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Epistemología de las

ciencias formales

Miguel Ángel Pérez Jiménez

MÓDULO
2

COORDINACIÓN NACIONAL DE LOS PROGRAMAS DE FILOSOFÍA

Índice

Introducción
1. La dificultad que enfrentamos.............................................................................................. 5
2. El objetivo y la estructura del libro ........................................................................................ 7
3. El enfoque que asumimos: horizonte y límites..................................................................... 8
Unidad 1. Naturaleza y características de las ciencias formales
Capítulo 1 Hacia una idea de ciencia formal y su epistemología ...................................12
1. Ciencias naturales, sociales y formales.............................................................................. 13
2. El lenguaje: topos de las ciencias formales....................................................................... 17
3. Lenguajes naturales y artificiales ........................................................................................ 23
4. La idea de lenguaje formal ................................................................................................. 27
5. El valor de los signos en los lenguajes formales ................................................................ 31
6. Los mecanismos deductivos y la idea de sistema formal ............................................... 36
7. Entre matemática y filosofía: tres problemas de un sistema formal .............................. 41
7.1 La completud............................................................................................................... 44
7.2 La consistencia ............................................................................................................ 45
7.3 La decidibilidad ........................................................................................................... 46
Unidad 2. Problemas epistemológicos específicos de una ciencia formal
Capítulo 2. Problemas selectos de los lenguajes formales. El caso de la lógica ............49
1. Lógica formal: lenguaje y pensamiento............................................................................ 50
2. El lenguaje formal de la lógica proposicional .................................................................. 56
3. Lo variable de las variables ................................................................................................. 61
4. La interpretación de las variables proposicionales .......................................................... 63
4.1 Proposiciones y lenguajes naturales ......................................................................... 64
4.2 El debate sobre los portadores de verdad .............................................................. 66
4.3 La naturaleza de las proposiciones........................................................................... 69
4.3.1 Interpretación idealista......................................................................................... 69
4.3.2 Interpretación psicologista................................................................................... 70
4.3.3 Interpretación referencialista............................................................................... 73
5. El problema de las constantes lógicas .............................................................................. 79
Capítulo 3. Problemas selectos de los mecanismos deductivos. El caso de la matemática
...............................................................................................................................................91
1. Argumentación deductiva y deducción .......................................................................... 92
1.2 Argumentación deductiva e inductiva.................................................................... 92
1.2 Deducción, inducción, validez y fuerza ................................................................... 93
1.3 Mecanismo deductivo, deducción y demostración.............................................. 94
2. La demostración como paradigma del conocimiento matemático ........................... 95
3

2.1 Un caso de demostración matemática................................................................... 97


2.2 Demostración matemática y filosofía..................................................................... 101
3. Los problemas de la demostración .................................................................................. 102
3.1 El logicismo y las paradojas de la demostración .................................................. 104
3.2 El intuicionismo y la insuficiencia matemática de la demostración................... 112
3.2 El formalismo y sus limitaciones internas ................................................................. 118
Apéndice ............................................................................................................................... 127
Apéndice A ............................................................................................................................. 128
Un problema en la demarcación de las ciencias formales.............................................. 128
1. Las nuevas ciencias formales ............................................................................................ 128
2. Cuatro conceptos básicos de las nuevas ciencias formales ....................................... 135
2.1 Computación............................................................................................................. 136
2.2 Complejidad .............................................................................................................. 137
2.3 Sistema ........................................................................................................................ 139
2.4 Información ................................................................................................................ 141
Glosario
Bibliografía
1. Libros cortos y sencillos de contextualización histórica y sistemática ......................... 150
2. Historias completas de la lógica y la matemática......................................................... 151
3. Introducciones a las ciencias formales............................................................................ 151
4. Introducciones a la epistemología de las ciencias formales........................................ 151
5. Textos clásicos ..................................................................................................................... 152
6. Antologías ............................................................................................................................ 154
7. Textos de referencia ........................................................................................................... 155
8. Recursos en línea ................................................................................................................ 158
8.1 Sobre filosofía de la lógica y la matemática ............................................................ 158
8.2 Sobre filosofía de la computación y los sistemas de información .......................... 158
8.3 Diccionarios y páginas de información general sobre temas filosóficos............... 159
8.4 Organizaciones.............................................................................................................. 159
4

Introducción

Este libro tiene como objetivo introducir al lector al apasionante mundo de


la epistemología de las ciencias formales. Aunque el nombre suena
rimbombante e incluso ajeno para muchos, los fenómenos que ocupan a
las ciencias formales son de lo más cotidiano. Por eso el libro está dirigido a
todos los interesados en comprender algunos interesantes detalles de estas
ciencias, o simplemente a todo aquel cuya curiosidad le haya hecho
llegar a él, aún sin saber exactamente dónde se adentra.

La epistemología de las ciencias formales es una disciplina de segundo


orden; es decir, no es un saber sobre fenómenos de la vida corriente o
sobre hechos del mundo, sino un saber sobre otro saber. Como toda
disciplina de su estilo, la epistemología de las ciencias formales presupone
entonces un conocimiento básico de las ciencias en cuestión. Sin
embargo, en Colombia el conocimiento científico en general no está muy
difundido, y entre sus variedades unas son mejor conocidas que otras. Para
nuestro pesar, las ciencias formales son las más desconocidas de todas, no
porque no tengamos contacto con ellas sino porque no nos resulta fácil
comprender su naturaleza y su valor.

Las dos ciencias formales clásicas son la lógica y la matemática. Al decirlo


tenemos que prevenir al lector para que aparte de su mente ese montón
de imaginarios asociados a ellas: extrema dificultad, complejidad,
inaxesibilidad e incluso inutilidad. Estos y otros prejuicios han hecho a las
ciencias formales merecedoras del último lugar en la lista de los intereses
5

del común de la gente. No nos aproximamos a la matemática o a la


lógica sino para utilizarlas en ocasionales instantes de la vida cotidiana o,
más cruelmente, para tratar de que ellas no se vuelvan nuestra condena.
Ahí esta la principal motivación del libro: más allá de los imaginarios que
circundan las disciplinas de nuestro interés, tratamos de comprender su
origen y algunas de sus nefastas consecuencias. Pero vayamos un poco
más despacio para precisar mejor de qué hablamos.

1. La dificultad que enfrentamos

En la escuela, lógica y matemática se van convirtiendo en lo más lejano y


hostil, pues el problema con ellas no es sólo de entendimiento sino también
de voluntad. Además de que no las entendemos cuando el profesor las
explica, poco a poco les vamos cogiendo mala fe, como se dice
popularmente, y terminan siendo el coco, como dicen los estudiantes. Pero
ahí no termina el problema, apenas comienza.

Aunque muchas personas, quizá la mayoría, encuentran complicada y


aburrida la tarea de matemáticas o de lógica, no todos comparten esa
opinión. Lejos de ser algo grato en nuestro contexto, esta particularidad es
el mayor argumento para que las ciencias formales no merezcan la más
mínima atención de la gente: se han convertido en fuente de exclusión y
marginación. Los que pueden con ellas, se dice, son los buenos; los que no,
son los malos.

Las ciencias formales parecen ajenas al común de las personas. Muchos les
tememos y son la causa de que varios de nosotros hayamos sido tratados
alguna vez como incompetentes, lentos o inútiles. En nuestra sociedad no
está permitido errar en un cálculo complejo, pero tampoco en uno simple.
El que no puede realizar una resta es tan mal visto como el que no puede
entender un argumento. Lógica y matemáticas son entonces la fuente de
graves problemas de nuestra sociedad, pero no en sí mismas, pues
difícilmente podríamos decir que hoy por hoy sabemos cuál es la
naturaleza de estas disciplinas, sino por las prácticas de marginación que
conllevan.

¿Cómo es posible que se dé este indeseable fenómeno? La respuesta


supone contemplar diversos aspectos, y no es este el lugar para
enfrentarlos. Por ahora basta decir que una de las causas es la apariencia
6

de pulcritud, impecabilidad y perfección con que se enseñan las ciencias


formales. Enseñar es mostrar algo, y la enseñanza es el contexto donde
tenemos el primer contacto con los saberes formales. Contar y argumentar
se hacen desde siempre, pero matemática y lógica, las ciencias, sólo se
conocen en el contexto escolar, y es ahí donde cobran su malévola
apariencia.

Los maestros solemos presentar los rudimentos de la lógica y de la


matemática como paradigmas de precisión y exactitud. No es mala
voluntad lo que nos mueve a hacerlo así, sino muchas veces ignorancia. Sí,
es paradójico. Aunque puede suponerse que sólo el que conoce bien la
matemática o la lógica puede presentarlas con pulcritud y perfección, en
realidad sólo el que ignora su naturaleza lo logra. El que las maneja
instrumentalmente, como un recurso, como un hacer por hacer o como un
requisito, las ve implacables y perfectas. 2 + 2 = 4 y punto, pero ¿por qué?,
porque sí, porque eso es así, porque así se ha dicho, porque está escrito o
porque así dice en el libro. Respuestas inútiles de efecto devastador. No
podemos entender la matemática razonando es lo que se infiere de esto.
Si eso es así porque sí, y uno no entiende, no tiene modo de llegar a
comprenderlo luego. Naturalmente los que sí entienden deben tener algún
don, son mejores que nosotros o al menos más capaces.

El síndrome continúa, llega hasta la vida profesional y alcanza las ciencias


mismas. Los oficios que exigen alto rendimiento matemático son mejor
reputados que los demás. Ingenieros, contadores, programadores de
computador, economistas o analistas financieros parecen merecer mejor
trato que los profesores, enfermeros o teólogos. Más allá todavía, están los
científicos duros, los genios, los físicos y los matemáticos que son gente de
verdad inteligente, y los otros, los que escogieron su área de formación
para que no tuviera que ver con números: los científicos sociales o los
humanistas. Literatos, filósofos, psicólogos e historiadores son profesionales
de segunda mano, pues sus ciencias, si es que así podemos llamarlas, son
débiles, carecen del rigor, la exactitud y la precisión de los números y las
operaciones.

El panorama general que hemos descrito nos deja ver entonces dos
grandes falencias en nuestro conocimiento de las ciencias formales: no
sabemos bien cuál es su naturaleza, pues estamos demasiado
preocupados con su aplicación, y por eso tenemos una imagen
inmaculada de ellas en la que se basan prácticas de exclusión social. De
aquí se sigue que aunque en algún sentido para hacer epistemología de
7

las ciencias formales no podemos presuponer ningún conocimiento de


matemáticas ni de lógica, sería un error creer que no sabemos nada de
ellas. Al contrario, sabemos mucho, pues, para bien o para mal, las hemos
tenido a la mano y han sido la fuente de muchos eventos de nuestra vida
en la escuela, e incluso después de ella.

2. El objetivo y la estructura del libro

El objetivo del libro es empezar a cubrir los dos vacíos que hemos
detectado. Para dar este modesto paso la empresa que se impone es ir
presentando de un modo muy básico e introductorio qué son las ciencias
formales con todo lo oscuras, problemáticas y polémicas que son. Lo único
que buscamos es ayudar a que cada vez nos hagamos más conscientes
de algunos problemas generales característicos de las disciplinas formales,
y de algunos otros específicos propios de la lógica y la matemática, de
modo que podamos desmitificarlas y así procurar que sean cada vez un
menor motivo de marginación.

De cara a este objetivo, y puesto que no presuponemos mayor


conocimiento temático de las ciencias formales por parte del lector,
aunque sí su interés y atenta lectura, hemos organizado el texto en dos
sencillas unidades. La justificación de esta organización deberá esperar
unas líneas más, pero por ahora podemos indicar algo. En la primera
exponemos la idea de ciencia formal y examinamos en general qué sería
la epistemología de las ciencias formales. En la segunda abordamos
problemas seleccionados de ciencias formales específicas: la lógica y la
matemática.

Cada unidad está dividida en capítulos, y cada uno de ellos está


organizado de modo que los conceptos y las tesis centrales se introducen
gradualmente con base en múltiples explicaciones y sencillos ejemplos.
Con esto buscamos que el lector encuentre amena y poco difícil su
lectura. Sin embargo, dada la usual falta de familiaridad con el abordaje
teórico de los asuntos que nos ocupan, hemos incluido un glosario al final
del libro donde el lector puede encontrar una definición corta, sencilla y
precisa de los distintos conceptos expuestos y desarrollados. También allí
encontrará una bibliografía básica de apoyo que incluye distintos tipos de
materiales que el lector puede consultar cuando desee aclarar, precisar,
complementar o profundizar cualquiera de los temas tratados.
8

3. El enfoque que asumimos: horizonte y límites

Los problemas de las ciencias formales pueden ser enfocados en dos


perspectivas diferentes pero complementarias: una estrictamente formal y
una informal. Las perspectivas formales suponen un alto manejo técnico y
suelen ser las que generan mayor repulsión al no iniciado. Es inevitable
pensar con cuanta frecuencia un estudiante abre un libro y, al ver que
está lleno de signos extraños y garabatos, lo cierra sin siquiera detenerse a
pensar si está a su alcance comprenderlo o si podrá tratar de algún asunto
interesante.

Puesto que esta es la situación que nos interesa ayudar a disminuir, nuestro
libro tiene un enfoque abiertamente informal, aunque esto no excluye que
de vez en cuando nos sirvamos de algunos formalismos. Puesto que los
mayores inconvenientes que hemos encontrado en la comprensión de las
ciencias formales tienen como punto de referencia su desconexión del
habla ordinaria, lo que las hace incomprensibles, pero también blindadas
a cualquier crítica, la mejor estrategia que podemos asumir es examinarlas
y cuestionarlas desde lo más conocido para nosotros: el lenguaje común y
corriente de la vida cotidiana. En este sentido el enfoque del libro es
explorar, desde el lenguaje natural, las dificultades epistemológicas de las
ciencias formales entendidas como lenguajes, pero lenguajes artificiales.

Los lenguajes artificiales se caracterizan por un nivel de precisión y


generalidad que les permite establecer, con la ayuda de mecanismos
deductivos, procedimientos de prueba rigurosa. Por eso asumimos una
definición clásica de las ciencias formales como ciencias de los sistemas
formales. Esta definición nos abre un horizonte de trabajo, pero también
nos hace presa de sus límites. El horizonte es el estudio y cuestionamiento
de los sistemas formales. El límite es que las disciplinas formales que no
puedan entenderse exactamente como sistemas formales quedarán
excluidas, lo mismo que todos los elementos propios de la actividad
científica formal que no quedan incluidos en las formalizaciones. De cara a
esta situación la estructura temática del libro es la siguiente. Dicho esto
podemos justificar la organización del libro.

En la primera unidad exponemos la idea de una ciencia formal como


ciencia de los sistemas formales. Un sistema formal está compuesto por tres
elementos:
9

1. Un conjunto de símbolos primitivos.


2. Unas reglas de formación o combinación de los símbolos primitivos.
3. Un mecanismo deductivo que permita transformar unas
combinaciones de signos en otras diferentes de un modo preciso.

Los dos primeros elementos conforman un lenguaje formal, de modo que


un sistema formal puede definirse como la suma de un lenguaje formal y
un mecanismo deductivo. Así pues, si se trata de examinar e interrogar las
ciencias formales, y ellas son las ciencias de los sistemas formales, entonces
debemos indagar las ideas de lenguaje formal y de mecanismo deductivo.
Esta es la empresa que adelantamos en la segunda unidad.

Una de las dificultades del estudio de los lenguajes formales y de los


mecanismos deductivos es que no puede hacerse en abstracto. Es preciso
escoger un lenguaje formal concreto y un mecanismo deductivo
específico para poder estudiarlos y explorar sus dificultades. De este modo,
en el capítulo dos abordamos la idea de lenguaje formal mediante el
estudio del sencillo y familiar lenguaje de la lógica proposicional. Por la
naturaleza misma del asunto, en este capítulo el lector encontrará diversas
alusiones a los problemas propios de la filosofía del lenguaje. El trabajo de
este capítulo es sistemático antes que histórico.

En el capítulo tres estudiamos los problemas propios de los mecanismos


deductivos en el caso de las ciencias matemáticas. A diferencia de la
lógica proposicional, conocida por cualquier persona en el campo de la
filosofía, la matemática no es bien conocida por una persona promedio
con formación filosófica básica. Por esta razón la estrategia expositiva de
este capítulo es un poco diferente a la del anterior. Aquí trabajamos de un
modo más histórico que sistemático, pues esto nos permite cumplir tanto un
propósito informativo como uno crítico. El capítulo tres está dedicado
entonces a una exposición crítica de la idea de mecanismo deductivo en
el caso de la matemática a partir de la idea de demostración.

Con esto cubrimos el horizonte de trabajo abierto por nuestro enfoque.


Resta entonces enfrentar de algún modo los límites que el mismo enfoque
nos impone. Para ello introducimos dos breves apéndices en los que, por
un lado, volvemos problemática la definición de ciencia formal que
asumimos a lo largo del trabajo, apéndice 1, y, por otro lado, apéndice 2,
exponemos muy brevemente una de las ciencias formales que quedaron
excluidas por el enfoque asumido: la ciencia de la computación.
10

Puesto que nuestro interés es la exposición básica e informativa,


procuramos plantear los problemas a un nivel en el que pueda
comprenderse con claridad en qué consisten y cuál es su naturaleza, pero
sin adentrarnos en toda la complejidad formal y filosófica de los mismos.
Esto hace que el texto sea, en general, de carácter propedéutico. En todo
caso recomendamos al lector no apresurarse a trabajar todo el libro con
rapidez, sino que vaya poco a poco apropiándose de los conceptos y las
tesis, repasando cuantas veces sea necesario una unidad, un capítulo o
una sección. Más importante es comprender bien que terminar pronto.

Muchas personas colaboraron de distintas maneras en la producción de


este módulo. Entre ellos están Luis Eduardo Suárez y Alfonso Flórez, mis
maestros; Juan Carlos Moreno, Carlos Arturo López y Jorge Figueroa, con
quienes discutí muchas de las ideas, y mi amigo Schumann Andrade, que
redactó varias secciones del capítulo 3, estuvo pendiente de los detalles
de edición del texto y con su inteligente y documentada conversación
ayudó a darle la orientación definitiva. A todos mi reconocimiento y
sincero agradecimiento. En todo caso ninguno de ellos es responsable de
los errores que incluya el texto final. Agradezco también a Ana de Pérez,
Rosaura Jiménez, Eduva Pérez, Isaac García y Patricia Lemes su compañía
y el soporte para darle la forma final al documento.
11

UNIDAD 1
Naturaleza y características
de las ciencias formales
12

Capítulo 1
Hacia una idea de ciencia formal y su epistemología

Como su nombre lo indica, la epistemología de las ciencias formales se


ocupa de problemas relacionados con ese tipo de conocimiento que son
las ciencias formales. Esto quiere decir que no se ocupa del conocimiento
en general, lo que llamamos estrictamente epistemología, o ni siquiera del
conocimiento científico en particular, lo que ocuparía en parte a una
filosofía de la ciencia. La epistemología de las ciencias formales se ocupa
de un tipo especial de conocimiento científico de orden formal. La primera
tarea que debemos plantearnos entonces es averiguar qué sería lo propio
de las ciencias formales.

Desde los orígenes de la filosofía de la ciencia uno de los problemas más


agudos ha sido la dificultad de diferenciar los conocimientos propiamente
científicos de los que no lo son. Karl Popper llamó a esta dificultad el
problema de la demarcación. En nuestro caso, la tarea que se impone es
tratar de demarcar cuál es ese tipo de conocimiento que podríamos
denominar formal, por contraste frente a otras variedades de
conocimiento científico.

Sin lugar a dudas las ciencias formales son poco conocidas entre nosotros.
Mucho más familiares nos resultan las ciencias naturales, como la biología
o la ecología, y las ciencias sociales como la historia. Por esa razón puede
ser útil comenzar nuestra indagación de las ciencias formales examinando
qué tanto se parecen o se diferencian de aquellas.

Para realizar nuestro sencillo ejercicio necesitamos establecer algún criterio


de comparación. Si tenemos en cuenta que dos características básicas de
una ciencia son (1) la delimitación de su objeto de estudio y (2) el
establecimiento, selección y desarrollo de diversos métodos que le
permitan estudiar su objeto; entonces podemos aceptar tomar objeto y
método como criterios para demarcar una ciencia o al menos un tipo de
13

ciencia. Objeto y método son buenos criterios para demarcar, pues,


aunque no son las únicas características de las ciencias, son condiciones
necesarias de ellas; es decir que si falta alguno de los dos o los dos, no
puede haber ciencia.

1. Ciencias naturales, sociales y formales

Las ciencias naturales se caracterizan porque sus objetos de estudio son


fenómenos del mundo natural. De ahí que sus métodos sean empíricos, al
menos en parte. Las ciencias naturales estudian los fenómenos del mundo
natural como la lluvia o la caída de los cuerpos en general mediante
observación, experimentación, comparación y otras estrategias empíricas.
Ahora bien, puesto que la empresa científica tiene como uno de sus
objetivos esenciales la formulación de leyes que permitan explicar los
fenómenos estudiados y predecir fenómenos futuros, es preciso emplear
métodos inductivos y estadísticos lo mismo que métodos deductivos. Esto
significa que las ciencias naturales no son disciplinas exclusivamente
empíricas, sino que encierran un alto componente técnico analítico,
regularmente tomado de las matemáticas o la lógica. Por eso las ciencias
naturales suelen llamarse ciencias empírico-analíticas.

Las ciencias humanas y sociales toman como objeto de estudio los


fenómenos sociales y los típicamente humanos como la formación de las
naciones o la manera como los grupos sociales se relacionan entre sí
mediante el comercio, la guerra o la diplomacia. Por la condición misma
de estos objetos, tanto sus métodos como sus objetivos son un poco
diferentes a los de las ciencias naturales. Mientras que las últimas pueden
emplear métodos empíricos de investigación, y aprovechar la
experimentación, en muchos casos las ciencias sociales ni pueden indagar
empíricamente ni experimentar con sus objetos. No tenemos forma de
hacer pruebas de laboratorio para saber las motivaciones políticas de la
batalla de Boyacá, y no podemos reproducir experimentalmente las
negociaciones en la venta del canal de Panamá; además sería indeseable
reproducir varias veces acontecimientos sociales como la masacre de
Bojayá.

Los fenómenos naturales pueden repetirse casi a voluntad del investigador,


los fenómenos sociales no. Por esta razón antes que ciencias empíricas que
buscan explicar recurriendo a leyes, las ciencias humanas y sociales son
más bien ciencias de la comprensión o de la discusión. Un científico social
14

no establece leyes sociales o leyes humanas, como un científico natural


trata de establecer las leyes de la naturaleza, sino que explica
contextualmente, tratando de ganar comprensión de sus objetos de
estudio, si bien no siempre con el fin de predecir eventos futuros.

Algunas ciencias sociales y humanas, al igual que las naturales, también


emplean recursos matemáticos para establecer leyes o para sacar
conclusiones. Los principales recursos matemáticos empleados por este
tipo de ciencias son los de muestra y estadística, aunque también algunos
estrictamente deductivos. No sobra decir que la lógica desempeña un
importante papel en las disciplinas humanísticas porque si bien no siempre
es posible establecer una comprobación empírica de una tesis, sí resulta
aceptable y plausible ofrecer una demostración o al menos una buena
argumentación para soportarla.

De aquí se sigue que tanto las ciencias humanas como las naturales se
sirven de recursos matemáticos y lógicos a la hora de formular leyes,
analizar resultados, predecir eventos futuros o explicar los eventos
presentes o pasados. Curiosamente, tanto las matemáticas como la lógica
son vistas como herramientas empleadas por la ciencia, antes que como
saberes independientes o ciencias en cuanto tales. Esta manera de
entender la matemática y la lógica supone que haya un trabajo
independiente de desarrollo de estas herramientas, que se realice al
margen de tal o cual investigación natural o social. Las ciencias naturales y
sociales o bien plantean dificultades que un tipo de personas llamadas
matemáticos o lógicos tratan de solucionar, o bien aprovechan los logros
que esas personas consiguen.

La concepción instrumental de la matemática y de la lógica presupone


entonces un trabajo especializado en estas últimas disciplinas. En este
contexto aparecen entonces algunas inquietudes: ¿es también ciencia lo
que hacen los matemáticos y los lógicos?, ¿son los matemáticos y los
lógicos también un tipo de científicos?, en últimas, ¿son la lógica y la
matemática también ciencias?

Esta pregunta genera indudables sospechas, pues en algún sentido es


evidente para cualquier persona que los matemáticos son científicos y que
la matemática es una ciencia, y algo análogo valdría para los lógicos y la
lógica. ¿De dónde puede provenir la descabellada sospecha de que
lógica y matemática no son ciencias? La respuesta es sencilla:
precisamente de su concepción instrumental, pues si una y otra son
15

herramientas para la ciencia, natural o social, entonces ellas mismas no son


ciencias, sólo instrumentos de la ciencia. Si esto fuera cierto, ese trabajo
independiente que presuponen las ciencias naturales y sociales no sería un
trabajo científico. Pero si fuera falso, tendríamos al menos oportunidad de
pensar que tanto las matemáticas como la lógica son también ciencias.

Si nos arriesgamos a pensar que esas dos valiosas herramientas son


ciencias, quizás tendríamos que tratar de averiguar si acaso son ciencias
naturales, o más bien humanas y sociales. Veamos.

A diferencia de las ciencias naturales y sociales, la matemática y la lógica


no trabajan con realidades empíricas, por decirlo así. Los números, las
variables, los conectivos y las operaciones no son objetos ni hechos del
mundo natural. En matemáticas resulta interesante saber que el área de un
cuadrado se puede calcular multiplicando por sí misma la magnitud de un
lado. Así, si un lado es de magnitud 2, el cuadrado construido con base en
él, tendrá un área de 4, puesto que 2X2=4.

Este esquema matemático puede ser útil en los negocios cuando, por
ejemplo, tratamos de comprar un terreno cuadrado que mide dos
hectáreas de frente, pues si el terreno es cuadrado, basta con saber la
longitud de este lado para calcular su área total: 4 hectáreas. Sin
embargo, aunque hay un enorme parecido en los dos ejemplos
planteados, hay una diferencia importante. El segundo caso, el del terreno
que mide dos hectáreas de frente, es un ejemplo del mundo de los
negocios, o de alguna suerte de disciplina, como la geodesia, que calcule
la extensión de los terrenos, pero no de la matemática. El primer caso, por
su parte, sí pertenece a ésta ciencia. ¿En dónde está la diferencia?
Dejemos la pregunta en espera y antes de responder consideremos un par
de ejemplos de la lógica.

Si un niño pregunta a su papá por qué murió su perro Lucas, el papá


puede contestarle lo siguiente: “mira hijo. Yo sé que tú perro era casi un
héroe para ti. Pero Lucas era un perro, y los perros son simplemente
animales que, como cualquier animal, algún día moriría”.

La respuesta del papá al niño es un argumento que podemos cifrar


esquemáticamente así: “Puesto que todos los perros son animales, y los
animales son mortales, entonces los perros son mortales”. Esta esquemática
versión del argumento puede variarse para muchos casos como este:
“Puesto que todos los A son B, y todos los B son C, entonces todos los A son
16

C”. En esta abstracta formulación del argumento podemos reconocer


tanto la famosa ley de transitividad, como la forma general de un
silogismo.

Tanto la transitividad como la estructura del silogismo son propios de la


lógica, mientras que el argumento del papá al niño pertenece a la vida
cotidiana; de un modo análogo a como el cálculo de un área pertenece
a la matemática, pero el cálculo del área de un terreno no.

Al examinar los cuatro ejemplos en su conjunto, notamos que lo propio de


la lógica y la matemática es que no contemplan contenidos específicos,
sino más bien lo que podríamos llamar las estructuras vacías de los mismos,
su forma. La aplicación de las herramientas matemáticas y lógicas, tanto
en ciencia como en la vida cotidiana, pasa por dotar de contenidos las
formas vacías o abstractas de las que se ocupan estas ciencias.

Así pues, la diferencia básica que hay entre los ejemplos que sí pertenecen
a la matemática y a la lógica y los que no, está en su carácter formal. La
ley de transitividad se usa en economía, en argumentación cotidiana y
también en física. Estas aplicaciones consisten en darle algún contenido a
esa ley abstracta y formal. Lo mismo ocurre con la fórmula mediante la
cual calculamos el área de una superficie cuadrada. Ella se puede aplicar
a medir terrenos, a contar cuántos huevos hay una cubeta y en otra
infinidad de casos, y todos ellos consisten en dar algún contenido a las
formas.

Como conclusión tendríamos que decir que si la lógica y la matemática


son ciencias, no son ciencias naturales ni humanas o sociales, puesto que
no tienen, por decirlo así, ningún contenido en especial, sino que son
ciencias de lo puramente abstracto y formal. Lógica y matemática serían
entonces ciencias de la forma. La forma sería el objeto de estudio de estas
ciencias1.

Retomando nuestra inquietud inicial, ¿qué es la epistemología de las


ciencias formales?, ahora podemos decir que es la epistemología de la
lógica y la matemática. Pero esto no es todo, pues, por razones que
exploraremos más adelante, recientemente se ha incluido una nueva
disciplina en el conjunto de las ciencias formales: la ciencia de la

1
Aunque esta definición es circular en alguna medida, es la mejor que podemos dar por ahora. Como se verá
más adelante, la definición misma de lo que es una ciencia formal trae consigo serias dificultades y esta
discusión ya hace parte del problema epistemológico de las ciencias formales.
17

computación. Así pues, una epistemología de las ciencias formales debe


decir algo también de esta “nueva ciencia formal”2.

Ahora bien, aunque hemos dicho que las ciencias formales se ocupan de,
o tienen por objeto, “la forma”, y hemos caracterizado la forma como
aquello que puede llenarse de contenidos específicos en las diferentes
ciencias, tenemos la grave dificultad de determinar cómo estudian esas
ciencias su objeto, cómo logran asirlo y trabajar con él. Estrictamente
hablando, hasta que no definamos de un modo preciso la idea misma de
‘forma’ no habremos dicho nada. Para enfrentar esta dificultad vale la
pena contextualizar, aunque sea de un modo muy general, el lugar de
trabajo de las disciplinas que nos ocupan: su tópico. Al hacer esto ya
estamos de lleno en nuestro tema.

2. El lenguaje: topos de las ciencias formales

Intuitivamente hemos dicho que las ciencias formales se ocupan de “la


forma”, que a su vez hemos caracterizado como aquello que puede
llenarse de contenidos específicos en diferentes aplicaciones. Si queremos
saber cómo estudian esas ciencias la forma, cómo logran asirla y trabajar
con ella, lo más indicado puede ser examinar dónde está, cuál es su lugar,
su tópico.

Una clasificación de los saberes análoga a la que hemos establecido en la


sección 1 se encuentra en la monumental obra de John Locke Ensayo
sobre el entendimiento humano. Lo llamativo del tratamiento que allí se
hace de los tópicos que nos ocupan es que se delimita con claridad un
lugar de trabajo, si se nos permite la expresión, para los estudios que no son
naturales ni sociales. Veamos cómo describe nuestro problema el propio
Locke.

Puesto que todo lo que puede caer dentro del ámbito


del entendimiento humano es, primero, o la naturaleza
de las cosas como son en sí mismas, sus relaciones y sus
maneras de operación; o, segundo, aquello que el
hombre mismo debe hacer, en cuanto agente racional

2
Estrictamente hablando no existe sólo una nueva ciencia formal. La dificultad radica en que en la medida
que no es posible ofrecer una definición precisa de lo que es una ciencia formal tampoco es posible
determinar con exactitud si una ciencia cualquiera es o no una ciencia de este estilo. Esta es una
consecuencia obligada de la dificultad indicada en la nota anterior y también se examinará con cierto detalle
más adelante.
18

y dotado de voluntad; o, tercero, las maneras y medios


por los cuales se adquiere y se comunica el
conocimiento de esas cosas, me parece que la ciencia
puede dividirse con propiedad en las clases siguientes
[física, práctica y semiótica](Locke, 2000, p. 727).

A continuación el autor explica qué entiende por esas tres clases de


ciencia, física, práctica y semiótica. Guardadas las proporciones, física y
práctica se corresponden en el vocabulario del autor con lo que nosotros
hemos llamado saberes naturales y sociales; así pues, ellas no serían buena
guía si queremos saber algo más de las ciencias formales. Esto no vale, sin
embargo, para la semiótica, pues ella sí resulta novedosa en nuestro
contexto. Veamos qué se dice de ella.

La tercer rama puede llamarse semiótica o Doctrina de


los signos, y, como las palabras constituyen la parte más
útil, también puede llamarse con suficiente propiedad,
Lógica. El asunto de esta ciencia consiste en que
considera la naturaleza de los signos de que se vale la
mente para entender las cosas, o para comunicar sus
conocimientos a otros. […] Los signos que los hombres
han encontrado más convenientes, y, por lo tanto,
aquellos de que se valen más comúnmente son los
sonidos articulados. Por eso, la consideración de las
ideas y de las palabras, en cuanto que son los grandes
instrumentos del conocimiento, constituye una parte
nada despreciable de la contemplación de quienes
pretendan ver en toda su extensión el humano
conocimiento (Locke, 2000, p. 728).

Estas ideas nos ayudan a dirigir nuestra mirada a un terreno poco


frecuentado, el de los signos. Además de los saberes sobre los hechos,
naturales o sociales, Locke sugiere la posibilidad de un saber sobre el
lenguaje, sobre los signos que empleamos los hombres para comprender el
mundo y a nosotros mismos. Curiosamente, el recorrido que hemos
adelantado hasta este momento nos ha puesto en camino de buscar un
terreno diferente al de los hechos sociales y naturales para descubrir
dónde reposa la forma pura y cristalina que se llena de contenidos al
entrar en contacto con el terreno áspero de la vida cotidiana. Así pues,
parece que si hubiera un lugar propio para la investigación de la forma
fuera el lenguaje. Digamos entonces que las ciencias formales se ocupan
19

de la forma, de lo más abstracto; sin embargo, digamos también que


realizan su estudio en el reino de los signos, en el lenguaje.

Pero si bien es cierto que la palabra es el lugar más adecuado para


estudiar lo formal, hoy no podemos aceptar con Locke que los signos
articulados de nuestro lenguaje corriente sean definitivamente los mejores
para el estudio de la forma, aunque de hecho sigan siendo los más
comúnmente usados en la vida cotidiana. Al respecto Wittgenstein, uno de
los más grandes lógicos del siglo XX, dice:

El lenguaje humano disfraza el pensamiento. Y de un


modo tal, en efecto, que de la forma externa del ropaje
no puede deducirse la forma del pensamiento
disfrazado; porque la forma externa del ropaje está
construida de cara a objetivos totalmente distintos que
el de permitir reconocer la forma del cuerpo
(Wittgenstein, 1993, 4.002).

Las palabras de Wittgenstein sugieren que el lenguaje ordinario es una


común y efectiva herramienta para realizar infinidad de actividades
humanas. Sin embargo, sería una enorme injusticia pedirle que fuera una
herramienta excelente para cualquier propósito. De hecho las
herramientas suelen tener usos muy variados, pero de ahí no se sigue que
cualquier herramienta sirva para cualquier propósito. Es fácil martillar un
clavo con un martillo, un alicate o incluso con una piedra, pero es más
difícil hacerlo con un rollo de cinta pegante, aunque ésta última también
sea una valiosa herramienta en otros casos. Del mismo modo podemos
decir que el lenguaje cotidiano sirve para muchas cosas, pero no tiene por
qué servir para todo.

En efecto, cuando los intereses teóricos de los seres humanos se vuelcan


sobre la forma misma del lenguaje, éste se oscurece y engendra
dificultades. No resulta del todo fácil aceptar esta idea, y mucho menos
cuando es evidente que desde muy niños prácticamente todos sabemos
usar bastante bien las palabras. Por eso un ejemplo puede ilustrar bien lo
que decimos.

Hace parte de las rutinas de algunas personas ir cada noche a una tienda
cercana para comprar una bolsa de lecha y un poco de pan. En esta
situación se oye a la gente discutir con alguna frecuencia por el mismo
problema: “Señor, me vende una bolsa con leche, por favor”; y el tendero
20

contesta “con gusto sumercé, ahí tiene su bolsa de leche”. La clienta


insiste, “se dice ‘una bolsa con leche’, don Pablo, no de leche”, etc.

Este eterno dilema parece irresoluble; pero tenemos derecho a preguntar si


en realidad es un dilema. Comparemos las siguientes expresiones:

1. Unos aretes de oro


2. Una ensalada de atún
3. Una caja de fósforos
4. Una cubeta de huevos
5. Una bolsa de leche

Un primer vistazo a estas frases nos hace verlas de un modo muy


semejante. Todas incluyen un sujeto relacionado con un predicado
mediante la misma palabra: ‘de’. Así pues, es probable que las cinco frases
tengan un significado más o menos parecido. A lo mejor no podría ser de
otro modo: todas están articuladas por la misma palabra: ‘de’. Pues bien,
aunque el lenguaje tiene esta apariencia homogénea en la superficie,
quizá su funcionamiento real no sea tan homogéneo. Veamos.

Cuando vamos a una joyería y pedimos “unos aretes de oro”, ¿qué


estamos haciendo? En este caso la expresión se usa para decir que
buscamos unos aretes que sean hechos de oro. La expresión se usa para
hacer referencia al material de los aretes que buscamos. Sin embargo
habría que ser más precisos, pues, como sucede con alguna frecuencia, se
nos ofrecen aretes de oro que en realidad sólo son bañados en oro.
Nuestro ejemplo no hace alusión al oro de cualquier manera, sino de un
modo que encierra exclusividad: buscamos aretes de oro, no bañados en
oro, o con apariencia de oro. La expresión alude al material del que estaría
hecho el objeto que buscamos y lo hace con exclusividad.

Veamos qué sucede en el segundo ejemplo. Cuando pedimos “una


ensalada de atún”, ¿qué estamos haciendo? Si el empleo de la expresión
fuera semejante al del caso anterior, estaríamos pidiendo una ensalada
hecha de atún y exclusivamente de atún. Sin embargo, esto es un absurdo.
Cuando pedimos una ensalada de atún la expresión no encierra
exclusividad y, estrictamente hablando, no se refiere al material de la
ensalada, sino a uno de los “ingredientes” de la misma. Cuando pedimos
una ensalada de atún, esperamos que el atún sea sólo un ingrediente de
la ensalada, y además tenemos claro que es un ingrediente accesorio de
la misma, pues esa ensalada podría ser de pollo o de pavo.
21

Así, en este segundo caso, la expresión también parece hacer referencia


al material del que está hecha la ensalada, pero quizá más bien lo
llamaríamos ingrediente, de modo que hacemos explícito que no
pensamos exclusivamente en el atún, sino que decimos que uno de los
ingredientes de la ensalada sea el atún, pero que éste no sea el único.
Caso diferente al de los aretes de oro, en el que esperamos que el oro sea
el único material del que están hechos los aretes.

Examinemos un tercer caso. Vamos a la tienda y pedimos “una caja de


fósforos”. Este caso marca una diferencia con los dos anteriores, pues
aunque es posible construir cajas con fósforos, es decir, que su material de
construcción sean fósforos; cuando vamos a la tienda y pedimos “una caja
de fósforos” no estamos pidiendo una caja que esté hecha de un material
que son fósforos, sino una caja que contenga fósforos. La expresión se
refiere al contenido de eso que mentamos como sujeto de la oración, no
al material o a uno de los ingredientes de que está hecho lo que pedimos.

Sin embargo, al pedir una caja de fósforos nuestra solicitud es bastante


curiosa pues parece que no nos importa exactamente la cantidad de
fósforos que hay en la caja. No contamos los fósforos de la caja como
contamos las vueltas o el cambio al salir de la tienda. Nuestra solicitud se
refiere a un contenido contable en una caja, los fósforos, aunque sea
indeterminado el número de elementos contenidos en la caja. En este
tercer caso, la expresión no alude al material sino al contenido contable
de la caja, pero de un modo abiertamente indeterminado.

Exploremos ahora qué sucede en el caso de “una cubeta de huevos”.


Ahora la situación es diferente a la anterior, pues no nos da lo mismo que
falte un huevo en la cubeta a que estén completos los huevos de la
misma, como nos daba lo mismo que faltara un fósforo en la caja. La
expresión en este caso se refiere al contenido de la cubeta y no al material
del que está hecha pero, a diferencia del caso de la caja de fósforos, no
es indiferente la cantidad exacta del contenido. En este caso la expresión
también se usa para hacer referencia al contenido, pero de un modo en el
que la cantidad es relevante, ¡no pueden faltar huevos!

Ahora bien, ¿qué pasa cuando pedimos “una bolsa de leche”? ¿Se
parece esta petición más a la de los aretes de oro, a la de la ensalada de
atún, a la de la caja de fósforos o a la de la cubeta de huevos? Podemos
22

pensar en otros casos: “Déme una colombiana dos litros, por favor”, “déme
una libra de arroz”, “déme un metro de tela”.

La expresión “una bolsa de leche” está, sin lugar a dudas, más cercana a
las últimas que colocamos que a los ejemplos que examinamos
inicialmente. En este caso la expresión ‘de’ que aparece en la frase no
hace referencia ni al material, ni a los ingredientes, ni a una cantidad
numerable pero indeterminada, o incluso determinada, sino a un volumen.
Pedir un litro de colombiana, es pedir gaseosa colombiana en cantidad de
un litro. Pedir un metro de tela es pedir tela en cantidad de un metro. Así,
pedir una bolsa de leche es pedir leche en cantidad de una bolsa, pero
esta cantidad es perfectamente determinada.

Cuando pedimos una bolsa de leche no pedimos cualquier bolsa llena de


leche, como si fuéramos a tolerar que nos trajeran una bolsa del éxito con
leche adentro; en nuestra petición hay un requerimiento de precisión en la
medida. Sin embargo, tal requerimiento es diferente al que tenemos
cuando pedimos la cubeta de huevos. Los huevos son contables, la leche
no; podemos pedir una docena de huevos, pero no una docena de leche,
por eso la solicitud de precisión en este último caso es de un tipo diferente,
que supone introducir una condición paramétrica.

El parámetro que introducimos es una unidad de medida que nos permite


cuantificar sobre objetos no contables. Ejemplos de estos parámetros son el
metro, el litro, la libra etc. Estas unidades paramétricas funcionan tanto
para términos contables como para términos no contables, pero sólo
reciben un uso contable específico en el segundo caso. En el caso de los
contables, son útiles, en el de los no contables son necesarias. Por eso es
correcto pedir una bolsa de leche, porque para hacer referencia a la
cantidad de leche que necesitamos es indispensable introducir un
parámetro, y en este caso el parámetro es la bolsa. “Déme una bolsa de
leche” significa algo así como déme leche en cantidad de una bolsa.

El caso de la bolsa con leche también es correcto, sólo que su significado


es completamente dispar al anterior. Ahora lo que decimos es que
queremos una bolsa que contenga leche. Este es el caso que tenía en
mente la señora que fue a la tienda de don Pablo.

Lo interesante de este estudio del significado de sencillas expresiones es


que ayuda a ver lo proclives que somos los seres humanos a simplificar el
funcionamiento del lenguaje. Parece que ‘de’ significara siempre el
23

material del objeto al que nos referimos. Sin embargo, hemos mostrado
que aunque esta referencia al material es correcta, no siempre debe
entenderse de la misma manera; y no es exclusiva. También hay usos de la
expresión ‘de’ cuyo significado es otro, el de cantidad, en el que también
podemos establecer importantes matices de significado.

Aunque los hombres vivimos en el lenguaje, es abrumadoramente difícil


para nosotros captar eso que está más a la mano, es decir, las formas de
vida que aprendemos y tenemos en la interacción comunicativa con los
otros. La vida humana es oscura para los propios seres humanos y parte de
esta oscuridad se la debemos a la engañosa apariencia del lenguaje.

Después de este sencillo análisis en el que hemos visto cómo el lenguaje


oscurece su comprensión ocultándose tras uniformes apariencias,
podemos insistir en lo necesario que se hace idear recursos para capturar
eso que se esconde pero que es decisivo en el lenguaje: la forma. Por esta
y otras razones se hizo necesario construir un tipo especial de lenguaje que
hiciera más fácil y manejable el estudio de las formas. Esto es precisamente
lo que se conoce como un lenguaje formal.

3. Lenguajes naturales y artificiales

Un lenguaje formal es algo bastante diferente a nuestro lenguaje corriente.


No podemos esperar de él que tenga toda la riqueza expresiva y la
potencia de servir para innumerables propósitos. Por eso es preciso explorar
inicialmente qué comparten y en qué se diferencian estos dos tipos de
lenguaje y para ello Wittgenstein resulta esclarecedor.

Nuestro lenguaje puede verse como una vieja ciudad:


una maraña de callejas y plazas, de viejas y nuevas
casas, y de casas con anexos de distintos períodos; y
esto rodeado de un conjunto de barrios nuevos con
calles rectas y regulares y con casas uniformes
(Wittgenstein, 1988, § 18).

En esta preciosa imagen se muestra que el lenguaje natural nos precede,


ya desde nuestro nacimiento estamos inmersos en una forma específica de
usar los signos que hace parte de las formas de vida de nuestros padres y
allegados. Si somos niños se nos habla de ciertas formas, si somos niñas se
nos habla de otro modo. Los colores con los que nos identifican y una serie
24

de signos distintivos como el uso de aretes, moños y lo largo del cabello son
recursos sígnicos para establecer quiénes somos, y ni hablar del bautizo y el
uso del nombre propio.

Ese lenguaje natural marca nuestra pertenencia a una comunidad


específica y forja nuestra vinculación a su forma de vida. Así pues,
aprender un lenguaje es entrar a formar parte de una comunidad o una
forma de vida. Cuando somos diestros en su uso empezamos a jugar con
él, hacemos chistes, inventamos cuentos, lo retorcemos para manipular a
los demás y sabemos cómo hacer con él lo mejor y lo peor, como sucede
en el cuento árabe.

Una mañana un sultán manda al mercado a su favorita


—mujer bella e inteligente— a comprar lo mejor que
encuentre en él. La mujer regresa al palacio con una
lengua. El sultán le pregunta por qué es lo mejor y ella
responde: “Gracias a la lengua nos entendemos, nos
informamos, nos comunicamos. Los enamorados
expresan su amor. Los poetas cantan. Se arreglan
litigios. Se produce y se trasmite el conocimiento.
Gracias a ella se consuela, se busca la paz, el
entendimiento. Es por ella que podemos pronunciar
dulces palabras, rezar, enseñar lo bueno y transmitir
nuestros deseos de paz, solidaridad y cordialidad”.
Convencido de que era lo mejor del mercado, el sultán
mando a la mujer al otro día a que consiga lo peor del
mercado. Para su sorpresa, su favorita volvió a traer una
lengua. “¡Otra vez lengua”!, exclamó el sultán. “¿Por
qué”? Y la mujer respondió: “Por culpa de la lengua hay
malos entendidos, los hombres se pelean, reina la
discordia. Con ella se difama, se injuria, se ofende, se
miente, se engaña, se anuncian guerras, muertes,
desgracias. Es lo peor que hay”.

El lenguaje natural no está hecho de cara a un propósito específico ni


podemos decir que está cerrado y concluido. Los seres humanos lo
utilizamos para realizar diversas acciones y podemos siempre modificarlo y
ampliarlo cuando nuestras necesidades lo requieran. Por eso se parece
mucho a una ciudad. Lo que antes era la avenida Caracas en Bogotá,
ahora se llama Transmilenio. Las esquinas por las que solíamos doblar ya no
25

lo permiten, y muchos lugares por los que nunca habríamos cruzado antes
ahora son parques y centros de descanso de Medellín, por ejemplo. La
ciudad se transforma tomando las necesidades reales de los ciudadanos
como gozne. Pero no solo hay transformación en el lenguaje natural,
también hay invención. Los centros de comercio y negocios son secciones
nuevas de la ciudad que, a diferencia de los barrios populares, crecen
según un plan determinado que les da su carácter uniforme. Las
necesidades humanas no son todas del mismo tipo y por eso su
satisfacción tampoco puede darse de una manera estándar.

Los lenguajes artificiales se parecen a estas construcciones planificadas y


uniformes hechas de cara a un propósito específico, más que a los barrios
populares en donde las calles aparecen de un modo casi espontáneo y
pueden usarse para muchas cosas diferentes.

Lo que estamos llamando laxamente ‘lenguajes


artificiales’ son por lo general lenguajes de precisión,
medios artificiosos de expresión construidos por los
científicos a fin de poder formular con mayor justeza las
relaciones entre los objetos estudiados por sus ciencias
respectivas (Deaño, 1996, p. 29).

Los lenguajes en general son el objeto de estudio de diferentes disciplinas


como la lingüística, la psicología del lenguaje y la filología, entre otras. Sin
embargo, estas disciplinas no serían la mejor guía en nuestro estudio
porque consideran el lenguaje desde puntos de vista sociológicos,
culturales, históricos o psicológicos y no como sistemas de signos, que es lo
que nos interesa aquí. La más general de todas esas disciplinas, como
dijimos, es la semiótica y ella sí estudia el lenguaje en el sentido que
nosotros buscamos así que ella será una buena guía en nuestra
investigación.

La semiótica es la ciencia que estudia los signos o los lenguajes en cuanto


sistemas de signos. Clásicamente esta disciplina se divide en tres ramas:
sintaxis, semántica y pragmática.

La sintaxis es el estudio de las relaciones que pueden establecerse entre los


signos en sí mismos, con independencia de sus significados y de los usos
que se hagan de ellos. Algunas veces se ha definido la sintaxis como “la
teoría de la construcción e identificación de las secuencias de signos bien
26

formadas” (Deaño, 1996, p. 28). Para comprender esta técnica definición


será útil considerar un ejemplo: veamos la siguiente “frase”:

“en vale Más mano pájaro”

Ciertamente no se trata de una expresión bien formada en el lenguaje


español, la manera como están organizados los signos en ella es
completamente errada en nuestro idioma. En cambio la expresión:

“Más vale pájaro en mano”

sí está bien formada en español desde un punto de vista sintáctico, en ella


los signos sí están dispuestos de una manera adecuada a nuestro idioma.
La primera expresión no podría llamarse bien formada, pero la segunda sí.

La semántica es el estudio de los signos en relación con lo que significan,


en relación con sus significados. Cuando hacemos semántica nos
preguntamos por el significado de las expresiones, sean ellas nombres,
oraciones o discursos completos. Por ejemplo, cuando el papá pide al niño
que le pase el gato para despinchar el carro y el niño le acerca su
mascota, el papá le puede decir que él se refería al gato hidráulico, no al
animalito. Esa es una observación semántica, una observación sobre el
significado de lo que uno dice. Lo mismo sucede cuando en los noticieros
se hacen rectificaciones por que el personaje dice haber sido
malentendido por el periodista. El noticiero dijo que tal y tal, pero en
realidad el personaje quería decir que tal y cual.

La pragmática es el estudio de los signos en relación son sus usos y sus


usuarios. En este caso el lenguaje se entiende como una forma de
conducta o como medio de comunicación que utilizan sujetos específicos.
Un análisis pragmático es, por ejemplo, el que se hace para establecer
que la misma expresión se usa para diferentes cosas. “¿Te parece bien?”
es una de esas expresiones que admiten usos muy diferentes. Veamos
algunos casos.

Un profesor después de negociar con sus estudiantes cuántos ejercicios de


matemáticas deben hacer, puede preguntar al representante “¿te parece
bien?”, y en este caso la expresión funciona como una pregunta genuina,
y así el estudiante puede decir que sí le parece o que no. Pero cuando la
mamá regaña al niño por haber golpeado a su amigo y le pregunta “¿te
parece bien?” no está preguntando realmente, está insinuando que lo
27

hecho no está bien. Finalmente, cuando el capitán le dice al soldado


“vaya y haga este trabajito, ¿le parece bien?”, no está ni preguntando ni
haciendo una insinuación sino dando una orden. Esta diversidad de usos
de una expresión es lo que estudia la pragmática.

Así pues, cuando estamos haciendo pragmática nos


interesamos por el lenguaje en cuanto forma de
conducta, en cuanto actividad de un sujeto o un grupo
de sujetos. En semántica, sin embargo, hacemos
abstracción del hablante, y nos limitamos a examinar la
relación entablada entre los signos que componen un
lenguaje y aquellas entidades a las que esos signos,
precisamente por serlo, apuntan. […] En sintaxis, por
último, hacemos abstracción de todo aquello que no
sea la pura materialidad de los signos, a fin de poder
estudiar las nudas relaciones entre ellos: prescindimos
del sujeto hablante, prescindimos también de la
referencia de las expresiones a algo ajeno a ellas; nos
limitamos a considerar aisladamente la estructura de las
cadenas de signos (Deaño, 1996, p. 28).

Seguramente los lenguajes naturales necesitan algunos recursos más para


poder ser comprendidos en toda su riqueza y magnitud. A lo mejor además
de semiótica se requiera una teoría de la interpretación, una
hermenéutica, o hasta una simbólica para poder apreciarlos justamente.
Sin embargo, con las herramientas semióticas ya disponemos de una
buena y amplia base para estudiar los lenguajes en general.

Si los lenguajes artificiales son realmente lenguajes entonces deben admitir


un análisis semiótico, es decir, debe poder reconocerse en ellos una
dimensión sintáctica, una semántica y una pragmática. Sin embargo, los
lenguajes formales se caracterizan por su sintaxis; su semántica y su
pragmática son posteriores, y pueden ser variables. En los lenguajes
naturales, en cambio, la pragmática es lo primero y de ella depende la
semántica y la sintaxis. Así pues, para entrar en materia con los lenguajes
formales el camino es la sintaxis.

4. La idea de lenguaje formal


28

La sintaxis de un lenguaje formal está dada por dos componentes básicos:


un conjunto de símbolos primitivos y unas reglas de construcción de
fórmulas bien formadas para ese lenguaje llamadas reglas de formación
(Cf. Falguera et al., 1999, p. 58ss).

Dicho brevemente, los lenguajes formales son como juegos en los que hay
piezas y reglas para jugar. Los símbolos primitivos son las fichas y las reglas
de formación son los principios que rigen el juego. En un juego como el
fútbol el balón y la cancha serían elementos primitivos, mientras que el
fuera de lugar y el saque lateral serían reglas de formación. De este modo,
aunque físicamente se pueden cambiar las fichas, la función debe ser la
misma, como cuando al jugar parqués utilizamos una piedrita o un fríjol
para reemplazar una ficha que hemos extraviado. La materialidad no es
esencial, la función sí. Con las reglas el asunto es muy distinto, pues no
podemos cambiarlas a voluntad, quien irrespeta las reglas o las cambia,
daña el juego, lo cambia o simplemente está por fuera del juego, como
cuando en el parqués alguien avanza seis cuadros habiendo sacado tres
en los dados.

Análogamente, los lenguajes formales se construyen simbólicamente, pero


cuáles sean los símbolos que empleamos es inesencial, lo que importa es la
función que desempeñan. Las reglas por su parte son esenciales, cambio
de reglas es cambio de juego, alterar las reglas es modificar el lenguaje.

Los dos elementos que hemos reseñado constituyen la sintaxis del lenguaje
formal, y con ella basta para que quede completamente definido. Sin
embargo, a todo lenguaje formal se le puede dar una interpretación y esta
constituye su semántica y su pragmática. De aquí se desprende que,
estrictamente hablando, los lenguajes formales no son lenguajes, pero que
pueden serlo cuando se los interpreta.

La conjunción de estos dos componentes, símbolos primitivos y reglas de


formación, se puede resumir en el concepto de fórmula bien formada (fbf).
Una fbf es una concatenación de signos de acuerdo a una sintaxis. Esto
quiere decir que sólo puede ser una fbf aquella combinación de signos
que se ajusta a las reglas sintácticas definidas. No cualquier conjunto de
signos pegados de cualquier manera es una fbf. Además, una
construcción que emplee signos diferentes a los estipulados como símbolos
primitivos tampoco puede ser una fbf. Veamos un sencillo ejemplo.
29

Definamos, en primer lugar, un conjunto de símbolos primitivos.


Recordemos que cuál sea el signo que escojamos no es esencial,
podríamos seleccionar muñecos, letras del alfabeto latino o del alfabeto
griego etc.

I. Símbolos primitivos:

A) ♀, ♀!, ♀!!, ♀!!!, etc. [Femenino con cualquier cantidad de signos de admiración]
B) ♂, ♂!, ♂!!, ♂!!!, etc. [Masculino con cualquier cantidad de signos de
admiración]
C)  [Reloj]
D) =☺ [Igual con carita feliz]
E) = [Igual con carita triste]
F) = [Igual con carita indiferente]

Definamos ahora unas reglas para combinar estos signos. Estas reglas son
arbitrarias, no hay que olvidarlo, simplemente estamos construyendo un
ejemplo cualquiera.

II. Reglas de formación (RF)

RF1: Un signo femenino solo o con cualquier número de signos de


admiración es una fbf del lenguaje.
RF2: Un signo masculino solo o con cualquier número de signos de
admiración es una fbf del lenguaje.
RF3: Cualquier fórmula compuesta por un símbolo cualquiera de tipo A
seguido del símbolo tipo C, y seguido de un símbolo cualquiera de
tipo B es una fbf del lenguaje.
RF4: Cualquier fórmula compuesta por un símbolo cualquiera de tipo B
seguido del símbolo tipo C, y seguido de un símbolo cualquiera de
tipo A es una fbf del lenguaje.
RF5: Cualquier fórmula construida según las reglas RF1-4 seguida de uno
de los símbolos de tipo D, E o F es una fbf del lenguaje.
RF6: Solamente las expresiones formadas según las RF 1-5 son fbfs del
lenguaje, y ninguna otra lo es.

Con nuestros símbolos primitivos y nuestras reglas de formación ya tenemos


definida la sintaxis del lenguaje formal. Es decir, con ello ya podemos
determinar cuándo una formula hace parte de ese lenguaje y cuándo no
o, en otras palabras, cuáles son las fbfs de ese lenguaje. Esto se conoce
como el problema de la decisión. En un lenguaje formal la principal tarea
30

es poder decidir si una fórmula dada, cualquiera que ella sea, pertenece o
no al lenguaje. En nuestro caso podemos enfrentarnos ya a tratar de
fijarnos cómo se hace esto.

La tarea es tan simple como responder la siguiente pregunta: del siguiente


conjunto de fórmulas, ¿cuáles pertenecen a nuestro lenguaje?

  ♂♀   ♂♀ ♂




Recordemos, para responder debemos recurrir a la definición de los


símbolos primitivos y las reglas de formación. Esto quiere decir que sólo lo
que esté conforme a unos y otras hace parte del lenguaje, y que todo lo
que no lo esté no hace parte del mismo. Con base en esto, podemos
responder así:

Fórmula ¿Pertenece a nuestro ¿Por qué?


lenguaje?
 No No está en los símbolos primitivos ni en las RF.
 No No está en los símbolos primitivos ni en las RF.
♂♀ No Los símbolos están en el vocabulario, pero la
fórmula no se sigue de ninguna RF.
 No No está en los símbolos primitivos ni en las RF.
 No No está en los símbolos primitivos ni en las RF.
♂♀ Sí Se sigue de RF 4
No No está en los símbolos primitivos ni en las RF.
♂ No Los símbolos están en el vocabulario, pero la
fórmula no se sigue de ninguna RF.

No No está en los símbolos primitivos ni en las RF.
 No El símbolo está en el vocabulario, pero la fórmula
no se sigue de ninguna RF.

Este es un sencillo ejemplo de cómo funciona el problema de la decisión


para un lenguaje formal. Definimos unos símbolos primitivos y unas reglas
de formación. Estos dos componentes permiten establecer un conjunto de
fbfs que constituyen el lenguaje en cuestión. La principal tarea a realizar de
cara a un lenguaje formal es poder decidir si una fórmula cualquiera dada
hace parte o no de nuestro lenguaje, y esto se decide recurriendo a los
símbolos primitivos y a las reglas de formación.

Como se ve, el trabajo con lenguajes formales no es nada complicado ni


misterioso; antes bien, puede parecernos trivial. ¿Qué sentido tiene vivir
operando con símbolos arbitrarios y garabatos extravagantes?, ¿se trata
solo de jugar por jugar? Es cierto que los lenguajes formales parecen juegos
31

de signos y esta es una buena forma de entenderlos, pero vale la pena


recordar que ellos también se construyen de cara a necesidades humanas
específicas y no sólo por el gusto de jugar.

Organizar y manipular signos no es solo un pasatiempo como los que se


encuentran en la revistas, aunque también puede serlo, ordinariamente es
una tarea que hacemos para enfrentar problemas que de otro modo se
hacen más dispendiosos. Es cierto, el uso de signos y fórmulas tiene
propósitos didácticos y económicos, trata de hacernos más sencillas y
reducidas las cosas, antes que complicarlas, a pesar de lo que
comúnmente vemos cuando entramos en contacto con él. Cuando los
signos aparecen, por ejemplo en el álgebra o el cálculo, las cosas parecen
volverse tremendamente complicadas. Por eso es preciso que
reflexionemos un poco sobre el papel que juegan y el valor que tienen los
signos en los lenguajes formales.

5. El valor de los signos en los lenguajes formales

Los lenguajes formales tienen una utilidad especial ya que permiten tanto
una manipulación más sencilla y económica de los asuntos estudiados
como hacerlo de una manera más precisa. Generalidad y precisión son
entonces las mayores virtudes que tienen los lenguajes formales. Aunque
parece que el manejo de los simbolismos matemáticos y lógicos dificulta
enormemente la comprensión de estas ciencias, curiosamente en ellos
reposa la fuerza teórica y la desbordante aplicabilidad de las mismas. He
aquí un reflejo de esta paradójica situación:

La persona que desea familiarizarse con las idas


matemáticas se ve inmediatamente enfrentada con a,
b, c, x, y y z. Se encuentra además con que el honrado
alfabeto de todos los días parece insuficiente al
matemático para colmar su sed de símbolos: emplea
letras griegas con entusiasmo, antiguos caracteres
góticos que añaden variedad a las páginas, e incluso
recientemente se ha introducido el empleo de letras
hebreas como símbolos matemáticos. Cuando necesita
más símbolos, el matemático toma letras del alfabeto,
de todos conocidas, y las imprime al revés, echadas
sobre su espalda o durmiendo sobre el estómago. A
estas letras añade otras más pequeñas colocadas más
32

arriba o más abajo, a la derecha o a la izquierda. Esto


resulta muy divertido para el iniciado, pero para el
profano es ininteligible y acostumbra a desanimarle en
su futuro interés por esta clase de estudios (Brodetsky,
1952, p.32).

A pesar de esto,

aquí, la situación es comparable a la que se consiguió


con el reemplazo de los números romanos por la
notación arábiga. Todos nosotros sabemos que los
numerales arábigos son más claros y fáciles de
comprender que los viejos números romanos a los que
desplazaron. Pero la superioridad real de los números
arábigos se revela solamente en el cálculo. Cualquier
estudiante puede fácilmente multiplicar 113 por 9. Pero
multiplicar CXIII por IX es una labor más difícil y la
dificultad se incrementa a medida que se consideran
números más grandes (Copi et al., 2002, p. 322).

Un ejemplo de lo económico y general que resulta el empleo de


simbolismos lo encontramos en la vida cotidiana de una fina cualquiera. Si
en la finca cultivamos fresas y papas, regularmente tendríamos que
preguntarnos: ¿cuántos bultos de papa han cargado en el camión?, o
¿cuántas libras de fresa quiere usted llevar?

Supongamos que se han cargado diez bultos de papa, cinco un carguero


y cinco otro carguero; y que una señora quiere llevar diez libras de fresa,
cinco para ella y cinco para su hermana.
Si nos orientamos por el contenido, tenemos que decir que cinco bultos de
papa son muy diferentes a cinco libras de fresa. Los primeros deben
transportarse en un camión, las segundas caben en una bolsa mediana.
Los primeros sólo pueden ser consumidos por un grupo grande de personas
en varios días, mientras que una familia pequeña puede consumir
completamente las segundas en una tarde. Según esto, alguien podría
decir que la papa y la fresa no se deben contar de la misma manera.

Imaginemos que le pedimos al administrador de la finca que nos dé un


informe de lo vendido y él tuviera que hacer esta cuenta: cinco bultos de
papa, y otros cinco bultos de papa; cinco libras de fresa y otras cinco libras
de fresa. Si el administrador creyera que contar bultos de papa es tan
33

diferente a contar libras de fresa, probablemente pediría que le diéramos


una calculadora de papas y una calculadora de fresas.

Pero esto no es el caso, simplemente podemos usar este signo ‘5’, este otro
signo ‘+’ y este otro ‘=’, y con eso tenemos. “5+5=10”. El resultado es igual
para los bultos de papa, para las libras de fresa o para el número de
cabezas de ganado que tengamos en un corral. Los signos que hemos
utilizado nos facilitan la tarea de hacer las cuentas economizando el
trabajo de pensar que para cada producto de la finca debemos utilizar
una estrategia de suma diferente. “5+5=10” sintetiza cualquier operación
que se le adecue, independientemente de los contenidos que se le
asignen, así que utilizar estos signos es una estrategia muy económica, si
tenemos en cuenta que con esa fórmula podríamos calcular cualquier
transacción equivalente, por ejemplo, en una tienda con 200 productos
diferentes. Entre utilizar una sola fórmula, y 200, claramente es más
económica la primera.

La precisión y generalidad que aporta el simbolismo se debe, como hemos


dicho, a su carácter formal. De este modo, las ciencias formales son las
más precisas y aplicables de todas, precisamente porque no se restringen
a ningún ámbito específico. Sin embargo, esto no debe hacernos pensar
que la lógica y la matemática hablan de cualquier cosa.

Guárdese el lector de la tentación de creer que una


letra como a, o b, o c, o x o y, usada en álgebra, puede
significar cualquier cosa. No sería un cumplido para las
matemáticas (llamadas ciencias exactas) el atribuirles el
uso de símbolos que representan cualquier cosa. Un
símbolo tiene que significar algo, no cualquier cosa. El
álgebra no consiste en una serie de vaguedades inútiles
(Brodetsky, 1952, p.33s).

Este carácter abstracto pero útil, indeterminado pero no vago, de los


simbolismos de la lógica y la matemática se sintetiza en el concepto de
variable. Estrictamente hablando no podemos decir que una variable es lo
mismo en lógica y en matemáticas, ni mucho menos que existe un único
tipo de variables; sin embargo una caracterización general de ellas es la
siguiente:
34

Variable: signo que sirve para referirse indistintamente a


objetos cualesquiera de un cierto dominio (su dominio
de variabilidad) (Mosterín et al., 2002, p. 596).

Lo que varía en matemáticas y en lógica es precisamente el dominio de


objetos al que se aplican las variables. Lógica y matemática no se ocupan
de los mismos objetos. En todo caso, el uso de variables es lo que hace
posible que las ciencias formales tengan un rango tan amplio de
aplicación y lo que caracteriza su generalidad.

La precisión y exactitud de las ciencias formales se debe, por otro lado, a


la definición de sus constantes.

Un lenguaje formal puede interpretarse de diversas


maneras. Lo que varía en las diversas interpretaciones es
el modo como se interpretan las variables y los
parámetros. Sin embargo, hay ciertos símbolos del
alfabeto que son invariantes respecto a cambios de
interpretación, pues siempre se interpretan de la misma
manera: son las constantes (Mosterín et al., 2002, p.
127s).

Al igual que las variables, las constantes no son todas del mismo tipo ni
funcionan de la misma manera. Una constante puede ser una cifra, un
operador e incluso un signo auxiliar como un paréntesis. Sin embargo,
nuestro interés no es entrar en todas estas especificidades, sino señalar la
diferencia que hay entre constantes y variables, e indicar que en ese par
de conceptos se pueden cifrar dos características esenciales de las
ciencias formales: su precisión y generalidad.

Sin embargo, una ciencia formal no muestra su potencia real por el simple
hecho de definir con exactitud sus constantes y sus variables, y por
formalizar difíciles problemas de las ciencias particulares como la
economía o la física. En realidad la fuerza de las ciencias formales está en
la manera como aprovechan su potencial simbólico para fortalecer lo que
en principio son conjeturas.

La matemática y la lógica, además de construir lenguajes formales,


diseñan aparatos demostrativos y con ellos logran mostrar con total
precisión si una conjetura es plausible dados ciertos supuestos, si una
conclusión se infiere realmente de ciertas razones ofrecidas o si tales o
35

cuales hipótesis efectivamente pueden arrojar los resultados esperados. Por


esa razón introducir la idea de mecanismo deductivo es tan importante
para las ciencias formales como la idea misma de lenguaje formal.
36

6. Los mecanismos deductivos y la idea de sistema formal

Un mecanismo deductivo no es una entidad completamente novedosa


que tengamos que introducir al lenguaje formal. Simplemente es un tercer
elemento que le podemos añadir. Si un lenguaje formal se define por sus
símbolos primitivos y por sus reglas de formación, el sistema deductivo lo
único que añade es un nuevo sistema de reglas llamadas reglas de
transformación.

El mecanismo deductivo se sirve de las fórmulas bien formadas de un


lenguaje formal para determinar los axiomas, y mediante el empleo de
unas reglas de transformación permite mostrar cómo convertir unas
fórmulas en otras de una manera no arbitraria.

Al conjunto de tres elementos: símbolos primitivos, reglas de formación y


reglas de transformación lo llamamos un sistema formal. Ahora bien, puesto
que los dos primeros elementos son lo que conocemos como un lenguaje
formal, y el tercer elemento es lo que se llama un mecanismo deductivo,
también podemos definir un sistema formal como la suma de un lenguaje
formal y un sistema deductivo (Cf. Falguera et al., 1999, p. 61).

Hoy en día las ciencias formales son las ciencias de los sistemas formales.
Esto no ha sido siempre así, y no podemos esperar que esto pueda tomarse
como una definición ya que ciencias no formales, como la lingüística,
también utilizan sistemas formales. La idea de sistema formal se debe a
Gottlob Frege y desde entonces refinar y desarrollar esta noción ha sido el
trabajo de muchos lógicos y matemáticos. Uno de los más importantes
desarrollos de esta idea es haber diferenciado los sistemas de deducción
natural y los sistemas axiomáticos. Veamos brevemente en qué consiste
cada uno de ellos.

[Podemos] diferenciar entre dos tipos de sistemas


formales: aquellos cuyo mecanismo deductivo se
especifica mediante axiomas y reglas de transformación
que denominamos SISTEMAS AXIOMÁTICOS, y aquellos cuyo
mecanismo deductivo se especifica exclusivamente
mediante reglas de transformación que denominamos
SISTEMAS DE DEDUCCIÓN NATURAL (Falguera et al., 1999, p. 62).

En los sistemas axiomáticos las fórmulas que se seleccionan como primitivas


se denominan axiomas, y su característica básica es que son indiscutibles e
37

indemostrables. Se toman como las verdades evidentes del sistema. Las


demás fórmulas que se pueden deducir en el sistema se denominan
teoremas. El empleo del mecanismo deductivo en este tipo de sistemas,
puesto que se sirve de los axiomas tiene nombre propio también:
demostración. En este contexto hay que recordar siempre lo dicho por
Hilbert:

La elección de las fórmulas elementales del sistema


axiomático y de las reglas de deducción de nuevas
fórmulas es en gran medida arbitraria: no existe una
solución unívoca. De todas maneras plantearemos
ciertas exigencias a las fórmulas elementales y a las
reglas de deducción, tales como que no sean
demasiado complicadas y que tengamos el menor
número posible de axiomas y reglas (Hilbert et al. 1975,
p. 37).

Con esto se señala no un carácter completamente arbitrario de la


construcción de sistemas formales, sino que ellos siempre pueden ser
modificados. Esto ya es un aporte magnífico, pues destierra de entrada la
posibilidad de idolatrar un único modelo lógico o matemático como el
único posible o correcto. Está abierta la puerta a lo que hoy conocemos
como pluralismo lógico.

En los sistemas de deducción natural no se utilizan axiomas sino sólo reglas


de transformación. Sin embargo, en ellas se reconocen las reglas básicas,
que son las que permiten la introducción o eliminación de las constantes
del sistema; y las reglas derivadas, que son todo el conjunto de reglas de
deducción que ayudan a ir de una fórmula a otra, y que a su vez pueden
ser demostradas mediante las reglas básicas.

Con esta esquemática presentación queda definida la idea de sistema


formal y sus dos posibles versiones. Estas nociones pueden precisarse y
complementarse mucho más, pero para nuestros intereses con lo dicho
hasta aquí es suficiente.

Veamos ahora un ejemplo de lenguaje formal y cómo le podemos asignar


una interpretación. Recordemos, no hay que temerle a los símbolos, pues
esto es solo un juego, ¡un juego muy sencillo!
38

Para empezar retomemos el lenguaje formal que construimos más arriba.


En él teníamos seis tipos de símbolos:

I. Símbolos primitivos:

A) ♀, ♀!, ♀!!, ♀!!!, etc. [Femenino con cualquier cantidad de signos de admiración]
B) ♂, ♂!, ♂!!, ♂!!!, etc. [Masculino con cualquier cantidad de signos de
admiración]
C)  [Reloj]
D) =☺ [Igual con carita feliz]
E) = [Igual con carita triste]
F) = [Igual con carita indiferente]

II. Reglas de formación (RF)

RF1: Un signo femenino solo o con cualquier número de signos de


admiración es una fbf del lenguaje.
RF2: Un signo masculino solo o con cualquier número de signos de
admiración es una fbf del lenguaje.
RF3: Cualquier fórmula compuesta por un símbolo cualquiera de tipo A
seguido del símbolo tipo C, y seguido de un símbolo cualquiera de
tipo B es una fbf del lenguaje.
RF4: Cualquier fórmula compuesta por un símbolo cualquiera de tipo B
seguido del símbolo tipo C, y seguido de un símbolo cualquiera de
tipo A es una fbf del lenguaje.
RF5: Cualquier fórmula construida según las reglas RF1, RF2, RF3 y RF4
seguida de uno de los símbolos D, E o F es una fbf del lenguaje.
RF6: Solamente las expresiones formadas según las RF 1-5 son fbfs del
lenguaje, y ninguna otra lo es.

Ahora podemos añadir nuestro mecanismo deductivo. Para no complicar


nuestro ejemplo no determinaremos axiomas ni teoremas, simplemente
daremos algunas sencillas reglas de transformación. Veamos.

III. Reglas de transformación (RT)

RT1: Dada una fórmula compuesta por un símbolo cualquiera de tipo A,


seguido del signo de tipo C y un símbolo cualquiera de tipo B;
podemos pasar a otra fórmula compuesta por el mismo símbolo de
39

tipo A, seguida del símbolo tipo C y otro signo de tipo A diferente al


primero añadiéndole un símbolo tipo F.
RT2: Dada una fórmula compuesta por un símbolo cualquiera de tipo B,
seguido del signo de tipo C y un símbolo cualquiera de tipo A;
podemos pasar a otra fórmula compuesta por el mismo símbolo de
tipo B, seguida del símbolo tipo C y otro signo de tipo B diferente al
primero añadiéndole un símbolo tipo F.
RT3: Dada una fórmula compuesta por un símbolo cualquiera de tipo A,
seguida del símbolo tipo C y un símbolo cualquiera de tipo B;
podemos pasar a una fórmula compuesta por el mismo signo de tipo
A, seguido del símbolo tipo C y de otro símbolo cualquiera de tipo B
diferente al primero añadiéndole un símbolo tipo D.
RT4: Dada una fórmula compuesta por un símbolo cualquiera de tipo B,
seguida del símbolo tipo C y un símbolo cualquiera de tipo A;
podemos pasar a una fórmula compuesta por el mismo signo de tipo
B, seguido del símbolo tipo C y de otro símbolo cualquiera de tipo A
diferente al primero añadiéndole un símbolo tipo D.
RT5: Dada una fórmula cualquiera de tipo A, seguida de un símbolo tipo
C y un símbolo cualquiera de tipo B; podemos pasar a esa misma
fórmula de tipo A sola, añadiéndole un signo de tipo E.
RT6: Dada una fórmula cualquiera de tipo B, seguida de un símbolo tipo
C y un símbolo cualquiera de tipo A; podemos pasar a esa misma
fórmula de tipo B sola, añadiéndole un signo de tipo E.

Para ilustrar estas transformaciones veamos los siguientes ejemplos:

Fórmula inicial Regla de transformación Fórmula resultante


empleada
♀♂ RT1 ♀♀!=
♂♀! RT2 ♂♂!=
♀♂ RT3 ♀♂!=☺
♂!♀!! RT4 ♂!♀!=☺
♀!!♂!! RT5 ♀!!=
♂!♀!! RT6 ♂!=

Hasta este momento podemos decir que hemos estipulado simplemente


las reglas de un juego que permite combinar símbolos y nada más. Sin
embargo, podemos pensar en darle alguna interpretación. Por ejemplo, si
dijéramos que nuestro sistema formal es la descripción del tipo de
comportamientos que exhiben los jóvenes de nuestra provincia cuando
están en grupos de dos, ¿qué significaría ello?
40

Interpretemos el signo femenino representando a las señoritas de nuestra


provincia y el signo masculino representando a los muchachos. Ahora
interpretemos que el reloj significa la relación “pasa el tiempo con” y que
los signos de igual con carita, sea esta feliz, triste o indiferente expresa las
preferencias de los muchachos y las señoritas en cuestión.

Según esta clave interpretativa y orientándonos por los ejemplos de la


tabla podemos decir lo siguiente:

1. La regla RT1 indica que cuando las señoritas están pasando su


tiempo con un muchacho, si él se va a ellas les es indiferente
quedarse hablando con otra señorita. La RT2 indica algo semejante
pero para el caso de los muchachos.
2. La regla RT3 muestra que a las señoritas les agrada que cuando
están pasando el tiempo con un muchacho, si él se va, que venga
otro muchacho diferente. La regla RT4 indica lo mismo para el caso
de los muchachos respecto a las señoritas.
3. Las reglas RT5 y RT6 dejan ver que ni a las señoritas ni a los
muchachos les agrada quedarse solos cuando han estado
compartiendo su tempo con alguien del otro sexo.
En general, en nuestra sociedad tanto a las jovencitas como a los
muchachos les es indiferente cambiar de compañía cuando se trata de
personas de su mismo sexo, les encanta cambiar de compañía cuando se
trata de personas del otro sexo y no les agrada terminar solas o solos
cuando han estado pasando el tiempo con alguien del otro sexo.

Esta interpretación de nuestro sistema deductivo puede enriquecerse


todavía más si en lugar de hablar en general asignamos a cada variable
una interpretación exacta de una persona. Así, por ejemplo, podemos
llamar a ♀ Milena, a ♀! Martha y a ♀!! Liliana; y a ♂ Carlos, ♂! Camilo y a ♂!!
Sergio. De este modo podemos decir que:

Fórmula RT Fórmula Interpretación


inicial empleada resultante
♀♂ RT1 ♀♀!= Si Milena está con Carlos, le es indiferente estar
luego con Martha
♂♀! RT2 ♂♂!= Si Carlos está con Martha, le es indiferente estar
luego con Camilo
♀♂ RT3 ♀♂!=☺ Si Milena está con Carlos, le encantará estar
luego con Camilo
♂!♀!! RT4 ♂!♀!=☺ Si Camilo está con Martha, le encantará estar
luego con Liliana
♀!!♂!! RT5 ♀!!= Si Liliana está con Sergio lamentará quedarse sola
41

♂!♀!! RT6 ♂!= Si Camilo está con Liliana, lamentará luego estar
solo

Este par de sencillos ejemplos muestran cómo una construcción arbitraria


en la que simplemente se estipulan signos, formas de combinación entre
esos signos y caprichosas maneras de transformar unos signos en otros
puede llegar a ser una herramienta para organizar, sintetizar y comprender
complejos eventos de la vida corriente como las preferencias de género
de un grupo de individuos o las relaciones de acompañamiento de un
grupo de amigos.

Como conclusión de lo dicho también vale la pena señalar que los signos
de femenino ♀ y masculino ♂ cambiaron su dominio de variabilidad en la
interpretación, primero significaban cualquier señorita o muchacho de la
provincia y luego representaron señoritas y muchachos concretos, siendo
ellos las variables del sistema. Por su parte, el signo del reloj  permaneció
con un significado idéntico cuando las variables cambiaron su dominio:
“pasar el tiempo con”, de modo que él es una de las constantes del
sistema.

Por supuesto, así como en estos casos hemos elegido pocos tipos de
símbolos primitivos y hemos construido pocas reglas de formación y
transformación, así mismo los resultados no son de gran envergadura. Sin
embargo, sistemas formales más complejos permiten comprender y
representar simbólicamente fenómenos también más complejos.

Lo único que hemos hecho hasta ahora es ofrecer un pequeño ejemplo de


construcción de sistema formal y mostrar cómo al darle una interpretación,
es decir, al asignarle un contenido, él va mostrando su potencial
explicativo. Para terminar este capítulo señalaremos tres problemas básicos
de un sistema formal.

7. Entre matemática y filosofía: tres problemas de un sistema formal

Uno de los principales exponentes de la idea de sistema formal como


sistema de signos fue el matemático de Königsberg, la tierra de Kant, David
Hilbert (1862-1943). Aunque Hilbert era matemático de formación sus
estudios superiores fueron en filosofía. Desde que era estudiante en la
escuela primaria Hilbert mostró grandes dotes matemáticas, llegando a
ayudarle a sus maestros a entender problemas que para ellos eran difíciles.
Sus estudios terminaron en 1884 y entonces empezó una carrera como
42

profesor de matemáticas en escuela elemental y en la universidad. Su


trabajo como matemático le valió un gran nombre y fue invitado especial
al Segundo Congreso Internacional de Matemáticas que se llevó a cabo
en París en agosto de 1900.

En el umbral del nuevo siglo, Hilbert decidió sugerir


direcciones para la investigación matemática y
proponer problemas hacia cuya resolución deberían los
matemáticos dirigir sus esfuerzos. Tardó tanto tiempo en
preparar su discurso que el programa hubo de
imprimirse sin poder incluirlo. Cuando posteriormente
estuvo concluido, tenía el modestísimo nombre de
Problemas matemáticos. Sería difícil encarecer
demasiado su influencia sobre el desarrollo de las
matemáticas durante el presente siglo [siglo XX]. La
sección que abría el discurso era una digresión general
sobre la importancia de los problemas y las vías por las
que habían conducido a fructíferas áreas de
investigación. Después venía una lista de veintitrés
problemas que aún estaban sin resolver (Ashurst, 1982, p.
166).

Algunos de los problemas planteados en aquella magistral conferencia son


muy técnicos y requieren alto conocimiento matemático sólo para poder
entenderlos. Otros, aunque más fácilmente comprensibles, demandaban
también complejas soluciones. Varios de esos problemas ya han sido
resueltos y de otros se ha podido demostrar que no tienen solución. En todo
caso, la conferencia de Hilbert marcó buena parte de los derroteros de la
investigación matemática en el siglo XX.

Pero Hilbert no sólo impactó la investigación matemática. También planteó


problemas que con los años demandarían profundos análisis filosóficos
para su solución, y muchos filósofos efectivamente trabajaron en ellos.
Durante la primera mitad del siglo XX, varios de los más importantes filósofos
tenían también alguna formación matemática o física, y para ellos
entonces los problemas formales no eran un obstáculo sino más bien algo
estimulante (Cf. Jacquette, 2002, p. 1), y esto no sólo por la influencia de
Hilbert (Cf. Shanker, 1996, pp. 1ss)

En 1900 muchos de los mejores filósofos del mundo se


encontraron para el Tercer Congreso Internacional de
43

Filosofía del 1 al 5 de agosto en París. Después del


congreso, un número significativo de ellos permaneció
en la ciudad para el Segundo Congreso Internacional
de Matemáticas, que se realizaría inmediatamente
después, del 6 al 12 de agosto (Irwin, 1996, p. 16).

Los congresos internacionales de matemáticas y filosofía de 1900 fueron


entonces un presagio de esa serie de encuentros y desencuentros entre
filósofos, lógicos y matemáticos que a lo largo del siglo XX, especialmente
la primera mitad, desarrollaron las ciencias formales llevándolas al lugar
que hoy ocupan en el contexto general de la ciencia y de la vida
humana.

Como ha notado Irwin, aunque no por influencia directa de su conferencia


de 1900, el segundo problema planteado por Hilbert vino a constituirse en
una fuente de trabajo intelectual y un reto para el pensamiento que,
puesto en conjunción con desarrollos y teorías provenientes de otros
campos, puede dar una visión de conjunto de lo que fue el desarrollo de la
filosofía de las ciencias formales en el siglo pasado, y que aún en muchos
aspectos marca las investigaciones presentes (Cf. Irwin, 1996, pp. 18ss).
Oigamos del propio Hilbert en qué consiste el problema.

[37] Cuando estamos comprometidos en la


investigación de los fundamentos de una ciencia,
debemos establecer un sistema de axiomas que
contenga una descripción exacta y completa de las
relaciones que hay entre las ideas elementales de esa
ciencia. Los axiomas así dispuestos son al mismo tiempo
las definiciones de esas ideas elementales; y ninguna
afirmación dentro del campo de esa ciencia cuyo
fundamento estamos examinando puede aceptarse
como correcta a menos que pueda derivarse de los
axiomas mediante un número finito de pasos lógicos.
Desde una aproximación cuidadosa aparece entonces
la cuestión: si, de algún modo, ciertas afirmaciones de
axiomas simples depende de otra, y si los axiomas
entonces no deben contener ciertas partes en común,
¿qué debe separarse si uno desea llegar a un sistema
de axiomas que deben ser todos independientes unos
de otros?
44

[38] Pero sobre todo quiero llamar a la siguiente la más


importante entre las numerosas cuestiones que pueden
plantearse en consideración de los axiomas: probar que
no son contradictorios, esto es, que un número finito de
pasos lógicos basado en ellos nunca conducirá a
resultados contradictorios (Hilbert, 1996, p. 1104).

Estrictamente hablando, el problema de Hilbert son tres problemas


relacionados pero en todo caso diferentes: completud, consistencia y
decidibilidad.

7.1 La completud

Cuando construimos un sistema formal esperamos que de él puedan


deducirse todas las fbfs de nuestro interés. A fin de cuentas para eso
construimos los sistemas formales. Un sistema formal en el que pueden
construirse y derivarse todas las fbfs se llama un sistema completo.

Hablando con rigor, cuando buscamos que un sistema formal sea


completo buscamos que de él puedan derivarse todas las proposiciones
que consideramos verdaderas, es decir, que todas ellas puedan
demostrarse recurriendo exclusivamente a los elementos del sistema
mediante un número finito de pasos.

La dificultad de la completud, lo que constituye su carácter problemático,


es que a partir de un vocabulario finito, y con la ayuda de un conjunto
finito de reglas de formación y transformación, podemos producir infinitas
fbfs. Así las cosas, determinar si un sistema formal es completo se vuelve
una tarea interminable, pues no podemos contar lo infinito, nunca
terminaríamos sabiendo cuándo acabamos, cuándo el sistema está
completo o si acaso lo es.

Así pues, determinar si un sistema formal es completo es la primera tarea


que se impone a los análisis formales. La dimensión filosófica del problema
salta a la vista: ¿realmente podemos construir un sistema en el que
podamos demostrar que todo lo que creemos verdadero realmente lo es?,
¿podemos construir un sistema en el que no excluyamos ninguna verdad?

Para solucionar estas cuestiones no basta una buena intuición filosófica, es


preciso siempre un arduo trabajo técnico en matemáticas. Sin embargo, la
45

técnica matemática en sí misma no podría plantearse un horizonte


problemático a resolver sin ayuda del planteamiento filosófico de la
cuestión.

7.2 La consistencia

Uno de los imperativos filosóficos que se imponen al problema de la


completud es la consistencia. Sobre ella llama la atención el párrafo final
de la cita de Hilbert. La cuestión es tan simple como que esperamos que
de un sistema formal no podamos sólo derivar todas las verdades, sino que,
además, de él no podamos derivar la negación de dichas verdades, pues
en tal caso tendríamos un sistema que se contradice.

La consistencia es una propiedad de los sistemas formales según la cual del


sistema no pueden derivarse contradicciones. Un sistema formal del que no
es posible derivar contradicciones se llama un sistema formal consistente, y
de aquel en el que sí, se llama inconsistente.

La consistencia es una propiedad derivada del fundamental principio


lógico de identidad. Pero no solo por respeto es ella deseable. Si
examinamos con cuidado un argumento cualquiera, bien en ciencia, en
política o en la vida diaria, es evidente que para los seres humanos no es
indiferente la contradicción. A quien se contradice constantemente le
perdemos la credibilidad o en el peor de los casos le perdemos la
estimación. Cuando una persona afirma algo y al momento lo niega no
sabemos qué pensar de ella. A lo sumo le pedimos que explique por qué se
contradice, o que defina su posición, pero de todas formas, salvo en casos
excepcionales, no aceptamos la contradicción sin más.

En el terreno de los sistemas formales la consistencia se vuelve


problemática de la siguiente manera. Cuando definimos un sistema formal,
esperamos poder decidir cuándo una fórmula pertenece a él y cuándo
no. Dicho de otra forma, esperamos poder saber cuáles son todas las
fórmulas del sistema, es decir, su completud. Para obtener todas estas
fórmulas contamos con nuestras reglas de formación y de transformación.
La tarea consiste en construir todas las fórmulas posibles y sus derivaciones
a partir de aquellas reglas. La dificultad es que en un sistema formal con un
número finito de símbolos primitivos es posible mediante las reglas construir
46

un número infinito de fórmulas, como dijimos. Esto quiere decir que


probablemente no podemos terminar nunca nuestra tarea.

Pero, si no podemos acabar de construir las fbfs del sistema, ¿cómo


sabemos si acaso no podremos construir también una fórmula que
contradiga alguna de las que ya tenemos? Aquí aparece el problema de
la consistencia. Si logramos probar que el sistema es completo, es decir,
que contiene todas las fbfs, ¿cómo podemos determinar si en él no habrá
una contradicción?

Aquí se aprecia con toda claridad el reto matemático: construir un sistema


formal que contenga todas las verdades lógicas y que no incurra en
contradicción. Técnicamente diríamos que la tarea es construir un sistema
formal completo y consistente.

En realidad este problema es casi trivial dado el infinito número de fbfs que
pueden derivarse de un sistema formal. Si es cierto que podemos construir
infinitos teoremas, puesto que es imposible construirlos todos, entonces lo
mejor que podemos hacer es abandonar este problema. Sin embargo,
habría al menos una manera de encontrar el camino.

7.3 La decidibilidad

La decidibilidad es también, como la consistencia y la completud, una


propiedad de los sistemas formales. Según ella, un sistema formal es
decidible si podemos construir una prueba para cada una de las fbfs del
mismo, es decir, si podemos demostrar mediante el uso de reglas de
formación y transformación que una fórmula pertenece o no al sistema.

La decidibilidad entonces es un recurso que tenemos para solventar el


problema de la consistencia y la completud de los sistemas formales.
Tendríamos que definir cuáles son las verdades lógicas que nos interesa
demostrar, definir también cuáles son nuestros axiomas y cuáles nuestras
reglas de formación y transformación. Puesto que todos estos elementos
son finitos, si nos restringimos a ellos la tarea puede realizarse. Visto con
cuidado, en realidad el problema es solamente si podemos decidir que
todas las verdades son fbfs del sistema y si todas sus negaciones no son fbfs
del mismo. Satisfecha esta tarea, habremos probado la completud y
consistencia del sistema en cuestión.
47

Con esto terminamos nuestra sencilla presentación de la idea de ciencia


formal como ciencia de los sistemas formales. Además de construir esta
definición, hemos expuesto la idea misma de sistema formal y sus tres
problemas básicos. La tarea que se impone ahora es hacer que todo lo
que hasta el momento se ha visto claro se torne problemático.
Emprendamos pues nuestra empresa crítica.
48

Unidad 2
Problemas epistemológicos específicos
de una ciencia formal
49

Capítulo 2
Problemas selectos de los lenguajes formales.
El caso de la lógica

Hemos definido las ciencias formales como las ciencias de los sistemas
formales. A su vez hemos caracterizado este tipo de sistemas como un
conjunto de tres elementos: (1) unos símbolos primitivos que constituyen su
vocabulario, (2) un conjunto de reglas de formación que constituyen su
sintaxis, y (3) un mecanismo deductivo. Vocabulario y reglas de formación
conforman lo que se conoce como un lenguaje formal. De aquí se sigue
que, como dijimos, un sistema formal sea la sumatoria de un lenguaje
formal y un mecanismo deductivo.

En nuestra empresa de indagar las ciencias formales dedicaremos este


capítulo a explorar algunas particularidades propias de los lenguajes
formales, reservando el siguiente para el examen crítico de los mecanismos
deductivos. Esto quiere decir que por ahora nos ocuparemos de examinar
problemas relacionados con las idea de ‘vocabulario’, o conjunto de
símbolos primitivos del lenguaje formal, y su ‘sintaxis’. Esta empresa es
norme y de entrada parece absurdo acometerla, porque tanto el
vocabulario como las reglas de formación no son entes abstractos sino
elementos de lenguajes formales específicos. En una frase, no es posible
explorar los problemas del vocabulario y las reglas de formación en
general, sino sólo al interior de un lenguaje formal concreto.

Por esta razón estudiaremos los problemas de los lenguajes formales en los
sistemas formales de lógica, y en particular en un sistema lógico sencillo y
conocido: la lógica proposicional3.

3
No podemos realizar aquí una presentación completa de la lógica proposicional. Esa tarea corresponde al
curso de lógica. Sin embargo el lector interesado o que desee repasar o introducirse en la lógica proposicional
puede consultar la sencilla presentación de Copi et al. 2002. Una buena presentación de este mismo tema, ya
desde una perspectiva de los sistemas formales que aquí estamos considerando es la de Falguera, J. et al.
(1999).
50

Los sistemas formales son lenguajes artificiales construidos para enfrentar


de un modo general y preciso, amplio pero no vago, problemas concretos
para los que el lenguaje natural no es la mejor vía. Con frecuencia los
problemas que requieren de estudios mediante sistemas formales son los
problemas del lenguaje mismo, como señalamos. Si entendemos la lógica
como un sistema formal tenemos que decir entonces que ella se enfrenta
a ese tipo de problemas del lenguaje que representan los argumentos.

La pretensión de que un sistema formal sea un sistema


de lógica depende de que posea una interpretación
según la cual pueda considerarse que aspira a
incorporar cánones del argumento válido (Haack,
1991, p. 23).

Sin embargo, no es fácil aceptar de primera mano esta definición porque


estamos acostumbrados a entender la lógica como una estructura de
pensamiento o como cierto tipo de actividad mental. Puesto que nuestra
tarea es explorar dificultades, empecemos por examinar en qué sentido la
lógica es un problema de lenguaje más que de pensamiento antes de
entrar propiamente en los problemas del lenguaje formal.

1. Lógica formal: lenguaje y pensamiento

El común de la gente conoce la lógica como la ciencia que estudia los


principios y los métodos que permiten establecer cuándo un razonamiento
ha sido bien elaborado y cuándo no. Al primero de estos casos los lógicos
lo llaman un argumento válido, y al segundo un argumento inválido. Otra
manera de presentar esta misma definición es decir que la lógica es la
ciencia de los principios de la inferencia.

Desde un punto de vista epistemológico esta definición plantea algunos


problemas relevantes: ¿acaso existe un canon del razonamiento y la lógica
es la encargada de descubrirlo?, ¿qué significaría razonar
desobedeciendo ese canon?, ¿es la lógica la prueba de que en el fondo
todos razonamos de la misma manera?, ¿es siquiera posible el
pensamiento no lógico?

La principal dificultad que esta serie de interrogantes plantea para nuestro


estudio es que parecen estar referida al ámbito de lo mental o de lo
51

psicológico y no al del lenguaje. Si esto es así, estamos en serios problemas,


pues una de las ideas básicas que tenemos es que la lógica es una ciencia
formal y entonces su campo de trabajo es el lenguaje, no el
entendimiento.

Con frecuencia se piensa que la lógica es la ciencia de las leyes del


pensamiento porque se entiende que la argumentación es una actividad
mental. En estos casos pensamos que argumentar es lo mismo que razonar,
es decir, un ejercicio de la razón y, por supuesto asociamos la razón con lo
mental y lo psicológico. Aunque esta posición tiene acogida teórica y no
solo práctica, encierra algunas confusiones. Para poder precisar en qué
sentido la lógica es una ciencia formal del lenguaje debemos hacer
entonces algunas precisiones.

Una de las razones por las cuales no logramos ver la dimensión lenguájica
de la lógica es nuestra incontenible tendencia a simplificar el mundo en
que vivimos. Como vimos desde el capítulo 1, para orientar nuestra mirada
al lenguaje debemos realizar un arduo trabajo ya que el lenguaje mismo
nos engaña lanzándonos a la caza de quimeras, para utilizar la feliz
expresión de Wittgenstein.

Si preguntáramos a una persona cualquiera cuántos mundos cree que


hay, respondería que uno sólo, nuestro mundo; pero si la indagamos con
detenimiento a lo mejor llegue a conceder que hay al menos dos mundos:
el mundo externo y el mundo interno. Aunque casi espontáneamente
aceptamos que esto es así y que entonces todo lo real es o bien un
componente del mundo externo o bien un componente del mundo
interno, cuando tratamos de caracterizar suficientemente bien esta
ontología a partir de sus rasgos fundamentales nos topamos con algunas
consecuencias interesantes4.

Para empezar, podemos tratar de precisar las características de los objetos


externos, como por ejemplo un sartén:

1. Los objetos externos se pueden percibir por los sentidos.


2. Los objetos externos están fuera de la conciencia de las personas, es
decir, no dependen de que alguien los perciba para existir.

4
Seguimos en esta presentación el argumento de Frege, Gottlob, (1998), “El pensamiento. Una investigación
lógica”, en Ensayos de semántica y filosofía de la lógica, trad. Luis Manuel Valdés, Tecnos, Madrid, pp. 196-
225.
52

3. Los objetos externos no necesitan un portador, existen


independientemente.
4. Los objetos externos son públicos, todos podemos acceder por igual a
ellos.

Claramente un sartén es perceptible por los sentidos de distintas maneras.


Podemos sujetarlo, sentir su olor, ver su color y escuchar su sonido
característico cuando cae al piso. Además, el sartén no está metido en el
interior de nuestra conciencia, no podemos tomar ese trozo de aluminio e
incrustárnoslo en el alma. En tanto objeto externo, el sartén está por fuera
de nuestra conciencia, y existe con independencia de ella. Finalmente, es
claro que el sartén es un objeto público, al menos en la medida en que
varios de los habitantes de nuestra casa pueden hacer uso de él.

Tratemos ahora de exponer algunas características básicas de los objetos


internos, o de las representaciones, como las llama Frege:

1. Los objetos internos no se pueden percibir por los sentidos, simplemente


se tienen.
2. Los objetos internos se tienen en la mente, en la conciencia, existen en
el mundo interno de cada persona. Cada persona tiene sus propias
representaciones.
3. Los objetos no pueden existir independientemente de las personas, una
representación subjetiva sólo existe cuando alguien la tiene porque está
en su conciencia, las representaciones internas necesitan un portador.
4. Cada objeto interno, cada representación, tiene sólo un único
portador. Yo tengo mis representaciones, y tú las tuyas.

Para ilustrar estas características podemos tomar como ejemplo el dolor. A


diferencia del sartén, el dolor no es perceptible por los sentidos. En
realidad, lo que decimos es que tenemos un dolor de cabeza, por
ejemplo, y esa es una diferencia importante: puedes tocar la cabeza que
te duele o mirar el brazo que te has herido, pero lo que tocas y ves no es el
dolor mismo; no puedes ver, tocar, oler o escuchar tu dolor, simplemente lo
tienes. Además el dolor es tu dolor, y si tú no existieras tu dolor
desaparecería, depende de ti para existir, pues habita en tu conciencia.
Finalmente, a diferencia del sartén, el dolor no puede ser sujetado por
varias personas a la vez. Cada uno siente su dolor, pero no hay dolores
públicos.

Esquemáticamente podemos presentar las diferencias así:


53

Se perciben por Existen en el mundo No necesitan Son públicos


Objetos los sentidos externo portador, Su
externos existencia es
independiente de
los sujetos
Objetos Son Existen en el mundo Necesitan un Son privados
internos imperceptibles interno, en la mente, portador, su
sensorialmente en la conciencia existencia depende
que haya sujetos

La pregunta de Frege es si no habrá en el mundo objetos que no


encuadren en esta clasificación. Para responderla nosotros podemos
hacer un sencillo ejercicio: comparar las casillas del cuadro. Tomemos pues
cada casilla de la fila de arriba y comparémosla con cada una de las
casillas de la fila de abajo.

Si comparamos la primera casilla de la fila superior con las casillas de la fila


inferior tenemos lo siguiente. Evidentemente no hay objetos que sean
perceptibles e imperceptibles al mismo tiempo. Tampoco hay objetos que
existan en el mundo interno que se puedan percibir por los sentidos.
Tampoco hay objetos perceptibles por los sentidos que necesiten portador,
todos ellos son independientes. Finalmente tampoco hay objetos tangibles
que sean privados, excepto si hablamos de propiedad privada en sentido
económico.

Al comparar la segunda casilla de la fila de arriba con las casillas de la fila


de abajo tenemos que plantearnos, para empezar, la siguiente pregunta:
¿acaso hay objetos que existan en el mundo externo que sean
imperceptibles por los sentidos? En este caso algunos afirmarían que
efectivamente los hay, esos objetos serían los fantasmas, los espíritus, las
auras etc. Evidentemente no puede haber objetos que sean externos e
internos a la vez; de la misma manera que no puede haber objetos
externos que necesiten portador. El caso de los objetos externos privados
ya lo mencionamos en el punto anterior.

Al comparar la tercera casilla superior con las inferiores encontramos el


siguiente interrogante: ¿acaso habrá objetos que no necesitan portador y
que son intangibles? Sería el mismo caso de los fantasmas, los espíritus etc.,
sin embargo, no hay objetos independientes que existan en un mundo
interior, como tampoco hay objetos independientes y dependientes al
54

mismo tiempo. Finalmente aparece nuevamente el caso de los objetos


independientes privados.

Por último, al comparar la cuarta casilla de arriba con las de abajo, hay
que considerar ese tipo de objetos que sean públicos pero intangibles. Es
aquí donde Frege descubre un nivel intermedio de realidad que no es
interna ni externa sino que es a la vez intangible y pública: se trata de la
realidad social y en ella su elemento constituyente fundamental: el
lenguaje.

La realidad social es lo que Frege llama el tercer reino, el reino de los


pensamientos públicamente compartidos. A ese reino pertenecen la
historia, la literatura, las tradiciones, la cultura etc. Ninguna de estas cosas
es propiedad privada de nadie, todas son de domino y acceso público; sin
embargo, ninguna de ellas se puede percibir por los sentidos.

Frege considera que la posibilidad de que esta realidad exista es el


lenguaje. La realidad social se construye en el uso del lenguaje, la manera
como accedemos a las diferentes culturas y tradiciones es cuando
captamos el sentido del lenguaje en que esa tradición o esa cultura se
expresa. La forma en que una cultura usa el lenguaje nos permite captar la
manera como ve el mundo. Por esta razón el lenguaje no se refiere
directamente a la realidad, sino a través de una mediación, de un
intermediario. Ese intermediario que hay entre el lenguaje y la realidad, ya
sea interna o externa, es el pensamiento.

El pensamiento, tal como aquí lo entendemos, no es la misma


representación subjetiva, el objeto interno, la idea que alguien se hace de
algo; sino una idea compartida por una comunidad de hablantes: el
pensamiento se caracteriza por ser público, no privado.

Así pues, se descubre la existencia de un tercer nivel de realidad: el reino


del pensamiento, que no es un tercer tipo de objetos, sino un intermediario
entre los objetos externos y nuestras representaciones subjetivas: nuestras
representaciones subjetivas no se forman directamente por la
contemplación del mundo externo sino que se forman al contemplar el
mundo externo a través de ese intermediario que es el pensamiento
públicamente compartido; nuestras tradiciones y nuestra cultura.

Como se ve, Frege nos ayuda a construir un concepto de pensamiento


que no está relacionado con la vida mental. Lo que este segundo padre
55

de la lógica denomina ‘pensamiento’ se diferencia claramente de los


objetos internos, mentales o psicológicos, y guarda una estrecha
dependencia del lenguaje de modo que atendiendo con su ayuda
podemos empezar a comprender en qué sentido la lógica no es una rama
de la psicología sino de los estudios del lenguaje.

Dicho esto, Ahora tenemos que precisar qué sería un argumento, ya que si
no es el resultado de una operación mental no resulta fácil saber qué otra
cosa pueda ser. Por supuesto no se trata de desterrar los componentes
mentales de la lógica, pues “la práctica inferencial, tal como la
identificamos paradigmáticamente, parece suponer, además de ciertas
condiciones histórico-sociales, algún lenguaje natural y, desde luego, algún
proceso psíquico” (Moretti et al., 2004. p.11).

Digamos en calidad de hipótesis de trabajo que un argumento es una


estructura conceptual en la que se establece una relación de
consecuencia lógica entre dos conjuntos de proposiciones: las premisas y
la conclusión. Esta definición es muy esquemática y general, y por eso
resulta muy útil. Lo único que se enuncia en ella es que un argumento tiene
tres componentes: un conjunto de datos de los que se parte, que se llaman
premisas, un conjunto de datos a los que se llega, que se llaman
conclusiones, y una relación entre esos conjuntos de datos que se llama la
relación de consecuencia lógica. Para ilustrar esto veamos un ejemplo.
Consideremos el siguiente argumento:

“Puesto que los hombres son buenos o malos, en el fondo nadie es malo,
entonces todos somos buenos”.

Este es un argumento sencillo en el que se pueden ver los tres elementos


mencionados: los datos de los que se parte, las premisas, son las siguientes:

1. Los hombres son buenos o son malos.


2. Ningún hombre es malo.

Los datos de llegada, la conclusión, son:

3. Todos los hombres son buenos

La relación de consecuencia lógica se puede ver al constatar que si las


premisas son verdaderas, es imposible que la conclusión no lo sea.
56

Podemos considerar este ejemplo como un argumento cuando nos


aproximamos a él visto como una pieza completa, es decir, cuando lo
vemos como una estructura en la que se conjugan los tres componentes
mencionados. Esta no es la única manera de verlo, por supuesto, también
puede entendérselo como un proceso verbal o como un proceso
psicológico. En el primer caso, lo llamamos un ejercicio de argumentación,
en el segundo un razonamiento.

Así pues, cuando vemos el ejemplo como actividad mental, lo llamamos


razonamiento o inferencia. Cuando lo vemos como una acción verbal,
como lo que una persona le dice a otra, lo llamamos una argumentación,
y cuando lo vemos como un todo conceptual estructurado lo llamamos
argumento.

Estrictamente hablando, la lógica no se ocupa de las inferencias ni de las


argumentaciones sino de los argumentos. La lógica formal se interesa por
la estructura de los argumentos, no por los procesos de argumentación o
de raciocinio mediante los cuales confeccionamos los argumentos. Esto
significa que la lógica es el estudio de los argumentos que busca
determinar si en ellos la relación de consecuencia lógica está bien o mal
establecida. Cuando la relación es correcta, los argumentos se llaman
válidos, y cuando no, se llaman inválidos. Hecha esta segunda precisión
conceptual y de términos, podemos retomar nuestra indagación sobre la
lógica como lenguaje formal.

2. El lenguaje formal de la lógica proposicional

En realidad no podemos decir que la lógica es un lenguaje formal, sino


más bien un conjunto de lenguajes formales. No hay una única lógica, por
el contrario hay diversos lenguajes lógicos5. Como mencionamos, para
nuestro estudio consideraremos algunos elementos del sencillo lenguaje
que se conoce como cálculo proposicional o lógica proposicional.

Puesto que un lenguaje formal consta de símbolos primitivos y reglas de


formación, lo primero que debemos estipular es cuáles son ellos. Dentro de
los símbolos primitivos es posible reconocer también algunas variedades,
por ejemplo: variables, constantes y símbolos auxiliares. En el caso de la
lógica proposicional las variables se denominan variables proposicionales,

55
Presentaciones útiles y completas de estos temas son, por ejemplo, la de Carlos Alcohurrón, Gladys Palau
y Lorenzo Peña.
57

porque se supone que se usan para simbolizar proposiciones, y las


constantes se conocen como conectores o conectivos lógicos, puesto que
su tarea es simbolizar las conexiones que pueden establecerse entre
enunciados. Los símbolos auxiliares se usan para poder apreciar con
claridad suficiente las estructuras simbolizadas. Todo esto se puede
entender fácilmente con un ejemplo.

Definamos, para empezar, los símbolos que vamos a utilizar:

Como variables proposicionales suelen utilizarse las letras del abecedario


que van desde la p en adelante y máximo hasta v. Con estas letras se
representan entonces los enunciados del lenguaje natural.

Como conectivos lógicos se definen en algunos sistemas de lógica


proposicional dos básicos y tres derivados. Los básicos son la negación y la
disyunción, y los derivados son la conjunción, el condicional y el
bicondicional. Respectivamente los símbolos son los siguientes:

Tipo Conectivo Símbolo


Básico Negación ¬
Disyunción ∨
Derivado Conjunción ∧
Condicional →
Bicondicional ↔

Estos conectivos suelen tener correspondencias en el español, y las más


usuales son:

Tipo Conectivo Símbolo Español


Básico Negación ¬ No
Disyunción ∨ O
Derivado Conjunción ∧ Y
Condicional → Si…, entonces…
Bicondicional ↔ Si y sólo si…,
entonces…

Los símbolos auxiliares que emplearemos son los más comunes de todos:
paréntesis, corchetes y llaves: (, ), [, ], {, }.

Así pues, nuestro vocabulario básico es:


58

Símbolos primitivos:

Variables proposicionales:
p, q, r…

Constantes o conectivos lógicos:


Negación: ¬ (básico)
Disyunción: ∨ (básico)
Conjunción: ∧ (derivado)
Condicional: → (derivado)
Bicondicional: ↔ (derivado)

Símbolos auxiliares:
Paréntesis: ( )
Corchetes: [ ]
Llaves: {}

Ahora tenemos que definir las reglas de formación que nos permitan
determinar cuando una secuencia de signos es una fbf del sistema. Ellas
son:

RF1: Una variable enunciativa es una fbf


RF2: Si A es una fbf, entonces ¬A también es una fbf
RF3: Si A y B son fbfs, entonces A∨B es una fbf
RF4: Ninguna cadena de signos arbitraria es una fbf si no es en virtud de
las reglas RF1, RF2 o RF3. Exceptuando las que se forman al introducir
símbolos auxiliares para evitar ambigüedades.

Estas reglas de formación ayudan a estipular cómo se usan los conectivos


lógicos básicos. Ahora, con base en ellas podemos introducir la definición
de los conectivos lógicos derivados6:

Conjunción: ∧. A ∧ B=def ¬(¬A ∨¬B)


Condicional: →. A → B=def ¬A ∨ B)
Bicondicional: ↔. A ↔ B=def ¬[¬(¬A ∨ B) ∨ ¬(¬B ∨ A)]

Con esto ya tenemos todo lo que necesitamos para nuestro lenguaje


formal: símbolos primitivos y reglas de formación. La pregunta es, ¿cómo se
usa esto? La respuesta es técnicamente sencilla pero detrás de la

6
Empleamos el signo =def para indicar que se está estableciendo la igualdad entre dos signos mediante
definición.
59

apariencia de la técnica está el problema epistemológico que nos


interesa. Veamos en qué consiste la sencillez de la técnica.

Un lenguaje formal de la lógica se usa para hacer más fácil y económica


la evaluación de los argumentos del lenguaje natural. El lenguaje que
hemos construido de lógica proposicional sirve para ayudar a evaluar
muchos argumentos cuya validez depende de la manera como están
conectadas las premisas entre sí, y ellas con la conclusión. Esto es poco, ya
que muchos argumentos válidos lo son en virtud de la estructura interna de
las proposiciones que intervienen en ellos, pero es mucho porque infinidad
de argumentos de la vida cotidiana dependen sólo de la manera como
conectamos nuestras proposiciones.

La principal tarea a realizar para poder utilizar un lenguaje formal como el


que hemos construido consiste en expresar en términos del lenguaje formal
los argumentos del lenguaje natural. A esta tarea se le llama formalización.
Veamos un ejemplo.

Si retomamos dos viejos argumentos del capítulo anterior tenemos lo


siguiente:

Argumento 1:
Si todos los perros son animales, y todos los animales son mortales, entonces
los perros son mortales.

Argumento 2:
Si los hombres son buenos o malos; puesto que los hombres no son malos,
entonces los hombres son buenos.

Si tomamos estos sencillos argumentos y tratamos de expresarlos con


nuestro lenguaje formal encontramos lo siguiente. Primero tenemos que
identificar cuáles son las proposiciones que intervienen en ellos y
reemplazarlas por variables proposicionales. Segundo, reemplazamos las
conectivas lógicas del español por sus respectivos símbolos. Tercero, en
caso de ser necesario colocamos símbolos auxiliares para evitar las
ambigüedades. Hagámoslo.

En el argumento 1 las proposiciones son:

1. Los perros son animales


2. Los animales son mortales
60

3. Los perros son mortales

Reemplacemos cada una de ellas por una letra así:

1. Los perros son animales = p


2. Los animales son mortales = q
3. Los perros son mortales = r

Las constantes son: si, entonces, e y; que debemos reemplazar por sus
respectivos símbolos: →, e ∧.

El argumento formalizado es:

( p ∧ q) → r

El segundo argumento tiene como proposiciones:

Los hombres son buenos = p


Los hombres son malos = q

Los conectivos que intervienen en él son: si, entonces, o, e y, que se


simbolizan con →, ∨, ∧ respectivamente.

El argumento formalizado es:

[( p ∨ q ) ∧ ¬q ] → p
Como se ve, esta tarea es muy sencilla. Se trata simplemente de cambiar
proposiciones del español por unos signos, y las conectivas en español
también por sus respectivos símbolos. Aunque esto es cierto, cuando se lo
mira detenidamente encierra importantes dificultades que hacen
desaparecer la impecable imagen de primera mano. Hasta el momento
hemos hablado desprevenidamente de las proposiciones y de las
conectivas, y hemos dicho que unas y otras se pueden reemplazar por
sencillos símbolos. Pero ¿qué es en realidad lo que simbolizamos? O, dicho
con mayor generalidad, ¿qué relaciones hay entre este lenguaje
proposicional y nuestro lenguaje natural? Esta pregunta no puede
responderse uniformemente. Es preciso explorar con algún detenimiento
qué pueden significar los elementos de nuestro lenguaje formal: las
variables y las constantes, es decir, las variables proposicionales y los
conectivos lógicos. Veamos pues lo problemático de unas y otros.
61

3. Lo variable de las variables

Cuando introdujimos el concepto de ‘variable’ en el capítulo 1 hicimos


referencia a algo llamado dominio de variabiliadad. Dijimos en ese
momento que una variable es el “signo que sirve para referirse
indistintamente a objetos cualesquiera de un cierto dominio (su dominio de
variabilidad)”(Mosterín et al., 2002, p. 596). ¿Qué es este dominio de
variabilidad?, ¿qué tipo de objetos son estos sobre los cuales varían las
variables?

Para empezar tenemos que reconocer que estrictamente lo que puede


referirse a cierto dominio de variabilidad son esos signos que hemos
empleado como la p, la q o la r, que hemos llamado variables
proposicionales. No es cuestión de alarmarse, pues, como dijimos, qué
signos se escojan es inesencial, aunque no así la definición de su función
dentro del lenguaje formal. Lo importante por ahora es tener presente que
en la lógica proposicional esos signos que llamamos variables se refieren a
un dominio de variabilidad que son las proposiciones.

La dificultad aparece cuando consideramos una proposición como “la


palma de cera es el árbol nacional de Colombia” e indagamos cuál es su
naturaleza. Como dijimos al comenzar el capítulo pasado, esa proposición
no hace parte de la lógica. Además, si construyéramos un argumento en el
que ella apareciera como: “dado que el árbol más común y propio que se
encuentra en Colombia es la palma de cera, entonces la palma de cera
es el árbol nacional de Colombia”, este argumento tampoco haría parte
de la lógica.

Lo que sí hace parte de la lógica, y de la lógica formal para ser exactos,


son el esquema proposicional y el esquema argumental de esa proposición
y de ese argumento. Recordemos que en la lógica se emplea un recurso
para poder conservar la dimensión formal de las proposiciones y de los
argumentos aislándolos, por así decirlo, de su contenido específico. Para
hacerlo, los lógicos emplean signos que hacen las veces de los contenidos,
pero que sólo exhiben sus propiedades formales. El procedimiento por el
cual se expresa simbólicamente la estructura formal de una proposición o
de un argumento se conoce como formalización.
62

No sería correcto decir que para cada proposición y para cada


argumento existe una única formalización posible, dado que existen
diferentes sistemas lógicos cada uno con sus respectivas especificidades
simbólicas. Sin embargo, hay algunos simbolismos más o menos
estandarizados que cualquier lógico maneja en su trabajo ordinario. Estos
símbolos son los del cálculo proposicional, que ya vimos, los del cálculo de
predicados y los de la teoría elemental de conjuntos. Veamos un ejemplo.
Si consideramos la proposición “Algunos paisas no son de Medellín”
tenemos varias posibilidades de formalización.

Sistema lógico Proposición formalizada


Lenguaje ordinario Algunos paisas no son de Medellín
Lógica aristotélica PoM
Lógica proposicional p
Lógica de predicados (∃x)( Px ∧ ¬Mx)

Lo curioso es que esta misma formalización vale para las siguientes


proposiciones:

1. Algunos perros no muerden


2. Hay personas no maliciosas
3. No todos los plátanos son maduros

Esta enigmática situación nos obliga a cuestionarnos acerca de aquello


que simbolizamos, indagando su naturaleza misma. La cuestión es por qué
una misma proposición puede representarse mediante una sola letra
(lógica proposicional), o mediante dos letras (Lógica aristotélica) o
mediante una cantidad amplia de recursos sígnicos como cuantificadores,
símbolos auxiliares y conectores (lógica de predicados). Una manera de
plantear la cuestión es ¿qué es eso sobre lo que varían las variables?, en
nuestro contexto la pregunta sería ¿qué es lo representado por esos signos
que llamamos variables proposicionales?, en últimas, ¿qué es una
proposición? La respuesta de estas cuestiones ha sido polémica en la
historia del pensamiento. Nosotros trataremos de presentar algunos
importantes apartes de este debate acerca de la interpretación de las
variables7.

7
Sin duda otro gran problema relacionado con este es el de cuándo una simbolización es adecuada o más
precisa, o incluso si acaso existe una simbolización correcta por oposición a simbolizaciones incorrectas.
Wittgenstein es uno de los filósofos que más se preocupó de estos asuntos en su Tractatus Logico-
Philosophicus. Nosotros no entraremos en este problema por razones de extensión y porque sólo estamos
considerando el caso de la lógica proposicional.
63

4. La interpretación de las variables proposicionales

Un argumento correcto es aquel en donde la conclusión es consecuencia


lógica de las premisas, o en el que las premisas implican lógicamente la
conclusión. En esta definición se puede ver el concepto de implicación en
términos de premisas y conclusiones. Estos dos conceptos son a su vez
esenciales para caracterizar un argumento. Las conclusiones de un
argumento son aquellas afirmaciones que defendemos o sustentamos, en
tanto que las premisas son las afirmaciones que usamos para sustentar o
fundamentar nuestras conclusiones. Ahora bien, si nos preguntamos qué
son las premisas y las conclusiones llegaremos al concepto de proposición.

Hasta ahora nos hemos referido a las conclusiones y a las premisas como
afirmaciones. Este modo de hablar resulta ligeramente confuso, pues,
estrictamente hablando, tanto las premisas como las conclusiones son
proposiciones. Las premisas son las proposiciones que se utilizan para
fundamentar conclusiones, en tanto que éstas son las proposiciones que se
fundamentan con base en las premisas. Ser premisa o ser conclusión es
una función que cumplen las proposiciones.

Veamos un ejemplo. Consideremos el siguiente argumento: El maíz es un


alimento nutritivo. Las arepas que venden en la esquina son de maíz. Por lo
tanto las arepas que venden en la esquina son nutritivas. Este sencillo
argumento se ha construido a partir de las siguientes afirmaciones:

1. El maíz es un alimento nutritivo


2. Las arepas que venden en la esquina son de maíz
3. Las arepas que venden en la esquina son nutritivas

Las dos primeras afirmaciones son las premisas del argumento, y la tercera
su conclusión. Esto quiere decir que las tres son proposiciones. Es
interesante notar que una misma proposición puede cumplir a veces el
papel de premisa y a veces el papel de conclusión. Por ejemplo, la
proposición “las arepas que venden en la esquina son de maíz” cumplía el
papel de premisa en el ejemplo anterior. Pero veamos el siguiente
argumento:

1. Las arepas que vende el señor Rodríguez son de maíz


2. Las arepas que venden en la esquina se las compraron al señor
Rodríguez
64

3. Las arepas que venden en la esquina son de maíz.

Al igual que en el ejemplo pasado, en este caso las dos primeras


proposiciones son premisas y la tercera es la conclusión. Sin embargo,
ahora la proposición “las arepas que venden en la esquina son de maíz” es
la conclusión del argumento, y no una premisa como en el primer caso. Por
eso insistimos en que una proposición puede cumplir a veces el papel de
premisa y a veces el papel de conclusión.

Ahora bien, si una proposición puede ser tanto premisa como conclusión
esto quiere decir que no es una buena estrategia definir lo que es una
proposición en términos de premisas o conclusiones. Es preciso buscar y
tratar de determinar qué es lo que hace que una proposición sea una
proposición.

Una proposición es un enunciado que puede ser verdadero o falso. Esta es


la forma más común de definirla. Sin embargo, no por común es
satisfactoria. Hay dos problemas básicos aquí.

4.1 Proposiciones y lenguajes naturales

Cuando afirmamos que una proposición es un enunciado estamos


claramente ante una serie de dificultades propias de la filosofía del
lenguaje. La pregunta básica es ¿qué es un enunciado? La respuesta a
esta cuestión nos remite a lo que es una oración.

Una oración es una construcción gramatical con sentido completo. Un


enunciado sería la utilización de una oración en un caso concreto. Así, por
ejemplo, “Andrés es filósofo” es una oración bien construida desde un
punto de vista gramatical que se puede usar de distintas maneras.
Veamos. En una conferencia el anfitrión podría presentar al conferencista
diciendo “Andrés es filósofo”. Esta misma oración podría utilizarse también
en una clase de historia para indicar como dato biográfico del personaje
que “Andrés es filósofo”. Incluso quizá una persona que admira a su amigo
por la profundidad y agudeza de su pensamiento podría decir “Andrés es
filósofo”. Más desconcertante puede resultar el hecho de que incluso en
un salón de clase para burlarse de un compañero después de que ha
dado su opinión acerca de un tema en un debate unos muchachos
podrían pasarse un papelito que dice “Andrés es un filósofo”, y luego reírse.
65

Los ejemplos anteriores ilustran que una misma oración puede utilizarse de
distintas maneras. Cada uno de estos distintos usos de la oración es un
enunciado. Si esto es así, podemos destacar algunos rasgos adicionales de
unas y otros.

Resulta casi evidente, pero no por ello claro, que las oraciones pertenecen
a idiomas concretos. “Andrés es filósofo” o “Las arepas de maíz son
nutritivas” son oraciones del español, están bien construidas
gramaticalmente, pero sólo en el español; ni en el ruso ni en el hebreo
cuentan como oraciones.

Por extensión, si los enunciados son oraciones en uso, entonces también


harían parte de los idiomas, pero de los idiomas en uso. Todo enunciado
depende de un idioma, no hay modo de realizar uno por fuera de idioma
alguno. Éste sería un punto en común que tendrían los enunciados con las
oraciones. La diferencia básica que habría entre unos y otras es que las
oraciones son, por decirlo así, prototipos de construcciones de un idioma,
en tanto que los enunciados son los usos concretos que se hacen de esos
prototipos. Una manera de establecer esta diferencia es diciendo que los
enunciados son contables en tanto que las oraciones no. Podemos decir
que la oración se ha enunciado una, dos, tres cuatro veces, mientras que
carece de sentido decir que hay una, dos tres o cuatro oraciones que son
la misma.

En este sentido podemos preguntarnos qué tan aceptable es definir la


proposición como enunciado, si éste es el uso de una oración en
particular. Como vimos, una misma proposición se puede usar varias veces,
y esa es una característica que tienen las oraciones pero no los
enunciados. Esto quiere decir que probablemente una proposición es más
bien una oración con sentido completo, antes que un enunciado.

Aunque la anterior conclusión es plausible, tampoco está exenta de


problemas. ¿En realidad las proposiciones son oraciones? Si así lo fuera,
entonces las proposiciones dependerían de los idiomas, puesto que es
característico de las oraciones ser parte de los idiomas. La consecuencia
de ello salta a la vista: si las proposiciones son el material con el que
construimos los argumentos, y las proposiciones dependen de los idiomas,
entonces todo argumento dependería de un idioma, y casi con plena
seguridad no podríamos formular el mismo argumento en otro idioma.
66

Esta consecuencia puede ser indeseable, o incluso absurda. Por ejemplo,


cuándo digo que dos es mayor que uno y que tres es mayor que dos, y de
ahí concluyo que tres es mayor que uno, ¿estoy dando un argumento que
sólo vale en el español?, ¿no es este argumento válido también en inglés,
francés o alemán?

Estos interrogantes nos ponen de cara al mayor problema que presenta la


definición de proposición: aunque las proposiciones son el material básico
con el que se construyen los argumentos, las que determinan el contenido
de los argumentos, y los argumentos son una manera de usar el lenguaje,
las proposiciones mismas parecen estar por fuera de cualquier lenguaje,
incluso de cualquier lenguaje en uso, en la medida en que no son
enunciados ni oraciones. Las proposiciones viven la paradójica condición
de ser esenciales en el uso del lenguaje, aunque estén por fuera de
cualquier lenguaje en particular.

4.2 El debate sobre los portadores de verdad

Cuando dijimos más arriba que una proposición era un enunciado que
podía ser verdadero o falso, señalamos que esta definición tiene dos
problemas básicos. El primero de ellos es la paradójica conclusión a la que
acabamos de llegar. El segundo es el nexo que se establece entre
proposición y valor de verdad.

Hablando de un modo escueto cualquier cosa puede ser verdadera o


falsa. Con frecuencia incluso se dice que sólo algunas personas dicen la
verdad: curiosamente los niños, los locos y los borrachos. También se dice
en algunos contextos que Dios es la verdad, o que las ciencias dicen lo
que es verdad, que hay verdad en el arte o que hay verdades del corazón
que la razón no entiende.

En nuestro contexto no podemos dar cuenta de tantos significados diversos


de la palabra ‘verdad’. Estrictamente hablando, lo que puede ser
verdadero no son las cosas, los hechos o el mundo, sino lo que decimos
acerca de ellas y ellos. La verdad es una propiedad que tiene lo que
decimos, pero sólo en algunos casos. Por eso con frecuencia se dice que
la verdad o la falsedad son propiedades de las oraciones, los enunciados o
las proposiciones que a su vez son llamados “portadores de verdad”.

Si nos detenemos a examinar qué son estos portadores de verdad,


llegaríamos a las conclusiones recién obtenidas; en especial nos
67

encontraríamos con las siguientes dificultades: si nos concentramos en las


proposiciones, llegamos a una paradoja generada por la oscuridad de su
naturaleza, problema del que nos ocuparemos líneas más adelante; si nos
concentramos en los enunciados, la tarea se vuelve inmanejable porque
los enunciados son potencialmente infinitos. Por estas razones el estudio de
las oraciones como portadores de verdad es la mejor guía que tenemos,
aunque no es óptima.

Como dijimos, las oraciones son algo así como prototipos de


construcciones gramaticales bien hechas en un idioma específico, a
diferencia de los enunciados que son las realizaciones concretas o usos
específicos que hacemos de esos prototipos. Los enunciados son
potencialmente infinitos porque una misma oración puede usarse de
innumerables maneras diferentes, como mostramos más arriba.

Las oraciones son entonces un recurso más económico y práctico. La razón


de ello es que no hay innumerables tipos de oraciones, como innumerables
enunciados. Existen por ejemplo las oraciones exclamativas, las
interrogativas, las compromisivas y las enunciativas o descriptivas. Al decir
que una oración es verdadera o falsa, ¿nos estamos refiriendo a
cualquiera de estos tipos de oraciones? Veamos algunos ejemplos para
responder esta pregunta.

Tipo de oración Ejemplo


Exclamativa ¡Te amo con todas las
fuerzas de mi corazón
Interrogativa ¿Qué horas son?
Compromisiva Me comprometo a no
volver a llegar tarde
Enunciativa El lápiz está sobre la mesa

Estrictamente hablando, las exclamaciones no pueden ser verdaderas ni


falsas. ‘Verdadero’ o ‘falso’ no son palabras adecuadas para hablar de lo
que decimos de nosotros mismos en el campo emotivo. Cuando
manifestamos nuestros sentimientos y expresamos lo que llevamos dentro,
es más adecuado referirnos a ello diciendo que lo hacemos sincera o
insinceramente.

Cuando preguntamos tampoco resulta muy adecuado hablar de verdad


o falsedad. Imaginemos un diálogo en el que alguien preguntara: “¿qué
horas son?”, y el otro dijera “es verdad lo que dices, o ¿es más bien falso?”.
Claramente la respuesta carece de sentido. Así como para juzgar una
68

expresión la sinceridad es un buen criterio, para juzgar una pregunta la


pertinencia, claridad, agudeza o concisión son buenos criterios, pero no la
verdad o la falsedad.

En el caso de los compromisos sucede algo semejante. Cuando uno se


compromete a dejar de fumar o a no volver a llegar tarde a las citas, es
inadecuado juzgar esos compromisos como verdaderos o falsos. Un
compromiso se cumple o no se cumple, pero no es verdadero o falso.

A diferencia de estos casos, las oraciones enunciativas o descriptivas sí se


adecuan a ser juzgadas en términos de verdad o falsedad. Cuando
decimos que el lápiz está sobre la mesa, que un carro es veloz, que el
pasto es verde o, en general, que las cosas están así o asá, todo ello
puede ser juzgado como verdadero o falso. Las descripciones pueden ser
correctas o no, en cuyo caso decimos que son verdaderas o falsas
respectivamente.

Así pues, podemos completar nuestro cuadro de ejemplos de la siguiente


manera:

Tipo de oración Ejemplo Criterio para evaluarlo


Exclamativa ¡Te amo con todas las Sinceridad o insinceridad
fuerzas de mi corazón
Interrogativa ¿Qué horas son? Pertinencia, agudeza,
claridad o concisión
Compromisiva Me comprometo a no Cumplimiento o
volver a llegar tarde incumplimiento
Enunciativa El lápiz está sobre la mesa Verdad o falsedad

Así pues, no resulta satisfactorio definir proposición como enunciado que


puede ser verdadero o falso, puesto que no es enunciado si no más bien, y
con reservas, oración, pero tampoco es cualquier oración sino sólo oración
descriptiva o enunciativa. Por estas razones a veces resulta más aceptable
definir una proposición como el contenido significativo de una oración
enunciativa, o el contenido significativo de una oración del cual podemos
preguntar con sentido si es verdadero o falso.

Esta nueva definición de proposición es más precisa y ya está casi exenta


de problemas. Sin embargo, esto no es más que apariencia. En realidad
aún están por plantearse los problemas más difíciles: los relativos a la
naturaleza de las proposiciones.
69

4.3 La naturaleza de las proposiciones

Al tratar de definir una proposición nos enfrentamos a una paradoja:


aunque desempeñan un papel decisivo en las argumentaciones de la vida
cotidiana pues son las premisas y las conclusiones que utilizamos en el
lenguaje natural, no podemos decir que su esencia sea que son partes del
lenguaje. La mayor utilidad de las proposiciones es su uso en el lenguaje,
pero ellas mismas parecen no hacer parte del lenguaje ya que no se
pueden identificar con los enunciados ni con las oraciones. Lo único que
más o menos está claro es que una proposición es un portador de verdad
cuya expresión en el lenguaje son las oraciones descriptivas y los
enunciados construidos con base en este tipo de oraciones.

El problema al que nos enfrentamos ahora es explorar qué son las


proposiciones, cuál es su naturaleza, ya que, aunque ella se nos ha
mostrado como fundamental para el lenguaje, no es en sí misma
lenguájica. El único rastro que tenemos de las proposiciones son las
oraciones y los enunciados del lenguaje natural, así que no hay otra
manera de estudiarlas si no es en el lenguaje mismo. Hay que tratar de ir
más allá del lenguaje partiendo del lenguaje mismo.

Escuetamente digamos entonces que las proposiciones son entidades


abstractas que tienen la propiedad de portar verdad. ¿En qué consiste
este carácter abstracto de los portadores de verdad?

4.3.1 Interpretación idealista

Una de las tentativas más osadas y frecuentes para responder al problema


metafísico de las proposiciones es el idealismo. Según esta posición, las
proposiciones son entidades abstractas que tiene su propio estatus
ontológico. No son realidades empíricas, tampoco realidades mentales
sino realidades “ideales” o “conceptuales” que tienen características
propias8.

Esta caracterización de las proposiciones parece ponernos en presencia


de las idas de Platón acerca de la existencia de estos objetos ideales que
tienen su propio mundo, una especie de reino de los conceptos, mundo de
las ideas o planeta de las proposiciones. Lo que hace difícil aceptar esta
posición es que no sabemos qué razones nos motivan a creer que es

8
Un partidario de esta tesis es Alexius von Meinong.
70

cierta. ¿Qué podríamos alegar a favor de la aceptación de que existe un


universo independiente y abstracto en el que reposan las proposiciones y
al que por una extraña facultad del intelecto podemos conectarnos y así
captar esas misteriosas entidades?

Algunos alegan que el idealismo es una buena explicación del carácter


independiente del lenguaje que exhiben las proposiciones, o al menos una
mejor explicación que las otras que más adelante veremos. Sin embargo,
aunque efectivamente el idealismo explica algo, no estamos obligados a
aceptarlo. El hecho de que ofrezca una explicación no es suficiente para
aceptarlo como explicación. En especial el idealismo tiene un grave
problema: no puede ofrecernos criterios de identidad para sus objetos
abstractos, es decir, no puede decir cómo hace uno para saber cuándo
se encuentra ante una misma entidad abstracta y cuándo ante una
diferente.

El idealismo nos fuerza a aceptar que existen diversos tipos de entidades


abstractas, pero no puede ofrecer criterios para identificarlas. De este
modo nos vemos sumergidos en una jungla llena de curiosas entidades.
Pero ¿por qué aceptar un mundo habitado por tantas y curiosas criaturas
como proposiciones, cuadrados redondos, montañas de oro y cosas por el
estilo? A lo mejor también sería deseable tratar de no multiplicar los entes a
menos que sea estrictamente necesario, aunque esto signifique que ya no
vivamos en una jungla sino en un paisaje desértico.

Las dificultades propias del idealismo no siempre han conducido a plantear


las mismas alternativas. Entre las más destacadas que podemos reseñar se
encuentran el psicologismo, el convencionalismo y el empirismo. Veamos
brevemente en qué consisten cada una de ellas.

4.3.2 Interpretación psicologista

La tesis psicologista respecto a la naturaleza de las proposiciones es muy


sencilla y común: las proposiciones son contenidos mentales. Si bien no
podemos identificar las proposiciones con partes de los lenguajes
naturales, ni con entidades abstractas ideales, es plausible quizá que eso
con lo cual elaboramos razonamientos, discutimos propuestas y
71

defendemos iniciativas sean nuestras ideas, lo que tenemos en la cabeza,


eso que nosotros pensamos9.

Una de las razones que le da cierta plausibilidad al psicologismo viene de


consideraciones estrictamente semánticas. Cuando definimos una
proposición como el contenido significativo de una oración enunciativa,
fácilmente podríamos haber dicho que la proposición es el significado de
dicha oración. El contenido o significado de nuestros usos del lenguaje
serían las proposiciones. Esto se puede ver fácilmente con estos ejemplos:

Si decimos “¡huy, qué frío!”, ciertamente afirmamos que está haciendo frío,
y está es una proposición: “hace frío”. Pero cuando decimos que hace frío,
¡realmente estamos pensando en que hace frío!, eso es lo que queremos
decir, ese es el significado de nuestra afirmación. Lo mismo ocurre con
innumerables frases corrientes, como “ahí viene el bus”, “me tengo que ir”,
“no quiero seguir hablando” o “se nos hace tarde”. En todos estos casos es
sencillo y claro decir que el significado es lo que tenemos en mente, lo que
estamos pensando o lo que queremos decir.

Prueba de ello es que podemos traducir todas estas oraciones a una forma
corriente que conjuga verbos psicológicos y proposiciones que Russell
llamó actitudes proposicionales. Veamos.

El significado de la expresión “¡huy, qué frío”, dicha por Juan, puede


expresarse diciendo que “Juan cree que hace frío”. Del mismo modo, el
significado de la expresión “ahí viene el bus” dicha por Martha puede
expresarse diciendo: “Martha cree que ahí viene el bus”, y así
sucesivamente.

Enunciado Significado del enunciado


Expresión Verbo psicológico Contenido proposicional
¡Huy, qué frío Creo que Hace frío
Ahí viene el bus Creo que Viene el bus
Me tengo que ir Creo que Tengo que partir
No quiero seguir hablando Deseo que Yo no siga hablando de esto
de esto
Se nos hace tarde Creo que Es tarde

En general, los significados de nuestros enunciados pueden expresarse por


medio de este tipo de construcciones, las actitudes proposicionales, y en

9
Una versión clásica de esta tesis es la de San Agustín en su famoso diálogo Del Maestro.
72

ellas se puede ver con claridad que las proposiciones son los contenidos
de ciertos estados mentales, generalmente de creencias y deseos.

Este es un argumento fuerte para sostener que las proposiciones son


contenidos mentales. Si todo enunciado puede traducirse a una actitud
proposicional entonces podremos afirmar que efectivamente las
proposiciones son contenidos mentales.
Aunque este argumento es plausible, también podemos examinarlo con un
poco más de detalle. Por ejemplo, si tenemos en cuenta que una de las
características más importantes de nuestra vida mental es su privacidad,
entonces podemos preguntarnos: si una característica notable de las
proposiciones es que se pueden decir de diversas maneras y por distintas
personas, ¿cómo podemos aceptar que son privadas como la mayoría de
los contenidos mentales?

Esta primera dificultad se puede poner abiertamente así: las proposiciones


se caracterizan por ser públicas, los contenidos mentales se caracterizan
por ser privados. ¿Cómo conciliamos esta oposición para decir que las
proposiciones son contenidos mentales?

Otra objeción fuerte al psicologismo como propuesta para definir la


naturaleza de las proposiciones es su esterilidad. A muchos filósofos y
lógicos les ha parecido que remitir los contenidos significativos del lenguaje
al terreno de la mente es un truco simpático análogo al de inventarse el
mundo de las ideas. ¿Qué tan distinta es esa entidad que llamamos mente
al mundo de las ideas?, ¿no será simplemente un mundo de las ideas, pero
metido en la cabeza? De ser así, las mismas objeciones del idealismo se
plantean para el psicologismo. ¿Cómo identificamos un contenido
mental?

En este caso la respuesta parece más fácil de dar que en el caso del
idealismo. Yo conozco mis contenidos mentales de un modo muy claro, lo
sé cuando reviso en mi interior. Esta respuesta se conoce como la doctrina
del acceso privilegiado a lo mental, y el método por el cual accedemos a
estos contenidos mentales se conoce como introspección.

Lo curioso de la respuesta es que parece que no contesta nada. Lo


primero que objetamos al psicologismo es que no puede dar cuenta del
carácter público del significado, y ahora se responde que los contenidos
mentales son internos, privados, pero que sí los puede conocer su portador,
la persona que los tiene. ¿Soluciona esto la objeción? Tal vez no, lo único
73

que se ha hecho con la respuesta es reiterar el carácter interno y privado


de los contenidos, no decir cómo podemos acceder intersubjetivamente a
ellos. Si aceptamos la tesis psicologista perdemos la dimensión pública del
significado.

Estas objeciones, entre otras, nos hacen sospechar del psicologismo como
una buena explicación de la naturaleza de las proposiciones. Su falta de
criterios de identidad y la pérdida de la dimensión pública del significado
no nos permiten aceptarlo. Algunos de estos inconvenientes, sin embargo,
parecen fácilmente solucionables si sacamos los significados de la cabeza,
si abandonamos el internalismo, y adoptamos un externalismo. Esta
tentativa se conoce como la teoría de la referencia.

4.3.3 Interpretación referencialista

La teoría de la referencia sostiene que las proposiciones, el significado de


los enunciados, son los hechos del mundo externo que describen. Así, por
ejemplo, cuando Milena dice “las llaves están sobre la mesa” el significado
de esa expresión es el hecho de que precisamente las llaves están sobre la
mesa, por supuesto, siempre y cuando su expresión sea verdadera. El
hecho de que las llaves están sobre la mesa se llama la referencia de la
expresión10.

Esta modesta tentativa resulta plausible porque supera los graves


inconvenientes del psicologismo y además da cuenta de aspectos
desatendidos por esta doctrina pero sí aprovechados por el idealismo. En
suma, la teoría de la referencia parece aprovechar lo mejor del idealismo y
del psicologismo, evitando los males de estas dos teorías, razón por la cual
no debe extrañarnos que haya sido una tesis ampliamente aceptada e
influyente durante más de la mitad del siglo XX y todavía hoy se la tenga
como una de las más importantes teorías del significado.

Una de las ventajas del idealismo es que permite comprender por qué
varias personas pueden compartir significados, por qué varios podemos
“decir lo mismo” en un mismo idioma o en varios idiomas distintos. El
problema era que nos comprometía con una ontología exuberante y una
epistemología un poco metafísica. Por el lado del psicologismo teníamos la
desventaja de que además de conservar la ontología extravagante
asumíamos una especie de encierro psicológico con el cual perdíamos la

10
Versiones de esta teoría se encuentran en “La filosofía del atomismo lógico” de Bertrand Russell, o el
Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein.
74

intersubjetividad del significado. En pocas palabras, el reto era conservar la


identidad intersubjetiva del significado, sin tener que recurrir a
extravagancias ontológicas.

La teoría de la referencia logra conservar la identidad intersubjetiva del


significado ya que sostiene que la referencia de las expresiones son hechos
del mundo externo que todos compartimos. Así pues, para conocer el
significado de una expresión sólo tenemos que mirar al mundo que
compartimos y así lo sabemos. Si el hecho descrito en la expresión
efectivamente se da, entonces la expresión es verdadera, si no, es falsa.
La exuberancia ontológica se resuelve de un modo relativamente sencillo
también. Simplemente tenemos que asumir un compromiso empirista, es
decir, aceptar que podemos conocer la realidad empírica, física, y que
ella es tal como se nos aparece en la experiencia sensible cotidiana. Así
pues, la única ontología que tenemos que aceptar es que hay un mundo
externo en el que pasan cosas, en el que hay hechos.

Ninguna de las presuposiciones de la teoría de la referencia parece tan


grave como para no aceptarla. ¿Por qué no aceptar que el mundo
externo existe y que lo conocemos a través de la experiencia sensible? En
la vida práctica nadie sospecha que el mundo no exista, todos salimos a
realizar nuestras labores cotidianas caminando sin temor alguno de que el
piso desaparezca en cualquier momento o de que al levantarnos de la
cama nos encontraremos suspendidos en el vacío. Además, todos
sabemos que el agua moja y que el fuego quema, y eso se aprende
fácilmente cuando uno entra en contacto empírico con una y otro. Parece
que la única manera de rechazar las presuposiciones de la teoría de la
referencia es acudir a una extravagancia filosófica como imaginarse que
todo lo que nos muestran los sentidos es dudoso e incierto y que a lo mejor
haya un omnipotente malhechor que quiera que vivamos engañados en
todo lo que pensamos y creemos como más cierto.

Estas razones, sin embargo, tienen algunos problemas fácilmente


detectables sin tener que recurrir a extraños trucos argumentativos.
Pensemos por ejemplo qué sucede cuando escuchamos relatos como los
de La llorona y El mohan, o cuando atendemos a los diálogos que ocurren
en los programas de televisión. Se cuenta en ellos que por las noches se
aparece una señora llorando y clamando a gritos por sus hijos. En las
novelas la gente habla y se dicen cosas como “en el pasado fui una mujer
fea y poco querida por los hombres”.
75

Si la teoría de la referencia fuera cierta, tendríamos que aceptar que si la


leyenda de la llorona tiene significado, entonces hay que cuidarse de que
no le salga esa señora al paso a uno, pues ella efectivamente existe, es un
hecho que la llorona existe. Lo mismo vale para la telenovela. Aunque la
historia es ficticia, si lo que la protagonista dice tiene significado entonces
efectivamente ella fue fea en el pasado y ningún hombre la quiso, aunque
todos sepamos que ella, el personaje, nunca existió antes de que
empezara la novela, y que la actriz ha sido toda la vida catalogada como
una mujer muy hermosa, por ejemplo.

Al contemplar lo absurdo de estos casos, descubrimos que la teoría de la


referencia tiene más presuposiciones de las que uno se imagina.
Estrictamente hablando, si aceptamos el compromiso empirista quedamos
atados al presente, no podemos dar cuenta del significado de las
proposiciones que se refieren al pasado o a lo posible. Además, en
cualquier caso resulta que la teoría de la referencia no puede explicar el
significado de las fantasías, las creaciones literarias o las manifestaciones
culturales de los pueblos que aparecen en los cuentos populares.

Alguien podría decir que podemos aceptar un compromiso empirista


menos radical y así aceptar que los hechos posibles en general son las
referencias del lenguaje, y no sólo los hechos efectivos. Así pues, sería
razonable establecer una diferencia entre el significado de una expresión y
su valor de verdad. Una expresión puede tener significado y nosotros
podemos entenderla, aunque sea falsa. Ese sería el caso de los diálogos de
las novelas, o de las historias que la gente inventa. Podemos entenderlas
porque describen hechos posibles que no ocurren. Como se refieren a
hechos posibles, tienen significado, pero como esos hechos son posibles
pero no existen realmente, son falsas.

Así las cosas, parece que la teoría de la referencia se hace todavía más
plausible. Sólo resta una dificultad ya planteada: ¿cómo justificamos que
un hecho es posible y otro imposible? Supongamos que alguien inventa
una historia parecida a la de la conversión de un ateo en creyente, pero
con cuadrados y círculos. En su relato, en lugar de hablar de un hombre
que se vuelve piadoso, habla de un cuadrado que se va volviendo círculo
y lo llaman el cuadrado redondo. ¿Cómo hacemos para establecer la
diferencia entre el hombre converso, que es una criatura posible, y el
cuadrado redondo que es una entidad imposible?
76

Una tentativa muy reconocida de solución de este problema es la célebre


teoría de las descripciones definidas ideada por Bertrand Russell. Según
este autor tenemos que cuidarnos de la apariencia que tienen nuestras
formas comunes de expresión pues a veces conducen a error. Fijémonos,
por ejemplo, en este par de expresiones:

El libertador de Colombia es gordo


El libertador de Colombia y Bogotá es delgado
El marciano de mi amigo es amable

Estas tres proposiciones tienen una apariencia muy semejante. Todas


describen hechos, y lo hacen de la misma manera: atribuyendo una
cualidad a un sujeto, al libertador de Colombia se le atribuye gordura, al
libertador de Colombia y Bogotá se le atribuye estar delgado y al
marciano de mi amigo se le atribuye amabilidad. Un aspecto común
adicional es que las tres proposiciones son falsas.

Según una teoría clásica de la verdad, una proposición es falsa cuando a


un sujeto se le atribuye una propiedad que en realidad no tiene. Por
ejemplo, cuando decimos que Luis Carlos Galán es calvo decimos algo
falso, porque atribuimos a un sujeto, L.C. Galán, una propiedad que no
tiene, la calvicie. La verdad sería la adecuación entre sujeto y predicado, y
la falsedad sería la inadecuación de sujeto y predicado. ¿Sería útil esta
teoría para explicar por qué son falsas las tres proposiciones anteriores?
Veamos.

Si le atribuimos a al libertador de Colombia el ser gordo, decimos algo falso


porque él en realidad era delgado. En este caso parece que la teoría
funciona. Ahora bien, si decimos que el libertador de Colombia y Bogotá
es delgado, decimos algo falso. ¿Se debe esto a que en realidad no era
delgado? No. Se debe a que el libertador de Colombia es uno y a que no
es el mismo libertador de Bogotá, porque de hecho Bogotá no fue liberada
por nadie. Así, en el segundo caso, la teoría no explica bien la falsedad de
la proposición. En el tercer ejemplo, al marciano de mi amigo se le atribuye
amabilidad y la proposición es falsa también. Pero no porque el marciano
sea antipático, sino porque de hecho no existen los marcianos. Así, en este
tercer caso la teoría tampoco funciona.

Esto quiere decir que aunque los tres ejemplos tienen una apariencia muy
semejante y algunas características comunes, en realidad son bastante
77

diferentes. La teoría de las descripciones es una manera de enfrentar este


tipo de expresiones de un modo que se supere la confusa apariencia.

El análisis de Russell parte de la siguiente consideración. Cuando decimos


que el libertador de Colombia es gordo, no sólo estamos afirmando una
cosa. En realidad decimos tres cosas bien diferenciadas: 1) que hay un
libertador de Colombia; 2) que ese libertador es único; y que ese libertador
es gordo. De este modo, la proposición “el libertador de Colombia es
gordo” significa que “hay un individuo que libertó a Colombia, que
cualquier otro libertador de Colombia es ese mismo individuo, y que ese
individuo es gordo”. Si atribuimos algunos símbolos comunes a los
contenidos de esta proposición diríamos lo siguiente: hay un individuo X
que es libertador de Colombia, cualquier otro individuo, llamémoslo y que
haya libertado a Colombia es el mismo x, y ese individuo y es gordo. Si
ahora reemplazamos los contenidos restantes por predicados, la expresión
queda: hay un x tal que Lx y si cualquier otro Ly entonces y es idéntico a x,
y Gy. Finalmente, si reemplazamos el resto del vocabulario por los símbolos
lógicos conocidos tenemos que nuestra expresión puede formularse así:

(∃X )[ Lx ∧ (∀Y )( Ly → y ≡ x) ∧ Gy]

Aunque esta nueva forma de presentar la proposición parece un


refinamiento innecesario, realmente es muy útil, pues en ella se aprecia
bien que para poder determinar si esta expresión es verdadera o falsa
tenemos que considerar muchos más elementos que la simple
concordancia entre sujeto y predicado, como aparece en la formulación
original de la proposición.

Así pues, ahora que hemos formalizado completamente nuestra


proposición sabemos que se trata de una proposición existencial en la que
debemos evaluar tres aspectos. Si en alguno de ellos las cosas no van bien,
entonces toda la proposición se volverá falsa. En este primer ejemplo, lo
que no va bien es la parte final, en la que se dice que el individuo es
gordo. Con ello basta para determinar que toda la proposición es falsa.

Veamos cómo funciona esto en lo dos ejemplos restantes. En el segundo, lo


que falla es que aunque hay un individuo que liberó a Colombia, no es el
mismo que liberó a Bogotá, por que de hecho nadie liberó a Bogotá, así
que falla la segunda parte de la proposición. En el tercer caso Lo que falla
es que los marcianos no existen y entonces no hay un individuo que sea el
marciano, y falla entonces la primera parte.
78

Como se ve, todas las proposiciones del ejemplo fallan, pero por razones
muy diferentes. Y lo mismo sucede con el caso del cuadrado redondo.
Aunque podemos construir frases como “el cuadrado redondo es
hermoso”, o “el marciano de mi amigo es amable”, no por ello tenemos
que aceptar que tales objetos existan. No por decir que son falsas
aceptamos que sean posibles, eso es precisamente lo que excluimos con
el cuantificador existencial y con la cláusula de identidad.

De este modo, la teoría de la referencia se fortalece, deja la ingenuidad


que la rodeaba y se erige como una de las mejores alternativas que
tenemos para dar cuenta de la naturaleza de las proposiciones. Sin
embargo, esto no es completamente cierto, pues aun quedan bastantes
dificultades que la teoría debe solventar. Veamos algunas de ellas.

Un caso corriente del uso del lenguaje en la vida cotidiana es que nos
refiramos al mismo hecho en distintos sentidos. Por ejemplo, cuando
decimos que García Márquez es el autor de 100 años de soledad y que
García Márquez nació en Aracataca nos referimos al mismo individuo pero
decimos cosas diferentes de él. Este tipo de enunciados, llamados
enunciados de identidad, nos colocan ante una situación paradójica,
pues resulta que si García Márquez realmente es el autor de 100 años de
soledad, entonces esa frase no dice nada en absoluto, pues si
reemplazamos ‘el autor de 100 años de soledad’ por ‘García Márquez’,
resulta el enunciado García Márquez es García Márquez, que es
absolutamente vacío.

Está paradoja ocurre precisamente porque pensamos que la expresión ‘el


autor de 100 años de soledad’ se refiere a García Márquez exactamente
del mismo modo que como lo hace las expresiones ‘García Márquez’ o ‘el
único premio Nóbel de Colombia’, o ‘el hombre que ganó el Nóbel de
literatura en 1981’. La teoría de la referencia supone que todas esas
expresiones tienen la misma referencia, y puesto que el significado de una
expresión es su referencia, entonces todas ellas tienen el mismo significado,
cosa que resulta absurda.

Esta absurda situación a la que nos lleva la teoría de la referencia directa


se debe a que en ella se establece una relación directa y unívoca entre la
referencia y la expresión misma. Cada proposición tiene un único
significado que debe ser completamente distinto a todos los demás. Si esto
es así, entonces o los enunciados de identidad son imposibles o son
79

vacuos. Cualquiera de las dos respuestas es trivialmente falsa. En la vida


ordinaria efectivamente utilizamos enunciados de identidad y lo hacemos
de un modo significativo.

La salida a esta incómoda situación puede ser simplemente reconocer que


las expresiones no se refieren directamente a los hechos sino que lo hacen
mediadamente, a través de un intermediario o una mediación. Esta idea
fue propuesta y desarrollada por Gottlob Frege en uno de los artículos más
importantes de la lógica y la filosofía contemporánea. La idea es tan
sencilla como brillante: jamás hablamos de las cosas de un modo directo y
unívoco, siempre lo hacemos en un sentido determinado. Así, Frege
introducía una importante distinción entre el sentido (Sinn) de una
expresión y su referencia (Bedeutung). Con esta distinción los problemas
reseñados de los enunciados de identidad desaparecen, pues ahora
decimos que los anunciados de identidad no son vacíos en la medida que
establecen identidad entre dos sentidos de la misma referencia, y
precisamente por eso no son imposibles.

Esta versión de la teoría de la referencia se conoce como teoría de la


referencia mediada mientras que la anterior se conoce como teoría de la
referencia directa. Como se ve, las deficiencias de la teoría de la
referencia van contribuyendo al fortalecimiento de la misma a medida
que van siendo superadas11.

5. El problema de las constantes lógicas

Los problemas de interpretación de las variables proposicionales y de la


naturaleza de las proposiciones nos han mostrado un conjunto de
importantes debates. Podríamos pensar que eso era natural, precisamente
porque al estar hablando de variables sería muy sencillo encontrar
divergencias acerca de lo variable en las variables. Si esto fuera así, el caso
de las constantes no representaría menores inconvenientes. Pero no es así.
En el terreno de las constantes lógicas también hay importantes cuestiones,
aunque varias de ellas ya se han ido tocando al problematizar las
variables. Para empezar la discusión, recordemos lo que dijimos de las
constantes en el capítulo anterior.
11
La teoría de la referencia tiene algunas otras dificultades muy difíciles de superar que, dado el carácter
introductorio de nuestra presentación, no podemos desarrollar. Algunas de las críticas más importantes al
respecto pueden consultarse en Quine, “Dos dogmas del empirismo” y Hempel, “Problemas y cambios en el
criterio empirista del significado”.
80

Un lenguaje formal puede interpretarse de diversas


maneras. Lo que varía en las diversas interpretaciones es
el modo como se interpretan las variables y los
parámetros. Sin embargo, hay ciertos símbolos del
alfabeto que son invariantes respecto a cambios de
interpretación, pues siempre se interpretan de la misma
manera: son las constantes (Mosterín et al., 2002, p.
127s).

Aunque no es la única manera de hacerlo, nuestro estudio de las


constantes de la lógica proposicional tendrá un enfoque abiertamente
informal12. Ahora bien, dado que en el lenguaje de lógica proposicional
que hemos construido las constantes lógicas no son todas del mismo tipo,
forzosamente no podremos tratarlas de la misma manera. Empecemos
pues, examinando algunos problemas propios de las constantes lógicas en
general.

Cuando formalizamos un argumento buscamos generalidad y precisión. La


generalidad está dada por las variables, la precisión está dada por las
constantes. Así pues, la función que cumple este tipo de signos es
ayudarnos a establecer con exactitud las relaciones lógicas que hay entre
las proposiciones que representamos mediante las variables
proposicionales.

A diferencia de las variables, las constantes no son potencialmente


infinitas. Una letra como p puede representar un número potencialmente
infinito de proposiciones; pero un signo como ∨ no. Las constantes lógicas
parecen tener un significado preciso, unívoco y bien definido. En el fondo
esperamos que sea así, pues en caso contrario perderíamos la posibilidad
de realizar los análisis de argumentos de un modo estricto. El problema real,
es ¿cuál es el significado de estas constantes?, ¿es acaso ∨ simplemente
un reemplazo de la “o” que usamos permanentemente en nuestro
lenguaje coloquial?

Es innegable que a la base de toda formalización lógica hay cierta


pretensión de capturar lo que intuitivamente consideramos como un
argumento válido y excluir lo que no. Por eso podemos esperar que las
constantes efectivamente signifiquen estrictamente sus contrapartidas en

12
Una presentación de los problemas formales que plantean los conectivos lógicos se encuentra en Haack,
Susan, (1991). Filosofía de las lógicas, Madrid, Cátedra, 48ss.
81

el español. Sin embargo, al construir los sistemas formales como lenguajes


artificiales suele perderse de vista esta pretensión fundamental de la
lógica.

A decir verdad, el ansia de precisión formal hace que muchas veces los
lógicos definan de un modo extremadamente arbitrario sus constantes y
que los sistemas formales de lógica terminen bastante desconectados de
la argumentación cotidiana. La idea es tan simple como que la riqueza del
lenguaje natural es un obstáculo para la precisión lógica. Nuestro lenguaje
de todos los días está lleno de vaguedades e imprecisiones que hacen
parte de su amplitud funcional. El lógico, que está concentrado en el uso
argumentativo del lenguaje cuidando de la validez, debe hacer a un lado
los elementos ajenos a ella. Lo que quede al realizar esta depuración es lo
que se formaliza como una constante lógica.

Como alguna vez señaló Aristóteles, esta puede ser la mayor dificultad de
la lógica. Aprender a moverse entre la generalidad del principio y la
singularidad del caso. No sabe lógica quien estando en el principio no
logra ir al caso, ni quien estando en el caso no logra ir al principio.

Cuando el lógico entresaca la dimensión formal de la argumentación


cotidiana y trata de sistematizarla para definir las constantes debe apelar a
un recurso que carezca de la vaguedad característica del habla ordinaria.
Precisamente en esos contextos utiliza el signo =def para indicar que está
ideando o construyendo una definición y que entonces no pretende
capturar exactamente el significado corriente de la expresión en cuestión.

En el caso de la lógica proposicional existen estrategias sintácticas y


semánticas para definir las constantes lógicas. Así pues, un conectivo
puede definirse en términos de otros conectivos, como en el caso de los
conectivos derivados, y también puede definirse como una función de
verdad. En éste caso el conectivo es interpretado como una especie de
operación que da un resultado. La operación se denomina función, y el
resultado se llama valor de valor. Veamos algunos ejemplos sencillos.
Tomemos un conectivo básico como la disyunción y uno derivado como la
conjunción.

Tanto la conjunción como la disyunción son conectivos que ponen en


relación dos fbfs del sistema. Dicho coloquialmente, la “y” y la “o”
relacionan dos proposiciones. Así, por ejemplo, tomemos las proposiciones
82

María sabe inglés = p


María sabe francés = q

Estas proposiciones pueden negarse con ayuda del conectivo de


negación: ¬

María no sabe inglés = ¬p


María no sabe francés = ¬q

Con base en este par de proposiciones y negaciones podemos definir


semánticamente la disyunción así: supongamos que en le periódico
aparece un anuncio en el que dice “importante empresa busca secretaria
que sepa inglés o francés”. Ahora imaginemos que María se presenta.
¿Qué posibilidades tendría de ser aceptada para este cargo? La respuesta
es sencilla:

La solicitud de la empresa puede formalizarse así: la secretaría debe saber


inglés o debe saber francés. La solicitud es una disyunción, y ello quiere
decir que si María desea ser aceptada debe cumplir alguno de los
requisitos o los dos, pero debe cumplir al menos uno de ellos. Tenemos
cuatro posibilidades: que María cumpla los dos requisitos, que cumpla uno
de los dos, o que no cumpla ninguno. Sólo en este último caso, no será
admitida en el trabajo, pero en los tres primeros sí. Caso por caso, el asunto
sería este:

1. María sabe inglés y también sabe francés: por lo tanto será admitida.
2. María sabe inglés, pero no sabe francés: será admitida.
3. María no sabe inglés pero sí sabe francés: será admitida.
4. María no sabe inglés y tampoco sabe francés: no será admitida.

Si aprovechamos nuestro simbolismo podemos presentar la situación así:

“María tiene que saber inglés o francés para ser admitida” = p ∨ q.

Ahora indiquemos con las letras V y F los cuatro casos en que las
proposiciones p y q son verdaderas o falsas, respectivamente. Nuestras
cuatro posibilidades son:

p q p∨q
83

1 V V V
2 F V V
3 V F V
4 F F F

El caso 1: Es verdad que p y es verdad que q. María sabe inglés y también


francés. Como debe saber lo uno o lo otro y en este caso sabe ambas, es
admitida; es verdad que p ∨ q.

El caso 2: es verdad que q. María sólo sabe francés, pero como debe saber
inglés o francés, una de las dos, entonces es aceptada; es verdad que p ∨
q.

El caso 3: es verdad que p. María sólo sabe inglés, pero como debe saber
inglés o francés, una de las dos, entonces es aceptada; es verdad que p ∨
q.

El caso 4: es falso que p y también es falso que q. María no sabe inglés ni


francés, pero tenía que saber al menos uno de los dos, por lo tanto no es
admitida; es falso que p ∨ q.

Así pues, la sencilla tabla que construimos resume perfectamente el


significado de la disyunción: sólo será inadmisible cuando las dos
proposiciones disyuntas sean falsas. En los restantes casos será admitida, es
decir, bastará con que una de las proposiciones disyuntas sea verdadera
para que sea admitida. Claro ejemplo de cómo el simbolismo economiza y
precisa.

Esta definición de la disyunción es semántica puesto que, además de los


signos, recurre a los valores de verdad de las proposiciones que disyunta.
Para saber lo que es la disyunción, tenemos que apelar al valor de verdad
de las proposiciones. Veamos ahora el caso de un conectivo definido por
sintaxis y no por semántica como la conjunción.

Más arriba dijimos que:

Conjunción: ∧. A ∧ B=def ¬(¬A ∨¬B)

En este caso el conectivo se define apelando a otros conectivos: la


disyunción y la negación. Por supuesto, esta definición supone a su vez que
hemos podido definir semánticamente los conectivos básicos. Sólo si
84

sabemos qué significan la disyunción y la negación, podemos entender


qué significa la conjunción.

Supuesto esto, es claro que también en algún sentido las definiciones


sintácticas tratan de dar cuenta del significado coloquial de los conectivos
lógicos. Lo curioso es que los sistemas formales son aparatos esencialmente
sintácticos, y entonces no deja de sorprendernos que la definición de sus
elementos deba darse por semántica.

Ante esta impactante situación, en ocasiones se prefiere decir que la


definición de los conectivos es una cuestión de simple utilización de reglas.
Por eso se dice que al definir los conectivos se establecen las reglas de
formación del lenguaje formal en cuestión. La definición de las constantes
en términos de las reglas de su aplicación configura el conjunto de reglas
de formación del lenguaje en cuestión. Así pues, para un lenguaje formal
bastaría con definir los símbolos primitivos, variables, constantes y auxiliares,
pues al definir los segundos quedarían dadas de una vez las reglas de
formación del lenguaje.

La pregunta que aparece es ¿con qué criterio construimos las reglas? Esta
es la mayor dificultad con que nos encontramos en la conformación del
lenguaje formal, pues la respuesta o bien nos conduce a la máxima
arbitrariedad: construimos las reglas caprichosamente; o nos coloca de
frente al problema de la definición semántica de lo sintáctico que ya
vimos13. Para terminar reseñaremos brevemente algunas dificultades
propias de la definición de cada uno de los conectivos del lenguaje lógico
que hemos presentado.

La negación, ¬. Este conectivo se utiliza para formalizar la expresión


española “no”; sin embargo, la riqueza de nuestro idioma permite negar
utilizando diversas expresiones en las que no interviene esta partícula. A
todas ellas suele representárselas con el signo ¬.

El operador lógico de negación se aplica sólo a una proposición a la vez, y


se ha definido de la siguiente manera:

p ¬p

1 V F

13
Una presentación de los problemas propios de la definición exclusivamente sintáctica de las constantes y de
su posible arbitrariedad se encuentra en Haack, 1991, pp. 50ss.
85

2 F V

Así entendida la negación, su función es cambiar el valor de verdad de


una proposición. Aunque parece que esto funciona bien para el español,
pues, por ejemplo, si digo que “está lloviendo” es verdad, entonces es falso
que “no está lloviendo”, hay casos que nos hacen sospechar.

El primer caso difícil es el de las dobles negaciones. En la lógica


proposicional negar dos veces es lo mismos que afirmar. Doble negación
es afirmación, ¬(¬p)=p. Pero en el español esto no siempre sucede.
Muchas veces nuestras dobles negaciones en lugar de afirmar enfatizan
nuestra negación. Por ejemplo, cuando decimos “no he visto a nadie”,
esto significa que no se ha visto a persona alguna. Pero si interpretamos la
frase según la definición de la negación de la lógica proposicional, su
significado es que se ha visto a alguien, que es lo contrario de su
significado normal en español. De esto modo, resulta claro que la sencilla
definición de la negación no corresponde del todo bien a las negaciones
de nuestro lenguaje ordinario.

Otros de los problemas de la negación, en especial de la negación de la


lógica proposicional, es que no puede captar fenómenos del lenguaje tan
elementales como la negación de los predicados. Es usual en español
negar partes de la proposición y no sólo la proposición en su totalidad. Este
caso es de utilidad, para el estudio de las proposiciones carentes de
sentido como “la virtud es triangular”. Esta proposición no es cierta ni falsa,
simplemente carece de sentido, lo mismo que su negación: “la virtud no es
triangular”. En este caso la negación no cambia el valor de verdad,
porque no es posible ni siquiera atribuir un valor de verdad a la proposición.
Curiosamente, al formalizar estas proposiciones tenemos lo siguiente:

2. La virtud es triangular=p
3. La virtud no es triangular=¬p

Ninguno de estas dos formalizaciones tiene sentido. Pero si leemos ¬p


como “no es el caso que la virtud es triangular”, nos encontramos ante una
proposición con pleno sentido y que además es verdadera. Esta es la
diferencia entre las negaciones interna y externa. Lamentablemente la
negación de la lógica de proposiciones no permite captar este matiz de la
negación interna, razón por la cual podemos sospechar de que sea una
buena candidata para la formalización de nuestros argumentos
cotidianos.
86

La disyunción, ∨. Este conectivo se utiliza para reasentar la expresión


española “o”. Como vimos, en la lógica proposicional la disyunción se
define de la siguiente manera:

p q p∨q

1 V V V
2 F V V
3 V F V
4 F F F

Esta manera de entender la disyunción significa, recordemos, que una


proposición disyuntiva sólo es verdadera cuando al menos una de las dos
proposiciones que la componen es verdadera.

Ordinariamente se ha dicho que esta es una disyunción inclusiva porque es


muy amplia y permite que la proposición sea verdadera cuando los dos
componentes son verdaderos. Aunque muchas situaciones de habla del
español tienen esta propiedad inclusiva de la disyunción no todas la
tienen. Por eso a este caso suele oponerse un tipo de disyunción que
algunos catalogan como “exclusiva”. Se trata del caso en que decimos “o
es blanco o es negro”. Por supuesto, en un caso así no podemos aceptar
que los dos componentes de la disyunción sean verdaderos. No puede ser
que es blanco y también negro, sólo puede ser esto o aquello, pero no los
dos a la vez. Así pues, aunque la disyunción de la lógica proposicional
capta bien algunos matices de las disyunciones del español corriente, no
logra dar cuenta satisfactoria de toda su riqueza.

La conjunción, ∧. Este conectivo se utiliza para simbolizar la expresión “y”, y


también otras como “pero” e incluso algunos signos de puntuación. En
lógica proposicional la conjunción se define por semántica de la siguiente
manera:

p q p∧q

1 V V V
2 F V F
3 V F F
4 F F F
87

Esto quiere decir que una proposición como “La secretaria debe saber
inglés y francés” sólo se satisface cuando las dos proposiciones
elementales que la componen son verdaderas y en ningún otro caso. No
sirve que la secretaria sepa uno de los dos idiomas o que no sepa ninguno.

Puesto que en esta interpretación la conjunción es muy estricta y excluye


la mayoría de las posibilidades, 3 de 4, sólo admitiendo aquella en la que
los componentes son ambos verdaderos, es fácil aceptar que da lo mismo
conjuntar, por ejemplo, p ∧ q que q ∧ p. En nuestro ejemplo diríamos que
da lo mismo “sabe inglés y francés”, p ∧ q, que “sabe francés e inglés”, q ∧
p. por eso se ha dicho que la conjunción de la lógica proposicional tiene la
propiedad conmutativa, el orden de los constituyentes no altera el valor de
la función proposicional.

A pesar de ellos, en español uno de los usos más frecuentes de la


conjunción o de la “y” está representado en casos como este: “Comí y me
dio indigestión”. Simbólicamente podríamos representarlo como p ∧ q. Si le
aplicamos la conmutación y obtenemos q ∧ p, la interpretación en español
sería “me dio indigestión y comí”. El problema es que esta última
proposición carece de sentido. La indigestión viene después de la comida,
no antes. De este modo, parece que muchas de nuestras conjunciones en
español responden a un orden temporal que, por supuesto no permite
conmutación, pues según él un evento debe ocurrir antes que el otro y el
orden de esta sucesión no es irrelevante. Nos encontramos entonces, una
vez más, ante uno de esos casos en los que las formalizaciones de la lógica
proposicional parecen descuidar importantes matices de nuestras formas
comunes de hablar.

El condicional, →. A diferencia de los conectivos anteriores, el condicional


aparece unívocamente ligado a la expresión española “si…, entonces…”.
Muchas veces la palabra entonces no aparece y sólo encontramos la
expresión “si…, ….”, más cercana al lenguaje ordinario y a nuestras formas
usuales de decir las cosas. La definición semántica del condicional es:

p q p→q

1 V V V
2 F V V
3 V F F
4 F F V
88

El condicional es el conectivo lógico más importante pero el más


problemático de todos. En su tabla de verdad encontramos tanto la
formulación de la relación lógica fundamental, la implicación o
consecuencia lógica, como la paradoja más fuerte de la lógica
proposicional.

El condicional toma su nombre de la relación que expresa, según la cual la


parte de atrás de la flecha, que se llama el antecedente, es la condición
que debe satisfacerse para que suceda la parte de delante de la flecha,
que se denomina consecuente. Así, por ejemplo, en la proposición
condicional: “si estas en el cielo entonces fuiste un buen hombre” se
establece la condición de que si estás en el cielo, entonces saber eso es
suficiente para saber que fuste un buen hombre. Podríamos decir, si como
antecedente sabemos que estas en el cielo, en consecuencia podemos
afirmar que fuiste un buen hombre.

Así pues, al examinar los cuatro casos que se presentan en la tabla de


verdad encontramos dos conjuntos diferentes de posibilidades: que el
antecedente sea verdadero o que el antecedente sea falso. Cuando el
antecedente es verdadero, casos 1 y 3, se abren dos posibilidades, que el
consecuente sea verdadero o que el consecuente sea falso. De estas dos
combinaciones sólo la primera está admitida, y por eso sólo debajo de ella
colocamos el signo V. La otra, cuando el antecedente es verdadero y el
consecuente falso, no está permitida. La conjunción de estos dos casos
expresa la esencia misma de la lógica: la preservación de la verdad.
Acepamos que partiendo de datos verdaderos lleguemos a datos
verdaderos, pero si partiendo de lo verdadero llegamos a lo falso hay
algún error en la argumentación y el argumento es inválido, inaceptable.
Esta es la definición de la relación de consecuencia lógica.

Los dos casos restantes no carecen de interés. Antes bien, son una de las
mayores fuentes de problemas. Los casos 2 y 4 son aquellos en los que el
antecedente es falso. Al igual que en los dos primeros, también aquí
encontramos dos posibles combinaciones: que el antecedente sea falso y
que el consecuente sea verdadero o que el antecedente sea falso y el
consecuente también. Lo curioso de estas posibilidades es que ambas
están permitidas lógicamente. Cuando tenemos un antecedente falso es
admitido que obtengamos conclusiones verdaderas o conclusiones falsas.

Este resultado no ha sido visto con buenos ojos por todos los lógicos y se
conocen como las paradojas de la implicación material, como suele
89

llamarse al condicional que hemos presentado. Esta es una de las mayores


dificultades que encierra la lógica, como hemos dicho, pues una lógica
que acepte obtener la verdad a partir de la falsedad parece dejar por
fuera nuestras más fieles creencias acerca de la naturaleza del
conocimiento y la ciencia. Por estas razones se han construido distintas
variedades del condicional, como la subjuntiva, estricta y contrafáctica,
intentando aliviar los graves inconvenientes de la implicación material.

Es probable que al final sólo estemos tratando de capturar diversas formas


de implicación propias del lenguaje natural y que el debate no deba
concentrarse sólo en tratar de definir un tipo correcto de condicional, sino
en explorar las distintas maneras de implicar propias del habla ordinaria14.

Terminaremos diciendo que aunque la lógica proposicional presenta


graves dificultades cuando la apreciamos desde nuestro lenguaje
ordinario, es sorprendente el hecho de que muchos de nuestros
argumentos puedan ser comprendidos y explicados según este sencillo
lenguaje. Nuestra tarea ha sido destacar algunos problemas propios de la
comprensión de la relación o relaciones que pueden establecerse entre los
lenguajes formales y los lenguajes naturales, pero de ello no debe
deducirse que estamos dirigiendo un ataque a la lógica. Antes bien,
buscamos simplemente orientar nuestra mirada a los aspectos que, una
vez estudiados, pueden ayudarnos a tener una mejor comprensión de ella.

Así pues, nos adherimos a la idea de Susan Haack cuando dice:

Se admitirá, entonces, que un fracaso por parte de un


sistema formal en representar todos los entresijos de los
argumentos informales que sistematiza no es
necesariamente objetable. Por otra parte, se debe
tener cuidado con suponer que todos los ajustes son
aceptables; es necesario preguntarse si los aumentos
de simplicidad y generalidad compensan la
discrepancia (Haack, 1991, p. 54).

Más allá de plantear un debate sobre los alcances y límites de la lógica, y


sobre la adecuación de los recursos formales para los problemas de la
argumentación cotidiana, el interés de comprensión de la naturaleza de la

14
Un caso de especial interés es la lógica de la conversación desarrollada por Paul Grice, que ha propuesto
incluso ampliar nuestro vocabulario lógico de modo que demos cabida al término ‘implicatura’, y no sólo al de
implicación, con el fin de captar fenómenos propios de la conversación cotidiana. Cf. Grice 2004.
90

lógica no reviste sólo una importancia interna. En realidad lo que busca es


un enriquecimiento del quehacer filosófico mismo, pues como bien ha
dicho Grayling:

Una caracterización del método filosófico


contemporáneo debería reflejar cierto balance entre
estos polos. Como se quiera, la filosofía está gobernada
en todo momento por la necesidad de precisión,
claridad y consistencia, y aunque quizá todos
podríamos estar de acuerdo con la observación de
Kripke de que ‘no hay sustituto matemático para la
filosofía’, la lógica es, consecuentemente, de la mayor
importancia para la filosofía (Grayling, 2001, p. 7).

Hasta este punto hemos mostrado ciertos problemas de la idea de


lenguaje formal explorando aspectos polémicos de los símbolos primitivos y
de las reglas de formación del lenguaje de la lógica proposicional. Esta es
la mitad de la tarea, pues los sistemas formales están formados no sólo por
lenguajes formales sino también por mecanismos deductivos. Pasemos
entonces al examen crítico de los mecanismos deductivos.
91

Capítulo 3
Problemas selectos de los mecanismos deductivos. El
caso de la matemática

En el capítulo 1 definimos las ciencias formales como ciencias de los


sistemas formales. Dijimos entonces que un sistema formal está compuesto
por dos elementos: (1) un lenguaje formal, a su vez compuesto por un
vocabulario y unas reglas de formación, y (2) un mecanismo deductivo. En
el capítulo 2 repasamos algunos de los más importantes problemas
epistemológicos de los lenguajes formales; en especial rondamos distintos
aspectos de lo que se conoce como formalización de un lenguaje natural,
es decir, el modo como se establecen las relaciones entre los lenguajes
lógicos y los lenguajes naturales.

Puesto que nuestra finalidad es cuestionar las ciencias formales y ya hemos


hecho la tarea de reseñar algunas dificultades de los lenguajes formales,
tenemos ahora la tarea de repasar algunos aspectos polémicos de los
mecanismos deductivos. Al igual que los lenguajes formales, los
mecanismos deductivos son una rama muy amplia de estudio. Por esta
razón nos concentraremos en un campo del saber en el que la deducción
cumple un papel esencial: la matemática.

A diferencia de la lógica, la matemática no es un tema específico y propio


de la filosofía. Por eso en nuestro contexto su examen crítico debe
realizarse de un modo diferente. Pero no sólo por eso. Una de las
características más intimidantes de la matemática es que parece un saber
completo y perfecto. Para algunos es casi ridículo estudiar historia de la
matemática porque ella desde su nacimiento es una y la misma. Esto nos
hace pensar que una buena manera de hacer patentes ciertos problemas
de la idea de mecanismo deductivo en matemática es ir recorriendo un
poco de su historia. Antes de empezar con este trabajo repasemos
brevemente las ideas de deducción y mecanismo deductivo.
92

1. Argumentación deductiva y deducción

Desde antiguo se reconocen dos métodos básicos de argumentación: la


deducción y la inducción. Luego se incluyeron también la abducción y la
transducción. En la segunda mitad del siglo XX florecieron los estudios de la
argumentación en general. Actualmente se reconocen muchos tipos
distintos de argumentos y no hay un número definido de ellos. La mayoría
de estos tipos de argumentos no se basan tanto en la forma como en su
contenido. Por eso no los examinaremos en este texto15. Veamos entonces
en qué consiste la argumentación deductiva y en qué la inductiva.

1.2 Argumentación deductiva e inductiva

Clásicamente la argumentación se ha definido como una manera de usar


el lenguaje cuyo propósito es justificar una afirmación con base en otras
afirmaciones. Así, recordando un ejemplo anterior, cuando alguien dijera
que “todos somos buenos” y le pidiéramos que argumentara lo que dijo o,
lo que es lo mismo, que justificara su afirmación, ella podría decir lo
siguiente: en este mundo “la gente es buena o es mala” y si tenemos en
cuenta que en el fondo “nadie es malo”, entonces lógicamente “todos
somos buenos”.

En este ejemplo, hay una afirmación que se quiere justificar: “todos somos
buenos”; pero además hay dos afirmaciones que se realizan para justificar
la primera: “la gente es buena o mala” y “nadie es malo”. Este tipo de
argumento tiene una característica muy especial: si las afirmaciones que
se dan como justificación son verdaderas, es imposible que lo justificado
sea falso. Un argumento que tiene esta característica es un argumento
deductivo. Un argumento deductivo es entonces aquel en el que si sus
premisas son verdaderas, entonces la conclusión obligatoriamente lo es.

Como dijimos más arriba, no todos los argumentos son del mismo tipo, y por
eso no podemos afirmar que todos los argumentos son deductivos.
Veamos el siguiente ejemplo. Una señorita después de haber tenido un
fracaso sentimental, afirma que “todos los hombres son iguales”. Su amiga
le dice que es un poco apresurado decir que “todos los hombres son
iguales”, cuando apenas se conoce uno. Seguramente después de haber
tenido bastantes fracasos amorosos la señorita podrá afirmar que “todos

15
Buenas introducciones a las distintas tipologías argumentales son las de Toulmin o Plantin.
93

los hombres son iguales”, sin embargo, siempre podremos dudar de si


acaso el próximo hombre que ella conozca no irá a ser su príncipe azul.

El argumento en este caso se construye mediante la acumulación de


evidencias. No basta haber fracasado con un hombre para sostener que
todos son iguales. Quizá sea preciso fracasar dos, tres o más veces para
poder afirmarlo. Sin embargo podemos preguntarnos: ¿a partir de cuántos
fracasos amorosos femeninos podemos afirmar que obligatoriamente
“todos los hombres son iguales”? La señorita podría haber tenido diez
fracasos, su amiga pudo haber tenido unos cinco y entre todas sus amigas
sumar alrededor de veinte fracasos. ¿Son estos veinte casos evidencia
suficiente para afirmar que “todos los hombres son iguales”? Supongamos
aún más radicalmente que todas las mujeres vivas cuentan todos sus
fracasos amorosos. ¿Es esa cifra una razón suficiente para pensar que el
siguiente hombre que nazca será igual que los anteriores, o que algunos
hombres ya muertos no fueron distintos? La respuesta es negativa.

Este ejemplo deja ver con claridad que una enumeración da casos no
puede conducir a afirmaciones concluyentes u obligatoriamente
verdaderas. Este tipo de argumento a lo sumo puede llevarnos a afirmar
que probablemente el próximo caso será igual, pero no que
obligatoriamente lo será. Este es lo que se conoce como un argumento
inductivo.

Un argumento inductivo es aquel en el que si las razones que se ofrecen


son verdaderas la afirmación que se quiere defender será probablemente
verdadera, no obligatoriamente verdadera.

1.2 Deducción, inducción, validez y fuerza

Retornando a nuestro tema, si pensamos en los argumentos deductivos e


inductivos como métodos de razonamiento, encontramos lo siguiente. La
deducción será el método por el cual procuramos conservar la verdad de
las premisas en la conclusión. El método inductivo será aquel en el que
tratamos de establecer la verdad de una conclusión a partir de la verdad
de las premisas.

En realidad, la única manera definitiva para que la argumentación


deductiva sea posible es cuando la conclusión está ya de algún modo
contenida en las premisas. Por eso muchas veces se ha dicho que en los
argumentos deductivos las premisas son generales y la conclusión es
94

particular, de modo que deducir es sacar lo particular a partir de lo


general.

El método inductivo de la argumentación funciona al contrario. Como en


el ejemplo de los fracasos amorosos, el punto de partida de la
argumentación es un conjunto de casos particulares, en tanto que la
conclusión sí es general. La argumentación inductiva será entonces
aquella que parta de lo particular buscando alcanzar lo general.

Dadas estas importantes diferencias entre la deducción y la inducción, en


los últimos años se ha decidido reservar el término ‘validez’ para los
argumentos deductivos, mientras que se prefiere hablar de ‘fuerza’ en el
caso de los argumentos inductivos. De este modo un argumento deductivo
realizado correctamente se llama un argumento deductivo válido,
mientras que un argumento inductivo bien elaborado se llama un
argumento inductivo fuerte. Estas denominaciones muestran que en el
caso de los argumentos deductivos la cuestión es extrema: son válidos o
no; mientras que en el caso de los argumentos inductivos la cuestión es
más suave: el argumento puede ser fuerte, o un poco más fuerte, o mucho
más fuerte, o débil, o muy débil etc.
1.3 Mecanismo deductivo, deducción y demostración

En un sistema formal no tenemos deducciones sino mecanismos


deductivos. La diferencia no es mucha pero es importante. Un mecanismo
deductivo, recordemos, es un conjunto de reglas que permiten transformar
fórmulas bien formadas del sistema en otras. Esas reglas se denominan
reglas de transformación. Los sistemas deductivos pueden ser de dos tipos:
axiomáticos o de deducción natural. Los primeros se caracterizan por
establecer algunas fbfs del sistema como básicas y autoevidentes,
denominadas axiomas, además de las reglas. Los segundos simplemente
establecen las reglas de transformación.

La deducción es un procedimiento, una actividad, mediante la cual a


partir de una fbf se llega a otra utilizando el mecanismo deductivo. Éste es
un conjunto de reglas, aquella una manera de usar esas reglas. Cuando
trabajamos con sistemas axiomáticos nuestro punto de partida siempre son
los axiomas y, puesto que ellos se consideran autoevidentes e
incuestionablemente verdaderos, la deducción consiste en tratar de
conservar la verdad de los axiomas en otras fbfs del sistema. El mecanismo
deductivo se diseña para garantizar esto, de modo que al usarlo
infaliblemente construimos fbfs verdaderas dentro del sistema formal. Así
95

pues, el uso del mecanismo deductivo es la garantía de la verdad de los


resultados que logramos.

Como vimos más arriba, la deducción no es la única manera de obtener


una conclusión, para ello también son útiles la inducción, la abducción y la
transducción, por ejemplo. Sin embargo algunos de estos métodos
suponen trabajo empírico o intuitivo, y ninguno de ellos es bien recibido en
matemáticas. Si uno desea mostrar que es verdad que la suma de dos
números naturales es también un número natural no tiene recursos
empíricos para hacerlo, puesto que los números no son realidades
empíricas, y tampoco se viene bien acudir en estos casos a nuestras
intuiciones intelectuales para ello, porque, como vimos en el capítulo
anterior, los estados y procesos mentales no se pueden examinar
intersubjetivamente, y no hay modo de comprobarlos.

La deducción es entonces una herramienta muy útil en el trabajo


matemático porque, al establecer unas reglas que todos pueden
comprender y discutir, y cuya aplicación está bien definida, ofrece un
valioso recurso para determinar la validez con la que han sido obtenidos
los resultados en la investigación. Aunque el trabajo en matemáticas no es
exclusivamente deductivo, dado el enorme impacto que la deducción
axiomática tiene en ellas, se ha convertido en su marca y se conoce como
el trabajo demostrativo o la demostración. En adelante nos referiremos al
uso de los mecanismos deductivos axiomáticos en matemáticas bajo esta
denominación.
2. La demostración como paradigma del conocimiento matemático

Con el paso del tiempo se ha llegado a un acuerdo en cuanto a la


definición de la matemática como ciencia que estudia la coherencia
entre entes abstractos. Parece una definición poco familiar y ajena a lo
que el sentido común nos dice acerca de ella debido a que desde
pequeños pensamos que la matemática consiste simplemente en contar
objetos: ¿cuántas vacas hay en el potrero?; medir áreas: ¿cuánto mide el
terreno que va desde el árbol hasta la casa?; y resolver problemas
prácticos de la vida: te pagué con un billete de 10.000 pesos y la gaseosa
vale 1.000, ¿cuánto me tienes que devolver?

Así vista, la matemática tiene como único fin su aplicación, resolver


problemas cotidianos. Esto nos plantea una situación muy interesante.
Cuando requerimos de la matemática para solucionar problemas, parece
96

natural sumar, restar, multiplicar y dividir; además parece evidente que el


resultado de una operación como la suma de 1+1 sea igual a 2. Sin
embargo, explicar su funcionamiento y en especial sus fundamentos es
extremadamente difícil. Cuando lo intentamos cae sobre nuestros ojos un
velo de misterio, surgen muchos problemas que parecen sobrepasar
nuestro intelecto de un modo semejante a lo que sucede cuando
estudiamos el lenguaje natural.

Arriba se ha enunciado una definición general de la matemática; sin


embargo, cuando la gente piensa en matemáticas tiene en mente dos
cosas: la ciencia de la cantidad, la aritmética; y la ciencia del espacio, la
geometría. Aquella tiene por objeto el número, y ésta las figuras y sus
propiedades.

La aritmética es considerada una de las ciencias más antiguas. Surgió de la


necesidad humana de agrupar los objetos de la naturaleza en conjuntos
haciendo abstracción de ciertas propiedades con el fin de intercambiarlos
y establecer relaciones entre ellos. El hombre agrupaba el conjunto de las
vacas con independencia de si ellas eran grandes o pequeñas, y
establecía proporciones: tantas vacas se cambian por tantos caballos. De
este modo nacieron los primeros sistemas numéricos y de cálculo. Los
dedos de la mano le indicaban cuántos objetos podía agrupar, a cada
dedo le correspondía un objeto, si tengo cinco dedos puedo agrupar
cinco objetos cualquiera; sin embargo, este sistema era muy limitado, pues
sólo se podían representar diez objetos, lo que llevó a representar por
medio de granos de fríjol o nudos en las cuerdas para agrupar mayores
cantidades y así realizar cálculos más complejos.

Entre las culturas antiguas los egipcios constituyen una de las primeras en el
uso de signos para representar cantidades, ya que elaboraron un sistema
numerado en el que tenían un signo para representar cada unidad. Los
árabes también tuvieron una gran influencia en el desarrollo de los sistemas
matemáticos, las reglas para la solución de raíces y el algebra. Otras
culturas destacadas en este campo fueron los fenicios, los griegos y los
hebreos que empleaban signos como las letras del alfabeto; no obstante,
las figuras más representativas de la matemática en la antigüedad son
Pitágoras y su escuela: los pitagóricos. Parte de la importancia de esta
escuela radica en que fueron los creadores de la aritmética tal como hoy
la conocemos, pues desarrollaron un conjunto de operaciones y relaciones
entre números como las progresiones aritméticas, las proporciones y la
suma de los cuadrados. Filosóficamente hablando, su contribución más
97

importante a las matemáticas consistió en pensar que ella era una ciencia
y que los números eran la esencia del mundo.

De otra parte, cuando se piensa en la geometría recordamos a Euclides de


Alejandría que vivió en el año 365 A.C., y del cual no conocemos
exactamente su lugar de nacimiento. Se supone que estudio en Atenas
con los discípulos de Platón y que fundó una escuela de matemáticas en
Alejandría y de allí su nombre. Se le atribuye a Euclides haber sistematizado
la matemática y la geometría de su época en trece libros que se conocen
como los Elementos, tal vez el texto de matemáticas más influyente de
todas las épocas. La obra de Euclides está compuesta por teoremas
geométricos desarrollados por los pitagóricos Arquitias de Tarento (siglo IV
a.c), Teeteto de Atenas (siglo IV a.c) y Eudoxio de Cnido (408-355 a.c.)
entre otros, que le permitieron organizar los conocimientos matemáticos en
una estructura unitaria. La importancia de esta obra no solo es anecdótica,
su valor reside en el dominio conceptual que mantuvo por mucho tiempo,
lo que bien podemos llamar el mito de Euclides.

2.1 Un caso de demostración matemática

En geometría y en aritmética la estructura fundamental de axiomas y


demostraciones no ha sido alterada y se presenta como un modelo del
razonamiento deductivo, esto significa que aceptamos algunas
afirmaciones iniciales, llamadas axiomas y deducimos de estas otras
afirmaciones que llamamos teoremas16. En este sentido, el aporte de
Euclides a la matemática es más que un conjunto de proposiciones
ordenadas, ya que desarrolló un método que le dio a la matemática la
seguridad y validez con que fue reconocida durante la mayor parte de su
historia. Desde esos lejanos tiempos la demostración axiomática se
convirtió en el signo distintivo de la matemática. Para comprender mejor
en qué consiste una demostración veamos el sencillo ejemplo del primer
teorema del libro I de los Elementos proposición 1.

Para empezar necesitamos un punto de partida, expresiones que


consideramos evidentes en sí mismas y por ello las aceptamos: los axiomas.
Euclides acepta cinco:

1 Un segmento de recta cualquiera puede prolongarse de manera


indefinida en línea recta.

16
Cf. La idea de sistema axiomático expuesta en el capítulo 1.
98

2 Es posible trazar una circunferencia con cualquier punto como centro


y con cualquier segmento de recta como radio.
3 Todos los ángulos rectos son iguales.
4 Por un punto exterior a una recta es posible trazar una única paralela
a la recta.

En segundo lugar, necesitamos un punto de llegada o teorema, la


expresión que se sigue de los axiomas:

Teorema 1: Dado un segmento de recta, lo podemos dividir en dos partes


exactamente iguales.

Aunque este teorema parece evidente por sí mismo, para el matemático


esto no basta, es preciso demostrar que es verdadero, ¿cómo podemos
realizar esta prueba de su verdad? Respuesta: necesitamos realizar una
demostración. Demostrar consiste en realizar una serie de pasos, cada uno
justificado en virtud de los axiomas y por lo tanto permitido, que nos
conduzcan al teorema. ¿Qué significa “permitido” en este contexto? Por
ahora, digamos que está permitido en una demostración todo aquello que
no viole o esté en contra de alguno de los axiomas. Pero sobre ello
volveremos más adelante.

El tercer paso es realizar la demostración. Ejecutamos los diferentes pasos


para confirmar si efectivamente el teorema se sigue de los axiomas.
Veamos como se realiza:

Para dividir el segmento AB en dos partes iguales usamos el tercer axioma;


tomamos el punto A como centro y AB como radio para trazar una
circunferencia; luego, con el mismo radio y con centro B, trazamos otra
circunferencia como se muestra en la figura 1:

Figura 1
99

Ahora unimos los puntos de intersección entre las circunferencias, y


construimos un segmento que divide a AB en dos partes iguales llamado
CD como lo presenta la figura 2:

Figura 2

Hasta el momento no se ha demostrado nada, pues solo se ha dividido el


segmento AB en dos, y nuestra tarea era probar que las dos mitades eran
iguales ¿cómo sabemos que está dividido exactamente por la mitad?
Continuemos.

Si unimos el punto de intersección C con A, A con D, D con B y B con C


obtenemos varios triángulos, entre ellos CAD y CBC, como se ilustra en la
figura 3:

Figura 3

Tenemos que las líneas AB y AC son radios de la primera circunferencia


trazada y, por lo tanto, son iguales, y por la misma razón AB y BC también
lo son. De acuerdo a una noción común, si dos cosas son iguales a una
tercera, éstas son iguales entre sí, en consecuencia AC es igual a BC. Del
mismo modo podemos decir que AD es igual a BD, y como comparten el
segmento CD decimos que los triángulos CAD y CBD son iguales, porque si
los tres lados de un triángulo son iguales con los tres lados de otro triángulo,
entonces los dos triángulos son iguales.
100

Figura 4

Los ángulos CAD y CBD son iguales porque son partes correspondientes de
triángulos iguales. Como ya sabemos que el segmento AC es igual al
segmentos BC, entonces si construimos dos triángulos con el punto medio
del segmento AB llamado X entonces sabemos que los triángulos ACX y
CBX son iguales en dos lados y el ángulo comprendido entre esos lados,
por lo que los dos triángulos son iguales de lo cual se sigue que el
segmento AX es igual a BX, entonces queda demostrado que la recta
quedó dividida exactamente por la mitad, o en dos segmentos iguales.

Figura 5

¿Qué ocurrió en el proceso? El procedimiento que seguimos no estaba


basado en un una medición del segmento. El reto para Euclides era realizar
la demostración recurriendo sólo a dos herramientas: regla y el compás. No
interesa cuál es la mitad aritmética del segmento sino la posibilidad de
construir la mitad del segmento; para tal efecto debíamos cumplir con
todos los axiomas y mostrar que cada uno de los pasos se seguía del
anterior sin realizar saltos o introduciendo axiomas que no estaban
inicialmente. De este modo, la verdad del teorema no depende de los
pensamientos de quien hace la demostración o del estado de ánimo, sino
del modo consecuente como se dan cada uno de los pasos, por ello es
famoso el pasaje en que Sócrates logra que un niño demuestre el teorema
de Pitágoras, porque el niño como la figura de la ingenuidad y la
ignorancia logra llegar a la conclusión.

Durante mucho tiempo la matemática fue geométrica debido al poderoso


influjo que la demostración ejerció en ella. Hay que recordar que esta idea
101

fue alimentada por las dificultades aritméticas de los griegos ante la


imposibilidad de representar la raíz de dos como un entero o como una
fracción. Pero tal vez la importancia que desde la antigüedad se le dio a la
matemática como modelo de conocimiento se debió a la neutralidad de
la demostración.

2.2 Demostración matemática y filosofía

Platón, el célebre filósofo griego fue muy importante en la historia de las


matemáticas porque le concedió un valor notable a la demostración. Fue
él quien reconoció en la demostración un modelo de conocimiento
porque era distante del mundo cambiante de lo sensible y el verdadero
conocimiento se obtenía de las verdades eternas y necesarias alejadas del
velo de la opinión y de las sensaciones. La leyenda cuenta que en la
puerta de entrada a la academia decía «No entre aquí nadie que ignore
la matemática».

Aquella imagen de la matemática como un modelo de conocimiento se


mantuvo a lo largo de la historia hasta la época moderna, el único cambio
notable fue el de su aplicación a la física. En ese entonces las matemáticas
por sí mismas no eran nada y el progreso de la física llevó a que nuestra
ciencia se transformara en una herramienta, en la esclava de la física. De
ahí que el origen de la idea según la cual la naturaleza está escrita en el
lenguaje de la matemática tenía sentido para los conceptos de armonía y
regularidad que son propiedades del movimiento de los cuerpos celestes
mas no de la matemática, y la correspondencia entre la armonía de la
naturaleza y la exactitud matemática era una cuestión de hecho porque
la matemática era perfecta por principio.

Desde el punto de vista filosófico, lo anterior constituía el modo en que


funcionaba la razón, el modo como pensamos. No en vano Kant observa
en la matemática una ciencia de la exactitud y un modelo del
conocimiento humano, por ello el filósofo alemán no elabora una filosofía
de la matemática, más bien observa que la matemática tiene algunas
características, entre ellas la demostración, que le permitieron
transformarse en ciencia:

La matemática ha tomado el camino seguro de la


ciencia desde los primeros tiempos a los que alcanza la
razón humana, en el admirable pueblo griego. Pero no
se piense que le ha sido tan fácil como a la lógica en
102

hallar, o más bien, el abrir por sí misma ese camino real.


Creo, por el contrario, que ha permanecido mucho
tiempo andando a tientas (Kant, 1998, BXI).

Como vemos, Kant cree en la matemática como ciencia pero también


nos muestra que no ha estado siempre fundamentada en conceptos
sólidos, por ello le interesa estudiar las razones que hicieron del
pensamiento matemático una disciplina sólida y segura. Parece que Kant
se pregunta ¿qué pasó en la matemática para que ahora sea una ciencia
segura? Según el filósofo alemán la seguridad de la matemática depende
de las propiedades que poseen sus juicios pues son sintéticos a priori, es
decir, no dependen de la experiencia para ser verdaderos, son a priori, y
siempre aumentan nuestro conocimiento, son sintéticos. Esto se debe a
que las proposiciones de la matemática describen el espacio y el tiempo
que son las condiciones de posibilidad de nuestro conocimiento. Por esta
razón, del mismo modo que Euclides dominó conceptualmente la
matemática, Kant ejerció una gran influencia en la epistemología de la
matemática.

El denominado mito de Euclides, es decir, la indubitabilidad de la


demostración era mucho más que un conjunto de axiomas y teoremas,
incluso era mucho más que un modelo de conocimiento, constituía El
Modelo del conocimiento humano. La historia de la matemática ha sido
dominada por el mito de Euclides, el mecanismo de la demostración fue el
garante de la exactitud y la seguridad matemática, «si quieres que algo
sea verdad demuéstralo como en las matemáticas» se decía. Todo lo
anterior quiere decir que el fundamento de la matemática y la definición
de matemática sólo se limitaban a la cuestión de la demostración; sin
embargo, cabe preguntarnos si ¿podemos aceptar eso hoy?

3. Los problemas de la demostración

No es el propósito de este trabajo realizar un estudio detallado de la


historia de la matemática, pero es importante resaltar que esta disciplina
ha evolucionado a lo largo de los años y por tanto no es una ciencia
completa. En adelante nuestro estudio se centrará en los avances de la
matemática de los siglos XIX y XX, pues en ellos encontramos un
interesantísimo desarrollo de nuestra ciencia que desvirtúa la creencia
según la cual la verdad y el razonamiento matemático están
103

fundamentados sobre bases más seguras que la verdad y el razonamiento


de otras disciplinas.

Entrado el siglo XIX las cosas cambiaron de forma radical respecto al


panorama anterior de la matemática ilustrado por Kant. La demostración
entró en crisis provocando el planteamiento de problemas hasta el
momento desconocidos, y haciendo temblar el mundo matemático ante
la falta de fundamento. Pero, ¿qué ocurrió para que tantos años de
verdad se derrumbaran de esa forma, si las propiedades y los objetos
matemáticos eran evidentes al intelecto?

El acontecimiento decisivo fue que a finales del siglo XIX aparecieron las
geometrías no-euclidianas, un conjunto de teorías internamente
coherentes pero mutuamente excluyentes: la ciencia del espacio tenía
más de un espacio. Todo aquel que se preguntaba filosóficamente por
este suceso llegaba a la conclusión de que la razón humana era
altamente productiva lo que a su vez llevaba a cuestionar la teoría
kantiana del conocimiento17.

Con la aparición de las geometrías no-euclidianas la matemática y la


teoría del conocimiento de corte kantiano entraron en crisis, de inmediato
la pregunta kantiana por el conocimiento y su respuesta perdieron sentido.
Kant creía que existía una única verdad, es decir, había una visión del
mundo y la matemática como lenguaje de la naturaleza quedaba en
deuda porque las leyes, de carácter universal y necesario dejaban de
decirnos algo del mundo, de lo real y nos colocaban ante la pregunta por
la potencia del hombre para construir mundos o realidades. Todo lo que
considerábamos seguro se diluía ante nuestros ojos, ¿qué hacer?

En suma, el panorama que tenemos de la epistemología de la matemática


hasta el siglo XIX esquemáticamente puede cifrarse así: el fundamento de
la matemática hasta la época moderna era la demostración en términos
de Euclides. Sin embargo, muy pocos se preguntaban por este
fundamento, y si lo hacían era con el fin de obtener elementos para una
teoría del conocimiento más que de cara a un desarrollo de los
fundamentos.

17
Hay que notar que la crisis del modelo kantiano no se debió solo a la aparición de las geometrías no-
euclidianas sino también porque sus otros dos pilares, la lógica de Aristóteles y la mecánica de Newton,
también estaban en crisis, aquella por la aparición de la nueva lógica, y esta por la insuficiencia para predecir
eventos celestes, por ejemplo el problema de los tres cuerpos.
104

Desde finales del siglo XIX las cosas cambiaron. La pregunta por los
fundamentos se hizo inaplazable, como hemos mostrado, y, con ella, el
método demostrativo será ampliamente cuestionado.

Las nuevas corrientes de la matemática buscaban solucionar de tajo el


problema, necesitaban elaborar una nueva teoría del conocimiento, una
nueva noción de verdad, una nueva matemática; es decir, cualquier
intento debía tener pretensiones fundacionales. Este es el caso de las tres
grandes escuelas o ‘ismos’ de la filosofía de la matemática: logicismo,
intuicionismo y formalismo. De la mano de estos tres grandes proyectos
fundacionales presentaremos tres graves problemas de los métodos
demostrativos.

3.1 El logicismo y las paradojas de la demostración

El logicismo es la idea según la cual las matemáticas son reducibles a la


lógica, no son más que un capítulo de la gran lógica. Ahora bien, para que
el proyecto logicista cumpliera su proyecto debía recurrir a un simbolismo
adecuado (Boole), un método consistente (Peano) y unos conceptos
claros (Cantor). Veamos un poco de esta historia.

Durante siglos las matemáticas de la Grecia antigua eran aceptadas


como modelo, vimos que la matemática estaba dominada por la
geometría porque con la aparición de los números irracionales la
aritmética se vio estancada y sólo con la introducción del algebra por
parte de los árabes se pensó en una teoría del número; sin embargo, dicha
teoría era muy simple y no permitía resolver los problemas que había en el
siglo XIX, un ejemplo es el cálculo ya que, a pesar de su efectividad, no se
sabía por qué funcionaba, ni cuál era su fundamento.

En este contexto el quehacer matemático dio paso para que los


matemáticos de tendencia lógica discutieran la naturaleza del número, el
estatuto de la noción de clase y el papel de la lógica. En la segunda mitad
del siglo XIX existió un desarrollo extraordinario de la lógica simbólica, la
lógica proposicional y la lógica de relaciones. Como antecedente del
logicismo contemporáneo resulta ejemplar el trabajo de George Boole,
nacido en 1815, que dio un impulso a la matemática y la lógica. La vida de
Boole estuvo marcada por el éxito, a la edad de dieciséis años fue
nombrado profesor asistente, publicó su primer artículo en la revista
Cambridge Mathematical Journal en 1840 sobre la idea del invariante
105

matemático; en 1844 publicó en la revista de la Royal Society y se hizo


merecedor de la medalla de oro de esta institución.

Uno de los logros de Boole fue el desarrollo de un método para la


resolución de ecuaciones diferenciales, pero su mayor descubrimiento se
dio en el campo de la lógica simbólica. Influido por las ideas de Augusto
de Morgan y William Hamilton, para Boole la lógica debía estudiar la
noción de cualidad y podía basarse en un sistema de relaciones que
pertenecen a la mente, por ello la lógica estaba en la capacidad de
representar cierto tipo de cualidades de algunos individuos.

Para Boole las letras x, y, z, eran conjuntos o clases. Por ejemplo, el conjunto
de las personas de pelo negro se representaba mediante la x y el conjunto
de los hombres se representa con la letra y, por tanto, para representar los
hombres de pelo negro sólo había que colocar xy. Ahora bien, si se quería
representar los hombres de pelo negro mayores de 30 años bastaba con
representar el conjunto de las personas mayores de 30 años con la letra z y
agregarla a xy, por lo tanto, los hombres de pelo negro mayores de 30
años seria xyz. Para representar los hombres tienen pelo negro o son
mayores de 30 años se agregaba un signo ‘+’ el resultado era x+y. Todo lo
anterior significa que por medio de letras se pueden simbolizar las
cualidades de los individuos y si nuestros individuos son los números
podemos representar cualidades tales como la propiedad conmutativa,
por ejemplo, 2+3=5 es igual a 3+2=5 en el lenguaje de Boole x+y=y+x. Esta
línea de investigación obtuvo un desarrollo posterior a la muerte del
matemático con personajes como De Morgan, Jevons, Schröder y Pierce.

Dentro de los antecedentes del logicismo es de vital importancia nombrar


también al matemático de San Petersburgo y creador de la teoría de
conjuntos Georg Cantor. La introducción del término ‘conjunto’ en
matemáticas fue muy importante porque permitió delimitar el alcance de
un concepto o de una proposición. En otras palabras, la teoría de
conjuntos mostró el alcance de una definición, en este caso el significado
de ‘número’. ‘Conjunto’ fue definido por Cantor como “una colección M,
de un todo de objetos determinados y distintos m, de nuestra intuición o de
nuestro entendimiento, objetos que son llamados los elementos del
conjunto”18, esta definición puede parecer simple y elemental pero dista
de nuestra experiencia inmediata más de lo que parece.

18
106

Bajo esta definición es posible pensar conjuntos de hojas o de casas, o un


conjunto de números. Los objetos están determinados por el concepto y
ello implica la existencia de un criterio para saber cuándo el objeto m es
miembro del conjunto M. Por ejemplo, tenemos el conjunto de las aves A y
sus elementos son: gallina, pato, ganso, tucán, canario, pelicano, etc.
Sabemos que existe el conjunto A={gallina, pato, ganso, tucán, canario,
pelicano…} en virtud de que tenemos un criterio para saber si un individuo
dado pertenece al conjunto A, como tener pico o poner huevos, por
ejemplo.

El aporte de Cantor fue llevar el modo como agrupamos objetos a la teoría


de números realizando un esfuerzo por clarificar los criterios que
determinan el conjunto de los números naturales. Tenemos el conjunto de
los números naturales N y sus elementos son 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, etc. Por
tanto, existe el conjunto N={1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9…} ya que el criterio para
saber si pertenece al conjunto N es la sucesión de sus elementos y
podemos decir que el conjunto U=[1, 2, 3, 3, 8, 7, 5] no es un conjunto en
absoluto porque no hay sucesión en sus elementos. Cantor mostró la
importancia de definir conceptualmente un grupo de objetos para saber si
se los puede reunir en un conjunto.

De otra parte, la matemática encontraría en Peano la contribución más


importante en el campo de lógica de cara a aclarar sus fundamentos, el
cual consistía en nueve axiomas que permitían desarrollar los conjuntos de
números. Aquí solo mencionaremos cinco de ellos:

1 1 es un número natural; 1 pertenece al conjunto de los números


naturales.
2 Todo número natural a tiene un sucesor, a+1.
3 Dos números naturales a y b son iguales si sus sucesores son también
iguales.
4 El uno no es sucesor de ningún número natural.
5 Si un conjunto de números naturales K incluye el 1, y si K contiene un
número x cualquiera contiene también a su sucesor, entonces el
conjunto K contiene a todos los números naturales.

Si vemos con cuidado, estos axiomas son la definición de los números


naturales mediante el mecanismo de construcción denominado sucesión.
Los números 2, 3, 4, 5, etc., se construían a partir del número anterior así,
2=1+1, 3=2+1, 4=3+1, 5=4+1 y como vemos se pueden construir todos y
cada uno de los números que constituyen el conjunto de los números
107

naturales. Peano, después de publicar este sistema en el año de 1889 bajo


el título Arimetices principia, nova método exposita (nuevo método de
exposición de los principios de la aritmética) modificó el axioma 1,
introduciendo el cero como número natural. Este sistema fue de mucha
utilidad porque permitió a los matemáticos definir cualquier conjunto de
números a partir de unas definiciones o conceptos claros, además se veía
en los sistemas axiomáticos como el de Peano una gran potencia, pues era
posible obtener un altísimo poder productivo a partir de un conjunto
pequeño de definiciones.

No es difícil entender que el punto de partida del logicismo comprende la


culminación de proyectos matemáticos y lógicos que llevaron poco a
poco al proyecto de elaborar un gran sistema lógico a partir del cual todos
los conceptos matemáticos quedaran fundamentados.

A finales del siglo XIX y principios del XX el logicismo encuentra sus más
grandes exponentes: Frege, Russell y Whitehead, que discuten sobre todo
con aquella idea kantiana de que la intuición juega un papel fundamental
en matemática. Por ello podemos sostener que el trabajo de estos lógicos
se centraba en proporcionar un fundamento definitivo a la matemática en
términos de la lógica formal escapando o rechazando cualquier expresión
psicológica como la intuición.

Esto no quiere decir que el logicismo fuera una idea nueva, ya Leibniz
había expresado algún tipo de logicismo al postular la diferencia entre
verdades de razón y verdades de hecho. Para él juzgamos como falso
aquello que encierra una contradicción y como verdadero lo que se
opone a lo falso; en este sentido los conceptos de la matemática y las
demostraciones matemáticas están subordinadas al principio de no
contradicción. Russell señala al respecto:

La doctrina general de que toda la matemática es


deducción por principios lógicos a partir de principios
lógicos, fue ardientemente defendida por Leibniz, quien
argüía constantemente que los axiomas deben
probarse y que todo debe definirse excepto unas pocas
nociones fundamentales (Russell, 1977, p. 29).

Leibniz imaginó un tipo de matemáticas universales en que el cálculo de


razonamiento se expresara en un simbolismo eficaz sujeto a reglas claras
de combinación que cuidaran a la razón en el proceso. Sin embargo, para
108

el logicismo el problema fundamental consistía en el valor que le damos al


conocimiento intuitivo de ciertos conceptos. Frege, destacado
matemático y fundador de la lógica contemporánea, entre los años 1873 y
1874 discutía el fundamento de las leyes de la aritmética, su preocupación
estaba guiada por la construcción de definiciones claras y rigurosas y no
en creencias basadas en la intuición, como quien cree en dragones o
sirenas.

Para Frege las leyes de la aritmética no están fundamentadas en la


intuición sino en la razón, en la pura deducción lógica, en este sentido
deben estar conectadas íntimamente con las leyes del pensamiento, esto
es, con las leyes de la lógica. Frege defendía que los objetos de las
matemáticas son abstractos, eternos e independientes de nuestra mente,
él pensaba que tenemos acceso a esos objetos a través de la lógica. El
espíritu de Frege se expresa en el prefacio de su Conceptografía: “para
impedir que cualquier cosa intuitiva penetrase aquí desapercibida, tuve
que poner todo mi esfuerzo en mantener la cadena de inferencias libre de
huecos” (Frege, 1972, prefacio).

El programa de Frege se vio condenado al fracaso por dos motivos:


primero, su teoría se ayudaba de un simbolismo muy difícil de comprender
y, segundo, durante toda su vida fue catedrático de la Universidad de
Jena, una universidad menor que nunca le reconoció el verdadero valor a
su obra. Ésta, de hecho, permaneció en la sombra hasta que fue
recuperada por Russell.

Russell retoma la idea central y simple del logicismo: la matemática es solo


un desarrollo de la lógica. En su monumental obra de 1903, Los Principios
de la Matemática, afirma:

La filosofía de la Matemática ha sido hasta el presente


tan discutida, oscura y estacionaria como las otras
ramas de la filosofía. […] Pero mientras persistiera esta
duda apenas se podría decir que la matemática
llegaría a lograr algún conocimiento cierto y exacto. De
acuerdo con esto encontramos que los idealistas
tendían más y más a considerar que toda la
matemática trabajaba con meras apariencias, mientras
que los empíricos sostenían que todo lo matemático era
una aproximación a cierta verdad exacta sobre lo que
nada tenía que decirnos. Debemos confesar que este
109

estado de cosas era completamente ingrato. La filosofía


preguntaba a la matemática: ¿Qué quiere decir? En el
pasado, la matemática no podía contestar, y la filosofía
respondía introduciendo la noción completamente
desacertada de mente. Pero en la actualidad, la
matemática puede contestar por lo menos hasta el
punto de reducir todas sus proposiciones a ciertas
nociones fundamentales de lógica. En este punto la
discusión deber ser retomada por la filosofía. Procuraré
indicar cuáles son las nociones fundamentales
involucradas, probar detalladamente que no figuran
otras en matemática, y señalar brevemente las
dificultades filosóficas involucradas en el análisis de
estas nociones (Russell, 1977, p. 28).

Esto quiere decir que el proyecto logicista debía cumplir con una
exigencia, a saber, la lógica debía expresar en un lenguaje unificado los
conceptos más abstractos y complejos de la matemática, consistía en
definir y justificar del modo más preciso posible nociones tales como la de
naturaleza del número, del infinito, del espacio, del tiempo y el
movimiento, y la misma inferencia matemática, la demostración, para
proporcionar una definición general de matemática. Al respecto Russell
sostiene:

De lo dicho hasta ahora, el lector podrá apreciar que el


trabajo presente debe cumplir con dos fines: primero,
demostrar que toda la Matemática de deduce de la
Lógica simbólica, y segundo, descubrir, mientras ello sea
posible, cuáles son los principios de la lógica misma
(Russell, 1977, p.34).

La obra de Russell y Whitehead estaba constituida por diez premisas y diez


principios de deducción lógica de los cuales la matemática podía
deducirse formalmente. El programa consistía en brindar todos y cada uno
de los pasos que se seguían desde las proposiciones iniciales hasta los
teoremas de la aritmética con el cuidado de no utilizar supuestos que no
estuvieran en los postulados iniciales o que no se siguieran necesariamente
de uno de estos. Para cumplir con este objetivo Russell adoptó la
representación simbólica de Boole y para expresar con claridad el
programa tomó la lógica de clases de Cantor. Por ejemplo, representar la
110

suma 1+1=2 se expresa en lógica del siguiente modo “Si x es uno y y es uno
y x difiere de y, entonces x y y son dos” (Russell, 1977, p. 30).

Para Russell este era uno de los más grandes descubrimientos del siglo XX:

El hecho de que toda la Matemática sea Lógica


simbólica es uno de los descubrimientos más
importantes de nuestro tiempo; y una vez establecido
este hecho, lo que queda de los principios de la
Matemática consiste en el análisis de la propia Lógica
simbólica (Russell, 1977, p. 29).

El logicismo puede resumirse del siguiente modo, el lógico debe enumerar


las leyes lógicas fundamentales que pueden admitirse como premisas del
sistema y debe definir todos los métodos de inferencia; por tanto, en una
inferencia se deben representar todos los pasos mediante la
transformación de una expresión simbólica en otra y los pasos de inferencia
deben estar justificados mediante reglas claramente formuladas.

Esta es precisamente la idea de mecanismo deductivo y sistema


axiomático. Como dijimos, tales ideas empezaron a cobrar fuerza con el
trabajo de Frege que en muchos aspectos Russell compartía. En su obra de
1903 Los principios de la matemática Russell termina reconociendo el
monumental trabajo de Frege y señalando lo necesario que sería un mejor
conocimiento del mismo. Como contribución a esta empresa, en el
apéndice A el propio Russell realiza una exposición de los logros teóricos
del alemán.

La obra de Frege, que parece ser mucho menos


conocida de lo que merece, contiene muchas de las
doctrinas expuestas en las partes I y II de este trabajo, y
allí donde se difiere de las opiniones por mí defendidas,
las diferencias exigen discusión. El trabajo de Frege
abunda en distinciones sutiles, y evita los usuales
sofismas que persiguen a los escritores de lógica. Su
simbolismo, aunque desgraciadamente tan engorroso
que resulta difícil su empleo en la práctica, se basa en
un análisis de nociones lógicas mucho más profundo
que el de Peano y, filosóficamente, muy superior al de
su más conveniente rival (Russell, 1977, p. 567).
111

Sin embargo, fiel a su espíritu de filósofo, Russell no sólo expone a Frege sino
que reseña las fuertes críticas que Kerry le había hecho, según las cuales
“una teoría lógica de la aritmética es imposible” (Russell, 1977, p. 590).
Russell argumenta que las críticas de Kerry se basan muchas veces en
malas comprensiones de los conceptos o de las tesis de Frege. Sin
embargo, él mismo, en el capítulo X de su obra había indicado una
paradoja que se desprendía de los postulados fregeanos: la paradoja de
Russell.

Según los postulados de Frege, es posible construir un conjunto tal que


para ser miembro de él, el individuo debe ser un conjunto que no
pertenece a sí mismo. Russell descubrió que si tal conjunto es construible,
podemos obtener conclusiones absurdas de la siguiente manera:

Si tenemos que A es el conjunto de todos los conjuntos que no pertenecen


a sí mismos, entonces si A pertenece a sí mismo, entonces debe satisfacer
la condición para pertenecer a A: no debe pertenecer a sí mismo. Es decir,
si A pertenece a sí mismo, entonces no pertenece a sí mismo. Esto es
absurdo.

Pero si, de otra parte, A no pertenece a sí mismo, entonces satisface la


condición para pertenecer al conjunto, y entonces pertenece a sí mismo.
Es decir, si A no pertenece a sí mismo, entonces A pertenece a sí mismo, lo
que también es absurdo.

Un ejemplo coloquial de esta paradoja es la llamada paradoja del


barbero. Si el barbero afeita todos los hombres que no se afeitan a sí
mismos, ¿se afeita él a sí mismo? Si se afeita, entonces él no sólo afeita a los
hombres que no se afeitan a sí mismos. Si no se afeita, entonces no afeita a
todos los hombres que no se afeitan a sí mismos.

La conclusión es desastrosa. El sistema de Frege permite derivar


contradicciones, es decir, recordando la terminología del primer capítulo,
es inconsistente. Pero en un sistema inconsistente puede demostrarse
lógicamente cualquier cosa, y entonces todas las demostraciones lógicas
de las matemáticas en las que presuntamente se fundamenta esa ciencia,
en opinión de los logicistas, son inútiles, porque también habría forma de
demostrar todas las proposiciones opuestas. Si hay una contradicción,
entonces el sistema de Frege permite tanto demostrar las proposiciones
matemáticas como sus contradictorias. Esa sería la consecuencia más
112

indeseable de todas, pues echaría por tierra todo el trabajo de los


logicistas.

Afortunadamente para ellos, fue el propio Russell quien descubrió la


paradoja y él mismo emprendió importantes trabajos teóricos con el fin de
eliminarla. La historia sin embargo habría de mostrarle que la teoría de los
tipos, el principal desarrollo hecho como intento de solución de la
paradoja, también incluía sus propias contradicciones. Así pues, la
paradoja de Russell fue la emblemática puesta en evidencia del temprano
ocaso del proyecto logicista.

[Frege] recibió una carta de Russell informándole del


descubrimiento de la contradicción [… y] realizó con
premura un debilitamiento de su axioma intuitivo de
comprensión, lo cual impedía la abierta derivación de
la paradoja de Russell y lo insertó como apéndice.
Después de la muerte de Frege, Stanislaw Lesniewski
probó que aún el axioma modificado llevaba a una
contradicción. […] Para 1923 [Frege] estaba
convencido de que todo el proyecto de fundamentar
la aritmética en la lógica era un error, y que la teoría
de las clases constituía el meollo de este error: la teoría
de los conjuntos era una aberración intelectual que lo
había llevado a él, y a otros, por mal camino
(Dummett, 1990, p. 162).

Como vemos, a pesar de lo prometedor que resultó el proyecto logicista,


pues no debemos olvidar que de él se derivaron algunas de las obras más
importantes de la matemática del siglo XX, se enfrentó a serias dificultades
que tanto a sus detractores como a sus partidarios les parecieron razones
suficientes para abandonarlo. Sin embargo, no eran las paradojas lo que
más inquietaba a los detractores del logicismo. Lo que más perturbaba a
los no-logicistas era el papel del matemático. El logicismo menospreciaba
el espíritu creador del matemático ya que su trabajo se limitaba a realizar
demostraciones a partir de axiomas y parece que el trabajo matemático
es mucho más amplio.

3.2 El intuicionismo y la insuficiencia matemática de la demostración

La matemática siempre ha mostrado ser una ciencia deductiva, sin


embargo su historia ha mostrado que asumir una posición axiomática
113

conduce a un conjunto de antinomias y paradojas que muestran que en


ella ocurren procesos que no pueden ser explicados y mucho menos se
pueden reducir a esquemas formales. Lo anterior obliga a las matemáticas
a buscar nuevos procesos, fundamentalmente heurísticos o productivos, lo
que lleva a revaluar el estatus de los modelos axiomáticos y formales
porque se toman como una expresión lingüística entre muchas. Este hecho
hace que los matemáticos vean su disciplina con un espíritu muy diferente
de aquellos que la ven como una disciplina exclusivamente deductiva
como era el caso de Russell o Hilbert. Además, el carácter deductivo de la
ciencia no es el factor de desarrollo de la misma, ni es la fuente de
conocimiento y, por tanto, el aumento cognoscitivo se encuentra en otros
sitios pero no en la lógica o la aritmética.
Si no es el esquema deductivo el fundamento de la matemática, ¿qué otro
modelo existe? Debe entonces coexistir un razonamiento especial que
podemos llamar intuitivo o constructivo, en otras palabras, el matemático
debe ser un creador que coloca toda su potencia creadora en una
facultad que llamamos intuición, parafraseando el celebre matemático
francés y precursor del intuicionismo Henry Poincaré, «la intuición inventa lo
que la lógica demuestra». A continuación se expondrán las líneas
generales del intuicionismo y su importancia para la matemática.

El intuicionismo sostiene que los entes de las


matemáticas son construcciones mentales y
las construcciones formales solo son posibles si
se tiene un previo conocimiento de los
teoremas que las van a componer. Poincaré
sostuvo que el razonamiento matemático
tiene en sí mismo una especie de virtud
creadora, por ejemplo, la inducción
matemática como proceso en la creación de
los números naturales se fundamenta en la
posibilidad reiterativa, uniforme, e ilimitada
del hombre para realizar procesos, consideran
esta potencia de la mente la fuente de la
creación y el soporte de la noción de
sucesión. Poincaré muestra la naturaleza de
este razonamiento matemático del siguiente
modo:
porque no es más que la afirmación de una
propiedad del espíritu mismo […] no es más
que la afirmación de la potencia del espíritu
114

que se sabe capaz de concebir la repetición


indefinida de un mismo acto, desde que ese
acto es posible una vez (Poincaré, 1907, cap.
I).

Para el matemático y físico francés, nacido en Paris en el año de 1854, las


expresiones de la matemática son necesarias porque se encuentran
fundamentadas en el espíritu mismo. Más adelante en el mismo texto
sostiene que “el espíritu tiene, de esa potencia, una intuición directa”
(Poincaré, 1907, cap. I).
Por tanto, el individuo adquiere conciencia de los procesos matemáticos
por una intuición directa, lo capta de inmediato en el mismo sentido en
que no tenemos que preguntarnos si el espacio existe o si los cuerpos están
el espacio. Esto hace de la intuición un principio que construye y elabora
conceptos, en este caso construye el concepto de sucesión a partir de la
repetición.
Poincaré señala el valor de la intuición pero no niega el papel que juega el
razonamiento formal y la lógica: “en matemáticas, la certeza no es todo,
más sin ella no hay nada; una demostración que no sea rigurosa es nada”
(Poincaré, 1952, cap. I).

La intuición es la herramienta de la invención y decide qué caminos se


deben tomar, la lógica sólo muestra las combinaciones correctas entre
proposiciones. Haciendo referencia a Hilbert y específicamente a los
fundamentos de la geometría Poincaré sostiene:

no le reprocho a Hilbert este carácter formal de su


geometría, pues a eso debería tender, dados los
términos del problema planteado. Hilbert quería
reducir al mínimo el número de axiomas fundamentales
de la geometría y hacer una enumeración completa
de ellos; pues bien, en los razonamientos en que
nuestro pensamiento permanece activo, en aquellos
razonamientos vivos por decirlo así, en que la intuición
presenta también un papel, no es difícil introducir un
axioma o postulado que pase inadvertido, y por
consiguiente, sólo después de haber referido los
razonamientos a una forma puramente mecánica es
cuando ha podido estar seguro de haber logrado su
intento y completar su obra (Poincaré, 1908, p. 114s).
115

Poincaré reitera el hecho de que la lógica se aplica solo cuando la


matemática ya ha sido creada, así la intuición es una potencia de la
mente; sin embargo, un último elemento completa la potencia de la
intuición, la experiencia. El hombre para poner en marcha la mente
necesita de la experiencia porque le permite mostrar que la facultad
creadora está activa; en otras palabras, la experiencia le permite tomar
conciencia de la operación mental. En síntesis, la intuición nos indica el
poder creador que tenemos y la experiencia confirma la potencia
creadora; por ejemplo, sabemos que tenemos la potencia para hacer
repeticiones pero sólo en la acción de caminar se devela el concepto de
sucesión, si repetimos una misma acción, dar pasos, siempre un pie está
delante del otro y por tanto un paso es anterior al otro, lo mismo ocurre con
los números naturales.

Poincaré abre una puerta al intuicionismo después del fracaso de los


sistemas deductivos. Muestra que los otros intentos fundacionales de la
matemática han fracasado porque hay algo más que el razonamiento
deductivo, la intuición. Si bien su postura no es radical porque no niega el
papel del formalismo, ni de la lógica, sí es un crítico de estos proyectos.
Poincaré cree firmemente en la figura del matemático creador que tiene
la matemática en la mente y si no la tiene está facultado para inventar los
objetos matemáticos. Cree en matemáticos como Arquímedes y la famosa
eureka.

Los intuicionistas más radicales creen que los hombres nacen con una
intuición original, la sucesión de objetos por adiciones sucesivas, el
matemático holandés Luitzen Egbertus Jan Brouwer (1881-1966), graduado
en la Universidad de Ámsterdam fue quien más desarrolló este proyecto.
Sus trabajos se ocuparon de la topología y es conocido por formular el
teorema que lleva su apellido. Funda el intuicionismo matemático, como
respuesta al formalismo matemático de su época. Sus ideas principales
fueron expuestas en el libro Prueba del teorema de Jordan para N
dimensiones de 1912.

Brouwer invirtió mucho tiempo buscando la "teoría Intuitiva para los


números reales", a los cuales llamó especies. Rechazó el principio del
tercero excluido lo que reduce en gran medida lo que constituyen las
matemáticas porque una gran cantidad de demostraciones en
matemáticas dependen de la aceptación este principio. Brower niega
este principio porque aceptarlo implica aceptar simultáneamente la
116

existencia de unos valores sobre una clase infinita sin un método que lo
demuestre en un número finito de pasos; el ejemplo clásico consiste en que
la afirmación ‘la sucesión 1 2 3 4 5 6 7 8 9 se representa en algún sitio de la
representación decimal de π= 3.1415926’ no es ni verdadera, ni falsa
porque no tenemos ningún método para demostrar y admitir de inmediato
por qué tiene que ser verdadera o falsa.

El intuicionismo acepta la existencia de los objetos matemáticos sólo si


existe una construcción previa a partir de la noción de sucesión. Lo anterior
quiere decir que Brouwer sostiene una vieja postura kantiana en la que se
defiende la intuición, aunque lo negó y repudio enfáticamente. Weyl y
Brouwer intentan formular la piedra angular del intuicionismo con el fin de
mostrar el papel ineludible de la intuición de la práctica matemática, si
bien las matematicas son independientes del mundo material, estas solo
existen porque son construidas por la intuición.

Lo anterior quiere decir que la matemática está constituida


exclusivamente por un conjunto de entes construidos intuitivamente por el
matemático, sobre los que se seguirán construyendo otros mediante un
sistema operacional claro, preciso y fecundo, en este sentido la geometría
es un modelo ya que las figuras no tienen ningún tipo de referente empírico
dado que están en la mente del geómetra, es decir, él los usa como un
referente a la vez que como el apoyo para sus demostraciones. Veamos el
conocido teorema de Pitágoras:

El teorema dice:

En los triángulos rectángulos el cuadrado sobre el ángulo opuesto al


ángulo recto es equivalente a los cuadrados sobre los lados que forman el
ángulo recto.

La demostración es la siguiente:

Sobre CB constrúyase el cuadrado CNMB, y sobre CA y AB los cuadrados


CDEA y AQPB respectivamente; trazamos el segmento A’, y este es
paralelo a alguna de las rectas CN o BM, además trazamos los segmentos
DB y AN.

Como cada uno de los ángulos CAB y CAE es recto entonces la línea recta
CA, en el punto A de ella y las dos rectas AB y AE no yacentes del mismo
lado de CA forman ángulos contiguos iguales a los ángulos rectos de CAB
117

y CAE; por lo tanto AB está en línea recta con AE. Por esta misma razón CN
se encuentra en línea recta con AQ.

Por otra parte el ángulo NCB es igual al ángulo DCA pues cada uno es un
ángulo recto. Si a cada uno de estos ángulos le sumamos el ángulo
formado por CAB, los ángulos NCA y DCB serán también iguales. Como CN
es igual CB y DC a CA los dos lados CA y CN son respectivamente iguales a
los lados DC y CB, y el ángulo ACN es igual al ángulo DCB; así pues, la base
AN es igual a la base DB, y el triángulo ACN es igual al triángulo DCB.

Ahora el paralelogramo CA es doble del triángulo ACN porque tienen la


misma base NA’ y están entre las paralelas, CN y AA’.

El cuadrado EC es doble del triángulo DCB porque tienen la misma base


DC y están entre las mismas paralelas DC y EB.

Las tesis intuicionistas afirman que los objetos de la matemática se captan


inmediatamente en la mente, son independientes de la experiencia y no
tienen existencia independiente de la mente. Lo anterior parece un acto
de iluminación divina que sólo es justificable por la fe o por un innatismo; sin
embargo, niegan que sea una clase de misticismo y lo presentan en dos
actos de la mente a partir de los cuales tratamos por separado ciertos
conceptos y las consecuencias que normalmente asociamos a la manera
como razonamos, por ello la matemática es una actividad y no una
doctrina, el matemático no descubre sino que crea en dos momentos.

El primer acto se caracteriza porque la matemática se debe separar del


lenguaje matemático y en general de cualquier lenguaje. La matemática
es una actividad en la mente sin lenguaje que tiene su origen en la
percepción de un movimiento en el tiempo. Para Brouwer la intuición
matemática es distinta de la percepción sensible y de la percepción de
conexiones lógicas. Las construcciones matemáticas no deben confundirse
con su comunicación o descripción lingüística y por ello la actividad
matemática no depende de construcciones lingüísticas. En este sentido la
matemática es independiente de la lógica ya que la lógica se utiliza para
comunicar y describir los conceptos de la matemática pero no en la
construcción de la misma.

Lo anterior lleva a que, según Brouwer, debemos distinguir entre dos


actividades: la construcción de la matemática y la expresión de la
construcción matemática o actividad lingüística. Por ejemplo, las
118

proposiciones son expresiones de la matemática que no tienen relación


con la actividad matemática. Parece entonces que la pregunta que el
intuicionista se debe hacer es si la actividad corresponde adecuadamente
con la construcción mental y si la actividad lingüística puede aportarle
algo a la construcción matemática.

El segundo acto del intuicionismo reconoce la posibilidad de engendrar


nuevas entidades matemáticas, ello quiere decir que el matemático
construye los objetos matemáticos y sólo por esa razón tienen existencia. El
matemático no debe perder tiempo demostrando la existencia de los
objetos matemáticos porque no tiene el propósito de mostrar la legitimidad
de tales construcciones, son legítimas en sí mismas y autoevidentes, lo que
lleva a que no hay que construir ningún tipo de herramienta que legitime
su existencia. Para el intuicionismo desarrollar mecanismos deductivos o
criterios de validez como la demostración es una tarea vaga.

3.2 El formalismo y sus limitaciones internas

El programa formalista de Hilbert está motivado por el estado de la


matemática de la época: la fuerte influencia del intuicionismo y el fracaso
del logicismo debido al conjunto de paradojas del sistema. El punto de
partida del proyecto formalista considera que la matemática es un hecho
y por tanto el filósofo que se ocupa de ella debe buscar sus condiciones
de posibilidad de. Este proyecto, al igual que el intuicionismo, retomaba
algunas ideas kantianas al considerar los axiomas y los teoremas de la
matemática como proposiciones descriptivas ya que expresan la
estructura del tiempo y del espacio. En este sentido, la construcción de los
números y el algebra se basan en experimentos mentales de composición
y descomposición de cifras y por ello hay un conocimiento intuitivo, es
decir, concreto, en este caso de los números. Por eso el programa
formalista se ha descrito como un intento por

asegurar la consistencia de la matemática clásica


mediante la formalización de sus diversas teorías y la
prueba metamatemática de que dichas teorías
formales son consistentes, usando para ello métodos
finitarios intuicionistamente aceptables. (Mosterín et al.,
2002, p. 245.)

No es difícil entender por qué la aritmética se convierte en un modelo para


Hilbert y por qué el formalismo debía probar todas las ramas de la
119

matemática a través de ésta. Pero a diferencia del proyecto logicista,


donde los signos tienen significado o extensión, Hilbert considera que los
signos están vacíos y por tanto el formalista sólo manipula símbolos. De
acuerdo al formalismo, el objeto de estudio de las matemáticas lo
constituyen los mecanismos o sistemas deductivos, que no son más que
símbolos y reglas para su manipulación.

Para Hilbert las matemáticas no son más que un juego de deducciones,


son la ciencia de la demostración rigurosa. Toda demostración tiene un
punto de partida, términos no definidos y enunciados no demostrados, los
primeros son postulados y los segundos axiomas. Por ejemplo, en
geometría, punto y recta son términos no definidos y el enunciado «dados
dos puntos distintos existe una recta que los contiene» es un axioma. Podría
preguntarse ¿Qué es un punto? y ¿qué es una recta?, y por tanto
cuestionar la verdad y la falsedad de los términos y los enunciados; sin
embargo, el formalista considera este problema irrelevante porque sólo le
interesan las deducciones lógicas que se obtienen de los términos iniciales
o axiomas.

En resumen, para los formalistas la matemática consiste en conocer qué


teoremas son consecuencia lógica de los axiomas, y por ello la
matemática es la ciencia de las deducciones o el proceso que va de los
axiomas a los teoremas. Parece que hay una evidente similitud con el mito
de Euclides. Pero, ¿qué diferencia a Euclides de Hilbert? Los trabajos de
Hilbert se inician con la axiomatización de la geometría con el propósito de
esclarecer el método axiomático seguido por Euclides y unirlo con la
formalización. No se trata ya de probar teoremas usando regla y compás.

Desde 1922 David Hilbert había estado formulando el


programa que lleva su nombre: para asegurar la
consistencia de la matemática de una vez por todas
había que (1) axiomatizar de un modo completo todas
las teorías matemáticas y (2) probar –por medios
finitarios indudables- que todas las teorías matemáticas
así axiomatizadas son consistentes. La aplicación del
programa empezaría por la teoría más básica de todas,
la aritmética elemental, y se iría extendiendo a otras
teorías más potentes o avanzadas. La mayoría de los
matemáticos interesados por los fundamentos creían en
120

la viabilidad de ese programa. (Mosterín et al., 2002, p.


549).

Hilbert tenía el propósito de trabajar con objetos concretos como los


números, pero la matemática también está compuesta por sistemas
infinitos, por ejemplo el conjunto de los números naturales, por lo tanto,
parece que el programa formalista se ve limitado y poco productivo.

En este contexto Hilbert postula la necesidad de diseñar un método que


abandone la exigencia de la evidencia intuitiva y el método de elementos
ideales; sin embargo no estaba muy seguro, porque aunque la admisión
de proposiciones ideales amplia el horizonte de análisis de la matemática,
parece que hace desaparecer la seguridad que la caracteriza. Por ello, si
quería que su programa se llevara a feliz término, debía ser consistente, es
decir, debía conciliar nociones concretas con nociones ideales. ¿Cómo
saber si el sistema es consistente? La teoría necesitaba de una prueba.

Para demostrar que el sistema era consistente había que probar que no
hay dos proposiciones una de las cuales es negación de la otra. Sin
embargo, lo anterior tenía una exigencia, se suponía que el sistema era
completo, es decir, está completamente delimitado y por tanto es
susceptible de ser examinado.

Para verificar la consistencia de un sistema contamos con al menos dos


métodos, uno directo y otro indirecto. Los métodos directos consisten en
demostraciones que se hacen mediante procedimientos combinatorios
con el fin de identificar los objetos ideales de la teoría con objetos
concretos, e identificar los postulados que describen las propiedades y las
relaciones de todos y cada uno de los objetos del sistema. El último
propósito de este método consiste en demostrar que una inferencia en el
interior del sistema no conduce más que a descripciones exactas; la
dificultad del mismo consiste en que en matemáticas los conceptos de tipo
infinito no se pueden identificar con objetos concretos o perceptibles y por
ello este método resulta restringido a sólo algunas de sus partes.

En consecuencia, en toda teoría matemática que indaga con infinitos, la


congruencia sólo se puede verificar por el método infinito. Éste método
consiste en un procedimiento que establece una correspondencia entre
los postulados de la teoría inicial y los postulados de una teoría concreta
de la cual ya hemos comprobado su consistencia. El modo más común de
hacerlo se conoce como la aritmetización o representación de objetos por
121

medio de números reales. Sin embargo, todavía no sabemos con exactitud


si la aritmética es un sistema consistente, ¿qué hacer?

La solución de Hilbert es simple. El matemático se ocupa de objetos


concretos y por ello puede basarse en métodos finitos. Sus inquietudes son
satisfechas si los conceptos usados son susceptibles de adquirir realidad en
la percepción, con enunciados en que esos conceptos están
completamente aplicados que nos llevan a enunciados también finitos.

Esta sencilla respuesta de Hilbert resulta epistemológicamente


insatisfactoria. En realidad, dentro delble adoptar una salida
epistemológica simple donde debería poder suministrarse una prueba
formal rigurosa. Sin embargo, hay que reconocer que la dificultad a que se
vio conducido el formalismo era tan fuerte que para algunos debió resultar
incluso insoluble.

Esta condición no recibió luz hasta el trabajo de Kurt Gödel. Sin embargo,
aunque fue él quien logró probar por primera vez la completud del sistema
aritmético de Hilbert, también mostró la imposibilidad del proyecto
formalista. Terminaremos esta sección entonces repasando brevemente
algunas de las conclusiones de Gödel, pues con ellas ya la idea de plena
seguridad de los mecanismos deductivos propia del formalismo cae a
tierra definitivamente. Gödel mostró las limitaciones internas de los
formalismos, para emplear la feliz expresión de Ladriere.

Para empezar vale la pena recordar la manera com Hilbert había


planteado el problema del sistema formal axiomático para la aritmética en
su conferencia de 1900.

[37] Cuando estamos comprometidos en la


investigación de los fundamentos de una ciencia,
debemos establecer un sistema de axiomas que
contenga una descripción exacta y completa de las
relaciones que hay entre las ideas elementales de esa
ciencia. Los axiomas así dispuestos son al mismo tiempo
las definiciones de esas ideas elementales; y ninguna
afirmación dentro del campo de esa ciencia cuyo
fundamento estamos examinando puede aceptarse
como correcta a menos que pueda derivarse de los
axiomas mediante un número finito de pasos lógicos.
Desde una aproximación cuidadosa aparece entonces
122

la cuestión: si, de algún modo, ciertas afirmaciones de


axiomas simples depende de otra, y si los axiomas
entonces no deben contener ciertas partes en común,
¿qué debe separarse si uno desea llegar a un sistema
de axiomas que deben ser todos independientes unos
de otros?

[38] Pero sobre todo quiero llamar a la siguiente la más


importante entre las numerosas cuestiones que pueden
plantearse en consideración de los axiomas: probar
que no son contradictorios, esto es, que un número
finito de pasos lógicos basado en ellos nunca
conducirá a resultados contradictorios. (Hilbert, 1996, p.
1104)

En el primer capítulo, esta referencia nos había servido para indicar tres
problemas básicos que puede tener un sistema formal: completud,
consistencia y decidibilidad. Ahora nos plantea la dificultad real que Hilbert
veía. Aunque la mayoría de los matemáticos apoyaban el programa de
Hilbert, el problema de demostrar que el sistema axiomático de la
aritmética era completo y consistente aún estaba sin resolver.

Por ello cayó como una bomba la demostración de


Gödel (1931) de que la aritmética no puede
axiomatizarse de un modo consistente y completo
(primer teorema de incompletud) y de que la
consistencia de una teoría aritmética no puede
probarse con sus propios medios (segundo teorema de
incompletud) (Mosterín et al., 2002, p. 549).

El programa de Hilbert estaba condenado desde el principio. Se


planteaba cuestiones irresolubles, y Gödel logró demostrarlo. Los resultados
de su investigación aparecieron publicados en 1931 bajo el título Sobre
proposiciones indecidibles de Principia Mathematica y sistemas afines. En
ese artículo, que pasaría a convertirse en el más importante de la
matemática y la lógica del siglo XX, Gödel exponía 11 teoremas. De ellos
sólo nos interesan dos; aquellos cuya conjunción muestra que aunque ser
axiomatizable, consistente y completa son propiedades deseables de una
teoría; las tres no pueden darse a la vez para un sistema formal.
123

El primer teorema de incompletud sostiene que si una teoría aritmética


cualquiera es axiomatizable y consistente, es incompleta. Esto quiere decir
que hay al menos un teorema de esa teoría que es indemostrable
mediante una secuencia finita de pasos. La teoría aritmética en cuestión
será axiomatizable y en esta axiomatización será imposible derivar fórmulas
contradictorias, pero al precio de tener que dejar por fuera al menos un
teorema verdadero del sistema. ¿Cómo llegó Gödel a esta conclusión?
Aunque el camino es un poco técnico, con la ayuda de Mosterín y Torretti
(2002) podemos recorrerlo.

Gödel llevó a cabo su demostración para un sistema


formal P que venía a ser la unión de la lógica de los
Principia Matemática de Whitehead y Russell con los
axiomas aritméticos de Peano y resolvió el problema
metamatemático dentro de la aritmética, es decir,
recurriendo exclusivamente a razonamientos
aritméticos elementales. (p. 550)

Las características del trabajo de Gödel son entonces que construye un


sistema formal para la aritmética y enfrenta el problema de un modo
metamatemático, es decir, refiriéndose a ese sistema desde otro sistema
de orden superior, desde un metasistema. En este sistema
metamatemático Gödel opera con sencillos razonamientos aritméticos.
Veamos ahora el procedimiento.

Por un ingenioso procedimiento (ahora conocido


como gödelización) asignó números naturales a las
secuencias de signos, estableciendo un homomorfismo
del lenguaje formal en el sistema de números naturales.
Moviéndose con habilidad entre las fórmulas y los
números que las representan, logró construir una
sentencia ω que, naturalmente interpretada, dice de sí
misma que no es deducible en el sistema P y tal que, si
P es consistente ni ϕ ni ¬ϕ son deducibles en P, por lo
que es verdadera. Por tanto, la teoría formal P es
incompleta. (p. 550)

La estrategia de Gödel es sencilla en el fondo. Como hemos visto, la


dificultad de probar la consistencia y la completud de un sistema formal
reposa en que en un sistema formal cualquiera es posible derivar
potencialmente infinitas fbfs. Esta dificultad es inmanejable con ciertos
124

simbolismos, pero si tratamos de representar cada fórmula con un símbolo


que nos sea más fácilmente manejable, como los números naturales,
entonces nos será más fácil controlar las fórmulas que tengamos que
manejar. Este procedimiento de aritmetizar un sistema formal es lo que se
conoce como gödelización: representar cada fbf de un sistema con un
número natural.

Después de la aritmetización, Gödel prueba que en el sistema axiomático


para la aritmética que él está estudiando es posible derivar una fórmula
que representa mediante la letra griega ω (omega). A esta fórmula se le
asigna una interpretación que en el lenguaje natural dice: “ω no es
deducible de este sistema”. De este modo si ω es deducible en el sistema,
entonces ω será verdadera, y si el sistema es completo entonces debe
poder construirse una demostración de ω por medio de pasos finitos.

Finalmente, Gödel muestra que en el sistema del que se ocupa no es


posible derivar la fórmula ϕ ni su negación ¬ϕ. Con esto se prueba al mismo
tiempo que el sistema es consistente, no permite derivar contradicciones, y
que ω es verdadera, precisamente por la consistencia del sistema. El
problema es que si la verdad de ω está garantizada por la consistencia del
sistema, y el sistema es consistente, entonces llegamos a la terrible
conseuencia de que ω es verdadera, es decir que es verdad que “ω no es
deducible de este sistema”, y por lo tanto es incompleto.

Veamos ahora el segundo teorema.

En 1931 Gödel probó también su segundo teorema: si


una teoría aritmética T es consistente, entonces la
consistencia de T no puede probarse en T, es decir, es
imposible demostrar la consistencia de una teoría o
sistema formal que incluya la aritmética elemental con
los propios recursos de la teoría. Desde luego, sigue
siendo posible probar su consistencia desde otra teoría
distinta y más potente, pero ello sería de dudosa
utilidad.

Con este segundo teorema Gödel muestra que una teoría aritmética
axiomatizada no puede probar ella misma con sus propios recursos que es
consistente. El procedimiento es el siguiente.
125

Gödel había probado que si la teoría P es consistente,


entonces la sentencia que antes habíamos llamado ϕ
es verdadera en la interpretación natural. Sea σ la
fórmula que en esa interpretación dice que P es
consistente. Los razonamientos aritméticos usados por
Gödel pueden formalizarse en P. por tanto, en el
sistema P puede deducirse la fórmula (σ ⇒ ϕ), que en la
interpretación natural dice que si P es consistente,
entonces ϕ es verdad. Ahora bien, si pudiéramos
deducir la fórmula σ, también podríamos deducir ϕ.
Pero habíamos probado que si la teoría P es
consistente, entonces ϕ no es deducible. Por tanto, si P
es consistente, tampoco será deducible σ, es decir, no
será demostrable en P que P es consistente. Si la teoría
P es contradictoria, entonces podemos deducir en ella
cualquier cosa, tanto que es consistente como que no
lo es. Pero si es consistente, no podemos deducir en ella
que lo es. (pp. 550 y 551)

El procedimiento en este caso también es sencillo. Para demostrar el


segundo teorema Gödel parte de algunos resultados obtenidos en la
demostración del primer teorema. El primer paso es recuperar la fórmula ϕ
obtenida en el sistema anterior. Recordemos que del sistema no se puede
derivar ϕ ni su negación, y precisamente por eso es incompleto.

El segundo paso es definir una fórmula σ que en interpretación natural dice


que “el sistema es consistente”. Después de ello, Gödel prueba
formalmente que en el sistema que está estudiando puede derivarse la
fórmula σ ⇒ ϕ según la cual ϕ es una consecuencia lógica de σ.

La relación de consecuencia lógica expresada en esta fórmula tiene dos


características básicas. En una fórmula σ ⇒ ϕ, σ se denomina el
antecedente y ϕ se denomina el consecuente. La relación de
consecuencia lógica se caracteriza porque la afirmación del antecedente
conduce a la afirmación del consecuente, mientras que la negación del
consecuente conduce a la negación del antecedente.

Con base en ello, Gödel simplemente saca las conclusiones del caso. Si σ
fuera verdad, entonces tendríamos que inferir ϕ, si aplicamos el principio
de que al afirmar el antecedente afirmamos el consecuente. Pero el primer
teorema había mostrado que en el sistema estudiado es imposible derivar
126

ϕ, es decir que no hay tal ϕ. Si esto es así, y seguimos el principio de que la


negación del consecuente conduce a la negación del antecedente,
entonces resulta que tenemos que negar σ. En interpretación natural esto
quiere decir que “Este sistema no es consistente”.

En definitiva, y uniendo los dos teoremas de


incompletud, podemos concluir que una teoría
aritmética (o cualquiera de sus extensiones) que sea
axiomatizable y consistente no puede ser completa y
tampoco puede probar su propia consistencia. Con
ello, las esperanzas expresadas en el programa de
Hilbert quedaban enterradas, al tiempo que el método
metamatemático, también impulsado por Hilbert,
entraba en una fase de fecunda madurez (p.551).

Así pues, los teoremas de incompletud de Gödel mostraron las limitaciones


internas de los formalismos. Las ilusiones de realizar una axiomatización
completa y consistente de la aritmética quedaron enterradas, y con ellas
la confianza en los mecanismos deductivos. La perfección de un sistema
formal es una quimera, y por lo tanto la precisión, exactitud e
impecabilidad de las ciencias formales es algo que no puede darse por
aceptado sin más.

Esto no quiere decir que la lógica o la matemática no sean precisas,


generales y útiles. Simplemente es un llamado de atención a que estas
hermosas virtudes de las ciencias formales no son una razón para erigirlas
como modelos de conocimiento o como paradigmas de las prácticas y
formas de vida humanas.
127

Apéndice

Hasta el capítulo anterior conservamos la idea de que las ciencias formales


eran las ciencias de los sistemas formales. Puesto que entendíamos estos
como la conjunción de un lenguaje formal con un mecanismo deductivo,
dedicamos un capítulo completo a indagar cada uno de estos
componentes. Así, en el capítulo dos sondeamos algunos problemas
propios de los lenguajes formales considerando en especial el caso del
lenguaje de la lógica proposicional; mientras que en el capítulo tres
exploramos algunos problemas propios de los mecanismos deductivos
prestando especial atención al caso de las matemáticas.

Aunque con esto nuestra tarea estaría concluida, no queremos terminar sin
cuestionar nuestros propios criterios. ¿Acaso todo es oscuro y lo único claro
es que las ciencias formales son las ciencias de los sistemas formales? No.
En realidad, aunque esta definición ha sido operativamente valiosa,
tampoco está exenta de dificultades. Así pues, en este apéndice
problematizaremos la definición de ciencia formal establecida hasta ahora
y presentaremos algunas alternativas. Como resultado de ello se apreciará
que esto nos obliga a aceptar la existencia de un conjunto amplio de
nuevas ciencias formales además de la matemática y la lógica. Por eso
terminaremos examinando brevemente el caso de una de ellas: la ciencia
de la computación.
128

Apéndice A
Un problema en la demarcación de las ciencias
formales

De un modo muy general hemos definido las ciencias formales como las
ciencias de los sistemas formales. Esta definición clásica no es
unánimemente aceptada, como dijimos, e incluso no puede tomarse
estrictamente como una definición puesto que termina incluyendo
demasiado, es decir, incluyendo ciencias no formales19. Sin embargo, no
tenemos un mejor modo de definir lo que es una ciencia formal. Podríamos
afirmar entonces que la primera tarea epistemológica para las ciencias
formales es tratar de definirse a sí mismas. Esta tarea se hace cada vez más
difícil porque hoy en día contamos con una diversidad de nuevos campos
de investigación y desarrollo que, sin ser exactamente matemáticos, tienen
una dimensión formal basta y honda y que, en la medida en que reclaman
un estatuto de cientificidad, y lo merecen, no pueden catalogarse de otro
modo que como nuevas ciencias formales.

1. Las nuevas ciencias formales

Un modo de caracterizar las disciplinas a que nos hemos venido refiriendo


es, nuevamente, por oposición a las ciencias naturales y sociales. Se trata
simplemente de llamar la atención a ciertas actividades que consisten en
usar algo, o a objetos cuya marca distintiva es ser productos o artefactos.
Entre este tipo de acciones podemos contar la manipulación del fuego, el
pulimento de rocas para hacer herramientas cortantes, el empleo de los
metales en la fabricación de armas y el uso de impulsos eléctricos para
comunicarnos. Entre los objetos que podemos contar están la rueda, la
pólvora, la imprenta, los televisores, los teléfonos celulares y el Internet.

19
Una exposición de esta definición y una precisión de en qué sentido puede aceptarse se puede consultar en
Ducase 1941, Philosophy as a Science, capítulo 9. www.
129

Este tipo de acciones y objetos se diferencian claramente de las


actividades y objetos propios de las ciencias naturales y sociales por su
carácter artificial. De este modo una definición alternativa de las ciencias
formales es la de ciencias de lo artificial20.

Tras esta definición es posible empezar a incluir algunas disciplinas


recientes cuyo trabajo es establecer relaciones formales entre variables y
constantes. La más común y aplicada de ellas apareció durante la
segunda guerra mundial y se conoce como la Investigación de
operaciones.

Durante la segunda guerra mundial se consolidaron prácticas de


planeamiento estratégico militar, como cuántos camiones deben
emplearse para transportar un número determinado de soldados, incluida
toda su dotación y raciones de alimento para un tiempo fijado. Realizar
este cálculo supone considerar aspectos constantes como el número de
soldados que caben en cierto modelo de camión, y aspectos variables
como las condiciones climáticas, el peso promedio de los soldados y el
tamaño de las raciones que se deben empacar.

Aunque un trabajo como este puede hacerse con base en operaciones


matemáticas sencillas y se parece mucho a los problemas de algebra que
todos tenemos que resolver en el colegio, cuando las situaciones
analizadas aumentan su nivel de complejidad, también los modelos para
estudiarlas se hacen más complicados y requieren bastante trabajo formal
de alto nivel.

En este contexto resulta decisivo reconocer nuestra situación en el manejo


de información. Si los cálculos algebraicos sencillos permiten manejar
situaciones en las que interviene un número pequeño de variables, es
decir, en las que tenemos que manipular poca y bien definida información;
para bien o para mal esa no es nuestra situación en el mundo
contemporáneo. La cantidad de información que tenemos disponible hoy
nos plantea retos muy diferentes.

Acumular 12 exabytes de datos ha tomado toda la


historia de la humanidad. Colocados en disquetes
darían más o menos 24 millones de millas de alto
[38’616.000 kilómetros aproximadamente]. A la tasa de

20
En esta presentación nos ha sido de gran utilidad el texto de James Franklin, “The formal Sciences Discover
the Philosophers Stone”. www.maths.unsw.edu.au/∼jim.
130

crecimiento calculada en 1999, la humanidad ha


creado 12 exabytes más en 2004. (Floridi, 2004, p. xii)

En la llamada sociedad de la información, de las comunicaciones y de la


producción, cada cinco años producimos tanta información como la que
se produjo durante toda la historia de la humanidad antes de nosotros.
Pero esto no es todo, pues las tasas de crecimiento en la producción de
información siguen aumentando, y el uso de computadores digitales es
una de las causas de este aumento, pues la mayoría de esta información
se produce y publica digitalmente. Así, a medida que aumenta el número
de computadores en uso es probable que aumente el ritmo de la
producción de información. Para hacernos una idea demos un vistazo a las
cifras.

Se estima que en 2001 había 600 millones de computadores personales en


todo el mundo. ¡Para 2007 se calcula que habrá 1.15 billones!
(http://www.c-i-a.com/pr0302.htm) En Colombia las cifras más recientes de
que disponemos son de 2003 y son las siguientes:

La investigación sobre las Tecnologías de la


Información y las Comunicaciones en Colombia arrojó
que existen 1.728.593 computadoras, de las cuales
727.770 tienen acceso a Internet, equivalente, al 42 por
ciento. Del total de equipos computacionales en uso,
el 54 por ciento están instalados en los hogares de las
13 principales ciudades del país. Esto es 933.454
computadoras.
La investigación reveló que 116.437 computadoras se
encuentran en desuso, es decir, el 6.7 por ciento del
total de equipos existentes.
(http://www.dane.gov.co/files/prensa/comunicados/C
P_TICs_Enero27_03.pdf)

Aunque según estas cifras en nuestro país el número de computadores no


es muy grande, puede esperarse que en consonancia con el crecimiento
internacional, también crezca, y el diagnóstico para lo que nos ocupa es el
mismo: el problema inmediato es el manejo de la información.

Manejar información supone al menos tres tareas básicas: recolección de


información, organización de información y empleo de la información. Con
este horizonte las dificultades saltan a la vista. ¿Cómo vamos a conseguir y
131

recoger tanta información?, ¿dónde la vamos a guardar? Y, la más grave


de todas, ¿cómo vamos a hacer para utilizarla cuando la necesitemos?

Para conseguir la información tenemos que servirnos de medios de


comunicación alrededor del mundo, pues ella se produce por doquier.
Para almacenar la información recopilada en todas partes necesitaríamos
una gran bodega muy bien organizada en la que debería caber todo y
muchísimo más, pues las cifras siguen creciendo. Finalmente, esa bodega
debería estar ubicada en un sitio de fácil acceso para todo el mundo, y
organizada con tanta claridad que cualquiera pueda ubicarse sin
dificultad para acceder a lo que necesite. A decir verdad, parece
imposible satisfacer todas estas exigencias al mismo tiempo.

Lo que hace tan difícil pensar una alternativa viable a las necesidades que
el aumento de información produce es el modo como lo estamos
pensando. Si pensamos la información como un montón de escritos o de
papel impreso, o incluso almacenada en disquetes, la que tenemos
actualmente ya casi no cabe en la tierra, no hay donde guardarla, no hay
cómo organizarla ni forma alguna para acceder a toda ella. Es preciso
entonces pensar una manera diferente de manejar la información.

Una brillante alternativa propuesta para ello surgió al tomar prestado un


problema matemático. Pensemos, tenemos muchísima información, muy
poco espacio para guardarla y muy poco tiempo para aprovecharla. Si
planteamos este problema de un modo muy general podemos decir que
tenemos potencialmente infinita información y finitos medios efectivos para
manejarla. El asunto es cómo manejar lo infinito a partir de lo finito.

Un ejemplo de este problema, ya lo vimos, lo planteó Hilbert en su famosa


conferencia de 1900. ¿Cómo podemos decidir mediante recursos finitos
para cualquier proposición dada si pertenece o no al infinito conjunto de
las proposiciones de la aritmética? En aquel entonces la gran alternativa
propuesta por el matemático de Königsberg fue la axiomatización.
Establecer unos principios organizadores básicos finitos, los más pocos que
podamos, a partir de los cuales sea posible deducir todo el conjunto de
información verdadera restante con la ayuda de unas reglas claramente
definidas. Esta alternativa tiene sus problemas, ya lo hemos dicho, pero es
innegable que representa una buena alternativa para enfrentar el
problema que tenemos, es un valioso recurso para aproximarnos a lo
potencialmente infinito desde lo finito.
132

La alternativa de Hilbert inspiró a que brillantes matemáticos como Alan


Turing, Alonso Church y John von Neumann intentaran crear y desarrollar
este tipo de procedimientos o secuencias finitas de pasos bien definidas
que permitieran manejar grandes cantidades de datos. Un paso decisivo
en el desarrollo de estas ideas fue la intuición de que si un problema podía
resolverse aplicando una secuencia ordenada de operaciones definidas
simples, seguramente una máquina podría resolverlo. Ahí está el origen de
los computadores digitales que hoy conocemos y que, desde ese
momento cambiarían la historia de las ciencias formales.

Más interesante resulta por ahora pensar que los computadores se utilizan
para muy diversas actividades en campos específicos de la vida humana,
y entonces los exabytes de información que se producen suelen estar
vinculados a intereses concretos. Si los sistemas formales entendidos en
sentido amplio son una herramienta útil para enfrentar estos casos,
entonces lo más consecuente es que se estén desarrollando precisamente
al interior de actividades específicas. Como señalamos, uno de los campos
más fructíferos al respecto ha sido la investigación de operaciones. Aquí
están algunos ejemplos.

Operaciones como la organización de los sistemas de toma de decisiones


en una empresa, en especial cuando se buscan varias finalidades al mismo
tiempo, suponen un trabajo de investigación de operaciones. Algo
semejante ocurre cuando tratamos de diseñar una red de acueducto
para un pueblo entero, sabiendo que debemos contar con la variabilidad
del volumen de uso, las horas pico de consumo de agua y los tiempos en
que el sistema está prácticamente inutilizado.

Quizá uno de los ejemplos más notables de esas tareas que suponen la
investigación de operaciones es el diseño de una red de semáforos para
una ciudad. En este caso deben cuidarse las duraciones de cada una de
las luces del semáforo en orden al volumen de tráfico por hora, al tipo de
vehículos que transitan por las diferentes vías, los sectores donde están
ubicados los semáforos y las frecuencias de los semáforos más próximos. El
descuido de cualquiera de estas variables acarreará serios problemas de
movilidad en una ciudad.

Pero si queremos complejizar el asunto, y verlo desde el punto de vista de


la empresa encargada de la instalación y mantenimiento de los semáforos,
debemos incluir otra serie de variables como los costos de regulación de
las frecuencias, el consumo de energía eléctrica, los costos por deterioro y
133

daño de los aparatos, entre otros. Si la empresa tiene como objetivo


prestar un buen servicio al público, y además ser económicamente
sostenible, todas estas variables deben ponerse a jugar para establecer
cuáles son las operaciones más adecuadas que deben adelantarse, en
qué orden deben ejecutarse y de qué modo deben hacerse.

Asociadas a la investigación de operaciones encontramos un amplio


grupo de disciplinas nacientes de alto impacto y fuerte desarrollo que
también se caracterizan por su trabajo eminentemente formal. Entre ellas
se encuentran la estadística descriptiva, que se ocupa de la búsqueda y
establecimiento de patrones en grandes cantidades de información. Los
resultados de este trabajo estadístico presuponen el desarrollo de
disciplinas formales como el reconocimiento de patrones, el
procesamiento de señales o el análisis de grupos.

En el mundo de hoy mucha de la información con que contamos para


realizar nuestras tareas está dispuesta en audio, video y fotografía. Por esa
razón se han ido desarrollando variedades de investigación formal referida
directamente a este tipo de datos que son: el análisis de escenas, el
procesamiento de imágenes y señales y el análisis de series temporales.

Muchas de estas nacientes ciencias formales tienen su mayor rango


aplicación y desarrollo en el contexto de las telecomunicaciones y la
informática. Pero También resultan de interés en disciplinas como geología
o la climatología que ahora emplean muchas herramientas digitales para
conseguir, organizar y aprovechar sus datos.
Un caso interesante de este tipo de trabajo es el del flujo de aviones en un
aeropuerto cuando se realiza un estudio sobre los niveles de ruido que se
producen a diferentes horas. Un trabajo como este supone tener en
cuenta el número de vuelos, el tipo de aviones que circulan, la frecuencia
de salidas y llegadas, el numero de vehículos auxiliares que se usan a las
diferentes horas del día, el volumen de pasajeros que se mueve en las
distintas terminales, etc. Para recoger la información relevante en estos
casos es indispensable hacer uso de tecnologías de video, de audio y
reportes escritos. Éstos últimos son los más fáciles de manejar y los más
cómodos. El procesamiento de información digital y de audio es bastante
complejo. Por eso en el estudio de un caso como este deben establecerse
distintos órdenes para el procesamiento de la información. Algunos datos
se procesan inmediatamente, por decirlo así, mientras que otros deben
esperar. Como siempre, a media que aumenta la complejidad de las
informaciones y de los tipos de datos, más se complejiza su organización y
134

procesamiento. Por eso se ha abierto una disciplina específica


denominada la teoría de las colas, o de los turnos de espera, y también
una denominada teoría de la compresión de datos. Las dos están
orientadas a hacer más fácil y eficiente la organización, almacenamiento
y procesamiento de informaciones.

Cuando nos enfrentamos al manejo de una cantidad tan grande


información, naturalmente ella se vuelve útil para distintos propósitos. En
ciertas ocasiones esto conduce a resultados contrarios y a situaciones en
las que nos vemos forzados a tener que decidir entre cursos posibles de
acción. La disciplina que estudia estos casos de toma de decisiones en
condiciones de riesgo o incertidumbre se conoce como la teoría de
juegos.

Como hemos dicho, muchas de las disciplinas mencionadas y descritas en


esquema hacen uso amplio de los computadores. No es de extrañar
entonces que existan estudios específicos sobre los programas de
computador, y sobre los modelos de diseño y programación de
computadores digitales. En este contexto están ciencias como la
inteligencia artificial, la simulación por computador, la verificación de
programas, la complejidad computacional y la ciencia teórica de los
computadores.

Finalmente podríamos reseñar un tercer ámbito de trabajo en el que las


ciencias formales están ganando terreno: el de las ciencias de la vida.
Recientemente se realizan estudios acerca de organismos enfermos,
saludables y con altas posibilidades de supervivencia. En el estudio de
estos seres se emplean estrategias semejantes a las vistas en casos
anteriores. Ahora, el problema es determinar y diseñar modelos para
predecir, mediante simulación, crecimiento y decrecimiento en la
población de seres vivos; o modelos de expansión y multiplicación de
células cancerígenas. También se incluyen aquí estudios sobre la invasión
de bacterias a tejidos sanos y sobre la cantidad de energía que debe
consumir un sistema para atacar una infección. Entre estas disciplinas se
encuentran la teoría de los sistemas auto-organizados, la teoría de los
autómatas celulares, la vida artificial y la ecología matemática.

Todas estas nuevas ciencias formales, al igual que las dos clásicas, lógica y
matemática, también han nacido y encontrado sus campos de desarrollo
y aplicación en las necesidades humanas. Ciertamente este florecimiento
de los saberes formales en el mundo contemporáneo se debe a la manera
135

como a tecnología misma nos ha abierto horizontes y nos ha planteado


nuevos retos. Lo esencial es entender que aunque el nacimiento y
desarrollo de estas nuevas ciencias formales está vinculado a la tecnología
y a aplicaciones específicas en problemas especiales, ellas mismas son
campos de estudio independientes.

Las ciencias formales no son sus aplicaciones sino los estudios que se
realizan desde una dimensión teórica de los problemas. Una cosa es
programar computadores para analizar y establecer patrones en archivos
digitales de video, y otra diferente estudiar cómo convertir información
analógica, como la de las imágenes, en información digital, como la que
manejan los computadores. De la misma manera, una cuestión es el diseño
de un robot para explorar tuberías que sirva para detectar escapes de
agua en lugares de difícil acceso para los seres humanos, y otra diferente
es el estudio de los algoritmos que, al ser implementados en un robot,
hacen que este pueda reconocer rutas difíciles y moverse ágilmente por
ellas. Una cosa, insistimos, son las ciencias formales y otra su aplicación a
problemas concretos.

2. Cuatro conceptos básicos de las nuevas ciencias formales

En este conjunto no exhaustivo de nuevas ciencias formales es posible


reconocer algunos rasgos comunes que, aunque no están presentes en
todas y cada una de ellas en la misma medida, sí caracterizan este nuevo
conjunto de saberes. Uno de los rasgos definitorios de las ciencias de las
que hemos hablado es que en su mayoría se ocupan de procesos, flujos o
situaciones sometidas a variaciones a lo largo del tiempo. Otra de las
características que tienen es que para comprender estos fenómenos
fluídos, por llamarlos de alguna manera, todas los entienden como
sistemas, es decir, como cuerpos organizados de operaciones que al
recibir datos de llegada y realizar tareas de procesamiento, logran emitir
algunos datos de salida.

Las ciencias formales nacientes comprenden sus fenómenos desde una


perspectiva sistémica para la cual la información es una categoría central.
La idea es tan simple como que los datos que llegan y son procesados y
que, a su vez, después del procesamiento generan nuevos datos, se
denominan información. De aquí se sigue también que para estas ciencias
es esencial poder establecer las rutinas de procesamiento de información
de un sistema y a ello lo llaman computación. Finalmente, y esto es lo
136

decisivo, las nuevas ciencias formales se ocupan de problemas que a


pequeña escala no son complicados, pero que cuando se complejizan
requieren de un tratamiento autónomo propio, por eso es característico de
las ciencias formales el concepto de complejidad.

Así pues, computación, sistema, información y complejidad son cuatro


conceptos básicos para entender estas nuevas ciencias formales. Todos
ellos, se ve con claridad, son resultado abierto de la llegada de los
computadores a las ciencias. ¿Quiere decir esto que nuestros conceptos
clásicos de sistema y lenguaje formal, reglas de formación, vocabulario y
mecanismo deductivo son obsoletos e inoperantes? No, y tampoco
significa que la lógica y la matemática no ocupen ningún lugar en el
trabajo científico formal actual. Al contrario, debemos entender que estos
cuatro conceptos deben incorporarse en el nuevo panorama de las
ciencias formales y que estas novedades han enriquecido y potenciado el
estudio y la innovación de las ciencias formales clásicas. Prueba de ello es
el florecimiento de las lógicas fluida, difusa y cuántica, y de los desarrollos
de la matemática en sistemas expertos, teoría de modelos y
programación21.

Terminaremos pues nuestro apéndice exponiendo brevemente estos


cuatro conceptos básicos de las nuevas ciencias formales22.

2.1 Computación

La computación es ese tipo de actividad que se lleva a cabo mediante el


seguimiento de secuencias ordenadas de pasos definidas que llamamos
algoritmos. Así pues, realizar cómputos es algo que podemos realizar los
humanos y también algunas máquinas. Cuando un niño resuelve un
problema siguiendo instrucciones o cuando una calculadora efectúa una
multiplicación ambos están realizando cómputos.

El concepto de computación refiere entonces a una actividad que supone


el establecimiento diferenciado de unos procesos definidos y de una
información que se procesa. Por eso podemos decir que realizar cómputos
es tomar una información dada como entrada, procesarla y emitir una

21
Para profundizar en estos temas Cf. Palau 2002; Peña 1993 y Alchourrón 1995.
22
Presentaciones detallas de estos asuntos en Floridi 2004. También la página web de este autor ofrece
valiosos recursos para continuar con estos estudios. Confóntese la bibliografía de páginas web al final de este
libro.
137

información final como salida. Usualmente se emplea un vocabulario del


inglés para referirse a ella: se dice que hay inputs o entradas,
procesamiento, y outputs o salidas. La computación es el procesamiento,
pero puesto que siempre que se procesa algo es procesado, entonces los
conceptos de información de entrada e información de salida son
esenciales para definir la computación.

Todo procesamiento de información supone, además, algunos recursos


para realizarse. Por ejemplo, si estamos tratando de resolver un problema
sencillo como el de cuántas plantas de cebolla cabezona tenemos que
sembrar si queremos cosechar cinco bultos, cada uno de los cuales
contiene aproximadamente 50 cebollas y cada planta produce tres
cebollas, necesitamos un par de minutos y a lo mejor una calculadora, o
una hoja de papel y un lápiz.

En este ejemplo los recursos son fáciles de conseguir, puesto que nuestra
tarea es sencilla e involucra un número finito y pequeño de pasos a seguir
para encontrar la respuesta. Pero si pensamos en el contexto que hemos
colocado, la tarea es cómo computar potencialmente infinitos datos.
Ahora la cuestión no se ve tan fácil. ¿Cuánto tiempo, cuántas hojas de
papel y cuántos lápices necesitas para calcular infinitos pasos? La
respuesta es evidente: infinitos recursos. Pero ¿dónde podemos conseguir
infinitos recursos? En ninguna parte, por eso la definición de las tareas de
cómputo es tan importante, porque en ella está la cave de la
economización de los recursos.

2.2 Complejidad

La idea más común de la complejidad es un tipo de estudios


interdisciplinarios que incluye el trabajo en sistemas dinámicos, teoría del
caos, vida artificial y otras áreas. En este sentido un fenómeno complejo se
define como aquel cuya comprensión supone este tipo de trabajo
interdisciplinar. En nuestro contexto, sin embargo, no nos referiremos a esta
teoría de la complejidad sino a lo que se conoce como complejidad
computacional.

El concepto de complejidad computacional se refiere a la cantidad de


recursos que un computador necesita para realizar una tarea o resolver un
problema. Los principales recursos son el espacio y el tiempo. Al igual que
en el caso considerado de realizar una multiplicación simple, lo que
necesitamos para realizar un cómputo es papel y tiempo para ejecutar la
138

tarea. Cuando estamos trabajando con problemas que incluyen un alto


número de variables y operaciones, papel, lápiz y unos minutos no son
suficientes, e incluso las categorías que usamos empiezan a ser deficientes.
¿Qué tan útil sería decir que para solucionar un problema cualquiera
necesitamos 80 resmas de papel y 6.43 meses?

Para estimar la complejidad de un problema en el caso de los


computadores digitales comprendemos el espacio en términos de
capacidad de almacenamiento de información (memoria), y el tiempo en
términos del algoritmo que sería necesario ejecutar para solucionarlo
(número de pasos que requeriría la solución). (Cf. Urquhart, 2004, p. 19ss)

Un algoritmo se considera eficiente cuando el tiempo que toma ejecutarlo


puede medirse mediante un polinomio. Decimos, por ejemplo, que un
algoritmo que se ejecuta en un tiempo 10n, donde n es la cantidad de
símbolos procesados es muy eficiente. Sin embargo no todos los algoritmos
son así; algunos requieren un tiempo que debe medirse exponencialmente
así cn2. Este tipo de algoritmos requieren mucho más tiempo para ser
ejecutados y entonces se consideran menos eficientes que los polinómicos.
El caso extremo es cuando el algoritmo requiere un tiempo exponencial
para ser ejecutado, en un caso así el algoritmo se considera
completamente ineficiente.

Para ilustrar el punto consideremos un computador


actual. La velocidad de estas máquinas suele medirse
en el número de operaciones realizadas por segundo.
[…] Supongamos que tenemos una máquina que
ejecuta un millón de operaciones por segundo, lenta
para los estándares actuales de las computadoras.
Entonces un algoritmo que requiera n2 operaciones
para un input n, tomaría un cuarto de segundo para un
input de 500. Incluso si el tiempo de ejecución fuera n3,
un input de 500 tomaría máximo 2 minutos y 5
segundos. De otra parte, un algoritmo que corra a 2n
podría tomar en el peor de los casos cerca de 35 años
para procesar un input de 50. (Urquhart, 2004, p. 19)

En este sentido puede establecerse una clasificación de cuatro tipos de


problemas: aquellos que son temporalmente polinómicos y los que son
exponenciales, y los que son espacialmente polinómicos y los que son
exponenciales.
139

Terminemos diciendo que el problema de la complejidad computacional


ha recibido un importante cambio desde que se empezaron a idear
teórica y experimentalmente modelos de procesamiento no serial. No
podría ser de otro modo, pues en estos casos la máquina puede realizar
operaciones simultáneamente y entonces lo tiempos de ejecución de un
algoritmo cambian. Así, los problemas que en otro tiempo pudieron
parecer insolubles por su complejidad computacional, probablemente
reciban próximamente una solución.

2.3 Sistema

Un sistema es cualquier suceso que pueda ser descrito por los siguientes
rasgos específicos: entradas (inputs), estados, procesos y salidas (outputs).
En este sentido prácticamente cualquier objeto o evento puede ser un
sistema; desde una roca erosionándose a lo largo de miles de años, hasta
el complejo de redes neuronales del cerebro humano, pasando por el
sistema solar.

Los sistemas pueden estudiarse en condiciones ideales, sin variaciones y en


movimientos continuos, pero los hechos interesantes del mundo que
ordinariamente estudiamos exigen que los contemplemos dinámicamente.
Por eso el concepto más usual de sistema es el de sistema dinámico. Un
tipo de sistema así, se caracteriza, por su dependencia temporal además
de los cuatro elementos reseñados.
Así pues, podemos considerar una piedra erosionándose como un sistema
porque podemos identificar en ella un estado inicial, como estar expuesta
a la intemperie, la entrada de unos datos, como que el sol la seca y la
lluvia la humedece, una manera específica que tiene la piedra de tratar
estas entradas, como ir adquiriendo la forma de las rutas más frecuentes
que el agua recorre sobre ella, de modo que al procesar esos datos, con el
paso del tiempo la piedra ha cambiado su estado inicial y se encuentra en
nuevo estado, que, a su vez, sufrirá nuevas entradas y así sucesivamente.

En general se dice que un sistema dinámico es aquel que pasa de un


estado E1 a un estado E2 cuando ha procesado unos inputs en un tiempo
determinado t.

Esta manera de definir los sistemas dinámicos nos hacen pensar que tanto
los fenómenos del mundo social como los del mundo natural pueden
comprenderse como sistemas dinámicos. Tanto a nivel microscópico como
140

al de los objetos de tamaño medio las explicaciones sistémicas funcionan.


El comportamiento de las moléculas en un gas, lo mismo que los grupos
sociales, pueden describirse como organismos complejos que pasan de un
estado a otro dependiendo de los estímulos que reciban como datos de
entrada.

Esta característica hace que en todo sistema dinámico pueda encontrarse


un conjunto de sub-sistemas. Así, es fácil pensar que incluso la totalidad del
universo es un gran sistema cuyo funcionamiento depende del
funcionamiento de una gran cantidad de sub-sistemas.

En el ámbito de las ciencias de la computación los sistemas dinámicos se


denominan “máquinas de procesamiento de información” (Mainzer, 2004,
p. 36). Por supuesto ‘máquina’ no se refiere exclusivamente a los artefactos
físicos sino a los conjuntos ordenados de instrucciones que permiten
ejecutar una tarea, a los algoritmos. En este sentido, los sistemas involucran
tanto los aparatos de procesamiento, hardware, como los programas que
ejecutamos en ellos, software.

Esta notable característica conlleva importantes aportes al pensamiento


humano en la medida en que nos permite entender cómo ocurre el
procesamiento de información tanto a un nivel físico como a un nivel
formal sin que ello implique pensar que hay dos entidades diferentes
procesando al mismo tiempo. Puesto que el concepto de sistema nos
ayuda a pensar en distintos niveles de descripción, entonces podemos
pensar el procesamiento de información y el de realización física de ese
procesamiento como dos descripciones diferentes del mismo proceso.
Cuando pensamos esta conclusión desde el punto de vista de la
psicología, encontramos una sugerente respuesta al clásico problema
filosófico de las relaciones del alma con el cuerpo.

Un aspecto adicional de los sistemas dinámicos es que han ayudado a


pensar el desarrollo conjunto de hardware y software. Así, a medida que
los sistemas dinámicos formales ofrecen mayores posibilidades de
utilización en campos más diferentes de la vida humana, se ha precisado ir
desarrollando nuevas tecnologías de aparatos digitales. Claro ejemplo de
ello son los usos domésticos del Internet y la aparición de los dispositivos de
procesamiento inalámbrico (wireless computing devices), o de tecnologías
como el Bluetooth.
141

2.4 Información

El concepto de información goza hoy en día de una formulación precisa


en una de sus acepciones. La información se define como contenido
semántico objetivo. Esta breve definición supone varias cuestiones. En
primer lugar, la información es contenido. Esto quiere decir que está
siempre vinculada a un recipiente, o contenedor que el es sistema que la
procesa. En segundo lugar, que es un contenido significativo. Esto quiere
decir que la información en el sistema dice algo, se trata de algo y no es
simplemente formal. En tercer lugar, se dice que este contenido
significativo es objetivo, y con ello se afirma que participa de cierto tipo de
independencia de las mentes humanas o de codificaciones específicas. La
misma información puede codificarse de distintas maneras, pero ella
misma no es ninguna de sus codificaciones posibles.

Una característica adicional de la información es que se puede fragmentar


y descomponer. Por eso la información se trata como un conjunto de
casos o contenidos concretos llamados datos. Según Luciano Floridi (2004)
los datos pueden ser de cuatro tipos distintos:

Datos primarios: son aquellos datos de interés directo para el usuario y que,
por eso mismo, reciben una posición de privilegio en las bases de datos.

Metadatos: son aquellos datos que se refieren a datos primarios. Son esa
información que nos dice dónde se encuentran los datos primarios, cómo
acceder a ellos y cómo trabajar sobre ellos.

Datos operacionales: son los datos del sistema mismo y su uso. Pueden ser
las operaciones del sistema y su desempeño.

Datos derivados: son los datos que se pueden extraer del conjunto de los
tres anteriores y que se usan para establecer patrones, o evidencia
inferencial para análisis comparativos y cuantitativos posteriores.

Computación, complejidad, sistema e información son entonces cuatro


nuevas categorías que nos ayudan a entender las ciencias formales que
florecieron después de la llegada de los computadores a la investigación
científica. Sin embargo, como ha notado Franklin, es altamente probable
que una vez incorporados estos conceptos y, las nuevas ciencias formales,
la filosofía misma reciba un gran aporte.
142

Es una pena que los filósofos se hayan informado poco


de estas ciencias, ya que ellas proveen oportunidades
excepcionales para el ejercicio de las artes filosóficas
en particular. En primer lugar, su naturaleza formal
podría orientarlos a la consideración de las
matemáticas y la lógica. Siendo formales, pueden
apelar al platonismo latente en muchos filósofos… Pero
no solo eso. El conocimiento en las ciencias formales,
con sus demostraciones acerca de flujos de
información en redes, pruebas de corrección de
programas de computador y cosas por el estilo, da
toda la apariencia de haber encontrado la piedra
filosofal: un método para convertir la opinión sobre los
entes contingentes de este mundo en conocimiento
necesario de la razón pura. […]
De otra parte, el aspecto de la filosofía orientado a la
palabra entra en consideración. Si uno se propone
estudiar filosofía para volverse capaz de hablar con
plausibilidad sobre todas las cosas, como dice
Descartes, entonces las ciencias formales son de gran
utilidad. Ellas nos ofrecen un número de conceptos,
como ‘realimentación’ [sistema, información,
computación y complejidad] que permiten en principio
discurrir explicando complejos fenómenos, sin exigir
demasiada atención a los detalles técnicos. […]
Las ciencias formales podrían interpelar también a los
que sienten que los filósofos de la ciencia no han
hecho más que discutir suficientemente entre sí sobre el
cambio teórico, el realismo, la inducción, la sociología
y temas afines, mientras que la ciencia real ha estado
produciendo un cuerpo de conocimiento grande e
importante para el cual todo eso es completamente
irrelevante.
(www.maths.unsw.edu.au/∼jim/philosophersstone.pdf).
143

Glosario

En este pequeño glosario el lector encontrará referencias breves y sencillas


de los conceptos técnicos más usados a lo largo del libro. En todo caso
recomendamos siempre las excelentes obras de Mosterín y Torreti 2002, y
Detlefsen, McCarthy y Bacon 1999 para profundizar en lo que aquí
simplemente enunciamos, o para consultar conceptos no incluidos en este
glosario. Ellas mismas nos han sido de enorme utilidad en la elaboración de
esta sección.

Abducción: tipo de argumentación en el que la conclusión se infiere a


partir de dos premisas, una de las cuales es evidente y la otra sólo
probable.

Argumentación: forma de usar el lenguaje por la cual trata de justificarse


una afirmación llamada conclusión con base en otras afirmaciones
llamadas premisas. En la argumentación intervienen aspectos formales y no
formales.

Argumento: estructura formal en la cual es posible reconocer un conjunto


de premisas, un conjunto de conclusiones y una relación de implicación
entre las premisas y la conclusión. Puede ser inductivo o deductivo.

Aritmética: ciencia del tiempo y del número. Parte de la matemática que


estudia los números y las operaciones hechas con ellos. RAE, 2001, 204.

Ciencias de la computación: ciencias formales que estudian los sistemas


formales aplicados a diversos problemas prácticos que admiten una
solución mediante la realización de un número finito de pasos ordenados
llamada algoritmo. El proceso de seguimiento de los pasos se denomina
cómputo.
144

Ciencia formal: ciencia de los sistemas formales. Ciencia que se ocupa de


la forma y no de contenidos específicos. Ésta es la definición asumida en el
libro. Para definiciones alternativas consúltese el apéndice A.

Complejidad (computacional): se refiere a la cantidad de recursos que


requiere un determinado cómputo. Se calcula en términos de memoria
(espacio) y número de pasos a ser ejecutados (tiempo). La complejidad
computacional de u sistema puede ser polinómica o exponencial, tanto
espacial como temporalmente. Un sistema polinómicamente complejo es
eficiente, mientras que un sistema exponencialmente complejo es
ineficiente.

Completud: propiedad de un sistema formal según la cual de él es posible


derivar todas las fórmulas bien formadas mediante una secuencia finita de
pasos definidos.

Computación: proceso por el cual mediante una secuencia finita de pasos


ordenados llamada algoritmo se resuelve un problema o se ejecuta una
tarea.

Consistencia: propiedad de un sistema formal según la cual de él es


imposible derivar una fórmula bien formada y su negación o, lo que es lo
mismo, o según la cual de él es imposible derivar una contradicción.

Constante: tipo de signo de un lenguaje formal. “Aquellos elementos del


lenguaje formal que no varían su significado tras una interpretación”.
(Detlefsen et al., 1999, p. 26).

Constantes lógicas: tipo de signos del vocabulario de un sistema formal de


lógica. Son aquellos símbolos cuyo significado no varía al cambiar la
interpretación del sistema. En la lógica proposicional son la negación ¬, la
disyunción ∨, la conjunción ∧ y el condicional →.

Convencionalismo: teoría sobre la naturaleza de las proposiciones según la


cual una proposición no es un contenido mental ni un hecho del mundo,
sino la concreción de las convenciones lingüísticas de una comunidad de
habla.

Decidibilidad: propiedad de un sistema formal según la cual para


cualquier fórmula dada es posible decidir mediante una secuencia finita
de pasos definidos si ella es una fbf del sistema.
145

Deducción: procedimiento por el cual se obtiene una conclusión mediante


un procedimiento con base en reglas definidas en un número finito de
pasos. Procedimiento de ir lo general a lo particular. Un argumento es
deductivo cuando siendo las premisas verdaderas es imposible que la
conclusión sea falsa. Los argumentos deductivos son válidos o inválidos.

Formalismo: corriente de la filosofía de la matemática que pretende


asegurar la consistencia de la matemática clásica mediante la
formalización de sus diversas teorías y la prueba metamatemática de que
dichas teorías formales son consistentes, usando para ello métodos finitarios
intuicionistamente aceptables. (Mosterín et al., 2002, p. 245). Su máximo
exponente es David Hilbert.

Fórmula bien formada (fbf): secuencia ordenada de signos construida a


partir de un conjunto de símbolos primitivos definidos, llamados vocabulario
del lenguaje formal, y a partir de unas reglas de formación definidas de ese
mismo lenguaje formal. El conjunto de fbfs de un lenguaje formal son el
lenguaje formal.

Geometría: parte de la matemática. Ciencia del espacio y las figuras.


Estudio de las propiedades y de las medidas de las figuras. (RAE, 2001, p.
1132).

Inducción: procedimiento por el cual a partir de un número finito de casos


se obtiene una conclusión general. Procedimiento de ir de lo particular a lo
general. Un argumento es inductivo cuando a partir de la verdad de sus
premisas es posible inferir la verdad de la conclusión de un modo probable.
Los argumentos inductivos pueden ser fuertes o débiles.

Información: contenido semántico objetivo en términos de datos y


significado. Se dice que es un contenido objetivo porque goza de cierta
independencia de los códigos que se utilicen para procesarla, aunque
siempre es contenido de un procesamiento determinado. Se dice que es
semántico porque se presupone que ella siempre versa sobre algo. La
información se caracteriza porque se puede fragmentar. Las unidades
mínimas de contenido objetivo significativo se llaman datos.

Inteligencia artificial débil: concepción de la inteligencia artificial según la


cual ella simula y trata de diseñar procesos semejantes a los pensamiento
humano. Las máquinas construidas por los sistemas de inteligencia artificial
146

son modelos útiles para ayudarnos a comprender la naturaleza del


pensamiento humano, pero no piensan en el mismo sentido que los seres
humanos.

Inteligencia artificial fuerte: concepción de la inteligencia artificial según la


cual ella reconstruye efectivamente los procesos del pensamiento
humano. Las máquinas construidas por los sistemas de inteligencia artificial
serían seres pensantes en el mismo sentido que los seres humanos.

Interpretación: conjunto no vacío de entidades que se asignan a los


elementos variables del lenguaje formal en cuestión. Proceso mediante el
cual se atribuye significado a un lenguaje formal.

Intuicionismo: corriente de la filosofía de la matemática. Sólo acepta la


existencia de aquellos objetos matemáticos que puedan ser construidos
paso a paso por el pensamiento del matemático individual y sólo les
atribuye propiedades que puedan ser inmediatamente captadas por su
intuición intelectual. Concibe la matemática como una actividad
introspectiva que se realiza sin palabras ni símbolos, por mera intuición. Su
principal representante es Brouwer. (Mosterín et al., 2002, p. 306).
Lenguaje formal: lenguaje artificial diseñado para establecer con
generalidad y precisión las características de una situación dada. Está
formado por dos componentes: unos símbolos primitivos, su vocabulario, y
unas reglas de formación, su sintaxis. Su significado es optativo y debe
darse mediante interpretación de sus componentes.

Lógica: disciplina que estudia los principios y métodos que permiten


establecer cuando un argumento es correcto o incorrecto. Como ciencia
formal es la ciencia de los sistemas formales cuya pretensión es formalizar
los patrones de los argumentos válidos del lenguaje natural.

Logicismo: corriente de la filosofía de la matemática cuyo principal


objetivo era reducir la matemática a la lógica. Sus principales
representantes son Gottlob Frege, Bertrand Russell.

Matemática: Ciencia de del espacio y el tiempo, de las figuras y los


números. Como ciencia formal es la que ciencia de los sistemas formales
cuya pretensión es formalizar axiomáticamente la aritmética y la
geometría.
147

Mecanismo deductivo: conjunto de reglas que permiten transformar una


fórmula bien formada de un sistema formal en otra de un modo bien
definido. En el contexto de los sistemas axiomáticos su uso se denomina
demostración y además de las reglas de transformación supone establecer
como axiomas unas fórmulas bien formadas del sistema. En el contexto de
los sistemas de deducción natural su uso se denomina deducción y no
requiere nada más que las reglas de transformación.

Oración: construcción sintáctica con sentido completo. Toda oración se


construye conforme a las reglas de una sintaxis y hace parte de un idioma
específico. Hay diversos tipos de oraciones: asertiva, interrogativa,
compromisiva y exclamativa, entre otras.

Pragmática: disciplina de la semiótica. Se ocupa de estudiar las relaciones


de los signos con sus usuarios y sus usos.

Proposición: contenido significativo de una oración declarativa susceptible


de ser juzgado como verdadero o como falso. Portador de verdad. Una
discusión de esta y otras definiciones se encuentra en el capítulo 2.

Psicologismo: teoría sobre la naturaleza de las proposiciones y de la lógica


en general según la cual unas y otra no son más que contenidos o
procesos y estructuras mentales respectivamente.

Razonamiento: inferencia. Proceso mental por el cual a partir de unas


premisas se infiere una conclusión. Cuando se lo verbaliza se llama
argumentación, y cuando se lo examina desde un punto de vista formal en
su conjunto se llama argumento.

Referencialismo: teoría semántica sobre la naturaleza de las proposiciones


según la cual el significado de una proposición es un hecho del mundo,
sea este fáctico o posible. Las teorías de la referencia se dividen en teorías
de la referencia directa y teorías de la referencia medida.

Reglas de formación: segundo componente de un lenguaje formal. Es el


conjunto de reglas que permiten indican las combinaciones de signos
permitidas en el sistema. Una fórmula construida de acuerdo a las reglas
de formación de un sistema se denomina una Fórmula bien formada (fbf)
del sistema. Sólo las fbfs del sistema hacen parte del sistema.
148

Reglas de transformación: constituyen los mecanismos deductivos. Son el


conjunto de reglas que permiten transformar una fbf de un lenguaje formal
en otra fbf de ese mismo lenguaje.

Semántica: disciplina de la semiótica. Se encarga del estudio de las


relaciones que se establecen entre los signos y sus significados,
prescindiendo de su uso.

Semiótica: disciplina encargada de estudiar los sistemas de signos y todo


tipo de representaciones simbólicas. Ciencia de los signos.

Símbolos primitivos: primer componente de un lenguaje formal. Es el


conjunto de signos seleccionado como vocabulario del lenguaje formal.
Los símbolos primitivos pueden ser de tres tipos: variables, constantes o
auxiliares. El significado de los símbolos primitivos puede darse por
estipulación semántica o mediante reglas. Los símbolos primitivos definidos
semánticamente se llaman básicos, y los definidos mediante reglas de
combinación de símbolos básicos se denominan derivados.

Sintaxis: disciplina que hace parte de la semiótica. Se encarga del estudio


de las relaciones que se establecen entre los signos, prescindiendo de su
significado y de su uso.

Sistema: cualquier fenómeno que pueda ser descrito en términos de


entradas, estados, procesamiento y salidas es un sistema. Cuando el
procesamiento y cambio de estados del sistema depende del tiempo se
denomina sistema dinámico.

Sistema axiomático: tipo de sistema formal que se caracteriza por que su


mecanismo deductivo establecer unas fórmulas bien formadas como
básicas, autoevidentes e indemostrables llamadas axiomas. A partir de
ellos deben deducirse mediante una secuencia finita de pasos acordes a
las reglas de transformación todas las demás formulas bien formadas del
sistema que se llaman teoremas. Es el más usado en el contexto de la
demostración matemática.

Sistema de deducción natural: tipo de sistema formal que se caracteriza


por que su mecanismo deductivo se basa exclusivamente en reglas de
transformación. Es el más frecuentemente usado para representar los
argumentos del lenguaje ordinario.
149

Sistema formal: sistema diseñado para realizar pruebas de un modo


preciso. Se compone de un lenguaje formal y un mecanismo deductivo.
Existen sistemas formales axiomáticos y sistemas formales de deducción
natural.

Transducción: tipo de argumento en el cual la conclusión se obtiene


mediante una transformación de los signos empleados en las premisas.

Variable: tipo de signo primitivo de un lenguaje formal. Aquellos elementos


del lenguaje formal que varían su significado tras una interpretación. “Signo
que sirve para referirse indistintamente a objetos cualesquiera de un cierto
dominio (su dominio de variabilidad)”. (Mosterín et al., 2002, p. 596).

Variable proposicional: tipo de signo del lenguaje de la lógica. Son


aquellos signos cuyo significado cambia cuando varía la interpretación del
lenguaje formal. Se considera que su dominio de variabilidad son las
proposiciones. En la lógica proposicional se representan mediante letras
minúsculas de la p en adelante.

Verdad: propiedad semántica de una proposición. Una proposición es


verdadera sólo bajo una interpretación determinada.
150

Bibliografía

Esta sección bibliográfica está construida con el propósito específico de no


intimidar al lector. Usualmente las secciones bibliográficas de los libros
introductorios como este presentan un volumen tan extenso de referencias
que no consiguen más que mostrarle al lector cuán lejos se encuentra de
comprender los asuntos que le ocupan. Además, muchas veces estas
referencias incluyen textos en idiomas extranjeros, incluso de textos con
traducción española, que ahuyentan rápidamente al estudiante.

Convencidos de que contamos con buenas obras en español sobre la


filosofía y la epistemología de las ciencias formales, procuraremos no
presentar textos en lengua extranjera excepto cuando sea estrictamente
necesario, y de los textos referidos en español sólo señalaremos los más
importantes y fundamentales en los que el lector encontrará extensas
referencias a fuentes de apoyo para su investigación posterior.

Las referencias principales están acompañadas de un breve comentario


sobre el texto referido.

1. Libros cortos y sencillos de contextualización histórica y sistemática

Ashurst, G. (1982). Fundadores de las matemáticas modernas, (Andrés Ruiz


trad.). Madrid: Alianza.

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Trevijano. trad.). Madrid: Cátedra.

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2. Historias completas de la lógica y la matemática

Bochenski, I. M. (1985). Historia de la lógica formal, (Millán Bravo Lozano


trad.). Madrid: Gredos.

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Madrid: Alianza.

3. Introducciones a las ciencias formales

Copi, I. et al. (2002). Introducción a la lógica, (Edgar Antonio González Ruiz


trad.). México: Limusa.

Courant, R. et al. (2002). ¿Qué es la matemática? (Martín Manrique


Mansour trad.). México: Fondo de Cultura Económica.

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4. Introducciones a la epistemología de las ciencias formales

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8. Recursos en línea

8.1 Sobre filosofía de la lógica y la matemática

http://ciencia.astroseti.org/matematicas/lista.php
Historia de los personajes de este libro y temas afines

http://es.wikipedia.org/wiki/David_Hilbert
Información completa sobre Hilbert

http://personales.ya.com/casanchi/matematica.htm
Artículos diversos sobre temas fines

http://www.cimm.ucr.ac.cr/aruiz/Libros/Matematica%20y%20Filosofia/
Estudio amplio sobre los temas de la matemática y la filosofía

http://hss.fullerton.edu/philosophy/TNAWS/
http://gandalf.aksis.uib.no/wab/
http://www.helsinki.fi/~tuschano/lw/links/
Páginas sobre Wittgenstein

8.2 Sobre filosofía de la computación y los sistemas de información

www.wolfson.ox.ac.uk/floridi/
Página de Luciano Floridi. Incluye numerosos enlaces e información
actualizada de interés

http://www.abelard.org/turpap2/tp2-ie.asp
159

Página especializada en Turing. Incluye artículos y enlaces

http://consc.net/chalmers/
Página de David Chalmers. Incluye abundantes artículos para descargar
de especialistas sobre inteligencia artificial, vida artificial, ciencia cognitiva
y filosofía de la mente en general.

8.3 Diccionarios y páginas de información general sobre temas filosóficos

http://pespmc1.vub.ac.be/:/ASC/IndexASC.html
Diccionario de cibernética y sistemas (En ingles)

http://wombat.doc.ic.ac.uk/foldoc/
Diccionario de computación FOLDOP (En ingles)

http://lgxserver.uniba.it/lei/foldop/
Diccionario de filosofía FOLDOP (En ingles)

http://liinwww.ira.uka.de/bibliography/index.html
Compendio de bibliografía sobre ciencias de la computación (En inglés)

http://plato.stanford.edu/
Diccionario Web de filosofía (En inglés)

http://club.telepolis.com/ohcop/iadex.html
Glosario enciclopédico sobre temas relacionados

8.4 Organizaciones

http://www.apa.udel.edu/apa/governance/committees/computers/
Comite de la American Psychological Association (APA) para la filosofía y
la computación (En inglés)

http://iacap.org/index.htm
IACAP – Asociación internacional para la computación y la filosofía (En
inglés)

http://web.comlab.ox.ac.uk/oucl/research/areas/ieg/
IEG – Grupo de investigación sobre ética de la información de la
universidad de Oxford (En inglés)
160

http://icie.zkm.de/
ICIE – Centro internacional para la ética de la información (En inglés)

http://www.spt.org/
SPT – Sociedad para la filosofía y la tecnología (En inglés)

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