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ni! lo Julio Aréstegui LA INVESTIGACION HISTORICA: TEORIA Y METODO JULIO AROSTEGUI LA INVESTIGACION HISTORICA: TEORIA Y METODO sBllOG, ran walt G *' tafotocopiano mata * — = dito & Dy, slmorcada st. SO %% yas CRITICA BARCELONA ‘Queda rigurosameateprokibida, vin Is autorizacién exci de los tulares del copyright, bao ths saachonesestbleckls nla eyes, a reprotaccidn oul parcial de esta obra por cual ‘malio 0 procedimiento comprenciden la repeografia y ef trataicnte inlrrate Cuber: Foun Bata Foxocomponicise: Ftocomplt ©. © 1995 2001, ful Aroxegui © la presente eficign para Eapata y América: AL CHICA, SL Proven 240, (8008 Barcel ISON HEREND-IN7-4 Deiat eal 10,631-2001, Uinorews en Kapa 2001 A&M Gia, SL. Sama Perpetn de Mages (Bacelona) PROLOGO A LA NUEVA EDICION Hace cinco aos aparecié la primera edicidn de esta obra, cuyas intenciones, opciones. expectativas y agradecimientos se hacian canstar en el Prilogo escrito para aquella oeasién. Aparece ahora una segunda en cuyo nuevo Prilogo me gustarfa retomar, con la perspectiva que afiade ¢! tiempo transcurrido y la expe- Fiencia ganada aquellos y otros extremos parejos alos que se eontenfan en el an- terior, Pero es claro que a este propdsito se le impone una consideracién previa a la que-no puedo sustracrme, y es ésta: lo que Yo pueda incorporar, recificar © confirmar de lo que decia entonces esti inevitablemente condicionado por la recepcién que el libro ha tenido y por el eco que ha Hegado a mi de ello. El hecho de que se vuelva a editar. y que Io sea con ostensibles reformas —aque ojalé sean realmente mejoras—, dice por sf mismo algo en lo que no es preciso reincidir, Peto no lo dice todo. Y ello es lo que me gustaria especialmente considerar. La recepcidn a a que me refiero tiene muchos perfiles que serfan dignos de algin comentario, pero que no es el propio autor de! libro el mis indicado para hacertos. Entre fo que considero prudente decir se incluye el hecho, lixonjero, «de que aquéttos a quienes una obra como esta iba dirigida especialmente y otros 4 Jos que previsiblemente les iba a servir de ayuda no se han Visto decepeiona- dos, en Jo que yo s¢. Los alumnos que cursan asignaturas de cuya materia ver- sa, los profesionales interesados en los aspectos mas estructurales de su disci- plina, algunos estudiosos de cuestiones limitrofes y relacionadas son los casos nds significativos que conozco. ero no todo funicions conforme alo esperado, Las erfticas y las conirover- sias que yo barruntaba y, naturalmente, hubiese agradecido, de aquellos prof sionales y eolegas de quienes, sin duda, va @ recibir un juicio més aquilatado y, segurumente, més severom, decfamos entonces, no se han producido, © lo han hecho en tina expresidn minima. No me aventuraré, sin embargo, en un sitio como ests, # adelantar alguna posible explieaciGn del hecho que, desde luego, puede tenerlas de diverso signo. A lo que yo sé, e! libro interesé bastante més & Jos coleytas quee por motives profesionales se encuentran més implicados en un trabajo historiogréfico especulative, instrumental © «metahistérico» que a los otros voleado en la estricta peictica empirica. Reconazco que en sana doctring 6, mis simplemietke. en li que este libro mismo pretende inculear, esa distinciéin 8 impertinente, Pero la realidad es teres y aprovecho la ocasidn para Lamentat profundamente semejante terqueda. 8 LA INVESTIOACION HISTORICA:TRORIA.Y. NEETODO. Asi, quicnes més me han hablado de él en trminos constructives han sido, Precisamente, metodlogos y didactas de Ia historia y de las ciencias sociales. fildsofos y algunos otros profesionales de lay ciencias humanas algo mis aleja- dos de nuestra conereia dedicacidn. Una cosa que puedo aftadir con satisfaccion pilena es que en absolut han permanccido indiferentes a lo que el libro ofrecta quienes, especialmente fuera de Espatia, tienen una dedicacidn historiogrifica Plenamente vertida a la meiodologia, a la filosoffa de la historia o a la historia de Ia historiografia, Esas cuestiones, sein sabemnos, no tienen en la universi dad espaftola—y, curiosamente, mucho menos en las facultades de Historia — tun estatuto propio definido, Pasando ahora a cuestiones mis sustanciales que resultan, a mi juicio, de obligado comentario entre estas consideraciones previas, me gustaria sedalar mi convencimiento de que en los cinco afios transcurridos entre las dos ediciones tho parece que se hayan producido citcunstancias, desarrollo 0 innovaciones ‘que hagan pensar que las opciones que este tratado asumié entonces deban ser sustancialmente ectificadas. No desearia, en modo alguno, que esta observacién, sonara a gratuita protesta y desaforado propdsito de no enmendalla, o a presun- cin de ningun género, porque no es ese verdaderamente el espiritu con que se hace. Lo que quiero decir es que si a mediacs de los aftos noventa este peque- fio tratado de reflexi6n historiogrifica. en plena voriine del impacto expansivo del posmodemismo, la lingtistica y la antropologta, a decir de Lawrence Stone al comienzo de la década, habia optado por una visida concreta de la historio- ‘graffa, nada complaciente con las moxias, no parece que cinco aiios después haya razones de peso para cambiar, Esta steoria y método de la investigacién historica» opt6 por una visién en cierto modo normativista, ligada a las cicncias sociales y no en contraposicién, con ellas, formalist en ef método, que se pronunciaba por una integracién de los suberes, flexible en limites tolerables y nada complaciente con ciertas rets- ‘cas al uso —tal como lo veo yo—. No encuentro, por ahora al menos, razones para que deba ser sustancialmente cambiada, porque creo que en la historiogra- fig del siglo en el que entramos habran de cambiar muchas cosas pero ta for- ‘maci6n de historiador deberd quedar lo mis libre posible de cualquier forma de propensin al irracionalismo por muy de moda que esté, ‘Cube suponer que algunos leciores benévolos sigun entendiendo que aqui se presenta uni version en exceso stegaladar de lo que es 0 Jo que deberia ser la Prsctica historiogrifica, pues asf ha ocurrido con la primera versign del tent, Hay quienes encuentran algunas de estas propuestas demasiado indistintas con relaciin a clencias sociales vecinas, La insistencia reflejada en sus paginas sobre ol valor y la eficacia de la préctica al modo cientifico, su alejamiento de as versiones narratvistas y retéricas, la visiGn decididamentc regulativa—aun- ‘uo, desde luego, no dogmitica— del método, son extremos que inclinarian a pensar et unt propiesta tal ver excesivamente rigida. Pero me consta que esta ‘no €8 tin opinién generalizada entre quienes, sin tener por qué aprobar todas sus posiciones, creen en la oportunidad y sentido de un libro como este. in moxlo alguno se propone esta obra reavivar el positivism, per no es PROLOGO 9 ‘menos cierto que contiene una propuesta inequivocamente racionalista. Desde luego, lo que este libro dice presupone que el hisioriador se halla mucho mas cerca del cicntifico gue del artisia. No se es clemente en modo alguno con la historia-iteratura, ta wintespretativar, a relaivistay a ficcional. Manticne que Ja Historia dista de ser una cuestion de opinién 0 de gustos. Pero cree, desde I~ x0, en que tal Historia la hacen «sajetos corpdreos, y que son estos los que constityyen y modifican clases, estructuras y sobredeterminaciones. El sujeto no s¢ capia, sin embargo, sino en la razdn, tanto la instrumental como la histéri- «a, si se quiere, no en la recreacién impresionista, a-tedrica y a-eritica. Por ello ‘ergemos en un futuro racionalista de la historiografia y no en tno pragmatista, En cuanto 4 su talante, tal vex no serfa ocioso recordar aquf un comentario, ‘que conozco indirectamente, de cierto colega que erefa que Ia primera edicién de esta obra no rellejaba suficientemente «lo que los historiadores hacen». Esa ‘opinién, atin con no reflejar exactamente lo que el libro dice, tiene el mérito de haber captado su intencién real: para mi, La fundamentaciGn thtima de la histo- riografia no se basa en lo que los historiadores hacen sino, mas bien, en la erf- tica de Jo que hacen. La pragmitica idea de que historiografia es «lo que los historiadores hacen» no es precisamente de las que yo uplaudo. En este terreno nadie tiene derecho a propiedad alguna como tampoco a cobrar peaje, pero no ‘es oro todo lo que reluce. ‘También el tiempo transcurrido entre tas dos ediciones ha mostrado que es posible y necesario incorporar a nuestro tratamiento muchas propuestas que se han aiiadido a la visién de ta disciplina en los aos noventa tardios. Y en lo posible hemos procurado hacerlo asf. Quienes han tenido a bien hacer comen- turios sobre la edicién anterior han coincidido por lo general en que segura- ‘mente faltaba en ¢} texto un mayor desarrollo de fo que fa sido la historia de kat configuracién misma de la disciplina historiogrifica en la época contermpora- rea, €s decir, desde el comienzo de la construccion de ela en el siglo XIX, y s0- bbraba insistencia en ubicar la prictica historiogrifica dentro de un micho de disciplinas cuya identificacidn cientifica se buscaba afanosamente. La presente edicidn fa procurado limar este enfoque y por ello tods su primera seccidn ha sido remodetada ‘Se manticnen las lineas bisicas, aunque procurando mejorar y sctualizar su ‘exposicidn, los extremos esenciales de fo que constituye una teoria de lo his \6rico atenta a algo mas que a meras constataciones empitica, sin entrar en el terreno de ta especulacién filoséfica. Hemos tenido en cuenta, en lo que nos al ‘cana, lo mis significative que la biblingratia sobre el tema ha preducido des: {de que apareci la anterior edicién, No ha variade la propuesta esencial acerea de la explicacién hisi6rica y, si bien se insiste, en cuanto al discurso historiograi «0, en que ol historicisme narrativista no representa en manera alguna una cap tacién convincente de la Historia, se pondera la necesidad de que La explieacin hhistirico-social flexibilice sus vias, haga uso de recursos diverse, tint form listas como hermenéuticos. Estamos mis convencides. que nunca de que tas ciencias de la sociedad, a historiografia entre ella, estin por encontrar todavia 0 LA INVESTIOACION HISTORIC: THOKIA.¥ METODO 1 punto «galileano» de su imagen del mundo, que no pours ser geomsétrico pero Al qve no le bastard tampoco ser podtico, En nuestra modesta forma de ver las cosss, la historiografia —una palabra, por cierto, que tampoco parece gustar a todos— no acaba de salir con horizon te.claro del cierto marasmo en el que se intemé con la crisis de aquellos pode ‘os0s «paradigmas» que triunfaban en los afios sesenta y setenta, Es evidente que el revival de ellos es impoxible y, en todo caso, indeseable. Pero ta llamada ‘«vuelta al narrativismow no fue sino un fiasco, eon ribetes de moda medistica, potenciada por la expansidn de las maneras posmodemistas y tan vacia de ideas como de competencia técnica. La vuelta del sujeto parece entenderse veces com al regreso del «contar historias». Y ni que decis tiene que la Histo- Fis parece prestar cada dia mejores servicios a quienes saben utilizarla, Pero ninguna experiencia se atraviesa en balde. Ninguna situaciéa histérica. en laciencia normal yen la extraondinaria, representa una vuelta aris. Diria ust ue, si bien nos parsce encontrar una persistencia en lucrisis de ladisciplina, es evidente que van extrayéadove las convenientes lecciones de ella. Quis, la mis [provechosa, aunque no sea gratificante del todo, es la de que tras veinte aibos de incentidumbres, de busquedas, es cierto, de ensayos y de halltzgos parciales,es- {amos convencidos de que el plegarmos al tado vale (el anything goes, que se ‘often Jos tempos centrales de la crisis) «la complacencia con casi cualquier f ‘mula por el hecbo de ser nueva, ila aceptacién de no importa qué propuesta en «tras de un iolerante espintu de apertura, no conduce, ni mis ni menos, que, en el mejor de los ¢as0s, a ninguna parte ¥ en el peor a convert la prictica historio- sgifica en una actividad cultural irelevante en sf mist pero, eso sf, ficilmenie ‘manipulable. Yo nos faltan, por desgracia, buenos ejemplos de ello, ‘Se me podria objetar que la Historia goza de una excelente salud, como ereen bastantes bienpensantes, 1o que no puede estar mas a la vista dado Yo mu- cho que se produce, se vende y s¢ difunde... Pero, desafortunadamenic, esos Aargumeatos pruchan poco. Porguc, en ese sentido, s¢ tatarfa de la misma salud de la que gozan las revistas de frivolidades, la novela histria, los nuevos pro- gramas de «sociologfa televisiva (j) y los deportes espectéculo. No parece que sea ese un buen instrumento de medida, Permitasenos decir que ef problema de Ia historiografia en este comicnzo de siglo tiene que ver sobre todo, a nuestro modesto juicio, con la permanente reduccién de la exigencia en una prictica respetable, con la trivializaciOn, tas Publicaciones superfluas. la historia medistics, la «historia oficial, los modos de trabajo earenies de «oficion, la dificuliad para asumir el cambio y consi- gttiente renovaci‘n. a formacién de los j6venes historiadores, los «falsos» y los nuevos» profetas y Ia «historia basta». Junto ello, camo prueba de una cier- ta crisis de In innovacién historiografica. no deja de ser sintomético el hecho de las abundantes reediciones y republicaciones de obras escrtas hace lustros o décadas, represeniativas de momentos anteriores de las preocupuciones hist6- rics, Demasiado, se pensariiy estoy de acuerdo. Ahora bien. me apnesuro a ma- nifestar que, como toda afirmaciGn sobre fo mismo, admito que ésta también es discutible, manifiestamente mejorable y sujeta a miltiples excepciones... rROLOGO " Lo esperaneador puede situarse en la desisién de quienes no estin —no es- tamos—de acverdo con la situacién, A algunos de ellos me he referido, aunque sea en forma eliptica, renglones arriba Sé que en la profesisn de los historia. doves hay muchas gentes agobiadss por el hastio de lo repetitive y prestas siempre 4 reaccionar contra la imposicin, la banalidad, ta historia que piensa en hacer politica, la sumisiGn medistica —sin exclu la editorial— y kx mis absolutarutina, Naturalmente, me gustaria que este libro limitado y personal {que comprendo que no puede contentar a todos, fuese una vox mis frente a todo lo que denuncio, En fin, una vez mis, la mansidn mais grata en cualquier exordio ex aquella em la que uno entra pars expresar el reconocimiento y agradecimiento 4 quienes han considerado que la empresa merecfa la pena. De bastantes de ellos hablé yen 1995, No me importa repetirme y me alegro de que Ia némina pueda am- pliarse, Como siempre, resulta extremadamente confortante que muchos alum- nos, de diverso nivel, eneuentren este texto instructive y digno de discutirse. aunque no en todas sus pasajes resulte fdcil. As{ ha vuelto a ocurrir en estos cinco afios, dentro y fuera de Espaha. Sencillamente, muichas gracias a muchos alumnos que han aprendido slgo aquf, han descubierto sus diserepancias can lo encontrado y me las han expresado, ‘Mochor de exon alimnoe 9 pefeses son de uversidade de Latinoam rica y deberian ser nombrados, pero no eabrian todos aqui. Results extremada- rmiente grato corroborar plenamente las palabras de Josep Fontana en el prlogo de la segunda edicidn de su Historia, con referencia a lo que se ns honra allt con leenos. Uno tiene siempre 1a desoladora impresidn de que podemos y de> bemos hacer més en compafifa de quienes hablan y ensefan en nuestra lengua allonde el Atldntico, Quiero limitarme a agradecer a algunos colegas de alld el interés tomado para mejorar entre todos ta obra. Tal es el caso de Jonge Saab, tuno de mis més utiles comentaristas, de Jonze Sahorido y Cristiin Buchrucker estos dltimos comparten ahora conmigo otras empresis— y de otros mu cchos colegas con quienes he coincidido en Buenos Aires. La Plata, Rosario, Santa Rosa de La Pampa y Tucumén y de quienes siempre he escuchado co- mentarios constructives. Quiero agradecer Ia comprensién y el apoyo de muchos colegss antes ¥ sahara, De Glicerio Siinchez Recio, Antonio Nifio, Gonzalo Bravo, Gonzalo Pie ‘sama, José J. Diaz. Freire, Guillermo Castin, Raimundo Cuesta, Ange! Duarte, Luis Enrique Otero, Sergio Riesco, Alberto Luis y Jordi Canal. En el caso de Juan A. Blanco he de agradecer ademds su ayuda tanto en la lectura detenida dl texto como en Ia basqueda de algunos materiales. Caso especial es también cel de Elena Hernindez Sandoica. colega y compaftera de empresas historiogré- ficas comunes, de quien recibi desde el primer momento un particular aliento, y ‘con quien las diserepancias intelectuales se convierten siempre en fuente de ins- pirscidn, Resulta casi ocioso afadir que he escushado y tenido en cuenta ‘hus sélidas, informadas y atendibles opiniones. Al final sin embargo, ninguna Cy [La INVESTIGACION MSTORICA: TEORLA ¥ MIETODO de mis amables consejeros y comentaristas puede ni debe sentirse corresponsa- thle de lo que aqut se sostiene ‘Agradezco de nuevo el impulso inicial que fue para esta obra la buen co- sida que le dio Josep Fontana y Gonzalo Pontn y La benevolencia y paciencia de todos los que en Editorial Critica contribuyen a que las ideas adquieran for- ‘ma de libro. Quiero mencionar y agradecer explicitamente el placer de la cola ‘boracidin con Gonzalo Pontén, Carmen Esteban y Silvin Iriso ‘Me animo a pensar en fin, que tal vez-n0 sea ésta i dltima ver que el libro sufra un remazamiento para adaptarse a los cambios que en nuestra tarea intro- duce una sportacién incesante de nuevas ideas y nuevas realizaciones. Apor- tucién que el tiempo futuro parece que nos anuncia en mayor cuntidad y con mayor contundencia. Y asi, el destino que mis deseamos para la obra es et de ue, a la postre, su principal significado y su mejor fortuna las encontrara en dar Siempre cucnia de cosas nuevas y seguir insistiendo en las que continuarin siendo imenunciables, Junio Arosteaut Madrid, diciembre de 2000 SECCION PRIMERA TEORIA, HISTORIA E HISTORIOGRAFIA (La naturaleza de la disciplina historiogriifica) La seccidin primera de este libro pretende exponer la problemética general, tal como se la considera hoy, del conocimiento de la Historia. Para ello se par- tede la distincién cuidadoss entre lo que es la entidad Historia y to que puede ser una disciplina del conocimiento de la Hisioria.* Proponemos decididamen- te adoptar para ésta el nombre de historiografia, pot rizones que se exponen con suficiente claridad, ereemos. mis adelante en el cuerpo det texto, Como toda disciplina que imenta elaborar y acrecentar un cuerpo de conocimientos sobre detemminada maieria, que represeaten algo mis que un mero ejereicio de sentido comin, la historiografia necesita dotarse de algiin contenido tedrico, Pero hasta el dia de hoy esta es una de sus grandes La teoria de la que hablamos tiene. segtin se explicara después también, un doble sentido que igualmente conviene distinguir. Primero, toda disciplina nox ‘malizada construye, por una parte, un cuerpo de explicaciones articuladas para definir cl objeto al que dedica su estudio, En nuestro caso, a un trabajo de ese tipo eal que corresponde adecuadamente el nombre especifico de tearia de la Historia, Es la teoria que debe inteniar dar una respuesta convincente a la pre~ gunta zqué es la Historia? Constituye un saber susiantive y emptrico que Wala de definir cul es el campo de la realidad que et historiador aborda y que en modo alguno equivale al «desarrollo» de la Historia Universal, sino a la Teflexion sobre la naturaleza de lo historico. Pero, en segundo lugar, existe otro tipo de teorfa necesaria: la que intenta establecer no ya qué es la Historia sino emo 4¢ la conove. A este tipo de trabajo lo devominamos feorta de la Historie “fla. Traia de cOmo se conoce Ia Hisioria y céme los conocimienios objenisos ‘pueden agruparse de forma articalada cn un disciplina de conocimiento, Su tipo de saber es disciplinar 0 formal. Existen, por tanto, dos formas de teorfa a las que el historiador debe prestar fatencidn y, por supaesto, no confundir: la teorfa de la Historia y la teoria de la historiografia, Normalmente, esta segunda contend a la primera. Ninguna de ests tareas se confunde en absolute ni con la filosofia de la Historia ni com la historia de la historiograffa. Cada uno de esos otros dos empedos tiene st pro ‘pia entidad, distinta de la teorfa, y no son nuestro objetivo agus, aunque i la tne ta primera sexcion de la bea hers procurahs que la platen Historia apatesca ‘com mayascilacando hace eefecnca a ls setidas, al bet esto. Cuan alana Ye2 ‘aparece com miaescila es por hm autores dl ena Haman ant sata, a ssi Bi Metogriien 16 TWORIA, HISTORIA E HISTORIOGRAFTA ‘historia de Ia historiogralfa debamos dedicarle una atencién pretiminar y com- pplementaria, por las ruzones que en su momento expondremos también, ‘Una buena parte tumbién de esta Scccién primera se dedica a exponer de ‘manera circunstanciada e tiendo de lo conseguide por las diseiplinas mas desarrolladas, Hay unos térmi- 5. Habtargos de slenguaje formals, de league consruido por ef hombre de forma pla ficada con areyho + unas reyiay esc, por comrasle con et slenguaje natal, el hata del homntye qos va inverta ne proces sme de hotinieacn. 6, La natrateza especial dl lengunje cetiico es anuizada tans por b propia eiatemole ‘2h. y metoiopa de la chen, como po la lola del lenguaje. Cf, el antigo pero Inerosante ‘stud de G.G. Granger, Formaliame y Ciencias Humana, Ae, Barcelona, 1065. Tain ‘wet sunt ot peer Mw se K. Rety Elgin fngacnc, Bbc Pade U.A de Hare ‘a, 1900, Pa bs dian concepcines de a lene, ef). evar, fata whe meh ooh cient LF le a Ciencia eo gla KX, Cedex, Mais 1000 20 ‘TWORIA HISTORIA IE HUSTORIOGRAIA ‘nos espeetficos de la economia o de la Lingtistica, por ejemplo, que son muy ea Tacterisicos y estin absolutamente aceptndos. Pero, en todo caso, el lenguaje eespecializado es hoy una de las cuestiones mis problemiticas en el campo de as cicncias sociales, El problema terminolégico en la ciencia se manifiesta antes que nada 1 pro- Pésito del propio nombre que una disciplina constituida debe adoptar. ¥ por lo {gue concieme a la nuestra ese cs el que primero vamos w abordar. Se ha dicho menudo que el empleo de wna misma palabra para designar tanto una realidad ‘expecifica como el conocimienio que se tiene de ella constituiria una dificultad ‘apreciable para el logro de conceptuaciones claras, sin las que no son posibles ‘delantos fundamentales en el metodo y en los descubrimientos de la ciencia, Por lo tanto, siempre que un cieno tipo de estudio de 1a realidad acaba defi- ‘niendo con Ia debida claridad su campo, su Ambit, su abjeto, es deci, el tipo de fendmenos a estudiar, y se va perfilando su forma de penetrar en ellos, osea, su método, surge la necesidad de establecer una distincién, relativa al menos, cenire ese campo mismo que se pretende conocer —ya sea It sociedad, la com> posiciGn de In materia, la vida, Jos nummeros, la mente humana, et— y el con junto acumulado de conocimientos y de doctrinas sobre tal campo. La ereacidn de un vocabulario espectfico para un dea de conocimiento dada empieza precisamente ahi en cOmo diferenciar en e! lenguaje un cierto ‘objeto de conocimiento y la disciplina cognoscitiva cientifica) que se ocupa de 61, Se trata, sencillamente, de dotar a wala disciplina de un upelativo wenerico que describa bien su objeto y el cardcter de su conocimiento, Loy nombres de las ciencias se invemtan: e30 es lo que ocurrié a partir del siglo xvi. Es fre- ‘cuente asf que el nombre de muchas cicncius nacidas de la expansidn de los conocimientos desde entonces se haya compuesto de una particula descripti de a materia, ta que se ha aftadido un sufijo que es un ncologismo calificati- vo comin: Jogia, tomado del griego logor. Sociologia. psicologia, geologia, etc. 0,4 veces. grafia, descripcién: geografia cristalografia. Pero hay parcelas del conocimiento mucho mas elisicas con nombres particulares: la Fisiea es un buen ejemplo de antigii denominacién griega, aplicada ya por Aristételes. Y hay atin otro fendmeno no inusual tampaco: el de que el nombre de una disciplina haya acabado creando in adgjetivo nuevo para designar ta realidad que estudia: la implantacién de la psicologia ha acabado creando cl térraino «psico- lGgico, la geologia el término «geol6gico». In geografia «geogriticom. El nom ‘bre de tna cieacia determinada, constituido por un neologismo, ha dado lugar. 4 Yeees, « un nombre distintive para el tipo de realidad de la que se ocups. Anjibolrgia del término «Historia» 1.2 someras consideraciones que hemos hecho son titles para analizar un problemi andlogo y real de nuestra disciplina, a saber: el de la mis adecuada ‘Jetiominacién posible, y distintiva, para la investigacion de la Historia y para 1 discurio kisibrico normatizado que esto produce. La shistoriografia» es uns diveiplina afectada en diversos sentides por el problema del lenguae en que se plasma su investigacion y su sdiscurso», Por ello es preciso tatarlo ahora. MISTORIA E-HISTORIOGRAMA: LOS FUNDAMTNTOS 21 ‘La cuestidn comienza con ¢! hecho, comin a otras disciplinas, desde luego, ‘de que una sola palabra, Hisroria, ha designado tradicionalmente dos cosis tintas: ta Historia como realidad en ia que el hombre esti inserto y, por otra par fc, cl conocimiento y registio de las situaciones y los sucesos que sefalan y ‘manifiestan esa insereidn. Es verdad que el término istorie que emples el grie- £80 Herddoto como titulo de la mitica obra que todas conocemos significaba jus. lamente «investigacién», Por tanto, etimoligicamente, una «Historia» es Una «in vestigaciéns.’ Pero luego la palabra Hisioria ha pasado a tener un significado mucho mis amplio y a identifiearse con el transcurse temporal de las cosas ‘La enudicién tradicional ha aludido siempre a esta incémoda anfibologta estableciendo la conocida distineidn entre Historia como res gesiae —cosas su- cedids— e Historia como historia rerum gestarurt —relaciGn de las cosas sucedidas—, distineidn sobre ta que llamé la atencién por vez primera Hegel: la palabra historia —dice el ilisofo—redine en rsestra lengua el sentido abje- tivo y el subjetivo: significa tino historia rerum gestarum como las res gestae ‘misma, tanto la narracién hist6riea como los hechos y acontecimientose.* En la sctualidad, Hayden White ha sefialado que el término Historia se aplica que tienen las cosas. Por lo tanto, &s més Uurgente dotar de un nombre inequivoco a la escritura de la Historia que hacerlo ‘con las disciplinas que estudian esas otras realidades. que. por lo dems, tienen nombres bastante precisos: éptica, botinica, 2ologia o medicina. Es primordial dejar enteramente claro, desde In palabra misma que lo designa, qué quiere decir «investigar la Historia». No puede negarse que en el caso del estudio de la Historia existen razones suficientes para estimar que de uns primera dilvcida cid eficaz de esta cuestin terminol6gica—y después, naturalmente, de todas las demiis— pueden esperarse grandes clarficaciones, La indole no trivial de In CcuestiOn terminoldgica la manifestaron ya hace tiempo corrientes historiogr’- ficas como ts de los Annales, o la marxista, y ambss han hablado de urna «cien- cia de la Historia», La palabra Historia tiene, pues, como se ha dicho, un doble significado al ‘menos. Pero, a veces, se han introducido palabras o giros especiales para ex- presar sus diversos contenidos seménticos. As{ ocurre con la clara distincién que hace el alemain actual entre «Historie» como realidad y «Geschichte como 10, Ene capitulo 4,cm i seccin segunda de eta obra. volverems tat custones e Nereis sla entidad misma de a Histor HISTORIA E HISTORIOGRAHA: LOS FUNDAMENTOS 2 ‘conocimicnto de ella a las que se aftade iuego ta palabra +Historik» como tra- lamiento de los problemas metodoidgicos. Jerzy Topolsky ha sefialado que Ii palabra Historia, aunque sea solo usada para designar la actividad cognoscitiva, de lo histérico, encicrra ya un doble significado: designa cl proceso investigador, pero tambign cl resultado de esa invesigacién como «reconstruccién en forma de una serie de afirmaciones de los historiadores sobre tos hechos pasados».! Si bien es ésta una sutileea innecesaria, pues no hay investigacién Kigicamente separada de una construccidn de sus resultados, In observacidn ayuda a com prender las consecuencias no triviales de ext continua anfibologéa. En defini- tiva, Topolsky acaba distinguiendo tres signifieados de la palabra Historia; lox sthechos pasidos, las «operaciones de investigucidn realizadas por un investi- gadors y el «resultado de dichas operaciones de investigacidn». En algunas len- ‘guus, alade Topolsky, el conocimiento de lox hechos del pasado ha sido desig- nado eon otra palabra, la de historiograffa. ¥ es justamente en tal palahra en la ‘que queremos detenemos au con mayor énfasis Afirmii umbiéa ‘Topolsky que lt palabra en cuestién tiene un uso esencial- ‘mente auxiliar, en expresiones como «Historia de la Historiografiae, a la que Podriamos afadir otras como «Historiografia del tomate» o «Historiografiacana- Tia», por cjemplo. Ese sentido auxiliar. que sefala Topolsky. no impide, a nuestro Juicio, la venuaja de que la palabra Historiograffa tiene una significacién univo ‘s6lo se refiere al resultado de la investigaciGn». Y ello respeta au ctimalogia. Sin embargo, continia este autor, al no indicar ningin procedimiento de investi- gncidn, el témino no ha encontrado una aceptacidn general, «ni siquiera en si sentido mis estricto», Por ello «la tendencia a emplear el témino historia, mis luniforme, es obvia, uw pesar de que suponc una cierta fata de claridad.! EL concepto de «Historiografia»: investigacién y escritura de la Historia A veces se ha propuesto otro vocablo para cumplir esta funcién: Historios Jota. Es innegable que desde cl punto de vista filolégico, tal palabra desem- Peharfa la perfeecion la tare de designar Ia «ciencia de la Historian. Pero Posce, sin embargo, un matiz demasiado pretencioso: el de suponer que lt i> ‘Yestigacidn de la Historia puede considerarse, sin mas, una «ciencian. Fue Or- tega y Gasset quien propuso el empleo de ese término de «Historiologi» como esignacidn de una actividad que él crefa imprescindible: «No se puede hacer historia si no se posce ta técnica superior, que es una teorfa general de las reali slides humanas, lo que Hamo una Historiologian.* «Historiologia» es emplcada también, en ef sentido que aquf sefalamos, como investigacidn de la Historia, Por algunos fildsofos mis, mientras quc, por el coatrario, cierios historiadores 11. A Topolahy, Metodolia seta Misra, Clea, Ma, 1985 yp. $45, 12. Op. e458. 14. Ortega y Gasset, Una iterpretocin sel Hisoras Universal. En sor Tybee Ex Obra commpleta, Ma, 1943, tom IX, pps 147-148 En esta ota ve enon sobre ta Historie explicit su mala opinion de fos strtacones —, Mia a ‘iw be el eset intact de do (La corsve ce Ona) u “THORIA, HISTORIA t HISTORIOCIRATIA Jathan empleado en cl sentido de reflexidn metahistérica que le da Ortega. asi Ciaudio Sincher Albornoz y Manvel Tufién de Lara." Ea consecuencia, la pas Jabra Historiologia no es valida para nuestro propdsito. Introduce mis dificul- tuiles semainticas que tas que resuelve, “Joan Walh ha hecho unas precisiones stimamente interesantes a propésito del uso de las expresiones Historia ¢ Historiografia.” Para Walh, el recurso a los iccionatios antiguos 0 modemos en cualquier lengua no nos resuelve el pro- tblema de la distincién entre estas dos palabras. Sefala como may sutil la ayuda {que buses Hegel en el latin —res gestae. hivoria rerum gestarun— para dis- tinguir entre las dos facetas. Pero la epistemologia debe proceder con principios ids estricios que el lenguaje ordinario, Por lo tanto, propane Walh que, en t0- idos lox casos en que pueda existir umbigiledad, se acepte el término «Historia» ‘epara designar los hechos y los eventos a los cuales se refieren Ios histoniado- fess y ol de historiografia «cuando se trata de escritos —‘celul d’historiogra- phic lorsque il agit o’éerits"—. Esto ilumina con gran claridad el modo en que os palabras distintas pueden servir, ofectivamente, para designar dos reali- ‘dudes distintas: Historia, ln entidad ontoldgica de lo historico: historiograta, et hecho de escribir la Historia, ‘Abora bien, los «malos usos» de Ia palabra Historiograffa son también fre~ ccuentes. Ciertos autores, especialmente de lengua francesa, han atribuido a 1a palabra «Historiograffa» significaciones que su Sencilis eumolagta no auioriza Y que complican de forma enteramente innecesaria y hacen equivoca su origi- ‘aria significaci6n, Naturalmente, tales errores de los franceses han sido de in- mediato aceptados por sus imitadores espanoles. Exisien al menos dos usos impropios de la palabra Historiografia y algunas otras imprecisiones menores no dificles de desterar, en texto cas0. Fl primero es el uso de historiografia en ‘ocasiones como sindaimo de reflexidn sobre la Historia, al estilo de Yo que ha- tia Ontega y Gasset con la palabra Historiologia. El segundo ex ta aplicacién, como sindnimo y apelativo breve y coloquial, para designar la Historia de la Historiografia, cuando no, como se dice en alguna ocasién también en medios franceses, 1a historia de la historia!* ‘Un autor espaiiol actual hace también a lt palabra en evestién objeto de una notble diatriba, «La palabra hisoriografia —dice—es un neologismo que gus ti poco y que se utiliza en contadas beasiones. Tiene la ventaja de referise & un 14 C.Sinchee Albomoe, Hisioria y Libertad: Ensayos de Historioloria, Maid, 1974 AMT de Lara. Qu storia? Algunar cuestomes de Historie. Fn Sisiena Mati), 8. bai de 1078.09 3 99 TS J. Wath, Hlsrogrophle Structurale, Masson, Pars, 1, p19 {i tina contin) retina expresion ha tenido cir €sio on Francia La emples, entra arom bee tan prevent haeeo.y de tan espanions tadacci al espaol, como ede 1. Le Chea, Renu c Misra, Pais. Barcelona. 19P1, pp. 13 y passim. «Historia de la Historian ‘Ch enmplendo van, pr erp. en (i, Tier y J. Taland, Gime prepara un trabajo de sasuntMfenndon' Féontons) Oson-Ta, Barcelona, 1999 (version francesa de 1948). pp. 18 {inex tic edo franceses una manera com de bir la «iisets de ta Hbsoriografian Es evan pr har ye wots sbanen de ka aera ra que el estado alcanzado por una ciencia tiene razones objetivas explicables Nistiricamente. La historia de ta hisioriografia mucstm que la disciplina se ha ‘i constitsyendo en un proceso que tiene claras divergencias con el resto de las ‘encias sociales que estin hoy constituidas. La historiografia, una actividad Intelectual muy antigua, como hemos dicho, vivié en su seno el intento de con SLR. Sami i Historia popular» teria shat, Crea, Raexor, 1984, SE CNC Cipla, Fue ha Muon» ka Economia anadaceiin ts Mion Essai, 4, Caen, Harcohona, 197, p31 MM HL Che, Lemonaie# Mi Arie Maren, 1977, 2 |THORIA. HISTORIA fe ssTOMIOGRAPIA Yertirse en sciencia powitiva» mis tardiamente. y con resultados menos claros. que otras disciplinas sociales. En consecuencia. el retraso teGrico-metodol6gic de ln actividad historiogrifica puede obedecer a factores: complejos que cree- mos de tres ipos: a la propia naturaleza de su objeto, ala funcidn sociale ideol6~ gica que ha desempetiado desde antiguo y. slo en tercer lugar, a la actitud de los Historiadores. Dediquemos unas lineas a cada uno de estos tres aspectos. La Historia noes una materia objeto de conocimiento de indole aniloga a la que constituye la de otras ciencias sociales, La Historia es una «cualidad» in- serta en 1as cosas, una cualidad de lo social, sin duda, pero no es ella misma una cosa, como pensara Durkheim que eran los hechos sociales, No existe un hecho historico por su naturaleza.” En consecuencia, no ha sido nunca un objeto filo- s6fico, analtico o, incluso, empirico de ficil uprehensién. La naturaleza de to Historico ha sido desde antiguo un punto de reflexign de extremada complejidad {que ha ocupado a todo tipo de pensadores, de literatos y de fil6safos. Los ero nistas, sin embargo, identificaron siempre la Historia con los «hechos de la Historia», tos hechos de! pasado; fueron los fildsof0s los primeros que reflexio- naron sobre su natursleza y esencia, De otra pane, escribir ta crdnica de Jos hechos sucedidos, investigatlos y ‘wansmitirlos tuvo siempre o casi siempre una funcidn instrumental, La Historia ‘nacié al servicio del poder, no constitufa un conocimiento como el de Los astros, {a goografia o la matemética. Y s6lo Herddoto confess escribir «para evitar que ‘con cl tiempo los heches humans qucden en el ulvidur. La Historia 9¢ v0 siempre por un legador consustancial a Jo humano, que hacia al hombre is- tinto de la naturaleza, pero de ella formaban parte s6lo los shechos memoni- bess. No fue durante sighos objeto de un conocimiento conjelural, hipotético, sino mis bien una forma de «autocenocimienton. Pod ser objeto Ue reflexion filosética, no tebrica. ¥ ello fue asi incluso, mucho tiempe después de haberse constituido una ciencia de ta Historia. Esta ciencia era conocimiento de «he- hos», no andlisis de Ia naturaleza de ellos. Por tanto, la teoria era denostada como cosa de fildsofos... La Historia era y es una expresién de identidad y por ello ha tenido siempre una funcid subordinada: al poder, x las ideologiss socia- {es, politicas 0 religiosas: su conocimiento ha estado ligado a la elite dominante. ‘tla nacién oal Estado, Al no ser un conocimiento desinteresado dificilmente ha Podido ser un conccimiento fedrico. Por esto, a historia de ta historiograffa no se emiende fuera del contexto general de las formas sociales y las ideas de can momento.” EI propio talante, en fin, ls actitud del cronista y después del hisioriador ‘han estado mucho tiempo Lastrados por esas dos caracterfsticas: la inmaicria- fidad de lo histérico como hecho puramente cultural y la subordinacin de su st estae forma M4 Cona que yaadvimiron Langlois y Seigobus en 1808. Nos refer Inds estensa cn la Sexi sural de aoa 3S. Véase nceea de esto G. Pusan, La invenclin del métahe hire y We histerha |. Bilbao), 1994, expecialmente, ametddica en ef siglo xx. En Historia Contemporines pp IBS y ss WISTORIA E HISTORIOGRAPIA: LOS FUNDAMENTOS. 33 conocimienio 4 intereses externos. Por esto su figura se ha limitado casi siem> pre a ser la dei que investiga los sucesos del pasido y los coloca en forma de discuso coherente y Uhl. I historiador, ya lo hemos dicho, como una equivo- cada reaccidn a ciertas tendencias del siglo XIX, ha querido huit de «la fil0s0- fia», Cosa que no ha hecho practicamente ninguna otra ciencia social. La fun- cidn analitica sobre la Historia como realidad global, la area de desentranar su l6gica, s¢ ha limitado, en el mejor de los casos, al intento de aclarar «las cau sas» de los hechos. Como dijera Lucien Febvre, con su habitual lucidez, hubo lunoy smetoddlogos impenitentes» que descubrieron, hacia 1880-1890, que «al fin y al cabo Ia historia no era mAs que un método. El método histérico». Por tanio, no era en absoluto un pairimonio exclusivo de la historiografia misma, cosa que, entre pardntesis, dispensaba a los historiadores de plantearse la espi nosa cuestin (Qué es la Historia?s.% Serta dificil expresarlo mejor. Pero, justamente, el progreso histérico de la historiografia se ha fundamen- tado en Ia eliminacién paulatina pero decidida de esas tres condiciones 0 di- ‘mensiones, Se ha producido una preocupacién progresiva y determinante por él objeto propio de la historiografia y de abt Ia enorme ampliacién de sa campo, Un imtenio de hacer con ella in conocimiento acientifico» y. por consiguiente. independiente, autosuficiente, no ligado a fines ulteriores. Y un cambio en Ia propia imagen det historiador. desde las condiciones de su profesionalizacidn 2 su bagaje intelectual y técnico. El progreso de la historiografia se ha basado en ‘el esfuerzo por hacer de ella un conocimiento peculiar y, si se permite la expre- sin, objetivo. Es por ello que un texto como éste, de introduccién teérico-metodol6gica al ‘conocimiento de li Historia, 0 como manual introductorio ata prictica de La in- Yestigacién histérica, debe partir, en consecuencia, de dos supuestos bisicos ‘como los que siguen: Primero: el es{uerzo teSrico del historiador tiene que basarse en, y drigirse ‘el anilisis suficiente de ka naturaleza de la Historia, de lo historico. Y el trata- miento de ese tema tiene que integrarse inexcusablemente con el de qué cono- ‘cimiento es posible de la Historia. Se ha dicho que los historiadores rara vez reflexionan sobre Ia entidad de la Historia. Por el contrario, puede aducirse e! ‘ejemplo de otras ciencias sociales, como la sociologia, en la que 1a «ontologia del ser social» constituye siempre un tema tedrico recurrente.” ;Por qué ta na- turaleza del «ser histirico» debe ser una preacupocicn de fldsotos?... Ademas de reflexionar sobre la préctica historiognifica y producir «estados de la cues- tigime, que es ao que los historiadores acostumbran, e» includible repensar ka 36 L Fete, «facia orn Hitonae en Combates por fa Historis, Ariel, Barcelona, 1970 da icin origina de ete conjunin se enrion ex te 1953), 17. Sow muti ls publicciones que pueden citise, demuntrativas de esta afirmacidn. Vea ol semgre myzerente texto eC. Moya, Sociilogosy Sociclogia. Madd, Sipho XXI, 1970, {de J.C. Alexanler, Las tories soctliges see ln seamed gern mada Anilisis ml ‘udimensonal, Ged, Barcelona, 1989. YL, Lamo de Espiaona y I.E Retriguee Rie, Problermas be eon sil eimumgrorine C8, Moai 19S 4 ‘TRORIA, HISTORIA 1 HISTORIOGRAFLA idea misma de Historia; es decir, hacer una reflexién sobre la teoria y no sélo sobre la praxis, por muy importante que ésta sea. Y no debe temerse que esas reflexiones, que el historiador no puede en absoluto dejar de hacer, se confun- dan con ta «Filosofia de la Historias, Tanto el temor como ta confusién misma serfan una prueba mis de inmadurez. Segundo: a articulacion de una buena prictica historingrifica tiene que ‘star siempre preocupada también de la reflexidin sobre el mévado. El método.es considerado muchas Yeces como poco més que un conjunto de recetas; en otras ‘ccasiones el historiador es incapaz de algo mas que describir los pasos que si- ‘gue en su trabajo 0 los que siguen los demas. El método es una cuestion de pre- suposiciones comprobables y de sv comprobacidn efectiva. Y, advirtamoslo desde alora, debe ser entendido como un procedimiento para la adquisicion de ‘conocimientos que no se confunde con las récnicas —cuyo aprendizaje es tam- En suma, la reflexiGn sobre la disciplina historiogrifica es clave en Ia pre- Praracién del historindor, aunque no sea, por desgracia, frecuente. Y es preciso , 4 un historador ignorante de Ia economia potica; otro que desconoce las l= un tercero que no sabe una palabra de 1s asuntos ecesisticos ode los cam- Bios de i opiign pice y ots que descudan sala de la esata o as Ciencias fsicas, no obstante que estas materias son las mas importantes de tales, Jpueso que comprendcn las circunstancias principales que afectan al tempe Tamenio y a la naturalcea de la especie humana.,.: se ha perdido, por tanto, et Inuxlio que hubiera podido obtenerse mediante la analogiay la compara. wo thabiéndose ensayado la concentracin de estos trabajos en la historia, deta cual ‘son, en realidad, partes consttativas indispensabler»* {,Que resonancias no tienen estas palabras, de hace siglo y medio, cuando se las hone en relacidn con la. formacién académica que reciben los j6venes historia- ores de hoy (al menos en Espafia)? Esa formacién es absolutamente insi~ ficient, ademés de inadecuada y, desde luego, culposa por parte de quienes disefian y toleran los planes de estudio existentes. El primer esfuerzo para una ‘eficwe renovecidn en los presupuestos y las pricticas historiograficas deberia tender a la consecucién de un objetivo pragmatico y absolutamente basi 40, Lode historia sincera alate a tule wa tien conacida obra de Charles Seign thos Hisoiee sincere de ka maton francaise (1933), que despert6 coracetarion entre divertidon y sareiticon de Lucien Febre. Vea L- Feber Comores. pei, pp. 133 ys ML HET} Huckle, Misery of Chilaaion 6» Dryland, Londves, 3. W. Patker and Son, 1AS7.1861, La cita ta wana en concret de R. Altamira, La enxesancat dels Hatori, Akal ea for, Mai 1997, p16 (La esi eign ke Atami es de 1894) La oben de Mace he ‘ho coniinuanerve weit has ls ats sesenta de mut sgt, 36 TEORIA. HISTORIA. HISTORIOGRAFA ‘evisidn del bagaje formative del que se dota hoy al historiador: La preparaciGn ‘universitaria del historiador tiene que experimentar un profiando eambio de orien- tacidn si se quiere alcanzar un sako realmente cualitativo en el oficio de histo- riar, Todo progreso efectivo en la disciplina historiografica, en cualquiera de sus, ‘miltiples rumas, pasa por un perfeccionamiento continuo de la formacién cien- Uifica del historiador, ‘Los arguments principales en que se fundamenta la sensucién de indigen- cca intelectual que ofrece esa preparicidn wniversitaria no son dificiles de enu- ‘merar. Una eaposici6n, sin pretensiones de exhaustividad desde luego, tendria {qve seftalar, por lo pronio, tres aspectos claros del problema EI primero de clios, probablemente ef mds grave aunque pueda no parecerlo, es Ia increfble y esterilizadora unilareralidad, el miope constrehimiento con que estén dise~ Aados loy esiudios universitarios del futuro historiador, que se limitan a Jos conocimientos sde Historia», sin practicamente perspectiva alguna mas, ‘ccreana 0 lejana, de otros tipos de conocimicatas y de pricticas,“ tanto en sus fundamentos como en sus productos, Viene luego, la nula preparucisn redriea _y cientifica que recibe cf aspirante a investigador de la Historia « historiador.” Yeen tercer lugar, la preicticamente inexistente enseflanca de un =oficio» que s¢ procura en los centros universitarios. Es palpable que esta tiple carencia se insera en un contexto que se extiende a otras muchas carencias de la uni- versidad actual y que puede ejemplificarse de forma arquotipica, por otra parte, en los estudios en ciencias sociales y, ain mas, en tas Hamadas «hu- ‘manidades». Hoy no es una docirina establecida que la investigaeién de la Historia nece- site del apoyo y de tn amplio conocimienio de todas las ciencias sociales afte nes, de las mas cercanas al menos. al tipo de investigacidn social que practica la historiografia. De los planes de estudio ha desaparecido précticamente en Es pala toda referencia —con La exclusidn quizis de la Geografia— al amplio ‘campo de las disciplinas que conforma las wciencias del hombre», Del primero al dltimo curso s6lo se aprende (”) «Historia». Y ni siquiera se han mantenido las titulaciones de mayor especializacién. El futuro historiador desconoce la sociologfa, la economia, la politologia, por no hablar de la demografia, el latin, laestadistica..., etc, Cuando hablamos de ta formacién tedrica que se procura hoy en la Uni- versidad a un historiador nos estamos refiriendo, en realidad, aalgo que puede decinse sencillamente que no existe. No ya no existe una preparacidn stedrica» planificada y regulada, sino que ni siquiera hay, al menos de forma clara, una ‘dea dominante acerca del «campo» cientfico-social o humanistico dentro del 42. Lavevewion queda ain ms patente si ello era posible, las revsiones a que han sks ‘merits fo planes de estudio de 1993. El tuto de plas seb conse textave ts “bs em oe conocimientom exthictamerte ligadas a Yo hisorogriticn, Peroel asus ex desta> Saks largo guts pode desaeollar gt sea oll par ue va eka aie Hn, Yl pan sujet ps Licence en Histon y del que se spene que tiene wna mis Formac ae que se supene us ISTORIA.F MISTORIOGRAPIA: LOS FUXDAMENTOS. 37 ‘cual debe procurarse su formacién. No hay ninguna teoria historiogrifica que jugar el pape! que la tcoria representa en otras especialidades sociales, desgracia. sizue sin existir una conciencis general entre los profesionales ‘de la historiogralia acerca de Ia importancia crucial que enciema el estableci- miento de un objetivo planificado para dotr al historiador de una formacién -cientifico-social amplia y sdlida, completa. No cabe desconocer que proble- mas de ese mismo tipo afectan, y de manera grave, a otras profesionalizacio- nies en determinailas ciencias sociales, No es ocioso advert, sin embargo, que el asunto de Ia inadecuacidn de ta formaciéa historiogrifica es un caso, tal ‘vex el mas exiremo, de las deficiencias esiructurales y operativas de Ia ense- fanza y prictica de las ciencias sociales en Espana, campo éste en el que fabundiin mucho mis los mitos beatificos e incombustibles, los (dolos media- ticos y los dispensadores de ideologia, que los investigadores rigurosos e in- Hes, Ej terver aspecto de Jos seftslados es tan claro como el precedente ¥ n0 me- thos relevante que ¢l. Nuestra situaci6n actual es de ausencia précticamente {otal er a formacicn det hisioriador de una minima ensefunza de un «oc! ‘oficio cuyos destrezas tendrfan que atender tanto a una formacién en principios Ppresupuestos como en méiodos: tanto a las «técnicas» como a la capacidad Is ba seta deta hiworiograis en a Universe Hod tras ‘vee a reducirse casi a un mcto verbalismo —no sicmpre, natursimenic—. a luna exégesis de fa produccién eserita existente. a una lectura de «libros de Historia», de informacién eventual. y no a la trasmisién de tradicién cientifiea falguna. Cuando existen materias cuyo contenido es la «teoria», el «método~ y ‘uiestiones afines, Iejos de convertirse, como seria imprescindible, en materias aabsolutamente estructurales en la formacién del historiador, siguen siendo, por fl coatrario, materias periférieas, meramente complementarias y no siempre Ia coneclusiéa sobre este estado de cosas no puede ser ‘Mivy optimist, Nuestros jévenes salidos de la Universidad licenciados en His- toria nara ver estiin adecuadamente preparados en la teorfa y el métode histor Hiogrificos. La formacién recibida es puramente memoristica y mis que me diocre. Seguramente nos queda ain un largo camino por recorrer hasta que haya un convencimiento comin de que el oficio de historiar no es el de «con tur historias», obviamente, por mis de moda que esté hoy semejante visin, Ni fuin cuando esas historias reflejaran de verdad, lo que es muy improbable, las ‘cosas como realmente sucedieron». seytn la tan enormemente mania expre- sidn de L. von Ranke. En estas condiciones es diffil que exista impulso y mo- tivacién suficienie, que exisia fundameato cientifico serio entre los profesio- 44, Loxplanes de estudio e149 exatlocern como asgnatur tex! yx ant, ob torn, La ctniclacvn fo rds de la ivestgaciin Watéscas, pro al wo else wh dees ‘Sapeeiica de comsciniento ve ee y. (Or tant, a ofevorado expecfice, wu imyaricion © Sota seer. sconce ce ee rds pie ‘et 38 “THORIA. HISTORIA. 1 ISTORIOGRAFLA nales de la Historia, para enfremar fa idea comdn en imbitos como el politico ‘el mediitico de que lw Historia no es mas que una cuestién opinable... Seri incompleta y, seguramente, ester, na pretendida formacién tanto del historiador dedicado a ta investigacion como, también, del dedicado a la ense- fanza, que no atienda « dotar al sujeto de un conocimiento suficiente de las clencias de la sociedad y, tras ello, de un fundamento de 1a naturaleza, las ifi- caltades de andlisis y a multipticidad de visiones de lo historico, Que no 60- ‘nozca de forma suficiente el proceso historico de Ia historiogratia. Que carezca, ‘on fin, de lay necesarias bases sobre la forma de proceder de un conocimiento que se pretenda «al modo de la clencia», para el que sera preciso conocer té- nicas de tratamiento de los datos, de las que hoy no se dota por lo comtin a los historiadores. La formacién humanistica de un historiador, asunto irrentincia- ble, no debe entenderse, como por desgracia suele suceder, como algo contrario 41a posesién de un talante de busqueda de verdades comprobables, de unas ‘éenicas y de un oficio, Muchos conocimicntos sobre el curso de la Historia n0 ‘on, en modo alguno, un sustitutivo de todo lo anterior. Humanidades, ctencia y téenicas De munera concreta y pragmitica, puede decirse que en la formacién de! cientifico social hoy, comprendiendo en esa categoria de forma incuestionable al historiador, bubrfan de converger en una sinlesis correcta tres dimensiones formativas enteramente imprescindibles: la formacion fuemanistica, ia cientifica y la réenicu. En primer Iugar, lt formacién humanfstica, Ia verdadere formacién huma- nistica y no el Wipico de las «humanidades», mero revoltijo de materias «de Letras», deberfa dotar al curriculum formativo del historiador, como al de cual- quicr otro especialista en las ciencias humanas, de un conocimiento suficiente de lu cultura cldsica, en primer lugar, de donde se nutre la sustancia culural de ‘nuestra civilizacién, El hamanista no puede prescindir de unos minimos cono- cimientos flolégicos, de un contacto con las lenguas de la cultura grecolatina, de su historia y de Is historia del pensamiento clisico, Pero probablemente ‘is importante que la cultura filoldgica lo sea la floséfica, {Como puede acce- derse al lenguaje cientifico sin una minima formacién filossfica? Especial- ‘mente Ia Idgica y la teorfa del conocimiento son imprescindibles para todo cciemtifico soeial y, por tanto, para c! historiador. Un cientifico social no podrit ‘hunea prescindir del humanismo clésico, de las concepciones del hombre que se han transmitido hasta hoy, y de la disciplina intelectual que represenia el hahito flossfico. Pero no hay nada mis nocive que entender que la formacién humanistica es ‘jena, 0 ests relida, como se eree a veces, con la formacidn también en los prin- Cipios bisicos del trabajo efentfico. No existe en a cultura de hoy en dia, ain, lum efror mis nefasto que el de seguir considerando que humaniymo y ciencia son dox dimensiones inteleciuales diferentes y contrapuestas, Por el contratio, cciencia y humanisme son hoy dos dimensiones culturales irrenunciablemente |MISTORIA E ASTORIOGRAFIA: LOS FUNDAMENTOS 30, ‘nidas. La formacién minima en Jos problemas del conocimiento cientffico tiene que acompaiiarse del conocimiento de las condiciones actuales de la cien- it Social. Todo acceso por minimo que sea a los procedimientos de ln ciencia debe empezar por la comprensidn de que el trabajo cientffico conileva la adqui- ‘eid de un «lenguajes, formalizado en cierta manera, pero que no se reduce en forma alguna al lenguaje matematico, ‘La formacién cientifico-social genérica y amplia debe atender a que, en ‘nuestro caso, el historiador se familiarice, cuando menos, con la situacidn de aaquellas ciencias sociales mis cercanas a la historiografia y, sies posible, in- ‘luso se mucva en ellas con sollura, dado que del conocimiento algo mis que ‘fudimenuario de cicrtas ciencias sociales podra depender en parte la especiali- ‘tacidn concreta que el historiador pretenda. Pero aquello que debe presiir esta sistomuitica puesta a punto de Ia formacicn cientifica del historiador es precisa- ‘mente ct aspecto mis gencralizamte, mais global, de lo que constituye la ciencia ide la sociedad, es decir, a teoria splicada de! Conocimiento de lo social, © 1a Aeoria de la ciencia aplicada a la ciencia social, La formacién en los fundamenios logicos y epistemolégicos de la ciencia debe ir acompariada de una formacidn prictica en métodos de investigacion so- ial de orientacidn diversa, y en téenicas que irfan desde Ia archivistca a la en- ‘@vesta de campo. fen lo dicho nadie debe ver una minusvaloracién det hecho de 6, naturalmente, la propia formacidn historiogrifica espectfica el objetivo in y corral do congcerroforna del sisomna de popercion de oe jévenes Wistorisdores. En todo caso, una formacién humanistica, teGrica, metodoldgica ¥¥ Weniea adecundas es lo que cabe reclamar desde ahora para establecer un nue 40 perfil de! historiador, sin perjuicio de las especislizaciones que Ia prictica aeonseje y que, hoy por hoy, aunque parezea inconcebible, estin excluidas del ‘euriculo de la licenciatura en Historia. No es ningiin despropésito extraer, por tanto. como recapitulaciéin de estas -comsideraciones, la conclusién de que no habrd una seria formacién de histor ores si no se hace de la teorda historiografiew el centro de Ia formaciéa dis- ‘iplinar y de la metodologia de la investigacién histériea un habito prictico de reflexion y de prueba que acompatien a toda preparacién empitica y téenica. En ‘este sentido, serfan aqui pertinentes para concluir un par de proposiciones mis que remachen lo que Hlevamos expuesto, ‘Una se refiere la necesidad de reconsiderar la significacién completa de lo ‘que entendemos por «formacién de un historiador» en lo que tiene de inmersién, ¥ de apropiacién de una tradicién, un estilo de pensamiento, una capacidad de ‘abajo cientifico y una preparacién instrumental adecuada, La actual prepara ‘ion espanola, a despecho de los progress que no han dejado de efectuarse, desde luego, y en clara contradiccidn con los profundos cambios operados en a concepcion social de la actividad de historiat, esti enteramente obsolcta, ‘carga de ratinas, 45, _Véame 4 esto efecto, las comincenies comblenchanes den cieiien, A. ermine ‘ana, £0 actos rosin de ta eiene. tines Noel, Oviedo, 19S. 40 “TRORIA. HISTORIA. HISTORIOGRAKIA La otra atiende a llamar ta atenciGn sobre la relectura que es preciso hacer de las relaciones entre el historiador y las disciplinas de su entomo, si se quic~ re conseguir una historiognafia mas acorde con nuestro tiempo. Este segundo aspecto hi tenido soluciones cambianies. La relacidn entre ls historiografia y Jas dems ciencias sociales ha dado lugar a situaciones bien diversas. Unit pa radigmatica es, sin duda, lade la Francia de los aos cincuenta y sesenia donde Ja hegemonta de la escuela de Annales impuso una prevalencia del «espirins his- {rico» en el conjunto de las investigaciones sobre la sociedad, Pero la contra rin es la de Estados Unidos casi por esas mismas fechas, donde la investigacion, historia convencional y las ciencias sociales responden a tradiciones y trayec~ torias muy distintas y donde la historiografia ificilmente pudo ser tenida por ‘una prdctica cientifica.* Los gremialismos de los profesionales de unas y otras materias no han hecho normalmente sino dificultar las relaciones, La historio- sgrafia esté, a nuestro modo de ver, en condiciones de aparecer en el conjunto de las ciencias sociales sin ningun elemento de distincidn peyorativa ode situacién subsidiaria, La definicién acientfica» de la investigacidn social se presenta pro- blemética para rods is ciencias sociales, Una reyolucion adecuada de las dos consideraciones anteriores significarta tun importante cambio de perspectiva. Obligarfaa aceptar definitivamente que la funcidn bésica de la formacién de un historiador es Ia de inculcar en éste a0, 011 modo alguno, ol eonucimiento de to que sucedid en la Historia, c90 e3té ca los libros... sino cémo se construye el discurso historiogrifice desde Ia investiga- ‘in de aquella. La ensefianza de las priiticas de tipo cientifico se basa en eso: ‘conocer Ia qufmica es saber eémo son los procesos quimicos, no qué productos ‘guimicos existen. Es en el curso del aprendizaje de las téenicas de construccin del discurso hist6rico como se aprende exe mismo discurso, y mo al reves: de- ben aprenderse, ciertamenis. los hechos, pero sobre todo emo se establecen los hechos. Ye que los jévenes historiadores que hoy salen de nuestras facultades aniversitarias son, por lo general, victimas del «ingenuismos teérico y meto- dolégico del que hemos hablado y que allf se les ineulea. Ello ha sido denun- ciado porno pocos grandes maestros de nuestra profesisn. pero. lo que se ve. ‘munca ha sido una protesta suficiente. Adin siguen siendo de uso comin asct- ciones como la de que «no se puede responder exhaustivamente a la pregunta, sobre qué es la Historia, por licita que esta sea, si no se pasa por el plano estrictamente flosético».” 1 Jos fildsofos las respuestas que el his Aoriador mismo tlene que buscar, saliendo del discurso filosdfico, es el mis persistent ejemplo de singenuismo». Y junto aello, bueno seri celebrar como ‘se merece aquella proposicivin de un historiador de la vieja escuela, H, 1. Marrow, cuando deci que «Parodiando la mixima plaiénica, pondremos en et frontis, 46, A ete es nay tmetiva a confntacion gue de RW Hop 9 RW fn, (Call de dow camino a rand? Doe HEH, Meio, 198, 47, A, Satta, Cs ie eb isons y tr Mistoriografi, HC, Mevicn, 1989, p11 a ene comodo theo somes de la Historia, ISTORIA.E MISTORIOGRAMA: LO FUNDAMTNTOS a de nuestros Propiicos esta inscripeida: Que mudie entre aqui si no es fil6sofo, Si no ha meditado primeramentc en la naturaleza de la historia y en la com icidn del historiadorm 2. La mistoRIOGRAPIA, LA CIENCIA LA CIENCIA SOCIAL {{Por qué una discusidn sobre el eariter del conocimiento de ta Historia, de ‘sus posibitidades y sus limites, ha de empezar hablando de Ia ciencia? Las ruz0- ‘hes que existen para que sea indicado hacerlo asi son de indudabe peso, pero ‘es cierto que no hay unanimidad de eriterio sobre ellas, Desde antiguo, esti fexterdida entre Jos historiadores una actitud escéptica o reticente, cuando no francamente contrara, acerca de ta pertinencia y 1s uilidad de este pénero de fespeculiciones en relacién con Ia historiografia. Dentro del mundo de los his toriadores nunca ha habido acuerdo acerca de la calificackén intelectual 0 ta ca~ ‘picidad cognoscitiva propia de la actividad de historia, La cuestidn de si la his- Joriografia es o no una actividod «cientifica», o qué otro tipo de conoeimiento 6% munca ha preocupado seriamente a una parte mayoritaria de los historia ‘ores. En otros casos, la respuesta a preguntas de este género no hu tenido mis que conteridos meramente formales, que no procedian de una reflexidn real- ‘mente dotenida. ‘Sin embargo, es imprescindible una alencion w este tipo de problemas st se ‘quiere entender fo que es en su niicleo la entidad del conoeimiento que aporta ‘o debe aportar el historiador. Para una consideracion como esa no pareee que haya marco adecuado © punto de partida mejor que el de! conocimiento cien- ijico, con una detcrminacién también esencial: el conocimiento cientifico faplicado a ta sociedad, Es decir, ef marco de Ia ciencia social. ;Qué tipo de ‘conocimiento cabe esperar de Ia historiografia?, jes posible un conocimiento ‘elentifico de la realidad sociotemporal, e> decir, de la realidad histérica? “Con preguntas de este género, estamos sobre el terreno en que se ubica obli- te, a nuestro juicio, La discusién sobre la naturuleza del conocimicnto historico, En el presente epigrafe se intenta poner jalones para un debate de ese Jgénero y pura una respuesta que, nevesariamente, ha de ser provisional y que no Fucde evitar la ausencia hasta hoy de una posicién uninime sobre ello, En con- Secuencia, hoy por hoy esa respuesta no puede ser, ni lo hia podide ser munca an- {es categérica. En ningun sentido, i positive ni negative. Existe, sin embarpo, ‘uni consttacisn primers que nos parece incvestionable: tampoco un respuesta de es especie puede ser buscada fuera den marco més general el que encuadra tin problema que, Je una v otrs form. es compartido por todo el émbito de las siensins de la sociedad: ges posible un eonocimiento ciemtifico del hombre? Y, en Tealo caso, (46 debe entenilerse riguroxamenie portal tipo de conocimiento? En a respuesta esta preyunts estari incluida, sin dud ta historiograf, Intente- ‘hos, pes, comenza, enfocande esta dhtima cuestion como mis general 44 HLL Maro Pt eonoodentyhuniec, Eada Labor, Barcelona, 148 12 a TEORIA, HISTORIA F HESTORIOGRAPIA La naturateza de la ciencia y las ciencias sociales La problemitica del conocimiemto cientifico, que es la vertiente espeetfica del problema que aqui nos interesa, es la sbordada de manera conereta por una ppareela de la teoria del conocimiento que es la Epistemologia.” El de ciencka es sun témino que en nuestra tradicién filoséfica y mundana tiene significados muy distntos».* Pero la palabra, en su sentido mis preciso y correcto, gue es el ‘que empleamos aqui, designa lo que llamamos «ciencia modem» por antono- ‘asia, Es decir, ciencia como e} resultado de la «revolucién cientifica» que arrancé en el Renacimiento y produjo la Mecdinica newtoniana, o 1a Quimica, de os siglos xvi y Xv fos avances en el conocimiento de la electricidad en of siglo XIX, las teorfas cosmoldgicas del siglo Xx, ct La caracteristica mas decisiva y la diferenciacién mis explicita del conoci- ‘miento cientiico con respecto a todas las otras formas de conocer es la de st proceder sistematico y su sujeciGn it reglas de comprobacidn de todo lo que se ‘firma como pretendida verdad cientfica, Como todo conocimiento, ta ciencin Parte, al menos en su aspecto l6gico, de la observacidn, pero desde In obser- Yacicin 0, si se quiere, desde el conocimiento comtin de las cosas hasta ese otro nivel de lo cientifico ha de recorrerse un camino sujeto a un metodo.” De forma introductoria, podrfamos adelantat, ya que la ciencia se define como wna forma de eonucimiento stvemarico-explicativo, no contradictori, factico (No Naloral- v0) y testificable, Neamos con mayor detalle qué quicren decit esos términos. En efecto, no hay conocimiento cientifico, en primer lugar, si no es conoci- Imiento sisteméitico, que se basa en la observacidn dirigida y organizada de la realidad, que construye los «datos» y los organiza dando respuestas a las pre- ‘guntas sobre los feniémenos, pero respuestas con alo grado de generalidad. La siencia, en segundo lugar, produce explicaciones, es decit, algo diferente de descripciones y, ammbién, de interpretaciones. Las explicaciones tienen que ser universales, coberentes en todas sus partes y no contradictorias; en su forma mis perfecia adquieren ta forma de teorfas, Los fenémenos no ticnca ris que tuna identidad, no pueden ser y no ser una cosa al mismio tiempo.” El conoci- 49, Veansc, a propdsito del contd de la Epistemologi, M. Bunge, Epitiemologt Ciencia dela Ciencia, Ariel, Baeslona, 1981; 3, Monsezat, Epatemoligés evo teri de 4a Ciencia, Pablicaciones de la Universidad Pottifcin de Comills, Madd. 1987. E- Nagel, La estructura de la cencia. Problemas de la Wp de la investigactinclenie, Paid, Beno Altes, 1974: 1 Paget Tratado de Ligica yconociiento ciemfco. U: Natwraleca y mtd de Epaiemolagi, Paik, Bueoos Aires, 1979, $0. G. Bueno, Teri del elerre categoria : ttrakacii Gee 1992, p22. 31.” méiodo esté deena tod la terern parte de esta obra '52._ Em cuakuier cao, elo no quiere decir que la cencia pocta 0 lenga que establcer una ‘eapticaci nica de los fendmenos, El conocimento harman ots lankado que exo. La sets ia no establece nunca una Verda para shempr, ni siquier el Logica, ni puede dirs qe an njamo de fendnenos no admitan divers explicacones, Pero no bista Con sever ela debe ser confine iterpmtar , Pemaita, Oviedo, STORIA 1 USTORIOGRAFIA, LOS FUNDAMENTOS imiento de la ciencia es fdctico, es un conocimiento «de hechos» no «de Valo, Fon aoe no jugs dead pun deva cco cull oe a ela bs se explica. Tampoco es un conocimiento de «esencins» sino de fendmenos. Por fin, ¥ esta es probablemente Ia earscteristica mis decisiva. es testficable, puc- Me ser «demosirado», da cuenta del eamino por el que las proposiciones que se fenuncian pueden ser acreditadas no como verdaderas. El epistemslogo y metodétogo neopositivista C. G, Hempel hablé de dos {grupos fundamentales de ciencias: las empiricas y las no empiricas.” Pero la cla- Aifieacién mas conocida y puede que también la mis Gti, aun cuando con un eri terio mAs extemo que otra cosa es la que empez6 distinguiendo, desde fines del siglo x1x, entre dos imbitos del saber cientificr el de la nauuraleca yl del hom- ‘bre. De ahf se ha deducido, tras matizaciones sucesivas, la distincidn entre cien- las de la naturaleca y ciencias del hombre, ea wna dicotomia gue ba Hegado a {ener un caricter mis profundo que ¢! mero referente al dmbito estudiado, ‘De la distincidn enire ciencia de la naturaleza y ciencia del hombre arrancs ‘otra que se ha hecho més clisica ain, y mis decisiva, aunque resulta bastante ‘mis problemética, puesto que plantea ya de forma irreversible a nevesidad de no hacer de la ciencia una categoria tinica de conocimiento, Esta influyente distin- ‘idm entre las ciencias es Ia que tuyo su origen en la flosofia alemana de tra- icin neokantiana e historicista a finales del siglo xix, y fue la ue estableci Ia diferencia entre dos grandes tipos: unas ciencias nomoteticas —del griego no- ‘mos, noma 0 ley—, ciencias de 10 general, y unt» Ciencias fdtrgrelficas —Ued wego Mins, caracteristica o singulardad—, ciencias de fos comportamientos ‘ingulares. Tal distincién fue definitivamente establecida por W, Windelband™ y ‘ha pasado a ser un lugar comtin en todos los tratamicntos acerca del carécter de Jacienciay ponerse en relacin con dos tipos de resultados del cleneia: el que ‘se presenta como explicacidn y el que lo hace como comprensidn. ‘Asi micniras la ciencias nomotéticas © nomolégicas, que se han idemitica- ‘o durante mucho tiempo coo la ciencia natural, tendrian como funcién Is expli= ‘acid (erkldren), aa cienia iiografica, identificada con las eiencias del hom- bre 0 ciencias de la cultura, estarfa reservada la comprensiGn (verstehen )2* Las 9. €.6.Nepl ils de les al Aa i Mai 9,9. 18 3 WW: Ranrtserchan ate Reed 98 -t W, Won Pre he nd Rae Peso wt es sch. Tabiyen Jenn 1-83, arena en eer de Shusee tle en a ry and Por) dese ea, ese Fai a cpaal Las log amet opin enema rene fiventin cucts en temnica) omen signs Bar buccinconproe wrtshen eran aon my rans iin Pd Annee cc Weer mv sre, Ao hon Aires, 102 HG. Gaderer, Vrdad y Mévodo, Sigoems. Salasanece. 1977.2 vo, J Ha = th lige years, Tc, Ma 198 Tan pr od Sin Micany rset kre omengoronen, Cc Mai 10 Be tates nea coplcontn ts nvm ere Hn wn apa compo Ales anal Md 089i in Inoue det cpa, anes 4 TRORIA, HISTORIA F HISTORIOGRAFLA Clencias del hombre no estarfan capacitadss para dar explicaciones en forma de {eorfas sino que deberian dirigirse a comprender el significado de ls acciones humanas, Ello esti estrechamente relacionado con la filosofia hermenéutica ‘Como el hecho de que explicar o comprender la realidad es el objetivo utimo de todo conocimiento humano y precisamente la ciencia aspira a ser et conoci- ‘miento humano més fiable de todos, conviene detenerse en la manera en que ta iencia da cuenta de Ia realidad del mundo, sea el natural, sea e} social. En tiempos més recientes se ha hecho frecuente asimismo ln apelacién a luna distinciGn tripartit entre ciencia natural o fisico-natural, ciencia social, 0 Ciencia del hombre, y ciencia formal, siendo este dltimo aquel género de cond- ‘cimiento cientffico que, como la matemética 0 la légica —recientemente amplin- «do a campos como la computacicn, por ejemplo, o la semiética, que presentan tun caricter propio aunque derivado de aquellos otros— explora tin mundo de cleimentos simblicos u ordenaciones formales que no tiene refereates en las ‘cosas materiales. Jon Elster por su parte ha hablado de una clasificacign tripar- tita de los campos de investigacidn de la ciencia, distinguiendo entre la fisii, la biologia y la ciencia social, sealando que lo que distingue realmente. las cien- las es su método. Se ha referido, por tanto, a tres métodos esenciales: el hi- Potético-deductivo, ef hermenéutico y el dialéctico, y a tes formas tipicas de ‘explicacién: lv causal, la funcional y la intencional.” Elprocedimiento de la ciencla Para caracterizar el funcionamiento de la ciencia, aunque no sea sino de for- ‘ma en extremo simplificada™ lo primero que debe decitse es que el procedi ‘miento seguido para la construccién del conocimiemto cientifico tiene un camino Weico que no siempre coincide con el camino particular que los cieatificos te ccorren, La historia de la ciencia muestra que a los grandes descubrimientos s¢ ha Hegado de muy diferentes maneras, Pero si nos alenemos a lo que es la «arqui- {ectura, por decirio asi, del método de ta cienein® debe decirse que toda biisque- «da parte de una pregunta: que para intentar responderla se empieza observande la realidad pertinente al caso y claborando conceptos 0, como podriamos decir de forma mis sencilla, poniendo nombre a las cosas. Luego se construyen enuncia- 57. 4. Elster, Et combio tcnoldeicn,Investigachones sobre ta racial y ta ranfor- ‘macin social, Geis, Barcelona. 1982 pp. 19-20. ‘58. Exit una may arpa literatura acerca de a exructurs del conacimients cent y det ‘rocedimiento dela investgaci en la ciencia. Nos limiters a eal tos cuanto lon ray ‘omocidon de dtreme grado de dificultad Puede ajrendene para comerizar de ls ites de 2 bhaen dug A$. Chalmers, Qué ex cs coat Hama cienia? Madi Sigh XX1 edtones, 1988 (y ediciones posterior) y Lat cleus» com se claw Sigh XX1 eitores, Maes, WD Uneonocido manaal muy clisico ese de M. Bung, La iveniaciin cena. Ack Rarceons. 1975. Un libro mis complicado, donde se expone y analiza lous se ha Tad la sconcepcin thera de i cencien x dei. a idea de cena acids con el ncopontiviino ea hx aloes ‘ow aos teins que ha dinate prcticamenteloxk el sigo xx, Suppe. ta extrctune ee ha ‘woriascientficas, Madrid, Universidad Nacional Je Edacactin » Distancia. 1090. 39, Véanse tambien las obscrvaciones sobre esi ain que e hacen en a sec tevcern la dodieada al metodo. HISTORIA E HISTORIOGKANIA: LOS FUNPAMENTIS 4s dos © proposiciones, es deci, se hacen afirmaciones 0 negaciones sobre las cosas yylasrelaciones entre ellas. se emiten juicios. Por stim, el conocimiento que pre tende Hlegar alas ditimas consecuencias propone unas ciertas explicaciones Una explicacién es. en definitiva. un conjunto de propasiciones ondenado Jogicamente y que se encadena a través de un razonamiento del tipo del ‘duccién o de la deduccidn, con lo que se establece wna jerarquia de proposicio- nes. deducidas unas de las otras para formar una argumentacién fundada. Lo que una explicacidn pretende, que ex verdadera (pero la verdad pretendid tie tne que poder ser demostrada, aunque ain no lo este, tiene que ser contrastable y verificable, En este caso, antes de la demostracion de In verdad, sea por la via del experimento, de la demostracién matemitica v otro camino, estamos anc ‘una explicacién hipotética, La explicacién mis compleja, la que pretende tener Jas mejores pruchas y Ia que, en el caso mis perfecto, establece unas feyes a las ‘que xe demuestra gue obedecen los fenémenos, es la que se llama una teoria, En términos sencillos, las tearias son aquellos conjuntos de propasiciones, referidas « la realidad empirica, que imtentan dar cuenta del comportamienio global de una entidad, ¢s decir, explicar un fendmeno o grupo de ellos entrela- ‘ados. El conjunto de proposiciones que consttuye Ia teorfa debe tener una ex- pifcita consistencia interna y alguna de tales proposiciones debe estar formuliada ‘en forma de «ley». Lo que cabria concluir a partir de esto y como ensenanzas fundamental es que la ciencia construye un fenguaje con el que abode mun- do y que i mecanismo se puede esquematizar segun e! siguiemte cuuAiro: > CONCEPTOS | ___>proPosiciones: Goneraizacones empircas ‘Cuan 1 Las elabonaciin del lenguaje chentfico 60, CLI, Mostern, Concepiosy toring el chemi, Akama Era, Madd, 1968 a THORIA, HISTORIA E HISTORIOORAPIA La explicacion cientifica sucle considerarse que obedece a uno de estos tres ‘modelos, segsin decia Elster, los Hamados causal, funcional ¢ intencional que corresponderfan respectivamente a las ciencias fisieas, lus ciencias biolégicas yy las sociales." tas tradiciones positivista,racionalista y analtica, han defendi- do siempre ta superior perfeecién de la primera de ellas, la explicaciéa causal basada en el mecanismo causa-efecto, que implica la presencia de leyes tniver- sales, bien bajo un modelo nomol6gico-deductivo bien bajo el probabilistico- inductivo, Otra tradicién de Ia ciencia, més dificil de rotular, la idealist, anti positivista 0, mis cominmente, hermenéutica, es la que ha mantenido que el mecanismo causa-efecto no agota la explicacidn de hechos. en los que cuentan las intenciones, los fines, el significado, etc. Es decir todo tipo de acciones hu- ‘manas, Para esas acciones serviria mucho mejor ta que Von Wright lama ex- licacién teleoldgica, una forma de a explicacién funcional, También se ha manienido por un grupo importante de autores que la explicacién adecuada para las ciencias sociales es Ia intencional, si bien con planteamientos que difieren en puntos notables 0 con algunos elementos afiadidos —Ia eleccién racional, la Hogica de la situacién, en cierto modo In teoria de juegos, etc.— que las hacen dlivergit. Las explicaciones intencionales se convierten en algtin caso en «expli~ = res nat ‘azones mientras que ln explicaion causal es jutamen- ‘en causas. Esto tiene importancia notable para la explicaci ‘en la historiograffa, como veremos en su momento. ane ‘Com el problema ve la expiicacion en i ciencia social se relaciona natural- ‘mente un problema que se presenta también en la ciencia natural: €] de la pre diccidn, asumo también muy tratudo entre 10s metoddlogos con referencia al conocimiento secial y, con mayor dedicacidn, al caso de las sleyes de la His toriar, {Hay alguna forma de predecir loy comportamienios humanos? Este problema remite, a su vez, al de la posiblidad de descubrir relaciones constan- tes en las variables que intervene en ls fendmenos humane. La respues es imprecisa, pero es etrénea la ereencia de que la cicacia puede «predeciom {a aparicién de scontecimientos singulares —ni la ciencia fisica—. La predic~ ccién es siempre cosa relicionads con las condiciones en que un proceso se desencadena y con nuestro conocimiento 0 no de las leyes que lo regulan* Condiciones y leyes, en el caso de las ciencias sociales, son cuestiones Je conocimiento problemitico dado que el hombre concede siempre & sus actos un «significado». Ra, momen. 18 in expenniga Stn Th ont of Mind. Ve. in bak a et eretesectl ton, MENA: 18: 9 3: 2 be Gna Gan © Dagens prema de pred om ila sects, UNAM, Mei 9 taba de anaes gis es Pras aan ‘cians tree ines hacer hn mueormerie a Lala de cr vers pcs din cei ees ews eta cn ea por KP Miri et hoc, Alana al 8 MISTORIA E HISTORIOGRAMLA: LOS FUNDAMENTOS 47 Elorigen y concepto de las ciencias sociales En el siglo xix s¢ dio el viraje intelectual de aceptar el modelo de la escripcién cientifica del mundo fisico para elaborar también una «ciencia Social», «fisica social», o ciencia del hombre. FI fildsofo Auguste Comte (1798-1857), uno de fos fundadores del positivismo, desempefiaria en todo este proceso, como es sibido, un papel esencial. La posibilidad y necesidad de est blecer una «ciencia del hombre» es, en todo.caso, una idea anterior a Auguste Comte. Aparece ya en Ia Tlustracidn y Ia exponen tratadistas como Helve= tins 0 el barn de Holbach, De la misma forma que la idea de Is ineducti- bilidad alma-cucepo impuso cada vez mas la necesidad de crear una ciencin del alma, las primitivas clasificaciones de las ciencias, como las de Bacon ‘Ampére, que tienen también un significado te6rico, insindan ya esta ciencia del hombre-alma, Otro de los grandes pensadores ilustrados, Gianbattista Vico, en sus Principios de una Ciencia Nueva, establecié que no hay mis iencia del hombre que el estudio de la Historia, Bajo la «Historia» se sub> ‘sume en la obra de Vico ef estudio cientiico del hombre convo opwesto a la Naturaleza, La relacién entre ciencia natural y elencia social ha sido objeto de espect- lacién y de resohuciones de too tipo —es decir, pronunciamientos que, desde Juego, nunca han sido generalimente aceptados— desde que con Kant aflora este problema, pasando Iuego por los planteamientos filos6ticos alemanes de tradi- ‘i6n Kantiana a comienz0$ dei siglo XX, hast Hlegar al istoriisio, 1a ersme> __néutica y la poltmica entre positivistas y dialécticos —incluidas los dialgetivos ‘marxists—, ya en la segunda mitad det siglo xX." Las ciencias sociales han tenido un espectacular desarrollo en cl cuarto de siglo posterior a la segunda guerra mundial ‘La cicncia del hombre se diversificaria progresivamente en un conjunto de isciplinas que son las Hamadas ciencias sociales, 0 ciencias de la sociedad, di- ‘yersis disciplinas © ramas que abordan tos eonocimientos «cientificos» del hombre como ser social y que se conocen también como ciencias humanas, un ‘conjunto de disciplinas académicas cuyas fronteras distan mucho de estar cla- 16S. Lin escttos sobre esa relacin entre clencia natural y ciencia socal on innumers ‘es, partir de ls posiciones que pueden corsidrarse mas clisicas como lay se Winwelband Richer Dilthey o Weber, er toa la nguas. Traci al castellano, ads del tent se Paget ya ctado, pooden comltarne J. Freund, Lis torfas de lax eiencias humamas. Penis Bareelna, 1975: A. Wellmer, Teoria critica de la sociedad » positrimo, Axiel, Harcelona, 1979: 1. Habermas, La lice oe Tas elencias sociales, Tecoos, Madrid. 1988, M. Hollis, Soffa de las ctencias soxtates. Une nioduccion, Ediciones Arie, Barcelona, 199% (original ings de 1994), Eainte na hens aatologia de feston de idnafosy eeatfcos sabre as tevwas ‘elas ccncias humans en JMC Maton, Uosofla de las eencias humanay y aciales. Mev terials para un fundamensacin cientiien, Auropes, Barcelona, 1991, La disputa entre {wists (avalcan y dalésticws ene una publicackn clave, ta de Th. W. Adorno, K. R Popper, Re Dard ta a dpa del piv es sortoungs aemuna, ijt ‘Marcehona 197 “sD. Mell, La Clana Sita dese be sea guerra moult, Ain Tiina, Macid, 1984, La icin orcinal tho era de 1979, evita en 1982. ey “TEOMA, HISTORIA & MISTORIOGRAFLA ramente definidas —.ciencias», chumanidades», «igenicas sociales», som deno- ‘minaciones cambiantes que se les dan también « veces—, que estudian un eom- plejo nimero de fendmenos relacionados todos con la realidad especifica del ser humaano. como individuo y como colectivo. Entre las ciencias sociales de mayor desarmollo setual en fos dmbitossendémicose intleeuales se eneuen- tran Ia economia, sociologia, politologia. demogratia, psicologta, antropologta, geografia, ingUistica, semidtica, historia (sic) y otras més de no menor interés Los desacuerdos sobre el cardcter «ciemtfico» de estas disciplinas, sobre su cla- sificacion y jerarqufa, sobre el grado real de su desarrollo. sobre sus campos ‘espectivos y sus relaciones con disciplinas afines. han sido y son objeto de ‘especuliciones y debates continuos." En definitiva, (es posible en sentido propio una ciencia del hombre. de la sociedad”? Evidentemente, la respuesta esta sujeta a lo que se enticnda por ciencia segin un mayor 0 menor rigor y a lo que se entienda por hombre y sociedad. La posibilidad de una ciencia del hombre ha tenido, en lineas gene~ rales, tres ipos de respuestas. Li de los que a afirman; la de los que la niegan: Por ultimo, la de Jos que creen que puede hacerse una ciencia del hombre, pero ‘que ésta sera distina de La ciencia natural” No podemos entrar aqui en la dis- ‘cusidn detallada de estas tres posiciones, pero podemos sefialur que, en reali- dad, el problema se centra en toro a ta cupacidad de explicar tos fendimenos sociales con relacicn a leyes de gran generalidad. La posibilidad de ello se afir- ‘ma desde las pusiciones neopostiivistas —con aulores como Hempel, Nagel, Rudner, Wallace, Braithwaite, etc, Lu imposibilidad desde las antipositivistas ‘en general —Hughes, Winch, Searle, Habermas—. Los partidarios de esta tl- tima visién niegan que las ciencias sociales puedan explicar como Jo hacen las naturales. Un caso clarficador es el de Peter Winch, que, como otros muchos ‘metoddlogos que se mueven en la Iinea de la hermenéutica de tradicidn ale- ‘mana, 0 en la tradicién weberiana, adjudica a las ciencias sociales la capaci- dad de «comprensién» y no la de explicacién porque existe la barrera iniran- queable del «significado», el «sentido» que tienen las acciones humanas y que cconstituye la clave de st entendimiento,” Los hechos naturales carecen de exie significado 0 sentido. (67,1 panorama descriptivo més completo de este mundo de las ciencias wxiales parece seq sem ad et que oftece J. Page, -Latsituaciin de las clenian del hombre ent del $= tena de Is cienciaes.que es el eaptul| det aba Tennis de la investigacion en las cles ‘las soars, Alianza EoriaUpesco, Mack, 1975. pp. 44-120. Lox plaeamienion de Paget son, em ton caso, my dicutiesen union diversas Je su ici sce a entidad de cada wea f 53. N. Ellas, Commnvunivn ¥ distancwomients, Peninsula, Hamelona, 1), pp 20 y 5. MISTORIA BAISTORIOOKARIA: LOS FUNDAMENTOS 33 ‘conocimiento, al menos globalmenie considerado, que esté enteramente libre de Jos compromisos de quienes lo proponen. ©) La tereera diffcultad que suele sefalare afecta mis medularmente al ‘propio significado del conocimiento del hombre y de ta sociedad a los objet ‘Vos finales de tal eonocimiento y a su valor real, Se refiere « la posibilidad de que los fendmenos sociales puedan ser efectivamente explicados, como planted ya desde fines del siglo x1x la ciencia social partidaria de la comprensién, Ya ‘os hemos referido 3 Ia funcisn explicativa o comprensiva de la ciencia. El pro- ‘hlema es extremidamente complicado para que pueda ser resucho en pocos fudrrafos y. por lo demis. al caso de la explicacién de In Historia volveremos ‘ms adelante. Lo que cabs decir ahora es que Ia capacidad explicativa de las iencias sociales ha sido siempre una cuestidn discutida, no s6lo en el sentido ‘de que sean capaces 0 no de hacerlo, sino también en ef de que ese sea su ver- adero objeto y no otro, La pregunta clave es. en ditimo extreme, a referente ala posiilidad misma We establecer reorfas para explicar conjuntos de fenémenos sociales lo que nos leva « ta cuestin central también de la posibilidad de establecer leyes sociales ‘en sentido estricto, Jean Piaget dijo que las ciencias sociales se conforman por Jo-comtin con el establecimiento de «modelos tedricos» que leven a interpreta iones que sean efectivamente verificables, pero que no pasan de ser esquemas ‘Higicos.” Gonocimiento cientfico-social e Historiografia _Yeniramos ahora en el punto nodal de nuestra exploracién: gen qué manera el-conocimiemto de la Historia participa o no de estas caracteristicas y proble- ‘mas del conocimiento Namado cientifico y, en particular, del conocimiento ‘entffico de to social? {Puede el conocimiento histérico ser tenido, en definiti- ‘it, por uno més eitre tos conocimientos cientfico-sociales? Sefialemos, en pri- ‘ner lugar, que afirmaciones del tipo de la ya antigua de J, P. Bury, «la Historia 6 una cicncia, ni més ni menos, no pueden iomarse como otra Cosa que de 4608 Yoluntarisias expresados a veces en frases ingeniosas.” Esos yoluntarismos ‘no han sido eseasos, en tiempos anteriores s= habian dicho muchas veces cosas ‘desde mediados del siglo xix al menos. Antes de Bury, Johann Gius- {ay Droysen afirmaba, en 1858, que las «ciencias hisiérieas» formaban parte de las ciencias del hombre Hamadas sciencias moraless.™ Pero al empezar el lti- 84 Pings oy cit 3 RS. Fan frase te prune la loin inauporal de It pose des ted en Onion Ky 6 publics en The Science of Minos. Est pubic tambienen F. Stern. ed. rites Af Masons, Manpot at Ross, Neva York, 1966, pp, 210 ys 486. 4.G. Droysen, Mitor: Vivien ier Bncsthpidie und Methodotogie der Ges thai, Munich, Viens, 1976. La edckin original aparcis en 1W3H.(EXite verti expanols I Mars Leones sb Eee ¥ Mtl de a ui, All Hav 1083) cS ‘THORIA, HISTORIA te ASTORIOORAFIA mo tercio del siglo xx podia decirse ain que «el estatuto de la Historia como disciptina petmanece irresuelto»."” Y sobre esta cuestion podefan aducitse citas de autoridad casi indefinidamente. Hay diversox géneros de evestiones previas que deberian dilveidarse antes de intentar una respuesta directa In cuestién de si ln Historia puede ser objeto de conocimiento como el de la ciencia. La que ahora queremos abordar es preci- samente la que se refiere a una presuncidn que es incompatible con ese cono- ccimiento cientffico: la de que la Historia es en sf misma una realidad de lu que ‘no puede haber sino un conocimiento sui generis que no es equiparable a ningyin ‘tro, sino que pertenece a una categoria propia, la del «conocimiento histérico». Sin perjuicio de volver sobre ello, establezcamos abora que por muy especifico ¥¥ muy inmaterial que sea el objeto historiogrifico su conocimiento es, en sent ‘do pleno, conocimienta social, objeto de la cicncia social puesto que lo histérico una cualidad de Jo social, Por consiguieate, e} planteamiento correcto de una liscusidn asf no puede hacerse sino dentro del contexto general de la «cientiici- dad» posible del conocimiento del hombre en la totalidad de sus enfoques, es ‘decir, dentro del problem episiemolégico general de las ciencias sociales. No cabe negar tumpoco que la vieja polémica del cientificismo es, en buena parte, una disputa yerbalista y terminoldgica y, en otra parte no meaor, banal, Pero la alternativa del «todo vale puede tener efectos més negativas ati, Ni el Ccentificismo a ultranza, ni la postulacign de un conocimicnto sui generis 0 una forma mas de mero conocimiento comun, © aristco, son posiciones satistacto- ras como punto de partida para intentar responder a la pregunta sobre la fia- bitidad del conocimiento de la Historia que es posible obtener. Lo cierto es que s6lo una rigurosa prictica reglada en la obvencion de conocimicnios asegura la fabilidad logica de Estos. ;Debe aceptarse la condicidn escasameate formal de esas aciencias histérieas» que les era atribuida, seguin hemos visto, por Pia 122" jdebe considerarse lu historiograffa no mais que un humanismno descrip- tivista, al nivel de los conocimientos comunes, como ef que produce la erdnica, © una narracisn literara, 9 una forma de descripsi6n filos6fico-artistica del cur so temporal, o debe, por el contraro, tenérsela por una disciplina explicativax? Y. en definitiva. ,cuil es la relacién ene lus ciencins sociales mis desarrlla- las y la historiograffa? Es este el tipo de preguntas que, 1 nuestro juicio, puede rmerecer la pena abordar. {La historiogmafia ha Hegado a ser, partiendo de la época de esplendor que ‘compartié con las dems ciencias sociales en los treinta afios posteriores a la se ‘gunda guerra mundial, una forma de investigacién social cada vez mis integra da en ese campo del conocimiento. A pesar de sus origenes relativamente dis- tintos, en el siglo Xx la historiografia conversié plenamente con las ciencias sociales, Es, por tanto, perfectamente adecuado mantener que son los proble- ‘mas epistemoldgicos comunes a estas disciplinas los que se presentan también nla historiografia, aunque existan matices pariculares, en Ia misma medida 7, G. Let History and Social Theory, The Metin Pres, Lonres, 1969, p11 8K J, Piaget, Lt srwoco,. ei po. ATS. HISTORIA E HISTORIOGRAFIA: LOS FUNDAMENTOS 35 fen que los hay en cada disciplina concreta. Ello no tiene que ver con et hecho Hie que pucda discutirse si a exe conjunto de disciplinas les conviene en sentido _Ssiricio, sdurom, la calficacién de ciencias, Lo que no parece discutible es que, “Eh cualquicr caso, no se Ie» puede negar la condicion ve practicas organizadas “y sistemticas de tipo ciemtifico, sujetas a un método explicito, acepiado y con- frolado. La imputacién bastante comin desde la metodologia de la ciencia de ‘Ge el historiador no hace explicitos sus presupuestos. sus principivs explicati- os, puede parecer precisamente contraria a lo que aqui se dice,” La dnica res- Apesa posite ex qu, en fete, no hay pric cen sin la epics ‘e-unos principios explicativos y un proceso metodoldgico, La pregunta por la naturaleza del conocimiento histérico es, en consecuen. a, del mismo nivel epistemoligico que la que ya heros visto hecha a props ‘ito del conocimiento cientifico-sccial en su conjunto. Podria plantearse si es ‘neludible la disyuntiva entre conocimiento cientifico y conocimiento comin u tras formas de conocimiento: :no existen formas de conocimierio intermedias? ‘No, no hay situaciones imtermedias. mixtas, en el conocimiento, lo que ocurre €$ que, en sparente contradiccidn con lo anterior, hoy nadie mantiene que et }conocimiento cientifico y otras formas de conocer haya un abismo insalvable ‘0, dicho de otra forma, que el conocimiento cientfico sea una forma monoliti- ‘ca de él: en el conocimicnio cieatifico existen diversos grads." ____ También, complementariamente, debe seftalarse que en el imerior de tas “encias sociales existen profundas discontinuidades. Huy ciencias desarrolladas ‘otras que lo estén bastante menos, El objeto de la historiografia, como conoci- ‘Mignto que tiene como ¢je ineludible el comporiamiento en el tiempo de los ‘ujetos y las entidades sociales. que tiene que conocer a través de huellas y que ‘slo puede formalizar por medio de tipologias, es, sin duda, el mis problemiti- ‘80 de los objetos de la ciencia social, De ahi que entre las ciencias sociales la his- Aoriografia, por su desaurolio y siarus metodologico presente en cuanto prctica sieniffico-social disciptinar, no puede sino quedar ubicada en Jos niveles de baja formalizacion y generalidad. Existe un campo comin de las ciencias sociales ue prescita una similitud clara en los objetivos y los problemss basicos. Los ‘bjctos especificos condicionan gras de desarrollo disparcjos.. En dkimo extemo, cabe preguntarse, jes imprescindible, 0 siquiera impor- funic, el planteamiento de este orden de cuestiones para el porvenir de la histo- Pesra su prdctica como disciplina reconocida y autGnoma? No ya sobre ls respuesta sino sobre ta pertinencia misina de la pregunta, la opinion sigue 0a impatacin, en efecto, es evn en el campo de a filsofia anata de a tora, Ja que pretendedilucdar i forma en ype ve constuye ef eonocimiento hisiico. La hace W-H. ‘Walbh, A. Danio y tambide, en eo terreno, Pal Ricoeur 910- Arpumenticianos ustoriaas de ets kde exten hastanes yen obras ya cds somo las de Chalmers Hughes y Huge. C1F. Fermdoes ley, at lain del met. dew |r racials ben iemperado, Narcelooa, Cita, 1991, Una picid extremadamente ‘a Ia idea de clenet propia del racionalimno es de Feyerabend, Contra ef tao, Atel, ‘Mareelona, 1974 (adc origina he 1971) 1 en spent irda ysl misty Feye> Fabel Dilingon woe lexmecimienne, Cite, Mal. 1091 ead del exten Walia) 56 TEDRIA, HISTORIA F HISTOMIOORAH thoy, desde luego, muy dividids también Los escepticismos sobre Ia ulidad y necesidad de steorfase y de wmetodelogtas~ son amplios y cuentan con una s6- lida tradicién entre los historiadores. Por el contratio, es igualmente innegable ‘que el desarrollo de ciertos seciores de la investigacidn historiografica, las pr ticas interdisciplinares y otras influencias han propiciado también mayores preocupaciones de fundamentacién, De ello se desprende que si se quiere re- plantear 1a configuracién disciplinar de Ia historiografia indadablemenie el trabajo ha de emperar por el tratamiento de este tipo de problems. Es posible un conocimiento ciemifico de ta Historia? ‘A. Marwick sefal6 hace aiios con indudable acierto que vel gran valor de tun debate como el de “jes ta Historia una ciencia?” reside en It manera en que ayuda a clarificar la naturaleza de la historia (historiografia) y a delimitar to ‘que la historia puede y no puede hacer». La diferencia entre fo que hace Ia fi- sic y To que hace la historiografia no puede, desde luego, ser banalizada con la idea de que en décadas recientes del siglo Xx la ciencia natural ha entrado en Jnera del «relativismo», del «principio de incertidumbre», de las Kigicas borro- sas y las certezas probabilisticas, lo que relativizaria a la cioncia y sus exigen- cas estricias de método y resultados. A veces se ha echado mano de este tipo de argumentos que no déjan de ser una Talacia, que desconocen absolutamente lo que tales cosas significan y, sobre todo, el caudal de trabajo «cientffica» que es preciso emplear para llegar a la conclusién misma de que la ciencia no da ugar a conocimienios «seguros»,"* Es indudable que una segunda cuestidn previa en este problema det grado de cientificidad que podria ofrecer un conocimiento de la Historia, como cusl- uier oro conocimiento yobre el hombre, es el errr frecuente de abordarto por cl camino emprendido tantas veces de pretender la equiparaciin de la ciencia social con la ciencia natural. Hoy dia existe el convencimiento general de que «1 camino posible ¢s bien distinto de ése. La ciencia de la sociedad > un tipo particular de ciencia y esti ligado a Ia ciencia natural en el mismo sentido y gra- do en que la cultura humana lo esté w las condiciones de 1a naturaleza. Este es luno de los convencimientos mis fires que se derivan del progreso mismo de Jas ciencias naturales en nuestro mundo, en especial de la biologfa, del progre sivo conocimiento de los eédigas de la evolucién genética. La idea de cultura ‘ext en profunda revisién y por ello mismo, obviamente, la idea de ciencias de Sete ene panorama hay tueray consideracioney en el itro de G, Keitel, Sobre fa crisis dela Histor. op eit Espesialmenie iatres a ee eew si capital $: Saher, menor poder ‘92. A. Marwick, Phe Nature of History, Macrillin, Lorre, 1970p. 98 93. Uin caso tipico de esa manera de el del ir de J. A Maravall, Tera se saber hiswiric, Kevsta de Oseidems, Madd, 1958 (27 edichin 1967), construe ye Ie pre teri se que lu seni noes ms probabistica que la Plicay ues ipificacin come chon ‘ia se ve vobustec pola winceidtumve» de la propia Cenc fsa HISTORIA H MISTORIOGRAMA: LOS FUNDAMPNTOS 7 Ja cultura." Ciencia natural y ciencia social son equiparables en su sentido pro- flundo de la forma de conocimiento que preteaden, en el terreno de los princi- ‘pios epistemoldgicos y de los fundamentos del método. No se trata de que ten- “gan objetivos distinios —por lo que no es aceptable la dicotomia entre ciencia explicativa y ciencia comprensiva—, pero sf de que sus objetos se mantienen muy distantes,” ‘Como en el caso de 1s disciplinas sociales en su conjunto, se pueden adu- cir también las opiniones de muchos tratadistas que han negado la-posibilidad deconsiderar la historiografia como una ciencia. ¥ esto desde los orfgenes mis- ‘mos de la tcoria historiogrifica, puesto que esa teoria se construye precisamen tg.on cl tiempo en que la ciencia es el conocimiento por excelencia. Para hablar ‘s6l0 de lo referente al timo cuaro del siglo xX." podria citar, « titulo de ‘ejemplo, como sostencdores de esa posicién nombres tan ilustres como los de P. Veyne, F, Furct. G. Duby, G. Eton o I, Berlin, para hablar sélo de histe- tiadores. Analizadas estas posiciones en una perspectiva hisiGrica, es percepti- bile que cuando al viejo —y, en realidad, falso— problema de la cientiicidad del estudio de la Historia se le ha dado una respuesta © soluciGn negativa, se lo “hahecho asf, porlo general, desde una w otra de estas dos consideraciones: una, Jade quienes niegan que pueda construirse un conccimiento «cientifico» de ta Historia sencillamente porque no puede aleanzarve. Otra, lade quienes mantienen Jgualmente que de ly Historia en made alguna puede hncerse un ennoeieniontn _cientifico, pero no porque se irate de un tipo de eonocimiento inalcanzable, “como en el caso anterior, sino por ereer que de ta Historia sélo puede tenerse un “conoeimiento sui generis, es decir, un conocimiento histérico. que no es el co- ‘min, ni el cientifico, nil filosdfico, ni pertenece a ninguna otra categoria de ellos, sino que forms una eategor‘a propia entre los conocimientos posibles, La Historia seria, junto a la Filosofia la Ciencia o la Religiin una especie de cono- ‘eimiento del mismo rango que éstas. Exisiiria un sconocimiento histérico», y {un método histérico, pero no una diseiplina de la Historia, Esta seria ta posicién ie Benedetto Croce, de Collingwood y de los idealists. En el terreno contrario, cuando se ha dado una respuesta postiva, las spues- tas por la cientificidad han sido hechas, desde luego, desde posiciones que pre- ‘sentan también notables diferencias entre ellas. Pot Jo pronto, un cierto sector de whhistoriografia mds tradicional, de impronta spositivista», ha hablado siempre ¥ sigue hablando de una «ciencia» de la Historia sin que, en ditimo extremo, ‘4 Para esta revisia de las ideas sole ef sgiicado deta eutura véamse algunas obras eslentes, Desde el teen aatropokizion, M. Carters, Por qu lox humbres tenemas el ‘rai? Alianza Fatal, Madi, 1998 original de 1992), Des tn ils |. Mostern. Fi deta Cabra, Aliana titra, Made, 1993, y 3. Say Martin Sala, Tere dela Cura, Sess Madr, 1999, Una rvii a a vieja Ideas acerca de a relacén entre biologi ‘aulra 0, Wilson, Consilience. La wnidad del conecinientn, Galaxia Gutenberg-Circulo de Tore, acto 10>, ‘05. Lirmejor explicate weccate de este putlema y de tas icultadesprofundas de la ‘hemes sexta es la cits de M. Hollis, Boa has Chenias Soc, oct ‘06. De este mists auto eno caso de his taadias ms aotipos, seae el sipho Xtx, ‘Nabtarmos en et capt sine 58 ‘THORIA: NESTORIA IE HISTORIOGRANA hhaya otra forma de considerar esa expresidn que no sea come metifora 6 analo- i. Sera caso de G, Monod. J. P Bury. Henri Ber, pro tambin el de rae distas ms recientes como Halkin, Marou, E. H. Carr, Fedetico Suérez 0 Juan Regli. Otra posicidn esté situada en Ia tradicién germinica que incluirfa a la historiografia entre las ciencias sociales de fandamento hermenéatico, histori- cista, como ciencias radicalmente distintas de la ciencia natural. Fsta seria la ‘manera de juzgar particularmente de filésofos o tratadistas fuera del eampo his. ‘oriogatico mismo, eumo Dilthe, Weber, Gadamer, Ricoeur o Habermas ina tervera posiciOn seria la mantenida por la metodo! i «ue opina que iacenca del Historia ade epcrar ensue ccna en na, canismo que todas las demis ciencias sociales, asimilable, a su vez. al de la Cclencia natural. Las pexiciones de metodélogos como Hempel, con su conocido imtemio de aplicar e! modelo nomol6gico-deductive a la explicacién histérica.” © E. Nagel apoyan esta vision, En fin, una posicién mis, ésta de historiadores, seria Ia que tia hablado de una sciencia social histérica» 0 «Historia ciencia s0- ial» ( Social Science History), corrienie de la que han participado opiniones rovenientes tanto del mundo anglosajin de la Social Science. la familia Tilly, D. Landes, M. Postan, Ch. Lloyd, como del germénico de li historia social (la Historische Sozialwissenschachft) también, los Kocka, Wheler, W. Mommsen ¥ en general ln llamada sescucla de Biclefeld».” Es la posicién mis cereana ‘ealmonte a le stucién de la cicnian solaes. Todo eld sn habla de 1k /ometria plenamente caracterizable como «cientificisia», El empeno de la es. cuela francesa de los Annales ha sido tan difundido por su influencia que cast Ao necesita mayores comentarios. ¥ sobre todo ello habremos de volver poste- riormente. es lo que fuere de todo esto, ta cientificidad de ta: ica hi cy seca cage te ete enone participe de las caracterisieas de ta ciencia y se adapte, mediante un trabajo tedrico rico y suficiente, a las peculiaridades de sv objeto. La aplicacién de ese ‘método no dispensa en forma alguna, por tanto, de un trabajo teGrico paralelo, ‘No hay una historia empirica con pretensiones de conocimiento cientifico sino ‘existe una teoria de la historia. En cuanto ab problema de ta imposibilidad de ‘equiparar ciencia natural con ciencia social, irefleja esto una diferencia de in- mance Osupone dena sustancial ¢ insalvable en los obje- conocen, hemos discutido antes? cr al 0 recy cl calee aia sae Sects erm ‘bre 1a naturaleza de lo histérico, digamos que atin siendo ta diferencia de lox 77. AV mes de Hempel sare tex cs vu Hemel ote I expcacin Ns referetns des, neh Maer OG. y Pater 1, ermal Mand of Moral Sates. Ce Earn Resurh nd Troy Meten & Co Lanes 19.7 expose sac b |MISTORIA E STORIOGRAFIA: Los FUNDAMENTOS 59. ‘objetos sustancial e insalvable, la deseripeién y materializacién de ta realidad hhistérica no puede haccrla et historiador desde Ia aceptacidn, sin més, de en- “contrarse recluido sin remedio en In prisiéa de la singularidad, en la impos bilidad de generalizar, Par el contrario, su préctica debe recurrir a algo que es ‘comin en la ciencia: lis generalizaciones, que son stiles y absolutamente ne- ‘cesarias cn ef intento de explicar la Historia, pero que aqut no parecen poder Hogar a estublecerse como leves El conocimiento histérico ni puede establecer feyes de la Historia ni, menos ain, producir predicciones sobre la Historia del futuro, Ambas cosas son atri- ‘butos de Ia ciencia en sentido «duro» y estén ligadas estrechamente una a 1a otra, ;Puede, en consecuincia, hablarse. en lenguaje riguroso, de una Ciencia de la Historia? En el sentido estricto de ta gran cieneia de ta naturaleza, como ecimos, de la fisica en sus diversis vertientes. incluida la cosmoldgica. la qui- ‘mica, y uno gran parte actualmente de 1a biologi. por ejemplo, exidentemente ‘no, Pero conviene hacer dos matizaciones importantes. Primera, que, contra lo {que creyera Piaget y creen también otros metoxlogos, ese mismo es el caso ge ‘neral de las ciencias sociales hoy, aun con los razonables progresos hacia la ‘cciencia dura» de algunas de ellas. Segunda, que no cabe hablar de ciencia s6lo cuando se trata de establecer leyes universales y predicciones de futuro, Puede amarse conocimiento cientiico a construcciones cognoscitivas que no lleguen certezas de tal nivel, ‘A nvestro modo de ver, el problema de una ciencia de la Historia se mani- fiesta en tres elementos esenciales, aunque to sean los vnicos, insentos en su ‘objeto, 0 sea en Ia temporalidad de lo social, que plantean cuestiones epistemi- {648 ain no resuclias para alcanzar wn conocimiento ciemtfico, Son éstas: la sin {gularidad de los actos humanos, 18 globalidad del medio en el que es posible Ccomprenderlos y la temporalidad que consiituye su sucesidn, A todo ello sub- {yace, parece claro, e! hecho de que para el conocimiento cientifico, y, sobre todo, [para el conocimiento cientiico de lo social un escollo esencial es la explicacin del cambio, paca cuya comprensidn cl hombre ha descubierio hasta ahora un lim tudo nimero de leyes, desde aquéllas a escala astrondmica hasta las de las par- Aiculas clementales. Es, seguramente, en el andlisis del significado del tiempo hhistérico donde Ia reflexién historiogréfica necesita insistir mis y es ahf tam- ‘bien donde, con toda probabilidad, se encuentra ta clave de la constitucién de luna verdadera teorfa de lo histrico. Pero es posible constatar hoy la existencia ‘de una visibn tedea historizadora de todo lo que existe y conjeturar que la pro- fundizacidn en ella no se detendré. Con la historiogratia, como con otras cien- Cas sociales, si 0 cabe hablar de una ciencia en sentido pleno. si puede decirse {que Hos encontramos ante una prictica cientffica, y que no renuncin 1 serlo. Ine Aentaremos explicar el significado de esta situacién. Fue ot historiador Francés Lucien Febwre. uno de los fundadores de 1a es ‘eves de Tos Annales, el que en los aiios cincuenta del siglo Xxx hablé con cau- tela y una cierta imprecisi6n, pero con sayiz capacidad de observacidn, de lo ‘que &l entendia como practica de ta historiografia:

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