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CLAUSULAS ABUSIVAS
CODIGO DE COMERCIO
El Depósito a Término se encuentra regulado en la legislación Colombiana en el
Título XVII De los Contarios Bancarios, Capítulo II Depósito a término, en los
artículos 1393, 1394 y 1395 del Código de Comercio.
El depósito a término se encuentra definido en el artículo 1393 del Código de
Comercio:
Se denominan depósitos a término aquellos en que se haya
estipulado, en favor del banco, un preaviso o un término para exigir su
restitución.
DOCTRINA
1
SUPERINTEDENCIA BANCARIA. Concepto OJ-036 de 1982.
2. Remunerar el depósito.
El establecimiento bancario, se convierte en propietario del dinero depositado, por
lo cual debe pagar una remuneración (artículo 1395 del Código de Comercio) a
menos de que se estipule lo contrario. Por consiguiente, la regla general consiste
en que el establecimiento bancario está obligado a pagar intereses remuneratorios
convencionales2.
2
Ibídem.
3
Baena, Luis, Lecciones de Derecho Mercantil, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2013, p. 646.
c. Tener un plazo de vencimiento no inferior a un mes
d. Irredimibles antes del vencimiento (aplica la prórroga automática) 4
4
Ibídem, p. 647-648.
5
SUPERINTENDENCIA FINANCIERA. Concepto 2010059048-002
6
Baena, Luis, Lecciones de Derecho Mercantil, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2013, p. 649.
7
Ibídem. p. 649.
represente el título, por lo tanto el establecimiento de crédito deberá informarle al
juez los beneficiarios del CDT y de ser posible el porcentaje de cada uno de ellos.
FUNCIÓN ECONÓMICA
A este respecto, el doctor Sergio Rodríguez Azuero expone que
En los depósitos a término si se presenta una típica captación de
ahorro, es decir, de aquella parte del ingreso que no está destinada a
ser consumida de inmediato y puede conservarse de manera
productiva durante un tiempo más o menos largo (…) tenemos aquí lo
que podríamos calificar de “ahorrador rentista”: persona que deposita
sus recurso sobrantes en buenas manos, para obtener una absoluta
seguridad sobre su conservación pero que al mismo tiempo busca y
recibe una remuneración.
JURISPRUDENCIA
Expediente: 1101-31-03-0241999-30782-01
8
Rodríguez, Azuero. Contratos Bancarios. Biblioteca Felaban, 1985. p. 236.
Se decide el recurso de casación interpuesto por el demandado contra la
sentencia de 5 de diciembre de 2003, proferida por la Sala Civil del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario promovido
por la Corporación Fondo de Empleados de Bancafé “Corbanca” frente al Banco
Cafetero S. A. “Bancafé”.
1, ANTECEDENTES
A. Pretensiones
- Declarar que dicho contrato fue incumplido por Bancafé por cuanto al
vencimiento del plazo no le restituyó a la actora la respectiva suma de
dinero, junto con sus réditos, sin que resulte válido aducir la supuesta
redención del título a un tercero tenedor, toda vez que dicho pago se
produjo por negligencia del demandado
- Declarar que a éste “le asistía justa causa para negarse a anotar en su
registro la transferencia del documento nominativo y que el no negarse fue
una conducta culposa
B. Hechos
a) El 6 de octubre de 1998 la actora constituyó en el Banco Cafetero S. A. un
depósito por aquella suma, con vencimiento el 6 de enero de 1999 e intereses
remuneratorios del 37.03% efectivo anual pagaderos trimestre vencido, cuyo
derecho crediticio fue incorporado en el certificado de depósito a término serie
1241634; a raíz de que el documento último aludido fue hurtado, se formuló
denuncia ante el Departamento Administrativo de Seguridad.
b) Como el 30 de diciembre de 1998 Bancafé anotó en su registro una
transferencia falsa del documento que instrumentaba el depósito a término, pese a
que la demandante no lo traspasó, el 6 de enero de 1999, fecha en que se cumplió
el aludido término, aquél no satisfizo la obligación derivada del susodicho negocio
jurídico, ya que no pagó el capital depositado ni los intereses pactados.
c) En respuesta a la carta de 7 de enero que Corbanca le envió, el establecimiento
bancario, en escrito de 15 de febrero de 1999, pretendiendo justificar su
incumplimiento y falta de diligencia, dijo que la razón por la que había pagado el
título radicaba en que quien lo presentó para su cobro se encontraba legitimado
para ello, a lo que agregó que la información acerca de que la actora había
perdido ese documento le fue puesta en conocimiento después de la fecha en que
efectuó el registro de la transferencia cuestionada y que la persona que se
presentó con “el título para su cobro exhibió y entregó el original del mismo”, sin
que el banco hubiese tenido noticia previa en relación con aquella circunstancia.
d) La anterior manifestación la emitió el demandado, no obstante que en la circular
normativa número 045 de 23 de junio de 1994, él mismo ya había señalado cómo,
ante la creciente ola de siniestros que presentaba el sistema financiero, la
dirección de esa institución bancaria consideraba oportuno recordar el
cumplimiento estricto de todos los procedimientos de control interno para las
“operaciones reverenciadas”, como “verificar endoso o cadena de endosos en el
CDT, los cuales deben estar registrados en el Libro de Propietarios” y que en
“caso de que el titular sea persona jurídica, se debe exigir el certificado de
existencia y representación legal de la empresa actualizado (fecha de expedición
no superior a 30 días)”.
e) Mediante carta de 17 de agosto de 1999 la demandante nuevamente le reclamó
al demandado el cumplimiento del contrato, a lo que éste replicó con la suya de 30
de agosto de 1999, a través de la cual reiteró su negativa.
Propuso como excepciones las que denominó “existencia de legitimación tanto por
activa (ultimo tenedor) como por pasiva (deudor cambiario) en el cobro y en el
pago de este título valor” e “imposibilidad jurídica de pretender derechos sobre un
depósito de dinero”; la primera se apoyó en que la actora no exhibió el original del
título valor, como sí lo hizo la persona que cobró el respectivo CDT, quien de esa
manera probó no sólo la prestación cambiaria sino que era un tercero tenedor de
buena fe, que derivaba del título valor un derecho autónomo respecto del cual
Bancafé no podía proponerle excepciones fundadas en los hechos que ahora
invoca la actora; y, la segunda, en que ésta no podía pretender el derecho
reclamado por cuanto el mismo quedó incorporado en un título valor que entró en
circulación, el cual, al hallarse en manos de un tenedor de buena fe, resultaba
inmune a las circunstancias alegadas por ella.
Añadió el ad-quem que si bien la pérdida del original del título podía calificarse
como desatención de la actora al deber de custodia, la verdad era que tal suceso
no exoneraba a la demandada de responder, por cuanto en tratándose de títulos
nominativos dicho acontecimiento por sí solo no provocaba el daño, puesto que
aun perdido no se habría logrado el pago a terceros si la opositora no hubiera
aplicado de manera insuficiente los correspondientes “mecanismos de
verificación”.
F. DEMANDA DE CASACION
CARGO PRIMERO
Acusa la sentencia de violar, en forma indirecta, los artículos 643, 648 inciso 2°,
650, 870, 882, 1394 del Código de Comercio, 1604, 1608, 1613 y 1614 del Código
Civil, a consecuencia de los errores de hecho en que incurrió el tribunal al apreciar
la demanda.
1. Consideraciones de la Corte
CARGO SEGUNDO
Ataca al fallo de infringir, de modo indirecto, los artículos 619, 625, 643, 648, 650,
661, 662, 784, numerales 11 y 12, 820, 835, 870, 882, 1394 del Código de
Comercio, 1546, 1604, inciso 3°, 1608, 1613, 1614 y 1617 del Código Civil, como
consecuencia de los errores de hecho en que incurrió el tribunal en la apreciación
de los documentos que soportaron el registro del último endoso del certificado de
depósito a término y de la circular interna número 045 de 23 de junio de 1994, que
lo llevaron a tener por demostrada la culpa del demandado como causante del
daño reclamado.
Tomando como punto de referencia los pasajes del fallo en los que ad-quem
expuso, según lo afirma el impugnador, que la opositora tenía el deber, legal y por
disposición reglamentaria interna, de examinar la autenticidad de la cadena de
endosos, lo que no cumplió pues asumió una conducta negligente en la revisión
de los documentos correspondientes, asegura la censura que, sin embargo, el
único deber normativo que aquélla tenía era el de constatar la posesión del título
por parte de quien solicitaba el registro, la continuidad formal de los endosos y la
identidad del cobrador. En contra de lo expuesto por el tribunal basta observar,
dice, los documentos visibles a folios 100, 142 a 145 del cuaderno 3, esto es, la
comunicación a través de la cual (…) S. A. le remitió al banco el original del título
para efectos de su inscripción y pago, la copia del mismo certificado de depósito a
término donde figuraban los diversos endosos y las cartas de traspaso
autenticadas que le daban soporte a dicha cadena. Como el banco verificó,
conforme a la ley y a su reglamentación interna, lo que le correspondía, él no pudo
incurrir en culpa o negligencia en la revisión de los endosos.
Luego de aludir a las cuatro características principales de los títulos valores y
explicar su alcance, anota el censor que siendo la autonomía una consecuencia
de la transferencia del título, si éste es nominativo, para que obre la autonomía
cambiaria plena, además del endoso o de la cadena de endosos, según el caso, y
de la entrega, requerirá de la inscripción del traspaso en el libro de titulares. Es de
esta manera como se produce la transferencia con todos sus efectos. Empero,
puede suceder que producida esta última con sujeción a dicha ley, quien trasmita
el documento no sea el titular, y, sin embargo, que el actual poseedor, siendo de
buena fe exenta de culpa, adquiera un derecho autónomo, porque si bien son
conceptos distintos autonomía y titularidad, el ordenamiento jurídico privilegia la
protección de la primera, al punto que nada puede hacer el acreedor despojado
del título para lograr la efectividad de su derecho cuando se enfrenta a un
poseedor amparado en la buena fe. Por razón de la autonomía viene a explicarse
que al endosatario o tercero poseedor no se le puede oponer la falta de titularidad
de quien se lo traspasó, en tanto lo haya adquirido de buena fe.
A vuelta de asegurar que lo expuesto en precedencia se desprende, entre otros,
de los artículos 784, numerales 11 y 12, 803, 810, 819, 820 y 835 del Código de
Comercio, los cuales transcribe, sostiene el acusador que si el endoso de un título
nominativo por sí solo no es suficiente para generar autonomía con plenos efectos
cambiarios del derecho del adquirente frente al emisor, porque queda faltando su
inscripción, habrá que indagar acerca de cuáles son entonces las consecuencias
jurídicas que frente al inciso segundo del artículo 648 ibídem tienen los endosos
de un título de la señalada naturaleza previos a tal registro y cuál el deber legal del
deudor frente a la solicitud que le haga el último endosatario para que lo inscriba.
Para contestarlo, empieza el censor señalando que, conforme a los artículos 406 y
648 del estatuto legal citado, a la inscripción de un nuevo tenedor del título
nominativo en el registro de su creador se puede llegar, entre otros, mediante el
"transferimiento", también conocido como carta de traspaso, o por endoso del
título, lo que dará derecho al adquirente para obtener la inscripción respectiva;
esto es, que un título valor nominativo puede circular mediante endosos sucesivos,
caso en el cual, si bien es cierto que mientras no se obtenga la inscripción del
último endosatario, respecto del emisor del documento continuará siendo
legitimado para su cobro quien figura registrado, ello no quiere significar que tales
endosos no produzcan efecto jurídico, pues, cual lo precisa el inciso segundo del
artículo 648, como el endoso implica la transferencia, lo legitima para su registro,
por lo que los plurales endosos que pudieron verificarse producen, de cara a su
inscripción, plenos efectos cambiarios, con la obvia adquisición de un derecho
autónomo, no derivado por el último tenedor de sus antecesores.
Sostiene entonces que en relación con el derecho que tiene el adquirente de un
título nominativo de solicitar su inscripción, no puede ser que para el creador del
mismo únicamente se genere una conducta potestativa de hacer o no el registro,
no sólo porque frente a esa decisión está de por medio el derecho autónomo del
endosatario y la presunción de buena fe que a él lo ampara sino porque el artículo
650 del estatuto mercantil impone al creador la obligación de hacer el registro,
salvo que exista una justa causa.
Dadas las precisiones anteriores, prosigue, cabe indagar cuál es el alcance que
tiene el artículo 649 del estatuto mercantil, que faculta al creador del título para
exigir que la firma del transmisor se autentique, siendo por ello pertinente
establecer cuál es el resultado de que el solicitante no la obedezca y cuál la
consecuencia de su negativa frente a lo dictado por el artículo 650 de esa
codificación. Afirma así que cuando el título nominativo se transmite por endoso, le
resultan aplicables a su circulación las normas que gobiernan los títulos a la orden,
entre ellas, los artículos 661 y 662 del mismo ordenamiento, los cuales disponen
que la cadena deberá ser ininterrumpida para que el tenedor pueda legitimarse,
que el obligado deberá identificar al último tenedor y verificar la continuidad de los
endosos, con lo cual dichos preceptos integran la normatividad que gobierna la
circulación del título nominativo cuando es por endoso.
Aclara, seguidamente, que como el último de los citados artículos establece que el
obligado no podrá exigir que se le compruebe la autenticidad de los endosos,
puede surgir entonces una contradicción si, ante la presencia de este precepto y
de una serie de endosos, el creador ejerce la facultad que le otorga el artículo 649
ibídem para exigirle al último tenedor, solicitante de la inscripción, la autenticación
de la firma del transmisor. Todo parece, indica, que una hermenéutica racional
conduce a determinar que la opción de hacer actuar esta disposición tiene cabida
únicamente en transmisiones del título nominativo diferentes al endoso.
De este modo, continúa, aunque el artículo 650 del Código de Comercio no
menciona qué debe entenderse por justa causa para negar la inscripción, la
misma debe valorarse en armonía con el artículo 662 ibídem, en el sentido de que
el obligado no podrá exigir que se compruebe la autenticidad de éstos, mas sí
debe identificar al último tenedor y verificar la continuidad de los endosos. Así las
cosas, continúa, no es cualquier motivo el que se puede aducir para negar el
registro, pero de lo que sí es claro es que se debe tener por vedada la posibilidad
de que ello ocurra como consecuencia del examen de la autenticidad de endosos
o de cualquier regularidad material, prohibida por la primera de esas normas. Y
como la buena fe del adquirente se presume, lo mismo que la entrega del título
con la intención de hacerlo negociable cuando éste se halle en poder de persona
distinta del suscriptor, bastará entonces que el endosatario poseedor debidamente
identificado solicite la comentada inscripción, y que si en el documento aparecen
otros endosos, demuestre que éstos conforman una serie ininterrumpida hasta
llegar a él, para que dicho creador no se pueda sustraer a su obligación legal de
hacerlo, así esté enterado de irregularidades en endosos anteriores o que alguno
de los endosatarios precedentes hubiese sido un poseedor fraudulento. Diferente
sería que el suscriptor conociera de fundados motivos que desvirtuaran la buena
fe del último tenedor, "porque desprovisto el solicitante de esa protección legal,
que pone en duda la autonomía del derecho con que adquirió el cartular, se
impone evidentemente para aquél la negativa del registro" (fl. 46).
Considera así el recurrente que (…) no desatendió ningún deber legal ni incurrió
en culpa o negligencia, como lo apreció en forma equivocada el tribunal, que le
impusiera la negativa de registrar el traspaso del referido certificado efectuado a
favor de (…) S. A., con fundamento en el examen de autenticidad o regularidad
formal y material de la cadena de endosos, pues ese deber legal, en criterio del
tribunal desatendido, no existe en realidad. De suerte que éste, al proceder de la
señalada manera, violó las normas mencionadas en el cargo y desacertó también
al hacer aquellos planteamientos, contrarios a las características de los títulos
valores.
Expresa, en efecto, que aquél erró al estimar que el titular era el "único autorizado
por la ley para trasmitir en debida forma y con plena protección cambiaria el
instrumento, dando lugar a la 'cadena de endosos' y a la posterior inscripción de la
negociación en el libro de registro", pues lo cierto es que tiene plena protección
cambiaria la transferencia que del título se haga a un tercero poseedor de buena
fe exenta de culpa, aun si su inmediato o mediato endosante no es en verdad el
titular del cartular, pues la autonomía con que el tercero adquiere su derecho le
permite obtener, por ministerio de la ley, la inscripción de su traspaso,
convirtiéndose así en legítimo tenedor. Señala que también se equivocó el
sentenciador al calificar como "un deber, apenas elemental", el que el opositor
"constatara la regularidad del endoso", y esa apreciación fue determinante para
que, con apoyo secundario en la prueba, dedujera una conducta negligente del
obligado, puesto éste no era un deber legal.
Sostiene la censura que el tribunal consideró en forma errónea que el Banco (…)
S. A. debía negar la inscripción, "cuando exista justa causa que lo aconseje, muy a
pesar de que quien solicite el registro sea un tenedor de buena fe", puesto que tal
conclusión no tiene respaldo legal, por las razones atrás expuestas y, además,
porque dicha apreciación choca con la orientación del Código de Comercio, "que
en no pocos casos sacrifica el derecho de propiedad en aras de proteger la buena
fe cambiaria, que incluso se presume exenta de culpa, todo con miras a garantizar
la libre e indispensable circulación en el derecho cartular", lo que aquél no advirtió.
Adicionalmente, prosigue el impugnador, el ad-quem encontró que en la circular
045 de 23 de junio de 1994 expedida por (…), se establecía como obligación del
creador del título negar el registro de la transferencia a favor de (…) S. A. por
razón de la autenticidad de los endosos, que condujeron a dicho tercero a obtener
el pago del título, pese a que ello no se desprende de su contenido, mayormente
siendo que dicha circular solo tiene un alcance administrativo interno, con pautas
de comportamiento para los funcionarios del banco, que no afecta las
características peculiares de los títulos valores emitidos por el demandado, y que
carece de todo efecto normativo respecto de sus relaciones con (…); además,
tampoco es correcto el entendimiento que le dio el juzgador a dicho escrito, el cual
está diseñado para regular lo atinente al pago de los certificados de depósito a
término y no lo concerniente al registro de la transferencia de tales papeles, aparte
de que su literal segundo, que hace referencia a la identificación de la persona que
se presenta a reclamar el pago, "no puede tener otro alcance que el de asimilar la
expresión 'titular o propietario' a que allí alude, con la condición de último
poseedor de quien se presenta a reclamar ese pago" (fl. 51); es decir, ese literal
toca frontalmente con la persona jurídica que, título en mano, se presenta a
ejercer la acción cambiaria de cobro del crédito incorporado en el cartular, que fue
lo que aconteció con (…) S. A., de quien con exclusividad debían verificarse esas
exigencias, no con respecto a (…).
Predica la censura que el juez de segundo grado acogió la teoría del riesgo creado
o riesgo beneficio y entendió que sobre el banco pesaba una presunción de
responsabilidad por tratarse de una actividad bancaria de un servicio público que
de suyo implica riesgos, sin tener en cuenta que dicha teoría "no encuentra
consagración positiva para cuando se trata de discutir la responsabilidad del
emisor de un título nominativo por inscribir, o negar a hacerlo, una solicitud de
anotación de un endosatario"(fl. 52), como sí lo está para otros eventos
establecidos por el legislador y avalados por la jurisprudencia. Señala que el
artículo 650 del Código de Comercio no presume ninguna responsabilidad en
contra del emisor del título nominativo, trátese de un ente financiero o no, "y los
casos en que la ley alude a la teoría del riesgo como fuente de la responsabilidad
civil en el sector financiero, por ejemplo, para el evento del pago de cheques
falsos o adulterados", no son de aplicación analógica.
1. Consideraciones de la Corte
Para adoptar la decisión objeto de censura, no sin antes asegurar que en este
asunto aparecía demostrado que el certificado de depósito a término había sido
expedido a favor de la actora, el tribunal comentó que la circunstancia de que
dicho título ostentara la naturaleza de nominativo lo sometía a un procedimiento
especial en lo concerniente a su regular circulación, conforme al cual era calificado
como tenedor legítimo quien figurara en el texto del respectivo documento y, a la
vez, inscrito en el libro de registro que llevara el emisor; lo anterior indicaba que
aquélla, como tenedora primigenia del mencionado documento, era la única
persona legalmente autorizada para transmitirlo, dando lugar, por un lado, a que
de ese modo la cadena de endosos se iniciara y, por el otro, a la inscripción de las
respectivas transferencias en el aludido libro de registro. Con esa base,
seguidamente puntualizó que en esta causa se probó que en la transmisión del
citado cartular el demandado no adoptó los mecanismos de control que debió
observar en orden a precisar la regularidad del traspasamiento, por cuanto en el
supuesto primer endoso no intervino la actora, toda vez que Jorge A. Martínez
Hernández, quien en ese acto dijo actuar como su representante legal, no
ostentaba dicha calidad, según lo encontró del certificado relativo a su existencia y
representación, al punto que ese sujeto en la notaría fue identificado con la cédula
de ciudadanía 79'542.216, en tanto que el verdadero representante legal de la
demandante se identificaba con la número 19'153.496. La situación así descrita lo
llevó a inferir que a través del endoso inicial aquélla no resultó vinculada como
quiera que dicho acto no lo realizó su verdadero representante legal; agregó que
los señalados aspectos eran de suma importancia, pues, al tratarse de un título
nominativo, para su correcta negociación se requería del endoso y al mismo
tiempo de su registro, procedimiento que resultaba útil puesto que le daba
seguridad al deudor para efectuar un buen pago, ya que en ese orden de ideas el
único legitimado para exigir su cancelación era quien figurara en el texto del
documento y, a la vez, inscrito en el correspondiente libro de registro de
transferencias.
insistió así el ad-quem que la actuación del demandado no estuvo signada por la
diligencia debida en la medida en que el 30 de diciembre de 1998, cuando registró
en el señalado libro el traspaso a favor de (…) S. A., omitió advertir que aquella
primera transmisión no provenía de la demandante -quien para entonces era la
titular del derecho, por razón de que aún figuraba inscrita como tal- pues quien en
ese acto dijo endosarle a (…) el señalado documento no era el representante legal
de aquélla, pese a que era deber del opositor constatar la regularidad del endoso,
para lo cual, en tratándose de personas jurídicas, le hubiera bastado revisar el
memorando certificado donde aparecían las condiciones arriba indicadas. En esa
dirección precisó que lo pernicioso del procedimiento no estuvo "en el paso final
del pago sino en la inicial transmisión del cartular", circunstancia anómala esa
sobre la que (…) debió reparar al momento de registrar la transferencia, pues esa
fue la ocasión propicia que tuvo para establecer que quien allí estaba inscrito
como acreedor no era la persona que en dicho acto transmitía "el derecho que en
libros la ley le reconoce"; enfatizó que no obstante que la cuantía del certificado
llamaba a la cautelosa actuación, en el procedimiento que siguió para registrar la
traspasación el demandado no procedió con la diligencia y cuidado debidos.
Recalcó que el daño no se habría producido si la opositora no hubiera aplicado de
manera insuficiente "los mecanismos de verificación" de la firma utilizada para el
endoso irregular "que dio origen a la cadena que posteriormente legitimó" a (…) S.
A.
Como se aprecia, el argumento total en que el sentenciador fundó la conclusión
que lo condujo a dar crédito a la pretensión que acogió, ni por asomo estuvo
montado en el aspecto que el casacionista pretende combatirle, esto es, en que le
hubiese atribuido al opositor el deber que tenía de exigir que, previamente a la
anotación en el libro de registro de aquella transferencia, que se le comprobara la
autenticidad de los endosos, y que por no haberlo cumplido hubiese incurrido en
un comportamiento culposo, pues, ha de repetirse, lo que en puridad de verdad el
tribunal le reprochó a (…) fue el hecho de no haber visto que en el acto relativo a
la primera transferencia, la demandante, como titular natural no sólo del
instrumento sino del derecho incorporado en el mismo por cuanto todavía figura
inscrita en el libro correspondiente, no era la persona que allí aparecía haciendo la
transferencia, por cuanto quien dijo representarla ciertamente no era su
representante legal. Expresado con otras palabras, el ad-quem simplemente
estimó que a través del endoso inicial la demandante no resultó vinculaba en la
medida en que tal acto no lo realizó su representante legal sino alguien diferente, y
fue con base en esa consideración como juzgó que la actuación del opositor no
estuvo signada por la diligencia debida, ya que el 30 de diciembre de 1998,
cuando registró en el citado libro el traspasamiento a favor del tercero, dejó de
observar que esa primera transmisión no provenía de (…), por cuanto quien allí
dijo endosarle a (…) el título no era el representante legal de aquélla, y que la
constatación sobre el punto la hubiera cumplido sin ningún contratiempo de haber
revisado el respectivo certificado de existencia y representación legal de la
persona jurídica sin ánimo de lucro.
Es palmario, desde luego, que el juez de segundo grado y el mismo Banco (…) S.
A. en su condición de obligado, dado que fue el emisor del certificado, no podían
exigir que el último tenedor del título acreditara la veracidad de los diversos actos
de transferencia llevados a cabo alrededor del descrito documento no sólo porque
tal exigencia está expresamente prohibida, pues no otra cosa se desprende del
artículo 662 del Código de Comercio cuando perentoriamente señala que el
"obligado no podrá exigir que se le compruebe la autenticidad de los endosos",
sino por razón de que, por lo menos desde el punto de vista de lo que muestra la
apariencia física, absolutamente todos y cada uno de los traspasos que con
relación al mencionado certificado de depósito se hicieron se encuentran con la
correspondiente nota de autenticidad, de donde mal hubiese procedido uno o el
otro de haber requerido que, aun contra ello, se comprobara la susodicha
autenticación. Para constatar este último aserto basta ver las copias que de tales
actos cambiarios corren a folios 142 a 144 del cuaderno 3, de las que aflora que el
primer endoso, efectuado supuestamente a favor de (…), fue autenticado en la
Notaría Sesenta de Bogotá, el de éste a (…), en la Notaría Cuarta de Manizales, y
el del último de los nombrados a favor de (…) S. A. Compañía de Financiamiento
Comercial en la Notaría Veintisiete de Medellín.
Y no se diga que cuando el tribunal le enrostró al demandado no haber advertido
que en la transferencia inicial no participó la actora porque la persona que allí
produjo el traspaso no era su representante legal, procedió contra el contenido del
precepto normativo recién citado, pues una aseveración de esa naturaleza no toca
en realidad con el hecho de que se considere que los endosos, o uno cualquiera
de ellos, sea falso o no, o que se dude de su certeza, y que precisamente por ello
hubiese sido necesario requerir al último tenedor que comprobara la socorrida
autenticidad, pues un aserto como aquél lo que entraña es la afirmación
consistente en que habida consideración que el título valor nunca salió del imperio
de la demandante, el opositor en su condición de creador no debió sentar el
registro, sencillamente porque la traspasación no provenía de aquella persona, a
cuyo favor originalmente fue expedido el título y quien aún para el 30 de diciembre
de 1998 figuraba inscrita como titular del mismo debido a que los endosos
intermedios no fueron objeto de inscripción en el correspondiente libro de
tenedores de certificados de depósito a término.
Entonces, es evidente que de manera desorientada el recurrente fija el ámbito del
embate en el terreno de la autenticidad, cuando la verdad es que el juez de
segundo grado nunca tuvo en mente una temática de esa índole en la medida en
que jamás puso en duda lo atinente al otorgamiento de los endosos, sino que
derechamente advirtió que por el hecho de que la demandante no intervino
particularmente en el primer endoso, la opositora debió negarse a inscribir al
tercero como nuevo titular del instrumento. Tan patente es este descarrío de la
censura que el cargo para nada se refiere al hecho de la no intervención de la
actora en la realización del primer traspaso y menos a que esa específica
circunstancia impidiera sentar cualquier registro en el libro respectivo. Y no lo hace
porque, ha de insistirse, todo el planteamiento lo edificó el acusador a pretender
hacer ver el supuesto error del sentenciador por haber pregonado, según él, que el
demandado incumplió su deber legal de exigir que se le comprobara la
mencionada autenticidad, siendo que ello se distancia del contenido objetivo de la
citada argumentación.
A este propósito es de verse que la debida consonancia que debe existir entre el
embate planteado con las motivaciones que se pretendan descalificar, no se
cumple a cabalidad cuando, como lo ha dicho la Corporación, "el recurrente se
limita a exponer una fundamentación por completo desligada de dicho fallo", como
tampoco en aquellas hipótesis en que "se basa en un supuesto que nunca ha sido
considerado por el sentenciador, puesto que en tales eventos se mantienen
intactos los pilares de la sentencia recurrida, los que, en esa medida, no sólo
siguen en pie sino excluidos de cualquier examen" (Sentencia número 047 de 29
de marzo de 2001, exp. 6541).
Entendió así el tribunal que como los actos intermedios no fueron objeto de
registro en el libro que al efecto llevaba el emisor del título, la situación del último
tenedor necesariamente debía conectarse con quien figuraba inscrito como titular,
que no era otra que (…), lo cual compagina con lo que al respecto expone la
doctrina1. De esta manera, fue entonces con relación a la demandante que el
tribunal se detuvo para verificar, como lo manda el artículo 662 del estatuto
mercantil, lo atinente a la continuidad formal de los endosos, misión en cuyo
desarrollo detectó que aquélla no había trasferido el cartular, de donde al
demandado le surgía el deber legal de sustraerse a sentar el nuevo registro, de
suerte que al haber incumplido es carga, faltó a la diligencia debida.
Habida consideración que esa comprensión del juez de segundo grado no es
desproporcionada ni carece de lógica y, en cambio sí, concuerda con lo que
muestran no sólo los elementos de certeza adoptados por la censura sino con
aquellos en que aquél se fundó, así como con los preceptos normativos que
regulan el ámbito de los títulos valores de carácter nominativos, en particular los
artículos 648 y 650 del Código de Comercio, no encuentra la Sala que en dicha
apreciación hubiera incurrido en el dislate fáctico que el recurrente divulga, pues,
dado que el legislador no define lo que se debe entender por "justa causa" y que
tampoco limita de manera expresa el contexto de su alcance, la inteligencia que el
juzgador le otorgó a la situación de hecho que valoró no emerge incompatible con
lo que desde una perspectiva racional objetivamente puede entenderse por un
motivo adecuado que conduzca a producir la negativa de que trata el precepto
último citado.
Ahora, lo tocante con que el tribunal apreció en forma indebida la circular interna
número 045 de 23 de junio de 1994, expedida por la misma entidad demandada,
por razón de que su contenido apenas contiene instrucciones dirigidas a los
funcionarios de la entidad bancaria para efectos del pago de certificado de
depósito, entre otras especies, pero no relativas a la circulación o transferencias
de los mismos, así como porque ese instructivo no tiene un alcance normativo, ha
de decir la Corte que, como se dejó ampliamente analizado en las consideraciones
que preceden, la presencia de los elementos de la responsabilidad que hizo
actuar, el ad-quem del mismo modo la dedujo de los documentos contentivos de
las aludidas cartas de traspaso, del propio certificado de depósito a término y del
contenido de los preceptos legales que atrás quedaron referidos, particularmente
del artículo 648 del Código de Comercio, relativo a la ley de circulación de los
títulos valores nominativos, pues fue de comparar su contexto con la realidad que
fluía del proceso como constató que el opositor tenía justa causa para no inscribir
a (…) S. A. como nueva titular del instrumento.
Significa lo expuesto que como esta última apreciación del sentenciador pasó
indemne en casación, según viene de estudiarse, así se admitieran los
argumentos expuestos por el acusador alrededor de la mentada circular interna,
ellos por sí solos no producirían el quiebre del fallo, pues éste, en tal supuesto,
seguiría apoyado en esos otros razonamientos no destruidos.
Por tanto, no prospera el cargo.
CARGO TERCERO
Acusa la sentencia de violar, en forma indirecta, el artículos 2357 del Código Civil,
por falta de aplicación, como consecuencia de los errores de hecho en que incurrió
el tribunal al apreciar la conducta de la actora, situación que lo llevó a dejar de
reconocer la compensación de culpasostiene el casacionista que a través del
hecho tercero del libelo la demandante confesó que el certificado de depósito en
cuestión circuló y llegó a manos de terceros como consecuencia de que el mismo
le fue hurtado, de lo que ella se percató y dio aviso al emisor el 6 de enero de
1999, es decir, después de haber sido inscrita la sociedad (…) S. A. en el libro de
registro. Así se desprende, dice, de la comunicación remitida por aquélla al
opositor en la citada fecha, en la que le solicitó se abstuviera de negociar el título,
al igual que del texto de la denuncia penal formulada por su representante legal en
esa misma oportunidad.
No obstante que dichas pruebas demostraban la culpa concurrente de la actora en
la generación de condiciones propicias para la inscripción de (…) S. A. como
nueva titular del certificado, el tribunal, aunque encontró en el banco una conducta
negligente y registró la susodicha pérdida como un hecho imputable a (…), se
abstuvo de reducir la indemnización, al no vislumbrar la concurrencia de culpas,
"sin que fuera necesario entrar o incursionar, como lo hizo, en otros hechos que
en manera alguna le quitaba el carácter culposo" al comportamiento de ésta.
Indica el censor que si para el juez de segundo grado con el sólo hecho de la
pérdida no se habría verificado el pago del título al tercero sin la culpa del banco,
resulta jurídicamente acertado "que tal circunstancia 'pueda dar lugar a la
exención de responsabilidad del demandado'. Si además de la culpa de la víctima,
se evidencia culpa del demandado, no hay lugar a una liberación total de
responsabilidad". De allí estima el recurrente que aquél se equivocó en negarle a
aquella conducta de la actora influencia causal en la inscripción y posterior pago
del documento.
Comenta el acusador que la equivocación del juzgador se hace patente cuando
aseguró que la sola pérdida del documento no producía "el daño reclamado en la
medida en que éste se habría evitado si el banco hubiera actuado diligentemente",
pues con esa apreciación "tendría que llegar a igual conclusión evaluando el
asunto bajo la óptica inversa"; agrega que descartar cualquier nexo entre la
aludida pérdida y la verificación de la inscripción, es desconocer lo que el
legislador y la jurisprudencia han reconocido "con indiscutible influencia causal
cuando aluden a los eventos de extravió, pérdida o hurto de un título valor" que da
lugar a su circulación.
1. Consideraciones de la Corte
Señala la Corte que el razonamiento edificado por el juez de segundo grado para
anotar que en la producción del resultado dañoso ninguna relevancia tenía el
hecho de que la actora hubiera extraviado el certificado de depósito a término si se
tenía en cuenta que se trataba de un título nominativo, de donde aun perdido su
pago al tercero no se habría producido de haber actuado el opositor con la
diligencia debida, no deviene desproporcionado ni arbitrario y tampoco carece de
lógica, razón que al tiempo conduce a sostener que la sustentación de tal manera
concebida por aquél, así sea que frente a ella se tenga un criterio distinto, no cae
en lo absurdo para que pudiera predicar, como ciertamente lo hizo, que el
comportamiento del demandado subsumió el de la actora. A este respecto ha de
reiterar la Corporación, como lo dijo al despachar uno de los cargos anteriores,
que si la conclusión a la que arribó el sentenciador, después de ponderar
críticamente el haz probatorio, se encuentra dentro de la lógica y lo razonable, así
sea que frente a ese mismo conjunto demostrativo el censor proponga un
entendimiento diverso, no se produce el error de hecho con las características
requeridas en casación, puesto que en tal caso no hay certeza absoluta de la
equivocación en que aquél hubiera incurrido en el fallo combatido.
En consecuencia, el cargo no prospera.
G. PARTE RESOLUTIVA
1. Decisión
En armonía con lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de Casación
Civil, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,
NO CASA la sentencia de 5 de diciembre de 2003, pronunciada por la Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario
identificado en esta providencia.
Condénese al recurrente al pago de las costas causadas en el recurso
extraordinario.
Se considera importante recordar que el monto del capital mínimo que las
compañías de financiamiento deben acreditar para su funcionamiento, de acuerdo
con el artículo 80 del Estatuto Orgánico del Sistema Financiero para el año 2015,
se encuentra actualizado y publicado en la página Web de esta Superintendencia
por un valor de $20´570.000.000.
Ahora bien, resulta conviene señalar que en el artículo 3° del Decreto 2423 de
1993 (incorporado en el artículo 2.2.1.2.7 del Decreto 2555 de 2010) está previsto
que:
Los CDT expedidos por el Banco ostentan la condición de títulos valores cuya
circulación se efectúa de manera nominativa y que resulta necesaria la
presentación del certificado ante la oficina emisora del mismo para el pago de sus
rendimientos o para su cancelación, condiciones estas que están en consonancia
con las características legales de esta clase de títulos.
El contrato de depósito a término, regulado por los artículos 1393 a 1395 del
Código de Comercio no se confunde con el certificado de depósito a término,
puesto que la celebración de tal contrato da lugar, ora a la creación de tal
certificado, ora a la expedición de un simple documento de deber, a elección de
las partes, en el caso de los establecimientos bancarios.
Sin embargo, el Decreto 2423 de 1993 en su artículo 6° literal b), redujo de tres (3)
meses a un (1) mes, el plazo mínimo de los depósitos respecto de los cuales se
emitan certificados de depósito a término de los establecimientos de crédito.
De acuerdo con el artículo 21, numeral 3° del Estatuto Orgánico del Sistema
Financiero, “las corporaciones de ahorro y vivienda están autorizadas para emitir
certificados de ahorro de valor constante por cualquier cuantía y con plazos entre
uno (1) y tres (3) meses, tres (3) y seis (6) meses o plazos superiores. Si no se
cancelan al vencimiento pactado, se entenderá que quedan prorrogados por
períodos sucesivos iguales al inicialmente acordado. Estos certificados serán
irredimibles antes de su vencimiento”.
Resolución 10 de 1980
Decreto 721 de 1987, en concordancia con los Decretos 403 y 911 de 1988,
incorporados en el artículo 21, numeral 3° del Estatuto Orgánico del Sistema
Financiero.
Sólo puede expedirse un nuevo certificado una vez se haya vencido el anterior. De
otra parte, y, en este evento, las partes pueden pactar de común acuerdo las
condiciones de la operación en desarrollo de la autonomía de la voluntad privada,
siempre que la voluntad contractual se desarrolle bajo la debida subordinación de
las normas que rigen esta clase de actividades.
BANCO DE LA REPUBLICA
Las tasas de captación son las tasas de interés que las instituciones financieras
reconocen a los depositantes por la captación de sus recursos. Estas tasas de
interés se conocen también como tasas de interés pasivas, porque son depósitos
que constituyen una deuda de la entidad financiera con terceros. El Banco de la
República calcula y publica tasas de interés de captación de certificados de
depósito a termino (CDT’s) a diferentes plazos, como el promedio ponderado de
las diferentes tasas, por los montos transados en cada periodo.
DTF
Es el promedio ponderado de las tasas de interés efectivas de captación a 90 días
(las tasas de los certificados de depósito a término (CDT) a 90 días) de los
establecimientos bancarios, corporaciones financieras, compañías de
financiamiento comercial y corporaciones de ahorro y vivienda. Esta tasa es
calculada semanalmente por el Banco de la República.
Con todo, los contratos de adhesión, a pesar de su validez, pueden dar lugar a
situaciones de abuso y explotación, dado que su contenido es redactado de
manera unilateral por una de las partes. Frente a esta situación se ha visto como
algo necesario que el Estado intervenga e impongas límites al ejercicio de la
libertad contractual mediante mecanismos que permitan, por un lado, restablecer
el equilibrio de las partes contratantes y, por otro lado, proteger a la parte débil del
contrato9.
A estos instrumentos deben sumarse la doctrina de las cláusulas abusivas
desarrollada por la jurisprudencia, la cual tiene tres propósitos fundamentales que
legitiman o justifican su razón de ser:
a) Controlar y castigar el ejercicio abusivo de la autonomía privada
b) Proteger aquella parte del contrato que ha tenido la posibilidad de participar
en la determinación de su contenido o en algunas de sus cláusulas y que,
por tanto, se limita a aceptar lo predispuesto por la otra parte
c) Mantener el equilibrio y la justicia contractual entre las partes.
9
Rodriguez Yong, Camilo Andrés, Una aproximación a las cláusulas abusivas. Bogotá, Editorial Universidad
del Rosario, Legis S.A. 2013. Pp 25-26.
PRINICIPIOS Y CONCEPTOS JURIDICOS FUDAMENTALES EN MATERIA DE
CLÁUSULAS ABUSIVAS
Las cláusulas abusivas se encuentran íntimamente relacionada con los principios
de autonomía de la voluntad y buena fe, así como los conceptos de abuso del
derecho, posición dominante y contratación de adhesiva.
1. Principio de la autonomía de la voluntad: Este principio ha sido definido
como el poder las personas, reconocido por el ordenamiento positivo, para
disponer con efecto vinculante de los intereses y derechos de los que son
titulares y por ende, crear derechos y obligaciones, siempre que respeten
el orden público y las buenas costumbres.
12
Corte Suprema de Justicia (2011, 19 de diciembre), magistrado ponente: Pedro Octavio Munar Cadena.
contenido de un contrato y hace uso de esa prerrogativa para imponer una
cláusula que le otorgue una atribución exorbitante, irrazonable e
injustificada, debe entenderse que dicha actuación no se enmarca dentro
de los postulados de honestidad, lealtad y corrección, valores emanados
del principio de la buena fe. Como consecuencia el principio impone a las
partes la prohibición de incluir cláusulas abusivas en sus relaciones
contractuales.13
13
Corte Suprema de Justicia (2011, 14 de diciembre), magistrado ponente: Jaime Alberto Arrubla Paucar
14
Corte Constitucional (2000, 14 de septiembre), Sentencia SU-1193/00, magistrado ponente: Alfredo
Beltrán Sierra.
debe abstenerse de incluir cláusulas abusivas que lo coloquen en una
situación privilegiada frente a la parte débil. 15
Una vez descrito los principios que se relacionan a las cláusulas abusivas, son
estos los conceptos los que permiten justificar su existencia e implementación. Por
ello la jurisprudencia, la ley y la doctrina han propuesto diversos conceptos de
cláusulas abusivas. La Corte Suprema de Justicia colombiana ha considerado
abusiva la cláusula que no ha sido negociada de manera individual, la que violenta
la buena fe negocial y genera un desequilibrio relevante en los derechos y
obligaciones de las partes del contrato.
Entonces se puede definir como cláusulas abusivas, como aquellas, que siendo
redactadas impuesta por una de las partes del contrato, genera un desequilibrio
significativo e injustificado en la relación contractual, como consecuencia de
15
Corte Suprema de Justicia (2011, 14 de diciembre), magistrado ponente: Jaime Alberto Arrubla
16
Rodríguez Yong, Camilo Andrés, Una aproximación a las cláusulas abusivas. Bogotá, Editorial Universidad
del Rosario, Legis S.A. 2013. P 42.
prerrogativas irracionales e injustificadas, en favor de predisponente, o cargas u
obligaciones de la misma naturaleza en contra del adherente. 17
Por la anterior definición se puede identificar los elementos que caracterizan las
cláusulas abusivas:
17
Ibídem, PP. 51, 52.
18
Ibídem, PP 113
19
Ibídem,PP 114
La Superintendencia Financiera de Colombia por medio de la Circular Externa 018
del 26 de Mayo de 2016 modifico el numeral 6 “Cláusulas y Prácticas Abusivas”
del Capítulo I, Título III, Parte I de la Circular Básica Jurídica 029 de 2014,
introduciendo 54 cláusulas y prácticas abusivas que los establecimientos de
crédito y las entidades aseguradoras implementan en sus relaciones con el
consumidor financiero que al calificarse como tal, se consideran como no escritas
y por tanto, no tienen efectos para este último.
En revisión de algunos condicionados que hacen parte de los seguros que ofrecen
algunas entidades aseguradoras, se cree conveniente que el condicionado del
seguro de bicicleta que brinda Seguros Sura S.A., debe ser modificado en numeral
3 de la Sección 4, antes del 25 de noviembre de 2016, que establece lo siguiente: