Está en la página 1de 4

Salmo 26 (25)

Presidente: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Todos: Amén
Oración
Otorga, Señor, tu misericordia a estos tus fieles que te la piden, y concédenos que de tal
modo amemos tu verdad, que, restaurada nuestra inocencia, merezcamos ser liberados de los
impíos. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del
Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

SALMO
Hazme justicia; Señor, que camino en la Proclamando tu alabanza,
inocencia; Enumerando tus maravillas.
Confiando en el Señor, no me he desviado.
Señor, yo amo la belleza de tu casa,
Examíname, Señor, ponme a prueba, El lugar donde reside tu gloria.
Sondea mis entrañas y mi corazón,
Porque tengo ante los ojos tu bondad, No arrebates mi alma con los pecadores,
Y camino en la verdad. Ni mi vida con los sanguinarios,
Que en su izquierda llevan infamias,
No me siento con gente falsa, Y su derecha está llena de sobornos.
No me junto con mentirosos;
Detesto las bandeas de malhechores, Yo, en cambio, camino en la integridad;
No tomo asiento con los impíos. Sálvame, ten misericordia de mí.
Mi pie se mantiene en el camino llano;
Lavo en la inocencia mis manos, En la asamblea bendeciré al Señor.
Y rodeo tu altar, Señor,

Reflexión
Suele ser un poco chocante que la gente se haga a sí misma su propia propaganda de lo
buena que es y de las obras buenas que hace. El mismo Señor Jesucristo en el sermón del
monte nos previene contra este tipo de presunciones y más bien nos aconseja ir ante Dios
no como el fariseo, echando en cara lo mal que Dios se comporta siendo yo tan bueno, sino
como el publicano, dándose golpes de pecho y pidiendo perdón por su culpa, consciente de
que es un pobre pecador y de que sus faltas son numerosas. No todos podríamos recitar este
salmo sin antes haber hecho un escrupuloso examen de conciencia y tal vez darnos cuenta
de que tendríamos que cambiar el texto. Sin embargo, este tipo de posturas, criticadas por
el Señor en el Evangelio, son bastante frecuentes aún en nuestros días. No falta el que diga:
yo no tengo de qué confesarme, pues yo no he robado, no he matado a nadie, no le hago mal
a nadie. Este tipo de oración, con todo era muy frecuente en el Antiguo Testamento. Salmos
de este estilo encontramos algunos a lo largo del camino.
Sin embargo, luego de haber confesado nuestros pecados y recibido la absolución
sacramental, unidos a Cristo, el único que no cometió pecado alguno, ni hubo engaño en sus
labios, este será nuestro mejor salmo para dar gracias por el perdón, por la purificación y
porque no nos deja adormecidos bajo el peso de nuestros pecados. No es nuestra conducta
intachable e impecable la que motiva nuestra oración sino la experiencia de un Dios tan
bueno que se echa encima las consecuencias de nuestros muchos pecados y nos trata con
abundante y desbordante misericordia: Estoy limpio porque él me ha limpiado de mis
pecados y me ha dado una conciencia limpia. A Dios no lo puedo engañar, diciéndole lo que
supuestamente no he hecho, pues el me conoce desde niño y sabe de qué estoy hecho. Ante
Dios, pues, muchísima humildad, no diciéndole lo que no hemos hecho o hemos dejado de
hacer, sino desahogando todo lo que llevamos, para poder recibir el Espíritu Santo y poder
orar como conviene.

En todo caso, en la mentalidad del Antiguo Testamento muy pocos podrían presentarse
ante el señor con la conciencia de una vida recta e intachable y preferirían seguir alejados
de la mirada escrutadora de Dios que todo lo ve y sondea las entrañas y el corazón. Solo los
esforzados en mantener una vida de conducta intachable podían presentarse de tal manera.
La ley dejaba a muchos tendidos a lo largo del camino que intentaron vivir como ella ordena,
pero sus voluntades no les permitieron. La ley por eso, nos dirá san Pablo, nos condena por
nuestras pecados pero no tiene en sí misma la fuerza para liberarnos de su esclavitud.

Hizo falta que viniera el Hijo de Dios y salvador Jesucristo para que llamara a aquellos que
la ley dejaba rezagados a la vera del camino y les invitara a entrar en el festín del reino:
Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados que yo les daré descanso porque mi
yugo (= mi ley) es suave y mi carga es ligera. El vino para llamar a los pobres, a los que
estaban ya sin fuerzas, a los pecadores. Ellos lavaron sus vestidos en la sangre del cordero
que vino a quitar los pecados del mundo y fueron hechos dignos de entrar en el banquete
nupcial, gracias a la misericordia. Entre ellos también nosotros que podemos en Él y con Él
alzar la copa de la bendición y dar gracias a Dios por la bondad y la justicia que nos han
alcanzado en su querido Hijo.

Terminado la reflexión, el que dirige invita a decir en voz alta las intenciones o peticiones por la que se
realizará el Santo Rosario. (Una de ellas el fin del Coronavirus y por los médicos y personal de Salud)

Se inicia el Santo Rosario como de Costumbre repartiendo entre varios miembros de la familia cada uno de
los misterios que corresponden a cada día. (Lunes y Sábado: Misterios Gozosos, Martes y Viernes: Misterios
Dolorosos, Jueves: Misterios Luminosos, Miércoles y Domingo: Misterios Gloriosos.) Al finalizar se hace
la siguiente Oración:
Oración del Papa Francisco a la Virgen María
Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos, que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de
Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, Salvación del pueblo colombiano, sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás para que, como en Caná de Galilea, vuelvan la alegría
y la fiesta después de esta prueba. Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la
voluntad del Padre y hacer lo que Jesús nos dirá, Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí
mismo se cargó de nuestros dolores para guiarnos a través de la cruz, a la alegría de la
resurrección. Amén. Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies
nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y
bendita. Amén

Juntos dicen: El Señor nos bendiga, nos libre de todo mal y nos lleve a la Vida Eterna. Amén.

También podría gustarte