
n
la cima de Great Hill y fueron recibidos por el corro informal de sus hermanos j
anos.
Sumaban trece en total, y todos eran arrebatados.
Estaba Fenrrys el Lobo, legendario por los harapos de pieles que lo cubrían, que
recordaban a los de los berserkers, aquellos noruegos, que entraban en combate e
n
trance y se lanzaban ebrios de ira, sobre sus enemigos; y célebre, también por su
temperamento adusto. Según Maddox, la cuna de la que lo habían arrebatado, allá por el
siglo IX, erala de un príncipe vikingo. Llevaba en la sangre, el arte de la guerra
, o eso le
decía siempre a Sonny.
Camina y su hermano gemelo Bellamy, ambos delgados, esbeltos y discretos, eran
guardianes janos, casi desde el principio, y notablemente eficaces.
Luego estaba Godwyn, genial, guapo... despiadado.
Brhyan y Beni, uno rubio, otro moreno, distintos como la noche y el día. Competiti
vos
hasta lo patológico e inseparables, estaban casi siempre enzarzados en un tipo de
competición, ya fuera de dardos, billar, o alguna de su invención, como la que consi
stía,
en ver quién soportaba más golpes en el brazo.
También estaba Fantasma. Flaco, silencioso, de ojos oscuros y tez pálida, más
encantado que encantador, o eso le había parecido siempre a Sonny, que no sabía cuál
era su verdadero nombre, ni de qué parte del mundo lo habían arrebatado. Se trataba
de
un joven raro, aunque eso era comprensible... teniendo en cuenta, que había sido l
a reina
Mabh, quien se lo había llevado.
Junto a Fantasma, se encontraba Aaneel, el mayor de todos, que había abandonado su
hogar en la India, hacía siglos, y que era uno de los pocos arrebatados que había vi
vido
lo bastante en el Otro Mundo, como para haber alcanzado allí, la edad adulta. El p
elo,
negro, había empezado a platear en sus sienes, en profundo contraste con el tono
cobrizo de su piel.
Y junto a Aaneel, estaba Perry -Percivat-, el más joven, después de Sonny. A Perry,
se
lo habían llevado en 1719, de una aldea diminuta del norte de Francia, que llevaba
muchos años sufriendo las consecuencias de unas malas cosechas. A cambio de Perry,
Titania, había concedido al lugar un clima benigno y un suelo fértil, por lo que un
pueblo condenado a morir, había sobrevivido.
Finalmente, Selene, pálida y bonita, con el cabello castaño claro, como pelo de zorr
o,
cubierta de pecas y absolutamente infalible con el arco y las flechas; y Cait, q
ue a pesar
de ser más diestra que nadie en el combate cuerpo a cuerpo, prefería valerse de
encantamientos y hechizos.
Todos juntos, contemplaron cómo el sol se hundía en el horizonte y Central Park, se
sumergía en la oscuridad.
La primera de las Nueve Noches, había empezado. Decididos, los janos, se dispersar
on
para cubrir las cuatro esquinas del parque.
Separándose de los demás, Sonny, atravesó el terreno rocoso y traicionero de Ravine, e
n
dirección sur, cada vez más concentrado, internándose en las neblinas oscuras y sutile
s,
de los encantamientos fallidos de Oberón, hasta el punto, en que las paredes que
separaban los dos mundos se volvían tan delgadas que se convertían en puertas.
Trató de percibir, cuál de aquellas vías de acceso, se abriría aquella noche...
Ya lo tengo.
A unos treinta metros al este, tal vez treinta y cinco.
Sonny, avanzó despacio por el sendero, ágil, alerta. Sentía la sangre caliente, por ha
ber
corrido y por la expectación de la lucha inminente. Algunos de los duendes que
intentaran cruzar, regresarían al Otro Mundo, sin apenas percatarse de la presenci
a de
un jano. Y los más tímidos, era poco probable que lo intentaran.
La Novena Noche..jpg
Sonny, abrió la mochila de cuero, que llevaba colgada en bandolera y extrajo un ma
nojo
de tres bastoncillos cortos, rectos, atados con un cordón rojo, también de cuero. Un
o,
era de roble, otro, de fresno y otro, de arce.
Sonny, susurró un antiguo encantamiento y los bastoncillos se transformaron en una
espada con el filo de plata, que apareció en su mano. Se la colocó en el costado, li
sto
para el combate.
Repentinamente, el muro de granito que se alzaba frente a él, empezó a ondularse com
o
en un espejismo y, acto seguido, se resquebrajó. Una luz fantasmal, iridiscente, s
e filtró
por la ranura abierta en la piedra, y Sonny, vio unas figuras diminutas, recorta
das en el
resplandor. Un rostro minúsculo, arrugado, lo observaba. Cuando la criatura vio, q
ue el
jano se encontraba apostado allí, no se volvió, ni echó a correr de nuevo hacia la tie
rra
de los duendes, sino que mostró una risita aguda, traviesa.
Era un duende de Cornualles, de los llamados piskies.
Sonny, intentó no poner los ojos en blanco, mientras rebuscaba de nuevo en la moch
ila
y extraía un puñado de sal gema, que arrojó sobre el rostro sonriente del piskie.
La criatura se metió de nuevo en la ranura, emitiendo un chillido.
.Ha sido demasiado fácil., pensó sonriendo. Tal vez no hiciera falta, siquiera, de
recurrir a la espada.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un zumbido colérico. Era como si
acabara de arrojar una piedra, sobre un nido de avispas. Agarrándose los unos a lo
s
otros, sujetándose al resquicio, un enjambre de piskies diminutos, ávidos de sangre,
se
dirigían hacia él, los cuerpos pálidos y delgados, lanzando destellos como cuchillos e
n
la oscuridad.
Sonny, tuvo que emplearse a fondo durante casi una hora, y la carnicería fue
considerable.
Mientras limpiaba el filo de su espada de la sangre verde y fosforescente de aqu
ellas
criaturas y volvía a guardarla, no sentía el menor remordimiento. Los duendes que lo
habían atacado, habían recibido su merecido.
No todos los piskies, eran desagradables. Algunos, en la tierra de la que él venía,
resultaban incluso útiles, aunque sus payasadas y travesuras, acababan cansando.
Pero aquéllos no, aquéllos habían mostrado claramente sus intenciones asesinas, y
además eran muchos, cosa que a Sonny, nadie le había dicho.
Maddox, se burlaría de él, por haber tardado tanto en derrotar a unos duendes menore
s.
Sonny, por su parte, no sabía cómo le estaba yendo a su compañero. Ni a los otros.
Como sólo sumaban trece, era poco probable, que sus caminos se cruzaran durante la
s
Nueve Noches. Ellos solos, debían cubrir la seguridad de todo el parque.
El suelo alrededor de sus pies, estaba cubierto de cristales de sal, aplastados
por las
suelas de sus botas, en un círculo que se extendía unos tres metros, en torno a él. En
el
fragor de la batalla, no se había fijado en el tamaño de aquel enjambre. Ahora, con
más
calma, rodeó el perímetro del círculo. Realmente era muy grande. Y más tratándose de
unas criaturas de una estatura que no superaba los quince centímetros.
Examinó la tierra pisoteada y frunció el ceño. Aquello no tenía sentido.
Los piskies, no eran los duendes más listos, pero sí solían ser habilidosos. Lo normal
,
habría sido que se dispersaran. Que lo atacaran en oleadas. Que buscaran más de una
grieta. Pero, al parecer, habían lanzado una ofensiva masiva, en aquel único punto..
.
para mantenerlo ocupado y clavado en una sola posición.
La Novena Noche.jpg
Furioso, soltó una maldición y se volvió sobre sus talones, buscando algo con su
percepción de jano, ocupada plenamente hasta ese instante. Una luz repentina, cega
dora,
carmesí, atravesó su mente. Se le helaron las entrañas.
Algo iba mal, muy mal, en algún lugar, al sur. Se esforzó por sintonizar mejor, por
ubicar aquella luz intensísima en el mapa de su mente...
En efecto, ahí estaba. O, mejor dicho, ahí había estado.
Echó a correr.
Aunque en el fondo de su corazón, sabía, que llegaría demasiado tarde.
Acuclillándose a la orilla del lago, Sonny, acercó la mejilla al suelo frío y estudió la
superficie del agua, que seguía girando en espirales iridiscentes: la prueba de un
paso
reciente, a través, de la Puerta del Samhain, desde el Otro
Mundo hasta aquel reino.
De modo, que no habían sido sólo los piskies, los que se habían acercado a la Puerta.
Otros lo habían hecho también, y hacía muy poco tiempo; tal vez media hora. Sonny,
mantuvo la mejilla pegada al suelo y observó, a ras de tierra, la superficie del l
ago,
brillante como la obsidiana.
Ahí estaba.
Había un rastro que resplandecía débilmente, hasta la orilla. Sonny, se puso en pie de
un
salto y fue corriendo a investigar.
El terreno blando, que rodeaba el lago, estaba pisoteado y convertido en barro.
Parecía
que se hubiera producido algún tipo de forcejeo, o como si hubieran arrastrado a a
lguien
desde el agua, hasta el sendero. Aquí y allí se veían huellas alargadas, circulares, d
e lo
que sólo podían ser pezuñas. Se acuclilló junto al camino para examinarlas mejor.
De todos modos, aquello no dejaba de ser Central Park. Por todo el parque circul
aban
carruajes tirados por caballos, y había jinetes adinerados, que transitaban por ca
minos,
especialmente señalizados para ellos. Con todo, era evidente, que aquellas huellas
eran
de un animal sin herraduras. Y el agua que se había depositado en las huellas, pos
eía
aquella misma iridiscencia delatora.
¿Se trataría de un kelpie?
Sonny, hizo recuento mental de los indicios que aparecían ante él.
En una de las huellas, encontró las cerdas ásperas de una crin pelirroja, así como tre
s
cuentas negras de ónice, talladas en forma de diminutas cabezas de venado.
Se metió las cerdas y las cuentas en el bolsillo y miró alrededor. Por el rabillo de
l ojo,
vio algo casi incoloro oculto entre los juncos. Lo recogió del suelo y apartó los re
stos de
vegetación, que Io cubría. Era un cuadernillo de anillas metálicas. La página de la
cubierta había desaparecido, pero la siguiente, con el dramatis personae, estaba c
asi
intacta, aunque manchada por la huella de una pezuña, que parecía tener los bordes
ligeramente chamuscados.
Los márgenes, estaban llenos de notas manuscritas, y en la parte superior, alguien
había
escrito con rotulador: "Guión de Kelley". Sonny, frunció el ceño y hojeó varias páginas,
hasta que un breve diálogo, llamó su atención:
.No desees salir de este bosque., empezaba. A Sonny casi se le cae el cuadernill
o de
las manos.
No hacía mucho, había oído esas mismas palabras.
Escrutó la orilla del lago por última vez y se arrodilló en el borde del sendero.
Enterrada, casi por completo en el barro, encontró, pisoteada, la rosa de color
melocotón, o lo que quedaba de ella. Arrancó un pétalo marchito y se lo acercó a los
ojos.
La Novena Noche..jpg
El cuadernillo, pertenecía a la muchacha del jardín de Shakesperare.
Su "Polvorilla".
Kelley
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
CINCO.
Exhausta, cubierta de barro y calada hasta los huesos, Kelley, entró en su apartam
ento'
cerró la puerta, con el pie y llamó a gritos a su compañera de piso. No obtuvo respues
ta.
.Tyff, debe haber salido., pensó.
.Mejor.. En ese momento, no le apetecía en absoluto, compartir con nadie su extraña
aventura en el parque. La bajísima temperatura del agua del lago todavía le agarrota
ba
los huesos, a pesar, de que había recorrido a la carrera, las últimas manzanas que l
a
separaban de casa. El frío, entorpecía el flujo normal de sus pensamientos.
Tiritaba tanto, que le castañeteaban los dientes. Se quitó la ropa, que quedó hecha un
ovillo en el suelo; tiró de la manta afgana, que cubría el sofá, y se envolvió con ella,
camino del baño, donde, tambaleante, giró el grifo del agua caliente de la ducha, ha
sta
obtener la temperatura máxima, que era capaz de soportar. Sabía, que lo único que
podía impedir una hipotermia inminente, era la ducha más larga, más caliente de su
vida, seguida de un gran tazón de chocolate caliente.
La ducha, en efecto, le resultó tan reconfortante, como había imaginado. El vapor la
rodeaba, finalmente, el castañeteo de dientes se detuvo. Al rato, los músculos se le
relajaron y pudo incorporarse. Una vez, el calor le devolvió unas mínimas facultades
mentales, se permitió regresar a los extraños acontecimientos, que había vivido aquell
a
noche.
Cuando recobró la consciencia, estaba boca abajo, en el sendero del lago, vomitand
o
agua embarrada, y el caballo le empujaba el hombro con el hocico. Cuando se dio
cuenta de dónde se encontraba y logró ponerse en pie, la criatura ya se había perdido
en
la oscuridad, y a Kelley, no le quedó nada de él, salvo unas cerdas largas, rojizas,
de
crin de caballo, encerradas en su puño. Empapada y temblorosa, había recogido los
zapatos y el abrigo, así como las cosas que se le habían caído del bolso, y se había
dirigido a casa.
Eso era todo lo que recordaba.
Pero...
En la mente de Kelley, reinaba la confusión. De los instantes anteriores a su desm
ayo,
conservaba un batiburrillo de imágenes. Impresiones fugaces de luces y sonido, una
música rara y hermosísima...
O, por usar el término científico, privación de oxígeno.
Kelley, apoyó la cabeza en los azulejos de la pared.
Al menos, no se había ahogado. Había tenido... ¿cómo se decía?, ah, sí, .la suerte de
los tontos.. Estúpido caballo.
Esperaba, que al menos, hubiera encontrado el camino a casa.
Notó que el agua empezaba a enfriarse, a regañadientes, cerró los grifos y apartó la
cortina de la ducha.
Y al hacerlo, no pudo evitar un grito.
Aquel estúpido caballo, estaba allí, delante de ella, ocupando con su voluminoso
cuerpo, casi todo el espacio disponible, de su diminuto cuarto de baño. Las patas
traseras, de hecho toda la mitad posterior, estaban fuera, en el rellano de la e
scalera de
incendios. Del cuerpo del intruso, se elevaban nubes de vapor, que se disipaban
en el
aire frío de la noche. Relinchaba muy bajito, y con el hocico aterciopelado, le ro
zaba el
hombro.
Kelley, buscó algo con que cubrirse, procurando no dejarse dominar por el pánico.
La Novena Noche..jpg
Cuando, hacía un momento, había deseado que el animal hubiera encontrado el camino
a casa, no se refería a la suya. Se envolvió en una toalla, dio un rodeo para evitar
el
contacto con el caballo y salió del diminuto baño.
Una vez fuera, cerró la puerta de golpe y se apoyó en ella.
El corazón le latía con fuerza.
.Esto es imposible., se decía. .Esto no está sucediendo..
Imaginaba cosas. Se le había congelado el cerebro.
Congelado del todo. Aquello, no era como cuando te bebías un granizado muy deprisa
.
No. Aquello, era como cuando te arrojabas a las aguas gélidas de un lago, a finale
s de
octubre, y empezabas a alucinar sin control.
El caballo protestó discretamente.
-¡Calla ya! Kelley, dio una palmada, alzando las manos por encima de la cabeza-.
¡No eres de verdad! ¡No te oigo, porque no eres de verdad!
Se oyó otro suave relincho dentro del baño, seguido de un patear de pezuñas y sonidos
que denotaban movimiento.
Y después, nada más. Kelley, se dejó caer al suelo, con la espalda apoyada en la puert
a.
Aquello no podía estar sucediendo, porque si estaba ocurriendo de verdad, estaba
metida en un lío tremendo.
Su compañera de piso la mataría. O la echaría.
¡Dios! Si Tyff, la echaba, tal vez, tuviera que volver con su tía. A Emma, nunca le
había
entusiasmado la idea de que Kelley, se instalara en Nueva York, y si al fin acce
dió, fue
únicamente, porque había encontrado aquel apartamento tan maravilloso. Tyff Meyers,
era modelo -y bastante puntillosa-, y Kelley, recordaba con absoluta claridad, e
l texto
del anuncio que había puesto para encontrar una compañerade piso:
El caballo -era macho, según había podido constatar- le olisqueaba los hombros, le
hundía el hocico en los dedos, pero no mostraba la menor intención de abandonar la
bañera, llena hasta la mitad. Kelley, se apoyó en el borde y hundió la cara entre las
manos, sin terminar de creerse, que aquello estuviera sucediendo en realidad.
De pronto, llegó hasta ella, un aroma a lavanda. Alzó la cabeza y vio un corro de
espuma blanca y brillante, que se arremolinaba en torno a las patas del caballo.
Fue entonces, cuando el estado de shock en el que se había sumido, se esfumó, dejand
o
paso al pánico.
Ya no le importaba, que hubiera un cuadrúpedo en su bañera. Lo único que le
preocupaba ahora, era que el animal, hubiera volcado un frasco del aceite de baño
carísimo, propiedad de su compañera de piso, y vaciado su contenido granate, lustros
o,
en el agua. El frasco, con su elegante etiqueta dorada, flotaba en la superficie
.
Sí, no había duda, Tyff, iba a matarla.
Hacia las cuatro de la madrugada, Kelley, se resignó a su destino y se dirigió al sa
lón, a
esperar a que Tyff, regresara a casa. Mientras tanto, tal vez, pudiera estudiar
un poco el
papel de la obra.
Pero, para empeorar las cosas, no encontraba el maldito texto por ninguna parte.
Lo único que daban por la tele a esas horas, eran los espacios de la teletienda, p
or lo que
finalmente, se quedó dormida en el sofá, mientras en la pantalla anunciaban, los "éxit
os
musicales de los ochenta.. En algún rincón profundo de su cerebro adormilado,
resonaban los estribillos pegadizos de Wham. Que se retorcían y giraban con sus no
tas
en clave menor, y se fundían sin solución, de continuidad con la música atractiva y
oscura que había oído, cuando el mundo desapareció a su alrededor bajo las aguas del
lago. Aquella música la poseía, y la llevó a sumergirse en sueños fantásticos y raros.
Pero cuando despertó, a la mañana siguiente, no recordaba la melodía.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
SEIS.
-Entra -le dijo, antes de ponerse rápidamente una camiseta de manga larga y unos
vaqueros.
-Hola, Sonn l -o saludó su compañero desde de la puerta, y su sonrisa, siempre a
punto, iluminó el dormitorio-. Esto está muy oscuro. ¿Acabas de levantarte?
-Sí.
-He pensado, que esta noche podríamos hacer guardia, juntos por la Ramble -le
propuso Maddox-. ¿Alguna objeción?
-No. Un poco de compañía me vendría bien.
Sonny, se pasó las manos por el pelo y se lo recogió en una coleta, que sujetó con una
tira de cuero.
-Perfecto. Anoche, en las Puertas de la zona central del parque, me aburrí bastant
e
-¿Se coló algo? -Le preguntó Sonny, que hacía esfuerzos por ahuyentar su pesadilla,
mientras pensaba cómo contarle a su amigo, el descubrimiento que había hecho.
-No, no lo creo. Una manada de nyxxis enfadados, nos mantuvo entretenidos durant
e la
primera hora, más o menos, pero luego, la cosa se calmó, y aquello parecía un
cementerio.
Sonny, frunció el ceño, pensando en su encuentro con los piskies, y en cómo aquella
distracción, le había impedido llegar a tiempo para ver qué era lo que se había colado
por el lago. Se preguntaba si todos los janos, habrían estado ocupados de un modo
similar, durante aquella primera hora.
-¿Dónde estaba el Lobo? -Le preguntó.
-Ah, a Fennrys, no le gustan las aglomeraciones, ya lo conoces. Se ha adjudicado
la
cuarta parte superior del parque. No me extrañaría que hubiera levantado la pata y
meado en todos los arbustos de la zona, para marcar territorio. Es capaz de luch
ar con
cualquier cosa que se cruce en su camino, incluidos los janos. Maddox, miró a Sonny
,
con gesto enigmático-. Por cierto, ¿cómo te fue a ti?
-Fue... interesante.
Los ojos de Maddox, brillaron, llenos de curiosidad.
La Novena Noche.jpg
-¿Algo sucio?
Sonny, abrió el armario y sacó unas botas y una chaqueta.
-Tal vez. Oye, me muero de hambre. Vamos a comer algo y te lo cuento.
Sentados a una mesa, al fondo del café, los dos janos se encontraban lo bastante
alejados de los demás clientes, como para que nadie los oyera, pero debido a la
importancia del tema que trataban, hablaban en voz baja. Como
Sonny, había imaginado, Maddox, se mostró muy divertido, cuando le contó su pelea
con los piskies.
-No te lo tomes tan a pecho, Sonn -le dijo entre bocado y bocado, a una tortilla
ranchera del tamaño de su cabeza-. Al menos, no eran hinkypunks, ni fuegos fatuos.
-El día en que un fuego fatuo, me dé una patada en el culo, cuelgo esto -masculló
Sonny, dando una palmada al medallón de hierro, que llevaba al cuello, suujeto a u
n
cordón de cuero y que lo acreditaba como jano-. Con mi cuello dentro.
-¡Sobre todo, porque sólo tienen un pie con el que dar patadas! -Se rió Maddox,
apartando el plato vacío y suspirando satisfecho-. Pero bueno, dejemos a un lado a
piskies, nyxxies y demás ralea, y cuéntame qué fue lo que hizo, que se te cayeran los
calzoncillos al suelo.
-¿Qyé quieres decir?
-Quiero decir, amigo mío, que ayer te pasó algo, que te tiene preocupado, y que nada
tiene que ver con los piskies. Tú siempre has hecho gala de un gran sentido del hu
mor, y
no permitirías que algo así te lo estropeara.
Sonny, cogió una cucharilla de café y jugueteó un rato con ella. Luego, apoyándose en
el respaldo, le contó a su amigo lo que había sucedido mientras estaba ocupado
repeliendo el ataque de los piskies. O, al menos, lo que él creía, que había sucedido,
pues su teoría, en el fondo, se basaba en pruebas circunstanciales.
Maddox, lo escuchó sin interrumpirlo, mordiéndose de vez en cuando el labio inferior
,
pensativo.
-Sería un kelpie, ¿no? -Apuntó finalmente.
-Sí, supongo que sí. Los pelos de crin y las huellas de pezuñas, así parecen indicarlo.
-¿Sabes que nunca he visto ninguno?
-Yo sí, en una ocasión, desde muy lejos, cuando acompañé a Oberón, a visitar las
Tierras Fronterizas de la reina Mabh. Suelen acechar en las inmediaciones de las
zonas
pantanosas. Son muy malvados.
En los tiempos, en que todas las puertas estaban siempre abiertas, los kelpies a
parecían
cerca de los manantiales en forma de hermosos caballos, para atraer a los mortal
es
confiados. Una vez, lo montaban, el kelpie se sumergía bajo la superficie del lago
, o del
río, arrastrando consigo, a la impotente víctima hasta el Otro Mundo, o simplemente
al
fondo del agua, donde moría ahogada. Había kelpies, que llegaban a comerse a sus
presas.
-Cuando era niño -dijo Maddox-, ya sabes, antes de que me arrebataran, oía contar
muchas historias. Las ancianas del pueblo, se ponían a gritar como locas si algún niño
,
se acercaba demasiado a la orilla del río. Decían, que los kelpies, vendrían a buscarn
os y
nos ahogarían.
-Bueno, el de anoche ya no estaba cuando yo llegué, y no dejó muchos rastros de su
paso.
-En otras palabras, que no había sangre, ni miembros humanos esparcidos por ahí.
-Exacto. Sólo huellas de pezuñas..., y esto.
La Novena Noche..jpg
Sonny, extrajo de la mochila las cuentas de piedra negra y las depositó en la mesa
.
Enredadas a ellas, brillantes como filamentos de cobre, había algunas cerdas de cr
in.
Maddox, cogió una y la estudió con detalle.
-Extraño... ¿Qué es esto?
-No lo sé.
Le devolvió la cuenta a Sonny.
-De todos modos, que no encontraras miembros humanos esparcidos, no significa
necesariamente, que se produjera un rapto...
Sonny, asintió sin decir nada. Pensaba, inquieto, en el cuadernillo, que había encon
trado
y en la posibilidad, de que algo horrible le hubiera sucedido a la muchacha, a l
a que, en
sus pensamientos, había empezado a llamar "Polvorilla..
Tras recapacitar un momento, decidió solicitar la ayuda de Maddox, para una pequeña
misión detectivesca.
-Ayer en el parque, había algo más, Madd. O tal vez "alguien. más.
Maddox, se echó hacia atrás y, cruzándose de brazos, esperó a que su amigo prosiguiera
con su relato.
Sonny, extrajo de la mochila, los papeles arrugados y se los acercó a su amigo. Le
habló
de la "presencia extraña., que había captado en el jardín de Shakespeare la muchacha-,
y le contó, que más tarde, había encontrado aquel cuadernillo junto al lago. Como
buenos janos que eran, ninguno de los dos creía mucho en las casualidades, y Maddo
x,
se sintió intrigado.
-Pues, sí que estuviste ocupado anoche, ¿eh? -dijo.
-La verdad, es que no está mal, para ser la primera vez. Escucha, todavía queda much
o
tiempo, hasta que se ponga el sol. ¿Quieres venir conmigo a inspeccionar, para ver
si
encontramos alguna pista de mi criatura perdida?
-¿Te refieres al kelpie o a la chica?
-Mi hipótesis es la siguiente: si encontramos a uno, tal vez encontremos a la otra
.
-¿Y cómo te propones hacerlo?
Sonny, le mostró una dirección de Internet, garabateada en la parte superior de la
primera página: ensayos@ teatroavalon.calle52.
-Te propongo, que empecemos visitando ese lugar -Sonny, señaló esta vez donde
ponía "Guión de Kelley" -y formulemos algunas preguntas a esa chica.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
SIETE.
-No entres -le gritó Tyff a Kelley, cuando ésta, adormilada, se dirigía hacia el baño.
Con la mano en el tirador, Kelley, se volvió, para mirar, con ojos legañosos, a su
compañera de piso, que se encontraba en el rincón del salón más apartado del baño.
-¡Aléjate de la puerta! -Insistió Tyff, con ojos desbocados.
Kelley, obedeció, intentando, mientras lo hacía, poner en marcha su cerebro.
Tyff, debía de haber llegado muy tarde -o muy temprano-, y Kelley, no la había oído,
pues al fin, exhausta, había sucumbido a un sueño profundo en el sofá.
Los restos desordenados de su actividad onírica, flotaban en su cerebro: una música
rara, que no era capaz de recordar, unas luces oscilantes, el rostro perfecto de
tez pálida,
de una mujer que tenía los ojos dorados y el pelo alborotado a su espalda, como un
manojo de algas, flotando en una corriente de agua. Y algo más. Algo relacionado c
on
un...
-¡Caballo! ¡Hay un caballo en la bañera!
Sí, claro. Un caballo.
Kelley, cerró los ojos con fuerza. No, no había sido una pesadilla.
-Esto... Tyff...
-¡En la bañera! -Tyff, señalaba con una uña impecable, y sus rasgos de modelo, se
retorcían de ansiedad.
-Sobre eso... -Kelley se frotó la nuca-. Pensaba decírtelo. Supongo, que me he
quedado dormida...
Miró preocupada a su compañera de piso, que no apartaba la vista de la puerta del baño
.
-Tyff, créeme, si hubiera sabido, que iba a seguirme hasta casa desde el parque, j
amás
lo habría rescatado. Bueno, sí, seguramente lo habría rescatado, pero lo que quiero de
cir
es que...
-Espera un momento -Tyff, volvió la cabeza hacia ella-. ¿Me estás diciendo, que es
culpa tuya?
-Supongo que sí. No ha sido mi intención que sucediera, pero... Kelley, se detuvo,
confundida. ¿De quién si no podría ser la culpa?
-No importa. Sigue. Tyff, hizo una seña, para que continuara hablando, y volvió a
posar la mirada en la puerta del baño.
Kelley, se hundió en el sofá y le contó a Tyff, toda la historia.
Cuando terminó, su compañera de piso parecía algo más calmada.
-¿Puedes al menos, sacarlo de la bañera?
-Ése es el problema, que se niega a moverse. Anoche ya lo intenté. Tal vez... Kelley,
vaciló ante la idea, pero finalmente, la enunció-. Tal vez, deberíamos llamar a la
policía.
-No. ¿Estás loca? Si el casero descubre una cosa así, nos pone a las dos de patitas en
la
calle.
-Ya lo sé, ya lo sé. Sí, yo también lo había pensado. Tyff -y aquello, no era habitual en
ella- empezó a morderse la punta de una uña. Era modelo .por partes. y ganaba
muchísimo dinero, por dejarse fotografiar las manos, los pies, las piernas, para u
nos
anuncios que aparecían en revistas caras. Por tanto, el hecho de morderse una uña,
delataba, que estaba viviendo un momento de gran tensión.
La Novena Noche..jpg
-¿Qué diablos vamos a...? No, espera un momento. ¿Qué diablos vas a hacer tú al
respecto?
-¡No lo sé! -Protestó Kelley.
Se levantó, agarrotada, y se fue a su dormitorio, para ponerse algo de ropa. No te
nía la
menor idea, de qué hora era, pero a juzgar por la luz que se colaba por la ventana
, debía
de ser muy tarde. Se puso unos vaqueros y una sudadera, y volvió al salón.
-Mira, he llamado al Departamento de protección de Animales del Ayuntamiento, pero
no me han creído. Se acercó a la puerta del baño y la abrió. El caballo seguía allí, en
efecto, con las patas metidas en el agua perfumada y mordisqueando plácidamente la
punta de una toalla-. La señora, que ha atendido mi llamada, pensaba que había
fumado algo raro.
-Pues si eso es verdad, y considerando las circunstancias, será mejor que lo compa
rtas
conmigo. -Se acercó nerviosa a Kelley, y observó por encima de su hombro-. ¿Por
qué lleva esas cuentas en la crin?
-¿Qué? -Kelley, no se había fijado-. ¿Dónde?
-Allí -le señaló Tyff-. Y ahí también. Son unas piedras negras, brillantes. Las lleva
anudadas por toda la crin.
Kelley, metió un poco más la cabeza en el baño para ver mejor. La luz de las bombillas
,
se reflejaba en un gran número de cuentas de ónice.
-Ni idea. Kelley, se sentía desconcertada-. También tiene en la cola. iEh! Claro, tal
vez sea el caballo de un circo. Eso explicaría que haya podido subir por la escale
ra de
incendios. Kelley, adelantó una mano, despacio, para darle unas palmaditas en el
flanco de color caoba, y el caballo relinchó de placer-. Creo, que si empujamos la
s dos,
tal vez logremos moverlo, al menos hasta el salón.
Tyff, arqueó una ceja, oponiéndose sin palabras a esa idea.
A Kelley, le sonó la alarma del móvil, que lo tenía en la cocina. Fue a cogerlo, y vio
la
hora que marcaba: las
12:35.
-Oh, no. -No podía creer, que hubiera dormido tanto-. Voy a llegar tarde al ensayo
.
iTengo que irme ahora mismo!
-Kelley... Tyff, adoptó un tono amenazador.
-Escucha, Tyff. En el armario, donde guardas los productos para hornear, hay uno
s
copos de avena...
-¡Winslow!...
Kelley, torció el gesto. Tyff, sólo la llamaba por el apellido, cuando estaba muy
enfadada.
-¿Podrías dárselos? Tal vez, así lo convenzas para que salga de la bañera.
-Eres una compañera de piso deleznable.
-Volveré cuando termine el ensayo. Te lo prometo.
-Deleznable.
-Te quedaré eternamente agradecida
-Eso ni lo digas. Eso no lo he oído. ¡La, la, la!
Tyff, se tapó los oídos con dos dedos, y seguía tarareando en voz muy alta cuando
Kelley, franqueó la puerta y echó a correr por el rellano tan deprisa como le permitía
n
los pies.
La Novena Noche.jpg
Lo último que oyó, cuando al fin alcanzó el refugio relativo de la escalera, fue el
lamento desesperado de Tyff.
-¿No será ésa mi espuma de baño francesa?
Cuando llegó al teatro, no estaba segura de qué la hacía sentirse peor, si el sentimie
nto
de culpabilidad por dejar a Tyff, sola con el problema o la falta de sueño.
Mientras las hadas bailarinas calentaban en el escenario, se sentó en el camerino
y
apoyó la cabeza en las manos, tratando de aliviar la jaqueca, que no la dejaba en
paz.
-Hola, niña. -Kelley, alzó la vista y vio a Mindi, que se encontraba en el quicio de
la
puerta con el corsé de Tirania en la mano. Habían tenido que estrecharlo
considerablemente, y la mayoría de las presillas por las que pasaban las cintas, h
abían
sido sustituidas. -He pedido en Vestuario que te lo arreglaran. Tienes que
acostumbrarte a llevarlo. ¿Lo ves? Le han añadido un remate de encaje para que se
disimulen las costuras. ¿Qué te parece?
-¡Oh, Mindi, es estupendo! -Kelley, pasó un dedo por el trabajo de costura-. Parece
nuevo. Levantó los ojos, hasta encontrar los de la mujer, y de pronto se sintió
culpable-. Supongo, que eso significa que Barbara, no va a volver, ¿no?
-Sinceramente, cielo, creo que es mejor así. Tú lo estás haciendo muy bien, o al menos
lo harás. Y tú lo sabes. Lo de ayer, fue sólo tu primer ensayo, ¿no es así? -Mindi se
encogió de hombros-. Para este papel, hace falta sangre nueva, si quieres mi opinión
. Y
ahora, déjame ver cómo te sienta.
Mindi, la llevó hasta el espejo y le sostuvo aquella prenda rígida y reluciente sobr
e los
hombros.
-Perfecto.
Kelley, sonrió por primera vez en todo el día. Ponerse la ropa con la que actuaba, e
ra
siempre uno de los mejores momentos para ella. Se miró en el espejo y casi vio a l
a
reina de las hadas agazapada, allí, en alguna parte. La luz destellaba en los bril
lantes
falsos, que festoneaban la costura superior y la delantera bordada del corsé.
-Eh, Mindi. Kelley, se llevó la mano al collar, que también refulgía en el espejo-.
¿Crees que podría llevarlo durante las representaciones?
-¿Qué es? -Mindi, observó por encima de los lentes, apoyados casi en la punta de la
nariz-. ¿Un trébol de cuatro hojas o algo así?
-Sí, las piedras son de color verde y ámbar. Me Io regaló mi tía cuando era pequeña.
Kelley, entrecerró los ojos-. Es una especie de amuleto de la buena suerte.
-Claro, cielo. Es muy bonito, y el verde combina con el vestido. A mí, personalmen
te,
me parece que a esta producción le vendrá bien, toda la buena suerte que se pueda
implorar, tomar prestada o robar.
-Gracias, Mindi.
-De nada. Y ahora, mueve el culo y sal ahí fuera. En cinco minutos tienes que esta
r
lista, para ensayar la escena del cenador.
Tras descolgar las alas del gancho de la puerta, Kelley, salió al pasillo corriend
o, y el
cansancio que no la había abandonado durante toda la mañana, quedó atrás, en el
camerino.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
OCHO.
-Mira -murmuró en un tono de voz, que hizo que Sonny, volviera la cabeza. Ahí
tienes algo interesante.
-¿Qué? ¿Dónde?
Sonny, alargó el cuello, para ver qué era aquello, que su compañero había visto.
-Ahí
-Maddox, si estás señalando algo, yo no lo veo. Somos invisibles, ¿lo recuerdas? -Le
susurró Sonny-. Se habían colado en una alcoba en penumbra, que quedaba detrás del
escenario y se habían cubierto con velos de invisibilidad, para no correr riesgos.
-Aquel del fondo, el que lleva la túnica verde. El que interpreta a Puck.
-¿Qué le pasa?
-Digamos, que no le hace falta "representar. el papel.
-¿Quieres decir, que es un boucca? -Exclamó Sonny, abriendo mucho los ojos.
-¡Silencio!
Los velos de invisibilidad, los protegían de las miradas de los humanos, incluso,
de los
demás janos, y también, de las de casi todos los duendes, salvo de los más poderosos,
pero no amortiguaban el sonido de su voz, y la acústica de aquel viejo edificio, e
ra
asombrosamente buena.
-Lo siento. -Sonny, observó al actor vestido de verde, que daba volteretas por el
escenario-. ¿Lo dices en serio, Madd?
-Absolutamente -respondió el jano, con un tono de preocupación en la voz. Los
boucca, eran una clase muy poco frecuente de duendes, casi tan poderosos, como l
os
integrantes de la realeza de los duendes de alta alcurnia.
Siempre misteriosos, y célebres por sus cambios de humor y de lealtades, se sabía qu
e
habían servido en varias cortes de duendes, aunque preferían servirse a sí mismos. Allí,
donde iban, proliferaban los relatos de fechorías cometidas por ellos. Eran seres
coloridos, extravagantes, pero tenían fama de peligrosos, si se les provocaba.
Sonny, albergaba sus dudas. La figura que evolucionaba por el escenario con adem
anes
de payaso y que se colgaba de las barras de la tramoya mientras declamaba sus répl
icas,
no le parecía demasiado amenazadora.
-Dioses. No me extraña que se refugie en un teatro. Esos boucca, son unos colgados
,
siempre tan histriónicos.
-Yo que tú, no lo llamaría "colgado" en su cara.
-Oooh, qué miedo -se burló Sonny, pero dirigió su radar de jano, hacia aquel ser, para
averiguar qué tenía, que había impresionado tanto a Maddox. Transcurrido un
momento, frunció el ceño.
-No consigo captarlo.
-No, y no lo conseguirás -observó su amigo, en un tono que denotaba respeto-. Ése
no es un boucca cualquiera. Posee una magia antigua. Es muy poderoso. Un boucca
como ése, puede volar por debajo de tu radar de
La Novena Noche.jpg
jano sin despeinarse un pelo.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?
-Lo he reconocido. Lo veía ir y venir de la Corte Maligna, en la época anterior al c
ierre
de las Puertas, decretado por Oberón. Antes de tu tiempo, Sonny.
El jano parpadeó.
-No estarás insinuando, que es el Puck original.
-No lo sé -respondió Maddox, pensativo-. Circula el rumor, de que el verdadero
Puck, lleva cien años o más, atrapado en el reino de los mortales, encerrado en un t
arro
de miel, que está enterrado bajo una piedra en algún lugar de Irlanda. Desde que hiz
o
algo, que enfureció realmente a un leprechaun.
-¡Vaya! -Exclamó Sonny, envoz muy baja-. ¿Qué haría para merecer algo así?
-De momento, mejor que no des un rumor por bueno. Maddox, ahogó una risita-.
Los leprechauns, conservan mucho de su antiguo poder, y no tienen el más mínimo
sentido del humor.
Desde un asiento de la platea, uno de los mortales -el director, según parecía- había
solicitado una pausa en el ensayo de la escena, en la que intervenía Puck, satisfe
cho, al
parecer, con el trabajo que éste había realizado (o tal vez, simplemente cansado, de
pedirle que dejara de .rebotar por todo el maldito escenario"). Fuera como fuere
, el
caso es que pasaron a otro fragmento, en que intervenía la chica, que Sonny, había
conocido en el parque.
-Venga, vamos a acercarnos más -le susurró Sonny, a Maddox, avanzando por el
lateral.
-¿Por qué?
-Quizá, podamos averiguar algo sobre ella. Ya sabes, alguna pista.
-\/e tú. Yo no pienso acercarme a ese boucca, más de lo estrictamente necesario.
-Está bien. Entonces ve a echar un visstazo fuera, a ver si encuentras a un kelpie
, atado
en alguna parte.
-No entiendo, por qué te empeñas en creer que existe una relación entre los dos. La
chica pudo perder esos papeles en cualquier parte -murmuró Maddox, mientras se
giraba para salir-. Esos papeles, podían llevar allí días. Semanas.
Sonny, ya lo había pensado, pero había visto a la joven -a Kelley- con ese cuadernil
lo,
una o dos horas antes de encontrarlo junto al lago. Y había descubierto también, la
rosa
aplastada. Era la que él le había dado, sí. Lo sabía. Lo único que ignoraba todavía, era
qué estaba haciendo ahí. Y qué sabía ella, si es que sabía algo, de aquel peligroso
caballo feérico.
.Tú, Filomena, con el canto tuyo, entra también en nuestro dulce arrullo,
Ea, ea, ea, ea....
Aquella canción, era como un hechizo. Las luces del escenario, parecieron parpadea
r y
volverse más tenues.
Y la muchacha del cenador empezó a resplandecer.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
NUEVE.
...Ni hechizo o mal, ninguna triste cosa, llegue a nuestra señora deliciosa, y al
arrullo,
la noche dulce sea."
Tenuemente, como si le llegara desde una gran distancia, oyó que La actriz, que
interpretaba el papel del hada Telaraña, decía su réplica:
Ese era el pie, que daba entrada a Oberón, que se acercaba sigiloso, para ungir lo
s ojos
de Titania, con una poción mágica. Kelley, permaneció tendida, inmóvil, esperando a
oír la voz meliflua de Jack. A través, de los párpados cerrados, percibió un calor más
intenso. Debían de haber encendido un foco sobre ella.
Una parte de Kelley, quería abrir los ojos para apreciar el efecto de la luz, pero
la otra le
decía, que allí se estaba muy a gusto... Además, estaban ensayando la escena de un
tirón, saltándose las partes, en que los, amantes, hablaban, por lo que pronto, podría
ver
lo que quisiera (en cuanto Jack, declamara sus réplicas).
-.Tú verdadero amor para ti sea, eso que al despertar tu vista vea..
La voz de Jack, sonaba muy distinta de lo habitual: susurraba las palabras, como
una
serpiente sibilante, sinuosa, a su oído. Sin duda estaba experimentando con la voz
. El
efecto era impresionante. Asustaba.
-"Ámalo y entristécete de anhelo..
El resto de la réplica, se perdió en el silencio. Kelley, abrió los ojos y se encontró
recostada en un banco cubierto de musgo. A su alrededor, el bosque, un muro negr
o y
elevadísimo, de ramas sarmentosas, retorcidas, acechaba. Sin embargo, en el diminu
to
claro, iluminado por la luna, en el que se encontraba, todo era hermoso, prístino.
Kelley, abrió los ojos de golpe y, sintiéndose, sobresaltada, miró alrededor con
impaciencia.
Se encontraba en el teatro, sobre el cenador. Inquieta, giró la cabeza a la izquie
rda, y
durante un instante lo vio.
Estaba allí, en el pasillo en penumbra, que daba acceso al escenario. Pero en luga
r de
aquella expresión de dolor, vio que la observaba con una mezcla de asombro y sorpr
esa.
Los ojos verdes de Kelley, se posaron en los de él, grises, durante un momento
brevísimo. Y luego ya no estaba.
-Por más que no soy partidario de los estimulantes artificiales, ¿podría alguien, por
favor, administrar a nuestra reina de las hadas, alguna pastilla para que no se
quede
dormida durante el siguiente ensayo, maldita sea? -Gritó
Quentin, desde la platea.
Soñando. Se había quedado dormida y estaba soñando.
Kelley, notó que se ruborizaba al constatar que, además de la mirada furiosa del
director, había otros muchos pares de ojos puestos en ella, con expresiones que ib
an del
asombro divertido, al enojo.
-Está bien, es todo por hoy, niños. Quentin, se levantó y echó a andar en dirección a
su despacho-. Duerma un poco, señorita Winslow, o no exagere tanto cuando recurra
al
Método, ¿de acuerdo?
Kelley, miró al resto de actores, con ojos culpables y las mejillas coloradas de
vergüenza. Finalmente, posó los ojos en Alec Oakland, el actor que interpretaba el p
apel
de Lanzadera, que estaba sentado al borde del cenador, con la falsa cabeza de as
no,
sujeta bajo un brazo. Afortunadamente, él sonreía.
-Jo, Winslow, ¿tanto te he aburrido?
-No, por Dios, AIec... Lo siento. Casi no he dormido esta noche y...
-No te preocupes -la tranquilrzó éI, ahuyentando sus temores con un gesto de la
mano-. De todos modos, no creo que .Q., pensara trabajar mucho más. Ya casi es
hora de terminar.
Se puso en pie y recogió la cabeza de asno. Kelley, la observó, incómoda, pues le hizo
recordar de pronto el caballo de su bañera. Alec, le ofreció la mano para ayudarla a
ponerse en pie.
-Esto... -dijo, mientras ella se levantaba-. Hace tiempo, que quiero proponértelo.
¿Te
apetecería tomar un café conmigo, un día de éstos?
Una punzada de dolor, recorrió la cabeza de Kelley, acompañada de la imagen de
aquella figura en sombra que, en su sueño, se hallaba agazapada en el bosque.
-¿Kelley? ¿Estás bien?...
-Sí
Alec, la miraba, Preocupado.
-Sí, gracias, es la falta de sueño, creo. Esto sí un café. Estaría bien, sí. Un día de
éstos.
La Novena Noche.jpg
-Pues, me da la impresión, de que no te vendría mal tomártelo, ahora mismo -se burló
él, componiendo un gesto esperanzado, en aquel rostro atractivo, pecoso-. ¿Quieres q
ue
vayamos a un Starbucks? -Kelley, se echó a reír y levantó una mano.
-No, hoy no. Me parece, que me voy a ir derecha a casa, a ver si descanso un poc
o.
- Sí, claro -dijo Alec, bajando un peldaño.
Kelley, se sintió vagamente culpable y confusa por su reacción. Hasta apenas una
semana, habría aceptado al momento, la más mínima insinuación de salir con Alec. Pero
ahora... Ahora, no veía más allá de las ramas del bosque de ensueño, y del joven de
cabellos castaños, que aguardaba tras ellas, con ojos pesarosos.
Entre ellos, se instaló un silencio incómodo. Kelley, extendió una mano, para rascarle
la
oreja, a la cabeza de asno.
-¿Es impermeable? -le preguntó, intentando infundir algo de entusiasmo a su voz.
-Completamente -asintió Alec, y un atisbo de sonrisa, se instaló de nuevo en sus
labios-. Hasta mañana -dijo, antes de alejarse corriendo en dirección a los camerino
s.
Kelley, lo siguió, transcurridos unos segundos, recorriendo despacio, a conciencia
, el
pasillo lateral del escenario, donde había visto -donde creía haber visto- a alguien
.
Pero, por supuesto allí no había nadie.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
DIEZ.
El boucca, sujetaba Sonny, por el pescuezo. El jano, estaba furioso consigo mism
o,
por haber bajado la guardia. Maddox, le había advertido, sobre aquel ser maligno y
le
había recomendado, que no se acercara demasiado a él. Pero le había distraído, aquel
muchacho con su ridícula cabeza de asno bajo el brazo, así como la desagradable
sensación que se había apoderado de él, cuando vio que agarraba a la chica de la mano.
-Lo que tú llamas "protección", es lo que buena Parte de los duendes, llama
"encarcelamiento". ¿Qué más te ha contado el buen rey Oberón? ¿De qué siniestra
amenaza del mundo mortal, mantiene a salvo a sus leales súbditos nuestro benevolen
te
amo y señor?
Sonny, frunció el ceño. No alcanzaba a comprender qué tenía que ver eso, con él, con el
kelpie, con la chica, ni con nada de lo que a él le interesaba que le contara aque
l boucca.
Pero no le quedaba más remedio, que plegarse a ese jueguecito de preguntas y
respuestas.
-Me ha contado que, hacia el final del siglo pasado, según el cómputo del tiempo que
usan los mortales, una mujer humana, logró franquear una de las Puertas del Otro
Mundo. Y que robó a un duende recién nacido de su cuna, y escapó de nuevo al reino de
los mortales. Por eso el rey cerró las Puertas, para que no volviera a suceder.
-¡Menudo hipócrita estás hecho! -Exclamó Bob, dando unos saltitos y encaramándose
sin el menor esfuerzo al rellano de la escalera de incendios. Una vez allí, miró a S
onny,
desafiante-. ¿Cómo puedes ignorar que robar niños del Otro Mundo, había sido, y
seguía siendo en aquel momento, una especie de pasatiempo nacional para los duende
s?
¿No te parece un poco rara toda esa historia? ¿No crees que fue una medida demasiado
drástica, teniendo en cuenta que sólo había desaparecido un recién nacido
insignificante?
-¡No era un recién nacido común y corriente, el que raptó aquella mortal! -Protestó
Sonny-. Seguro que fue una decisión difícil, pero Oberón, tenía todo el derecho a
tomarla. ¡El recién nacido era suyo!
Bob, no se dio por vencido.
-Y el hecho de que tú fueras... vamos a ver, ¿qué eras tú?... el hijo de un pobre
granjero, y que ese amigo, que te espera al otro lado de la puerta... ¿cómo se llama
?
Maddox... fuera sólo el hijo de un herrero, ¿daba derecho a los duendes a cruzar
umbrales y a separaros de los vuestros?
-Yo...
-¿Acaso no crees, que tu madre lloró amargamente al perderte? ¿Qué no se tiró de sus
negros y hermosos cabellos, que no se revolcó en el suelo lamentando que le hubier
an
robado a su hijo?
-¿Qué sabes tú de mi madre? -Preguntó Sonny, furioso.
La Novena Noche.jpg
-Era guapa, terca y sentimental. Tenía los ojos azules. Un rostro encantador... cu
ando
no lo torcía de dolor por haberte perdido, claro. -El boucca, hablaba en voz baja,
sincopadamente. El brillo de la maldad había desaparecido de sus ojos-. Cuando te
raptaron, quedó destrozada. Toda la familia quedó destrozada. Creían, que iba a
volverse loca. Su esposo terminó abandonándola, pues no podía soportar su dolor.
-Ya basta.
-¿No crees, que una mujer como ella, podría haber jurado venganza? -Los ojos del
duende refulgieron y se clavaron en los de Sonny-. Un hijo a cambio de otro hijo
.
-Mi madre...
-Nunca podría haber entrado en el Otro Mundo. Por más fuerte, por más terca que
fuera, por más voluntad que le pusiera. No sin ayuda.
-Pero acabas de decir que...
-Sí.
Sonny, miró fijamente al boucca, desconcertado.
-Da qué pensar, ¿verdad? -Bob, se calló al fin. Se acuclilló en el rellano, inmóvil,
observando a Sonny, que no parpadeaba siquiera.
Acertijos. ¿Por qué me plantea acertijos? Preguntas sin respuesta, todas ellas
enturbiadas por el impacto emocional, de aquellas ideas sobre su madre. Sobre la
vida
de mortal que habría podido llevar... Reprimió el impulso de preguntarle más y se
volvió para marcharse.
Pero había una cosa más que deseaba saber, una simple curiosidad, pero que no le
dejaba en paz...
-Cuéntame una cosa.
-¿Eso es una orden? -Le preguntó Bob, manteniéndole la mirada.
-No. Por favor. Sonny, levantó la mano-. No, es que me gustaría saber algo. Si
quieres contármelo, claro. Es una historia que me explicaron sobre ti y un leprech
aun...
-¿Y un tarro de miel?
-Sí. ¿Qué sucedió realmente?
-Bueno, todavía tengo los oídos pegajosos -Se rió-. Y de vez en cuando, atraigo la
atención de alguna abeja amorosa.
-¿Y cómo saliste?
-Que los dioses bendigan el progreso -declamó Bob, alzando la vista al cielo-. Hac
e
ocho o nueve años, unos constructores sin escrúpulos, erigieron un hotel de cinco
estrellas y un campo de golf en ese mismo lugar. El día en que iniciaron las obras
,
¡rompieron mi tarro!
Sonny, no pudo evitar reírse.
Bob, se encogió de hombros.
-Es un campo de golf muy bueno. Pero seguro, que los socios se preguntan por qué s
e
pierden tantas pelotas. Y las tuberías del edificio principal, no funcionan como d
eberían.
-No te enfrentes nunca a un leprechaun.
-Exacto.
-¿Qué hiciste para despertar sus iras?
Bob, se puso muy serio.
-Eso no voy a decírtelo.
-¿Por qué?
-Lo que sí te diré, es esto. Escúchame bien. -La mirada del duende adquirió tal
intensidad, que Sonny, la sintió casi como una sensación física-. Hace mucho tiempo
-prosiguió el Boucca-, yo fui el protegido de Oberón, más o menos como lo eres tú
ahora. Pero yo nunca fui su bufón. Y no carezco de compasión.
La Novena Noche..jpg
Entonces Bob, al que llamaban Puck, al que también conocían como Robin Buen Chico,
se rió entre dientes, y de un salto, descendió de su atalaya y desapareció entre las
sombras de la tramoya. Sus últimas palabras, resonaron en la oscuridad: -Cuida de
ella, Sonny Flannery -dijo-.Yo lo hice
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
ONCE.
Inspiró profundamente y recogió sus cosas, .impaciente. por llegar a casa y encontra
r
el modo de sacar de su bañera y del apartamento a un caballo de tamaño natural
sin alertar al vecindario.
Cobarde
Levantó los hombros, se cubrió con la capucha y dando un paso al frente, se adentró en
la lluvia. Se sentía como si estuviera caminando por un río. El aguacero era de tal
intensidad, que apenas veía nada. Con la cabeza agachada, echó a correr, arrimada lo
más posible a la fachada del teatro, a pesar de que los aleros del tejado le ofrecía
n
escaso refugio. En un momento, en que levantó la vista, vio algo que la hizo deten
erse
en seco. Subido a una caja de madera vieja, había alguien que, a través de una venta
na
sucia, espiaba el interior de una de las estancias del teatro, concretamente, su
camerino.
¡Donde acabo de pasar los ltimos quince minutos envuelta en una toalla!
Kelley, ahogó un grito, tapándose la boca con una mano, mientras metía la otra en el
bolso que llevaba colgado del hombro, pues ahí dentro, en algún lugar, debía estar su
spray de autodefensa. Intentó retroceder discretamente, pero el hombre se volvió, co
mo
si hubiera oído sus pasos sigilosos por encima del golpeteo de la lluvia, en los c
ubos de
la basura. Kelley, dio media vuelta para regresar corriendo a la puerta de entra
da del
teatro. Pero, no sabía cómo, el hombre se había bajado de la caja y ya se había plantado
frente a ella.
Guapo. Desconocido.
Su rostro era tal como lo recordaba (tanto por su encuentro en el parque, como p
or el
sueño que había tenido en pleno ensayo). Pero esta vez, su mirada no brillaba de
compasión, ni expresaba camaradería, sino más bien temor. Su preciosa boca formaba
una línea delgada, tensa.
La Novena Noche..jpg
A menos que seas el repartidor de flores a domicilio, ¿qué estás haciendo aquí? le
preguntó, levantando la cabeza, desafiante.
Te buscaba.
Dos palabras, que bastaron para que el corazón empezara a latirle con más fuerza. Tu
vo
que obligarse a no dar un paso atrás. No era así como había deseado encontrarse de
nuevo con aquel Guapo Desconocido. La situación le resultaba peligrosa.
¿Qué estabas haciendo anoche en el parque? preguntó él con tono inquisitivo.
La indignación se apoderó de Kelley.
¿Por qué sabes que estuve anoche en el parque?
Lo sé, simplemente. Sé que fuiste allí después de que yo te dejara en el jardín, sé que
encontraste algo. La observaba con gran atención . Necesito saber dónde está.
Dímelo. Ahora.
Piérdete.
¿Cómo has dicho?
El joven parpadeó, desconcertado. Su expresión le hacía parecer más niño de lo que era,
y Kelley, llegó a la conclusión de que no podía ser mucho mayor que ella. Debía de
tener unos dieciocho o diecinueve años. Aunque, no por ser joven le resultaba meno
s
amenazador.
Pero a Kelley, la había criado una tía irlandesa de armas tomar. Y repitió la palabra
separando mucho las sílabas.
Piér de te.
El Guapo Desconocido, parecía confuso, como si nunca nadie lo hubiera mandado a
paseo.
No lo entiendes. Necesito saber qué es lo que encontraste. Es por tu bien. Debes
confiar en mí.
¿Confiar en ti? ¿Cómo puedo confiar en alguien que me sigue a todas partes, me
espía mientras me cambio de ropa y me asalta en un callejón? por Dios, ¿cómo puedes
pedirme que confíe en ti?
Yo no te he espiado mientras te cambiabas.
No, claro que no.
Al menos tiene la decencia de ruborizarse, pensó Kelley.
Sólo te he visto salir del camerino. Quería asegurarme de que estabas sola, para
hablar contigo.
¡Ah, sí, por supuesto! Para .hablar. conmigo.
El asombro que parecía haberle provocado la acusación de Kelley, era tal, que ésta, se
senda inclinada a creerle, aunque tampoco le importaba demasiado.
¿Por eso estabas ahí agazapado antes, entre bambalinas?
Kelley, no imaginaba la reacción que aquella pregunta iba a suscitar en él. El Guapo
Desconocido, abrió mucho los ojos y se apartó bruscamente de ella, como si Kelley, l
e
hubiera propinado un puñetazo.
¿Qué diablos era aquéllo?
¿Me estás acosando?
Kelley, miró por encima del hombro para ver si todavía quedaba algún miembro del
reparto por allí. Pero la lluvia los había ahuyentado a todos, o les impedía salir.
¡Por supuesto que no!
Dio un paso hacia ella, y Kelley, retrocedió.
Si se te ocurre tocarme, rozarme siquiera, gritaré como una posesa.
La Novena Noche.jpg
Aquello lo detuvo y, una vez más, compuso aquel gesto infantil de perplejidad.
Kelley se atrevió a posar sus ojos en los de él, y se le cortó la respiración. La intens
idad
de su mirada era tal, que se sentía como atrapada por la luz de un potentísimo foco.
Se está haciendo tarde, y no tengo tiempo para esto balbució él, impaciente,
alzando la vista al cielo.
Kelley, se sorprendió a sí misma siguiendo la dirección de su mirada.
Él dio un paso más hacia ella, y las terminaciones nerviosas de Kelley, resonaron co
mo
alarmas, instándola a salir huyendo. Un extraño cosquilleo, le recorrió la columna
vertebral hasta las yemas de los dedos, acumulándose allí, como si de un momento a
otro fueran a salirle alas. Pero sus pies permanecían anclados en el suelo y, atra
pada en
la mirada del joven, contenía el aliento.
De pronto, Sonny, sintió una descarga eléctrica, que le hizo retroceder de un salto
y le
arrancó una mueca de dolor. Cuando apartó los ojos de ella, se recuperó a una velocida
d
sobrenatural y alargó de nuevo la mano, agarrándole la capucha y un mechón de pelo.
Kelly, sintió el chasquido del collar de plata al romperse, y vio que el trébol de c
uatro
hojas se soltaba y caía en un charco.
La indignación que sentía, desplazó al temor y se volvió para encararse a su atacante.
Ella lanzó el puño, que describió medio círculo en el aire, y el joven salió despedido
hacia atrás, estampándose contra la pared de ladrillos del teatro.
¿Cómo te atreves? le gritó ella, y el aire que la rodeaba le pareció de pronto tan frío
como su ira, alimentada por la adrenalina.
Los ojos de él, grises como una tormenta, se abrieron como platos al ver que...
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
DOCE.
¿Cómo te atreves? le gritó otra vez, y su voz de trueno volvió a arrojarlo contra la
pared. Sonny, se llevó un brazo al rostro para protegerse los ojos. El suelo girab
a bajo
sus pies, mareándolo y, por un momento, le pareció que iba a vomitar. Entrecerrando
los ojos para ver en medio de los destellos, alzó la vista y miró hacia donde, hacía
apenas unos instantes, había una chica empapada y desafiante. Y quedó boquiabierto.
Habría querido suplicarle que lo perdonara. Ofrecerle su vida por haberla ofendido
de
ese modo. Someterse a ella. La criatura que se alzaba ante él, gloriosa como las
estrellas, era digna de ser adorada y temida.
Sonny, sentía un dolor en el pecho, como si se lo hubieran pateado con botas de pi
edra,
y tenía los ojos arrasados en lágrimas de remordimiento. Era como si volviera a ser
niño, corno si corriera de nuevo por los salones del palacio de Oberón, consciente d
e
que nunca sería como los duendes, de que para ellos sería un juguete, una mascota, d
e
que aquellas criaturas, que eran como la diosa que tenía delante, nunca le querrían
de
verdad. Su luz se derramaba sobre él, y sabía que era absolutamente indigno...
Y entonces, con la misma rapidez con la que las estrellas habían brillado, todo re
gresó a
la penumbra.
Ya veo que todo ha ido bien le dijo Maddox, secamente mientras se quitaba el velo
que lo había mantenido invisible y salía de detrás de un contenedor de basura. Sonny,
se
volvió hacia él y lo miró con gesto de enfadado . No, en serio, se nota que le caes
muy bien.
Maddox...
Sí, ya me callo.
Se suponía, que tú debías vigilar masculló Sonny.
Y vigilaba. Pero esa chica es muy rápida. Se encogió de hombros. De todos
modos, deberías haberte mantenido velado.
Sonny, miró hacia el lugar por donde se había ido la chica.
No estoy seguro, de que hubiera cambiado nada.
¿Por qué no?
Me ha visto en el escenario y, allí sí iba cubierto con el escudo protector. Tú has vis
to
lo que yo, ¿no? Sonny, se giró y apretó con fuerza el hombro de su amigo. ¿Has visto
lo que le ha ocurrido?
La expresión de Maddox, era fría, inescrutable. La lluvia amainaba, pero el agua seg
uía
resbalando por sus rostros, aunque ninguno de los dos lo notaba.
He visto... algo. Maddox, hablaba con voz neutra, despojada deliberadamente de
toda emoción audible. Pero las palabras que pronunció, a continuación, dejaron
totalmente claras sus sensaciones: Y, lo único que puedo decir, es que me he llevad
o
un susto de muerte.
Deberíamos seguirla.
Sonny, no había terminado de pronunciar aquellas palabras, cuando Maddox, ya negab
a
con la cabeza, vigorosamente.
Ah, no. No, no y no. Acabas de prometerle que no la seguirías. Yo me lo pensaría dos
veces, antes de faltar a la promesa dada a una chica tan dulce y tan guapa, y qu
e da tanto
miedo como ésa. Y más teniendo en cuenta, que es capaz de vencerte sin el menor
esfuerzo.
Mira, yo cuento con poco más que las advertencias vagas y no demasiado
tranquilizadoras que el boucca, me ha proporcionados sobre el kelpie. Pero esa .
niña
dulce y bonita" sabe más de lo sucedido en el lago, de lo que dice, y creo que deb
emos
averiguar qué es. Sonny, no mencionó que Bob, también le había pedido que
.cuidara de ella".
Déjalo, Sonn le sugirió Maddox, y se dio la vuelta para alejarse en la dirección
opuesta a la que había tomado la chica . Sé muy bien cuándo se avecinan problemas,
y tú también. Quítatela de la cabeza.
La Novena Noche..jpg
En efecto, Sonny, sabía muy bien dónde había problemas. Por más que no le gustara
reconocerlo, Maddox, tenía razón. A regañadientes, siguió al otro Jano, girándose de
vez en cuando. En ese momento, quitársela de la cabeza, le parecía uno de los mayore
s
retos a los que se había enfrentado en su vida.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
TRECE.
¿Tyff? llamó con voz vacilante . Esto... ya estoy en casa y siento mucho...
Silencio.
¿Tyff?
Se ha comido mi jabón. Tyff, salió despacio del baño, con los brazos cruzados
sobre el pecho. Su tono de voz era de lo más normal, extrañamente agradable . Mi
pastilla de jabón de ochenta dólares, la de hierbas japonesas prensadas a mano. El j
abón
japonés. Se lo ha comido.
Oh...
Y también se ha comido el tuyo, ése de dos dólares, Primavera Irlandesa se llama,
¿no? Pero en este caso, no he hecho nada por impedirlo.
Tyff, de veras que lo siento mucho...
De hecho, más que no hacer nada por impedirlo, he sido yo la que se lo ha dado.
Tyff, le dedicó una sonrisa almibarada y asesina a la vez; acto seguido frunció el c
eño y
le preguntó: ¿Sabes que estás empapada?
Es que me ha pillado la lluvia...
Pues ve a cambiarte, que vas aponer el suelo hecho un asco.
Kelley, se miró los pies y constató que, en efecto, a su alrededor empezaba a formar
se
un charco. Salió disparada, pasando junto a su compañera de piso, que seguía plantada
ante la puerta del baño meneando la cabeza y oyó un relincho de bienvenida, que
provenía del interior.
La puerta se cerró y, una vez sola, Kelley, fue a la cocina, cogió el paquete de cer
eales y
lo agitó. Estaba medio vacío, pero el ruido suscitó un débil relincho de respuesta. Se
dirigió al baño y asomó la cabeza por la puerta. El caballo movió las orejas en su
dirección, emitió una especie de ronquido y, por la fosa nasal izquierda asomó una
pompa grande, iridiscente, que fue hinchándose hasta alcanzar el tamaño de un globo
pequeño, antes de estallar con un ruido sordo. Kelley, se echó a reír al ver el gesto
de
asombro del animal, y él le respondió con un quejido, que sonaba claramente a risita
avergonzada.
Vamos, caballo.
Kelley, se sentía como una tonta, entre otras cosas, porque aquel animal parecía más
listo que ella. No se dejaba engañar por su truquito de agitar un puñado de cereales
y
alejarlo de él cada vez más para sacarlo del baño. No. Cuando, tras alargar el cuello
al
máximo, constataba que quedaban demasiado lejos, se limitaba a ladear la cabeza y
a
mirarla con aquellos ojos grandes y tristones. Al final, fue ella la que cedió y,
sentándose en el borde de la bañera, abrió la mano para que él se comiera todos aquellos
cilindros, herraduras y tréboles de cereal.
Tampoco podía evitar llamar "caballo", al caballo, algo que, no sabía por qué, le pare
cía
grosero.
Cogió otro puñado de Amuletos de la Suerte, y se los acercó al hocico. Los ojos del
animal parecieron iluminarse de entusiasmo y los olisqueó. Kelley, sintió las cosqui
llas
en la palma de la mano y se le escapó una risita. En ese momento, se le ocurrió un
nombre para él.
Le rascó detrás de la oreja, y Buena Suerte, relinchó de placer. Kelley, tuvo la sensa
ción
de que si hubiera sido un gato, en vez de un caballo, habría empezado a ronronear.
.Pues eso, por el bien de los dos, espero, que en efecto, traigas buena suerte,
y no mala
suerte..
Porque ella sabía muy bien, que la suerte podía ser buena o mala.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
CATORCE.
Sonny, hincó dolorosamente una rodilla en el suelo para evitar que le arrancaran l
a
cabeza de un mordisco. El boggart, contra el que luchaba había surgido de una grie
ta en
los Strawberry Fields. Estaba cubierto de espinas venenosas y armado de una hile
ra de
dientes afilados. Tras emitir una especie de silbido, el boggart, regresó a toda p
risa a la
oscuridad. Sonny soltó una maldición y echó a correr para darle alcance, haciendo
grandes esfuerzos por concentrarse, por olvidar a aquella chica rara que lo saca
ba de
quicio.
Aquel ser maligno gruñe, mostrándole los dientes, y se internó en la espesura. Sonny,
soltó otra palabrota y fue tras él. El claro que se extendía más allá, estaba desierto; ésa
eran cosas que era capaz de oler, como se olía la vaharada penetrante que desprendía
el
diente de león. Aquel ser se había ocultado, pero seguía cerca.
Oyó un chasquido de ramas sobre su cabeza. Sonny, alzó la vista, pero ya era demasia
do
tarde: el boggart, lo había conducido derecho a una trampa.
Una nube de cuervos volaba en círculos sobre ellos, y el temor se apoderó de él.
Aquéllos no eran cuervos normales, sino criaturas de Mabh, la reina Otoñal de los
Márgenes Umbríos de la tierra de los duendes. Pájaros inmensos, de plumas negras,
brillantes, de ojos rojos, garras como hoces y un hambre atroz de carne humana.
Aquel boggart, debía de ser también uno de los secuaces de Mabh, o eso pensaba
Sonny, mientras, desesperado, extraía el haz de bastoncillos de la mochila.
Apresuradamente, pronunció las palabras mágicas, y los bastoncillos se convirtieron
de
nuevo en una espada con filo de plata.
El boggart, apareció al otro lado del claro, levantó sus manos retorcidas al aire, c
omo si
diera la señal de ataque a sus tropas, y los cuervos se lanzaron a la ofensiva.
La espada de Sonny, centelleó en el aire al abatir a dos de aquellos pájaros asesino
s.
Blandió la espada y alcanzó a varios más, pero no dejaban de llegar otros, y él siguió.
Acechándolos, ensartándolos con la punta del arma. Un nuevo ataque le hizo agacharse
,
y le faltó muy poco para perder un ojo.
La claridad del amanecer, se colaba ya por las ventanas cuando Sonny, entró en su
apartamento. En la terraza, la elegante figura del rey maligno, se recortaba sob
re una
tumbona. Sonny, dejó la chaqueta y la mochila en el sofá y, con cautela, salió al
exterior.
La Novena Noche.jpg
Mabh, está bastante enfadada contigo, jovencito dijo Oberón, con voz a la vez fría
y divertida . Tiene mucho cariño a sus mascotas.
Pues la próxima vez, decidle que las deje en casa. O, si quiere ponerme a prueba, q
ue
escoja pájaros más grandes. Sonny, se desperezó para desentumecer la espalda. Le
había costado mucho librarse de aquellos cuervos asesinos, pero estaba satisfecho
con el
resultado. Ni uno solo se había salido con la suya.
Cuando la reina Mabh, transitaba libremente por el mundo de los mortales, se con
vertía
en la materia de la que estaban hechas las pesadillas. Sus transgresiones contra
los
mortales se habían vuelto tan terribles, que Oberón y Titania, se vieron obligados a
unirse para encerrarla en los confines de los Márgenes Umbríos, que constituían su
reino oscuro. Pero Mabh, seguía permitiéndose el placer de enviar a sus secuaces a
franquear las Puertas, para sembrar el caos, operación, que ella controlaba desde
su bola
de cristal como quien se entretiene viendo películas de terror.
Que las criaturas de Mabh, pudieran volver a circular con libertad por el mundo,
era
algo que incitaba a Sonny, a tomarse muy en serio su misión como Jano. Tal vez, no
quisiera vivir en este mundo, pero desde luego, no le deseaba ningún mal. Y menos
si
en él existían criaturas como su Polvorilla...
Eh, no te quites méritos. A mí me parece que eres una Titania soberbia. Y, entre tú y
yo... la idea de tener que representar la escena del cenador con esa loca, me da
ba
escalofríos. En cambio, contigo será divertido. Alec, se apoyó en la pared y se acercó
más a ella . ¿Quieres que vayamos a ensayar tú y yo? Tardo sólo un segundo, en ir a
por mi cabeza... a por mí cabeza de asno, quiero decir.
Kelley, se inclinó hacia atrás y soltó una carcajada, ya algo más tranquila. Empezaba a
resultar bastante obvio, que chistes malos a parte, Alec, se habría mostrado más que
dispuesto a escaparse con ella hasta algún rincón oscuro del teatro a .ensayar.. Per
o
ella, prefirió pasar por alto la propuesta y le dio un codazo.
Sabrás que, en tanto que actriz suplente, soy la única contratada para limpiar un poc
o,
además de para actuar. Movió la mano por el aire con gesto grandilocuente y
declamó : Yo, Titania, la reina del reino de las Hadas... será mejor que vaya a fregar
el
escenario, antes de que Mindi, prenda fuego a mis alas.
Dicho esto, se alejó corriendo, sorprendida al constatar que el corazón le latía con
fuerza, con más fuerza de la cuenta. Sí, Alec Oakland, no estaba mal, pero era la id
ea de
ensayar con él en los rincones oscuros del teatro, lo que provocaba esas palpitaci
ones.
También, esquivó a Alec, después de los ensayos. Un día más con Buena Suerte, metido
en su bañera, había bastado para convencerla de que la única manera de librarse de él,
era averiguar a quién pertenecía. Se había pasado toda la mañana frente al ordenador,
imprimiendo notas sobre papel color fucsia, en las que incluía una fotografía de Bue
na
Suerte (tomada con la cámara del teléfono móvil) y algunos datos, confiando en que
sirvieran, para que alguien se pusiera en contacto con ella, alguien que no llam
ara a la
policía ni a ninguna institución psiquiátrica. Tras el ensayo, cargada con los anuncio
s,
La Novena Noche.jpg
una grapadora y un rollo de cinta adhesiva, se dirigió al parque y buscó los escasos
tablones de anuncios para colgar en ellos su aviso. Empezó por el extremo sur, y
consultó la hora, preguntándose si...
.Dar la réplica al actor; entrar en escena por la izquierda..
Debía de llevar unos veinticinco minutos en el parque, cuando, por encima de su
hombro, en el vidrio que protegía el tablón de anuncios, vio reflejada una figura qu
e le
resultaba cada vez más conocida.
Kelley, no se volvió siquiera a mirar.
Desde la esfera más exterior de su concentración. Sonny, percibió que Kelley, había
perdido el conocimiento y se alegró por ello. No quería que viera lo que venía a
continuación, fuera cual fuera el resultado.
En el momento, en que aquella criatura se abalanzaba sobre Kelley. Sonn,y dio un
salto
y aferró a el enorme pecho del monstruo, con los brazos, tiró de él con todas sus fuer
zas
hacia un lado y logró abatirlo, alejándolo de la chica, que seguía inconsciente. Los d
os
rodaron por el suelo, y cuando se detuvieron, Sonny, quedó debajo. Levantó los brazo
s
por encima de la cara, mientras aquella cosa con aspecto de lobo, se aferraba a
su
garganta.
Su aliento fétido, brotaba de él como la niebla de un pantano y sus mandíbulas, de
dientes afilados, se mostraban impacientes por cerrarse sobre su carne. Cruzando
los
brazos para crear un escudo protector, Sonny, trató de agarrar las orejas peladas
de
aquella criatura. Cuando lo logró, tiró de ellas en direcciones opuestas. La cosa em
itió
una especie de quejido perruno y se echó hacia atrás. Sonny, aprovechó para ponerse de
pie de un salto y le propinó una patada en las costillas. El animal gruñó de dolor y s
e
levantó, quedando unos centímetros por encima del suelo, agazapado, moviendo la
cabeza hacia adelante y hacia atrás. Acto seguido, se irguió sobre las patas trasera
s,
preparándose para la siguiente embestida. Al mismo tiempo, que emitía un rugido
gutural.
Antes de que Sonny, tuviera tiempo de desenvainar su arma. La cosa volvió a
abalanzarse sobre él. Arqueó su pesado cuerpo, suspendido en el aire, dejó a Sonny, y
se
dirigió una vez más hacia Kelley. El Jano, lanzó otro ataque con un solo brazo, mientr
as
con la mano libre, buscaba desesperadamente, la daga que llevaba sujeta al cinto
. Por un
momento, dejó desprotegido el lado derecho de su torso, y notó el impacto de un dolo
r
intenso.
Perdió el equilibrio y se desplomó con el rostro pegado al suelo, oyó ruidos de pasos
que corrían, y más rugidos. Desde lejos le llegaron los forcejeos de una lucha, desp
ués,
silencio.
Trascurridos unos momentos, Sonny, pudo levantar la cabeza
Maddox, se encontraba junto a él, tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse. Co
n
la otra sostenía una tira de cuero de la que colgaba una pesada maza.
Bellamy y Calima, deben haber notado también que necesitabas ayuda dijo,
señalando, en dirección al sendero desierto . Han ido a perseguir a
Sonny, lo cortó en seco.
No lo habrás matado, ¿verdad?
Maddox, se secó el sudor de la frente
Creo que solo está herido, pero no estoy seguro.
¿Dónde ha ido?
No muy lejos, iré a ayudarlos. Tú puedes quedarte aquí con
¡No! ¡Tengo que hacerlo yo!
Maddox, volvió la cabeza, con los ojos abiertos como platos.
¡O sea, que es un perro fantasma! No te habrá herido, ¿verdad?
Sonny, se desabrochó el abrigo y vio que su amigo, abría mucho los ojos alarmado.
Bajó la vista y vio unas manchas rojas de sangre, que recorrían su camisa desgarrada
.
La Novena Noche.jpg
Sentía que el veneno de aquella criatura llevaba en las zarpas, se hundía en él, y que
un
frío intenso, entumecedor, se extendía en dirección a su hombro.
Ve, le instó Maddox, al borde del pánico . ¡Ve tras él! Yo me ocupo de la chica.
Llévala a su casa. Averigua dónde vive.
No te preocupes por eso ahora
Ella tiene el caballo en su bañera añadió Sonny, impaciente.
Ah. Maddox, parpadeó . Entiendo. Muy bien.
Ve con cuidado, Maddox. Ese lobo fantasma ha venido con un propósito muy
concreto. A mí me ha ignorado por completo y ha ido por la chica. La estaba buscan
do a
ella.
Por los siete infiernos pero ¿Por qué?
No lo sé.
Sonny, se tambaleó un poco, y estuvo a punto de caer de rodillas. Maddox, lo sujetó.
A
lo lejos, se oyeron ladridos.
Ve, Sonny insistió Maddox . Intentaré emitir una señal a Bell y Camina, para
decirles que no maten a ese maldito bicho. Con todo, sólo tienes hasta medianoche,
si
ellos no se lo cargan antes.
Sonny, asintió y miró a Kelley, que seguía tendida en el suelo. Apartó de su mente toda
sensación de dolor, y echó a correr por el sendero, con la esperanza de que no fuera
demasiado tarde.
El lobo fantasma, se había dedicado a dar esquinazo a los gemelos Janos, por todo
el
parque. Cuando Sonny, al fin los encontró, lo tenían acorralado en la terraza del ca
tillo
de Belvedere. Sonny, avanzó penosamente hasta los desgastados peldaños de piedra. Se
sentía exhausto. Camina, está a punto de clavarle una lanza fina en la boca abierta.
¡Camina! Logró balbucir Sonny . Tengo que matarlo yo. Esa muerte me hace
falta a mí
¡Oh, Sonny! Exclamó, mirándolo apenas por el rabillo del ojo . ¡Bell! ¡Quieto!
Se volvió y llamó a Sonny, por encima del hombro . Será mejor que te des prisa. A
juzgar por su aspecto, si tardas un poco mas ya no podrás matarlo.
Sonny, ya blandía la espada, y dejando atrás a los otros dos Janos, siguió adelante co
n
decisión. El recuerdo de Kelley, inconsciente y a merced de de aquella bestia, le
bastó
para motivarlo. Dio dos pasos al frente, levanto el arma y la dejó caer. La cabeza
de
aquel perro demoníaco, cayó a un lado, y su cuerpo al otro.
Durante los escasos segundos, que tardó aquel ser inmundo en abandonar la existenc
ia,
Sonny, se dedico a rodear su rabo largo y pelado, y con la punta de la espada
ensangrentada, le cortó una tira de piel recubierta de pelo hirsuto. Luego arranco
algunos pelos, se los pasó a Camina, y se arrodillo sobre la dura piedra, al mismo
tiempo que bajaba la cabeza.
¿Podrías ? balbució, mientras sentía que el veneno de la bestia le quemaba las
venas.
Camina, se arrodilló frente a él, y Sonny, con la visión borrosa, vio que se ponía manos
a la obra con agilidad y destreza. No tardó en atar el mechón de pelo del lobo a su
muñeca, fijándolo con un nudo intrincado.
El pelo del perro que te mordió dijo, alzando despacio el rostro . Ahora te
pondrás bien.
Lentamente, la visión de Sonny, recobró la claridad. Se puso en pie, todavía aturdido,
y
agradeció a los gemelos la ayuda prestada. Le habría encantado regresar a casa y
meterse en la cama, pero la noche no había terminado y aun debía custodiar su zona d
e
La Novena Noche..jpg
la Puerta, hasta que saliera el sol. Cuando Camina y Bellamy, se disponían a regre
sar a
sus puestos, levantó una mano temblorosa, para indicarles que se detuvieran.
Tened cuidado les dijo . Mucho cuidado. Oberón, cree que puede haber alguien
intentando iniciar La Cacería.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
DIECISIETE.
Kelley, oyó lo ruidos de una conversación, mantenida en voz muy baja. Era Sonny,
hablando con alguien. Luego sintió que la zarandeaban con suavidad y que la llamab
a
por su nombre.
Parpadeó, e hizo esfuerzos por ponerse en pie. Unas manos enormes la agarraron por
los
hombros y la ayudaron a levantarse, y se encontró mirando el rostro franco y noble
, de
un joven rubio de unos veinte años que le sonreía.
Una vez en casa, Kelley, oyó un relincho de saludo que llegaba del baño.
Hola, Buena suerte. Ya estoy aquí saludó. Todavía no estaba segura, de si la
conversación que había oído en el parque entre Sonny, y su amigo había sido real o la
había soñado. Se pasó una mano temblorosa por la cara, intentando recordar con
exactitud, cómo había llamado al grandulón . ¿Maddox? a aquella criatura, en la
conversación que habían mantenido ellos dos. Nada de mastín, ni bulldog, como le
había dicho a ella. La había llamado de otro modo. No sé qué negro.
Perro Perro negro fantasma.
¿Qué diablos es un perro negro fantasma?
Fue a su cuarto y conectó el ordenador portátil. Mientras esperaba a que se iniciara
,
abrió la puerta del baño para ver como seguía Buena Suerte. El caballo movió las orejas
hacia ella y bajó la cabeza, a modo de saludo.
Hola, amiguito. Kelley, no pudo reprimir una sonrisa. Lo cierto era que aquel
animal díscolo, le caía cada vez mejor. Se acercó para acariciarle el hocico, pero Bue
na
Suerte, arqueó el cuello y puso los ojos en blanco. Luego agito las pezuñas en el ag
ua
jabonosa, intentando retroceder en la bañera, por más que no había espacio. Kelley, di
o
un salto hacia atrás al ver que el caballo empezaba a emitir unos sonidos agudos,
desagradables, y a mover la cabeza de un lado a otro, con gran violencia. Abría ta
nto los
ollares que se le veía la red de venas a través de la delicada piel. Era como si olf
ateara
algún peligro.
Kelley, se olio la ropa, pero no noto nada especial; lo que no quería decir, por s
upuesto,
que él no lo percibiera. Suponía que el hedor de lo que fuera aquella cosa por el
momento se conformaba con llamarlo perro- se le había pegado a la chaqueta.
Fue a su dormitorio, se desvistió y se puso el albornoz. Se habría dado una ducha, p
ero,
claro, no podía. De modo, que fue a la cocina y se frotó la piel con detergente líquid
o.
Al parecer, el remedio funciono, pues Buena Suerte, se mostró mucho más calmado
cuando regresó al bañom, agitando una caja entera de cereales.
El animal la olisqueó, resoplo varias veces y estornudó. Luego acercó el hocico a la
palma de su mano y se comió los cereales, conforme, al parecer, con el perfume del
lavavajillas líquido. Kelley, no entendía que el animal sólo aceptara comer solo aquel
los
copos de cereales escarchados. Ni que, cuando lo hacía, no evacuara lo poco que
ingería. Las dificultades logísticas, lógicas, nunca parecían materializarse. Algo que,
resultaba desconcertante, y tranquilizador, teniendo en cuenta que su casero las
pondría
de patita en la calle de inmediato, si alguien descubría la presencia de Buena Sue
rte.
Kelley, no lo admitía abiertamente, pero empezaba a gustarle tener cerca al caball
o. La
presencia de aquel gran animal, provocaba en ella un efecto curiosamente calmant
e,
una sensación casi familiar. La parte racional de su mente lo negaría, pero tras el
episodio terrorífico del parque, le daba confianza llegar a casa sabiendo que él est
aba
allí. Le parecía incluso, casi normal.
Tras darle de comer, Kelley, regresó al dormitorio, se sentó frente al ordenador, en
tró en
Google y escribió .perro negro fantasma.. Mientras leía una de las páginas que el
buscador había encontrado, sintió una punzada de temor en su estomago. Más allá de la
breve descripción de Wikipedia, ésta a pesar de estar dedicada a los avistamientos
sobrenaturales y a lo paranormal, tenían un aspecto bastante académico.
La Novena Noche.jpg
.Perro negro fantasma, ser espectral, de naturaleza canina, grande como un poni
de
las Shetland, con ojos rojos, fieros, y garras afiladas y venenosas. Se tiene
conocimiento que los perros negros fantasmas y sus congéneres, también llamados
perros demoníacos, llevan siglos vagando por las colinas y los páramos de la Europa
continental, sobre todo, por las islas Británicas. Viajan a gran velocidad, a menu
do sin
tocar el suelo, y suelen ser considerados heraldos de desgracias. En la mitología
Feérica, a menudo aparecen acompañando o precediendo al temible escuadrón de
guerra conocido como la Cacería Salvaje. Los perros negros fantasmas, eran usados
por los miembros de esa cacería para localizar y acorralar a sus presas, de un mod
o
similar, a la de los perros de caza de los mortales. Así las mantenían inmovilizadas
hasta la llegada de los duendes de los cazadores.
Véase también, perros del infierno, Gwyllgi (gaélico, perro de las tinieblas, perros d
e
Herne el cazador, el Barghest (Yorkshire), etc.
Kelley, encendió la lámpara para disipar las sombras que poblaban su habitación. .Esto
es ridículo., pensó, enfadada consigo misma. Una cosa era tener un caballo en la
bañera pero ¿perros fantasmas, perros demoníacos? Aquello, eran supersticiones
tontas .historias de fantasmas., como las que le contaban de niña. Apagó el portátil,
y
fue a sentarse un rato al borde de la bañera, mientras aspiraba el aroma tranquili
zador de
su compañero equino, cuya respiración regular la apaciguaba. Los acontecimientos del
día su extraño encuentro con Sonny, (por lo menos ya podía dejar de referirse a él
como el Guapo Desconocido) y el ataque de aquel animal misterioso- la habían dejad
o
exhausta. Se puso en pie y, con voz cansada, el dio las buenas noches al caballo
.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
DIECIOCHO.
¿La Cacería Salvaje? preguntó Camina, en un susurro-. ¿Quién iniciaría algo así?
Sonny, la miró con gesto grave.
¿A ti qué te parece?
Mabh, no se atrevería.
Oberón, no opina lo mismo. Se encogió de hombros . Al fin y al cabo, fue ella la
que creó la Cacería Salvaje.
Pero, Sonny, esta ciudad está llena de gente protestó Bellamy . Desencadenar
esta guerra loca, insaciable, mortífera, en medio de una población mortal ignorante
de
todo provocaría una carnicería indescriptible, catastrófica.
Y la vieja Mabh, ávida de sangre, reina del Aire y la Oscuridad, no sería capaz de
hacer una cosa tan malvada, ¿no? repuso Sonny, con sarcasmo.
Por detrás de los gemelos, Sonny vio a Maddox, con los brazos cruzados sobre el pe
cho.
A juzgar por su gesto, había oído la conversación.
Los gemelos intercambiaron miradas de preocupación con Maddox, y acto seguido, se
pusieron en marcha para seguir con su ronda nocturna, murmurando entre ellos mie
ntras
se alejaban.
Maddox, tras un breve silencio, dijo:
¿Puedo darte un consejo?
No.
Mantente alejado de esa chica.
Te he dicho que...
Porque si no lo haces Maddox, meneó La cabeza, agitando su cabellera rubia ,
cometerás un error. Y tus errores suelen acarrear consecuencias desastrosas.
No tengo miedo declaró Sonny, con firmeza.
Maddox, lo miró sin parpadear.
No me refería a consecuencias desastrosas para ti, sino para ella.
¿La has acompañado a casa? ¿Ha llegado sana y salva?
Sí.
Entonces sabes dónde vive...
¿Has oído lo que acabo de decirte? ¡Deja que sea otro guardián el que se encargue de
ese maldito kelpie!
A mí ese maldito kelpie, me trae sin cuidado. De momento no ha intentado hacerle
daño a nadie, y está a salvo. La que no está a salvo es ella.
¿Y quién va a garantizar su seguridad? ¿Vas a ser tú? ¡Mírate!
Sonny, apartó débilmente la mano de Maddox y, con considerable esfuerzo, agitó los
brazos reprimiendo una mueca de dolor.
¿De verdad crees que la chica va a estar más segura sin mi protección, que con ella?
Maddox, pasó por alto la pregunta.
Sabes que vas a necesitar puntos de sutura, ¿verdad?
Espero que se te dé bien coser replicó Sonny, mirando fijamente a su amigo.
Maddox, puso los ojos en blanco y se encogió de hombros, rindiéndose.
Tengo un botiquín en el ático continuó Sonny . ¿Crees que los demás janos,
podrán cubrirnos mientras tú me remiendas un poco?
La Novena Noche.jpg
A primera vista, tal vez no hubiera nada raro en el botiquín de primeros auxilios
de
Sonny. Contenía botellas de yodo, alcohol, vendas, tijeras.... Sin embargo, debajo
de esa
primera capa, había un botellín de whisky irlandés de doscientos años de antigüedad,
unas cerillas largas dentro de una caja impermeable, tres velas de cera pura de
abeja, un
ovillo de hilo rojo y plateado, un ramillete de romero seco, verbena, caléndulas y
muérdago, una corona de junquillos de río entrelazados, un tarro de cristal soplado
lleno
de sal marina, un diapasón..., todo ello depositado sobre varios paños de gasa, de
auténtica gasa confeccionada con hilos de telaraña. Más seis aspirinas envueltas en un
trozo de tela.
Sonny, se metió cuatro aspirinas en la boca, bebió un buen trago de whisky y se echó e
n
el sofá, mientras Maddox, emprendía la tarea de remendar los desastres causados por
el
perro fantasma. Que no eran pocos.
Antes, has dicho que ese demonio había venido a por ella murmuró Maddox, con
los labios apretados, concentrado en su labor. Todos los janos, recibían conocimie
ntos
básicos de medicina, y los grandes dedos de Maddox, se movían con sorprendente
habilidad.
Fue derecho a por ella. Y después de pelear conmigo, otra vez. ¿Por qué? Yo
representaba la mayor amenaza para él. Debería haberme atacado a mí.
A menos, que tengas razón y, en efecto, alguien lo haya enviado específicamente para
atacarla a ella. Esa chica tiene algo, te lo digo yo. Es problemática dijo Maddox,
mientras cortaba un trozo largo del hilo rojo y plateado y lo enhebraba con dest
reza en
una aguja de sutura.
Eso no puedes saberlo. Sonny, apartó la mirada al sentir el pinchazo y el tirón que
siguió. Maddox, había empezado a coserlo.
Dijiste que Oberón te preguntó por ella. Que la vio en tu mirada.
No sé si pudo leer gran cosa explicó Sonny . Y no creo que encontrara
demasiados datos, que despertaran su curiosidad.
Entonces, ¿no crees que sea él quien la persigue?
Tras coser el último nudo, Maddox, espolvoreó sobre las heridas el ramillete de hier
bas,
que además de poderes mágicos, tenían propiedades antisépticas. A continuación, lo
vendó con varias capas de aquella gasa natural.
¿Por qué iba a hacerlo? No se me ocurre ninguna razón para que se interese por una
actriz adolescente y más bien rara. Por bonita que sea.
¿Estás hablando de Oberón? ¿O de ti mismo?
Sonny, le lanzó una mirada asesina.
Madd, pero si es sólo una niña.
Una niña a la que persigue un perro fantasma.
Si es que en verdad la perseguía ella.
Tú mismo lo has dicho. Lo que parece indicar, que alguien planea iniciar la Cacería
Salvaje y ha escogido a esa muchacha como presa prosiguió Maddox, mientras abría
un paquete de gasas estériles . Apuesto, a que se trata de la reina Mabh. Todo esto
es
muy propio de ella.
No lo sé. Ya me he equivocado otras veces.
No sé si esta vez te equivocas, pero la sola idea es preocupante. Maddox, le puso el
extremo de una venda en las costillas . Sujétalo le pidió, y le rodeó el pecho con la
tira de tela . No puedes permitirte equivocarte, Sonny. Y no puedes permitirte com
eter
errores. Ninguno de nosotros, podemos permitírnoslo. Terminó de vendarle y, con
cuidado, remetió el otro extremo por debajo de la gasa para impedir que se soltara .
No durante las Nueve Noches.
La Novena Noche..jpg
Ya lo sé. Vamos. Sonny, se levantó con dificultad y fue a buscar una camiseta de
manga larga limpia . Se está haciendo tarde, y tal vez los demás, necesiten nuestra
ayuda.
Pero si casi no te tienes en pie... le dijo Maddox, mientras le ayudaba a ponerse
el
abrigo y le alcanzaba la mochila. Cuando llegaron al ascensor, añadió : Y ahora,
escúchame bien. No tengo el menor deseo de volver a coserte esta noche. O sea, que
no
te distraigas. ¡Y quítate de la cabeza a esa chica!
Caminaron por Central Park West, en dirección a la entrada del parque que daba a
Columbus Circle. Pasaron junto a un trío de músicos callejeros y una cantante de jaz
z
que entonaba baladas clásicas. A Sonny, le gustó cómo sonaban, a pesar de que el
batería, en vez de tambor, usaba una maleta vieja.
Tras la pausa, Quentin ordenó repetir la escena de nuevo, incorporando esta vez, a
los
ayudantes de las hadas y los duendes, por lo que Kelley, tuvo que seguir con el
vestido
puesto. Pero el corsé le daba calor y salió al patio a tomar un poco el aire antes d
e
regresar al escenario.
Sentado en uno de los viejos bancos de piedra, se encontró a Sonny Flannery, que t
enía
un aspecto algo desmejorado.
Kelley, reprimió una sonrisa al ver su gesto de preocupación. Se detuvo al llegar a
su
lado y apuró el café.
Una vez dentro, Kelley, apoyó la cabeza en la pared, algo mareada. Desde el otro l
ado
de la puerta le llegó la voz deJack, no demasiado amistosa.
¡No sé qué le has dicho para disgustarla tanto, joven! exclamó . Ni lo sé, ni
quiero saberlo. Lo único que deseo, es que no vuelvas por aquí. Porque, si no, es mu
y
probable que olvide que me llaman Jack el Caballero. ¿Entendido?
Kelley, miró por la rendija entre las dos viejas puertas de roble y vio que Sonny,
sin
mediar palabra, le entregaba a Jack, sus alas de hada y se alejaba por el patio,
sin mirar
atrás.
Kelley, cerró la puerta de su camerino, cogió el móvil y marcó un número.
Su tía respondió al primer tono
¿Kelley? ¿Va todo bien? le preguntó de inmediato.
Ella no respondió a la pregunta.
Emma... ¿Soy... adoptada?
Se hizo una pausa.
¿Qúe? La voz, al otro lado de la línea, había tardado en llegar, y cuando llegó, lo
hizo en un tono excesivamente agudo . ¡Oh, dios mío! ¿Cómo se te ocurre preguntar
algo tan...?
No me mientas, Emma la cortó Kelley . Sé lo de... Sé lo de ellos. L o sé.
Oh, Kelley....
El prolongado y triste suspiro de su tía, fue como un libro abierto para ella. Son
ny, le
había dicho la verdad. Por más demencial que pareciera, por más que hubiera deseado
que se tratara de una broma pesada, de pronto, supo que no le había mentido.
¿Emma? Dijo, más calmada, en voz baja . Dímelo, por favor.
No eres adoptada, Kelley. No exactamente. L a voz de su tía temblaba de
emoción . Fue más bien un...
Rapto.
Yo... El temblor de aquella voz se detuvo, cuando estaba a punto de convertirse en
sollozo.
Sí. Te robaron. Yo te rapté, te separé de ellos, de él, porque ellos se llevaron a mi
hijo.
¿Cómo...? Oh, Emma... ¿cómo pudiste? A Kelley, no se le ocurría nada más que
decir.
La Novena Noche..jpg
Por locura. Por dolor. El sufrimiento en la voz de su tía, reflejaba una herida
antigua, que no había llegado a cicatrizar . Yo sólo quería a alguien a quien poder
amar. No es ninguna excusa, y no te culparé si decides odiarme para siempre.
La línea del teléfono, falló durante unos instantes, y un ruido, ocupó el silencio que s
e
habla instalado entre ellas.
No te odio dijo Kelley, al fin.
Te he privado de tus derechos de cuna sollozó Emma . De tu destino. Creía que
obraba bien, pero no, aquello estuvo mal, ahora lo veo. Sólo espero, que algún día
puedas perdonarme.
A Kelley, se le partió el corazón al oír llorar a su tía.
Cuéntame qué es todo eso de mis "derechos de cuna., Emma le pidió con voz
dulce.
Tuvo que esperar largo rato, a que Emma, recobrara la compostura y fuera capaz d
e
articular palabra.
¿Recuerdas aquellos cuentos, Kelley, que yo te contaba sobre el mundo de las hadas
y
los duendes?
Por supuesto que los recordaba. Las fábulas, las leyendas populares, las historias
de
hadas y duendes y sus travesuras. Había crecido empapándose de ellos. Si se le daba
pie, Emma, podía pasarse horas y horas contando relatos, hasta que, a su interlocu
tor le
estallaba la cabeza. Al final, Kelley, se había vuelto inmune a aquellas historias
.
Y a las demás. Había aprendido a ignorar... cosas, cosas que acechaban en los recuer
dos
medio olvidados de su infancia. Cosas, en otro tiempo controladas, gracias a la
presencia constante de ramas de serbal y amuletos de hierro en las inmediaciones
de su
cama, protegida por tiestos de caléndulas y prímulas que florecían en los alféizares, y
por las invocaciones, que Emma, susurraba todas las noches junto a la puerta de
su
dormitorio.
Más tarde, cuando pensaba fugazmente en aquellos días, Kelley, juzgaba todo aquello
como .supersticiones., excentricidades de la tía Emma. Cuando se hacía mayor y dejó
de creer en las cosas que en otro tiempo, veía con sus propios ojos en los bosques
que
rodeaban su casa, llegó a la conclusión, de que los cuentos de su tía eran sólo eso:
cuentos. Y sus propios encuentros, el producto de una mente infantil impresionab
le en
exceso. Se había obligado a olvidar.
Pero ahora...
Recuerdo voces. Al otro lado de la ventana de mi cuarto.
Sí, solías comentármelo. Emma, hablaba con la voz cuajada de recuerdos . Y a
mí, aquello me daba muchísimo miedo. Sabía que podías ver.... Verlos. Oírlos. Yo
también podía, desde que regresé de su mundo.
Duendes.
Sí, tesoro. En realidad, los que venían por casa eran inofensivos. Sentían curiosidad
porque sabían que tú eras distinta. Aunque no sabían exactamente por qué. Nosotros
intentamos con todas nuestras fuerzas mantenerte oculta. A salvo.
¿Nosotros?
Yo. Y tus padres...
¿Te refieres a los Winslow?
No te enfades con ellos, Kelley le suplicó Emma . Ellos te querían. E hicieron
todo lo posible por ser buenos contigo. Con nosotras dos. Cuando murieron en el
accidente de tráfico, quedé destrozada.
¿Cómo... qué...? Ni siquiera sabía qué quería preguntar.
Pero Emma sí.
La Novena Noche.jpg
Me encontraron vagando, medio loca, en medio de aquel maldito parque, aquel
parque enorme, y vieron que te llevaba metida dentro del abrigo. Se ofrecieron a
llevarme a... a su casa de campo.
¿Por qué? ¿Por qué no llamaron a una ambulancia? ¿O a la policía?
Yo no se lo permití. Estaba confundida. Asustada. A miles de kilómetros y a
centenares de años de mi casa.
No te entiendo.
Me refiero... al Otro Mundo. La voz de Emma, se quebró al recordar . No es
como esto de aquí, Kelley. Allí todo es tan bonito..., demasiado, aveces. Un lugar r
aro,
de ensueño y, como en los sueños, el tiempo allí no significa nada. Después de entrar en
él para raptarte y regresar aquí... bien, el mundo, este mundo, había cambiado. Habían
transcurrido décadas. Ni si quiera me encontraba en mi país. El doctor Winslow y su
esposa, debieron de pensar que yo era una pobre desgraciada, que había perdido la
cabeza, pero me dijeron que me ayudarían. Emma, se echó a reír, y aquella risa
cansada, ronca, penetró hasta el fondo del oído de Kelley . Ellos llevaban tiempo,
deseando tener un hijo, ¿sabes? Estaban desesperados. Pero no podían. Hasta que me
encontraron a mí. Y a ti. Llegamos a . llegamos a un trato.
Entiendo.
Ellos se ocuparían de nosotras, te criarían como a su hija, y yo les ayudaría a hacerlo
.
Y todo salió muy bien. Éramos felices. Tú eras feliz. Suspiró . Pero ahora, entiendo
que fuimos unos egoístas. Muy egoístas. Nadie parecía pensar lo más mínimo en ti,
pobrecita. Ahora lo veo. Volvió a hacerse un silencio prolongado, roto por el crepi
tar
de la línea . Kelley lo siento mucho.
Tranquila, Emma le dijo Kelley . Estoy bien, de verdad.
Esperaba que no te enteraras nunca. Que no tuvieras que recordarlo nunca.
Pero, al parecer, iba a tener que empezar a recordar, aunque no le apetecía nada.
A
pesar, de que la adorada Kelley, no había querido nunca ser como su dulce y loca tía
Emma, la que creía en duendes y hadas.
Y la que, después de todo, no estaba tan loca.
Kelley, necesitaba tiempo para digerir todo lo que acababa de descubrir, y así se
lo dijo
a su tía. Pero antes de colgar, Emma le preguntó:
¿Quién te ha contado estas cosas, tesoro?
Un amigo, creo. Kelley, no podía pensar que Sonny, tuviera malas intenciones.
Oh, ten cuidado, mi niña le dijo Emma . Prométemelo.
Lo tendré Emma. Te lo prometo.
Tú collar, Kelley. El trébol de ámbar Todavía, lo llevas puesto ¿verdad?
Sí, ¿por qué?
No te lo quites, por favor. Trae buena suerte.
Tengo que dejarte, Emma.
¿Hablaremos más tarde?
Probablemente tendremos que hacerlo, sí dijo, y colgó.
Suspiró profundamente y se miró en el espejo del camerino, dejando que el
aturdimiento se apoderara de ella. Le resultaba raro, que su aspecto fuera exact
amente el
mismo, que el del día anterior. ¿Cómo era posible? Si no era la que creía ser, y nunca l
o
había sido, ¿no debía verse distinta? Un momento con manos temblorosas, se retiró el
pelo de la cara y examinó su reflejo.
Tenía los bordes de las orejas ligerísimamente puntuagudos.
Oh, Dios mío, es verdad susurró.
Las bombillas que enmarcaban el espejo hacían brillar el trébol de cuatro hojas, que
llevaba al cuello. El ámbar verde, resplandecía con calidez. Cuando era niña, Emma, le
La Novena Noche..jpg
había dicho, que el ámbar, era realmente .la sangre de los árboles muy viejos., y a
Kelley, le haía parecido siempre una idea preciosa.
Frunció el ceño y se palpó la nuca, en busca del broche del collar. Cuando se disponía a
abrirlo, la imagen de Bob, apareció en el espejo. Todavía, iba vestido de verde. Con
delicadeza, él le apartó los dedos del cierre y ella no opuso resistencia.
Será mejor, que le hagas caso a tu tía, cielo le susurró al oído , y no te lo quites.
¿Por qué?
Kelley, miró a Bob, a través del espejo, y de algún modo, le pareció normal, que
estuviera ahí.
Porque... El la miró fijaamente y respondió a su pregunta con una frase de
Shakespeare: .La luz se espesa, y el cuervo aletea hacia el bosque de sus nidos.
Las
cosas buenas del día, empiezan a decaer y a adormecerse, mientras los negros agent
es
de la noche, se despiertan para hacer presa..
Kelley, parpadeó.
Eres la segunda persona en dos días, a la que oigo citar a Macbeth. No sé por qué,
tengo la sensación de que me he equivocado de obra de teatro.
No, en absoluto. Estás exactamente en la obra en la que debes replicó él, en voz
muy baja . Lo que sucede, es que de El sueño de una noche de verano, recuerdo tantas
réplicas poéticas, con las que pueda advertirte.
¿Advertirme?
Guárdate las espaldas en los días venideros, muchacha. Y en las noches.
Kelley, sintió que el temor le agarrotaba la garganta y tragó saliva.
No sé por qué me dices eso le susurró.
.Te asombras de mis palabras, pero estate tranquila. Bob, forzó una sonrisa y
completó la agorera cita :.Las cosas mal empezadas, se fortalecen con el mal..
Y se fue.
Por más años que viviera, Kelley, nunca sabría cómo fue capaz de llegar al final de
aquel ensayo, sin ponerse a llorar, a gritar. Las palabras de Emma, y de Sonny,
le daban
vueltas en la mente, mientras ensayaban una y otra vez, la disputa entre Oberón y
Titania.
Las réplicas de ésta, brotaban con una ferocidad, que en los ensayos anteriores, sólo
había podido esbozar. Mientras, increpaba a Oberón, Kelley, sentía que en algún lugar
muy hondo de su interior, se agitaban rayos y truenos.
.Con esta alteración, estamos viendo cambiar las estaciones. declamó
desapasionadamente. Separó mucho los brazos, en un gesto que lo abarcaba todo,
desesperada su Titania, de que el conflicto que los separaba estuviera llevando
a la
naturaleza misma a una deriva peligrosa . .Primavera, verano, fecundo otoño, airado
invierno, se cambian el ropaje.... Dirigió su devastadora tristeza contra
Oberón, a quien amaba, pero cuya compañía ya no soportaba .
.Toda esta progenie de infortunios, viene de nuestra disputa, de nuestra discord
ia.
Nosotros somos su origen y sus padres..
Sólo se le quebró un poco la voz al pronunciar la palabra, .padres..
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
VEINTE.
Sonny, regresó a pie desde el teatro Avalón, hasta su apartamento, con la cabeza gac
ha
y los hombros hundidos. Por el camino divisó a varios duendes perdidos: a una dríade
en un solar vacío, que daba ánimos a un pobre enebro solitario, de aspecto enfermizo
; a
un muchacho alado acuclillado en lo alto de una boca de incendios, que lo miró al
pasar
con sus ojos grandes y brillantes; al vendedor de frutas de un tenderete, que oc
ultaba
detrás de un delantal sus patas con garras y plumas...
La fama precedía a Sonny, allá donde iba. Cuando pasaba junto a los duendes todos se
apartaban, a pesar, de que no tenía ninguna cuenta pendiente con ellos. La mayoría
habían luchado contra los Janos, para poder cruzar las Puertas, y no era una exper
iencia
que desearan repetir. También, estaban quienes, procedentes del Otro Mundo, se había
n
visto involuntariamente atrapados en el reino de los mortales desde hacía más de un
siglo. Algunos, Incluso, habrían regresado, de no haber sido por la orden de desti
erro
decretada contra ellos, tras el cierre de las Puertas: si un duende o un hada qu
edaba
atrapado en el mundo de los humanos, debía permanecer en él.
Con todo, y no deseando parecer vengativo en exceso con los súbditos leales, que s
e
habían quedado en el Otro Mundo, Oberón, dejaba en manos de sus Janos, la decisión
de si un duende o un hada perdidos, representaba o no una amenaza real para el r
eino de
los mortales. En la mayoría de los casos no era así, por lo que los guardianes no lo
s
molestaban.
Sin embargo, los duendes perdidos sentían poco aprecio por los Janos, así que, Sonny
,
mientras subía a su casa, no pudo evitar una punzada de tristeza.
Nada más abrir la puerta del apartamento, percibió una presencia. Dentro hacía un calo
r
casi opresivo. Notó que se le erizaba el vello de los brazos y franqueó el umbral co
n
cautela.
En el salón, suspendida a medio metro del suelo, había una arpía de tormenta.
Por eso, cuando una de ellas se presentaba en tu salón sin haber sido invitada, la
experiencia resultaba de lo más frustrante. O eso le parecía a Sonny.
La Novena Noche..jpg
-La reina Mabh, te envía saludos.
-La reina Mabh, ya ha enviado antes a sus cuervos. -Sonny se cruzó de brazos y se
apoyó en la encimera de la cocina. No estaba de humor para cortesías.
-Tal vez, habría agradecido sus saludos antes del ataque no después.
La arpía, separó mucho los labios, componiendo una mueca que quería ser una sonrisa.
-Considérate afortunado de que Mabh, centre su atención en un gusano rastrero como
tú. La reina es tan poderosa como despiadada. Es la reina de la Penumbra, reina de
l Aire
y de la Oscuridad, la que trae la tormenta y la guerra.
-No me hace falta oír su currículum. Limítate a informarme de lo que quiere y lárgate.
-Una alianza -masculló la arpía-. Este reino oculta algo que le pertenece ¿Lo sabías?
El kelpie. Sonny, sintió frio a pesar del calor sofocante que hacia allí. ¡Oberón tenía
razón! ¡Era Mabh!, asintió despacio.
-Quiere que le sea devuelto. Fue enviado aquí por error. Encuéntralo. Y la reina te
concederá un deseo.
Sonny, no estaba muy seguro de querer el favor de Mabh. Pero un favor concedido
por
una reina de las hadas... era algo valioso. Y presentía, que semejante regalo podía
serle
de utilidad. Debía sopesar muy bien la oferta-. ¿Qué dices, ser carnal? -Susurró la
arpía, escupiendo las palabras.
-Digo que, si vuelves a llamarme así, Mabh, tendrá que usar toda su magia para
recomponerte.
Se alejó unos pasos, mientras, se esforzaba por pensar rápido. Cerrar tratos con had
as y
duendes, era siempre un asunto complicado. Si el pacto se rompía por cualquier mot
ivo,
las consecuencias eran imprevisibles. Un acuerdo incumplido se consideraba una
transgresión imperdonable según las leyes de los duendes. Si alguien decidía romper un
pacto con un duende, se arriesgaba a conceder a la parte insatisfecha, un poder
de
venganza ilimitado. De modo que, era mejor evitar todo pacto con ellos pero, en
este
caso, se le ofrecía la ocasión, no sólo de eliminar la amenaza de que se pusiera en
marcha la Cacería Salvaje, -devolviendo al kelpie al Otro Mundo-, sino, también de
obtener el favor de una reina de las hadas.
-Está bien -dijo al fin-. Conseguiré lo que Mabh quiere, pero sólo porque es para
lograr un bien mayor. Que me envíe aviso de dónde y cuándo. -Y, girándose, se alejó
más-. Y ahora, sal de aquí y deja de echar babas en mi alfombra.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
VEINTIUNO.
Tenía que hablar con Sonny. Kelley, esperaba sentada en un banco, junto al carruse
l,
preguntándose cuánto tardaría en aparecer. Nada más terminar el ensayo, había salido
disparada del teatro, para encontrarse con él en el parque.
Desconcertada, Kelley, corrió tras él. Cuando le dio alcance, ya estaba comprando do
s
billetes Sonny, la cogió de la mano y la ayudó a subirse a la plataforma de madera,
donde aguardaban unos corceles pintados de colores vivos. Kelley, se sentía algo t
onta.
No sabía por cual decidirse. Y no es que no hubiera donde escoger. Al fin, Sonny,
la
agarró por la cintura y la levantó sin esfuerzo, hasta la grupa de un caballito muy
erguido. Acto seguido, él se montó en el de al lado.
El carrusel crujió, y la plataforma empezó a girar despacio. Kelley, miró a Sonny, que
iba sentado tranquilamente sobre su montura, como un caballero a lomos de su ala
zán,
ataviado con su reluciente armadura.
-Déjame que te muestre una cosa, Kelley -dijo, llevando la mano al medallón de
hierro que llevaba al cuello-. Déjame enseñarte la historia de la Cacería Salvaje.
-¿Mostrármela? -Preguntó ella, perpleja.
Sonny, le clavó la mirada. La expresión de sus ojos grises la asustaba un poco.
-No tengas miedo -la tranquilizó él.
El carrusel giraba cada vez más rápido, y a Kelley, le latía el corazón con fuerza. La
música la envolvía como un torbellino, mientras el caballo se encabritaba entre sus
piernas, subiendo y bajando en lenta cadencia.
Los ojos de Sonny, pasaron de aquel gris plateado extraordinario a un tono casi
negro.
Y a Kelley, le pareció, durante un momento breve, confuso, que se internaban en un
túnel lleno de niebla... Luego todo se aclaró, y miró alrededor.
El carrusel había desaparecido. ¡Nueva York ya no existía!
El caballo que tenía entre las piernas, -ya no era un objeto de madera pintada-, c
abeceó,
y notó que los músculos se le tensaban bajo la silla. Ahogó un grito y se apresuró a
agarrarse de las riendas mientras, a su alrededor, y a toda velocidad, iba dejan
do atrás
retazos entrevistos de un verdor exuberante. Graznidos de aves y rugidos de anim
ales
llenaban sus oídos. Las ramas de los arboles le rozaban la cara, y ella aspiraba l
a
fragancia de sus hojas, recién lavadas por la lluvia, mientras la brisa le acarici
aba las
mejillas. A lo lejos, el sonido de un cuerno rasgaba el aire, como el tañido de un
as
campanas de iglesia. Y oía también el ladrido constante de unos perros de caza.
Sonny, iba a su lado, también al galope, y por encima del silbido del viento en su
s
oídos, le oía hablar, contarle la historia de Herne y la Cacería Salvaje, al mismo tie
mpo
que se internaban en ella.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
VEINTIDOS.
Los llevará a las Tierras Fronterizas, fuera del alcance de hombres y duendes. Era
Sonny, que le hablaba con voz grave. Había aparecido de pronto, envuelto en la neb
lina
que anunciaba el amanecer, y miraba en la misma dirección que ella.
¿Y qué ocurrirá luego? le preguntó, aunque no estaba segura de querer saberlo .
¿Qué ocurrirá ahora?
Los animales mortales... ya no son un desafío para los cazadores respondió Sonny, en
voz baja mientras se desabrochaba la capa y se la colocaba a Kelley, sobre los h
ombros.
La había visto estremecerse pero no quiso decirle que no era a causa del frío . Buscarán
otras presas.
La Novena Noche..jpg
Mientras hablaba, el sol salió y los cazadores comenzaron a despertarse.
Herne, y los suyos, transformados, recibieron el nuevo día con la sed de sangre di
bujada
en los ojos. Montaron a lomos de sus caballos y se internaron en el bosque a vel
ocidad
de vértigo, con una avidez nueva que minaba su alegría. Sonny, y Kelley, también
cabalgaron, aunque optaron por permanecer rezagados respecto a sus compañeros, que
ahora les causaban temor.
Los cazadores buscaban en todas partes a sus presas encantadas y, al no hallarla
s,
aullaban enloquecidos a causa del maleficio. Cuando llegaron al límite de un bosqu
e, se
detuvieron al unísono, alzaron la vista y vieron, en lo alto de la colina en la qu
e habían
acampado, a la reina de la Penumbra, inmóvil como una estatua.
Mabh sonrió con frialdad y se llevó a los labios un gran cuerno de guerra, hecho de
bronce. Kelley tuvo que soltar las riendas de su caballo y taparse los oídos para
que no
le ensordeciera el grave retumbar de las tres notas con las que instaba a la gue
rra a los
integrantes de la Cacería Salvaje.
Herne y los suyos parecieron enloquecer al oír el tañido horrísono del cuerno. Asaltar
on
el cielo blandiendo unas espadas súbitamente cubiertas de llamas. Las copas de alg
unos
árboles se incendiaban a su paso, tiñendo con un brillo anaranjado las panzas de los
bajos nubarrones y confiriendo a los duendes y a las hadas una luz airada, sinie
stra. El
Cazador y sus hasta entonces hermosos compañeros, con los rostros desfigurados por
el
odio, volvieron sus ojos malévolos hacia la aldea de humanos que quedaba al oeste,
la
aldea que Kelley, habla visto durante la noche.
Horrorizada, presa de la desesperación, se volvió hacia Sonny, que agarró con fuerza l
as
bridas del caballo de Kelley, cuando éste, asustado, empezó a encabritarse. A
continuación espoleó a su propia montura en los flancos para alejar a Kelley, de la
Cacería lo antes posible.
Esto no puede estar sucediendo murmuró ella, sin aliento, mientras regresaban a la
protección que les ofrecía el bosque y tiraba de las riendas de su caballo para que
se
detuviera. Sonny, no tuvo más remedio, que dar media vuelta y regresar junto a ell
a .
No irán a matar a esos aldeanos, ¿verdad, Sonny?
Él no se vio capaz de responder.
Oh, Dios mío... murmuró Kelley, girándose en la silla para mirar atrás, a través de los
árboles, mientras oía los primeros gritos de las presas humanas, transportados por e
l
viento.
Mabh, ha conjurado para que dejen de ser una partida de caza y se convierten en u
n
escuadrón de guerra mortífero masculló Sonny, con evidente amargura . Despertarán
cada noche, cuando salga la luna, y acecharán con un único propósito: matar.
Pero, ¿y después? susurró Kelley, implorando un destello de esperanza . ¿Qué pasa
después? El relato no puede terminar aquí, sin más...
No. Sonny, había empalidecido, y su voz sonaba débil y lejana. Con la mirada
perdida, escrutaba los nubarrones . Finalmente, las Altas Cortes de las Hadas se v
erán
obligadas a pasar a la acción. Se reunirán en consejo y en un acuerdo sin precedente
s
entre el reino Benigno y el Maligno, Oberón, rey del Invierno, y Titania, reina de
l
Verano, sumarán sus fuerzas y harían que Herne descienda del cielo y que desmonte de
la grupa de su temible caballo.
Con la frente sudorosa, señaló en dirección al cielo, súbitamente lleno de tonalidades
cambiantes, tormentosas, donde los últimos jirones de las visiones que habla invoc
ado
se esfumaban ante los ojos de Kelley. Ésta vio que otra grieta se abría entre los mu
ndos
y que un gran remolino de luz y sonido se colaba a través de ella. Vio que Herne c
aía de
La Novena Noche.jpg
su caballo, y fue testigo de su descenso hasta la tierra, mucho, mucho más abajo,
como
un cometa errante.
Sin su jinete, el Caballo Ruano se convirtió, una vez más, en un simple kelpie. Una
orden de Oberón bastó para hacerlo desaparecer, dejando sólo tras él las piedras negras,
brillantes, que resplandecieron como estrellas en el cielo nocturno durante un i
nstante
fugaz , antes de desaparecer también ellas.
¿Y Mabh? preguntó Kelley, con la boca seca.
Oberón y Titania la encerraron en los confines de su propio reino de sombras
respondió Sonny, en voz muy baja , donde sigue prisionera hasta hoy.
A Kelley, esa explicación no le resultó demasiado tranquilizadora: pero no había tiemp
o
para más preguntas. Sonny, se había inclinado mucho sobre el cuello de su caballo, y
parecía a punto de caerse de la silla.
Tenemos que irnos dijo, incorporándose. Cogió las riendas de la montura de Kelley,
tiró de ellas y se puso en marcha en dirección a un banco de niebla que se elevaba s
obre
el paramo.
La nube baja los envolvió, y Kelley, sintió que su caballo se agarrotaba gradualment
e y
se transformaba de nuevo en el caballo de madera del tiovivo que había sido le pare
cía
a ella hacía siglos.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
VEINTITRES.
Le resultó fácil entrar a escondidas en el Gran Teatro Avalón, pero el ligero cansanci
o
que le causó la operación, le dio que pensar: con su formación de Jano, debería haberla
realizado sin el menor esfuerzo, pero, por culpa de sus heridas, le había costado
más de
la cuenta.
Es que sólo eres humano, pensó, y, al hacerlo, sintió un regusto amargo en la boca. Y
más ahora, que sabía que Kelley, no lo era. ¿Cuál de las dos era la verdadera Kelley?,
se Preguntó, ¿la aspirante a actriz en un teatro ruinoso, o la criatura radiante del
callejón, el ser que había atisbado, cuando el velo que la mantenía oculta había caído?
Sonny, estaba convencido de que ella ignoraba lo que era en realidad, lo que podía
llegar a ser. ¿Qué sucedería cuando lo descubriera por sí misma? ¿Cambiaría? ¿Se
La Novena Noche..jpg
convertiría en una de aquellas hadas a las que él había adorado de niño? No estaba
seguro de querer que fuera como ellas.
A él no le había resultado fácil vivir en el reino de los mortales ese año. Acostumbrado
al Otro Mundo, en éste todo le parecía algo decrépito. Sin embargo, cada vez con más
frecuencia, le asaltaba la idea de que el reino de los duendes y las hadas, con
todo su
esplendor mágico, no era exactamente el lugar idílico en que lo habían convertido sus
recuerdos de infancia.
Imaginó a Kelley, recorriendo los salones del luminoso palacio de su padre tal y c
omo
podría llegar a ser: un ser perfecto pero distante. Frío. Inaccesible. Sin deseos y,
por
tanto, sin sueños...
Apartó esa idea de su mente, y se ocultó en el palco superior, que estaba a oscuras.
Apoyó los brazos en la madera desgastada del banco delantero e intentó relajarse
mientras técnicos y actores empezaban a llegar. Kelley, aún no había hecho acto de
presencia era demasiado temprano , y la impaciencia se apoderaba de él. Y eso que no
pensaba hacerle saber que estaba allí. Al fin, empezaba a comprender que a ella no
le
gustaba que la vigilaran. Además, el actor que interpretaba el papel de Oberón, había
sido bastante explícito, al advertirle que no se acercara a ella. No es que aquel
hombre
representara la más mínima amenaza para un Jano, pero Sonny, lo respetaba, pues sabía
que su única intención era defender a Kelley.
El palco en penumbra, le proporcionaba un mirador discreto y privilegiado. Además
de
oscuro, también resultó ser un escondite cálido. Y si Sonny, despertó, horas después,
fue sólo porque Bob, el boucca, le pinchó en el hombro con una espada de madera. El
Jano, se incorporó, sobresaltado, pero el viejo duende le llevó el índice a los labios
,
reclamando silencio.
Saludos, asesino de duendes le susurró Bob, esbozando una sonrisa burlona . Intuía
que rondabas por aquí.
Por todos los infiernos... Sonny, miró alrededor, aturdido, y se frotó la cara con la
mano. Menudo guardaespaldas estaba hecho . ¿Sabe ella que estoy aquí?
No, pero tal como roncabas, no habría tardado en descubrirlo. Y me ha parecido que
no te alegraría mucho la idea. La chica es bastante autosuficiente, no sé si te has
percatado.
No sabe a qué se enfrenta.
¿Y tú sí?
Tengo algunas teorías, pero no me vendría mal tu ayuda.
No me distingo por ofrecerla.
Sonny, escogió sus palabras cuidadosamente.
Creo, que eres víctima de lo que llaman... ¿cómo se dice?..., ah, sí, mala prensa. Y me
da la sensación, de que ayudas mucho más de lo que admites. Entre otras cosas, sé por
qué el leprechaun, te encerró en un tarro. Señaló con la cabeza en dirección a las
bambalinas, donde percibía que se encontraba Kelley . Por el amuleto que Kelley, lle
va
al cuello. Por el trébol irlandés, el shanrock, el talismán que la oculta y protege.
Bob, lo miró con gesto de admiración.
Técnicamente, es un trébol de cuatro hojas. El shanrock, irlandés tiene tres. Pero el d
e
cuatro hojas...
Ya lo sé, ya lo sé murmuró Sonny, impaciente . Proporciona una magia poderosa.
Una gran protección. Las hojas representan las Cuatro Puertas, las Cuatro
Festividades, las Cuatro Cortes de duendes y hadas...
La Novena Noche.jpg
Y también la esperanza, la fe, el amor... y la suerte. Su poder se manifiesta siemp
re;
pero en el caso de ese amuleto... su potencia es excepcional. Esos chivatos verd
es
funcionan bien, debo reconocerlo.
¿Se lo robaste a un leprechaun?
Sí, y contrariamente a mi fama, soy un ladrón pésimo. Él, no tardó en suponer que
había sido yo, y ya me esperaba cuando regresé.
Pues tuviste que pagar un precio muy alto.
No lo sabes bien. Bob, torció el gesto al recordarlo, y sus ojos emitieron un brillo
verde oscuro . Odio la miel. No la soporto.
¿Por qué lo hiciste?
El boucca, más célebre del reino de los mortales por sus fechorías, clavó la vista en el
techo. Y cuando respondió, lo hizo en voz muy baja.
Me permití albergar sentimientos. Por una mortal.
¿Por quién? le preguntó Sonny, aunque algo en lo más profundo de su ser, le
susurraba que ya conocía la respuesta.
Por tu madre, Sonny.
Por mi...
A Sonny, le pareció que el teatro entero se había quedado sin aire. Le dolía el pecho.
Y tú tienes sus orejas dijo él, pasando el índice por una de sus puntas sutiles.
Kelley, se estremeció.
Y los ojos de mi madre, al parecer.
¿Te ha dicho quién...?
No. Y yo no se lo he preguntado.
La Novena Noche..jpg
Sonny, bajó las manos, y los dos permanecieron allí, a apenas unos centímetros, durant
e
unos incómodos instantes. De pronto él la atrajo hacia sí y la abrazó, vacilante. A
Kelley, le dio un vuelco el corazón.
Ahora debo irme murmuró él, rozando con los labios su pelo . Pero, por favor, ten
cuidado esta noche. Mientras yo no pueda estar contigo para protegerte. Ten cuid
ado.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
VEINTISEIS.
Sólo necesito saber dos cosas gruñó Fennrys el Lobo, moviéndose hacia delante y
hacia atrás frente al resto de Janos . Dónde queréis que me ponga y cómo queréis que
mate lo que haya que matar.
Bien, ésa es precisamente la cuestión, Fenn intentó explicarle Sonny . Las respuestas
a tus preguntas son: no lo sabemos y, no lo sabemos.
El Lobo puso los ojos en blanco y se sentó en el respaldo del banco. Los trece Jan
os, se
habían congregado cuando salió el sol, después de una exitosa noche de caza. Lo habían
hecho, a petición de Sonny, en una zona poco accesible del parque, que ofrecía la
intimidad suficiente para reunirse allí sin que la policía sospechara que eran miemb
ros
de una banda de delincuentes o algo por el estilo.
Todos habéis sido informados, ya de la posibilidad de que alguien intente iniciar l
a
Cacería Salvaje, ¿no es así? Preguntó Sonny, mirándolos a las caras, uno por uno . La
sospechosa número uno es, por supuesto, la reina Mabh, aunque según una de sus
arpías, que vino a visitarme, es posible que soltar al kelpie en este reino, haya
sido un
error por su parte. También puede ser, sencillamente, que se le haya ablandado el
corazón.
Mabh, no tiene corazón le corrigió Fantasma.
Bien dicho se sumó Aaneel . No puedo dejar de pensar en lo mucho que se reiría y
disfrutaría si algo así llegara a pasar.
Bueno, sea cual sea la partida que esté jugando prosiguió Sonny , hay más piezas en
el tablero, de las que debemos preocuparnos, no sólo de la reina del Aire y la Osc
uridad.
Maddox, ahogó una risotada.
Pues sí. Cuéntales con quién nos encontramos el otro día, Sonn.
Él inspiró profundamente, antes de decir:
Con la niña robada.
El corrillo de arrebatados, lo miró sin comprender, como si de pronto hubiera
comenzado a hablar en una lengua desconocida.
Con la hija de Oberón aclaró Sonny . Con la princesa perdida. Con la causante de
que las puertas se cerraran. Con la persona que hizo que nosotros estemos aquí. Sé
dónde está.
¿Y quién es?
Es... Tiene diecisiete años respondió Sonny . Es actriz. Dulce. Feliz. Y hasta que...
hasta que se lo dije, no tenía ni la más remota idea de lo que era. Y mucho menos de
quién era.
¿Cómo es posible? se extrañó Bellamy, mirando alternativamente a Sonny y a
Maddox. A su lado, su hermana arqueaba las cejas.
La han mantenido oculta con la ayuda de un potente talismán aclaró Sonny.
¿Y Oberón lo sabe? preguntó Benni.
Yo no se lo he dicho...
No lo hagas El consejo llegó de Cait.
¿Y por qué diablos no iba a hacerlo? intervino Fennrys el Lobo, con los ojos llenos de
fiereza.
Cait, no le hizo caso.
Pobre chica. Si Oberón, llega a conocer su existencia, querrá que regrese. Y la Corte
Maligna es un lugar muy frío y sin alegría.
La Novena Noche..jpg
Cait tiene razón, Sonny coincidió Camina, que mantenía las cejas arqueadas . No se
lo digas.
¿Es que os habéis vuelto locos? dijo Wolf, sacándose de la bota una daga de filo
estrecho y pinchándose el pulgar para comprobar lo afilado de la punta . Es hija del
rey,
maldita sea. Por si lo habéis olvidado, nosotros estamos a su servicio.
No nos han pedido nuestra opinión al respecto dijo Cait, ruborizándose de emoción.
El Lobo se burló de sus palabras.
Tal vez, no nos guste mucho, pero así son las cosas. Servir o morir. Mi opinión, es q
ue
debemos dejar que ese bastardo la recupere. Tal vez, de ese modo se ponga fin a
la
absurda custodia de estas malditas Puertas. Así todos podremos irnos a casa.
¿A casa, Fenn? dijo Maddox, rodeándolo . ¿Qué es eso exactamente? ¿Dónde está?
¿Y cuándo? Ninguno de nosotros tiene más casa que ésta. Que esté aquí y esté ahora.
Nuestras casas nos las arrebataron. Se giró para mirar al resto de guardianes . Yo he
visto a esa joven, y pertenece a este reino. ¿Permitiríais que el rey de los duendes
y las
hadas, la apartara de todo lo que conoce? Fijó su atención en Fennrys el Lobo . ¿De
veras deseas que ella corra la misma suerte que corrimos nosotros?
Del grupo de Janos, ascendió un murmullo, y Fennrys, volvió a guardar el puñal en la
bota.
Está bien, está bien concedió al fin . No lo decía en serio. Menuda pandilla de
lloric...
Cállate, Fenn le espetó Godwyn, lanzándole una mirada de advertencia.
Me parece que olvidáis que es el rey intervino Selene . Él se llevará a su hija al Otro
Mundo, lo quiera ella o no.
De momento, no lo ha hecho dijo Maddox . Oberón, la ha localizado. Incluso ha ido
al teatro en el que trabaja y ha hablado con ella. Pero la muchacha sigue allí.
¿Por qué? preguntó Bellamy.
Probablemente, porque quiere que sea ella quien tome la decisión de regresar, para
que
crea que lo hace por iniciativa propia apuntó Aaneel.
¡Ella no irá a ninguna parte! exclamó Sonny, que fue el primer sorprendido por la
vehemencia de su reacción. Se daba cuenta, de que el único lugar en que no quería que
estuviera Kelley, era el Otro Mundo. No quería que viviera su vida entre hadas y
duendes, expuesta constantemente a su crueldad gratuita, a su naturaleza caprich
osa y
egoísta. No deseaba que Kelley, supiera qué era ser como ellos, que se convirtiera e
n
uno de ellos. Y mucho menos si él seguía atrapado en el reino mortal. Porque, en con
tra
de lo que pensaba Fennrys, Sonny, no estaba tan convencido de que Oberón fuera a
abrir las puertas y a permitir el tránsito libre entre los dos reinos si Kelley, r
egresaba
con él. Se había acostumbrado demasiado a ejercer un control férreo sobre su pueblo.
Inspiró profundamente.
Oberón, se equivoca, si cree que la chica va a bajar la cabeza, sumisa y obediente.
Llamaron a la puerta.
Un segundo dijo Kelley, soltando el cepillo de dientes viejo, que había usado para
intentar desenredarle la crin a Buena Suerte, con escaso éxito. El caballo mágico, l
e
acercó el hocico a la mano y ella se lo acarició con ternura.
Volvieron a llamar a la puerta, con más insistencia.
Kelley, fue a abrir.
¿Tyff?
La puerta se abrió un poco hacia dentro, apenas Kelley, puso la mano en el tirador
, y
enseguida comprobó que no se trataba de su compañera de piso.
El rostro de la persona que tenía delante, quedaba oculto tras el ramo de rosas más
grande que había visto en su vida. El ramo descendió ligeramente, y al fin pudo ver
los
ojos de Sonny, asomando entre los pétalos de color melocotón.
Se sentía emocionada y horrorizada a la vez. No esperaba visitas, y llevaba unos
pantalones de yoga y una sudadera descolorida. Además, estaba cubierta de pelos de
caballo y de polvillo de cereales.
Soltó un gritito y se ocultó detrás de la puerta.
¡Sonny! ¿Qué haces aquí?
He venido a verte.
Pero no puedes.
¿Has aprendido el arte de la invisibilidad?
¿Qué? ¡No! Parpadeó, sin abandonar la protección que le brindaba la puerta . Oye,
¿podría aprender eso?
Probablemente.
Ah...
¿Puedo entrar?
¡No! ¡Estoy hecha un desastre. Quiero decir, el apartamento está hecho un desastre .
Echó un vistazo al salón y constató que su aspecto era impecable.
Detectó cierto tono de burla en la voz de Sonny, cuando dijo:
Pues a mí me parece que tiene un aspecto maravilloso. Metió el ramo de flores a
través de la puerta entreabierta . ¿Puedo entrar?
Sí respondió ella y, dándose por vencida, aceptó el ramo.
Él la siguió en dirección a la cocina, pero se detuvo al oír un relincho agudo que
provenía del baño.
¿Es él...?
¿El único caballo, que en estos momentos se aloja en mi apartamento? Dijo ella,
llenando de agua un jarrón . Sí. Ve a saludarlo. Pero, ya sabes, cuidado con las zarpa
s y
los rayos de los ojos.
¿Con qué?
Nada, es broma se rió ella . Ve. Es inofensivo.
Sonny, negó con la cabeza.
Sin duda, has olvidado que, en mi puesto de trabajo, las zarpas y los rayos en lo
s ojos,
no son precisamente algo extraordinario.
Mientras él iba al baño, Kelley, recortó los tallos de las rosas y las dispuso con gra
cia en
un florero. Había al menos dos docenas. Las llevó al salón, las dejó sobre la mesa de
La Novena Noche..jpg
centro y se sentó en el sofá. A continuación, se quitó la cinta elástica del pelo y se atu
só
apresuradamente. Oyó que un grifo se abría en el baño y, al poco, Sonny, apareció en el
salón, secándose las manos con una toalla.
Te ha estornudado encima, ¿no?
Pues sí.
Kelley, hizo esfuerzo por no reírse.
Pero no ha intentado arrancarte la piel a tiras.
Casi preferiría que lo hubiera hecho, en lugar de estornudar replicó Sonny, muy serio.
¿Cómo puedes no haberte dado cuenta de que había algo ligeramente distinto en
ella? le preguntó Sonny.
¡Mírala! Respondió Tyff . De tan normal, casi resulta rara. Y lo digo sin ánimo de
ofender, Kell.
No me ofendes, supongo musitó Kelley.
Sonny, resopló. A él le parecía absolutamente encantadora.
Está protegida por un velo invisible muy poderoso, eso te lo aseguro. El hechizo de
un
leprechaun...
No me vengas con cuentos, Sherlock Holmes le cortó Tyff. Ahora mismo la veo
perfectamente.
Pues, en mi opinión, un hada importante como tú, debería haberse dado cuenta.
Sonny, empezaba a disfrutar con la situación.
Tyff, le lanzó una mirada asesina.
No hay duda, de que este mundo me ha atrofiado los sentidos. Llevo casi... contó
ayudándose de los dedos quince años fuera de onda, no sé si lo sabes.
Vaya dijo Sonny, asintiendo, casi comprendiéndola . Perdona, pero lo recuerdo muy
bien. ¿Qué pasó contigo? Te desterraron, ¿no?
Puede decirse así admitió a regañadientes . Pero se suponía, que no iba a ser para
siempre. En principio, iban a dejarme regresar una vez hubiera... cumplido conde
na. ¿Y
qué pasó entonces? Que al estúpido de tu jefe, le dio por cerrar todas las Puertas.
Podrías haber intentado volver replicó Sonny , aprovechando un día del Samhain.
¿Y correr el riesgo de encontrarme con alguno de vosotros, locos y sedientos de
sangre? No, gracias.
¿Por qué te desterraron? preguntó Kelley, fascinada.
Eso pregúntaselo al chiflado de sir Lanzarote soltó Tyffanwy . Espera, no, mejor no
lo hagas. Es complicado. Ahuyentó la idea, con un movimiento de mano. Una mano,
por cierto, impecable, recién pasada por la manicura.
Está bien, Tyffanwy, un momento... intervino Kelley, levantando las dos manos . ¿Es
que hay alguien de la gente que conozco, que sea normal, que no sea raro, que se
a un
ser humano normal y corriente?
Estoy segura, de que uno o dos de tus amigos actores son tan normales, que casi r
ozan
el límite de la normalidad respondió Tyff, aunque en un tono que ponía en duda la
afirmación.
Son actores dijo Kelley . O sea, que muy normales no son. Además, uno de ellos es
el mismísimo Puck. O eso Parece.
¿Qué? Tyff, arqueó tanto las cejas que le llegaron casi al nacimiento del cabello
¿Robin, el Buen chico? Oh, estupendo. Escúchame bien, a ese boucca, lo quiero lejos
de
mi casa, o no respondo de mis actos.
Sonny, sonrió.
¿Qué ocurrió? ¿Te dejó plantada durante una cita o algo así?
Cállate le ordenó Tyff . ¿Y qué has venido a hacer aquí, si puede saberse?
Voy a llevar a Kelley, a algún lugar seguro dijo . Y después volveré a por el kelpie.
Por encima de mi hermoso cadáver.
La Novena Noche.jpg
No tengo ninguna intención de hacerle el menor daño. Pero debo devolverlo al Otro
Mundo. Le contó lo de la Cacería Salvaje, y vio que se ponía blanca como el papel.
Bien, no creo equivocarme si digo que, en mi ausencia, las luchas por el poder, l
as
puñaladas por la espalda y las intrigas políticas, han alcanzado cotas insospechadas
en el
Otro Mundo comentó Tyff, agarrotada por la ira . Esto excede todos los límites.
Así es coincidió Sonny . Los excede en mucho.
¡Odio las Cortes! vomitó ella . ¿Por qué no se olvidan ya de todas esas intrigas
homicidas?
Ojalá lo supiera dijo Sonny, comprensivo, pues las había sufrido en sus propias
carnes. Sin duda, Tyffanwy, había sentido el temor y el odio hacia el reino de su
señor y
su gente de un modo muy similar al suyo. Durante un breve instante, se le pasó por
la
mente, que quizá, sólo por una vez, podrían aparcar sus diferencias y actuar como
aliados. Tal vez ella lo ayudara.
O, más probablemente, tal vez ayudara a Kelley.
De modo que, les propuso un Plan.
Le pregunté a Cait, otra de los Janos, por el encantamiento. Ella sabe de magia, y
supone que debería tener nueve veces nueve talismanes. Ochenta y uno en total. Yo
tengo tres, lo que significa que deben quedarle setenta y ocho cuentas.
¿Y no puedes arrancárselas sin más? ¿Como las que encontraste en el lago? le
preguntó Kelley.
No sé por qué, pero me da la sensación de que Buena Suerte, no se lo tomaría
demasiado bien. Por más manso que lo veas, una coz con esas pezuñas, resultaría
mortífera.
¿Y si se las cortamos? sugirió.
No se puede. Fue Tyff, la que respondió, y lo hizo con voz neutra . Porque sería
hacer trampa, ¿verdad, Jano?
Tyffanwy, tiene razón, Kelley. Con esta clase de magia es peligroso intentar... bue
no,
hacer trampa. En esto no hay atajos, nuestra única esperanza, pasa por deshacer to
dos
los nudos. El hechizo tiene que eliminarse por completo porque, si no, existe la
posibilidad de que mantenga su poder.
Se volvió hacia Tyff, implorante.
Te odio le dijo ella, clavándole la mirada.
¿Y qué sucede si se le quitan todos los talismanes? preguntó Kelley, impaciente,
desde el sofá, donde seguía sentada y, desde donde presenciaba las negociaciones.
La Novena Noche..jpg
A partir de ese momento respondió Sonny no debería suponer ninguna amenaza. Ya
no podrá convertirse en el Caballo Ruano, de la Cacería.
Se convertirá de nuevo en un kelpie normal de jardín.
Kelley, se mostraba escéptica.
Como te he dicho, no creo que Buena Suerte, sea muy normal, ni siquiera como kelp
ie.
Sonny, le sonrió . De hecho, es el monstruo más dulce que he conocido en mi vida.
Creo que debiste de transmitirle parte de tu naturaleza, cuando lo rescataste.
Kelley, lo miró.
¿Acabas de decir que soy dulce?
Tal vez...
Eh, vosotros dos, ¿por qué no os vais al dormitorio? dijo Tyff, con cara de asco y se
dirigió al armario del baño. De él extrajo un peine de púas largas y varios cepillos, y
con
ellos en la mano observó los adornos potencialmente mortíferos de Buena Suerte.
Gracias, señora Tyffanwy dijo Sonny, con verdadera gratitud y respeto, y con una
sensación de alivio en el pecho. Dispondría de tiempo. Kelley, estaría a salvo, él podría
llevarse al animal al Otro Mundo, sin temor y la Cacería Salvaje seguiría adormecida
.
Te odio, Sonny Flannery le respondió Tyffanwy.
No te olvides de mantenerle mojadas las pezuñas. Al menos, hasta que le desates tod
os
los amuletos.
Te odio.
Todos. Los de la cola también. Son setenta y ocho en total. Yo regresaré tan pronto
como pueda le prometió . Kelley... Se volvió hacia la muchacha . Deberías
prepararte, nos vamos.
¿Qué? ¿Dónde? preguntó, mientras parpadeaba de asombro.
A un lugar más seguro. Si no te importa.
Pero si es casi de noche. ¿No estás... ya sabes... de servicio?
A mí eso también me intriga, Jano intervino Tyff, que seguía sentada en la bañera,
intentando deshacer un nudo . Estamos en plenas Nueve Noches. ¿No estás demasiado
ocupado como para salir con chicas?
A su lado, Kelley, se puso muy recta y chasqueó la lengua, desdeñosa.
Ya te lo he dicho, me la llevo a la Green, por lo que no franquearé las Puertas. O
sea,
que seguiré .de servicio..
No puedo creer, que vayas a llevarla a Central Park comentó Tyff . Precisamente esta
noche.
Conmigo estará a salvo.
Eso es lo que tú te crees replicó Tyff, mirándolo fijamente durante largo rato,
evaluándolo, hasta que pareció llegar a una conclusión sobre él.
¿Kelley? Insistió Sonny, haciendo caso omiso de los ojos críticos de Tyff . ¿Por qué
no te vistes?
Ponte algo bonito dijo su compañera de piso, volviéndose de nuevo hacia Buena
Suerte -. Espera, no, claro, tú no tienes nada bonito. Bajó el peine . Te dejaré algo
mío.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
VEINTINUEVE.
No era la primera vez que comía en la conocida taberna de Central Park. Durante su
primera semana en Nueva York, su tía Emma, había venido a la ciudad algo raro en
ella, pues la detestaba , y la había llevado a cenar allí. El interior, era un laberin
to de
salones con espejos, vidrieras de estilo rococó, cornamentas de ciervo colgadas de
las
paredes y murales con motivos de cuentos de hadas. La sala principal era un cena
dor
con cristaleras decorado con un caprichoso surtido de lámparas de araña de todos los
La Novena Noche.jpg
colores y tamaños, que fragmentaban la luz en arco iris que bailaban por las pared
es,
pintadas con castillos de nubes y caballos alados.
En el jardín, todos los arboles estaban adornados con ristras de bombillas diminut
as, y
de las ramas colgaban guirnaldas de farolillos de papel. Los arbustos que rodeab
an el
patio, estaban podados y recortados con formas de seres maravillosos: un caballo
rampante, una sirena, e incluso haciendo gala del característico sentido del humor
neoyorquino un King Kong enorme.
En aquella primera ocasión, todo le había parecido fantástico.
En aquella primera ocasión.
Pero esa noche, Kelley, sabía que le aguardaba algo infinitamente más fantástico. Entr
e
otras cosas, porque en el aparcamiento no se veía ni un solo coche. Sí había, en cambi
o,
un anticuado carruaje de cuatro caballos, que parecía sacado de la Cenicienta de W
alt
Disney.
Sonny, se apeó de la calesa y la ayudó a bajar para que no trastabillara no estaba
acostumbrada a llevar zapatos de tacón y no estropeara el vestido de Tyff. Él, radian
te,
le ofreció el brazo, que ella aceptó. Kelley, apartó la mirada, algo ruborizada y, al
hacerlo, se percató de que el portero, con su sombrero de copa verde y su chaqueta
de
frac larguísima, no llevaba pantalones. No le hacían falta, pues por debajo de los
faldones de la casaca se adivinaban unas piernas anchas, cubiertas en su totalid
ad por un
pelaje marrón, y rematadas por unas pezuñas finas y duras.
Señor Flannery saludó a Sonny. Kelley, se dio cuenta de que arqueaba una ceja
saturnina al Jano, como si le preguntara algo sin palabras . ¿Cuánto tiempo hacia que
no honraba la casa de Herne con su visita? ¿Y la dama...?
La dama es mi invitada. Y deseo que se la atienda excepcionalmente bien. Es...
importante para mí. Para todos nosotros, de hecho.
En ese caso, será bienvenida, por supuesto dijo el fauno, quitándose el sombrero para
saludarla. Kelley, tuvo que hacer esfuerzos para no mirar fijamente los cuernos
diminutos y curvados que le nacían junto a las orejas peludas.
El curioso portero hizo un gesto para que franquearan la puerta principal, que s
e abrió
de par en par cuando se aproximaron.
¿Ha dicho .la casa de Herne.? susurró Kelley, mientras subían los peldaños.
Así es atronó una voz desde debajo del pórtico . Yo soy Herne. Bienvenida a mi
local.
Señor. Sonny, se postró ante la figura imponente que se alzaba ante ellos.
Kelley, boquiabierta, también le dedicó una respetuosa reverencia, dando gracias en
silencio por el cursillo de ballet que había tomado en la escuela de teatro. Herne
, estaba
exactamente como lo había contemplado durante la visión con Sonny, cual un dios
sacado de un libro de leyendas celtas.
Herne, llevaba una túnica verde sin mangas, que caía formando pliegues hasta el suel
o
y que se mantenía en su sitio, gracias a una gruesa cadena de oro que le rodeaba e
l
pecho, desnudo y musculoso. Los calzones eran de piel oscura y, como carecían de
dobladillo, se deshilachaban al llegar a los pies descalzos. Lucia pulseras de o
ro macizo
y un collar del mismo metal. Llevaba el cabello peinado hacia atrás y, a ambos lad
os de
la cabeza, unos cuernos de venado formaban un arco sobre el complejo tocado que
le
cubría la frente. Sus ojos se iluminaron como fuegos, cuando dio un paso al frente
para
recibirlos.
Sonny, no podía dejar de observar a la muchacha radiante que lo acompañaba, y que se
inclinaba ante él, en señal de respeto. Juntos, entraron en la Taberna de Herne.
Sonny, se llevó al Cazador a un aparte y le habló en murmullos de la verdadera
identidad de Kelly, mientras la vigilaba por el rabillo del ojo. Ella iba mirand
o los
distintos rincones de la estancia y a la gente, de aspecto normal, que pululaba
alrededor.
Eran seres insustanciales, casi sombras: señoras con bolso y zapatos de tacón, hombr
es
vestidos con traje y corbata, que comían y conversaban en mesas ocupadas por hadas
de
alas vegetales y selkies de piel plateada y ojos grandes y oscuros, entre otros
muchos
seres que habitaban el país de los duendes.
¿Están aquí de veras? le preguntó a Sonny, cuando volvió junto a ella, señalando en
dirección a una pareja joven, borrosa, que por su aspecto parecían turistas.
Casi. O, mejor dicho, somos nosotros los que estamos casi. La Taberna de Herne y
la
de Central Park, ocupan prácticamente el mismo lugar, sólo que en mundos ligeramente
distintos.
¿Estamos en el Otro Mundo?
No. Éste es un lugar separado de cualquier otro reino. Una especie de refugio segur
o,
creado por Herne, en el que pueden reunirse sin temor las hadas y los duendes pe
rdidos,
tanto los que cruzaron como los que, al igual que Tyff, quedaron atrapados o dec
idieron
quedarse cuando las Puertas se cerraron. Seguimos estando en el parque, pero est
o es...
una especie de terreno sagrado. Supongo que podría llamarse así. Un santuario.
Significa, que los Janos, no pueden hacernos nada aquí aclaró una muchacha etérea,
que apareció de pronto junto a Sonny. Tenía la piel del color de las hojas nuevas y
sostenía en la mano un arco muy fino . Aquí no pueden matarnos.
Vamos, Carys la regañó Herne, con dulzura, acercándose a ellos . No me gusta que te
muestres poco respetuosa con nuestros invitados.
No era mi intención, señor se excusó ella, aunque su expresión no ofrecía duda, de en
qué estima tenía a los Janos.
Yo no me he sentido ofendida dijo Kelley, convencida, a cercándose a él y
apoyándole una mano en el hombro . Entiendo que la de Sonny, no es la profesión más
admirada entre los de vuestro pueblo. Y también comprendo que, para empezar, él no
sería lo que es si vuestro pueblo no lo hubiera raptado y lo hubiera separado de s
u
mundo. Mientras cumplía con su obligación, me salvó la vida, y seguramente también la
de muchos otros, amenazada por una criatura a la que creo que vosotros llamáis Per
ro
Fantasma.
Carys, abrió más los ojos y Herne, frunció el ceño.
¿los perros fantasmas han franqueado las Puertas? preguntó.
Sonny, carraspeó.
La Novena Noche.jpg
Sólo uno, señor, hasta donde yo sé.
Un heraldo murmuró el Cazador.
Espero que no. Los Janos, hacen todo lo posible para que la cosa no vaya a más. Per
o
Oberón, cree que alguien, tal vez la mismísima reina Mabh, está intentando despertar a
vuestros antiguos compañeros, señor.
¿Con qué intención?
Sonny, posó la mirada en Kelley, que seguía a su lado.
El perro fantasma, perseguía a Kelley. Creo que ella es la presa de la cacería.
En ese caso, corre grave peligro declaró Herne . Y no es la única. Los integrantes de
la Cacería Salvaje, no se conforman con una sola presa. El mundo de esta dama y el
la
misma, se encuentran en una situación delicadísima.
Por eso la he traído aquí.
En ese caso, yo, personalmente, velaré por su seguridad.
Gracias, señor.
Herne, les hizo un gesto para que salieran al patio. Fuera había música, y en el cie
lo las
nubes, altas y finas, se alargaban como cortinas de encaje. Kelley, ahogó un grito
al
constatar que las bombillitas que decoraban los árboles, no eran sino hadas lumino
sas:
miles de seres diminutos, alados, que revoloteaban entre las ramas.
Tengo que irme pronto, para llevar a Buena Suerte, junto a Mabh dijo Sonny . Pero
antes, quiero enseñarte un poco todo esto. No tienes por qué preocuparte, te encuent
ras
bajo la protección de Herne. Él sabe quién eres y es el guardián más poderoso al que se
me ocurre confiarte. Además, este lugar debería bastar para mantenerte a salvo.
¿Incluso de la Cacería Salvaje?
No te preocupes por eso.
No has respondido a mi pregunta. Estás evitando responderme.
Sonny, le sonrió, ignorando la mirada asesina que ella le lanzaba.
Vamos, te enseñaré el lugar.
En el rincón, que en el mundo de los mortales correspondía al seto con forma de King
Kong, había una criatura imponente, cubierta de hojas, agazapada. Enredaderas y to
do
tipo de vegetación ascendían por el gigante, trepando sobre la hiedra verde de su ba
rba,
creciendo como hierba de marisma sobre la inmensa extensión musgosa de cabeza y
hombros
El Hombre Verde le explicó Sonny, con gran respeto . Es un espíritu antiguo, más
viejo que todo esto. El Hombre Verde, lleva más tiempo en los mundos, que el puebl
o
de los duendes y las hadas. Es el alma del mundo natural. Y, de vez en cuando, l
e gusta
tomarse un buen whisky añadió Sonny, bajando la voz . Según dicen, Herne, posee
una bodega excelente.
El Hombre Verde, le guiñó un ojo a Kelley, y alzó una taza inmensa de arcilla. Sonny,
divertido, vio que ella le sonreía con timidez y saludaba al viejo dios, moviendo
un poco
los dedos de una mano. Lo dejaron atrás y se dirigieron a una fuente en que la músic
a
seductora del agua se fundía con el tintineo de unas risas. Entrevieron brevemente
el
destello de una cola larga de pez, en la que brillaban todos los colores del arc
o iris.
¿Eso era una sirena? preguntó Kelley, acercándose al borde del estanque.
Sonny, le puso una mano en el brazo.
La gente del agua es... tramposa. Peligrosamente impredecible.
Creo que vi una murmuró Kelley . Una sirena, digo. La noche que rescaté a Buena
Suerte del lago.
Sí, era una sirena confirmó Sonny, haciendo esfuerzos por no sonar resentido . Se
llama Cloe. Te salvó la vida.
En ese caso, debería conocerla y darle las gracias.
La Novena Noche..jpg
No, lo que debes hacer es mantenerte lo más lejos posible de ella replicó él,
apartándola de la fuente.
Se acercaron a una banda de duendes músicos, y Sonny, sonrió al ver que Kelley,
empezaba a moverse al ritmo de aquella música ultraterrena. Ah, su Polvorilla. Se
daba
cuenta con dolor de que, muy probablemente, no seguiría siendo .suya. por mucho
tiempo. No si decidía aceptar su verdadera identidad. Si se investía con el manto de
princesa de las hadas, como ella misma había dicho antes, en el carruaje. Se trata
ba de
una decisión que implicaba unas consecuencias desconocidas para él. Sonny, había
llegado a una conclusión: fuera cual fuese la decisión final de Kelley, pudiera él
acompañarla o no en su viaje, no pensaba malgastar el tiempo que les quedara.
Se volvió hacia ella y le tendió la mano.
Asombrada, ella observó la palma extendida, antes de mirarle de nuevo a los ojos.
Sonny, estaba seguro de que haría cualquier cosa, de que entregaría cualquier cosa,
a
cambio de lograr que aquellos ojos verdes brillaran. Le dedicó una lenta y prolong
ada
reverencia, y alzó la cabeza para contemplarla. Ella le dedicó una sonrisa.
¿Me concedes este baile, Kelley? le preguntó.
Y sintió que el corazón le daba un vuelco cuando ella lo tomó de la mano.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
TREINTA Y UNO.
Éste no es mi sitio, Sonny susurró, con los sentidos embriagados por las visiones y
los sonidos que la rodeaban . Mira, mira a esta gente...
Un grupo de hadas buenas, oscilaba al ritmo de la música, que era de una belleza
sobrenatural. Kelley, se sentía como una de las hermanastras de Cenicienta, en el
baile.
Sabía que sus pies enormes, nunca encajarían en el zapato de cristal, y no comprendía
por qué el apuesto príncipe, seguía bailando con ella. Sonny, no decía nada, pero ella
sintió que le pasaba las manos por los hombros, por la nuca.
Una vez allí, le desabrochó el collar y se lo quitó.
Mi Polvorilla susurró.
Y entonces, Kelley, perdió momentáneamente la visión, pues un resplandor iridiscente
surgido de ella, inundó todo el espacio. Alrededor, todo el brillo de aquellos due
ndes y
aquellas hadas pareció amortiguarse y parpadear, antes de reproducir la luminiscen
cia
que emanaba de ella, como lunas que reflejaran la luz del sol.
Los ojos grises de Sonny, brillaban de orgullo... y de algo más. Kelley, al verlos
, sintió
que una emoción desconocida le inundaba el corazón.
Se notaba crecida. Creía medir más de tres metros. Incluso, era más alta que Sonny.
Para mirarlo debía bajar la vista. Volaba, o al menos flotaba a más de un palmo sobr
e el
suelo. Ahogó un grito y pataleó, pero aún se elevó unos centímetros más por los aires.
Sonny, alargó un brazo y la agarró por el codo, antes de que se alejara flotando. El
la,
giró la cabeza a ambos lados y vio que, junto a los hombros, parecían haberle salido
dos
alas delicadas y a la vez muy resistentes. Eran etéreas, casi fantasmagóricas y,
resplandecían de luminosidad e iridiscencia, como las de las libélulas.
Herne, agachó la cabeza y, con ella, la cornamenta que la remataba, en señal de resp
eto.
En torno a Kelley, los habitantes de los reinos feéricos, se arrodillaban y se pos
traban,
sonrientes.
Ella se ruborizó y sintió que sus alas temblaban y perdían fuerza. Regresó al suelo.
Sonny, la recogió en sus brazos y ella se abrazó a él.
Tendrás que practicar un poco le susurró al oído, mientras le abrochaba de nuevo el
collar. Al instante, su brillo menguó, aunque sin apagarse del todo. La música recob
ró
su fuerza, y ellos dos se abrazaron y siguieron bailando.
La Novena Noche..jpg
Más tarde, cuando ya se habían sentado y observaban a los demás deslizarse por la pist
a
de baile, Sonny, se sobresaltó, como si de pronto hubiera recordado algo, y se pus
o a
buscar en su mochila de piel. De ella, extrajo unos papeles arrugados, sujetos p
or unas
palomillas metálicas.
¡Mi texto! exclamó ella . Estaba segura de que me lo había robado Bob.
Sonny, se echó a reír.
Según me dijo, lo de robar se le da fatal. Lo siento. Mi intención era devolvértelo.
Pero, con tantas emociones, se me olvidó, supongo.
Ella lo cogió y se lo apretó contra el pecho, como si de un tesoro se tratara.
Gracias, aunque supongo que ya no voy a necesitarlo.
¿Ya te sabes tus réplicas?
Ella ahogó una risita.
Teóricamente, sí. Pero seamos sinceros, Sonny, estoy a años luz del Teatro Avalón.
Tengo la sensación de que, al menos por el momento, no volveré a llevar mis alitas d
e
gasa.
Sonny, se puso en pie bruscamente.
Acompáñame dijo, tomándola de la mano .Hay algo más que quiero mostrarte antes
de irme.
La condujo por un pasillo forrado de paneles de roble, que iba transformándose a
medida que avanzaban, hasta que se vieron caminando bajo una arcada verde y
frondosa, una especie de túnel vegetal.
¿Dónde estamos? le preguntó Kelley.
Creo que este lugar, es algo así como la pared que aparece en tu obra de teatro. Sí,
esa
pared con la grieta por la que Príamo y Tisbe, pueden verse y hablar. La Taberna d
e
Herne, se encuentra en el punto más alto del Otro Mundo, es como una especie de
burbuja suspendida, que se balancea entre las tierras feéricas y la llanura de los
mortales. Es el único lugar en todos los mundos, en el que los dos reinos se encue
ntran
y se funden.
Cuando abandonaron aquel entoldado de follaje, Kelley, se encontró ante una orilla
boscosa, bañada por unas aguas mansas, de débil oleaje. Sonny, le señaló algo que
quedaba frente a ellos, y allí, al otro lado del lago sereno y silencioso, se alza
ba una isla.
A Kelley, en un principio, le pareció que las ramas de los árboles estaban cubiertas
de
nieve. Pero incluso desde esa distancia, le llegaba, por encima de las aguas, in
móviles
como un espejo, el olor de los manzanos en flor.
Hasta aquí podemos llegar dijo Sonny . Si avanzamos más, nos arriesgamos a
perdernos, tal vez, en el Otro Mundo. Pero quería que vieras este lugar.
Es muy hermoso. ¿Qué es?
Un lugar de leyenda. En los cuentos se conoce como Avalón, lo mismo que tu teatro.
No está tan lejos, ¿no te parece?
Kelley, observó la isla lejana y suspiró.
Oh, Sonny este lugar está lleno de maravillas. ¿Por qué, entonces, me entristece tanto?
En el parque, Sonny, constató con horror, que había un montón de gente disfrazada
paseando por los caminos. A lo lejos, divisaba el castillo Belvedere, iluminado
en tonos
anaranjados y rojos. Algún millonario excéntrico, habría decidido dar una gran fiesta
de
Halloween, en el parque.
Se guió por su percepción de jano, para encontrar el punto exacto, en el que aguarda
ban
las acólitas de Mabh.
Mientras recorría los senderos oscuros, tirando del kelpie, plácido e invisible, sen
tía una
punzada de culpabilidad.
La pobre criatura, desconocía el destino que le aguardaba.
Y, si lo conocía, se dirigía hacia él con una nobleza inconcebible en un animal. Allí
mismo, reiteró la promesa que le había hecho a Kelley: exigiría protección para Buena
Suerte.
La Novena Noche..jpg
Mentalmente, percibió a tres arpías sobrevolando las inmediaciones.
Se asomó a un claro circular junto a Turtle Pond, el estanque de las tortugas, pre
sidido
por la inmensa estatua de un rey polaco montado a caballo. Mucho más arriba,
suspendidas en el aire, distinguió a las arpías, que volaban en círculos como buitres
malévolos.
Eliminó el velo que ocultaba a Buena Suerte y, éste apareció resplandeciente a su lado
.
Sonny, abrió la boca para llamar a las arpías pero, de pronto, sus sentidos de jano,
emitieron un aviso de alarma. Cerca de donde se encontraba, empezaba a abrirse u
na
grieta.
Cerca. Muy cerca. Justo delante de él...
Dio un paso atrás y se colocó en posición de lucha.
¡Crac!
No se trataba de una hendidura pequeña. La sacudida de la tierra al abrirse, hizo
que
Sonny, cayera al suelo de rodillas.
A su lado, Buena Suerte relinchó presa del pánico y retrocedió, levantando las patas
delanteras. Sonny, percibió que la Guardia de Janos, al completo, había sido alertad
a y
supo que quienes estuvieran disponibles acudirían, corriendo al lugar.
El cielo se ondulaba. Sonny, vio que la reina del Aire y la Oscuridad, en person
a,
acechaba desde lo alto de la estatua, que ocupaba como si de un trono se tratara
. Mabh,
aparecía recortada contra el cielo, flanqueada por dos espadas inmensas, que se
cruzaban. Por pura diversión, Mabh, había invocado a dos calabazas de Halloween y la
s
había ensartado en las puntas de las armas. Encendidas como antorchas, iluminaban
la
corte improvisada de Mabh, con su brillo siniestro.
Espero, que este encuentro os resulte conveniente, guardián dijo con voz lánguida .
Estaba ultimando unos asuntos con una dama de mi corte, y nos hemos retrasado un
poco.
A la luz mortecina de las calabazas, que hacían las veces de antorchas, Sonny, ent
revió
una imagen espantosa. De los dedos largos y ganchudos de Mabh, pendía Cloe, la
sirena, como una muñeca de trapo, inerte, sostenida de la mata de pelo enmarañado. L
e
salía sangre por la boca y por los rasguños de sus delgados miembros. Inconsciente,
gemía de dolor.
Mabh, mi señora dijo Sonny, haciendo esfuerzos por mantener la firmeza en la voz .
No sabía que vos... recorríais los caminos de los mortales.
Ah, qué diplomático dijo ella con voz susurrante . Qué encantador. Si te refieres a las
cadenas que Oberón, y esa bruja de Titania, me impusieron para limitarme a los
confines de mi reino, aquí siguen. Agitó un pie sin esfuerzo, y Sonny, vio el grille
te que
le ceñía el tobillo y una cadena plateada, que desapareció enseguida, en una grieta al
rojo vivo, que se había abierto en el cielo. Allí, donde el grillete tocaba la carne
, se
veían rozaduras y heridas abiertas . Todavía estoy atada, pequeño jano. Pero,
recuérdalo bien, no por mucho tiempo.
El mío es escaso, señora. Esperaba encontrarme, sólo con vuestras... emisarias.
Con mis arpías. La reina alzó la vista al cielo, pero las arpías de tormenta no se veían
por ningún lado . Deben de estar por ahí, martirizando a uno que otro noctámbulo,
supongo. No importa. ¿Has cumplido con la misión que te fue asignada?
Sonny, miró a Buena Suerte, antes de responder.
Por supuesto. Pero, primero, hablemos del deseo que debéis concederme.
Mabh, puso los ojos en blanco, como resignada. Sonny, pasó por alto ese gesto y
prosiguió con voz firme:
Os haréis cargo del animal y no le infligiréis ningún daño.
La Novena Noche.jpg
Mabh, entrecerró los ojos.
¡Osas llamar .animal., a mi preciosidad pelirroja?
Teniendo en cuenta, que vuestra .preciosidad pelirroja., posee un extraordinario
poder destructivo latente, prefiero no elevar su estatus y contemplar solamente
su
condición de .animal.. Optó por no informar a Mabh, de que el kelpie, había hecho
amigas, pues era un dato que podía usarse en contra de todos ellos. Sonny, seguía
expresándose con calculada frialdad; sin embargo, susurró entre dientes : Lo siento,
Buena Suerte. No te ofendas. ¿Qué decís entonces Mabh?
No me respetas protestó Mabh, esbozando una sonrisa maliciosa.
Para ser respetado, hay que respetar respondió Sonny, encogiéndose de hombros.
La reina de la Penumbra, soltó una carcajada alegre, que resonó como una campanilla.
¡Me caes bien! Eres un jovencito con carácter. Y yo que creía, que Oberón, te
malcriaría y haría de ti un niño blando... Muy bien. Te concedo el deseo. Y ahora
cumple tú con tu parte del trato. Entrégame a mi preciosa muchacha.
Sonny, desató la cuerda que Buena Surte, llevaba al cuello y, propinándole una
palmadita en el flanco, le hizo avanzar.
En realidad es un muchacho, por si os interesa saberlo.
Mabh, miró alternativamente al kelpie y a Sonny, hasta que, finalmente clavó en éste s
u
mirada furiosa.
A tus bromas, les falta un componente imprescindible, mi querido arrebatado. El
humor. Y ahora, dime, ¿dónde está mi hija?
Vuestra...
A Sonny, se le helaron las entrañas. Reprodujo mentalmente la escena que había vivid
o
con la arpía de tormenta en su apartamento, repasándola varias veces: .Este reino,
oculta algo que pertenece a Mabh. ¿Lo sabías?., le había dicho la arpía. .Quiere, que
le sea devuelto. Fue enviado aquí por error. Encuéntralo. La reina te concederá un
deseo..
Había cometido la torpeza, de inferir una conclusión de las palabras de la arpía. Había
dado por sentado, que la arpía se refería al kelpie perdido, y no se había molestado e
n
aclararlo.
Sonny, comprendió súbitamente, con claridad meridiana, que se había confundido desde
el principio. La que pretendía dar inicio a la Cacería Salvaje no era Mabh.
Sino Oberón.
Con la intención de asegurar, su permanencia en el trono del reino Maligno, el rey
de
los duendes y las hadas, estaba dispuesto a sacrificar a su propia hija. A su hi
ja... y a
Mahb. Y de paso, lograría que Sonny, le ayudara y echara la culpa a Mabh, del inic
io de
la Cacería Salvaje.
Una tristeza inmensa, se apoderó de él, pero al instante, se vio reemplazada por una
furia glacial.
Mabh, entrecerró los ojos verdes, resplandecientes, unos ojos que, de no ser por l
a
crueldad que expresaban, Sonny, habría reconocido al instante, pues eran idénticos a
los
de Kelley.
La reina se echó hacia delante.
Mi arpía te transmitió el trato, ¿no es así?
Crípticamente balbució el jano, apretando los puños y los dientes . Y con una manera
de expresarse precaria y ambigua.
Pero, tú te mostraste de acuerdo. Entonces y ahora.
No.
Y en lugar de traerme a mi hija dijo la reina de la Penumbra, esbozando una sonris
a
peligrosa , me traes un poni.
La Novena Noche..jpg
Yo...
Si tenías alguna duda, jano, se te pasó el momento de despejarla. Sus ojos emitieron
un breve destello.
Yo supuse que... dijo.
.Suponer., es peligroso.
Señora, la culpa es mía. Pero tiene que haber algo que...
El trato era sobre la chica.
No.
¿Dónde está? Susurró Mabh . No has respetado el pacto. Tienes que decírmelo.
N... no. Sonny, cayó postrado de rodillas y sintió que la cabeza se le iba hacia atrás,
como si alguien le tirara del pelo. Abrió mucho los ojos, a pesar de que su intenc
ión era
cerrarlos con fuerza.
Oh ronroneó Mabh, mientras penetraba en su mente desde su atalaya . Oh, esto es
maravilloso... Gracias a ti, pequeño jano, mi confinamiento va a terminar. Ya cono
ces
las reglas. Tu pacto incumplido, me concede el poder de tomar lo que me prometis
te y
no me has dado. Y, para eso, me va a hacer falta la libertad. Sonrió maliciosamente
, al
mismo tiempo que el grillete y la cadena que le rodeaban el tobillo, perdían consi
stencia
e intensidad, hasta convertirse en una llama plateada insustancial, y se cerraba
el
pasadizo abierto en el cielo . Gracias a tu encantadora incompetencia, podré ir y ve
nir
cuando me plazca. Podré entrar en la Taberna de Herne y obrar a mi antojo para
recuperar lo que no me ha sido entregado. Y, ya de paso, aprovecharé para sembrar
un
poquito la destrucción.
Se rió complacida.
Para Sonny, aquellas carcajadas, eran el sonido que marcaba el fin del mundo.
Esto ha salido mejor de lo que esperaba. Gracias por las molestias, arrebatado. N
o lo
olvidaré. Mabh, levantó una mano y rasgó el cielo para crear otra abertura en el aire,
que era como una herida.
Un instante, antes de que se colara por ella, varios integrantes, de la Guardia
de Janos,
irrumpieron entre los árboles, a unos diez metros de donde se encontraba Sonny.
¡Cloe! Gritó Sonny . ¡Mabh, perra! ¡Suéltala!
Cloe, gimió, y la reina de la Penumbra, pareció percatarse en ese momento, de que
sujetaba a la sirena por el pelo, a más de cinco metros del suelo. Y satisfizo el
deseo de
Sonny. La soltó.
Maddox, llegó casi a tiempo de recogerla. Sonny, torció el gesto, al ver que su cabe
za
rebotaba en el suelo.
Cuando su amigo le pasó un brazo por la cintura y la incorporó, la sirena se aferró a
su
manga y Sonny, oyó que murmuraba: .Yo no quería decírselo, pero él me amenazó con
quitarme la música..
Di, Cloe, ¿de quién hablas? le preguntó Maddox.
De Oberón. Y de la chica. La encantadora voz de la sirena, se había visto reducida a
un susurro . Mabh, se enfadó al descubrir que se lo había dicho... Según ella, Oberón,
quiere hacer daño a esa joven...
Tranquila...
Dile a Sonny... que lo siento...
La mano de Cloe, cayó, inerte, sobre la tierra.
Sonny, se abalanzó hacia la estatua, emitiendo un rugido.
¿Mabh quería pelea? Pues iba a tenerla. Sentía que el resto de la guardia avanzaba tra
s
él. Pero Mabh, acarició al caballo de la estatua y el animal de piedra relinchó y echó
hacia atrás su inmensa cabeza de bronce. El suelo tembló, como si se hubiera desatad
o
un terremoto y los janos, cayeron al suelo como muñecos. Se escuchó el chasquido del
La Novena Noche.jpg
metal. Por encima de sus cabezas, la figura de aquel rey remoto, descruzó las espa
das.
Las patas enormes del caballo se liberaron del pedestal y los guardianes se leva
ntaron
una vez más para unirse a la batalla contra aquella efigie de bronce y ojos
¡Feliz Halloween, chicos! Exclamó Mabh, desapareciendo de su vista . Me voy a
recuperar a mi hija.
La grieta del cielo, giró en espiral hasta cerrarse sobre sí misma, y una lluvia de
calabazas en llamas, cayó sobre la tierra.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
TREINTA Y TRES.
Tras caerse de bruces por tercera vez, Kelley, decidió quitarse aquellos ridículos z
apatos
de tacón, sin pensar en el frío ni en la gravilla del sendero. En la distancia se oían
más
gritos de terror, que surgían de gargantas humanas.
Corrió colina arriba y al llegar a lo alto, contempló un panorama que bien podría habe
r
pintado El Bosco: .demonios, torturando las almas de los condenados al infierno.
.
Los janos deben de estar desbordados repeliendo el ataque de Mabh, y sus secuace
s,
pensó Kelleym desesperada; además, las puertas del Samhain, se han abierto de par en
par, y nadie las custodia. Toda clase de horrendas criaturas del Otro Mundo, se
colaban
entre las grietas. Cualquiera, con la mala fortuna de encontrarse en el parque,
era cazado
y atormentado, por seres que nadie había imaginado jamás. Kelley, veía criaturas
recubiertas de púas, criaturas fieras, pálidas, huesudas y con ojos desproporcionado
s que
se internaban en el parque con malas intenciones.
Por todas partes, oía el sonido estridente de las sirenas.
Ni toda la policía de Nueva York, podría competir con aquel enjambre de monstruos;
incluso los cuerpos de élite, no serían más que alimento para aquellas criaturas mágicas
.
Debía hacer algo, y cuanto antes. Tenía que encontrar a Sonny. O, si no, debía encontr
ar
a la única persona con poder para ayudarla.
A medida que recobraba las fuerzas, la luminosidad regresó a su piel. Se concentró,
y el
resplandor menguó, al mismo tiempo, que dirigía hacia sí misma todo el poder del que
La Novena Noche.jpg
podía hacer acopio, y después lo soltó, forzando a su conciencia a ir en busca de su
padre.
Cuando la presencia de Oberón, apareció en su mente, sintió como si le hubieran echado
encima, una bola de nieve grande y dura. De pronto, supo dónde se encontraba; sólo
tenía que llegar hasta allí. Deprisa.
Medio avergonzada por tener que hacerlo, Kelley, se volvió y contempló brevemente la
s
alas brillantes, suspendidas a ambos lados de su espalda. Recurriendo únicamente a
su
voluntad, logró que se agitaran, cada vez con más fuerza. Notó que se elevaba sobre el
suelo y experimentó una sensación de triunfo. Pero entonces sintió que le fallaba la
concentración. Las alas se arrugaron y cayó hacia delante, hasta aterrizar de bruces
sobre las hojas caídas.
Mientras maldecía, se levantó y echó a correr.
La Novena Noche..jpg
La Novena Noche...jpg
TREINTA Y CUATRO.
¡Herne! Gritó Sonny, para hacerse oír por encima del estruendo . ¿Dónde está
Kelley?
Mirara donde mirara, la Green estaba destrozada, había cristales rotos y pedazos d
e
mesas esparcidos por los suelos de mármol. Con inusitada ferocidad, seguían luchando
reductos de duendes perdidos contra seguidores de Mabh. La sangre se encharcaba
sobre las baldosas, y los líquidos rojos y rosados se confundían con salpicaduras ve
rdes
y amarillas.
Sonny, llegó junto al Cazador, enfrascado en la batalla, que blandía una gran hacha,
describiendo con ella parábolas imponentes.
¿Dónde está Kelley? volvió a preguntarle.
¡La hemos perdido durante la batalla! respondió Herne, a gritos, para que Sonny,
pudiera oírlo . Ha salido corriendo hacia el parque Bajó el hacha y asestó un golpe
certero, a algo de aspecto macabro y furioso, que al momento quedó con la cabeza
partida por la mitad . ¡Ve a por ella! ¡Y encuéntrala, antes de que lo haga Mabh! ¡O de
que suceda algo aún peor!
Sonny, se giró en redondo y atravesó el patio a toda velocidad. Todos los janos esta
ban
ocupados con la violenta estatua del rey. Todos, excepto Maddox. Tras reunirse c
on él
en el patio y con Buena Suerte, pues el kelpie no parecía dispuesto a alejarse de él ,
Sonny salió en tromba por las puertas de la Green, seguido de cerca por sus
compañeros. En el aparcamiento desierto se detuvieron el tiempo justo, para que So
nny
orientara su percepción extrasensorial en dirección a la llama única que emitía Kelley.
Por aquí dijo, apenas la vio con el ojo de su mente.
La mecha de Polvorilla chisporroteaba con gran intensidad.
Le habría resultado imposible no verla.
Sonny, siguió corriendo hacia el sur, por el sendero que nacía en el aparcamiento, p
ero
antes de que él y Maddox, hubieran dado doce zancadas un roble que se alzaba frent
e a
ellos, cayó fulminado y se partió en dos.
Sonny, empujó a su compañero para apartarlo del camino, al mismo tiempo que miles
de astillas, afiladas como agujas, saltaban sobre ellos. El aire se onduló, y les
llegó un
penetrante olor a podrido. Buena Suerte, puso los ojos en blanco y abrió los ollar
es.
Un pequeño ejército de duendes fornidos, parecidos a trolls, rodearon a los dos jano
s y
al kelpie blandiendo hachas y lanzas. Eran los Gorras Rojas, así llamados por su
desagradable costumbre de empaparse las gorras con la sangre de aquellos a quien
es
degollaban.
Y tú que creías, que los malos eran los piskies gruñó Maddox, agazapándose a la
defensiva, junto a Sonny.
Uno de los Gorras Rojas, se lanzó contra ellos y Maddox, lo recibió con una llave de
yudo y una patada que estuvo a punto de arrancarle la cabeza. La lanza que porta
ba,
saltó de sus manos de pronto inertes, y Maddox, la recogió al vuelo. A su lado, Sonn
y,
extrajo sus bastoncitos de roble, fresno y arce y susurró el hechizo que los trans
formaba
en afilada plata. Buena Suerte, piafó con las patas delanteras y las traseras.
La Novena Noche.jpg
La batalla se intensificó, hasta que, inesperadamente, descendieron refuerzos del
cielo.
Fennrys el Lobo, surgido de la nada, dio un salto y se plantó en medio del fragor.
Tras
destrozar a dos Gorras Rojas, con sus propias manos, y con los ojos negros
embriagados de la locura de la guerra, se volvió hacia Sonny y le dedicó una sonrisa
enloquecida.
Maddox, y yo, abriremos camino. Móntate en ese maldito caballo y parte al galope,
muchacho.
Maddox, asintió. Sonny, se subió a la grupa de Buena Suerte, y el kelpie atravesó el
pasillo abierto por Maddox, y el Lobo.
Gracias a los dioses, Tyffanwy, se había ocupado de quitarle todos los talismanes.
Sin
ellos no habría habido Caballo Ruano, que montara el Jinete, y Sonny, había podido
hacerlo sin temor a desencadenar la Gran Cacería.
La velocidad del caballo, le iba a resultar muy necesaria para encontrar a tiemp
o a
Kelley, antes de que Oberón, o Mabh, llegaran a ella. Mientras Buena Suerte, remon
taba
velozmente una colina, Sonny, vio el tiovivo de Central Park recortado contra el
cielo a
la pálida luz de la luna. Una única nota desgarradora surcó el aire inmóvil de la noche.
Las notas del cuerno de guerra, llegaron hasta Kelley. Sin dejar de correr, se t
apó los
oídos con las dos manos y cerró los ojos. No tardó en tropezar con el cuerpo que yacía
en el sendero de gravilla: una aparición ensangrentada, de ojos desbocados.
Era Bob.
Al boucca, le faltaba el aire. Se diría, que había acudido desde el teatro corriendo
como
un loco. Alargó un brazo en dirección a Kelley, e intentó hablar, pero era como si una
s
manos invisibles le oprimieran la garganta y le cubrieran la boca. La muchacha,
instintivamente, supo qué le sucedía: no era sólo que a Bob, le costara respirar, sino
que
estaba hechizado.
Se esforzaba por decir algo, pero no le salían las palabras. En las comisuras de s
us
labios verdes, rezumaba una espuma rosada.
De pronto, como si las palabras de Shakespeare, tuvieran vida propia, balbució una
cita
que correspondía a un fragmento de la obra.
.De aquí para allá, de allí para acá cantó, torciendo el gesto a causa del esfuerzo,
que le costaba llevar aquellas frases más allá de sus dientes apretados . Soy temido e
n
todas partes. Duende, aplícales tus artes. Bob, señaló detrás de él, con dedo
tembloroso . Soy temido en todas partes. Duende aplícales tus artes..
Kelley, quería ayudar al boucca, pero se descubrió mirando más allá del lugar, en el que
Bob, se retorcía de dolor, en dirección al camino, a lo alto de la colina... al tiov
ivo.
Una energía oscura y brillante chisporroteaba y bailaba sobre los contornos del ca
rrusel.
Las puertas de seguridad, cerradas a cal y canto durante la noche, se ondulaban
como en
un espejismo y se desvanecían. Unas luces fantasmagóricas se movían y jugaban en las
sombras oscuras bajo el techo del carrusel, sobre el que se cernían nubes de torme
nta. A
lo lejos, en la distancia, Kelley, oyó el aullido de lo que parecía una jauría de perr
os
fantasmas.
Presa del pánico, sólo pensaba en esconderse. En volverse invisible.
¿No le había asegurado Sonny, que podía hacerlo?
Los aullidos le llegaban con más fuerza.
Kelley, rodeó a Bob, con los brazos y deseó con todas sus fuerzas, sus fuerzas
desesperadas, aterradas, poder desaparecer. Bajó la vista y vio que los ojos verde
s y
pálidos del boucca, se abrían mucho, antes de desaparecer... junto con ella.
Kelley, oía la respiración entrecortada de Bob, notaba sus extremidades temblorosas
en
contacto con su piel. El esfuerzo que le había supuesto realizar aquel hechizo era
tal
que, por un momento, pensó que iba a desmayarse. La oscuridad amenazaba con
abatirse sobre ella, pero Kelley, resistía y aferraba con fuerza al duende herido.
Cuando pudo ver de nuevo con claridad, dirigió la mirada hacia el tiovivo, y la
advertencia de Bob, se le tornó de pronto clara diáfana.
El carrusel empezaba a moverse en círculos, envuelto en un humo espeso y brillante
. En
el aire, el magnífico caballo que antes era Buena Suerte, galopó hasta quedar
suspendido sobre él. Relinchó y piafó, mostrando dientes y pezuñas, sus largas
extremidades cubiertas de llamaradas. En la grupa, el Jinete se mantenía erguido s
in
esfuerzo, a pesar de las cabriolas de su montura.
La Novena Noche..jpg
Kelley, sintió que le fallaban las fuerzas y que las lágrimas le resbalaban por las
mejillas. Durante un breve instante, el velo que tanto esfuerzo le había costado c
rear, se
desvaneció. La mirada del Jinete, se dirigió hacia ella, y sus ojos se clavaron en l
os
suyos un momento. Ella gritó su nombre: pero su expresión se mantuvo remota.
Gélida, despiadada.
Sonny...
La musiquilla alegre y ligera del tiovivo, se convirtió entonces en una cacofonía de
gritos de guerra, y Kelley, se echó hacia atrás, asustada. Observó con horror, que los
caballitos de madera del tiovivo se retorcían y cobraban vida, adoptando una apari
encia
terrorífica. Sus pesadillas se estaban convirtiendo en realidad ante sus propios o
jos.
Unos duendes cazadores, ávidos de sangre, surgían, vivos también, sobre sus grupas.
Los aullidos de los perros fantasmas, se oían cada vez más cerca.
Kelley, concentró sus escasas energías en la reconstrucción del velo de invisibilidad,
que apenas sabía cómo crear. Bajó la mirada y constató que Bob, se desvanecía una vez
más, al mismo tiempo que, la Cacería Salvaje iniciaba su andadura en plena noche.
Entonando sus terroríficos cantos de combate, los cazadores cabalgaban por el ciel
o al
encuentro de su jefe, el Jinete del Caballo Ruano. Se les unió una jauría de aullant
es
perros fantasmas, surgidos entre los árboles, que saltaron por los aires, abriendo
las
bocas muy cerca de los caballos. Kelley, miró de nuevo a Sonny. Una ráfaga de viento
,
agitó con violencia sus cabellos negros alrededor de aquel rostro hermoso, distant
e,
mientras con mirada frenética recorría el lugar en que la había visto hacía apenas un
instante, acobardada junto a Bob. Kelley, susurró su nombre, pero Sonny, miró a través
de ella sin verla. Frunciendo el ceño, airado, levantó la espada y aulló salvajemente,
sujetando las riendas de su fiero corcel.
Y así, ascendieron por un sendero en espiral que se elevaba más y más, adentrándose en
la tormenta, seguidos por los integrantes de la Cacería Salvaje.
Todo aquello era culpa de ella. Incluso, aunque no hubiera llegado a saber quién o
qué
era, todo lo que sucedía era a causa de ella. Cuando la partida de caza galopaba y
a
sobre las copas de los árboles y desaparecía de su vista, Kelley, se desprendió del ve
lo
que la hacía invisible. Le temblaba todo el cuerpo, por el esfuerzo realizado para
mantenerlo, aunque, hubiera sido sólo durante un tiempo tan breve. Acurrucado en s
u
regazo, Bob, seguía intentando respirar, incapaz de pronunciar ninguna palabra.
Desesperada, buscó el amuleto que había guardado en el bolso y se lo puso. Los jadeo
s
suplicantes del boucca, cesaron apenas la aureola protectora del talismán lo envol
vió, y
miró a Kelley, con ojos de agradecimiento.
¿Qué te ha sucedido? le preguntó, con un nudo en la garganta, emocionada al verlo
de nuevo recuperado.
Oberón... balbució entre toses roncas . Ha venido al teatro a buscarte y, no le ha
sentado bien que yo no quisiera decirle dónde estabas... He venido a advertirte.
Estábamos equivocados. La Cacería... No era Mabh. Era él. No quiere que regreses. Lo
que quiere es que desaparezcas. Que mueras.
Pero... ¡es mi padre!
Bob, intentó esbozar una sonrisa sardónica, pero el gesto quedó en una mueca de dolor.
El rey, posó la mano sobre la cabeza de Kelley, y susurró una palabra. De pronto, fu
e
como si la canción de poder de Kelley, pasara de melodía tocada con silbato, a música
sinfónica interpretada por una orquesta. Todo el parque se iluminó con su luz.
Luego, con la misma rapidez, se hizo el silencio. La oscuridad.
Kelley, cayó de rodillas, vacía. Demasiado vacía, incluso para llorar.
La piel de su padre, resplandecía con una luz que le pertenecía a ella, y sus ojos
mostraban una calidez, que hasta ese instante, no tenían. Kelley, contemplaba cómo
absorbía su don hasta apoderarse de él por completo. Entonces, la luminiscencia
menguó y sus ojos regresaron de nuevo a la oscuridad.
Está bien dijo ella al fin . ¿Cómo hago para parar la Cacería?
La Novena Noche..jpg
El rey la miró, tan distante de nuevo como una estatua de mármol.
Yo no puedo decirte cómo. Pero te he proporcionado los medios, con los que has de
poder llevar a cabo la misión. El resto deberás averiguarlo sola.
¿Qué?
Buena suerte, chiquilla.
Oberón, se volvió, dispuesto a irse.
Kelley, estaba furiosa.
Eres un auténtico hijo de perra, ¿lo sabías?
El asalto a sus sentidos, le resultó casi insoportable. El hedor del terreno panta
noso era
mareante, y el aire estancado se pegaba a sus brazos desnudos como una gasa moja
da.
Había aparecido en una especie de pesadilla. Sobre ella, unas ramas de árboles
desnudas, esqueléticas, se alargaban en el aire siniestro y unos espectros diminut
os,
semejantes a insectos, se lanzaban contra ella y revoloteaban alrededor de su ca
beza,
La Novena Noche..jpg
zumbando y piando en tonos agudos. Kelley, no les hizo caso y se abrió paso a través
del líquido espeso y fétido de aquel lodazal, en dirección a un saliente musgoso.
Alcanzó el borde, y sus dedos se hundieron en la superficie mullida, mientras luch
aba
por salir del agua turbia.
Algo invisible, se deslizó por su tobillo, y ella gritó y apartó el pie de la superfic
ie
viscosa, jadeando de cansancio y temor.
Se puso en pie, con temblor de piernas y contempló el paisaje siniestro.
La niebla, espesa, luminiscente, cubría las tierras pantanosas. El bosque, parecía
observarla con ojos invisibles, malévolos, como si fuera una intrusa.
Pero no lo era.
Por más horrible que le resultara aquel lugar, Kelley, percibía en él, una familiarida
d
que la perturbaba. Era casi como un regreso al hogar, si es que el hogar podía ser
una
casa encantada. Una parte de ella, pertenecía a aquel paisaje, y eso era lo que más
miedo
le infundía. Oyó ladridos no muy lejanos. Eran más perros fantasmas.
Y se dirigían hacia allí. Un terror visceral, se apoderó de ella y corrió para ponerse a
salvo, sin fijarse en las ramas espinosas, que le desgarraban la piel, ni en los
hoyos, que
amenazaban con hacerla tropezar cada paso. El aullido de los perros, se acercaba
cada
vez más, y oía el crepitar del sotobosque a su paso; le pisaban los talones. Desespe
rada,
alargó mucho los brazos y, tras arrojarse sobre unos matorrales espesos, salió en un
claro en el que la luna, alta, llena, derramaba su luz plateada sobre la alta hi
erba.
Los perros fantasmas, estaban a punto de darle alcance.
Intentó atraer el poder de su madre, invocar otro velo, hacer algo, cualquier cosa
, pero el
miedo le impedía concentrarse. Cerró los ojos y pensó en Sonny. Estaba ahí, en su
mente, bajo los árboles. Por el rabillo del ojo, a su espalda, entrevió un destello
blanco.
Se aferró mentalmente a esa blancura y la atrajo hacia ella.
En ese momento, tres perros enormes, entraron en el claro. Salivando, con ojos d
e un
carmesí encendido, la rodearon, convirtiéndola en una presa abatida. Kelley, estaba
segura, de que no se molestarían en esperar, a que algún cazador llegara, para cobra
rse
la pieza. Los poderosos músculos del perro que encabezaba la jauría, se tensaron, y
el
monstruo saltó hacia ella, gruñendo de rabia.
Kelley, cerró los ojos y se preparó para morir. Pero entonces, oyó chasquidos de hueso
s
que se partían, y el gruñido, se convirtió en un aullido de dolor. Abrió los ojos de nue
vo
y vio que el imponente Ciervo Rey, el venado blanco, levantaba por los aires el
cuerpo
inerte del primer perro y lo arrojaba contra un árbol, valiéndose de su gran corname
nta.
Los otros dos animales, se abalanzaron sobre el flanco expuesto del ciervo, que
bramó y
se encabritó, repeliendo el ataque de uno de ellos, al que ensartó con sus cuernos
mortíferos. Pero el otro, se le colgó de los cuartos delanteros con sus afiladas zar
pas y,
un reguero de sangre plateada, le recorrió el pelaje blanco, al mismo tiempo que,
las
patas se le doblaban.
Kelley, se puso en pie y gritó, desafiante.
Un destello de energía sombría, relampagueó en el lugar que ella ocupaba e iluminó el
claro, con luz añil. El perro, retrocedió y cayó al suelo, donde los pisotones mortífero
s
del iracundo Ciervo Rey, acabaron con su vida.
El venado volvió la cabeza hacia ella. Sus pezuñas brillantes, plateadas, estaban
manchadas de la sangre negra del monstruo, pero aun así, seguía siendo la criatura más
regia e imponente que Kelley, había visto en su vida.
La gran bestia pateó y resopló, mientras observaba todo con fuego en la mirada.
Kelley, alargó la mano y esperó a que se acercara a ella, presa de un leve temor, qu
e le
cerraba la boca del estómago. Si el venado no la aceptaba, no tenía más que mover la
cabeza para que aquellos cuernos, afilados como dagas, se clavaran en ella.
La Novena Noche.jpg
Pero el animal, le arrimó el hocico a la mano, con los ollares temblorosos y, a
continuación, bajó la testuz y se inclinó ante ella, doblando las patas con elegancia
para
que pudiera montarlo
Kelley, estuvo a punto de echarse a llorar.
Se subió a la grupa y se aferró a su crin espesa y blanca, y así siguió, mientras su nob
le
montura cabalgaba por el cielo, subiendo y bajando, aguardando, paciente, a que
ella
abriera otro resquicio en el aire con su poder, entre los dos reinos. Franqueó ent
onces la
estrecha abertura, y siguió su galopar en dirección al reino de los mortales y a la
Cacería
Salvaje.
Cuando aparecieron en el cielo de Central Park, Kelley, oyó a los duendes cazadore
s,
rugir como locos al ver al Ciervo Rey.
Allí estaba la presa. Una pieza digna de la Cacería.
Como ella esperaba, los cazadores abandonaron a los aterrados mortales y tiraron
de las
bridas de sus monturas para dar media vuelta y proseguir con la caza. Los perros
fantasmas, que los acompañaban aullaron enloquecidos y salieron disparados en su
busca.
Kelley, los conducía cada vez más arriba, alejándolos del mundo de los mortales, tanto
que, al bajar la mirada, vio que las nubes habían quedado atrás. Las patas del cierv
o se
agitaban veloces, las pezuñas pisoteaban el aire tenue, como si fuera el sendero
musgoso de un bosque, y Kelley, senda una emoción que jamás había experimentado,
mayor, incluso que la que había sentido cuando cabalgaba con los cazadores de Hern
e.
Tras ellos, siguiéndolos de cerca, el Caballo Ruano y su Jinete, ganaban terreno.
Una
flecha le rozó la mejilla, y Kelley, supo que se le agotaba el tiempo. Cuando Buen
a
Suerte y Sonny, estaban casi a su altura, Kelley, se encaramó sobre la grupa ancha
del
ciervo, y así, acuclillada, logró mantenerse en un precario equilibrio. Respiró
profundamente.
Esto, va a doler.
Abrió un resquicio en el sendero del Ciervo Rey.
Tiró de la crin plateada del animal, y éste se desvió ligeramente hacia la derecha,
instante que ella aprovechó para abalanzarse sobre el Jinete, al que hizo caer de
lomos
del Caballo Ruano.
Describiendo una parábola en el aire, lo último que Kelley, vio antes de iniciar la
caída,
fue que Buena Suerte, se levantaba y lograba colarse por la grieta de un salto,
y que
seguía encabezando la Cacería Salvaje, seguido por sus perros, que perseguían con furi
a
al venado. Toda la partida de caza se introdujo también por el resquicio, justo an
tes, de
que el Caballo Ruano, se transformara de nuevo en kelpie y que la abertura, se c
errara
en el cielo. Así, todos quedaron de nuevo en el reino de la reina Mabh.
Bien, pensó. Mabh, los creó, o sea que ya puede quedárselos.
Selló la rendija con un pensamiento y susurró:
Adiós, Buena Suerte.
Y entonces, Kelley, y Sonny, iniciaron la caída.
Caían como una piedra en la noche, precipitándose sobre la tierra.
Mientras giraban sin control, Kelley, buscaba en el interior de sí misma, la fuerz
a capaz
de salvarlos, el poder mágico de su madre. Pero la energía temible, que se había
apoderado de ella hacía unos instantes, había desaparecido, convertida en poco más que
un cosquilleo. Todo aquello era demasiado nuevo para ella. Y se sentía cansada. Se
precipitaban al vacío, y nada podría detener la calda. Un
La Novena Noche..jpg
Sollozo desesperado rasgó su garganta... Nunca imaginó, que las cosas fueran a termi
nar
así.
Notó que los brazos y las piernas de Sonny, se enroscaban alrededor de su cuerpo,
y se
dio cuenta de que él, que era humano y mortal, intentaba darle la vuelta en el air
e para
que, al llegar al suelo, fuera él quien recibiera el impacto. Con los brazos envue
ltos con
fuerza en torno a ella, Sonny, la acunaba contra su pecho. Ella le miró a los ojos
, del
color de la tormenta y vio que él le aguantaba la mirada, sereno, feliz. Aceptando
morir,
si así se salvaba ella, aunque las probabilidades fueran remotas.
¡No! Kelley, forcejeó para librarse de su abrazo . ¡Sonny! ¡No!
Por detrás de la cabeza del jano, distinguía ya la negrura del suelo implacable que
se
acercaba a toda velocidad a su encuentro.
Recordó su baile con Sonny. El la había llamado .mi
Polvorilla..
Cerró los ojos con tanta fuerza, que se le saltaron dos lágrimas, que se helaron en
sus
mejillas. Invocó la imagen de ese baile. Al principio no sucedió nada, sólo había un
vacío terrible, pero al poco tiempo, sintió un cosquilleo en la piel. Chispas eléctric
as,
sacadas del aire cargado, tormentoso, que los rodeaba, le subían y bajaban por las
extremidades.
El viento aullaba en sus oídos: el impacto contra la tierra, que les reventaría los
huesos,
se encontraba a apenas unos instantes. Kelley, se agarró a la camisa de Sonny, abr
ió los
ojos y vio que le sonreía con dulzura.
Menuda inútil susurró ella entre dientes . No puedes detener la caída.
Imaginó que su columna vertebral, era una mecha encendida, y mientras hacía un
esfuerzo tal que temió que los músculos y la carne se le desgarraran, pidió que la
pólvora explotara.
La espalda empezó a arderle con un fuego súbito, oscuro, y el grito de triunfo de Ke
lley,
rasgó el aire.
¡Sí, si soy capaz de volar!
El suelo, a escasos centímetros de ellos, resplandeció con un fuego repentino, en to
nos
púrpuras, al mismo tiempo, que a Kelley, se le desplegaban unas alas delicadísimas,
como del tul más fino, y, a la vez, lo bastante resistentes como para detener su c
aída y
hacerlos ascender a los dos de nuevo por los aires.
Por el rabillo del ojo, mientras volaba, vio que sus alas ya no eran plateadas.
Aquellos
accesorios con brocados, lustrosos, habín desaparecido, su padre se los había llevad
o.
Las que acababan de desplegarse a su espalda, eran como las de una mariposa exótic
a,
oscuras, chispeantes, como si una estrella añil hubiera estallado. El mundo a su
alrededor brillaba en tonos de amatista, bañado en el resplandor intenso, violáceo,
de
aquellas alas recién estrenadas.
Kelley, era una princesa, una princesa de las hadas.
Al desafiar al rey de los duendes, había aceptado su destino en las condiciones qu
e ella
misma se había impuesto.
En el rostro de Sonny, asomó una expresión de algo, que se parecía mucho al temor
reverencial, y Kelley, lo besó muy brevemente antes de que él tuviera tiempo de deci
r
nada. Entonces sintió que la abrazaba con fuerza, mientras seguían ascendiendo,
elevados por unas alas oscuras como la noche, brillantes como una estrella nueva
.
La Novena Noche.jpg
La Novena Noche...jpg
TREINTA Y SEIS.
Faltaba apenas una hora, para que se levantara el telón, y Kelley, tendría que estar
nerviosa. Pero se sentía más bien adormecida.
Noche de estreno. Un momento mágico. Su sueño de infancia alcanzado...
Pero nada de todo eso le importaba lo más mínimo.
Sonny, no estaba ahí para verlo. Se sentó frente al espejo del camerino, jugando,
ausente, con el cepillo del rímel y contemplando el desastre que había organizado,
cuando se le había caído el maquillaje sobre el tocador.
Del exterior, le llegaba la algarabía de los actores, de los tramoyistas tirando d
e las
cuerdas y el frufrú de los tutus al paso de las bailarinas. Oía los murmullos consta
ntes
de la gente, que seguía preguntándose por lo que había sucedido en Central Park,
aventurando teorías: incursiones de bandas callejeras, alucinaciones colectivas...
Las
especulaciones no tenían fin, a cuál más descabellada.
Al menos, todo aquel revuelo había servido para que la desaparición de Kelley, pasar
a
más desapercibida. Aún así, había tenido que invertir cuarenta y cinco minutos en
disculparse ante Quentin, para que éste, la readmitiera a regañadientes. Aunque, cla
ro,
es evidente que tampoco le quedaba otra opción.
Pero, ¿qué iba a suceder en el escenario?
A Kelley, no le importaba lo más mínimo. Ni siquiera el sonido del cuarteto de músicos
,
que afinaba sus instrumentos en el foso la alteró lo más mínimo.
Alzó la vista, al oír que llamaban a la puerta, que se abrió de par en par. El hechizo
que
Bob, se había hecho a sí mismo, cubría por completo los moratones que había recibido
de manos de Oberón.
Kelley, esbozó una sonrisa fugaz, al ver que el boucca, extendía el brazo y le entre
gaba
el collar con el trébol de cuatro hojas.
AGRADECIMIENTOS.
Me siento en sincera deuda de gratitud y afecto con mucha gente. Con Jessica Reg
el y
Laura Arnold, mi agente y mi editora, dos de las mujeres más admirables que he
conocido en mi vida: fueron ellas las que conspiraron hábilmente para que escribie
ra
este libro, y después se excedieron en el ejercicio estricto de sus obligaciones,
cuidándome mientras lo hacía.
Gracias a Jean Naggar, y al personal de JVNLA, por acogerme en su seno, así como a
l
maravilloso equipo de Harper Collins: a su directora editorial, Barbara Lalicki,
por su
inspirada visión y su apoyo; a Maggie Herold, mi estupenda correctora, por hacerme
parecer mucho más lista de lo que soy y a Sasha Illingworth, mi maquetadora estela
r,
por lograr que el conjunto tenga un aspecto espectacular.
DARKLIGHT
LESLEY
LIVINGSTON
Su temprana vocación
literaria y su creciente interés
por la mitología y el folklore
celtas la llevaron a estudiar un
máster en literatura inglesa. Su
amor por el teatro le animó a
fundar el grupo Tempest, que ha representado en numeras ocasiones obras de
Shakespeare.