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Autocuidado del terapeuta en relación con el paciente

Querido terapeuta: si vas a cuidar, ocúpate de cuidarte.

Quienes trabajamos con personas con trastornos alimentarios u obesidad, somos terapeutas afortunados. Afortunados porque
acompañamos a personas en el proceso de recuperar sus vidas; estamos cerca de ellos/as y sus familias en cada paso adelante,
en cada logro, en cada batalla ganada… y somos testigos de excepción de ESE momento en el que recuperan su sonrisa, sus
ganas de vivir y cogen las riendas de su vida. Este apasionante viaje también conlleva una enorme responsabilidad, la
responsabilidad de nuestro propio autocuidado, ya que estamos permanentemente conectados con mucho dolor y sostenemos
altísimos niveles de angustia durante largos periodos de tiempo. A menudo trabajamos en consulta sobre la importancia del
autocuidado para el bienestar emocional de estas personas a las que acompañamos. Sin embargo, ¿Tenemos presente el
autocuidado de nosotros mismos como profesionales sanitarios?

Actualmente, muchas investigaciones advierten del desgaste laboral que sufren las personas que trabajan vinculadas al
sufrimiento y traumas del ser humano, y el autocuidado es considerada una herramienta de afrontamiento dirigida a prevenir
este desgaste. Resulta una necesidad, comprender en que consiste, así como promover aspectos básicos que debemos tener en
cuenta para fomentarlo. Quizás resulte complicado para nosotros como profesionales poner en marcha estrategias que nos
ayuden a prevenir lo que aquí os intentaremos transmitir; sin embargo, debemos recordar que nuestra salud mental y física es
nuestra “gasolina” para poder acompañar a distintas personas en sus procesos terapéuticos. Es importante cuidarnos para
cuidar.

¿Qué es concretamente “autocuidado”? Autocuidado puede definirse como las competencias del psicoterapeuta para promover
su salud, su bienestar emocional y su calidad de vida, y para detectar, enfrentar y resolver las condiciones particulares de
desgaste asociadas a su ejercicio profesional (en Durruty, 2005). A continuación, os vamos a ir contando algunos de los factores
que pueden contribuir al desgaste laboral en nuestros ámbitos de actuación y algunos recursos para prevenirlo y/o afrontarlo.
¡Vamos allá!

TENER EXPECTATIVAS IRREALES

“Este caso no avanza como debería”

A menudo, tenemos que lidiar con el “avance irregular” de un caso, la lentitud a la hora de la consecución de objetivos y/o
dificultades para alcanzar metas terapéuticas. Esto nos puede llevar a asumir que toda la responsabilidad es nuestra y
exclusivamente nuestra. Cuando esto ocurre, se activan en nosotros pensamientos ansiógenos y una voz autocrítica que muchas
veces se pasa de rosca, mina nuestra sensación de autoeficacia y nos impide realizar nuestro trabajo de forma correcta. ¿Qué
nos puede ayudar?

 
• Plantearnos si la expectativa que tenemos sobre el proceso es realista o no: recordemos que el proceso de recuperación tanto
en trastornos alimentarios como en obesidad es un proceso largo, con avances y retrocesos frecuentes, como si de un diente de
sierra se tratase. No podemos pretender cambios rápidos y lineales.

• Auto observarnos y reflexionar sobre si lo que estamos haciendo es suficiente, de una forma realista y ajustada: quizá
necesitemos preguntarnos si estamos dedicando al caso el tiempo que necesita, si estamos pudiendo preparar las sesiones con
antelación, si hemos realizado supervisión (en el caso de necesitarla) y si tenemos formación adecuada para atender a esa
persona o esa familia en particular (en el caso de que no sea así, derivar también es una forma de autocuidado).

• Entrenar la demora en la gratificación es una parte necesaria de nuestra labor que nos ayudará a poder tolerar la frustración
asociada a estas situaciones.

• Revisar con cierta frecuencia los avances conseguidos hasta la fecha por el paciente y la familia.

CEÑIRNOS A LOS PROTOCOLOS DE FORMA RÍGIDA

“El protocolo no me está funcionando en este caso”

Aprendemos de los libros, y de la experiencia. Necesitamos tolerar cambios en los protocoles e individualizar los tratamientos.
Disponer de información sobre los protocolos eficaces beneficia el tratamiento adecuado en consulta y nos otorga una
seguridad como profesionales; sin embargo, debemos ser consciente de que al tratar con personas las estructuras preparadas
para las sesiones pueden variar y necesitamos adaptarnos con flexibilidad. Centrarnos de forma excesiva en el protocolo nos
puede alejar de las necesidades de la persona a la que estamos ayudando e igualmente cargarnos de frustraciones a nosotros
como profesionales. Esa flexibilidad de la que tanto hablamos en la relación con la alimentación la podemos trasladar a nuestra
vida laboral.

SOBRERESPONSABILIZARNOS

“No estoy haciendo lo suficiente por este paciente”

¿Y si además de las expectativas en el propio proceso, nos bloqueamos al responsabilizarnos de acciones que tienen que ver con
la persona a la que acompañamos y no con nosotros? A veces, con la intención de ayudar y aliviar el sufrimiento de quienes
pasan por la consulta, podemos dejarnos llevar por una especie de “fantasía de rescate” que nos lleva a creernos responsables
absolutos del cambio de la persona o a sobreprotegerla. Ambos escenarios son una trampa. El cambio está en la persona, en la
familia… nosotros ponemos a su disposición todas las herramientas terapéuticas disponibles, pero el cambio tienen que hacerlo
ellos/as. Si sucede será fantástico, y sino sucede, también es algo muy útil para seguir trabajando en consulta sobre ello, nos
dará pistas de los bloqueos y/o resistencias. Nosotros acompañamos y ponemos la brújula pero son ellos/as quienes recorren el
camino.

NO PONER LÍMITES

“Nunca puedo desconectar del trabajo”

Un ejemplo muy común es esperar que el paciente respete los límites de horarios o normas de consulta que nosotros mismos no
respetamos. Por ejemplo, si el horario de atención de respuestas es hasta las 20.00, no puedo esperar que una persona respete
dicho horario si yo normalmente le escribo a las 21.00 (no hablamos de caso puntuales). Los límites debemos programarlos y
ejecutarlos nosotros. Sabemos la dificultad que ello conlleva y lo complicado que resulta establecer límites en las horas de
respuesta cuando una persona pide información o ayuda; sin embargo ¿Dónde está el fin? ¿En que punto dejarás de responder
para poder descansar? Por ese motivo los horarios nos permiten tener una estructura externa sobre la cual guiar nuestra
disponibilidad laboral, aunque siempre podemos flexibilizarla en casos urgentes y atenciones especificas.

Somos seres humanos acompañando a otros seres humanos, por tanto necesitamos cuidarnos para cuidar, atendernos para
atender, escucharnos para escuchar, ser autocompasivos para desarrollar compasión y estar presentes para nosotros mismos
para poder estar presentes para otros.

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