Hermanitos, hay un refrán que reza así, después de la tormenta,
viene la calma. Y otro que dice: en plena tormenta, mantén la
calma. Suenan parecidos ¿verdad? Pero lo cierto es que son bastante diferentes. El primero se refiere a un cambio de circunstancia, mientras que el segundo se refiere a un cambio de actitud o forma de pensar, que nos ayude a controlarnos para mantener la calma. Con relación a este asunto, de controlarnos para mantener la calma, el relato de la vida de José nos brinda un excelente aprendizaje. Ya han pasado aproximadamente unos 20 años desde que, los medios hermanos de José, lo vendieron como esclavo. Ahora se encuentran delante de él en Egipto, en búsqueda de alimento. Ellos no lo reconocen, pero él sí. Gé 42:5-7, 14-17, 21, 22 ¿Puede imaginarse todo lo que sintió José cuando inesperadamente se vio cara a cara con sus hermanos? Podría haberles dicho inmediatamente quién era él y entonces haberlos abrazado o haberse vengado de ellos. Pero no actuó siguiendo sus impulsos. Sin perder un minuto, José puso a prueba a sus hermanos para descubrir qué había en el corazón de éstos. Como vimos en la lectura bíblica, los acusó de ser espías y, mediante un intérprete, les dijo cosas muy duras. Ellos trataron de defenderse diciendo que eran hombres de familia y que tenían un hermano pequeño que se había quedado en casa. Lo cual mostraba que habían cambiado, estaban arrepentidos. ¿Qué haríamos si algún familiar u otra persona le hicieran daño? El ejemplo de José nos enseña que es mejor controlarnos y mantener la calma que dejarnos llevar por los sentimientos y actuar de manera impulsiva.
Decirlo es fácil, pero realmente hacerlo es lo difícil, más no
imposible. Puesto que vivimos en “tiempos peligrosos” y somos imperfectos, son más los sentimientos desagradables que afectan nuestra vida que los agradables. Es tal como dice la Biblia: “La mera opresión puede hacer que un sabio se porte como loco”. (Eclesiastés 7:7.) Por eso, si no tratamos de controlar las emociones indeseables, podemos perjudicar nuestras relaciones con la familia, compañeros de clase, de trabajo y compañeros cristianos.
¿Cómo controlar nuestras emociones?
- La fuerza activa de Dios. José, nunca dudó del cuidado
amoroso de su Padre celestial. Como dice Gé 39:21, Jehová continuó con él.
- El aprecio por las excelentes cualidades de Dios, sus
“tiernas misericordias”, nos ayudan a evitar concentrarnos indebidamente en nosotros mismos. No podemos de manera egocéntrica obedecer ciegamente nuestras emociones, porque el corazón humano puede ser “traicionero” y llevarnos a cometer acciones imprudentes, incluso inmorales.
- La fe fuerte, es decir, anticipación y esperanza seguras,
contribuye a que se tenga una actitud positiva, mientras que lo desconocido estimula la ansiedad y el temor. La falta de fe indica la necesidad que hay de que se desarrolle mayor confianza en la capacidad de Dios para actuar.
- El amor hacia Jehová y hacia otros promueve sentimientos
muy deleitables, el tener el deseo de animar a otros y hacerlos sentir cómodos. “En amor fraternal ténganse tierno cariño unos a otros. En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera.” “Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor.” (1 Corintios 13:4, 5, Versión Popular.)
Si continuamos cultivando estas cualidades, podemos estar seguros
de que tendremos la ayuda de Jehová. Pues, como el apóstol Pablo escribió: “La paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará nuestros corazones y facultades mentales mediante Cristo Jesús.