A través de la historia, la humanidad se ha construido no solamente por las tradiciones,
costumbres o necesidades a satisfacer, de hecho, hay un factor clave que ha fomentado a la sociedad de hoy; disciplina es un sinónimo de los muchos que se le dan a este factor llamado tiempo que se vuelve un determinante de la gran matriz que llamamos humanidad. Y es que la estructuración humana ha estado tan ligada al tiempo que se ha perdido la libertad e incluso se le ha dado valor a algo intangible como este. Es normal llevar horarios de estudio y trabajo o en otras palabras es necesario saber administrar el tiempo y optimizarlo para sentirse una persona realizada, pero ¿por qué nos vemos obligados a organizar nuestra vida según un mecanismo que se denominó tiempo?, es evidente que hay que conocer el origen de este régimen y se le suele atribuir a la revolución industrial como se puede entender del libro “hombre post-orgánico de la escritora Paula Sibila”, iniciando con el hecho de que los principales emblemas que se le atribuyen a la época son mecánicos. Es casi que automática la reacción que se tiene cuando se le menciona a una persona la revolución industrial y evidentemente le es imposible no pensar en la locomotora, pero es posible que en esa reacción nadie llegue a contextualizar el reloj como una máquina que se caracterice por ser emblema de la revolución industrial, sin embargo es las que mejor se acopla al capitalismo que para ese entonces se fortalecía desenfrenadamente. El reloj es un mecanismo simple que cumple la única función de marcar con exactitud el paso del tiempo y el darle valor a este ha llevado a transformarnos lentamente en máquinas estructuradas. El problema que tenemos con el tiempo es que queremos dominarlo tanto que se han desarrollado teorías y ficciones acerca de este, siempre estamos pensando en el ayer y el mañana y muy rara vez en el presente, hemos sido estructurados para eso porque el capitalismo ha jugado un papel importante en la formación de esta sociedad, y como se dice usualmente “the time is Gold” (el tiempo es oro). Nos asustamos con el paso de los días al ver que siempre hay mercancía nueva que nos hace sentir desactualizados y nos convertimos en parte del problema al dejarnos manipular con lo que la sociedad capitalista impone, gracias a este miedo han surgido las empresas de leasing que le ofrecen al consumidor la oportunidad de mantenerse a la corriente del tiempo estando actualizado en los productos que se ofrecen al mercado y que más demanda generan en una sociedad. Y así, meticulosamente han ido estructurando nuestra vida y nos han hecho parte de una formación social convirtiéndonos en masa de las sociedades de control. Somos el acopio de intereses masificados para la construcción de una sociedad que se manipule mediante un mecanismo cuyo significado lingüístico es irrelevante pero que ha sido el factor clave para optimizar los recursos y ser capaces utilizarlos como servicios. Volviendo a la época de la revolución industrial, las estructuras de disciplina se desvanecen irónicamente por el tiempo, estructuras como los colegios, las cárceles y hospitales que se rigen bajo un horario como mecanismo de control y de prohibición de eventos y demás actividades que puedan irrumpir el debido funcionamiento de un sistema diseñado para demostrar que el reloj sigue siendo un referente indiscutible de poder. Ahora bien, el deseo de estar cada vez más actualizados nos ha llevado a fomentar una época que se basa en la mecanización y virtualización de nuestros problemas, todo lo queremos solucionar con la ayuda de la tecnología, incluso llegando a locas ideas de poder romper el ciclo de vida de la humanidad (naces, creces, te reproduces y mueres) trayendo a una realidad no muy lejana la postergación del tiempo de vida en una tendencia de alcanzar la tan anhelada vida eterna. El periodista Fernando Cucchietti del diario el país escribió el artículo “El superordenador que fabrica humanos virtuales para probar medicinas” en el que menciona la creación de humanos virtuales que ayuden a realizar estudios médicos y así obtener mejores tratamientos a pacientes en un futuro que se aleja en un aproximado de 15 años, rompiendo también el mito de tener otro yo, uno con el que uno no se puede encontrar porque se podría fracturar el espacio tiempo de una manera irreparable. Ideas que se han ido realizando por una sociedad industrial que ha implementado mecanismos eficaces de poder y saber apoyados en sus predecesores y en el conocimiento que se tiene hoy de las ciencias sociales humanas que ejercen técnicas disciplinarias y reglamentación del tiempo de todos los seres humanos desde el momento de su nacimiento hasta el momento en el que este yace. Técnicas cuyo objetivo es la normalización de un poder que apunta a la vida para llevarla a unos estándares comunes y convertirla en “normal”, con entrenamientos y capacitaciones que conviertan a todos los cuerpos de las masas en cuerpos sumisos que se sienten libres y que por esa misma razón se transforman en cuerpos productivos, cuerpos que se ven ligados sin alternativa a una relación de poder. Aun así, es imposible que se hable de una relación de poder si los cuerpos o el individuo no sienten la necesidad de resistirse a la fuerza, porque las relaciones que se dan de esta forma no son nada más que simples relaciones de sujetos libres que no entrelazan entre sí una distinción de oprimido y opresor, y es así que decimos que el trabajo está lejos de representar en su totalidad la esencia del hombre, puesto que existiendo una relación que obligue a alguno a resistirse, estará lejos la libertad del sujeto que le permita en su totalidad esa esencia única que solidificará la construcción de la sociedad. Estas relaciones han llevado a la identificación de individuos en masa, ahora con la era digital es fácil identificar a un sujeto mediante su huella digital, su número de identificación, su pasaporte, sus tarjetas de crédito y demás formas posibles que marcan y permiten conocer el momento exacto en el que se encuentra el sujeto en determinada posición, incluso conocemos ya dispositivos del tamaño del grano de arroz que se inyectan bajo el brazo y permiten rastrear los movimientos del individuo en un tiempo exacto mediante ayuda de tecnología satelital. Al parecer es imposible escapar del tiempo, es posible deshacerse del reloj o de cualquier mecanismo que se asemeje a la función de este, pero siempre estará uno ligado al mismo hasta la muerte. Este nos determina la longevidad de un evento tan simple como la hora de almuerzo como también nos limita a crear habilidades de negociación. Para la optimización de recursos y aumentar los beneficios de los grandes empresarios del planeta, lo más importante es realizar operaciones de la manera más eficaz y eficiente y es por eso que conocer los datos de identificación de un sujeto se hacen tan importantes que se pueden volver en mercancía bursátil para muchos, hoy en día existen sistemas capaces de ubicar al cliente potencial que perfectamente se pueda transformar más adelante en un cliente frecuente y sólo por hacer uso de su información de rastreo. La disponibilidad es nuestro martirio, debemos estar disponibles para un eventual rastreo, y esto gracias a las diferentes formas socio técnicas de control que se han operado desde mucho tiempo atrás y que se pueden observar en instituciones que hacen parte indiscutible de la vida de cada persona como lo es el colegio, en un ejemplo corto, si a un estudiante en determinado momento se le solicita acercarse a la oficina del director, debe tener la disponibilidad inmediata y atender el llamado que le han hecho en el menor tiempo posible. Para mí, es imposible perder el valor del tiempo porque este se ha impregnado en la estructura social, no hay evento que no corresponda a un horario y el mismo es utilizado como principal técnica de adiestramiento así como en el tradicional castigo de encerrar a un joven en el cuarto sin televisión o celular, la sensación de tener un tiempo que no pasa se convierte en una carga de dinamita pura, que se conocen como cargas de estrés, y que son liberadas como muestras de resistencia a la relación que hay entre el oprimido y el opresor, discrepando con la autoridad inmediata aunque curiosamente manteniéndose atento al cumplimiento de esta. Situaciones así suelen ocurrir en las jornadas laborales donde un sujeto no está de acuerdo o no se siente cómodo con lo que hace, su horario se le hace eterno y empieza a generar resistencia a esta relación, del mismo modo ocurre si se le ve desde el sentido contrario en el que el tiempo no le alcanza para todas sus actividades y empieza a desencadenar una serie de opresiones a quienes se encuentran jerárquicamente debajo de él manteniendo así a los cuerpos sumisos y productivos.