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El perdón en la Iglesia

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Enfoque
ECLESIOLÓGICO

Jesús, dentro de sus prédicas, relacionó el perdón


de los pecados con la fe y con el Bautismo: "Id
por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva
a toda la creación. El que crea y sea bautizado se
salvará" (Mc 16, 15-16).
Desde entonces, el Bautismo se convirtió en
el primer sacramento de perdón y con el que
borramos la mancha del primer pecado. En el
momento en que hacemos nuestra primera
profesión de fe, es decir, cuando recibimos el
bautizo, purificamos nuestro espíritu de tal
manera que cualquiera de nuestras faltas, incluso,
las cometidas por nuestra propia voluntad serán
perdonadas.
Sin embargo, la gracia del bautismo no libera de
todas sus debilidades humanas y la lucha contra
algún caso de inclinación al mal será librada por la Iglesia, que ha aprendido a utilizar de la mejor manera,
los pocos instrumentos de fe con que cuenta. Cualquier persona que haya sido bautizada puede en
cualquier momento, reconciliarse con Dios y con la Iglesia, gracias al sacramento de la penitencia.
La Iglesia recibió las llaves del Reino de los cielos, con el propósito de que perdone los pecados a través
de la sangre de Cristo y la acción del Espíritu Santo. No existe una falta tan grave que la Iglesia no pueda
perdonar. Cualquier pecador puede esperar el perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero.
Si la Iglesia no hubiera recibo el don de perdonar los pecados, en estos momentos no quedaría ninguna
esperanza de lograr cristianos más comprometidos, ni tampoco, la expectativa de una vida eterna liberada
de toda culpa.

Jesús dejó a la Iglesia un sacramento para recordar el sacrificio de su muerte


en la cruz. Por esto, reunió a sus apóstoles en la última cena e instituyó el
sacramento de la Eucaristía, cuando a manera de símbolo, convirtió el pan y
Nota
adicional
el vino en su mismo cuerpo y lo ofreció a sus invitados. Con este acto de fe,
amor y entrega los preparó para que hicieran lo mismo al evocar su memoria
y el testimonio de Dios nuestro Padre.

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