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El Brote de Ébola en África y El Resurgimiento de Las Pestilencias PDF
El Brote de Ébola en África y El Resurgimiento de Las Pestilencias PDF
Desde tiempos antiguos el ser humano ha debido enfrentar a las temidas pestilencias,
entendidas éstas como enfermedades contagiosas y graves, que originan gran
mortandad1. Los primeros registros de peste datan desde hace unos 3.500 años y se
encuentran en el Antiguo Testamento de la Biblia. En el libro de Éxodo (9:8-10), se
aprecia una clara alusión a un determinado tipo de peste que afectó a los habitantes
de Egipto y a sus animales. En el Nuevo Testamento, es el propio Señor Jesucristo
quien asegura que las pestes acompañaran al linaje humano hasta el final (Mateo
24:7).
La Viruela fue otra peste terrible, esta vez provocada por medio de un virus, la que
luego de diezmar a las poblaciones europeas en el siglo XVI, viajó con los
conquistadores a América, causando estragos en las poblaciones indígenas del
continente conquistado, calculándose en unos 10 a 15 millones las muertes. Se estima
que habría sido una de las causas principales del colapso de la civilización Azteca. Se
calcula que, a lo largo de la historia humana, la Viruela ha matado aproximadamente
a 300 millones de personas.
A inicios del siglo XX (1918), un nuevo virus desató otra mortífera pestilencia, la
denominada influenza o gripe española, generando una pandemia (epidemia global)
que causó más muertes que la Primera Guerra Mundial. Se estima que murieron entre
50 y 100 millones de personas en todo el mundo. La enfermedad atacó a toda la
población, incluyendo a gente joven y sana. Los enfermos experimentaban los
primeros síntomas en la mañana, y en la tarde o al otro día ya habían muerto2.
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La última pestilencia
La última gran pestilencia la trajo el virus Ébola, también procedente de África,
constituyéndose en noticia obligada en todos los medios de comunicación del mundo
en los últimos meses. El 08 de agosto de 2014, y luego de 33 semanas del más grande
y extenso brote de Ébola registrado nunca, la Organización Mundial de la Salud
declaró a la epidemia en la categoría de “Emergencia de Salud Pública de Importancia
Internacional”. Esta declaración no fue hecha a la ligera, por cuanto se trata de un
instrumento del Reglamento Sanitario Internacional, en el marco de un acuerdo hecho
por 196 países, siendo legalmente vinculante, y destinada a la contención de
amenazas principales para la salud internacional3.
Este virus produce la llamada fiebre hemorrágica del Ébola, una enfermedad grave,
con alta tasa de mortalidad, la que se caracteriza por la aparición repentina de fiebre,
debilidad intensa, dolor muscular, asociado a vómitos, diarrea, erupciones cutáneas,
disfunción renal y hepática y, en algunos casos, hemorragias internas y externas. El
periodo de incubación (intervalo desde la infección hasta la aparición de los síntomas)
varía de 2 a 21 días4. Se trata de un virus con un poder de daño letal, para el cual la
ciencia no tiene aún claridad de cómo combatirlo. El virus se detectó por vez primera
en 1976 en dos brotes simultáneos ocurridos en Nzara (Sudán) y Yambuku (República
Democrática del Congo). La aldea en que se produjo el segundo de ellos está situada
cerca del río Ébola, que da nombre al virus.
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El virus Ébola ha demostrado ser capaz de generar una alta mortalidad, pero hasta
ahora se sabe que su capacidad de dispersión no es muy elevada (como el virus de
la influenza, por ejemplo), por lo que algunos especialistas concluyen que no se darían
las condiciones para una pandemia. Dependiendo de la variedad a la que corresponda
el virus, la letalidad puede ir desde un 25% (Uganda, 2007) hasta un 90% (Congo,
2002) (OMS, 2014). Según la OMS, el actual brote de Ébola es el más grave de los
registrados, considerando tanto el número de contagiados como el de fallecidos, con
una tasa de mortalidad cercana al 70%3.
Pánico en Occidente
Hasta antes de 2013 los brotes de Ébola solo habían afectado a ciertas regiones de
África, pero el brote actual de esta peste, surgida a fines de 2013, salió del continente
africano alcanzando a Europa y Norteamérica, lo cual ha provocado cierto temor en el
mundo occidental. Un reciente artículo científico señalaba que este miedo estaría
empujando a algunas autoridades gubernamentales de Norteamérica a tomar
medidas algo desesperadas, sin respaldo científico6. En algunos estados se estarían
dando “palos al viento”, al imponer una cuarentena de 21 días al personal médico
voluntario que regresa a EE. UU., desde lugares donde han estado tratando a
pacientes infectados con Ébola. Los médicos especialistas que escriben el articulo
señalan que esa medida no tiene respaldo científico y que por el contrario “es injusta
e imprudente”, porque impedirá que los valiosos esfuerzos que entregan estos
voluntarios, detengan estos horribles brotes epidémicos de Ébola en su origen, que
es la única forma satisfactoria para frenar la epidemia. Agregan que después de una
valiosa experiencia de campo obtenida y validada en África occidental, han llegado a
la conclusión que una persona asintomática no es contagiosa, debido a que la
transmisión de la enfermedad se produce cuando la carga viral en los líquidos
corporales es alta, del orden de millones de virus por micro-litro. Estos médicos
señalan que “El contagio surge del contacto con fluidos corporales de una persona
que es sintomática, es decir, que tiene fiebre, vómitos, diarrea y malestar general”. La
queja de estos especialistas parece sensata, atendiendo a que todas las
organizaciones que están trabajando duro en terreno, combatiendo la enfermedad
(Médicos sin Fronteras, la Organización Mundial de la Salud, la Agencia de Estados
Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y otras organizaciones), concuerdan
en que se necesitan a decenas de miles de voluntarios del área de la salud para
controlar la epidemia. Según las estimaciones actuales, una instalación de tratamiento
para 70 pacientes necesita al menos de 250 trabajadores sanitarios. No obstante, el
exceso de cautela en EE. UU., se debe en parte al poco conocimiento que se tiene de
esta enfermedad y a la ausencia de medicamentos para combatirla.
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Cazadores de microbios mártires
En el clásico libro “Los cazadores de microbios”, de Paul de Kruif, editado por primera
vez en 1926, se relata magistralmente la historia del descubrimiento de los microbios
y sus pestilencias asociadas, dando cuenta también de los médicos e investigadores
que caían víctimas de estos diminutos seres, al intentar estudiarlos para
posteriormente combatirlos. En el último tercio del siglo XIX Luis Pasteur y Roberto
Koch, entre otros, lograron avances notables en el conocimiento del mundo
microbiano, de sus ciclos, y de algunas de las temibles enfermedades que estos
generaban, como el cólera, la tuberculosis o el ántrax. Hoy, al igual que en la época
de los primeros cazadores de microbios, sigue habiendo mártires que caen víctimas
del propio microbio que querían cazar. En uno de los últimos números de la famosa
revista científica Science7, se publica un artículo sobre aspectos de genómica del virus
Ébola, responsable del último brote epidémico, los mecanismos de reproducción y de
patogenicidad del virus. Unos 58 científicos secuenciaron y compararon 99 genomas
virales completos, demostrando que, a diferencias de brotes anteriores, la actual
variedad del virus Ébola está adquiriendo mutaciones muy rápidamente, cientos de
veces más rápido que lo conocido en las cepas de virus del brote de 1976. Este fue
un enorme trabajo, llevado a cabo en un corto tiempo, y por ello se requerían de tal
número de científicos. La peligrosa tarea implicaba extraer fluidos orgánicos de
pacientes infectados con Ébola, lo que implicó que muchos de ellos debieron viajar
hasta África, específicamente a Sierra Leona, al mismo frente de la batalla
microbiológica, donde estaba ocurriendo uno de los violentos brotes. Finalmente 5 de
estos investigadores no volvieron vivos a sus respectivos países. Habían sido
infectados por el virus, y murieron al poco tiempo, antes de que se alcanzasen a
publicar los resultados de la investigación. El costo pagado por el personal médico
que ha viajado a las zonas afectadas para asistir a los enfermos y combatir este brote
viral ha sido muy alto. De acuerdo a un informe de la OMS emitido a fines de octubre
pasado, desde que se inició la epidemia de Ébola, se han contagiado 521 voluntarios,
entre médicos, enfermeras y paramédicos, de los cuales ya han muerto 2723. Cuba
fue el primer país en responder al llamado de ayuda médica que hiciera la OMS y es
el que más ha contribuido con personal en terreno, enviando a 103 enfermeras y 62
médicos para combatir el brote de Ébola en Sierra Leona y Liberia.
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y suministran factores de coagulación sanguínea5. Además, existe la transfusión de
sangre para reemplazar la pérdida, así como plasma sanguíneo de sobrevivientes de
Ébola, el que contiene anticuerpos que podrían combatir la enfermedad. Ante la
ausencia de fármacos aprobados, la OMS autorizó medicamentos que están aún en
fase de experimentación para intentar frenar el brote.
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la tuberculosis y la neumonía bacteriana, están ahora resurgiendo, con variedades
resistentes a los tratamientos farmacológicos.
Pero, ¿de cuántos microbios o parásitos dañinos para el ser humano estamos
hablando? Una investigación llevada a cabo en 2008, relativa a microbios y parásitos
perjudiciales para el ser humano9, identificó a 1.407 especies patógenas. Estas
incluyen a 208 virus, 538 especies bacterianas, 317 especies de hongos, 57 especies
de protozoos y 287 especies de helmintos (gusanos parásitos planos como la tenia).
Del total de estas especies patógenas humanas, 177 son consideradas emergentes o
re-emergentes, incluyendo a 77 virus, 54 bacterias, 22 hongos, 14 protozoos y 10
helmintos. Una interesante conclusión de otro estudio similar, revela que un 75% de
estas enfermedades infecto-contagiosas emergentes o re-emergentes son de origen
zoonótico, es decir, enfermedades que han sido transmitidas de animales a humanos8.
Es indudable que estas enfermedades emergentes y re-emergentes representan una
importante causa de sufrimiento y muerte, e imponen una enorme carga financiera a
las personas y a la sociedad.
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La perpetua amenaza de las enfermedades emergentes y re-emergentes
Son muchos los factores que estarían contribuyendo a la emergencia y re-emergencia
de enfermedades infecto-contagiosas8. La mayoría de ellos pueden estar relacionados
con el creciente número de personas que se mueven a través del mundo; viajes
internacionales rápidos y con alta frecuencia; hacinamiento en las ciudades con
deficiencia sanitaria; prácticas antihigiénicas en la preparación de alimentos. La
creciente exposición de personas a vectores y reservorios de microbios en animales
silvestres; la destrucción e invasión de ecosistemas selváticos, el tráfico y consumo
de animales exóticos, la alteración y contaminación del medio ambiente; el
calentamiento global que tiene un impacto directo sobre la composición y tamaño de
la población de insectos vectores y animales reservorios, además de su ampliación
en la distribución geográfica. Otros factores incluyen una infraestructura deteriorada
de salud pública en países subdesarrollados y el incremento imprudente en el uso de
plaguicidas y medicamentos antimicrobianos. Todos estos factores hacen que estas
enfermedades sean una “amenaza perpetua”8
La evidencia actual indica que la enorme mayoría de los microbios son benéficos para
la vida en la tierra y la estimación científica señala que sólo una minoría de todas las
bacterias y los virus son patógenos11 (menos del 1%) Por el contrario, existe una
amplia gama de funciones benéficas asociadas a las bacterias y virus, y hoy se sabe
que el funcionamiento de toda la Biosfera (todos los seres vivos del planeta y sus
ecosistemas) depende absolutamente de las actividades del mundo microbiano10. Por
ejemplo, las bacterias, mantienen el suelo fértil, ayudan en el mantenimiento de agua
limpia, en los animales bovinos colaboran en la nutrición y metabolismo, en el tubo
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digestivo humano favorecen la nutrición y el sistema inmune. Los virus por su parte,
si bien son entes no vivos, que dependen de las células de organismos vivos para
funcionar y reproducirse, son una parte muy importante de un complejo sistema que
ayuda a producir la variedad biológica, la cual es esencial para la vida, y llevan la
resistencia a ciertas enfermedades de un organismo a otro, al transportar genes entre
los organismos vivos. Se sabe también hoy, que la mayoría de los virus vive en su
huésped sin causar problemas.
Además, en los últimos años se ha descubierto que muchos virus son agentes
destructores de células cancerígenas. En efecto, los biólogos expertos en cáncer han
descubierto recientemente que muchos virus funcionan como agentes capaces de
matar el cáncer en humanos y animales12. Son virus oncolíticos (asesinos del cáncer).
Virus tales como adenovirus, reovirus, virus del sarampión, de la poliomielitis, del
herpes simple, de la estomatitis vesicular, infectan preferentemente células
cancerosas, dado que éstas presentan características anormales, las cuales no se
encuentran en las células sanas o normales13,14.
Si la gran mayoría de los microbios tiene un rol benéfico, dado por el diseño original
de su programa genético, ¿cómo entender este bajo porcentaje de microorganismos
patógenos, algunos de los cuales se sabe que fueron también benéficos, pero hoy se
vuelven contra el ser humano? ¿Juega la evolución un rol en esto, como señalan
algunos biólogos?
Uno de los aspectos bien conocidos del virus Ébola, es que su material genético está
compuesto de ARN, el cual experimenta una tasa de mutaciones muy alta en muy
poco tiempo, siendo mucho más alta que las mutaciones que ocurren en el ADN, el
cual a diferencia del ARN cuenta con complejos mecanismos diseñados finamente
para corregir errores en la réplica genética. Sin embargo, la alta tasa de mutaciones
del ARN viral no agrega nuevos genes a su genoma, dado que son sólo variaciones
menores de los genes ya existentes. Pero bastan estas pequeñas variantes para que
el virus pueda llegar a ser más patógeno que la versión original. No corresponde por
tanto hablar de un nuevo virus, que se habría formado por las denominadas “fuerzas
evolutivas”, sino más bien de cambios puntuales menores en el genoma del virus, a
partir de lo cual se producen variedades del mismo virus. Al respecto, una revista
especializada en virología, publicaba en 2013 que la familia de virus a la que pertenece
el Ébola (Filoviridae), ha demostrado ser bastante estable en su estructura y
organización genómica básica, no detectándose cambios mayores en varios miles de
años15. Por tanto, no hay evidencias de evolución en el virus, sino sólo de cambios
genéticos menores. A la luz de los antecedentes expuestos, queda claro que esta
aparente contradicción entre virus benévolos y patógenos se explica mejor en un
contexto creacionista que evolutivo.
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Los patógenos que alguna vez no lo fueron
En la creación original, perfecta, la función de los virus y demás microbios era sólo
benévola, como lo sigue siendo mayoritariamente hasta hoy (sobre el 99%), pero
luego de la caída adánica, la Biblia enseña que la muerte y la corrupción hizo su
ingreso a la Creación (Romanos 5:12; 8: 20-22). Las mutaciones genéticas
efectivamente corrompen el diseño original perfecto dado por el Creador a los
organismos vivos, sean estos microbios o seres humanos, generando daño y
corrupción en su accionar (cáncer, pestilencias, etc.) Es factible deducir entonces que
las enfermedades infecto-contagiosas son una evidencia de que algo cambió
drásticamente del modelo original. Estas se deberían más bien a las mutaciones que
alteran negativamente los genomas originales de los organismos microscópicos o
macroscópicos. No existen evidencias de que los microbios patógenos hayan sido
deliberadamente diseñados para causar enfermedad y sufrimiento al inicio de la
Creación, sino que ello ocurrió como consecuencia de la desgracia en que esta cayó,
aunque Dios ha utilizado en algunas ocasiones estos microbios patógenos, en forma
de epidemias (pestes o pestilencias en lenguaje bíblico), como castigo a las nuevas
rebeliones post edénicas del ser humano (2ª de Samuel 24:15; 2ª de Crónicas 7:13;
2ª de Crónicas 20:9; Jeremías 14:12; Amos 4:10).
Varios de los estudios revisados en este artículo señalan que virus como el Ébola y
otros están llegando cada vez a ser más patógenos, debido a la alta tasa de
mutaciones que estos experimentan, la cual ha sido más fuerte en los últimos 20 años.
Definitivamente ello los aparta cada vez más de su diseño y funcionamiento original,
con las terribles consecuencias que hoy podemos experimentar por medio del Ébola
y otros microbios patógenos.
Bibliografía
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