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Una salida acuática con retos

Amanecía y mis ganas de salir a nadar cada vez eras más fuertes, como pude
me levante y corrí hacia la ventana y que gran sorpresa ¡estaba lloviendo muy
fuerte! Y el día estaba muy frio para mi tan anhelada salida. Era el mes de junio
y no comprendía porque estaba lloviendo si era el mes en que hacía mucho
verano.

Esperaba a que pasaran las horas y mi madre me daba ánimo de que iba a
dejar de llover y podría ir con mis primos a nuestro hermoso rio llamado
Quebrada del Ospio. Eran las 10 a.m. y por fin el sol se asomó con sus rayos
de luz y yo estaba feliz, me puse mis chanclas y le fue a llamar a mis primos
para que buscáramos nuestro flotador, compráramos mecato y nos fuéramos
para el rio.

Y que grata sorpresa el flotador estaba dañado, tenía tremendo hueco que
había sido ocasionado por unos clavos que mi abuelo había dejado olvidados
en la mesa de madera, otro reto más para mí, fui a llamar a mi tío y le dije que
me arreglara de manera rápida mi flotador pues hacía ya mucho calor y mis
ganas de bañarme eran inmensas.

Tomamos la ruta más corta con mis primos y el camino de herradura estaba
terrible, ¡que reto fue pasarlo! Como pudimos rodamos nos limpiamos y
seguimos con mis primos y mi madre que nos iba a acompañar.

Y llegamos por fin al rio, que rico estaba, nadábamos y corríamos por las
piedras, nos volvimos locos y tocábamos el barro, ¡qué día tan delicioso!,
soñaba con quedarme allí para compartir con mis primos esta experiencia tan
inolvidable.

En verdad esta anécdota es algo que nunca olvido, el agua es uno de los
escenarios que más adoro, por ello sueño con algún día tener mi propia piscina
y nadar cada vez que mi gran amigo el sol se asome con sus hermosos rayos
de luz.

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