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CAPÍTULO 1.
EL DESIERTO.
Un Lugar Para Un Encuentro Con Su Presencia.
No me había percatado que Dios tiene su mayor universidad para formar a sus mejores
hombres en el lugar más abandonado y solitario del mundo. No hay nada glamoroso, ni
atractivo allí. Es un lugar de desolación, de arenas, de piedras cortantes y un sol
sofocante. Ese es un lugar donde cada ser humano no desea ir de vacaciones y mucho
menos vivir. Nos conformamos con ir solo de visita y no más de tres o cuatro horas y tal
vez menos. Ese lugar no es nada más y nada menos que el DESIERTO.
EL DESIERTO es para muchos el último lugar donde uno desearía estar en la vida.
Siempre soñamos con lugares llenos de árboles, playas, palmeras, buena vegetación.
Lugares donde la brisa acaricie nuestro rostro y el sol broncee nuestros cuerpos. Un
lugar donde nada nos falte, donde las personas y los amigos estén siempre presentes,
donde el éxito sea continuo y que todo nos salga bien. (Lo llamamos Tierra
Prometida); Pero jamás imaginamos que si hemos sido llamados a formar parte del
ejército celestial la preparación rigurosa y fuerte es vital para cada uno de los soldados
de Dios.
Muchas personas a diario entran al desierto. Unos por cuenta propia y otros por
propósito divinos. Muchos duran semanas, otros duran meses y otros años, al final
algunos salen con éxitos y otros jamás llegan a salir. El desierto puede ser el lugar de
nuestra liberación pero también se puede convertir en nuestro lugar de sepultura o
cementerio si no lo manejamos como realmente Dios quiere.
Solo el desierto puede quebrantar un corazón endurecido y limpiar los oídos de tantos
bullicios de la vida. En el desierto no solo podemos oír la voz de Dios sino que también
es el lugar donde Dios puede oír el clamor más sincero de cada alma. Allí desaparecen
las fuerzas y ataduras que nos hacían ver como individuos independientes y fuertes.
Aun recuerdo ese día cuando verdaderamente sentí que estaba en un desierto. Fue uno
de esos momentos cuando sientes que las cosas más dulce han perdido su dulzura, es
como cuando ha construido algo con tanto empeño y de manera inesperada se derrumba,
es parecido a un trago amargo cuando tenias toda la confianza que estaba bien de
azúcar. Ese momento es parecido a aquello que aunque tienes agua en abundancia la sed
no se te quita y aunque tu despensa está llena tienes hambre. Un desierto realmente
puede aparecer de sorpresa, puede tener cara de escasez, de enfermedad, de pobreza o
miseria, puede vestirse como la pérdida de alguien que amas o con la pérdida de un
trabajo, a veces aparece cuando algo de sumo valor desaparece de tu vida. El desierto
para cada individuo tiene un rostro en particular, tiene una mirada que aunque no sabes
que es, te das cuenta que llego.
Pensé que solo estaría allí de visita o que todo pasaría en algunos días pero aquel
momento de prueba duro todo un año. Todo comenzó cuando pensaba que estaba en los
momentos más firmes del ministerio. Servía en la iglesia con toda pasión. En ciertos
momentos me consideraba un Josué que siempre se quedaba al pies del monte mientras
Moisés subía hablar con Dios. Estaba en esa etapa de la vida cuando solo sabes decir
que si a todo, cuando tu vida y tu sueños no valen y solo te preocupas por hacer cumplir
y hacer realidad los de otro.
Aquel domingo en la mañana recuerdo las palabras de mi pastor claramente " Jairo estás
enfermo, necesitas sanidad espiritual" Nunca había podido pasar por mi mente aquella
escena pero Dios se traía algo entre manos. Con mi poco tiempo en la iglesia algunas
cosas me parecían incongruentes, pero las hacia sin titubear, como: ¿porque hay que
avergonzar a las personas en público? ¿Por qué hay que llamar a la atención en frente de
todos? ¿Por qué se usa el ALTAR para hablar y decir cosas que son propias de una
persona y nada tienen que ver con Dios? Estas y otras muchas preguntas llenaban mi
mente, pero aun sin tener respuestas seguía sirviendo sin decir nada. Aquella mañana de
domingo lleve todas mis preguntas delante de Dios y llegue a una conclusión, quizás no
fue en el momento la mejor decisión ministerial pero necesitaba estar en paz.
Solo en mi habitación luego de orar redacte una carta de renuncia a todas las funciones
que tenía en la iglesia. Para ese tiempo había alcanzado una buena posición en el
liderazgo en la iglesia, había recibido algunos reconocimientos por el trabajo que hacía
en el ministerio y gozaba de la mejor confianza que un líder de mano derecha puede
disfrutar. Pero todo cambio de repente aquella mañana. El lugar fresco y lleno de pasto
se convirtió en seco y árido.
Al escribir mi renuncia pensé que entenderían pero no fue así. En mi carta mencione las
palabras "declino de mis funciones porque no me siento cómodo trabajando del modo
que lo hacemos, nos esforzamos por traer las personas a la iglesia y las echamos con
nuestra actitud y regalos desde el altar". Nunca me pasó por la mente que eran palabras
muy fuerte, pero era solo un niño en la fe, me parecía que esas cosas no se daban en la
iglesia y pensaba que todo era amor.
Yo mande un mensaje y la respuesta vino con más fuerza. Fui sustituido de mis
funciones, aun de aquellas que no había renunciado, no se me llamo a una reunión, sino
que se me tildó de rebelde, se me exilio y me quitaron todos mis privilegios. Pase de ser
un ejemplo a ser un rebelde, que solo buscaba dividir la iglesia. Eso me busque por
querer hacerme el héroe y querer defender a quienes no quieren ni me han pedido que
los defienda. Me gane un desierto sin habérmelo ganado. Hoy entiendo la frase "Nunca
le haga sombra tu jefe"
Me pusieron una disciplina dictatorial, son esa disciplina donde solo la decide el líder, el
pastor y nadie más tiene que ver. Fui excluido de todas las responsabilidades de la
iglesia y nadie me lo informó, solo me excluyeron.
Ahí entendí que "No es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar" nunca me imagine
que aquella prueba me estaba capacitando para un ministerio más grande. Entre a Mi
desierto sin experiencia, pero el que lo sabe todo era el que me había llevado allí.
Durante todo un año observe y sufrí el repudio, durante todo un año no podía salir a
predicar porque no me lo permitían. Pero yo no he pecado les decía pero ellos decían
que estaba en contra del hombre de Dios. Eso no era cierto solamente no me sentía bien
viendo cómo funcionaban las cosas y solo me aparte, pero ellos entendieron que a eso se
le llama rebeldía.
Nunca pensé que hay que perder para ganar y que hay que renunciar para que puedas
recibir algo mejor. Uno nunca ve la luz al final del túnel, pero al final queda en
evidencia la razón por la que Dios te ha puesto en esa situación. Todo aquel tiempo de
prueba me dieron herramientas para lo que venía más adelante. Sin ese desierto hoy no
podría escribir este libro. Es por eso que debemos dar gracias a Dios en todo y por todo,
porque lo que no entendemos hoy mañana será una revelación.
EL DESIERTO EL CATALIZADOR DEL ALMA
Estaba estudiando con detalles la vida de Juan el Bautista cuando mi atención fue
llevada a uno de los pasajes de la Biblia que habla de cómo todo Israel salía al desierto
de Judea a escuchar el mensaje de Juan el Bautista. (Mateo 3:1). En aquellos días vino
Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea.
Juan era un hombre que se daba la oportunidad de escuchar la voz de Dios, antes que
a los hombres. Muchos quieren predicar a un Dios que no conocen. Pretenden hablar
de milagros, prodigios, piedad y amor que nunca han experimentado ni conocido, eso
es "hipocresía". Juan se había empeñado en conocer primero a Dios para luego
mostrárselo a los hombres, se había preocupado en que sus palabras y estilo de vida
coincidiera con su mensaje.
Muy pocos de los hombres de hoy su vida coincide con sus acciones, muchos tienen
vidas negra, pantanos bajo sus pies. Han sepultado pecados y tratan de mostrar algo que
no coincide con su vida. Lo que usted oculta tarde o temprano será expuesto, pero
continuemos con Juan el Bautista.
No hay mejor lugar que El desierto de Judea para experimentar y conocer a Dios. A
Todos nos hacen falta pasar por un desierto, Cuando nos volvemos insensibles
necesitamos uno, cuando perdemos todo sentimiento de piedad y compasión, cuando
somos iracundos y creemos ser dioses en la tierra y no seres humanos. Todos
necesitamos el desierto cuando le damos la espalda a Dios. El desierto es el lugar donde
volvemos a encontrarnos con Dios y con nosotros mismos. El desierto es la escuela de
Dios. El desierto fue diseñado para que yo recupere el plan de Dios. Cada vez que no
respeto el propósito ni el diseño de Dios soy sometido al desierto. Algunos PASAN
POR EL DESIERTO PERO EL DESIERTO NO PASA POR ELLOS. Solo Dios sabe
cual tipo de desierto usted necesita. Hay muletas en nuestras vidas que nos impiden
correr con libertad a la presencia de Dios y solo cuando pasamos por un desierto somos
capases de dejarlas. El desierto transforma nuestras vidas y nos da el verdadero carácter
que Dios quiere.
¿Porque Dios permite que pase por el desierto? La respuesta está en (Deut. 8:2) "Y te
acordarás de todo el camino por donde te ha traído el SEÑOR tu Dios estos cuarenta
años en el desierto, para afligirte, por probarte para saber lo que había en tu corazón,
si habías de guardar o no sus mandamientos".
Solo el desierto revelara lo que hay en tu corazón. Mucha gente pasa por situaciones
muy difíciles que para algunos serían destructivas, pero Dios jamás permitirás que seas
probado más de lo que puedes soportar. El desierto es un verdadero horno donde Dios
quemara todos los parásitos, las malas intenciones de tu corazón, tus malas relaciones y
amistades y permitirá que lo que es bueno y excelente para ti se quede en tu vida.
El desierto de Judea donde Juan tomo como el escenario principal para disparar su
sermón no solo era una planicie de tierra, sino también una escuela para que todo Israel
se reencuentre con el verdadero hombre interior, para que descubrieran las intenciones
que había dentro de ellos.
Esa era la razón por la que Juan predicaba en del desierto y todo Israel salía a
verle. Es en el desierto donde las personas estarán más sensible a lo divino, donde
la religiosidad desaparecerá y buscaremos un encuentro real con Dios. El mensaje
de Juan era: Arrepentirse. De "metanoeo", (palabra griega traducida como
'arrepentimiento'), significa "cambio de mente implica un cambio
de perspectiva respecto al pasado, y una evaluación general de muchas cosas hechas
previamente. El uso de ésta palabra suele referirse al cambio que hace una persona
respecto a sus pensamientos previos (pasando de una ideología errónea, a una nueva
mentalidad acertada y renovada), o respecto a sus acciones u obras previas (pasando de
la inmoralidad a la moralidad). En el mismo sentido, se suelen considerar la necesidad
de un cambio de conducta, de actitud, de orientación y de dirección como indicios de
un arrepentimiento verdadero.
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. El reino de los cielos no se
manifestará en un creyente que no se ha arrepentido o no se arrepiente de sus pecados,
de su manera de ser o de pensar. Anhelamos el reino de los cielos, pero no queremos
cambiar nuestra manera de ver las cosas. Lamentablemente el creyente vive en una
dualidad espiritual: Por un lado es creyente pero por otro, hace lo que siente y lo que le
parece. Al no tener autoridad sobre su cabeza, es tan independiente como los demás,
vive y vivirá como cualquier incrédulo: Endeudado, enfermo, sin trabajo… porque el
reino de los cielos se manifiesta solamente sobre personas humildes que saben renunciar
a sí mismos y no hacer lo que les parece sino que buscan el parecer de Dios.
Se necesita el Juan de hoy, sacados del mismo desierto que en los momentos críticos
que vive el mundo hablen sin temor a nada. La sociedad sucumbe ante la delincuencia,
los delitos gubernamentales, la prostitución, el asalto a mano armada... Al igual que un
meteoro en la espesa oscuridad del pecado, Juan resplandecía, llamando a la persona y
al pecado por su nombre.
Cuando los que dicen tener un mensaje de Dios se venden por dinero y cambian su
mensaje por temor de no herir a la gente, se necesita un Juan que solo este
comprometido con Dios y no con los hombres.
Se necesita un Juan que no le tema a los que mataban el cuerpo, sino aquel que puede
matar el cuerpo y echar tu alma en el infierno.
Se necesita un Juan que haga del desierto su habitación para encontrarse con Dios. Si no
pasamos por el desierto aceptaremos todo sin replicar y sin decir nada. Vuelva al
desierto cuando sienta que se ha alejado del verdadero corazón de Dios. Vuelva
nuevamente a buscar a Dios con todo su corazón.