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española actual)
La obra de Rodrigo García se aleja de la teoría aristotélica del teatro (el drama
es un argumento representado directamente, inmediatamente, en presencia y
en presente). Se ubica en la vanguardia.
En este artículo se intentan detectar los gérmenes de la dramaturgia tradicional
en la obra La historia de Ronald, el payaso de McDonalds de Rodrigo García.
Elementos del espectáculo: Los textos del autor, los de los actores (8 monólogos
en total), voz en off, proyecciones y una serie de performances.
Proyecciones: de textos escritos, de imágenes visuales y de videos sobre las paredes
de la sala.
Las imágenes y los videos entretienen y cumplen una función didáctica a la
vez: sirven de divertidos ejemplos que repiten y reformulan el mensaje
apelando a otros medios de representación.
Performances:
Mínimo contenido verbal
por momentos se vuelven propiamente actuación dramática, muy poco
ilusionista de todos modos, y por momentos se parecen más a la danza
contemporánea.
Los objetos que manipulan los actores para desarrollarlas son
fundamentalmente kilos y kilos de comida. Leche, vino, huevos, naranjas,
carne molida, harina, enormes jamones, vísceras, van colmando el escenario
hasta convertirlo en basural.
Secuencias de intensa acción física que muestran cuerpos incómodos,
contorsionados y representan escenas de turbación o de franca tortura.
Pero también se alude a otro de tipo de contenidos, como ocurre en esa suerte
de desfile de modelos que hemos mencionado o en el momento de mayor
transgresión de la distancia comunicativa. Busca la transformación de los
mensajes que pueda contener el teatro en verdadera acción social.
En cuanto a la dramaticidad o no de esas secuencias performativas, cabe
señalar que no hay continuidad diegética entre ellas. Pero algunas llegan a
conformar situaciones dramáticas autónomas o acciones dramáticas mínimas,
es decir, situaciones o acciones que ocurren en presencia del espectador, y en
presente, bajo la convención de ficcionalidad. Esos son los momentos más
puramente dramáticos del espectáculo. Aun así, están rodeados de tanto
antiilusionismo que a veces su dramaticidad se ve amenazada de olvido. La
sensación dominante es la de estar frente a actores que ejecutan roles para
generar contenidos semánticos y axiológicos (ideas y valores) en el aquí y el
ahora de cada función.
Las secuencias dialogadas del espectáculo funcionan casi invariablemente a través de
una sola figura de la dicción: son monólogos dichos en apelación al público (en tanto
público). La interacción verbal entre los actores se reduce al mínimo y consiste, por lo
general, en frases por lo bajo, como si estuvieran fuera de lo planeado o sirvieran de
pequeños acuerdos para seguir con la exhibición de cara a la sala. En los ocho
monólogos, el pacto ambiguo, que en el texto publicado funciona en el eje autor-
narrador-personaje, se ve traducido a la situación escénica y opera en el eje actor-
narrador oral-personaje o, mejor, en el eje autor-actor-narrador oral-personaje.
las narraciones orales suelen acercarse a lo natural, pero con muy buenas dosis de
histrionismo para atrapar la atención del público.