Estudios como los de John Gottman (1995) muestran cómo la interacción emocional en
una pareja puede ser el factor determinante de riesgo de separación o fracaso en el
matrimonio. Los estilos matrimoniales que Gottman (1995) plantea son: Convalidante,
Explosivo y Evitativo, y revelan cómo a pesar de que una pareja sea explosiva o
evitativa, y se considere que por tanto puede estar más próxima a la ruptura
matrimonial, en realidad es la frecuencia de interacciones emocionales negativas o
positivas que la pareja tiene en sus pautas comunicacionales, la que puede determinar
independientemente de su estilo que una pareja se divorcie o no.
Por ejemplo, una mujer con tendencia a ser explosiva con un cónyuge convalidante
que tratará de minimizar el conflicto, puede generar una pauta de interacción que
torna a la esposa más irritable y furiosa. De esta manera la teoría de Gottman (1995)
logra vincular una medición casi que cuantitativa de la interacción emocional con unas
pautas relacionales circulares similares a las descritas en los planteamientos de la
teoría sistémica sobre la comunicación. Además, paradójicamente las parejas que
logran un éxito marital son compatibles, pero no en la forma tradicional de entender
este constructo, sino en términos de Gottman (1995), “son peleadores compatibles”,
es decir, concuerdan tácitamente en su modo de discrepar, o sea, “de atravesar el
escabroso terreno que inevitablemente deben recorrer en su tránsito por el
matrimonio” (Gottman, 1995, p.29). Además, no todas las formas de negatividad son
iguales, así que las que este autor identifica como más tóxicas son: la crítica, la
defensividad, el desdén, y el “amurallamiento”.
Ante esto Gergen (1996) se pregunta si el proceso microsocial pasa a ocupar el centro
del interés, ¿cuáles son las consecuencias para la comprensión de las emociones y
demás procesos psicológicos? Esto puesto que tradicionalmente hemos considerado
las emociones como pasiones inherentes al individuo singular, genéricamente
preparadas, con una base biológica y fundamentadas experimentalmente, pero el
discurso emocional consigue su significado no en virtud de su relación con un mundo
interior (de la experiencia, disposición o biología), sino por el modo en que éste
aparece en las pautas de la relación cultural. Las comunidades generan modos
convencionales de relacionar: a menudo las pautas de acción dentro de estas
relaciones son cualificaciones dadas.
Algunas formas de acción se dice que indican emociones. “En este sentido las
emociones no “motivan” o no “incitan a la acción”; más bien uno elabora emociones, o
participa en ellas lo mismo que haría con un papel en una obra” (1996, p.273). De esta
manera, Gergen afirma: “Las emociones no tienen influencia en la vida social:
constituyen la vida social misma” (1996, p.273). Esta visión permite ubicar el
significado cultural más amplio de las emociones puesto que éstas no pueden
separarse del ámbito de la evaluación moral; y también es una visión compatible con
las investigaciones antropológicas e históricas, las cuales sugieren que tanto el
vocabulario de las emociones como las pautas que los occidentales llamamos
“expresión emocional” varían enormemente de una cultura a otra o de un periodo
histórico a otro, y son construcciones culturales con significados especializados dentro
de su propio marco, y por tanto las realizaciones emocionales están circunscritas por
pautas más amplias de la relación o se incrustan en su interior, puesto que alcanzar la
inteligibilidad de la realización emocional tiene que ser un componente reconocible de
una cadena de acciones vigentes.
Del mismo modo, las expresiones emocionales son significativas sólo cuando están
insertadas en secuencias particulares temporales de intercambio, es decir “son
constituyentes de las narraciones vividas” (Gergen, 1996, p. 275). El ejemplo de los
celos puede ser muy útil para explicar la idea de Gergen. Él señala que para que las
expresiones de celos sean legitimas en los estándares contemporáneos tienen que ir
precedidas por algunas condiciones; puesto que nadie expresa celos viendo la puesta
de sol por ejemplo, sino que los celos son apropiados si nuestro enamorado muestra
signos de afecto hacia otra persona.
Además, si los celos se expresan al amante, éste no tiene libertad, según los
estándares culturales actuales para iniciar una conversación sobre el tiempo o
expresar una profunda alegría. El amante puede excusarse o intentar explicar por qué
los celos son injustificados, pero la gama de opciones que baraja es limitada. Y si se
ofrecen excusas, el agente celoso está, a su vez, limitado a los tipos de reacciones que
cabe seguir inteligiblemente. Los dos participantes por tanto están comprometidos en
una forma de ritual cultural o juego. La expresión de los celos son es sino un integrante
singular dentro de la secuencia, el ritual sería irreconocible sin ello, pero sin el resto
del ritual, los celos serían absurdos.
Esto se puede ver en cualquier pauta que se quiera estudiar, así como en los celos, es
evidente en los actos de hostilidad, las peleas conyugales, etc., en donde se dan unas
pautas repetitivas no deseadas, puesto que puede que ni el marido ni la esposa deseen
la violencia física, pero una vez que la pauta o escenario ha empezado, tal vez sientan
que no tienen otra elección a mano hasta la conclusión normativa: el abuso físico. Esto
se da también puesto que estar inmersos en contextos culturales nos plantea
imperativos como el de la reciprocidad o el de la retribución, en donde las personas
sienten que tienen un derecho y una obligación moral de devolver las acciones con la
misma moneda; y la retribución se trata de castigar al provocador cuando no tiene
razones justas para acudir a la violencia por ejemplo.
Por último, quisiera resaltar que los escenarios emocionales son formas de danza
cultural, lo cual puede ayudar a comprender que los problemas emocionales pueden
provenir de habilidades precarias o formación precaria en los escenarios comunes de
la cultura, o de una incapacidad para situar alternativas a aquellas otras que impulsan
las relaciones al desastre. Por tanto, se tiene que prestar atención a las pautas de
relaciones más amplias en las que se incrustan los escenarios emocionales.
De esta manera toda pauta relacional que es acción comunicativa dentro del escenario
de la comunicación de la pareja se incrusta y se enmarca a su vez en la concepción de
pareja formada por sus integrantes y apropiada desde un marco referencial cultural
contemporáneo específico que permite que en el sistema pareja, entre sus elementos
componentes pueda haber una circulación de la comunicación emocional que les
permita a ambos integrantes responder de un modo “sensible o apropiado” dentro de
los marcos de referencia de su absoluto relacional.
Bibliografía.