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ANALISTAS

Cartagena, una contradicción


Lunes, 10 de febrero de 2020, Diario La Republica

María Claudia Lacouture Exministra de Comercio

Dos Cartagena diferentes, tan distintas, tan contradictorias que cuesta


trabajo reconciliarlas.

Tuve la grata oportunidad de participar en el Hay Festival y asistir al Festival de


Música Clásica, realmente excepcionales y espectaculares, da gusto ver su
organización, la calidad, el talento. Una experiencia realmente gratificante en ese
escenario caribe tan espléndido del Centro Histórico. No había un solo invitado
que no sintiera el destino mágico, único y privilegiado de Cartagena de Indias.

Al término de las jornadas un buen plan es salir a cenar. La oferta gastronómica es


variada y muy buena, pero caminar por las calles empedradas es un desafío, y ni
se diga salir a dar un paseo con los niños.

Con el atardecer, como murciélagos que salen de sus refugios, la fauna de la


noche comienza a deambular y la sensación de paz y armonía de la jornada se
transforma de repente en un estrés de acoso, angustia, desconfianza e
inseguridad. Vendedores ambulantes insidiosos, “cantantes” desafinados e
inoportunos, basura del día en los andenes, meretrices nacionales e importadas,
famélicos caballos arrastrando coches, algo que ya dejó de ser exótico y que los
visitantes observan como maltrato de animales.

Ni el microtráfico disimula su actividad, ni las autoridades de policía parecen


notarlo. La noche comienza con estruendos de música hasta altas horas de noche
y volúmenes que el oído no puede resistir, escotes y minifaldas ofreciendo sus
servicios, los primeros borrachitos salen de las tabernas a ponerle más lunares al
paisaje colonial y ni en las mesas de las plazoletas hay tranquilidad.

Recientemente tuve la oportunidad de reunirme con el nuevo alcalde y debo


reconocer que tiene la mejor voluntad de devolverle la tranquilidad a Cartagena, y
coincido con él en que el trabajo debe comenzar por generar condiciones para
establecer una economía formal que genere empleo estable y de oportunidades a
aquellos que empujados por la pobreza y el descontrol se toman la calle en busca
de su subsistencia.

Sin un turismo sostenible y sustentable esta perla caribeña -de verás un tesoro del
Caribe-, irá perdiendo esplendor y alejando la oportunidad de consolidarse como
un destino de muy alto nivel, donde se pasean grandes personalidades, gente de
negocios, participantes de encuentros internacionales y turistas con buen poder
adquisitivo. La mala fama, por el contrario, ya la está posicionando como un
destino de borrachera, drogas y prostitución. Estamos a tiempo de salvar nuestra
mayor joya turística y para ello será indispensable una alianza público-privada y un
proyecto ambicioso de mucho alcance y de largo plazo.

Es el momento de ponerle dientes a la institucionalidad turística, tener una entidad


robusta, con herramientas para generar desarrollo y con capacidad y disposición
para sancionar y hacer cumplir las normas y regulaciones. Es importante que no
se baje la guardia en el trabajo público-privado que adelanta la Corporación de
Turismo y ojalá fortalecer la entidad para mejorar la competitividad y la promoción.
Adicionalmente, el desarrollo del Pemp debe coordinarse con la sociedad, debe
reforzar los controles e involucrar a los habitantes del centro histórico que, con
certeza, tienen mucho para aportar.

Si no se atajan pronto los desmanes en la ciudad, no tendremos ni inversionistas,


ni buenos turistas, ni crecimiento, ni empleo.

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