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DELINCUENCIA Y REPRESIÓN
EN LA CASTILLA BAJOMEDIEVAL
Ha colaborado en la edición
Casa de Castilla-La Mancha en Granada
G R A N A D A 1999 •
• II. L A D E L IN C U E N C IA A .F IN E S D E L A E D A D ’ M E D IA . UN B A L A N C E
Los estudios que de una u otra forma han abordado ia delincuencia desde una
perspectiva histórica han proliferado en la historiografía reciente, hasta tal punto que e!
tema ha llegado a constituirse en una de esas «modas» que cíclicamente afectan á la
labor del historiador y en ia que en la actualidad estamos plenamente inmersos. El
desarrollo de esta temática ha sido una derivación lógica del interés previo por el estudio
de la historia de los sectores marginados, y no ha sido ajeno a las directrices marcadas
por la revista Annales ESC, que en el año 1971 le dedicó un volumen monográfico,
aunando las aportaciones de destacados especialistas franceses y tratando de hacer bueno
el término historia de la crim inalidad, popularizado sólo cuatro años antes por François
B illacois1.
Pese a la profusión de estudios sobre la delincuencia en diferentes periodos histó
ricos experimentada en las dos últimas décadas, la conversión de esta temática en una
disciplina autónoma dentro del campo de la historia social está nú» lejana, si es que es
en algún modo posible o necesaria. PEREZ G A R C IA planteó hace algunos años una
aguda crítica de la historia de la delincuencia entendida como disciplina histórica d istin
tiva, manifestando las carencias metodológicas y teóricas en este campo y llegando a
coneluir que “ una disciplina autónoma, destinada al estudio de la delincuencia en el
pasado, obligada a enfrentar asuntos tan variados y dispares, en los que se interfieren,
además, teoría y praxis, conocim iento y aeción, ciencia y moral, cultura y polttiea, está
irremisiblemente abocada al fracaso” 1. Aunque se tome como bueno el criticism o mos
trado por PEREZ G A R C IA , ello no obsta para que se reconozca que el estudio de la
delincuencia con una dimensión histórica ha aportado, y continúa aportando, interesantes
perspectivas a la historia social.
Dentro del panorama de' la historiografía sobre la delincuencia, los trabajos centra
dos en el periodo medieval han encontrado no pocas dificultades m etodológicas e
interpretativas.' La escasez de fuentes, el d ifíc il tratamiento estadístico de las mismas y
su falta de uniform idad tipológica han d ific u lta d o la tarea de los que han intentado
' Et trabajo de B ILLA C O IS era una breve propuesta metodológica. “ Pour une enquête sur la u rim in a liié '’
de cuya favorable acogida informa el hecho de que este m ism o historiador" fuese el encargado de coordinar el
monográfico de la revista Annales Crimes el C rim in alité. El ¡menés por esta íeinática no tardó en difundirse
al ámbito anglosajón, como lo demostró el m onográfico que le dedicó The Jou rnal o f Social H istory en 1975.
cuatro años después del de la revista Annales.
: PEREZ C A R C IA . “ Una reflexión ", p .ió .
44
ofrecer un panorama global del periodo*5*, siendo mayores los logros de aquéllos que han
centrado su atención en los años finales de la Edad M edia y de transición a là época
moderna'1. Sin embargo, podríamos considerar que la últim a década ha sido crucial para
el desarrollo de esta temática por parte dé los medievalistas. dada la profusión de estu
dios a escala estatal, regional y local, y la celebración de algunos congresos internacio
nales5 que demuestran que el número de investigadores que en la actualidad se dedican
al estudio de la delincuencia m edieval, desde muy diversos pumos de vísta, es lo bas
tante elevado para que en los próxim os años eomínúe la eclosión de publicaciones sobre '
el tema.
El estudio de la delincuencia medieval hispana, ciertamente, se ha acometido con
un notable retraso respecto al resto de Europa. Mientras que en la década de los oehenta
algunas revistas inglesas, francesas e italianas se dedicaban a encargar revisiones y
síntesis de la temática, para poner algo de orden ante la elevada producción hisioriográfica5,
en España podíamos oír un lamento como el que hacía C O LLA N T E S en el marco del
I f i C oloquio de Historia M edieval Andaluza: “ Mientras la investigación sobre la delin
cuencia medieval ha experimentado avances en algunas historiografías europeas (...) en
la Península Ibérica es muy poco lo que hasta el presente se ha investigado (...) casi nada
hay relaeionado con la delincuencia urbana, aparte de los datos aportados por los histo
riadores del Derecho sobre aspectos técnicos de lo penal” 7.
La escasez de fuentes ha sido largamenie lamentada, no sin razón si comparamos
con otros países europeos, por los que han intentado acercarse a la delincuencia medieval
en la Península Ibérica5. Dieha escasez, unida a un cierto desinterés por pane de los
medievalistas hispanos, motivó que hasta bien avanzada la década de los oehenia apenas
’ Merece destacarse el inienio de Andrew M c C A L L . The Medieval Underworld. que ofrece un panorama
de ia evolución de la delincuencia, de su persecución y de su represión a lo largo del periodo medieval
(Capítulo 3. Crim e and Punishment. pp. 41-81).
' La m ejor síntesis para el conjunto de Europa Occidental es la realizada por WEISSER. Crime and
Punishment, obra eon una elevada reflexión teórica sobre la im portancia y problemática de) estudio de la
delincuencia y que intenta aunar los aspectos sociales, económicos y legales del tema, para explicar los
cambios en la criminalidad y en su persecución dentro del contexto general de iransición de la Edad Media
a la Moderna. Merece destacarse igualmente el conjunto de ensayos editados por G ATR ELL. L E N M A N y
PARKER, bajo el título Crime and the Law. Por úliim o. se pueden mencionar dos trabajos que aparecieron en
la misma fecha y que manifiestan dos vías diferentes de aproximarse a una misma temática. Por un lado un
estudio desde el punto de vista legal, el de L A N G B E IN . Prosecuting Crim e: por otro, un enfoque eminente
mente socioeconómico, el de GEREMEK en «Crim inalité, vagabondage, paupérisme».
5En 1986 se publicaron bajo ol litu lo La ju stice au Moyen Age las actas de un encuentro celebrado en
Aix-en-Provence. en las que se recogieron 21 trabajos basados, en su mayoría, en fuentes literarias que. aunque
no deben despreciarse, suelen presentar enfoqpes sobre el lema escasamente vinculados con los problemas que
surgen del trabajo con documentos de archivo. Seis años más tarde, la Université de Provence, vo lvió a
celebrar un encuentro sobre un lema bastante relacionado con la delincuencia, cuyas actas, publicadas con el
título L t violence dans la monde médiéval, vuelven a reflejar la predilección por las fuentes literarias de buena
pane de los participantes.
* Por ejemplo, las resultados y problemas de la investigación sobre la delincuencia en Inglaterra en
diversos periodos fueron resumidos en H istory Today en suessivos números del año 1988. Pur su parte, la
revísta italiana Q uodcm i S torici dedieó-un número monográfico a este tema en 198?. mientras que Ricerche
Sioriche pu blicó diferentes artículos referidos al estado de los estudios sobre la delincuencia en las diferentes
regiones italianas entre 1989 y 1991.
7 C O LLA N T E S . «Actitudes ante la margin ación», p. 293.
x C A B R E R A . «Crimen y castigo», p. I I ,
45
' Pueden destacarse los trabajos de PIKE, «Crime and Punishment», y «Penal Labour in Sixteenth-
century Spain». Un intento mas sintético era el de WEtSSER. «Crime and Punishment». M uy sueesiivo
aungue. según reconocía el propio autor, con uit margen de error muy am plio, era el trabajo de TH OM PSON.
«A Map o f C rim e». •
'“ C A B R E R A Cita algunas de las aportaciones más interesantes de esta linca de investigación en «Cnmen
y castigo», p. 10. nota 4.
iiKirgimtción». A su llamada de atención podríamos decir que se había anticipado C O R
D O B A DE L A L L A V E , que en el mismo congreso ya presentaba un trabajo que abor
daba una de las facetas más en. boga en los estudios sobre la delincuencia en Europa,
«A dulterio y violencia», tema que su producción posterior ha seguido profundizando y
diversificando11. Por su parte. C A B R E R A ha prestado en los últim os tiempos una aten
ción, preferente a los fenómenos de violencia abordados desde diferentes perspectivas,
desde la violencia en el marco de las ciudades andaluzas12 a la violencia anciseñorial1-1,
y también ha elaborado la única síntesis de conjunto que. aunque brevemente, intenta
aunar el estudio del delito y de lós mecanismos desplegados para com batirlo en la
Andalucía de Unes de la Edad M e d ia 141 . Puede decirse que el núcleo de investigación
5
existente en Córdoba, estructurado desde 1995 como Proyecto de Investigación bajo el
título Crimen y violencia en la Andalucía del siglo XV. es el que promete ofrecer ma
yores resultados a m edio plazo.
Para la zona central de Castilla, la línea abierta por WEISSER. que estudió la región
de los Montes de Toledo, ha tenido su continuación y superación en -diversos trabajos de
S A N C H E Z BEN ITO , que ha basado sus estudios en las fuentes procedentes de la Santa
Hermandad V ieja'5 y de la Santa Hermandad Nueva'*, pudiendo afirmarse que su contribu
ción al conocimiento de ¡a delincuencia en los marcos rurales es digna de tener en cuenta
incluso por parte de los investigadores europeos, ya que las fuentes que permiten pene
trar en este aspecto de la soeiedad campesina son bastante escasas.
La enumeración podría continuar, sobre todo si tenemos en cuenta que el estudio de
la delincuencia ha tenido también una gran acogida por parte de los modernistas que se
interesan por el siglo X V I. sin que pueda decirse que en este tema haya una ruptura que
permita diferenciar los resultados de la investigación sobre tos años finales de la Edad
Media. Lo cierto es que en la actualidad resulta d ifíc il controlar toda la producción sobre
el tema, situación que. a mi entender, hace que comience a ocharse en falta algún marco
de encuentro que permita poner en común muchos de los avances conseguidos, intercam
biar experiencias, contrastar fuentes, intentar u nificar criterios, en fin, funcionar de un
modo más coordinado para tratar de llegar a un m ejor conocim iento global de la d e lin
cuencia medieval hispana y poder determinar si los diferentes resultados obtenidos se
deben a particularismos regionales, a la tipología de las fuentes disponibles, a la crono
logía de las mismas, etc. Probablemente, el surgimiento de algún tipo de foro más o
menos permanente para intercambiar ideas y experiencias perm itiría n corto plazo dar un
salto cualitativo importante en los resultados de la investigación hispana, que, desgracia
damente, eneuentra poca acogida, hasta el momento, en las referencias bibliográficas que
citan los investigadores europeos que se dedican al tema de la delincuencia.
I . D if e r e n t e s a p r o x im a c io n e s t e ó r ic a s y m e t o d o l ó g ic a s
La Historia del Derecho es, desde hace largo tiempo, una rama de la H istoria — o.
si se prefiere, del Derecho— con una personalidad, objeto y metodología bien definidos.
Dentro de su campo de estudio, la H istoria del Derecho Penal ha gozado desde siempre
de una atencióo preferente, y fue esta línea de investigación la pionera en atender a
temas relacionados con la delincuencia desde una perspectiva histórica’5. En la actuali
dad. los estudios sobre la historia del Derecho Penal y la organización ju d ic ia l de la
época medieval continúan vigentes y no dejan de aportar materiales susceptibles de ser
integrados en estudios globales sobre la delincuencia en un periodo concreto19.
2. L a v io l e n c ia en C a s t il l a - L a M ancha a f in e s d e l a E dad M e d ia
Valorando en su conjunto los delitos contra las personas que han quedado registrados
.en nuestras fuentes, podemos trazar una primera aproximación a la violencia que se
daba en la región casiellano-manchega a fines de la Edad M edia, al menos a la violen
cia asociada al delito, porque, como ya hemos mencionado, el fenómeno sería mucho
más am plio y también habría que tener en consideración factores como la guerra,
que hizo acto de presencia en el te rritorio sobre todo en la década de los setenta del siglo
XV.
En principio, la distribución tipológica del delito registrado no es un medio convincente
para analizar el grado de violencia que podía imperar en la sociedad manchega, sobre
todo cuando hemos observado que la imagen puede cambiar mucho según la tip o lo
gía documenta! de las fuentes que nos inform an. Ni la escasa proporción de delitos
contra las personas registrados en las fuentes de la Hermandad Vieja es suficiente para
afirm ar que la región manchega era menos violenta que otras zonas, ni su predom inio
aplastante entré los delitos registrados en el Sello puede bastar para a firm a r lo contrario.
L o conveniente sería poder contar con fuentes susceptibles de p e rm itir comparaciones
territoriales y de ofrecer una evolución temporal a medio y largo plazo, cuestión que, por
el momento, no puede abordarse eon la suficiente garantía para el caso de la Corona
castellana.
La única serie documental que, pese a sus lim itaciones, puede p e rm itir un análisis
com parativo del delito violento a medio plazo en diversas regiones castellanas es el.
Registro General del Sello, ya que ofrece datos para el conjunto de Castilla con la
suficiente continuidad en el tiempo. C A B R E R A ha ofrecido recientemente unos datos
comparativos sobre el número de casos de hom icidio y heridas registrados entre 1475 y
1485 en diversas ciudades de la Corona de Castilla agrupadas por regiones, datos meramente
aproxim ativos porque, en muchas ocasiones, la documentación no menciona el lugar de
los hechos y tenemos que basarnos en la vecindad de los protagonistas, que no siempre
se menciona-6. El intento de C A B R E R A es loable’, sobre lodo al intentar obtener un
índice aproximado de delitos desangre registrados en el Sello por habitantes de cada
región, lo cual es una tarea que, dado el carácter de las fuentes disponibles para Castilla
sobre el delito y sobre la población, se presenta a todas luces inabordable, pero es mejor
w BARROS, “ Violencia y muerte", pp. 113-116, hace un breve pero iluscrarivo análisis de la violencia
como fenómeno de articulación err la sociedad feudal.
C A BR E R A. "C rim en y castigo", p. 16 y labia en p. 14.
¡mentar aproximamos al tema con las armas a nuestro alcance y las .consiguientes
precauciones que arrojar cómodamente la toalla-"’.
Por lo que respecta al Reino de-Toledo, demarcación que coincidiría bastante, aunque
no completamente, con el te rrito rio que estudiamos, entre 1475 y 1485 C A B R E R A
contabiliza en el Sello 125 delitos de sangre que, en valores absolutos, lo sitúan en tercer
lugar tras Castilla y León (188 casos) y Andalucía (166). En cuanto al índice de criminalidad
respecto a la población, la aproxim ación de C A B R E R A también sitúa al Reino de Toledo
en tercera posición, con un índice de un caso por cada 6.096 habitantes, mientras que
seaún dicho índice la zona más violenta sería el País Vasco, seguida de Andalucía3**.
Teniendo en cuenta la relatividad de estos datos, y que sólo confieren una aproximación
sesgada al fenómeno de la violencia, podríamos considerar que, a grandes rasgos, la zona
central de Castilla no parece contem plar a lines de la Edad Media un grado de violencia
especialmente destacado en comparación con el resto de territorios castellanos, si bien
es cierto que había regiones aparentemente más pacíficas. Considerando el periodo de
1475 a 1499, el número dé delitos de sangre que se registran en ei Sello para Castilla-
La Mancha sé eleva a 236, lo cual daría una media ligeramente superior a los nueve
casos por año en la región. Por su parte, la Hermandad de Ciudad Real, a juzgar por el
delito registrado en sus cuentas, investigó una media cercana a los cuatro delitos de
sangre por año entre 1491 y 1525, cifra que también puede tenerse en cuenta para
valorar, siquiera como aproximación, el grado de violencia en el delito-’ . -
En cualquier caso, las cifras generales encubren muchas cuestiones que conviene
tener en cuenta, como la localización más precisa de los hechos violentos. En este
sentido conviene señalar que la documentación del Sello parece confirm ar una polarización
de los delitos violentos en las ciudades, o, al menos, un protagonismo muy destacado en
ellos de los vecinos de los núcleos más poblados'0. Entre 1475 y 1485 C A B R E R A
contabiliza en el Sello casi 50 casos de delitos de sangre ubicables en Toledo, lo que
conviene a esta ciudad, probablemente, en el escenario más violento de la región manchega,
y también del reino de C a s tilla '1.
Si tenemos en cuenta la vecindad de los agresores, que no siempre se menciona en
la documentación, entre 1475 y 1499 un m ínim o de 67 toledanos protagonizaron delitos
de sangre, mientras que un m ínim o de 42 veeinos de la ciudad murieron de forma
violenta. El resto de las ciudades del territo rio , como se observa en la tabla, se sitúan
a una enorme distancia de estas cifras, obteniéndose la imagen de que Toledo era realmente
una ciudad especialmente violenta a fines de la Edad Media.
Hay que tener en cuenca que C A B R E R A no hace un análisis apresurado de tos datos, mostrando eo
todo momenio la suficiente reserva para que no se intenten iucerpreiar de un modo absoluto tas cifras que
ofrece.
3 Para el País Vasco se obtiene del Sello un índiee de 1 easo por eada 3.086 habitantes y para Andalucía
t: 4.716: C ABRERA. "Crim en y castigo".-p. 14.
* Por su parte, en las cuentas de la Hermandad Nueva se registra una media superior a los diez delitos
de sangre por año para et conjunto de Castilla entre 1491 y 1493; SAN C H EZ BENITO. “ Crim inalidad en
época de tos Reyes Católicos--, cuadro pp. 418-419.
-v> Como ya hemos señalado, los documentos no ofrecen en la mayor pane de los casos datos sobre el.
lugar de los hechos, por lo que basamos nuestra aproxim ación en la vecindad de los protagonistas.
-*l Seguirían a Toledo en número de delitos de sangre Sevilla, Córdoba y. a mayor distancia. Salamanca,
Valladolid. Jerez y Ecija. C A BR E R A, “ Crimen y castigo--, gráfico p. 16. Este autor concluye que “ ral resultado
corrobora algo que hemos intuido desde siempre: la alta peligrosidad de la ciudad del Tajo” .
DELITOS DE SANGRE EN E L SELLO. 1475-1499
Toledo 67 42 8 8
Madrid 16 9 6 4
Guadalajara 12 7 6 3
Ciudad Real 9 8 8 3
Ale. Henares 9 3 — 2
Cuenca 8 6 11 7
Ocaña 8 5 5 2
Alcaraz 6 3 1 . 1
Huele 5 3 1 1
Los datos del Sello muestran claramente ei peso de ]a violencia en el ám bito urbano,
sobre todo en el núcleo más poblado del territorio, pues casi un tercio de los hom icidios
registrados para toda la región fueron cometidos por vecinos de Toledo. El abismo entre
Toledo y el resto de las ciudades parece considerable, y no puede atribuirse en exclusiva
a la aglomeración humana que se concentraba en la metrópoli del territorio, pues aunque
la influencia de este factor sobre el incremento de la violencia es sobradamente conocida^,
sería demasiado cómodo considerar que es el único m otivo que explica el enorme
protagonismo de los toledanos en los delitos violentos que llegaron a la Corte. Sobre
todo, habría que tener en cuenta el carácter'de los documentos que nos inform an, pues
el predom inio de las cartas de perdón entre la documentación que registra el hom icidio
puede inducir a interpretaciones no del todo aceriadas.
N o vamos a negar el hecho, que parece constatado, de que la violencia estaba muy
presente en Toledo a fines de la Edad Media, ahora bien, las fuentes disponibles pueden
destacar la violencia de esta ciudad muy por encima del resto de núcleos de la región
en un grado que podría no ser equivaleme, por m otivos diversos, a la realidad. Por
ejemplo, debemos tener en cuenta que de los 67 vecinos de Toledo inculpados en homicidios
59 fueron perdonados por los reyes, hecho que puede deberse, en parte, al intento de la
í: Considerando el indice de homicidios por año que ofrecen algunos esiudios. puede verse con claridad
que la incidencia del dc liio violenio es claramente m ayor en los ceñiros urbanos más poblados; H A M M E R ,
"Panerns o f H om icide", p. 10 y HANAY/ a LT, "V îo le n i Death", p. 301; lo cual no es decir mocho, porque es
lógico que se produzcan más homicidios, como más hechos de cualquier oiro tipo, en los núcleos con más
personas.
147
Desgraciad ame me, tas canas de perdón no mencionan la fecha en que se había cometido el delito, pero
hay indicios de que entre 1475 y M79 los reyes estaban perdouando hom icidios cometidos, en algunos casos,
en el reinado de Eurique IV. Son .claros dos casos de 1477 en los que los reyes perdonaron a vecinos de Toledo
inculpados en hom icidios cometidos en 1472 (A.G.S. R G.S.. 21 de febrero de 1477, fol. 119) y M73 (1 1 de
febrero de 1477. fo l. 108). Si este desfase entre el delito y el perdón era habitual, y resultando claro que los
reyes üenden a m ultiplicar los perdones en deiermiuados momentos, se puede introducir un elemento distorsionador
a la hora de valorar la incidencia de los delitos violentos a lo largo del tiempo.
•u Entre los datos que se conocen, sólo superan la tasa de homicidios por año registrada en las cuentas
de la Hermandad de Ciudad Real ciudades como Florencia..con 2.45 hom icidios por año entre 1455 y 1466.
Oxford, con sus 6 hom icidios por año (1342-1348), Londres, con ¡8 casos anuales entre los mismos años, .o
Toledo, que teniendo en cuenta sólo el delito registrado eu el Sella se situaría en torno a un m ínim o de 5
homicidios por año entre 1475 y 1485. Cfr. COHN. “ C rim in a lity and the State", p. 215. H A M M E R . "Panerns
o f homieide” , p. 10. H a N a W a L T , “ Vioienth Death", p. 3 0 ). y C A BR E R A. "Crim en y castigo", p. 16. Otras
cifras que se conocen para ciuciades;de .diversos ámbitos europeos pueden verse en M E N D O Z A G A R R ID O ,
Violencia, delincuencia, pp. 56,57. Interesa destacar que las ciudades más grandes, como O xford y Londres,
no sólo registran un mayor número de homicidios por año. sino que. además, la aproximación que trazan
H A M M E R y H A N A W A LT demuestra una tasa de hom icidio por habitantes, también muy superior a otros
ámbitos y épocas.
único que podemos tener en cuenta a la hora de valorar la incidencia de! deiito violento
en C astilla-La Mancha a fines de la Edad Media. Podría considerarse que la gran .ciudad
es el medio más violento, y que Toledo ejerce su papel de metrópoli del te rrito rio
también en este aspecto negativo. Las ciudades intermedias, por su parte, registran una
incidencia mucho menor del delito violento, que se constataría no sólo en cuanto a
valores absolutos, eosa normal, sino también, a no dudarlo, en cuanto a índices de delitos
de sangre por habitante, pues el número de toledanos implicados en estos delitos m ultiplica
por seis o siete al de vecinos de ciudades cuya población, aunque no se pueda precisar
mucho, no era inferio r a la de Toledo en esa proporción,
Pero la violencia no es patrim onio de la gran ciudad, pues podemos considerar a
partir de las cuentas de la Hermandad de Ciudad Real que ésta alcanza también una
fuerte incidencia en el campo yermo, en el despoblado y en una comarca eminentemente
rural. Aunque las cifras no son comparables por la diversidad de las fuentes que nos
inform an, podríamos afirm ar con bastante certeza que estos ámbitos débilmente poblados
contemplaban un grado de violencia superior al que podía darse en las ciudadesjniermedias,
sobre todo si tenemos en cuenta el predom inio del hom icidio, la forma más extrema del
delito violento. Tal vez la menor presencia humana lim itaba las posibilidades de que
surgiera la violencia, pero este factor también aumentaba la impunidad, favorecía las
acechanzas y, caso de que la violencia surgiera, dificultaba en mayor grado que intermediaran
pacificadores, por lo que se podía llegar ai hom icidio con más facilidad. El despoblado
es, por tanto, el marco ideal para la violencia premeditada, mientras que la ciudad,
grande o pequeña, con su tupida red de inierretaciones humanas, es más proclive al
surgim iento de la violencia espontánea, de la riña o de la disputa que, en ocasiones,
puede acabar en muerte.
Hasta ahora hemos tenido en cuenta la presencia global del d elito violento en nuestro
territorio, pero una aproximación que puede resultar más interesante sería el seguimiento
de la evolución del mismo a lo largo del periodo acotado, ¿asándonos para e llo en ios
dos fondos documentales que permiten dicho análisis, aunque sea de un modo aproximado.
El objetivo de este acercamiento sería comprobar si es posible detectar una relación ciara
entre los fenómenos de violencia interpersonal y las distintas coyunturas políticas y
económicas que se vivieron en Castilla-La Mancha entre 1475 y 1525.
La'docum entación del Sello, ya se ha dicho, adolece de numerosos defectos, entre
los que destaca el hecho de que en una gran parte de los casos no se menciona la fecha
en que se cometieron los delitos registrados. La lentitud de los mecanismos ju diciales,
unida al hecho de que predominan en este fondo las cartas de perdón y la documentación
relativa a casos vistos en grado de apelación, que se tramitarían con bastante posterioridad
à los hechos, hace que resulte m u y 'd ifíc il considerar que el año de la data de los
documentos se corresponda con el de comisión del delito en cuestión. Con todo, si se
tienen las suficientes precauciones, se puede seguir un evolución, de los delitos violentos
que, cuando menos, nos inform a sobre el ritm o en que éstos eran tratados en la Corte.
Hemos agrupado para este seguimiento de los fenómenos violentos los delitos de
hom icidio, agresión, injurias y agresión sexual y hemos d ivid id o el periodo de 1475 a
1499 en subperiodos de cinco años. La gráfica resultante muestra una evolución del
delito 'viéfléhto que, a grandes rasgos, se puede.considerar ascendente, pues el decenio
final del siglo X V contempla para C astilla-La Mancha el m ayor número de-casos de
violencia tratados en la Corte. En cualquier caso, conviene señalar que la evolución
149
Gráfico 6
VIOLENCIA EN CASTILLA-LA MANCHA
REGISTRO GENERAL DEL SELLO 1475-1499
llegaron a la Cone fueron perdonados. Esto nos da una idea de que la actuación ju d ic ia l
de las instituciones centrales debió estar bastante paralizada en los años de co nflicto, no
llegaban muchos casos de apelaciones o de demandas, tal vez porque lo revuelto del
tiempo hacía que imperaran otras formas de resolver los conflictos. Por otra parte, la
monarquía de los Reyes Católicos, escasamente asentada, parece optar por el perdón'
antes que por el castigo, en una política lógica para tratar de sumar partidarios a su
causa.
La relación entre delito violento y perdón va a experimentar un giro brusco a partir
de 1480. cuando la situación política se estabiliza. En los quinquenios de 1480-1484 y
1485-1489 dism inuye el número de delitos violentos registrados para C astilla-La Mancha,
pero también lo hace de una forma significativa el grado de benevolencia mostrado por
los reyes, pues el porcentaje de delitos perdonados pasa a situarse en torno al 53%. El
número de casos que llegan a la Corte en grado de apelación o en forma de demanda de
justicia aumenta, prueba evidente de que se estaban consolidando las instituciones centrales
El porcentaje de delitos violentos perdonados continúa bajando en el quinquenio de
1490-1494, situándose en el 50%, y eso que el número de perdones concedidos por
servicios prestados en la campaña final de la Guerra de Granada fue im portante'5. Por
últim o, en el quinquenio final del siglo vemos que el porcentaje de delitos violentos
perdonados por los reves baja hasta un 38%, prueba inequívoca del giro que estaba
produciéndose a medida que las necesidades de la monarquía cambiaban. Ahora aumentan
las actuaciones de los órganos centrales de ju s tic ia en cuanto a vistas de apelaciones,
transmisión de órdenes para que las justicias locales actúen y confirm ación de semencias
condenatorias. Por otra parte, vemos aumentar el número de casos tratados en la Corte
sobre hechos violentos menos graves, pues llegan con más asiduidad casos de injurias5*
y de agresiones sin m uerte".
En definitiva, la evolución cuantitativa del delito violento tratado en la Corte no
tiene por qué eoincidir con la evolución de la violencia cotidiana en la sociedad manchega.
El aumento del delito registrado en los años finales del siglo X V puede estar reflejando
la consolidación de las estructuras centrales de poder, que comienzan a implicarse más
en la lucha contra el delito, así como una mayor confianza de los súbditos, que, al menos
en lo que se refiere a la región central, se dirigen con más asiduidad a la Corte para tratar
asuntos de menos envergadura, En comparación con los años iniciales del reinado de los
Reyes Católicos la situación había cambiado bastante. En ese tiempo parece que recurrieron
a la Corte sobre todo oportunistas que esperaban saldar sus cuentas pendientes apostando
por uno de los candidatos al trono, mientras que la confianza de muchos individuos de
alcanzar justicia de una monarquía débil y volcada en la guerra con sus adversarios no
debía ser grande.
Por últim o, a la hora de analizar la evolución del delito violento registrado en el
Sello hay un aspecto que tiene una gran im portancia, y es la influencia del carácter
Recordamos que entre los 207 perdones concedidos en 1492 por servicios prestados en Sania Fe. 25
fueron para individuos de nuestra región: LA D ERO , C aslilla y la coiH/uiSHh p. 142.
-1'- Sobre 16 casos de injurias registrados para todo el período de 1475 a 1499. 13 pcnencecn al quinquenio
final.
H En cuanto a esta tipología delictiva, sobre 52 casos registrados para iodo el período 17 pertenecen al
quinquenio fina).
151
Aunque los años que quedan sin cu b rir por las cuentas podrían alterar y m atizar la
evolución del delito violento; puede intuirse que se produce una cierta in fle xió n hacia la
mitad del periodo. E n tre 1491 y 1504 conocemos datos referentes a 8 años, en ninguno
de los cuales se supera la cifra de 3 casos, estando totalmente ausente este d elito en dos
ocasiones: 1498-99 y 1502-03. Las cuentas de 1498-99 están incompletas, lo que puede
explicar la .ausencia, pero no sucede lo mismo con el ejercicio de 1502-03, en el que,
disponiendo de la contabilidad íntegra de la institución, podemos afirm ar sin lugar a
dudas que la Hermandad no persiguió ningún delito violento a su costa.
A partir de 1506 la situación va cobrando un matiz distinto, nolándose un incremento
del delito violento registrado en las cuentas que, si bien no cabe considerar explosivo,
parece sig nificativo. Si entre 1491 y 1505 la media anual era de l ’25, de 1506 a 1511,
faltando datos sólo para un año, ésta sube a 5’ 2. A partir de 1511 las iagunas aumentan
y tos datos son más aislados, pero éstos parecen indicar que continúa el aumento del
delito violento. Así, las cuentas de 1515-16 registran 8 casos, la c ifra más alta hasta ese
momento. Por últim o , entre 1519 y 1525 contamos con datos relativos a 4 ejercicios,'que
reflejan una media anual de 8 ’ 5 casos, alcanzándose en 1520-21 la cifra más alta.con 11.
En el caso de las cuentas de la Hermandad, por lo tanto, se aprecia una evolución-
del delito violento más acorde con las coyunturas que atravesó el territo rio . Los años
finales del siglo X V , que pueden considerarse bastante estables tahió’ en lo p olítico como
en lo económico, parecen co in c id ir con una escasa incidencia de hechos violentos en el
territorio de la Hermandad de Ciudad Real. El incremento que se observa a partir de
1505 coincide con los primeros indicios de tensiones en la zona del Campo de C alatrava
iras la muerte de la reina Isabel4-, situación a la que vendría a sumarse la crisis motivada
por las malas cosechas y encarecimiento de ¡as subsistencias en 1506 y 1507. Con todo,
conviene no exagerar el fenómeno, pues como hemos señalado no podemos considerar
que el aumento de los delitos violentos sea explosivo, por lo que habría c o n clu ir que se
experimentó un incremento de la tensión, pero no un estallido de la violencia interpersonal.
Finalizando el periodo, el incremento del delito violentó coincide en el tiempo con el
levantamiento comunero, que en sus primeros momentos tuvo repercusiones en Ciudad
Rea)'1' y afectó de forma bastante notable a la seguridad en los caminos de la comarca,
sobre todo en la ruta hacia Toledo, hasta 1522.
Por supuesto, la mayor o menor estabilidad política y económica no es el único
factor explicativo de la violencia interpersonal, fenómeno demasiado com plejo como
para relacionarlo directamente con causas simples**1, pero no se puede negar que estos
tactores inciden no sólo en la violencia colectiva que puede reflejarse en la guerra, en
tos progromos, en las luchas de bandos o en las revueltas45, sino también en el grado de
violencia que se puede observar en las relaciones interpersonales a menor escala. A sí
parecen reflejarlo las cuentas de la Hermandad de Ciudad Reai. que, si bien nos alejan
de los ámbitos urbanos y de los grandes conflictos, nos muestran cómo en el medio rural,
en los caminos y en los núcleos más pequeños también se deja sentir el estado general
del reino, y que éste puede coincidir, a grandes rasgos, con el estado de ánimo de ios
individuos, con su mayor o menor propensión a la'violencia gratuita o, también, con la
necesidad de recurrir a ella de cara a asegurarse el sustento y la supervivencia en tiempos
difíciles.
Hemos trazado una primera aproximación global a la violencia que reflejan las
fuentes sobre el delito disponibles para la región de Castilla-La Mancha, aproximación
que, hay que reconocerlo, aclara bien poco y apona más interrogantes que soluciones.
Muestras fuentes no nos permiten tomar una postura clara en torno al debate sobre la
violcncia medieval, aunque tampoco era esa una meta que nos hubiéramos trazado. Lo
cieno es que la región que estudiamos presenciaba a fines de la Edad M edia un alto
número de homicidios, si tenemos en cuenta que, tanto en la documentación de la
Hermandad como en la del Sello, esta forma extrema de la violencia interpersonal predomina
sobre otras facetas violentas del comportamiento menos graves, como las agresiones sin
muerte o las injurias. Ahora bien, siendo consecuentes con el carácter de nuestras fuentes,
que suelen privile g ia r los delitos más graves, tanto en lo que se refiere a los casos de
Hermandad como a los casos de Corte, no podemos afumar que las relaciones inierpersonales
4S Ya hemos mencionado en e! capítulo anierior los documentos que manifiestan un intento de sedición
por pane de algunos miembros de la orden de Calatrava que quisieron apoderarse por la Tuerza del convento
y fortaleza de Calatrava: A .H .N . Cuentas. 1504-05. 37 (sin fecha) y A.Ch.Gr., 305-6-141.
44 LO PEZ-SAL A Z A R . "Estructura socioprofesional". p. 58. y PHILLIPS. Ciudad Real. p. 15.
• u Desde un punto de vista psicológico, fuera del tiem po, pueden verse las múltiples y complejas causas
de la agresividad individual en B IU R R U N . A'ornut y p a to lo g ía , p. 18. También el filósofo F O U C A U LT se hace
eco de la complejidad del comportamiento violento y de lo d ifíc il que resulta atribuirle unas causas unilaterales,
V igilar y castigar, p. 26. ■ V¡t
. 45 Y aun en estos casos de violencias colectivas tampoco podemos afirmar que sea fácil atribuir un
proceso causal ciaro, tal y como, puede verse, por ejem plo, en el análisis que C ABR E R A y AM O R O S hacen
de los móviles de la revuelta de los vecinos de Fuemeovejuna contra el comendador de la v illa , Fuetueovejunu,
pp. 153-158.
154
3. E l h o m ic id io
Vamos a realizar un recorrido por los escenarios de hom icidios que podemos conocer
por nuestras fuentes, intentando discernir si, a partir de la inform ación disponible, se
puede establecer una gradación espacial de la peligrosidad en las tierras manchegas a
fines de la Edad Media. Comenzaremos nuestro recorrido por las zonas menos pobladas,
ese exienso campo yermo que abarca buena parte de la meseta sur y que. carente de
J. C iu d a d y c a m p o , ¿m u n d o s d if e r e n t e s ?
Uno de los temas que más ha interesado a algunos historiadores que han estudiado
los fenómenos delictivos de fines de la Edad M edia y comienzos de la Moderna ha sido
el de ¡as particularidades que podían apreciarse en el campo y en ía ciudad. A nadie
escapan las diferencias de todo cipo que existían entre las sociedades urbanas y las
comunidades rurales de fines de la Edad M edia, tanto en el terreno material, como en
la estructuración social y económica, en cuanto a là organización política, a las formas
de relación persona!, a las actitudes ante la vida de los individuos, etc. Pero en muchos
otros aspectos campo y ciudad se im bricaban, ya que desde el punto de vista adm inis
trativo cada ciudad ejercía un control y un dom inio casi total sobre una extensión mayor
o menor de espacio rural que dependía de ella, mientras que la ciudad, a su vez, dependía
en gran parte del aporte económico que provenía de la economía agraria. En definitiva^
ciudad y campo eran mundos diferentes en muchos sentidos pero interdependientes en
muchos otros. •
En cuanto al tema que; nos ocupa, los intentos de diferenciar una delincuencia
urbana y otra rural se han basado, mayoritariam cnte, en la comparación de la represen
tación cuantitativa de las diferentes tipologías delictivas en cada ámbito, tarea ardua
dada la fragmentariedad y.diversidad tipológica de las fuentes disponibles. Pese a que-
una comparación de este tipo encierra no pocos problemas, y puede deber más ál azar
t]ue a la realidad, no han faltado algunos puntos comunes que podrían indicar..que,..
504
- ■ 1 .1
DELITO URBANO Y RURAL A COMIENZOS DE LA E. MODERN'A
ESTIMACION DE WEISSER
D E L IT O % C IU D A D •% C A M P O
Huno/robo 40 37
Agresión 25 22
Homicidio 17 2
Del. Sexual 4 2
Falsiftcación/fraude 4 —
Daños propiedad — 8
Otros* 10 29
- ■ _ i
En cierto modo, WEISSER percibía el campo como un medio más pacífico que la
ciudad en cuanto a la presencia de la violencia interpersonal, y afectado sobre todo por
robos y hurtos de pequeña escala que protagonizaban los sectores más pobres de la
sociedad campesina, siendo productos de primera necesidad, bienes de escaso valor y
herramientas los artículos más robados. En la ciudad también el robo sería el delito más
común, capitalizado por las clases bajas urbanas, que este autor identifica más con los
sirvientes domésticos que con el artesanado, al que considera como una clase media. Sin
embargo, los fenómenos de violencia interpersonal, sumando agresiones y homicidios,
serían más abundantes en la ciudad que el robo, reflejando el comportamiento desorde
nado de la clase media-alta-'. Las ciudades más peligrosas serian las más pobladas, ya
1 W EISSER. Crime and Punishment, pp. 29-44. L a labia está confeccionada sobre la'base de los dalos
que ofrece en la p. 47.
3 En el caso de) delito rural incluye revueltas y violacidn de derechos.
* "... urban violence tended lo be more (he province o f the middle and upper classes". WEISSER. Crimen
•¡nd Punishment, p . 40
50 5
Fraudes 24.50% 1
Rebeliones, negativas a pagar
derechos señoriales 2.97% 6,52%
* G E R EM EK . «La popotazione margínale», p. 624: " L ’origine del pauperismo deve essere ricercaia nelle
¡ransformazioni della siruuura sociale que avvengono netlc campagne” .
1 BAR R O S . «Violencia y muerte», pp. 113-116.
•8. FO UC AU LT. V igilar y castigar, p. 91.
507
su desacuerdo en este aspecto. Esta autora, que basa su estudio cuantitativo de! delito en
el manejo de más de 3.752 registros relativos al conjunto de Franeia entre 1380 y 1424,
unos 7.500 si contabilizamos los muéstreos, cuenta con un arsenal de datos envidiable
para cualquier historiador de la delincuencia. La conclusión del análisis tipológico-cuantita-
tívo de CAfJVARD es incontestable: “ tes homicides (...) constituent l ’essentiel de la
criminalité médiévale"; ” ces chiffres, fondamentaux pour cette enquête, attestent d’emblée
l ’originalité de ce qui peut être considéré comme le grande criminalité médiévale” y “ le
Moyen Age. même finissant, est loin de présenter les signes d ’ une rupture'"'.
Cuando trata de establecer las posibles diferencias regionales en la representación
de las tipologías delictivas. GAUV a RD no aprecia disonancias dignas de mención. A
escala estatal, todas las regiones de Francia manifiestan la misma realidad, y las diferen
cias históricas y culturales entre Norte y Sur no se dejan notar en cuanto a los tipos de
delito preponderantes: el homicidio es la estrella de Normandía al Este, del Norte al Sur.
en la Isla de Francia y en la región central*10. Llegando más lejos, tampoco observa
GAUVARD diferencias reseñables entre el eampo y la ciudad, ya que en la Francia de
los siglos X IV -X V “ le crime rapproche le milieu rural du milieu urbain. Non seulement,
on y pratique les rnesmes types de crime, mais encore les criminels y mélangent leurs
origines ’, en definitiva, todo obliga a “ nuancerconsidérablement une éventualle opposition,
en matière de criminalité, entre la ville et la campagne” 11.
Los datos de GAUVARD son tan aplastantes, y basados en un cúmulo tal de informa
ción. que sus conclusiones pueden pareeer definitivas e indiscutibles, y eualquier estudio
en el que se aprecie una distribución tipológica del delito diferente a la suya está con
denado a ser lachado de contar con un nivel de información muy limitado en compara
ción al que ha tenido GAUVARD. Sin embargo, no me resisto a mostrar mi discrepancia
con las conclusiones expuestas por GAUVARD, porque el número de delitos que maneja,
por elevado que parezea, no me produce ningún complejo si tenemos en cuenta que se
registran en una única tipología documental, las cartas de perdón, A mi entender, GAUVARD
debería haber concluido que el homicidio era el delito más perdonado en Francia, en
todas las.regiones y tanto para los habitantes del campo como para los de la ciudad. De
esta realidad, innegable, se pueden deducir muchos rasgos de la sociedad francesa de
fines de la Edad Media, pero no puede deducirse que el homicidio fuera el delito más
frecuente, como, por otra parte, malamante podemos valorar la incidencia del robo, y su
presencia en el campo y en la ciudad, a través de unas fuentes en las que no se registra
en la medida en que se producía, ya que a nadie eseapa que era más común perdonar a
un homicida de clase media-alta que a un ladrón de clase baja.
Pero GAUVARD llega más lejos en sus conclusiones, al afirmar que la delincuencia •
tardomedieval franeesa no tiene relación con la desigualdad social y con la marginalidad12,
es decir, otro aspecto que la diferenciaría de la delincuencia de eorte moderno. La
formulación más precisa de esta teoría la expone-con las siguientes palabras: “ Le monde
ordinaire du crime est là, dans cette violence viscéralement installé au coeur.de l ’ honneur
(...) par rapport à cene masse crim in e lle qui a fait justice soi-même (...) qûe représente
le petit-nom bre des larrons pendus per l'exem ple?” '-'.
Las palabras de G A U V A R D hay que entenderlas en el contexto de su pretensión,
invalidar el punto de.vista adoptado por G E R E M E K ..que veía una relación importante
entre delincuencia y desigualdad social desde la Baja Edad M edia y otorgaba mayor
importancia al delito contra la propiedad que protagonizaban las clases bajas. G A U
V A R D pone sobre la mesa la ingente masa documental en la que basa su estudio y la
compara con los escasos 127 delitos sentenciados por el preboste parisino entre 1389 y
J392, que sirvieron a G ER EM EK para afirm ar que el robo era el delito más frecuente
en el París de la Baja Edad M edia y que los delincuentes eran mayoritariamenie gentes
de baja extracción social. G A U V A R D propone una crim inalidad ajena a las desigualdades
sociales, desvinculada de la economía, protagonizada sin distinción por todos los secto
res sociales y que adoptaba tintes violentos por la mentalidad relacionada con el honor
que imperaba en todos los niveles de la sociedad medieval. Quien quiera discutir su
postura tendría que aportar datos basados en el conocimiento de varios miles de hechos
delictivos, como mínimo. ¿Canttdad es igual a calidad?
Personalmente, y tal vez porque no h ilo tan fino como los franceses, no veo por qué
los datos de las cartas de perdón tienen que ser contradictorios con los de las sentencias
dictadas por el preboste parisino. A fin de cuentas, unas muestran el tipo de delitos y
delincuentes que se perdonaron con más frecuencia en Francia, y las otras los delitos y
delincuentes que fueron condenados en mayor grado en París, ¿por qué tiene que ser más
representativo de la delincuencia real el p e rfil sociológico y tipológico de) delito perdo
nado? ¿Sólo porque se han conservado más perdones que sentencias? No creo que sea
tan d ifíc il asumir que las justicias medievales castigaban en mayor grado a delincuentes
de baja condición social que habían com etido robos y perdonaban mayoritariameme a
gentes de clase media que habían com etido hom icidios «justificables» por el sistema
ideológico de la honra. Y para concluir, si G A U V A R D compara una masa crim inal de
gentes ordinarias que cometían actos violentos con un escaso número de ladrones ahor
cados, yo me pregunto, ¿qué significan cinco o seis m il franceses perdonados por actos
violentos frente a la población total del país a comienzos del siglo X V? ¿Podemos
afirm ar con esta base que la violencia instalada en el corazón del honor empapaba a toda
la sociedad?
Bien, el tema es apasionante, pero se impone retornar a Castilla, alejarnos un poco
del debate francés y recapitular sobre lo que nuestras fuentes aportan para el conocim ien
to de las diferencias que podían existir entre delito urbano y delito rural.
En nuestro estudio, yo al menos lo reconozco, no hemos contado con fuentes de!
todo apropiadas para discernir de un modo adecuado la existencia de una delincuencia
urbana opuesta a la delincuencia más común en el campo. Es cieno que la documenta
ción de la Santa Hermandad Vieja nos pone en contacto con la delincuencia que se daba
fundamentalmente en las zonas rurales y en campo abierto, pero no creo que la d is tri
bución tipológica del delito que refleja, es decir, el predom inio absoluto del robo, sea
asumible como representación de la delincuencia rural en exclusiva. Las cuentas de la
Hermandad de Ciudad Real están plagadas, por ejemplo, de hechos delictivos sucedidos
en la propia ciudad y cuyos culpables eran perseguidos por la Hermandad porque huían
de ella. Incluso muchos delitos cometidos en el campo lo eran contra la propiedadtdeda
oligarquía urbana: sus colmenares, sus rebaños, sus excedentes agrarios, etc.
A m i entender, el predom inio del robo que reflejan las cuentas de la Hermandad de
Ciudad Real hay que entenderlo como representativo de la delincuencia que se daba en
Ja ciudad y en el campo circundante en el que tenían intereses las clases altas urbanas.
Por otra parte, la mayoría de los delincuentes no son profesionales de) delito, y en esto
sí apreciamos que a fines del siglo X V y comienzos del X V I no se había producido aún
en la región un desarrollo económico y social que provocara la existencia de una masa
social forzada a v iv ir permanentemente del d e lito 1-1. Es cierto que en las comarcas se
rranas vim os ejemplos de individuos que encontraban en el pequeño huno una forma de
complementar sus escasos ingresos, pero no parecen significar una mayoría social. Sin
embargo, sí hemos visto el protagonismo de la clase baja urbana, que podemos id e n ti
ficar con los empleados domésticos, en cuanto a la comisión de robos que afectaban a
sus propios amos. Ciudad Real se nos presenta, desde este punto de vista, como una
ciudad que repele a sus clases bajas, que contempla la emigración de muchos integrantes
de sus estratos inferiores financiada mediante pequeños hunos*15.
La delincuencia profesional estructural no parece por nuestras fuentes encontrar un
espacio propicio en una ciudad intermedia como Ciudad Rea!. La posibilidad de camu
fla r las actividades ilícitas de una forma permanente resultaría d ifíc il en núcleos no
excesivamente poblados, aunque éstos no serían ajenos a la presencia temporal de in d i
viduos dotados de gran m ovilidad geográfica y que delinquían en la ciudad para aban
donarla rápidamente. Ciudad Real tiene, durante los años postreros del siglo X V y los
iniciales del X V I, un cierto atractivo para este tipo de delincuente m ó v il, ya que la
presencia de la C hancillcría animaba los mesones y ventas por la aflucncia'de individuos
que acudían a ella, multiplicándose las posibilidades de descuidar algunas bolsas con
dinero.
Si salimos de Ciudad Real, nuestras fuentes nos aportan datos m uy sesgados sobre
la delincuencia de la gran ciudad, pese a que contamos con un buen número de delitos
protagonizados o sufridos por vecinos de Toledo entre 1475 y 1499. M e resultaría bas
tante cómodo asum ir e! p e rfil tipológico de la delincuencia toledana que se manifiesta
en el Registro C erteral clet Sello, porque éste coincide con las estimaciones de W EISSER,
C H IF F O L E A U y G A U V A R D sobre la prevalencia del delito violento en los ámbitos
urbanos. Es más, podría decirse que nuestros datos apoyan totalmente las teorías de
G A U V A R D sobre el predominio de la violencia, el protagonismo de las clases medias
y la relación de ésta con factores culturales más que económicos o sociales. Pero yo no
me creo mis fuentes, porque entiendo que la delincuencia que se refleja en el Sello no
representa la cotidiancdad de la vida toledana, ni las actividades de las clases bajas
urbanas, probablemente inclinadas al robo lam o como las rurales, sino el com ponamien-
M G E R É M E K , La piedad y ¡a horca, p. 73: "La s pequeñas ciudades, que con sus actividades comerciales
y anesanates sirven a las exigencias del mercado local, no provocan grandes' contrastes económicos y sociales: ’ -
las relaciones colectivas revisten la forma propia del pequeño mercado».
15 G E R E M E K , La piedad y la horca, p. 7 ): “ La migración requiere la disponibilidad de medios econó
micos y, al mismo tiem po, im plica marginnción social».
to desordenado de los individuos de clase media-alta susceptibles de obtener un perdón^
real. El Sello nos ayuda-a' conocer el alto grado de violencia irracional de las clases
.medias urbanas y la peligrosidad de Toledo en este sentido, pero no nos dice mucho
sobre la violencia motivada por la desigualdad económica o sobre las actividades delictivas
que no implicaban violencia. Reconocer lo primero, a mi entender, no significa tener que
negar lo segundo, aunque las fuentes nos informen de un modo muy desigual sobre cada
uno de estos aspectos.
Por supuesto, no quisiera in ve rtir los términos e in c u rrir en el mismo error que
G A U V A R D . afirm ando que en Castilla no existían grandes diferencias entre la d e lin
cuencia urbana y la rural y que, en nuestro caso, en ambos casos era el delito contr.a la
propiedad el más presente. No me atrevería a ofrecer, desde las fuentes disponibles, una
distribución tipológica del delito urbano y del rural que mostrara coincidencias o dife
rencias, pero tampoco ereo que haya que obsesionarse con los porcentajes como única
form a de delim itar particularidades. Se robara más o menos, lo que parece cierto es que
lo que se robaba en el campó era distinto a lo que se robaba en la ciudad, que el ladrón
profesional podía v iv ir más tiempo y m ejor en la gran ciudad que en el campo, que se
iba a mover más que el simple campesino que, ocasionalmente, robaba una oveja, una
cantidad de trigo o algunas colmenas, precisamente para poder seguir viviendo en su
lugar habitual y no tener que salir a los caminos a buscarse la vida16.
Por otra parte, todo parece indicar que la gran ciudad genera un sistema d e lictivo
a gran escala, con un protagonismo indiscutible de las oligarquías sociales que, desde el
poder, consagran la ilegalidad como práctica habitual17, amparan algunas actividades
ilícitas que les generan ingresos y crim inalizan eualquier tipo de disidencia. Las autori
dades urbanas combaten las formas delictivas que atentan contra sus intereses mediante
el recurso a la violencia punitiva pero, ai mismo tiempo, las causas estructurales que
desde el campo a la ciudad generan el incremento óel delito no hacen sino aumentar, por
lo que se inicia un círculo vicioso que, a lo largo de la Edad Moderna, pasado ya un
medievo «sombrío», hará que la violencia punitiva se m ultiplique al m ism o ritm o que la
delincuencia, sin llegar nunca a frenarla.
2 . L as j e r a r q u ía s s o c ia l e s
Sin lugar a dudas, a Enes de la Edad M edia el delito refleja con bastante claridad
las relaciones que se establecen entre los distintos grupos sociales y buena parte de los
mecanismos que éstos emplean para imponerse, para defenderse, para o p rim ir o para
rebelarse. Pero no siempre el delito es un vehículo de relación entre los miembros de
,<’ SAN C H E Z BENITO. «Delincuencia y vida rural», p. 79, habla de que no debe perderse de vista la
perspectiva del ámbito socio-económieo e incluso paisajístico, que explica la.pequeña delincuencia rural, que
considera humilde “ pero absolutamente permanente” . Probablemente, esta perspectiva es la que mas falta en
el estudio de la delincuencia medieval francesa que hace G A U V A R D . por la Carencia, en su caso, de fuentes
vátidas para penetrar en la pequeña delincuencia cotidiana cometida por las clases bajas, la que más suele
escapar a las canas de perdón. '
17 C A BR E R A. «V iolencia urbana», p. 9. afirma que “ quienes ejercían el poder eran causantes directos
de una buena pane de los actos violentos que se cometían habitualmente dado que estos últim os eran, en gran
medida, una consecuencia del enfrentamiento producido entre los llamadas bandos ciudadanos, presentes en
la mayoría de las ciudades de la época".
511
sectores sociales opuestos, porque en una gran parte de los casos se desarrolla en el
interior de un mismo grupo: el pobre no siempre robaba al rico y el.poderoso no siempre
actuaba con violencia contra el pobre. Para ofrecer un criterio de orden a nuestro repaso
de las jerarquías sociales y de su representación en los hechos delictivos registrados en
nuestras fuentes, vamos a seguir un orden descendente, comenzando precisamente por
los que estaban en la cúspide de la sociedad castellana de fines de la Edad Media.
La alta y mediana nobleza no ha tenido mucho protagonismo a lo largo de nuestro
estudio porque es. probablemente, el sector social menos representado en las fuentes que
hemos manejado, como también sería, sin duda, el sector que contaba con menos efec
tivos en nuestra región y en cualquier otra. Sus escasas apariciones lo sitúan más a
menudo entre los delincuentes que entre las víctim as, lo cual no es de extrañar porque
estamos ante individuos dotados del suficiente poder y capacidad ju risd iccio n a l como
para no tener que recurrir a las instituciones judiciales para resolver sus asuntos o para
castigar a los que osasen .atacar sus propiedades, sus personas o sus intereses. Los
tribunales no son, por tanto, el lugar más propicio para encontrar a los miembros de la
alta nobleza, ni como demandantes ni como acusados.
Ciertamente, las actividades depredadoras que protagonizaban algunos miembros de
la nobleza en tiempos revueltos generaban demandas de ju sticia ante la Corte, como
pudim os comprobar en el caso de Gonzalo M ejía, que acumuló varias denuncias por
asaltos, robos y secuestros que cometió en tierras de su señorío de Santa Eufemia contra
mercaderes y campesinos acomodados en los años iniciales del reinado de los Reyes
católicos. Sin embargo, no parece que Gonzalo M ejía acudiera a la Corte ante ninguna
de las cartas de emplazamiento que recibió, ya que de haberlo heeho habría tenido que
estar en un continuo ir y venir.
Los ejemplos que han dejado huella en nuestra documentación nos muestran una
actividad- delictiva bastante selectiva por parte de la nobleza, que opta por el delito
eontra la propiedad y por elegir sus víctimas entre aquellos'de los que más se puede
obtener, aunque siempre, claro está, se trata de individuos de condición social in fe rio r
a los que pueden imponer un alto grado de coerción'*. El noble castellano de fines de
la Edad Media no es el tipo de delincuente m óvil y escurridizo, sino más bien el señor
que espera agazapado en su señorío el paso de viajeros a los que poder despojar, secues
trar o cohechar, actividades que ampara en gran medida en sus facultades ju risdicciona
les en el territorio en el que aecúa y en su capacidad m ilitar, al contar con hombres y
fortalezas desde las que actuar o en las que refugiarse"’ .
Las denuncias contra estas actividades de la nobleza castellana, al menos en nuestra
región y en sus inmediaciones; se acumulan en los tiempos de debilidad del poder
monárquico, to m o los que se vivieron en el in icio del reinado de los Reyes Católicos y
en el de Carlos I. En cuanto el poder monárquico se restablece, parece que los nobles
se reeacan y dejan de actuar a gran escala, aunque no falta algún que otro secuestro
esporádico para cohechar a algún prestamista al que se deben cantidades.
En cualquier caso, nuestra región no es una tierra en la que la nobleza territorial
tenga una implantación grande,, dado que los señoríos dd las órdenes militares y de)
genera una tensión permanente que da lugar a la violencia2-', el comportamiento d e lic tiv o
más común de este grupo y de sus dependientes26.
Las violencias colectivas que se producen en las ciudades en e) contexto de las
luchas de bandos son bastante conocidas y notorias a través de abundante documenta
ción, pero hay un- tema que no siempre se ha sabido relacionar con este hecho y tal vez
podría hacerse. Por ejemplo, es bastante patente el alto grado de violencia interpersonal
individual que muestran las fuentes sobre el delito urbano, y que afecta, sobre todo, a
la clase mcdia-aha ciudadana. Este hecho se suele interpretar desde el punto de vista de
la im portancia de la honra22 y de la emulación por parte de las clases altas urbanas de
ios valores típicos de la sociedad feudal. V iolencia irracional c instintiva, dirían algunos,
pero que puede encubrir, en un alto grado, un trasfondo po lítico y económico. La honra
y la injuria están en el origen de muchos de los hom icidios que se perdonan por parte
d e ja monarquía, pero no podemos afirm ar sin más que todos ellos obedezcan a las
motivaciones que se alegan para obtener el perdón. Aunque no debemos in c u rrir en el
error de negar la importancia de la honra, lo cierto es que muchas veces ésta se inscribe
en el sistema de la iucha política, que a su vez es una l.ucha económica, y encubre una
racionalidad que se nos escapa y que podría demostrar que la impulsividad medieval no
siempre es tal. y que muchas veces se elim ina a adversarios políticos, o a gentes que
discuten el poder de determinados grupos ciudadanos, amparándose en el pretexto de la
honra.
En fin, las oligarquías urbanas son delincuentes fácilm ente perdonables cuando
dirim en sus pugnas por el poder dentro de unos lím ites y cuando ejercen una violencia
supuestamente irracional contra los de su grupo o contra los inferiores sociales. Sin
embargo, son víctimas que difícilm ente perdonan a las clases bajas cuando éstas actúan
contra sus propiedades e intereses, sobre todo desde el momento en que controlan los
mecanismos policiales y las instancias judiciales, que utilizan como argumento de peso
para imponer su dom inio social y económ ico2' . El control del regimiento permite a las
oligarquías im poner las leyes y normas de conducta en la ciudad, las reglas de juego en
el eampo dependiente de la misma, decidir, en' fin, la legalidad c ilegalidad de los
comportamientos populares. Y hecha la ley, hecha la trampa. Las continuas violaciones
de la legalidad por parte de las oligarquías, sobre todo en el tema de la apropiación ilegal
de tierras comunales y de los adehesamiemos abusivos, van a ser pasadas por alto
durante mucho tiem po por pane de unas autoridades que son las primeras en cometer
tales abusos, mientras que el campesino que mete su ganado en una tierra ajena será
tratado como un delincuente. En la ciudad, por otra parte, la prostitución ilegal, el juego
y otras actividades que las ordenanzas dictadas p'or las oligarquías condenan y multan
son una fuente de ingresos nada despreciable para los propios agentes de la justicia.
Si nos salimos al campo más alejado de la ciudad, las oligarquías urbanas, en
algunos casos concretos como el de Ciudad Real, y probablemente también en el de
Toledo y Talavera. cuentan con instrumentos igualmente válidos para defender s\ts inte-
3. H ombre y mujer
A partir de los datos sobre el hom icidio procesado en la Inglaterra del siglo X III,
G IV E N detecta .un 91% de ineulpados masculinos y un 80% de víctimas masculinas, lo
que le lleva a con clu ir que el hom icidio en la Inglaterra medieval era cosa de hombres*0.
El perfil general parece bastante coincidente con los porcentajes que ofrece G A U V A R D ,
pero el hecho de que la presencia femenina entre los inculpados en hom icidios en la
Inglaterra del siglo X I I I sea siete puntos más alta que en la Francia del X IV -X V es, a
" mi entender, bastante significativo. No creo que las británicas fueran más violentas por
razones culturales o sociales, sino que Ja diferencia manifiesta, una vez más, que no es
lo m ismo el delito perdonado que el delito castigado, y que. probablemente, la mujer no
sólo mataba en mucha menor medida que el hombre, sino que también era perdonada con
menor frecuencia.
En cualquier caso, no es cuestión de ofrecer un rosario de estadísticas, porque en
todos lados parece claro que la mujer protagonizaba hechos violentos con mucha menor
frecuencia que el hombre, pero los sufría en mayor grado del que los-cometía. Los
extremos irían desde un 0% a un 9% de mujeres entre los inculpados de hom icidio y de
4% a un 20% entre las víctim as*41*4 '. Si sumamos los casos de agresiones físicas sin muerte
3
las cifras pueden variar algo, pero la realidad no cambia mucho: la mujer era d e fin iti
vamente menos viólenla y su papel preponderante en ios hechos violentos era el de
víctima.
Los datos son indiscutibles, y lampoco parece haber motivado mucha discusión su
interpretación: muestran “ el lugar que la soeiedad de fines de la Edad M edia reservaba
al sexo femenino. Un lugar reducido, lim ita d o (...) y una posición in fe rio r de la mujer
respeeto del hombre, que explica que sea más a menudo víctim a que culpable” 4- . Los
dalos, también, nos permiten discernir los lím ites de la “ desigualdad fundamental entre
los sexos»4', la dominación que la mujer sufre durante toda su vida por parte de padres
y m aridos44 y la violencia que se extiende en el seno de las relaciones fam iliares y
domésticas, pues una buena parte de las mujeres que sufrían una muerte violenta lo
hacían a manos de sus maridos4'.
La verdad es que cuando se manejan las estadísticas sobre la im plicación de los
" sexos en la violencia medieval parecería que estamos descubriendo a través de ellas la
imagen de una condición femenina lastimosa. Se deduce que la m ujer tiene un rol
subordinado y dependiente del hombre en todos los sectores de la sociedad, por lo que
su condición, independientemente de su posición social, nunca es del todo privilegiada
cuando está en lo más alto y es doblemente oprim ida cuando está en lo más bajo. Ahora
bien, si tenemos que basar en las estadísticas sobre el hom icidio el conocimiento de)
pape) que juega la m ujer en una soeiedad dada, si el medievalism piensa que eso basta
para generar un discurso fá c il y asumióle por todos, in vito a los que tengan muy claro
4. L as e d a d e s d e l h o m b r e y l a m u je r .
diferenciándose; én term inología francesa, las categorías de: en/ont, je u n e-enfant, jeune,
jeune homme, homme y vieux*3.
En nuestro caso, los procesos conservados de las Hermandades de Toledo y Ciudad
Real aportan bastantes datos en tom o a la percepción de la edad, pues no sólo había que
tratar de preeisar la del acusado, si se sospechaba que fuera menor de edad, sino que los
testigos que desfilan en cada proceso tenían que mencionar la suya, aunque en ocasiones
el escribano no ha registrado el dato. N o vamos a entrar abora en un análisis pormeno
rizado de todos los procesos, pero sí podemos considerar ur.o de los más completos, en
el que se ha conservado la declaración de diecinueve testigos, a modo de ejem plo del
modo en que los individuos hacían mención a su propia edad5*. Sólo ba quedado cons-
tancia de la edad de doce de los testigos que comparecieron ante los alcaldes de la
Hermandad de Ciudad Real para prestar declaración sobre la muerte de A lonso de Palma
en el batán de Ivanj Sancho, sucedida a finales de ju n io de 1500. De ellos, seis m encio
naron su edad diciendo un número de años y añadiendo la fórm ula poco más o menos**,
dos se inclinaron por vacilar entre dos cifras55, uno mencionó una cifra m ínim a51 y sólo
tres no dudaron en mencionar una edad que, en principio, podría considerarse exacta5*.
De estos 1res últim os, dos son muy sospechosos de haber redondeado la cifra, y sólo uno
ofrece ciertas garantías a) afirm ar que tiene 36 años.'Curiosamente, el único que podría
mos considerar que sabe su edad de un modo cierto es N u flo de M olina, escribano, el
individuo m ejor situado social, económica y culturalmente, pues el resto de los testigos
son en su mayor parte artesanos o mozos asalariados.
La conclusión que puede obtenerse de este ejemplo es que para la inmensa mayoría
de los hombres y mujeres de la Edad M edia la edad era una noción vaga, algo.que no
hacía falta precisar y que se medía por mera aproximación. El paso del tiempo se
percibía por sus señales y no era necesario llevar un cálculo exacto.
Sin embargo, en algunas circunstancias era de vital importancia poder establecer la
edad exacta de un individuo, o al menos saber de cierto que no había rebasado un umbral
determinado, y es que, desde el punto de vista legal, en Castilla, como en Francia, el
lím ite que señalaba una frontera entre la plena responsabilidad pena) y la minoría de
edad, que podía considerarse eximente y merecía ciertas garantías procesales añadidas,
se fijaba en los 25 años” . Llama poderosamente la atención que en un tiempo en el que
la esperanza de vida al nacimiento era corta, en el que las personas maduraban con
rapidez, trabajaban desde corta edad, se casaban jóvenes y pocos llegaban a viejos, se
estableciera un lím ite tan alto para considerar la plena consciencia y responsabilidad de
juez. Todos esios aspectos los hemos visto reflejados en diferentes procesos que comen
tamos en su morrVento y que no creo que haga falta volver a citar.
En fin, los documentos que nos inform an sobre e) delito nos ofrecen una triste
imagen de ia infancia en las tierras castellanas de fines de la Edad Media, precisamente
porque nos hablan de la infancia de las clases bajas, niños y niñas que, en bastantes
casos, antes de c u m p lir los 15 años han robado para comer, han sufrido en sus carnes
el castigo de la ju stie ia , han conocido el látigo del verdugo o, si son niñas, han sufrido
una violación. Todo parece indicar que se trata de una infancia que endurece, que prepara
al in d ivid u o para futuros sufrimientos y que le muestra las dos alternativas al alcance de
su mano: la resignación o el castigo.
Resumiendo, podríamos decir que la juventud y la corta edad tienen una incidencia
importante en los fenómenos delictivos. Por una pane, la juventud es el tiempo de la
m ovilidad y de la aventura, en el que todavía el varón no tiene ataduras ni responsabi
lidades Tuertes que lo liguen a una tierra: una fam ilia que mantener, una casa propre.,.- - =•
Si el presente no es muy halagüeño, es la edad de intentar cambiarlo, y el delito, sobre
todo el robo, es el único medio a! alcance de muchos. Pero también, en algunos casos,
ia infancia y la juventud es una etapa form ativa. en la que se adquieren conocimientos
y habilidades, enseñadas en muchas ocasiones por los padres, que se precisan en ur.
momento concreto y pueden ser útiles en el futuro. El huno, inscrito en la economía
doméstica de muchas fam ilias campesinas, se conviene así en algo que se aprende, justo
a las demás facetas del trabajo, desde la más tierna infancia. En caso contrario, cuando
no se ha adquirido la suficiente práctica en esta actividad, se corre el riesgo de que,
cuando se recurre a ella,, la inexperiencia juegue malas pasadas. Eso pudo sucederie a
Bartolom é Ruiz, vecino-de Calzada de Calatrava, al que le engañó su pecado y robó dos
bueyes en la dehesa de la Sacristanía7"1. Decidido a obtener algo de dinero, se dirige a
Ciudad Real para vender los animales, pero no parece que actúe con la suficiente pericia
como para no levantar sospechas. Cuando se le pregunta sobre el trato que hizo en la
venta de los animales a un vecino de Ciudad Real, afirma que como éste que declare r.o
avia husado el hurlar.: eslava larvado, e que dcsia cabsa no se acuerda qué palabras
fueron las que le dixo. Preguntado por el dinero obtenido en la venia, contesta que como
lierait m al ganados se gaslaron como fuego, e que no llene ningunos. En fin. unz cha
puza que demuestra la inexperiencia en una aetividad para la que otros se han formado
desde pequeños, sabiendo los riesgos que corrían y como minimizarlos.
Pese a que la relación entre juventud y robo parece bastante clara en nuestro caso
de estudio, más clara aun es la relación entre necesidad y robo, ya que ésta no entiende
• de edades. Aunque con relación a los jóvenes los acusados de robo considerados viejos
son minoría, no faltan ejemplos que parecen indicar que algunos individuos, después de
haber llevado una larga vida sin tropezar con la justicia, en un mal momento poetar,
verse tentados a re cu rrir al robo.. Pedro Solís, colmenero en el término de Piedrabuena.
fue acusado en 1521. año en el que las dificultades fueron bastante importantes para ie<
grupos inferiores, de haber robado y vendido tres colmenas de su amo75. En el interroga
torio reconoció el hurto y afirm ó haber vendido las tres colmenas a un tal Francisco de7 1
. 5. F a m il ia , v e c in d a d , s o u d a r io a d e s
que organiza y ejecuta las venganzas, que atemoriza a los posibles adversarios y que,
aunque genera violencias, evita otras muchas por su efecto disuasorio?v.
El papel negativo o positivo que pueden ju g a r los bandos respecto al problema del
orden público en las ciudades de fines de la Edad M edia depende en gran parte del punto
de vista que adopte el historiador y de las fuentes que nos informen. Hay que partir de
la base de que los bandos funcionaban permanentemente, mientras que las grandes violencias
asoeiadas a ellos se limitaban a momentos puntuales en los que la convulsión política
parecía avivar las disputas50. "Fuera de esos momentos, la violencia relacionada con las
disputas entre bandos aparece de forma lim itada, aislada o, en ocasiones, encubierta. Un
caso digno de tener en cuenta, pero en el que no voy a entrar de lleno, es el de Ciudad
Real. Después de la estrepitosa convulsión de 1474, en la que al calor de la división
política del reino se produjo una lucha de grandes dimensiones entre dos facciones
enfrentadas por el poder en la ciudad, las aguas volvieron a su cauce de un modo
asombroso tras la pacificación del reino y el perdón concedido por la monarquía a todos
los que participaron en las violencias. Durante el largo periodo que cubren la documen
tación del Registro del Sello y la de la Hermandad de Ciudad Real, la tensión sólo
reaparece de un modo controlado y judicializado: pleitos por el reparto de cargos concejiles
o por la representación de los bandos en los órganos de deeisión de la Hermandad. Pero
la posibilidad de que se repitan los violencias colectivas, que a la postre no benefician
a ninguno de los bandos, pareee jugar un p a p e l. decisivo para que se mantenga un
equilibrio, precario si se quiere, cuya ruptura a gran escala no volvió a producirse a lo
largo de todo el periodo estudiado-51.
A la-postre, la pertenencia a un bando es un factor que en el medio urbano asegura
a todo individuo una cierta protección y evita más riesgos de los que conlleva, salvo que
la tensión estalle de un modo violento, cosa que no se producía, al menos en muchas
ciudades, de una manera continua.
C onform e descendemos en la escala social, todo parece indicar que la célula fam i
liar se restringe, y con ella la capacidad de m ovilización. La fuerza de una fam ilia
unicelular y su posición en la comunidad van a depender en gran parte del carácter
individual del cabeza de fam ilia, de su fama. De ahí la importancia que alcanza la honra
también entre las clases bajas, en las comunidades campesinas y en las pequeñas ciuda
des en las que las distinciones sociales no son tan marcadas. Pero es una honra enten
dida, tal vez, de un modo diferente a como lo hacen las clases altas, ya que es una
necesidad que afecta a la integridad física y económica de la fam ilia. Un marido que no7 9
^ Como puede verse en el irabajo de SHARPE. «Domestic Homicide», cuya inierpretació» de que el
nivel de violencia in ira fam iliar parecía menor a comienzos de la Edad Moderna que en la Inglaterra del siglo
X X fue contestada inmediaiamenie por COC KBU R N . «Patiems o í Violence», p. 95.
529
6. L a s o l id a r id a d d e l d e l in c u e n t e
Hemos visto variadas células de pertenencia que podían ofrecer amparo y protec
ción al individuo a fines de la Edad Media, pero uno de los desarrollos que se dejan
sentir con más claridad en el tema del delito es el número creciente de individuos que
están fuera de ellas, gentes sin residencia fija que se mueven por los caminosv4 y se
acumulan en algunas ciudades totalmente ajenos a las estructuras solidarias tradicionales'-'5.
La pobreza genera m ovilidad; la m ovilidad desarraigo, el desarraigo marginación y ésta
repulsión, creándose así un círculo vicioso del que a comienzos de la modernidad es
d ifíc il salir para los que entran en él. Los individuos careeen de protección, pero también
de responsabilidades y miedo, son considerados peligrosos, acosados o instrumentalizados
por !as autoridades según convenga y, forzosamente, tienen que buscar nuevas formas de
solidaridad entre ellos. La convivencia de los que viven al margen de la ley genera
complicidades, transmisión de mañas y saberes, encubrimientos, y todo esto va dando
lugar a que vaya tomando cuerpo una clase delincuente profesional, con sus propias
leyes y costumbres, con su forma particular de encender la solidaridad y de ofrecerse
ayuda mutua, con su propio vocabulario, que aspira, y cada vez lo va consiguiendo en
m ayor medida, a crear su propio espacio en las grandes ciudades de la Edad Moderna56.
Los bajos fondos están recibiendo su bautismo en muchas ciudades de fines de la Edad
Media sin que las autoridades puedan o quieran hacer algo para remediarlo97.
Tal vez ha sido GEREM EK el investigador que ha aportado más datos sobre las
formas de sociabilidad interna en el m undo, o subm'úndó, de los marginados y de los
delincuentes, analizando algunos ejemplos concretos que nos muestran la creación de
agrupaciones de delincuentes más o menos estables” . Los delincuentes-profesionales
que aumentan su número en los albores de la modernidad tienden a agruparse y a actuar
de forma colectiva, al contrario de lo que sería típico de los hombres y mujeres que,
contando con trabajos más o menos estables, delinquen ocasionalmente.
La constitución de grupos de delincuentes puede darse en diferentes niveles. El más
básico de los que señala GEREM EK es la asociación de un par de individuos que se
desplazan juntos ganándose la vida con trabajos ocasionales y pequeños robos y hurtos
cuyas ganancias comparten™. En nuestra documentación hemos encontrado un ejemplo
muy claro de este tipo de asociación entre dos jóvenes condenados por la Hermandad de
Ciudad Real por haber robado a un acemilero en el camino de Toledo a Ciudad R eal100.
Su historia y su actuación pueden decirnos bastante sobre la forma de vida de estas
gentes que encuentran en ei de'iiio una actividad alternativa hacia la que, probablemente,
se sienten cada vez más inclinados porque les permite v iv ir con más comodidad y
libertad que el trabajo.
M ig u e l de M ora y Diego de Jaén se habían conocido cuando formaban del ejército
del emperador en el çeixo de Fuenierrabía. En una fecha que no se precisa deciden
volver juntos a la tierra de Toledo, y sabemos que ocasionalmente se emplean como
cardadores en Orgaz y A jofrín . Algunos testigos que declaran en el proceso han sido
compañeros de trabajo de los acusados y parecen pertenecer a un tipo de asalariado
m ó vil que se desplaza de un sitio a otro buscando trabajo (andan ju m o s trabajando en
su ofiçio). Entre los artesanos que declaran aparecen varios inmigrantes: Perucho, Juan
de Alava y Juan de Vilarraçe, uno de los cuales se define como vizcaíno. N o son d e lin
cuentes propiamente dichos, pero los encontramos presos en Orgaz acusados de haber
intentado vio la r a una joven criada de la venta de Diezma. La forma de vida de estas
gentes parece situarse continuamente al borde de la legalidad.
M iguel y D iego se manifiestan como los menos integrados en este grupo de trabajado
res. No parecen tener una residencia fija como otros de sus compañerosj'que afirman
v iv ir en casa de un vecino de A jo frín . Se desplazan por la región recurriendo a pequeños
hurtos en mesones y ventas para alimentarse. En V illam inaya roban unos pollos que asan
y se comen en una casa del lugar, de la que, a su vez, se llevan hurtadas unas tijeras.
Cuando se pone el so) se van a dorm ir al campo porque no tienen dineros para la posada,
y es cuando se encuentran con un acemilero que se dirige a Ciudad Real. Le piden que
los lleve a Ciudad Real y prometen pagarle cuatro reales que, por supuesto, no tienen.
En una parada del camino es cuando roban la bolsa al carretero, apoderándose de 35
reales. Tras el golpe se dirigen hacia Toledo, la gran ciudad en la que el dinero puede
ser gastado sin peligro, y afirman no haberse detenido salvo en.una venta en la que se
alimentan de carne cocida que. ahora, si pueden pagar. En Toledo invierten parte de su
ganancia en m ejorar su vestuario, adquiriendo unas capas de los de la ropa vieja. De sus
101 A .H .N . D iv. Her., Leg. KO. n° 6. 1507. febrero, 9 y Leg. 24. n° 18. 1507, agosio. 20.
I0Í A .H .N . Cuentas. 1506-7-07. 29 (1 507-septiem bre-10).
Pero aun podemos llegar más- lejos y seguir la irayectoria de M a rlin Camacho y
Alonso de Herrera con posterioridad a su destierro. El primero, vuelve ¿ aparecer por
tiérras de la Hermandad violando su destierro, por lo que es capturado e in te rro g a d o "1-'.
Cinco meses después del destierro, M artín Camacho reaparece con buenos vestidos de
sayo e jubón y acompañado de una m ujer moça e bien vestida. A firm a haberse d irig id o
a M edina del Campo pasando por Toledo y M adrid. Sin que sepamos a qué se ha
dedicado, en apenas unos meses ha mejorado bastante su aspecto y se ha decidido a
retornar a su lugar de origen, ya que, como se recuerda, era natural de Valdepeñas.
Aunque los alcaldes de la Hermandad no parecen preocuparse por el tema, d ifícilm ente
M artín podía haber mejorado su aspecto por medios lícitos, pero, una vez más, su único
castigo vuelve a ser el destierro.
Menos fortuna tuvo Alonso de Herrera, que tras su destierro v o lv ió a ser acusado
de haber actuado y com etido delitos en tierras de la Hermandad. La Hermandad no tolera
que el desterrado siga actuando en su te rrito rio y en este caso acomete una persecución
del delincuente que concluye en Baeza, donde es apresado y conducido a Ciudad Real.
Tras ochenta días de proceso y prisión. A lonso de Herrera fue condenado a las galeras
y conducido e S evilla en una azémila con unos g rillo s y esposas10* . La trayectoria de los
miembros de esta banda nos demuestra claramente que los individuos que optaban por
el delito como forma de ganarse la vida tenían pocas posibilidades de retornar a una vida
normal dentro de la legalidad, que la tentación era ya demasiado fuerte y que las carreras
delictivas de tales delincuentes sólo podían truncarse si la ley actuaba contra ellos con
métodos drásticos.
El inicio de muchas carreras delictivas, y .el origen de muchas asociaciones de
delincuentes, se encuentra, según G E R E M E K , en un prim er robo que aprendices, servi
dores domésticos o asalariados podían cometer contra sus empleadores10*. Seguido por
una emigración sin un destino muy claro, este prim er robo servía de toma de conciencia,
de pérdida del miedo, y abría las puertas a una actividad que- podía demostrarse más
lucrativa y cómoda que el trabajo. En los caminos o en las ciudades más grandes,
individuos con este pasado se encontraban, compartían experiencias y se asociaban. Los
más jóvenes e inexpertos se unían a veteranos de los que aprendían, nuevas mañas
delictivas o técnicas para mendigar, una de las actividades fronterizas que más atrae a
esta masa de desocupados, forzosos o vocacionales, que rehuyen del trabajo y de la
estabilidad. Aunque no contamos con mucha inform ación sobre el destino de las decenas
de mozos y servidores domésticos que cometieron robos contra sus amos y huyeron de
Ciudad Real, parece cierto que en nuestro caso se detecta con perfecta nitidez el punto
inicial que señala G E R E M E K para muchas carreras delictivas. Desde luego no se trataba
de delincuentes profesionales cuando eran perseguidos por primera vez por la Herman
dad de Ciudad Real, pero posiblemente muchos llegarían a serlo en'el futuro teniendo
en cuenta las escasas posibilidades que tendrían de acceder a trabajos más estables o
m ejor pagados en otros lugares. Además, una vez que se probaba el d e lito y la cosa
funcionaba, la tentación de repetir debía ser fuerte.
7. D e l in c u e n c ia y poder p o l ít ic o . V is io n e s d e l o s c r o n is t a s
Hemos dejado para el final un tema que puede resultar de gran interés, como es el
de la relación entre delito, ju s tic ia y poder político, que en nuestro caso hay que entender
como poder monárquico. El rey medieval tiene una funcionalidad polivalente, pero no
se puede negar que uno de los aspectos que más afecta a la imagen de la monarquía es
su papel como garante de la ju sticia y de la paz del reino. Para G A U V A R D , el caso
francés e jem plifica la evolución de la Paz de Dios a la Pa¿ del R ey1" , y cree que la
importancia de la monarquía en el m antenim iento del orden público y la estabilidad es
creciente hacia fines de la Edad Media. Menos optim ista sc muestra BARRO S cuando
comenta la imagen del rey en Castilla, aunque se refiere a la imagen que se tiene de é!
en una región periférica y marginada de la presencia de los monarcas castellanos durante
largos periodos. Para BARROS “ el ideal del rey justiciero, defensor de los’ desvalidos y
de los pobres, qued¿ cada vez más en eso: en un ideal” " 3.
Sin duda, cada monarquía europea tiene su propia evolución y sus altibajos a la hora
de ejercer un papel más o menos eficaz, más o menos práctico o ideal, en el m anteni
m iento del orden en el reino, que está m uy relacionado con el delito en general y con
determinados excesos cometidos por los poderosos en particular. En la plena Edad M edia
la delincuencia que azota a muchos territorios es la que capitalizan las clases feudales
que actúan a su antojo. Frente a ellas, la monarquía es percibida por muchos débiles
como su única defensa, como la única.institución ante la que se puede reclamar justicia.
Pero hacia los albores de la modernidad la situación es bien distinta, la delincuencia
adquiere formas nuevas y sus protagonistas son socialménte más diversos. Aunque no se
puede s im p lific a r el problema, lo cierto es que ahora son más bien las oligarquías que
las buscan una justificación monárquica para actuar contra los desheredados que amena
zan sus intereses. También seguirá oeupando un papel importante la imposición de la
monarquía sobre los excesos de las clases feudales, pero ésa no es ya la única faceta en
la que los-reyes tienen que manifestar la defensa del reino.
En muchos sentidos, podría decirse que el problema de la delincuencia y del manteni
miento del orden público juega un papel erucial en el desarrollo de las instituciones que
van a ir dando lugar al nacimiento del estado moderno. G A U V A R D detecta claramente
este hecho en el caso de Francia, donde “ stéréotypes de la grande erim inalilé, crimes
inexpliqués, bandes de malfaiteurs accompagnent la naissance de r E ia t » " '. Más claro
todavía parece para algunos autores el ejemplo castellano, ya que los Reyes- Católicos
encuentran en el estado de inseguridad que azotaba a Castilla en el in ic io de su reinado
una buena excusa para presentarse como única garantía de superación del problema, par 2
ganar apoyo social a su causa y para ju s tific a r la creación de instituciones como la Santa
Hermandad Nueva que van a tener una larga duración histórica y que ponen al servicio
de la monarquía un mecanismo de control bastante eficaz y financiado a costa de los
súbditos'14.
Como puede intuirse, la relación entre delito y desarrollo p olítico resulta apasionan
te y puede prestarse a interpretaciones diversas. Para unos la monarquía jugará un papel
trascendental en la centralización y mejora de los mecanismos de lucha contra el delito,
garantizando una mayor seguridad para el conjunto de la ciudadanía. Para otros, todos
estos desarrollos que acompañan al nacimiento del Estado moderno no reflejan sino la
alianza entre-la monarquía y la naciente oligarquía económica, que tiende a convertir la
lucha contra el delito en una forma de disciplinar y castigar a las clases bajas.
En nuestro caso no vamos a entrar de lleno en este debate, sino que vamos a
conformarnos con comentar algunas imagçnes, entresacadas de las crónicas castellanas,
q.ue reflejan algunas actuaciones de los monarcas frente a problemas relacionados con el
delito y el orden público y que pueden ilustramos sobre algunas concepciones de la
ju sticia que tienen los monarcas y quienes les rodean, así como el papel propagandístico
que va a ju g a r en Castilla la lucha contra el delito y Ja imagen justiciera de los reyes.
Comenzaremos nuestro recorrido en el co n flictivo final del reinado de Alfonso X y *
llegaremos hasta la época de los Reyes Católicos, aunque aviso de antemano que no es
un recorrido exhaustivo, ya que las actuaciones reales relacionadas con el mantenimiento
de la ju sticia son muchas y no es nuestra intención señalarlas todas.
Tanto el Anal de la Crónica de Alfonso X como el in ic io de la Crónica ce Sancho
IV ofrecen una serie de imágenes interesantes desde el punto de vista de entender el
papel de la inseguridad que existe en e) reino a la hora de ju s tific a r el ascenso al trono
de un candidato que podía ser puesto en entredicho. Las actuaciones justicieras de San
cho IV parecen destacarse para conferir al nuevo monarca el papel de pacificador del
reino y de ju s tific a r algunas de sus violentas actuaciones. Las crónicas nos muestran a
un Sancho IV que recorre todos los rincones del reino haciendo justicia, como si su
presencia fuera imprescindible para garantizar el orden. Cuando actúa contra algunos de
los que se manifiestan contrarios a su ascenso al trono la excusa del delito parece clara,
como sucede en el caso de la sublevación del arrabal de Talavera que se produio en 1283.
... é e! infame don Sancho vínose para Logroño, e después vínose para Burgos,
é dende para Valladolid, e dende á Olmedo, e fiz o ju s tic ia en ¡oda la Ertrerruidura.
E estando en Olmedo, llególe mandado de Talavera en commo un ladrar, que
decían Romero, con consejo de caballeros é de omes deI. arraba!, que se alzara
con el a rra b a l é con voz del rey don Alfonso. E luego el infante'fue para allá. (...)
é aquel Ramera que. era ladrón, desque vio que el infame don Sancho llegó al
arrabal, salió en un caballo, e fu e huyendo, é el infante don Sancho fue en pos
del fasta que ¡legó ó la Puente de Pinas. ques en Tajo; é desque pasó e! ladrón,
derribó las vigas de la puente, que era de madera (...) e acogióse el ladrón á un
castillo que avia fu ñ a d o , que decíon Cabañas, ques en término de Trujillo. E ■
desque el infante don Sancho vio que non fa lla b a p o r do posase, tomóse para el
arrabal, é mató ó todos cuantos ornes e mujeres y fa lló que les acogieren, é
fueron y muertas más de cuatrocientas p e rso n a s..."-.
Como vemos, el texto hace referencia a una sublevación producida er, Taiavera en
favor de A lfonso X , pese a lo cual el cronista no deja de resaltar que el cabecilla es un
delincuente común, un la d ró n .' La palabra ladrón se repite cuatro veces er un cono
espacio de tiempo y se menciona también que el in dividuo en cuestión avía ruñado ún
castillo. Todo esta argumentación y estilo anuncia el resultado final, el castigo cruel y
ejemplar que reciben los que habían apoyado a) rebelde, que es un delincuente por
atentar contra el rey pero que, además, lo es de por sí.
La pacificación del reino que acomete Sancho IV en los inicios de su reinado le
obliga a una continua m ovilidad, para hacer presente la figura de) rey y dejar ejemplos
por doquier del castigo que puede esperar a los disidentes.
... estando el rey don Sancho en San Fagún, é andando un día fu e ra de la v illa
é con él el infante D. Juan, é D. Lope, é D. Ferrand Pérez Ponce é muchos ricos-
ornes é caballeros é otros, llegó y a él Esteban Nuñez Churrucano, que era su
merino m ayor en tie rra de León é de Asturias, é d ijo a l Rey: -D. F e rra n d Pérez
Ponce, que está a q u í ante vos. nos embarga la ju s tic ia en toda Asturias, é los
presos que yo traía en la vuestra cadena tomómelos; a sí que yo, que soy vuestro
merino, non puedo cu m p lir lo que me mandastes nin fa c e r la ju s tic ia con derecho
p o r él. E el rey tomó muy g rand saña p o r esta razón, é Juan M artínez N e g rita ,
un caballero de Asturias que era vasallo de Ferrand Perez, que estaba y delante,
d ijo a Esteban Nuñez que se m aravillaba mucho commo osaba fa b la r contra D.
F errand Pérez tales cosas como éstas. E el Rey tomó muy g ra n d saña p o r las
palabras que d ije ra Juan Martínez, é mandólo que callase, é tomó un palo a un
montero que estaba antél, é dióle grandes palos, en guisa que cayó de una muía
en que estova p o r muerto á los pies del Rey; a sí que el infante D. Juan, é D. Lope,
é D. Alvaro, é D. Ferrand Pérez Ponce non osaron decirle nada, tan bravo
estaba, diciendo fuertes palabras contra todos aquellos que le embargasen [a su
ju s tic ia é fuesen contra ella nin contra los sus merinos que la avían de fa c e r en
la tierra, é p o r esta razón escarmentaron en ta l manera todos, que de a llí ade
lante non se atrevió ninguno á em bargar la ju s tic ia de los sus m e rin o s..."7.
Sin embargo, la crónica de Sancho IV nos ofrece otras imágenes que podrían pa
recer contradictorias con el carácter ju sticie ro del rey, pero que, a la postre, lo que nos
indican es que la venganza es una atribución del monarca y que el recurso a la astucia
o el incum plim iento de la palabra dada se ju s tific a n cuando se trata de eonseguir un
objetivo que parace d ifíc il de otro modo. El asesinato de don' Lope, señor de Vizcaya,
y de su h ijo Diego López estando en la Corte con garantías de seguridad es una de estas
actuaciones que nos muestran a una persona que no duda en recurrir a cualquier medio
para imponer su autoridad, aunque todo se ju s tific a por la traición de los personajes en
cuestión y por sus malas acciones. La ju s tic ia real no entiende de mecanismos legales,
es pura voluntad y capacidad de acción. ............. ;
El ejemplo nos muestra a un rey que hace ju s tic ia con sus propias manos, que juzga
y ejecuta ia pena en cuestión de segundos porque su voluntad es la ley. Cada acLo del
rey es un acto de ju s tic ia en sí, que no necesita de procesamiento ni de otra garantía. A l
mismo tiempo que juez, el rey es verdugo ejecutor, y no sólo en casos de pena de muerte,
como el que hemos visto, sino que también ejecuta penas de vergüenza pública, como
sucede en un acto en el que castiga a un mentiroso.
...E desque el Rey sa lió de la fa b la , sa lió a l corral, é vio aquel caballero que
dicen Ñuño Gonzalez estar y entre otros caballeros, é llamóle ante todos, é díjole:
-Ñuño Gonzalez ¿sois m i vasallo, é tenedes de m í buena tie rra e buena soldada?
E díjole: -Señor, sí-: e d ijo el Rey: -¿Fice vos nunca mal? é d ijo : -Señor, non. E
dijo el Rey: -Pues ¿por qué fuistes esta noche decir á don Juan Nuñez que yo
mandara arm ar la mi gente para le i r a m atar? Vos non puedo fa c e r al, é llámovos
fa lso caballero aquí ante todos, é mando que vos lo llamen todos. E a sí lo ftc ie ro n
todos a una voz; é luego salió el ca b allero muy nuil andante, é dende fuese para
¡a ciuda d.."9
...é el Rey vínose para Toledo, é fa lló y muchas querellas de muertes é robos
é fuerzas, é fu rto s é otros males que fa cía n y ; é porque G a rd Alvarez, que era
A la postre, Sancho IV se nos prevenía como el prototipo de rey que asegura la paz
del reino por su decisión y su coraje, su fortaleza individual, el temor que inspira a sus
enemigos y la violencia y publicidad con que los eastiga. Siempre en marcha, recorrien
do el reino sin descanso para mostrar su autoridad por todos los confines, la figura de)
rey es omnipresente, pero no garantiza el temor ni el respeto a la institución monárquica,
sino hacia una persona concreta. En cuanto el siguiente rey no sea capaz de inspirar el
mismo tem or la paz del reino, destacada por el cronista, se irá a pique y la inseguridad,
el delito y la arbitrariedad generalizada de los poderosos volverán a haeerse presentes.
La Crónica de Fernando IV nos muestra la otra cara de la moneda. La de un reinado
co n flic tiv o , mareado en sus inicios por la minoría de edad del rey. en el que los nobles
actúan a sus anchas y la ju sticia real sufre un fuerte retroceso. Los bandos nobiliarios
se enfrentan por Ja tutela del rey, los asesinatos polílieos y las venganzas se suceden, las
justicias locales de cada ciudad aeiúan en función de los intereses del bando n obiliario
al que representan, amparando ejecuciones que no son sino asesinatos de los enemigos
políticos, en fin, la reina madre es la única que intenta poner freno al deterioro de la
situación, pero ineluso la Naturaleza se viene a sumar al eastigo que sufren las tierras
de Castilla en forma de hambre. Hemos seleccionado algunos párrafos que no necesitan
comentario y que reflejan una situación calamitosa que se debe a (a falta de un rey que
pueda imponer el orden como lo había hecho Sancho IV.
1295. Asesinato de un vasallo del Infante don Juan y venganza de éste.
... estando un día fa blando el infante dan E nrique é el infante don Juan en
la dehesa de Cibdad Rodrigo, estando Pay Gómez Cherino apartado, llegóse a él
un caballero, que decían Rui Pérez Tenorio, é dióle con un cuchilla p a r medio del
corazón, é cayó luego de un caballo en que eslava muerto en tierra, é luego fu y ó
este caballero para PortogoT, é cuando lo supo el infante don Juan, pesóle m u*
cho, porque era este Pay Gómez de su hondo, é fue en pos deste Rui Perez é
alcanzóle é m atóle'-1.
1296. Asaltos en tierras de Toledo por parte de partidarios del pretendiente al trono
d o n 'A lfo n so de la Cerda y tensiones en las villas del arzobispado de Toledo. La reina
regente doña María envía al territorio a su hija doña Isabel y su presencia calma la
situación.
... el castillo de Fita, que es en el arzobispado de Toledo, teníelo un caballera
de Portagol que decían Ruy M artinez de Sandia, é tos que y estovan prendían los
ju d ío s 'd e l Rey en los caminos é despechábanlos, é ero fam a que este caballero
traía su fa b la con el rey de Aragón e con don A lfonso, fijo del infante don
Fernando, po r esta razón é p o r algunas otras fa b la s muy malas que andaban en
los ornes de las villa s del arzobispado de Toledo, envió la infanta doña Isabel su
150 C rónica deI rey dtm Sancho C uarto . p. 82. A fio 1289.
111 C rónica deI rey don Fernundo C uarto, p. 96.
54]
1298. Justicia en Zamora. El infam e don Enrique loma partido por los caballeros de
la v illa contra los «ornes buenos del pueblo», que por su pane cuentan con el apoyo de
la reina regente doña María. Se puede deducir un enfrentamiento de bandos en la ciudad
en ebque se entrelazan las fidelidades a Femando IV o a sus oponentes. La Justicia como
arma para elim inar a los enemigos políticos.
... llegó y don E nrique é d ijo que quería i r a Zamora a fa c e r ju sticia , é esto
fa cía él can conseja de los caballeras de Zamora para m atar é despechar ¡os
omes buenos del pueblo, é que levaría ende muy grand algo. (...) é don Enrique
quisiera que las prisiesen a todos los más después que supiesen el estado de la
villa, é señaladamente a cuatro omes buenos que eran los más ricos é más hon
rados de la v illa (...); é la Reina díjole que en esto non sería ella, mas que
pregonasen que viniesen a querellar los que quisiesen, é desque las querellas
fuesen dadas, que llamasen aquellos de quien querellasen, é que respondiesen; é
si p o r ventura non se salvasen commo era fuero é derecho, que librasen sobre ello
aquello que mandase el fu e ra de la villa. (...) é desque don Enrique ovo fecho ¡a
pesquisa, é los cuidó prender é matar, é sopo commo non eran todas en la villa,
ovo ende muy grand pesar, é mandó luego prender a uno que decían Juan Gato,
que fu e ra alcalde del Rey. é sin o irle mandóle matar luego é lom or cuanto le
fa lló , é mandó m atar a otro que decían Esteban Elias, é de todo esto pesaba a
la Reina; é en esta manera puno de guardar los ornes buenos de la cibdad de
muerte e de p e lig ro 1'* .
E este año fu e en toda la tie rra muy grand fambre; é los ornes moríense p o l
las plazas é p o r ¡as calles de fambre, é fu e tan gratide la mortandad en la gente,,
que bien cuidaran que m uriera el cuarta de toda la gente de la tie rra ; é tan
grande era ¡a fam bre, que comían* los ornes pan de grama, é nunca en tiempo del
mundo vió ombre tan g ra n d fam bre ni tan grand mortandad'™.
... avía en esa ¡ierro algunos caballeros malfechores que tentón muchas casas
fuertes, donde se fa cía mucho mal. acordoron el Rey e la Reina su madre de las
d e rrib a r todas, é que el Rey derribase la> del término de A tie n ta é la Reina las
otras; e a cabo de cinco dias, fuese el Rey luego dende para Atienta, é fa lló y
una casa muy fuerte de Pero Minguez de P inilla. que decían Miedes, en que
estova pieza de gente para fa c e r mal en la ¡ierra con voz de don Juon A’uñez, é
... E luego tomó acuerdo el Rey, é vínose para Córdoba p o r razón que avia
y en la v illa de Córdoba grand levantamiento del pueblo contra algunos..de los
caballeros más honrados de la v illa ; e desque el Rey Ilegó a la cibdad de C ór
doba, mandó saber tos fechos de la villa, é desque los ovo sabido, fiz o g rand
ju s tic ia en aquellos que fa lló que eran merescedores. que fu eron comienzo e
acuciadores deste levantamiento del pueblo, ca desque la cibdad fu e ra de c ris tia
nos nunca ran grand levantamiento ovo commo a q u é l126.
... A sí como la estoria ha contado los fechos que pasaron en ios regnos, debe
contar el estado en que estaba la tie rra en aquel tiempo. Et dice que avía muchas
razones et muchas maneras en la tierra, porque las villos del Rey et todos los
otros logares de su regno rescebían muy grand daño, et eran destroídos: ca todos
los Ricos-ornes, et los Caballeros vivían de robos et de tomos que facían en la
tierra, et ¡os tutores consentíangelo p o r los aver cada unos de ellos en su ayuda.
Et quando algunos de los Ricos-ornes et Caballeros se partían de la am istad de
Como se puede observar, el cronista señaia con bastante claridad a los culpables de
la situación: los grandes nobles que pugnan por la tutoría del rey y los nobles de segunda
fila que toman partido y que se excusan en la necesidad de apoyo de los tutores para
actuar a su antojo sin que éstos opongan resistencia. Las principales víctimas que se
señalan, amén del reino en general, son los labradores y los que poco podían, es decir,
son los débiles los que deben añorar la falta de un rey autoritario, los que deben m itific a r
la imagen de una monarquía que es su única garantía de defensa contra los poderosos
y cuyo modelo encarnará, según el cronista, un A lfo n so X I que asume su mayoría de
edad con un gran deseo de devolver la ju sticia al reino.
Como vemos, A lfon so X I acida con gran presteza como el-rey justiciero que parece
gustar a los cronistas y comparece ame sus súbditos, en las Cortes de M adrid'de 1327,
ofreciendo un programa de paz, y de ju s tic ia para el futuro, pero sobre todo, según el
cronista, dando ejemplo con el estricto orden público y la seguridad que existen en la
v illa de M adrid durante la presencia de las Cortes.-
... desque lodos fueron jum ados, fa b ló con ellos mostrándoles guantas mane
ras et razones fa lla ra en el su regno, porque fasta en aquel tiempo non podiera
tornar ¡a tierra en ju s tic ia et sosiego, asi como era su voluniat de lo facer, et los
de los regaos lo avian menester (...) et que su voluntad era de mantener los
regaos en paz et en ju s tic ia , el en sosiego (...) Et p o r cierto tanta era la ju s tic ia
en aquel tiempo en los logares dó el Rey estaba, que en aquellos Cortes, en que
eran ayuntados muy grandes gentes, yacían de noche p o r las plazas todos los que
traían viandas a vender, er muchas viandas sin guardador, sinon solamiente el
tenidr de la ju s tic ia quel Rey mondaba fa c e r en los malhechores...,Mí.
institución monárquica, pues a un rey ju sticie ro puede suceder otro de talante más débil
que eche por tierra los escasos logros anteriores. H acia-finales del siglo X V, cuando
Isabel y Fernando asumen las riendas de Castilla, se va a in ic ia r una nueva dinámica que
no se basará ya-exclusivameme en el carácter individual que puedan tener los monarcas,
sino en la creación de estructuras estables y de instituciones que puedan p e rm itir que la
monarquía, sea quien sea su representante, esté a la cabeza de la ju sticia y no sea
contestada sistemáticamente.
Los cronistas parecen colaborar con la nueva monarquía convirtiéndose en sus p rin
cipales propagandistas. La situación de deterioro de la ju sticia y del. orden público al
lina! del reinado de Enrique IV se ensalza para destacar el enorme esfuerzo que van a
tener que asumir los nuevos monarcas para devolver la paz al reino.
Las muertes y robos que se hacían p o r todas los partes del reino eran tales
y tamas, e tan disolutos e feos e sin temor de Dios p o r fa lta de ju s tic ia y execución
délie, que ninguna gente no osaba cam inar n i s a lir de pobuzda, en ta l manera que
apenas tenían seguridad en sus casas[ i ' .
En los primeros años del reinado de los Reyes Católicos la situación no mejora
mucho pór culpa de los enemigos de los monarcas.
El cronista Hernando del Pulgar establece una asociación directa entre autoridad
monárquica y orden público, aunque la pinta con un recurso a la intervención divina y
Alguaciles. Ordeno i mando que c a v a del numero de los Alguaciles de la mi Cone se guarden las leyes
de las Cortes de A lcalá hechas p a r el Rey Don Alonso. ¿ confirmadas de m í en el Ayur.tamiepteide Segowa
que hablan en esto razón. su tenor de los quales es este que se sigue. P ar tir a r grandes frondes que se hacen,
porque andar, muchos que se llam an Alguaciles, e porque los gentes sean ciertos de la que dehen guardar, é
conozcan aI nuestro O fic ia l é sepan á quien han de mandar si les algún agravia hicieren, ienemas p o r bien
que sean dos Alguaciles p o r el nuestra A lg u a cil mayar en la nuestra Corte, é que estos que puedan poner p o r
s i sendos A lguaciles que" usen p o r s i en las oficios é na mas; pero es mi merced que el m i A lg u a cil mayar ante
que panga las das A lguaciles, los nombre o presente ante m íp o r si ó p a r otro con su poder, las quotes.seyendo
aprobados p a r mí, hagan juram enta en m i presencia en form a debida de usar las dichos oficias bien, é f ie l
é verdaderamente, guardando los leyes que hablan en fa v o r de sus oficios, é que na han dado n i darán, ni
prom etido n i prometerán p o r los dichos oficios, ni p a r causa é razón de los dineros, n i aíras cosos n i servicios
de sus cueqtns. n i de hombres, n i de otra cosa alguna, ai darán, n i prometerán casa alguna de la que remoren
los oficios n i en otra manera algutui que sea o ser pueda pa r razón del dicha oficia; este wesinn jura m en to
haga el m i A lg u a cil m ayor que los presentará: é si ellos o qtiolqttier dellos la contraria hicieren, que p o r el
misino Itccho sean perjuros e infames, é hayan perdido los dichos oficios (...).
Prom otor de la m i Justicio. Ordena é mando quel mi Promotor Fiscal p o r sí pueda usar del oficia de
Ia promacián de la mi Justicia; pero pues yo tenga puesta m i Promotor Fiscal de la mi justicia can quitación
aquí en mi Corre, que el Fiscal na pueda paner otro Promotor. Otrosí, triando que se guarde la ley premdticasencion-
p a r m í {techa, ea que se contiene quel Fiscal no ocuse n i denuncie sin dslacior. pero es m i merced é voluntad
quel F isca l Prom otor pueda acusar é denunciar p o r pesquisa á pesquisas que yo haya mandado ó mandare
hacer sobre qualesquier m aleficios que tta haya otra delaclar. (...).
IW E N R IQ U E Z D E L C A S T ILLO . Cránicu del rey don Enrique Cuarto, p. 155.
IU P U LG AR . Crónica de los Señores Reyes Católicas, p. 300.
al m ilagro que hace- que la imagen de la monarquía se sublime. El efecto de las Cortes,
de Toledo de 1480 es descrito en.un tono que in vita a-creer que es el designio divino
el que ha puesto en el trono a unos monarcas que transportan a los corazones de todos
sus súbditos el ansia de paz y armonía.
Llegado el momento del balance final, lo prim ero que hay que manifestar es que
este estudio no es com pleto, y eso es algo que hay que asumir como consecuencia
inevitable de una investigación que ha estado plagada de dificultades a la hora de encon
trar y poder acceder a unasjhentes que, además, no son todo lo ricas que se podía desear.
Ya lo dije en la introducción, pero voy a volver a recordarlo en esta conclusión. El punco
de partida de esta investigación no ha sido ni remotamente comparable al que han tenido
otros investigadores que han abordado el tema de la delincuencia en diversas zonas de
Europa. En España la d ificultad no es sistematizar un cúm ulo ingente de documentación
de archivo perfectamente catalogada y a plena disposición del investigador, sino encon
trar la documentación y conseguir que la autoridad competente le deje consultarla, aun
que para ello haya que acceder a convertirse en archivero am aieur y describir y fichar
varios miles de documentos que, por otra parte, no afectan ai tema que a uno le interesa.
Sé que no soy el primero que se ha encontrado en tal situación, y me consta que otros
han tenido que actuar de modo parecido para poder contar con un punto de partida que
cualquier historiador europeo tiene ames de decidirse a trabajar sobre esté u otro tema.
.. Reconozco que la escasez de fuentes y el carácter fragmentario de las existentes han
lim itado mucho los resultados de esta investigación y sería ilusorio pretender que se ha
podido conocer en profundidad la delincuencia castellana de fines de la Edad M edia, ni
siquiera la que se daba en un marco regional restringido y sometido a unos condiciona
mientos específicos. A la postre, creo que salvo para los territorios cubiertos por la Santa
Hermandad Vieja no hemos podido aproximarnos, siquiera vagamente, ai fenómeno de
la delincuencia en todas sus dimensiones. Se han acumulado muchas pinceladas, pero si
se me permite la metáfora, lo más que se ha podido realizar es un cuadro impresionista
imperfecto, que en algunas de sus partes está inacabado y cuyas pinceladas no llegan a
fundirse en nuestra retina hasta crear una imagen nítida. ¿Podemos trazar unas conclu
siones aceptables a partir de este material inacabado?
En primer lugar hay que plantearse si nuestro estudio ofrece alguna inform ación
novedosa sobre el fenómeno de la delincuencia tardomedieyal, porque lo que parece
claro es que para concluir que todo lo dicho hasta el momento por la mayor parte de los
investigadores se confirm a en otro estudio regional, el esfuerzo acometido no valdría la-
pena. En resumen, si la historiografía sobre la delincuencia medieval y moderna ha
tratado de definir un modelo de delincuencia medieval, ,lo más importante que puede
aportar un trabajo concreto que sistematiza fuentes diversas es problemas que susciten
debate. A lo largo de todo el trabajo creo que ha quedado clara mi postura en torno al