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*

Prólogo

Nora And-rade

LJn equipo de investigación es un organismo vivo: crece y cambia en el


tiempo. Y no sólo lo hace en cuanto a técnicas y resultados, sino tam­
bién en cuanto a su cuerpo mismo, es decir, a los miembros que lo
constituyen. Nuestro equipo tiene diez artos de continuidad en su tra­
bajo dentro del marco de proyectos UBACyT y durante ese transcurso
tuvimos incorporaciones felices y tristes pérdidas.
Lo que, pese a los cambios, le da identidad es un método de trabajo
y un interés predominante. El interés predominante es el texto, el tex­
to en lengua griega, no meramente sus contenidos transvasabas al
español: los matices léxicos, las metáforas cristalizadas, los semas que
arrastra en un tropo el furo y que circunscriben y realzan determinados
aspectos del tema, las sinonimias y antinomias que surgen de la urdim­
bre textual y que confieren inesperadas y novedosas significaciones a
un ideologema cultural, las relaciones intcrtextuales y, por sobre todo,
las señales de la ideología del autor, presente siempre en cada obra,
aun a través de los discursos directos de los personajes como sucede en
la comedia, la tragedia o el diálogo platónico.
El método que puede satisfacer tales intereses e6 un método ecléctico,
que fuimos elaborando a través de las lecturas y los artos. Aúna ele­
mentos del análisis del discurso, la teoría de la enunciación, la nueva
argumentación, la pragmática y el cognitivismo con la retórica y la
lexicología tradicionales. Es nuestro interés constante que los resulta­
dos de su implementación nos permitan no sólo una mejor interpreta­
ción de un autor o una obra sino también, en la medida de lo posible,
iluminar problemas del mundo antiguo -especialmente sociales y polí­
ticos- que sigan hoy acuciándonos.
lx>s resultados de estos artos de labor del equipo se materializaron en
numerosas comunicaciones y publicaciones en revistas especializadas y
«•n dos libros colectivos anteriores a éste: Nora Andrade (ed.) Discurso y
¡HMlcr en /« tragedia y la historiografía griegas, Buenos Aires, Eudeba,

7
Nora Andrade

2003 y Nora Andrade (ed.), Aventuras y desventuras de la palabra política


en la Atenas Clásica, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 2004.

Pasaremos ahora a exponer un breve resumen de los contenidos del


presente libro.
En el capítulo 1, de mi autoría, analizo dos aspectos de la significa­
ción de Fenicias de Eurípides: el sacrificio de Meneceo y los alcances en
el texto de la isótes, la igualdad. A través del análisis de los discursos de
los personajes y las ocurrencias en ellos de vocablos semánticamente
relacionados con “dar* y “tener" se establece una escala axiológica en
cuya base está Etéocles y en cuya cima está Meneceo, el héroe, el puro
dador que entrega su vida por la salvación de la ciudad. La
autoinmolación de Meneceo, a más de ser una secuencia argumental,
funciona como metáfora dentro del inegaacto de habla que es la pieza.
Implica una exhortación a los jóvenes a morir por sus mayores en la
guerra contemporánea. Este encomio de la "bella muerte” recorre toda
la literatura griega desde litada y encubre un filicidio caro aun hoy a
todos los nacionalismos. Los alcances de la isótes, ideologema político
de la democracia ateniense, los rastreamos en el parlamento de Yocasta
(w. 528-585) inserto en el agón que sostiene con sus dos hijos. Anali­
zando las identidades y antinomias planteadas en la argumentación con
otros vocablos, la “igualdad", sorpresivamente, parece trascender sus
límites históricos que la circunscribían al dominio político y legal para
hacerse extensiva a la esfera económica.
En el capítulo 2, “Relato épico y discurso historiográfico: texto,
intertexto e interdiscurso en las Historias de Heródoto”, Gastón Basile
se centra en un problema intertextual y filogenético: la relación de
Heródoto con Homero en el momento de la constitución de la historia
como género A partir de un análisis pormenorizado de pasajes en que
Heródoto cita o alude a Homero, en particular el fragmento II, 115-120,
donde el historiador evoca in extenso la auctoritas del poeta en relación
con la versión oficial del traslado de Helena a Troya, el autor intenta
dar cuenta de las múltiples operaciones de lectura (y crítica textual) del
historiador sobre el texto homérico. Se trata, a su entender, de una
relación intertextual e interdiscursiva compleja, que no puede reducir­
se -como a menudo ha sugerido la crítica- a un conjunto de rasgos
temáticos, estilísticos y formales comunes o a una serie de rupturas o
discontinuidades ocasionales. Para Basile, Heródoto lee a Homero a
partir de los blancos de sentido que ofrece la epopeya en tanto fuente de
indagación histonográfica, fundando así un nuevo discurso que se basa

8
sobre la "sospecha”, es decir, como una lectura desviada tmisreading)
de un discurso oficial legitimado.
En el capítulo 3, “El ‘ecosistema’ metafórico de Semónides. Un estu­
dio de las metáforas de animales en el Yambo de las mujeres", Débora
Center señala, en dicha composición, dos dominios semánticos bien dife­
renciados -el animal y el humano- que se interrelacionan a través de un
sistema metafórico sumamente cohesivo. Teniendo en cuenta los apor­
tes realizados por la lingüística cognitiva, considera que las metáforas se
constituyen en estructuras conceptuales relevantes no sólo para el aná­
lisis filológico sino también como manifestación de ciertos conceptos ope­
rantes en el contexto socio-político de producción de la obra estudiada.
Desde esta perspectiva, caracteriza el que denomina "ecosistema” meta­
fórico de la obra y los semas comunes a ambos dominios en los que se
apoya el recurso y describe las diferentes perfiles femeninos y zoológicos
interrelacionados en él. Determinados esos perfiles, la autora analiza
cómo el proceso metafórico adquiere un estatuto mayor de significado,
en tanto permite configurar los conceptos de cuerpo, individualidad y
carácter femeninas, como así también determinar el papel político y so­
cial de la mujer en el contexto de producción de la obra.
En el capítulo 4, “Las chicas superpoderosas (acerca de Suplicantes de
Esquilo)”, Patricia D’Andrea, después de recorrer, en la primera parte de
su análisis, aspectos generales de la pieza (la historia mítica y los recor­
tas que el autor realiza sobre ella, las cuestiones relativas a la dotación,
y el contenido histórico-político), se centra en el tema de la asignación de
pider a los diferentes personajes. Desde este punto de vista, la configura­
ción del rey Pelasgo en el discurso presenta tres momentos: el monarca
absoluto, un gobernante anacrónicamente democrático que deja la reso­
lución institucional del caso en manos de la asamblea y, por último, el
próxenos, nexo entre las extranjeras y la ciudad en la Atenas histórica.
En cuanto a Dánao, su parte en la distribución del poder es, a su enten­
der, nimia, y los Egipcíadas, por su violencia, no ejercen para el poeta
ninguna autoridad. Serán, por el contrario, las Danaidcs quienes obten-
gnn la victoria con sus actos de hablu de orden y amenaza y, especial­
mente. con su apelación a Zeus, del que emana la autoridad de la que se
revisión. Se comprueba así una ruptura de la tradicional redundancia
luigicu puesto que su gestualidad es de suplicantes mientras que su vio­
lento lenguaje es propio de quien detenta el poder.
En el capítulo 5, “Triple aproximación a la metáfora del apacenta­
miento político de Platón”, Gabriel Livov nos ofrece un triple análisis
• le la célebre metáfora política del pastor y el rebaño en el pensamiento

9
Nora Andrade

platónico, mediante la apropiación metodológica de tres análisis con­


temporáneos acerca de la metáfora. En primera instancia, siguiendo el
enfoque cognitivo, traza una genealogía del uso político del apacenta­
miento desde los textos homéricos en adelante; ensaya la articulación
de los diferentes semas dentro de un mapa general y propone la vincu­
lación de su base experiencial con ciertos rargos materiales y simbóli­
cos generales de la cultura helénica. En segundo lugar, a través de la
adopción de ciertas pautas metodológicas de la teoría de la argumenta­
ción, recorre la hipótesis que hace del recurso al pastoreo un expedien­
te retórico privilegiado dentro de la polémica platónica con la sofistica y
amplía el campo del enfrentamiento hacia las formas platónicas de es­
cenificar metodológicamente dicho desacuerdo en el curso del Gorgias
y de la República. En un tercer momento, trabajando a partir de ciertos
lineamientos generales de la metaforología histórica, nos guía en un
recorrido por el minucioso examen que se hace del pastoreo en el Polí­
tico, con el objetivo de dar cuenta de los modos en que el Platón tardío
tematiza el vínculo político pastoral, y lo inserta en una filosofía de la
historia, que critica los costos teóricos de su adopción política y propone
un nuevo paradigma capaz de suplir sus deficiencias.
Por último, en el capítulo 6, “Sátira y parodia: un análisis del discurso
cómico en Avispas de Aristófanes", María Jimena Schere plantea la es­
trecha relación existente entre discurso cómico y discurso polémico, li­
gazón que, desde su punto de vista, le permitió a la comedia antigua
constituirse en una eficaz arma ficcional de ataque político. Tcstea su
postulado mediante el análisis del discurso humorístico en Avispas de
Aristófanes, autor fundacional del arte cómico de occidente, explorando
el modo en que sátira y parodia, los dos recursos cómicos dominantes en
esa comedia, interactúan y se potencian para lograr un efecto
argumentativo: degradar la figura de los jueces y políticos de la Atenas
de la época, los dos principales blancos cómicos, y a la vez blancos
polémicos, de la obra.
Al comenzar estas palabras hablamos de las variaciones que el tiem­
po inflige en la constitución de los equipos, las incorporaciones bienve­
nidas y las pérdidas. Estas últimas son producidas, a veces, por avala­
res de la vida y, otras, de la muerte. No queremos cerrar la introduc­
ción sin mencionar a nuestro insustituible colaborador César Guelerman,
presente en toda nuestra producción anterior y presente aún ahora a
través de los discípulos recientemente incorporados y que ambos for­
mamos a lo largo de los años, en la cátedra de Lengua y Cultura Grie­
gas de la UBA. A su recuerdo dedicamos este libro.

10
Capítulo 1

I)os aspectos puntuales en la significación


de Fenicias de Eurípides: el sacrificio de Meneceo
y los alcances de la isótes

Nora Andrade

Fenicias, estrenada entre el 411 y el 409 u. J.C., pertenece a la etapa


tardía de la producción euripidea: hace ya veinte años que comenzó la
Guerra del Peloponeso y en las tragedias se evidencia la decepción del
autor con respecto a los jefes, los ideales y los móviles de la comunidad
ateniense.
Nuestra pieza aborda el mismo segmento de leyenda heroica que Siete
contra Tebas de Esquilo, lo que permite distinguir las diferencias idcológi-
i as y estéticas de ambos autores. Las dos piezas se centran en el conflicto
entre los hyos de Edipo por el trono de Tobas dejado vacante por su padre;
n<> ubican temporalmente en el momento en que Etéocles, acompañado
por una coalición argiva, ataca la ciudad gobernada por su hermano y
culminan con la salvación de la ciudad y la muerte de ambos en un duelo
fratricida. En un trabajo anterior señalábamos, en Esquilo, la visión
idealizadora de Etéocles en tanto jefe político y militar y la confianza in­
quebrantable en la díkey en la divinidad y, en Eurípides, la degradación de
ambos héroes y la parodia de todo el mundo esquileo. En Fenicias, Etéocles
<’M incapaz de elaborar la táctica de combate, adora el poder absoluto como
wiiii divinidad, es un sofista que sostiene la relatividad del conocimiento;

Polinices coloca sus intereses por encima del bien común; ambos toman la
d< cisión del fratricidio al comienzo de la pieza y la sostienen hasta el final,

I Nora Andrade, “El dilema de Dionysos". en Ac/as de las VI Jomadas de Estudios


l i.Ihoi (27 29 de jumo de J991J, Buenos Aires, IJCA, s/Techa, pp 17-30

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^•R* Añorad»:

Platónico, mediante la apropiación metodológica de tres análisis con­


temporáneos acerca de la metáfora. En primera instancia, siguiendo el
Enfoque cognitivo, traza una genealogía del uso político del apacenta­
miento desde los textos homéricos en adelante; ensaya la articulación
de los diferentes semas dentro de un mapa general y propone la vincu­
lación de su base exponencial con ciertos rasgos materiales y simbóli­
cos generales de la cultura helénica. En segundo lugar, a través de la
Adopción de ciertas pautas metodológicas de la teoría de la argumenta­
ción, recorre la hipótesis que hace del recurso al pastoreo un expedien­
te retórico privilegiado dentro de la polémica platónica con la sofística y
amplía el campo del enfrentamiento hacia las formas platónicas de es­
cenificar metodológicamente dicho desacuerdo en el curso del Gorgiax
y de la República. En un tercer momento, trabajando a partir de ciertos
lincamientos generales de la metaforología histórica, nos guía en un
recorrido por el minucioso examen que se hace del pastoreo en el Polí­
tico, con el objetivo de dar cuenta de los modos en que el Platón tardío
te matiza el vínculo político pastoral, y lo inserta en una filosofía de la
historia, que critica los costos teóricos de su adopción política y propone
un nuevo paradigma capaz de suplir sus deficiencias.
Por último, en el capítulo 6, “Sátira y parodia: un análisis del discurso
cómico en Avispas de Aristófanes", María Jiniena Schere plantea la es­
trecha relación existente entre discurso cómico y discurso polémico, li­
gazón que, desde su punto de vista, le permitió a la comedia antigua
constituirse en una eficaz arma ficcional de ataque político. Testea su
postulado mediante el análisis del discurso humorístico en Avispas de
Aristófanes, autor fundacional del arte cómico de occidente, explorando
el modo en que sátira y parodia, los dos recursos cómicos dominantes en
esa comedia, interactúan y se potencian para lograr un efecto
argumentativo: degradar la figura de los jueces y políticos de la Atenas
de la época, los dos principales blancos cómicos, y a la vez blancos
polémicos, de la obra.
Al comenzar estas palabras hablamos de las variaciones que el tiem­
po inflige en la constitución de los equipos, las incorporaciones bienve­
nidas y las pérdidas. Estas últimas son producidas, a veces, por avala­
res de la vida y, otras, de la muerte. No queremos cerrar la introduc­
ción sin mencionar a nuestro insustituible colaborador César Guelerman,
presente en toda nuestra producción anterior y presente aún ahora a
través de los discípulos recientemente incorporados y que ambos for­
mamos a lo largo de los años, en la cátedra de Lengua y Cultura Grie­
gas de la UBA. A su recuerdo dedicamos este libro.

10
Capítulo 1

Dos aspectos puntuales en la significación


de Fenicias de Eurípides: el sacrificio de Meneceo
y los alcances de la isótes

Nora Andrade

Fenicias, estrenada entre el 411 y el 409 a. J.C., pertenece a la etapa


tardía de la producción euripidea: hace ya veinte años que comenzó la
Guerra del Peloponcso y en las tragedias se evidencia la decepción del
autor con respecto a los jefes, los ideales y los móviles de la comunidad
ateniense.
Nuestra pieza aborda el mismo segmento de leyenda heroica que Siete
contra Tcbas de Esquilo, lo que permite distinguir las diferencias ideológi­
cas y estéticas de ambos autores. Las dos piezas se centran en el conflicto
entre los hijos de Edipo por el trono de Tobas dejado vacante por su padre;
se ubican temporalmente en el momento en que Etéoclcs, acompañado
por una coalición argiva, ataca la ciudad gobernada por su hermano y
culminan con la salvación de la ciudad y la muerte de ambos en un duelo
fratricida. En un trabqjo anterior' señalábamos, en Esquilo, la visión
idealizadora de Etéocles en tanto jefe político y militar y la confianza in­
quebrantable en la dlke y en la divinidad y, en Eurípides, la degradación de
ambos héroes y la parodia de todo el mundo esquileo. En Fenicias, Etéocles
es incapaz de elaborar la táctica de combate, adora el poder absoluto como
una divinidad, es un sofista que sostiene la relatividad del conocimiento;
Polinices coloca sus intereses por encima del bien común; ambos toman la
decisión del fratricidio al comienzo de la pieza y la sostienen hasta el final,

1 Nora Andrade. “El dilema de üionysoa". en Acias de las VI Jornudos de Rstudias


Clásicos (27-29 de junio de 1991), Buenos Aires, l.'CA, «/Techa. pp. 17-30

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NokaAninlw.

lo que hace imposible atribuir la falta a la influencia de la moíra, posibili­


dad con la que juega Esquilo. En el citado artículo analizábamos también
las diferencias de técnica teatral, que permiten señalar en Eurípides la
purudia de su antecesor, la presencia de recursos cómicos y la superación
del estatismo esquileo mediante el mekhánema tramado por Yocasta: con
la excusa de intentar que los hermanos parlamenten y se reconcilien,
Eurípides trae el agón central a escena. En Esquilo, el espectador conocía
el enfrentamiento de los hermanos por las narraciones y la acción era
sostenida por las disputas secundarias de Etéocles con el coro.
A la vuelta de los años volvimos sobre el texto de Fenicias, una de
nuestras tragedias predilectas. Dejaremos de lado el agón que, a través
del tiempo, entabla Eurípides con Esquilo* para enfocar el análisis de
otros aspectos de su riquísimo discurso.

1. El sacrificio de Meneceo’

El personaje de Meneceo en Fenicias representa, como el de ICigenia


en Ifigenia en Áulide y, con restricciones, el de Macaría en Heráclidas,
un caso de inmolación voluntaria en aras de la comunidud. Ya en 1979
C. García Gual y L. A. de Cuenca y Prado señalaban, en nota a su
traducción, que

Meneceo, que ofrece su vida por el bien de la patna, es un antídoto


al egoísmo de los demás, el mejor héroe ciudadano.

En el trabajo de 1991 arriba mencionado habíamos afirmado:

2. Dicho enfrentamiento so hace también evidente entre Electro y Orestes de Eurípides


y la trilogía de Esquilo Para las relaciones entre la última pieza y 1a trilogía ver
“Introducción" en Eurípides, Orestes, Introducción, traducción y notas de Nora Andrade,
Buenos /\ires. Losada. 2007, pp. 7-38.
• Una primera versión del presente apartado fue publicada en Arfas del Cuarto
Coloquio Internacional; Lenguaje, discurso y civilización. De Grecia a la moderni­
dad Universidad Nacional de La Plata. 20 a 23 de junio de 2006. bajo el título de
"Fenicias de Eurípides o la patria filicida”.
3 El cuso de Macaría en Heráclidas es levemente diferente pues, si bien su sacrificio,
al satisfacer las exigencias de Persófone. salvará a Atenas del ataque de Euristeo, ella
lo realiza por sus hermanos, para que no caigan en mano6 del enemigo.
4 Carlas García Guul y Luis Alberto de Cuenca y Prado, “Introducción, traducción y
notas* en Eurípides, Tragedias, Madrid, Gredos, 1979. t III, p. 137.

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CArflUU) 1: DoSASHXrroSPt.’XniAtJSENLASMiNinCAílrtN RR Ff.V»CM$ 1* EVRfPlINM.

... consideramos protagónico aquel personaje que acumula la mayor


cantidad de elementos de acción: presencia en escena, número de
agones, elaboración y/o realización de mekhánema, anagnorismós y
peripéteia, consumación de la lysis sangrienta. Llamamos héroe a
aquel personaje desde cuya perspectiva está organizado el esquema
de valores de la pieza, axiología a partir de la cual el espectador
evalúa a los restantes personajes.

... En Eurípides, el protagonismo de Etéocles está compartido con


Polinices y esfumado por el desarrollo de los personajes secundarios.
La calidad de héroe la tiene Meneceo, parámetro desde el cual se
organiza una escala decreciente: pasa por Creonte (que antepone su
hijo a la ciudad), llega a Polinices (que al menos reclama con derecho
lo pactado, aunque no mida las consecuencias de ello) y alcanza su
grado inferior en Etéocles, que basa su accionar en la injusticia/

Hoy, algunas reflexiones que nos suscita el mundo actual nos llevan
a focalizar nuestra atención en aquella escala axiológica. que entonces
habíamos meramente enunciado, para evaluar sus consecuencias des­
de el punto de vista de la significación de la pieza. Dentro del megaacto
de habla que es una obra teatral, el sacrificio de Meneceo, que lo coloca
en la cúspide de esa escala, es algo más que una acción que integra un
argumento, es una metáfora preñada de significados que intentaremos
transferir al discurso analítico.
El valor que organiza esa escala de valores es la virtud cívica, hecho
que ubica la obra dentro de un marco de referencia político. A diferencia de
lo que ocurre en Suplicantes, el agón no pivota sobre una discusión de
teoría política contemporánea, aunque también aparecen disquisiciones
anacrónicas al mundo representado referidas a algunos conceptos políticos
fundamentales para el pensamiento del siglo V: así, la valoración de la
parrhesía, “libertad de palabra”, como condición propia de la ciudadanía

Jo. -Ti 4>vyáaiv tó


lio. tv pÉv pÉyiatov. otnc tfc£i Ttappqoiav.'

5 N Andrade. idrm, pp. 29*30.


0 Lo* texto* de Fenicia* corresponden a la edición de Gilbert Murray Euripidi»
Pabular, Oxford Univereity Presa, 1978. t. 111.

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Nona Asdkadk

Yocasta: ...¿Qué es lo peor para los exiliados?


Polinices: Una cosa es la peor: no tener purrhesía. (390-391).

o el panegírico de la isátes, la “igualdad”, como fundamento de la


díke, realizado por Yocasta en los w. 535-543, que analizaremos en el
segundo ítem de este capítulo.
Pero más allá de estos pastyes, el tema político que vertebra la pieza
en cuanto define los caracteres y da sustento a los conflictos está plan­
teado, según veremos, en términos arcaicos.
La oposición entre Etéocles y Polinices se funda en sus diferentes
grados de respeto a las instituciones.
En la rhésis del apon con su hermano (w 499-525) Etéocles concibe
el poder absoluto como un objeto material que se puede tener, tomar,
ceder, no sólo cuando está representado por su metonimia, el cetro,
sino también cuando se trata del abstracto tyrunnís, y en su discurso se
halla afirmado siempre el ékhein y descartado el pariénai:

dotpcov dv tXOoip t|A.iov npó; dvxoXdi;


Kai yf|<; kveptev'
xhv Oeóv peYÍo-np fcxetv Tvpavvi&x.
...iría hasta el nacimiento de los astros del cielo y debajo de la tierra
(...) con tal de poseer fékhein) a la más grande de todas las divinidades,
la Tiranía.1 (vv. 504-506).

... yáp áv to5c


yévovf óv£ióo<;. et Mvktivoúov Óopó<;
Oojkü napEirp Gieqnxpa Túpa -opÓ* ¿xeiv.
...seria un motivo de reproche para Tebas si, por miedo de la lanza
micénica, yo le cediera (pareíen? a éste, mi cetro para que lo tuviera
fékhein). (w. 512-514)

^EúyvvaBF 6' Innova;, nráia nipnXaB áppátmv.


dx; ov napijow tü)5' tpf|v zupaviáSa.7

7. En l.i traducción nos apartamos de l texto de G. Murray y aceptamos la conjetura de


Estobco: ‘aiíhérus' en lugar de *Miou’ por considerar que aclara el sentido del texto.
"Tiranía", ul referirse al momento de la acción legendaria, debería ser traducido como
“poder real", pero preferimos dejar el tórimno griego |x>rque. a los oídos del público del
ü V, estaba cargado de las connotaciones negativas adquiridas después de Pisfetrato.

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C.MtnLO 1: DOS ASPECTOS PUNTUALES EN LA SGMnCAOÓN DE FkMCUS DE EURIPIDES...

...uncid los caballos, llenad de carros la llanura, que no le cederé


(paréso? a éste mi tiranía, (vv. 522-523)

Hasta tal punto el poder se materializa que se vuelve una dimensión


mensurable y cuantificable, tal como en el siguiente pasaje lo indican
los comparativos de cantidad:

xoin’ ovv tó xpqotov. obfcl poúXopat


áXXa> napsivat páXXov í] ckó^eiv fepot
ócvavSpta yáp, tó JiXtov óazic ánoXeaai;
TofiXaooov feXapc...
Este bien (toüto tó khrestón), madre, no quiero cederlo (pareTnaií a
otro sino preservarlo para mí, ¡jorque es una cobardía (anandría) si
alguien, perdiendo (apolésas) lo más (tó pléon) toma (élabc) lo menos
(toúlasson). (vv. 507-510).

Si bien tb khrestón, pese a ser de la misma raíz que khréma,,M tiene


registrada la significación de bien material o dinero, sino’de cosa bene­
ficiosa u honrosa, la sensación de estar ante algún tipo de bien atesorable
y acumulable está reforzada por la presencia de apóllymi que significa
“malgastar" cuando tiene un objeto que representa un bien material,
como en Odisea 2-49, donde se dice que los pretendientes malgastarán
todo el bíotos, “los medios de vida" de la casa de Odiseo.
Por consiguiente, para Etéocles, la finalidad del juego político es
tener más y no dar. Tal concepción, absolutamente ajena al ideal he­
roico, está justificada con fraseología heroica: la cobardía no reside en
rehuir el combate sino en no tener todo lo que se desea. Tal tergiver­
sación del pensamiento arcaico se encuentra también en los citados
versos 512-514.
El tantas veces comentado final de su rhésis justifica la violación de
las instituciones como medio para conservar ese poder:

e\kep yap áStKeiv xpq. xvpaviñSo^ rctpi


KáXXiawv áSiKF.iv. táXXa 5’ eboepeiv XPE<^V-
Pues si hay que ser injusto, por la tiranía está muy bien serlo. Para
las restantes cosas hay que. ser piadoso, (vv. 524 525).

En esta afirmación se aúna una concepción sofística, en la que el


más fuerte tiene derecho a estar por encima de las leyes, a una arcaica,
en la que las instituciones políticas emanan de la voluntad divinu. como

15
Noim Ammaih'

cu Hesíodo o Solón. Esto último se ve en la antítesis establecida entre


injusticia y piedad, en la que subyace como presupuesto la sinonimia
entre “ser justo" y “ser piadoso”.
El segundo grado de la escala está representado por Polinices. Tam­
bién él ve el poder como un objeto material que se toma, se posee, se
puede compartir y se hereda, al igual que las riquezas, con las que
queda casi identificado:

TqaS fegcóv atao^ /Aovó;,


fioú; tojo ávdtaaciv natpífio; tviavcov kúkXov.
aüxóc; ápxeiv aGGiq ává pépcx; Xapóv
... me fui voluntariamente de esta tierra, concediéndole (doús> a éste
e.1 ser rey fanássein) por el ciclo de un año, de modo de gobernar a mi
vez yo mismo tomando ílabónj leí cargo de rey] por turno faná mérosJ.
(w.476-478).

d S ccíveoou; taüO' bpKiov^ te fiov^ 8eou^.


tÓpaaEV obfiév cov bn£axFX• áXX' ¿X£l
Tupawifi ainó£ icai Sopan/ épwv prpcx;
Y éste, después de prometerlo y de poner a ¡os dioses como testigos
del juramento, no hizo nada de lo que había prometido, sino que
posee íékheM la tiranía y mi parte de la casa. (w. 481-483).

El peso de la argumentación legal de Polinices no reside en su dere­


cho a la herencia paterna sino en el juramento vinculante que pone por
testigos a los dioses, según se confirma en los vv. 491-493:

... pápxupai; fié tcóv&e. fiaípovat; Kakco,


<b; nauta ítpáaccov oúv filien. fiiKifc átep
ánoaTEpovpai naxpiSo<; ávotndiTaxa.
... e invoco a las divinidades como testigos de que, actuando en todo
con justicia, sin justicia 6oy despojado impiadosísimamente
(anosiótaUM de mi patria.

Las divinidades pueden testimoniar puesto que en su nombre se


realizó el acuerdo. Nuevamente nos hallamos ante una concepción ar­
caica de las instituciones: el juramento como piedra de toque de la jus­
ticia y la identificación de justicia y piedad.
Sin embargo, aunque justificada por el juramento, la pretensión
de Polinices se revela, como en el caso de Etéocles, mera pleonexía,

16
Capítulo 1: Dos asi teros itvivales en lasignificación de Fknicus de Elrípiijrs...

“ambición", tan criticada en el siglo V en tanto vicio político privado y


9 Al igual que su hermano, Polinices actúa impíamente, pues*
colectivo.8
to que el deseo de poseer está para él por encima de la preservación de
la ciudad. Yocasta, en su refutación, le señala la impiedad de atacar su
propio país:

0Ép’. ñv tXflS W ■tfivó’-ó w%oi jtoxt-


npoc fieóv. tpónaia 7uo<; ávaaTt]GEiq Aá;
Vamos, por los dioses, si conquistas fhéleis, "tomas") esta tierra,
cosa que ojalá no suceda, ¿cómo elevarás un trofeo a Zeus? (vv.
571-572).

El personaje de Creonte se encuentra un escalón por encima de


Polinices. En su agón con Tiresias demuestra que es su principal in­
quietud la salvación de la patria:

Kp. opaco? noXlrau; taxi nóXxi on/triplav.


Te. PoúXn cu pEvTOt Kobxl povXfian taza.
Kp. kocL neo; rcatpcóav yaiav ob acóoat BtXco;
Cr.: Di cuál es la salvación para la patria y los ciudadanas.
Ti. : Lo deseas y pronto no lo desearás.
Cr.: ¿Cómo no voy a querer salvar mi tierra patria? (w. 898-900).

El amor a la patria está por encima de la preservación de su propia


vida, porque después de que Tiresias le revela que la salvación reside
en el sacrificio de su hijo Meneceo, Creonte afirma:

ainót; 5' -fev cbpaicp yáp fcatapp.v Ptov-


OvriaKEtv fcxot|io<; naipífioq f.KXvxnptov.
Yo mismo -pues me hallo en la ¿poca apropiada de la vida- estoy
dispuesto a morir por la liberación de la patria, (w. 968-969).

Sin embargo, esta disposición de entrega tiene un límite: la vida de


su hijo. Al escuchar la profecía, en contradicción con sus palabras del v.
898, dice:

8. Cf la afirmación de Diodoto en la antilogía de Mitilene (Tuc. 3.451. donde da a la


pleonexía como una de laa causas por la que los individuos y los estados yerran

17
Noka Aninui«

oúk ¿kAdov, obic fpcovaor %aipéw kóXi;.


No escuchaba, no te oí ¡Que se vaya a paseo la ciudad! (v. 919).

Su hijo es la única posesión que Creonte le rehúsa al estado, se­


gún puede apreciarse en su drástica negación de las acciones de ofre­
cer y dar:

feycó ydp obnot’ é; toó’ éfyit Gupóopá;.


ajote o^xxyEvta naióa npoobeivat noAxi.
rcaoiv ydp ávtipcóitoiai 4>lXótekvo; pío;,
ob5’ áv tóv abtou na'ióá ti; 5oiq xtaveiv.
Jamás llegaré yo a tal punto de desdicha corno para ofrecer
¿prostheinaU a mi hijo en sacrificio a la ciudad. Todo hombre, en la
vida, ama su progenie, y nadie entregaría (doie) a su hijo para que
muriera, (w. 963-966).

En la cúspide de la escala axiológica se encuentra Meneceo. según


se deduce de su rhésis de los w. 991-1018.
En primer lugar establece la relación que lo une a la polis:

yvvaiKE;, co; eG natpó; feíjEiXov 4>opov.


icXEipa; Xóyoiaiv, áicrt)' á pouXopai tvxeív
(...)
... gal auyyvcoata pév
yépouti. tobpóv Ó’ obfcl otryYwopqv fe^El.
JipoSótrp YfvéaBai naxpíSo; t] p ÉyEivoito.
Mujeres, qué bien le quité el temor a mi padre, engañándolo con
mis palabras para alcanzar lo que quiero (...). Pues es perdonable
para un viejo pero no tiene perdón en mi caso llegar a ser ígenésthai)
traidor (prodótert) a la patria ípatrídosj que me engendró fegeínato).
(vv. 991-996).

En este cotexto, rodeada de verbos que comportan el tema gen con


su significado de “vida", “generación”, “familia", patria recupera toda la
carga semántica que le aporta patér, de quien deriva: la polis da el ser,
otorga la verdadera filiación e impone al ciudadano deberes que están
antes que los familiares. Para satisfacerlos, Meneceo tiene el derecho
aun de burlar a su padre.
En el mismo texto señaluinos el término prodótes, el “entregador”,
que introduce el motivo del “dar" en el discurso de Meneceo, puesto que

18
CAPtnrLO 1: Dos ASPECTOS PfNTVAl.ES EN LA significación de Fkvicias DE El R1PIOKS...

es el que da traicionando, y se opone a la acción que aquél se apresta a


realizar:

-. EÍpt KOÚ GüJOü) nóXtv


vvxnv v. Óuxjoj rf|o5' bn^pOavEiv x^ovOt;.
... iré, salvaré a la ciudad y daré (dóso) mi vida para morir por esta
tierra, (vv. 997-998)

GTCtXCó 8é, Oavátov Scüpov oto a’ioxpov hóXei


Sueco v. vóaov tt^vó' áitaXXá^ü) x®0^01
Me marcho, para dar ídósoiV a la ciudad un no indigno fouk aiskhrónJ
regalo (dóron;.- mi muerte, y apartaré la ruina de esta tierra, (vv.
1013-1014).

A diferencia del prodótes que sólo piensa en su propio beneficio y


aun de Creonte, que ofrecía su vida para preservar otro bien más pre­
ciado -su hijo- Meneceo es un puro dador, que hace a la patria un don
incondicionado.
Como vemos, se reinstala en el texto la polaridad arcaica bello-ver-
gonzoso a través de la aparición de uno de sus términos, aiskhrón, pero
lo hace no con la distorsión que sufría en el discurso de Etéocles, donde
estaba al servicio de la pleonexta, sino con sus valores restablecidos y al
servicio de la arete.

aíoxpóv 7áp- di pÉv fisa0áTwv ¿XeúOepoi


•coto e'u; áváYKHV Saipóvcov ¿trniévoi
atávica nap' áanió’ oto okvtiqovciv Oaveiv,
núpyoív nápoiep. paxópF.voi náipcu; bnep-
fcyú 8t. rwxtépa Kat KaaíYvrrov npoSoüq
nóXtv t' hpavtov. SeiXó; toe; fesco xbovoc;
áK£ip‘- ónou 5 áv £ü>. Karót; 0avqaopai.
Pues seria vergonzoso: los que están libres de. vaticinios y no han
llegado a este grado de necesidad impuesta por los dioses, no vacila-
rán en morir de pie junto a su escudo, luchando por la patria delante
de las murallus ¿y yo, traicionando a mi padre, a mi hermano y a mi
ciudad, como un hombre temeroso saldré de mi tierra? Donde, viva
seré visto como un cobarde. (999-1005).

9 (WrogimoA la puntuación de G. Murniy conjeturando signo de pregunta dcypuox


de Se trata de una interrogación retórica en futuro. Como proposición
axeverativn el texto carece de xcntido.

19
N<hm Anunai*

Pora Etéocles y para Meneceo, en los dos extremos de la escala» lo


’ bello' está representado por dos acciones opuestas: para Etéocles. te­
ner, para Meneceo dar todo lo que tiene.
El extremo don de Meneceo consiste en la aceptación de su papel de
víctima propiciatoria de Ares, quien estaba irritado por la muerte de su
dragón producida cuando la fundación de Tobas. Dicho dragón era» se­
gún Tiresias. gegenés, “nacido de la tierra”, por lo que. en última ins­
tancia, se trata de un sacrificio a “la tierra de Cadmo” (w. 931-935)- ^or
lo tanto, el sacrificio ritual, coherente con el mundo de la leyenda he­
roica, se transforma en metáfora de una acción política, función Que
también cumple en lfigenia en Áulide.
En un ya tradicional trabajo de 1969, A. Groen estudia el sacrificio
filicida en lfigenia en Áulide y en Bacantes. Considera que en esta últi­
ma pieza, el sacrificio de Penteo por Agave responde a una pulsión
incestuosa, mientras que al sacrificio de Ifigenia le da un significado
religioso: los dioses le cobrarían por anticipado a Agamenón la sangre
troyana que se apresta a derramar. Nosotros creemos que esta inter­
pretación no agota el significado del sacrificio de la doncella, al menos
en Eurípides. Éste destaca en su versión los móviles políticos de los
personajes: Agamenón actúa para preservar el poder, según manifiesta
Menclao en los vv. 350-365; Ifigenia entrega su cuerpo a la Hélade para
que destruya Troya (vv. 1397-1398). Tanto en esta pieza como en Peni-
cías se trata pues del sacrificio voluntario de un joven en aras d^ la
comunidad en un contexto bélico. En el caso de Meneceo, no sólo su
sacrificio dará la victoria a Tebas sino que se encuentra parangonado
con una acción militar, según vimos en el texto citado supra.

Los que están libres de vaticinios y no han llegado a este grado de


necesidad impuesta por los dioses, no vacilarán en morir de pie. Junto
a su escudo, luchando por la patria delante de las murallas (...) ¿y yo,
como un cobarde, me iré de esta tierra?... (w. 999-1005)

El sacrificio por la patria evoca el tópico de la bella muerte,' presan­


te en la literatura griega desde litada. Allí Príamo, en su exhortación a

10. Cf. Andró Green. “Ifigenia en Aulida. La economía de un «acrificio" en El cotnpLjo


de Edipo en la tragedia. Buenos Aires. Tiempo Contempuráneo, 1976
11. Cf. Jean-Pierre Vemant. “La bella muerte y el cadáver ultrajado" en El individuo,
la muerte y el anuir en la antigua Orwta. Buenos Aire». Paidó>. 2001.

20
CAPtTVlD 1: Dos ASPECTOS PUNTUALES EN LA SIGNIFICACION DE FKNICiAS DE EURIPIDES...

Héctor del canto XXII, w 38-76. pronuncia un discurso ambiguo, un


verdadero acto de habla indirecto en el que, bajo el ruego de que entre
a Troya se esconde una exhortación a presentar combate. ‘ Traicionado
quizás por su subconsciente, Príamo le pono a Héctor como paradigma
la muerte en acción del joven guerrero, en la que todo es bello, mien­
tras el cadáver de un anciano muerto por los invasores es espectáculo
vergonzoso. La situación hace que el discurso trascienda la exhortación
a la búsqueda de arete individual para convertirse en una exhortación
al sacrificio cívico del joven, puesto que Héctor lucha por su patria y su
familia. La bella muerte de Héctor es una muerte patriótica. En todo
ello nos apartamos de la interpretación de J. P. Vernant quien, por
pretender una lectura unívoca, que no recurre al análisis del discurso,
niega tal significación a la rhcsis de Príamo y considera que la bella
muerte adquiere alcances patrióticos por primera vez en Tirteo. Si acep­
tamos la datación de F. Rodríguez Adrados, ' que ubica a Calino en la
mitad del s. VII y a Tirteo en su segunda mitad, el tema reaparecería
primero en aquél. En su fragmento 1, vv. 5-9, dice para exhortar a los
de Éfeso a luchar contra los invasores:

Kai. tu; ánoQvnaKiov Latax áKovxtaáxa).


'tUiqtv te yáp taxi gal áyXaóv ávfipt páxcafkxi
yÍK naiScov KOvpi&liK f áXoxov
SuopEvtaiv (tóvaxo^ 5c xóx' toacxai. ójcjcóxe kcv 5f]
Moipat tniKXcóQaxj'.
...y cada uno, al morir, lance su jabalina por última vez, pues es
honroso ítiméenJ y bello <aglaón) para un hombre luchar contra los
enemigos por su tierra, sus hijos y su esposa legítima. La muerte
sobrevendrá entonces, cuando lo hilen las Moiras.

Ante una sublevación de los subyugados mecenios, Tirteo incita a


los espartanos a la reconquista:

12. Escuchamos una interpretación similar en la ponencia presentada por Lucía lañares
a las Primeras Jornadas de Cultura Clásica de USAL de 1995. que no tuvieron publi­
cación de Actas.
13. J.-P.Vernant, tbtd., pp. 65-68.
14. Francisco Rodríguez Adrudos (texto y traducción), Líricos Griegos Elegiacos y
Yambógrafo» Arcateos. Madrid, CSIC, 1981. Ix>s textos de Calino y Tirteo pertenecen
a esa edición.

21
Nona Aniikadk

TEOvdprvai ydp kocXóv tvi npopdxoiat xeaóvxa


áv5p' áyaOóv ftfpi fjt nazpiói papvápEvov-
... pues es bello que un uarón valiente, rayendo en la uanguardia,
muera por (perí) su patria... (fr. 6, 1-2).

En el mismo fragmento, versos 14-30, reelnbora la antítesis “muerte


del viejo vergonzosa” versus “muerte del joven bella" pero explicitando
los sobrentendidos del texto homérico: más allá del espectáculo anties­
tético de un cuerpo viejo, la verdadera vergüenza es para el joven que
le permita a un viejo morir en su lugar.

"Q véoi. aXXd pdx£<ríte nap áXXfp.oicn pCvovtEt;,


pr|8¿ OvyrK atoxpTK dtpxETE pT]& Cópov.
áXXd pÉyav noiEicrtte xai áXxtpov tv (peal ©M»óv,
^iXovvxeH* ávSpáat papvápEvor
toíx; ¿te naAaioV-poLx;, cóv otntf.zi yowat' tka^ipd.
pij KataXEi7tORtF4 tetyETE. xoix; yepaiou^
aiaxpóv ydp 5r> •tovto, perd npopctxc101 KECóma
keigOocl npóaOc vécov ávópa jtaXatótcpov.
f)5n Xevkóv ¿xovta Kdpr| noXtóv te yevtiov,
Hupóv dnonvElovT áXtapov tv kovít],
aipaTÓEvt’ a'iSoia «JñAata kv x^PC11'
a'iaxpá zd y o^OaÁpox; gal vEgEontov i&iv-
gal x.poa yvMVCúOévTa- véoiat 6c itdvr’ tnÉoiKEV.
óóp’ Épavñ<; áyXaóv ávfiot; txü-
ávSpáot gtv fhpyaX ’iSeív. feparó; ¿te yvvai^i
(¡axx; fecóv, icaXóc 6' fev npopáxotai neacóv.
Jóvenes, luchad permaneciendo uno al lado del otro, y no iniciéis la
huida ni comencéis a temer, volved por el contrario vuestro corazón
grande y fuerte en el pecho y no améis vuestra vida cuundo luchéis
con otros hombres. No huyáis abandonando a los más viejos, cuyas
rodillas ya no son veloces, a los ancianos, pues es vergonzoso que un
hombre más viejo, caído en la vanguardia, yazga delante de los jóve­
nes con su cabeza blanca y su mentón cano, exhalando su valiente

15 J P. Vemant, ibid., p. 66, interpreta “muera en defensa de su patria", pero no se


trata de un hypér, “en favor de", “en defensa de", sino do un simple perí, circunstan­
cial de tenia o catira, porque ¿hasta qué punto la reconquista de Mesen i a es guerra
defensiva y no ofensiva?
CjwtTVLO 1 Di* Asi’nnus im.ntuaij» ex U RMNIHCACIÓN ue FeuciAX de Eukíhks

alma en el polvo mientras que sostiene con sus manos sus vergüenzas
sanguinolentas -cosa fea de ver con los ojos y que merece la cólera
divina- desnudo. En los jóvenes, en cambio, todo resulta adecuado
mientras tienen la brillante flor de la juventud. Viro es admirable de
ver para los varones y digno de amor para las mujeres, y caído en la
vanguardia es bello.

Si volvemos a nuestra tragedia, la autoinmolación de Meneceo, en


un contexto bélico, para salvar a au padre, a su hermano y a su ciudad
(w. 1003-1004) se inserta en el tópico de la bella muerte con el que las
póleis adoctrinan a sus hijos. Habiéndose estrenado la pieza en la últi­
ma fase de las guerras del Peloponcso (entre 411 y 409) según dijimos
en la introducción, es ineludible preguntarse qué trataba de decirle el
autor a su público acerca del contexto histórico. Por un lado es evidente
que la figura idealizada de Meneceo contrasta con personajes históricos
del calibre de Alcibíades. Pero además de ello, y a diferencia de las
obras del ciclo troyano, claramente críticas con respecto a los estragos
de la guerra, y de la evaluación a posteriori implícita en Bacantes donde
junto a la vida sencilla se exalta “la paz dadora de prosperidad y nodriza
de jóvenes" (w 419-420), Fenicias incita a los jóvenes a autoinmolarse
por sus mayores y su patria, aun cuando los motivos de la guerra sean
las mezquinas ambiciones de los dirigentes de uno y otro bando, como
lo son las de Etéocles y aun de Polinices.
Eurípides no queda fuera de la corriente nacionalista que recorre la
literatura griega, y que hace de la patrís en su conjunto y, especialmen­
te. de las generaciones más viejas, progenitores filicidas.
Hoy vemos similar actitud en las naciones que, mientras ocultan
sus móviles político-económicos y, al mismo tiempo, ostentan slogans
morales, religiosos o patrióticos, programan a los jóvenes para la muerte.
Ello 8e hace evidente tanto en la propaganda americana de recluta­
miento para sus guerras de conquista corno en el paraíso prometido por
los fúndamentalistas a sus fedayines, en el discurso de los israelíes y en
el de los palestinos en medio de su conflicto sin salida por los derechos
sobre una franja de tierra. Manam Farahat, activista de la red social de
Hamas, tenía seis hijos varones: “...tres han muerto desde 2002", nos
dice el cronista, “Nidal tenía 32 años y fue alcanzado por un misil (...)

16. J.M.M. (sic) “Lu» hijas do la intifadu”, do El País, especial para Página 12, suple­
mento Las 12. arto 8, n* 411. 2W2/06, p. 3.

23
Nora Ani«ai«:

Ruad no era aún mayor de edad cuando corrió ia misma suerte (...) Y de
Mohamed, de 19 artos cumplidos, se despidió antes de que partiera ha­
cia la colonia judía de Atzmona. Sabía su destino. ‘Mató a cinco soldados
e hirió a 23. Quedé muy triste por la pérdida de un hijo pero estoy muy
orgullosa”’. De ¡os restantes, dos son mutilados de guerra y el último
pasó 11 artos en una prisión israelí.
La victimización de la juventud, antigua pero actualísima, según
vemos, fue lúcidamente captada, en nuestros días, por el cineasta Fruit
Chao en Dumplingx. Aunque apunte específicamente al rígido control
estatal de la natalidad en China, el realizador liega a trascender sus
objetivos iniciales y construye una alegoría crítica y revulsiva del filici­
dio político, al presentar a las generaciones maduras alimentando su
lozanía artificial con una dieta de fetos humanos.

2. Alcances de la isótes en la rhésis de Yocasta


(w. 528-585)

El agón del episodio I de Fenicias es, formalmente, uno de los que J.


Duchemin denomina “agón de dos con presencia de árbitro", es decir,
uno de aquéllos en los que, como en un juicio, dos partes exponen sus
puntos de vista contrarios y un personaje-juez dicta el fallo. En el en­
frentamiento entre Polinices y Etéocles, Yocasta desempeña este últi­
mo papel. Su dictamen será que, pese a la presentación relativamente
favorable que hasta ese momento se había hecho de Polinices, ninguno
de los dos hermanos tiene la razón: Etéocles, por su apego al poder;
Polinices porque, aun cuando su reclamo sea justo, es impío atacar su
propia polis. Así se va desbrozando el camino hacia la irrupción de
Meneceo como héroe, quien, como acabamos de exponer, logra con su
inmolación por la ciudad el grado más alto de la escala axiológica pro­
puesta por la pieza.
El argumento principal en el que se funda la exhortación a Etéocles
para que se reconcilie con Polinices, es el de la isótes, la igualdad. ¿Qué
significa la igualdad dentro de la situación dramática? M. Lloyd, aun­
que reconoce que el elogio de la igualdad se relaciona con el intento de

17. Jacqueline Duchemin. // agón daña la tragédu- grtcque, Parí». Belles Lettres.
1968. pp. 139-142.
18. Michael LJoyd. Tht agón in Euripuicu, Oxford, Clarendon Presa. 1992, pp. 90-01.

24
CaHTVUOI: DusASHKcniNii-Kn AixsKNiAsii-.NinrAaos i* dkEikIhdrs .

Yocasta de que, respetando lo pactado, Etéocles comparta el poder con


Polinices, afirma que la ausencia de toda mención al acuerdo en esta
rhésis hace que el espectador refiera el texto al sistema democrático.
Nosotros creemos que, a diferencia de Suplicantes donde, para dis­
cutir acerca de los sistemas políticos, Eurípides transforma la Atenas
legendaria en una democracia, en esta pieza se guarda un cierto cuida­
do de la verosimilitud. Como ocurre en el símil o en la metáfora, el
texto tiene dos lecturas: una. la referida al foro, )u otra, al tema.' Como
en la metáfora, el foro sería el texto in praesentia y el tema, el texto
aludido. El foro es el tiempo y el lugar del enunciado, la Tebas monár­
quica y legendaria; el tema, el tiempo y lugar de la enunciación, la
Atenas contemporánea de la segunda mitad de la guerra del Peloponeso.
De ella también se está hablando cuando se exalta la isótes en el tiempo
y el espacio legendario. En la Tebas de la acción dramática, respetar la
isótes sería, para Etéocles, aceptar una especie de diarquía sucesiva, es
decir, compartir el poder con su hermano ejerciéndolo por turnos. Si
bien no se habla específicamente del acuerdo previo, Yocasta relaciona
el contenido de éste con el objeto de su encomio al decir, en los vv. 547-
548 (donde doma representa toda la herencia paterna, las riquezas y el
poder):

oú 8' ovk ávé^T] Scopauov ¿xcov \aov


xal Típóf. vp.ipai;
...¿tú no soportarás tener una parte igual (isonJ que éste de la casa, y
con él corn/>artirla?

En la Atenas del tema, la isótes. realizada como isonomia, igualdad


ante la ley, e ¿segaría, igual derecho a la palabra, es decir, al ejercicio
de la actividad política, es uno de los pilares del sistema político. La
señal hacia el tema está dada por algunos ítems léxicos, ideologemas de
la jerga política del siglo V: además de isótes (v. 536), tó (son (v. 537 y
547) como requisito de la existencia de díke (v. 548) y la anterior refe­
rencia, en el discurso de Polinices, a ejercer el poder ana méros (v.478),
que claramente evoca las magistraturas rotativas de la democracia.
¿Cuáles son las características de la isótes en el panegírico de Yocasta?

19. Llamamos Toro a los términos que sirven para apoyar el argumento y tema aquello
acerca de ¡o cual ae argumenta. Cf. Chaim Perelman y Lucie Olbrechts-Tytecu. Tra­
tado df la argumentación. Madrid. Gredos. 1994, cap. 111, B.

25
El rasgo más novedoso os la presentación de la igualdad, no con la
significación política que tiene en la Tobas del foro ni en la Atenas del
tema, sino como principio organizador de la civilización y del cosmos.

... tó ydp ’iaov póvipov dvOptónot; t<>u,


.../« igualdad es lo único estable para los hombres...(v. 538).
ral yap pétp ávfipcónoitji gal pÉpri ctaBpáiv
Iooxn; gápiOyóv ¿icopure...
Pues la igualdad determinó para los hombres las medidas y las uni­
dades de peso, y delimitó el número... (vv. 541-542).

Las medidas y los números sólo pueden existir si son siempre igua­
les a sí mismos, por lo que están presentados como producto de la igual­
dad. Son un medio de regular las transacciones entre los hombres y,
por lo tanto, evitan conflictos; esto, como se nos ha dicho en vv. 535-
538, es propio de la isótes:

... Kf-ivo KdXXlOV. TtKVOV,


’ loónyca Ttpáv. i] áf.i <iiXotq
nóXci^ te nóXecn Quppáxov^ tc ouppáxou;
avvSeí...
... y esto lo más bello, hijo, honrar a la igualdad, quien siempre liga a
los amigos con los amigos, a las ciudades con las ciudades y a los
aliados con los aliados...

Por otra parte, el número es una de las abstracciones que definen


para Grecia la cultura humana puesto que es uno de los conocimientos
básicos que Prometeo dio al hombre para alejarlo de la bestialidad.
La igualdad también rige los ritmos del mundo:

wktó; f áóeyyp.^ pXÉ<papov t]Xlov te <xo;


\<jov tóv ¿vtaixjiov kükXov,
gobÓé.Tcpov aVráiv vigcójicvov.
eiO’ fyXiot; pév vú^ tc SovXcúei (ipoxo’u;
aú <5‘ obg ávé^n StogáTaiv tx<ov \aov
gal tó& vcipai; g<Sta noü ’ ctiv t| Sigiy,

20. Cf. Esquilo, Prometeo encadenado. v. 459.

26
CAPtnnz» 1: Dos axpw?tos rrvniaizx p.n ia KiGNincAcióN dk Fk-wt/as nr. Et ■fpiinw. ..

<•/ párpado sombrío de la noche y la luz del sol recorren a un ritmo


igual su ciclo de un año, y ninguno de las dos siente enuidia cuando
• « vencido por el otro. Si el sol y la noche son esclavos de la medida '
i tú na soportarás tener una parte igual que. éste de la casa, y con él
compartirla? Entonces ¿dónde está la justicia? (vv. 543-548).

I.n filosofía ha desarrollado con frecuencia el terna de la justicia corno


principio del orden cósmico. J. de Romilly2* cita corno antecedentes de
míe pasaje a Anaximandro, Heráclito y Diógenes de Apolonia.
Anaximandro señala las injusticias que cometen unos seres con otros y
que serón reparadas sucesivamente en el tiempo (fr. A9); Heráclito. los
limites que el sol debe respetar en su curso bajo amenaza de interven­
ción de las Erinias, auxiliares de Injusticia (fr. 94); Diógenes de Apolonia
habla de la medida, que hace alternar invierno y verano, día y noche,
viento y calma (fr.3). Pero la novedad euripidea es. desde nuestro punto
de vista, la dependencia que se establece de la díke con respecto a la
isótes. Nos encontramos ante una analogía de segundo grado: el ritmo
del universo sirve de foro para el tema de la situación en Tabas que, a
su vez, funciona como foro de Atenas, que es su tema. I-a díke del uni­
verso no es, desde luego, la institución ni la noción ética que ésta repre­
senta sino que la palabra está usada en su acepción originaria de “nor­
ma imperativa de la nuturaleza o la convención"." En la Tebas del enun­
ciado la díke ya está vista como institución y como valor y fundamenta
la igualdad de derechos de Etéocles y Polinices, y ello, a su vez, alude
directamente a la concepción de justicia de la democracia, basada en la
igualdad ante la ley. Por carácter transitivo, el principio político de la
isótes, ideologema circunscripto a un tiempo y un espacio, se encuentra
elevado a ley cósmica universal.
Otra de las características de la isótes en este panegírico es su oposi­
ción a philotimía (w. 532 y ss.) y a tyrannís (w. 549 y ss.).
Consideremos philotimía, “amor a la timé”. ¿Por qué valor semántico
se opone a la isótes? ¿Es la honra contraria a la igualdad? La timé, que

21. En la traducción nos apartamos del texto de G Murray quien, siguiendo los mss,
escribe brvtois para aceptar la conjetura de Weil. Éste propone roe trocí. tratando de
dar una aproximación, ajustada a la métrica, del escolio al fragmento 46 del cómico
Strattis. escolio que. refiriéndose a nuestro v. 546. comenta tói ísot tLmleúausi.
22. Jacqueline de Romilly, ta loi dan* la Pensée Grtcque. París, Belles Lettres. 2002.
pp. 159-160.
23. Einile Benveniste. Vocabulario de latí instituciones indoeuropeas, Madnd. Taurus.
1983, p 300.

27
define las reglas del juego del mundo agonal arcaico, es un valor relati­
vo: se establece en desmedro de la timé de otros, implica un más y un
menos, de recompensa a la cualidad se transforma en premio a la can­
tidad y por ello establece la desigualdad entre los hombres:

... tó ydp laov póvipov ávGpwnoi; é|v.


xw rcXtovi 5 a'ici noXcpiov icafhctaxai
xobkaoaov ¿x^P0^ Katápxetat.
...la igualdad es lo único estable para los hombres, mientras que el
menos ítoúlassonJ es enemigo del mas ftói pléoni) y da comienzo a la
enemistad, (w. 538-540).

La igualdad liga, syndei, a individuos y estados, según vimos supra


en vv. 535-538, mientras que la desigualdad, representada en los versos
538-540 por “el más" y “el menos", da origen a la discordia.
De la philotimía se predica que trae la ruina de familias y ciudades:

tí xr|t; kockigtt|£ Saqióvojv


dnXoxipia;, nal; pt| aú y- áóiKo; +] Otó;
nokXoúq 5 o’ikov^ xai nókEt^ F-bSaipova^
taqXOc fen’ bXtepai xcov XpcoMÉvcov...
¿Por qué te lanzas en pos de la peor de todas las divinidades, el amor
a la timé, hijo? No lo hagas, pues es un dios injusto. Entra a muchas
casas y ciudades felices y viene a dar en la destrucción de los que lo
ejercen... (vv. 531-534)

quedando así identificada con la desigualdad y en antinomia con la


isótes.
Pero la búsqueda de la timé encierra también un interés crematístico.
No hay que olvidar que, como se ve infra, en el verbo timáo del verso
548, referida a objetos significa “valor", “precio". Para Benveniste” su
significación en el mundo arcaico es no sólo “la parte de honor" sino
también "la de ventajas materiales que los hombres otorgan a un per­
sonaje". Si bien esto se insinúa en el uso de los cuantitativos “más" y

24. Cf. Picrre Chantraine. Dicltonnaire étymologique de la langue grecque, París,


Klincksieck. s.v.
25. E. Benveniste. tbtd. p. 269.

28
CArfniLu 1: Do* amito* inwn'AUtN kn 13 wunificaíión (* Fkhicias nr. EimumKx.

“monoi" relacionados con la búsqueda de timé en los w. 539-540. resul­


ta más evidente en la diatriba contra la tyrannís:

xí TT|v xupawiS’. á5i»áav ebóaipova.


Ti|AÓi<; bnep0EV kocí p¿Y fryr|o<xi xó6e.
nEpipXénEoOat xiptov; kevóv pév obv.
f| nokkd poxQeiv kóXX fcx<uv fev 60410.01
0ovX.tr.
¿Por qué aprecias (timáis) en exceso la tiranía, una injusticia feliz, y
la consideras una gran cosa? ¿Para que todos te vean cubierto de
honores (tímionj? Por cierto es algo vano ¿O quieres sufrir mucho
teniendo mucho en tu casa? (w. 549-553)

I*a tiranía se opone u la igualdad por ser injusta y se aproxima a la


philotimía porque brinda timé. Esta timé va acentuando su costado
crematístico: se trata de una honra material, posible de acumular en su
casa.
A continuación Yocasta dice:

... xx 3' taxi xó rcXtow. óvop póvov


bnei xá y’ ápKobvO' iKavá xo¡4 Y8 ocúc^pociv.
obxoi xá xpfipax’ \6ia kéKxqvxai flpoxou
Xá XWV OtájV 5' fcxOVXF^ tKl|i£Á.OÚg£0a
dxav 6é XPTI^000 • á<txiipouvxai raXtv.
¿Qué es 'más' ttd pléon)? Es sólo un nombre, porque lo que basta es
suficiente para las sensatos. Los mortales no poseen bienes (khrémata)
propios, sino que cuidamos los bienes de los dioses mientras que los
tenemos y, cuando los necesitan, nos los quitan de nuevo. (553-557).

Yocasta, mediante una retorsión, retoma el comienzo de la rhésis de


Etéocles:

iw 8 oC0' fcpoiov obótv ota’ \oov ppoxoi^.


nXfjv óvóttaaat...
... y ahora nada es igual ni semejante para los hombres, sólo la acti­
vidad de poner nombres.” (vv. 501-502).

para refutar la afirmación de su hijo de los vv. 509-510 en los que. al


considerar la posibilidad de compartir el poder, la rechaza diciendo:

29
N<«a Animmih:

ávai/Spict ydp. ió itktov batí; ánoXÉaa^


xoCXaaaov t Xa fie.
Es una cobardía si alguien, perdiendo lo más (ti> pléoiV, toma lo me­
nos (toúlasson?.

Ella reduce el “nián" que bnnda la tiranía a mero nombre alegando


dos motivos: la inutilidad de lo superfluo y lo efímero de los bienes
materiales. El atractivo del poder absoluto queda así circunscripto, en
la argumentación, a la posesión de khrémata.
La identificación de timé y tyrannís con la ambición de riquezas se
ve reafirmada por el final de la exhortación a Etéocles, donde el “amor
a la honra" está usado claramente con su significado restringido de
"amor a la recompensa material” o “ambición":

o5wqpo<; áp ó nXovro<;. bv úntete ¿xeiv,


y€PT]OETai Oripaiai, ^iXe-njicx; 5e aú.
Pues la riqueza íploütos) que buscas tener será doloroso para Tebas;
pero tú eres ambicioso íphilótimosj. (v. 566-567).

Si resumimos los rasgos de la isótes hasta aquí detectados en el


parlamento de Yocasta vemos que se le da dignidad de principio cósmi­
co para vincularla a la díke y aludir así, indirectamente, a la isonomia.
La isegoría o igualdad de derechos políticos está ausente o apenas suge­
rida metafóricamente por la exhortación a compartir el poder con
Polinices. Dado que, en la desigualdad que implican la philotimía y la
tyrannís, se subraya la acumulación de bienes parece que,
sorpresivamente, la igualdad económica fuera un rasgo de la isótes.
En una conferencia de 2005 señalábamos cómo en otra pieza de
nuestro autor, Suplicantes, Teseo centra su panegírico de la democra­
cia en la igualdad político-jurídica de los ciudadanos, sin ninguna alu­
sión a la igualdad económica. Más aún, todo el léxico empleado seña­
la la persistencia de las diferencias sociales, sólo que intenta suavi­
zarlas reemplazando la antinomia oligárquica de “los mejores-los
peores” por "los más afortunados-los menos afortunados", como si la
desigualdad de ingresos dependieran nada más que del azur, basándose

26. "Metáforas cristalizadas e ideologemas en la construcción del discurso político


(Eurípides, Suplicantes 399-597)", Sextas Jomadas de Cultura Clásica de la Univer­
sidad del Salvador. 2R a 30 de septiembre de 2005.

30
CAPfTVLn 1: Dos ASPKÍTOS Hf.Vn'AlJCS KK IA SIGSIFICAaÓN 1* FíN/C/AS OK EURÍPIDES...

•h un amplio Corpus, los historiadores llegan a conclusiones semejan-


■ C. Mossé afirma:

P ... (la igualdad) no hizo desaparecer las desigualdades sociales pues­


to que no alcanzó la propiedad privada de la tierra ni la posibilidad de
enriquecerse libremente gracias al desarrollo del intercambio.

J. Ober señala que el pueblo ateniense nunca utilizó su poder colec­


tivo para igualar el acceso a los bienes materiales y que parece haber
ni optado que el rico viviera una vida más feliz que su pobre vecino. L.
Sancho Koger formula la hipótesis de que esta ausencia de cualquier
intento de revolución económica puede deberse al bienestar alcanzado
l«or Atenas y su puerto durante la Pentecontesía. * Pero con Fenicias
nos encontramos en un momento avanzado de las guerras del Peloponeso,
en el que tal prosperidad ya se ha esfumado y quienes más deben de
halterio sufrido son las clases bajas.
En Suplicantes Eurípides hablaba de la estratificación social, y lo
haría para tomar partido:

ydp rcoXt'tójv oí pfv óXJkot


ávuxtr.Xr.ií; te rcXeióiwv r tpcou áeV
oí 8 o(jk Éxovxc<¡ Kal anavt^ovTEi; fJtov
fctvoK vfcpoptE; tó oOO'ao nXéov pépot;.
xovq txovxa<; Kévtp >«xKa.
y?k(jóocat? novnpóv itpootazcóv óqXoúpevor
tptóv Se poipcóv t] ‘v péaco aw^Et kOAeu;.
Kóapov 4>vXaaaova’ 6vrtv' áv tá^r] Ttókiq
Pues tres son las clases (merídes> de los ciudadanos: los ricos no dan
ayuda a nadie (anofeleis? y desean siempre más cosas (pleiónon); los
que no tienen y carecen de medios de. vida son terribles porque le dan
más lugar (pléon méros) a la envidia y lanzan sus perniciosos aguijo­
nes contra los que tienen, engañados por las lenguus de sus malva­
dos jefes. De las tres partes (de la ciudadanía) la del medio salva las
ciudades, pues ellos cuidan del orden que establezca la ciudad, (vv.
238-245).

27. Claude Mossé: Politique el sociéti en Grtce anciennc Le modéle aihénien, Paría,
Aubicr. 1995. p. 85. Josiah Ober. The Athenian Reuolution, l*rínceton. New Jersey.
Princeton Univeraity Preta, 1996. pp. 90-91. Laura Sancho Rociter Un proyecto de
mucrútico. La política en la AU iunt del vigío V. Zaragoza, Egkio ed., 1997, p. 200.

31
HikA Am*am

Aunque el término utilizado signifique “parte", estas partes en que


•< divide ¡a sociedad, determinadas por el nivel de ingresos, se parecen
bastante a nuestro concepto de “clase social". Disentimos por ello con
S. Milis, que considera el pasaje un mero desarrollo del tópico del
dorado medio y concordamos con W. Koster, por ella citado, que lo
interpreta como un panegírico de la clase media como soporte de la
democracia.
Pensamos que en nuestro texto Eurípides va más allá. Vimos que en
los versos 553-554 afirma que la riqueza que busca el poderoso es un
nombre huero, “porque lo que basta es suficiente para los sensatos", es
decir, que la capacidad humana de consumo tiene un límite, y la rique­
za que sobra es ilusión, espejismo porque no puede gozarse más que
con el regodeo que produce su nombre. Es nuevamente la exaltación de
ia clase media o la clase media buja, trenzada desde luego con el tópico
del dorado medio. También es cierto que presenta el tener lo suficiente
como si se tratara de una libre elección de los sensatos, los moderados.
Pero la trama del texto, armada como una argumentación basada en la
antinomia igualdad-tiranía, termina sugiriendo mucho más de lo que
explícitamente dice. La igualdad, que naturalmente se lee como demo­
cracia, se opone a la tiranía. Ésta se identifica con un concepto de la
desigualdad que en el texto se reduce a tener más o menos riquezas.
Por consiguiente, su contrario, la igualdad, pareciera presuponer la
igualdad económica.
A Eurípides siempre se lo ha tachado de demócrata moderado por
sus críticas a los demagogos y su panegírico del aulourgós, el campe­
sino independiente que no se mete en política. Sin embargo, en este
texto, junto a su exaltación como principio cósmico, el rasgo de la ¿¿sotes
en el que más se insiste para la Tebas del foro es. como vimos, el de la
igualdad económica que implicaría, junto con la desaparición del más y
el menos, la igualación de las clases sociales. ¿Es lícito proyectar esta
exigencia a la Atenas que funciona como tema de la leyenda? De ser así
Eurípides estaría a la vanguardia del pensamiento político de su época.

28. Sophie Milis, Thcseut. Tragedie and the Athenian Empire. Oxford. Clarendon
Presé. 1997. p. 120
29. Ver el tratamiento que hace de este tipo social en sus tragedias Electra y Onstea.

32
Capítulo 2

Relato épico y discurso historiográfico: texto,


intertexto e interdiscurso en las Historian
de Heródoto

Gastón Basile

“El hecho es que cada escritor crea a sus precursores. Su labor


modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el
futuro."
Borges, “Kafka y sus precursores"

1. La “angustia de las influencias*’: Heródoto lector


de Homero

Corresponde a Harold Bloom' el mérito de haber acuñado la frase


"angustia de las influencias” para hacer alusión al impacto de la lectura
receptiva en lectores “fuertes" que, mediante un acto de aprehensión
errónea deliberada ímisreading}, reducen interpretativamente la obra
de un predecesor. Si bien la aplicación técnica y precisa del término
resulta hoy rebatible, con todo, nos hemos servido de ella a ios efectos
de ilustrar un caso particular de “intertextualidad" en el universo
discursivo de la Grecia Clásica. Sin embargo, la ya célebre frase de

1. A pesar de que el término "angustia de las influencias" fue formulado originaria­


mente pura referir a las prácticas de los poetas románticos ingleses -en especial
Shelley y Blake- (Cf: Harold Bloom: The Aruáety of lnflutnct; A Theory vf Puetry.
Nueva York. Oxford IJniversily presa. 1973, p. 1991 se convirtió más tarde en un
modelo de análisis de toda la historia literaria (Cf Harold Bloom. A Map ofMwreading,
Oxford Univeraity Presa, 2003).
2 Introducida por Julia Kristeva en 1969 para el estudio de la literatura, la noción de
mlrrlexia se aplicó en un pnncipio a la diseminación o redistribución de textos ante­
riores dentro de un texto. En este sentido, R. Barthes concluyó: “Todo texto es un

33
Ihaiir

IIIhoiii puaar de su ingeniosidad- no logra sintetizar la complejidad


ii

d"l i iiko que nos ocupa, que definitivamente no puede reducirse al pro­
blema de la "influencia” de un autor en otro. Planteado en términos
amplios, el marco de nuestro trabajo aborda la compleja relación
"dialógica"3 entre la obra historiográfica de Heródoto y la épica homérica.
Más específicamente, la problemática fundamental concierne a los
múltiples procedimientos de captación, absorción y transformación del
discurso épico por parte de Heródoto, así como el papel desempeñado
por la epopeya en la génesis de la historia como práctica discursiva.
Sin embargo, el análisis de la relación “¿¡alógica" entre Homero y
Heródoto exige un esfuerzo interpretativo pues, en gran medida, no se
trata de un problema ordinario de intertextualidad. Dos son, al menos,
los rasgos peculiares del caso en cuestión. En primer lugar, tanto Homero
-quienquiera que haya sido- como Heródoto son precursores en sus
propios ámbitos discursivos, es decir, el de la épica y la historiografía
respectivamente, si bien con la obvia salvedad de que Heródoto es un
iniciador bastante posterior a Homero. Es por ello que dicho carácter
de fundador de un género nuevo se manifiesta con una marcada im­
pronta de autoconciencia autoral en la obra de Heródoto. A diferencia
de su predecesor, Heródoto deberá dar cuenta -tácita o abiertamente-
de más de tres siglos de tradición literaria griega, dentro de la cual la
epopeya homérica goza de una legitimidad y prestigio ineluctables En

mterlexto; otros textos son presentados en él. en niveles variables, bajo formas más
o menos reconocibles...’. Roland Barthcs “Texto (théorie du-)’. Encyclupaedia
Universalit, París. 1973. Posteriormente, la noción do intertextualidad fue restringi­
da conceptualmente por G. Genette (Cf. Gérard Genette: Palimpsestos, París, Seuil.
1982) como una de las posihles relaciones de transtoxtuahdad que hace referencia a
la presencia de un texto dentro de otro ipor cita, alusión, etc.). Vinculado a la noción
de intertextualidad, que emplearemos uqui paru designar fundamentalmente la pre­
sencia de la épica homérica en la trama textual del relato herodotao, exista también el
concepto más amplio de intordiscurstvidad. Este último es definido por P. Charaudeau
y D. Maingueneau como el “conjunto de unidades discursivas (correspondientes al
mismo género, a discursos contemporáneos de otros géneros, etc.) con los cuales un
discurso particular entra en relación implícita o explícita" (Cf Palnck Charaudeuu y
üominique Maingueneau (dir.): Diccionario de análisis del discurso, Amorrortu,
Madrid. 2005) Reservamos esta noción más amplia para aludir, hacia el final de
nupstro capítulo, al entramado de relaciones discursivas en tomo a la “problemática"
leyenda de Helena surgida en el siglo V.
3 Término tomado del Círculo de Bajtin que refiere, en su acepción más amplia, u las
relaciones que todo discurso establece con aquellos producidos con anterioridad asi
como los enunciados futuros que puedan llegar a ser producidos por sus destinatarios.
Cf. Mijail Bajtin. Problemas de la poética de Dostoieusky, México-Buenos Aires, FCE.
1998

34
CAfflino 2: Reumv Éneo y ««curso HtrnjKxxiRÁrico: texto, ixtektexto...

este sentido, el dilema que aqueja a Heródoto, en la articulación de la


diferencia y necesidad de su lógos, es el de dar testimonio de sus ante­
cesores en tanto garantes de autoridad -en la medida en que las Musas
han perdido su voz legitimante- y, al mismo tiempo, emanciparse de su
influjo. En otras palabras, ser a la vez epígono y precursor. En segundo
lugar, otro problema que plantea la relación intertextual entre la épica
homérica y el lógos herodoteo es que, con escasas excepciones, el influ­
jo épico insiste en el relato historiogrúíico a modo de una presencia
latente, presencia que se trasluce como un conjunto de rasgos temáti­
cos, estilísticos y formales comparables, pero que no se formula ni des­
pliega en el plano de la enunciación. Este “silenciamiento del épos
homérico” en un texto polifónico que, paradójicamente, reenvía cons­
tantemente al modus diceruli de la epopeya no deja de ser sugestivo. Es
por ello que allí, donde ocasionalmente aflora al nivel textual, el hecho
reclama la escrupulosa atención del lector.
A partir de un análisis discursivo pormenorizado del pasaje II, 115-
120 de las Historias -único espacio textual en el que Heródoto evoca in
extenso la auctoritas de Homero- intentaremos dar cuenta de las múl­
tiples operaciones de lectura del historiador sobre el épos homérico.
Inserta a modo de digresión en el relato de las dinastías egipcias,
Heródoto trae a colación la leyenda de Helena e intenta corroborar, a
partir de los testimonios de sacerdotes egipcios consultados por él, la
versión según la cual Helena efectivamente permaneció en Egipto tras
el rapto de París y no estuvo en Troya como creen los griegos. Es en
este punto que la referencia a Homero se vuelve insoslayable. Al con­
frontar puntillosamente el testimonio oral de los sacerdotes con la ver­
sión canónica de la épica homérica, veremos que Heródoto no sólo brin­
da un ejemplo invalorable de su méticr como historiador y de la particu­
laridad de la historia como un discurso-otro, sino que ofrece al lector,
por la excepcionalidad del pasaje dentro de la totalidad de la obra, una
nueva perspectiva para reflexionar acerca de las relaciones
intertextuales entre las Historias y el discurso épico.
En primer término, sintetizaremos los diversos modos de
intertextualidad entre la epopeya y la historiografía puestos de relieve
por parte de la critica, y destacaremos la tensión entre lo dicho y lo no-
dicho en el relato (1). En segundo lugar, centrándonos en el pasaje
escogido, comentaremos acerca de sus rasgos polifónicos y nos deten­
dremos en los diversos modos de alusión y en las estrategias de capta­
ción y subversión puestas en juego por Heródoto en su evocación de
Homero (2). Por último, comentaremos la injerencia de la operación

35
Gastón Banilk

singular de Heródoto dentro del campo intelectual del Siglo V y sus


repercusiones interdiscursivas (3).

1.1. Los modos de la intertextualidad: entre lo dicho


y lo no-dicho en las Historias.

Como ya hemos señalado, la presencia de Homero y el discurso épi­


co en la obra de Heródoto se manifiesta a modo de tensión entre lo “no-
dicho" -un conjunto de rasgos temáticos, formales y estilísticos que
trasuntan cierto influjo épico pero que “escamotean" la relación
hipertextual desde el plano de la enunciación- y “lo dicho” -siete pasa­
jes breves, de los cuales el del Libro I! acerca de la leyenda de Helena
constituye la referencia más extensa y significativa, donde el cnunriador
alude directamente a la figura de Homero-. La extensión del presente
trabajo nos impide ahondar en los múltiples modos implícitos y explíci­
tos en que el discurso épico entrevera y repercute en el relato Mencio­
naremos, no obstante, los rasgos de intertextualidad más salientes des­
tacados por la crítica a los efectos de brindar un esbozo del marco am­
plio en el que se inserta nuestro análisis del pasaje del Libro II.
KII. Waters pone en primer plano los siguientes rasgos de la narratio
herodotea que testimonian influjos de la épica homérica:

1) La presencia de catálogos (Ilíada II y el Catálogo de las fuerzas de


Jerjes).
2) La inclusión de genealogías.

Ambos procedimientos operan a modo de técnicas de preservación


de la memoria tanto en la épica como, posteriormente, en el nuevo
género inaugurado por Heródoto que, a diferencia de la epopeya, se
circunscribe a los sucesos recientes, humanos y seculares del pasado
griego. Señala también otros rasgos asimilables a la épica:

3) Pasajes de rasgos épicos (por ejemplo: V, 111 “Onésilo y su escu­


dero" y IX, 21 y 8. “La antesala de la batallu de Platea”.)1

4 Kenneth Water*: Herodotog thf Historian. Hi» problemx, mrthods and uriginality.
Univereity of Oklahoma Proas. 1985
5. El episodio de Onésilo, un líder en la revuelta de la isla de Chipre contra Darlo, y su
escudero. de origen cario, es un ejemplo de la pervivcncia de Ion vuloren de phdotunía
entre miembros de elile propios del mundo homérico. En relación con Lis escaramuzas

36
CAPmnx) 2: Rhato éneo y ocruaeo iiBruraoGRÁnco: texto, iwtektecto ..

4) Reminiscencias formales homéricas (Por ejemplo: VII, 103; V, 17;


III, 14; VII, 10; VII, 159; IX, 60).
51 La composición en anillo (Ringcomposition) (Por ejemplo: VII, 117)'
6) La inclusión de digresiones (entre otros: los símiles homéricos, las
referencias genealógicas de los héroes antes de los combates, los
flashbacks narrativos similares a los empleados en la Odisea, etc.).
7) Fundamentalmente, la dramatización (la elaboración de los par­
lamentos de los personajes en estilo directo).

Por su parte, Christopher Pelling' -siguiendo la tesis clásica de


Vcrnant sobre la tragedia- interpreta la lectura y apropiación de Homero
por parte de Heródoto como un ambivalente proceso de acercamiento y
separación, o dicho de otro modo, de continuidad y ruptura. Destaca
ciertos rasgos comunes:

1) La centralidad de la Guerra en ambas narraciones: Troya y las


Guerras Médicas como jalones indiscutibles de la “historia" griega.
2) Las características del proemio de las Historias, que comparte
ciertas características propias de la épica, por ejemplo, el énfasis
en la gloria (kléos\ no obstante la diferencia en lo atinente a la
inserción de) “yo" enunciador de la narración historiogrdfica en
contraposición al relato legado de la Musa en la épica.
3) Ciertas similitudes estilísticas: Por ejemplo, Her. VI, 11-1/2 e litada
X, 173/4.’

previas u la batalla de Platea, Water» destaca, entre otros, el carácter épico del pedida
•Ir los abatidos megarenses, las proezas de la caballería ateniense y. en particular, la
muerte de Masistioo y la subsiguiente escena de duelo al modo heroico.
«I Water» define este rasgo formal del siguiente modo: “en el sentido limitado de un
ivierno al final de una sección (digresiva o de otra clase) al tema anunciado al comien-
«o. por medio de una frase formular* (Water», op. cit.) El ejemplo citado VII, 117, que
narra brevemente la muerte de un hombre estimado por Jerjes, comienza del si­
guiente modo: “Estaba Jerjes en Acanto, cuando sucedió que muñó de una enferme­
dad Artaquees, prefecto del canal y apreciado por Jerjes..." Tras referir los honores
ipi« se le tributaron, el narrador retoma el hilo del relato principal condensando lo
dk ho por medio de una frase formular similar a las empleadas en la poesía épica: “Asi
pues, el rey Jerjes nxialró gran pesar por la muerte de Artaquees".
7. Conferencia ‘Homer and Herodotus" dictada el 22 de junio de 2006 en el marro del
Cuarto Coloquio Internacional: Lenguaje, Discurso y Civilización. De Grecia a la
Modernidad, organizado por el Centro de Estudios de Lenguas Clásicas. Area Filolo­
gía Griega, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universi­
dad Nacional de La Plata.
H E> reconocible el eco de la voz de Néstor de lUada X, 173/5: “áXXa pdtka peyakr)
Xpricó [tepuperv ’ Axaioíx;.' vúv ydp námcaciv tirt £vpoú \azaxat
t| MáXa Xvypcx; óXxOpoq ' Axatok h* pu6ww.“

37
Gaxtok IIami j?

4) El énfasis puesto en los proemios de uno y otro sobre la “culpa” o


la “causalidad” de los sucesos que se han de narrar.
5) Pasajes modelados sobre fuentes homéricas; Por ejemplo, la co­
mda hacia los barcos en VIH, 56 modelada sobre litada II. 149-54;
o la batalla sobre el cadáver de Leónidas al final del libro VII,
cuyo motivo literario es la batalla sobre el cadáver de Patroclo en
litada XVII, 8.
6) La presencia en Ilíada y las Historias de una mujer como “origen”
de los enfrentamientos/

Con este acopio de rasgos temáticos, formales y estilísticos de la


obra herodotea -rasgos que evidencian una fuerte injerencia del dis­
curso épico en los orígenes de la historiografía como género nuevo y
que, no obstante, permanecen como hipotexto no explicitado en el de­
sarrollo del relato- es preciso confrontar los escasos pasajes en los que
Homero o la épica como práctica discursiva son invocados por el
enunciador. Indicaremos brevemente el contexto en que se producen
dichas menciones explícitas a Homero y las operaciones interpretativas
puestas en juego por el enunciador. Reservaiemos el pastee referido a
Helena para el siguiente apartado.

1- La primera alusión a Homero ocurre en el Libro U en relación


con el río Océano;

O nepl xov ’ Qiceavoú ké^ou; áóav>\ ióv púOov ávevEtica;


obK tfcei tkEYXoy Y<*P xiva fcycüyE oí5a noTapóv ’ tlKFavóv
teóvza, "Oprpov 8é f| uva twv npóxepov yfvopFvojv koit]tecov
Sokéo) Totvopa Ebpóvta tq noírjoiv fcarvEigaoftau

“Pero hay una necesidad muy urgente que upnme o los aqueos l ahora sí que está
sobre el Tilo de la navaja para todos / los aqueos la funesta muerte o seguir con vida."
en la arenga de Dioniso, un general foceo, en el Libro VI de las Hi&torvu-. “Fiel ¡;upoú
ydp dicpfK t^Etai tydv zd apíprpata, ávSpc; ‘ lcovc^. f, rival tÁr.vétpoioi t|
6oú?.oiOi. xai toówioi áx; 6pT]X¿znoi" “Jomes, nuestra decisión está sobre el filo de
una navaja: quedar libres o esclavos, y aun esclavos fugitivo» "
9. En ilíada. no sólo el enfrentamiento entre troyanos y griego» tiene como origen el
legendario “rapto" de Helena por Puris, sino que también el eje argumental del poema
homérico, u saber, la cólera Unézus) de Aquilcs. se centra «obre la disputa por una
mujer, la cautiva Briseida. Heródoto también Atribuye el inicio de las hostilidades
entre griegos y persas a la sucesión de raptos mutuo» de mujeres: lo. Europa. Medea
y, por último, Helena

38
C'APfn w 2: Kfizto finco y discurso HisrotuocKAF*xr. tocto. i vrex¡rorro

Quien habla acerca del Océano, dado que remonta su relato ftón
mythonj a lo desconocido, no puede ser refutado. En efecto, yo, por
mi parte, no conozco ningún río Océano Pero creo que Homero o
alguno de los poetas anteriores, tras haber inventado el nombre
i'toúnoma heurónta), lo introdujo en poesía (es poíesin eseneíkasthaij.
(Her 11.23.1).’“

Aparece contrapuesta en este pasaje, la referencia al río Océano


trasmitida por Homero y los “otros poetas", por un lado, con la praxis
-el conocimiento empírico del yo-enunciador-, por otro. A partir de
la referencia al carácter inusitado del nombre “Océano" -nótese el
uso del participio del verbo heurisko- Heródoto señala, indirecta­
mente, el carácter ficcional de la poesía, que se contrapone al tipo de
indagación que propone el histor. Se trata, en efecto, de una sucinta
declaración de principios por parte del enunciador-autor, cuyos al­
cances desarrollaremos detenidamente en nuestro análisis de la le­
yenda de Helena.

2- Heródoto hace referencia por segunda vez a Homero en el pará­


grafo 53 del Libro II:

* Oftev 8é byévETO tgaoxot; xibv Geóv. g’ixe óí) diei fjaav rajuño;.
ÓKÓioi x¿ xtvra; xá eISecc, oúk t]EtoxEaxo pÉ-xpi Kpwriv xe gal
Xífe? ÚG Einñv Xóyw. * HaioSov yáp gal ‘Opripov hXuáqv
xcxpagoGioiai txcai 8oké(ú MÉonpcapvrtpotx; yt'vtoQai gal ob
itkÉoav obxot 8é ciai ót ko inca mee; fteoyoviqv rEXXi]ai gai xoiat
0EOÍGI xcu; Eraovuyiat; 5oinr.<; gai xipác; xe gat x¿xva<; SieXovxeí; gai
Eidca abxóv <n]pqvauu-.<;- di Se npóxcpov noiqtai kcyotiEvoi xovxwu
twv ávSpóv yí-véaSai baxEpov, kporfE Sogéeiv. byÉvomo. ToVuov xá
npúna di Acd&oulSo; 'ipqiai XÉyovoi, xá 8e baupa xá h;' HdioSóv
xe gai ’ Oprpov Liorna Eyco X¿yu).
Sobre el origen de cada dios, o sobre si todos existieron siempre,
sobre cuáles son sus formas, nada sabíun hasta ayer y anteayer, por
asi decirlo. Porque me parece que Hesíodo y Homero fueron cuatro­
cientos años más antiguos que yo, y no más; y ellos son los que

10. Los textos griegos están extraídos de Philippe E. Legrand, Hérodote, Hiatoir**,
París, Bélica I/‘tires, 1932-1954, 9 vola Todas las traducciones, a menos que se indi­
que lo contrario, son nuestros.

39
Gastón Basilk

compusieron fhoi poiésanteiO la teogonia de los griegos, asignaron


a los dioses sus sobrenombres, les distribuyeron artes y honores e
indicaron sus formas; los poetas de quienes se dice que fueron ante­
riores a estos dos, son, a mi parecer, posteriores. De esto, afirman
lo primero las sacerdotisas de Dodona, y lo último, que se refiere a
Heslodo y Homero, lo afirmo yo.

Se alude aquí a Homero y Hesíodo como “creadores" de los dioses


gnegos -nótese el empleo del participio del verbo poióo, que conforma
también la raíz del sustantivo poíesis. Es de suma importancia -entre
otras cosas- la dotación cronológica de ambos autores que bosqueja
Heródoto en este pasaje. Implica, por un lado, una puesta en perspecti­
va histórica de los precursores de la tradición literaria griega y, simul­
táneamente, la conciencia de la voz autoral de la pertenencia a dicha
tradición. Desarrollaremos más adelante las consecuencias de dicha
actitud autoral.

3- En el Libro IV se hace una nueva alusión a Homero, esta vez, en


calidad de “testimonio" válido para corroborar un dato de fisiología
animal:

Aokéei pot gal xó yévot; xcóv fkxov xó kóXov 5iá xavxa ob


$úeiv Képca ataó8i. MapxupéEi 8fc pot xq Yvcópq Kal ’ Opqpou
¿nex; kv * Ofivacqiq (&&• Kai Aipbqv. bbt < ápvf.c; á<t«p
KEpaoi teXéfovai* ópOcó^ Eipqpávov. fcv xoíai OEppoíai taxi)
KapayivEoOat xá Képea* tv Séxo'tci tax^potat vúxeci t| ob ábf.i
KÉpsot xa gxqvEoc ápxnv ñ 4>bovxa óúex póyu;.
Me parece que por esta causa no tiene cuernos la raza de bueyes
mochos de uqul. Atestigua a favor de mi opinión fMarturéei dé
moi téi gnómeij un verso de Homero en la Odisea que dice así:
"Y Libia, donde a los corderos brotan al punto las astas". Y dice
bien que. en los países cálidos los cuernos salen pronto; pero en
los muy fríos, o no los tienen del todo los animales o bien los
tienen apenas. (Her. IV, 29).

Un verso tomado de la Odisea sirve aquí para ratificar una obser­


vación empírica del enunciador-autor: la falta de cuernos en la cabeza
de los bueyes de los territorios dominados por los escitas. Sin embar­
go, se trata de un empleo circunstancial de la auctoritas de Homero.
Observamos que la alusión a Homero sirve aquí para avalar una hipótesis

40
Capítulo 2 Relato Epico y lnsci toso msronocmAHCO: texto. LvncimocTO.

formulada por Heródoto y no constituye, a la inversa, una “ilustra­


ción” empírica de un saber instituido para siempre por la autoridad
del poeta. En efecto, es el verso homérico el que “atestigua" -marturéei-
el juicio del narrador. De allí la apostilla final de Heródoto “y dice
bien..." que corrobora la información citada.
4- Apenas unos parágrafos más adelante. Heródoto comenta acerca
de una presunta alusión de Homero a los “hiperbóreos" en su obru los
Epígonos y pone en cuestión la “autoría” de dicha obra, tradicionalmen-
te atribuida a Homero:

’ AXX*' Haio&o pr v ktci HFpi Yncppopécov f ipqpéva, taxi o¿ xxxi


' Oprpcp cv ’ EKxyovoiot. ¿i 5f] uo covtt ye ’ Oprpo; taina toe
titEoc tnoiqoe.
Hesíodo es quien ha hablado de los hiperbóreos, y también Homero
en los Epígonos, si realmente compuso Homero esos versos épicos
(taúta tá épeaj (Her. IV, 32).

Resulta notable la preocupación por parte de Heródoto de suminis­


trar datos precisos en relación con las fuentes citadas, actitud
metodológica que -según veremos- constituirá un rasgo distintivo del
nuevo lógos.

5- En el Libro V, Heródoto alude una vez más a Homero en relación


con Clístenes, abuelo materno de Clístenes, quien prohibió que se cele­
braran en la ciudad de Sición los certámenes en que los rapsodas recita­
ban versos de Homero, dado que éstos en casi todas partes exaltaban a
Argos y a los argivos:

Tavta 8é, Sokéelv fcpot, tpipéeto ó KkeiaGévnt ovio; tóv


ccdutoü pqxponátopa KXEiafiévea xóv Eigtxovcx; xúpavvov.
KkeurftePTK ydp ' Apygíoioi noX.Ephcat; roúto pév pau/u>5oúq
tnauae tv ZiKvxoin áyam^cofkxi tóv ’ Opqpciíov fegtcov e\vekoí.
dn ’ Apyeiol v. gal ’ Apycx; tá noXXá nctirca.
En esto, a mi parecer, imitaba este Clístenes a su abuelo materno
Clístenes, tirano de Sición. Porque Clístenes, después de haber
combatido contra (os argivos, puso fin en Sición a los certámenes
en que los rapsodas recitaban los versos de Homero (rapsoidoús
¿pause en Sikyóni agonízesthai tón Homereíon epéon heínekaZ a
causa de celebrar estos en casi todas partes a Argos y los argivos.
(Her, V, 67).

41
GASTON ItAKIIJ?

Heródoto hace referencia aquí al contenido “político” -o a la lectura


política- de la obra de Homero y a la importancia de la épica en la
formación cívica de los ciudadanos atenienses. Verdadero o no, el co­
mentario de Heródoto da cuenta de la "parcialidad ideológica" de la
epopeya homérica, relato que, si bien se pretende integrador. pone en
primer plano y con marcada subjetividad poética la participación de
ciertos pueblos o individuos particulares en la Guerra de Troya. En
este sentido, veremos que la Historia, en tanto relato “total" de una
nueva guerra “nacional" evitará los juicios de valor infundados o los
pronunciamientos a favor de parcialidades y, en caso de hacerlos, habrá
de fundamentar escrupulosamente las distinciones o las rupturas en la
“imparcialidad" de la narración.
6- Finalmente, la última alusión a Homero se produce en el Libro
Vil en relación con el contenido de dos versos de litada (II, 552/3) refe­
ridos por los embajadores atenienses en su argumentación frente al
siracusano Gelón como testimonio de la “valía” de los atenienses:

kov gal ’Opqpcx; ó tnonoiót; ávópa ápioxov k<; ’lXiov


ártigecOai t€ gal óiagoapnaai azpatóv.
...y nuestro era el hombre de quien el poeta épico Homero (Húmeros
ho epopoiós) dijo que era el mejor de cuantos llegaron a Troya en
alinear y ordenar la hueste. (Her. VII, 161, 19).

Es digno de mención el empleo aquí del epíteto ho epopoiós aplicado


a Homero, neologismo acuñado por Heródoto a los efectos de dar espe­
cificidad al tipo discursivo inaugurado por Homero.
Veremos a continuación de qué modo aparecen condensadns los proce­
dimientos de lectura, cita y apropiación de Homero por partí? de Heródoto
en el exeursus del Libro II en tomo a la leyenda de Helena de Troya.

1.2. Operaciones críticas de Heródoto sobre Homero


en torno a la leyenda de Helena

A partir de la sospecha generada por la denominación de un san­


tuario dentro del recinto sagrado de Proteo en Egipto -templo que
lleva el nombre de “Afrodita extranjera” pero que Heródoto presume
que estaba consagrado a Helena-, se abre una digresión en el relato
de las dinastías egipcias para tratar la cuestión de Helena de Troyu.
Es aquí donde -casi de manera obligada- el testimonio de Homero

42
CAFtnnn2: Reiatv ÉncoYntsnusouisiukmx;kah<x>: texto. LxrtxT»xn>...

será convocado al plano de la enunciación y el pasaje se convierte en


un espacio textual clave para especular sobre la compleja relación
intertextual entre Homero y Heródoto. El excursux está claramente
estructurado en cuatro partes y exhibe una intrincada organización
polifónica, donde confluyen varias voces enunciativas, puntos de vista
y formas múltiples de discursos referidos Destacaremos la estructu­
ra general y los fenómenos enunciativos más relevantes:

1. Parágrafo II, 113-115

'EXeyov 8é poi ói ipEE; 'tatopéoini vx nepi * EXévqv yEvfectai üíSe.


’ AXt^avbpov ápnáaavza ’ EXérqv feg Iitdpzq; ánonXfeEtv fe; zqv
fecovzov gai ptv. <b; tyfevezo ¿v w Atyaíq), fe^ujazat ávcpoi
feg|3áXXovai fe; zó Aiyúnziov ntXayo;. tvteúzEv 8é ov ydp
áviEi zá TtvEúpaza ántgvfeEzat fe; AXyvnzov gal AiyúKtov fe; v.
zó vúv KaxoPtKÓv gaXEÓpEVOv azópa zov NeíXou gai fe;
Taptxqia;. 'Hv 5é feni zq; fiióvo;, zó gat vvv taxi, * HpagXeo;
ipóv. fe; zo fjv gazaóvyúv oígfezq; wv ávflpúíicov
fejupáXqzai aziYiiaza ipá. tcovzóv óiboú; zó üeíó, oük fe^ean
zoúzov ¿vastar ó vópo; oGzo; 8tazEXéei feúv bpoio; zó
fepfeo án‘ ápxní- Toó <ov óq ' AXc^ávSpov ántczÉazai Qfpanovzf;
nvtapEvoi zov tCEpt zó ’ipóv fexovza vopov. ’igfezat 5fe i^ópEvoi zov
fteoú gazqyópEOV zov ’ AXeljdvbpov, flovXópEvot pXdntEiv abzóv.
ndvza Xóyov fe^nyeógEvoi ó>; Etxe nEpt zqv EXfevqv ze gai zqv fe;
MevéXeojv áStgiqv gazqyópEOV zaina npó; ze zov; ipfea;
gal zóv zov azóyazo; wvzov óvXagov. zú oGvopa fjv (&üvi;.
‘ Agoíxia; Sé zovzwv ó Ocovi; nÉpKEi zf|v taxuJtqv fe; Mtpóiv
noepá npCDtéa áyyEXiqv Xfeyovoav zdÓE *"Hg£i £rivo;. yEvo; p£v
Tfivgpó;, fepyov Sé ávooiov fev zq ’ EXXáSt t^Epyaapévo;- £eívov
ydp toó feaivzov t^anazqoa; zqv yvvaiga abzqv ze xavzqv
áycov f]g£t gal noXXd gápza xpqpaza. Vitó ávfepiov fe; yqv ziiv
oqv áKEVEixOEÍ;. KótEpa Sqta zovzov feógEV do i véa fegitXÉEiv q
ánEXcópEta zá ¿x101' fiXta" ’ AvzinfepnEi itpó; zavza b flpiozEv;
Xéyovza túSe- *’ AvSpa zovzov. bazi; kozé feazu ávóaia
fepyacqjfevov ^r.ivov zóv fecovtoú avXXapóvu^ ánayEtE nap' fepfe,
iva ex&O) b zt gozfe gat Xt^EL" ’ Agovca; Sé zavza b Oóivi;
avXXapPdvci zóv’ AXé^avSpov gal zá; vto; abzov gaziaxfr
pf.zá Sé avzóv ze zovzov ávqyayc fe; Mfepóiv gai zqv ’ EXfe.vqv
ze gal zá xpqpaza, upó; Sé gai zov; ’igfeza;. * AvagopioGfevzaiv
Sé. ndvzcov. cipcoza zóv ’ AXÉ^avSpov b npuKEv; zí; eiq gal

43
— .V" OA.MUC

ókóGev nXtoi. O 8é oi Kat tó ytvo; KattU^ xal xñ; Jtaxpne


cinc tó obvopa Kai. oí] kocL tóv jcXóov ánqyf)oaxo ókóOcv kXCol
Meza 8é ó IIpcúvíx; cipcóxa abrov ókóHev xqv ‘ EXévr]V Xá0ot-
KXavajptvov 5c toí ’ AXc^ávópov fev xá) Xoya) <ai ob Xtyovxoe
Tt)v áXitfteiip. f]Xeyxov o‘i yev6|i£voi itcérai t^nyEópcpoi
náura Xóyov xob áóucfpaxo^ TÉXoe 5t Sí] aói Xóyov tóvSf
feKóaivei b npcoxEóe, Xtycov bxi •’ Eycó ci pf] ncpi noXXov
t]yp.ópi)v pqStva £eív<üv kteIveiv. booi bn ávCpcov f|8q
áíioXapóOÉvxce f|X9ov te x^H*' W bpf]v, tya) Av Oé. bnép roí
"EXXr|voe tTEiQápnv, óe. ó KdKiaxE ávSpóv. ^eivíojv xvxcáv
tpyov ávooicóxarov tpydcao. Ilapa xob accovxou ^etvov xf]v
ywaiica fjXOe<;- *ai páXa xavxd xoi ob* fpKF.oc. áXX’ ávartxcpú)
aa; abxf)v otxcat feX<0V tKicXEvae. Kai obSé xavrrá xoi pobva
t]pKF.oe. áXXd Kai xá ótKia toó ¡jclvov icepaíoae fjKEie- Nvv d>v.
trtF.i8f| yccpl noXXoó f]yr]pai pt| ^eivoktovCeiv. ywáiica ptv
xaúrnv Kat rá XPÓpctza ob roí Hpoqatü áiráycofiau áXX’ abrá
tyd> xó 'EXXrjvi £eívw óuXa^a). te ó áv abróe tXBcóv kKñvoe
ánayaytcrtkxi tetXry abróv Sé ge Kai robe oobe aupnXóove
rpióv bP^péaiv KpoayopEÍxü tK xfie kpfie yñe te áXXqv xivd
pcxoppi^caOai, e’i 6c pf|. áte rcoXepiove KEpién/EoGai.'
Los sacerdotes me dijeron a mí fmoi> que los interrogaba fhistorvontü
que así habían sucedido los asuntos relacionados con Helena. Ale­
jandro, tras haber raptado a Helena de Esparta, navegó de regreso
a su patria. Al encontrarse en el Egeo, unos vientos contrarios lo
arrojaron al mar de Egipto y, desde allí (pues los vientos no para­
ban) llegó a Egipto, a la boca del Nilo que ahora se llama Canópica
y a Tariqueas. fes <te> tó nün Kanobikan kaleómenon stóma toü
Ncílou kai es TarikheíasJ Había en la playa -y ahora también está
(tó kai nyn estiX- un templo de Heracles, donde, si un sirviente de
cualquiera de los hombres buscando refugio allí, se inviste de los
estigmas sagrados, entregándose a sí mismo al dios, no es lícito
tocarlo. Esta costumbre continúa siendo igual hasta mi época desde
el principio fhó nomos hoútos diateléei cón hómoios tó mékliri eméo
ap'arkhés). Algunos criados se apartaron de Alejandro, informados
de la ley del santuario y, sentados como suplicantes del dios, acusa­
ron a Alejandro, con ánimo de dañarlo, refiriendo cómo fue toda la
historia acerva de Helena y el agravio a Menelao. La acusaban de
estas cosas frente a los sacerdotes y al guardián de esta boca del río,
cuyo nombre era Tonis. Al oírles, Tonis envió el más ueloz mensaje

44
CaHivu>2: Rei^toEiiooydiscvicíuiustorkxjráfico texto. ikteittfjcto.

a Mcnfis para Proteo, que decía así: “Ha llegado un extranjero de


linaje teucro que ha cometido un hecho implo en la Hélade. Tras
haber seducido a la mujer de su propio huésped, ha arribado uqui
con ella y muchas riquezas, luego de haber sido traído por los vien­
tos a tu tierra. ¿Acaso le permitiremos que se haga a la mar impu­
nemente o le quitaremos lo que trajo consigo?* Proteo envía una
respuesta diciendo esto: “A ese hombre, sea quien fuera, que ha
obrado impíamente contra su propio huésped, tras haberlo captura­
do, traedlo ante mí para que sepa qué ha de. decir él en su defensa.'
Al oir estas cosas, Tonis captura a Alejandro y retiene sus naves.
Luego, lo condujo a Menfis a él, a Helena y las riquezas, y también
a los suplicantes. Trasladados todos, Proteo preguntó a Alejandro
quién era y de dónde navegaba. Éste le expuso su linaje, le refirió el
nombre de su patria y le explicó en detalle el punto de. donde, proce­
día. Luego, Proteo le preguntó de dónde había tomado a Helena.
Dado que Alejandro se desviaba en su discurso y no decía la ver­
dad. los que habían llegado a ser suplicantes lo desmintieron refi­
riendo puntualmente todo el relato del agravio. Finalmente, Proteo
pronunció esta sentencia: “Si yo no tuviera gran cuidado de no
matar a ninguno de los extranjeros que arrojados por los vientos
llegan a mi tierra, yo te castigaría a ti en nombre del griego, a ti -oh
el más vil de los hombres- que habiendo recibido los dones de la
hospitalidad cometiste el acto más implo: llegaste junto a la esposa
de tu propio huésped y, ni aun esto te bastó, sino que levando tus
alas, te vas con ella (^habiéndola robado). Pero esto solo no te bus-
tó, sino que también, tras haber saqueado la casa de tu huésped,
vienes aquí. Ahora bien, dado que he puesto mucho empeño en no
matar extranjeros, no te permitiré que te lleves contigo a esta mujer
y las riquezas, sino que yo las custodiaré pura el extranjero griego,
hasta que él mismo viniendo en persona quiera llevárselas. A ti mis­
mo y a tus compañeros de travesía os ordeno públicamente trasla­
darse por mar dentro de tres días de esta tierra a alguna otra; si no,
seréis tratados duramente como enemigos*.

Heródoto introduce y desarrolla el testimonio oral de lo» sacerdotes


egipcios en relación con la llegüda de Alejandro a Egipto y la retención
de Helena en dicha tierra bajo la custodia de Proteo. Cabe destacar
aquí una serie de procedimientos narrativos que contribuyen a la
polifonía del relato. En primer lugar, se distingue el empleo del “estilo

45
«iAMíV Basii k

cuasi indirecto o indirecto enmascarado" en la reproducción del testi­


monio de los sacerdotes, estrategia mediante la cual el anunciador se
apropia de un sistema conceptual ajeno y hace como 6i fuera también
propio. En segundo lugar, se destaca la intervención ocasional de la voz
anunciadora en el relato, efecto que contribuye a la fusión de puntos de
vista y garantiza a su vez la puesta en perspectiva histórica del discurso
referido. Por último, se incluyen tres discursos directos (a saber, el
mensaje de Tonis a Proteo; la respuesta de Proteo y su posterior sen­
tencia) a los efectos de enfatizar el crimen de Alejandro y, por contras­
te, la honorabilidad de los egipcios, cuyo testimonio adquiere de este
modo legitimidad y credibilidad.

2. Parágrafo II, 116-117

’EXtvn; pév taúrriv ám^iv napa Ilpcoróa feAxyov ót ipfeE^


Yevéatiat. Aogfesi 5é goi gat'Opnpo; róv Xóyov xovtov nuGeabar
áXX, ob ydp ópoiax; t<; xt|v tflonoÚT]v ebnpenf)^ fjv xó fexépq) tío
TtFp ¿xpijoaxo. ó pExijgE abróv. 5nÁóaa<; áx; gal tovtov
tflioxaixo xóv Xóyov. Arp.ov 5t, gaxá nep fenotTpE fev ’ IXtáSi gal
obóapfj ákXn ávcitóóioE femvróv nXavqv xijv AXf^ávSpov, ó$
ánnvEtxOn áywv ’ Ektvqv xfj te ákXp gal ó; fe;
Zi&ova xij; Ootvign; áfllgexo.' EflipÉpvnxat 5e abxov fev
AiopqÓEo; ApiaxrpT]- XfeyEi 8¿ xá tasa óóe- "fei41‘ feaav di flfenXoi
flapnoigiXoi. fepya yuvaigóv EiSovíaiv. xá; abróe ’ Akfe^avÓpo;
Oeoei&k fiyaye Zi8ovít]0ev. feiunXcó; ebpfea nóvxov. xtjv ódóv f)v
‘ EXtwp nep ávfjyayEv EbnaxépEiav." EmpEpviixai gal fev
’ OSvaoEÍp tv xdioSc róiot tnror -xoia Ató; 0vyáxrjp ¿xe
dáppaga ptyctóEvra, feaflXá, xa o’i IloXúSapva nopcv 0óvo;
napagotxi; Atyvn'rti], xf¡ itXci<rta|£p£t £ti5copo; ápovpa
dáppaga, noXXa pfev ¿oQkd pEpiypéva, itoXXá 8fe. Xvypd< Kat
túSe ticpa npó; TqXépaxov McvéXeco; Xéyev -Aiyúnxaj p fexi
ÓF-.vpo (teoi pEpaóxa v¿£G0ai tc%c>v. fenfil ob o0iv fepc^a
xEXqÉoaa; fegaróppas.' ’Ev xoúxoiai xolai fenecí óqXoi bxi
tiniaraxo xrp fe; Aíyvflxov AXc^ávópov rczavrp ópoupfeei yap t]
Eupiq Aíywtxcp, oí 8é <I*oivigE;, xóv feaxi t] EiSóv. fev xf] Zupifl

11. Cf. Graciela Reyes. Los procedimientos de cita: citas encubiertas y ecos., Madrid.
Arco Libros, 1994, pp. 20-24

46
CAitn.u>2: llKixTOtHCOYDiacinMoiiisiniaocRAMCo texto, t.vrwrn'.xw..

óikéoixjl Kaxá icxvxa xa ¿nea *ai xó& |tó xtoptovj oí>k


tpciaxa áXXá páXicxa ór|Xoi óxt obK * Oprpov xa K impía fercwx
feaxi áXX’ áXXov tivóí;- tv |i¿v yáp xotai KwtpiouJi F.'ipqxai a><;
xpixaicx; feK LnápxTK ' AXt^avSpa; áKíKCXO t^ xó IXtov áycov
BXévriv, ebaéi xe nvEúpaxt xpncápcvot; Kai 6aXáaci) Xf.ip- tv
5é IXiáói XtyEi 6; t^Xá^Exo áycov aüxpv. ’ Opripoq ptv vuv Kai
xá K impía feraa /aipéxio.

Ahídecían los sacerdotes que acaeció esta llegada de Helena a los


dominios de. Proteo. Me parece a mí que Homero también tuvo cono­
cimiento de. esta historia. Pero, en efecto, no era tan conveniente
(euprepés) para la composición épica (es tdn epopoiíenJ como la otra
de la que precisamente se sirvió, entonces la desechó, mostrando que
también conocía esta historia. Y es evidente pues compuso en la llíada
(y en ningún otro lado se desdijo) en relación con la peregrinación de
Alejandro que fue desviado mientras que. conducía a Helena, errando
ciertamente por otras tierras, y también que llegó a Sidón, ciudad de
Fenicia. Lo recuerda en la Aristeía de. Diomedes. * Dice estos versos
del siguiente modo:

‘Allí estaban los peplos de varios colores, obra de mujeres


sidonias. que el propio Alejandro semejante a un dios,
trajo de Sidón, cuando cruzó el ancho mar,
iS
por la ruta por la que condujo a Helena de ilustre padre.’

Y también hace memoria de esto en la Odisea con tales versos:

‘Tul clase de drogas sabias tenía la hija de Zeus.

12. El canto V y el comienzo del VI relatan las hazañas de Diomedes. de ullí que este
pasaje hayu sido designado desde el siglo V como la Aristeía de Diomedes.
13 Cf. ¡Hada V!. 2R9 y sig.
14. Algunos editores consideran los versos de la Odisea (IV, 227 y sig., 351-2) citados en
este pasaje como interpoluciones, pues Heródoto no hace referencia a ellos en su
interpretación ulterior. 1-a expresión utilizada a continuación “y este pasaje", en singu­
lar. parecería corroborar también el hecho de que se trata de un único pasaje citado. Sin
embargo, algunos editores disputan también la autenticidad del sintagma kai tóde tó
khorlon pues se trata de un uso inusitado del término griego khorion con el sentido de
“espacio textual", o “pasaje de un texto". Para una discusión de los alcances del término,
véase infra p. 55 apartado 2L

47
CÍASTON BASIIZ

y eficaces, que le regaló Polidamna la egipcia, esposa


de Ton: donde el fértil suelo produce cantidad de drogas
muy variadas, saluduhles muchas y muchas letales.'

Y Menclao dice a Telémaco estos otros versos:


'En Egipto, aún aquí los dioses me retuvieron a mí, que ansiaba vol­
ver, porque no les hice perfectos sacrificios.’

En estos versos resulta claro que conoció la peregrinación de Alejan •


dro a Egipto, pues Siria confina con Egipto, y los fenicios, a los que
pertenece Sidón, viven en Siria. Según estos versos y este pasaje fkai
tóde tó khorionA resulta claro -no en menor medida, sino en máxi­
mo grado- que los Cantos Ciprios no son de Homero, sino de algún
otro poeta. Pues en los Cantos Ciprios se dice que Alejandro en tres
días llegó de Esparta a Ilion cuando trajo a Helena, sirviéndose de
vientos propicios y un mar sereno. Pero en la Ilíada dice que perdió el
rumbo al traerla. ¡Hasta aquí Homero y los Cantos Ciprios?

Heródoto introduce aquí el testimonio de Homero, confrontándolo


con la versión trasmitida por sus informantes egipcios. Tras efectuar
operaciones de exégesis sobre el discurso épico y la versión de la leyen­
da utilizada por Homero -punto sobre el cual nos detendremos en el
siguiente apartado-, Heródoto ofrece una prueba (pístis) textual para
fundamentar sus conjeturas. Para ello recurre a una reproducción lite­
ral de ciertos versos do la ¡liada y Odisea, procedimiento que, por efec­
to del distanciamiento y objetivación que implica respecto de la voz
enunciadora, contrasta con lu trasmisión del testimonio de los sacerdo­
tes, donde parece amalgamarse el punto de vista del anunciador con el
discurso referido.

3. Parágrafo II, 118-119

EipopÉuov Sé peo toím; ’ipéat; e’t pdratov Xoyov Xtyovai 01


' EXXwc «x ' IXtov ycvéaOat q oí. fe^aaav rrpó; rauta
tó6e, tatopiqai $dpEvoi EtSévai rcap abroü MevéXea). 1 FAtetv
pév ydp pera rqv ’ liXtpq; ápnayijv É; ti^v TeugptSa yqv
' EXXqvwv atpanqv roXXqv poqOéovaav Mevétap* fegpáoav
te, yqv gat tSpuGciaav tf|v arpartqv TitpjtEiv t<; ró ’ IXiov
áyyEXotx;. cruv 5é o$i ’iévai gai abróv McvfXewv. Toó; 5 éreítc
fcaEXOeiv ég ro teixoc;. árcairEciv ’ EXévqv te gai tá /pqpata ra
CAFfn iJO 2 Rflato otro y aHaiMOHoroMOGiAFico tocto, i.vncwnono..

ót oi%£to KX¿ya<; * Akéljavópoc;, x©v xe á3iKripáx©v Sikcxj;


aixéEiv. Tovt; <5t Tevkpoíx; xóv ataóv Xóyov Xéyeiv tóxe tcai.
pcxtacixa, Kai ópvtaxac; «ai áv©poxi. pf| p£v fefceiv ' EXévtiv
HHÓe xd feniKaXEopEva xpnpaxa, áXX' Exvat atad nárca tv
Aiytax©. Kal ota áv SiKaiax; ataol ¿>Iko<; bnéxEiv x©v IIpujxcv;
b Aiytaxiot; paoiXEtx; é%ei. Cft. Sé’EXXnvt’^ KaxaYF.Xaoíkxi
SoKéovxE*; vn' ataóv ota© 8f| ¿koXiópkeov. ó é^eíXov.
‘ EXovot & tó xeíxoc; ota fcóalvexo t]' EUvq, áXXá xóv ataóv
Xóyov •un npoxép© ÉnwOavovTO, ota© ¿>q KiaxEíxjavxr.^ [x© Xóy©
x© xp©x]© o'i ’EXXtiveí ataóv MevéXeuv ánoaxóXXovci napa
ilp©x£a ’ AniKÓg£vo<; b Mev£Xecix; t(j xr|v Aiyvnxov «ai
ávanX©oa<; b$ xrp Mépóiv. eina; xfjv áXn8f.ir|v xóv npTiypaxwv.
Kai. ¿;f.iví©v f|vxr|C€ peyáXwv Kai ’ EXévriv árcattea KaKÓv
<ta£Xafte. npó£ ¿te Kai xá «©vxov xpiipaxa ndvxa. Tvx<^v R^vxoi
xota©v tyÉVEXO MeveXe©^ ávfp áSiKO^ t<; Axyvrcxiovx;.
' AnoJtXéEiv yáp óppTp¿vov ataóv iaxov ánXoiai. EkeiSi] ¿te
xovxo tai xoXXóv xoiovxo fjv, tatt£%róxai npf|ypa ota botov
Xapóv ydp 5vo itaióia áv8p©v taixwpiwv fcvtopá aóF.a Énoiriar..
Mrxd ¿e. ©^ fenáioxoc; kyÉvF.xo xovxo tpyacrpÉvo;, purnteu; te
Kai 8i©kópevo<; oix^o $£vy©v xfiai vt]voI tai Ai0vi]$. Tó
tvdsvxEv ¿te ókt] [fexji txpaxcxo. ota eíxov e’uieiv Aiyvnxioi.
Tovx©v ¿te xá pEv 'taxopínoi tpaoav taiataoOai, xá ¿te nap'
t©vxoicn yevopEva áxpEKfc©^ taiaxapEvox Xéyeiv.
Cuando les pregunté a los sacerdotes egipcios si los griegos cuentan
una fábula vana (mátaiun lógorV acerca de lo sucedido en relación
con llión o no, me respondieron estas cosas respecto de aquello, di­
ciendo que lo supieron por relatos del propio Menelao íhistoríeisi
phámcnni eidénai par’ autoO MenéleoZ Después del rapto de Helena,
llegó a la tierra de los teucros un gran ejército e.n socorro de Menelao.
Luego de. desembarcar y acampar, enviaron a Ilion embajadores y
fue con ellos el propio Menelao. Tan pronto como traspasaron la
muralla, reclamaron a Helena y los tesoros que les habla robado Ale­
jandro, y exigieron satisfacción de las injurias. Pero los troyanos
dijeron el mismo relato entonces y después, con juramento o sin él:
que. no tenían a Helena ni los tesoros reclamados, sino que todas las
cosas estaban en Egipto, y que. no darían con justicia satisfacción de
las cosas que estaban e.n poder de Proteo, el rey de Egipto. Los grie­
gos, creyendo que eran burlados por ellos, sitiaron entonces la ciu­
dad hasta tomarla. Como no apareció Helena para ellos tras haber
capturado la fortaleza, sino que oyeron la misma explicación que an-

49
Gastón Basilk

tes, creyendo así el relato anterior los griegos enviaron ul mismo


Menelao ante Proteo Tras llegar Menelao a Egipto y remontar el río
hasta Menfis y contar la verdad de los sucesos, no sólo obtuvo gran­
des dones de hospitalidad sino que también recibió a Helena intac­
ta de males, y además todos sus tesoros. No obstante, pese a ha­
ber obtenido estos beneficios, Menelao se volvió un hombre injusto
para con los egipcios. Pues cuando estuvo dispuesto a hacerse a la
vela, lo retuvieron vientos desfavorables. Puesto que esto fue así
durante mucho tiempo, maquinó un crimen implo: en efecto, cap­
turando dos niños de unas gentes del país, los hizo víctimas de
sacrificio. Luego, como se volvió notorio por haber hecho esto,
abominado y perseguido, huyó con sus naves a Libia. Desde allí, a
dónde se dirigió, no pudieron decirlo los egipcios. De estos asun­
tos, dijeron que, en parte, sabían por sus averiguaciones (historiéis!
éphasan e pista st lia i?, pero que de los otros asuntos acontecidos en
sus tierras hablaban con conocimiento certero (atrekéos
epistámenoij.

Heródoto confronta aquí la versión canónica de la leyenda de Helena


-puesta en circulación por los poetas épicos y aceptada entre los grie­
gos- con la versión trasmitida por los sacerdotes egipcios. Sirviéndose
nuevamente del discurso cuasi-indirecto, Heródoto relata de boca de
sus informantes egipcios, quienes alegan haber recibido el testimonio
del propio Menelao, cómo éste arribó a Egipto, recuperó a Helena y las
riquezas y, tras haber cometido un enmen, huyó de allí.

4. Parágrafo II, 120

Taina pév Aíyvk?iü>v ói ipte; tAxyov. * Eya) 8é Xóyio tó nrpt


EXivq; Xex&vu gai aveo; npocmücgai, EKiAEYCtir.ua;-
€*t fiv ' EXévq fev ' IXico. dJioSoOquai áv aütf|v toígi ’EXXnai í]toi
tgóvToq ye f| átKOrux; ' AXr^ávbpov. Ob y<*P 5t^ oblen ye
«tpcvofiXaprp; fjv b ílpiapoi; ob5é oí áXXoi npoatiKovtEi; atoó»,
dkjTC toígi ate-iépoiai acópaai gal xóiat T¿gvoioi gai vf) rtóXi
KivóvvEÚEiv [tpoúXovnJo. taco; ’AXt^av5po<; FAévn cuvoiketi. El
8é toi gal tu xóicn npcoxoiGi XpóvoiGt taina feTi^^gov. Lkei
noXXoi pév xiov dXXcov Tpióiov. ókote gumpígyoif.v toiai
’ I:.Xát)<ji. áraóXXnuto. abxob & I Ipiapov obg ton bu ob 5to i] ipeu; ti
gai ÉTt nXÉovc XII3V rtai&ov pa^n; Yx^>PfVTh áfUGin]GKOv gi xph
XI To’lGl fcrtonoioioi XPCráyEVOV XÉYEIV. XOVCCuV ¿te TOIOVXÜJV

50
CAftn m»2: Relato Rpioo y uso aso histokk jchaiico texto, pcttrtkxto.

auppaivómcov kya) pév ¿Xnopat. ei Kai aino<; Ilpiapo*;


owoíkee ' EXévr]. ánoóobvai áv avrqv tóíoi Axaióiai, péXXov Tóyg

paaiXqiq ’ AXé^avópov Kgpif]i«, lügte yépovro^ npiápov


tóvxoq fen feKeívw xá npqypaxa eivai. áXXá ' Ektwp Kai
npgc5|ibiFpo£ Kai áv^p bKEivoo páXXov hbv ¿peXXe abtrp
llpiápow ánoGaiozcoc; fúapaXapvEafcxL tóv ob npooqKe á&KÉovTi
n¿ úSeXPrü) ÉnitpénEiv, Kai tabla pt^áXaiv KaKcuv 8i‘ abtóv
avpPaivóvwv i6ir| te ableo Kai toiot áXXoioi nací Tpaxji.
AXX ob yáp eixov EXtvrp ánoóobvat obte ÁEyovoi abtoioi tt|v
áXi)teiT|v tKioiEuov ói 'EXXrjvc^, coc; p£v tya) yvcópnv
ánopatvopai. toó Saipoviov napaaKEvá^ovro óküx; navcoXEfípii]
ánoXópEvot Kaxapavt; tovio tóiai ávGpcónoiot no\f]acoai. co<;
tcov peydtXwv áfiiKnpdfaov pEyáXai Eicri Kai a'x ti p copia i napa
tiov tteóv. Kai zabia pEv ir| fepot SokEei Eipniai.
Así decían los sacerdotes egipcios, pero yo también i'Egd dé> doy cré­
dito al relato narrado por ellos acerca de Helena, reflexionando estas
cosas ítáde epilegómenosA Si Helena hubiera estado en llión, con­
jeturo que habría sido restituida a los griegos, hubiese o no querido
Alejandro Pues Príamo no hubiese sido tan insensato, ni sus otros
parientes, de modo de poner en riesgo sus vidas, ni a sus hijos ni a su
ciudad para que. Alejandro conviviese con Helena. Y' si aun en los
primeros momentos resolvían estas cosas, luego que muchos de. los
demás troyanos, tras trabar combate con los griegos, murieron y no
existió ocasión en que no murieron dos, tres o aun más de los hijos
del propio Príamo en combate -si es preciso hablar sirviéndose en
cierta medida de los poetas épicos fei khré ti toisi epopoioísi
khreómenon lcgeiiV- habiendo ocurrido tales desgracias, yo sospe­
cho Cegó mén élpuinai) que si el propio Príamo hubiese vivido con
Helena, la habría restituido a los aqueos, con la idea de que se pon
dría fin a los males presentes. Ni tampoco el poder real habría de
recaer en Alejandro, de modo que siendo Príamo viejo los asuntos
estuvieran en las manos de aquél, sino que Héctor, que era mayor y
más hombre que él. habría de tomar el poder tras la muerte de Príamo,
a quien no le convenía ceder ante su hermano que cometía iniquida­
des, y en especial cuando grandes males les sucedían a él mismo y a
los otros troyanos por causa de aquél. Pero en efecto na podían devol­
ver a Helena y los griegos no les daban crédito aunque decían la
verdad, puesto que -ciertamente declara mi opinión íhos mén ego
gnómen apophnínomab- la divinidad disponía que las troyanos, ani-

51
quitadas con una ruina total, hicieran, esto evidente a los hombres:
que son también grandes los castigos de los dioses por los grandes
crímenes. Y estas cosas han sido dichas según mi opinión (kai taüta
mén téi emói dokéci eíretaiÁ

Desvinculándose discursivamente de los dichos de los sacerdotes


egipcios, Heródoto aboga, sin embargo, por la veracidad del testimonio
de aquellos, arribando a una conclusión análoga por medio de la re­
flexión (epilegómcnos). A partir de una reductio ad absurdum de los
hechos tal como fueron trasmitidos por la versión homérica, Heródoto
ratifica la veracidad de la versión recibida de parte de los sacerdotes
egipcios y pone en cuestión la fiabilidad de la épica como testimonio
sobre dicho suceso histórico.
Nos detendremos a continuación en el modo específico en que
Heródoto evoca a Homero en el ¡tasajo en cuestión y las consecuencias
epistemológicas de dichos procedimientos de captación del discurso épi­
co en la configuración de la naciente historiografía.
En primer término, resulta claro -a ia luz de la organización
discursiva del pasaje en cuestión- que la operación rectora por parte de
Heródoto consiste en conferir al testimonio de Homero el status de
“fuente", es decir, de un saber “histurizado”. En efecto, Heródoto invoca
la auctoritas de Homero -pero no yu como un saber monolítico y com­
pleto, como solía ser concebido en la Grecia Clásica- sino como fuente
de interrogación histonográfica pasible de ser puesta en cuestión y con­
frontada con otro6 testimonios-fuente. Heródoto, como lector de Homero,
ingresa al texto por los “vacíos” de sentido que ofrece el épos y, al hacer­
lo, fundu un nuevo discurso que se basa en la “sospecha", es decir, como
una contralectura de un discurso oficial legitimado. En este sentido,
mientras que la crítica del épos que más tarde hará Platón se funda en
una perspectiva gnoseológica y moral, en cambio, Heródoto reduce la
epopeya ai status de fuente, al de texto historizado e historizable. Esta
operación de lectura, que implica la desacraIización y cuestionamiento
de un saber legitimado por la tradición, le permite a Heródoto formular

15. El repudio de la poesía por parte de Platón en la Rcpúbliru se fundamenta en tres


razones principales: 1) está en tercer lugar en relación con la verdad (mimería
phanlásnuiitnY, 2) «u objeto de imitación es la parte inferior del alma (que es proclive
a los excesos y lo múltiple); 3) tiene un efecto catártico de todo lo “inferior' en el
hombre, vale decir, lo colérico, lo patético, lo ridículo, lo sexual, etc. que se inde|>endiza
del control de la razón al ser afectado por la poesía

52
CAitnu>2: llKiATnínooYDisft'i«t»iujfn>iuoG»Anoo tocto, irmumcxiv...

dos apreciaciones, en apariencia contradictorias, acerca del discurso


épico: tanto su carácter ficcional como su carácter histórico.

1} Zxi ficcionalidad de la epopeya. Heródoto sugiere que Homero efec­


tivamente conocía la versión trasmitida por los sacerdotes egipcios acerca
de la suerte de Helena, pero que deliberadamente decidió servirse de
otra pues aquélla no era conveniente (euprepés) para la composición (es
ten epopoiien). Mediante esta aseveración, destaca la ficcionalidad do la
epopeya en tanto discurso creado -no como legado / dictado por las
Musas- que no persigue estrictamente la veracidad de los aconteci­
mientos narrados, Bino más bien reviste una intencionalidad estética
En este sentido, la epopeya surgiría como una operación voluntaria
racional de un sujeto que escoge qué versión contar con arreglo a fines
literarios. Dicho carácter ficcional del discurso épico ya había sido suge­
rido en II, 23 al comentar acerca del río Océano (ver supra).
Resulta interesante destacar en las líneas citadas el empleo de dos
términos específicos: en primer lugar, el término epopoiíe, neologismo
herodoteo, que señala a la epopeya como género mimético particular a
partir de su primera nominalización. Se trata, probablemente, de un
término técnico, pues más tarde Aristóteles lo retomará en la Poética.
En segundo lugar, el empleo del término euprepés para calificar el télos
de la epopeya; es decir, la belleza y lo distinguido, lo conveniente, fren­
te a la veracidad de la historia. Aristóteles desarrolla una noción simi­
lar en la Poética al precisar que los historiadores y poetas difieren no
tanto por los rasgos formales de sus respectivas composiciones sino por
el hecho de que los primeros narran los sucesos que tuvieron lugar,
mientras que los segundos aquellos que pudieron haber tenido lugar.
Vemos que Heródoto -sin emplear categorías conceptuales a la manera
de Aristóteles- estaría precisando el objeta de la nueva disciplina por
diferenciación con la epopeya. Para ello se ve obligado a crear un término
específico "epopeya” que le permita distinguir las composiciones épicas,
a la manera de Homero, de otras obras en verso desvinculadas de la
naciente historiografía.
2) ¿xi historicidad de la epopeya. Al insistir en que Homero efectiva­
mente “tuvo conocimiento" de la historia narrada por los sacerdotes
egipcios y procurar justificar dicha aserción a partir de “cabos sueltos"

16. Cf. Aristóteles, Poética 1947 al3; 49 b9; 55 bl6; y cap* 23. 24. etc
17. Aristóteles, op.cit. 1451b.

53
Gahiún ÜAKII£

en los poemas épicos, Heródoto sugiere por primera vez el sustrato


histórico-real-humano sobre el que se funda el é/xw (y, en este sentido,
es el precursor claro de las modernas lecturas de Homero como pre­
sunta fuente/testimonio de un pasado griego arcaico). De este modo, a
partir de los testimonios recabados de una tradición oral (los relatos
egipcios), Heródoto pone en perspectiva histórica la leyenda fundacional
del pueblo griego y a Homero como "narrador" de dicha leyenda. En
este sentido, Heródoto “crea" a Homero como precursor historiográfico
y se inscribe, al mismo tiempo, dentro del aura de legitimidad de un
“decir prestigioso". Sin embargo, recorta a su vez su ¡ógos del discurso
de la epopeya en lo que atañe a la intencionalidad de uno y otro: Homero
no xe preocupa por la veracidad estricta de lo narrado -es por ello que
se sirve de una versión inexacta de la leyenda de Helena-, en tanto que
Heródoto, sí. La cita de Homero, por ende, implica por parte de Heródoto
un doble movimiento exegético de continuidad (con un discurso presti­
gioso temática y formalmente asimilable a la historiografía) y de ruptu­
ra (en relación con el tilos de uno y otro).
En síntesis, la evocación de Homero en calidad de fuente se aparta
de la referencia tradicional a Homero como cita-autoridad, en la que el
status mismo del nombre “Homero", por su sola presencia en el seno
del discurso citante, validaría no sólo el contenido de ese segundo dis­
curso sino que lo inscribiría dentro de una tradición autorizada. Dicho
nuevo status de fuente le permite a Heródoto insinuar una serie de
cuestiones en relación con la epopeya:
1) las inconsistencias y contradicciones internas a los poemas
homéricos (a) no tener la veracidad como objeto, la épica xe presenta
como un discurso dialogizado, heteróclito en que pueden coexistir ver­
siones divergentes e incluso contradictorias de un mismo hecho: por
ejemplo, la versión oficial de la presencia efectiva de Helena en Troya y
ciertos pasajes donde Homero parece sugerir la presencia de Alejandro
en Egipto, que podría corroborar la interpretación de Heródoto).
2) la coexistencia de elementos verídicos o históricos (aquellos ver­
sos en que se alude a la presencia de Alejandro, Helena y Menelao en
Egipto) y elementos “falsos o literarios" desde el punto de vista de
Heródoto (el traslado de Helena a Troya, que opera como motivo litera-
no) en el épos homérico.
3) el problema de la autoria en relación con las diferentes versiones
del ciclo troyano (Miada y Odisea vx. Cantos Ciprios).
Desarrollaremos, a modo de corolario de lo expuesto, otras dos
inferencias que es posible realizar en relación con el status otorgado

54
CAPÍTULO 2 Reí ato rpe»y discurso msruiuoGKAnco texto, iNTEjmcxn>..

por Heródoto al testimonio homérico y con lus exigencias intelectuales


de dicha operación de captación de la épica por parte de ia historiografía:
1) La isegorla del discurso historiográfico. En su recensión de testi­
monios, Heródoto otorga mayor crédito a la palabra (lógos) contempo­
ránea (hic ct nunc) de sus informantes (a la sazón, bárbaros) que a la
palabra (épos) institucionalizada y cristalizada del pasado helénico. En
este sentido, el criterio del que se servirá el historiador para conferir
validación a un “decir" sobre determinado asunto no será ya el de ma­
yor auctoritas sino el de mayor verosimilitud. El nuevo discurso funda­
do por Heródoto convoca en un plano de relativa igualdad testimonios
de las más variadas extracciones y decide a partir del criterio del mayor
sentido y no del mayor prestigio. Es así que el discurso historiográfico
surge como corolario del cuestionamiento y crisis de un relato único y
hegemónico, testimoniando, a su vez, la génesis de diferentes prácticas
discursivas en diferentes momentos históricos. Si ia epopeya es la “voz”
de un mundo aristocrático, inmóvil y pretérito, la historia será -a par­
tir de Heródoto- la “voz" de un mundo democrático, cambiante y pre­
sente.
2) La historiografía como saber “textualizado”. En II, 117.1 Heródoto
emplea el término khoríon con un sentido inusitado: el de “espacio
textual”; vale decir, con la acepción moderna de “cita”, “pasaje". Se
trata de un hápax de Heródoto que extrapola un lexema vinculado
más específicamente al campo semántico de la geometría (en tanto
“espacio comprendido entre lincas, aire o superficie”) o la geografía
(en el sentido de “sitio", “lugar", “emplazamiento") al campo semántico
de las formaciones discursivas (más específicamente, el de la lectura y
escritura). Dicho de otro modo, el término khoríon, en el sentido de
un recorte sobre un continuum discursivo (en este caso particular, del
épos homérico), es decir, una fragmentación arbitraria de un discurso
que se erigirá a modo de prueba (píxtis) en la argumentación
historiográfica. adquiere en este uso inusitado una dimensión
metadiscursiva. Dicha dimensión es sólo concebible en el seno de una
cultura que ha alcanzado un alto desarrollo de la reflexión sobre la
lengua merced al manejo asiduo y complejo de la “tecnología de la
19
palabra escrita". En este sentido, la operación historiográfica es sólo

18. Cf. PlaL Men., 82b; Huí. M.. 1094b; Eucl. El., 1, 34; Archim. Sph. el cyd., 1.6
19. Término empleado por W. Ong. Walter Ong: Orahty and Littracy. Tht
Technologuitig of the Word, Methuen and Co. Lid. London, 1982.

55
\i/winn

posible en la medida en que loa discursos producidos por dicha cultura


-en su gran mayoría órale»- empiezan a ser concebidos como “textos",
pasibles de ser “parcelados", “medidos", recortados", “transplantados”
en tanto objetos que ocupan espacio.
La consideración de Homero como fuente escrita, pasible, incluso,
de ser refutada por los dichos de los sacerdotes egipcios consultados
por Heródoto, exige una textualización previa del discurso épico. La
dependencia de la práxis histonográfica con respecto a la palabra es­
crita es clara: la fuente constituye un recorte siempre espacial (por
oposición a la interioridad y la identificación con el objeto que impone
la recepción auditiva). Es por ello que incluso los testimonios orales
-la mayor parte del acervo testimonial de Heródoto- constituyen tex­
tos (o discursos que exigen ser textualizados para poder ser interpre­
tados) que deben ser cotejados o confrontados con otros textos a fin de
permitir al htstor proponer una explicación con arreglo a la verdad/

1.3. Los modos de la interdiscursividaiL- la leyenda


de Helena y la pregunta sobre el origen

En el marco de un contexto histórico-político donde la palabra legitima


espacios de poder reales y simbólicos, Heródoto entabla una relación polé­
mica con Homero. Al escoger un adversario prestigioso, no sólo abreva de
la (lignitos de un decir consagrado por la tradición, sino que también, en
un mismo gesto inaugural, lo crea como precursor y se distancia de él con
ademán superador. Dicha confrontación -que, sin embargo, permanece
tácita a lo largo de la mayor parte de la narración histonográfica- vertebra
la obra herodotea y se trasluce -como efecto de lectura- en el reconoci­
miento de rasgos temáticos, estilísticos y formales fácilmente asimilables
a la épica homérica. Es por ello que los escasos pasajes en que emerge en

20 Fue a partir de la* investigaciones de M. Parry. completadlo» tras su muerte


prematura por Albert Lord, que comenzaron a estudiarse los modos de pensamiento
y expresión propios de una cultura oral en la génesis de los |>oemas homéricos. Cf.
Milman Parry: Epithétc trailihoneUe dan» Homérr, Paria. Les Belles Le tires, 1928
Más tarde. E. Havelock. desarrollando algunas implicaciones de los estudios de Parry
y Lord, sostuvo que la cultura gnega clásica constituyó esencialmente un mundo
intelectual oral, cuyo modo de pensamiento se caracterizó por patrones de pensa­
miento fijos y formularios Según E. Huvelock, un cambio sustancial se produjo hacia
la época de Platón, con la interiorización efectiva de la escritura y la ile|>endencia en
estructuras de pensamiento y expresión favorecidas por la primaria del texto escrito
Eric Havelock Preface lo Plato. Cambridge. Masa., Harvard University Presa, 1903.

56
CAPhVU>2: lUlXToUnCOYUiaCllWOllUrTORIOGBAinOO TOCTO. INTKIcnOCTV.

el plano de la enunciación la alusión directa a Homero -y de los cuales el


que refiere la leyenda de Helena es el más extenso y sugerente- exigen
una mirada escrutadora en la medida en que “dramatizan” jalones de un
enfrentamiento que aparece silenciado en la obra de Heródoto.
Ahora bien, la pregunta obligada de cualquier lector suspicaz es
por qué la referencia más extensa y compleja a Homero, cuyas carac­
terísticas hemos intentado desentrañar, se produce precisamente en
relación con el derrotero de Helena y la versión canónica de la gesta
de Troya. En otras palabras, ¿por qué Helena? La respuesta no puede
sino revestir la precariedad de una conjetura. Sin embargo, no me
parece descabellado pensar que en el marco de un momento histérico-
político en gran medida signado por la inestabilidad, la stásis y las
hostilidades mutuas se haya reavivado la pregunta acerca del origen.
Y, en definitiva, Helena se erige como un símbolo por antonomasia
del origen cultura) helénico. Además de los ecos identitarios -acaso
fortuitos- evocados por la homofonía del significante mismo {Heléne ■
Héllenes), la figura de Helena en cuanto protagonista principal de la
gesta de Troya se halla indisolublemente ligada a múltiples arkhaí de
la cultura helénica:
1) Un origen político-social: en tanto móvil de la guerra, la figura de
Helena operó a modo de núcleo aglutinante de póleis griegas disgrega­
das en su origen y convocadas en una primera empresa “panhelénica”,
sentando así en su disputa con los troyanos las bases de un sentimiento
identitario del pueblo griego.
2) Un origen económico: los legendarios raptos mutuos de mujeres
entre Oriente y Occidente -de los cuales, el de Helena es sin duda el
más significativo- encubren incursiones de pillaje, bélicas y de apertu­
ras de vías comerciales en el origen del antagonismo entre griegus y
persas. El propio Heródoto señala su importancia:

pév 5t| toix; Lk tÍK Aairi; XéYOvai Hé-pcai áprca^optvtov


tíóv yx»vatKcóv kóyov obótva noif)caaOai. rEXXqva^ Accke-
óaipovíqt; ¿ívf.kev ywaigóí atoXov peyav auvayEipai gai
¿nena fekftóvtat; tf]v ' Aoit]v tt)v Fipiápou Svvaptv
xateeiv. ' Ató xovtov a’iei tjYñaaafiai tó ’ Ekkqvigóv cr<>ioi
Etvai noXépiov. Tf|v yáp ’ AatT)v Kai tó fevotKÉovta tGvea
páppapa óiKniowrat ót llÉpaai. tqv & Ebpconnv gal tó
' EXkqvigóv f|yr|vcai KEXcopiaOai.
¿xw pueblos del Asia, añaden los ¡tersas, ninguna cuenta hicieron de
estas mujeres raptadas, pero los griegos, a causa de una mujer

57
lacedemonia, juntaron gran ejército, pasaron al Asia, y destruyeron
el reino de Priamo. Desde entonces, siempre tuvieron por enemigos a
los griegos, pues los persas miran como propias al Asia y a las nacio­
nes bárbaras que la puehlan, y consideran a Europa y a los griegos
como cosa aparte (Her. 1,4).

3) Un origen religioso: el rapto de Helena se halla estrechamente


vinculado al Juicio de París y la disputa entre las diosas olímpicas.
4) Un origen bélico: Helena es la motivación central de la guerra
victoriosa por antonomasia, legendaria y de enormes magnitudes en la
que participo todo un pueblo, para el cual el guerrear es un perpetuo
estado de cosas {modus vivcndi) en torno al cual se organiza la comuni­
dad cívica.
5) Un origen filosófico-moral: la fuga de Helena plantea la problemá­
tica -ya sugerida embrionariamente en la épica homérica- del
determinismo y la responsabilidad moral. En este sentido, se erige como
punto de partida de la constitución de una proto-subjetividad y escenifica
el pasaje de una cultura pre-moral, donde impera la idea de lo “bello", a
otra en la que comenzarán a regir nociones morales (lo “bueno").
6) Un origen “literario": el rapto de Helena constituye el “pre-texto”
(proolmion y próphasis) del surgimiento del ¿pos. A partir de esto, se
convertirá en antecedente indiscutido del prolífico "ciclo troyano”, que
se desarrollará en múltiples géneros discursivos.'
Habida cuenta de la estrecha relación entre la figura de Helena y los
“orígenes” del pueblo griego, no resulta extraño que Heródoto convoque
a Homero a una disputa precisamente sohre este punto. Tampoco lo es el
hecho de que le dedique a la cuestión de Helena -a pesar de la nula
injerencia en el desarrollo del relato- un espacio mucho mayor en rela­
ción con los otros breves pasajes en que alude a Homero. En definitiva,

21. Desde un enfoque ajeno ai nuestro. N. Loraux también vincula a Helena con loa
orígenes del mundo griego, pero asociándola al “fantasma de la sexualidad". Dice
Loraux “Pues Helena es mucho más que unA mujer, aunque fuera ésta hija de Zeus,
y "Helena” mucho más que el nombre de una mujer Ésta será al menos nu hipótesis
que “Helena" puede servir de nombre griego para la cosa sexual, entendiendo esta
expresión en su sentido más amplio, casi ilimitado y. con toda segundad, neutro,
mucho más allá de la diferencia entre los sexos. (...) que alredeilor del nombre Helena
se trata también de la sexualidad en tanto que es originaria también para los griegos."
N’icole Ixiraux: Las experiencias de Tírenlas. Lo femenino y el hombre griego, Buenos
Aires, Biblos, 2003, p. 222

58
CAiTnunü: Kejato gpion y niacunw hmukknikáikxi; texto, iwoiracw..

c*8 posible plantear el problema en términos sencillos: si la versión oficial


del rapto y derrotero de Helena es inexacta; si Helena efectivamente no
estuvo en Troya como se nos ha hecho creer, entonces, el origen es otro.
El gesto es puramente simbólico, pero no por ello menos elocuente. Un
origen otro exige otro acto fundador del discurso: un nuevo lógos que dé
cuenta de él. Este desplazamiento del origen sirve para justificar la nece­
sidad y la diferencia del discurso herodoteo.
Es innegable que en la “polifonía” de la obra herodotea, las reso­
nancias homéricas se multiplican de manera creciente conforme
avanza el relato; sin embargo, con excepción de unos pocos pasajes -
de entre los que sobresale ciertamente el de la leyenda de Helena-,
la referencia directa o indirecta a Homero desde el plano de la enun­
ciación es exigua. Es por ello que los cinco parágrafos que el histo­
riador destina en el Libro II al debate abierto con Homero en rela­
ción con “la cuestión de Helena” producen un fuerte impacto en el
receptor: al citarlo, Heródoto explícita una compleja relación
intertextual que, no obstante, permanece relegada al plano de lo no-
dicho durante la mayor parte del relato. Desenmascara, para em­
plear la ya célebre frase de Bloom, una “angustiosa influencia". La

22. La memoria de loa orígenes constituye, en efecto, una invariante cultural (Cf
Isabelle Schulte-TenckhofT: La uue portée au loin. Une hmtoire de la pensée
anthrvpologique, Lausana, Editions den bus. 1985, p. 87). 1.a referencia a una causa
primera, al relato inicial o al momento original es. en la mayoría de las culturas, la
piedra angular que organiza los memoranda, es decir, los acontecimientos salientes
dignas de ser recordados por una comunidad y que contribuyen a la construcción de
su identidad. (Cf. Patrick J. Géary La mémoire el l'oubli á la fin du premier milUnaire,
París. Aubier, 1996. p. 27). En este sentido, los poemas épicos -que narran la gesta de
Troya- son los "textos de fundación" por antonomasia de la cultura griega, en la
medida en que garantizan la cvlierencia, pervivencia y trasmisión de pautas cultura­
les identitarias del pueblo griego por referencia a un “ongcn común". Es por ello que
el surgimiento de un nuevo logan sobre el pasado "nacional" y la legitimación de la voz
del híetor exige, por un lado, una referencia obligada a dicho relato de origen y. por
otro, una sutil operación de relectura, reinterpretación o rcsignificación que posibilite
lu emergencia de un “relato otro" pero que no implique una ruptura abierta con el
discurso oficial Es asi que la digresión herodotea sobre la leyenda de Helena -anecdóticu
a los efectos de la narración- adquiere un valor esencialmente simbólico, pues testi­
monia dicho gesto doble de continuidad y ruptura. Tal como señala P. Connerton. un
origen completamente nuevo es impensahie, dado que existen un gran número de
lealtades y hábitos preexistentes que impiden la sustitución de las temporalidades
anteriores; BÍn embargo, es posible que en determinado momento ciertos individuos o
grupos jerarquicen o instauren un “nuevo momento original” para fundar una iden­
tidad presente, l’aul Connerton Wow Soctelies fíemember, Cambridge, CUP, 1989, pp.
6 y sa.

59
Gajrün Bakil*

enunciación dn dicha confrontación es también, en cierta medida,


tranquilizadora para el lector, que no puede dejar de percibir la insis­
tencia del legado homérico en la narración, a modo de una presencia
latente incluso en la génesis misma del relato.
Nos hemos detenido también en la ambivalencia que conlleva dicha
evocación de Homero por parte de Heródoto: se trata, por un lado, de
demarcar una continuidad respecto de un discurso legitimado, de crear
un precursor en la figura de Homero para un discurso nuevo (capta­
ción): pero, por otro, el mismo gesto implica un acto de ruptura, una
desviación de dicho origen, desviación que confina a Homero al status
de fuente pasible de ser cuestionada, convalidada o refutada lisa y lia-
23
namente (subversión). Dicho movimiento de aproximación y distan-
ciamiento simultáneo se logra a partir de una lectura desviada de la
épica -operación tan radical que, sumada a la desviación interpretativa
de otros discursos consagrados (en especial, el relato de los logógrafos,
el discurso trágico y la floreciente arte retórica), redundó en el surgi­
miento de un género sin precedentes. La historia, en tanto discurso de
Él
ruptura, se funda así en la sospecha sobre la palabra heredada.

2. Epílogo: Helena y el campo intelectual del Siglo V

Las elucubraciones de llérodoto acerca de la suerte de Helena no


constituyen un hecho aislado, sino que se hacen eco de otros discursos

23 Lhce D. Muingueneau en el ítem "captación versus subversión": "El estudio de las


relaciones interdiscursivas y en particular de la hipertextualidad permito poner en
evidencia dos estrategias opuestas de /vrniwxMfa (D. Maingucneau. 1991, p. 155) de un
texto o géneros de discurso en otros la captación y la subversión (Grésillon y
.Maingueneau, 1934, pág. 115). La metáfora financiera de la “reinversión' permite
subrayar que un texto o un género, una vez inscriptos en La memoria, son portadores de
un capital variable de autoridad, evaluado positiva o negativamente. Captación y sub­
versión pueden afectar u un texto («articular de|iendiente de un género, o solamente al
género: 1) La captación consiste en transferir solre el discurso reinversor la autoridad
asignada al texto o género fuente (...) 2) En la subversión, por el contrario, la imitación
(icraute descalificar la autoridad del texto o género fuente (...) La reinversión implica
que el destinatario está en condiciones de percibir el discurso fuente, lo cual refuerza ia
connivencia entre productor y destinatario. Puede suceder que una reinversión sea
ambigua, que se la pueda interpretar a la ver como captación y como suhuersión’. El
destacado es mió. Ambos mencionudos por P. Charaudeau y D. Maingueneau, Diccio­
nario de análisis del discurso, Buenos Aires, Amorrortu. 2005. p. 84.
24. Desde una perspectiva de lu antropología de la memoria, una relación dialéctica
similar parece existir entre la memoria y la (listona. Según P. Nora una y otra se
oponen de manera radical La memoriu es múltiple, afectiva, mágica, cambiante,

60
Capíhilo 2: Kkiato épico y docurso iiistohioghaitco: texto, i vtwtkxto ..

•uticos del campo intelectual de la última mitad del siglo V que, desde
estructuras genéricas diferentes, polemizan acerca del origen. No es
un hecho fortuito que también éstos carguen sus tintas sobre la contro­
vertida Helena. Y en este sentido, dichos textos también constituyen
mutatis mu tañáis discursos de ruptura. Los alcances del presente tra­
bajo nos impiden desarrollar en detalle les rasgos particulares de cada
uno de ellos; sin embargo, esbozaremos a modo de conclusión algunos
aspectos que den cuenta de su interdiscursividad y desafío de la ortodo­
xia literaria de la Grecia Clásica. El primero de ellos es el Encomio de
Helena cuya autoría se atribuye con creciente certeza a Gorgias. Insta­
lado en una ostensible zona de provocación, Gorgias brega por la ino­
cencia de Helena, poniendo una vez más de relieve el tema de la res-
IMinsabilidad moral tradicionulinente asociado a la controvertida figura
de la espartana. Otorgándole al lagos una dimensión excepcional, a sa­
ber, la capacidad probatoria y refutatoria, Gorgias -pionero del arte
retórico- deconstruye el relato oficial acerca de la infamia de Helena y,
ul hacerlo, sienta las bases de un nuevo género discursivo: el judicial.
El segundo de ellos es la Helena de Eurípides, fechada hacia el año 412
a.C. En esta pieza, que desafía -como gran parte de la dramaturgia
eunpidea, particularmente, la de finales de su carrera- los estrictos
cánones del discurso trágico, Eurípides dramatiza también una versión
no oficial (extraoficial) de la leyenda de Helena. Se basa sobre una ver­
sión, que Platón iRep. IX, 586c) atribuye a Estesícoro, según la cual
Helena jamás estuvo en Troya, sino que permaneció en Egipto, y fue
suplantada en Ilion por un fantasma teidolon) fabricado ad hoc por los
dioses. En un gesto netamente paródico, Eurípides, sirviéndose de esta
versión marginal de la leyenda, de-construye el mito. Centrándose pre­
cisamente sobre el “fantasma” -o dicho de otro modo, los residuos

sacraliza el recuerdo y es capaz de integrarse en estrategias identitarias 1.a historia,


en cambio, constituye una operación intelectual y laicizante, que desacraliza el re­
cuerdo e invita al análisis y al discurso crítico. Sin embargo, existe también una
interdependencia entre ambus: la historia busca constantemente protegerse contra
la memoria pero, a menudo, adopta sus métodos, objetivos y rasgos. Cf. Fierre Nora
(ed): Lex l.ieux de mémoire, París, Gallimard, 1992 En la Grecia Clásica, la epopeya es
la matnz discursiva que organiza y trasmite una memoria “fuerte’, es decir, el conjun­
to de representaciones que una comunidad hace de su historin y de su destino y que
configura su identidad. Frente a ella, la historia opone un discurso novedoso que se
distancia críticamente del pasado para juzgarlo, es decir, que ordena, modela, busca
discernir y aclarar. Cf. Georges Balandier, Le dcdale. Pvur en finir aiw le XX xieícle,
París. Fayard. 1994. p.43

61
Gastón IIasiij*

fantasmáticos del relato legitimado por la comunidad- Eurípides despo­


ja al mito de su valor de verdad fundadora e inapelable. Es decir, resal­
ta el carácter ficcional (construido) del mvthos. Al hacerlo, ilustra el
cariz contestatario de su producción trágica: su obra ya no sólo recrea­
rá el mito, sino que con creciente vehemencia habrá de probleniatizarlo,
cuestionarlo y, muy a menudo, parodiarlo. Es en esta "lectura desvia­
da” de la gesta de Troya y de su malhadada protagonista, en tanto rela­
to del origen y origen de un relato, donde también reclama su lugar de
disensión y ruptura la naciente historiografía.

62
Capítulo 3

121 ecosistema metafórico de Semónides. Un estudio


de las metáforas de animales en el Yambo de las
mujeres'

Débora Center

Entendiendo la metáfora como la interacción entre dos dominios


semánticos diferentes, en la que uno de ellos es comprendido en térmi­
nos del otro,' analizaremos los procesos metafóricos en el Yambo de ¡as
mujeres de Semónides. Es objetivo de este trabajo estudiar los semas
comunes a los dos dominios relacionados en el sistema que estudiare­
mos, el dominio-fuente "animal" y el dominio-blanco “humano", para
relevar así aquellos perfiles conceptuales que son resultado de la metá­
fora. Una vez determinados los perfiles, analizaremos cómo el proceso
metafórico adquiere un estatuto mayor de significado, en tanto permite
configurar los conceptos de cuerpo, individualidad y carácter femeni­
nos, como así también determinar el papel político y social de la mujer
en el contexto de producción de la obra.

* Una versión preliminar del siguiente trabajo ha sido presentada en las Vil Jomadas
de Cultura Clásica “Identidad y diferencia” organizadas por la Universidad del Salva­
dor. 27 y 2fi de septiembre de 2007.
1 William Crofl: "The role of the dorna i ns in the interpretation oí metaphors luid
metommics" en Cagnitive LinguuUics 4-4, 1993, p. 339 y ss, considera que un domi­
nio es una estructura semántica mayor que sirve como base pura diferentes perfiles
de conceptos Por ejemplo, en “arco de un círculo”, ■arco" es el perfil, “círculo" es su
base, pero el concepto larca) incluye ambos elementos. Una metáfora es una relación
entre dos dominios independientes: un dominio-fuente y un dominio-blanco al que
pertenece el concepto que se quiere describir.

63
i JrnoRA Ce.ytbi

1. Las mujeres animales

El /anido de las mujeres nos presenta una sucesión de tipologías


femeninas que, según se dice, son creadas por Zeus a partir de diferen­
tes animales.
Lo primero que se menciona es la separación entre la configuración
de la mujer y el nóos en los versos 1-2:

Xcopii; yvvaiKói; Oeó^ tKoripEV vóov


tá 23

Se determina así el carácter completamente privado del rasgo por


excelencia humano, el entendimiento, que tendrán en los versos suce­
sivos los tipos de mujeres desenptos. El término khorís destacado al
principio del primer verso, ha obtenido diferentes interpretaciones de
la crítica y los traductores. Algunos consideran que khorís funciona
aquí como adverbio y lo traducen como “de manera diferente". En esta
línea de interpretación, el pensamiento femenino sería sólo diferente
del pensamiento del hombre:

En primer lugar, el dios creó el entendimiento de la mujer de mane­


ra diferente.

Tal lectura ha servido de punto de partida a la común y ya extendida


interpretación misógina del poema. También es posible interpretar
khorís como un udverbio que expresaría la diversidad dentro del con­
junto que forman las mujeres descriptas. De este modo, habría diferen­
tes tipos de entendimiento o maneras de ser ya no en contraposición
con el hombre sino en el interior mismo del género femenino. En todo
caso, la estructura es ambigua. I-a línea que seguiremos es la que con­
sidera khorís como una preposición de genitivo con su régimen gynaikós,
con lo cual el significado del verso sería:

En primer lugar, el dios creó el entendimiento separado de la mujer.

2. Ix* textos corresponden a la edición de Martín L. West, lambí el elegí graeci,


Oxford, Oxford Clarondon Proas. 1972. V. II.
3. Francisco Rodríguez Adrados- Lírieox griego». Elegiaco» y Yambógrafos Arcaico»,
Madrid, Alianza, 1981 y D. Amson Svarlien. “Women by Semonides of Amorgos,
translation and notes" en Diolima. Anlhology of Tranolated Texto, www.stoa.org. 1996.

64
CArtHJLo3: El.«rawm-MA MffraróaicnDKSsMóNirNW. l’NKwn i*i.

Ahí, la caracterización inicial serviría de base al sistema de metáfo-


ma que funciona en todo el poema. De hecho, en lo sucesivo, los dife-
i rules tipos de mujeres se describirán a través de metáforas de anima-
Ii’h: es la diferencia esencial entre humanos y animales -la facultad de
entendimiento- la que sirve de rasgo que relaciona los dominios del
sistema metafórico desarrollado en los versos siguientes. Así, median­
il» la atribución de la falta de entendimiento propiamente animal al
género femenino, se articulan todas las metáforas con las que se irán
describiendo las diferentes clases de mujeres/
Por otra parte, creemos que cada una de las metáforas es reforzada
por el ubo de la preposición (ek'l que introduce los diversos animales a
partir de los cuales se define a las mujeres. De hecho, la idea de origen,
que conlleva ese nexo, condensa el recurso metafórico: los animales no
serían así simples modelos a partir de los cuales las mujeres son he­
chas. Por el contrario, el valor que la preposición tiene para expresar la
idea de filiación (como si las mujeres fueran hijas de los animales) otor­
ga valor ontológico a las metáforas: las mujeres son animales.
La primera mujer que se describe es la mujer-cerdo. En esta prime­
ra configuración metafórica se observa cómo los atributos se confunden
y, tal como sucederá en todo el sistema metafórico que compone el
poema, la eficacia del recurso se apoyará en la imposibilidad de definir
si lo que se predica, de hecho, se predica del tema o del foro; es decir,
si lo que se dice sirve para definir a las mujeres o para determinar más
al concepto con el que se las compara y así reforzar la metáfora.
En el caso de la mujer-cerdo, la ambigüedad de la predicación se
produce a través de su háhitut-.

Xcopi<; yuvatKó<; trcoínuEv vóov


ia npóta. pév to;
xíp rrápt’ áv oíxov pop popen i KF.Iwppeva
áxoopa Keitai Kai KvAivóstat x<Wt
*
aVtf| 5’ áXouio; ánXútotq tev Elpaatv
kv KOJtptT]ioiv fyiévq ntaívexai.

4. Es importante deatacar lu estrecha relación entre rióos y thymóe en la noción


arcaica de estos términos ya que la privación femenina resulta de este modo aun
mayor.
5 Chaim Perelman y Lucir Olhrechts-Tyteca: Tratado de la argumentación. La nue­
va retórica, traducción de Julia Sevilla Muñoz, Madrid. Credos, 1994. p 571.
I)f4K>KA ClWW

En primer lugar, el dios creó el entendimiento separado de la rnujet.


Y a una fia hizo] de la cerda de pelo largo;
todo está desordenado en su casa,
mezclado con lodo y rueda por la tierra.
Y ella misma engorda, sucia, en vestidos sin lavar,
sentada en medio del estiércol. (1-6)

En efecto, que sea el oikos, lugar donde convivían las mujeres y lux
cerdos (animales domésticos comunes en la organización hogareña grie­
ga), el término en el que se apoya la metáfora es una muestra clara del
funcionamiento de la fusión metafórica como uno de los principales
recursos argumentativos del lenguaje. Si bien no creemos que el obje­
tivo principal del yambo sea argumentativo, no se debe desdeñar el
carácter de la lírica arcaica como vehículo de un discurso y, por ende,
de una ideología política. De hecho, lo que queda determinado en este
proceso metafórico es el oikos como lugar casi exclusivo de acción para
la mujer, alejada, al igual que los animales, del ámbito cívico puramen­
te masculino. Además de esta determinación espacial genérica, puede
observarse también, ya desde la primera metáfora, la caracterización
de la mujer como un ser sucio, irracional y desagradable, tal como el
cerdo, a la que sólo le atrae comer y revolcarse en sus propios excre­
mentos y que ni siquiera tiene la capacidad para mantener en orden su
propio hábitat, el oikos. De hecho, si bien no hay testimonios de una
clasificación precisa de los animales a los que los griegos les tenían
especial repulsión, se sabe que el cerdo y el perro eran considerados
impuros por su hábito común de escatofagia y sus prácticas sexuales en
público.
Precisamente, la mujer-perro es otra de las tipologías desenptas en
el Yumbo. Este hecho noB permite pensar que, tal como afirman Lakoff
y Johnson, existe una sistematicidad interna de cada metáfora y tam­
bién una sistematicidad global entre las diferentes metáforas que orga­
nizan nuestros conceptos, luego nuestras experiencias y finalmente
nuestro lenguaje. Es ésta la estructuración del Yambo- para hablar del

6. Idem, p. 610 y as.


7. Robert Parker Miasma. Pollution and puriflcution in Early Greek Religión.
Clarendon Oxford, 1996
8 Gwrge LukofT y Mark Juhnaon Metáforas de la vida cotidiana. Madrid, Cátedra,
1998

66
CAPÍTULO 3: El. KCOSfíaSMA MKTAFÓKK» OKSeMÓNIUKS. Un KflVINO...

gáiu < o femenino, nada resulta más claro que hacerlo a través de su
■Mil|xiración con elementos naturales, entidades completamente cono *
«< incorporadas en la esfera de la praxis humana. Así, la cohesión
*"«••• el toma y foro de cada metáfora es sumamente fuerte y funcional,
hiiin también lo es la claridad conceptual del conjunto que aquéllas
forman.
lio este modo, si se empezó la caracterización de la mujer compa­
rándola con el chancho, con la connotación que este animal tenía (y
l • <>« hiista nuestros días), no extraía que en el sistema global mctafó-
ri<<» dol Yambo esté presente también la mujer-perro:

tf|v 8 fe
* kiTOpyov, avtopí]iopa.
kvvCx;,
H ftáut’ áKOÜaai, návra 8' ctifcvai 0¿Xei,
náurqi nairtaivovaa xal nXavtoptpr)
XfXqKEV. f|v «al pqóév' ávtyxóitcov bpát.
navaeiE 8 dcv piv ota' ánEtXiloaG ávf]p,
ob5‘ eí xoXcoOeíq b^apásEiEv XWan
óSóvxat;. ov5 dv petXix^ ppBeopevoc;.
obó' eí napa ^eívololv t|p¿VT] wx1!1-
áXX’ bpnt&i); dnpqKTOV abovf|v éxei-
Y a otra, de una perra, llena de ira, capaz de procrear por ella misma,
la que quiere oír todo, saber todo,
la que vagando y mirando para todos lados
aúlla, aunque no vea a ningún hombre.
Y un varón no la calmarla, nt habiéndola amenazado,
ni si se enojara y le rompiera los dientes con una piedra,
ni tampoco hablándole dulcemente, aunque estuviera sentada entre
huéspedes,
sino que produce constantemente un grito inútil. (12-201

0. autométoru lia sido discutido y traducido de varias maneras: “madre una y otra vez"
(Verdenius), “igual que su madre" (Cambell), “una nena de mamá" (Lloyd- Jones),
“capaz de procrear por ella misma" id. sin su marido, “promiscua" l Wcsl). Ninguna de
estas acepciones es lo suficientemente convincente y por eso Wilhelm corrige los mas.
y toma la variante automéstora cuya traducción sería- “creadoru de sus propias deci­
siones". “que es su propia consejera". Tomamos la acepción de West por ser la más
adecuada a la caracterización total de la mujer-perro y la que mejor mantiene la
ambigüedad de los términos en la estructura metafórica

67
I)P4K>KA O..V!TX

Una vez más vemos cómo ciertos términos tales como planuménc
(“vagar”, “merodear”), léleken (“gritar”, “aullar"), anér (“mando”, “va­
rón”) y automotora (“capaz de procrear por ella misma”), oscilan entre
la pertenencia al campo del tema o al del foro y enriquecen, de este
modo, la metáfora.
Por otra parte, en la presentación de la mujer-perro aparece una
preocupación por el comportamiento femenino en público que pone es­
pecial énfasis en su incapacidad de hablar en forma correcta y en su
falta de aidós que la hace capaz aun de enfrentar a su marido. A partir
de esta caracterización, queda presentada la miyer como un ser que, al
igual que los animales, no sólo no tiene el razonamiento suficiente sino
que tampoco posee un comportamiento conveniente ni un lenguaje ade­
cuado como para expresarse en la estructura social de una comunidad
(áprekton hauunén, 20). Asimismo, se resalta la ferocidad casi animal
de este tipo de mujer, que ni siquiera por la acción igualmente brutal
de un hombre podría ser refrenada (litorgón,12-, paútete d'án min
oúCapeilésas anér, oud'ei kholotheia exaráxeien lithoi ndóntas, 16-17).
Del mismo modo, se destaca la inclinación del genero femenino al sexo,
(au tométora, 12), tal como se realizará en el caso de la mujer-burro y la
myjer-comadreja:

tqv S ¿k noXiÍK kocL naXivtpi|3éoí óvov,


f| abv t* áváyKqi cúv i tvixqiatv pÓY1^
éctEpsC ydiv ánavta KánovqaaTO
ápecrtór tólpa 5 feaOíci ¿v pvx¿)i
npovús Kpoiipap, taOiei 5‘ be’ éaxápT|i.
bpw; kcü npó; Épyov á<)poÓiaiov
hlGóvf tzaipov binivcov tSé^axo.
zf|v 5' ék yaXfic;, Súavqvov ot^upov y£vo<;-
KF.ÍVT]l Y«P oí) ti xaXóv ov8 fcnípípov
TtpóoEozxv obÓÉ tcpnvóv otó’ tpáapiov.
cbvqc; 5' áXqvf)t; taziv á^jpoSiaíi]^,
tóv 5‘ ávSpa tóv JtapEunna vavciqi 5i6oí.
kXéjcxoixxx 5' ép8ei nokXá yel-tovac; KctKá.
áOvaza 5' ipá nokÁáKi^ KceccoOtci.

10. Cf Hesródo. Trabajos y tifas, *v. 276-290:


ióvóc yáp ávOpóKoioi vógov óiFta’f Kpovtuv.
IfcOúai ptv xal Oqpai xai oUovoí; xrxzT]voi<;
taOciv áJJ.qXov;. trcl oü óitcq toxt nxx’ abxoi;

68
CAI*rniU) 3 El KTUOXTAMA MrrAHlKKX) l»KSiCMOHIÜW UN KKn>i*ii>

V <1 otra, del burro grisáceo y azotado repetidas veces,


Ai qu« por obligación y con amenazas apenas soporta tudas las cosas
y ¡tone esfuerzo satisfactorio. Y, mientras tanto, come a escondidas
día y noche, come cerca del hogar.
Sin embargo también recibe a cualquier compañero
que llegue para el acto afrodisíaco.
Y a otra, de la comadreja, lamentable estirpe desdichada,
pues ella no tiene nada bueno ni ansiado,
ni agradable ni anhelado,
¡tero está loca por el lecho afrodisíaco
y (por esto/ daría náuseas al hombre que esté, con ella.
Robando hace muchos males a sus vecinos
y muchas veces decora animales na destinados al sacrificio. (43-56).

En estas dos configuraciones de mujeres se observa cómo a través


•Ir las metáforas animales parece quedar determinada la inclinación
•ifl/uruZ del género femenino a saciur su apetito y sus deseos sexuales.
En cuanto a los alimentos, con una reiteración enfática del verbo esthío
("comer’), se dice que la mujer-burro no puede refrenar su apetito en
todo el día (46-47):

...Tó<£pa 5 feaGif.i |iév Év jxvxcoi


npovís npoíjpap, toOíei 8 fen' kaxápr|L

Incluso, la metáfora adquiere más fuerza al mencionar, en el caso


de la mujer-comadreja, la ingesta de animales que aún no se habían
incluido en el rito del sacrificio (áthysta hirá, 56). En realidad, la in­
terpretación de áthysta es compleja porque conlleva necesariamente
la cuestión de si la carne que se comía provenía sólo de los sacrificios
o si había una especial valoración de ese tipo de comida, aunque para­
lelamente existía otra posibilidad de adquirir carne fuera de los ri­
tos. Así, es difícil elucidar si lo que se critica a la mujer-comadreja es

11. Seguimos para la traducción de áthysta a Francisco Rodríguez Adrados (direc.),


DGE, Madrid, CSIC. 19R9, v. I. S. V.
12. Rubín üsbome: “Womcn and Sacrifico in Clussical Grvcce" en K Buxton (ed ),
Oxford Rcadings in Grtth Religión. Oxford. 2000, discute extendidamente este tema
y se opono a la postura de Detienne, quien piensa que toda la carne que se comía
provenía de los rituales.

69
s r xl >

bu desajuste a una costumbre socialmente establecida o su voraci.l


tal que la lleva a comer carne de cualquier procedencia. De todos inodoN,
en ambos casos, lo que la metáfora recalca es que, por su caráctof
salvaje, por anteponer su apetito a las costumbres que rigen en su
comunidad, la mujer-comadreja quedaría excluida de los ritol
sacrificiales, fuera de una de las más importante ceremonias de In
religión griega.
En cuanto a su inclinación a los encuentros sexuales, se recalca, con
el verbo usualmente utilizado para el recibimiento de huéspedr
.
*
dékhomai, la indiscriminada predisposición de la mujer-burro ante cual­
quiera (hetairon hantinón, 49), que se acerque. No hay que pasar por
alto tampoco la mención de los encuentros sexuales, solapada a través
del eufemismo y la metonimia (¿rgon aphrodisinn, 48; cuné aphrodisie,
53). La utilización de estos recursos retóricos de mitigación, que alu­
den sin nombrar, puede deberse a la consideración del acto sexual como
miasma, sobre todo cuando se realiza con una mujer, ser manchado
por naturaleza. Así, se evita la mención directa al acto sexual y se
refuerza la repulsión a la suciedad femenina, intensificada especialmente
en el caso de la mujer-burro, al compararla con un animal comúnmen­
te asociado a la falta de limpieza y a la carencia de pudor en su compor­
tamiento sexual. Incluso, la metáfora es más efectiva al mencionar la
molestia física que la mujer produce a su marido (54). En este caso, la
expresión utilizada -nausíe- encierra otra metáfora, lexical izada hasta
nuestros días, en la que se compara el malestar con la sensación expe­
rimentada en un viqje por mar. Por consiguiente, como quedará evi­
denciado luego del análisis de la mujer-mar y de la mm'er-tierra, el
sistema metafórico que compone el Yambo tiene un gran apoyo en los
elementos naturales y en especial en lo visual. I^as metáforas son ar­
madas a partir del contexto de producción del poema, un ambiente agra­
rio, en el que sus componentes básicos (los animales, la tierra y el mar)
adquieren un nuevo estatuto significativo.
Otro aspecto que recorre varias tipologías de las mujeres-animales
es la preocupación por la actitud del género femenino delante de los

13. Cf. Anne Carson: “Pulting her in her place: woman, dirt, and desire" en David M.
Halperin, John J. Winkler & Froma I. Zeitlin (ed«.). Befare Sexuality. The corutrucfion
of erotic expcrietict in the arwirnt grrek morid, Princeton, NJ. Princeton Umvervity
Proa». 1990; Kenneth J. Dover, Gn-ek popular rnorahty, Hackett Publiahing Company,
Cambridge, 1994 y Robert Parker, op. cit.

70
CArtnnx) 3 El. RmMxnuM mktaforico dkdemónidks. Us rxiviMo..

Mk|í ioh y por la crítica social que podría recibir el marido u causa
in i omportamiento. Así, la mujer-perro no puede ser contenida ni
0i|ur uatuviera sentada entre huéspedes
* (19). Del mismo minio, en
lb.nl del Yambo, a partir del verso 99, ya directamente se afirma que
^u|i i i-» la causante de la peor calamidad para el olkos, el hambre, y
| "donde hay una mujer, no se recibiría de buen grado a ningún
!«•(• i que llegara a la casa" (106-7):

6m>i> ywq. yap tonv otó’ t; oíkit]v


t» iwv poXóvta r.poópóvío; Sekoíocto.

A ni, parecería ser que estas mujeres, además de no ajustarse a las


Mi..» timbres rituales en cuanto a la ingesta de carne, corrompen otra de
In. prácticas esenciales de la comunidad: la xenía. De este modo, se
lohicrta aun más la configuración de la mujer como ser coinplctamen-
h» di «ajustado a las normas sociales y políticas de la sociedad.
Un caso particular entre todas las mujeres-animales es lu mujer-
•tlii jn, única tipología femenina que se describe con características no
perjudiciales para el hombre:

8 ék peXícotk vfjv ti; eíkuxfá Xaíkbv


Keívqi ydp otqi peópo; oú npooi^ávF.v,
OaXXet 5' bn abrí]; KáJtafc^ETai pío;.
OtXq Sé avv ^tXéouti yripdoKEt noost
Tf.KOvea KaXóv KtbvopáicXvTov y¿vo;.
KáputpETtTK pév tv yvvat^l yívExai
naaqiOL, 0EÍr| 5‘ áp|i8t5popEv fcápi;.
obó' hv yuvai^iv f^Etat xaOqpévq
6kov Xéyovaiw á^poStoíou; Xóyov;.
tola; yvvaÍKa; ávSpdciv xapt^ETai
Zeú; Td; Aplata; icai itoX\4pa8eatdta;-
id 8 dXXa <>vXa taüta pqxctvfji Ato;
fcativ te rcdvta xai nap ávSpdatv pcveí.
Y a otra, de la abeja. Cualquier hombre es feliz con ella.
Pues ningún reproche se le hace a esa única mujer,
la riqueza crece y florece por ella,
y amante del que la ama, envejece con su esposo,
luego de haber engendrado una familia hermosa y de célebre nombre.
Se distingue entre todas

71
Drrora Crvn h

y una gracia divina la rodea.


Na le gusta permanecer entre mujeres,
donde se dicen palabras afrodisíacas.
Can tales mujeres Zeus complace a los hombres,
las mejores y las más inteligentes.
Pera aquellas otras clases existen también por un ardid de Zeus
Y todas permanecen junto al hombre. (84-95).

En la configuración de este tipo de mqjer se presenta una metáfora


ya utilizada en Teogonia con una variación en el tema que es sumamen­
te significativa. De hecho, en Hesíodo, el sistema metafórico tiene el
mismo objetivo que en el Yambo-, la oposición entre el carácter femeni­
no y el masculino. Sin embargo, en Teogonia las numeres son los zángu-
nos, seres que se aprovechan y viven ociosamente del trabajo del hom­
bre-abeja:

5- bnót‘ tv Q|if]V£aoi KaTt]pE$>¿£aai. péXiGoai


Kf^va^ poaKüxn. Karóiz ^uvqova^ ¿pycov
al pÉv te npóJtav fyiap tjéXiov KaxaSwxa
fyiáTtai aneúóovoi tiOf.Ígí te gqpta ÁEvicá,
ol 5 ¿inocOe pÉvovxc; ¿nqpE^Éa^ gara aíppXouc;
áÁXótpiov gápaTOV oteTépqv *
yaatcp ápánnav
5 aí-xioq dróptaci KaKÓv Ourycoicn ywaíxa^
ZeC$ bvippEMé-CT]^ Otíke, ^uvqova; Épyajv
ápyaktúiv. f.TEpov 8é nópcv icaKóv áur áyaBoto.
Como cuando en las colmenas abovedadas las abejas
alimentan a los zánganos, que cometen malas acciones.
Y aquéllas trabajan con esfuerzo toda la jornada hasta la puesta del sol,
día tras diu y colocan panales blancos,
pero aquellos, permaneciendo adentro, en las colmenas recubiertas,
llevan a sus propios estómagos el cansancio ajeno.
Y asi, de este modo, Zeus, el que resuena en el alto cielo,
dio a los hombres mortales un mal, las mujeres,
compañeras de los terribles trabqjos. Y otro mal otorgó a cambio del
bien. (594-602)

Por el contrario, en el Yambo, la mujer es la abeja, mujer que, a


diferencia de todas las demás tipologías descriptas, no ocasiona nin­
gún reproche (85), es una buena madre y esposa (87-8), rehuye de
las otras mujeres y de sus charlas sexuales (91-2) y que, además, a

72
Cwfnix) 3: Ei.kcoxmkma mktafoiuoo dkSemómoks. Un mti mo...

4ili rancia de los demás tipos femeninos que son causa del hambre
un <*l oikos, la mujer-abeja cuida y hace aumentar la riqueza de su
l<iiaa ítífl). Así, la metáfora utiliza un foro ya fosilizado en el imagi-
miiio colectivo pero lo reformula para aplicarlo a un nuevo tema.
Ihi i ste modo, el perfil de la mujer-abeja, resignifica la interrelación
filtro los dos dominios semánticos que encontramos en Hesíodo y
funciona en oposición a todas las otras metáforas animales que com-
phiion el sistema del Yambo.

2. Las mujeres “agua y tierra”

En el campo léxico natural que forma el Yambo no es sorprenden­


te que se incluyan los elementos tierra y agua, pero quizás lo que
merezca cierto análisis sea la utilización y reformulación de estos
• lomen tos con un funcionamiento metafórico ya fijado en el pensa­
miento griego.
En primer lugar, es significativa la separación de la tierra y el agua
para la configuración de dos caracteres femeninos diferentes. De he­
cho, estos dos elementos aparecen unidos en el mito de Pandora, ori­
gen de toda la estirpe femenina en el imaginario griego. A través de la
utilización de aquellos dos elementos, el mito proporciona una justifica­
ción del carácter de la mqjer que, por tener un componente acuoso, es
como el agua, cambiante e incontenible. Por el contrario, se dice que el
hombre fue hecho sólo con tierra y, por eso, su carácter carece de hu­
medad y de las asociaciones que este elemento conlleva. En la cons­
trucción del Yambo, la separación de los elementos no diferencia ya
sexos, sino perfiles psicológicos opuestos dentro del mismo género fe­
menino De todos modos, esa separación utiliza y resignifica las oposi­
ciones seco / húmedo, estable / inestable subyacentes en el simbolismo
del agua y la tierra.
Así, en el caso de la mujer-tierra, podemos observar cómo este últi­
mo elemento mantiene su simbolismo por su asociación fosilizada con lo
constante y la quietud, y cb reformulado para adquirir ahora un nuevo
significado de limitación mental y física;

Sé nldcavret; ytíívt|v ’Okúpftioi


tScoKav ávSpt r.qpóu oüte yáp kockóv
ota' kaBkóv obSé.v olóe toiaúrn ywrv
tpycov Sé poüvov kaOteiv kníotatai.

73
Kíbzav kqkóv xsqiajva Geó^.
¡MY<oaa 8í$pov áooov bXKEtai nvpó<;.
Y los Olímpicos, habiéndola modelado con tierra,
le dieron al hombre una mujer inválida.
Tal mujer no conoce nada bueno ni nada malo.
La única acción que conoce, es comer.
Y cuando el dios envía un invierno malo,
lleva el asiento más cerca del fuego porque siente frío. (21-26).

Frente a esta mujer carente de movimiento y pensamiento, a conti­


nuación se describe a la mujer-mar:

tqv 5’ fe
* GaXdQCTT)^. t| 86’ bv tyECiv voci-
rf|v pbv YEXái te Kai Y¿yr]0€v fyxtpqv-
bnaivEoci piv ^eívcx; bv Sópoit; i8úv
“oük éoxiv AXXt] Xíiíícdv ywf)
bv náoiv avGpióKotaiv ob3¿ KalXía)v”-
ti’iv 5' ovk ávEKTÓ; ob5 bv ó<t>GaA.poí<; IÓeÍv
ota' áoaov bXOf.ív. áXXdt paívetai tótf
á7tXT]Tov ftarccp áp0i zéKvoiatv kíxov.
ápEiXixoc; & naoi KárcoÓvpti]
bxBpoíoiv iaa Kai 0í?.oiai yi vetar
tóarcp.p GaXacoa nokkáKic átpepf^
.
*
éatriK ánnpcov. xáppa vavniiaiv |iéya,
GbpEcx; bv (Spiqi. eoXXúki; 8é palvetai
papvKTBnoiai Kúpaatv <t>op€opévn.
xavrrii páXiat’ botice toiavn) yuvi)
ópyf|v 4>vf)v 8b 7tóno; áXXotqv ¿x^1-
Y a otra, del mar, la que medita dos cosas en su mente.
Unos días se ríe y está alegre.
Un huésped la alabaría al verla en la casa:
‘No existe, otra mujer mejor ni más bella
que ésta entre todos los hombres.'
Pero otros días no es posible verla ni acercársele,
sino que enloquece entonces enormemente,
como una perra alrededor de sus cachorros,
y es cruel y desagradable con todos,
llega a ser igual con sus amigos y con sus enemigos.
Como el mar que muchas veces permanece calmo,
propicio, gran motivo de goce para los navegantes

74
CAitniLo3: Ei.focwwtmm MKrAróRjconF.SF.MóNinps.UNFxn'uo...

«7i «7 verano, pero otras muchas veces enloquece,


Ilevado por olas de grave sonido.
A aquél se parece tal mujer por su carácter,
pt ro el mar tiene una imagen diferente. (27-42).

En este caso también opera el simbolismo que conlleva el elemento


ont oral: el agua como lo carente de forma definida e imposible de suje-
Ini Así, mientras que la mujer-tierra era incapaz de pensar y de actuar
por naturaleza, la mujer-mar combina dos comportamientos opuestos
il<> manera aparentemente impredecible. De este modo, la oposición
que está en la base del simbolismo de los elementos tierra y agua se
manifiesta en la descripción de los caracteres de las mujeres.
En cuanto a la comparación explícita del verso 37, inexistente en
todas las demás tipologías del Yambo, lejos de ser entendida como par­
lo del sistema metafórico, ha sido interpretada como una simple simili­
tud que se puede reconocer entre algunos rasgos connotativos atribui­
dos al mar y otros homólogos que se reconocían en el carácter femeni­
no. Así, habría simplemente aquí una equiparación entre la descon­
fianza que a los marineros provoca el mar por sus constantes cambios y
la que produce una mujer en su marido por su impredecible inestabili­
dad de comportamiento.
En nuestra opinión, esta corriente interpretativa deja de lado un
punto esencial para la comprensión de la estructura del poema: que en
la base de toda metáfora hay una comparación entre dos entidades y
que el recurso consiste en ocultar dicha comparación para pasar a en­
tender una de aquéllas en términos de la otra. El hecho de que en este

14. Thomas K. Hubbard, “Elemental psychology and the date of Semónides of Amargos"
en AJP, 115, 2, 1994, pp. 175-197, encuentra tres lineas de influencia para la asocia­
ción de los elementos agua y tierra con lus psicologías femeninas: las especulaciones
cosmológicas -en especial en cuanto so refiere al balance de los elementos- que se
pueden encontrar en Anaximandro y en Heráclito: la teoría médica de los humores
que comenzó con Alcmeón de Crotón y, finalmente, una interpretación de Homero,
desarrollada a fines del siglo VI por Theágenes de Regio, que interpretaba los dioses
homéricos como representaciones de elementos que alegóricamente remitían a dife­
rentes caracteres psicológicos.
15. Cf. Ezio Pellizer, “La donna del mare. La díke umorosa "assente' nel giambo di
Semonide sopra le donne, vv.27-42", QUCC, 32, 1979, pp. 29-36: “Non abiammo cioé a
che faro né con simboli, né con metafore, né con allegorie, ma con una puní e semplice
similitudine. un nórmale paragone. Su che cosa ó fondnta tale similitudine? Sulle
analogie profonde che si possono riconoscore tra alcune marche connotative attribuite
nal pensiero antico al mare, e quelle omologhe che venivano riconosciute nell’
osservazione del caractere feniminilc"
16. Ch. Perelman y L. Olhrechts-Tyteca, op. cit., p. 610 y ss.

75
Dftnoiu Cexoik

único caso en particular la comparación sea explícita, no hace otra cosa


que reforzar y enriquecer la metáfora. Más justificado aun parece aquel
recurso si tenemos en cuenta que la mujer-mar, sin su detallada carac­
terización, sería demasiado parecida a otra tipología ya descripta en el
Yambo, la mujer-zorra:

tí|v 5' áXvtpñ; Wqic’ áXtbxeico^


YvvaÍKa navrcov lÓptr ob8é ptv kockcov
XéXqOev obótv obÓÉ xcov ápEivóvcov
tó pév yáp aVwbv cinc icoXXúki^ kockóv.
tó 8 ¿ofiXóv ópyf|v 5 áXXót
* áXXoÍT|v fe%Ei.
Y a otra el dios la hizo de una zorra malvada,
mujer conocedora de todo.
Nada ni de los males ni de las cosas buenas desconoce.
Muchas veces dice que una cosu es algo bueno, otras, algo malo.
Y su carácter es distinto en distintas ocasiones. (7-11).

Teniendo en cuenta estas características, la comparación del verso


37 reforzaría las diferencias entre las dos tipologías (distinguiendo el
carácter cambiante pero sagaz de la mujer-zorra del comportamiento
encantador e inestable de la mujer-mar) y a su vez, explicitaría el fun­
cionamiento del simbolismo de las aguas en el recurso y en la estructu­
ra total del poema.

3. El cuerpo como identidad

Como hemos estado analizando, en el Yambo, la definición de tipos


femeninos se logra a través de un sistema metafórico que consiste en la
configuración de los caracteres por medio de la utilización simbólica de
los cuerpos animales. Asimismo, podríumos agregar que la precisión de
los caracteres y cuerpos femeninos es también una definición de la indi­
vidualidad. Recordemos que en la era arcaica no existía todavía un úni­
co término para expresar la individualidad completa. Sin embargo, se
puede observar cómo un grupo de términos asociados al físico, tales

17. Cf Jean-Pierre Vemant, El individuo, la muerte y el amor en la Antigua Grecia,


Buenos Airee, Paidóe. 2001.

76
CArtniLoS: Et.Muv.vnAM Mm»rrtiu<’x>i*SF.MóNii*.<» l’Nitimwi .

• orno sóma, démas, khrós y kára, eran utilizados para referirse parcial­
mente a aquélla. Parece ser que, ya desde la época arcaica, el cuerpo,
tal como ocurre hasta nuestros días, es una construcción simbólica que
«pera como factor de individualización entre unos y otros
De este modo, en el Yambo, la metáfora poseería un doble estatuto:
|M»r un lado, definir los distintos caracteres femeninos; por el otro, preci­
sar la individualidad de la mujer. Esta individualidad es definida a través
de la simbología de su cuerpo, un cuerpo animal, después de todo, que la
«•jaira y diferencia por completo de otro individuo: el hombre.

4. La mujer uméga kakóri”

Luego del análisis de las tipologías femeninas, pese a las diferencias


que existen entre ellas, podríamos afirmar que si algo tienen en común
(exceptuando sólo a la mujer-abeja), es que todas son presentadas como
un gran mal fiara el hombre que es motivo no sólo de vergüenza ante
los otros, sino también causa de la ruina en el oikos. Así queda afirma­
do en los versos conclusivos del poema:

Zev^ yáp pÉytatov tovt' tnoiqaEv kcikóv,


yuvaiKOK;- f|v ti «al Soxécoaiv dxXXciv
Cxovti. tcoi páXiata yívEtai KaKóv
ob yáp kot ebppcov tgiépnv SiépxEtai
ánaaav. batu; aúv yuvaud yiyvFtau
ob5 atipa Xtpóv oIkIt]; ánaxsf.xai,
tX^póv avvoiKTrxñpa. 8vapEv¿a 0€¿>v.
ávñp 5' btav jiáXiata Oupqbnv 5okt]i
gat’ oÍkov, f| fteov poípav f| avOpcóxov X^PIV«
Ebpovaa pópov '
*
páxn gopbacstai.
Ókou yuvf| yótp tativ obb’ olKtqv
£eívov poXóvta Ttpobpóvax; ór.KOtaro.
f)xi<; Sé. toi páXiata aaKipovciv Soiceí.
abtq péyiota tvyxávEi Xcolkopívq-
Pues Zeus hizo esto como el mayor de los males,
a las mujeres. Y si en algo parecen ayudar a su marido.

18. David Le Bretón: Antropología del cuerpo y modernidad. Nueva visión. Buenos
Aires, 1990. pp. 13-27.

77
DfiftORA O.NI-KK

generalmente se convierten en un mal para él.


Asi, no pasa un día entero de buen ánimo
quienquiera que esté con una mujer,
ni apartará rápidamente el hambre de la cusa,
un huésped enemigo, una divinidad hostil.
Y cada vez que el varón cree que es feliz
en su casa, ya por designio divino, ya por la acción de un hombre,
ella encuentra un reproche y se arma para la pelea.
Pues donde hay una mujer, no se recibiría de buen grado
a ningún huésped que llegue a la casa.
Y la que parece ser la más sensata,
ésta misma es precisamente la que más maltrata. (97-109).

Sin embargo, hoy dos casos de mujeres, la mujer-yegua y la mujer-


mono, que se diferencian del resto porque la caracterización de su com­
portamiento ya no se ubica en el ámbito privado, el oikus, sino que se
centra en su modo de actuar en el ámbito público, en la ciudad y ante la
vista de todos. Así, encontramos en aquellas dos tipologías una crítica
política del rol de la mujer en la sociedad.
En el caso de la mujer-yegua justamente se recalca, mediante la
metáfora, que llega a ser una buena compañía sólo utilizando con ella
la violencia, obligándola (62). Del mismo modo, se destaca que estu
mujer, una vez controlada, sólo es un objeto de lujo sin otro beneficio
que adornar la imagen de ciertos hombres:

KtxXóv u>v Otqpa toiavtri yuví]


áXXoici. Tioi 5 ¿xovtt Yiw?xai xaicóv,
fjv pf) ti^ f] vúpavvcx; f| QKiprcovxot fy.
Óan; xoioútoií; íhjpóv áyXaí^cTai.
Y tal mujer, que es un espectáculo bello
para algunos, es un mal para el que la tiene,
si éste no es un tirano o un rey,
de modo que se enorgullezca con tales cosas. (67-70).

A partir de estos versos sería posible concluir que, a causa de su com­


portamiento, esta mujer sólo podría participar del ámbito cívico en un
régimen autoritario capaz de refrenarla. Asimismo, se configura aquí un
tipo de mujer que formaría parte de la escena pública únicamente como
un simple objeto de lujo de los verdaderos partícipes políticos, los hom­
bres. Sin embargo, hay una mqjer aún más peligrosa que aquélla, descripta
como el mégiston kakón que Zeus otorgó a los hombres. Es la miyer-mono:

78
Capitvlo 3 El. wus/.st» «a dk Skmómiikx l In wnnso...

X1)V 8’ tK TtlGflKOV TOVTO 5l


*| 8uxKpi5ov
ZeC^ ávSpdaxv pÉTiotov ainaoev kockóv.
alaxtOTa pév rcpóacona- toiocútt] yuvr|
i-íciv 5i' dtcrtEoq naoiv ávfipamou; yéX.(i>q-
tefí atréva bpaxeía- Kivgvtai póy^-
ánuyoc;. abzÓKwkoq. á xákaq ávi)p
darte kcxkov xoiobtov áyKaXí^ETaL
óíjvEa 5é návxa xat ipónovq bcíata-tai
coartep ni(h]KO£- ob6¿ o\ yÉXax; péXcv
ob6’ áv tiv p.í> fcp^Eiev, ákXá tovt bpoci
icai tovto naoav iipépiiv ItovXr.úEtai.
Okux; Tti/cbq pÉ-yiotov tp^Eicv Kaxóv.
V a otra, del mono. Y en efecto éste gran mal
superior u todos dio Zeus a los hombres.
Es unu imugen sumamente vergonzosa. Tal mujer
va por la ciudad siendo el hazmerreír de todos los hombres.
Corta de cuello. Apenas se mueue.
Sin nalgas, de miembros deformes. Desgraciado es cualquier marido,
que abrace semejante mal.
Pues ella conoce todas (as martas y comportamientos,
corno el mono. Y no le interesa que alguien se ría de ella.
Ni haría bien a nadie, sino que todo el día
observa y medita esto:
de qué manera podría ocasionar el peor de los males a alguien. (71-82).

En este caso, observamos que, además de repetirse el peligro que es


capaz de ocasionar la mujer (80-2), se subraya la vergüenza y a la vez la
nsa que su visión provoca en el ámbito público de la ciudad (73-4). Una
vez más, la crítica pasa del ámbito privado y agrario, que predomina en
el resto del poema, a un nuevo contexto de acción, el público, y se carga
así de significación política. Precisamente, ya no sólo se critica el accio­
nar de la mujer dentro del oikos, sino que también se manifiesta un
especial temor por el juicio que los demás emitirán a partir del compor­
tamiento femenino en público. Del mismo modo, en estos últimos per­
files la mujer parece configurarse como una posesión que determinaría
la imagen pública de su dueño, el hombre. Teniendo en cuenta estos
aspectos, es posible interpretar las metáforas en términos políticos:
como parte de la preocupación por el establecimiento del papel cívico
femenino en un nuevo ámbito de acción.

79
5. Conclusiones

Afirmamos que en el Yambo de las mujeres la metáfora no es un


recurso accesorio ni puramente estético, ya que a través de los sucesi­
vos perfiles es posible obtener una definición del carácter, la individua­
lidad y el rol político de la mujer en la Grecia arcaica. En este sentido,
creemos que, como afirman LakofT y Johnson, las metáforas se consti­
tuyen en modelos cognitivos que estructuran nuestra percepción de la
realidad, establecen categorías dentro de ella y permiten así reflexio­
nar acerca de las prácticas políticas de una sociedad. Además, hemos
comprobado que, lejos de ser metáforas aisladas, los diferentes perfiles
que se configuran en el Yambo forman un ecosistema metafórico suma­
mente cohesivo. Observamos que esta misma sistematicidad se mani­
fiesta en la intcrrelación entre dos dominios semánticos bien diferen­
tes como son el animal y el humano. Asimismo, hemos analizado que
en los perfiles metafóricos se presentan diferentes tipos femeninos cuyo
rasgo en común es su poca o nula inteligencia y su desajuste con res­
pecto a las normas socialmente estipuladas.
Por todo esto, creemos que las metáforas de animales del Yambo de
las mujeres evidencian el potencial significativo de dicho recurso y, al
mismo tiempo, forman un sistema entre ellas dando como resultado
núcleos conceptuales sumamente reveladores para el estudio filológico
del texto. Quizás sea ésta la mayor riqueza del Yambo: considerar su
ecosistema metafórico como un modo organizado y válido de analizar
los conceptos esenciales que interactúan en las prácticas cotidianas y
políticas de una sociedad.

80
( iipítulo 4

I un chicas su per poderosas (acerca de Suplicantes


de Ksquilo)

Ihitricia I)'Andrea

I. Generalidades

/. /. Resumen del mito y argumento de la pieza

La historia de las Danaides forma parte de una larga genealogía mítica


relacionada con el agua y la naturaleza. Comienza con el río (naco, de
In Argólide, hijo de Océano y Tetis. Su hija ío, primera sacerdotisa de
llera en Argos, fue seducida por Zeus. Transformada en vaca y perse­
guida por un tábano a causa de los celos de la diosa, recorrió un largo
camino que la condujo a Egipto, donde dio a luz a Épafo, nombre que
da cuenta del toque con el que Zeus mismo dio término a una larga y
sufrida gestación. En efecto, Épafo (del griego epaphi, “toque", “con­
tacto") nació cuando Zeus acarició el vientre de la vaca, que recobró la
figura humana y dio a luz al muchacho, que se habría casado con
Menfis, hija del dios-río Nilo, con quien tuvo a Lisianasa. Épafo devino
rey de Egipto y fundador de la ciudad de Menfis en honor de su esposa.
Según la versión más extendida del mito, Épafo, tal vez unido a
Casiopea, es el padre de la ninfa Libia (nombre epónimo), quien unida
a Poseidón da a luz a los hermanos Agenor (origen de la estirpe tebuna)
y Belo, padre de los hermanos Dánao y Egipto (también «ponimos).

1. La figura de lo con toda probabilidad te identifica con la egipcia Isis. y es probable


también que dicha identificación se relacione con el lugar geográfico en el que lo dio
a luz a Epafo.
2. Épafo se identifico con el dio» egipcio Api».

81
Ambos fueron muy prolíficos; el primero tuvo cincuenta hijas y el se­
gundo cincuenta hijos. Estos intentan contraer mutrimonio con las
Danaides, pero ellas huyen.
En esta instancia de la historia mítica da comienzo la tragedia Suplí
cantes, de Esquilo, cuyo hilo argumenta! es el siguiente: las cincuenta
hijas de Dánao, tras huir de Egipto, llegan a Argos con los atributos de
los suplicantes (es decir, con ramas de olivo cubiertas de lana al modo
griego), y, aferradas a las estatuas de los dioses, piden al rey Pelasgo
asilo y protección. Pelasgo, al principio indeciso, finalmente somete el
caso a la decisión de la Asamblea, y. siendo primer orador, utiliza pro­
cedimientos persuasivos para defenderlas, presentándose ana­
crónicamente como una pólis “democrática", es decir, utilizando la ins­
titución del ágora para tomar una resolución conjunta. Argos se inclina
por proteger a las Danaides, aun cuando esta resolución implica entrar
en una guerra con los Egipcíadas. A la llegada de los perseguidores,
Pelasgo en persona rechazará la violenta acometida del Heraldo egip­
cio, que intenta arrastrarlas a las naves. Las Danaides agradecen a
Argos la protección concedida, pero sus siervas abren otra línea
argumenta! (que se desarrollará en las dos piezas siguientes de la trilogía,
Egipcíadas y Danaides, ambas perdidas): las muchachas no deben olvi­
dar a Cipris, es decir que deben aceptar el matrimonio, pues también
su rechazo puede implicar hybris.
En las piezas perdidas, se desata el conflicto entre los argivos y los
perseguidores, y Pelasgo al parecer mucre, por lo que Dánao asume el
mando. Se imponen los Egipcíadas, y las nupcias se llevan a cabo. Por
orden de Dánao, las muchachas asesinan a sus esposas en la noche de
bodas, con excepción de Hiperinestra, que perdona a Linceo. Este per­
dón puede deberse a que Hipermestra se enamora de su pareja, o bien
a que la muchacha le manifiesta su agradecimiento por haber respeta­
do su virginidad, o quizás, como afirma Mazon, que “Hipermestra ha
actuado por su deseo de ser madre, ha obedecido la ley divina que per­
petúa la vida." Tal vez. en virtud del discurso de Afrodita en favor del
amor, felizmente conservado, la pareja de Hipermestra y Linceo se

3. En relación con el matrimonio como institución fundada en la violencia, cf. Richard


Seaford, “Thc Tragic Wedding". en JHS CVII. 1987, 106-130.
4. Paúl Mazon (1921), Enchyit, París. Le
* Bellas Lettrea. 1964, pp. 8, Vol. I.
5. Ateneo, XIII, 600. Holger Priia Jahunsen y Edward Whittle, (eds.) Aewhylus The
Supphantg, Copenhagen, Gyldondulske Boghandel / Nordiak Forlag, 1980. pp. 42.
Tomo 1. dan cuenta de este fragmento:

82
CaHTIIM 4: LASCIIM'ASRinOUfHirMIhAMÍAI FHIM DESi WJTAV7X.V Í>K £syl IIX>)

salva, y funda una dinastía real, de la que descenderá el mismísimo


Heracles. Otras versiones del mito indican que, luego de la muerte de
Dánao, sus hijas se casaron por segunda vez, en esta ocasión con argivos.
La restante pieza de esta tetralogía, el drama de sátiros Amímonc, se
refiere a un episodio aislado del mito: según Pseudo-Apolndoro, una de las
hermanas, de nombre Amímone, buscando agua, lanza un dardo hacia un
ciervo y se encuentra con un sátiro dormido, que quiere unirse a ella; al
aparecer Poseidón, el sátiro huye. Ella se une al dios, quien le muestra las
fuentes de Lema. Así, Argos se transforma en una fértil llanura.
Es sabido que un mismo mito puede tener varias versiones. Por su­
puesto, los recortes que realiza el dramaturgo a la historia al ponerla en
escena dan cuenta de su intencionalidad. Esta historia es especialmente
prolííica en versiones y contradicciones, que veremos sucintamente:’
Según el escolio a Eurípides, llécuba, 886, Dánao era argivo y siem
pre vivió en Argos, peni Egipto fue desterrado de Argos por su hermano
y vivió un tiempo en Egipto. Según otras fuentes, Dánao reinaba en
Egipto o en Libia pero, temiendo a su hermano y a sus sobrinos, huyó
con sus hijas a Argos. También según Eustacio, en nota a II. I, 42, Dánao
voló a Argos porque un oráculo le había avisado que se cuidara de Egipto
y de sus hyos. El crimen de las Danaides fue cometido en Argos. Pero el
escolio de Eurípides, Orcstes, 872, dice que Dánao consultó el oráculo

AOPOAITH tpq gtv áyvó; Obpavó; ipócai XOóva.


tpw; Faúxv XaiifkfcvEi yu-pou wy/iv.
ópppo; ó’ <kn* * EbváEvw;* o i-pavor» kecwv
Faíav. t| mcxetai fipoxoí;
gqkuiv tr JkxjKá; «al ptov Anpqxptov.
Stvópóu; ópa 5' vort^ovxo; ydgov
itXEitx; tari- tmv 8 teyaj napalttoc
• v. I. Ebváovro;
Afrodita: El sagrado cíela anhela penetrar a la tierra, y el anhelo de alcanzar las
bodas se apodera de la tierra. La lluvia. tras caer del fluyente cielo, fecundó la
tierra- ella engendra para los mortales los pastos de los ganados y el sustenta de
DemJter; a partir de las húmedas bodus se cumple ¡a estación favorable a los
árboles: de todas esas cosas yo soy causante
6. tíibl. 2. 14:
’Airugcbi'q ^ípoóoa tócop ¡rtrnei pO.o; tni Akabov xai Koqnoptvou laxopov
■coyxavci. xáicrivo; HEpiavaacá; trcr.Oúpei ovfycvtcOai IIoceiÓujvck;
tnióavtvro; b lampo; gév I|vyev. 'Apoptóvi] 8é xovtcp owcovdt^etai, ral
abrii llocfióúv cd; tv AÉpvq runa; tgf|i»vo€v.
7. Campbcll Bonner, "A study oí the Danuid myth", en 11SCP. N“ 13. Cambridge. 1902,
pp. 129-173.

83
Patnicia ITAnükka

después de las bodas, y allí se enteró de qun éstas tendrían consecuen­


cias fatales para él, por lo que convenció a sus hijas de matar a sub
maridos. De nuevo, un escolio a II. I, 42 habla de una disputa por In
soberanía en Egipto, y sostiene que Dánao instigó a las hijas a cometer
el crimen y que huyeron a Argos posteriormente. Inclusive, él mismo
les entregó el arma homicida, una daga, según otras versiones.
Sin embargo, nada aparece en Suplicantes sobre esta enemistad entre
los hermanos. Por el contrario, en todo momento son las muchachas
quienes, por propia voluntad y por rechazo al matrimonio, se sienten
en peligro y protagonizan la huida, y su padre sólo oficia de guía y
consejero:

Xo. Aavaó; naxfip gai poúXapxo;


Kal oxacjtapxcx; j
Coro: Dánao, nuestro padre, consejero y jefe ... (11-12).

En efecto, el hijo de Bolo ni siquiera se incluye entre las partes en


conflicto:

Aa. fenei tele (a vñ4>o<; ’ApyEÍcov, -cÉKva.


(tapar r paxowtat nepi atOev. aá<t> o!8 kycó.
Dánao: Puesto que es firme la resolución de los Argiuos, hija, no
temas: lucharán por ti, lo sé claramente. (740-41, los destacados son
míos).

Aquí la huida del matrimonio se produce, con seguridad, por ser


contra la voluntad de las Danaides, y no aparece motivación alguna por
parte de Dánao. El conflicto entre hermanos es silenciado por Esquilo
en esta tragedia, en razón de que el enunciador-autor parece interesar­
se más por el protagonismo de las Danaides.

8 Los textos corresponden a la edición de H. E. Joluinsen y E Whittle, Aeschylux- The


üuppliantfi. Copenhagen. Gyldendulske Boghandel-Nordisk Forlag, 1980. t. 1 - III.
9. Stasíarkhoa significa “jefe de una compañía o banda', o bien "líder de una sedición'
*,
y remite a la palabra stáxis, que a su vez es “partido", "compañía', “banda", pero
también “sublevación", “desorden civil". Etimológicamente. el término conlleva una
connotación negativa que por supuesto en Esquilo no es gratuita, ya que la figura de
Dánao no tiene un notable protagonismo en esta obra.

84
CAitnio 4: Lu<chicas !WHTKK>i>rj«iAJi(ACencA dkSi nJt-AJvrifi r« Ewiin)

I V Pcoblrmas de dotación

llanta mediados del siglo XX, la datación de Suplicantes era incierta,


V ahmpre se la consideró la más antigua de las tragedias completas
■Ninrrvadas. Paúl Mazon, por ejemplo, la sitúa a fines de la década de
»"0 n C., fundamentando su aseveración en el canto de acción de gra-
i'i <- de las Danaides (vv. 625-709), escrito, según este especialista, "bajo
lo impresión del desastre infligido por Cleomenes a Argos hacia 493 a.
(' ” Por esto. Mazon afirma: "I
a
* composición de Suplicantes debe datarse
• litro el desastre argivo y la victoria de Maratón ”
ICsta teoría se basa también en el protagonismo del Coro, no sólo en
cuanto a la presencia constante de las Danaides en escena, sino además
por su importancia central dentro de la situación dramática represen-
inda. Esta característica coincidía ampliamente con la idea de que la
tragedia griega evolucionó de una forma en mayor medida lírica hacia
una estructura predominantemente dramática.
Sin embargo, en 1952 se publica el Pap. Oxi. 2256, fragm. 3, consis­
tente en una didascalia, que logró determinar con bastante certeza la
fecha de representación de esta tetralogía, ubicándola en 463 a. C. Tras
una larga disquisición, Johansen y Whittle concluyen que el papiro
indica que la tetralogía se componía de Suplicantes, Danaides,
Egipcíadas, muy probablemente en ese orden, y el drama satírico
Amimone, y que se representó bqjo el arcontado de Arquedemides, en­
tre el 464 y el 463 a. C.
Si bien la idea de una evolución de lo lírico a lo dramático sigue siendo
uceptada, la datación de Suplicantes contribuyó a mejorar nuestra com­
prensión de la obra: la importancia del Coro ya no está desdibujada por
atribuírsela al carácter "primitivo” de la pieza, sino, por el contrario, es
una característica "dictada" por el mito, y por el tratamiento que el poeta
le da al mismo, * dado que se requiere la presencia de todo el grupo en la

escena. Por otra parte, la actuación del Coro no es, como en otras tra­
gedias, la de un mero comentarista de lo que ocurre en la escena entre

10. Paúl Mazon. op. til. p. 3. Tomo 1.


11. H. Johansen y E. Whittle. op. cil., p. 25. Tomo 1.
12 Alexandcr Garvie: Aegchylus’ Suppiiceg. Play and Trilogy. Cambridge, 1969.
citado por Desmond J. Conacher: Aen-hylus. Tht Earüer Haya and Rrlated Sludiet,
Toronto, Umvereity of Toronto Presa. 199G, p. 76.
13. Obviamente, el Coro está compuesto de doce persona
* que. en este caso, repre­
sentan a las cincuenta Danaides.

85
I’ATKk 15 l/AX'MKA

otros protagonistas, sino que, por el contrario, es el motor de la acción «•,


inclusive, regula la intensidad dramática.

1.3. Algunos aspectos generales de la pieza

Al comienzo de la tragedia, que, a favor del protagonismo ya señala


do del Coro, carece de prólogo, las Danaides se ocupan, en la párodos,
de revelar su dramática situación, invocando significativamente a Zeus
* 4
desde el primer verso. Como es habitual en Esquilo,1'* en estos prime­
ros versos se encuentran condensados los tenias principales de la obra:
en este caso: huida, matrimonio, súplica, violencia.
El motivo de ío también recorre la pieza, cumpliendo dos funciones:
en primer lugar, señala el doble origen de las muchachas, a la vez. argivo
y egipcio, pero a las que un calculado movimiento circular de Esquilo
hace partir de Argos y volver al mismo sitio:

Xo. «¿Xoai 8 'Apyou; yaiav, dttev 5q


YÉvcx; tjiié'tepov ._

Coro:...llegar a la tierra de Argos, donde nuestra estirpe... se ha pro­


ducido... (15-18)

En segundo lugar, ío es el ejemplo cabal del poder de Zeus: es a la


vez motivo de angustia y de esperanza. Siguiendo a Mazon, “es una
herencia dolorosa que pesa sobre la raza de Dánao. Pero esta herencia
la ubica al mismo tiempo bajo la guarda de Zeus (...) Los hijos de ío
sufrirán terribles males, pero un día Zeus la salvará, como curó y liberó
a su abuela (...) Zeus no abandona a los suyos; pero Zeus también, por­
que es todopoderoso, se place en no intervenir hasta el término extre­
mo del sufrimiento: el largo martirio de ío puede ser tan profetice como
su liberación."

14. Según Johansen, op. cit. p. 5, Tomo I, su nombre aparece cincuenta y cinco veces.
15. Wdliam G Thalmann: Dramatic Art in Aesrhylus'í Seoen againsl Thtbc». N’ew
I Laven & Londres. Yale I ’mversity Prcas. 1978, p. 85: “Es bien sabido que en el prólogo
de cada una de sus obras Esquilo introduce los temas e imágenes que devendrán
importantes en el transcurso de) drama.”
16. El verbo taUo también significa “finalizar”, “completar”.
17. P. Mazon, op. cit., p 6.

86
CaIÍTIUH: I-U< CHICAS * HI'WODKKOXAS (ACKHA HK.Sf/flJtXVnM W EfM'ILU)

Ijm especialistas siguen discutiendo si la aversión de las mucha-


l>i na está focalizada en sus primos en particular, o en el matrimonio
} el soso en general. En cuanto a un rechazo de la endogamia, la
i- iiiliilidnd de una huida del matrimonio por incesto también es muy
•liolida, aunque no podemos pasar por alto, entre otras, la men-
i líio del mito de Tereo, Filomela y Proene entre los versos 60 y 64,
liiHigcn que alude a la consanguinidad entre las Danaides y los
i pipetadas. En relación con este punto, consideramos que las mucha-
• lini huyen del matrimonio en general, y basamos esta opinión en las
invocaciones de las Danaides a la diosa Ártemis, ya sea en los versos
III y ss. {admétos admétai, “de una indómita a otra indómita"!, o bien
< n los versos 1030-1:

Xo. tai&oi 5’ ’Apreptq áyvet


atóXov
Coro: j Ojalá la casta Artemis, piadosu, observe (esta) expedición!

La respuesta de laB Servidoras"’ en el verso 1035 es inmediata:

IR. Cf. K. Seaford.op. cit., esp. pp 114-119; José María Lucas de Dios: “Mito y tragedia
II las Danaides o la armonía entre los sexos". en Epoa Revista de Etiología n* 7, 1991,
pp 47-66. entre otros.
19 George Thomson (1940): Aeschyius and Athens. A Study in the social Origina of
Drama, Nueva York. Haskell House Publishers Ltd , 1972 pp. 298 y ss interpreta que
la tragedia pone en escena el conflicto entre endogamia y exogamia. También cf.
Domenico Musti, (1995): Demokratia. Orígenes dr una idea, Madrid, Alianza. 2000.
pp. 48 y ss. Sin embargo, otros especialistas (por ejemplo. Grace Harríet Macurdy en
“liad the Danaid Trilogy a social Problem?",C. Ph. Vol. XXXIX. n" 2, abnl. 1944, pp. 95-
100) rechazan esta propuesta. Asimismo, cf. Frorna Zeitlin, “Patlerns of Gender in
Aeschylean Drama Seven aganut Thebea and the Danaid Trilogy', en Mark GrifTith.
& Donalil Mastronarde (,cds.),OabinetoftheMuses esaayson classical and comparativa
literature in honour of Thomas G Rosenmeyer, Atlanta, 1990.
20. El héroe tracio Tereo contrae matrimonio con Procne, con la que tuvo un hijo. Itis
La mujer, con el tiempo, manifiesta nostalgia por su hermana Filomela, y Terco va a
buscarla. En el camino, él se apasiona por la belleza de la muchacha y. al llegar a su
tierra, la viola. Para ocultar el crimen, la encierra en el bosque y le corta la lengua La
muchacha borda el episodio en un lienzo y se lo hace llegar a su hermana, que la creía
muerta. Proene rescata a Filomela y juntas se vengan de Tereo. sirviéndole en la cena
el cuerpo descuartizado y cocido de Itis, sin informarle de esto sino hasta después de
haberlo ingerido Para terminar con la horrible cadena de venganzas, las divinidades
transforman a Filomelu en ruiseñor, a Proene en golondrina (o viceversa, según la
versión}, y a Terco en la abubilla
21. Sorprendentemente. H. F. Johansen y E Whittle. lop cit., 319 y ss ) asignan esta
intervención a los soldados argivos, sugerencia seguida también por II. Seaford, op.
cit, p. 114. Este pasaje forma parto del canto finAl de la pieza compartido entre dos
grupos corales. Tradición al monte se asigna una de las partes al Coro de Danaides y la

87
0£. KvTtpióo»; <6’> oúk ágcXeí ÓÓ‘ ebfcXDV.
*
Siervos. Pero este alegre rito no descuida a Cipris.

La oposición Ártemis / Afrodita contrapone dos visiones del matri


monio, positiva y negativa, respectivamente.
No se trata, vale aclararlo, de que las muchachas busquen permane
cer vírgenes por ser sacerdotisas o seguidoras de Ártemis, sino, por el
contrario, consideramos que este acercamiento a la diosa es una conse­
cuencia de esa decisión.
Por último, una línea de interpretación de esta tragedia tiene que
"
ver con la elección de Argos
* para el desarrollo de la situación dra-
21
mática. Argos, en Suplicantes, es caracterizada positivamente, dado
que, según veremos, no se le asigna, ni siquiera en sus orígenes
monárquicos, un rey absoluto, ni un poder dictatorial, sino, por el
contrario, un régimen democrático, aunque en estado germinal. Este
anacronismo es esperable en tanto el héroe mítico en la tragedia
pierde fuerza, y debe someterse a los principios que rigen la pólie.
Esta valuación positiva de Argos se relaciona con un hecho político:
el ostracismo de Temístocles (ocurrido, aproximadamente, en 471 a.
C., por ser partidario de una alianza con los persas para sofocar la
potencia espartana). Temístocles fue cobijado por Argos, que se nie­
ga a extraditarlo. Así, Podleki, citando a Cavaignac, señala: “el poeta
está francamente y sin posible ambigüedad dando su aprobación al
rechazo de extradición por parte de los argivos. Y esta es la repercu­
sión natural de su simpatía por Temístocles ya mencionada."2’ Proba­
blemente, Esquilo le esté recordando al auditorio de Atenas que Ar­
gos protegió, como a las Danaides, al héroe de la guerra contra Persia,
exponiéndose a un conflicto armado.

otra a sus siervos, que. como seftalumos. tratan de persuadirlas para que acepten el
mandato de Afrodita.
22. Tanto aquellos que sostenían que la pieza es temprana (por ejemplo, el citado
Mazan) como los que se rinden ante la evidencia del mencionado papiro, interpretan
que la elección de Argos como espacio escénico tiene connotaciones políticas.
23. Los ya mencionados cantos de acción de gracias de los versos 625-709 (posteriores
d la decisión de la Asamblea de proteger a las Danaides), así lo corroboran
24. Cf. Jubón Gallego. La democracia en tiempos de tragedia. Buenos Aires • Mudrid.
Miño y Dávilu, 2003. pp 489 y ss.
25. Eugéne Cavaignac. "Eschyle el Thémistodc". Reo. de Philologie N * 45 (1921), 103-
4, citado por Anthony Podleki (1966). T/ie Pulitical Bacbground of Aeschyleun Tragcdy,
Rristol Classical Presa, Londres, 2000, p. 56 Para lodo el desarrollo del episodio del
destierro de Temístocles, Ídem. pp. 52 y ss.

88
CAPhVLDl: LmaflCAsaiiii'H>>oniaKMMi(ACKM'A nK.Sr/rucwnMW Esquito)

V I ms chican auperpoderoaaa

Itantro de la diversidad de lecturas que permite Suplicantes, algu


Hnb de las cuales ya vimos en la primera parte de este trabajo, nuestro
■ntiquv se dirigirá a un tema preciso: la cuestión del poder. Por su­
ple uto que no se trata de una disputa por el poder político, sino de
Himliznr, entre los actantes, quién ejerce realmente el poder, y de qué
inodhH se vale. En primer término, dirigiremos nuestra mirada hacia
l‘« liingO» por su condición de rey de Argos.

f. /. La figura de Pelasgo

Creemos que el proceso de configuración del personaje de Pelasgo


presenta tres momentos:
1 > Una vez que las Danaides manifiestan las razones por las que
llegaron a Argos, su padre Dánao. percibiendo el ruido de los carros y la
polvareda, entiende que se acerca la comitiva real y les ruega sean
sensatas y respetuosas en su solicitud de asilo.
Llega Pelasgo y las muchachas, temerosas, le piden que se identifi­
que, dado que, por una buscada ambigüedad entre la imagen y la pala-
lira, el rey no posee atributos externos que lo distingan de su cortejo
En este primer momento, el rey se presenta, en lo discursivo, con ca­
racterísticas que lo relacionan con un monarca absoluto:

Ba tov vrrrevov^ yáp etp‘ byto IlaXaíxAoycx;


IlEÁaayó;. TqaSe yñ<; ápxnyétiK.
tpov 6’ ávaieroG Eiikóyio; feTUóvupov
yévo; riEXacyóv xqvÓE KOpicouvai x^óva.
Kal rácav alav. fj; 6í’ áyvói; ¿px^Tai
Z'tpviKóv. tó Jipó; Suvoutch; t|Xíou, Kpaxw,
bpi^opai Sé rrp te riEppoiipüv x00*01-
IllvSou te TántKEiva, Ilaióvwv ntXaQ.
ópT] te AíoScovaía’ Gvvrtuvei S ópo;
bypác, ©akdtaaq^- tóvSe xáni tú6e xpaxaj.
Pelasgo: Pues yo soy Pelasgo, jefe de esta región, hijo de Palectón,
nacido de esta tierra. La raza de los Pelasgos, razonablemente

2G.Cf. ídem. p. 46: “he...con


*es unescortcd." De todos modos, es claro que Pelasgo no
llega solo a la escena

89
___ — —'

epónima de mí que soy su señor, cosecha los frutos de esta tirria ■


domino todo el territorio que atraviesa el sagrado Estrimón, del
del sol poniente. Tomo la posesión de la tierra de los Perreboe, \ •!
territorio más allá del Pindó, cerca de los Peones, y las montaban d<t
Dodona. El límite del húmedo mar lo corta: además de esto,
sobre estos territorios. (250-9).

Este pasaje está plagado de sentidos: en primer lugar el rey M


señala como hijo de Palectón (la cercanía entre los vocablos ego »
Palaikhthonos ni siquiera requeriría en griego del verbo eimí, que sin
embargo refuerza el sintagma). Palectón es etimológicamente un nom­
bre significativo: “el antiguo de esta tierra". No obstante, Pelasgo mnm
tiene la idea de autoctonía con el lexema gegenoús. Esta insistenci »
en la autoctonía se relaciona especialmente con los requisitos para
ser ciudadano ateniense. El anacronismo entre la autoctonía como
criterio de ciudadanía, propio del siglo V a. C., y el carácter monárqui­
co del gobierno de Argos, reforzado en el genitivo emoü ánaktos del
verso siguiente, constituye una paradoja que en este pasaje se resuel­
ve si observamos que se trata de uno de los tantos archegéteis, reyes
míticos fundadores de ciudades. En efecto, así lo indica el v. 252: el
pueblo, “razonablemente” (eulógos), tomó el nombre de su ánax:
pelasgos.
La imagen de un señor todopoderoso es reforzada por la reiteración
en los versos 255 y 259 del verbo krató, un “gobernar" que implica des­
potismo y violencia, a más de la presencia, en el verso 256, de Aoríromaí,
que en voz media significa “tomar posesión de”, “tomar para sí", lo que
implica que Pelasgo se exhibe como dueño de los dominios sobre los
que reina.
Dentro de este primer momento, también el enunciador-autor se
ocupa de delinear la relación de este personaje con la ley y con la reli­
gión: apenas las Danaides le informan a Pelasgo el motivo de su huida
(“para no ser esclava para la raza de Egipto"), el rey ¡es consulta si es
“por odio o por justicia”:

Xo. dx; pf| yÉvcopai 5ptoi<; A i y untov yévet.


Ba. notf pa xat t%0pav, f| xó píi Oépiq XÉyei^; (335-6)

El rey manifiesta su temor por el rumbo de la ciudad, y no puede


evitar él también implorar a las divinidades acerca del destino de Argos:

90
(.'MtTVUJ 4 LA8CHirAXmiPr.RHX>KMiKU><ACMHCA dk Sis?ijcantdí de Esquito)

|Hh » h| 6’ áuaxov ftpáyjta revi áaxo^r.vcov.


pqó’ t-4 áéXnnov KáHpopnHqtcov nóAei
vriKOt; Ytvnxav tóv ydp ob StÍTat nóXu;.'
■IW1* Ojalá sea inocua este asunto de las huéspedes; no se produz-
■) him disputa para la ciudad a partir de lo inesperado e imprevisto:
M)> < la ciudad no necesita de estas cosas. (356-8, los destacados son
tiilofll.

i idmtcmcnte, el espacio discursivo asignado a la polis se va acre-


bithindo con el correr de la obra, en desmedro de la figura del hasileús.
I|> Hin embargo, el punto de inflexión entre el primero y el que con-
M«r(irnos segundo momento del proceso de configuración del persona-
* l’olasgo, está dado por la siguiente reflexión que formula el rey:
■ d«

lia. ofrtot Ká0T|G0e Scopátaiv fc^otiot


lpá)v. xó koivóv 3 eí ptaívcxai xoXu;.
^vvp peXeafko Xaót; hcnovEiv úkh.
teyú) 8' áv ob Kpatvoip bnóaxcatv nápo<;,
áaxoi<; Se náoi xwvSe KOivctaac nEpt.
Pelasgo: No estáis sentadas como suplicantes junto al hogar de mi
rasa. Si la ciudad se mancha en lo común, preocúpese el puebla en
lonjunto por procurar un remedio. Por mi parte, yo no podría cum­
plir una promesa antes de informar o todos los ciudadanos acerca de
estas cosas. (365-9).

En este pasaje, Pelasgo toma conciencia del conflicto que se produce


entre lo privado y lo público, entre el gé.nos y la pólis, y consideramos
que es aquí en donde comprenderá la impotencia de su poder aparente­
mente absoluto para resolver este dilema. En efecto, la esfera de lo
privado le permitiría resolver por sí solo la disyuntiva, con las conse­
cuencias personales que ello le implicase. Sin embargo, lo que la críti-
ca‘ denomina el “dilema de Pelasgo”, es en verdad el “dilema de la
ciudad", es decir, un conflicto de orden público: la imposibilidad de deci­
dir entre asistir a las Danaides, y generar en consecuencia un conflicto

27. Nótese la repetición del lexema póiis en posición significativa.


28. A. Podlelú. op cU., p. 47; H. F. Johansen y E. Whittle. op. cit. p. 372, t. II; D. J
Conuchcr, op. cit.. pp. 76-77, entre otros.

91
armado entre la ciudad de Argos y Egipto, o bien, no asistir a las aupll<
cantes y generar la ira de los dioses contra la ciudad.

Tal vez por esto mismo, el rey aún duda.

Ba ápnxavá) Sé gal 4>opo; p éxei


Spaoai te pi’i Spaaaí te gal Ttxqv bÁEtv.
Pelasgo: Estoy perplejo y el temor me retiene en la decisión de. obrar
o no obrar, y elegir un destino... (379-80).

Asimismo, la apelación a las leyes de Egipto puede tomarse a la


ligera como un intento de Pelasgo de deshacerse del problema:

Ba. el toi Kpatoi'xH naife; AIyúktov qé8ev


vópa> nóXFco^ 4>dtCKovT€; É'/yutata ytvov;
EÍvau tí; áv toío5‘ ávriajflfivai OéAov.
Pelasgo: Si los hijos de Egipto te gobiernan, según la ley de la ciudad,
sosteniendo que ellos son los parientes más próximos, ¿quién querría
ir contra ellos? (387-9).

Creemos que en esta configuración que realiza Esquilo del persona­


je de Pelasgo, también lo obliga a considerar la posibilidad de que, por
albergar a las muchachas, esté violando una ley extranjera, lo cual no
sólo muestra que el rey es respetuoso de la ley (propia y ajena) sino que
además intenta que la ciudad corra el menor riesgo posible.
Ante la intransigencia de las jóvenes. Pelasgo va retrocediendo en lo
que al principio era el poder absoluto:

Ba. oüg cbgpiTov tó gpipa- |if] p a\poü Kpixqv.


ebtov 5é gal nptv, oúk dtvev 5f]pov xafe
npá^atp’ áv, obfe nep gpazóv,
Pelasgo: No es fácil de juzgar el juicio; no me tomes por juez; lo dije
también antes: no haría estas cosas sin el pueblo, ni siquiera aunque
yo gobierno. (397-9)

En este pasaje vemos el retroceso discursivo del rey en relación con


su poder, señalado por el iexema oudé per, que suaviza o mitiga el
participio kratón Por otra parte, ya ha sido señalada la cercanía entre

29. J. Gallego, op cit., p 492

92
CAi’hvu>4: LuBaaCAicuPtRronraioKAMlAíXiCAMSan/CAxnKr» Esquilo)

!••»< iniH démou y kratón, que resuenan en los oídos del auditorio
ilodono ateniense, como un antecedente de su forma de gobierno
l«>mporónea. I>a descomposición del vocablo demokrutia en sus com­
ió liles con la finalidad de “recuperar valencias en sí mismas
hmduciblcs a épocas muy antiguas” ha sido señalada por Musti.
IIl Así pasamos a lo que consideramos el tercer momento de la confi-
^ftidón del personaje: declinar su atribución de rey absoluto y volcar
|li l.i asamblea la decisión de proteger o no a las muchachas, no sin
|hi> i realizar ofrendas a las divinidades:

In ópox; 8 áváyKT] Zqvoc al&ioOai kótov


tKTrpo^- ttyicrcot yáp tv ppotoí; «poflot;.
av pév, Káxrp ycpait t¿»v5e napfl¿vcov.

KAáSoix; te tomotx; afy' tv áyKáXau; Xafkov


peopou^ fcn áXXov; óaipóvtov Lyxcoplcov
á)í 18<ixh Tfjo5 á0i^£co^ ttxpap
návTE^ xoXitai, pr|8 ánoppu^ñ
*
hpov- «at ápxñí yáp ♦iXaítio^ Xeóm;.
Pelasgo: Sin embargo, es preciso sentir temor piadoso hacia la ira de
Zeus protector de los suplicantes, pues es el más excelso temor entre
los mortales; tú, por tu parte, anciano pudre de estas vírgenes, (...)
tras tomar en tus brazos estos ramos, ponlos sobre altares de otros
dioses del país, para que todos los ciudadanos vean el testimonio de
esta súplica y no se lance un reproche contra mí; pues al pueblo le
gusta criticar al jefe. (478-89).

El respeto de Pelasgo hacia el poder divino se encuentra en primer


lugar. No obstante, la sugerencia a Dánao implica una estrategia de
convencimiento hacia el puehlo, que ayudará al rey en el momento del
debate público. Evidentemente, para Esquilo es un atributo del buen
gobernante manejar con destreza los mecanismos de la persuasión, no
sólo en el ámbito discursivo, sino además a través de la imagen.
Pero el compromiso de Pelasgo crece a medida que avanza la pieza.
Cuando Dánao informa a sus hijas acerca de la resolución de la asamblea,
favorable para ellas, narra que fue el mismo Pelasgo quien convenció al
pueblo:

30 Domen ko Musti, op. cit., p. 49.


31 Ee decir, en otros lugares de la ciudad.

93
Aa. üotpcEiTC nal5c<;- ev xa xojv kYxapUw
5t]pov StóoKxai naw.kq y/’lólopaxa.
Xo. u> xa’Pe JCptoPv, 4íXxax' áYYÉkkwv bpot
*
éviCKH 6' fyñv. koí Kctcúpcoxai xtXo$.
Sfitiot) Kpaxovaa xelp dnfl nXqBúvF.xai;
Aa. £5o£fv ApYFÍoioiv ot óixopponax;.
áXX' &ax ávr]Pf|oai pe yripaia $pcví-
navSruHa yáp x^P0* ÓE^iíovtpoiq
¿4>pi^cv al0f)p xóvóf. Kpaivóvrcov Xóyov
tipác; Mf.xoikeÍv xñcfie yñ; eXcuítepox
káppvGiáaxoxx; £úv x ácvXíqc 0pox<by
tcai pife’ bvoiKcov pf|x’ tnriXúScov xivá
áyeiv táv 8t npoaxiOfi tó Kapxepóv,
xóv pf| PoT]OT)0avTa xcbvóc yapópeuv
dxipov clvat £vv 0vyñ 5qpr|Xáxu).
Toiávó’ txciOe piqcHv ápó' t]pá>v Xéyuov
dva£ IlcXaayóv, íkegíov Zr)vo<; kóxov
ptyav npo^Küvóv pfj rcox elaóniv XPÓvov
nóXiv naxuvai. ^evikov áouKÓv 0 ápa
Xéycov SikXovv piaapa upó; náXecot; <t>avév
ápfjxai'ov póGKT]pa nr)povf]<; kéXeiv.
Dánao: Alegraos, hijas: lo de la gente del lugar está bien: el pueblo ha
dado decretos absolutos.
Coro: ¡Oh, anciano, salve, que me traes queridísimas noticias! Pero
dinos hasta dónde ha llegado la resolución tomada, y por dónde se.
inclina la mano del pueblo, dominando.
Dánao: Han decidido los Argiuos sin duda de ningún género, sino de
modo que me rejuvenecía en mi uitjo corazón: el éter tembló con las
manos diestras de todo el pueblo al votar esta propuesta: que, como
metecos, habitemos esta tierra, libres y sin ser tomados como botín,
y con la inviolabilidad propia de los mortales, y que ninguno de los
habitantes del país ni de los extranjeros nos lleve; pero si alguien nos
hiciera violencia, el terrateniente que no nos socorra sea deshonrado
con el destierro por decreto del pueblo. Con tal discurso los persua­
día, hablando sobre nosotros el rey de los Pelasgos: advirtiendo que
nunca la ciudad acrecentara con el correr del tiempo el gran enojo de

32. Auylía (v. 61U), en nuestra uiterpretución. se refiere a que no han de ser codificados,
es decir, comprados y vendidos, como esclavos.

94
(' Altn 111 4 I.AM lll< AH HU >■» Kl•< >N IB *AJU A< r.iu A ...........

*H', que es protector del suplicante; y diciendo que una doble man-
’m proveniente de la ciudad, a la va extranjera y ciudadana, apa-
^tiendo ante la ciudad, seria, si upareciera, irremediable pasto de
Ufsgrucias. (600-20).

M
(lomo queda dicho, el pueblo, a través de su mano alzada, dicta la
que protegerá tanto a las Danaides como a su padre. Los argumen-
persuasivos de Pelasgo también quedan manifiestos: por un lado,
d<» relieve el temor a la ira de Zeus; por otro, recuerda la ya seña­
lo doble pertenencia de las Danaides a Argos y a su patria (xenikón
h«Iiá,io th'háma), lo que implica que si el caso no se resuelve, se torna
Mh peligro para la ciudad. En síntesis, la argumentación, como era de
teprrnr. apunta a lo cívico y a lo religioso.
El punto máximo de compromiso del monarca es la defensa de las
IhiruiideB frente al Heraldo que intenta arrebatarlas:

Ba. outex;. tí Hoifíq. t»c rcotov ípoungatoq


ávdpmv IleXaayüv á-tipá^ciq fcHóva:
áXX’ f| ywatKcóv nóXtv 5oke¡c poXeív;
Kápfkxvoi; <jl>v“EXXt)giv hyxXíF.i; áyav-
Pelasgoc Tú, ¿Qué. haces? ¿Por qué orgullo deshonras la tierra de los
hombres pelasgos? ¿Pero acaso crees que llegaste a una ciudad de
mujeres? Siendo bárbaro, insultas demasiado a los griegos. (911-914).

Pelasgo en persona defiende a las muchachas del ataque. Por consi­


guiente, este rey que en un primer momento se presenta como absolu­
to. cede primero el lugar a la Asamblea, y ahora se asume como próxenos,
es decir, como protector, y como prostátes (v. 963), garante, dos figuras
jurídicas menores que oficiaban de nexo entre el extranjero que desea­
ba asentarse en la ciudad y convertirse en meteco, y las autoridades de
la ciudad misma.
Así, la situación de las Danaides, ya asimiladas a la categoría del
meteco (v. 994), se contrapone con la situación de los Egipcíadas. que

33. Iji doble valencia de esta mancha se relaciona, como vimos, con el doble origen de
las muchachas: por su origen argivo, las Dunaidcs deben ser protegidas del a tuque de
los Egipcíadas. y por su carácter de extranjeras, no socorrerlas en su situación y no
atender sus súplicas implica una falta a las leyes de hospitalidad, que Zeus también
castigaría
34. Sobre los procedimientos de la votación, cf. I) Musti. op eit. pp 47-53 y 56.

95
no presentan nexos con la ciudad. Por lo tanto, mientras que el la
entre el coro de extranjeras y la polis descansa en el propio rey, nh<
reducido a la categoría de próxenos, el báibaro no puede acceder
marco de la pólis (incluyendo tanto lo político como lo religioso), pul­
que carece de dichos nexos jurídicos.

2.2. Las Danaides

Hemos visto que así como el rey no tiene apariencia de monarca, Ini
Danaides, por el contrario, sí se presentan con los atributos propios de
las suplicantes, con sus ramos cubiertos de lana, aferradas a las imágo
*
nes de las divinidades y cantando plegarias a los dioses protectores de
los suplicantes. En cuanto a la apariencia, es necesario señalar que Ina
muchachas tienen aspecto de amazonas, aunque sin arcos ni flechas,
por supuesto.
Luego de dar cuenta de su parentesco con Argos, a través del Impi­
de ío, las Danaides establecen un diálogo con el rey Pelasgo que toma
la forma de un kommós epirremático, en el que, por supuesto, ellas
llevan la parte lírica y el rey la parte recitativa. Finalmente, cuando
con ¡as pruebas correspondientes le demuestran a Pelasgo que existe
ese origen común, pasan a insistiría en que les dé asilo y protección.
La primera respuesta de las hjjas de Dánao incluye una alabanza
desmedida, especialmente para la mesura helénica:

Xo. oú tol noXt^, gv tó 8f}ptov-


Kpútamq áxpixcx; (í>v.
KpaTúvet^ Píopóv. toziav xOovóg.
povovn^otot VEÚpaaiV GÉ0EV,
povoGKf]nTpotai 5' tv Opóvot^ %péo<;
náv ¿7nKpatveu;-
Coro: Tú (eres) la ciudad, tú, el pueblo: siendo señor sin rendir cuen­
tas. gobiernas el hogar, altar de esta tierra, con las señales de tu
cabeza, con un único voto; cumples con cualquier asunto en tronos
de un único cetro. (370-375).

Aquí podría parecer que las Danaides apelan al poder unipersonal de


Pelasgo (prytanis ákritos, rnnnopséfoisi, monosk¿ptroisi), en primer lu­
gar por la diferencia cultural: su conocimiento de regímenes políticos
se reduciría a la monarquía absoluta, con un poder semidivmo. En efec­
to, en este pasaje se describe un tipo de monarquía oriental, en el que

9G
CAFfTUUH: CHIC AJI KHtlU-VlMHlMANfAí'RW'A DSÓ’lT/JCANTXó'08 Hollín)

|e» tiene un poder unipersonal, que por otra parte suma lo político y
fvlltfioiio. Con todo, las jóvenes ya han manifestado conocer otros
■b-iK'iNinos políticos on el verso 7: no han sido desterradas de Egipto
ftóleos ("por el voto del pueblo”). Es el autorretrato mismo de
i'o el que se presta a que las jóvenes apelen a ese poder absoluto
pin iult> en el mencionado sintagma egó krató. Este aparente preconcepto
l«» Danaides acerca de lo que es la monarquía se enfrentará con la
Ib'«• miiI..id del rey de consultar a la Asamblea, y, en definitiva, queriendo
•ti un halago, resultaría ser un insulto para Argos.
Al final del mismo verso 375, el tono de los pedidos de las Danaides
•........ a ser amenazante:

Xo. áyo^ 0vXáaoou


Coro: Guárdate de esta mancha. (375).

Sus estrategias para convencer a Pelasgo se apoyan en su gran ma­


yoría en argumentos de tipo pragmático, es decir, basados en la utili­
dad, o bien, en máximas generales:

Xo. ...tepoSóKa + ...


Hecov Xíipat’ án ávSpó; áyvov.
Coro: ...los deseos provenientes de un varón puro son un sacrificio
recibido por los dioses. (362-363).

Xo. ’iofh yáp, natal Kai óópot^,


ónoiEp’ áv KtiaT|iQ. pévev 3éi rclvetv
bpóiav Qéptv.
$pácai. SiKaia Ató&.v gpaxd.
Coro: Sábelo, cualquier cosa que hagas, eso permanece para tus hijos
y para tu casa: es necesario pagar la misma justicia. Piensa en esto.
Las cosas justas tienen poder a partir de Zeus. (434-437).

Cuando, en un principio, Pelasgo intenta repatriarlas (v. 390: del toi se


feúgein: “es necesario, por cierto, que tú huyas”), las muchachas apelan al
recurso de la descalificación del adversario, desmitificándolo:

35. Se anticipan así los decretos que emanarán del pueblo argivo.
36 En v. 425, nuevamente harán mención del poder absoluto de Pelasgo pan krátw
chthonóu "...teniendo todo el poder de la tierra..."

97
Xo. un xt kot ovv yevotpav bnoxeípioc;
y' KpáTf.aiv y‘ ápaévaw
Coro: ¡Nunca llegue a estar sometida al poder de los varones! (392 3

Podría pensarse que esta es una afirmación universal, lo que se


lacionaría con el rechazo de las muchachas al matrimonio en gcnemlj
Por el contrano, creemos que, por lo menos en este pasaje, la afirmn
ción está dirigida al propio Pelasgo, en razón de responder a la suger<
*i>
cia del rey del v. 390.
Las muchachas también se apoyan en las órdenes, a través de In
proliferación de imperativos:

Xo. ai) 5¿ nap bvtyóvov páfte ygpaióíipujv


Coro: Tú, por tu parte, siendo un viejo sabio, aprende de los nacidos
después. (361).

XO. TÓV byÓOEV (JKOJIÓV F.niGKÓJCEl,


0úXaga noXunóvtov
|5pouov, oí toi^ jcéXa^ KpoaqpEvoi
StKou; ob tvyxávovciv tvvópov.
Coro: Considera al que observa desde arriba, guardián de los morta­
les de muchas penas, quienes, estando sentados junto a los parientes,
no logran la justicia de lo legal. (380-381.1.

En este ejemplo, también se ve la amenaza velada a través, nueva­


mente, de la alusión a la justicia de Zeus. La actitud suplicante también
se manifiesta en la escena a través de la expresión prosémenoi tois
pelas, “sentados junto a los cercanos", lo que refuerza la discordancia
entre modalidad discursiva y actitud.

Xo. Kpívp. oápou; to npó<; (tewv.


Coro: Considera el temor respetuoso por los dioses. (396).

Xo Opovxioov gal ygvoü


navSíKcot; cixJEPqq npó^evot;-
Coro: Reflexiona y sé con todo derecho piadoso protector. (418-419).

37. Sobre osla lectura, cf H. F. Johanwn y E Whittle, op. cit. p. 288 y ss.

98
CArtTOU»4: I^KIIICAM M'IY.R>X)DKK(MA<<( ACKNC.A HkSí.T/ZTAATXX I* ESQUIO)

*
>
■ ■yvtotii 5' Cpptv ávépcuv
Kcil 0úXa£ai kótov.
i mu...Conoce tú la soberbia de los hombres y conserva la ira. (426-7).

i ii •• «los pasajes, que abundan en órdenes y amenazas, vemos ade-


que las jóvenes apelan a conceptos c:mo themis (“justicia"), sébas
• i'hMlnd"), eusebés (“piadoso") que remiten al campo semántico de lo
■vli <> religioso que Pelasgo deberá tener en cuenta a la hora de resol­
lé «I dilema. Lo religioso y lo cívico, siempre concatenados en la obra
I M|uilo, impulsan a sus criaturas a obrar sopesando las consecuen-
flim tanto para la ciudad como para los dioses.
Por otra parte, se menciona la figura del próxenos (“protector"), que
hioilmente, según vimos, Pelasgo asume.
Algunos subjuntivos prohibitivos, sin embargo, expresan las súpli-
i na esperadas en este marco:

*)
xdv Ivyd&x pi npo&bq.
No entregues a la fugitiva. (420).

pq5‘ P feSpáv
nokuOéwv tnxnaaOeíoav.
Y no me veas arrancada de los altares de muchos dioses. (423-424).

Del conjunto de los pasajes vistos, se revela la ambigüedad en el uso


del imperativo y del subjuntivo prohibitivo tanto para la súplica como
para la orden. En efecto, la proximidad del término hikétis (“suplican­
te”), en el v. 428, en el contexto de los versos citados refuerza la men­
cionada ambigüedad.
Finalmente, llegamos al conocido segmento en el que las mujeres
amenazan con ahorcarse con sus propios lazos:

Xo. cnpó^ov; £cbvaq te. ovXXapáq nÉKkcov.


Ba. ráx &v YvvatKÓJV rauta ovpnpt'nfi néloi.
Xo. £k tíov&e roivuv. tcOi. piixavñ Kakq
(..)
xúv5’ bncot; TáxtoT' ánáY^ao&xi (teiov.
Coro: Tengo cintos trenzados, ceñidores de los peplos.
Pelasgo: Estas cosas han de ser indispensables para la mujer.
Coro- De estos, sábelo, (espero) un bello recurso. (...)
Colgarme lo más rápidamente posible de estas divinidades. (457-465).

99
Esta acción de colgarse de las imágenes de las divinidades implan
para la ciudad una doble culpa: no sólo no haber asistido a las mucha
chas, sino, también, manchar a los dioses con sus impías muertes.
Este segmento, además, abandona la forma linca y toda apariencia <l«
“ruego”, en tanto se trata de un diálogo esticumítico entre el Corifeo y el rey
Debemos enfocar la gran contradicción que se produce entre el con
tenido de Ior cantos corales y el marco espectacular que los sostiene
recursos escénicos como el canto, los ramos, la proximidad a las imáge­
nes sagradas, enmarcan la presencia de las Danaides. Según F. de Toro,
una de las características fundamentales del signo teatral es la redun-
dancia, que asegura la comunicación teatral y tiene a la vez “la fun­
ción de precisar la parte material, significante de los signos en la esce­
na, es decir, que esos signos (decorado, vestuario, idiolectos, gestualidad,
etc.), adquieren su función en tanto signos productores de sentido, evi­
tando la neutralidad significante. Una tercera función complementaria
reside en el bombardeo de significantes que apuntan a un solo significa-
do, sobre el cual se vuelve de una forma recurrente".’ En este caso, la
tragedia no cumple con este postulado, pues se produce una tensión
entre la apariencia de suplicantes de las Danaides, y sus declaraciones
de índole violenta y amenazante. Las amazonas parecen haber abando­
nado los arcos y las flechas, a favor de las palabras agudas.
Como hemos visto, sólo en contadas oportunidades formulan ruegos
concretos al rey. Esta ruptura entre la apariencia y el fondo de los
cantos corales produce un efecto evidentemente perturbador. Las
muchachas ni siquiera siguen las sugerencias de su padre, quien les
aconseja mesura: fronein khré (v. 176: “Conviene ser prudente”).
Por otra parte, consideramos que la actitud hostil y la violencia ver­
bal del Coro, probablemente sean la antesala de su accionar posterior:
la muerte de los hijos de Egipto en la noche de bodas.

38. Según Femando de Toro: Semiótica del Teatro, Bim-ooc Aires, Galerna. 1987, p
94 y as . el signo teatral no puede aer reducido a un solo signo, sino que es una
pluralidad Sus características son: a) es un conjunto de signos; b) tiene movilidad, que
consiste en la mutación que sufren los signo
* en el teatro; c) es redundante.
39. Idem. p. 98.
40. En este segmento también aparece la imaginería habitual en los cantos corales
esquileos, lo que refuerza también este contraste entro el tono lírico y la amenaza. Cf.
D. Conacher. op. cit., p. 132 y ss

100
CAItniU» 4; l»CStietJTANTUS IK Esqí lMl)

Ihíiiao

Kn cuanto a Ir figura del padre de las muchachas, su papel es de


Mfu heraldo de loa acontecimientos que suceden fuera de escena: las
luí i nía ncerca de la llegada del rey Pelasgo, la decisión de la Asam-
|»l“". la llegada de los Egipcíadas. Si bien al principio es mencionado
laiiho consejero y guía, permanentemente les ruega sean sensatas y
h>a|x-tuosas en su pedido de asilo, pero las jóvenes actúan sin la mesu-
hi ao licitada. Consideramos por tanto que se trata de figura desdibujada,
allí los matices esperados en el segundo actor, y esto a favor del
( Milagonismo del Coro.

V I. Los Egipcíadas

1.a figura de los hijos de Egipto, ausente de la escena en la mayor


parte de la pieza, constituye una amenaza latente para las muchachas
recién llegadas:

Xo ... dpoEvoickn&n 8
feopóv bppiothv AtYUJtxoycvfi.
npiv r.ooa VlS tv áocoóei
flrivau £üv óxto ■caxvfipct
itépvaiE nóvtovS •
Caro: ¿Y a la soberbia multitud de varones hijos de Egipto, antes que
/tonga un pie en esta orilla de la tierra firme, enviadla al mar junta
con su rápida nave! (29-34).

Con la llegada de las naves, el temor de las Danaides comienza a


tener una explicación:

Xo. pdpYOv AtyÍMNOV


éoti
lidXTC x dulrpiov Kai XfeYto clSóta.
Coro: Perniciosa es la lasciva estirpe de Egipto e insaciable de bata­
lla: y hablo a quien sabe. (741-742).

41. Cf. nota 8.

101
Finalmente, el peligro se corporiza con la presencia de un grupo
armado en escena. Viene en representación de los Egipcíadas, con el fin
de cargarlas en las naves y regresarlas al país natal. El Heraldo intenta
llevarlas por la fuerza, y amenaza con arrastrarlas del cabello si no
cumplen. Frente a ellas, que imploran a Zeus por ayuda (ó, Gás pai,
Zeú: “¡Oh, hijo de la Tierra, Zeus!", v. 892), el Heraldo manifiesta su
falta de temor frente a las divinidades helénicas:

Kt]. ovxoi $o|3ovpai. Satpovat; toix; tvOáÓE-


Heraldo: No temo por cierto a los dioses de aquí. (893).

A la llegada de Pelasgo, el Heraldo manifiesta también despreciar


las leyes de Argos, sus divinidades e instituciones:

Kij. ti 5‘ fipytXdKntat tíovS’ fepoi ávp;


Ba. £évot; p£v elvai npaitov oh
* ¿nlataaai.
Kr|. itój; S’ ob%í; táp óXcoXóO Ebpíagcov áyw.
Ba. nolotaiv cincov npo^évoi; ¿Yxajpíoi^;
Kq. ’Epuñ, peyíenep npo^É.vcov. paatipicu.
Ba. 8eoíoiv Elnáiv tov; 6eov; otÓév oéJSt].
Kq. toix; áp0t NeIáov Saipova^ CEpi^opat
Heraldo: ¿En qué he errado (obrando) sin justicia?
Pelasgo: En primer lugar no sabes ser huésped.
Heraldo: ¿Cómo que no? Encontrando lo que había perdido me lo
llevo.
Pelasgo: Tras hablar con qué protectores de esta ciudad?
Heraldo: Con Hermes, el mayor de los protectores, el dios de la
búsqueda.
Pelasgo: Habiendo hablado con dioses en nada honras a los dioses.
Heraldo: Honro a los dioses cercanos al Nilo. (916-922).

En resumen, el grupo, presentado como salvaje y violento, despre­


cia el marco legal de Argos en relación con los extranjeros: desconoce y
despoja a los dioses, no envió una embajada ni tramitó un próxenos, y
actúa con violencia.

42. Ya citado.
43. Sobre la mención a Hermea como divinidad reconocida por el Heraldo egipcio, cf
H. F J ohan sen y E. Whittle. op. cit. pp. 235-236. t. III.

102
Carmín 4 Las chicas iufknfdo*e«a okSuwjcaattcs i»:Esquilo)

I. Conclusiones

l.nn jóvenes, que parecen amazonas e inclusive han debido desmen­


tir la comisión de delitos de sangre en su presentación,portan los
ut ributos de los suplicantes y se aferran a las imágenes de las divinidades
ogivas. Sin embargo, en realidad ejercen el poder a través de la ame­
na /a y la coerción. La posibilidad de generar la ira divina está perma­
nentemente latente en sus intervenciones, pero una vez que amenazan
con el suicidio obligan a Pelasgo a defenderlas
Con sólo sus ramos cubiertos de lana minarán el aparentemente
•»ólido poder de Pelasgo, que deberá trasladar a la Asamblea la resolu-
«ión del caso.
A través de diversas estrategias, las Danaides se aseguran un resul­
tado favorable, aun cuando esto implica una guerra para sus protecto­
res. Se amparan en el supremo poder de Zeus, cuyo nombre domina
toda la obra, y por esto mismo apelan a las instituciones helénicas,
germinaimente democráticas, que les ofrecen garantías que el bárbaro
no puede ofrecer.

44. Verso 7.
45. Sobre esto, Francisco Rodríguez Adrado
*: La democracia ateniense, Madrid. Alian­
za. 1983, p. 133, scóala: “Estos noble
* personaje" viven una acción decisiva en su vida
(...) Están ante un dilema decisivo y pueden vacilar, como ya en Esquilo vaciluba (...)
Pelasgo ante la ayuda a las suplicantes (...); pero, vacilen o no. actúan siempre cuando
es llegado el momento y actúan con arreglo a la más completa consecuencia consigo
mismos, bien que a veces sólo el acto de la decisión descubra su verdadero yo ’

103
Capítulo 5

Triple aproximación a la metáfora del apacenta­


miento político en Platón*

Gabriel Livov

.Tradicionalmente, y con muy pocas excepciones, la metáfora ha recibi­


do carta de legitimidad en la filosofía bajo una modalidad ornamental,
como si sólo se tratara de un recurso de embellecimiento del texto,
cuya utilización fuera en sí misma accidental, curiosa o extravagante,
improductiva desde el punto de vista argumentativo, irrelevante para
una investigación histórica e insignificante en sentido estrictamente
conceptual. Sin embargo, en las últimas décadas han ido desarrollándo­
se ciertos paradigmas analíticos que hacen de las metáforas núcleos
conceptualmente relevantes, operadores argumentativamente eficaces
e ideologemas históricamente significativos.
En esta contribución, intentando apropiamos de las directrices fun­
damentales de algunos de estos análisis, partimos de la presuposición
de que las metáforas no son instancias excepcionales, meras ocasiones
y motivos de desvío respecto de una supuesta literalidad normal y origi­
naria del discurso, sino que forman parte ante todo de nuestra vida
cotidiana, de nuestro lenguaje, de nuestro pensamiento y de nuestras
acciones y prácticas, individuales y colectivas. En consecuencia, resulta
por demás fecundo detenerse en las operaciones metafóricas de los auto­
res antiguos y servirse de las metáforas como de huellas que permiten

•La* secciones 2) y 3) del presente trabajo fueron originalmente presentada* como


ponencias, respectivamente en el IV Coloquio Internocional "Lenguaje Discurso y
CiviUtatián* <La Plata, 20 al 23 de junio de 2006) y en el XIX Simposio Nacional de
Estudios Clóneos (Rosario, 3 al 6 de octubre de 2006). Este ensayo se inscribe dentro
de una investigación en curso sobre las modulaciones políticas de las metáforus en el
pensamiento platónico, apoyada por una beca del Fundo Nacional de las Artes.

IOS
Cabio el Lata

reconstruir enteros mundos de sentido, cuyos estratos profundos qui­


zás también rozan el espesor histórico de los tiempos actuales.
El presente trabajo propone una aproximación a la metáfora política
del apacentamiento, vale decir, a la comprensión analógica del vínculo
político de mandato-obediencia a partir del campo semántico del pasto­
reo. El desarrollo se despliega en tres secciones que se distinguen en­
tre sí metodológica y temáticamente. En primer lugar, intentamos de­
linear el mapa de conjunto de la metáfora política pastoril, para lo cual
nos servimos del enfoque cognitivo de G. Lakoff y M. Johnson. En se­
gunda instancia, apelando al método de la retórica de la argumentación
de Ch. Perclman y L. Olbrechts-Tyteca, exploramos las formas en que
el Platón del Gorgiaa y de la República hace de la metáfora del apacen­
tamiento un escenario de conflicto contra sofistas y oradores. Final­
mente. nos abocamos a reconstruir los momentos del examen histórico
y crítico que la metáfora en cuestión recibe en el Político, a partir de
una apropiación de ciertas hipótesis de trabajo delineadas por la
metaforología histórica de H. Blumenberg.

1. El apacentamiento como metáfora política

Las metáforas cumplen un rol fundamental en la comprensión de)


horizonte cotidiano de las acciones, prácticas y modalidades de organi­
zación política, ante todo en cuanto las estructuran conceptualmente y
las habilitan simbólicamente. Este aspecto ha sido puesto de manifiesto
por los uportes analíticos procedentes de la lingüística cognitiva, a par­
tir de la publicación de la obra Metaphors we live by (1980), la cual no
sólo inaugura una nueva área de investigación, al ofrecer una novedosa
perspectiva acerca de la cognición humana a través de una
reconsideración de la noción de metáfora y de su rol en los procesos de
conceptualización, sino que también promueve una fecunda gama de
estudios metaforológicos cognitivos en los ámbitos de la lingüística, la
psicología, la ncurociencia, la antropología, la crítica literaria y la filo­
sofía do la mente.

1. "La motrtfora impregna la vida cotidiana, no Bolamente el lenguaje, sino también el


pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual ordinario, en términos del cual
pensamos y actuamos, es fundamentalmente de naturaleza metafórica" (George
LakoíT y Mark Johnson {1980): Afeld/onaa de ia vida cotidiana, trad C. González
Marín. Madrid, Cátedra, 1998, p. 39).

106
CAPfn u>6 Tkihj- aiwiximaiión a ia uetarhía nsi. apacentamiento coi-mco en Rjwón

Las metáfora», según G. I^akoff y M. Johnson, constituyen modelos


cognitivos articuladores de la percepción y catcgorización de la reali­
dad. en la medida en que proporcionan una comprensión parcial de un
ámbito de experiencia en términos de otro. En virtud de lo que aparece
dofinido como “sistematicidad metafórica”, las metáforas van más allá
de la esfera de las palabras, e involucran una dimensión conceptual, lo
que las hace pasibles de ser expresadas a través de diferentes
formulaciones lingüísticas y de establecer relaciones mutuas dentro de
un campo semántico coherente. Lo cual sugiere que las expresiones
metafóricas no deben tratarse aisladamente, sino clasificarse según sis­
temas articulados de conceptualización, o “dominios".
En toda operación metafórica, el dominio que se quiere tematizar se
determina como meta (targetdomain), mientras que el otro aparece
como fuente de sentido (sourcedamain). En rigor, hay metáfora cuan­
do se da "una conceptualización de un dominio en términos de la es­
tructura de otro dominio independiente, esto es, el trazado de un plano
entre dominios (a mapping across domains)”.
En este apartado nos serviremos de esta amplia caracterización de lo
metafórico como intersección de dominios semánticos. A los fines de po­
der dmamizar adecuadamente la metodología y aplicarla al análisis de
las fuentes antiguas, nos serviremos de este modo abierto e inclusivo de
definición, e intentaremos evitar, en la medida de lo posible, las clasifica­
ciones estrictas y taxonomías excluyentes entre metáfora, metonimia,
sinécdoque, alegoría, analogía o símil. Así, entenderemos como metófo
ra cualquier forma de comprensión de un ámbito de significación y de
conceptualización que se estructure en los términos de otro distinto.
La intersección primaria de dominios propia de la metáfora que nos
ocupa podría enunciarse de manera general según la expresión la ptilis
es un rebaña, bajo la cual nos disponemos a organizar las siguientes

2 “La esencia de la metáfora es entender y experimentar un tipo de cosa en términos


de otra’ (G. 1-ikofT y M. Johnson, opcit. p 41).
3 Cap 2 “La sistematicidad de los conceptos metafóricos". |»p 43-45.
4. William Croft: “The role of domains in the interpretation of metaphors and
metonymies", en Cognitive Lingüistica vol 4-4, 1993, pp 335-370. Tal como se desta­
ca, “ambos dominios, el dominio-fuente y el dominio-meta, no conforman un dominio
matriz de los conceptos involucrados*, (op cit.. 345) vale decir que para que haya
metáfora debe existir una diferencia de dominios, tanto como una transferencia
semántica entre objetos de estos diferentes dominios.
5. Si bien G. LakoíT y M. Johnson proponen la regla metodológica de "usar el concepto
metafórico más específico |...| para caracterizar el sistema entero’ (op. cil, p 45), nos

107
notas ucerca de las apariciones metafóricas del apacentamiento en el
pensamiento político griego.
En primer lugar, conviene abrir la indagación con la célebre fórmula
homérica “pastor de hombres" o “de pueblos” (poimén laón), arcaica
modalidad de caracterización de la autoridad que funciona como epíteto
de figuras que están a) mando de un colectivo de hombres, tanto en el
sentido militar como político. Teniendo en cuenta la vasta difusión de
la lliada y la Odisea, su carácter de textos fundacionales de la cosmovisión
helénica y su función estructurante de imaginarios e idearios comunes,
puede sin más incluirse el dominio-fuente de la metáfora en cuestión
dentro de la “reserva folclórica griega”.
Se constata la recurrencia del epíteto en Hesíodo y en Asió, y con
cierta sonoridad similar a la fórmula homérica, tres expresiones de­
clinan la metáfora en el sentido de la conducción militar, presentando
a los generales bajo ropajes pastorales: poiniénes nañn (“pastores de

parece conveniente aplicar el termina de masa “pólu" como eje organizador de un


conjunto variado de componentes conceptuales políticos dentro del dominio-meta
(“pueblo", “ley". “gobernante", “ciudadano*. “enemigo", “castigo", “mal", entre otros).
6. Hemos contabilizado 43 ocurrencias de la fórmula en ¡luida y 12 en Odisea. Quien
recibe con más frecuencia el epíteto es Agamenón, en 11 ocasiones en la ¡Hada (II,
243 II, 254. II. 772, IV. 413; Vil, 230; X, 3; XI, 187, XI. 202; XIV, 22; XIX, XIX, 251)
y en 3 oportunidades en Odisea (111, 156; IV, 532. XIV, 497). Otros líderes Aludidos a
menudo con asta fórmula son Néstor (¡liada: II, 85; X, 73; XXIII 411; Odisea: III 469.
XV 161. XVII 109), Héctor (IIX 406, XIV 423, XV 262. XXII 277», Mcnelao (¡liada: V.
566; V. 570; Odisea: IV. 24), Odiseo (Odisea: XVIII. 70; XX, 106: XXIV, 368), Aquilea
(¡liada: XVI. 2: XIX. 386). Diomedes (¡liada: XI, 370; XXIII. 389). Eneas (¡liada V.
513; XX. 110), Macaón (¡liada: XI, 506; XI, 598; XI, 661). Luego, aparece la fórmula
respecto de otros líderes, pero no se repite en más de una ocasión para cada uno
(¡liada: 1, 263; II, 105 (Aireo* IV. 296; V, 114; VI. 214; VII, 469 (Jasón* IX, 81; XI. 92.
XI. 578. XI. 842. XIII, 411; XIII, 600; XIV. 516; XVII. 348; Odisea: IV, 528; XXIV 4661
7. Cornelius Castonadis. Sobre el Político de Platón, trad. H. Pons, rev. César
Guelennan, Buenos Aires, F C.E., 2002. p. 67. Este aspecto permanece oculto al
brillante análisis metaforológico del apacentamiento que Michel Foucault desarrolla
en Seguridad. territorio, población. Curso en el Collége de France (1977-1978). trad
H. Pons. Buenos Aires, F.C.E., 2006. Con el objetivo de anclar la genealogía de ¡a
biopolítica contemporánea exclusivamente en los valores hebreos (y luego cristianos)
del buen pastor que vela por la vida de sus ovejas, Foucault pretende tomar la metá­
fora pastoril como una excepción en Grecia. Peni sucede que aceptar entre los textos
que contienen un uso político de dicha metáfora a la lliada y la Odisea (cf. p. 162) es
desde ya algo que va contra su propia hipótesis Aun cuando no hubieran llegado
hasta nosotros ulteriores referencias políticas al pastoreo, su presencia en Homero ya
daña cuenta de que la relación pastoral no es una excepción en el sistema simbóbeo-
político griego, sino más bien todo lo contrario.
8. Teogonia 1000, Escudo 41, Fragmentos 23a 34 (entre otros fragmentos).
9 Fragmentos 1.3,

108
Cai itvu »5: Taina aikdximación a la mctarxca na. apacixtamiknio mitnco en Piatón

|O jj
naves"), poimén lókhon (“pastor de escuadras"), poiménes ókhon (“nas-
lores de carros ).
El Sócrates de Jenofonte elucida las razones del epíteto, en diálogo
con un interlocutor que había sido general:

Tov tvEKEV, é^q/Oynpov otet tóv'AYCtpépvova 7tpoaaYopEvaat


jtoigfva Xaánr. ápá ye bti. tóaftFp tov noipFva 5eí taipeXeia&XL,
ÓJtax; oáxxí tf. foovxai oá oIe; gal tá titiTíjÓEia É^ovat gaí. ov
tVEKOi xpt<>ovTai. tovto faxai, otaa> gaí tov axpaxTTYóv
tnuifXEicrtkxi 8ei. ónco; acboí te oí aipatiártai faoviat gal xá
tniTT|5F.ia fe^ovoi Kaí, oí) f.VEga oxpaTEOovtaL, tonto tata»;
¿Por qué razón -dijo- crees que Homero llamó ‘pastor de hombres’ a
Agamenón? ¿Acaso porque del mismo modo que el pastor debe hacer­
se cargo de que sus ovejas estén sanas y salvas y cuenten con los
recursos necesarios, y de que se realice aquello para lo cual son cria­
das, así también el general debe preocuparse de que. sus soldados
estén sanos y salvos y cuenten con los recursos necesarias, y de que
se cumpla aquello para lo cual sirven como soldados? (Recuerdos de
Sócrates III, 2, 1).

A continuación, luego de citar un verso de la lliada en el cual se


combinan en la persona del Átrida las virtudes políticas y militares,
vuelve a preguntar (retóricamente) las razones de tal caracterización:

apa ye ÓTt te gpatEpó; áv eIt). obg el povoq abro; sb


áycóvi^otTO npó; tov; noXf.píov;, áXX Kaí navxi tóeI
QtpaTOKÉ&ü xobxov alxto; eIt], gal 0aaikEVS áyaOó;. obg fA
póvov tov tavrov piovKaXü; npoECtiíKoi. áXl el
gal. <í»v paoiXEvot, xotnot; Ebóaipovía; atxio; elq;
¿Acaso porque ‘guerrero poderoso' sería no si combatiera hábilmente,
él solo, en persona, contra los enemigos, sino antes si fuera el respon­
sable de que todo su ejército lo hiciera, y ‘rey bueno’ sería no si cuida­
ra adecuadamente sólo de su propia vida, sino antes si también fuera

10. Esquilo. Suplicantes, v. 767.


11. Eurípides, Fe nieta», v. 1140.
12. Eurípides. Suplicantes, v. 674.
13 Edgsrd C. Marchant: Xenophontis opera omnta, Oxford. Clarendon Presa. 1971,
vol. 2
14. Apóótrpov. paaiXró; x’ á.ra0ó<; KpaxcpO; f atxMOXtK

109
responsable de la felicidad pura aquellos sobre los cuales ejerce su
reinado? (Recuerdos de Sócrates III, 2, 2-3).”

El tratamiento analógico que Jenofonte presenta ai desglosar en sus


componentes la fórmula homérica echa luz sobre la ya aludida dinámi­
ca genera) de funcionamiento de la metáfora en términos de "rnappinp
across doniains". Por otra parte, el texto pone de manifiesto el hecho
de que un mismo dominio-fuente (en este caso, "apacentamiento") pue­
de trazar planos comunes con más de un dominio-meta (en este caso,
“dirigir un ejército” y "reinar sobre una polis”).
El tópico de Agamenón como poimén laón estructura el imaginario a
la vez pastoral y sacrificial que Esquilo presenta en la tragedia
homónima. Ante el demorado regreso a casa de su marido, Clitemnestra
se apresura a investirse de los atributos de la perra guardianá que ha
cuidado del rebaño en ausencia del pastor:

xaúi ágdYYtnXov nóaet*


t|K£iv TáxioV tpáapiov nóÁ¿v
YVvaÍKoc niazriv 8 tv óópoiq Ebpoi poXáiv
olavicsp OVV fXElKE, ScopáTCDV Kúva.
feaOXfiv ékeIvcü. JtoXf-ptav toí<; ¿nxjftxMHv. („.J.

¡liada, 111: 179: "Era ambas co^as. un rey bueno y un poderoso guerrero’. El verso
esta puesto en boca de Helena y corresponde ul episodio de la tcikhoskopía, cuando
Príaino solicita a la mujer La identidad de un combatiente que, aun visto desde las
lejanas murallas trvyanas, lio dejaba de destacante entre los demás.
15. También Aristóteles, en la que quizás sea la única utilización política de la metáfo­
ra pastoral a lo lurgo de su obra, reflexiona sobre el epíteto homérico
flaciArí ptv upó; xov; PaoiVvogÉvout; tv Unepoxñ etepyt;cia£ cu yáp
jtoicí xov<; paoiXruopCvotx;. cíxfp áyaOó; <¡>v ¿mpeXertat abxcóv. lv’ eó
Rpattioaiv. cikjncp vopru; npofláuutr óOcv xat Ojupo; tov'Ayapcpvova KOipt
va Xaojv eIkcv.
/Zxj amistadi propia dt un rey harta aquellos sobre los cuales ejerce su reinado
reside en la superioridad de la beneficencia: pues hace bien a ñus súbditos si,
especialmente cuando es bueno, se preocupa por ellos con el fin de que les vaya
bien - por esto Homero llamo 'pastor de hombres' a Agamenón (Ética Nicomaquea
1161a 11-15) í/ngram Byieater (ed ): Aristotelis Ethica Nicomachca. Oxford
University Press. 198A\.
16. W. Croft, op cit., p. 343. Esta nota la distingue de la metonimia, que sería no ya el
trazado de un plano común imappingi entre dominios independientes sino una
focalización entre somas pertenecientes a un mismo dominio matriz

110
Capítulo 5: Tra i*t Jt aikokimaiiOn ala muta tora klatai KNTAMiRvrnpoLrnooEN Piaton

Anuncíale estas cusas a mi esposo: que llegue lo más rápido posible


ese hombre amado por la ciudad; que en caso de venir encontrará
en la casa a una mujer leal, precisamente tal como la dejó, perra
guardiana del palacio, fiel a él, enemiga de sus adversarios (...)
(Agamenón 604-608). *"

Pero cuando sobre el final de la pieza se revela la ironía trágica -y lo


que había anunciado al heraldo no era más que la imagen invertida de
mí misma-, se justifica ante el coro de ancianos argivos que acaba de
decretar su expulsión del rebaño dando como razón una inversión ante­
rior, la de su esposo, que subvirtió antes que ella las preceptivas del
buen apacentamiento:

vvv pév 5iKú£etc fe* hóXeüx; <>uyr|v hpoí,


Kai pico; áatóv ÓqpoÓpov; % fcxew
ovÓev tót' ávSpt tó>5' tvavxíov <>épa)v.
6; ob npotipajv, ájarcrpEi 0otoú pópov,
pf)Xíüv 4>Xeóvwv cbnóKot; vogEúpaoiv.
tOvaEV abroo naí5a. Otktá'tqv fepoi
coSív'. tncpSdv OppKÍajv ánpátíDv.
Ahora me sentencias al destierro de mi ciudad, y a recibir el odio de.
los ciudadanos y las maldiciones a gritos del pueblo, pero en otro tiem­
po no dijiste nada contra este hombre que despreocupadamente, como
si se tratara de una pieza de ganado entre rebaños de abundantes
ovejas de buena lana, sacrificó a su propia hija, mi parto más querido,
como conjuro contra los vientos de Trucia. (Agamenón 1412-1418).

En función del mismo régimen metafórico se disponen las


tipificaciones de Egisto como un león criado en la misma casa cuyas ove­
jas habrá de destruir cuando sea adulto, la presentación de Clitemnestra,
más que como perra guardiana, como “leona bípeda que se acuesta al lado
19
de un lobo”, la conceptualización de Egisto, nuevamente, como un “león
cobarde". A lo largo de la pieza, de este modo, diversas metáforas

17 Gilhert Murray: Aeschyli tragocdiae, Oxford. Clarondon Prest. 1960.


18. Agamenón. 717-736 el coro no menciona el nombre de Egisto, pero ae entiende
que la referencia apunta a él.
19 aüu] Síriov; Xtaiva avYKOtpcoptvTi kúiccp.
Así la deacnbe Cu&andra en Agamenón 1258-1259.
20 Agamenón, 1224 Para una visión de conjunto sobro el recurso a la animalización
en la Orvalla. cf John Hcutli “Disentangling the beaat: humana and other anunals in
Aeschylus* Orestcia", en The Journal of IMlenic Studies. vol. 119, 1999, pp. 17-47

111
convergen en sus implicaciones dentro de un mismo sistema metafóri­
co, cuya unidad se asegura en virtud de las “relaciones de
subcategorización" que articulan estas apariciones dentro de un con­
si
junto.
Volviendo a Homero, no sólo sobre la base de la abundunte repeti­
ción de la fórmula poimén laón podemos afirmar que esta configuración
metafórica llegó a ser una forma folclórica helénica de referencia al
poder, sino también de acuerdo con la constante remisión a motivos
pastorales para hablar de la conducción de un ejército o del gobierno
sobre un pueblo. En el marco del habitual régimen homérico de sími­
les, el apacentamiento articula en sucesivas oportunidades la inserción
de los acontecimientos bélicos y políticos dentro de secuencias narrati­
vas. Pero mientras que en la litada se produce una reducción bélica de
la conducción pastoral (los generales disponen al ejército como los pas­
tores ordenan a las cabras, " Diomedes acomete herido contra el ejerci­
to troyano como un león que el pastor lastima para alejar del rebaño,
2,1
pero al cual en realidad termina enfureciendo aun más, Eneas ve cómo
las tropas marchan detrás de los jefes como ovejas tras los carneros
mientras el pastor los contempla, los dáñaos cargan contra los teucros
como los lobos acometen a las cabras que pacen dispersas e indefensas
por impericia del pastor), en la Odisea aflora la metáfora en su sentido
más político: sin darse cuenta de que el mendigo que camina a su lado

21. "Los conceptos metafóricos El tiempo es dinero. El tiempo es un recurso limitado


y El tiempo es un objeto valioso constituyen un sistema único basado en la
subcategorización, ya que en nuestra sociedad el dinero os un recurso limitado y los
recursos limitados son cosas valiosas Estas relaciones de subcategorización caracte­
rizan ciertos vínculos entro las metáforas. El tiempo es dinero implica que £/ tiempo
es un recurso limitado lo cual a su vez implica que El tiempo es un objeto Dahooo |...|
Éste es un ejemplo de la forma en que las implicaciones metafóricas pueden caracte­
rizar un sistema coherente de conceptos metafóricos y un sistema coherente corres­
pondiente de expresiones metafóricas de esos conceptos* (O. Lakoíf y M. Johnson,
op. cit., p. 45). Un problema que excede los fines del presente trabajo pero que deberá
tenerse en cuenta es no ya la coherencia dentro de un mismo sistema, sino la cohe­
rencia entre sistemas metafóricos distintos: por ejemplo para el cuso platónico, la
interacción entre la configuración metafórica La polis es un rebaño con otras como La
pólis es una nave. La pólis es un cuerpo, etc LakotT y Johnson categonzan esta
distinción en términos de 'sistematicidad global" (frente a la "sistematiadad interna"
a cada uno de didios puradigmas: op. cit., p. 55).
22. ¡liada, II: 474-477.
23. ¡liada N: 136-143.
24. ¡liada, XIII: 491-495
25. ¡liada, XVI: 352-357.

112
vniru... I mi-IM ArwaiMACIONA IA MKTARHU l»l Al M I NTAMIKXIO HHJTKHKN PLATÓN

<•« aquel por quien reclama, el porquerizo de itaca ruega a las ninfas
que algún dios traiga a su rey para que ponga fin al dominio de los
pretendientes que ocuparon el palacio, esos "malos pastores que echan
n perder las ovejas".
Dentro del sistema metafórico Zxi pólis es un rebaño, entonces, pode*
mos incluir inicialmcnte los siguientes componentes enlazados entre sí
por relaciones de subcategorización: dirigir un pueblo o un colectivo de
pueblos es pastorear un rebaño, los enemigos son pensados como lobos y
Ivones, estar al mando de unidades militares equivale a disponer las ca­
bras en el campo y evitar que queden expuestas al ataque de los leones,
gobernar legítimamente consiste en hacerse cargo de que las ovejas es­
tén sanas y salvas de acuerdo con el fin para el que se crían, el gobierno
ilegítimo es propio del pastor que echa a perder las ovejas.
Pero el mapa de referencias puede ampliarse todavía más. Kn uno
de sus fragmentos, Anacreonte convoca el nombre de Ártemis, “patra­
ña de las bestias salvajes", y se dirige a ella hincado de rodillas:

áypícov 6éonoiv”AptFpi fiqpcov


rj kou vvv felá Ar|6atov
Sivqiai OpaavKapSícov
ávópajv feoKa-topáu; nóXtv
Xaípotxj’. ob yáp ávnpépoiK
rtoipaívF.i^
Junto a los remolinos del Leteo miras ahora alegre hacia la ciudad
de hombres valientes, pues apacientas a ciudadanos para nada salva­
jes íFrg 3, 2-8) ”

Teognis, inversamente, denuesta “al pueblo insensato" y aconseja


mantenerlo dominado: “ponle alrededor del cuello un yugo difícil de
soportar".
En las Suplicantes de Eurípides. Adrasto implora a Teseo, rey de
Atenas, que ayude al pueblo argivo a recuperar los cadáveres de los
guerreros que participaron de la fracasada expedición contra Tebas, y
así acompaña su petitorio de un encomio pastoril:

26. Odiara, XVII: 246:


atndp añka xavot tfteípoixn vopíicí.
27. Martín L. West: lambí et elegí Graeei, vol 2, Oxford. Clarcndon Press, 1972
28. Eleg. I, 847-848 (Douglas Young: Theognu, Leipzig. Teubner. 1971).
ónpem KevcóópovC (...y {etyXw 3úok.o4ov ápóitíOct.

113
sóXií oí]
pón] óúvavt’ dv tóvÓ' bnooTqvai kóvov
xa t oiKTpá yap 5é5opge Kaí vcavtav
¿Xei ct nouiév’ taOXów
Sólo tu ciudad podría hacerse cargo de. esta empresa: pues vela por
las causas dignas de piedad y te tiene a ti como joven y valiente
pastor... (jSupl 188-192).”

Las fábulas de Esopo se hallan atravesadas por los personajes habi­


tuales del paradigma del apacentamiento: pastores, ovejas, lobos, leo­
nes, perros. A pesar de que los textos esópicos que llegaron a nosotros
no datan de antes del siglo III a. C. y constituyen presumiblemente
antologías de ejercicios retóricos, se trata de indicios temáticos que se
inscriben en una auténtica tradición de literatura popular, de carácter
oral, lamentablemente peni ida para nosotros, pero evidentemente muy
difundida en los imaginarios populares tanto como en la cultura filosó­
fica, historiográfica y retórica de la Grecia clásica. En la fábula 153
30
(158), se describe una guerra entre el rebaño y ios lobos, los cuales
envían mensajeros al rebaño prometiéndoles la paz si les entregan a
los perros guardianes y los dejan a ellos convertirse en sus protectores;
las ovejas acceden, pero cuando reconocen el error ya es demasiado
tarde. En la fábula 209 (225), un pastor encuentra unos lobeznos aban­
donados y los cría para que lleguen a ser guardianes del rebaño: final­
mente sucede lo contrario, y al convertirse en lobos adultos devoran las
ovejas.
Jenofonte abre su Ciropedia con una reflexión personal en tomo a la
política, que elige enmarcar en términos pastorales:

Éxi 5é npo; xovcou; tvEvoovpev óxi dipxovTct; eiat kcxí oí


PovkóXoi tov Jkxbv gal ol inncxt>op|3ol wv Iftitcov, gal nava:;
ol gaXoúpEvoi vopcíq wv áv tnioxaicócn ^aicov eigfruot; áv ápyoKUj;
tovuov vopí^oirto naaou; toIwv xavxa; xáq áyt>.a<;
tSogovpEv bpav páXXov hGeXovaat; n€Í0f.aOat toí<; vopeíxyiv ij
xovt; ávGpainotx; rote; ápxovat. nopcúovrai te yáp al áyéXat rj

29. Gilbert Murray (cd.l: Eunptdia fabulat, vol. 2, Oxford, Cíarendan Prcas, 10G6.
30. Citamos las fábulas según la clásica numeración de Perry, aunque hemos consul­
tado la edición de August Ñauara th y I lerbcrt Hungen Corpus fabularum Aeeopicarum,
I^ipzig, Teubner, 1959, cuya numeración adjuntamos entre paréntesis.

114
Ca>iivi.o5:Ti<iii >: ai-i«>xima<-iónaia ‘u.tmuiiaw i. ata» i .jnou en n atos

áv avxac; cUJuvcoaiv oí vopEÍ$, vf.povtal te x^*01 bnoia áv


abtá$ tnáycociv. án¿xovxai v- abróe; áneipYüXH *al
xoi$ KapTioü; toiwv toi$ yiyvontvoi$ ü, abuov fidch tov$ vopáx$
XPñaOai otaax; 6ittu$ áv abrol fJobXcovTat. ¿ti rolvuv obSepíav
nainoTE áyéXqv t]ofif|pF.8a avaTÓaav fercl tov volita oírte cb$ pq
neiOeaOat oírte áx; jiq tnirpcrtEiv no Kapnu» %pñGfku. áXXá *ai
XaXeniótEpai elaiv al áyÉXai nací toí$ áXXo^vXotq rj tot$
ápxovaí XE Kat d)<í>eXo\4iévoi$ án aüt¿r dvOpconoi 8é en
obóéva$ paXXov awtaravTai q fent tovtov; oü$ áv alo0a)vrat
ápxetv abnov tnvxcipovvxac;.
Además, en relación con estos temas, /tensábamos que son jefes los
boyeros y los cuidudores de caballos, y que todos los llamados pasto
res naturalmente podrían ser considerados como gobernantes de aque­
llos animales que cuidan: en efecto, creimos ver que todos estos reba­
ños obedecen a los pastores con rngjor voluntad que la que los hom­
bres demuestran para con sus gobernantes. Pues los rebaños se de­
jan llevar hacia donde los pastores los dirigen, pacen en la región a la
que los conducen y se mantienen ahajados de los lugares de los cuales
los apartan: y además permiten a los pastores que se sirvan de los
productos que derivan de ellos del modo en que a aquéllos les plazca.
Más aun, no hemos sabido nunca de ningún rebaño que conspiraru
contra el pastor ni de modo que lo desobedeciera ni de modo que no
le permitiera servirse de su producto, sino que los rebaños se disgus­
tan contra todos los extraños antes que contra quienes los gobiernan
y obtienen provecho de ellos: pero los hombres contra nadie se rebe­
lan más que contra aquellos que, según perciben, intentan gobernar­
los a ellos mismos. (.Cir. I: 1, 2).

Ciro mismo sostenía lo siguiente, también según Jenofonte:

XÉyoi napanxíioia Épya elvai vofiéco$ áyaQov Kaí paoiXécoc;


áyaOov- tóv te yáp vogéa xpqvat t<»q ebfiaípova Ta Ktqvq
Ttoioüvra xpñoSat abtoi$. q 5q npofkxuov EbSatyovía. tov te
PaciXéa (boaveax; Eb8aípova$ jióXei$ Kat ávGpairoix; noiovvta
XpqoOat abroí$.
Los trabajos propios de un buen pastor y de un buen rey san simila­
res: pues decía que era necesario que el pastor, haciendo felices a sus

31. E. C. Marchant. op. c.ii. vol. 4.

115
reses -evidentemente, {hablabaJ de la felicidad propia de ios rebaños-,
se sirviera de ellas, y es de. igual modo necesario para el rey hacer
felices a las ciudades y a los hombres para servirse de ellos. (Cir.,
VIH, 2, 14).

Jenofonte parece continuar de este modo uno de los regímenes


metafóricos preferidos por su maestro a la hora de referirse al poder,
esta vez en tono crítico de las sistemáticas condenas a muerte por parto
del gobierno de los Treinta Tiranos:

finé nou ó Ecokpóittx tai fiaupaatóv oí Sogoiq elvai, el tu;


yevtytevoc fkxbv áY¿Xq; vopev^ gal xa; poíx; kXáxtotx; te xai
Xt’ípovq noicov pq ópoXoyoiri kcxkóí; povicóto^ eívat. ¿ti &
©avpaoTÓTFpov. el tic; npoatáTTií Y£vó)i£vo<; nóXccoq gal rtoitov
to(x; koXítou; ¿Xdvtou^ te gal xelP°^ M’l aíGxúvEtai pqó
otetai gagóq elvat npoatáTTK Tq<; nóÁEíoq.
Sócrates dijo que le parecería digno de asombro si alguno que fuera
pastor de un rebaño de vacas, al menguar y hacer empeorar a las
reses, na estuviera de acuerdo en que es un mal pastor, pero que le
resultarla todavía más asombroso si alguien que llegara a ser jefe de
la ciudad, al diezmar a los ciudadanos y hacerlos peores de lo que
eran no se avergonzara ni creyera que es un mal jefe de la ciudad.
(Mem. I, 2, 32-33).

Podemos así seguir completando el mapa metafórico del apacenta­


miento notando que establecer pactos con enemigos poderosos se co­
rresponde con dejar el rebaño en manos de los lobos, los buenos ciuda­
danos son animales domésticos que se dejan conducir mansamente,
mientras que los malos ciudadanos son aquellos que conspiran y se
rebelan contra los pastores, el dominio sobre el pueblo consiste en im­
poner un pesado yugo alrededor de su cuello, los malos gobernantes
son aquellos que hacen menguar el rebaño, mientras que el buen
liderazgo equivale a hacer felices a las ovejas para luego sacar un mejor
provecho de ellas.
A pesar de la multiplicidad de referencias que hemos transitado has­
ta aquí, es recién en Platón que el paradigma pastoral asume un trata­
miento exhaustivo, como por otra parte sucede con todas las otras con­
figuraciones metafórico-políticas del pensamiento griego.
Toda la construcción de la polis ideal según la República se ve enmarcada
simbólicamente a partir de motivos pertenecientes al régimen pastoral

116
CArtnnx) 5: TMhji aproximación a ia mktafvra un uw utiami»:.vn» raimen kn Piatón

ilo dÍNCureo acerca del poder. Para citar algunos pusajcs, por ejemplo.
Hórrate» inata u sus interlocutores a caracterizar al brazo armado do su
cluiliid-Estudo como perros guardianes del rebaño: una vez selecciona-
don quienes van a cumplir estas tareas, se hace necesario encontrar un
lugar adecuado para situarlos, y este punto elevado debe ser tal que
<l< «de el pueda dominarse con la vista todo el territorio y pueda estable-
• orne una acrópolis apta para la defensa, “en caso de que algún enemigo
vaya contra el rebaño como un lobo”.
La misma metáfora ilustra el planteo de un problema de género
entre los guardianes:

ftqXEÍat; twv <¡uk<iK(ov kwídv Kóu.pa Gvp0uXátt£iv otópcOa


8eív ánep áv oí áppr-.vF.^ (mXáttaxji Kai ouvOqpEÚEtv gal róXXa
K-otvfi KparcEiv, q tac; pEv olKOUpcív tvóov cu; áSvvatoix; 5tá tov
TU)V (JKUXÚKIOV TÓKOV TE gal TpO^ljV. 8é KOVEIV TE KCÜ
náaav tmpÉÁEiav tfcEiv ncpi xá notpina;
¿Creemos acaso que es necesario que las hembras de los perros guar­
dianes vigilen conjuntamente las cosas que los machos vigilan y que
cacen junto a ellos y hagan todas las otras cosas en común o que las
unas estén en casa para el parto y la cría de cachorros, como si fue­
ran incapaces [para otras cosasl, y los otros trabajen y tengan u su
34
cargo todo el cuidado relativo al rebaño? (.Re.p. 45Id 4-9).

Pero quizás el riesgo más acuciante para el legislador-pastor se ha­


llaba prefigurado en la fábula esópica, y consiste en que los perros-
policías crucen la delgada línea que los separa de los lobos:

ÓEivÓTatov yáp nov rcdiztcuv gal alcxiGTOV JtotuÉai toioutoix;


yp. gal obra) xpé^FAv xrúva; fentKOúpov; Jtoigvtcov. toaxE imó

32. Y sus interlocutores validan el uso de esta imagen: como Glaucón recuerda en
República 4-IOd 4-6. se trata de hablar de loa gobernantes como “pastores de la ciudad"
(poiménes pólrvn) y de los auxiliares policías como “perros guardianes" (kynes). Para
un tratamiento general de las imágenes animales en la República, cf Arlene
Saxonhouse: “Comcdy in Cullipolis Animal iniagery in the Rrpublic". en The Anuncan
Political Scienre Rruiew vol. 72, n* 3, 1978, pp. 888-901.
33. Rep.. 415e 2-3.
el noítpioc Xúko; tirt rotpvqv tu; tov
34. John Bumot Piatonis opera. Oxford University Prese. 1967. vol. 4. Aristóteles
impugnará esta analogíu u partir de loa animales iparabolé ek tán thrríon) en el libro
II de su Política (1264b 4-5).

117
dKoXaataq í] Xipov A Tivoq áXXou icaicou Htovt; abxoix; xovq
kúvou; tnixEipnaai xok npopáxox^ kcikoupyeív *ca ávxt kuvúv

áúkok bpoiajOqvai.
... pues quizás lo más terrible y lo más vergonzoso de todo para los
pastores es alimentar perros protectores de los rebaños tales y de tal
modo que los mismos perros intenten hacer mal a los rebaños por
indisciplina o hambre o por alguna otra mala costumbre y se parez­
can a lobos en vez de a perros. (Rep., 416n 2-7).

En el Político, la metáfora se utiliza como paradigma para determi­


nar las características del verdadero estadista, funcionando como oca­
sión de despliegue de ciertas definiciones dicotómicas sobre las que
habremos de volver en la sección 3). En referencia polémica a los méto­
dos sofísticos de enseñanza privada, el Extranjero afirma:

’AXX ob pqv too yg eoXitikóv etptpopEV i5ioipo$ov. ¿oorazp poqXdTT]v


f] xiva iJtKOKÓpov. áXX Innoboppá) xc *at pouóoppój
páXXov npoQcoiKóxa.
Pero por cierto no descubriremos en el político a un criador indivi­
dual, como un boyero o un escudero [que crian animales individua-
lesl, sino que se parece más al cuidador de caballos y bueyes [que
crian tropillas]. (Pol., 26 Id 7-e 2).34

Apacentar a un colectivo de hombres, y no a dos o tres de forma


privada, he allí específicamente uno de los rasgos distintivos del domi­
nio político del rey-legislador, sólo que también uno de sus límites:

Kal xóv vopotí£tT]v xoivuv hycopF.fkx. xov xaíoiv áyéXai^


¿ntaxaxnoovxa xoí Siicaíov nepi *ai xcóv npot; áXkqXov»q
cuppoXaiaiv, pf| no6’ tKavóv YF.vqQF.aOai náatv áiipóoi;
npoaxáxxovxa áKpipóí kvi tKaoxcp xo npooñKOv ánoStSóvai.
Así también consideremos que el legislador, que vaya a estar al frente
de. estos rebaños en lo que concierne a la justicia y a los contratos
recíprocos, no llegará nunca a ser capaz de proporcionar exactamen­
te lo que conviene a cada uno de los individuos, dado que establece
sus mandatos para todos en conjunto. <Pol., 294e 8-295a 2).

35. J. Bumel op. eil., vol. 2.

118
CAi’mion miriJi ah<«limación a ia MrrArum mArArrNTAMirr»iunn.in»w m

El pastor de hombres debe tener a su cargo animales que no sean


violentos entre sí, a los que antes deben cercenárseles los cuernos: “el
rey indudablemente se nos presenta como quien apacienta un rebaño
36 •
ni que se le han mutilado los cuernos". En este sentido se orienta
también el siguiente pasaje de las Leyes:

naoctv áyfcXqv noipíp gal PovkoXoc; rpopet*; te Iiticajv gai boa


áXXa totavxa napaXa(ki)v, obg áXXcot pfi note ticixEtpqoei
Gcpajtcúeiv f| npcoxov pév xóv kgáatT] npoar]KOvxa gaGappóv
gafrxpd xf| avvoiKqaEi. SiaXé^aq & tá w. byin gai xá pf| gat
xa yEvvaia «al áyewñ. xa pév ánonépvet npó^ áXla; xiváj;
áyfcXac;. xd 8f OcpancbaEi, ótavooúpEVo; oj; paxaio^ áv o kóvo;
elq gal ávt]vuxo^ nepi te acopa gal vu%a<;. d£ oíxtiq gal
novqpá xpobq StE^Oapguta npooanóXlvcHv xó xiov Vyiá>v gai ágqpa
xiov tl&ñv xe gal acopáxcov Yévoí tv fegáoxou; xu>v gxqpáTiov, áv tic
xd wtápxovxa pf| Siagaeatpqxat.
En relación con todo rebaño, cuando un pastor, o un boyero, o un
criador de caballos o de otros animales de tal clase los recibe a su
carpo, nunca intentará tomarlos bajo su cuidado sin antes, en pri­
mer lugar, realizar la purificación que conviene a cada grupo, y sepa­
rando los ejemplares sanos de los enfermos y los de raza pura de los
mestizos, enviará a unos hacia otros rebaños mientras que se. encar­
gará de los otros, considerando que, a menos que se purifiquen com­
pletamente los ejemplares con los que se cuenta, seria en vano e inefi­
caz el esfuerzo en relación con un cuerpo y unas almas a las que han
corrompido la naturaleza y la rnulu crianza que destruyen al mismo
tiempo en cada una de sus propiedades la raza de los que tienen
cuerpos y caracteres sanos y puros. (Leg., 735a 8-c 3).' ’

Luego de recolectar la evidencia textual de la fuerte presencia de la


metáfora política del apacentamiento en el pensamiento griego, la lin­
güística cognitiva procedería a buscar las bases culturales profundas de
este fenómeno. “Creemos -sostienen Lakoff y Johnson- que ninguna

36 Pal.265d 3-4.
Kal pqv o ye pamXcú; tyiiv ao caxaoavn; óxi koXqPov áytkqv uva gspaxúsv
vogeóei.
37. J. Bumet, op. cit., vol. 5.

119
metáfora se puede entender, ni siquiera representar adecuadamente,
independientemente de su fundamento en la experiencia", ’ y en esto
sentido, destacan el hecho de que la utilización de una metáfora en
lugar de otra no es un acontecimiento arbitrario, sino que encuentra su
explicación en una determinada “base experiencial".*’ Si bien los auto
res apuntan más a metáforas espaciales (denominadas “espacia lizadoras”
u “orientacionalcs") cuando aluden a la base de experiencia, bien po­
dríamos vincular el concepto de experiencia a sus condiciones económi­
cas y religiosas. En esta clave, podemos pensar que la base experiencial
originaria para la utilización política del paradigma del apacentamiento
puede anclarse en las características pastorales de la antigua economía
griega, con su correspondiente ritual en un sistema sacrificial de ani­
males domésticos.
Siguiendo una pista lingüística, podría buscarse una base lexical pro­
funda para la aplicación de la metáfora en cuestión a la relación de

38. G. Lakofi* y M. Jolinson. op. cit., p. 56.


39 *Lo que es real para un individuo como miembro de una cultura es un producto de
su realidad aociíd y de la manera en que aquélla da forma a «u experiencia del mundo
físico’ (G. J-akofT y M. Johnson, op. cii., p. 188). “Nuestro sistema conceptual es un
producto del tipo de seres que somos y la manera en que ínteraccionamos con nues­
tros ambientes físico y cultural’ llbid., p 160). “Los sistemas conceptuales de las
culturas y las religiones son de naturaleza metafórica Las metonimias simbólicas son
eslabones críticos entre la experienciu cotidiana y los sistemas metafóricos coheren­
tes que caracterizan las religiones y las culturas* <Jbtd., p. 78).
40. Más correctamente, y si bien puede haber habido una etapa pastoril más marcada
en tiempos anteriores u los del surgimiento de la pólis. debería entenderse la activi­
dad del apacentamiento dentro de una escala pequeña y sin un carácter exclusivo,
sino mixto los pequeños productores agranos basaban su subsistencia tanto en el
trabajo agrícola como en la cría de ganado, y las unidades domésticas do producción se
integraban comunitariamente dentro do un sistema de granjas familiares autóno­
mas. (Cf. Julián Gallego: Campeamos en la ciudad. Bata agraria* de lu pólis griega
y la infantería hoplita. Rueños Aires. Ediciones del Signo - FFYL. 2005, pp. 41-47).
■II. “Se sabe que en Grecia las bestias salvajes no son normalmente sacrificadas; se las
mata durante la caza, sin escrúpulos, como a enemigos. La carne de esa ntualizada
carnicería que constituyo el sacrificio pertenece entonces exclusivamente a las espe­
cies domésticas: cerdos, cabras, corderos, bovinos" (Jean-Picrre Vemant: “Théorie
générale du sacrifice et mise a morí dans la ihuxiu grecque*. en I* sacrifice dan»
l'AntúfuUé, Genéve, Fondation llardt, 1981, pp. 1-39, p 14.). “Saltemos que el sacrifi­
cio de animales cazadores era un fenómeno raro (se explica fácilmente, dado que el
animal sacrificado debe estar vivo) y en líneas generales estaba vinculado a divinidades
rebeldes a la ciudad, divinidades de la naturaleza salvaje como Artemis y Dioniso"
(Fierre Vidal-Naquet: “Caza y sucrificio en la Oevxtiuda de Esquilo", en Fierre Vidal-
Naquel y Jcan-PierreVernant: Mito y tragedia en la Grecia antigua, vol 1, trad M.
Armiño, Madrid. Tauros, 1987. p. 141).

120
CAitnnxi 5 Taina ai*muximación a ia mktAm)ha i* i. ai*ait.vtamiwto na.meokn Piatón

mimdato-obedicncia dentro de un colectivo de hombres si se vincula la


«limolugía del concepto funduinental del pensamiento político griego,
nomos, con la raíz de némein, "distribuir", pero también “apacentar”.
I)e%íle esta perspectiva, el campo de validez del ndmos parecería implicar
derivativamente un territorio delimitado arcaicamente a partir de la ac-
lividad pastoril/’ M. Foucault encuentra esta etimología en un texto
pitagórico apócrifo, atribuido a Arquitas de Tarento y recopilado por
Kstnbeo, en el cual “el pastor es quien hace la ley, en cuanto se encarga
de distribuir el alimento, dirige el rebaño, indica la buena dirección, dice
cómo deben acoplarse las ovejas para tener una buena progenie”.
Ya desde los tiempos más antiguos de Grecia, la metáfora del apa­
centamiento operó también habilitando simbólicamente ciertas institu­
ciones centrales, por ejemplo, de la pólis espartana. El característico
sistema educativo lacedemonio, que en rigor constituía una práctica
formativo-iniciática modeladora de futuros ciudadanos, y en este senti­
do, un dispositivo de subjetivación política, recibía el nombre general
de agogé, un término de claras resonancias pastorales. Desde los 7 años,
a ciertos niños se los separaba de la familia natural y, en el mismo
momento, pasaban a formar parte de un conjunto de individuos cuya
educación y formación corría por cuenta de la pólis: a los efectos de la
presente consideración, no es de menor importancia que se nombraran
como agélai (“rebaños”) las unidades de agrupación de estos sujetos (que
también coincidían con las agrupaciones y subdivisiones de las mesas
en las sussitíai, o comidas en común, otra institución central de la pólis
espartana). De la institución de la agogé Simónides había dicho, según
Plutarco, que era “domadora de hombres", y en el mismo Platón, en

42. Cf. Enimunuel Laroche: Histoire de la ráeme Nem- en grec anden. París.
Klinckrieck, 1949. En su intento por presentar un concepto aliarcativo de lo político
que logre superar la fragmentación moderna sufrida en el campo de los asuntos
humanos, Cari Schmitt rehabilita el concepto de nónu» siguiendo una triple etimolo­
gía que contempla el apacentamiento como su momento “económico”, “el trabajo
productivo que normalmente se lleva a cabo sobre la base de la propiedad" (Cf. “Apro­
piación, partición, apacentamiento”: en El nómoa de la tierra, trad D. Schilling Thon,
Buenos Aires. Struhart, 2005 11960), p. 364).
43 M Foucault, op. cit.. p. 163.
44. Cf. Juan Miguel Carilla* y C&ar Fonda: “I«a comida en común espartana como
mecanismo de diferenciación e integración social' en Espacio. Tiempo y Forma * His­
toria Antigua) n* 7, 1994, pp. 65-83.
45. Plutarco: Ages., 1: 3, atado en César Forma. Esparta. Historia, sociedad y cultura
de un mito historiográficu. Barcelona. Crítica, 2003. p 272

121
virtud de su afinidad política con ciertos rasgos del Estado laccdemonio,
encontramos el término ágele para referirse a los grupos de guardianes
que deben ser educados especialmente para servir al régimen político.
Ahora bien, tal como efectivamente se desprende de los fragmentos
textuales reunidos en este apartado, la sistematización cognitivista do
los mapas semántico-metafóricos exige necesariamente dejar de lado
las intenciones argumentativas de los textos, y de («te modo algunos
elementos ideológicamente contrastantes entre sí quedan a menudo
subsumidos bajo un mismo -y demasiado amplio- denominador temáti­
co. La articulación del material textual en términos de cruce de domi­
nios hace abstracción de las motivaciones polémico-políticas con que
los distintos autores se apropian de la metáfora en cuestión. Por ejem­
plo, en un mismo sistema metafórico se ven incluidos uno junto al otro
el empleo aristocrático de Teognis, el uso demócrata-imperialista de
Eurípides y la versión monarcómana de Jenofonte.
Aun cuando hasta este punto hayamos intentado dinamizar analíti­
camente la concepción de Lakoff y Johnson en dirección a la constitu­
ción del mapa semántico-metafórico de La pólis es un rebaño y hacia el
emplazamiento de dicho paradigma dentro del contexto histórico, ma­
terial y simbólico del mundo helénico, creemos que la forma cognitiva
de abordar metáforas resulta insuficiente como marco de análisis de los
diálogos platónicos. Esta insuficiencia se hace patente principalmente
en torno a factores fundamentales como el poder valorativo de lo meta­
fórico y los conflictos semántico-políticos que se instauran en torno a
las formas de legitimar o impugnar metáforas.
En su comentario a la metáfora El tiempo es dinero, los autores
subrayan que **no existe ninguna necesidad por la cual el ser humano
deba conceplualizar el tiempo de esta manera; está ligada a nuestra
cultura. Existen otras culturas en las que el tiempo no es ninguna
de estas cosas". ' La "cultura" es garantía de la sistematicidad
evaluativa: '‘Feliz es arriba es coherente con Bueno es arriba. Sano
es urriba, etc.”; “la elección de una base física entre muchas otras
posibles tiene que ver con la coherencia cultural”; “los valores más
fundamentales en una cultura serán coherentes con la estructura

46. Leg., 794a 6-b 2: Rep., 459d 7-e 3: aquí, además de agéle, utiliza /xw/nnírvi. “rebaftito*.
47. LakoíT y Johnson. op. cit., p 45.
48. Ibui.. p. 55
49. Ibid , p 56.

122
( Ai'iH'uift: Titinjr aik ixihai x»n aia mktahiui n.ArA< KHTAMn:xTVH)i.rn<5o kn HATOn

metafórica de su» conceptos fundamentales"; “parece que nuestros


valores no son independientes, sino que deben formar un sistema cohc-
rvnte con los conceptos metafóricos a través de los que vivimos"?'
Iai diversidad evaluativa se tematiza sólo en el interior de un hori­
zonte cultural. De este modo, el multiculturalismo que anima la pers­
pectiva cognitiva desestima el conflicto y reconduce los desacuerdos
evaluativos hacia un mismo sistema cultural: “las diversas subculturas
<lv una cultura principal comparten valores básicos, pero les conceden
prioridades distintas", “los grupos que están fuera de la corriente cul­
tural principal (...) de formas menos obvias mantienen otros valores de
&3
la corriente cultural principal".
A pesar de que enfatizan la importancia del contexto en el trata­
miento de la axiología de la metáfora, creemos que operan una re­
ducción cultural de este marco contextual y, en consecuencia, su
metodología es deudora de una concepción estática y unidireccional
de la evaluación, como si el poder valorativo se diera implícitamente
en la mera elección (culturalmente determinada) del dominio en
cuestión y como si la transferencia de valor se dirigiera solamente
desde el dominio fuente hacia el dominio destino. En ambos casos,
descuidan el aspecto interactivo de la estructuración metafórica, fac­
tor sobre el cual carga las tintas la aproximación argumentativa que
presentamos en 2).
Es cierto que en la mera estructuración metafórica de un concep­
to ya se halla implicada una transferencia de valor. Lakoff y Johnson
entienden que la naturaleza “parcial” de la estructuración metafórica
obliga por fuerza a filtrar evaluativamente ciertos aspectos del con­
cepto metaforizado. Concretamente, dentro del paradigma que nos
ocupa, al decir que los ciudadanos son “ovejas” se cualifica la obe­
diencia en términos de docilidad pasiva, o al hablar de “lobos” o “leo­
nes" se arrastra el sema de un peligro que amenaza la integridad del
rebaño y que exige un cuidado vigilante y un eventual recurso a una
violencia legítima, en tanto apunta a proteger y preservar. Pero ca­
bría tener en cuenta que la estructuración conceptual condiciona la
operación valorativa propia de toda metáfora, pero no la agota, sobre

50. Ibid, p. 59. L y J.


51. Ibid , p 60. Ly J.
52. Ibid , p. 60. LyJ.
53. Ibid., p. 61. LyJ.

123
todo en el caso de intercambios argumentativos complejos como ¡os
diálogos platónicos.
Hay sin duda un sustrato valorativo según la perspectiva cognitiva,
y es relevante para lo político en el sentido de que hace foco sobre el
poder de estructuración que detentan los imaginarios sociales compar­
tidos Pero desde el punto de vista del análisis de las metáforas políti­
cas, la óptica cognitiva resulta insuficiente parque sobre ella viene a
agregarse otra dimensión decisiva que involucra la interacción de las
metáforas bajo estudio en el curso de intercambios argumentativos
polémicos, en los que las metáforas funcionan como armas en lu dispu­
ta por la hegemonía sobre un campo de sentido.

2. Pastores en conflicto: dimensiones argumentativas


del apacentamiento

I^a estructuración metafórica del apacentamiento revela inmediata­


mente en Platón una intención polémica que habilita una hipótesis de
conflicto con la política existente en su tiempo. Por retomar dos textos
que ya hemos reproducido, la exigencia de mutilar ¡os cuernos del reba­
ño que se va a apacentar (Político) o el requisito previo de la purifica­
ción y selección de la raza que el pastor tomará a su cargo (£«yes),
destacan con elocuencia la necesidad de partir de un nuevo comienzo a la
vez que denuncian la corrupción de las estructuras políticas democráti­
cas, que han producido un rebaño enfermo y belicoso. En Rep 493a-c se
ilustra ampliamente este aspecto: la pólis democrático-sofística se re­
suelve en la crianza (tréphcín) de un “animal grande y fuerte” (thrémma
méga kai iskhyrón), la multitud; sus demagógicos criadores ya conocen
de antemano los discursos que la vuelven mansa (henieroün) o la tor­
nan salvaje (agriaínein), y enseñan luego, a cambio de un salaria, la
retórica de esos reflejos condicionados a quienes quieran convertirse
en sus criadores futuros.
En la presente sección pretendemos recorrer este hilo polémico
y complejizar el análisis cognitivo de la metáfora reponiendo la di­
mensión argumentativa sobre la cual insiste el acercamiento de
Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca a la metáfora. A través de este
prisma metodológico echaremos luz sobre los usos de la metáfora pas­
toral en el Gorgias y en la República.
La rehabilitación contemporánea de la retórica, cuya magnitud y
alcance para las más variadas disciplinas justifican que se hable de un

124
CAPtnnx>& Tnine ai*oximacion a la mktafuka MLAnu*nn,AMiiNn>rounoo kn Piatón

nuténtico “giro retórico” a partir de mediados del siglo XX, mucho le


debe a la publicación del Traiti de l’argumentation. La nauvelle rhétorique
S4
do Oh. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca en 1958. Comprendiendo la
situación argumentativa en su estructura esencialmente agonal y per­
suasiva, los autores se proponen estudiar las técnicas discursivas, las
estrategias dialécticas y las interacciones polémicas que se suceden en
diálogos, discusiones, debates y controversias, prestando especial aten­
ción a las formas, lugares y recursos a los que un hablante úpela para
lograr la adhesión de su interlocutor o de su auditorio.
En este contexto, las figuras retóricas se analizan en función del
valor que asumen dentro de una argumentación y no se definen por
fuera de su contexto de aplicación, sino antes desde el presupuesto de
que sólo el uso que se hace de ellas en una interacción dialéctica les
confiere una entidad significativa en tanto operadores persuasivos que
buscan producir ciertos efectos y suscitar determinadas pasiones.
En el capítulo III del tratado, dedicado a “los enlaces que fundamen­
tan la estructura de lo real”, la metáfora se incluye en un apartado más
amplio que se titula “el razonamiento por analogía". I-a definición de la
metáfora procede en términos de “analogía condensada”/ vale decir que
para la perspectiva argumentativa resulto fundamental poder aislar los
componentes de la operación analogizante tanto para ser capaces de
sostener y ampliar la metáfora empleada como para poder impugnarla
y eventualmente invertirla.
A pesar de que la analogía puede ser reconducida a una proporción
matemática, lo que la distingue como expediente discursivo es su carga

54. Cluiun Perelman y Lucio Olbrechts-Tyteca (1989) Tratado de la argumentación.


La nueva retórica, trad. J. Sevilla Muñoz. Madrid. Gredos, 1994
55. Ibtd.. pp 569-626.
56. *I-a mejor forma de describir la metáfora sería concibiéndola. <il menos en lo que
condeme a la argumentación, como una analogía condensada, resultante de la fusión
de un elemento del foro con un elemento del tema* (Jbid., p. 611). Utilizando un
ejemplo aristotélico, se destaca que a partir de la estructura analógica *A es a B lo que
Cesa D' (“La vejez es a la vida lo que la tarde al día*) se da la expresión metafórica *C
de B" para designar a A (*La vejez es la tarde de la vida". Idem) Dentro de la luialogia
citada, el tema se corresponde con “vida* y “vejez” y el foro con “día" y “atardecer” En
loa términos de Lakoíf y Johnson, el foro sería el dominio-fuente, aquel que propor­
ciona la imagen para la analogía, mientras que el tema equivaldría al dominio-meta,
aquello que se quiere anulogizar metafóricamente. Para que exista analogía. Oh.
Perelman y L. Olbrechts-Tyteca exigen que tema y furo pertenezcan a campos dife­
rentes. “la distinción de los campos es indispensable para la existencia de la analogía*
tlbid, p. 575).

125
vulorativa: el acercamiento analógico “conduce a una interacción y, ko
bre todo, a la valoración o devaluación de los términos del tema”. I n
este sentido, la metáfora aparece como un recurso argumentativo <|«>
altos efectos normativos, en la medida en que expresa un “juicio de
valor concentrado IqueJ adormece la vigilancia del espíritu, transfirien­
do analógicamente un valor decisivo ligado ni término metafórico sobre
la proposición cuya aceptación se pretende".
Los diálogos platónicos representan una fuente prácticamente in­
agotable de inferencias analógicas, a lo largo de las cuales Sócrates >«•
sirve de médicos, maestros de gimnasia, navegantes, zapateros, tejedo­
ras y constructores para guiar a sus interlocutores hacia las más
disímiles derivaciones y sentencias. Pero no es ello exclusivo del perfil
que Platón talló de su maestro, sino que forma parte de ios códigos
compartidos de un auténtico género ficcional que, luego de su muerte,
convirtió a Sócrates en personaje conceptual privilegiado. ’

57. Ibid , p. 579. Un político o|M>sitor cuyas denuncias se acallan luego de que le es
ofrecido un cargo en el gobierno recibe, en un ejemplo citado por los autores, la
calificación metafórica de “perro que ladra por un trozo de pon’. I«s autores ilustran
de este modo el carácter interactivo de la operación valorativa "la naturaleza de los
términos del foro ongina la devaluación de los términos del tema Pero el valor mismo
de aquellos deriva, en parte al menos, de su empleo en la analogía: la actitud del perro
que ladra no es necesanamente objeto de un juicio que la desprecie’ (Zdrm); “muy a
menudo, el valor de los términos está determinado por la estructura de la analogía "(p.
5R5>. Tal como se explícita en p. 583, la transferencia de valor puede proceder desdé el
foro hacia el tema (ya sea en su conjunto como respecto de sus términos tomadas
aisladamente) tanto como desde el Urna hucia el foro la unidad fundamental de
análisis reside en la mutua interacción.
58. Mane Bonhomme: "Metáfora", en Patríele Charaudeau y Dominique Mmngucneau
(dir.): Diccionario de análisis del discurto, trad I AgoíT. Buenos Aires, Amorrortu. 2005,
p. 387. "La operación de compactación. de totalización mental, propia de la analogía, no
permite la desagregación analítica de sus elementos y es difícil su refutación parcial (se la
rechaza o se la admito por completo). Pendes consigue esto último*. César Guelermair
•Prácticas culturales y argumentatividad en la Atenas de fines del siglo V. La <ronstrucción
de la ideología del poder im|tenal en los tres discursos de Pericles", en Nora Andnide ied.>
Avenlurat y deenrnturas de la palabra política en la Atenas clásica, Universidad de
Buenos Aires, Instituto de Filología Clásica. 2004, pp. 129-164 (p 1631
59. Además de los ya conocidos Platón y Jenofonte, Ch. Kalin menciona como pnnri-
pales autores de lógoi sokratikoí a Antístenes, Esquines. Fedón. Euclides y Arístipo
(Charles Kahn Plato and the sacratic dialogue. The phdosophtcal use of a hterary
form, Camhndge University Press, 1996, cap 1: "Sokratikoi logar the literary and
intellectuai backgrnund of Plato's work*. pp. 1-35) Los numerosas textos de estos y de
otros escritores socráticos menores se hallun compilados en la obra en cuatro volúme­
nes de Gabriele Giannantoni: Socralis et socraticorvm reliquia?, Na poli, Bibbopolis.
1991. La importancia de este enorme caudal de literatura socrática para el estudio de

126
CAitnru» 5: Tkiiijc ai-noximalión a ia mktAfura i«l ai*m hvtamiwt'o nameo km Piatón

Ni ho analizan laa eKtratcgiax discursivas puestas en funcionamiento


por el personaje Sócrates u la luz de un análisis argumentativo, la ana­
logía se halla probablemente entre los expedientes retóricos predilec­
tos del filósofo. Ch. Kahn sostiene que “el uso de la epagogé o razona­
miento a partir de casos paralelos” constituye uno de los tópicos filosó-
l« o-metodológicos comunes al género de la literatura socrática.
Tal como destaca L. Rossetti, las analogías socráticas constituyen
instrumentos discursivos de poder, medios para imponer, mediante
deslizamientos que los interlocutores no suelen percibir, la propia for­
ma de plantear el problema.' Sin embargo, hay que tener presente que
la apelación a la analogía no es patrimonio exclusivo de Sócrates, y la
disponibilidad del recurso en manos de sus adversarios sofísticos y
retóricos posibilita el surgimiento de un auténtico conflicto de analo­
gías, que pasamos a analizar a lo largo del motivo pastoral en el espacio
de dos diálogos platónicos, cuyas interacciones discursivas se tornan
particularmente polémicas.
El libro I de la República se desarrolla como una contienda por de­
terminar el sentido de la justicia, en el curso de la cual SócraLes debe
enfrentarse principalmente contra la postura sofística de Trasímaco,
que homologa lo justo con lo que conviene al más fuerte. Con el fin de
desestabilizar los cimientos de la definición sofistica de Injusto, Sócrates

Platón consiste en la posibilidad de rvalaur estimaciones comparativas que restituyan


las verdaderas innovaciones del filósofo académico y evitar asi el riesgo «le asignar
como exclusivas de un autor nociones y métodos propios de todo un género.
60 Op. cit., pp. 4. 14, 26. Si bien se cuida de aclarar el status ficcional de la literatura
socrática, razón por la cual no deberían utilizarse los diálogos como documentos
históricos fidedignos, Ch. Kahn no encuentra objeciones relevantes contra la auten­
ticidad del recurso analógico como prácLica efectiva del Sócrates histórico. Para un
análisis detallado de la epagogé socrática en Platón, cf pp. 111-113 (Zdnt, pp. 115. 119-
120 (Hipias Mayar), pp. 142-147 (GorgiasK pp 191-196 (Cármidesl.
61. Livio Rossetti: ‘Sulla diinensione retorica del dialogure socrático", en Méthexu 111
(1990), pp 15-32. I-as analogías socráticas "aparecen acreditadas por el locutor sin que
éste propiamente se dé cuenta de su proponibilidad y pertinencia"; "de hecho, se
determina en muchos casos una interacción por efecto de la cual Sócrates se limita a
plantear el argumento, para luego dejar al interlocutor la tarea de aplicar correcta­
mente el esquema al caso indicado" (p. 24); ‘de este modo, el filósofo puede casi
siempre* erigirse en juez de su interlocutor y atribuirse a sí mismo la facultad de
aprobar o desaprobar, sin que su partner pueda hacer lo mismo* (p. 251 El recurso se
halla tipificado en estos términos en la estratagema 12 de la lista de Arthur
Schopenhauer: "Hemos de elegir nosotros el símil, de manera tal que sea lo más
ventajoso posible para nuestra afirmación’ (Dialéctica erislica o el arte de tener razón
en 38 estratagemas, trad. L. Moreno. Madrid. Trolta. 1997, p. 65l.

127
hace uso de tres de sus tradicionales inferencias analógicas para |>cm >i
el poder dentro de una pólis: el capitán de una nave manda sobre loa
marineros con la vista puesta en lo que les conviene a sus subordina
dos, y no en su provecho personal, del mismo modo que el médico cuno
do debe dictar sus preceptos para los cuerpos que toma a su cargo, «
igual que el pastor a la hora de organizar y alimentar a su rebaño. I. »
estrategia de fondo es ciara, y consiste en caracterizar el ejercicio <lcl
poder político como un servicio que se practica en beneficio del gola-i
nado (ya sea nave, cuerpo o rebaño), más que como una ocupación qu«*
el gobernante lleva a cabo según su interés personal.
En virtud de la distinción de ámbitos y su consiguiente puesta en
interacción, el recurso analógico opera estructurando el campo de sen
tido del tema político en términos de un foro compuesto por tres técni­
cas. Esta arquitectura en el nivel del sentido no se halla exenta do
implicancias valorativas: frente al moralmente condenable egoísmo del
gobernante sofístico, que piensa lo justo según las oscilaciones de su
interés personal, son los valores del bien común y el beneficio de toda
la pólis los que ocupan la visión y la acción del buen político representa­
do en estas tres técnicas. El gobernante prescribe y dispone con la vista
puesta en aquellos sobre quienes recae la acción de su arte gubernati­
va, y no sobre sí mismo.
La fuerza de la analogía socrática radica en lo que Perelman y
Olbrcchts-Tyteca describen como “uso de foros múltiples”: empleando
varios foros para explicar un mismo tema, se insiste en la insuficiencia
de cada foro particular (elemento importante, dado que se evita que la
argumentación quede demasiado pegada a un dominio metafórico deter­
minado), al tiempo que se estructura más consistentemente la
tematización y se refuerza la transferencia de valor desde los foros hacia
el tema. Pero a la hora de pensar en las desventajas de este recuren, los
autores insisten en el eventual problema de “la interferencia entre los dife­
rentes foros", sin reparar en que el sostén mutuo de los foros múltiples,
factor en virtud del cual defender una analogía es defender todas, no
tarda en convertirse en un costo argumentativo más que elevado, pues
la impugnación de un foro conduce a la impugnación de todos. Esto es
precisamente lo que advierte Tras(maco, y enseguida se dispone a minar
la construcción analógica múltiple en su foro más débil:

62. Rrp., 342c-e.


63. üp. cit., pp 599-601.

128
(’ArfTVU>6: TlBHJt AltWKIMMIÓ.N A IA MKrAH'KA DK1. AI*ACDfTAMItNTV POUnCO EN PINTÓN

I Iké hoi. t<H d> Zá)Kpa't€£. TíTttn aoi tonv; Ti 8é; ?|v 8’ tyco*
oúk dnoKpíveoOai xpñv páÁXov f] xoiaúxa Épcotáv. "Orí xot ge. tóq.
Kopvswura XEpiopa Kai oúk ánotiúrtEi Ssopsvov. 6; ye aúrp
otáé npopata obSe noipéva yiyv(ooKEi;.,'OTi 5f| tí pákiaTa; fjv
6 hyió.'OTi otei tov; noipéva; f) tov; PovkóXov; to t¿v
npohatojv f| to tójv fkxov áyaOóv okokeív koü raxxbvEiv aircoí^
Kai ÜEpanEWiv npó; áXXo ti pXÉnovxa; f| id xmv 6eo7iot¿)v
áyaOóv Kat xó abrúv. Kai Sfi Kai tov; tv xai; kóXeoiv
ápxoina;, oí áx; áXn0d>^ ápxoixnv, áXXax; kox; t|yf| SiavocioBai
upó; tolx; ápxopEvoxx; f] ujOKEp áv tic; npó; npópaxa 8iax£0£ín.
xai dtkXo ti okokeív abrov; 5iá vuktó^ Kai t]pépa; r) xovro,
60ev abxoi cb4>EXf]oovrai.
— Di/ne -dijo- uh Sócrates, ¿tú tienes una nodriza?
—¿Y ¡>or qué? -dije yo- ¿no habría sido conveniente contestar, antes
que preguntar tales cosas?
—Porque te deja moquear y no te limpia la nariz cuando es necesa­
rio, porque ella no te ayuda a reconoce- ni rebaño ni pastor.
—¿Precisamente por qué? -dije yo.
—Porque crees que los pastores y los boyeros buscan el bien de los
rebaños y de los bueyes y los robustecen y los cuidan, mirando a algo
distinto del bien de los amos y del de ellos mismos; y precisamente
también en lo relativo a quienes gobiernan en las Ciudades-Estado,
los que gobiernan verdaderamente, consideras que (éstos! piensan en
los gobernadas de. alguna otra manera que como podría establecerse
[efectivamente! en cuanto a los rebaños, y que los cuidan día y noche
por alguna otra cosa que por esto: porque ellos mismos sacarán pro­
vecho. (Rep., 343ü-b).
A través de una infantilización que apunta a desvalorizar su imagen,
Sócrates es acusado de ingenuo: hablando del “verdadero pastor" y, co­
rrelativamente, del "verdadero político", contradice una evidencia Táctica
que Trasímaco presenta para cambiar de signo la metáfora pastoril. La
práctica efectiva de los pastores que cuidan los rebaños no tiene como
finalidad última el bien de sus ovejas, sino el beneficio que puedan llegar
a extraer para sí mismos. La escala axiológica socrática se ve invertida
mediante la apelación al orden de lo real, de hecho cuidar ovejas no es
un servicio desinteresado, sino antes un medio para satisfacer el pro­
pio interés. Esta inversión valorativa también afecta a la serie de fo­
ros implicados en la anterior analogía múltiple: el medico o el capitán
del navio, en última instancia, también pensarían en ellos mismos

129
cuando ejercen su arte, en la medida en que esperan algún tipo d<*
compensación, en principio monetaria, por la técnica que practican.
La retorsión que Trasímaco opera sobre la metáfora pastoril apure-
ce como un recurso altamente efectivo y económico. Trabajando sobre
el mismo material conceptual del rival y aprovechando la adhesión que
suscita el analogizar socrático, logra reestructurar el campo semántico
de las metáforas técnicas y resignificar la transferencia valorativa des­
de los tres foros hacia el tema. Del mismo modo que los médicos, los
navegantes y los pastores, los políticos gestionan la cosa pública sin
mirar más que a su propio beneficio.
Sócrates sabe que el sofista ha comprometido la estabilidad de su
arquitectura analógica, y por lo tanto se dedica a apuntalar el flanco
debilitado:

vúv Sé opa;, ó epaoúpaxE -txi yáp xa épnpoaflFv


¿7ti0KEvá)peOa- óxt tóv ás; áXqQó; laxpdv xo npóxov bpi^ópEvot;
xóv (ó; áXqflax; notjiéva obicéti cóou Seív baxppov áKpi|ko<;
OvXá^ai, áXXá Tnaiveiv otet ataov xá npópaxa, Ka0‘ 6oov
7toipf)v éaxiv, ob 7tpo<; xó xaiv npopaxajv péXxiorov pXértovxa
áXk', úkritEp Savcupóva xivá Kal péXXovxa feaxiáacofkxt. njxx;
xf|v etxüxíav, f| av npo; xd árcoSócflou. cbanrp ypqpaxiaxfiv áXX’
ob Roipeva. xfi Sé KOigeviKf] ob Sqnov áXXou xov péXei f| 1’0’ ai
xéxaKxcu, bnco; xoúxw xo ptXxioxov kKrcopiEÍ (...) obxai Sé ópqv
éycoye wv 8f| ávayicaíov civai ijpiv bpoXoyrív náaav ápxnv,
Kafl* ógov ápxn, nnSev'i dtXXw xó péXxiaxov CKontÍGOai q
feKEÍva>. x¿> ápxopévw X£ icai ítepajtF.vonévu). év xe jcoXixikt) *ai
iSicoxiK-fi ápxf|.
—Ahora, Trasímaco -considérenlos aún las cosas anteriores-, ves
que luego de definir primero al verdadero médico, ya no creías que
era necesario, luego, observar con exactitud al verdadero pastor, sino
que crees que éste, en cuanto es pastor, engorda los rebaños no mi­
rando al mayor bien de los rebaños sino, a la manera de algún co­
mensal o alguien que va a ser agasajado, mirando al banquete, o
como comerciante [engorda los rebaños/ mirando a la venta, fiero no
como pastor. Sin embargo, para la técnica pastoril no interesa, sin
duda, ninguna otra cosa que aquella para la cual está establecida,
para procurar el mayor bien a éste [al rebaño! [...] Y así yo creo que
ahora mismo es necesario que nos pongamos de acuerdo en que todo
gobierno, en cuanto gobierno, no debe pensar en el mejor bien para nin
gún otro que ¡tara aquel que es gobernado y cuidado, tanto en el gobier­
no político como en el de los asuntos particulares. (Jlep., 345b-e).

130
Ca rfnJ u»5: Tki 11 x aiwjxi maíion a i a m i tafo ha i •• i. ai w tmtam iixtu roí .fin s > kn I*iaiús

Sócrates restringe el componente de finalidad de la técnica que arti­


cula el foro, con el fin de contrarrestar la transvaloración sofística: no
••• trata de pensar el fin al que apunta la técnica en términos exteriores
a la técnica misma; el dinero o el prestigio se toman como fines deriva­
dos, y no inmanentes a las artes mismas. En virtud de esta disociación
do nociones en el interior del foro, existe un artesano verdadero -el
pastor que se preocupa por llevar a cabo su técnica sin pensar en los
lines derivados- y un artesano falso -expresado con la metáfora del
comensal que asiste a un banquete (en la medida en que cuida a sus
ovejas para comérselas), o con la del comerciante (en tanto sólo piensa
en venderlas)-. Todo lo cual se expresa, y tal es la intención de fondo de
la argumentación socrática, en la polaridad evaluativa falsn/verdadero
político, reafirmando la axiología del bien común frente a) gobierno
interesado de quien hace de la ciudad el escenario de gestión de sus
asuntos privados.
En el Gorgias se entabla también una disputa metafórica de claras
implicancias políticas, también sobre el problema de la justicia y en un
registro analógico similar. En este caso, el rhétor Calidos propone los
términos del enfrentamiento al definir, a la manera de Trasímaco. lo
justo como el dominio del más fuerte por naturaleza. Según Caliclcs, las
leyes que los hombres establecen contrarían la ley natural en tanto do­
mestican a los hombres fuertes, con el fin de igualarlos y neutralizarlos:

ítXd'tTovTEi; Tovt; |5eXtíoto\x; gal tppcopEVf.axá'totx; tficóv abtmv.


ek véan/ XappávoztE;, ¿ógkep Xéovxa;, gaiEnáSozcéi; te gal
yoqxEúovTE^ gaTaSovXovpeOa XéyovtE<; ú><; tó taov %pñ ¿Xeiv
gal toutó éaxiv xó gaXov gai xó 8t gaxov. táv 8t ye oipai <»úaiv
igavfjv yévrrtat éx<ov ávqp. názca xavxa ánoaEioaptvo; gal
8tappf^a<; gai Sia^vytov. gaxanaxqaa<; xa t]pExepa Ypáppaxa
gal payyavEúpata gai énipSái; gai vópot^ toxx; napa 0úciv
ánazca^, tnavaaxaq ávE$ávr| ÓEanóxqc; tyiÉXEpc; ó SoíXcx;. gai
fevxaúOa t^éXagYEv xó tqc; «tríxiEax; óigaiov.
Modelando a los mejores y más fuertes de entre nosotros mismos,
tomándolos desde jóvenes como a leones, embrujándolos con
encantamientos y hechizándolos, los esclavizamos dictándoles que es
necesario lograr la igualdad y que es esto lo bello y lo justo. Pero
ciertamente, creo que siempre que nace un hombre de naturaleza
apropiada, después de derribar y hacer pedazos todas estas cosas, y
huyendo de ellas, pisoteando nuestros escritos, encantamientos, con­
juros y leyes, cosas todas contrarias a la naturaleza, al sublevarse, el

131
esclavo se muestra como amo, y entonces irrumpe fulgurante la fus
ticia de la naturaleza. (Oorg., 483e-484b).

Calidos se coloca en abierta oposición al orden político de la isonomiu


e invierte los valores tradicionales del apacentamiento, analizando su
superhombre por naturaleza a uno de los animales que arrastran con ni
go los semas de peligro y amenaza para el rebaño. Moviéndose a lo
largo de la línea antitética physis/nómos, el retórico utiliza el foro de Iii
domesticación de animales salvajes para tematizar el hecho de que Iii
ley de la pólis produce esclavos, y no hombres libres. Los leones, fuer
tes y libres por naturaleza, son convertidos en corderos bajo las cade
ñas del discurso de la igualdad.
El foro de la domesticación de animales salvajes devalúa el tema. In
pólis de las leyes igualitanstas, que no es más que una jaula que enca­
dena u quienes nacieron para ser libres y señores. Lo interesante de la
analogía reside en que no es el foro por sí mismo el que determina la
transferencia valorativa, sino la interacción con el tema en cuestión
dentro de un discurso argumentativo concreto: vale decir, la domesti­
cación de animales salvcyes no es en sí misma una fuente de devalua­
ción discursiva, sino que sólo opera de ese modo en el contexto de una
argumentación que privilegia lo natural por sobre las convenciones
culturales.
Sócrates retoma este registro analógico más adelante, a la hora de
rechazar la propuesta caliclea de considerar a Pericles como paradigma
del político:

ni’AXXd xctóc ovg¿xi áKOÍxo. ákk* oióa 004x0$ gal byai gal
aú. ¿reí tó ptv npwxov qbSoKínEi nEptgXí}$ gal ob&jiíav

64. Nótese cómo los términos del tenui terminan impregn.ido8 por las imágenes del
foro: "derribar", "hacer pedazos", "huir" y "pisotear", los hombres hacen cosas de
leones
65. Según el análisis estático y unidireccional de G. Lukoflf y M. Johnson, el dominio-
origen transfiere valor al dominio-meta, pero como si lo valorativo resultara exclusi­
vamente determinado por la matriz cultural común de experiencia. La utilidad de esta
perspectiva se constata en numerosas ocasiones, pero no resulta en absoluto operativa
a la hora de unalizur intercambios discursivos altamente complejos como los
escenificados en los diálogos platónicos En este sentido se hace pertinente coinplejizar
el enfoque, dando cuenta del aspecto de interacción que lo valorativo asume desde la
perspectiva argumentativa.

132
CAitnnxi 5: Triiijí apnoximaí iónaia mktafora dm. AiMncNTAMinno mime» kn I’iaiün

aloxPáv 8íkt|v KatEvndtaavTo avtoü AGqvaíoi, t]víica %£ipov£


faav fcnciSt] Se KaXoi KáyaOoi tyeYóveaav bit’ aúTOv. tnl
xekevrñ tov ptov tov riepick^ov^. kXúkíiv aürov KaTEvWoavTo.
OXlyov 5¿ Kai fkxváwv htí|iqGav. 8f|Xov dri 6; novripov óvro;.
KAA. Tí ovv. Tovtov fcvp.ica KaK¿>; f|v llEpucXf^;
HVOvcov yovv áv fempcXiYnK Kaí Inncov Kaí poóv toiovto<;
<bv kcxkó^ áv ¿&>K£i £tvai, £t JtapaXafkDV pf] XaKTi^ovTa;
Éavrov pr|6é KvpÍTTOvra< pqSE ÓaKVOVTcu; áncSei^e lauta
ánavra noiovvrac; Si áYpióxriTa. f| ob Sokci aoi kcikóc; eívai
FnipEXn-cfK ócTioovv brovovv £cí>ov. áv napaXapáiv tip£pa>-cr.pa
ánoSr.í^n áYpiáKEpa f| napEXape; Sokeí n ot;
KAA. návv ye, iva aoi yapíocopai.
Sóc. —Pero esto ya no lo oigo decir, sino que lo sé claramente, y
también tú: que en un primer momento, cuando los atenienses eran
peores, Feríeles gozaba de buena opinión y ningún proceso deshonro
so fue establecido contra él, pero cuando por acción de él llegaron a
ser buenos y nobles, sobre el final de la vida de Pericles, lo hallaron
culpable de robo, y estuvieron a punto de proponer la pena de muer­
te, siendo evidente que lo hicieron con la idea de que era malo.
Cal. —¿Y entonces qué? ¿A causa de esto era malo Pericles?
Sóc. —Por lo menos un cuidador de burros, caballos y bueyes que
fuera de ese modo parecería ser malo, si al haberse encargado de
ellos, cuando no le daban coces a él mismo ni lo corneaban ni lo
mordían, los hubiera convertido en capaces de hacer todas esas cosas
por ferocidad. ¿O no te parece que es malo cualquier cuidador de
cualquier animal que habiéndolo recibido más pacífico lo hace más
feroz de lo que lo había acogido? ¿Te parece o no?
Cal.—Ciertamente (me parece!, para ser condescendiente contigo.
iGorg., 515e-516b).

Sócrates resemantiza según sus necesidades argumentativas el foro


propuesto anteriormente por su contrincante, el de la domesticación de
animales salvajes, para volver contra él su propia analogía: desde los
mismos términos en que Calicles me tafo riza el orden de la pólis, es
decir, como el amansamiento de criaturas naturalmente feroces, se
vuelve imposible sostener que la administración de Pericles puede pro­
ponerse como paradigma de lo que es el gobierno político; la causa resi­
de en que, en su intento domesticador, Pericles hn hecho precisamente
lo contrario de lo que debía: hizo más salvajes a los animales que tomó
a su cargo.

133
1 4VI A

Lo que tenemos aquí es un medio de refutación que Perelman y


Olbrechts Tyteca denominan “desarrollo de analogía": se extraen cier­
tas implicancias del foro propuesto por el rival para provocar un
redireccionamiento semántico-evaluativo en el tema. En este caso, el
registro analógico de la domesticación de animales salvajes se prolonga
según la figura de un pastor que, en lugar ue hacer más dóciles a los
miembros de su rebaño, los torna agresivos y feroces, hasta el punto de­
que se vuelven contra su mismo cuidador. Parecería que estamos ante
una suerte de reducción al absurdo analógica, puesta en práctica para
devaluar la figura de Pericles: se trata de un pastor que ha comprome­
tido las condiciones de posibilidad de su propia téchne, al hacer que sus
subordinados se subleven ferozmente contra quien está llamado a
amansarlos y domesticarlos.
La contraposición argumentativa a la política caliclea de los
superhombres por naturaleza se sintetiza en el principio de que el ejerci­
cio del poder legítimo en una pólis no coincide con la autoafirmación de
un dominio liránico-personal, fundamentado en una individualidad natu­
ral hipertrofiada, sino que implica la tarea de disponer las condiciones
para hacer mejores a los sujetos implicados en el vínculo de mandato-
obediencia. La domesticación de lo salvaje r.o aparece entonces en este
intercambio como un factor de devaluación argumentativa, sino antes
como un criterio rector de lo político. Lo que se enfatiza de este modo es
el poder productivo de la ley política frente a la hipótesis represiva, que
conceptualiza la ley como cadena y jaula de ia naturaleza.
En este punto, deberíamos incluir dentro del horizonte de las polé­
micas analógicas también los casos en que los interlocutores de Sócrates
se niegan a aceptar sus metaforizaciones. En efecto, la impugnación o
la legitimación de los diversos registros analógicos constituyen opera­
ciones que no pueden considerarse ajenas al empleo argumentativo de
analogías. Aun cuando no se propongan explícitas retorsiones o desa­
rrollos polémicos de los foros propuestos, siempre debe considerarse la
posibilidad de que el adversario impugne la pertinencia de la metáfora
o de que, aun aceptándola, diga que se trata sólo de una analogía.

66 Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca, op. cit, pp. 590-591.


67. No coincidimos aquí con L. Rossetti cuando ufaron quo las inetafonzaciones
socráticas no son contestadas por sus interlocutores; op. cit., p. 24 (cf nota G6).
66 “Se ve que la aceptación o el rechazo de la analogía parecen decisivos, como si un
conjunto de conclusiones estuviera necesariamente vinculado a ello" (Ch Perelman
y L. Olbrechta-Tyteca, op. cit., p. 597).

134
Capítulo & Twitx aihoximacion a la mkiaiura »el ai\« entamik.vtoi'ouhco kn I’i^tox

En los diálogos platónicos abundan recursos de esta clase. Para Re­


pública, podrían tomarse en cuenta ciertos momentos del enfrentamien­
to con Trasímaco, pero el caso de) Gorgias es paradigmático al respec­
to, por ser quizás el diálogo con más obstáculos para la conducción
socrática, a causa de la inexpugnable refractariedad de sus
interlocutores. Los adversarios retóricos bloquean y desactivan infati­
gablemente los intentos de Sócrates de establecer analogías, tal como
■e evidencia en las siguientes afirmaciones de Calicles:

llcpt anta, Kai nota Kai taxpoiX *^al olvapta^- ¿yco 5é


ov lauta Xtyco.
Hablas de alimentos, de bebidas, de médicos y de tonterías. Pero yo
no digo estas cosas. (Gvrg., 490c-d).

rioicov ipatícoz (...) Ilota bnofiiípata; óXuapeí^ fe%(ov.


¿De qué vestidos? (...) ¿cuáles zapatos? Continuamente hablas de ton­
terías. (Gorg., 490d-e).

Ni) toix; íteoíx;, átF-xvós Ye GKVtta; te Kai Kvaóc.at; gal


paypípoix; Xéycov Kai latpovt; oúfiév naúp, ux; nepi toutaiv tyiív
bvta tóv Xóyov.
¡Por los dioses! ¡No dejas en absoluto de hablar siempre simplemente
de zapateros, cardadores, cocineros y médicos, como si nuestra con­
versación versara sobre estas cosas! (Gorg., 491a).

npcotov pév tovt; Kpeittovt; oí ctaiv oú aKutoxópov^ Xéyaj obÓÉ


payEipov^, áXX’ oí áv eU; tá tñ; noXeco^ npaypaxa ópóvipoi
oooiv.
(Me refiero) en primer lugar a los más poderosos, que no son los
zapateros ni los cocineros, sino aquellos que. sean de buen juicio para
los asuntos de la ciudad-Estado. (Gorg., 491a-b).

El mismo Gorgias se burla de Sócrates cuando éste intenta respon­


der a la pregunta sobre la técnica oratoria proponiendo los foros múlti­
ples del médico, del maestro de gimnasia y del comerciante:

Kaí-cot kv taútT] tf| Suvápei SoúXov ptv t^Ei^ tóv iatpóv, SoüXov
8é tóv natSotptPnv b 5f. xpiipatia-cq^ ovtoc; áXXto ávaóavf)GEtat
XPnpatil&iF.vcx; Kai oux otVap. áXXa coi tú bvvapcvcp XfcyEtv
Kai iúeíBelv tá nXr|fiq.
Y en verdad con este poder (de la retórica!, Sócrates, tendrás como
esclavo al médico y como esclavo también al maestro de gimnasia; y

135
en cuanto u ese comerciante, saldrá a la luz que no adquiere (a rique­
za para sí mismo, sino para otro, para ti, que tienes el poder de ha
blar y persuadir a las multitudes. (Gorg., 152e).

También hay rastros de impugnaciones del recurso analógico al


69 X)
menos en otros dos autores de lógoi sokratikoi, Jenofonte y Euclides.
Pero es también posible hallar legitimaciones del analogizar socrático,
como el siguiente ejemplo platónico puesto en boca de Alabiados:

el ydp fcOéXot ti; tóv ScüKpáTOu; dKovttv Xóycov, Cxxvf.íev áv


náw yt-Xoioi xó npánov óvcnx; yap KaiXhp.iou; Xéyei *al
XaXxéa; ttvá; gal OKUTOtópov; <at pipcoSéya;, gal del 5ia
nLv airubv xa abrá «paívexai Xéyetv. (íkite áncipo; gal ávóqxo;
dvOpcono; na; áv ráv Xóycov KaxayEXáaEtEv. (...] Sé [...] áv ti;
Ktxl tuzó; abxáiv yiyvópEVo; nptbtov pév vow Iiqvwx* évSov
povov; F.bpf]aEt tcdv Xóycov. ¿nena Oelotcxtou; xai nXEÍaxa

69. Luego de la crítica metafórica de Sócrates a los Treinta Tiranos en M’eni., I: 2, 32-
33, Critias se burla de los foros analógicos que obsesionaban al mayéutico:
AX)jA xiovte tol ce áEt/rcGau fóq. 5rf)O€i. a> Iwxpate^ ton* CKutríov <al t<¡>y
tfktókov cal wv xaAic&w «al yap oijioa atnoú; f|5i) Kaxat£tpi(t>Gai

6ia6puA.ovfciévo\>; bnó oov


“Pero de éstos será necesario que te apartes, Sócrates- de las zapateros, de los
carpinteros y de los herreros; pues creo que también las tienes ya desguatados y
ensordecidos". Y Candes, apelando a una amenazante retorsión de la analogía
pastoril, agrega- "también de los boyeros" íMem, /. 2, 37).
70. Kai tóv Stá sapapoXn; Xóyov ttvfipti. Xéyuv f|tot fe; Ogoíaov avxóv f) fe;
dvogoícov
ovviocacfkxr xat el pev t; bpoícov. wpt abrá 8ttv páXJov f| oí; tyoiá feotiv
ávaotpfeótoOai. el S’ avopoluiv. naprÁxciv njk xapaftectv.
Según el testimonio de Diógenos Laercio, “impugnaba el argumento de la analogía
(paroóo/él. diciendo que o bien se halla compuesto a partir de cosas semejantes o bien
a partir de desemejantes, y si |se halla compuestol a partir de semejantes, por un lado,
|el argumento | debe ocuparse de estas cosas antes que de aquellas con las que se
asemeja, pero si (se halla compuesto) de cosas desemejantes, hay que rechazar la
comparación* (Vit., II, 107). Herbert S Long Diogenis Laertü vitar phdosvphorum,
Oxford, Clarendon Presa, 1966.
También Aristóteles se refiere en su Retórica al analogizar socrático en términos de
"paraholé". subsumiéndolo como una subclase del ejemplo (parddeixraa) que no se
refiere a hechos sucedidos sino que procede con ejemplos inventados (Pret., 1393b 5-
8). Ixw paradigmas que ofrece Aristóteles como ilustración se remiten a la críticu
socrática de la democracia radical a partir del tópico del sorteo do los técnicos: asi como
no sortearíamos a los médicos, a los atletas o a los pilotos, tampoco habría que sortear
los cargos políticos (cf. Jenofonte; Mem., I, 2, 9, Platón: Pul., 298u-299e).

136
C ahhilo 5: Twit y. ai* mu mación a ia mki apoma del atacentami unto khJtico en Pi a-iún

dycrApcct apcrñ; év abtoi^ t/oviaq wxi ¿ni eXf.iotov xf.ívovxa^ páXXov


Ór tnt náv oaov npoanKEt gkokeív tcp ixéXXovxt KCtXqj Káya&p
éasoGat.
Si alguien se decidiera a oír los discursos de Sócrates, al principio
podrían parecer completamente ridículos: (...) pues habla de burros
de carga, y de ciertos herreros, zapateros y curtidores, y siempre
parece decir lo mismo con las mismas palabras, de suerte que cual­
quier hombre inexperto e insensato se burlaría de sus discursos. Pero
si uno (...) llega a estar también adentro de ellos, encontrará, en
primer lugar, que. son los únicos discursos que tienen sentido por
dentro; luego, que son los más divinos y que contienen en sí mismos
la mayor cantidad de imágenes de virtud y que abarcan la mayor
cantidad de cosas, fiero principalmente aquella que le conviene exa­
minar a quien piensa llegar a ser noble y bueno. (Symp., 221d-e).

Al tiempo que subrayan la gran eficacia del recurso a la analogía.


Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca ponen de manifiesto lo que a su
entender constituye el estatuto esencialmente “inestable” de la argu­
mentación analógica. Por un lado, quien rechaza las conclusiones
analógicas recusará la pertinencia y aplicabilidad de la analogía, mini­
mizando el valor del enunciado y reduciéndolo a una vaga comparación
o a una mera aproximación verbal (como hacen Calides, Gorgias y
Trasímaco al impugnar los registros analógicos socráticos). Pero por el
otro, incluso quien defiende el valor de una analogía, se inclinará casi
invariablemente a afirmar que se trata de algo más que de una mera
analogía (tal como hace Alcibíades al elogiar a las metáforas socráticas
como mucho más que metáforas). Estamos entonces ante una estrate­
gia inestable, que queda encajonada entre dos negaciones, la de sus
adversarios, peni también la de sus partidarios/ '
A través del prisma analítico de la teoría de la argumentación lie­
mos intentado iluminar los intercambios políticos pastorales en su con­
texto agonul, mediante el análisis de las dinámicas argumentativas pro­
pias de una polémica expresada en el contrapunto de metáforas en con­
flicto, no menos que de impugnaciones y legitimaciones metodológicas
del registro analógico.

71. John Bumet (od.): Platoms opera, Oxford Uniwrwly Presa. 1967. vol. 2.
72. Ch. Perelman y L. Olbrechts -Tyteca, op. cil., pp. 601-609.
73. Ibid.p. 601.

137
' BAimin. IJVCJV

El análisis argumentativo de lus interacciones entre los interlocutores-


personaos ha pretendido demostrar que, en manos de Platón, la metá«
fora se convierte en un campo de enfrentamiento de concepciones polí­
ticas divergentes. Ello tiene lugar en la medida en que los diálogoa
platónicos utilizados en esta sección (el Gvrgúis y el libro 1 de la Repú
blica) pueden considerarse como los más combativos (en forma y en
contenido) dentro del pensamiento político platónico.
Podría ensayarse un rodeo alrededor de este conflicto a partir de
una sugerencia contenida en la autobiografía intelectual de F. Nietzschc.
Ecce Homo. En el marco de su elucidación de “por qué escribo tan bue­
nos libros”, el filósofo alemán analiza en estos términos su apropiación
de Wagner y de Schopenhaucr en las Consideraciones intempestivas
“yo agarré por los cabellos (...) a dos tipos famosos y todavía no defini­
dos en absoluto, con el fin de expresar algo, con el fin de tener a la
mano unas cuantas fórmulas, signos, unos cuantos medios lingüísticos
más. (...) Así es como Plutón se sirvió de Sócrates, como de una semió­
tica para Platón".' Desde esta perspectiva, esta serie de escenificaciones
metodológicas de desacuerdos analógicos en el curso de la comunica­
ción dialogada puede comprenderse como la forma semiótica de Platón
de extremar un conflicto irreductible de saberes. ’ La oposición entre el
diálogo filosófico y la retórica-sofística trasluce un fondo aporético fun­
damental (desacuerdo lógico, epistemológico, pero ante todo político)
entre dos formas discursivas antagónicas. Así, el uso platónico de la
metáfora desde la óptica argumentativa es político en tanto aparece
como un arma utilizada polémicamente contra un adversario frente al
que se disputa la hegemonía sobre un campo de sentido.
Sin embargo, en sus diálogos tardíos, Platón irá progresivamente
abandonando las técnicas retóricas y dramáticas del lógos sokratikós, al
tiempo que la hegemonía conversacional que Sócrates detentaba en
sus obras de juventud y en los diálogos medios se irá desdibujando.

74. Eriedrich Nietszche. Ecce Homo, trad A Sánchez Pascual, Madrid, Alianza. 1994.
p 77.
75. Haciendo foco en el Gorgias, hemos intentado ofrecer un panorama de conjunte
de este desacuerdo en la ponenciu “Problema! de conformación de la hegemonía
dialógica en el Gorgia* de Platón" y en nuestra intervención en la mesa redonda
‘Diálogo vs retórica en el Gorgias de Platón", ambas en el marco del Xll* Congreso
Nacional de Filosofía, Neuquén, diciembre de 2003 (publicación electrónica en las
Actas del Congreso)

138
Capitulo 5: Triii k aproximación a ia hitafora i*i apacf.vtamiwio romicn kn Piatón

Correlativamente. la dinámica dialógica irá haciéndose cada vez menos


i (inflictiva, con un tono que intentará menos reproducir la improvisa-
i ion de calurosos debates y discusiones hablados que realizar amplias
«'Aposiciones de gran abstracción conceptual.
Pero no por ello desaparecerá el recurso al paradigma del apacenta­
miento; muy por el contrario, las analogías pastorales pasarán a recibir
un tratamiento metodológico exhaustivo del que intentaremos dar cuen­
to a continuación. En la próxima sección, el foco de nuestro análisis se
alejará de las condiciones de utilización de las metáforas políticas den­
tro de intercambios discursivos polémicos y se prestará atención a una
interrogación explícitamente dirigida a determinar las especificidades
semánticas e históricas de la metáfora del apacentamiento. Con este
desplazamiento pretendemos conjurar un riesgo que intuimos en la
Nouup.lle Rhétorique, y que consiste en reducir los fenómenos
comunicacionales a una multiplicación de juegos de lenguaje que ter­
minan por convertir en secundario el suelo de los condicionamientos
históricos e ideológicos

3. Metaforología crítica del paradigma pastoril:


el Político

La cuestión del estatuto inestable de la analogía pone en primer plano


el problema de utilización. Si se trata de un recurso constantemente
bu

amenazado por la negación, si no logra proveer a su usuario beneficios


argumentativos mayores que los costos y riesgos con los cuales se com­
promete, se comprende entonces que dentro de la inmensa tarea de revi­
sión metodológica que Platón emprende en sus diálogos tardíos puedan
encontrarse rastros para una reformulación del recurso, con miras a su
rehabilitación sobre nuevas hases, a saber, en tanto “paradigma” al ser­
vicio de la división dieotómica. En las páginas que siguen pretendemos
reconstruir e interpretar la (auto)crítica platónica del registro analógico
pastoril en el Político, a partir de la dimensión histórica que abre la
analítica mctaforológica del filósofo alemán H. Blumenberg.

76 *F.s en el transcurso de la discusión cuando se decide a menudo si se trata o no de


metáfora, si se está en presencia de órdenes diferentes. La noción misma de sentido
literal’ y de ‘sentido metafórico* puede ser una disociación que nace de lu discusión, y
no un dato *primitivo". (Ch. Perelman y L Olbrechts-Tyteca. op cil. p. 626).

139
La “metaforología” debe enmarcarse dentro de una tendencia de In
historiografía alemana de mediados del siglo XX que se conoce como
“historia conceptuar Uitgriffsgeschichte), cuya tarea principal se con­
centra en torno al análisis de las variaciones de significado de los con
ceptoa del léxico político a partir de las transformaciones históricas con
las cuales interactúan. En su texto programático, aparecido original­
mente en 1960. H. Blumenberg sitúa su metaforología como disciplina
7B
auxiliar al servicio de la historia conceptual
La tarca de la disciplina en cuestión consiste en “elaborar una tipología
de los cursos históricos de las metáforas e identificar sus paradigmas",
tomando como objeto privilegiado ciertas metáforas fundamentales que
se resisten a ser disueltas en una terminología conceptual clara y dis­
tinta: “ciertas metáforas pueden ser también componentes básicos del
lenguaje filosófico, ‘transferencias semánticas’ que no se dejan recon­
ducir a un sentido propio, a la logicidad |...] y que deberían ser llamadas
■o
metáforas absolutas". Las metáforas “tienen historia en un sentido
más radical que los conceptos, pues el cambio histórico de una metáfo­
ra pone en primer plano la metacinética de los horizontes históricos de
sentido y de los mismos puntos de vista dentro de los cuales los concep­
tos experimentan sus modificaciones”. '
Los análisis metaforológicos de Blumenberg suelen proceder
diacrónicamente: establecen demarcaciones temporales de acuerdo con
los cambios profundos que se verifican en los diversos sistemas históricos

77. A partir de la fundación, en 1955. de la revista An hiv fur tíefiriffsfjesthichU ’, 1*


historia conceptual se consolida gracias a las contribuciones de Erich Rotliacker,
Joachim Ritter, Han* Georg Gadamer. Rcinhardt Kcselleck, Otto Brunner. Werner
Conze y Christian Meter, entre otros, y cristaliza en la producción de diversos diccio­
narios histórico-conceptuales. entre los que se destacun el Huturísche* WórU-rbuch
dtr Phtlosophie (1971), los Geschichtliche Grundbegriffc. His/onsehes Lrxikon tur
politixch sozialer Sprach? in Deu t se h latid (1972-1997) y el Handbuch polilixch
soxialrr Grundbegrtfft in Frankreieh 1680 1820 (19851,
78. "A través de esta relación de implicación se determina el vinculo de la metaforología
con la historia conceptual (...) como un cierto tipo de servicio: la metaforología intenta
acertarse a la subestructura del pensamiento, al subsuelo, al terreno de cultivo de las
cristalizaciones sistemáticas*; ‘una metaforología como parte de la tarea de la
historiografía conceptual y como ésta misma en su totalidad- siempre ha de ser una
disciplina auxiliar de la filosofía (...), que aspira a elaborar y a diferenciar aspectos
-quizás nuevos aspectos- de la autocomprensión histórica de la filosofía" CParadigrnen
zu einer Metaphorologie*. en Archín fur Btgrifftgeachichit, vol. 6. 1960. pp. 11. 84».
79 Ibid.. p. 84
80. Ibid, p. 9.
81 Ibid.p. 11.

140
Capítulo 5: Tmitb aihoximatión a ia mktafoiia nn. apacentamiento i>junco en Pi -Ató*

il<< Mentido y prestan especial atención a los reajustes semánticos qye


sufren las metáforas a través de su historia. Ya en su temprano análisis
ilt* la historia de las concepciones occidentales de la verdad en
hiotnforizaciones lumínicas, el filósofo alemán señalaba que “no se tra-
tn de rellenar con detalles este breve y de seguro nada completo esbozo
dol potencial enunciativo de la metáfora de la luz, sino que hay que
mostrar cómo las metamorfosis de esta metáfora fundamental
\(¡rundmetapher] son indicio de los cambios en la comprensión del mundo
y del yo .
En las metáforas se encuentran indicios y huellas de ciertos univer­
sos de sentida, tanto como de sus crisis y reconfiguraciones, en la medi­
da en que “su contenido determina una conducta en calidad de referen­
cia orientativa; proporcionan la estructura de un mundo, representan
el todo de la realidad, nunca experimentare ni abarcable”; así, “a la
mirada que comprende históricamente [las metáforasl le revelan las
certezas que sostienen, los presupuestos y los valores fundamentales, a
partir de los cuales regulan las prácticas, las expectativas, las acciones
y omisiones, los anhelos y las desilusiones, los intereses y desintereses
de una época".
Entre las metáforas preferidas de Blumenberg se cuentan la luz de la
verdad, la salida de la caverna, el naufragio de la nave y el libro de la natura­
leza, generalmente analizadas en sus implicancias cosmológicas, metaffs¡.
cas, epistemológicas y antropológicas, sin una utención expresa a sus deriva-
dones políticas Además, la mayor parte de sus historias de metáforas

82. Hanz Blumenberg; “Licht uls Metupher der Wahrheit. Im Vorfeld der
philosophiKhen Begriflsbildung". en Studium Generóle 10, 1957, pp 432-447. p 433
Como destaca E. Nuzzo. en Blumenberg las metáforas funcionan como 'hilos cond^.
lores mediante los que restituir la extrema discontinuidad entre diverso» sisteni.1M
universos de pensamiento y de sentido* <Ennco Nuzzo,'Metaforología e stoncitá", en
AA.W., Ermeneutiea Fenomenología Storia, Na poli, Liguori. 2001, pp. 107-133. n.
Por ejemplo, en torno a la "metafórica de la verdad poderosa", Blumenl^rg reconstru.
ye cómo entre los griegos la verdad se concebía como una fuerza que se afirmaba
sí misma irrumpiendo en el sujeto; luego releva cómo en la Edad Nfedia esta potente
de automanifestación de la verdad se invistió teológicamente, para finalmente d4r
cuenta del cambio de sentido aportado por la modernidad, la cual instaura median^.,
metáforas judiciales una relación violenta de apropiación por parte de un suje^,
fuerte que sienta a la naturaleza en el banquillo de los acusados y le extrae
secretos ("l’aradigmen..." op. cit.. pp. 12-lfl).
83. “Paradigmen...", op. al., p. 20.
84. E. Nuzzo, que ha buscado adaptar la metodologiu de H Blumenberg dentro <|,.|
programa de investigación de una "historia metaforológica de la filosofía política»

141
sirven de penodizaciones largos y suelen situar en la modernidad el giro
época) que determina los cambios de sentido fundamentales.
De modo que, además de aplicar los lincamientos de su metaforología
a lo político, sería preciso para nuestros fines acortar las periodizaciones,
descentrarlas del eje modemo-premoderno y hacer el intento de trazar
ciertos umbrales de historicidad para la metafórica del apacentamiento
dentro del pensamiento griego hasta Platón.
Podría inicialmente vincularse el origen de la concepción pastoral
del poder con los antiguos imperios teocráticos orientales, en los que
tanto el dios como su emisario terreno, el soberano, aparecían caracte­
rizados desde una misma configuración metafórica. M. Foucault se de­
tiene sobre la genealogía de la metáfora del apacentamiento, situando
sus apariciones más antiguas en Egipto, en Asiria y en Mesopotamia,
gg
y también entre los hebreos.

reconoce que "éste no estalla interesado principlómente en investigaciones relativas


a la esfera de la reflexión o de la escritura de tenor propiamente político. Pero no sería
difícil -y es una tarea a reulizar- mostrar la grandísima productividad que pueden
alcanzar en esta esfera sus perspectivas teóricas y metodológicas generales, como
también sus indicaciones particulares sobre esta o aquella figura o tradición metafórica’
(“Metáforas y lenguqjes en la histona de la filosofía política’, en Deus Murtalis Cua­
derno de Filosofía PttlUiea. n* 5. 2006, pp. 135-165, p. 156).
85. Por ejemplo, en Im legibilidad cL-l mundo ítrad. P. Madrigal Devesa, Barcelona.
Paidós, 2000 í 1981)), H. Blumcnberg desanda el extenso camino que recorre la meta
fora del libro de la naturaleza desde el Antiguo Testamento hasta el código genético
en la ciencia contemporánea.
86. Este aspecto se encuentra ampliamente fundamentado en Die Legitimital der
Neuzeit. donde H. Blumenberg defiende la ruptura que demarca la irrupción de la
modernidad, en abierta oposición a las teorías que comprenden algunos de sus con­
ceptos fundamentales como secularizaciones di* motivos y nociones medievales (Huns
Blumcnberg; The Legitimar? of the Modero Age, Ir K. Wallace, Cambridge, 1991
[1961; 1972, 19881).
87. “Que el rey, el dios o el jefe sea un pastor con respecto a los hombres, vistos como
un rebaño, es un tema que encontramos de manera my frecuente en todo el Oriente
mediterráneo" (M. Foucault op. cit., p. 151). Esta metáfora de dominio conoce un
doble frente de subjetivación. Por el lado teológico sagrado, la instancia dominante se
halla representada por la figura de los dioses, mientras que la instancia dominada se
ve englobada bajo el genérico de lo humano; cf. el himno egipcio a lia: "tu que velas
cuando todos los hombres duermen, tú que buscas el beneficio de tu rebaño’ (citado
en ídem. p 152). Por el lado terrenal-político. los que ejercen el dominio son los
soberanos y los perfiles sometidos coinciden con los de los súbditos: “en Egipto, por
ejemplo, pero también en las monarquías asirius y babilónicas, se designa efectiva­
mente a1 rey, de una manera mu/ ritual, como pustor de los hombres. En la
ceremonia de su coronación, el faraón ecibe las insignias del pastor" ¡ídem. p. 151).
La validez del mismo régimen metafórico para ambos planos es posible en virtud del
absolutismo hierocrritico del dommio onertal ‘si Dios es el pastor de los hombres y el

142
VAJIWU)5: TWltJt Al IRIXIUAI ÍÓN AIA MKTAr*IRA I»l. .UMTWTAMIEKIU RRJTM1» KN PlATÓ\

Una vez detectados los orígenes asiáticos, la metodología de la


inetnforología histórico-conceptuul podría ayudamos a demarcar la es­
pecificidad histórica de las metáforas pastorales griegas, si revisitamos
las representaciones analógicas presentadas en el curso del apartado i)
según las diversas configuraciones históricas del imaginario social grie­
go en las que se inscriben. De este modo, podríamos vincular las metá­
foras pastorales homéricas con la representación del mando y la autori­
dad dentro de una constelación pluralista de reyes y señores anteriores
al surgimiento de la polis. Podrían u su vez ponerse en relación las
imágenes políticas pastorales de Teognis y Anacreonte con la ideología
aristocrática, el sistema metafórico pastoral de la Orestíada con la ideo­
logía democrática de matriz religiosa, el Teseo pastor de Eurípides con
el trasfondo imperialista de la Atenas democrática del siglo V, las imá­
genes esópicas con el mundo de la moralidad popular y las
metaforizaciones del rey-pastor según Jenofonte con la solución mo­
nárquica para superar la crisis de la forma-pó/is en el siglo IV.
Pero más allá de sugerir posibles modos de historizar la metáfora,
resulta más interesante seguir los pasos de la forma en que Platón, en el
Político, somete la tradicional analogía pastoril a un riguroso examen
crítico con el objeto de probar su operatividad para pensar la especifici­
dad de lo político. En el curso del diálogo dicha posibilidad se verá descar­
tada, y en lugar del arte pastoril se presentará la técnica textil como
paradigma analógico más apto para pensar la complejidad de una socie­
dad que parece haber atravesado un umbral epocal fundamental y que ya
no se deja ilustrar metafóricamente por las arcaicas imágenes homéricas.

rey también lo es, este último es de alguna manera el pastor subalterno a quien aquél
ha confiado el rebato de los hombres y debe, al tennino de la jornada y en el anoche­
cer de su reino, devolver a Dios el rebato que se le ha entregado. El pasturado es un
tipo de relación fundamental entre Dios y los hombres, y el rey participa en cierto
modo de esa estructura pastoral de la relación" (ídem, p. 1521.
88 “Con la particularidad, empero, de que en ellos la relación pastor-roliaño es esen­
cial. fundamental y cusí exclusivamente religiosa. (...) Con la excepción de David,
ningún rey hebreo recibe la designación especial y explícita de pastor El término se
reserva a Dios " (rxfcm, pp. 152-153). La especificidad do la metáfora entre los hebreos
se revela en el hecho de que “el poder del pastor no se ejerce sobre un territorio, |wr
definición, se ejerce sobre un rebaño, y más exactamente sobre el rebuúo en su
desplazamiento, (...) sobre una multiplicidad en movimiento. (...) Le presencia de ese
Dios hebreo nunca es más intensa, más visible que cuundo su pueblo se desplaza, y
cuando en esa marcha, ese desplazamiento. ese movimiento que lo lleva a abandonar
la ciudad, los prados y las ¡Misturas, él se pone a la cabeza y muestra la dirección que
es preciso seguir’ lidem, p. 154).
89 En palabras de L. Couloubaritsis. "esta perspectiva es incompatible con la realidud
política de su época (...). una estructura cocio-politico-económica en la cual el modelo
Como en el Sofista, la conversación retratada en el Político se ve el
conducida por el Extranjero de Elea que no se nombra. Sócrates mismo
es quien le confiere el lugar del liderazgo enunciativo, designando a la
vez como interlocutor principal a un joven que también lleva el nombre*
de Sócrates (Po/., 258a)."'
La pregunta por la especificidad de lo político es el eje que vertebra
el diálogo:

Tf)v ouv icoXitiKf|v áipanóv nf| iix; ávevpf)G£i: 5cí yáp aírn)v
ávcvpcTv. xai %copt^ áOEÁoviat; áitó wv áXXcov lóéav avxñ piav
tnia^payícaaGai.
Así pues, ¿por dónde podría encontrarse el sendero político? Pues
hay que hallarlo y luego de haberlo aislado separadamente de los
otros (senderos/ hay que imprimir sobre él, a modo de sello, una idea
distintiva. i Pul., 258c).

La definición del político procede inicialmente a partir del intento de


caracterizar la ciencia política, bqjo el presupuesto de que la individua­
lización del sujeto que ejerce el poder político exige una descripción de
su saber. Aaí, las primeras oposiciones conceptuales que se suceden en
virtud de la aplicación del método de la división dicotómica arrojan los
siguientes resultados: la ciencia política es principalmente cognoscitiva/’

pastoral se ve sobrepasudo"; Matón “no desea invertir radicalmente la autoridad ar­


caica, sino que sólo preconiza su readaptación al contexto histórico de la realidad post-
iwnclea. utilizando un modelo que seria inás apto para dar cuenta de una sociedad
más compleja que la del pasado y que. a sus ojos. la democracia no habría logrado
dominar" (Lambros Coulouharitsia: “1^ paradigme platonicien du tissage comme modéle
polilique d’une sociétó complexe". en Revue de P/iilosup/úe Ancienne XIII n° 2. 1995.
pp 107-162: pp 109-110).
90. Tal como subraya R. Blondell. la asignación del lugar de la pregunta ul Extranjero
constituye una estrategia dramática que le permite al Plutón del Sofista y <lel Político
desplazar a Sócrates del rol de "dominant character" de la conversación y, en este
movimiento, desper&onalizar la figura del conductor del diálogo, conviniéndolo en la
voz abstracta de un ideal filosófico que excede la persona de su maestro; estos recur­
sos habilitan escénicamente el espacio de la critica: “al incorporar y criticur loa méto­
dos de los varios Sócrates de Platón, el visitante que está dispuesto a arremeter contra
el 'padre' Parménides se transforma en un vehículo para la resistencia de Platón ante
su propio padre intelectual.” (íiudy Blondell. “The man with no ñame Sócrates and
the Visitor from Elea", en Ann Michelini (ed ), Piafo As Autfur: The Rluturic of
Philosophy, Leiden, Bnll. 2003. pp. 247-266).
91. gnostiké (Puf, 258e), y no praklike, saber productivo que aparece identificado con
las actividades manuales (.cheirotechniké).

144
GAlfTlMlf» Tltllll AfU-OIMV (A a ia mkiahhu |n I APV I stamikst») potinco IN h^lViN

1*2 03
directiva, más uxactamnnte autodirectiva, e imparte sus órdenes
sobre un conjunto de seres animados. En este punto se produce den­
tro de la división un claro desplazamiento analógico:

’AU’ oí) pf]v xóv ye itoXvctKóv ebprjooiicv l5ioxpó<t>ov. (benep


poqld-CTp f] xiva íhhokójiov. áXX' tjuco<)oppó te Kaí |tov<)Op|ku
paXlov npoaeoiKóza.
Pera por cierto no descubriremos en el político a un criador indivi­
dual, como quien está a cargo de una yunta de bueyes o cuida un solo
caballa en calidad de escudero, sino que se parece más al cuidador de
tropillas de caballos y de bueyes. (Pol., 261d-e).

Aunque no se haga explícito en el curso de la conversación, este


deslizamiento metafórico de la división dicotómica no es casual, sino
que obedece a un procedimiento metodológico ya tematizado y puesto
en práctica en el Sofista, donde a raíz de las dificultades que supone la
definición del sofista, se propone comenzar por un objeto simple que se
utilizará como modelo (parádeigma) de un asunto de mayor importancia
(Soph., 218c). De este modo, anclada repentinamente en la metáfora
tradicional del apacentamiento, la división dicotómica que busca cons­
truir la definición del político prosigue su marcha: la política es la técni-
ca de la crianza común o de tropillas, que se ejerce sobre rebaños
mansos (Pol., 264a) y de tierra firme, compuestos por animales

92. cpitaktikt (Pol., 260c), una ciencia que da órdenes, y no AriñAé. saber meramente
judicativo.
93. autepitaAtikS (Pal., 260e), directiva según órdenes que ella misma produce, a
diferencia de las técnicas que imparten órdenes que provienen de otros. La compara­
ción esbozada para ilustrar este momento de la división opone los reyes, creadores de
órdenes, a los heraldos, meros transmisores de mensajes codificados por otros.
94. prri tú zóa (261c), y no sobre seres inanimados.
95. Luego de definir la técnica de la pesca con caña, el Extranjero exhorta a su
interlocutor a hallar al sofista "de acuerdo con este paradigma" (Aatá toúto parádeigma)
(Soph., 221c). Ambos perfiles, el del pescador con caña y el del sofista, se hallan
"emparentados* (auggenf) en virtud de una semejanza estructural, en la medida en
que ambos se muestran como cazadores (Soph.. 221d). En Soph. 226c se vuelve a
aclarar que los ejemplos (paradeignutla) sirven para llevar adelante la división
dicotómica (diairetiké: diakntiké).
96. koinotrophiki, ogelaügrvphta (Pol., 261e).
97. xcrotrapiuké (Pol., 26-1d), y no hygmtrnplúW, "arte de criar rebaños que habitan
un medio húmedo" (los ejemplos mencionados son los peces amaestrados del Kilo y las
grullas y ocas de Tesalia). El afán de exhaustividad alcanza aquí ribetes cómicos, y quiza
estemos ya ante formas narrativas de deslegitimar el paradigma del apacentamiento.

145
pedestres que no tienen cuernos (Pol., 265c) y se curacterizan como
bípedos {Pol., 267c).
Luego do haber llegado al presunto final ue la división, sin embargo,
el Extranjero de Elea no se muestra satisfecho, y así lo manifiesta a mi
interlocutor:

f| tout abro vai jiáXicna i] kXXctxEL tó tóv Xóyov


HlpñaOat p£v neos, ov pqv navranaai ye tcXÉwt; ánfipyaatkxi;
¿O la investigación quizás deja de lado precisamente esto, decir de
algún modo la definición [del político}, y (lo hace} en el más alto grado,
sin concluirla de modo completamente acabado? (Pol., 267c-d).

La insuficiencia evidenciada parece ser de carácter subjetivo: si


bien se ha determinado con aparente exhaustividad el objeto de la
ciencia de apacentar, deslindando el rebaño humano de otras posi­
bles tropillas, no se aducen critenos definitorios del sujeto que actúa
como pastor de hombres. Para ser completa, la división dicotómicn
del político debe proporcionar un criterio de selección de pretendien­
tes que parece no poder satisfacerse de acuerdo con los criterios
hasta aquí alcanzados:

Oíov oí ¿pnopot Kai yriopyot Kai aitovpyot Kai npó<;


tovtok;Yvpvaatal Kai tó tóv latpcbv Ytvcx;. olofl' ón toü; nr.pl
xa ávfipüjniva vopEÍaiv. oíx; nokiTtKoix; tKaXCaapcv, nauránaoi
tu» Xóytp 8lO4^áxolVT, áv ovxoi avpnavTE<;. <b; oórl<; xf|<; xpoóñ;
bmpeXoúvTai Tf|<; ávGptonivT]^. ob póvov áyrXalíOv ávtyxojtujv
áXXdt Kai xñ; tóv áp%óvr<üv abróv;
Por ejemplo, todos los comerciantes, los agricultores y los panade­
ros, y además de ellos los maestros de gimnasia y el conjunto de los
médicos, ¿sabes que todos éstos juntos podrían, frente a quienes pas­
torean en relación con los asuntos humanos -a los que llamamos
‘políticos’- sostener abiertamente y con toda la razón que ellos se

98. pezonumthé {Pol., 264«1, “técnica de apacentamiento pedestre", y no de animales


que vuelan. En esta parte del texto en que la división se acerca a los seres humanos,
el método de división se interrumpe con digresiones y complejas vanantes que aquí
no relevaremos. Según la versión que se recapitula en Pol., 267a-c. la política es una
anthioponomiM, “técnica de apacentamiento de hombres”, determinada como “cien­
cia de a|Nicentainiento de una raza que no admite cruza | ...| en relación con el rebatió
bípedo’ (ameíktou nomeittiké epiaté/w |...| epi poímne dipodi).

146
Caito nx>5 Tnipijc ahiuximación a ia mktakika i*i.ai-ai v. vi amikxto manco kn Platón

dedican a la crianza humana, no sólo la de Ittx rebaños de hombres


sino también la de los gobernantes mismos? (Pol., 267e-268a).

I’ara que la definición Uógos) del político llegue a ser correcta y pura
hofhós kai altéralos) debe separárselo de los otros pretendientes a tal
titulo (alian amphisbetoúnton), quitando de su alrededor a los que riva­
lizan con él (autói antipoiuménous perielóntes), para poder contemplar­
lo en su pureza y unicidad (katharón mónon autón) (Pol., 268b-c). 1.a
división dicotómica se ejemplifica de este modo como la operación de
retinar el oro, de hacerlo puro separando de él la tierra y los metales
que se le adhieren (Pol., 303d-e).
A los fines de colmar los defectos sugeridos, el Extranjero propone
KM)
partir de otro comienzo y seguir un camino alternativo, presentando
un mito cosmogónico cuya función principal consiste en situar el pura-
digma del apacentamiento dentro de una filosofía de la historia. El mito
provee una genealogía que abre a una dimensión histórica llamada a
revelar las falencias de la división dicotómica según el modelo pastoril
tanto como a evidenciar modos posibles de subsanarlas. “El mito sir­
ve principalmente para efectuar una transición entre dos aplicaciones
sucesivas y diferentes del método de la división, que demarca dos reali-
da des políticas, una simple y la otra compleja”.
La extensa narración que relatu el Extranjero presenta una cosmogonía
en dos etapas separadas por un cataclismo universal. En primer térmi­
no, se introduce un retrato cósmico descripto con el vocabulario del
apacentamiento: el universo es pastoreado directamente por el dios

99. O. Deleuze detecta aquí la clave de bóveda de la filosofía platónica: “la división
platónica no se propone determinar las rsjiecies do un género. O mejor dicho se lo
propone, pero superficial y aun irónicamente, pura ocultar mejor bajo esa máscara su
verdadero secreto I...J. El sentido y la finalidad del método de división es la selección
de los rivales, la prueba de los pretendientes. |...| El único problema que atraviesa
toda la filosofía de Platón, que preside su clasificación de las ciencias o de las artes es
siempre el de medir los rivales, seleccionar los pretendientes, distinguir la cosa y sus
simulacros en el seno de un seudogénero o de una gran especie’ (Gilíes Deleuze.
Diferencia y repetición, trad Maríu Silvia Delpi y Hugo Beccacece. Buenos Aire».
Amorrortu. 2002. pp. 106-107).
100 Pol., 268d: “Sin duda hay que dejarse llevar nuevamente a partir do otro comien­
zo a lo largo de algún otro camino.’
¡laXtv toivvv ri, dtXXn; apriK &Í xaO' Eitpav bóóv rropr nOrjyat uva.
101. Pol., 260c: "Una vez narrado, será conveniente para la exposición referida al rey’
el£ ydp w tov [kxcnkeio^ dnoÓEi^iv xpcyei pqOtv.
102. L. Couloubaritsis. op. cit., p. 116.

147
Cronos, con la ayuda de otras divinidades menores, encargadas de apa
contar cuda una distintas porciones del cosmos. La tutela inmediata do
las divinidades hace que la vida de los hombres se califique de “esponta
nea" (autúmalnn, 271e): los seres humanos brotaban de la tierra como
plantas, no debían procrear entre sí para dar lugar a nuevos nacimien­
tos (271a-c) y no existía la posesión de mujeres e hijos (271e); su ali­
mentación nacía a su vez directamente de los campos sin necesidad de
trabajo (272a); el clima era tan agradable y templado que no hacían
falta abrigos ni vestimentas (272a); el blando suelo sobre el que dor
mían tornaba superflua la existencia de camus (272b); un orden armó­
nico impuesto a todas las razas de animales, cada una regida por una
divinidad, hacía imposibles la guerra (potemos) y el conflicto interno
entre facciones (stásis) (27le), y por lo tanto no existían los regímenes
políticos (271e).,W
Los seres humanos en la época de Cmnos no debían preocuparse por
nada, puesto que “un dios los apacentaba, rigiéndolos en persona, tal
como ahora los hombres, una raza animal diferente que es más divina.
104
apacientan a otras razas inferiores a ellos”.
En un momento, Cronos y las divinidades menores abandonan este
modo directo y personal de pastoreo cósmico y se produce un cataclis­
mo. El universo comienza a girar en sentido inverso, y el mundo se ve
librado a su propio curso y dominio, ’ y los seres vivos dejan de nacer
de la tierra y deben procrear entre sí (274a). Abandonados por el divino
pastor a una situación de desprotección y debilidad que los dejaba a
merced de feroces especies animales que ya no subsistían en paz y armo­
nía, los hombres deben pasar a cuidarse a sí mismos (274b-c). Condenados

103. Como sostiene D. El Murr, “el reino ile Cronos (...) es el tiempo apolítico por
excelencia, un tiempo en el que la noción misma de polis no tiene absolutamente
ningún sentido. (...) Es la dispersión total, la fragmentación total de los hombres
entre sí |.. I. Los hombres del reino de Cronos viven en la ausenciu. ausencia de lazo
político, ausencia de lazos familiares, ausencia de lazos históricos* (Dimita El Murr,
“La sumplote politiké. l¿e paradigme du tissage dans le Politiquf. ou les raisons d’un
paradigme •urbitriuro-. en Kairtw n* 19, 2002, “Pisten". pp. 49 96, p. 92)
104 Pal. 271e.
fleóí ¿vtqitv atrxoú; abró; kxioxaxóv, KaOdncp vúv ávOpcunoi. tyóov 6v Cwpov
OeiótEpov. ¿XXa ytvri oauXoxrpa abtóv vopcvovoi.
105. P. Vidal N«»quet subraya agudamente que "al vocabulario pastoral que fue usado
para describir el tiempo de Cronos le sigue, durante el ciclo de Zeus, un vocabulario
político. El mundo que el dios ha abandonado ejerce el kráttn sobre sí misino <273a*.
es autukrátor (273a)“ ("Platos myth of the Statesniun. the ambiguiúes oí the golden
age and of history’’, en The Jaumal of iMlenú Stuslun, vol 98, 1978. pp. 132-141. p. 138.1.

148
CAFfn»lX>6: TmH J! APROXIMA! ION A IA MFTAHiftA DKI. APA( I NTAMir.NTO IXMJTHX) RN l*IATÍM<

ii la inmanencia, aunque asistidos por ciertos dones proporcionados por


divinidades olímpicas como Prometeo y Hefesto, los seres humanos se
organizan autónomamente, se procuran el alimento y llegan a dirigir
vitos mismos sus propios asuntos (274c-e).
Finalizada la narración del mito, el Extranjero aplica el relato para
|H*nsar la división dicotómica desarrollada hasta el momento y puntua­
liza las causas de dos errores en la demarcación del perfil del político en
mu especificidad, uno grave y uno más leve:

Oti pév Epcotcopcvoi xóv feg -eñe; vvv KEpi^opa; gai yevégf.ox;
(JaaiXéa gal noXizigov tov feg fevavtiaí; wpió5ov notpéva
Tf|<; tóTE áYéXrii; Elnopcv gal taina firóv ávti
Bvqioü. kxútti pév JtápnoXv napqvéxfhuiEV* Óti <5t avpnáar^ xij;
nólcax; ápxovxa ataóv áncc>ñvap£v, óvtiva 5é xponov ob
óiEtnogEV, taúrp Sé av tó pév Xex^v akriOét;, ov pf|v dkov ye
ovSé aa$é; feppnGn. Sió gal ppaxvtEpov q Kat' ¿gcívo
tlpaptiigapp.v.
Por un lado, puesto que al preguntarnos por el rey y el político de la
actual órbita del cosmos y del presente modo de generación, hablamos
del pastor del rebaño humano de entonces, perteneciente al periodo opues­
to, y por esto de. un dios en lugar de un mortal, de este modo nos movi­
mos completamente en la dirección equivocada: y por otro lado, puesto
que lo mostramos como el que gobierna u toda la ciudad-Estado pero no
tratamos a fondo de qué manera lo hace, de este modo, aunque lo dicho
es en cierto aspecto verdadero, el todo no fue abordado siquiera de for­
ma clara; por esto también hemos cometido un error, aunque más pe­
queño que en el primer caso. (PoL, 274e-275a).

Platón repasa así los costos teóricos del empleo de la metáfora del
apacentamiento en política. Por un lado, error grave, en cuanto a los
sujetos implicados en la relación de dominio, se hace presente una dife­
rencia de naturaleza entre quien manda y quien obedece: así como el
pastor de ovejas es un hombre, el pastor de hombres es un dios. Con lo
cual la metáfora no puede funcionar en el reino de la inmanencia y sólo
parece ser apta para habilitar simbólicamente una forma teocrática de
dominio, en la que se perderían las especificidades humanas de dicho
KM»
poder. Por el otro, error leve, el vínculo específicamente político de

106. Esto es precisamente lo que «uredo en loe últimos diálogos platónicos. donde la
diferencio cualitativa v ontológica entre instancia dominante e instancia dominada se

149
mandato-obediencia no fue aclarado en la modalidad de su relación. <l"
modo que el gobierno resulta unidireccional y total, superponidndoMI
con el dominio omnímodo del tirano. El rebaño sigue a su pastor sin
cuestionamientos, y parecería que ese tipo de sumisión automátim.
irreflexiva y no consensuada no consigue dur cuenta de lo propio de la
obediencia política.
Para solucionar ambos problemas el Extranjero introduce otras dos
divisiones dícotóinicas. En primer término, propone penodizar el arte do
criar rebaños humanos, por un lado, en los dorados tiempos de Cronos, y
por el otro, en la época de Zeus (Po/., 276a). Esta contextualización mítica
que introduce la metáfora dentro de una filosofía de la historia se propo­
ne adecuar la majestuosidad arcaica del modelo pastoril a los tiempos
actuales, con el objetivo de enmendar un paradigma que por no delimi­
tarse históricamente resulta demasiado exigente para lo que tiene que
explicar: en efecto, la figura del pastor divino (fo skhima toú theíou noméos)
resulta desproporcionadamente grande si se la compara con los políticos
del momento (toüs entháde nún antas politikoús) (Pol., 275b-c).
La segunda división está implicada en la cuestión de la modalidad
del dominio, y dentro del apacentamiento de rebaños humanos en tiem­
pos de Zeus se distingue una versión compulsiva y violenta del apacen­
tamiento, propia del tirano, y la modalidad verdaderamente política del
pastoreo, que involucra una aceptación voluntaria. Pura evitar reunir
en una misma figura al rey y a) tirano, que son desemejantes en sí
mismos tanto como en el modo en que cada uno ejerce el dominio
(anomoiotátous óntas autoús te kal ton tés arkhés hekatérou trópun), el
Extranjero diferencia el cuidado tiránico dei rebaño, que se da sobre
animales forzados a ser apacentados (zóon biaíon), respecto de los ani­
males bípedos que se dejan apacentar voluntariamente, dando su con­
sentimiento al pastor (hekousion dipódon zóon) (Pol., 276e).

ve asumida intencionalmente a los fines de dotar a las formas políticas humanas de


una legitimidad de clara matriz teológica. En el mito pastoral que se presenta en
Criltas 109b-d, los dioses Hefesto y Atenea, encargado* de apacentar a los antiguos
atenienses, “establecieron el orden del régimen político en su razón* (epi noún éthesan
tén ti* politeiax táxtn). Según Leyes 713d-e, Cronos dispuso que ciertas divinidades
menores se ocuparan de pastorear a los seres humanos, proporcionándoles la paz
(eiréne). la vergüenza (mdós), la buena legislación leunomta) y la buena disposición
del derecho {aphthoniu dí>cs). A diferencia <le estas versiones teocráticos del apacen­
tamiento, en el diálogo que nos ocupo la política comienza en el momento preciso en
que termina el dominio teológico de los pastores divinos, y por lo tanto la legitimidad
del orden político no debe buscante en instancias sagradas y trascendentes

150
(?AFfniLO5: TlOPU! ArttOXIMACIÓN A 1A MCTAR4U l»X AI‘A( I1MTAMI»_VTU IVUTICO KN PUITÓN

I>c todos modos, en términos generales, la modalidad de crianza


pastoral de rebaños humanos resulta excesivamente personalista, in­
mediata y exclusivista como para poder ilustrar cabalmente el accionar
i ipocífíco de los hombres de Estado:

abróe; lije; áyéXTiq rpc<oq b pouóopfkx;. abxóq \azpo<;. abró; oíov


vvp<>f.vtr|(; *ai n^pl tov»; t¿>v YtYvopfixov xókoix; xai koxEtac;
póvcx; tKiGtfyicov rq; paiEVRKÍK. tu 'toiwv naiSiáq kcü
pouciKñ^ t<t>* boov abtob rá Opípara $úoei |iF/t£íXi]>'v. obx
dXXoc KpcíTtcov KapapUteíaGai Kca KqXcóv Jtpauvsiv, pp.td te
opYávcov K<xl yiXcp toj axopaxt tt]v ttí; abroú ftoipvric; áptera
pEraxeiptíóp.Evo^ po\x5ticf]v. xa! 8r| ral rebv ákkaiv KÉpi vopécov
b abroe; rpóno<;.
Quien apacienta bueyes es él mismo el criador de su rebaño, él en
persona su médico, él mismo es quien, por ejemplo, dispone las unio­
nes y es él solo experto en los /tartos de los que nacen y en el arte del
alumbramiento de la cría. Además, respecto de los juegos y la música
-en cuanto que las crías toman parte en esto por naturaleza- sin
duda no hay otro mejor que él para apaciguarlas y amansarlas
encantándolas, tocando del mejor modo, con instrumentos o sólo
con su boca, la música para su rebaño. V par cierto sucede del mismo
modo con los otros pastores. (Pul., 268a-b).

En este sentido, la metáfora parecería pasar por alto las divisiones in­
troducidas, en la medida en que supone un liderazgo directo y exclusivo
(propio de la era de Cronos) tanto como absoluto y compulsivo (típico de
una forma tiránica de dominio), razones por las cuales no resultaría
suficiente para delimitar al político en su pureza y así superar la prueba
de los pretendientes. En efecto, cualquier campesino, panadero o co­
merciante podría adjudicarse la primacía en relación con los asuntos
propios de la crianza de rebaños humanos (Cf. Pol., 267e-268a).
Es así como el Extranjero propone una nueva rectificación, consisten­
te en sustituir el término “criar” (tréphetn) por la expresión “brindar cui­
dados” (therapeúein). Ahora sí, al parecer, el Extranjero soluciona la

107. Correlativamente, se propone cambiar nominalmente la definición de


komotrophiké y agelaiatrophiké por agelaiotheraptutiké, apelaiakonitké o
koinoepimeltltké (Pol . 275e).

151
cuestión de los pretendientes al título de político; al decir “cuidar" en lu,: n
de “criar", se presupone que ningún arte pretende afirmar que cuida de la
comunidad humana de modo más eminente que el arte político:

'EnipckEia 6é ye ávOpamtvqq aupnáaiK KOivtovla^ obSepía áv


é0f.Xt]QEIev
Éttpa páAAoy Kai npoTCpa tq¡; paatXiKTK «a»
Katá Jtávtaiv áuOpojnxjüv ápxnc EÍvai ■u:xVTl-
Y ciertamente ningún otro cuidado de toda la comunidad humana podría
decir, mejor y antes que el cuidado del rey, que es también una téctuca de
|Qg
gobierno que se ejerce sobre todos los hombres. {Pol., 276b-c).

Se supone a primera vista que de este modo se soluciona la cuestión


del sujeto que manda y de los pretendientes ni título de éste, que era en
definitiva también la razón última por la cual Platón había introducido
el mito. La última definición coincide entonces con denominar "politibe'
a la “técnica de brindar cuidados a rebaños de animales bípedos que
consienten voluntariamente" íhekouslon dipódon agelaiokomiké ¿don)
y “político y rey” a quien posee esta técnica (tekhne) y brinda este cuida­
do (epiméleia) (Pol., 276e).
Ahora bien, luego de estas sucesivas enmiendas y reajustes, cuando
parecía que todo estaba solucionado, y el Joven Sócrates celebraba la
conclusión del tratamiento del político en su especificidad (Pol., 277a),
el Extranjero detiene la marcha de la división dicotómica y, repentina­
mente, sin más consideración respecto de las numerosas páginas que
ha insumido en las divisiones pastoriles, propone otro modelo, el del
arte de tejer. Comienza entonces un nuevo ciclo de disociaciones, esta
vez sobre la base del paradigma textil.

108. En ngor, eata opción metodológica no |»arece eliminar al médico como preten­
diente al arte de therapeúein.
109. Pol., 275b. "En verdad por estas razones presentamos también el mito, para
demostrar acerca de la crianza de rebaños no «ób cómo ahora todos compiten por ella
con aquel a quien examinamos, sino también para ver más claramente al único a
quien le es propio, de acuerdo con el modelo de los pastorea y los boyeros. sor estimado
como el único merecedor de esta denominación, al tener a cargo únicamente el
cuidado de la crianza humana".
Aid rauta pt|v xai xóv pu©ov xapEflépEOa. Iva tv6d£avro nepi xq; áYcXaioxpo^ia^
pq póvov návxE<; auux ágóicpnxovai x<¿ ^qxoup¿vq> tá vúv. &XXá xáxuvov
abtóv rvap-fCotEpov l&xpcv, 6v npooqxEi póvov «ata tó aapá&iypa noipívuiv xe
xai fknxóXwv xq; úvOpoiiriviK triprAxiav ¿x01^ rpoóñ; toúrov povov á^icoOrivai
roo xpoopñiiatot;.

152
Capítulos Turnaai*koximacióna ia mktAmjkai*i.apaíkntamikvto Rumenen Piatón

l4i operación desconcierta a Castonadis, que habla al respecto de


"un golpe teatral”: “en forma inexplicada, si no inexplicable, el Extran­
jero dice: todo eso no funciona, hay que abandonar esta definición. Pero
■in decir por qué. Y de ese modo se dejan de lado el rebaño y toda la
pastoral...” (...) “...si había que abandonar verdaderamente esa pri­
mera definición, ¿por qué haber pasado tanto tiempo con esas historias
de animales que caminan, animales que vuelan, animales que tienen o
no tienen cuernos, animales que pueden o no pueden fecundarse mu­
tuamente?".
Aun si ya podría haberse intuido que el mero cambio de nombre
Cepirnéleia' en lugar de “írop/ié") resulta insuficiente para resolver la
decisiva prueba de los pretendientes, es recién con la introducción del
modelo de la técnica textil que se aporta un símil capaz de superar el
personalismo y la inmediatez del régimen pastoral de poder, régimen
que exigía del hombre político una omnipresencia más propia de
divinidades que de seres humanos y que, en última instancia, no logra­
ba ofrecer un criterio que permitiera superar aquella prueba.
El arte de tejer, a los ojos de Platón, aporta una distinción clave para
poder pensar lo político en su especificidad, a saber, la diferenciación
entre “causas" (aitíai) y “causas concomitantes" (sunaitíui) (281d-e): si la
técnica del tejedor puede ser llamada “causa” del tejido, lo es en virtud
de la coordinación y utilización de ciertas artes menores y auxiliares
que funcionan como “causas concomitantes" y que se ocupan de cardar,
hilar, confeccionar la urdimbre y la trama, producir lanzaderas, husos
y todos los otros instrumentos textiles, todas técnicas previas y prepa­
ratorias para la actividad del tejedor (282a-283b). Del mismo modo, la
política puede entenderse como causa de la ciudad-Estado, aunque no
se ocupa directamente de la construcción de casas, de la provisión de
alimentos, del tratamiento de las enfermedades o de la ejecución de
obras artísticas, sino que se sirve de ciertas técnicas específicas en cali­
dad de causas concomitantes:

i] Kara dúatv áXr¡8¿); otea t)p.ív noXitucí) [...1 npootátTovaa


Kai feniazatovaa aVcf|. KaédiJtcp bpaytiKfi toíq te ^atvovai Kai
■coTq tdlXa npoTcapaaKEvá^ovatv dea gpó; tt]v abrí];

110. C. Caatoriadia. op. cit., p. 39


111. Idem, p. 56.

153
(■AHRIKI. ÜVOV

aitiRapaxoÁouOoíca Jipoatáwt xat t/ua-caTci, toiauxa


ÉKáazou; EvÓEixyüaa xá fcpya ánoteX.eív ola áv tnitíi&ia
tlYqxai npó; xf)v avxf|<; clvai gvjieXoktiv.
La técnica que de acuerdo can su naturaleza es para nosotros verda­
deramente política (...) es aquella que por sí misma imparte las órde­
nes y dirige, tal como precisamente el arte de tejer imparte sus órde
nes y dirige a los cardadores y a quienes preparan todo aquello que
residía necesario para su tejido, siguiéndolos paso a paso, ordenan
dotes a cada uno las tareas que considera que son necesurias para su
propia tarea de entrelazamiento. (Pol., 308d).

Así, a diferencia de la multiimplantación técnica del pastor, que ha­


cía las veces de criador, módico, partero y músico (cf. Pol., 268a-b), la
política asume, de acuerdo con el régimen metafórico textil, una tarea
propia que se resuelve en la coordinación de una serie de técnicas que
están subordinadas a sus directivas y órdenes, legítima tarea de con­
ducción que se funda sobre un saber específico relativo al momento
oportuno (kairós):

Tf)v yap óvxax; ovaav 0aaiAiKT|v obx abrqv 8eí npávtEiv áAA’
ápXElv ”tñ>v Svuapévcov npaziEiv. YiyvaxjKouaav xqv áp%qv te
«ai bppqv tóv peyIotcov bv tau; nókcaiv hyKcupta; te n¿pi xai
áxaipiaq, tá; 5’ ákkat; xd rtpoazaxOcvra 5páv.
Pues la técnica que es verdaderamente regia no debe actuar ella mis­
ma, sino dirigir a los que son capaces de actuar, en la medida en que
conoce el principio y el alcance de los asuntos más importantes de las
ciudades Estado en relación con el momento oportuno e inoportuno,
mientras que las otras [técnicas] deben ejecutar las órdenes que les
sean impartidas. (Pol., 305d).

La adecuación del paradigma del tejedor para describir la figura del


político reside en que logra dar cuenta de una actividad compleja con
una multiplicidad de figuras rivales, a la vez que propone criterios de
especificidad que consiguen deslindar al verdadero estadista respecto
de aquellos que le disputan la primacía en relación con el cuidado de los
asuntos públicos. Los pretendientes al título de verdadero político ven­
drían a encontrarse en la misma situación que los cardadores, los hi­
landeros, los que confeccionan la trama, los que preparan la urdimbre y
quienes producen lo instrumentos textiles, en el caso de que se les

154
C.MtTVlÁ) 5: TWI*Ui APKUXIMACIÓN A IA MKIATORA OiÜ. APACENTAMIENTO roiJna< EN PlATÓN

ocurriera disputarle al tejedor la responsabilidad última en tomo a la


113
creación del tejido.
De este modo. Platón logra encontrar una metáfora para una época
en la cual la política ya no responde a los cauces de una legitimidad
tradicional sancionada sobre la base de leyes cósmicas o divinas, un
tiempo en que el vínculo de mandato-obediencia ya no asume una mo­
dalidad directa, relativamente inmediata, personalista y, sobre todo,
que no se ve sujeto a impugnaciones relevantes. La desacralización del
mundo de los conceptos políticos que tiene lugar a partir del siglo V a.
C., que obliga a preguntarse por la especificidad de lo político en su
autonomía, requiere de nuevas ideas y de nuevas imágenes.
El paradigma del tejido permite explicar la política en la era de la
diferencia, en el tiempo de una realidad sociopolítica compleja que
impone remodelar los conceptos tanto como el imaginario de la Repú­
blica, “cuyas soluciones, en la época del Político, podían parecer como
la transposición mítica de un modelo político que aún conserva claros
trazos de una sociedad pastora), fundada sobre el principio de una gran
familia sometida a la autoridad de un guía”.
El mito del Político, que introduce el paradigma pastoril dentro de
una filosofía de la historia, puede decirse que historiza la metáfora en la
medida en que la 6itúa en una Edad de Oro que se ve constitutivamente
diferenciada de la época contemporánea de Platón. El hecho de que vol­
ver a una época tal resulta, según el texto platónico, no sólo imposible
sino también indeseable debe leerse en clave política, como lo hace P.
Vidal Naquet, como una impugnación polémica de la vuelta a la libertad
de la edad de Cronos, “un slogan propio de sectas filosóficas y religiosas
[i.e., órficos, pitagóricos, sectas dionisíacas, pero principalmente el movi­
miento cínico] que no están satisfechas con el orden cívico existente”.

112. Cf. Pul.. 289c«i: quienes le disputan al rey la confección misma del tejido Uoús
peri untó tó plégma amphi»betoúnta» tói basilel) se relacionan con los tejedores,
precisamente como tkathóper) los que hilan, cardan y realizan toda» las otras opera­
ciones textiles.
113. Cf. D. El Murr. op. cit., p. 94.
114. L. Couloubariteis. op. cít., p 113.
116. P. Vidal Naquet. op. «/., p. 134. Así. en abierta polémica con Erich llavelock y
Karl Popper, "no encontramos argumentos para probar que nuestro filósofo era un
hombre que veneraba el pasudo (...) En el tiempo en que escribió el Político (...)
Platón no estaba intentando escapar de la ciudad, ni hacia la Edad de Oro ni para
retomar u lo salvaje" líhid., p. 139).

155
Un último aspecto por el cual el diálogo que nos ocupa reviste un
interés especial se lee en una digresión acerca de los puradigmas, que
el Extranjero presenta antes de introducir la metáfora textil:

XocAcrcóv. ai óaipóinr. pf| napaÓEiypacn xpaipEvov iKaoax;


tvócíKvvaflaí u tóv pEt^óvwv.
¡Qué difícil es, divino amigo, no servirse de paradigmas a la hura
demostrar suficientemente cualquiera de tos asuntos más importan
tes' (277d).

El recurso analógico se presenta como indispensable a la hora de la


demostración filosófica, especialmente cuando se trata de problemas
complejos y significativos, como lo es en este caso “intentar conocer
técnicamente a través de un paradigmu el cuidado de los asuntos que
conciernen a la ciudad-Estado" (278e)."8
En este sentido, para Platón la metáfora no es un fósil lógico, un
proto-Zd^os, un concepto en la época de su prehistoria, sino que respon­
de a preguntas vivas con una lógica que lo estrictamente teónco-con-
ceptual no logra agotar: “el enigma de la metáfora no puede compren­
derse sólo por la insuficiencia del concepto” y “no se considera ya
prioritariamente como esfera rectora de concepciones teóricas aún pro­
visionales, como ámbito preliminar a la formación de conceptos, como
recurso en la situación de un lenguaje especializado aún sin consolidar.
Al contrario, se considera una modalidad auténtica de comprensión de
conexiones .
La metodología platónica de la metáfora en diálogos tardíos como el
Sofista o el Política “nos llevaría a pensar de nuevo la relación entre
phantasía y lógos, en el sentido de que el ámbito de la phantasta no sea
tomado sólo como sustrato para las transformaciones en lo conceptual
-donde, por decirlo así, pudiera ser elaborado y transformado elemento
por elemento hasta agotarse el depósito de las imágenes- sino también
como esfera catalizadora con la cual el mundo de los conceptos se enri­
quece permanentemente, pero sin por ello transformar o agotar este
reserva fundante”.

116. Sid napa&'typaxoi; tnixripclv ti>v xaxd nóXiv Orpanctav Yvwpt^iv.


117. Han» Blumenix-rg. "Aproximación a una teoría de la inconceptuabüidud". en
Naufragio con espectador. Paradigma de una metáfora de tu existencia, trad. J. Vigil,
Madrid. Visor. 1996 (1979). pp. 97-88.
118. H. Blumenberg, “Paradigmen..." op. ril.. p. 10.

156
CAi-tn u>5 Tiuixk AmniMAOóN a ia mftahiha i*i. ai*aí r vrAMik vro hjUhcokn Platón

El tratamiento metaforológico-político del pastoreo en el diálogo que


liemos analizado en este apartado no constituye un mero ejercicio lúdico
m un pretexto aleatorio para poner en acto las reglas de la división
dicotómica. Teniendo en cuenta que la epistemología platónica de la
ludítica recurre positivamente a analogías y metáforas, una reflexión
critica sobre la analogía del apacentamiento y su intento de
reformulación adquiere entonces una centralidad indiscutida dentro de
un texto que se propone pensar la especificidad de lo político.
Resulta interesante que desde los criterios clasifícatenos de la teo­
ría de los tropos, la extensa discusión platónica de la definición del polí­
tico como pastor resulta imposible de catalogar. En principio, excede
ampliamente el campo de la simple metáfora, así corno también del
argumento conceptualmente articulado por una metáfora. Hay una
suerte de ensanchamiento lógico y argumentativo de la metáfora del
apacentamiento, pero en realidad todo esto es mucho más que una ale­
goría. Hemos constatado la presencia de un mito en medio del diálogo,
en el que se recrea el vocabulario pastoril, pero el mito se incluye como
momento de un análisis más amplio.
Proponemos comprender el texto que nos ocupa como el primer tra­
tado de metaforología crítica. No sólo se desmenuzan semánticamente
los componentes de la analogía pastoril, con extensas discusiones a pro­
pósito de una metáfora tradicional que toma en consideración los cos­
tos teóricos de su adopción para la política, sino que se termina
tematizando metodológicamente un complemento metafórico para la
división dicotómica bqjo la categoría del purádeigma. Más aun, ante la
constatación del fracaso y la consiguiente recusación de lu metáfora del
apacentamiento, no se decide volver al seguro ámbito del lógos, sino
que se propone una nueva metáfora: la del tejido. En este sentido, la
metáfora no es un sustituto provisorio del lógos político, sino un recur­
so constituyente, positivamente elegido por una filosofía política que
asume integralmente el recurso analógico como un arma fundamental
dentro de su arsenal analítico.

4. Consideraciones finales

Lejos de defender un eclecticismo metodológico, hemos intentado


combinar los tres enfoques de los que nos hemos servido con el objetivo
de que se complementaran mutuamente. La línea cognitiva nos ayudó a
sistematizar las diversas apariciones de la metáfora en los textos griegos

167
dentro de un mapa semántico de conjunto que nos permitió foculizm
inicialmente los procesos de selección sómicn, tanto como los aspecto»
valorativos que algunos semas de por sí implican al ser arrastrados
desde su sentido literal. Los materiales analíticos procedentes de la
teoría de ¡a argumentación nos permitieron situar la metáfora en su
contexto dialógico de aparición, así como prestar atención a sus distin­
tos empleos argumentativos a lo largo del frente polémico fundamental
que reconoce la filosofía platónica, el retórico-sofístico, que se arroga la
supremacía en cuanto a los asuntos políticos. La metodología de la
metaforología histórico-conceptual nos ayudó a demarcar la modula­
ción específica del análisis platónico de una analogía central de su épo­
ca, llevándonos a reparar en la introducción del paradigma del apacen­
tamiento dentro de una filosofía de la historia encaminada a pensar la
adecuación de la metáfora al proyecto de dar cuenta de la especificidad
de lo político.
Más importante aun, cada uno de los niveles de análisis nos colocó
frente a un determinado sentido de politicidad en el uso plutónico de la
metáfora pastoral: en la sección 1) pudimos hacer foco en el poder de
estructuración que detenta el imaginario social compartido dentro de
un espacio cultural; en el apartado 2) nos remitimos a la dimensión
polémica involucrada en el uso de la metáfora frente a un adversario
como un arma destinada a asegurar la hegemonía sobre un campo de
sentido; en 3), finalmente, abrimos el análisis a la dimensión histórica,
en la medida en que, como Platón mismo lo puso de manifiesto, la
metáfora pastoril cuenta con una carga ideológica que hay que desmon­
tar para poder ponerla en práctica como recurso para pensar lo político.

158
Capítulo 6

Sátira y parodia: un análisis del discurso cómico


en Avispas de Aristófanes

María Jimena Sehere

1. Introducción
Sátira y parodiu son los dos recursos cómicos dominantes en la obra de

Aristófanes. La parixlia aristofánica tiene algunas características propias


que la diferencian de otros autores y géneros. En primer lugar, no se
limita a un solo hipotexto o modelo parodiado, sino que abarca una mul­
tiplicidad de autores y géneros serios: se parodia, por ejemplo, la épica
(Avispas, 1070 a 10901, Hexíodo (Aves 692-703), los autores trágicos (Ra­
nas), el lengueye de las escuelas filosóficas (Nubes), entre otros hipotextos.
Uno de sus principales blancos paródicos es la obra de Eurípides, pero de
ningún modo su blanco cxcluyente. Aristófanes no parodia un género o
autor sino que produce un complejo paródico múltiple.*
En segundo lugar, la parodia en Aristófanes se caracteriza por la com­
pleta recreación de los hipotextos con un alto grado de libertad en relación
con el modelo parodiado; el comediógrafo no se ciñe en absoluto al hipotexto
sino que lo transforma con libre invención en un texto completamente
distinto, donde el modelo 6e reconoce de manera clara, pero lejana.
Otra característica distintiva de la parodia aristofánica es que suele
ir acompuñada de la sátira política y social. La sátira en Aristófanes

1. Utilizamos la denominación de G. Genettc, que diferencia hipotexto (modelo paro­


diado) de hipertexto (texto paródico) Cf. Gerard Genettc Palimpsestos. La literatura
en segundo grado, Madrid, Tauros, 1989. p 124.
2. Sobre la pluralidad de modelos parodiadas en la obra de Aristófanes cf Diana
Frenkel "La parodia en Aristófanes", en Pablo Cavallero et al. Aristófanes. Kiqueza,
Buenos Aires. Fucullad de Filosofía y letras UBA. 2002, pp. 229-241.

159
tiene como blanco la realidad de la Atenas de su época: el marco moral,
político y social en el que vivió el autor, contra el cual ejerce una fuerte
crítica a través de la ndiculización de determinados personajes contem­
poráneos, ideas e instituciones vigentes.
Los dos recursos que analizaremos en este trabajo, sátira y parodia,
interactúan y se potencian para lograr un efecto argumentativo; degra­
dar la figura de los jueces y políticos de la Atenas de la época, los dos
principales blancos cómicos, y la vez blancos polémicos, de la obra. En
este trabtyo nos proponemos explorar precisamente en Avispas la es­
trecha relación existente entre discurso cómico y discurso polémico,
ligazón que permitió que la comedia antigua se constituyera en una
eficaz arma ficcional de ataque.

2. Observaciones generales sobre sátira y parodia

Una de las aproximaciones más interesantes al problema de la paro­


dia, la sátira y la ironía es el trabajo de Linda Hutcheon. La autora
observa, en primer lugar, que la función pragmática de la ironía es
señalar una evaluación, generalmente peyorativa.
Por su parte, la sátira también posee un carácter desdeñoso, despre­
ciativo y agresivo, pero además tiene un propósito correctivo que resul­
ta central en su identidad. Implica un cierto idealismo, por el que a
menudo resulta didáctica y destinada a procurar un cambio.
La parodia también tiene una función negativa: el ridículo. Sin em­
bargo, Hutcheon señala que existe unu variedad reverencial de paro­
dia. Ésta es de la misma naturaleza que la más peyorativa en el sentido
de que también apunta a la diferenciación entre ios textos. Aunque la
parodia reverencial señale al modelo respetuosamente y se acerque
más al homenaje que al ataque, el distancianiiento crítico persiste.
Hutcheon advierte que el prefijo para tiene dos significados: el de
“en contra de" (o “contrano") y el de “al lado de". Este segundo significado
sugiere acuerdo en vez de contraste. Sobre la base del significado oposicional
del prefijo para (el de “contrario"), se suele postular una condición desafian­
te y de disputa para la parodia. Sin embargo, el otro significado de para

3. Linda Hutcheon; “Ironic. s ati re, parodie. Un approche pragmatique de 1’ironie" en


Poftique 46. Parí». 19fll. p. 140-166.

160
CapHvloO: SÁHKA yha*)i>ia i’NAKAiJMMma. ni* i'R*<cómico KMávuMtM AaisrórANn

("junto a") da cuenta, según la autora, de su carácter más respetuoso y


deferente. Hutcheon decide ampliar entonces el concepto de parodia e
incorporar esta última variedad reverencial.
Desde nuestro punto de vista, el elemento de burla es irreductible y
estructural al recurso y. por lo tanto, preferimos restringir el término
a la definición clásica, que considera básicamente a la parodia como
una imitación burlesca. Todo texto paródico genera un efecto ridiculizante
por el contraste y la imagen deformante del texto paródico en relación
con el texto parodiado.
Tanto la ironía, según la entiende Hutcheon, como la sátira y la
parodia tienen una dimensión peyorativa en relación con un blanco,
sea éste una obra literaria, un personaje de la obra, una persona real,
una institución o lo que fuera. Nos interesa subrayar especialmente
ese rasgo agresivo y descalificador que es un constituyente estructural
del discurso cómico. Sin ese componente estructural -el ataque a un
blanco cómico-, el efecto de comicidad desaparecería.
En el caso de la parodia, tenemos un blanco textual: un hipotexto
modelo que funciona como blanco burlesco del texto paródico. En el
caso de la sátira, el blanco ya no es un texto, sino un contexto determi­
nado. La sátira lleva al receptor a considerar el contexto de producción
de la obra para interpretar su sentido satírico en relación con el marco
moral, político o social del autor. Por ejemplo, el blanco satírico en la
obra aristofánica es, desde un punto de vista general, la sociedad
ateniense, y particularmente alguna institución o personaje determi­
nado de la época, como analizaremos con detalle en los próximos
parágrafos.
En síntesis, la parodia establece relaciones intertextuales, evoca e
instala un texto otro en el seno del texto paródico, mientras que la
sátira mira hacia un referente contextual, es decir, evoca un determi­
nado contexto situacional al cual censura. Su propósito correctivo con­
duce hacia el mundo referencial, con intenciones de producir algún cam­
bio a partir de la crítica satírica.
En el caso de la parodia, ésta también suele buscar un cierto efecto
implícito de cambio: derribar al hipotexto y suplantarlo en su lugar de
valor y autoridad. El hipertexto paródico intenta erigirse por sobre el
texto parodiado, señalando de algún misto su vulnerabilidad a través de
la burla. Si se puede ejercer la imitación burlesca es porque en algún
punto el texto es ridiculizable en sí mismo; la parodia deja en evidencia los
aspectos ridículos o ridiculizares del hipotexto. Ésta implica, entonces.

161
una lucha (pólemos) intertextunl que se desarrolla en el marco do lo
tradición literaria.
En definitiva, tanto la parodia como la sátira poseen ambas una Huerto
de dimensión polémica, “de combate”: ambas formas apuntan contra un
blanco, textual en un caso y contextúa] en otro, sobre el cual ejercen su
acción burlesca y con el cual de algún modo polemizan.
K. Kerbrat-Orecchioni define el discurso polémico de la siguiente
manera: “El discurso polémico es un discurso liescaUficador, es decir que
ataca a un blanco, y que pone al servicio de esa mira pragmática domi­
nante (...) todo su arsenal de procedimientos retóricos y argumentativos-.*
Creemos que el discurso cómico, si bien no es un discurso polémico
propiamente dicho, posee numerosos puntos de contacto con éste, como
la presencia de un blanco, su carácter agresivo, los recursos de exage­
ración, descalificación, etc., que también aparecen en el discurso polé­
mico, según la caracterización de K. Kerbriit-Orecchioni.
También el discurso político posee una dimensión polémica,” de ahí
la perfecta compatibilidad entre la comedia aristofánica y la controver­
sia política, tema que desarrollaremos más adelante.
Intentaremos delimitar y diferenciar mejor el discurso polémico del
cómico. Si el ataque se realiza contra un blanco para descalificarlo,
estamos en el plano del discurso polémico. Pero si el ataque contra el
blanco conlleva además su ridiculización como forma privilegiada de
descalificación, estamos en el terreno del discurso cómico. En el discurso
polémico se puede atacar un blanco de manera seria y también apelar a
la ridiculización, pero no necesariamente. I>o cómico, en cambio, es un
ataque al blanco mediante el arma exclusiva de la risa. La descalificación

4. Cathenne Kerbrat-Orecchioni: Le discours pnlimiqite. Lyon, Presses Universitaires


de Lyon, 1980, p 13.
5. C Kerbrat-Orecchioni: op cit., 3-40. Por su parte. NI Angenot forja la categoría de
discursos agónicos que permite ver también ciertos puntos en común entre sátira,
polémica y panfleto. El discurso agónico "de combate" supone un contradiscurso anta­
gonista implicado en la trama del discurso presente. Tiene unu doble estrategia:
demostración de una tesis y refutación/descalificación de una tesis adversa. Angen.it
incluye dentro de esta categoría al discurso polémico, el satírico y el panfietario. Sin
embargo, diferencia sátira y polémica porque si bien ambos tienen la base común de
la función persuasiva y agresiva, la polémica implica un horizonte común de premisas
compartidas y la sátira un rechazo radical del inundo antagonista concebido como
absurdo. Véase Marc Angenot,: Lu parole pamphletum. Paria, Payot. 1982 j»p 27-45.
6 Sobre la dimensión polémica del discurso político cf Elíseo Verón; -I«i palabra adversativa.
Observaciones sobre la enunciación política", en Eliscc Verón el al, FJ diacurm polüiea.
Lenguaje* y Acontecimientos. Buenos Aires. Ilachette, 1987, pp. 11-26.

162
CAFflULO fl: SATIRA Y l‘A * >1 >1A I ’N ANAl ISIS 1*1. (MStl »»«•*> • V*4 M t» KN A VISCA* Í>K AMOTÓPAA •«

kc produce mediante la puesta en ridículo del blanco a truvés de recur­


sos como la imitación deformante (parodia), la representación satírica,
la exageración caricaturesca de rasgos, etc.
Otra característica fundamental de parodia y sátira, además de su
dimensión polémica, es su carácter de espejo deformante, en mayor o
menor grado, respecto de una imagen o texto modelo. En la parodia se
trata de la deformación de un modelo literario, textual; en la sátira, la
deformación de, por ejemplo, un modelo esperado de conducta, siempre
dentro de una sociedad o ideología determinada. Si el autor ridiculiza
algún vicio de carácter y lo convierte en un “tipo" -por ejemplo “el
mentiroso”, “el corrupto"- esa construcción satírica evocará un modelo
opuesto de conducta y generará el efecto cómico por contraste con ese
código espcrable dentro de una determinada cultura, por ejemplo, una
conducta de integridad moral.
Las dos imágenes contrapuestas generan comicidad por la distancia
degradante del texto satírico o paródico en relación con su modelo.
Si lo cómico implica la ruptura de un código, de un modelo prestigio­
so (textual o moral), establecido en una cultura determinada, ese códi­
go siempre permanece presente por detrás de su imagen deformante.
El efecto cómico se desencadena precisamente por esa conjunción y
coexistencia irreductible de modelo y contramodelo en el seno del dis­
curso cómico, ya sea de un texto serio y otro burlesco (.parodia) o del
mundo del deber ser y el de lo absurdo (sátira).
Lo cómico, que funciona siempre como contramodelo, evoca necesa­
riamente lo serio (el modelo textual o el deber ser); se construye por
relación y oposición a lo serio. Por lo tanto, no actúa jamás de modo
aislado, sino que forma sistema con su imagen contrapuesta, sin la cual
no sería cómico en absoluto, porque la comicidad implica esta duplicidad
intrínseca. Por ejemplo, el héroe cómico es un anti-héroe que siempre
resulta paródico en relación con la imagen codificada del héroe, figura
que evoca por contraste; es decir que el héroe cómico se construye de
manera negativa, por oposición a ese modelo. Del mismo modo, la sátira

7. E«a visión sobre lo cómico, entendido como ruptura de un código es pe rabie, tiene
ufinidud con la teoría de la incongruencia, de A Schopenhauer, que localiza la esencia
de la risa en la ruptura de expectativas (Arthur Schopcnhauer El mundo como
voluntad y representación, Madrid. Aguílar, 1968, vol. 1. cap. VIH. pp. 96-102). Sobre
la teoría del humor como incongruencia cf tambión María Ángeles Torres Sánchez^
Estudio pragmático del humor verbal. Cádiz. Universidad de Cádiz Servicio de publi­
caciones, 1999.

163
mama Jim *-naSchkh»

también evoca una imagen del mundo del deber ser al cual aspira El
discurso cómico, en definitiva, siempre evoca como espejo deformante
a un otro contrapuesto y contrastante, y en la brecha entre el uno y el
otro se produce la risa.

3. Sátira y parodia en Avispas: la cosmovisión cómica

Analizaremos en Avispas los dos componentes comunes de sátira y


parodia que hemos identificado: su dimensión polémica y la evocación
de un otro modelo, que genera la risa por contraste. Sin duda, los dos
componentes están relacionados: hay efecto polémico porque hay dos
imágenes que se contraponen. Tanto en la parodia como en la sátira la
relación polémica se establece precisamente entre estas imágenes opues­
tas: modelo y contramvdelo. Pero el efecto polémico actúa en cada caso
en distintas direcciones: en la parodia se dirige, en primera instancia,
contra el modelo textual evocado y en la sátira apunta hacia el
contramodelo negativo representado en la pieza, desde la imagen mo­
delo evocada; y de allí el ataque trasciende al mundo contextual.
Aristófanes construye sus efectos paródicos a partir de la imitación
burlesca de los géneros serios, los más prestigiosos de la literatura grie­
ga, fundamentalmente épica y tragedia, con los cuales de algún modo
discute. Esos son sus blancos paródicos predilectos, especialmente la tra­
gedia, género contrapuesto en múltiples sentidos a la comedia. Hay que
tener en cuenta la ligazón interna, por oposición, de estos dos géneros.
Por una parte, comedia y tragedia funcionaban juntas en los festivales
trágicos, como géneros contrapuestos, pero de algún modo complemen­
tarios: lo que no aportaba uno, lo hacía el otro. Por otra parte, el propio
Aristóteles define los géneros por oposición La tragedia, según el filó­
sofo, representaba a los hombres mejor de 1c que eran y la comedia, los
representaba con rasgos peores que los del hombre ordinario. Aristóteles
subraya asimismo que “Homero imita y reproduce a los mejores (...),
mientras que Hegemón de Taso, primer poeta de parodias y Nicóxares,
el de la Deílida {epopeya de los cobardes) a los peores"."
Es decir, la estética degradante de la comedia se opone por definición,
según Aristóteles, a la estética idealizante de la épica y de la tragedia Esa

8 Poética. 1448a 11-19.

164
CaUtuloO: SAtira fPARútiiA unanai.isisoki mncuwmcómicoRNAvramsincAKcnóFANEs

Antinomia liga I06 géneros de manera intrínseca y estructural porque per­


mite definirlos, configurar un código genérico espedfico por oposición.
Volviendo a Aristófanes, sus parodias evocan por contraste los tex­
tos que tienen en el centro la imagen del héroe; los evocan desde su
reflejo paródico y deformante en el anti-héroe. De este modo, desde
una estética desidealizante, la obra del comediógrafo ejerce su crítica
implícita contra la estética heroico-trágica y la visión heroica del hom­
bre que ésta conlleva.
Además del efecto paródico y polémico en relación con los prestigio­
sos géneros serios, el comediógrafo satiriza conjuntamente la realidad
ateniense. Evoca desde la construcción de un mundo absurdo e inde­
seable el mundo modelo del deber ser (modelo, claro está, desde un
imaginario cultural o una perspectiva ideológica determinada). El efec­
to cómico-polémico se produce entonces por la distancia contrastante
entre ese mundo deseable del deber ser y la representación del mundo
satírico tal cual lo encontramos en la pieza.
Por otra parte, el mundo de la ficción satírica construye una imagen
exagerada y deformante del mundo referencial en sus aspectos critica­
bles (la realidad ateniense de la época). La exageración no sólo sirve
para remarcar sus puntos censurables, sino también para generar ma­
yor comicidad por la ampliación de lu brecha entre la imagen modelo y
su contraimagen satírica. A mayor distancia contrastante, mayor efec­
to cómico. Como ya la representación satírica tiene de por sí una mar­
cada distancia con la realidad referencial por efecto de la exageración,
la distancia en relación con el mundo del aeber ser resulta por lo tanto
extrema.
En definitiva, sátira y parodia permiten operar simultáneamente
sobre los dos ejes de interés de la comedia, sus dos blancos polémicos
dominantes, sobre los cuales ejerce su crítica burlesca: literatura y
realidad. Por-cierto, los dos recursos tienen en Aristófanes un efecto
solidario: si la parodia, mediante la imitación burlesca, evoca y ejerce
una crítica implícita de carácter polémico contra los géneros idealizantes
(épica y tragedia), y de ese modo los rebaju, junto con ellos rebaja
también la visión heroica del hombre que propugnan y el pasado le­
gendario y prestigioso para el hombre contemporáneo que sostienen;
al mismo tiempo, la sátira, en consonancia con el ataque paródico
intertextual, socava la imagen del mundo y el hombre contemporáneo
apuntando directamente contra blancos polémicos contextúales. En
suma, los dos recursos combinados minan en forma conjunta desde el
pasado mítico hasta el presente ciudadano y generan en colaboración

165
María Jim una Scuf.re

un efecto global de desidealización extrema en cuanto a la concepción


del hombre.
En otras palabras, la comedia aristofánica genera un enfrentamien­
to polémico entre dos cosmovisiones adversas: una cosmovisión heroi-
co-trágicu que sostiene una visión idealizante» en cuanto a la concepción
del hombre y una cosmovisión cómica que discute con ella acentuando
la insuficiencia humana en todas sus formas. La parodia y la sátira son,
precisamente, los mecanismos privilegiados en el autor para encauzar
esta polémica entre cosmovisiones antinómicas.
La cosmovisión cómica, por su parte, con su imagen devaluada del
hombre, resulta funcional para atacar blancos políticos concretos, como
la figura de Cleón, que se presentan en Avispas como quintaesencia de
esa visión desidealizante y degradatoria.

4. Función polémica de las parodias ocasionales en


Avispas

La dimensión polémica del discurso cómico se propaga en Avispas so­


bre diversos blancos. Unos de los blancos implícitos de Avispas, y en gene­
ral de la comedia de Aristófanes, sería la cosmovisión heroico-trágica an­
tes mencionada, que se ve atacada a partir de Io6 recursos paródicos y
satíricos de la pieza. Pero además de este blanco de orden secundario, la
obra tiene un blanco cómico fundamental y dominante: la figura del juez
Filocleón. Por cierto, como subrayábamos recién, la cosmovisión cómica
resulta funcional para la degradación del blanco principal: el juez corrupto,
que personifica precisamente esa visión antiheroica del hombre.
El ataque polémico contra la figura de Cleón se refuerza, además,
mediante el recurso de las parodias ocasionales, que imitan un hipotexto
concreto.
Cabe destacar que el personaje de Cleón tiene un carácter paródico
intrínseco por su condición de antihénie, en tanto la imagen del antihéroe
se construye por oposición al modelo heroico transmitido por la tradición

9. Cleón es uno de los blancos políticos predilectos de Aristófanes. quien lo acusa de


demagogia, corrupción política y moral y le reprocha su política belicista durante la
guerra del Peloponeso. Cleón adquirió gran importancia después de la muerte de
I’ericles y llegó a ser jefe del partido popular. Luego de la toma de Pylos, cobró gran
prestigio y poder en Atenas y poco después fue nombrado general. Murió en combate
contra Brásidas cuando intentaba tomar la ciudad de Anfipolis

166
Capítulo 6: SAuka t panoima: un análisis i>m. nifwi!itsocóMMi>EN>tv/.sr^.s uk AkbhOpanks

literaria y, por lo tanto, resulta paródica por definición. Llamaremos


parodia estructural a este tipo de parodia contenida en todo antihéroe
cómico, que no se ciñe a ningún hipotexto en particular, sino que es
paródica en relación con el modelo genérico del héroe. Pero además de
este carácter paródico estructural del antihéroe, Aristófanes refuerza el
ataque polémico contra Filocleón mediante las parodias ocasionales,
episódicas y breves, que imitan h i pote x tos textuales concretos e
identificables.
Tomemos como ejemplo los versos 175-189 que narran la huida de
Filocleón colgado del vientre de un burro, a imitación del capítulo IX de
la Odisea donde se relata la evasión de Odisco de la caverna del Cíclope,
escondido bajo el vientre de un carnero. El hijo de Filocleón, Bdelicleón,
ha decidido impedir que su padre vaya al tribunal, para curarlo de su
manía compulsiva de juzgar y hacer daño a los demás. El padre intenta
entonces burlar la vigilancia con varias estratagemas, una de ellas,
colgarse debajo de un burro:

BA. ...Ti oréveu;. ei pf| tepeu;


‘ Oduccéa ttv ;
OI. B' Akká val pa Ata (Xpci
KdiTco ye toutoví tiv* bjcoÓF.SvKóxa.
BA. lloiov. <X>ép' V5ü>. Nai, toveovi. Tovti ti qv;
Tí<; ¿i nox’ . djrápcoif. Lteov;
d>[ OCn;, vq Aía.
BA. Otras aü; no5anó<;;
<I>I. ’ IífctKo; ‘ AKoSpaotHwióov.
BA. Ofrct£ pá ióv AV oím xctipípcov ye aú.
Bdelicleón: (al burro) ¿Por qué lloras, si no llevas a ningún Odiseo?
Sosias (servidor ‘B’ de Filocleón): Pero ¡por Zeus! Lleva a uno que se
le ha puesto debajo.
Bdelicleón: ¿Quién? Vamos a ver. Sí, a uno. ¿Qué era esto? ¿Quién
eres hombre, en verdad?
Filocleón: Nadie, por Zeus.
Bdelicleón: ¿Nadie tú? ¿De qué país?
Filocleón: De Itaca, Hijo de Apodrasípides.
Bdelicleón: Nadie, por Zeus, tú por cierto no te vas a alegrar nada.
(180- 186).*°

10. Las traducciones son propias. Utilizamos lu edición del texto griego de Víctor
Coulon: Arixtophane Le* guipe* Lu paix. Tome II, París. Les Bolles Lettres, 1948.

167
ICARIA JIMENA SrilKW

Esta escena de Avispas parodia la bien conocida estratagema de Ulises


que logra engañar al Cíclope diciendo que su nombre es “Nadie". En el
caso de Bdelicleón, la estratagema eB burda y descontextualizada, y no
es una demostración de astucia, como en el caso de Odiseo, sino de
torpeza. En el anti-héroe paródico, la sagacidad del héroe deviene en
estupidez. Asimismo, el éxito de la ingeniosa hazaña en Odisea se re­
suelve aquí a la inversa: el fracaso del ingenuo plan de evasión. El
propio nombre del padre inventado, Apodrasípides, delata a Filocleón
que intenta la fuga: Apodrasípides es una deformación del verbo griego
apodidrásco que significa escapar. En síntesis, la risa paródica se pro­
duce por el contraste extremo entre la imagen del héroe astuto que
gracias a su inteligencia logra burlar al tonto Cíclope y la imagen del
ingenuo Filocleón que no logra engañar a su despierto y avezado hijo.
La inversión de I06 elementos es completa y produce el efecto paródico
por evocación antitética del hipotexto homérico.
¿Cuáles son los efectos polémicos de esta parodia? El efecto polémi­
co se propaga en varias direcciones, contra dos blancos simultáneos.
Por un lado, el blanco interno evidente y principal es el pcrsoníye de
juez Filocleón, degradado por contraste antitético con Odiseo. Pero ade­
más, al mismo tiempo, se produce otro efecto polémico contra el blanco
externo intertextual (el modelo homérico), que de algún modo es lleva­
do al absurdo por la acción deformante de su imagen paródica. De esta
manera, se muestra su vulnerabilidad y su calidad de objeto de hurla,
en la medida en que todo aquello que se presta a la burla es porque
seguramente contiene en sí mismo algún elemento ridículo que puede
destacarse a través de la exageración y la deformación.’* Podemos apre­
ciar aquí la complejidad multidireccional de los efectos polémicos de la
risa paródica.
La parodia ocasional en este pasaje de Avispas tiene una función
intensificadora respecto de la parodia estructural, ya que su efecto es
dejar en mayor evidencia el contraste entre modelo y contramodelo
mediante la imitación burlesca de un hipotexto específico. Por otra par­
te, como venimos subrayando, la parodia estructural y la parodia oca­
sional, que convierte a Filocleón en un Odiseo al revés, tiene a su vez
una función intensificado™ respecto de la sátira a los jueces. Es decir

11. Si la huida de Odiseo atado al camero puede prpstanu- u la risa e» quizás por lo
insólito e inverosímil de la situación. Aristófanes aprovecha, por lo tanto, loa puntos
débiles del hipotexto homérico para ridiculizarlo

168
Cwfnto 6: Satira ypainmma i»n anaijkisoh, discurso cómicoknAv/smsijk AwxrrtKANKx

que Filocleón es, por un lado, un héroe paródico en relación con la


imagen codificada del héroe y, a su vez, un héroe satírico en relación
con un modelo de conducta esperable en un juez: un juez con buenas
intenciones, honesto e independiente del poder político; pero, evidente­
mente, Filocleón es todo lo contrario: dañino, deshonesto y sumiso a
los demagogos. En síntesis, con la finalidad de darle mayor contunden­
cia y eficacia al ataque, el blanco cómico-polémico -el dañino juez avis­
pa— es atacado con una batería de recursos desde vanos frentes: me­
diante la construcción satírica del personaje, que se aleja del modelo
esperable de juez, mediante la parodia estructural contenida en todo
personaje antiheroico y, por último, mediante la construcción paródica
ocasional de este Odiseo sin astucia.

5. El blanco cómico-polémico

En cuanto al blanco polémico principal de la obra, debemos señalar


que por lo general en toda comedia el héroe cómico constituye un blan­
co interno en sí mismo: en el caso de Avispas, Filocleón y su coro de
jueces aliados constituyen el blanco interno más evidente, que apuntan
además a otro blanco conexo: la figura del político Cleón. A su vez, a
través de ese blanco interno se apunta contra un blanco externo contextual:
los verdaderos jueces atenienses y los políticos que los someten a su

12. En Aristófanes cate tipo de parodias ocasionales son breves, episódicas, elípticas,
completamente deformantes y ron alto grado dt recreación. Si comparamos, por
ejemplo, la parodia del hipotexto homérico en el drama satírico Cíclope, de Eurípides,
podemos observar que este último se ciña más al modelo y no es una parodia ocasional
limitada a un breve pasaje, sino que se desarrolla u lo largo de toda la pieza. En
Aristófanes, en cambio, este tipo de parodias se limitan a un breve episodio y ponen en
juego un alto grado de deformación
Dentro de estas parodias ocasionales y circunscriptas, es frecuente que Aristófanes
ponga en bocu del héroe cómico versos que parodian pasajes de los autores trágicos,
fuera de contexto, el altisonante estilo trágico pierde su patetismo, se vuelve ndículo
y resulta una burla contra el modelo y contra el propio personaje antiheroico. Cf.. por
ejemplo, el verso 751 donde se pone en boca de Filocleón versos de Eurípides iAlcestis,
866; cf. Hipólito, 215, 230; cf. V. Coulon, op. cil, p. 49). Allí Filocleón expresa con
versos tomados del trágico, su deseo de ir a los tribunales a juzgar:
Ktluon* tpapai. iceífii ytwipai'.-
"Amo aquello, allí desearía estar..." (751).
La parodia refuerza aquí el ndículo de la situación y del personaje. Estas parodias
circunscriptas a uno o más versos ponen en contraste antitético al héroe cómico con
el trágico y la circunstancia risueña con la desgraciada.

169
voluntad como Cleón, que funciona al mismo tiempo como blanco miar­
ía
no y externo.
En Avispas, según venimos observando, ei blanco interno -el héroe
cómico- tiene la particularidad de ser a la vez satírico y paródico. En
definitiva, si sátira y parodia pueden funcionar de manera solidaria y
coherente es porque los dos recursos comparten la capacidad polémica
antes analizada de degradar a un blanco, a través del contraste de imá­
genes contrapuestas; los dos recursos poseen además otra afinidad es­
tructural: la presencia simultánea de un blanco interno (el héroe cómi­
co) y un blanco externo (textual en la parodia, contextual en la sátira).
En Avispas, entonces, el discurso cómico conforma un mecanismo
complejo que se caracteriza por una marcada dimensión polémica con­
tra una serie de blancos conexos: el blanco interno Filocleón y, conjun­
tamente, una serie de blancos externos textuales (los hipotextos) y
contextúales.
De todos éstos, la figura de jueces y políticos atenienses y la relación
existente entre ellos constituye, sin duda, el blanco polémico central.U
La polémica contra jueces y políticos contemporáneos ya está
inscripta en el nombre de los personajes principales (Filocleón: “El que
ama Cleón", y su hijo Bdelicleón: "El que odia a Cleón"). Estos dos per­
sonajes encarnan en la obra una posición distinta y antagónica en rela­
ción con la justicia y el poder político en la Atenas de la época.
La polémica central se desarrolla, además, de manera manifiesta en
los agones entre padre e hijo. En el género teatral, el denominado agón
(“lucha", “competencia") pone en escena el antagonismo entre dos per­
sonajes con posiciones encontradas y constituye una parte central del
arte dramático, tanto en la tragedia como en la comedia.
En el agón entre Filocleón y su hijo Bdelicleón, el padre hace un
elogio de la profesión de Juez, que, según él. supera al ejercicio de la
realeza, porque todos lo halagan y favorecen. Bdelicleón, en cambio,
intenta convencerlo de que en realidad los jueces son esclavos de los
demagogos, que los utilizan para sus intereses por el magro salario de
tres óbolos:

13 Cleón aparece mencionudo en la obra a través de referencias directas e indirectas


y, por lo tanto, funciona al mismo tiempo como blanco-personaje* (blanco interno a la
obra) y como referente contextual (blanco externo).
14. Como hemos observado. los blancos textuales son. en definitiva, funcionales para
la degradación del blanco central

170
CAPfHJU»6: SAlIHA y >>A»IIIIA: l»N ANA1J818 IIKI. DIRCMRNO <‘ÚNICO KN AW.VA.V I>K AMIKnW'ANKS

KaTayF.X<ópFvo^ pév obv


oi)K fenaÍE^ bn‘ ávópcov, obq ob póvov oi> npoaia>vei£.
’AXXct SovXebwv XéXT]6aq.
No adviertes que eres objeto de burlo de hombres a los que sólo te
falta adorar de rodillas. No te has dado cuenta de que eres un escla­
vo (515-517).

En esta discusión polémica vence el hijo, como lo manifiesta expre­


samente el Corifeo al cierre del otfdn.’5 Por lo tanto, la posición crítica
de Bdelicleón se presenta en la pieza como la más razonable y la de
Filocleón como el contradiscurso a rebatir.
En suma, el blanco cómico central -la imagen del juez dañino some­
tido a un todavía más dañino poder político- se ataca con multiplicidad
de recursos de distinto orden: algunos de carácter polémico explícito,
como los agones internos de la pieza donde se refuta de manera directa
la posición del padre, y otros de carácter polémica implícito, como los
que ya hemos visto: la sátira, la parodia estructural, la parodia ocasio­
nal y la cosmovisión cómica, generada a través de los recursos paródicos
y satíricos, que permite demoler la figura de Filocleón. Sumados a es­
tos recursos polémicos degradatorios, y en consonancia con ellos,
Aristófanes recurre a la animalización. La animalización, que en géne­
ros como la fábula tiene un carácter seno y didáctico, se convierte en
Avispas también en un recurso cómico-polémico que permite rebajar
IB
figura del Juez-avispa.

15. Cf. verso 726


10 La animalización constituye un recurso característico de las géneros cómicos de la
literatura griega antigua Dicho recurso tiene un carácter paródico en relación con la
animalización sena y didáctica de la fábula y un carácter satírico en relación con el
modelo de la justa medida de lo humano. Dentro del pensamiento griego, el hombre
se ubica entre dos altendades: una de orden superior (los dioses» y otra de orden
inferior (los animales). Lo animal y lo divino sirven para fijar y delimitar la justa
medida do lo humano. Por lo tanto, se condena al hombre que excede lu justa medida
e intenta asemejarse a los dioses y también al hombre que se acerca a lo bestial. En
conclusión, la construcción del personaje animalizado de la avispa-juez es un recurso
satírico en tanto se aleja del modelo esperado de lu justa medida y genera risa preci
sámente por contrusU* con este modelo. Sobre el tema do la animalización y el ideal de
la justa medida cf. María Jimena Schere: “La construcción alegórica en Avispas de
Aristófanes" en Anales de filología clásica 18-19 2005-200fi, Rueños Aires, Instituto
de Filología Clásica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires, 2007.

171
Con esta batería do recursos, Aristófanes degrada al máximo su blanco
principal y, por lo tanto, refuerza no sólo el ataque polémico sino también,
al mismo tiempo, el efecto cómico de la pieza.
Finalmente, de estos recursos de efecto polémico implícito y de los
agónes explícitos entre padre e hijo se desprende la concepción
aristofánica sobre el tema: la necesidad de independencia entre la justi­
cia y el poder político en Atenas, para garantizar su correcto desempe­
ño; es decir que detrás de esta representación satírico-paródica reposa
un ideal sobre el funcionamiento de los poderes político y judicial: un
modelo de independencia mutua y cumplimiento honesto de las tureas,
no en beneficio personal, sino de la comunidad ateniense, modelo que
contrasta cómicamente con la representación aristofánica. Pero a dife­
rencia de otros géneros discursivos de carácter polémico, en la obra del
comediógrafo la particular vía de discusión y ataque contra la distor­
sión de ese modelo es el discurso cómico, que por su filiación con lo
polémico se presta perfectamente al objetivo. La comedia aristofánica
se convierte entonces en una eficaz anua ficcional de ataque: un instru­
mento argumentativo-polémico que permite degradar blancos políticos
concretos, pero que lo hace de un modo propio muy diferente de la
manera como operaría un discurso polémico no ficcional.
No contamos con antecedentes que estudien la relación entre fic­
ción y discurso polémico. Sobre la relación entre ficción y argumenta­
ción, en cambio, tenemos el aporte de P. Bange' que estudia el modo
en que se comporta la argumentación en el discurso ficcional: P. Bange
parte de la concepción amplia de retórica de Ch. Perelman” (1970) para
sostener que todo texto literario tiene una dimensión argumentativa y,
por lo tanto, comporta una teoría. Dentro de esta dimensión
argumentativa de la ficción ubicaríamos nosotros una particular dimen­
sión argumentativo-polémica asociada a la comedia. Nuestro interés
radica en vislumbrar los modos específicos que asume la polémica en la
ficción cómica.
Es evidente que la dimensión polémica en la ficción cómica se dife­
rencia de la dimensión polémica presente en otras clases de discurso (el
político, el científico) por su carácter indirecto, ambiguo -y hasta a veces

17. Pierre Raiige: L' Argurnentation. L.von, P.U.L, 1981.


18. Chaim Perelman y Lucie OlbrechU Tyteca: Tratado de la argumentación La
rtueva retórica, trad. de Julia Sevilla MuAoz. Madrid. Credos, 1989.

172
CAPmnn 6: Satiiia y fam sha: i n análisis dfj. nucí aso cómico km Avixpan dk Awstwanks

contradictorio- que obligan a estudiar la dimensión polémica en la fic­


ción en toda su particular complejidad. En Aristófanes, como hemos vis­
to, la polémica ficcional se encauza de un modo complejo y plural, básica­
mente a través de recursos cómicos paródicos y satíricos, que por su
carácter polémico intrínseco se prestan perfectamente al objetivo; y por
otra parte, a través de recursos tradicionales del arte dramático griego,
como el agón. Por cierto, la importancia de agón en la comedia y en la
tragedia da un índice de la centralidad de la polémica en el teatro griego.
Pero si en la tragedia la polémica ficcional se circunscribe básicamente a
los agónes entre personajes, en la comedia antigua -el arte agónico por
excelencia- el carácter polémico de la ficción se potencia mucho más
precisamente mediante la presencia de los recursos cómicos.
En conclusión, la comedia antigua se tiansforma en un mecanismo
complejo, cómico-polémico, de enorme virulencia y eficacia en cuanto a
la degradación de blancos concretos y se convierte, por lo tanto, en el
género más eficaz para vehiculizar la crítica y el ataque político.

6. Comedia, polémica y discurso político

A propósito de nuestro análisis sobre la dimensión polémica de lo


cómico, cabe detenerse especialmente en lu afinidad existente entre el
discurso político y la comedia antigua. El discurso político propiamente
dicho tiene una dimensión polémica constitutiva porque implica siem­
pre el ataque a un contradiscurso que habita en el seno del discurso. El
discurso político se construye contra un otro discursivo al cual refuta.
Como señala E. Vcrón, entre otros autores: “Es evidente que el campo
de lo político implica enfrentamiento, relación con un enemigo, lucha de
enunciadores. Se ha hablado en este sentido de la dimensión polémica
del discurso político. La enunciación política parece inseparable de la
construcción de un adversario”.
Evidentemente, la obra de Aristófanes involucra un discurso político
bajo la forma de representación dramática, por estar impregnada de la
controversia contra blancos políticos concretos, como la figura de Cleón.

19. Op. cit., p. 16.


20 K J. Dover sostiene que Aoitpaa reviste el carácter de una sátira moral más que
política. Kenneth James Dover: Aristophanic comrdy. California, The University of
Carolina Presa. 1972. Por su parte, D. MacDoweü recalca que la crítica de Aristófanes

173
Aunque infinidad de veces se ha subrayado su carácter político, no se
ha indagado en las razones estructurales que, entre otras causas de
diversa índole, hun hecho que la comedia antigua adquiriera ese carác­
ter específico.
No es casual que la comedia, antes que la tragedia, se haya erigido
en el género más abiertamente alusivo a la realidad política de la Ate­
nas contemporánea. Desde nuestro punto de vista, la afinidad estructu­
ral entre discurso cómico y discurso político -dada precisamente por la
presencia común en ambos de una dimensión polémica constitutiva-
ha generado las condiciones de posibilidad para que la comedia antigua
se haya convertido en el arte político por excelencia: es esta afinidad
estructural lo que vuelve al discurso cómico -y a la cosmovisión cómica
subyacente, que corroe todo lo que toca- estructuralmente propicio para
el ataque político; la comedia se convierte, entonces, en el género más
eficaz y contundente para ejercer una crítica acérrima contra la reali­
dad política contemporánea.

7. Comedia, tragedia y polémica

En la tragedia, si bien el eje central ex el remoto mundo mítico,


situado en un pasado lejano y prestigioso, también aparece la proble­
mática política y ciudadana, pero de modo más solapado e indirecto, sin
violencia ridiculizante. Por ejemplo, el enfrentamiento entre Creonte y
la Antígona de Sófocles pone en escena discusiones propius de la socie­
dad contemporánea. La defensa de la ley de la polis, impuesta por el
gobernante, es asumida por Creonte, mientras que Antígona defiende
¡as leyes divinas no escritas, eternas e inmutables. En esta controver­
sia teatral resuenan discusiones contemporáneas sobre la naturaleza
de las leyes, y la figura de Creonte aparece fuertemente cuestionada.
Con todo, en la tragedia, hasta los gobernantes más equivocados como
Creonte despiertan, como bien señala Aristóteles, sentimiento de pie­
dad. El héroe trágico, por más errado que esté, siempre actúa movido

no se focaliza contra los jueces o el sistema jurídico nteniense, sino «obre la manipula­
ción de los políticos en relación con el poder judicial Duugias MacDowell: Arintophaws
and Athrns, Oxford. Oxford Umversity Prcas. 1995. Coincidimos, en parte, con el enfo­
que de D. MacDowell: Avispan no sólo es una sátira moral, amo también, de mudo
mdiaociable. una sátira política que tiene como blanco conjunto el mal de«empeno de los
jueces atenienses y la acción de loa políticos que loa someten a sus intereses.

174
CAPfnnXiC. SAT1M YPA*H>IA l'N ANA1JMSI»X inMi>KVHl)Mi<x>E\Avi.wx<i». AwsrórAN»:

por un grado comprensible de ceguera humana. I-a tragedia es humanizante,


el héroe cae y pierde sus rasgos de superioridad semidivina; desprovisto
de su halo sobrehumano, el héroe encuentra su límite. La comedia, en
cambio, es degradante por completo: el hombre aparece devaluado de
entrada y caracterizado como bestia (en el caso de Avispas, animalizado
a través de la figura del juez-avispa).
Entre tragedia y comedia hay una diferencia de grados en los meca­
nismos de degradación, crítica y cuestionamiento. La comedia, por su
carácter polémico intrínseco, es corrosiva en extremo; el héroe cómico
en sí mismo funciona siempre como contramodelo y, por ende, cuando
ese antihéroe representa alguna idea, institución o personaje concreto
contemporáneo, la fuerza corrosiva del contramodelo recae con toda su
violencia degradante sobre el blanco en cuestión. En la tragedia el
componente polémico también está presente, ‘ pero de manera mucho
más moderada y circunscrita.
Por otra parte, la tragedia es respetuosa de la tradición por más que
ejerza un cierto distanciamiento crítico; por lo tanto, sostiene un pasa­
do legendario y prestigioso para el hombre contemporáneo, mientras
que la comedia, al degradar el pasado mítico, priva por completo al
hombre contemporáneo de su prosapia prestigiosa. Si los trágicos utili­
zan, por ejemplo, fraseología homérica o personajes legendarios, esta
utilización funciona fundamentalmente a modo de homenaje y vincula­
ción reverencial con la tradición literaria. En cambio, si lo hace
Aristófanes, el homenaje ya se tiñe de burla. En todo caso, puede tener
un carácter ambiguo de ultraje y homenaje, como señala L. 11 utehcon,
pero siempre está ahí presente la degradación del modelo, para mos­
trar su vulnerabilidad y su calidad de objeto de burla.
En conclusión, tragedia y comedia ejercen una crítica contra la so­
ciedad contemporánea, por un lado, y contra la tradición mitico-heroica,
por el otro, pero por vías diferentes: en el cuso de la tragedia, las alusio­
nes a la problemática política contemporánea son indirectas, ocasionales
y recuperan siempre en algún punto la humanidad del personaje; en

21. Particularmente, el mundo de la ficción anstofámea. como hemos visto, queda


pluralinente degradado por oposición al mundo flexional característico de los géneros
idealizantes (vía parodia) y al mundo del deber ser (vía sátira).
22 Hay que tener en cuenta que de acuerdo con la caracterización de C. Kerbrat-
Orecchioni (<»p cil pp. 3-43) el discurso polémico se define no sólo por el cuestionamiento
de un blanco determinado, sino también por su carácter marcadamente agresivo y
degradante. Es en la comedia donde encontramos esa degradación extrema.

175
cuanto a la tradición mítico-heroica, ésta se retoma y reformula al mismo
tiempo, pero desde una posición crítica moderada y respetuosa: el héroe
legendario, por un lado, mantiene sus características de superioridad pero,
por el otro, encuentra su límite, cae trágicamente y pierde su halo seini-
divino. En este sentido la tragedia se distancia críticamente de la épica,
que tiene un grado superior de idealización y exaltación del héroe.*’
Pero en la comedia la desidealización es todavía mucho más profunda
que en su contracara trágica. La relación con el modelo épico-heroico es
irreverente por completo. El antihéroe ya se encuentra degradado de
entrada, y esta degradación, carente de todo patetismo, no genera ni
empatia, ni dolorosa identificación ni sentimiento de piedad, sino sólo
distancia crítica y condenatoria. Por lo tanto, la comedia aristofánica,
por su carácter netamente polémico y su cosmovisión desidealizante,
profundiza y extrema el proceso de desacralización incipiente ya pre­
sente en la tragedia griega.

8. Conclusiones

Aristófanes se vale de dos recursos cómicos dominantes para encau­


zar la polémica ficciona) en Avispas: sátira y parodia. Ambos tienen en
común la descalificación de un blanco y funcionan como espejo deformante
de un texto o imagen otra que actúa como modelo. La coexistencia
contrastante entre modelo y contramodelo en el seno del discurso cómi­
co les aporta a ambos recursos cierta dimensión polémica, que los hace
especialmente propicios para la demolición de un blanco.
Los dos recursos analizados permiten operar en forma simultánea
sobre los dos planos que constituyen el principal interés de la comedia
aristofánica, sus dos blancos polémicos predilectos: literatura y reali­
dad. Hemos visto cómo la parodia socava la palabra estilizada de épica y
tragedia, su visión idealizante del héroe y la representación de un pasado

23. Sobre la relación entre trugediA y épica cf Francisco Rodríguez Adrado»: La


democracia ateniense, Madrid, Alianza. 1983. pp 128 ss. F. Rodríguez Adrados obser­
va que la poesía heroica, a diferencia de la tragedia, resalta especialmente Lis virtudes
de sus protagonistas. El héroe homérico representa al noble y encama un Upo huma­
no superior. La tragedia, en cambio, muestra la grandeza del héroe y su pequeño?,
sus momentos de gloria y su caída, y, sobre todo, la inestabilidad de la vida humuna
Sin embargo, desde nuestro punto de vista, ene incipiente proceso de desideaiización
llega en la comedia a la degradación inás radical

176
CaHtvlo6: Satiha vi-aruna in anáumski.r*.« t aro cómico enAvuminr. Am.ttófan»»

legendario y prestigioso para el hombre contemporáneo, mientras que


la sátira pone en cuestión la realidad presente política, social y moral
de la Atenas de la época. De este modo, el blanco intertextual y el
blanco contextual funcionan de manera solidaria para desestimar con
sus dardos polémicos una visión del hombre, la visión heroico-trágica.
Por el contrario, la comedia de Aristófanes sostiene una visión que
acentúa la insuficiencia humana en todas sus formas, donde el héroe
cómico es precisamente una personificación de esa insuficiencia.
En definitiva, la comedia ejerce una critica propia del pensamiento de
la ilustración contra la cosmovisión mítico-heroica y la pone en ridículo.
Este cuestionamiento también está presente en la tragedia, pero ejercido
de modo respetuoso y moderado, y no con la fuerza corrosiva de la risa.
Por otra parte, la cosmovisión cómica, con su énfasis puesto sobre la
insuficiencia humana, adquiere carácter específicamente político cuan­
do se focaliza contra blancos políticos concretos, como la figura de Cleón,
y recae sobre ellos con su fuerza corrosiva intrínseca. De ese modo, el
discurso cómico se constituye en una vía privilegiada para la construc­
ción eficaz de un arma ficcional de ataque.
Además de la parodia y la sátira, el autor apela a otros recursos
tradicionales del arte dramático griego, como el agón, para vehiculizar
la polémica ficcional. Pero si en la tragedia la polémica ficcional se
concentra en los agónes entre personajes centrales, por el contrario, en
la comedia antigua -el arte agónico por excelencia, desde nuestra con­
cepción- el carácter polémico de la ficción dramática se potencia nota­
blemente mediante los recursos cómicos, por la condición polémica in­
trínseca de éstos.
En suma, el discurso cómico constituye una eficaz arma de ataque
que ha posibilitado que la comedia antigua se haya erigido en el género
político por excelencia. Por cierto, la dimensión polémica que el discur­
so cómico comparte con el discurso político proporcionó las condiciones
estructurales para que la comedia antigua haya tomado este carácter
político dominante.
El discurso cómico, tal como lo construyeron los griegos, ha sido
adoptado con variantes por el arte occidental; por eso nos interesa el
estudio pormenorizado de la comedia antigua. Si bien el arte cómico

24. Durante la ilustración griega se imponen las ideas de la sofística Los sofistas
desacreditaron el saber mítico y religioso.

177
occidental, en tanto construcción cultural generada, renovada y trun
mitida a través de los siglos, ha sufrido notables modificaciones a lo
largo de los distintos períodos históricos, la investigación sobre la co­
media antigua puede arrojar alguna luz sobre algunos de los aspectos
definitorios de lo cómico, tema tantas veces abordado desde distintas
'2A
disciplinas como la filosofía, la teoría literaria y el psicoanálisis. Sin
duda, por su carácter fundacional, los rasgos que son característicos del
discurso cómico de la comedia griega antigua como lo es su dimensión
polémica y, por ende, su ligazón estructural con el discurso político-
continúan vigentes, bajo renovadas formas, en manifestaciones cómi­
cas de la tradición literaria posterior.

25. Entre los aportes clásicos, se cuentan los trabajos de M Bajtin, que en forma
recurrente ha estudiado en toda su obra el aspecto carnavalesco de la risa y su
carácter subversivo y liberador (cf. Mijail Bajtín: La cultura popular en la Edad
Media y el Renacimiento, Barcelona, Alianza, 1974; Problemas de la poética de
Dtntoieuski. México Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1998; Estética de ¡a
creación verbal, Buenos Aires. Siglo XXI, 2005); Sigtnund Fretid (1905), El chiste y su
relación con el inconsciente. volumen VIII, Buenos Aires, Amorrortu Editores. 2006.
se concentra en el estudio de la relación entre el chiste y el inconsciente; Henri
Bergson (1900): Zxi risa. Buenos Aires, Losada. 1991, analiza, entre otros temas, lu
función correctiva y punitiva de la risa, como un castigo contra la automatización
mecánica del individuo.

178
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