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De Aristóteles provendrá también el sentido peyorativo: sofista es quien utiliza del sofisma para razonar. Los
más destacados miembros de la sofística fueron: Gorgias, Hipias, Protágoras, Trasímaco, Pródico, Critias y
Calicles.
Los sofistas eran pensadores que desarrollaron su actividad en la Atenas democrática del siglo V a. C. Los
filósofos de la naturaleza, los presocráticos, habían elaborado diferentes teorías para explicar el cosmos.
Los sofistas y Sócrates van a cambiar el objeto de la filosofía.
Más tarde se atribuiría a quien dispusiera de “inteligencia práctica” y era un experto y sabio en un sentido
genérico. Sería Eurípides quien le añadiría un significado más preciso como “el arte práctico del buen
“gobierno” y que fue usado para señalar las cualidades de los Siete Sabios de Grecia. Sin embargo, al
transcurrir el tiempo hubo diferencias en cuanto al significado de sophós: por una parte, Esquilo denomina así
a los que dan utilidad a lo sabido, mientras que para otros es al contrario, siéndolo quien conoce por
naturaleza. A partir de este momento se creará una corriente, que se aprecia ya en Píndaro que da un cariz
despectivo al término sophós asimilándolo a “charlatán”. Ya que se identificaban (los Sofistas) con el
relativismo, la verdad era lo que opinase la mayoría, por lo que pasaron de enseñar "sabiduría" a oratoria. La
opinión como criterio de verdad, ya que afirmaban que la verdad objetiva no existía, postura criticada por
contemporáneos como Sócrates.
Eran pensadores que en el siglo quinto antes de Cristo se dedicaban a enseñar principalmente retórica, o sea
el arte de hablar bien y de la erística, o arte de persuadir y convencer. El objetivo de los sofistas era darle la
formación a los jóvenes, que ellos consideraban necesaria, para dedicarse a la política.
El eje central del pensamiento platónico es la teoría de las Ideas, por lo cual la realidad de lo
manifestado no se encuentra en el mundo sensible, que es cambiante y temporal, sino en los
arquetipos que sirven de modelo a los objetos del mundo sensible. Estos arquetipos o ideas no son
objetos creados por la mente sino realidades extramentales, inteligibles, inmateriales, inmutables e
independientes, no dependen del mundo sensible para existir. No podemos captarlas por los sentidos
sino a través de la inteligencia. Estas Ideas sirven de modelo a los objetos del mundo material, de tal
manera que todo lo manifestado lo es porque participa de una o varias Ideas. Así diferenciamos un
objeto circular de otro triangular porque cada uno participa de la Idea de Círculo y de Triángulo
respectivamente. Y diferenciamos un objeto circular azul de otro circular amarillo porque cada participa
de la Idea Azul y de la Idea Amarillo, y así sucesivamente. Sin embargo, no existe un círculo o
triángulo perfectos en lo manifestado, ni un azul o un amarillo puros, sino que son cambiantes,
imperfectos, impuros. Sólo el arquetipo de cada cosa es perfecto. Así, la evolución de lo manifestado
radicaría en el acercamiento a la Idea. El mundo inteligible no es caótico, sino que está organizado en
torno a la Idea Suprema del Bien, lo que hace que todas las Ideas sean Ideas.
Por tanto, para Platón, la esencia de las cosas no se encuentra en su interior, sino en el arquetipo o
Idea de las mismas, al que están conectadas por su participación en él. Esta diferenciación entre
mundo sensible (accesible a través de los sentidos) e inteligible (accesible a través de la razón) es
fundamental. Esta primacía de las Ideas sobre los objetos materiales (que son sombra más o menos
cercana de aquellas) se denomina idealismo, frente al materialismo, que otorga la realidad a lo
manifestado.
Esta diferenciación que Platón establece entre mundo sensible (o manifestación) y mundo inteligible (o
realidad metafísica), cuando se aplica al ser humano lleva a un dualismo entre cuerpo y alma, de tal
manera que el hombre se conforma como un conglomerado de dos realidades distintas: el cuerpo,
perteneciente al mundo sensible y sujeto al paso del tiempo y la degeneración material, y el alma, de
naturaleza espiritual y procedente del mundo inteligible. El uno, mortal y la otra, inmortal. La unión
entre cuerpo y alma es inestable y accidental, no es el estado natural del alma, que, por el contrario,
anhela el mundo inteligible del que procede, y al que tiende tras la muerte. El alma es, para Platón,
principio de racionalidad, es decir, el principio por el que podemos tener acceso a los universales, los
arquetipos, las Ideas. Y puesto que en ella radicaría nuestra identidad como seres humanos,
interconecta directamente dicha identidad con el hecho de aprehender las Ideas.
Platón considera la aritmética, la geometría, la astronomía y la música como útiles caminos auxiliares
para acceder a la captación de Ideas, pero también señala otros métodos más concretos: el recuerdo o
reminiscencia, que se fundamenta en la relación directa entre conocer y recordar, y se trataría de ir
trayendo a la memoria las Ideas que el alma ha ido captando antes de quedar prisionera en el mundo
sensible. Para ello, la percepción de las cosas sensibles ayuda a recordar. Todo ello supone algo
trascendental: la inmortalidad del alma; la dialéctica como vía intelectual de acceso al conocimiento de
las Ideas, en un proceso ascendendente; el amor (Eros) como impulso emocional para llegar al
conocimiento de las Ideas, puesto que el objeto del Amor es la belleza. A través del amor se puede
conseguir un ascenso desde las cosas materiales hasta las ideas de las mismas, puesto que el
concepto de belleza no se limita a “lo bonito” o estético sino al resplandor de la Idea en la cosa;
la catarsis o purificación que es una vía moral de acceso a las Ideas a través de la liberación de los
lazos con el mundo sensible, que estorba al alma. Por medio de esta catarsis, el principio inteligible del
hombre, el alma, se predispone a la aprehensión de las Ideas.
El conocimiento para Platón, debe ser certero e infalible, por lo que se fundamenta en el acceso a las
Ideas, no en la modificación permanente del mundo sensible. Distingue dos tipos de saber: la opinión
(o basado en el mundo sensible) y la ciencia o conocimiento propiamente dicho (basado en el mundo
inteligible). En cada uno de ellos, a su vez se distinguen dos niveles. Así, tendríamos en sentido
ascendente (acercándose a las Ideas): la conjetura, que trabaja con imágenes o reflejos de mundo
sensible. Es el nivel más bajo de conocimiento. Le sigue la creencia, el conocimiento de los objetos
materiales. En el ámbito de la ciencia, estaría el conocimiento discursivo, cuando los datos de la
realidad sensible se consideran a la luz de la inteligencia, del mundo inteligible. Y por último, el más
elevado nivel de conocimiento sería el conocimiento intuitivo, el conocimiento pleno de las Ideas en sí
mismas, independientemente de su representación en el mundo manifestado.
Volviendo al asunto del alma, Platón distinguió tres partes en ella, a saber, la parte racional, inmortal, y
de naturaleza inteligible, pudiendo conocer intelectivamente las Ideas; la parte irascible, mortal e
inseparable del cuerpo y fuente de valor, voluntad y sentimientos nobles; y por último, la parte
concupiscible, fuente de las pasiones innobles, el instinto. El equilibrio se alcanzaría cuando cada
parte se encontrará desarrollando la virtud que le es propia. La parte racional cumple con su función
cuando alcanza la prudencia, el discernimiento entre lo correcto e incorrecto, es decir, el acercamiento
a la Idea de Bien. La parte irascible hace lo propio cuando alcanza la fortaleza y ayuda a la parte
racional a dominar a la parte concupiscible, y esta última es virtuosa cuando alcanza la templanza y no
somete al conjunto a incontrolables apetitos. Cuando cada una de estas tres partes desarrolla la virtud
que le es propia y el conjunto se armoniza, se alcanza una cuarta virtud que sería la justicia.
El sentido que Platón le otorga a la ética es el acercamiento de nuestras vidas a la Idea de Bien. Ese
acercamiento pasa por el conocimiento del mundo inteligible y por ir haciendo el bien. Esto conlleva
que cuando no se hace el bien, se obra desde la ignorancia. Para ir acercándose a la Idea de Bien
hace falta que cada parte del ser humano desarrolle la virtud que le es propicia.
Este mismo planteamiento de la ética individual la trasladó a la organización político-social del ser
humano, dando lugar a su famosa doctrina política. Platón parte de la base de que para que puedan
desarrollarse hombres y mujeres justos (es decir, con una armonización del alma racional, irascible y
concupiscible) hace falta una organización social justa, trasladando lo relativo al equilibrio entre las tres
partes del alma al equilibrio social que debe darse entre la parte de la sociedad donde recae el
gobierno (que debe ser prudente), la parte de la sociedad donde recae el ejercicio de la defensa (que
debe ser fuerte) y la parte de la sociedad donde recae el desarrollo económico (que debe ser templada
o bien medida). De esta manera se conseguiría una sociedad justa al servicio del desarrollo individual.
Platón elaboró su pensamiento en todos los ámbitos del conocimiento, llevando su doctrina de los
Arquetipos o de las Ideas a todas las facetas del hombre. A través del trabajo en la Academia y el
impulso que le dio, tuvo una gran influencia en el desarrollo posterior de la civilización Occidental hasta
el propio Renacimiento. A riesgo de ser excesivamente simplistas, podría decirse que la influencia de
las ideas platónicas, precursoras del idealismo mencionado en párrafos anteriores, han ido
alternándose con la concepción aristotélica de la existencia, más vinculada con el conocimiento del
mundo sensible, y por tanto, con el predominio del materialismo.
RELIGION.
1. Responde:
¿Qué aspectos de la sociedad judía en la que vivió Jesús se repiten hoy en día?
Alguno de los aspectos que se mantienen en la sociedad judía desde el paso de Cristo por la tierra
hasta hoy son las celebraciones en nombre de él.
Pero, aunque se mantienen cosas buenas también es cierto que se ha ido incrementando la maldad en
el mundo. Si bien vemos se ha desatado más violencia entre los pueblos y muchos de esos pueblos
pierden esa fe por la cual lucho Cristo.
Hoy en día nuestra sociedad vive dos aspectos semejantes a los de la sociedad judía vivida por Jesús de
Nazaret:
Aspecto Religioso: Todas las familias judías Creían en Un solo Dios Todopoderoso, que hizo la tierra y
toda su plenitud. De igual forma enseñaban a todas sus familias mensaje de las escrituras
(mandamientos) dados a Moisés, siervo de Dios.
Aspecto Social: La sociedad judía estaban sujetas a las leyes morales establecidas en la Torà o Biblia, ya
que contra ella no hay leyes terrenales.
Después, de haber escrito estos dos aspectos que ocurrían en la sociedad Judía, hoy en la actualidad
siguen siendo notoriamente nuestra punta de lanza, en el objetivo de formar una sociedad de Justicia y
Paz, preservando en todo momento la integridad del Hombre y Mujer, como elemento fundamental en
la sociedad.
¿Cómo se pueden distinguir los signos de la presencia de Cristo en nuestro ambiente?
En estos años de búsqueda he aprendido pocas cosas. Dios es insondable. ¿Quién puede
comprenderlo? Yo no, aunque trato. Mis libros sólo reflejan el largo camino que he recorrido en su
búsqueda y lo lejos que aún estoy de Él.
Esta noche me senté a reflexionar y pensé en ello. Me dije: “¿Cómo puedo reconocer a un verdadero
cristiano?”. La respuesta era simple: “Por el amor”. Dios que es Amor nos pide amar, a todos. Entonces
busqué signos, señales que te ayudan a comprender y reconocer la presencia del Padre.
Los podemos ver en los gestos amables de nuestros hermanos que nos ofrecen su ayuda y también en
los que nos necesitan, así formando una cadena de favores. Más que todo esto no lo observa nuestros
ojos sino nuestro corazón.