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Ladran, señal que cabalgamos

Las convicciones de elPeriódico, de sus periodistas y las mías han estado siempre con la práctica del
periodismo independiente, en un país caracterizado por la ausencia de mecanismos, instancias e
instituciones que garanticen la transparencia, la fiscalización, y, sobre todo, la rendición de cuentas. Esta
realidad nos ha forzado, además de practicar periodismo independiente, a transformarnos en un pequeño
y humilde “contra poder” de los poderes establecidos. Por eso, desde 1990 hasta la fecha, hemos luchado
incansablemente en contra de los abusos y excesos de poder, la corrupción, la impunidad y el terrorismo
de Estado, entre otras lacras que suelen caracterizar al “narco cleptodictador” de turno.
Esta postura perenne e inclaudicable nos ha causado por largas tres décadas, intensas campañas de
descrédito y descalificación en las horas de mayor “rating”, en el oprobioso monopolio de la TV y su
oligopolio de radio; amenazas, granadas y dinamita en mi casa y de un muy querido socio en su
residencia en la 20 calle de la zona 10; treinta balazos en la zona 10 frente a lo que en su momento fue el
hospicio del Tío Juan, ordenados por el general Enríquez, en esos días ministro de la Defensa y de su
jefe de Estado Mayor, José Luis Fernández Ligorría, pues denunciamos que, además de realizar
“inteligencia”, proporcionaban estrategia, almacenaje, corredores de seguros y protección a las
operaciones a los carteles de drogas, para que trasegaran cocaína y heroína sin contingencias ni
contratiempos –el 90 por ciento del consumo de la cocaína y heroína de Estados Unidos que proviene de
Venezuela, Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia–, teniendo como destino intermedio Guatemala, donde se
queda almacenado un promedio de 15 días, antes de salir a hacia su destino final.
Además, desde esos tiempos hasta la fecha, Guatemala ha sido el puente del ciento por ciento de las
materias primas, para fabricar drogas químicas en Estados Unidos provenientes de China comunista,
cuestión que también denunciamos hasta el cansancio.
Estas prácticas de negocios poco ortodoxos han representado, para este grupo de militares y civiles
rapaces, la bicoca, por sus eficaces servicios, de alrededor de Q24 millardos al año. Como la codicia
ciega a la gente, en la línea de negocios de estos personajes siniestros incluyeron en adición al
contrabando convencional (Q12 millardos por año), el tráfico de armas y municiones, la trata de
personas y el robo de vehículos, a los que, en la segunda mitad de la década de los años noventa, en el
taller de la Casa Presidencial, cambiaban el número de registro, para venderlos en grandes predios en los
alrededores del Parque de la Industria o los exportaban al extranjero. Esas actividades criminales, en su
momento, las denunciamos con evidencia documental y fotográfica.
Por estas denuncias, por nuestra lucha incansable contra la corrupción y la impunidad, sufrimos
persecución entre 1995 y 2014, al extremo que, en este largo periodo, nos vimos forzados a acondicionar
en nuestras oficinas, espacios cómodos, para que los oficiales de la SAT pudieran examinar
minuciosamente nuestras operaciones diarias.
El 23 de junio de 2003, la elite de contrainteligencia militar del Estado Mayor Presidencial allanó mi
residencia, golpearon a dos de mis hijos; simularon mi ejecución en tres ocasiones a lo largo de dos
horas; robaron alrededor de Q8 millones de nuestra casa, incluyendo una colección de armas que recibió
mi abuelo Clemente Marroquín Rojas de varios presidentes de Centroamérica, y joyas heredadas por mi
madre y mi tía, cuyo valor para nosotros como familia no tenía limites, y, sin embargo, después de ocho
días, en los que como familia decidimos seguir nuestra vida normal en Guatemala, como de costumbre,
los sátrapas realizaron una persecución letal contra mi hijo mayor y otra contra mí, que sorteamos de
milagro.
Entendimos que para sobrevivir de las mafias de narcomilitares y sus lacayos, en esos tiempos el pillo de
Portillo, el contralor Abadío y el fiscal general Carlos de León, mis hijos debían salir a un exilio
definitivo, y así lo hicimos.
Me quedé en Guatemala.
Hasta el año 2000 jamás había sido demandado por nadie. Los jefes de facto del Estado Mayor
Presidencial de Portillo e hijos putativos del general Ortega, Jacobo Salán y Napo Rojas, presentaron 87
demandas en mi contra. Diez años más tarde terminé de desvanecerlas. Baldetti & Cía. me presentaron
198 demandas que progresivamente he ido desvaneciendo. Quedan aún unas 35 por desvanecer. Todas
estas demandas las considero genuinas condecoraciones. Jamás me ha demandado un funcionario o un
diputado decente.
Una demanda más de un ya no tan joven político, corrupto sin necesidad, solo porque puede y tiene
poder temporal, sería una condecoración más. Sobre todo, viniendo de un personaje siniestro y sin
escrúpulos, infame y mentiroso, que entre su línea de productos incluyó comisiones para facilitar
devoluciones reales o ficticias de parte de la SAT y que ha quedado impune, porque la
narcocleptocracia, por el momento lo necesita como peón eficaz. (Aló, Felipago Alejos.); si es que antes
no es forzado a visitar a Mickey, con gastos pagados por el imperio, para disfrutar de una prolongada
temporada bajo la sombra, aunque es tan cobarde y soplón, que su estadía allá muy posiblemente podría
ser muy corta y regresar sin vergüenza, en poco tiempo, como Pedro por su casa.
Estoy consciente de que comprometerse con la verdad significa desgaste y daños, casi que
autoinfligidos. Jamás he buscado popularidad ni votos, ni caerle bien a nadie. Simplemente, he luchado
por la libertad en su sentido más amplio.

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