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Hacer El Amor / Espiritualidad.

Intercambio y Liberación de Energía


Sexual. Por Maite Barnet y Josep Brucet

“El sexo es sutil. Es una puerta a la conexión. Comienza con el anhelo y culmina en
la pertenencia” – Gurucharan Singh Khalsa PH.D.

Las religiones y los sistemas organizados de control han propiciado históricamente en


el hombre una separación entre cuerpo y alma, entre la materia y el espíritu. Desde
este punto de vista sexualidad y espiritualidad parecen ser dos aspectos totalmente
separados. Sin embargo, existe una conexión profunda entre ambos.

En el plano espiritual se produce también una unión energética entre las almas. Esa
unión es posible solamente gracias a la energía del amor. El resultado de esa
activación en que ambas manifestaciones energéticas se funden haciendo desaparecer
las individualidades y produciéndose una mayor activación espiritual. De alguna
manera, nos acerca a Dios.

Al hablar de espiritualidad, frecuentemente hablamos de amor y nos perdemos en la


búsqueda y la expansión de eso que es en sí mismo mucho más que un sentimiento El
amor está dentro de nosotros, somos amor. Es necesario reconocer y despertar la
conciencia de ese amor que todos llevamos dentro, ese amor que es y se manifiesta en
una múltiple variedad de posibilidades que van desde el tan amplio y genérico amor
incondicional hasta el encuentro físico. En todos los casos se trata de conectar con el
amor, con nuestra necesidad y nuestras ganas de amar y ofrecerlas al mundo, al
universo, a la vida, sin aferrarse, permitiendo que todo se manifieste y se muestre como
es.

“El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad,
porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia,
porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en
su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es
Dios, y Dios es Amor.

Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida” —Carta de Albert


Einstein a su hija Lieserl.

El sexo es espíritu y vida, su finalidad última, mas allá de la función física puramente
reproductiva es contribuir a la felicidad y a la armonía del universo. Esto implica un
alto grado de responsabilidad.

Hacer el amor es algo más que la unión de dos cuerpos para encontrar placer. Es
también, sin duda, la unión de dos almas, de dos energías, de dos frecuencias
vibracionales que se encuentran en un punto para ir, si así lo desean, en una misma
dirección. Nada más grande y cuando no se trata de una simple necesidad de satisfacer.

 
El cuerpo vibra a determinadas frecuencias, la vida es vibración y cualquier pulsión que
nos lleve a desear tener sexo de una u otra forma no es negativa y no debe ser vista
como un obstáculo en nuestro camino espiritual. Pero debemos tener en cuenta que no
es lo mismo, para nada, hacer el amor vibrando en una misma frecuencia, enviando esa
energía a la infinita luz blanca, para que, con esa liberación energética de amor, de
pureza y de unión, puedan darse y manifestarse todas las cosas buenas que el universo
tiene para ofrecer.

Un aspecto que llama la atención es que en muchos textos espirituales se tache el hacer
el amor como falta de espiritualidad, como un deseo o instinto de bajo nivel, puramente
carnal que algunos maestros o guías de espiritualidad aprenden a controlar hasta llegar
supuestamente suprimirlo mientras que otros no, y se muestran como seres incluso en
ocasiones con tendencias sexuales exageradas. ¿Dónde situamos la espiritualidad? A
nuestro entender el sexo por el sexo, no tiene otro sentido más que satisfacer esa
necesidad corporal, puramente física. No tiene ninguna implicación espiritual. Hay que
tener en cuenta en todo caso con quien se comparte esa sagrada energía que queramos o
no, se libera cada vez que realizamos este acto. En todos los casos el hombre y la mujer
comparten su luz. Si esta acción se realiza de una manera mecánica, puramente
instintiva o con emociones como miedo, agresividad o frustración, emociones todas de
bajo nivel, esas emociones y esa vibración se comparten y expresan en la otra persona
pudiendo afectar incluso a su estado de ánimo. A partir de ahí, las consecuencias quedan
en el universo.

Hacer el amor desde el amor, con el amor, vibrando al unísono con la misma persona
que eres tú y el otro a la vez, es un acto sagrado es un acto de agrado a la divinidad y es
un acto de pureza. Nada que ver con los pensamientos libidinosos, con la culpa o con el
pecado. Disfrutar con el amor, por el amor, es una bendición. La luz de uno se expande
y acrecienta la del otro. Es una bendición para quien lo da, para quien lo recibe, para
quien lo entrega, para el universo en general. El amor con conciencia es la unión de dos
cuerpos, de dos auras, de dos almas…

No es fácil distinguir cuando un alma vibra en nuestra misma frecuencia. No son


solamente esas mariposas que se nos ponen en el estómago o nos nublan la cabeza
cuando creemos o pensamos que estamos enamorados. Es algo que va mucho más allá,
es algo que se siente, se nota, se piensa, se añora…, que se consigue con solo pensar en
la otra persona, con imaginar un abrazo, compartirlo virtualmente si hay distancia, con
juntar las manos y flotar y ver todas las luces, todos los colores del universo y sentir
palpitar el corazón de esa manera tan grande. Es algo que se siente y que se sabe. Quien
tiene la suerte de vivir una experiencia así, debe saber que está viviendo una experiencia
fuera de lo común en la mayoría de los que estamos encarnados. Fuera de lo común no
significa que esa persona sea mejor ni peor, sino que ha tenido en esta vida la
oportunidad de vivir esta experiencia y eso le da también una responsabilidad, la
responsabilidad de saber amar de saber dar y compartir, de saber entregar. De saber
entender que es lo que tiene en las manos, que es lo que tiene en el cuerpo, que es lo que
tiene en el alma y qué hacer con ello en su camino espiritual.

Hacer el amor es un acto de entrega, de entrega del máximo amor al universo. Dos
cuerpos y dos almas que vibran al unísono, una energía esplendida que si se invoca y se
eleva al universo puede utilizarse para los más altos fines para las más bellas causas,
para expandir el amor universal. Seamos conscientes. No estamos hablando de que no
haya que satisfacer en ocasiones alguna necesidad. Todos los cuerpos las tienen, todos
los humanos las tienen incluso los más altos y santos. En realidad, si observamos bien,
si estudiamos, pensamos y sentimos vemos como los místicos no hacían otra cosa que
conseguir un éxtasis espiritual que tiene parangón con el orgasmo físico. Esa liberación
de energía máxima desde el amor y por el amor. Ahí expandían toda su grandeza. Ese es
el significado profundo de hacer el amor con conciencia.

En todo caso, quien necesita satisfacer sus necesidades sexuales y no lo hace, las
reprime, se frustra. De una u otra manera tendrá que buscar una forma de expulsar esa
energía estancada que ya no es positiva, que ya no tiene nada de bueno, pero que tiene
que salir porque no puede contaminar un cuerpo y expandirse en el pues no le sirve.
Poluciones nocturnas, inconscientes serán como son al principio en los adolescentes, la
manera de intentar negar eso que pasa, pero de dejar que el cuerpo exprese esa
necesidad de descarga a todos los niveles. Autocomplacencia o masturbación, pueden
ser también en algunos casos una manera de sacar ese excedente de energía sexual que
es en realidad la energía creadora máxima, la energía que engendra todo, de la que todo
sale y a la que todo vuelve. También es posible intentar liberar esa energía a través de la
creatividad, del arte, de la escritura, de la música … y cierto es que una parte, tal vez la
más espiritual de esa energía puede liberarse a través de estos procesos. Pero somos
cuerpo, somos materia, hay una parte física que en todos los casos habrá que liberar.
Hagámoslo con conciencia. No se trata de juntar nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra
energía con cualquiera. No se trata de la autocomplacencia por la autocomplacencia, del
placer por el placer, aunque si, el placer es necesario, no es vergonzoso y es bello.

Hacer el amor es amar con el alma y desde el alma, es amar y vibrar en un momento, en
toda la magnífica frecuencia de amor del universo. Conectarse ahí no es fácil. Si en el
momento de dejarse ir, de llegar los dos a ese estado de éxtasis o placer. Si por un
momento se piensa, se desea, se libera y se deposita esta energía en manos de la luz
blanca, de dios, del universo o de aquello en lo que creamos esa energía será utilizada
para bien y eso es bueno, es bello y es honesto. No hagamos el amor por el solo acto de
hacer el amor. No estamos hablando solamente de cuerpos. Estamos hablando de almas.

Los ojos, de no mirarse con otros ojos se van cerrando… 

el cuerpo, de no sentir otro cuerpo cerca se va olvidando… 


el alma, de no entregarse con toda el alma se va muriendo”—Bertol Brecht.

Utilizar la energía que liberamos al hacer el amor para contribuir al bien común de la
humanidad y del planeta, entregándola a la luz blanca para que se transmute en aquello
que sea más necesario es un acto de amor.

Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo
bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el
planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso
generador de amor cuya energía espera ser liberada.

Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl,


comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque
el amor es la quinta esencia de la vida —Carta de Albert Einstein a su hija Lieserl.

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