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HISTORIA DEL TRABAJO

Trabajo: Ocupación, tanto física como intelectual, que se realiza para otros o para
uno mismo, normalmente retribuida y que suele ser necesaria para subsistir.
Trabajar viene de un derivado del latín tripalium, que traducido al español se leería
tres palos, este hacía referencia a un método de tortura en donde se ataban a los
reos a unas vigas de madera, para ser sometidos a crueles castigos físicos y
finalmente incinerados. Se puede afirmar, que en su sentido más antiguo, el verbo
trabajo se utilizaba en el castellano para referirse a sufrimiento, no se tiene certeza
de como este término fue mutando en su escritura y en su significado hasta llegar a
la forma actual.

Por otra parte, encontramos que si trabajar era en el castellano antiguo estar afligido
y soportar penalidades, trebejar y trebejo significaban, en cambio, jugar, divertirse.
Trebejos eran los objetos que usaban para jugar los niños, o las bromas que se
hacían los adultos entre sí. Por lo cual podemos concluir de que la palabra trabajo
puede tener su originen en el sufrimiento o en el disfrute, y queda completamente a
discreción de cada quien darle el significado a esta palabra que representa una
actividad fundamental para el desarrollo y la dignificación de nuestra las
civilizaciones.
A lo largo de la historia, los seres humanos hemos ido modificando nuestros hábitos
y costumbres, utilizando la fuerza y el conocimiento para tratar de satisfacer
nuestras necesidades y mejorar nuestra calidad de vida. Este intento de superación
se realizó a través del trabajo y el empleo de recursos y energía, de forma tal que a
medida que se desarrollaba el trabajo, inevitablemente, se realizaba un intercambio
tanto con el medioambiente como con otros seres humanos. Pero al trabajar,

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además de modificar su entorno, un individuo también se modificaba a si mismo, al


vincularse de forma solidaria o conflictiva con otros individuos o grupos, por ejemplo.
En la prehistoria, los primeros humanos obtenían los medios necesarios para
subsistir en base a la recolección (frutos, raíces, miel, semillas, nueces, carroña).
Inicialmente usaban sólo sus manos para conseguir el alimento, posteriormente,
palos, estacas y piedras. A medida que fueron desarrollando sus conocimientos
incorporaron herramientas, palos y piedras con algún trabajo incorporado (cuchillos,
raspadores, punzones, armas de corto alcance), descubrieron el fuego. En este
momento, cuando el hombre pasa de recolector a cazador, es cuando se produce
una importante división social del trabajo: la asignación de funciones según la
condición sexual y la edad. En gran parte tiene que ver con las capacidades físicas
y con el cuidado de los niños. Mientras los hombres salían a cazar, las mujeres y
los impedidos físicamente quedaban a cargo de los niños y el fuego.
Posteriormente surgen los primeros asentamientos humanos y aparece la
agricultura, se desarrollan naturalmente instrumentos para facilitar esta labor
abriendo paso al desarrollo del nuevo oficio de la herrería. Con el trabajo del hierro,
la agricultura y la domesticación de los animales, cada vez era más necesario el
dominio de conocimientos más complejos y especializados. La división del trabajo
se hizo más compleja, de esta forma nació la diferenciación de grupos sociales
según su oficio. Esta nueva forma de organizar el trabajo tuvo sus consecuencias
en la sociedad. Nacieron jerarquías entre las distintas ocupaciones, las ocupaciones
de menor jerarquía eran las que requerían de un menor esfuerzo físico, como los
campesinos, mientras que las de mayor jerarquía eran las realizadas por los grupos
que se dedicaban a tareas religiosas y militares, quienes recibían muchos más
beneficios que los campesinos y artesanos.
Una de las divisiones más importantes del trabajo ha sido la separación de lo
intelectual con respecto al trabajo manual, es decir la división entre quienes planean
y quienes ejecutan el trabajo. La aparición de la propiedad les permite a las
personas más poderosas de la sociedad la apropiación de la tierra, el ganado, las
herramientas, etcétera, con lo cual logran acumular grandes riquezas basadas en
la agricultura, la ganadería, la explotación de metales y las artesanías. De esta
forma, la sociedad se divide en dos grandes grupos: los explotadores y los
explotados. Los nobles, los funcionarios, la iglesia y los grandes terratenientes viven
a expensas de la explotación de los campesinos, pastores y artesanos.
La propiedad se ejerce tanto sobre los medios de producción como sobre las
personas, quienes pasan a ser esclavos. Ellos carecen de todo tipo de derecho y
los obligan a trabajar mediante amenazas y golpes. A cambio reciben sólo el
alimento necesario para sobrevivir. El trabajo lo realizan en los castillos, en los
templos, en las minas y en las casas de los ricos, quienes tienen la posibilidad de
comprar esclavos en los mercados públicos.

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Existían una buena cantidad de campesinos libres cuya explotación lograba mejores
resultados que la mano de obra esclava, pero que no prosperó debido al nulo costo
de producción que significaba un esclavo, y su posibilidad de explotación. Por otra
parte, los artesanos dependían de la nobleza y los comerciantes para poder
subsistir, de otra forma devenían en desocupados y esclavos.
Los grandes territorios conformados gracias a guerras e invasiones, y controlados
por monarquías y otras formas de nobleza, se fueron construyendo alrededor de los
castillos y bajo la protección de poderosos cuerpos de caballeros. Ahora, el señor
feudal en lugar de someter a los pobres a base de látigos y cadenas, lo hacía de
manera encubierta. Los plebeyos vivían en los alrededores de los castillos, y estaba
bajo las órdenes de los terratenientes, se le permitía cultivar una parcela de tierra
para mantener a su familia pero debía estar dispuesto a realizar cualquier servicio
que ordenara el señor feudal, aunque fuera en el castillo, la hacienda o el ejército;
su vida estaba dedicada al señor feudal y en el tiempo que le sobraba cultivaba para
sí mismo y para el sustento económico de su familia, y para pagar tributos, diezmos
y otras solicitudes de los nobles.
A medida que las sociedades se hicieron más complejas en cuanto a su
organización, la variedad de actividades humanas se ha multiplicado y la división y
especialización del trabajo ha aumentado notablemente. Un ejemplo de esto es que
también fueron apareciendo divisiones jerárquicas entre trabajadores que
realizaban una misma labor, como en los gremios de artesanos medievales, en los
que comenzaron las diferenciaciones entre maestros, oficiales y aprendices.
El importante incremento del comercio, las rutas comerciales (y sus consecuentes
peligros) y la especialización, como así también la necesidad de obtener un permiso
para el ejercicio de su actividad y privilegios de mercado, fueron los hechos que
sentaron una base para el comienzo de las agrupaciones de mercaderes y
artesanos, es decir, los gremios.
En sus comienzos los gremios eran igualitarios y solidarios entre sus miembros, y
su finalidad original era obtener protección por parte de las autoridades para sus
actividades y el derecho a regularlas detalladamente. Defendían el derecho de sus
miembros a ejercer su oficio y regulaban la duración de la jornada de trabajo, los
precios y la calidad de los productos, entre otras cosas. Además, algunos gremios
desalentaban e incluso penalizaban el enriquecimiento personal. No permitían a sus
miembros adelantarse y vender antes de determinada hora ni después de otra,
competir con los precios, disminuir la calidad ni la solidez del producto a cambio de
un precio inferior, ni tampoco comprar barato para luego vender caro. El objetivo de
los gremios era obtener una justicia social igualitaria para todos sus miembros.
Se otorgaba a la corporación gremial el privilegio de regular su propio oficio, y la
posibilidad de ejercer funciones de policía. Los gremios más antiguos de los que se
tiene constancia son el de panaderos de Pontoise, en 1162, y el de curtidores de
Ruan, en 1163. Sin embargo, ya desde el primer cuarto del siglo XII

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(aproximadamente en el año 1121) surgió la hansa parisina, una agrupación de


mercaderes que se atribuyó poderes municipales. Poseía exclusividad sobre el
comercio fluvial en París y derechos sobre el tráfico entre Normandía y Borgoña.
Las corporaciones contaban con una organización interna bastante rígida, y poseían
una jerarquización muy marcada. En primer lugar estaban los maestros, ellos
debían demostrar competencia y capacidad financiera. En algunos gremios debían
realizar una "obra maestra" para conseguir dicha maestría y además pagar una
matrícula. Eran los únicos que tenían la facultad para votar los estatutos y elegir a
los procuradores y jefes del gremio. En segundo lugar venían los oficiales, quienes
originalmente eran potenciales maestros, accedían a la maestría según el estatuto
de cada gremio. Tenían el derecho de recibir formación, alojamiento, alimentación
y salario. Por último estaban los criados aprendices, éstos poseían bajísimos
salarios, sus condiciones de trabajo y de contratación variaron según el gremio y de
acuerdo al tiempo.
El desarrollo de los gremios creció a la par de la intensificación de la competencia
industrial y comercial. Nacidos con fines solidarios, paulatinamente fueron mutando
sus intereses por fines monopólicos. De organismos profesionales que englobaban
a todos los trabajadores agremiados pasaron a ser un organismo de defensa de los
intereses de los maestros exclusivamente. Además, las limitaciones impuestas para
ingresar a los gremios formaron un mecanismo que repelió a muchos potenciales
agremiados hacia las filas de los trabajadores asalariados, engrosando de esta
forma la lista de obreros carentes de derechos, protección y seguridad laboral.
En los gremios locales artesanales, tanto las herramientas, como el taller y la
materia prima pertenecen al artesano, como así también el producto que vende. Por
el contrario en la industria de la exportación, el trabajo y el capital se separaron. El
obrero apartado del mercado sólo conoce al empresario que le paga, separándose
del intermediario que se encargará de vender sus productos. La diferencia con los
obreros actuales es que en vez de reunirse en grandes fábricas, todavía se repartían
en varios talleres con pequeñas cantidades de obreros. El maestro se transformó
entonces en un trabajador a domicilio, asalariado por un mercader capitalista. A
pesar de las difíciles condiciones de vida, este obrero trabajaba todavía en su casa,
y organizaba su tiempo con cierta libertad.
Durante un largo tiempo los tres sistemas productivos (el taller artesanal, el taller
manufacturero y el trabajo a domicilio) convivieron. Pero, desde fines del siglo XVIII,
fueron absorbidos por un nuevo modo de organizar el trabajo: la fábrica industrial.
Esta forma de producción nació en Inglaterra. Allí se daban una serie de condiciones
que hicieron posible que, en poco tiempo, se transformara en una nación industrial;
lo que permitió impulsar la tecnología y aplicarla a la producción. Surgieron entonces
los telares mecánicos, que multiplicaban notablemente la cantidad y la calidad de
los productos, y los ferrocarriles y los barcos de vapor que trasladaban los productos
de Inglaterra, como así también un gran avance en las comunicaciones. Estos

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avances tecnológicos, conocidos como Primera Revolución Industrial, tuvieron un


gran impacto en la economía y fundamentalmente, en el desarrollo del trabajo. La
modificación más significativa que introdujo la Primera Revolución industrial fue el
desarrollo de la producción en masa. Para poder subsistir en el nuevo modelo
económico, los empresarios debían ser capaces de realizar la mayor cantidad de
productos en el menor tiempo posible y al precio más bajo.
Una de las industrias que más se desarrolló en este período fue la industria textil.
Este desarrollo fue posible en gran parte gracias a la invención de la máquina
hiladora y el telar mecánico. Estas invenciones comenzaron con una verdadera
revolución en el mundo del trabajo, el cual ya no se realizaba a mano o con
instrumentos manuales, sino que se comenzaron a utilizar máquinas que
reemplazaban el trabajo de varios obreros y que no interrumpían su producción. El
trabajo que antes se realizaba en una gran cantidad de talleres y casas se empezó
a hacer en un solo lugar, las grandes fábricas industriales. En ellas se unían una
inmensa cantidad de máquinas y trabajadores y, mediante un trabajo organizado,
realizaban grandes cantidades de un mismo producto. Los artesanos, al no tener
forma de competir con esta producción en masa, terminaban convirtiéndose en
obreros asalariados por las fábricas.
La jornada laboral hasta mediados del siglo diecinueve es de doce a catorce horas
y debido a la demanda explosiva de mano de obra, se llegó a utilizar menores y
mujeres en la realización de tareas peligrosas y penosas. En las hilanderías inglesas
se trabajaba normalmente entre doce y diecisiete horas diarias. La concentración
poblacional y la vida en las ciudades son modificaciones sociales que impuso la
Revolución Industrial que se caracterizó, además de los horarios prolongados, por
malas condiciones de trabajo, insalubridad, inseguridad y bajo nivel de las
remuneraciones siendo los peores pagos los menores y las mujeres. No existía
tampoco legislación laboral que ordenara el caótico sistema.
La explotación de los obreros, originada por los métodos empleados al inicio de la
industrialización, aunada al afán de lucro excesivo de los patrones, fueron las raíces
del movimiento asociacionista de los trabajadores, que buscaron homologar fuerzas
respecto de los patrones por medio de la aglutinación de individualidades laborales,
para reclamar condiciones salariales más justas, jornadas de trabaja más cortas y,
en general, llegar a establecer un estado social más equitativo para la clase
trabajadora.
La transformación industrial, que operó primero en los países europeos, prohibió
terminantemente el derecho de asociación de los trabajadores, pues el régimen
individualista no veía justificación para que los trabajadores se asociaran en defensa
de sus intereses laborales e incluso se tipificó como un delito en los códigos
penales: esta etapa de prohibición de dio entre 1776 y 1810. Con el tiempo, los
esfuerzos del Estado para prohibir el derecho de asociación fueron infructuosos,
porque los sindicatos seguían existiendo. Por ello en los diversos países se inició

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una etapa llamada de tolerancia, en la cual, sin otorgar reconocimiento alguno al


derecho sindical, se admitía de hecho, sin establecer nada respecto en las leyes
dictadas por el Estado. A la época de la tolerancia siguió una de reconocimiento
absoluto del derecho sindical. Esto sucedió a finales del siglo XIX, ante las acciones
de los sindicatos lograron que el estado variara su criterio al respecto y dictara leyes
que reconocían a los trabajadores, de manera abierta, el derecho a integrarse en
sindicatos. Inglaterra fue el primer país que dio el primer paso en este aspecto, con
el reconocimiento del derecho de coalición en 1824, que otorgaba la legalidad a un
intenso movimiento asociacionista que existía en la clandestinidad. Dentro del
proceso histórico del sindicalismo también se tiene que tomar en cuenta los
movimientos obreros internacionales, las cuales eran convocatorias de
organizaciones sindicales. En 1862 se celebró en Londres la Exposición
Internacional, la cual tuvo la participación de ingleses, franceses y alemanes; en
total se reunieron más de 300 líderes obreros en la llamada Fiesta de la Fraternidad.
En esta se pactó la solidaridad entre los sindicalistas de estas naciones para buscar
una unificación formal que les permitiera adquirir una gran fuerza. Hacia 1867, el
movimiento obrero Internacional demostró su fuerza cuando los sindicalistas
ingleses sostuvieron económicamente las huelgas de los trabajadores franceses.
La visión de esta primera Internacional se puede resumir en lo siguiente: "La
emancipación económica del trabajador debe ser el objetivo de toda política. No es
éste un problema local ni nacional, se trata de un problema social" La primera
Internacional desapareció en 1870 por conflictos armados en Europa. En 1889
surgió la Segunda Internacional.
Esta organización llegó a tener hasta 12 millones de afiliados en todo el mundo. No
obstante, el estallido de la Primera Guerra Mundial sometió a dura prueba a la
organización obrera, porque a pesar de sus sentimientos unionistas se dividieron
con sentimiento nacionalista y se dispusieron a apoyar a sus respectivos países en
la contienda; lo que provocó la desintegración de la Segunda Internacional.
Concluida la guerra, al instaurarse la paz se puso en marcha un notable intento de
los sindicalistas para integrar de nuevo la Internacional y se logró hasta 1919 en
Moscú en donde la organización tuvo un corte comunista. Se consiguió la afiliación
de sindicalistas de 23 países. Su característica principal fue que era de tendencia
abiertamente revolucionaria, y su acción primaria consistía en fomentar el
descontento popular y la violencia con el propósito de transformar, según la teoría
en una lucha de clases, al conflicto armado que había terminado.
A medida que aumentaba la concentración de obreros en las grandes fábricas, los
empresarios se vieron forzados a organizar de mejor manera el trabajo, para así
también mejorar la productividad. Para lograr esto, implementaron una serie de
transformaciones que llevaron a una tajante división de las tareas de dirección de
las de ejecución. El aumento de la productividad trajo consigo una gran aceleración
en el proceso de la división del trabajo. Así, el producto final dejó de ser obra
personal del trabajador. A medida que crecía la producción, y la competencia exigía

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nuevas aplicaciones tecnológicas, la división del trabajo fue haciéndose más y más
compleja.
A causa de la permanente competencia entre las empresas, era necesaria la
permanente búsqueda de nuevas tecnologías y de mejoras en la organización del
trabajo. Por eso, a principios del siglo XX se realizaron experiencias e
investigaciones para intentar mejorar las condiciones de producción.
Los dueños de las fábricas buscaban la manera de bajar sus costos y aumentar las
ganancias, y encontraron en las ideas del ingeniero estadounidense Frederick
Taylor una ayuda invalorable. Algunos llamaron a este método "organización
científica del trabajo" y otros, simplemente taylorismo. El método de Taylor consistía
en calcular el tiempo promedio para producir un determinado producto o una parte
de él y obligar al obrero a acelerar el ritmo de trabajo asimilándolo a una máquina.
Esto se lograba a través de tres métodos fundamentales: 1) aislando a cada
trabajador del resto de sus compañeros bajo el estricto control del personal directivo
de la empresa, que le indicaba qué tenía que hacer y en cuanto tiempo; 2) haciendo
que cada trabajador produjera una parte del producto, perdiendo la idea de totalidad
y automatizando su trabajo y por último, 3) pagando distintos salarios a cada obrero
de acuerdo con la cantidad de piezas producidas o con su rendimiento laboral. Esto
fomentaba la competencia entre los propios compañeros y aceleraba, aun más, los
ritmos de producción.
La máquina establecía la intensidad del trabajo y, a su vez, cada obrero requería
saber menos, pues para realizar una tarea mecánica y rutinaria (ajustar un tornillo,
por ejemplo), lo único que necesitaba saber era obedecer. De esa forma, el
empresario ya no dependía ni de la buena voluntad del trabajador para realizar su
tarea eficazmente (la máquina le marcaba el ritmo) ni de sus conocimientos. El
obrero era, según Taylor, un buen "gorila amaestrado" que hacía lo que otro había
pensado y, al mismo tiempo siguiendo el esquema de Adam Smith, producía más
en menos tiempo, pues reducía el costo y aumentaba la ganancia. Una de las
primeras empresas que aplicó los métodos de Taylor fue la Ford Motors Company,
de Detroit. Allí se puso en práctica la "cadena de montaje", una cinta transportadora
que movía las piezas para que los obreros trabajaran sobre ellas en un tiempo
determinado y en una actividad. Al final de la cadena el auto quedaba terminado. A
este novedoso modo de producir se lo llamó fordismo.
La obsesión de los nuevos industriales de la ciencia de la dominación laboral fue la
de subordinar definitivamente el trabajo vivo del obrero al ritmo de la máquina
industrial, que desde entonces se convirtió en el verdadero ordenador de la vida
laboral y en la principal garantía de la disciplina obrera. La imagen de las nuevas
fábricas no exageraba la que ofrecía Charles Chaplin, en Tiempos Modernos. Cada
operario especializado en una única actividad realizaba su tarea al ritmo que
marcaba la cinta transportadora. Un sofisticado código de reglamentaciones
laborales regulaba cada momento de la vida del trabajador en la empresa, en un

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feliz reencuentro con las formas de dominación burocráticas, que se manifestaba


obscenamente en el hecho de que tras la categoría de los no cualificados, el
componente laboral más importante de cualquier fábrica fuese el de los
supervisores de trabajo y los técnicos de producción.
El trabajador sometido a la disciplina del cronómetro empezó, además, a ser pagado
mediante un sistema de primas de producción que individualizaban su trabajo y su
salario de acuerdo con su productividad. La nueva conciencia patronal tan
obstinadamente empeñada en la racionalización probaba el hecho de que la
alienación del trabajo es un factor consustancial en la acumulación de capital
cuando los encargados de realizarlo no se avienen a aceptarlo sin resistencia. La
era de la producción en masa, por tanto, no supuso un progreso en la emancipación
de la fuerza de trabajo sino un agravamiento de las condiciones que lo conformaban
como actividad alienada: pérdida de control sobre el proceso de producción,
burocratización de la actividad en la industria, división de los trabajadores mediante
los sistemas de primas. Se trataba de convertir definitivamente al obrero en aquel
"orangután amaestrado" con el que Taylor soñaba como futuro habitante de las
fábricas científicas. La fábrica fordista nació más para garantizar el control de la
mano obra sin la cual carecía de sentido todo el edificio industrial que para asegurar
la producción.
Así como el fordismo caracterizó la organización productiva desde los primeros años
del siglo XX, desde el último tercio del siglo creció en importancia un nuevo modelo
de organización del trabajo y de la producción. Este modelo suele denominarse
toyotismo (porque fue desarrollado en la fábrica japonesa de automóviles Toyota).
La primera fase de la Revolución Industrial estuvo estrechamente identificada con
el ascenso de Inglaterra; la segunda, con el avance de los Estados Unidos y
Alemania. La tercera fase muestra el ascenso de Japón, que durante las décadas
de 1970 y 1980 supo sacar el mayor provecho de las posibilidades productivas de
las tecnologías de la información. Esto no significa que los Estados Unidos y los
países de Europa occidental hayan quedado marginados de este proceso, sino más
bien que hay nuevos y poderosos actores en el escenario económico internacional.
Para 1810 en la Gran Colombia (Nombre de Colombia para la época) mientras se
luchaba por alcanzar la independencia, en Europa luchaban por defender el
principio de la Dignidad Humana, el cual se veía vulnerado para el proletariado en
aquél entonces con los grandes avances de la “Revolución Industrial”1 . Mientras la
Gran Colombia estaba tratando de liberarse del yugo español, los europeos se
encontraban conformando el primer movimiento de asociación denominado
“unionismo, cuyo objetivo era organizar huelgas contra los industriales y los obreros
disidentes”2 ; movimientos similares a estos vivió la Gran Colombia sólo hasta
principios del siglo XIX con la masacre de las bananeras. Estas situaciones de
inconformismos, que desenlazaron consecuencias sangrientas, han ayudado al

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reconocimiento y posterior respeto y garantía de lo que para el año 2010 se conoce


con el nombre de: Derecho al trabajo como Derecho Humano.
A partir de 1991 los derechos sociales se caracterizan por la creación de
obligaciones positivas a cargo del Estado, lo que ha llevado a pensar que la
inversión de este debe estar enfocada en la protección de la educación, la salud, la
vivienda, la seguridad social, el trabajo y la familia. En otras palabras, los
acontecimientos o sucesos ocurridos con antelación a la constitución de 1991 son
los que abren las puertas para que en 1991 se reconozcan los derechos
prestacionales, que en el 2010 imponen al Estado obligaciones no sólo de garantía
sino de respeto.
Es por lo anterior que el profesor Rodolfo Arango resalta la importancia del derecho
al trabajo, categorizado como un derecho social así: “son derechos fundamentales,
es decir, derechos subjetivos con un alto grado de importancia”4 los llamados
“derechos sociales en prestaciones y servicios a cargo del Estado, a favor de
sectores postergados de la población. Tienen un carácter esencialmente
asistencial”.
En el acta de independencia del 20 de julio de 18106 no se encuentran
antecedentes expresos de reconocimiento a los derechos sociales, ni mucho menos
laborales; sin embargo, si es posible identificar que en dicha acta se encuentra el
reflejo de la reunión de varios sujetos unidos, a fin de dejar constancia de su deseo
común: “Con este motivo se levantaron sucesivamente varios de los Vocales
nombrados por el pueblo, y con sólidos y elocuentes discursos demostraron ser un
delito de lesa majestad y alta traición el sujetar o pretender sujetar la soberana
voluntad del pueblo, tan expresamente declarada en este día, a la aprobación o
improbación de un Jefe cuya autoridad ha cesado desde el momento en que este
pueblo ha reasumido en este día sus derechos y los ha depositado en personas
conocidas y determinadas”. En definitiva, allí se encuentran los primeros visos de lo
que hoy conocemos como “reunión” y “trabajo”, lo que genera posteriormente en la
Constitución de 1991 un reconocimiento de derecho de asociación y derecho al
trabajo. Se evidencia la importancia del verdadero poder soberano, que es el
pueblo, sobre el cual debe recaer la verdadera protección constitucional. De esta
manera se puede también abstraer que desde 1810, y de tiempo atrás, el
inconformismo a la imposición de injusticias sociales, abusos, discriminaciones y
diferencias de clases sociales, logran en la población de quienes habitaban en el
territorio colombiano una libertad que conlleva la responsabilidad de emprender
conquista normativa; esta debe acoger las verdaderas necesidades del pueblo
liberado, dando inicio a un largo camino de descubrimiento sangriento para alcanzar
lo que conocemos hoy en día con la constitución de 1991. “Artículo 25. El trabajo es
un derecho y una obligación social y goza, en todas sus modalidades, de la especial
protección del Estado. Toda persona tiene derecho a un trabajo en condiciones
dignas y justas”.

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De 1809 a 1830 en el territorio colombiano se proclamaron diversas constituciones,


comenzando por la Constitución del Socorro, seguida de la Constitución de la
Provincia de Cundinamarca10; a estas se agregaron ocho más11 de distintos
departamentos como Cartagena, Neiva, Tunja12, Mariquita13 y Antioquia14, pero
ninguna de estas reconoció de forma taxativa los derechos sociales, y mucho menos
el concepto del trabajo.
Luego de la separación de Colombia con Venezuela y Ecuador, se generaron en
Colombia 6 constituciones entre 1830 y 1886, dos de las cuales hacen parte del
periodo republicano, la de 1832 y la de 1843; en la primera se resalta que bajo el
gobierno del general Francisco de Paula Santander se incursionó en un régimen
presidencialista y se le otorgo mayor poder y representación a las provincias, y el
nombre que recibió el país fue el de Estado de Nueva Granada, nombre que
conservo hasta la expedición de la Constitución de 1853. Pese a esta situación, la
problemática social de éste periodo no había generado precedentes suficientes
como para reglamentar alguna norma que hiciera referencia, de manera expresa, a
las situaciones laborales de los trabajadores del momento, pero si se comenzaban
a presentar circunstancias que marcaban la estratificación social, y con ello la
diferencia respecto a los ingresos y distribuciones salariales, dando prioridad a los
empresarios y propietarios de haciendas.
En la constitución de 1843, se presenta un acontecimiento que da paso a la elección
del presidente Pedro Alcántara Herrán. Puesto en el poder como resultado de la
guerra civil que vivía el país en ese momento, después de concluida la guerra
elaboró una nueva Constitución en la que se fortaleció el poder del Presidente con
el fin de poder mantener el orden en todo el territorio nacional, se hizo una intensa
reforma educativa y el conservatismo impuso su autoritarismo y centralismo en todo
el territorio nacional; esto dejó al vacío el concepto del trabajo y por ende al
reconocimiento del mismo.
Durante los años de 1853 a 1886, la política nacional se enfrenta a diferentes
cambios en todos los niveles, ya que se da inicio al federalismo y con ello surge la
constitución de 1853, la cual eliminó la esclavitud y extendió el sufragio a todos los
hombres; se impuso también el voto popular directo, hubo una separación entre la
Iglesia y el Estado y la libertad administrativa fue un hecho16. Se garantiza a los
granadinos “la libertad individual, la seguridad personal como no ser arrestado sino
por motivo criminal, la inviolabilidad de la propiedad con ello no pudiendo ser
despojado de ella sino con previa y justa indemnización en el caso necesario,
libertad de trabajo, profesión libre, pública o privada de la religión siempre que no
afecte la sana moral ni la paz pública; respeto del domicilio, correspondencia no
pudiendo ser violados sino por autoridades competentes en casos prescritos en la
ley”.
Lo anterior da una visión amplia de que para 1853 se da comienzo a los conceptos
de trabajo y profesión libre, lo que nos sirve de herramienta para establecer que 43

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años después de haber obtenido la independencia, Colombia da los primeros pasos


para garantizar la libertad de actividades, proporcionando a las personas
fundamentos de peso para comenzar a entender el verdadero significado de
trabajar, y con ello las implicaciones que ello advierte para quienes ejecutan las
ordenes y para quienes las imponen; es importante resaltar que este tipo de
reconocimientos es común encontrarlos los derechos fundamentales, así pues que
el historiador Jorge Orlando Melo manifiesta: “El derecho de reunirse sin armas con
autoridades públicas para hacer peticiones de manera respetuosa; igualdad de
todos los derechos sin reconocer distinción alguna y la erradicación definitiva de
esclavos en la Nueva Granada, garantía que sigue vigente hasta nuestros días;
conforman una de las primeras y mas claro compendio de la más profunda
clasificación de los derechos de primera, segunda y tercera generación”.
Se puede evidenciar el gran avance y trascendencia de éste periodo, ya que se
consolidan de manera expresa y por primera vez conceptos como el del trabajo, el
cual da cabida al reconocimiento posterior de principios de derechos humanos, los
cuales fortalecen la constitución de 1853 y permiten evidenciar antecedentes
constitucionales de la declaración del trabajo como derecho en 1991.
Lo que hoy en día conocemos como derecho de libre asociación20, para 1854 se
entendió como reuniones de personas que se unían a fin de discutir temas de
diferentes intereses pero sin querer generar desorden al Estado, o sin fines de
planear coartadas que involucraran revoluciones armadas; sin embargo, el gobierno
de éste periodo era temeroso a esta posibilidad y evitaba al máximo que los
habitantes se reunieran.
La constitución de 1886 tiene gran trascendencia en nuestra historia, debido que es
una de las constituciones de mayor duración y aplicación que se ha tenido, pues
rigió a la República de Colombia finalizando el siglo XIX y por un buen tiempo del
siglo XX. En ella se reconocieron derechos sociales un poco más tangibles y los
trabajadores, si bien no contaban con los beneficios que se tienen ahora, ya
comenzaban a ser tenidos en cuenta en las reglamentaciones del gobierno; sin
embargo, es sólo hasta el siglo XX y luego de la masacre de las Bananeras se
toman medidas efectivas para reconocer, reglamentar y garantizar los derechos
sociales de los trabajadores.
En el siglo XX se abre paso al derecho al trabajo, estipulado como se menciona en
nuestra actual constitución en el Artículo 25 y en el Artículo 13 de los Derechos
Económicos Sociales y Culturales, del Protocolo Adicional a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos.
Dos años más tarde se da avance respecto a la declaración de los derechos
sindicales, aunque no propiamente con esta denominación, pero si con la esencia
de lo que el Artículo 39 de la Constitución de 1991 contempla como derecho de
asociación y sindicato.

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Entrando al siglo XX entre los años 20 y 30, se generó un precedente de lucha social
con la unión de varios obreros y campesinos, y fueron ellos los que lograron dar
inicio a las primeras huelgas o manifestaciones en contra del Estado y de los
empresarios de multinacionales.
Para ésta época, las luchas sociales, en especial de los campesinos, ocasionan los
primeros visos de las luchas sindicales, pero su mayor auge se encuentra con el
movimiento social del 12 de noviembre de 1928, la gran huelga conocida como “la
Masacre de las Bananeras”.
El crecimiento de la UFC en Colombia alcanzó a tener tanta fuerza, que contaba
entre 1925 y 1928 con más de 150.000 empleados, entre ellos campesinos y
obreros. Sin embargo, los beneficios económicos, sociales y políticos de auge de la
exportación del banano parecía que solamente estaba beneficiando a la compañía
extranjera, ya que los obreros no se encontraban del todo satisfechos con las
condiciones en las que trabajaban. La UFC42 pagaba buenos salarios, casi del
doble de lo que los hacendados de Santa Marta podían pagar.
Para 1910, los trabajadores aumentaron de 5.000 a 25.000, de tal manera que se
comienza a hablar del “proletariado rural sin tierra” en donde su salario era
monetario. Aunque la multinacional podía llegar a pagar hasta un peso y medio por
día (en donde normalmente se pagaba ochenta centavos), el trabajo no era diario
pues no todos los días se debían realizar las mismas funciones.
La UFC no contrataba a los obreros directamente ni daba estabilidad, “Todos los
detalles del trabajo a realizar serán a cargo del contratista y ni el contratista ni sus
empleados son empleados de la United Fruit Company”. Así pues, se contrataba
para desarrollar diferentes funciones como construir ferrovías y canales de riego,
limpiar el terreno, sembrar y recolectar, cargar los barcos, entre otras; éstas
funciones tan específicas obtuvieron como resultado que se diera una
especialización en los cargos que cada trabajador ejercía, lo que generó una
organización más eficiente y efectiva de la exportación bananera, mas no un
reconocimiento en los beneficios laborales para los obreros. Para la multinacional
las ganancias eran abrumadoras, y a pesar que los obreros no realizaban
exigencias considerables, la UFC comenzó a abusar de su posición dominante
negando ciertos privilegios o reconocimientos que los trabajadores merecían. De tal
forma, si bien los salarios eran altos, los pagos en ocasiones no eran puntuales y
se les pagaba bajo el sistema del destajo46, las jornadas laborales iniciaban a partir
de las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, descansaban de once a una y
eran supervisados por funcionarios de la multinacional.

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Los trabajadores comenzaron a sentirse explotados47, pues además se les


descontaba un 2% de su salario para pagos de salud, servicio que en realidad no
se les brindaba de manera adecuada,48 y las viviendas asignadas para los obreros
eran de 3 metros por 3 metros.
Finalmente, los obreros de la zona bananera dan inicio a la primera huelga,
apoyados también por los comerciantes que se sentían afectados por los
movimientos económicos de la UFC; todas estas desigualdades produjeron que en
1928 se unieran los obreros en una de las mayores huelgas de la historia y exigieran
que se les reconocieran como empleados de la UFC, se les pagara en efectivo y
cada siete días de manera puntual, un horario laboral que no superara las 12 horas
de trabajo, abolición del sistema de contratistas, una contratación directa con la
multinacional para poder contar con los beneficios del gobierno nacional, que se
construyeran hospitales en toda la región y se les compensara por los accidentes
de trabajo, además que se les asignaran unas viviendas dignas, donde no se
pusiera en riesgo su salud.
Sin embargo, el gobierno nacional y la multinacional consideraban que estas
peticiones no cabían en sus planes de presupuesto pues generaría un cambio en
los ingresos contemplados por los inversionistas extranjeros, a lo que se le sumó la
falta de un buen líder sindical, lo que trajo como consecuencia la pérdida la huelga
por parte de los obreros. El 5 de diciembre de 1929 el General Cortés, por solicitud
del Gobierno Nacional, dio la orden de acabar con la subversión y abrió campo al
uso de las armas de fuego, “la huelga había terminado. La represión había triunfado
sobre la negociación y los trabajadores habían sido derrotados. La organización
sindical había desaparecido totalmente y los obreros de la zona, hambrientos y con
miedo, comenzaron a regresar a las plantaciones”.
El resultado de esta sangrienta huelga generó en 1930 la caída del poder
conservador y la entrada de un nuevo gobierno liberal que legalizó el derecho al
sindicato y a la huelga de manera oficial. El gobierno de Alfonso López Pumarejo
intervino para obligar a la UFC a negociar, dando paso al primer acuerdo conocido
con el nombre de Pacto Auli – Garcés Navas; se estableció el primer sindical
regional con efectividad. Se reconocieron derechos a los trabajadores, como el de
ser contratados y reconocidos por la multinacional, por lo que obtendrían todos los
beneficios que ello conllevaba. Se reguló el horario del jornal y se dio paso a exigirle
a la multinacional que realizara los pagos de manera puntual y en efectivo; años
después y debido a la segunda guerra mundial, la multinacional perdió el monopolio
que tenía en Colombia y se retiró de la producción, quedando esta labor para los
propietarios de haciendas del territorio colombiano.
Durante el gobierno de López Pumarejo se suscitaron varias reformas a nivel
general, entre ellas las de los ámbitos constitucional, agrario, tributario, judicial,
universitario, laboral y de política internacional, por lo que en 1936 se reformó de
manera impactante la constitución de 1886, la cual llevaba más de 100 años

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rigiendo a Colombia y con tan sólo 2 reformas que no tuvieron mayor relevancia, la
de 1905 y la de 1910.
Es importante resaltar que en la reforma se aplicó la teoría del intervencionismo
(cuyo mayor representante es Keynes), haciéndola norma constitucional. Esto
generó que el Estado pudiese intervenir en la economía del país, con el fin de
racionalizarla y brindar al trabajador protección, buscando incorporar una
equivalencia entre las relaciones obrero-patronales, lo que causó el reconocimiento
legal y el derecho a la huelga, y con ello la formación activa de sindicatos.
A pesar de las controversias que se suscitaron, López Pumarejo implantó una
reforma laboral en su segundo gobierno, ya que en el primero no la pudo aplicar,
Buscó fortalecer el concepto de organización en la relación obrero-trabajador, ya
que basado en la política económica del intervencionismo entendía que el
capitalismo requería de una estructura para la fuerza de trabajo en sistemas de
contratación y jurídicos que le dieran más estabilidad a los trabajadores. El
sindicalismo se aplicó como un sistema armónico, que buscaba satisfacer las
necesidades estructurales de la industrialización, garantizando así el derecho a la
huelga.
Esta reforma es realmente trascendental, porque en ella se establecieron
prebendas y privilegios que por muchos años los trabajadores venían solicitando a
diferentes gobiernos sin ser escuchados o sin llegar a ninguna solución efectiva. El
trabajo realmente comenzó a tener una relevancia importante en la sociedad, de tal
forma que se reconoció la necesidad de fijar un salario mínimo y de estandarizar las
jornadas laborales de 8 a 6 horas, dando como incentivo el pago horas extras; pero,
lo más importante de todo es que se dio gran relevancia al contrato de trabajo como
entidad jurídica autónoma. De aquí que el presidente López tuviese gran apoyo de
las clases obreras, quienes lo respaldaron en los gobiernos de 1936 y 1944.
Luego de las reformas establecidas mediante el acto legislativo No. 1 de 1936, y de
los avances alcanzados en materia laboral, se logran establecer no solamente
cambios coyunturales de la sociedad, sino también del concepto y la importancia
del trabajo y lo que de él deviene, como lo es la huelga, el sindicato, y por ende la
necesidad que estos se conviertan en derechos del ciudadano.
Es importante resaltar que posterior al gobierno de López Pumarejo aparece un
movimiento popular conocido con el nombre de Gaitanismo, el cual es promovido
por Jorge Eliecer Gaitán.
La constitución de 1886 pasó por 60 reformas, sin embargo se hace énfasis en la
de 1936 por ser una de las más trascendentales en relación con el tema del trabajo,
pues ya en ésta reforma el trabajo no es tomado simplemente como una mera
actividad para sobrevivir, sino como un derecho al que puede acceder cualquier
ciudadano. Finalmente, es hasta 1991 que nace una nueva constitución en el
gobierno del presidente Cesar Gaviria Trujillo, del partido liberal, ya que en 1990 y

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por la iniciativa de algunos estudiantes universitarios, la Asamblea Nacional


Constituyente decide redactar una nueva constitución que actualiza y deroga la
constitución anterior.
Ésta es la constitución que rige actualmente a Colombia y trae consigo cambios
realmente drásticos; entre ellos, pasamos de ser un Estado de Derecho para
convertirnos en un Estado Social de Derecho, en donde los derechos sociales se
encuentran claramente reconocidos, contándose con la posibilidad abierta de
acogernos a la normatividad internacional, en aras del bloque de constitucionalidad
que nos permite garantizar de manera efectiva el cumplimiento real de los derechos
sociales.
La constitución de 1991 establece la Supremacía Constitucional como principio
regulador, lo que genera una confianza en lo establecido en ella misma, permitiendo
que el trabajo, la huelga y el sindicato se conviertan en verdaderos derechos
constitucionales, los cuales deben ser seguidos y respetados por todo el
conglomerado social.
En la constitución de 1991 se crean mecanismos que sirven para hacer efectivo el
cumplimiento de los derechos, contándose con la acción Tutela, las acciones
populares, de grupo, de cumplimiento y de inconstitucionalidad, brindando
herramientas de seguridad jurídica.
La constitución de 1991 en su Artículo 53 crea obligaciones fundamentales
relacionadas con los derechos laborales, tales como la libre asociación, el derecho
de huelga y el principio de in dubio pro operario64, los cuales son susceptibles de
protección a través de la acción de tutela. En la misma oportunidad, se obliga al
Estado a expedir el Estatuto del Trabajo. Es así como se puede establecer que el
trabajo es un tema no solo de actividad física, sino que incluye deberes, y derechos
que deben ser claros tanto para el empleado como para el empleador, y es por ello
que durante los últimos 200 años se han presentado situaciones que han permitido
establecer la necesidad de reconocer constitucionalmente el trabajo, la huelga y el
sindicato como un derecho constitucional y humano.

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