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Mujeres en reclusión: asignatura pendiente.

En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer se retoma en diversos


foros la discusión y consiguiente ratificación de la reivindicación de los derechos de las
mujeres, diálogo que se genera tanto en las instituciones públicas como en las
organizaciones civiles y por ende retoman los medios de comunicación.

La equidad de género en los diversos espacios gubernamentales, el reconocimiento a las


mujeres que se dedican a actividades en el hogar, el mejoramiento de las condiciones de
trabajo para las mujeres, los múltiples feminicidios en Ciudad Juárez, Chihuahua que
vergonzosamente cada día aumentan en diversos estados de la República, la erradicación
de la violencia de género, el libre acceso a la justicia, la creación de diversas instancias
para la atención a la mujer en todos los niveles de gobierno; la lucha por mejorar las
condiciones de vida de las mujeres indígenas, de “amas de casa”, de sexo servidoras, de
mujeres en pobreza extrema, el reconocimiento del perjuicio que mujeres periodistas han
sufrido por parte de autoridades, entre otros temas forman parte de la agenda con visión
de género.

Sin embargo, existe un sector de la población femenil que se encuentra absolutamente


invisibilizado, y por consiguiente desaparece de ese ámbito de discusión, son las mujeres
que viven en situación de reclusión.

Sin pretender hacer una apología de la criminalidad femenina, debemos reconocer que la
cárcel también es un asunto de género. Cabe la aclaración que ésta es una situación que
prevalece no sólo en México, sino en la mayoría de los países del mundo.

Hablando de las mujeres que viven en un Centro de Readaptación Social en nuestro país,
en la mayoría de los estados son víctimas de toda clase de violaciones a sus garantías
individuales, toda vez que predomina en el sistema penitenciario la mentalidad de que “por
ser pocas no cuentan”. Asimismo, la sociedad en su conjunto impone a la mujer que vive
en ésta situación el estigma de haber transgredido la ley, pero sobre todo la moral. En el
imaginario colectivo no es posible concebir que una mujer delinca, por el contrario,
subyuga toda capacidad de decisión, acción y visión de ella misma, situación que se
agrava cuando se encuentra en situación de pobreza, ignorancia, violencia (familiar
principalmente) y peor aun, cuando se trata de mujeres que viven en zonas rurales o
marginadas, donde el control social por parte de la iglesia, familia y pareja repercuten en la
idea de que cuando una mujer comete un delito, es visto como un pecado y por
consiguiente debe compurgar su sentencia, (penitencia). En estas condiciones, es el
mismo entorno social el que las destierra de su mundo, situación que se recrudece aún
más cuando se encuentran en Centros de Readaptación que se localizan fuera de su
estado, ya que el olvido y el abandono se vuelven una práctica cotidiana, lo que da como
consecuencia que la constitucional “readaptación social” (expiación de las culpas) sea un
verdadero fracaso institucional.

El perfil de la mujer en reclusión es, en la mayoría de los casos recurrente no tienen


conocimiento de las causas que las han llevado a permanecer en reclusión; en muchos de
los ilícitos cometidos, existe la presencia de un hombre, -hijo, padre, pareja, hermano,
amigo…-, quienes obligan, convencen, seducen, o a quien se protege ya sea por afecto o
por ser víctimas de algún tipo de violencia (física, mental, emocional, moral), y sin o con la
voluntad se ven involucradas en hechos delictivos; o bien, aunque en el menor de los
casos, las mujeres que con o sin previa denuncia de violencia familiar cometen homicidio o
lesiones en contra de su agresor, situación límite que se presenta por la defensa de ella
misma pero primordialmente de sus hijos. Otras causas del aumento de los actos delictivos
cometidos por mujeres son la falta de empleo, o empleos mal remunerados, ya que hoy en
día la mujer se ha convertido en la proveedora de bienes en la familia, sea por abandono
de la pareja, por obligación con los padres o simplemente porque el dinero no alcanza para
solventar las necesidades primarias familiares. Cabe recordar que el mayor número de
delitos cometidos son básicamente los patrimoniales y contra la salud, principalmente en
su modalidad de transporte de drogas, tal es el caso de las llamadas “burreras”, mujeres
primordialmente indígenas, sin instrucción, en absoluta pobreza y que conforman último y
más vulnerable eslabón del narcotráfico.

Por otra parte, es un hecho que las mujeres que se encuentran en reclusión son las que no
contaron con el apoyo de la familia, ni con los recursos económicos para cubrir los montos
de la caución o sobrellevar un proceso. En cuanto a la imposición de las sentencias
también existe inequidad con respecto al hombre, esto es, en el supuesto que una mujer
cometa una conducta tipificada como delito, independientemente de su grado de
participación (autora material, intelectual, cómplice, etc.), generalmente recibe condenas
mayores a las que recibe el hombre por la comisión del mismo delito aún cuando su grado
de participación sea menor.

La mujer en reclusión, es más fácil de controlar, pese a ser más demandante que el
hombre, la mujer no causa conflictos que impidan la gobernabilidad de los centros y en
caso de realizar un motín, no lo hace con el fin de fugarse o causar daños al
establecimiento del centro, sino por demandar mejores servicios, primordialmente de
salud.

A lo anterior, debemos adunar que pese a que la mujer en reclusión es abandonada por la
familia principalmente por la pareja, padres, hermanos, (hombres), difícilmente ella
desatenderá a la familia, en algunos casos, cuando le es permitido vivirá con sus hijos en
prisión, en caso de tenerlos afuera, no se deslindará de su obligación de ser el sustento
económico, y realizará diversas actividades con el fin de proporcionarles lo que le sea
posible otorgar. Lamentablemente la capacitación para el trabajo (uno de los pilares de la
readaptación social) dirigida a las mujeres, se constriñe a actividades manuales más
terapéuticas que verdadera instrucción de oficios.

Cómo podemos observar la situación de la mujer en reclusión es desoladora, pero sobre


todo una deuda impostergable. Porque ella también tiene derechos los cuales deben ser
reconocidos e incorporados a la agenda pública. Sin ese reconocimiento, hablar de
equidad de género, seguirá siendo una falacia.

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