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MEDITACIÓN PARA EL PRIMER SÁBADO

1er. Misterio Gozoso



LA ANUNCIACIÓN DEL ÁNGEL
Y LA ENCARNACIÓN DEL VERBO

“EL INICIO DE LA SALVACIÓN”*



Introducción:

Meditaremos hoy el 1er. Misterio del Santo Rosario: La Anunciación del
Ángel y la Encarnación del Verbo, en cumplimiento de nuestra devoción de la
Comunión Reparadora del Primer Sábado, pedida por la Madre de Dios en Fátima.
En este mes de octubre celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, una de
las invocaciones bajo las cuales María se manifestó en Cova de Iria. Dirigiéndose a
los tres pastorcitos, la Virgen Santísima pidió insistentemente a los hombres que
rezasen el Rosario todos los días, para alcanzar la salvación eterna y la paz para el
mundo. El Misterio de la Anunciación, con el cual iniciamos la recitación del
Rosario, nos convida a atender este apelo apremiante de la Madre Celestial y a
enfervorizarnos en la devoción hacia Ella.

* Pintura de La Anunciación, por Fray Angélico.

Apostolado del Oratorio, María Reina de los Corazones – Devoción de los primeros sábados de mes.
Octubre de 2019, 1er. Misterio Gozoso, La Anunciación y la Encarnación del Verbo

Composición de lugar:

Imaginemos un rincón de la casa de Nazaret donde se encuentra Nuestra


Señora, haciendo sus oraciones y meditando en las Sagradas Escrituras. De
repente, todo el local es inundado por una inmensa claridad. Se ve entonces al
luminoso mensajero divino que aparece a María, saludándola como llena de gracia.
La fisonomía de la Santísima Virgen se reviste igualmente de luz sobrenatural, y
comprende que está siendo convidada a ser la Madre del Salvador. María se inclina
y la oímos pronunciar su “Sí”, consintiendo en la Encarnación del Verbo Eterno.

Oración preparatoria:

¡Oh, gloriosa Reina del Rosario!, que en Fátima recomendasteis a los hombres
la recitación diaria del Rosario para obtener la conversión de los pecadores, nuestra
salvación y la paz para el mundo, alcanzadnos hoy, de vuestro divino Hijo, las gracias
necesarias para meditar bien este Misterio de la Anunciación. Infundid en nuestras
almas las buenas disposiciones y los buenos propósitos que nos hagan partícipes de
los méritos infinitos que el Verbo Encarnado trajo al mundo, al hacerse hombre en
vuestro seno inmaculado. Así sea.

San Lucas (1, 28 y ss.)
“28 El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo». 29 Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué
saludo era aquel. 30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia
ante Dios. 31 Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús. 32 Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá
fin». 34 Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». 35 El ángel le
contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. 36 También tu
pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que
llamaban estéril, 37 porque para Dios nada hay imposible». 38 María contestó: «He
aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.”


I- EL “SÍ” QUE INICIÓ NUESTRA SALVACIÓN

La Anunciación a María inaugura la “plenitud de los tiempos”, es decir, el
cumplimiento de las promesas divinas para la redención del género humano. Por la
voz del Arcángel Gabriel, María es convidada a concebir y dar a luz al Cordero de
Dios, el que quita los pecados del mundo y nos abre nuevamente las puertas del
Cielo.

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Octubre de 2019, 1er. Misterio Gozoso, La Anunciación y la Encarnación del Verbo

1- Preparándose por la oración

En la inminencia de recibir la visita del Ángel, Nuestra Señora se encuentra
recogida en oración, rezando y pidiendo a Dios la venida del Salvador.
Manifestando de este modo la importancia de la oración, a través de la cual
alcanzamos las gracias y misericordias de Dios, la Santísima Virgen suplicaba por
la regeneración y liberación de la humanidad, fácil presa del demonio desde el
pecado original.
También por la oración, la Virgen se preparaba para el momento entre
todos esperado, en que el Mesías prometido se haría presente en el mundo. Su
profunda humildad no la hacía imaginarse la Madre del Salvador, y enseguida el
enviado de Dios se le aparecería, anunciando la gran invitación a la maternidad
divina.

2- La llena de gracia

Nuestra Señora es la Virgen llena de gracia. En ella resplandecen todas las
virtudes y todos los dones con que Dios puede enriquecer una criatura humana.
Inmaculada desde el primer instante de su concepción, María nunca tuvo mancha
de pecado alguna, siempre fue toda pura, y estaba enteramente preparada por el
Padre Eterno para ser el templo del Espíritu Santo y convertirse en la Madre de
Jesús. Ella se perturba ante la invitación del Ángel, porque no sabía cómo ser
madre y permanecer virgen al mismo tiempo.
Sin embargo, San Gabriel la tranquilizó, afirmando que para “Dios nada es
imposible”. El Señor haría en Ella grandes maravillas, y la Virgen de Nazaret creyó y
confió en la promesa divina.

3- “Hágase en mí según tu palabra”

Llena de gracia y llena de esta confianza en la promesa de Dios, Nuestra
Señora dio su “Sí” al convite que el Cielo le enviaba: “Hágase en Mí según vuestra
voluntad”, respondió la Virgen, sometiéndose a la voluntad del Padre. Y a partir de
ese momento, bendito entre todos los momentos, el Verbo Eterno se encarna en el
seno inmaculado de la Madre, asumiendo nuestra naturaleza, dando inicio a su
misión de Redentor de la humanidad.
En este instante, María también se vuelve Corredentora, colaborando de
modo único y directo en toda la obra regeneradora que su Hijo realizará.
Debemos entonces preguntarnos: ¿Hemos sido bastante agradecidos a
Nuestra Señora por este don inestimable de la Encarnación del Verbo, consentido
por Ella con su “Sí” salvador? ¿Sabemos manifestarle esa gratitud por medio de
nuestra devoción y amor incondicionales? ¿Hemos imitado sus ejemplos de
humildad y de obediencia a la voluntad divina, tan luminosos y excelentes que
fueron capaces de atraer del Cielo al Cordero de Dios? ¿Cómo está mi vida de
piedad y de oración? ¿Cómo me comporto frente a la voluntad de Dios en los
diversos momentos de mi existencia?

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II – MISTERIO QUE NOS HACE NUEVAMENTE HIJOS DE DIOS

Como enseñan todos los doctores y santos de la Iglesia, la Encarnación no
tuvo como único objetivo reparar la ofensa hecha a Dios por nuestros pecados,
curar a la humanidad de sus heridas y liberarla de la esclavitud al demonio. La
Encarnación nos devuelve también la calidad de hijos adoptivos de Dios, —perdida
por el pecado original—, y nuevamente nos hace, —junto con Cristo— herederos
del Padre Celestial.

1- Verdadero Dios y verdadero Hombre

Los autores eclesiásticos subrayan, ante todo, que el Hijo de Dios, Segunda
Persona de la Santísima Trinidad, engendrada desde toda la eternidad en el seno
del Padre e igual a Él en todo, aceptó humillarse y reducirse a la condición de
hombre, para constituirse como víctima por nuestras culpas y satisfacer la justicia
divina en nombre nuestro. Así determinado, el Verbo Eterno tomó un cuerpo y un
alma como la nuestra, en las entrañas de María, y unió de un modo tan maravilloso
y tan verdadero nuestra miserable naturaleza a la suya, que ambas subsisten
unidas y distintas en una única persona que nosotros adoramos con el nombre de
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.


2- Hermanos del Primogénito del Padre

En segundo lugar –enseñan los doctores–, si el Verbo se hizo carne, si el Hijo
eterno del Dios Vivo se hizo hijo del hombre por nuestra naturaleza, es para que el
hombre, entrando en sociedad con el Verbo, se haga hijo de Dios por su gracia. Y
esta verdad la transmitió el propio Dios por sus Apóstoles a los hombres: “Mas
cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido
bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la
adopción filial” (Gal, 4, 4-5).
Tal es el fin próximo, inmediato, de la unión del Hijo eterno con nuestra
naturaleza: hacer del hombre un hijo adoptivo de Dios y hermano de su
Primogénito.
Qué extraordinaria gracia nos fue concedida por la Encarnación del Verbo,
tan inmensa que escapa a nuestra comprensión: ¡ser hermanos del Hijo de Dios y
coherederos de la bienaventuranza eterna junto con Él!
¿Sabré agradecer suficientemente tan inmerecidas dádivas?
¿Cómo he correspondido a este don de valor infinito que Dios me ofrece
todos los días? ¿Cómo he honrado (o no…) mi condición de bautizado y de
hermano de Jesucristo?



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III –MISTERIO DE GRANDEZA Y DE REBAJAMIENTO

Conocido el Misterio de la Anunciación y Encarnación del Verbo, los santos
y doctores se preguntan, maravillados: ¿Cómo podemos estimar de manera
suficiente un beneficio tan inestimable?

1 – Levantados de la más profunda decadencia

Y ellos acrecientan: ¡Sea eternamente bendito este Hijo adorable que María
dio al mundo, y que se dio Él mismo a nosotros! De Él nos viene toda nuestra gloria
y toda nuestra salvación. Haciéndose pequeño, Él nos eleva. Rebajándose, nos
ennoblece; escondiéndose, nos corona con el más bello esplendor. Humillándose,
nos levanta de la más profunda y mortal decadencia; contrae con nosotros, por la
unión entre su divinidad y nuestra humanidad, la más noble alianza, nos restablece
en todas nuestras pretensiones su herencia celestial y una diadema inmortal.
¡Oh, misterio de grandeza y de rebajamiento, de salvación y de dolores! ¡Oh,
bondad de Dios que se realizó!
Solo Jesucristo paga el precio de este misterio, cuyas humillaciones y
sufrimientos reservó para sí. Sin embargo, todo el fruto de este holocausto, Él lo
destina a nosotros.


2 – Elevados hasta las estrellas

San Ambrosio, considerando el sublime misterio de la Encarnación, trazó este
paralelo entre la humillación del Verbo y la exaltación del hombre:
El hijo de Dios se hizo pequeño —fue niño—, para que tú puedas ser varón
perfecto; fue envuelto en fajas para que tú puedas ser desatado de los lazos de la
muerte; fue reclinado en un pesebre para que puedas ser colocado en los altares; fue
puesto en la tierra, para que puedas estar con las estrellas; no tuvo lugar en la
posada, para que tú tengas muchas mansiones en el Cielo. “Pues conocéis la gracia de
Nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para
enriqueceros con su pobreza.” (2Cor 8, 9).

3 – Mayor humillación y mayor dignidad

Por eso, acerca de la Encarnación del Verbo, concluye San Agustín: “Así fue
predestinada la humana naturaleza a tan grandiosa, excelsa y sublime dignidad, no
siendo posible una mayor elevación de la misma; como tampoco la divinidad no pudo
bajar ni humillarse más por nosotros, que tomar nuestra naturaleza, con todas sus
debilidades, hasta la muerte de Cruz”.
Tengamos presente, pues, cuán inestimable gracia recibimos con este
Misterio de la Anunciación y Encarnación del Verbo, que marcó el inicio de nuestra
redención y de nuestro rescate —por siempre jamás—, de las garras del demonio y

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de la prisión del pecado. Procuremos corresponder todavía mejor a esa infinita
bondad de Dios y de María Santísima hacia nosotros, esforzándonos en la práctica
de la virtud y del bien.


CONCLUSIÓN

Debemos pedir a la Santísima Virgen María de Fátima en este fin de
meditación, que derrame sobre nosotros todas las gracias que Dios nos tiene
reservadas desde el momento de la Anunciación y de la Encarnación del Verbo
hasta hoy, inundando nuestras almas con luces divinas que nos hagan comprender
toda la belleza de este Misterio, y toda la riqueza de las virtudes que nos invita a
practicar. ¡Y que así, María, nuestra Santísima Madre, pueda mirarnos y decir,
como prometió en Fátima: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfó”, porque sus
hijos correspondieron a las gracias que Ella nos obtuvo y se convirtieron en
verdaderos santos!
¡Que María nos ayude para tal fin! Para lo cual suplicamos su incansable
asistencia, clamando:
Dios te salve, Reina y Madre…


Referencias bibliográficas
Basado en:

San Alfonso María de Ligorio, Meditações para todos os dias e festas do ano,
Friburgo, Herder & Cia, 1921.
Mons. João S. Clá Dias, Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado,
ACNSF, São Paulo, Ipsis gráfica e editora, 2010.


Apostolado del Oratorio – Devoción de los Primeros Sábados
Informativo destinado a los coordinadores del
Apostolado del Oratorio
Heraldos del Evangelio heraldos@heraldos.org.mx

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