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CURSO DE SÍNTESIS

Discentes: Alexander Aponte – Alejandro Cardoze


Ana Olivo - Kendra Bencosme - Yasniel Romero
Docente: Cristhian Espinal
17/04/2020

La acción humana, el bien, la virtud y la felicidad

El ser humano en el quehacer de su vida y toda actividad que emprende se ve arrojado hacia un
fin, en este caso el bien. Así las cosas, el bien a lo largo de la historia de la filosofía ha recibido
variedad de significaciones. Una de estas es entenderla como una realidad metafísica, otra física,
como bien moral, o como valor. La virtud se ha entendido como un bien del alma y la felicidad
se ha comprendido como sumo bien al que aspira el ser humano. Y, por tanto, el sumo bien hacia
el que tiende las acciones humanas. Sin embargo, esta relación toma matices distintos en
diversidad de autores. 

Aristóteles, sobre la felicidad. Ética a Nicómaco1.


Para Aristóteles todas las cosas aspiran hacia el bien. Y el bien se entiende como un fin telos, al
cual tienden las actividades y las acciones que acompañan a estas (es motivo y consecuencia de
la acción). El supremo bien con el cual se corresponde la felicidad, es un fin en sí mismo, y le
corresponde a la política el estudio de este.
La política busca la felicidad, o lo que llaman buen vivir, o bien estar, que es lo mismo que ser
feliz. Dependiendo la clase de vida, así se comprenderá la felicidad. Para la vida de goce, la
felicidad es el placer; para la política se comprende como el honor y es la virtud el fin supremo;
y en la contemplación.
Se entiende el bien de diversas formas, según la actividad o técnica en la que reside. Pero el bien
al que pertenece la felicidad es aquel que es fin por causa de sí mismo. Por esto que la elegimos,
y por su causa se eligen las virtudes, los honores, los placeres o la inteligencia.
Se concibe la felicidad como el fin de la acción (La felicidad se corresponde con el sumo bien).
Esta acción es del alma en tanto que se le atribuyen todas aquellas acciones que buscan la virtud,
y son conformes a esta por naturaleza.
La virtud. Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica.
Santo Tomás nos dice en su Suma Teológica que la virtud –en definición de San Agustín- es una
buena cualidad –hábito- de la mente por la que se vive rectamente, de la cual nadie usa mal,
producida por Dios en nosotros sin intervención nuestra. 2 La virtud es un hábito que dispone
siempre para el bien, el Aquinate le llama a esto último vivir rectamente. Las virtudes por lo
tanto son los hábitos gracias a los cuales el alma puede realizar bien cada uno de los fines a los
que tiende.
Hay distintos tipos de virtudes. Las virtudes intelectuales son arte, prudencia, inteligencia,
ciencia y sabiduría. Estas perfeccionan al entendimiento especulativo para el conocimiento de la

1 Aristóteles. Ética a Nicómaco, Alianza Editorial, Madrid, 2005, pp 47-74


2 SANTO TOMÁS. S. Th. I-II q. 55 a. 4

1
verdad, ésta es su operación buena.3 Y las virtudes morales que son justicia, fortaleza y
templanza. Estas están sometidas a la razón, que permite elegir lo correcto. 4 A esas virtudes
añade las virtudes teologales que son fe, esperanza y caridad, que tienen como objetivo a Dios,
perfeccionan la disposición humana hacia el orden sobrenatural y son infundidas en nosotros por
Él.5

Kant
Kant en su obra Fundamentación de la metafísica de las costumbres 6 llama moral a la parte
racional de la ética. La moral le da leyes a priori al ser humano como ser racional, las cuales
requieren un juicio. Cuando el ser humano realiza una acción benéfica sólo por deber y no por
egoísmo, entonces esta acción posee un verdadero valor moral7.
Cada cosa en la naturaleza actúa según las leyes, solo los seres racionales tienen voluntad y la
voluntad es la razón práctica. La voluntad es la facultad de elegir lo que la razón,
independientemente de su inclinación, conoce como bueno. Si la voluntad no es conforme a la
razón, entonces las acciones son subjetivas y contingentes y no se trata de una voluntad
obediente. Se considera bueno lo que determina la voluntad por medio de la razón por causas
objetivas, no subjetivas y que son válidas para todo ser racional.
Los imperativos son fórmulas que expresan la relación entre las leyes objetivas del querer y la
imperfección subjetiva de la voluntad humana. El Imperativo categórico es el que representa una
acción por sí misma, sin referencia a ningún otro fin, como objetivamente necesaria. El
imperativo hipotético es la acción representada buena como medio para alguna otra cosa.
Hay un fin que puede presuponerse real en todos los seres racionales y este es el propósito de la
felicidad. El imperativo que se refiere a la elección de los medios para la propia felicidad es
hipotético porque la acción no es mandada en absoluto, sino como simple medio para otro
propósito.
El concepto de la felicidad es indeterminado a pesar de que todo hombre desea alcanzarla, todos
los elementos que pertenecen al concepto de la felicidad son empíricos. Determinar con
seguridad y universalidad que acción fomente la felicidad de un ser racional es totalmente
imposible. Por eso no se puede establecer un imperativo que mande en sentido estricto realizar lo
que nos haga felices, porque la felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación, que
descansa en fundamentos empíricos, los cuales no pueden determinar una acción que alcance una
realidad infinita de consecuencias. En cambio, el imperativo de la moralidad no es hipotético.
En su obra Critica de la razón práctica 8 establece que la felicidad y la moralidad son dos
elementos del bien supremo completamente diferentes y por consiguiente el bien supremos es
una síntesis de ambos. La posibilidad del bien supremo no se basa pues en principios empíricos,
la deducción de este concepto tiene que ser trascendental.

3 Ibid, q. 57 a. 2
4 Ibid, q. 59 a. 1
5 Ibid, q. 62 a. 1
6 E. KANT, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Puerto Rico, Pedro M. Rosario Barbosa, 2007,
pp.200.
7 Ibid, 7-12.
8 I. KANT, Critica de la razón práctica, Buenos Aires, La Página S.A., 2003, p. 99.

2
Hanna Arendt:
Hanna Arendt destaca tres actividades fundamentales del ser humano, las cuales se comprenden
bajo el término vita activa, que están sustentadas en tres respectivas condiciones humanas. Una
es la labor, cuya condición humana es la vida misma, la cual subsume las actividades destinadas
a la conservación y mantenimiento de las necesidades vitales y los procesos biológicos. Otra es
el trabajo, cuya condición humana es la mundanidad, que comprende las actividades no
naturales o artificiales del ser humano. Y la tercera es la acción, cuya condición correspondiente
es la pluralidad, y que es la actividad propia de los hombres sin mediación de cosas o intereses
materiales; la acción es también la actividad política por excelencia9.
Hanna Arendt distingue entre condición humana y naturaleza humana. La condición humana
tiene la particularidad de que no puede explicar absolutamente ni definir lo que somos, porque no
condiciona al ser humano absolutamente. Arendt trata de romper con la significación tradicional
de vita activa, que históricamente ha circunscrito la labor y el trabajo, y ha sido contrapuesta a la
vita contemplativa, ideal del modo de vida verdaderamente libre.
Según la tradición, la vita contemplativa, relacionada con la experiencia de la eternidad, está por
encima de la vida activa que se relaciona con la inmortalidad (la búsqueda de perpetuidad en este
mundo a través de los productos de la labor y el trabajo)10.
Ética en Adela Cortina11
La importancia de la ética para Cortina es alcanzar la felicidad y ella resume las metas de la ética
entonces en dos vertientes: ¿Qué podemos hacer para ser felices? Y ¿Qué debemos hacer para
que cada ser humano se encuentre en situación de lograr su felicidad?
Cortina comprende que, las éticas desde las corrientes occidentales se enfocaban en la felicidad
como concepto universal que llega a todos los seres humanos. Se opone a Aristóteles en creer
que todos los seres humanos tienen una función y su felicidad se alcanza al realizarla. Considera
que la formación psicológica de los seres humanos es distinta en cada uno de ellos, por lo que lo
más apropiado sería aconsejar desde la experiencia sin partir de la universalidad. 
Cortina siguiendo preceptos kantianos, comprende que no basta para la ética pensar el bien
supremo como la felicidad y su fin encontrarla, sino que es preciso antes, dilucidar quiénes
tienen derecho a la felicidad y por qué lo tienen, para poder trazar el marco donde estas personas
acceden a este derecho y se les puede respetar y fomentar. 
Cortina propone un nuevo paradigma en la ética filosófica, donde el alcanzar la felicidad como
fin último no es el motor de esta, ni tampoco lo es la autonomía de las personas como tal. Ella
propone un diálogo donde intenta conjugar ambas visiones. La autonomía se observa no en
sujetos aislados sino intersubjetivos, que tienden a dilucidar cuál es el bien humano. El diálogo le
permite a la ética ubicarse en medio del absolutismo y el relativismo, que defienden y disuelven

9 H. ARENDT, La condición humana, Buenos Aires, Paidós, 2009, pp. 21-25.


10 Ibid, pp. 26-33.
11 A. CORTINA, Ética mínima. Una introducción a la filosofía práctica, Madrid, Tecnos, 2000, pp. 17-18.
Ibid, pp. 22-23
Ibid, pp. 138-139

3
la moralidad respectivamente. Y entre el utopismo que asegura un mundo perfecto y el
pragmatismo que elimina todo lo utópico y se enfoca en el presente únicamente. 

La felicidad como tal requiere una atención especializada, una filosofía propia, por lo que ella
como tantos otros éticos filósofos se han dedicado a una ética de mínimos. Cortina, busca
emplear lo deontológico en la cotidianidad de los seres humanos para buscar una globalización
de la felicidad a la que aspiran los seres humanos.

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