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COVID-19 en Colombia, una breve mirada desde la Teoría Crítica

de la Sociedad

Por Sergio Bedoya

El COVID-19 es un fenómeno que ha sido analizado desde distinto ámbitos. El


gobierno colombiano se ha centrado, especialmente, en el espectro económico; sus
decretos se han centrado, hasta el momento, en medidas económicas para
contrarrestar los problemas económicos de las medianas y grandes empresas. Los
préstamos a las empresas, la reducción de la cuota de pantalla, y la centralización
de la compra de alimentos para las comunidades no representan nada más que
herramientas y artefactos para sostener una idea de desarrollo que han tenido en
quiebre a la sociedad colombiana desde antes de la constitución de 1991.

El COVID-19, un virus que ha puesto en jaque no sólo a la humanidad misma,


sino que, además, ha puesto en evidencia las contradicciones del sistema en curso.
La desigualdad salarial entre un pequeño sector de la población y el grueso de la
población ya es algo evidente. A esto hay que sumarle, los miles de colombianos y
colombianas que viven de la informalidad en nuestro país y que hasta el momento
siguen desprovistos de ingresos y, obviamente, de seguridad social.

Sin embargo, y a pesar de la facticidad de los hechos, los medios de


comunicación no han dado el cubrimiento necesario a estos hechos. Las columnas
de opinión y cadenas de Whatsapp sí que lo han hecho, puesto que estas son
escritas por la gente de a pie, por la gente que padece la necesidad, y no por
tecnócratas o periodistas que tienen un presente medianamente asegurado y se han
desconectado de nuestro presente social.

La teoría crítica de la sociedad, herencia del pensamiento frankfurtiano, ha


hecho visible distintos aparatos de control que pueden evidenciarse en la sociedad,
pero, además, nos han mostrado categorías y conceptos de análisis que nos
permiten una rigurosidad diferente, a saber, una rigurosidad crítica frente a
nuestro “objeto analizado”.

Los decretos presidenciales para la pandemia se han enfrascado, no en dar


soluciones a las crisis económica, salubre y social que vivimos las y los
colombianos, sino que enmascaran distintos intereses detrás de ellos. Por ejemplo,
el Decreto Legislativo 517 del Ministerio de Vivienda, que ha sido presentado por
los grandes medios -más adelante hablaremos de ellos- como un alivio para la
economía de las gentes, sin embargo, lo que hacen es diferir el pago de los servicios
públicos a los próximos 3 años, manteniendo así la deuda los colombianos
mientras el Estado asume el pago de los mismos. Otro ejemplo, y esto por si existen
todavía fervientes creyentes de la benevolencia del Estado, es el Decreto Legislativo
516 del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones
(MinTIC), que se centra en la reducción de la cuota de participación de las
producciones nacionales en los horarios Triple A y de alta sintonía.

Con respecto al primer decreto podríamos decir que, en primer lugar, si una
empresa posee el derecho a explotar los monopolios naturales; como son los
servicios públicos, y a cobrar una tarifa que si bien se basa en una fórmula
matemática es casi indescifrable, ¿por qué no pueden contribuir estos enriquecidos
a costillas de los derechos básicos de la ciudadanía con la disminución o
condonación del pago de servicios públicos? ¿No será más bien que el interés del
Estado se centra en que el flujo de caja de estas empresas no cese así el de la gente
de a pie sí lo haga? Por más de que se trate a la filosofía -y con ello a la teoría
crítica- como una ciencia especulativa, la especulación en estas ciencias no es la del
corrillo o del pasillo. No podemos atrevernos a hablar de ciertos intereses de
algunos colombianos, no somos videntes, pero sí podemos poner en duda la
benevolencia que en un primer momento se presentan en estos hechos. Marx, hace
ya un tiempo, escribía “si las cosas fuesen tal y como se presentan no habría
necesidad de ciencia” (IA), y el análisis del derecho es también una forma de
filosofía1.

Por otro lado, con respecto al Decreto 516, podemos ver una dualidad en
apariencia interesante del Ministerio de Tecnologías: se proponen reducir la
participación de producciones nacionales en los espacios televisivos -lo que además
de atentar contra el empleo y la “productividad” nacional no tiene ningún grado de
conexidad con los efectos plausibles de la pandemia-, y busca contentarnos con un
paquete de conectividad de que se traduce en 200 mensajes de texto y navegación
gratuita a 20 direcciones de internet, como si las clases mediadas por las TIC
pudieran realizarse por las direcciones de internet aquí presentadas. Además, este
“beneficio” que entregan los operadores, ¿será que sí corresponde con el aumento
de suscriptores y contratos durante esta pandemia? Claramente sabemos que no.
La clave de cualquier forma de negocio en el marco del sistema capitalista se basa
en el aumento de la tasa de ganancia; una ganancia que se ha venido
incrementando, cada vez más, por las decisiones del gobierno nacional.

Así pues, nos hemos referido apenas a dos ejemplos concretos y reales de la
política del gobierno nacional empleada hasta el momento para “combatir la
amenaza”, pero lo que vemos, en primera instancia, no corresponde con la realidad
de los fenómenos. Lo que sí se evidencia es un desconocimiento de la situación real
de las y los colombianos por parte del gabinete de la presidencia y, además, de un
afán de acrecentar.

Ya para finalizar, creo que es fundamental entender que todas estas medidas
corresponden, claramente, a una idea de desarrollo que han tenido los gobiernos
colombianos desde la última década del siglo pasado. Allí, en esos años, se
finalizaron las medidas proteccionistas que habían caracterizado a las políticas
económicas hasta el momento, y se abrió paso al nuevo mercado. Esta idea de

1
No hace falta centrarnos únicamente en los análisis que Hanna Arendt presentaba sobre Eichman,
o los análisis presentados por Jürgen Habermas en Facticidad y Validez, sino que podríamos
centrarnos también en los estudios de Franz Neumann (miembro del Instituto de Investigación
Social de Frankfurt) sobre los juicios de Neuremberg.
desarrollo se había planteado bajo una óptica -por lo menos para los países
industrialmente avanzados- en la consolidación de la industria y del sistema
financiero. Sin embargo, en nuestro país se dio un crecimiento y afianzamiento de
la producción agrícola -en especial del café- y no de la industria. Algunas de las
industrias locales como eran las manufactureras (Coltejer) o de bebidas fueron
desapareciendo frente a la producción internacional o sucumbieron ante las
tentadoras ofertas del capital extranjero.

En este sentido, la industria colombiana se ha visto disminuida casi hasta su


desaparición, o, en el mejor de los casos, cooptada por capitales transnacionales,
que han asegurado su dominio en un mercado donde los oligopolios cada vez
aparentan ser más un monopolio. Así pues, la idea de desarrollo que nos ofrecen las
entidades internacionales y nuestro gobierno nacional, claramente no se ven
respaldadas por los hechos sociales, y por lo tanto, en un país enmarcado en la
economía agrícola y del tercer sector, requiere medidas que auxilien a una
población carente de servicios públicos en la Colombia rural, y a una población
sumida en la informalidad o sumida en una miseria disfrazada con televisores,
computadores portátiles y Iphones pero siempre acompañada de las deudas.

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