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Ciudad Medieval PDF
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Historia Urbana Medieval
Beatriz Arizaga Bolumburu - Javier Añíbarro Rodríguez
Desarrollo
1.1 Hacia una definición de la ciudad medieval.
1.1.1 El fenómeno urbano en la Historia
1.1.2 El legado clásico en la ciudad medieval
1.1.3 El legado de la ciudad medieval en la red urbana actual
1.1.4 Ciudad clásica-ciudad medieval: forma semejante, diferente concepto
1.1.5 ¿Por qué estudiamos la realidad urbana medieval?
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Desde que los hombres primitivos comienzan a cultivar la tierra se generan asentamientos de
población estables que dan origen, según los conocimientos actuales, a las primitivas ciudades
hace unos cuatro mil años. Los primeros asentamientos urbanos aparecieron en los valles de
los ríos Tigris, Eúfrates y Nilo (El creciente fértil). Posteriormente, antes del año 2000 a de C.
surgen estas urbes en el valle del Indo.
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Roma extendió el modelo de hábitat concentrado por toda Europa y norte de África, hasta
donde llegaron sus conquistas. Durante los primeros siglos de la Edad Media el proceso de
expansión urbana quedó frenado debido a la inseguridad bélica y social. Donde sí floreció una
importante cultura urbana fue en el mundo musulmán, llegando a desarrollarse
importantísimas ciudades en Italia y especialmente en la Península Ibérica. A partir del siglo
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XI, del periodo medieval, se produjo un proceso sin precedentes en Europa, la eclosión del
modelo urbano en prácticamente todos los países. El modelo de ciudad medieval prosperó
gracias a las características especiales de la propia ciudad (las libertades urbanas). En el
Renacimiento europeo no se produjeron nuevas creaciones urbanas, salvo excepciones, pero
sí crecieron las existentes de forma notable y se embellecieron y mejoraron sus
infraestructuras. Se exportó el modelo urbano europeo a la América colonial donde prosperó
con la fundación de numerosas ciudades. En los siglos XVII-XVIII y principios del XIX siguieron
creciendo y mejorando las ciudades europeas y las nuevas americanas. Con la revolución
industrial (1758-1850) las ciudades sufren una nueva organización social, el éxito de dicha
revolución se apoya en la concentración de población trabajadora en núcleos concretos, lo que
indujo a un crecimiento exagerado de algunas ciudades, llegando con cierta facilidad a
poblaciones de mas de 100.000 habitantes, y desde entonces el proceso no se ha detenido. La
Revolución Industrial fue un fenómeno significativo para el proceso urbano, al igual que lo fue
la creación urbana medieval; en este caso la originalidad no radica tanto en las nuevas
creaciones, que sí se producen, como en el exagerado aumento de población en unos tiempos
muy cortos.
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Plano de
Mileto
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Los romanos, herederos del pueblo etrusco y conocedores de los modelos urbanos
helenísticos, plasman en el diseño de sus ciudades un trazado regular ortogonal. Singularizan
dos calles principales que se cruzan perpendicularmente –“cardo” y “decumanus”– e
incorporaron el Foro como elemento singular, con funciones de centro cívico. Su modelo de
planta urbana, en ocasiones con diseño de campamento militar, fue exportado más allá de las
orillas del Mediterráneo, hasta los confines de sus conquistas.
Con esta base parten las ciudades medievales. La red de ciudades de origen griego y romano
perdura en el tiempo y se incorporan parcialmente, en una proporción importante, a la red
urbana medieval aportando la racionalidad del plano y estructura urbanística.
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Tras un largo periodo de inestabilidad que siguió a la descomposición del Imperio Romano, la
forma de vida urbana sufrió un repliegue, volviendo sus habitantes a una vida rural, que
garantizaba de forma mas eficaz la subsistencia y estaba menos expuesta a los ataques
depredadores de bandas dedicadas al pillaje. En torno a los siglos IX y X se genera un nuevo
modelo de incipiente vida “urbana” en torno a los centros de poder que garantizaban cierta
protección y seguridad: los castillos y los monasterios. Sobrepasado el año mil, fecha llena de
supersticiones y terrores imaginarios, el horizonte comienza a despejarse, mejoran las
condiciones de seguridad, hay poderes mas fuertes que pueden garantizar un cierto grado de
paz y comienza el renacer urbano con una fuerza y una difusión, por toda Europa,
inimaginable. La ciudad se desprende del castillo o monasterio y se crea, por los poderes
políticos locales, regionales y nacionales, laicos o religiosos, de forma autónoma.
El modelo urbano medieval, cuando pervive sobre un soporte físico romano, se transforma
aportando nuevas construcciones propias que alteran, en parte, el diseño urbanístico y
también afectan a las infraestructuras romanas que se ven abandonadas por falta de interés y
medios económicos. Conducciones de agua y alcantarillado son dejadas a su suerte por falta
de medios para sostenerlas. Cuando se genera en torno a los centros de protección como
castillos o monasterios, su forma se acopla a la estructura de los centros generadores y se
extienden en torno a dichos centros generando calles sinuosas, concéntricas o en pendiente
que han generado el modelo estereotipado de ciudad medieval, con calles estrechas y
tortuosas. Pero este modelo solo afecta a una pequeña parte de la red urbana medieval.
Debemos de tener en cuenta el otro modelo urbano que se genera en la edad media, el de
las ciudades nuevas. Ciudades concebidas según un plan diseñado, siguiendo modelos
racionales con lógicas geométricas parecidas a las del mundo clásico. Por toda Europa se
construyen ciudades y villas con el modelo de las “bastidas”, de plano ortogonal, ciudades de
planta rectangular o cuadrada, según la superficie en la que se asientan, con un trazado viario
en cuadrícula.
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La mayor parte del conjunto urbano medieval fueron nuevas creaciones “Ex novo”, que no
tenían un sustrato urbano histórico. Todos los países europeos vieron florecer centros
urbanos de mayor o menor calibre en sus territorios. El modelo de vida urbano fue un
proyecto de las autoridades políticas que secundó fervientemente la población. Al finalizar la
Edad Media se puede decir que la sociedad deja de ser eminentemente rural para hablar de
dos tipos de poblamiento, de sociedades y de vida: la rural y la urbana.
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Aparece un nuevo tipo de ciudad caracterizada principalmente por la condición social de sus
habitantes que verán beneficiada su condición jurídica por el hecho de poblar y residir en las
nuevas ciudades. Las murallas envuelven a la población ejerciendo un doble papel de defensa
y diferenciación. Se distingue al vecino de la ciudad del que vive fuera porque el primero
disfruta de privilegios personales y jurídicos que los del mundo rural carecen. Este estatus
privilegiado de la sociedad urbana le permite desarrollar actividades económicas y de
gobierno que impulsan el desarrollo económico de las ciudades. Rápidamente, en la mayor
parte de los casos, la diferencia entre los habitantes del campo y los de la ciudad se irá
ensanchando, ofreciendo la ciudad mas oportunidades personales para el desempeño de una
actividad laborar mas diversificada, y un enriquecimiento mas generalizado.
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Las ciudades medievales pueden ser reconocidas dentro de las actuales reconstruyendo hacia
atrás el proceso de su formación, para ello es imprescindible disponer de planos históricos
que permitan reconocer espacios y estructuras que hoy han desaparecido. El plano actual de
una ciudad es el resultado de su vivencia histórica pero pueden faltar elementos que
sociedades anteriores crearon como necesarios y hoy día se han destruido.
¿Existe relación entre la ciudad creada en una época concreta y la sociedad que la edificó? En
el caso de la ciudad medieval la respuesta es claramente afirmativa. La sociedad plasmó en
construcción urbanística y arquitectónica las aspiraciones e inquietudes de su tiempo.
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Hasta el último cuarto del siglo XX tanto historiadores como urbanistas suponían la destrucción del
legado urbano clásico tras el descalabro del Imperio Romano. Esta tesis se mantenía de forma
homogénea en prácticamente todos los países europeos. En consecuencia la creación urbana del
siglo XI se presentaba como un proceso original y nuevo. Favoreció el mantenimiento de dicha
hipótesis la ausencia de información sobre la vida en los antiguos centros urbanos durante un
período de tiempo excesivamente amplio.
Desde la década de los años 1980 y gracias a las aportaciones de la arqueología, es revisada esta
hipótesis y hoy día no se puede mantener la tesis de la desaparición de forma tan absoluta.
El tránsito de la Antigüedad a la Edad Media en el ámbito del paisaje urbano no puede resumirse
en simples fórmulas aplicables a todo el Occidente Medieval. Cada región, cada villa han conocido
diferentes situaciones que es conveniente individualizar. La total decadencia no se verifica en
todas partes.
Los países de Mediterráneo, los más romanizados y por tanto los de mayor cultura urbana son los
que sufren mayores destrucciones, desde la destrucción parcial y su posterior recuperación hasta
la desaparición total.
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Con anterioridad al siglo X se sabe que se mantuvieron pocos centros urbanos. Podemos
establecer dos tipos entre los existentes. Por un lado estarían el grupo de ciudades que
perduraron desde la antigüedad: castrum y civitas. Y por otros los nuevos centros creados ante la
nueva coyuntura política.
La diferencia entre castrum y civitas radica en que el castrum era únicamente un campamento
militar fortificado sin pretensiones de centro urbano mientras que la civitas era la gran urbe. Los
castrum, por sus características de pequeños recintos fortificados, fueron elegidos por los pueblos
bárbaros para asentarse en ellos generando nuevas ciudades. Las civitas antiguas, las grandes
ciudades romanas, pervivieron en buena medida transformando sus funciones. Gran número de
ellas dejaron de ser centros administrativos civiles para pasar a ser centros administrativos
religiosos. Las civitates fueron capitales diocesanas. El obispo instalado en ellas sustituyó a las
antiguas autoridades civiles y transformó con la edificación de grandes edificios religiosos la
estructura urbanística de la ciudad, aglomerando otras edificaciones de residencia de los clérigos y
centros de caridad a la iglesia. En la Antigüedad tardía y primeros siglos medievales los principales
núcleos urbanos que pervivieron se identificaron con las sedes episcopales. Las sedes episcopales
solo se establecían en civitates y la ciudad de los primeros siglos medievales poco tenía que ver
con la ciudad clásica. Las autoridades eran agentes episcopales. Las ciudades catedralicias fueron
los centros de recogida de rentas de las autoridades señoriales. Poco a poco allí se establecieron
otros poderes laicos transformando su estructura urbana, creando grandes palacios, fortalezas
etc.
Los nuevos centros responden a las necesidades de la sociedad. Por un lado tenemos los modelos
de estructura “preurbanas” generadas al abrigo de la paz y seguridad que ofrecen los monasterios
y de los castillos, llamados burgos. Por otro lado las necesidades de los nuevos pueblos que se
establecen en lo que fue el imperio romano. Todos ellos al instalarse de forma estable necesitan
una capital o centro de poder donde residir y que represente el poder político. Estas capitales que
fueron diversas hasta que se fijan definitivamente constituyeron una pequeña red de núcleos
urbanos que florecieron en los tiempos difíciles.
Junto a estos hay que destacar también los pequeños núcleos urbanos costeros los Wiks o Portus.
No todos tienen una vida estable y duradera, pero se conoce su actividad durante cierto tiempo
ejerciendo de etapas de puertos comerciales marítimos. Sin ellos el comercio a mayor escala
hubiera sido imposible ya que garantizaban a los barcos y al pasaje protección y abrigo en las rutas
de cabotaje, permitiendo el ejercicio del comercio marítimo y la redistribución en el traspaís.
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Se sabe que se reocupan algunos recintos urbanos antiguos, permanecen las murallas urbanas, los
grandes ejes de circulación (calles principales) y también los edificios de culto. Lo que se
desconoce es si el recinto urbano está total o parcialmente ocupado, y cuando se produce la
transición del plan reticulado antiguo al trazado irregular de la ciudad islámica.
Los pocos relatos que existen sobre la toma de ciudades en el siglo VIII indican que las ciudades no
estaban en muy buen estado, algunas de ellas semi-abandonadas. Los musulmanes tienen muy
pocas dificultades para entrar en Córdoba. Cuando Tariq llega a Toledo encuentra una ciudad
abandonada y no tiene problemas para entrar en ella. La única ciudad romana de la que la
documentación atestigua una vida activa es la de Córdoba. Se sabe que desde el s.VIII tiene
arrabales como Secunda, que fue arrasado en el 818.
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El siglo IX, caracterizado por la creación de Murcia y Madinat Al –Zahra, supone un resurgimiento
del mundo urbano. Parece que el impulso urbanizador estaba motivado en un primer momento
por amenazas exteriores que obligaron a fortificar los poblamientos heredados de la antigüedad y
las zonas de nuevas conquistas.
La amenaza principal viene de los ataques normandos. En el 844 los normandos atacan Lisboa y
Cádiz, se apoderan de Sevilla y Beja (ciudad portuguesa). Las ciudades no pueden oponer
resistencia y sus habitantes salen huyendo en cuanto llegan los normandos. En el 859
desembarcan en Algeciras e incendian la Mezquita y barrio musulmán. Frente a esta amenaza las
ciudades se fortifican. Sevilla reconstruye su muralla en el 848 tras el ataque normando, años mas
tarde lo mismo hizo Algeciras. A lo largo del s. IX y comienzos del X, las amenazas exteriores
obligan al estado musulmán a reparar las murallas urbanas de los antiguos recintos romanos que
están siendo reutilizados.
Se desarrolla desde la creación de Madinat-al-Zahra hasta el periodo en que los reinos de taifas
pierden importancia porque caen en manos de los cristianos o de los Almorávides. Es un período
de casi dos siglos que marca el apogeo de la vida urbana.
Córdoba es la ciudad
mas importante de
Occidente. Madinat-
Al-Zahara es una
ciudad concebida
como capitalidad del
nuevo califato de
Córdoba. En este
período se amplían
las ciudades por
medio de la creación
de nuevos e
importantes
arrabales.
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1.5 La expansión del proceso urbanizador y el triunfo de las ciudades en la baja Edad Media
En Europa el fenómeno de “villas nuevas” aparece en el arco temporal de los siglos XI al XV, con
mayor incidencia de casos entre la segunda mitad del siglo XII y la primera mitad del siglo XV. Está
presente en un ámbito geográfico amplísimo, en países del sur, Portugal, España, en la zona
central, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, en el este, Polonia, Rusia, en el norte, en los países
nórdicos y en territorios insulares como las Islas Británicas. Se trata de un proceso general que de
forma semejante aflora en un mismo período en ámbitos geográficos muy lejanos entre sí.
Expuesta la magnitud del proceso, es aún mas significativo el conjunto de características similares
que se pueden apreciar en ellas. Entre el poder político que las crea y los pobladores que la
habitan establecen un modelo o patrón urbanístico que se repite tanto en las villas del primer
grupo como en las del tercero, no así en las del segundo.
El modelo se repite inexorablemente a lo largo y ancho de todos los países europeos. Todas ellas
tienen un plano regular de calles paralelas cortadas perpendicularmente por otras de menor
categoría.
Su tamaño depende de la
importancia prevista por sus
fundadores y de su posterior
desarrollo, existiendo villas
nuevas, en origen con una sola
calle, y viviendas a ambos lados,
modelo simple, hasta modelos
mas complejos con seis o mas
calles. El tipo mas frecuente es el
que tiene tres calles paralelas
cortadas transversalmente por
otras dos de menor anchura.
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Las nuevas poblaciones alcanzan otros parámetros en la cuenca sur del Duero: ni los trazados
urbanos son tan regulares, ni las dimensiones tan moderadas. El proceso de urbanización a partir
de agrupaciones de diversas colaciones, parroquias y aldeas sobredimensionan los recintos
amurallados, como las mas de 100 Ha de Soria que imposibilitan la estructuración razonada del
plano.
El espacio trazado y repartido siempre está protegido físicamente con una estructura constructiva
que puede ser una cerca en los casos mas sencillos o una muralla. La muralla, con sus puertas y
torres, es el símbolo de la ciudad. La muralla cumple dos funciones: la primera, evidentemente,
proteger a los que están dentro, los defiende de peligros y ataques externos; la segunda, no
menos importante, es la de diferenciar a los que están a ambos lados. Los de dentro de las cercas
son grupos sociales privilegiados frente a los que están fuera y no gozan de la organización,
funcionamiento y prerrogativas de los que viven en su interior.
Europa quedó
inundada de estas
villas nuevas. Su
importancia no
residió en la
grandeza de cada
una de ellas, ya que
la mayoría tenían
unas dimensiones
medias con una
población que
podía estar entre
los mil y dos mil
habitantes, sino en
el establecimiento
de una tupida red
urbana por un territorio inmenso que hizo posible el tránsito seguro de personas, mercancías,
ideas y conocimientos.
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