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Los italianos de las primeras décadas del siglo XVI

estaban experimentando en carne propia los rigores y


las consecuencias de la guerra. Con la incursión del rey
francés Carlos VIII en 1494, iniciaron las
llamadas guerras italianas, cuyas consecuencias más
de�nitorias fueron que la mayor parte de los Estados
italianos perdieron su independencia; a partir de este
suceso las potencias europeas, principalmente España y
Francia, se repartieron porciones importantes de su
territorio. Nicolás Maquiavelo, gran observador de su
tiempo, escribe al respecto en su libro Del arte de la
guerra: “La intención de quienes promueven una guerra
ha sido siempre, y es lógico que así sea, enriquecerse
ellos y empobrecer al enemigo; y la única razón por la
que se busca la victoria y se anhelan las conquistas es
el acrecentar el propio poderío y debilitar al
adversario”.

La guerra contra los pueblos y los Estados en los


tiempos modernos es más sutil y tiene una cabeza de
puente, que es la deuda. En ese altar se condicionan
nuestro presente y nuestro futuro, se ceden activos, se
pagan tributos (intereses y amortización de capital) y
los gobernantes pasan a ser meros administradores de
los acreedores, cumpliendo la de�nición del objetivo
de la guerra del gran �orentino.

El primer atisbo de que los subordinados no respetan el


orden establecido y se va a dar batalla es no acatar las
condiciones impuestas. Eso hizo el gobierno de Alberto
Fernández cuando presentó su propio plan de pago y
dejó de pagar a los tenedores privados de títulos
argentinos, el 22 de abril de 2020.

La deuda externa argentina se incrementó en más de


100.000 millones de dólares en el gobierno de
Cambiemos, para llegar a 323.065 millones de dólares
al 31 de diciembre de 2019. Una parte, 66.238
millones de dólares, está en 21 títulos en moneda y
jurisdicción extranjera sobre los que el gobierno
argentino plantea un canje, con nuevos plazos y nuevas
tasas de interés, tras demostrar la imposibilidad de
afrontar los pagos con las cláusulas originales, estudio
que avaló el mismo Fondo Monetario Internacional.

Una parte importante es la deuda con el mismo FMI,


unos 44.000 millones de dólares; otros
aproximadamente 30.000 millones de dólares, con
organismos internacionales de crédito como el Banco
Mundial, el BID, la CAF, etc.; otros 130.000 millones es
deuda intra sector público (FGS de la ANSeS, BCRA,
Banco de la Nación Argentina, diversos fondos
�duciarios, etc.); y el equivalente a 53.000 millones de
dólares restantes es deuda con el sector privado en
moneda nacional e incluso en moneda extranjera, pero
en jurisdicción nacional. (El gobierno nacional enviará
un proyecto de ley de reestructuración para asimilarlos
al canje propuesto a los títulos de jurisdicción
extranjera y de acuerdo a la cláusula RUFO, que obliga
a dar igual trato a todos los acreedores, en cuanto a
interés y plazo.)

El principal problema a dilucidar es por qué esa deuda


se tomó para pagar el dé�cit �scal que es en pesos,
bajo qué condiciones el Estado Nacional le vendió esos
dólares al BCRA y este a los bancos a un precio
atrasado ex profeso para que la bicicleta �nanciera
funcionase y por qué unos 86.200 millones de dólares
fueron fugados del país, con el agravante de que los
cien primeros compradores (personas físicas o
jurídicas) lo hicieron por 24.679 millones de dólares.
La deuda se tomó para endeudar al Estado y bene�ciar
a una minoría rentística.

Ese objetivo del endeudamiento no invalida que la


Administración Nacional tomara deuda por más de
100.000 millones. Quienes las compraron lo hicieron
muy cerca de ese valor. Los primeros que vendieron los
títulos argentinos a bajo precio porque pre�rieron
pasarse a dólares, en abril de 2018, fueron JP Morgan,
Deustche Bank, Goldman Sachs, HSBC y Morgan
Stanley, lo que desató la corrida. El 25 de abril de
2018 compraron a $ 20,20 y a los tres meses valía más
de $ 40 cada dólar. Pre�rieron ganar el 100% o más en
tres meses que esperar al vencimiento del título.
Obviamente a ellos los siguieron otros tenedores de
títulos argentinos y eso empujó a la baja en el precio
de mercado de todas las obligaciones de deuda pública
y también del valor de las acciones de las empresas
argentinas.

Ante esa situación de derrape irremediable se acuerda


con el FMI en junio de 2018, lo cual re�ota al gobierno
de Macri y, paralelamente, aparecen los principales
poseedores actuales de los 21 títulos de deuda
argentina con jurisdicción extranjera. Los fondos de
cobertura BlackRock, Franklin Templeton, Gramercy,
Fidelity, Ashmore, Pimco, etc, , compraron por la
mitad del valor nominal de esos títulos.

El gobierno argentino hizo la primer propuesta de


canje global el 19 de marzo de 2020, con un período
de gracia hasta 2023 y una tasa de interés para los
títulos nuevos del 0,5% anual. Esto implicaba un valor
presente de esos nuevos títulos del 40%. La mayoría de
los bonistas no lo aceptó.

El  lunes 6 de julio de 2020, tras una larga


negociación, el gobierno argentino presentó ante la
Comisión de Valores de los Estados Unidos (SEC) una
nueva oferta de reestructuración de deuda pública bajo
legislación extranjera. A la vez informó que, de
aceptarse mayoritariamente dicha propuesta, enviará al
Congreso de la Nación un proyecto de ley para
reestructurar la deuda pública en moneda extranjera
bajo ley argentina, en condiciones equitativas al canje
propuesto para la deuda en moneda extranjera bajo ley
extranjera.

La propuesta consiste básicamente en un canje de los


21 títulos de deuda por nuevos y que por ley nacional
se les reconoce la prorroga de esa jurisdicción
extranjera. Para estos casos se dan 12 propuestas
distintas que van desde:

1. Bonos con interés anual �jo del 1,00% en U$D,


con vencimiento en 2030;
2. Bonos con interés anual �jo del 0,5% en euros, con
vencimiento en 2030;
3. Nuevos Bonos 2030 en U$D que devengan tasas de
interés variables que van del 0,5% al inicio a
1,750% al vencimiento �nal;
4. Nuevos Bonos 2030 en euros que devengarán
intereses del 0,125% anual pero comienzan a
amortizar capital en 12 cuotas semestrales en
2025;
5. Nuevos Bonos 2035 en U$D que devengarán
interés anual variable que va de 0,125 a 5% al
�nal;
6. Nuevos Bonos 2035 en euros que devengarán
interés anual variable de 0,125% al 4,0%.
7. Nuevos Bonos 2038 en U$D que devengarán
interés anual variable de 0,125% a 5,0%;
8. Nuevos Bonos 2038 en euros que devengarán
interés anual variable de 0,1250 a 4,250%;
9. Nuevos Bonos 2041 en U$D que devengarán
interés anual variable de 0,125 a 4,875%;
10. Nuevos Bonos 2041 en euros que devengarán
interés anual variable de 0,125 a 4,50%;
11. Nuevos Bonos 2046 en U$D que devengarán
interés anual variable de 0,125 a 5,0%,
12. Nuevos Bonos 2046 en euros que devengarán
interés anual variable de 0,125% a 4,125% en el
año 2046.

Depende de cuál de las doce opciones se tome, pero en


promedio el valor presente para los títulos en dólares
es de 54,4 dólares por láminas de 100. Y en las
opciones en euros es de 50,8 euros por láminas de 100,
siempre en el marco del exit yield del 10% que es
reconocer una tasa de riesgo país de 1.000 punto por
encima de la tasa de los Estados Unidos por un lado y,
por otra parte, los títulos que provienen del canje del
año 2005 que tenían la cláusula indenture 2005 (esto es
cualquier modi�cación debe ser aceptada por el 85%
de los acreedores), continúan con ese bene�cio.

La deuda es legal porque el gobierno de Cambiemos se


endeudó y el Congreso de la Nación, con el voto
a�rmativo de muchos de los que hoy son conspicuos
miembros de la bancada o�cial, le autorizó todos los
años a tomar esa deuda.

La propuesta, como lo reconoce el Ministro Martín


Guzmán, es un esfuerzo desmesurado porque
cualquiera sea la alternativa que podrían elegir los
acreedores de canje de títulos, va costar pagar y
condiciona nuestro presente y nuestro futuro.

El fondo BlackRock que lidera uno de los grupos de


acreedores dijo que no va aceptar la propuesta
argentina, pese a que tiene fuerte participación en
empresas en el país y le convendría que la economía
local se recupere, pero pesa también el hecho de que,
de aceptar la quita formal (por ejemplo que el BONAR
2024 devenga una tasa de interés anual en dólares del
8% y como se compra a menos del 50% de su valor
nominal la tasa de interés real, si se pagara, sería más
del 16%), sería un ejemplo a seguir por muchos países
y seguramente que ellos poseen títulos de deuda de
esas naciones que están en condiciones similares a la
nuestra.

El gobierno argentino hizo la propuesta formal y


dependía de que la aceptasen más de las dos terceras
parte de los acreedores para no incurrir en default con
las intimaciones de pagos judiciales correspondientes
en jurisdicción extranjera. El rechazo de BlackRock y
otros da por caída la misma. Aparentemente la presión
del grupo es continuar la negociación a la espera de
obtener una “libra más de carne”.

No es lo mismo defaultear con Paul Singer, que es un


pequeño usurero con claras y mani�estas in�uencias en
los tribunales de deuda de los Estados Unidos, que con
Larry Fink, presidente de Blackrock que reconoce que
administra activos por 7 billones de dólares (más de 20
veces el PIB argentino) y con vinculaciones de todo
tipo, incluso en la misma Argentina, pero también
queda claro que el gobierno nacional no quiso llegar a
esta situación.

Lo antes dicho es razón por demás para averiguar


donde se fueron gran parte de los dólares de la deuda y
si la gestión fue de acuerdo a derecho, y proceder
internamente a que se haga público y se castigue a los
culpables por el delito de malversación de fondos
públicos y abuso de autoridad.  Gran parte de la
población los eligió para que deliberen y gobiernen en
procura del bienestar general  para nosotros y para
nuestra posteridad y en cambio, han endeudado al país
sujetándonos a sacri�car nuestro trabajo y nuestra
producción en dependencia a fondos extranjeros.

Repiten el mismo mecanismo desde Rivadavia y Mitre


hasta la dictadura militar, Menem y Macri, y sin
embargo, como han servido a intereses foráneos, gozan
de impunidad legal.

Se necesita auditar la deuda, adónde se destinó,


quiénes se bene�ciaron y establecer responsabilidades.
Paralelamente, se debe desarmar el andamiaje legal
entre la ley 24.156 de Administración Financiera y
Control de Gestión del Sector Público Nacional
(sancionada en 1992) y la ley 25.188 de
Responsabilidad de los funcionarios públicos
(sancionada en 1999) y cumpliendo con la
Constitución Nacional restablecer la plena soberanía
del Congreso en auditar las acciones del Poder
Ejecutivo. Es imprescindible comunicar
fehacientemente todo lo actuado al pueblo, porque
desde el 25 de mayo de 1810 quiere saber de qué se
trata.

Los acreedores están sujetos a derecho, los que


tuvieron acción maliciosa y dolosa deben hacerse cargo
de su obrar, lo decía Arturo Illia: “No les tengo miedo a
los de afuera que nos quieren comprar, sino a los de
adentro que nos quieren vender».
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