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ras, monuments, tesoros arqueoldgensy obras de arte son historia tetializada hecha presente. Hoy como ayer esos retazos del pasado ins- i peneamnientos elevades, extrulan i imaginacion y proporcionan sr eecin, Por es son alkamente valorados y conservados. Nuestra ld mogema tan dindmica ycambiante yan voleada hacia cl tuo, (Tedescubriendo, al bo dd segundo mileni, la enorme riqueza, jelad y poder que encierra esos pbjetos que la historia nos a legado, ¢ libro aborda con profundidad un tema tan crucial y actual como papel que desempefta en nuestra sociedad el patrimonio histérico y tueoldgico. En este texto se estudia el modo y citcunstancias en que los es humanos han ido dando vaor a los objetos del pasado, objetos que soportado el paso del tiempo y han transitado de generacién en gene- mn Por ello se explica como—en funcidn del valor otorgado en cada ymento—la sociedad ha procurado preservar su patrimonio histérico, contrando los usos adecuados para sacar partido de un recurso que a Pe a parce ter area Mad figibtle pr eaee fero cqcessiern. » fuente inestimable de conocimieto. autor del libro conjuga el examen sistemtio de las circunstancis et lven el dosing del legato material de a historia, como har "arqucdlogo 0 un musedogo, con la reflexién antropol6gica sobre el ar pedo en cl presente, Hl resultado es un texto ily pred, Fedoso'y audaz, que‘ha de interesar tanto al piblico universitario de Siplins humanities y cientfico sociales como al public atenco a ; avatares de nuestra mc dad. ormounmed pq uerjeg desof osn £ sea :00189joanbre £ on93st EL, Ballart | patrimonio istOrico y arqueologico: valor y uso EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO Ariel Patrimonio Josep Ballart EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO Disetiocubierta: Vicente Morales |. edicion: octubre de 1997, 44simpresion: diciembre de 2007 (© 1997: Josep Ballet Derechos exclusivos de edicién en espaol ‘Tesevados para todo el mundo (© 1997 y 2007: Batovial Ariel, S.A. Avda. Diagonal, 662-664 08034 Barcelona ISBN 978-84.344-6594.7 Depésito legal 4.215 2007 Impresoen Espafia por Book Print Digital, Botanica, 176-178 (08001 LHospitaet de lobregat (Barcelona) ‘net ripe pon rnc ca deh ares oe "sips nace ge eps doc d cr he DEDALUS - Acervo - MAE ‘monk dio proceed pepe anon, "Tada dempe deca mnt sar pens pb 21600016257 Para Carla, que crecié con el libro SUMARIO Captruto t La especie humana, entre la naturaleca y la cultura Cartruto 2 Pasado, historia, patrimonio Cartruco 3 El valor del patrimonio hist6rico como recurso ‘CaPiruLo 4 La conservacion y uso del patrimonio histérico: tuna mirada en el tiempo PRESENTACION Es preciso poseer no sélo lo que los hombres han pensado y sentido, sino lo que ss manos han manejado, lo que su fuerza ha jecutado, lo que sus ojos han contemplado todos los dias de su vida. J. Rosy, 149) En Ia fachada del museo Victoria & Albert de Londres, a cada lado del arco central de acceso al edificio, hay unas estatuas aleg6- ricas. A los pies de la figura de la izquierda hay inscrita en letras de oro la palabra Inspiration y a los pies de la figura de la derecha, la palabra Knowledge. Estimiulo intelectual y sensorial, por un lado, y conocimiento, por el otro; dos aspiraciones muy humanas, servidas mediante la mas clisica de las bienvenidas, grabada en el frontispi- cio, que podemos esperar de un gran musco. Posiblemente sea la imagen més preclara para expresar el valor que los seres humanos han adjudicado al lezado material de la historia. Pero ¢tiene sentido hoy dia, como quizé lo tuvo en el suyo —los tiempos de la reina Victoria—, referirse en términos tan alti- sonantes a las cosas materiales que la historia nos deja? ¢Hasta qué punto ha ido cambiando el aprecio social hacia los objetos del pa- sado, 0 el valor que se les adjudica? Cuestiones parecidas a esas gravitan a lo largo y ancho de este texto, el cual tiene como tema central el papel que las personas reservan, hoy como ayer, al legado de la historia bajo la forma de los vestigios que se han conservado. El legado material de la historia es la materia prima sobre la que trabajan historiadores, arquedlogos y musedlogos, entre otros pro- fesionales. Su actividad, realizada en yacimientos, monumentos, tuniversidades y museos, ha gozado tradicionalmente de gran ace} tacién social y ha sido justificada por ideales de servicio a la socie- 10 PRESENTACION dad, como los que destilan las dos palabras del frontispicio del cé- Jebre museo londinense. Sin embargo, hoy en dia, demasiado a me- nudo, instituciones creadoras y divulgadoras de cultura como los museos y las universidades experimentan agudas crisis por falta de recursos y escasez de ideas, mientras el patrimonio historico sigue sufriendo en muchos rincones por el abandono de la Administra- ccién y la inereia de los hombres. La imagen que conservamos del museo-templo del saber, custodio de los tesoros del arte y la cul- tura, se desdibuja en un momento histérico en que la palabra patri- monio adquiere valor de conjuro y va de boca en boca, y la gente de la calle parece que se preocupa més que antes por el pasado y la historia. Posiblemente, hoy como ayer, los objetos del pasado mas esti- mados sean los objetos artisticos. Sin embargo, nuestra sociedad actual, més abierta, permisiva e igualitaria que la sociedad de hace un siglo, esta redescubriendo la riqueza enorme, la variedad y el poder de los objetos que la historia nos lega, que no son sélo los ob- Jetos artisticos, y que agrupamos en un gran saco que oportuna- mente denominamos patrimonio, porque somos conscientes que nos pertenecen a todos por herencia. Asi, suscribimos con entu- siasmo las palabras de Ruskin y nos dejamos llevar por la pasion de conservar. Realmente los objetos del pasado son un tipo de cosas que nos fascinan como seres humanos porque son materia hua. nizada y porque llevan el sello admirable de sus desaparecidos creadores. Casas, herramientas, monumentos, objetos artisticos, utensilios domésticos, tumbas, armas, etc., son historia materiali. zada hecha presente, con su carga comunicadora indemne al paso de los siglos, siempre claro est, que sepamos interpretarla. El le- gado de la historia ha tenido siempre un gran valor para los seres humanos, sobre todo un valor ejemplarizante; desde Herodoto al menos, hay pruebas abundantes al respecto. Pero parece que para la sociedad moderna el aprecio hacia las cosas del pasado vaya in- cluso en alza, precisamente porque es moderna y gusta del con. traste con lo antiguo. En un mundo cambiante y dindmico como el actual en el que el tiempo es oro, las cosas que permanecen atracn la atencién de una manera peculiar. Pero los objetos del pasado ‘que han vencido el paso del tiempo no son solamente simples abje- tos de deseo, son en realidad el mejor recurso de que disponemos para escrutar el paso del tiempo y contrastar nuestro hoy con el hoy de las generaciones que nos precedieron. Son, por lo tanto, ob- jetos para la ciencia que no admiten una lectura simple y univoca, PRESENTACION " al contrario; por eso en su complejidad contribuyen a abrirnos el verdadero camino hacia el conocimiento. Este libro, escrito cuando toca el fin de este siglo, contiene una casi obligada reflexién sobre las relaciones entre pasado y pre- sente, o dicho de otra manera, sobre el lugar del pasado en el pre- sente; por ello se propone mostrar cémo los seres humanos han ido dando valor a los objetos del pasado, desde tiempos antiguos hasta 1 dia de hoy, y de qué manera y en funcién de qué circunstancias se ha ido produciendo este proceso de recuperaci6n y de asimila- cin de la memoria, y de revalorizacién de sus huellas materiales, Por ello ha sido necesario establecer de qué manera, en funcién del valor otorgado en cada momento hist6rico, los hombres han pro- curado preservar este patrimonio de daiio y destruccién, y han en- contrado los usos més apropiados —ciencia, magia, escuela, espec- ‘téculo— para el mejor aprovechamiento de un recurso que no pre- senta siempre una apariencia de utilidad practica inmediata, pero que tiene un calado profundo porque hunde sus raices en el tiempo, y una significacién mayor de la que para muchos aparenta. Este texto tiene su origen en mi tesis doctoral, lefda a prin« pios del afio 1996 en el Departamento de Prehistoria, Historia Anti- gua y Arqueologfa de la Facultad de Geografia e Historia de la Uni- versidad de Barcelona. Creo que me corresponde expresar aquf mi reconocimiento a las personas que de una u otra forma me han ayudado en este trabajo. En primer lugar al doctor Josep M." Fu- Mola Pericot, catedratico de esta universidad, que fue director de la tesis, y a los miembros del tribunal, los doctores Josep Guitart, Xa- vier Hernandez, Josep M.* Montaner, M." Angels Petit y Santiago Riera, Diversas personas de distintas procedencias, formacién y ac- tividad profesional me han proporcionado informacién y consejos que agradezco encarecidamente; sobre todo el economista Joan Antoni Gutiérrez, estimado amigo; el doctor Henry Cleere, antiguo director del Council for British Archaeology; el profesor Geoffrey Lewis, que fue director del Departamento de Estudios Museisticos de la Universidad de Leicester; el economista italiano de la cultura Marco Causi; el doctor Joan Santacana y el doctor Francesc Roca, de la Universidad de Barcelona; el director de museo Jordi Enrich; Jos compafieros y amigos de la Societat Catalana d'Arqueologia, y los profesores Agustin Yagiie y Andrés Martinez. Barcelona, otofio de 1996 Catruto 1 LA ESPECIE HUMANA, ENTRE LA NATURALEZA Y LA CULTURA, La naturaleza puede existir sin el hombre, pero el hombre no puede existir sin la naturaleza Dew poeta de Ocean Nuestra adiccin all materialismo es en gran parte debida a la necesidad pataddjica de transformat a precariedad de la concien- cia en la solider de las cosas, Nuestro cuerpo no es lo sulciente ‘mente grande, bello y duradero como para dar plena satisfaccidn al sentido de individuslidad. Necesitamos de los objetos para magnifi- ‘car nuestro poder, realzar nuestra belleza y extender nuestra me- ‘morla hacia el futaro, M, Consensus, 193 Hacedores de objetos El ser humano se caracteriza, entre otras cosas, por producir objetos. Los arquedlogos y los antropélogos han estado pensando durante mucho tiempo que la produccién y uso de herramientas era algo especificamente humano. Es por es0 que se ha caracteri- zado al ser humano como Homo faber, Benjamin Franklin, que vi- vi6 los orfgenes de la industrializacion moderna en América, la nueva tierra prometida de la Tlustracién, lo vio muy claro cuando dijo que el hombre era basicamente un fabricador de instrumen- tos; sin duda era la definicién que mejor le iba. En nuestros dfas es ms correcto afirmar que la produccién de objetos es una habi dad propia de la especie Homo mientras se acepta adjudicar tam- 14 ELPATRIMONIO HISTORICO Y AROUEOLOGICO: VALOR Y USO bién a determinados primates, sobre todo a partir de los estudios pioneros de J. Sabater Pi, la transmision de pautas de aprendizaje como las que se manifiestan en la transformacién de fragmentos de madera o en la manipulacién y utilizacién de piedtas, palos y hojas. No obstante, se sigue pensando que la produccién de objetos de una manera consciente, sistematica y continuada ha constituide el elemento bésico de transmision cultural entre los humanos. Si el ser humano fuese un ser tan alejado del chimpancé como querfan nuestros antepasados seria casi un ser perfecto como los que pueblan el Paraiso y no precisaria de producir objetos; pero no les. Tiene una condicién humana, lo que significa que ha de apli- car sus aptitudes diligentemente para sobrevivir en un medio hostil como lo es el medio natural. En otras palabras, ha de transformar de alguna manera el medio que le rodea para poder ganarse refugio y sustento, La condicién humana de la sentencia biblica «ganaras el pan con el sudor de tu frente» es inapelable y fue cabalmente in- terpretada en términos antropol6gicos por Malinowski, cuando es- riba: El ser humano, para poder vivir modifica continuamente su en- torno. En todos los puntos de contacto con el mundo exterior crea ‘un entorno secundario, artificial. Levanta casas o construye relugios; prepara la comida de una manera mas 0 menos elaborada después de haberla obtenido ayuddndose de armas y tiles diversos; abre ca. 'minos y se vale de medios de transporte. Si el ser humano hubiese te- nnido que valerse tinicamente de su dotacién anatémica, pronto hu- biera sido destruido, o habria muerto de hambre. La defensa, la ali mentacién, la necesidad de moverse sobre el terreno, todas. stis necesidades psicologicas y espirituales, las satisface mediante Ia in. erposiciGn de artefactos, Marvin Harris, para justificar su teorfa materialista cultural aplicable al estudio de la evolucién de las sociedades humanas, e- cribié que, en definitiva, la vida social humana era el resultado de una reaccién frente a los problemas de naturaleza practica que pre- senta la lucha por la existencia (Harris, 1982, 11), En el fragor de esta lucha aparecen los artefactos. Los artefactos son extensiones del hombre, dijo McLuhan; eso es, un tipo de ingenios adaptados a la constitucién natural de la es. pecie, para llegar més lejos. Efectivamente, la actividad humana se manifiesta conspicuamente en los artefactos que son literalmente productos del ingenio humano hechos a partir de la modificacién o LAESPECIE HUMANA, ENTRE LA NATURALEZAY LA CULTURA 15) transformacién de recursos materiales que ofrece el medio natural sobre el que el grupo humano acti. . De entre todos los animales que han poblado la superficie de a Tierra, el ser humano es el tinico que es consciente de sus actos y cl tinico que toma experiencia del mundo que lo rodea por medio de formarse ideas sobre el mismo. En este sentido, al producir ar- tefactos, objetos, no hace otra cosa que dar forma a sus ideas (Bec- ow, 1982, 116). Todo eso tiene que ver con la nocién de cultura; no en vano Lévi-Strauss habia dicho que los hechos de la cultura, tanto como sus productos, constituian elementos de significacién (Lévi-Strauss, 1972, 174-190). Cultura es, pues, un entramado de ideas que se ponen de manifiesto, como opina S. Beckow, mediante los actos y los artefactos que el ser humano produce y transmite con el fin de adaptarse al entorno en el que ha de vivir y pro- crearse.! Aqui vamos a interesarnos como si de arquedlogos se tratase, precisamente por estas conspicuas manifestaciones de la cultur: por estas creaciones materiales producto del ingenio y de la activi- dad humana informada por la cultura, que el tiempo ha conser- vado. En esencia estamos ante objetos y estructuras concebidos para el uso, es decir, para dar satisfaccién a necesidades humanas, tanto fisicas como psicol6gicas, aunque también interesara el ma- terial de desecho, todo aquello que sobra, fruto también de la acti- vidad productora en sf misma, que se abandona sobre el terreno. Todos los objetos creados por el hombre tienen, abstraccién hecha de su uso real y efectivo, una vida fisica determinada, mas o menos larga en el tiempo; asi, permanecen sobre el terreno por un perfodo concept de cul x bet de deat La concep decals onal come eal at iments oa op illo Ctr uaa ee aero easy cota trarsson deus es nina te Ror ata el a ‘Nalin meena ty ne i mace ere trueplogo caine Beco chow, 9h, 1 expen my care can die "Sakemon que ex impose aramitepautas de compotamiento ymefcts dena pens Sion ows epradarente dearer Ge poporonan cote yaad od se ode rami gcomuntado oe es pr meio deca pun pode, ‘Star moras ps compara y aan. a clara hat soa st Ferenc em tes guesses humana pen» ulin para compere mun. isiosccr honayenninar apc usd owas ncn aco foe ‘re paton rd spicata sent ins com> na deacon de ae aa soci de carn con iirmacn, Coo apante Mostin curs eran ton ‘melt pea snl Moar 19889) de tcl ors itera os procs on rch ate resi enc er de ccolra snorronacons descr, 16 ELPATRIMONIO ISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR ¥ USO de tiempo, mientras se acumulan mas y mas objetos que a menudo sobreviven a sus creadores y mientras otros objetos acaban por destruirse ydesaparecer. Es un hecho evidente que las cosas producidas por los hom- bres permanecen sobre el terreno un tiempo, mientras va cam- biando el aspecto del mismo. El depésito originario a partir del cual el hombre extrac la materia para transformarla en objeto se modifica y transforma paulatinamente también. Cambia pues el entomno natural por obra y efecto del proceso de produccién de ob- Jetos y por el mismo proceso de devolucién de restos o desecho, asi como por la rarificacién de los objetos creados en el pasado. Con el paso del tiempo y de generaciones de grupos de seres humanos, la modificacion del entorno natural se manifiesta de forma creciente y se hace tan ostensible que el fenémeno puede constatarse y me- dirse hist6ricamente. Nuevas generaciones de grupos humanos en- cuentran un entorno fisico y un ambiente natural cada vez mas al- terados, més artificiales, mientras el surtido de productos ala vista no para de crecer; El agregado de productos presentes sobre la superficie de la Tierra en un momento dado nos introduce la nocién de surtido ma- terial de la humanidad, asimilable a depésito cultural. Se trata de un inmenso campo, por qué no decirlo, arqueolégico. Desde un Punto de vista antropolégico 0 filos6fico, no obstante, la visién de tal maremagnum nos evoca mas explicitamente la idea de mundo. Porque mundo es la casa exclusiva de los humanos sobre la Tierra, hecha con materiales procedentes de la misma tierra, transforma. dos por sus manos. Mundo es la expresién cultural y literaria del solar comtin humanizado. No podemos pasar por alto aqui que el artificio humano del mundo es todo aquello que separa definitiva- mente la existencia humana de toda circunstancia meramente ani- mal (Arendt, 1974, 12), y que antropélogos, arquedlogos y otros cientificos sociales, que separan lo especificamente humano y cul. tural en la Tierra, de lo animal o puramente natural, se hacen eco de la noci6n de mundo como expresién de contenido cultural, Si nos eens a tun espacio determinado 0 territories co- recto utilizar la terminologia al uso y considerar aquel lo de productos, presente en un momento dado en ese liga determi, nado, como la cultura material de un determinado grupo humano en el cual los miembros del grupo comparten un peculiar sistema cultural. Es interesante resaltar el hecho de que la cultura material sea el conjunto de productos que el grupo humano ha ido creando, PT LAESPECIE HUMANA, ENTRELANATURALEZAY LA CULTURA 17 {que permanece sobre el terreno y a menudo sobrevive a los propios individuos. EI paso del tiempo produce en los hombres la nocién de pa- sado, nocién que se contrapone a la de presente. Del pasado llegan objetos y, claro esté, informaciones e ideas. Los objetos en concreto sirven muy especialmente para poner de manifiesto claramente ante las personas las nociones de continuidad y cambio entre pa- sado y presente, porque son evidentes por sf mismos y porque du- ran, Para llegar a distinguir perfectamente entre pasado y presente Ta humanidad ha debido trabajar duramente, ha debido crear mu- cchos objetos, los suficientes como para que, a través de los mismos, pudiera ver facilitada la capacidad de distinguir. Para referirse a aquello que se recibe del pasado se utiliza el término herencia/Mlerencia y patrimonio son dos nociones estre- chamente relacionadas. Hist6ricamente, podrfamos conjeturar que caminan juntas para llegar a confundirse en ocasiones. La nocién, de patrimonio, tal como la entendemos en el sentido de aquello que poscemos, aparece histéricamente cuando en el transcurso de ge neraciones, un individuo o un grupo de individuos identifica como propios un objeto o conjunto de objetos/Es el indicio fundamental que prueba que se ha producido una clara separaci6n en la mente humana, entre el entorno natural y el entorno creado artificial- mente. El entorno natural est hecho de elementos minerales, ve- getales y animales que existen previamente ¢ independientemente del ser humano, y sobre los que el hombre, que da por garantiza- dos, actéia para satisfacer sus necesidades y producir cosas. El en- toro artificial, que hemos catalogado de cultural, es el resto, todo aquello aftadido por la accién del hombre, por lo tanto relacionado con su condicién. El hombre-individuo se siente poseedor y de he- cho se hace poseedor y se apropia, de una forma podriamos decir ‘que «naturals, de parte del entorno artificial que ha contribuido a producir, igual como lo hace el hombre social. Al desaparecer, deja ese patrimonio —su casa, utensilios, campos, ete.— a sus descen- dientes. La herencia, en el sentido de traspaso y sin connotaciones juridicas obviamente aqui, relaciona, conecta, via objetos fisicos, ‘unos seres con otros; los hombres y mujeres de ayer, con los hom- bres y mujeres de hoy. Por medio de los objetos el pasado se acerca al presente; con los objetos, el pasado viaja al presente y con ellos la cultura fluye. Asi, los mismos objetos producidos un dfa, en su estante perma- nencia a Jo largo del tiempo y con su transcurrir noticiado por las, 18 ELPATRIMONIO HISTORICO Y AROUFOLOGICO: VALOR Y USO. distintas generaciones, alimentan la cultura y condicionan por s{ mismos a los nuevos productores de objetos. Como sabemos, el ser humano es un ser social. Marx decia que una de las condiciones naturales de produccién para el individuo era la de pertenecer a un colectivo o grupo; asf, su propia existencia productiva s6lo seria posible bajo aquella condicion (fig. 1). Esto es Jo mismo que decir que los objetos creados sélo adquieren sentido silos emplazamos dentro de su realidad social. El individuo solo no tiene sentido, ni tienen sentido la produccién y la apropiacién de objetos realizados en permanente aislamiento 0 en necesaria oposi- cién individuo contra individuo. Como acabamos de apuntar, existe tuna produceién propia para el uso propio, una apropiaciGn privada y una herencia individual, pero sobre todo hay, y eso es lo mas sig- nificativo y lo que tiene mas sentido histéricamente, una produc. cién familiar y social, una apropiacién colectiva y una herencia de grupo. Es mas, como apunta S. Pearce, la capacidad de producir un universo de objetos es una parte fundamental de nuestra capacidad como seres humanos de crear un ambiente social y de sentirnos dentro del mismo «omo en casa (Pearce, 1992, 23). Dicho de otra manera, el proceso de socializacién se perfila en el individuo en contacto con el mundo material de los objetos creados 0 heredados por el grupo, que envuelven casi literalmente al individuo desde su ‘mas tierna infancia, Los objetos forman como un cascarén que nos rodea y protege, nos diferencia de los otros seres y especies de la naturaleza y nos hace decir «en casa estamos». Por medio de los objetos nos podemos reconocer colectivamente como seres huma. nos, pero también por medio de los objetos nos podemos diferen- ciar individualmente. Csikszentmihalyi decia que precisamos de los objetos para magnificar nuestro poder como individuos, sentimos mds fuertes y bellos y extender nuestra conciencia hacia el futuro (Csikszentmihalyi, 1993, 28). Qué duda cabe que entre estos objetos particulares que nos identifican y diferencian hay objetos tan nues- {ros como los vestidos, los adornos 0 los tétems. A menudo, a la hora de legar, estos objetos peculiares tienen un valor especial El ser humano tiene una extraordinaria capacidad para trans- formar la naturaleza circundante, que el paso del tiempo y el trans- currir de la historia no han hecho mas que acelerar, hasta llegar a tun hoy en que la capacidad de los seres humanos de influir en la naturaleza ha alcanzado niveles que empiezan a ser criticos para el propio sistema natural. No obstante, en todos estos procesos hay tun elemento de matiz,antropolégico que es preciso sacar a la luz: LAESPECIE HUMANA, ENTRELANATURALEZAYLACULTURA 19 cuando el ser humano crea un entorno artificial, cultural, que su- perpone al entorno primigenio de cardcter natural, integra necesa- riamente la pura naturaleza en aquél, ya que, modificado o violen- tado de una forma u otra con mayor o menor safia, el entorno na- tural se reviste siempre de significados culturales en los que el hombre recrea su condicién natural de especie y celebra que tiene a su disposicién un medio gracias al cual sobrevive Pero volvamos a los objetos y a las relaciones que se establecen centre éstos y las personas, en la dimensién tiempo. Con el paso del tiempo, los objetos acumulados por el grupo empiezan a ser consi- derados de forma diferente. La propia dinamica de la existencia hhace que cada generacién de humanos no tenga necesariamente que hacer uso, modificar © conservar intacto el universo entero de cultura material con el que se relaciona. Una parte de los objetos, que aguantan el paso del tiempo se tornan obsoletos porque otros objetos nuevos hacen la misma funcién; otros son arrinconados de- bido a cambios en las modas, las costumbres, los usos o las creen- cias, mientras que atin otros més pasan totalmente desapercibidos. Son todos esos, en conjunto, objetos que quedan atrés, lejos de la atencién prioritaria de la gente, En realidad, una parte de los ins- ‘trumentos, lugares, estructuras y objetos presentes en el territorio concreto habitado por los individuos de una determinada genera- cién pasardn de largo. Paralelamente, hay cosas que despertarén de nuevo la atencién sélo tras un lapso de olvido y se impondré en aquel momento la urgencia del rescate del pasado. Se buscaré la manera de recuperar cosas que quedaron atras para darles un nuevo sentido, quizas mas acorde con los tiempos y aun pensando enel futuro, Habra modas que vuelven y objetos que recuperan con ellas su esplendor. El uso de objetos, el desuso, el reuso y el cambio de uso son procesos normales que afectan en todas partes las rela- ciones individuo-objeto y que se producen desde el principio de los. tiempos como la propia arqueologia ha demostrado, Para introducir un cierto orden en ese aparente desorden que afecta a la existencia de los objetos en sus relaciones con los indivi- duos, se podria dividir a los objetos que habitan el presente, sin pa- rar atencién a si se trata de objetos fijos o transportables, y sin con- siderar objetos como la comida que s6lo tienen sentido para ser consumidos inmediatamente, en tres categorias: 1. Los autométicamente descartables o de desecho, porque no se les atribuye un valor que supere el momento que sigue a su 20 EL PATRIMONIO HISTORIC ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO. generacién siempre motivada por una necesidad inmediata de or- den funcional. Por ejemplo, un pedazo de papel para envolver una cosa, un bastén recogido del suelo para hacerlo servir de palanca 0 la masa de mortero sobrante que el albafil retira y echa al suelo una vez ha puesto el ladrillo correspondiente del muro que levanta, 2. Los que tienen un valor temporal, un valor de uso funda- mentalmente, que podemos llamar objetos transitorios, los cuales acostumbran a tener un uso privativo constituyen un medio para producir otras cosas, 0 pasan de mano en mano en un contexto productivo hasta que por decadencia, obsolescencia o desuso pa- san a la primera categorfa, 0 por cambio de valoracién a la tercera categoria, Por ejemplo, un vestido, un martillo o un coche. 3, Los que han de durar el maximo tiempo posible u objetos durables, los cuales gozan de un aprecio especial y a menudo son revestidos de cualidades superiores, psicolégicas, espirituales 0 cientificas que hacen de los mismos un referente. Por ejemplo, un templo, un libro, uma joya o una escultura. El tiempo juega en contra de las cosas fisicas tanto como en contra de las personas: unas y otras se gastan y se estropean. Pero Jas cosas que los individuos acumulan y les sobreviven, sean obje- tos transitorios u objetos durables y son transmitidas a los que vie- nen después, se transforman en legado, en patrimonio heredado. El legado patrimonial es siempre un recordatorio permanente para las generaciones venideras de todo lo bueno y valioso que merece conservarse del pasado. Si situamos estas ideas generales en el contexto especifico del conservacionismo contemporéneo diremos que hace falta general- mente un acto de voluntad expresa de selecci6n, guiada por sélidos fundamentos cientificos, para que un objeto, heredado o no, pase de objeto de desecho u objeto transitorio a objeto durable que me- rezca una larga existencia, por no decir eterna vida. Nos referimos aque el objeto en cuestiGn experimente una honda transformacion en la percepcién del observador, de modo que de objeto a secas se convierta en objeto de patrimonio cultural. Es asf como los objetos del patrimonio hist6rico, artistico y arqueol6gico ganan valor afia. dido en el transcurso de su viaje en el tiempo y hasta en ocasiones un aura de misterio y excepcién que al principio no tenian. Para determinados cientificos como los arquedlogos, por ejemplo, el de- secho del pasado es también potencialmente un objeto estimable y Por principio entra en la categoria de objeto de patrimonio cult ee LAESPECIE HUMANA, ENTRELANATURALEZAYLACULTURA 21 ral, ya que a efectos de informacién cientifica, todo lo que viene del pasado interesa. Algunas definiciones acerca del legado material Retengamos por un momento algunos de los conceptos clave expresados hasta aqui con el fin de profundizar en aspectos relati- vos al significado de los términos utilizados. De entrada interesa poner atencién en cuatro o cinco términos basicos que han ido apareciendo al hilo de la explicacion precedente, como son los de cosa, objeto, artefacto y cultura material, todos ellos asociados a valores de civilizacion, y también en algtin otro, como bien cultu- ral, estrechamente relacionado con Jos anteriores, como veremos. En la literatura especializada, muy a menudo objeto, artefacto y elemento de cultura material se confunden 0 se usan como sinéni- ‘mos, por lo tanto nos preguntamos: gcudl es el término mas ade cuado para designar aquellos elementos singulares de nuestro le- gado, sobre los que vamos a 7 Cosa puede ser cualquier cosa, valga la redundancia. Segtin el Diccionario de la Lengua Espafiola de la Real Academia de la Len- gua, cosa es todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural 0 artificial, real 0 abstracta, Ademas, légicamente, como se trata de un término tan habitual en el habla corriente no podemos pretender que revista ningdn significado particularmente preciso ‘en el contexto del presente discurso. Dicho de otra forma, como abarca un significado tan extenso, s6lo cabré utilizarlo en un con- texto laxo. ‘OBJETO como sustantivo es un término de uso habitual en el Ienguaje estandarizado, y su acepcién més inmediata es cualquier ‘cosa material que se nos aparece como presencia sensible a los sen- tidos. Asf, la caracteristica principal de los objetos es que ocupan espacio, es decir tienen tres dimensiones y no pueden estar al ‘mismo tiempo en dos lugares distintos. Todo esto es importante, pues con ello estamos describiendo el cardcter material de los obje- tos, aunque ello no siempre es suficiente, ya que los objetos pueden arrastrar una dimensién cultural no siempre claramente patente. Los objetos que interesan en este estudio son un tipo de realizaci nes materiales del ser humano que tienen una determinada locali- zacién espacial y temporal. Objetos son en realidad cada uno de los componentes individuales de los que est hecho el mundo material ‘0s de significados culturales y que en més de una hemos denominado entorno cultural, Por todo ello debe. mos precisar, con S. Pearce, que cuando hablamos de objetos, in. cluimos «no tinicamente las partes discontinuas del muncio mare, rial que podemos mover de un lado para otro, sino también el rag Tense mundo fisico del paisaje con toda la estructura social que Heva. ineorporado, las especies animales y vegetales que han silo modificadas por la humanidad, etc.» (Pearce, 1992, 3), Desde un punto de vista antropologico, el término objeto es muy sugerente merece una atenci6n especial, no en vano desde que hay seres hae manos hay objetos sobre la Tierra, pero no antes; antes habia (y 5 Bue habiendo) especimenes, segtin el parecer cualificado y tal como lo fija el lenguaje cientifico convencional. No obstante, se 20S presenta hoy da luna incognita: ¢son objetos aquellas cosas ue producen determinados aninales Como los cl c nos muestra la etologia? ae ARTEFACTO es, segtin el Diccionario de la Lengua Espafiol toda obra mecénica hecha segtin arte. Esta definicion tan cme mento mecéinico no existe, por ejemplo en catalan. En el idioma in, sles Bor artefact se entiende, de forma parecida, cualquier objeto realizado por el trabajo del hombre. Se trata de un termine ben tante comin en [a literatura especializada, aun cuando se use non. Ihatmente dentro de un contexto técnico, que incluye dos campos de significacién: por un lado hace referencia a la presencia de og clemento fisico (el material con el que esta hecho el objeto) y por otro hace referencia a la actividad humana de transformacion de Ia thateria en objeto. Es un concepto importante en el sentido de que dla cuenta de que existe materia prima, cuyo origen es natural, yoo, nocimiento humano aplicado bajo la forma de tecnologia, A cic, {08 pricticos se acostumbra distinguir entre artefacts fijos wn muro, una estructura de habitacién— y artefactos méviles une perramienta, un contenedor doméstico, un objeto artistic... Ena literatura especializada historica y arqueologica de nuestro pats, on parte por las connotaciones mecanicistas que conlleva y en parte Porque la arqueologfa, que se nutre de cultura material, se sents incicr servida utilizando términos que se refieren a las partes y a los vestigios de los objetos (o en el otro extremo a las conctelacie. nes y grupos de objetos), no acostumbra a usarse demasiado introates de Pasar al siguiente término anunciado es aconsejable introducir uno nuevo, el término bien. BIEN es una palabra farsiliee ar LAESPECIE HUMANA, ENTRE LANATURALEZAYLA CULTURA 23 en el contexto de la materia que estamos discutiendo; slo hay que pensar en el uso que se hace socialmente de la expresién bien cul- tural. La palabra bien, un bien, sin embargo, lleva en si misma la idea de provecho, porque siendo como es un producto del esfuerzo. humano, goza de la virtud de proporcionar beneficios y satisfaccio- nes, Asf, bien es todo aquello que procura satisfaccién. Con esta connotacién es I6gico que se utilice con mayor confianza cuando se trata de un contexto econ6mico o juridico. BIEN CULTURAL es una denominacién especifica que ha hecho fortuna sobre todo en los paises de origen latino dotados de una importante herencia cultu- ral material largamente apreciada y explotada. Los bienes cultura les son aquel depésito de objetos heredados, especialmente desig- nados, que procuran satisfacciones intelectuales y espirituales y hasta incluso fisicas, porque son testimonio del conocimiento act mulado de la humanidad 0 del ingenio y sensibilidad de alguna persona o colectivo. Es bastante habitual utilizar también la expre- sién como sinénimo de objeto de patrimonio cultural, pero de todo esto se hablar mas adelante. CULTURA MATERIAL equivale a objeto en sentido colectivo, por tanto la expresién se utiliza para designar el conjunto de cosas materiales que el ser humano ha producido a lo largo de la histo- Se trata de una terminologfa muy usual en la literatura espe- cializada porque responde a las necesidades mas basicas de discri- inaci6n de los especialistas. No obstante, al contrario que el tér- mino artefacto-artefactos, admite interpretaciones diferentes dada a amplitud del significado, ya que como se acaba de apuntar de- signa un componente colectivo que puede llegar a ser extremada- mente diverso. Los estudiosos que lo utilizan acostumbran a mati- Zar a qué se refieren cuando hablan de cultura material. Todo ello da lugar a que las distintas definiciones ensayadas del concepto comprendan desde contrucciones muy sencillas o restringidas a construcciones muy extensas y ricas de matices. Veamos algunos ejemplos. La expresi6n cultura material forma parte del vocabulario ha- bitual de la antropologfa y la historia norteamericanas y europeas, desde hace varias décadas, En su uso inicial cabe rastrear Iai fluencia del pensamiento marxista —Lenin fund6 en Mosc en 1919 una academia de la historia de la cultura material (Carandini, 1984, 14)—. Con todo, el concepto viene de mas atras: ya formaba Parte del pensamiento de los primeros grandes ordenadores brité- nicos de las disciplinas antropolégicas, como Pitt-Rivers, desde 24 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO mediados del siglo pasado. En realidad, Pitt-Rivers, para quien elas cosas comunes son més importantes que las particulares porque son més abuindantes» (Carandini, 1984, 5), fue el primero en elabo- rar una teoria para interpretar los restos de la cultura material de las sociedades (Pearce, 1989, 4). Pero fue en Estados Unidos donde la expresi6n cultura material hizo mayor fortuna a partir de los afios cincuenta. Los antropélogos norteamericanos empezaron a usar la expresiOn incluso antes de esta fecha para distinguir de forma apropiada entre las ideas o cultura mental y los artefactos —los ingredientes de la cultura material—, aunque pronto se die. ron cuenta de que no era la panacea. Es el caso de una de las pri- meras definiciones formuladas nunca acerca del concepto, obra de Clellan S. Ford en 1937, para quien Cultura tiene que ver fundamentalmente con la manera como la gente acta, Ast, las acciones que implican manufactura y uso, y la naturaleza de los objetos materiales constituyen la informacion de base de la cultura material. [...] Los artefactos no son en si mismos informacién cultural, aunque son muy a menudo las manifestacio nes especfficas de Ins acciones humanas y de los procesos culturales (Fontana, 1978, 77). Dos décadas después, el concepto de cultura material se am- pliaba y adquiria vigor. En las palabras claras y coneretas del an- tropélogo Melville Herskovitz (Schlereth, 1982a, 2), cultura mate. rial es el vasto universo de los objetos empleados por la humanidad para hacer frente al mundo fisico, para facilitar la relacién social, Para satisfacer la imaginacién y para crear simbolos dotados de ignificado, Para el historiador T. J. Schlereth (Schlereth, 1982a, 2), literal- mente, cultura material debfa referirse a las manifestaciones fisi. cas de la cultura y por ende abrazar aquellos segmentos del apren- dizaje y comportamiento de los individuos que les proporcionan os métodos y razones para producir y utilizar cosas que se pueden ver y tocar (como la reja de un arado, un artilugio, una estacion de servicio, una muestra de arte funerario o un lavaplatos...). Por eso, para T. J. Schlereth, cultura material es una manera de decir art factos en un contexto cultural. Como Clellan S. Ford, considera in. disociable la manifestacion fisica, el artefacto, del proceso que leva a su aparicién, el cual slo es comprensible dentro de un de. terminado contexto cultural. | LAESPECIE HUMANA, ENTRELANATURALEZAYLA CULTURA 25 Durante los afos setenta desde Europa se pone énfasis en la dimensién social del concepto. Para el arquedlogo italiano A. Ca- randini, lo més importante de la expresién cultura material es el elemento cultura porque detrés del universo de los objetos, el estu- dioso de la cultura material busca el universo de los seres humanos y de las relaciones que entre ellos se establecen (Carandini, 1984, 20). Otro arquedlogo, Funari, define cultura material como la por- ccidn de la totalidad material apropiada socialmente por los hom- bres, poreién que incluye artefactos, ecofactos, biofactos y cual quier representacién fisica de la cultura, como el propio cuerpo hu- mano (Funari, 1988, 79). Funari nos advierte que la humanizacién directa de la naturaleza, los ecofactos y biofactos citados, ya habia sido percibida por Marx en El capital cuando afirmaba: Los animales y las plantas que se acostumbra a considerar como productos dein naturaleza son, quién sabe, si producto del a bajo del aio anterior o del aio actual, pero en cualquier caso, en st forma actual son productos de la transformacién continuada bajo control humano por medio dl trabajo alo largo de muchas genera. clones (Funatl, 1988, 11. Otros especialistas de nuestros dias, en cambio, rehtiyen la ex- presién cultura material. El musedlogo canadiense S. M. Beckow prefiere utilizar siempre el término artefacto 0 artefactos, en plu- ral, ya que, argumenta, «el término artefacto da més clara razén del hecho de que un objeto es una prueba o una personificacién material del artificio humano» (Beckow, 1982, 117). Por su parte, el historiador del arte G, Kubler patrocina la expresién «formas en el tiempo» como sustitutiva de cultura material y la justifica razo- nando que con esta expresién es més facil reunir ideas y objetos bajo Ia nibrica de formas visuales: el término incluye tanto los artefactos como las obras de arte, tanto las réplicas ‘como los objetos tinicos, tanto las herramientas como las expresio- nes resultantes; en resumen, todos los materiales que las manos hu- manas han elaborado bajo la direccién de unas ideas desarrolladas ssegtin una secuencia temporal. De todas estas cosas salen formas en €l tiempo (Kubler, 1962, 9). En su extraordinario libro The Shape of Time, Kubler propor- ciona argumentos variados para justificar Ia pertineneia de un érea de conocimientos basada en el tiempo, superadora de las actuales 26 BLPATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO parcelas (Kubler habla a Principios de los afios sesenta enta y sus pala eas, conllevan el sabor de los tiempos; sin embargo. n> poe, afirmar tajantemente que sus propuestas hayan seededor ahs vamente. obsoletas), a fin de ofrecer mejores Perspectivas sobre la produccién material del ser humano. Dice este ‘autor: Este somero repaso a las nociones en circulacién sobre cult Faterial no puede abandonarse sin exponer la vision de ae ne Propuesto la definicién mas larga y rica en matices. J. Deetz nece- sita muchas palabras para fijar la opinién de un antropélogo que excava, cosa habitual en Estados Unidos, lo que le hace adoptar un Punto de vista amplio y al mismo tiempo exhaustivo. Para Deetz (Pectz, 19774, 24), cultura material es «aquella porcion de meee entorno fisico que modificamos Por medio de un comportamiento culturalmente determinado». Eso significa que incluimos «todos, los artefactos, desde el més simple, como un pin vulgar y corriente, hasta el mas complejo, como un vehteulo interplacreion Deetz se tienen en cuenta en Ia mayoria de las aproximna ci6n de cultura material; por eso contimia diciendor "0 propio cuerpo es parte del entotno fisico, de ma, tos de Ta amcame un desfileo un bale, ast como todos los aspen, sia movimiento humano— caben dentro de Ia LAESPECIE HUMANA, ENTRE LA NATURALEZAYLACULTURA 27 ciemplo destacado de la misma en estado gaseoso. Las palabras son cen definitiva masas de aire a las que el aparato fonador ha dotado de forma de acuerdo a unas reglas adquitidas culturalmente (Deets 1977a, 24.25), Cultura material es en buena légica todo lo que hemos visto. A modo de resumen podria aceptarse que una definicién normativa y facil de retener de cultura material deberia incluir a todo aquel agregado o conjunto de objetos creados por una determinada cul- tura con el fin de satisfacer necesidades y deseos derivados de stu interrelacién con el medio. Pero Hegados a este punto, también creo licito considerar como una de las acepciones plausibles del concepto, la de bien cultural, a pesar de las connotaciones juridicas y econ6micas que conlleva, siempre que el contexto lo admita; por. que aunque no podemos decir que toda la cultura material es un bien cultural, ya que por este camino podrfamos acercarnos al ab. surdo, si que todo bien cultural es cultura material. Pongamos un ejemplo: ante un nivel estratigrafico de una excavacién arqueols- gica, la cerémica que observamos es indiscutiblemente cultura ma. terial; esta misma cerémica, restaurada y reconstruida en el labo. ratorio, esta a punto de convertirse en bien cultural. Pero distinga. mos mas. Cabe recordar que los partidarios de'la concepcién de cultura como pura informacién no aceptan de buen grado la expresién cul {ura material. El mismo Beckow decia que preferia el término arte. facto, un término que suena mal a los ofdos de los especiali de los pafses de origen latino. Quizas aquéllos est acuerdo si simplemente se discutiera acerca de materia cultural, evidente que aqui el vocablo clave es cultura, es decir la dimension mas intimamente humana del problema, sea cual sea la aproxima. cién al problema, y que sin materia no hay problema, es decir no hay caso, ya que la especulacién acerca de los hombres en el tiempo, la especulacién histérica por ella misma sin testimonios de ningtin tipo, no se sostiene. Hay que aceptar que entre historiado- res, antropdlogos y arquedlogos persiste hoy dia un cierto pro- blema de terminologia sin resolver: Sin embargo, para los muscdlo. 0s un término.aceptable es el de objeto, un término que esta te niendo hoy dfa un sitio en el lenguaje habitual de la profesién. A esar de que sea titil distinguir entre categorias de objetos y con- servar las denominaciones tradicionales disciplinarias, deudoras de una historia disciplinaria larga y fecunda (en si misma la salva. 28 BL PATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO. cién de las palabras es un acto conservacionista), en tanto que creaciones culturales, los elementos materiales de una cultura 0 ci- vilizacion que han salvado la distancia del tiempo deberfan ser ob- servados y esttidiados bajo unas mismas consideraciones metodo- l6gicas como objetos en el tiempo. En el presente texto, como la idea de objetos en el tiempo u objetos de la historia es el comin denominador que enmarca las reflexiones y los pronunciamientos, no hay lugar a distinciones en- tre objetos histéricos y objetos artisticos, ni se separarn los restos arqueolégicos de los monumentos, ni lo que amamos cultura ma- terial de los documentos escritos. Las antigiiedades habran de te- ner la misma consideracion que las artes populares o las industrias domésticas y las colecciones etnograficas que las folkléricas. Las bellas artes no se opondrén a las artes decorativas, ni hara falta reunir a parte de estas tiltimas dentro de una categoria especial de objetos de disefio. Ast pues, la expresion objetos de la historia de- signara al conjunto del legado material de los siglos. Captruto 2 PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO ‘Tropezamos en nuestra marcha adonde quiera que nos vol mos con tastro de grande7a pasada, con ruinas glotiosas MJ. Lae, 1853-1886 Las tinicas pruebas de Ia historia disponibles en todo. mo- mento # nuestros sentidos son las cosas hechas por los hombres 6. Kents, 1982 La aparicién del pasado y de las sociedades con historia Los objetos que permanecen en el tiempo transmiten de una manera directa a los individuos noticias y sensaciones que provie- nen del pasado. Como apunta Kubler, son la puerta més directa hacia el pasado, mucho més que los dichos y las historias 0 las mismas ideas escritas, porque estan presentes ante nuestros ojos y se pueden tocar. El legado, el patrimonio que se hereda, es una manera de mantener en contacto en el cftculo social familiar, mas alld de la muerte, una generacién con la siguiente, y eso todo el mundo, quien mas quien menos, lo ha experimentado en propia carne. Los objetos son una puerta hacia el pasado, de un pasado que, no abstante, persiste como idea al margen de los objetos, porque el pasado existe bajo la doble condicién de idea y de cosa. El pasado como idea esta en la historia, forma parte del hecho de historiar y es hasta cierto punto independiente de la nocién de paso del tiempo, Participar del mismo es un privilegio de la condicién hu- mana de individuo cultivado. La consciencia de paso del tiempo y 30 PATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO con ella la consciencia de pasado, que no es exactamente lo mismo que la idea de pasado, son también especificas de la especie hu- mana. La.consciencia de pasado se organiza en los seres humanos merced a una facultad extraordinaria de la mente humana, la fa- cultad de recordar, de retener experiencias pasadas. Como veremos pronto, la consciencia humana en sociedad, no la consciencia indi. vidual, ha desarrollado dos nociones del tiempo, la del tiempo que pasa _y la del tiempo que perdura. La consciencia del tiempo ue pasa es propia de culturas complejas y leva directamente a la idea de historia, En cambio, la consciencia del tiempo que perdura, que se da en sociedades menos complejas, lleva al presente eterno, luna especie de no tiempo que aparece en los mitos y en ciertas na- rraciones y en las representaciones de ritos liturgicos que reviven manifestaciones primigenias y originales de lo sagrado. Pero volva- mos por un momento a la memoria como facultad humana y a las relaciones que establece con el pasado y la historia. La memoria es la vida, afirmaba el historiador francés P. Nora (Nora, 1984, XIX), La memoria de las personas es insegura, inestable y frégil, pero es €l mayor tesoro que tiene el ser humano para extender puentes con el pasado y de esta forma poder seguir nutriendo y enriqueciendo una vida. P. Nora segufa desgranando un sugestivo discurso acerca de las relaciones entre la memoria y la historia, que inclufa las pa- labras siguientes: siempre mora (la memoria) en grupos de personas que viven y por lo tanto se encuentra en permanente evolucidn. Esta sometida a la dialéctica del recuerdo y del olvido, ignorante de sus deformaciones sucesivas, abierta a todo tipo de uso y manipulacién, En ocasiones permanece en estado latente durante largos periodos, para después revivir stibitamente. La historia es la siempre incompleta y proble- matica reconstruceién de aquello que ya no existe. La memoria per- tenece siempre a nuestra época y constituye un lazo viviente con el Presente eterno; I historia, en cambio, es una representacion del pa- Qué duda cabe que la memoria como el recuerdo, si se agarran 4 unos asideros se convierten en mas seguros y fiables, 0 como dice H. Arendt, la una y el otro «precisan de cosas tangibles para recor- darlas, para que no perezcan por s{ mismas» (Arendt, 1974, 226) Estos asideros son los objetos que siguen ahi desafiando al tiempo. Por lo tanto, podemos afirmar, replicando en parte a Nora, que la memoria personal, més frégil y engaiiosa, y la memoria colectiva, ar PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 31 més resistente pero igualmente insegura, ya sean recuperadas en. forma de recuerdos o de lecturas de hechos pasados, pero sobre todo encapsuladas y fijadas en objetos y revisitadas, son una forma de viaje por la historia, un viaje mds titi y seguro si se conffa en la solidez de esos ganchos o asideros, de esos anclajes del tiempo que son los objetos. La memoria personal, se ha dicho, es una forma de historia, de historia individual ¢ intima légicamente. La historia como di plina de interés mundano va necesariamente mas lejos que la me- moria personal y apunta siempre a las colectividades. E. H. Carr reserv6 para la historia como saber «la igacion en el pasado del hombre en sociedad» (Carr, 1973, 64). La historia tal como la concebimos desde las escuelas, los libros y las instituciones, la his- toria en maytiscula, como a menudo se la califica, es cosa de gru- pos y trata sobre grupos. El nacimiento de la historia como disci- plina se ha asociado a la aparicién de documentos escritos por parte de individuos que hablan sobre s{ mismos o sobre otros indi- viduos que los precedieron. La palabra historia procede del griego yy significa, literalmente, relato. Se trata de un relato confeccionado a base de apuntes que contienen informacién, por eso en griego historia también significa exploracién 0 conocimiento producto de la informacién que se ha ido atesorando. La palabra historia no fue, en cambio, de uso corriente en el mundo romano, ya que ‘nunca dejé de ser, en latin, un neologismo nada popular. Los roma- nos preferfan la expresi6n res gestae para significar aproximada- mente lo mismo que los griegos querian decir con historia, con la peculiaridad de que se trataba siempre de un tipo de relato teftido de caracter épico que ponia de manifesto hechos y acciones lleva- dos a cabo por un individuo o un pueblo. La historia es fundamen- talmente, desde los origenes del mismo vocablo, el relato de unos hechos acaecidos en el pasado. El concepto, pues, adquiere sentido desde el principio, en relacién a elementos como oralidad, narra- ion y texto; es decir, palabra y memoria por encima de todo. No aparecen, en relacién a la construccién del relato, objetos mater les por ninguna parte. En realidad, ello no es exactamente ast; se trata de una falsa apariencia, como vamos a ver: El tiempo no ocupa lugar, por eso se dice que, como el saber, puede almacenarse en la memoria. Pero eso no es verdad del todo; cl paso del tiempo va acompafiado de una sobrecarga tal de cosas —informaciones, acontecimientos, ideas, historias— que van acu- mukndose en la conciencia personal y colectiva, que hace necesa- 32 _ELPATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO ria la contribucién de algiin soporte mas estable, seguro y duradero que la memoria, circunstancia que da lugar a la aparicion del re- lato hist6rico escrito, el libro. Y¥ mientras pasa el tiempo, el espacio va lenandose de objetos que, como las palabras, también signifi- can ¢ informan, Por es0 no es extrafio que junto a los relatos hist ricos aparezcan en la historia humana, al mismo tiempo, las biblio- tecas para guardar los relatos y otros documentos escritos, y los museos, que conservan los objetos mas apreciados, mientras se le- vantan monumentos a la memoria de los hombres. Es notorio que el tiempo que fluye tendrfa un sentido limitado para nuestra con- ciencia humana si no tuviese una correspondencia con un espacio contra el que destacan las formas de los objetos. El espacio, el marco natural fisico sobre el que proyectarse el grupo humano, se stira y se encoge en funcién de las circunstancias. Las civilizacie nes hist6ricas han tendido a crecer, a ampliar el espacio ocupado; Jo han transformado fisicamente y lo han llenado de creaciones ar- tificiales, esto es, de objetos. De esta manera el espacio geogrifico es una dimension que se asocia naturalmente a las perspectivas de reproduccién, permanencia y progreso de la humanidad, junta- mente con los productos que el ingenio humano va depositando so- bre el mismo. La conciencia del tiempo que pasa, se ha dicho, lleva a la his- toria, Con ella los individuos y los grupos manifiestan una voluntad ‘expresa de trascender, poniendo en relacién el pasado con el fu- turo. En otras palabras, manifiestan una voluntad patente de no morir, de conservar lo mejor que tienen, tanto lo material como lo inmaterial. Esta voluntad de continuidad recibe también el nom- bre de tradicién, aunque se entiende por tal generalmente cuando Ja transmisién de ideas, costumbres y creencias, para no referirnos a los actos, se hace de forma oral 0 por escrito. Decir continuidad también pensar que el tiempo que pasa no pasa en vano, es de- ha de producir consecuencias palpables, huellas de su paso. Se impone entonces capturar las huellas que deja el tiempo en las co- sas para catapultarlas hacia el futuro y usarlas como referencia, ‘cosa que conlleva una aceptacién implicita del cambio y del pro- greso. Por eso ya las primeras civilizaciones histéricas dictaban su relato, porque situaban en el horizonte que intufan la esperanza de un cierto destino glorioso y al mismo tiempo no olvidaban preser- var para las generaciones futuras los mas preciados objetos. De ‘esta manera las gentes hacian un ejercicio de autoestima y de auto- determinacién, que los hacfa responsables de su destino. Asf pues, re PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 33 Jas huellas del tiempo que pasa se recogen en determinadas trazas fisicas que se procura preservar. Por lo tanto, la proyeccién del in- dividuo como individuo y del grupo como grupo en el tiempo tie nen siempre que ver, en mayor o menor grado, con Ia disposicién de objetos y con la voluntad de legar patrimonio material. En algunas sociedades primitivas, mito ¢ historia son dos nocio- nes que no se diferencian bien, al contrario de lo que sucede en las ‘sociedades mas evolucionadas materialmente. Es éste el dominio de Ta consciencia del tiempo que perdura, que funciona bajo la aparien- cia de un presente eterno que hace prescindible la misma nocién de paso del tiempo. En estas sociedades el individuo vive una existencia frupal indiferenciada que hace innecesaria toda conquista individual el futuro y se desprecia toda conquista territorial. El pasado es aqui tuna parte del presente que se vive intensamente de una forma espiri- tual o mental, y eso sucede asi, entre otras cosas, porque no hay una cultura material que haga presente fisicamente el pasado en el espa- Cio del momento vivido. Mito ¢ historia se confunden, ya que se trata, de sociedades encerradas en si mismas, en cierta manera perfectas en lo que son, que necesitan y por tanto producen muy pocos obje- tos, y que dejan pocas cosas como legado material a las generaciones futuras. Este es el caso de tas culturas aborigenes que en el aisla- miento de la selva o la gran sabana han alcanzado una extraordina- ria relacin de equilibrio con el medio con muy poca inversion de ‘energfa y esfuerzo en la producién de medios artificiales de lucha contra el entorno. El escritor V. S. Naipaul (Naipaul, 1995, 62-63) ha- bla de estas culturas para las que el tiempo no cuenta, en una obra de ficcién, como un perspicaz antropélogo; concretamente se refiere a Jos habitantes de la selva ecuatorial sudamericana, de esta manera: Cuando Jos hombres conocen bien su. mundo, cuando conocen todas las flores y todos los arboles, todos los alimentos y todos los ve- nnenos, todos los animales; cuando han perfeccionado todas sus he- rramientas, cuando todo guarda un equilibrio y no se tiene nada del exterior con que comparar, gqué idea pueden tener los hombres del ppaso del tiempo? Lo que nos da Ia idea de celeridad es el paso de Jas Cosas. Cuando no se tiene con qué comparar, los hombres deben cexistir a Ia luz de las demas personas que conocen y a la suya propia. Sin contraste, sin que los objetos pasen, el tiempo perdura y la relacién naturaleza-cullura es de comunién 0 y no tanto de oposicién. En ocasiones, la identidad pasado-presente se rela- 34 FILPATRIMONIO HISTORICO Y AROUEOLOGICO: VALOR ¥ USO. ciona con formas o estructuras precisas pertenecientes al reino mineral 9 vegetal situadas en lugares coneretos, que se adoran de manifestaciones del espiritu. Como pasa con los aborigenes de Australia 0 de América, aparecen entonces paisajes espirituales, tuna especie de artefactos de la mente que nunca fueron realizados con las manos. En las sociedades primitivas de cultura circular los individuos se relacionan no tanto por la posicién que ocupan en re- laci6n al tervitorio (el individuo como depredador sistematico y o- ganizado) y a la cultura material con que lo transforman, como por el conjunto de creencias recurrentes que profesan. Es una forma de religién que hace presentes principios de vida que no es preciso rei- vindicar continuamente, porque siempre se sienten cercanos, No hay duda de que son también una forma de tradicién, Estas creen- cias pueden expresarse excepcionalmente valiéndose de las formas materiales al relacionarlas con lugares y estructuras determinados, por ejemplo los cementerios. De tales porciones del territorio, de tales focus, se hace un uso simbélico que refuerza el sentimiento colectivo de identidad y permanencia en el tiempo. Sin embargo, son las culturas del tiempo que pasa las que en mayor grado tien: den a favorecer la aparicién de simbolos (cosas materiales que de- nan o figuran otras cosas), porque experimentan con plenitud Jas dos eircunstancias que marcan la eclosién de una consciencia del tiempo presente: la concrecién de la nocién de territorio y la ve- rificacién de la posibilidad de ampliarlo o de restringirlo, y el in- cremento de la presencia y el intercambio de cosas materiales pro- ducto de la actividad humana sobre el territorio. La consciencia de un tiempo presente diferenciado representa la irrupcién del trance de la inflexién y del cambio y siempre va acompatiado de la sensa- cién de complejidad que proporciona la entidad y el grosor de las realidades que marcan cl transcurso de la vida diaria, la comprensién de las cuales requiere el concurso del simbolo. Sobre el papel de los simbolos, estos objetos particulares que comunican mensajes, ya se volver mas adelante, De momento hay que concluir en relacién a la nocién del tiempo que, con una perspectiva de presente, el tiempo pa- sado y el tiempo futuro devienen referencias inmediatas e ineludibles. El valor de los objetos Hay un tipo especial de objetos materiales que producen las sociedades que reconocen el paso del tiempo, que ponen en rela- ~~ PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 35 cién pasado con futuro: los monumentos. Todos os monumentos conllevan algo de trascendente, y por tanto de permanente en si mismos, que los hace particularmente titiles y estimados. Los mo- numentos son consagraciones a la memoria. Con los monumentos pasa algo parecido a lo que sucede con la produccién de relatos histéricos: los grupos manifiestan con ellos una voluntad de tras- cender, asociando pasado con futuro. Por eso E. H. Gombrich ha escrito que la verdadera esencia de un monumento es que se des- tine a las futuras generaciones (Gombrich, 1989, 116). El historia- dor griego Procopio de Cesérea ya descubrié entre los romanos tuna habilidad especial para conservar despierta la memoria. Se sorprendié al ver como los romanos «se esforzaban en proteger to- dos sus tesoros ancestrales y los conservaban de manera que nada desapareciese de la antigua gloria de Roma». Procopio de Cesarea se admiré atin més al descubrir al viejo barco de Eneas, el funda- dor mitico de la ciudad de Roma, flotando sobre las aguas del Tf ber, «en perfecto estado, como si la mano del constructor lo aca- bara de poner a punto» (Haskell, 1994, 1). Aquel barco que se man- tenia amarrado a la orilla, entre los puentes del Tiber, hacia de permanente recordatorio de unos orfgenes comunes cada vez mas miitificados. Los monumentos, de forma parecida a otros elemen- tos singulares de la cultura material de un colectivo humano, sean éstos objetos, estructuras 0 paisajes, acostumbran a funcionar de forma muy efectiva como simbolos. Pero también y antes que fun- cionar como simbolos, los elementos de la cultura material, en tanto que productos tangibles que permanecen en el tiempo, ya son, en si mismos, referencias solidas e ineludibles que se prestan especialmente bien a la necesidad de los seres humanos de estable- cer vinculos reales con el pasado, aunque s6lo sea vinculos senso- riales, La pensadora estadounidense de origen aleman H. Arendt Io vio claramente cuando escribié en La condicion humana (Arendt, 1974, 184-185) las lineas siguientes: Este carfcter duradero da a las cosas de este mundo su relativa Independéncia con respecto a los hombres que las.producen y las usa. Desde este punto de vista, las cosas del mundo tienen la fun- cién de estabilizar la vida humana, y su objetividad radica en el he- ccho de que —en contradiccién con el pensamiento de Heréclito de ‘que uma misma persona nunca puede Daftarse en el mismo arroyo— los hombres, a pesar de su siempre cambiante naturaleza, pueden re ‘TRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO ccuperar su unicidad, es decir, su identidad, al relacionarla con la ‘misma silla y con la misma idea. Dicho con otras palabras, contra Ia subjetividad de los hombres se levanta la objetividad de las cosas crea- das por los hombres mas bien que ln sublime indiferencia de una na- turaleza intocada. Por tanto, el hecho de que los objetos duren y aguanten tal como son hace que adquieran un valor primordial para la vida de Jos hombres, al contribuir a ubicarla y a proporcionarle al ser hu- mano estabilidad, y de esta manera, éste es capaz de tomar referen- cias consistentes sobre s{ mismo y sobre el entorno que le rodea y mirar hacia adelante y hacia atrés. Pero la experiencia nos ensefia gue los objetos que el ser humano produce le ayudan ademés a des- cubrir su propia dimensi6n temporal, a distinguir mejor entre pa- sado, presente y futuro, Sin objetos, el individuo se pierde en el magma de un mundo falto de referencias tangibles, donde el pre- sente puede llegar a parecer eterno. La «sublime indiferencia de una naturaleza intocada» nos abruma y nos desorienta y nos hace perder el norte. Y si contra la fluidez del tiempo y la volatilidad de Ja memoria se erige la estabilidad de los objetos, que en si mismos son ya parte del tiempo pasado y parte del tiempo que ha de venir, por medio también de los objetos, continuidad e identi Con sus corolarios de sensacién de pertenencia y de participacién de una misma tradicién, devienen elementos findamentales que fomentan actitudes de relacién entre los hombres y de reconoci- miento del pasado que les es comtin, Antes se ha hecho referencia a aquel agregado de objetos que el individuo o el grupo hereda de sus ascendientes para poseerlos efectivamente y hacer de ellos el uso que més le convenga. En tér- minos de hoy en dia aque! legado material recibe la denominacién de patrimonio. El patrimonio es una prueba evidente de la existen- cia de vinculos con el pasado, El patrimonio alimenta siempre en el ser humano una sensacién reconfortante de continuidad en el tiempo y de identificacién con una determinada tradicién. En las sociedades modernas los elementos de continuidad y de identifica- ci6n estan presentes entre los individuos de la misma forma que en el pasado y son tan necesarios como antes. Las necesidades de rela- cién consciente con el pasado se muestran igualmente de podero- sas, tal como pensamos que sucedi6 antafio, aunque las sociedades actuales evolucionen a ritmos mas rapidos, As{ nace, con el ruido y Ja confusién del cambio, la nocién de patrimonio historico en el rr PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 37 mundo moderno, como aquel legado de la historia que llegamos a poseer porque ha sobrevivido al paso del tiempo y nos Mega a tiempo para rehacer nuestra relacion con el mundo que ya pas6, ‘Uno de los fenémenos sociales contemporaneos de més profun- didad y proyeccién de nuestros dias en que la conciencia de identi- dad de las sociedades, asociada a la nocién de continuidad parece que flaquea, es ef despertar de movimientos sociales de reaccién contra tna sociedad, la actual, moderna, pragmética y consumista {que por su modo de vida amenaza la permanencia de los vinculos histéricos a base de poner en peligro de desaparicién la herencia tan- gible del pasado. La sociedad contemporénea ha acelerado de una manera extraordinaria, en relacién a otras épocas, el ritmo de pro- duccién de objetos gracias al progreso tecnolégico y también el de generacién de desechos y aun el de destruccién de objetos subrep ciamente convertidos en obsoletos. Esta espiral produccién-destruc- ci6n de objetos, sin aparente solucién de continuidad, llega a extre- ‘mos que provocan alarma social, como ponen de manifiesto tanto Jos movimientos conservacionistas del medio cultural, como los mo- vimientos ecologistas. La modificacién del entorno fisico con los cambios provocados en el paisaje y la prictica desaparicién en todo cl planeta del entorno natural primigenio, el crecimiento demogré- fico y los grandes movimientos de poblacin, el incremento del me- dio edificado, el aumento de la contaminacién atmosférica y de las aguas, alertan a la poblacién del mismo modo que el sentimiento de pérdida de la relacién con el pasado y con la tradicién. El valor del pasado Las ganas de pasado constituye hoy en dia el impulso primor- dial que mueve el interés de tanta gente por descubrir y conservar retazos de pasado. Para muchos estudiosos del fenémeno (Lipe, 1984, 1), el ansia de pasado es una de las manifestaciones mas si nificativas que adopta la reaccién de la sociedad contempordnea ante la conciencia de pérdida de continuidad cultural que ha pro- vocado la velocidad y escala del cambio que afecta al entorno fisico y cultural de las sociedades. Como muy certeramente afirma Lo- ‘wenthal (Lowenthal, 1985, prélogo), el pasado sigue teniendo hoy la fuerza potente que siempre tuvo en los asuntos humanos, como fuente de identidad personal y colectiva y como baluarte contra el cambio masivo y angustiante. 38 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR ¥ USO Nuestras miras estén puestas en esos retazos del pasado tan apreciados en nuestra sociedad que no son otra cosa que parte de nuestro legado hist6rico material. Pero antes de profundizar algo més en el: significado actual del patrimonio hist6rico es aconse} ble reflexionar por un momento acerca de una aparente disyuntiva: equé es lo que realmente vale, la reliquia, el resto de pasado en si, que podemos contemplar como una humilde presencia fisica veri, dica de algo que fue, o el pasado que incorpora y le da sentido, esa abstraccién 0 entelequia que tira de nosotros? ¢Pero podemos se~ Parar las dos caras de esa realidad que es el objeto histérico? O visto de otra forma, gqué papel juega esa abstraccién llamada pa- sado en la vida de los seres humanos? y gqué cosas buenas espera obtener Ia sociedad y cada una de las personas del pasado? Empecemos por los interrogantes del final. En el terreno de las sensaciones humanas, pasado presente y futuro ocupan cada uno su lugar. El presente es como un soplo, visto y no visto; el fu. turo es siempre una incégnita, nadie sabe si nunca llegara. En este salto al vacfo que es la vida, el presente es como aquel instante de ingravidez sobre el precipicio que las peliculas de dibujos anima, dos celebran cuando al coyote le desaparece sibitamente el suelo sobre el que corria en su loca persecucién del correcaminos, ¥ mueve frenéticamente las patas mientras se aguanta suspendido en claire sobre el pavoroso precipicio. El futuro puede ser el pavoroso precipicio; pero en todo caso siempre es un destino esencialmente inseguro. Por eso el hombre acostumbra a reaccionar ante lo des, conocido de una forma visceral: haciendo conjeturas y adivinando seftales sobre lo que ha de venir, o girando la mirada hacia el pasado, Yaa veces también, no reconociendo otra cosa que el presente. El pro néstico llega de la mano de sutiles elaboraciones que exigen un comm. Promiso de fe, se presenten bajo la forma de promesas uldpicas, el reino de la utopia, o de religiones que aseguran la salvacién. El pa- fado es un lenitivo mas suave, al alcance de la mayorfa, que puede llegar a tocarse, El pasado proporciona consuelo, alimenta la nostal, gia de un mundo mejor y se erige como refugio de verdades y certe- as porque nadie puede negar ni desautorizar lo que ha pasado la prueba del tiempo, ha sido verificado y definitivamente restielto. Con todo, el pasado como solucién blanda que representa, acostumbra a suscitar reacciones ambiguas. Nietzsche escribio: Fodriamos considerar dichosa nuestra época en dos aspectos En relacion con el pasado, gozamos de todas las culluras y de todag r PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 39 las edades. Nos hallamos fo bastante cerca del embrujo de las fuer- zas en cuyas entrafias nacieron estas épocas, para podernos someter su hechizo, como de pasada, con placer y terror. De esta ambigitedad hay que salir al final con alguna certeza incontrovertible, y ésta existe, ya que lo tinico seguro con que cuenta el ser humano es con su pasado, puesto que de alli proviene. Bsta valvula de seguridad funciona desde el momento en que el hombre utiliza la facultad de recordar. Memoria y sentido del pa- sado son dos cosas que trabajan en el ser humano intimamente re- lacionadas y sobre las que fundamenta su proyeccién hacia el ma- fiana desde una minima y reconfortante sensacién de seguridad. Si Nietzsche introducfa la duda, el intelectual espaitol Pedro Antonio de Alarcén Io expresaba limpiamente en 1868 en El museo univer- sal, con la conviccién del romAntico impenitente, con estas excla- maciones: {Es que la noble ambicién del espiritu humano no se satisface jamés con la posesién de un presente fugitivo, y aspira siempre a conservar el depésito de sus memorias, como aquellas tribus erran- tes de Ia antigtiedad que, cuando se trasladaban de una comarca @ otra, cargaban sobre los hombros los venerados huesos de sus pa- dres! Como el pasado existe més alla de toda duda, es por ello que seré pertinente partir de la hipétesis de que el pasado ayuda a ver laras las cosas; en otras palabras, da confianza y seguridad a las personas. Pero esta eutilidad» del pasado no siempre se muestra diéfana ni se percibe como tal, facilmente, sobre todo actualmente. Las actitudes hacia el pasado se muestran hoy en dia tibias y cam- biantes y adoptan incluso formas contradictorias. Los problemas y las contradicciones acerca del pasado en la sociedad actual provie- nen del carécter dinémico de las sociedades contemporéneas. No hay duda de que la caracteristica mas notable de la vida moderna es su dinamismo. Para los socidlogos de la modernidad como A. Giddens, uno de los rasgos mas evidentes que separan la época ac. tual de cualquier otro perfodo de la historia es el extremo dina- mismo de nuestra sociedad. Para A. Giddens, el mundo moderno es un «mundo desbocado» (Giddens, 1995, 28). Por eso las institu- ciones de la vida moderna no guardan continuidad, en muchos as- pectos claves, con las diversas culturas y formas de vida del pa- sado. 40 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR ¥ USO. Qué duda cabe que la palabra cambio es hoy la que mejor de: 'a los tiempos presentes. Whitrow sostiene que la naturaleza di- namica dé la civilizacién actual hace que los hombres de nuestro tiempo dependan del sentido del tiempo en mayor medida que el hombre de épocas pasadas (Whitrow, 1990). Todo el mundo se ve necesitado de alguna pauta segura y fija para orientarse en un en. torno tan cambiante y esta pauta ia proporcionan los relojes, 1os calendarios, los anuatios y las agendas. ‘Todo cambia tan ripida- mente que es preciso distanciarse respecto al tiempo para no caer en el remolino, con medios artificiales de medida y control. Pero este sentido del tiempo tan despierto que nos hace dependientes del reloj tiene otras repercusiones sobre la salud social y mental del hombre contemporaneo. Respecto al pasado, para el hombre con- temporaneo las secuencias temporales identificables como tales se reducen més y mas, mientras se llenan de contenidos vivenciales, cosa que pone en dificultades a la memoria. Respecto al porvenir, se pierde perspectiva sobre el medio y el largo plazo, y con ella pro. fundidad en la reflexién. Es l6gico, pues, que las dificultades de las personas para dominar procesos y situaciones corrientes y cotidia. nas de la vida aumenten. Veamos algiin ejemplo del proceso de ace- leraci6n del tiempo, que es una manera de contemplar el fenmeno del dinamismo contemporaneo. Aquello que en otro tiempo era cosa de un lento proceso de decantacién que duraba una genera. cién o mas y se digerfa saludablemente, ahora puede pasar en unos ocos afios. El doctor Ferrater, en una conferencia pronunciada poco después de haber dejado el rectorado de la Universidad Poli- técnica de Catalufia en Barcelona, a principios de los afios noventa, cautivé a su audiencia con el pensamiento siguiente, aludiendo al progreso de la técnica y a la necesidad de prepararnos para la di versidad: «Para que el conjunto de conocimientos de caracter téc- nico que el hombre posefa hace mil arios —dijo— se doblase, hicie- ron falta quinientos anos més. A partir de entonces, en trescientos afios los conocimientos acumulados volvieron a doblarse y al cabo de cien aiios més se doblaron de nuevo. En los dltimos tiempos sélo han hecho falta cinco aftos para duplicar todo el conocimiento técnico acumulado.» Ala vista de todo esto, es de remarcar que el conocimiento del pasado, las ciencias histéricas, tampoco hayan cesado de aumen- tar, mientras que, en cambio, el sentimiento de continuidad con el pasado no haya parado de disminuir dada la «aceleracién de la his- toria que experimentamos las generaciones actuales. Con res- PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 4 pecto a las actitudes hacia el pasado, se dan finalmente dos tenden- cias aparentemente antagonicas. Por un lado, ante la fragmenta- cién del continuum temporal, la gente reacciona tachando de anti- cuado, que equivale a initil, todo lo que tiene més de cuatro dias, mientras sostiene que sélo importa el presente. (En realidad, por presente hay que entender la corta secuencia en que se ha conver- tido el pasado identificable como tal, para cualquier persona que evive al dia».) Por otro lado, la historia gana audiencia y credibili- dad y los objetos de la historia, nuestro patrimonio, estima y valor. El desconcierto y la angustia que se instalan en la sociedad ante la sucesién de acontecimientos y la aparente contraccién del tiempo van a menudo acompafiados de la pérdida de las nociones del antes y el después. Carmen Martin Gaite lo expresaba magnifi- camente en el periédico La Vanguardia de Barcelona en un articulo titulado «Cosa por cosar, publicado el 13 de febrero de 1994, cuando conchufa sus reflexiones diciendo: No es la pérdida de memoria, sino la imposibitidad de ada rirla lo que se extiende como inquietante epidemia en Ia juventud ac. tual, nsion de consuiry devorar por entero el presente ene ins tante mismo que es percibido. Incapaces de relacionay cosa con cosa, esvinculados del ayer y del maitana, muchos de nuestros jéve- nes viven con el hilo perdido. En la manera de ver las cosas de Martin Gaite los tiempos pre sentes duelen. Por un lado son tiempos satisfechos de si mismos, tiempos modernos, superadores de los emodos» viejos, pero al mismo tiempo son unos tiempos que viven en el desconcierto y la desorientacién dado que no saben beneficiarse de la proteccién y gufa que proporciona un pasado prolongado, denso y consistente. El pasado, pasado, como el faro que conduce a buen puerto, queda hoy tan lejos y la luz que envia es tan débil, que, en palabras de Lo- ‘wenthal, es como un pafs extranjero (Lowenthal, 1985). Asi pues, la misma dréstica reduccién de la perspectiva temporal hace vivir al hombre de nuestro tiempo en un presentismo cargado de inc6gni- tas, huérfano como esta del padre espiritual que era el pasado. Micdos y desconfianzas atraviesan provocando escalofrios nuestro cuerpo social, y la palabra crisis se hace ubicua y sirve para to- marle el pulso a los tiempos. Dfa a dia constatamos cémo la gente tiene la sensacién de encontrarse permanentemente en crisis, y aunque éste no sea un fenémeno totalmente nuevo, aparece mas intenso que antaito. Todo el mundo espera del futuro la solucién a 42. ELPATRIMONIO HISTORICO Y AROUEOLOGICO: VALOR Y USO la crisis y al mismo tiempo desconffa prudentemente de Io que ha de venir: ¥ quiz4 por ello, como si de un acto reflejo se tratara, cada cual se preocupa, como quien se toma la presién, de pulsar orte- guianamente la rélacién de su tiempo particular con el pulso de los tiempos. ¢Estoy al dia?, se pregunta la gente. La otra cara del problema, la otra tendencia que convive con la que niega valor al pasado, mira hacia el pasado con esperanza. Mu- cha gente instalada en medio de la paradoja de los tiempos actua- Jes se consuela con el sentimiento de la nostalgia. El hecho es que hoy, quiz4 mas que en ningtin otro momento de la historia, se recu- rre a la historia. Entonces aparece en el imaginario popular el pa- trimonio histérico como la tabla salvadora. Es el boom contempo- réneo del patrimonio que se manifiesta con mayor intensidad pre- cisamente en los paises y lugares que més han cambiado, que més se han «modernizado» Con el patrimonio el pasado se personifica, valga la expresién, en cosas tangibles, en objetos que se pueden ver y tocar; cosas a las que el hombre comtin se dirige de una forma espontinea y natural porque pertenecen al mundo de lo sensible. Sin embargo, en tanto que obras no actuales, son. poseedoras de mensajes no siempre ex- plicitos y en ocasiones incluso ocultos, agazapados entre los reco- ‘vecos de su materialidad. Se trata en realidad de mensajes codifica- dos que pueden aportar luces y conocimiento, pero que para po- derlos descifrar y leer hay que pasar antes por un aprendizaje, Los arqueélogos, por ejemplo, son admirados por la sociedad porque saben leer el mensaje de las piedras antiguas. Pero antes de avan- zar por este sendero seré ilustrativo, para concluir este apartado, intentar categorizar los beneficios concretos que el hombre ci zado espera obtener del pasado. Lowenthal argumenta que a las personas les cuesta expresar los beneficios que atribuyen al pa- sado. Para profundizar en la cuestién este autor ha establecido unas determinadas categorfas de beneficios después de pasar re- vista al amplio espectro de bondades posibles que depara el pa- sado, que una atenta lectura de documentos hist6ricos, textos lite- rarios, opiniones periodisticas y estudios criticos, le han proporcio- nado (Lowenthal, 1985, 36-52). De forma parecida, se intentara a continuacién establecer también una cierta propuesta de categori- zacién, a partir sobre todo de testimonios relacionados con la his- toria de la conservacién de los bienes culturales, que sirva para ca- librar Ia importancia que las personas conceden al pasado. Este discreto repaso pretende justificar un poco mejor la afirmacién - PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 43 precedente de que el pasado juega un papel importante en la socie- Fad como lenitivo frente a los problemas de la vida, en tanto que sirve de consuelo y de refugio de certezas. En primer lugar es preciso insistir en una presuncién de apa riencia cient{fico-médica: el pasado da sentido y consistencia al presente por obra y gracia de un proceso asociativo en el que inter~ Miene la facultad de la memoria. Sin la memoria de las experiencias pasadas los hombres irfan por el mundo un poco zombis porque ‘as cosas podrfan reconocer. Como apunta J. 1. Borges, habria Jnucho que hablar sobre nuestra entereza personal: «es sabido que la identidad personal reside en la memoria y que la anulacién de esa facultad comporta la idiotez» (Borges, 1971, 37). Zombi 0 idiota es el aspecto que presenta el tipico caso extremo que expresa muy grificamente la peripecia de quien ha perdido la memoria en tun accidente y no sabe ni cémo se llama. Aunque también cabria, al menos en la ficci6n, el caso contrario, como el representado por el personaje de Borges, Funes el Memorioso, al que de tanta me~ moria le sobraban las referencias, ya que cualquier reconstruccién idel pasado le ocupaba tanto tiempo como el tiempo delimitado en aquel pasado preciso que rememoraba. Alguien ha dicho que sin memoria ni lenguaje no habria civilizacién; ciertamente sus testi- ‘monios han sido sistematicamente recogidos y guardados como te- soros por las civilizaciones en archivos, bibliotecas y museos. El pasado nos provee de un marco de referencias para que re- conozeamos el entorno y nos reconozcamos a nosotros mismos, Pero los episodios del pasado sirven ademas de pauta para apreciar como se cumplen, y hasta qué punto, las expectativas personales ¥ colectivas acumuladas con el tiempo. Asf, la referencia compara- tiva tendré 0 no tendré efectos balsimicos en funcién de su cum- plimiento, Es el jqué bien estamos!, 0 el qué mal vamos! Un caso mas que ilustra acerca del valor del pasado para relativizar los ele- ‘mentos de angustia presentes en la existencia. Podemos seguir mencionando una conocida cancién del can- tante catalan Raimon: «quien pierde los origenes pierde la identi- dado. El pasado es el ingrediente necesario al sentido de identidad, (0 lo que es lo mismo, la sensacién de pertenencia, gracias a que pone en evidencia el hilo ininterrumpido del paso del tiempo y la nocién misma de continuidad. Este hilo lena la vida de vivencias porque une nuestros origenes con nuestra identidad fluyente. Valga como ilustracién el ejemplo de casos histéricos que muestran c6- mo la capacidad de identificacién contribuye a dar sentido y orien- 44 EL PATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO. taciOn a la trayectoria histérica de las sociedades. Venecia ha sido en la historia un ejemplo paradigmatico de lo que hablamos. Sobre Ja misma bisagra que une més que separa Oriente de Occidente, mantiene durante siglos, desde su posicién estratégica de activo puerto comercial europeo, unas privilegiadas relaciones con Cons- tantinopla y Roma y por estas relaciones encuentra su raz6n de ser como un sentimiento de continuidad hist6rica, Otro ejemplo po- dria provenir de la antigua Rhodesia del Sur. Al obtener su inde- pendencia se puso el nombre de su principal monumento arqueo- ldgico, Zimbabwe, que los blancos nunca habfan reconocido. El paréntesis del domino blanco qued6 as{contundentemente zan- jado. El pasado, al haber sucedido antes y haber quedado probado se torna modélico. Hay siempre un valor del pasado que expresa la importancia que atribuimos al precedente. El precedente es el que va primero, el més antiguo. En las culturas antiguas y en las tribus primitivas, el anciano es quien mas razones tiene y el mas vene- rado de todos los humanos. Esto es lo que denominamos estatus y consiguientemente quien goza de estatus despliega potestad y pro- nuncia argumentos de autoridad. Ast pues, el presente es exami- nado continuamente a la luz del pasado con la intencién de obte- ner, por comparacién, la validacién de situaciones y actitudes que han pasado la prueba del tiempo. La apelacién al precedente sigue siendo utilizada hoy a pesar del descrédito del argumento de auto- ridad caracteristico de nuestra época posmoralista. En cualquier caso, el mito de los origenes y la seduccién del momento inicial de toda actividad o proceso como el auténticamente valido y significa- tivo ha constituido un lugar comtin del imaginario colectivo de la humanidad, Foucault habla en algtin lugar de que en los inicios de toda actividad humana hay un sentido comiin y primitive de una fuerza extraordinaria que revela su poder en las sucesivas genera- ciones. El patrimonio hist6rico ha servido perfectamente a este ob- jetivo desde los tiempos més remotos. Veamos algunos ejemplos distintos muy separados en el tiempo. G. Lewis (Lewis, 1984, 7) co- ‘menta que en la antigua Mesopotamia aparecen por primera vez en la historia indicios que muestran el uso de objetos antiguos —ins- cripciones en escritura cuneiforme sobre tablillas de barro— por parte de personajes cortesanos, posiblemente con alguna finalidad prictica relacionada con su estatus. (En cualquier caso, es légico pensar que Hammurabi no invent6 por sf solo, partiendo de cero, su famoso cédigo.) Los girondinos, por su parte, querfan romper a PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 45 Ja Francia prerrevolucionaria, que era la del absolutismo deca- son tey ominoso, y buscaban su modelo ético y estético en Ia Roma Ge los primeros tiempos, a la que atribufan grandes virtudes heroi- Cas, El pintor David supo representar este estado de dnimo en una Sbra fundamental para Ia historia del arte europeo, «el juramento Ge los Horacios», paradigma de la pintura historica, que enfatiza hasta el extremo las virtudes del patriotismo como imperativo m« ral. Finalmente, el mismo Lowenthal nos ofrece otro ejemplo claro, tl mencionar que la afinidad entre los objetos mas primitivos y el arte contemporineo —pensemos en Picasso— es utilizada para v lidar su atractivo arquetipico. "dar ran seal Ortega y Gasset con palabras sonoras en La rebe- lién de las masas, el hombre contempordneo «no afirma el pie so- bre la firmeza inconmovible de su sino; antes bien, vegeta suspen- dido ficticiamente en el espacio» (Ortega y Gasset, 1990, 126). Nos queremos referir a otro «mal del siglo» en boca de moralistas © iWledlogos, que tiene que ver con el vivir en aquel presentismo del {que hemos hablado, que separa el hombre contempordnco de sus tafees y lo lanza a vivir en el remolino, en medio del cual es arras- trado y alejado a merced de las corrientes, sin saber oponer resis- tencia. Apuntamos al hombre instalado en la incerteza del cambio, {que en el pensamiento orteguiano corresponde al hombre masa, falto de fundamentos y de valores. Este hombre habria sido despla- zado del lugar al que pertenece y vagaria sin ton ni son por un mundo hostil que no conoce: es el precio que el hombre des-enrai- zado habria debido pagar por la civilizacién contemporanea. En este contexto, el pasado procurarfa una acccién benéfica de re-so- cializacién al contribuir a reinsertarlo al lugar al que pertenece y reconciliarlo con la comunidad y con las tradiciones que un dia compartié y que ha olvidado y abandonado. Podemos pensar que las reliquias del pasado, el patrimonio histérico, en este contexto cumplen la misma funcién que cumplian las reliquias de los santos en el cristianismo primitivo. Las reliquias cristianas, por encima de sus virtudes terapéuticas han jugado su papel de elementos de re- fuerzo de un sentimiento coléctivo, actuando como aglutinadoras del sentimiento de comunidad de los creyentes manifestado en el reunirse y el reconocerse, y en el hacer juntos el camino de peregr- nos de la salvacién. Debemos considerar asimismo el valor pedagégico del pasado. La historia comienza a escribirse cuando hay alguna leccién que contar: E. H. Carr, en st conocida reflexién sobre la historia hace 46 EL PATRIMONIO HISTORICO ¥ AROUFOLOGICO: VALOR ¥ USO preceder ef capitulo sobre la historia como progreso (Car 1973, 143) de la idea que la historia empieza cuando se transmite la t dicién, es decir, ctrando se traspasan los habitos y las lecciones del pasado hacia el futuro, Por eso no ha de extrafiarnos que las ense- fianzas de la historia constituyan un t6pico tan enraizado, tanto de la cultura académica como de la cultura popular. Asi, mientras tunos piensan que el pasado siempre retorna, por Jo cual hay que estar preparaclos, otros sostienen que lo que hace falta es saberlo digerir, ya que sélo se puede llegar a superar contando con él. De aqui también que la sabidurfa popular haya entronizado el princi- pio de que las sociedades que desprecian su pasado estén condena- das a errar. Para no ir mas lejos en el tiempo, porque de ejemplos al respecto no faltan en la historia, subrayaremos que el Humanismo supo poner de relieve la importancia de las lecciones del pasado en un tiempo de cambio, cuando comenzaba a intuirse la idea del pro- zgreso de las sociedades humanas. Desde entonces han triunfado sobre todo las lecciones impartidas a modo de analogias. Por ejem- Jo, las analogfas entre el {mperio romano y los tiempos contempo- han reproducido en diversas ocasiones, en funcién de las percepciones dominantes sobre la manera como se estén viviendo los tiempos, es decir, una vez. més en funcién de aquel orteguiano epulso de los tiempos». Asi, la imagen de una Roma caduca que se hhunde en su propia miseria moral, empujada por el fracaso de sus clases dirigentes incapaces de hacer frente a la presién juvenil de los barbaros, ha jugado en distintas circunstancias histéricas un papel moralizador de primer orden, En la tradicién historica occi- dental, el ejemplo de la Roma antigua ha sido quizés el mas utili- zado a la hora de impartir lecciones. La historia del arte, y en parti- cular la pintura, esta lena de referencias ejemplarizantes de este tipo, con un alto valor comunicativo, ya que saca partido de las po- sibilidades narrativas de la imagen gréfica en grandes cuadros his- trico-alegéricos, algunos de cuyos ejemplos paradigmsticos con- servamos todos en la memoria, Sin abandonar la creacién artistica, recordemos que los teso- ros del arte han aportado su grano de arena a esta gran escuela de los tiempos desde el propio arte, sirviendo de ejemplo y modelo del buen obrar. Durante el Renacimiento las antiguedades se utiliza- ban como modelos que se exponfan en los talleres de los maestros. El propio Mantegna, el pintor arquedlogo, pretendié restituir las formas de la vida antigua de manera integra, organizando en st propia casa de Mantua tn museo arqueolégico en el que vivir. Mas PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO. a7 tarde, en la época de la Hustracién, Jas Academias, donde primaba Ia teoria por encima del oficio, sustituyeron los talleres artesanos gomo escuela de los jévenes artistas. El aprendizaje enfatiz6 enton- Ses la preparacién intelectual y los valores éticos, por lo que las au- [as del neoclasicismo se llenaron de obras «modélicas» del pasado, seleccionadas para impartir unas lecciones de alto contenido mo- al, Paul Valéry dijo en una ocasién: «se entra en el futuro retroce- Giendo»; para avanzar sobre seguro, naturalmente. ¥ es que estas ecciones siempre han tenido un valor moral que la historia se em- pefta en resefiar desde tiempos inmemoriales. ‘A veces el pasado como leccién llega a espantar. Se discute so- bre si las circunstancias eran otras 0 sobre si fas soluciones ensaya- das entonces servirian atin para el hoy. Las sociedades han preten- dido con la historia autojustificarse y dar la mejor imagen de si mismas, por eso los tiranos tienden a reescribir la historia para tor~ narla en favor suyo. En estos casos se impone el pasado como ol- vido o reinvencién. El escritor Jorge Edwards aseguraba en un re- portaje publicado en La Vanguardia de Barcelona el 11 de septiem- bre de 1994 que todos los pafses han de reinventar su pasado para poder olvidar. Sobre la conmemoracién del cincuentenario de la li- beracién de Francia por los aliados, Edwards opinaba: El olvido es salud aunque sea doloroso. Qué ha hecho Francia sino inventarse la liberacién de Parfs olvidando el régimen de Vichy, {el pacto con Hitler, los colaboracionistas..2 S6lo existen De Gaulle y la resistencia, Pere Gimferrer ha escrito: «si pierdo la memoria, qué pureza> Como Rousseau en Emilio, tener nostalgia del limbo de los justos es una forma de confort espiritual. Pero el mejor pasado sigue repartiendo sus tesoros por el mundo. Las grandes obras de los antiguos siguen seduciendo y des- pertando en la naturaleza humana un espfritu de emulacion. Como fs sabido, la tradicién humanista en el campo de los saberes ha constituido durante siglos Ia base de la alta cultura, La imitacion, la copia y la emulacién han constituido valores con los que se con- taba con los ojos cerrados. Con la excepcién de ias ‘iltimas genera- ciones, desde que la modernidad quiso romper con el pasado, le imitacién de los antiguos, que no era necesariamente mimética sino fuente de inspiracién y de autosuperacién, fue siempre pre- ceptiva. El nuevo eclecticismo y el posmodernismo de los ailtimos 48 EL PATRIMONIO HISTORICO ¥ AROUEOLOGICG: VALOR Y USO tiempos han venido acompafiados de un cierto desconcierto y pa- rece que nadie se atreva a decir, como Marinetti, que un automévil de carreris es mas bello que la Victoria de Samotracia, ni al revés. Quizas por todo ello hoy dia la idea de emulacién no tiene el alto significado que un dia tuvo, y quiza se prefiera la idea de estimula- cién. Napole6n, el dia de la Batalla de las Pirdmides expres6 el res- peto que le merecia el pasado y su propio sentido de la historia, cuando, al pie de la Esfinge de Gizeh con las pirémides como fondo, grité a sus hombres: «Soldats!, du haut de ces pyramides quarante siécles vous contemplent.» Se trataba de dar al pasado un valor como estimulo, La estimulacién es uma virtud energética muy en consonancia con los tiempos que corren. Los pueblos se felici. tan por la historia que han tenido y celebran los aniversarios que caen en fechas de cifras redondas con grandes dispendios y auto- bombo, porque adivinan que pueden servirles de revulsivo. Quien mas quien menos quiere hacer historia y los medios de comun cién multiplican las jornadas y los hechos de la pequefia historia de cada dia que segtin ellos habré que inscribir en el gran libro de la historia. Es un poco parad6jico que vivamos una época en que todo el mundo quiere hacer historia cuando la historia se torna cada dia un poco mas extrafta a nuestro propio mundo. Pensamos también que la historia puede ser una fuente de pla- cer creativo para muchos, al margen de una disciplina del cono miento. Hay una forma de consuelo espiritual que es casi tan vieja como la humanidad: la que proviene del desvelar de la curiosidad hacia las cosas antiguas. En cualquier caso, ese admirar e interro- garse sobre los objetos del pasado para el propio enriquecimiento personal, esa curiosidad, ha sido cosa de espititus selectos a lo largo de los siglos. Contemplemos el fendmeno del coleccionismo. ‘Todo coleccionista esconde dentro de st, en potencia, un metadico investigador e incluso un fino erudito, Detras de una coleccién de soldaditos de plomo hay una historia de la milicia que va germi- nando poco a poco en la mente del coleccionista. Con el tiempo, los objetos personales ¢ intransferibles de una coleccién se transfor. man en objetos revesticlos de una especial dignidad merecedora del mayor respeto y veneracién. Y al final, de servir a la curiosidad in- dividual pasan a servir en el museo a la curiosidad general. Un ejemplo paradigmatico: J. M. Smithson, un emigrante y una de sas personas selectas, reunié durante su vida de filéntropo una co- leccién importante de objetos antiguos y especimenes naturales. Al an PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 49 morir los dej6 como legado a su pais de adopcién, Estados Unidos, como contribucién al progreso y a la difusién del conocimiento entre los hombres» (Alexander, 1982, 11). Con estas intenciones, ‘sus fieles albaceas fundaron en Washington en 1846 la Smithso- nian Institution, Ast, se pasaba del enriquecimiento de una sola persona al enriquecimiento colectivo de todo un pats. Es posible que este tipo de coleccionismo personal se iniciara en la antigua China. Desde muy antiguo, antes incluso de las pri- eras dinastfas, la aristocracia china coleccionaba objetos del pa- sado, Era una cuestién de respeto y admiracién hacia los antepasa- dos, a quienes se veneraba por medio de los objetos mas aprecia- dos que habian legado a sus descendientes. Entre estos objetos destacaron por encima de todos las vasijas de bronce utilizadas en ceremonias religiosas, a las que se atribuian, con el paso de las gene- raciones, poderes mégicos. Hubo ya en la antigua China un verda- dero fetichismo alrededor de los famosos bronces rituales chinos. El pasado como fetiche, muy comtin en los distintos tipos de coleccionismo, puede Hegar a confrontarse con el pasado como fuente de enriquecimiento personal o colectivo. Pero este pasado como fuente de enriquecimiento intelectual y sensorial tiene otras caras menos tangibles, 0 con mayor carga subjetiva, fruto més de sensaciones que de otra cosa. Por ejemplo, ante los pequefios he- chos cotidianos y las contingencias de la vida diaria, el pasado se nos aparece como algo importante y grave. La rotundidad del pa- sado destaca sobre lo efimero de las cosas del presente. La grandio- sidad del pasado suena a auténtica y deja en ridiculo el envaneci- miento imitativo del presente. Un héroe del pasado es mas héroe que los héroes del presente. Y una casa antigua es més casa que las casas modernas. ¢Quién no aprecia més las venerables piedras del viejo cas6n centenario que Ja casa funcional construida répida- ‘mente el afio pasado en cualquier barrio periférico? Este tiltimo es un entorno fro, inerte, practico y comodo, en el mejor de los casos; el primero es un entorno calido, rico, Heno de referencias y signifi cados y lleno de memorias. Ruskin escribié: ela mayor gloria de un edificio no depende de su piedra ni de su oro, Su gloria esta en su. edad, en esa senéacién profunda de expresi6n, de vigilancia grave, de simpatia misteriosa, de aprobaci6n o de critica que para noso- tros se desprende de sus muros largamente bafados por olas de humanidad» (Ruskin, 1987, 217). Pero el pasado es también uno de los caminos mas socorridos hacia la evasi6n. La necesaria evasién de la cotidianeidad tiene po- ELPATEIMONIO HISTORICO Y AROUEOLOG! ICO: VALOR Y USO clones turisticas, museos i Europa opor lanuers Asean, arqueol6gico? La fay Orsini, un cardenal, creo, guiendo la tray del personaje, puso en ica Linen, 1983, 915) rT... PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO st Jas tumbas de Bomarzo; las medallas y los camafeos que en Roma habja adquirido y que segufan enviandome los anticuarios excavado- res. Era feliz entre estos objetos que me apartaban de la realidad. En el espacio exterior de su jardin de Bomarzo este Orsini colmé sus fantasfas ¢ ilusiones recreando un mundo de suefios ta- flados en piedra, con ecos de la Siete Maravillas del mundo anti- suo. En versi6n original o reproducidas en piedra, las maravillas Gel mundo pretérito significaron para Orsini un acicate para reco- rrerla vida, En estos tiltimos parrafos hemos visto que el pasado, manipu- Jado desde la intimidad del individuo, puede convertirse en un pro- ducto de la mente, en una pura elaboracién mental y nada més, Pero en cualquier caso, para que el pasado pueda ser activado pre- ccisa de un soporte material, de una reliquia, como el viejo recuerdo precisa de una imagen, de una foto antigua, para que sea evocado ‘con determinaciGn. Antes de volver a las reliquias y ver eémo ac- {tian pasemos ahora a estudiar sucintamente el impacto del pasado ‘como patrimonio hist6rico en las colectividades y veamos cémo las sociedades organizadas a través de las instituciones sociales, juridi- cas y politicas se disponen a protegerlo. La patrimonializacién del legado histérico material Histéricamente, las sociedades hasta cierto punto cohesiona- das y ricas en cultura material, en expansién constante y creciente, han tendido a valorar positivamente el legado historico material de las generaciones precedentes. Gradualmente, la conciencia de que los vinculos culturales objetivados en determinadas reliquias mate- riales se prolongaban hacia atras en el tiempo y daban testimonio acerca de la continuidad de la colectividad, obré en favor de esta tendencia, Asf, comenzaron a preocuparse por proteger y conser- var este patrimonio del pasado y a hacer del mismo un uso restric- tivo, reservado a los mejores, pero muy significativo. Es légico que esta manera de comportarse estuviese relacionada con la aparicion de la idea de historia. Esta cuestin ha sido poco estudiada y me- nos atin debatida. G. Bazin habla de la aparicion del sentimiento de la historia entre los antiguos griegos y lo relaciona con una cierta disposicién a preservar determinados objetos. Considera asi- mismo como muy significative que los primeros emperadores de 52___ELPATRIMONIO HISTORICO Y AROUEOLOGICO: VALOR Y USO China veneraran con fervor el pasado, lo que se traducfa en la con- servacion de diversos tipos de objetos (Bazin, 1969, 16 y 26). G. Le. wis descubre en el Oriente Préximo el uso de material histérice oni El primer caso estudiado de uso de material de eardcter histé- agar comunicar informacion data de principios del sepundo mi- lenio antes de nuestra era, cuando antiguas inscripeiones de la cha dad de Larsa fueron utiizadas en las escuelas de esta ciudad meso. potamica, No son éstos los tinicos casos. Hay otros testimonios de esta manera de proceder originarios de Babilonia y de otras civilizacie. nes antiguas del Oriente Proximo. Por lo tanto es muy probable ismisién de ideas y sentimientos, impreg. ia, se acompa- con la consolidacién de las primeras civilizaciones urbanas hacedoras de objetos en forma masiva, de la conservacion de obj tos del pasado. De esta manera aparecia en la miento conservacionista que velaba por proteger y conservar en hombre del grupo, de la civilizacién en realidad, aquellos objetos fextos y monumentos que se consideraba que representaban lo me, Jor €¢ sf mismos. Este comportamiento, que pudo tener tn origen particular y privativo, manifiesta pronto, como hemos vistoven Karsa, un caracter social, por Io que podemos considerar que conti, pila, supera desde un punto de vista social e interpreta en clave on, lectiva, la labor paralela que cabe suponer practicaban los prime: tos coleccionistas individuals, fuesen reyes, aristécratas 0 sacen doves. aunaue es diffe discernir entre coleccfonismo individual coleccionismo social en esta fase inicial del fendmeno. Con cl ticmpo, el conservacionismo se convierte en un fendmeno univer sal que afecta a todas las sociedades humanas que producen ale forma continuada objetos materiales, Cuando este movimiento se institucionaliza y pierde énfasis joCralizante y ritual en la era moderna, y se muesira tal como hoy lo reconocemos en nuestro mundo Occidental, aparccen loc ern’, ceptos de patrimonio histérico y de bien | PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 53 tado. Pero esta labor no ha sido fécil, ni se ha hecho de forma auto- atica ni sistemética, Ha habido que descubrir e identificar conve- nientemente, escoger y separar los elementos catalogables, estable. cer categorfas y decidir qué categorias, qué partes del legado hist. rico material debian conservarse. Y todo ello en funcién del progreso material, de las visiones de la historia y de la cultura, de los intereses concretos de los estudiosos, del nivel de la investiga ci6n hist6rica, de los apremios coyunturales y de la madurez. de las instituciones. EI desarrollo del interés por el patrimonio historico y el acto singular y crucial de la seleccién ha sido el resultado de un proceso de decantacién en el tiempo, resuelto en tiltima instancia por el dictamen experto, el cual ha sido guiado o del cual ha aflo- ado, que los dos casos han podido darse, un sentimiento colectivo de necesidad. En el proceso han descollado, cinéndonos a Europa, individualidades que podriamos distinguir con el titulo de funda. dores del movimiento conservacionista moderno, entre los que ca bria distinguir, por lo que al crucial siglo xix se refiere, por ejem- plo, a Victor Hugo y Prosper Merimée en Francia, Henry Cole y Au- gustus Pitt-Rivers en Gran Bretafia, a J.J. Worsaae en Dinamarca y a Pablo Piferrer y José Amador de los Rios en Espafia, En el fondo, esta historia es tan vieja como el Estado mo- demo. En cada fase del desarrollo del Estado moderno los bienes culturales reconocidos reciben un tratamiento juridico en conso- nancia con el interés social, econémico y simbélico que se les atri- buye. En Europa y América el Estado-nacién del siglo x1x aparece por primera vez decidido a intervenir como tal Estado, sobre el le- gado material de la historia, en nombre del bien comin. Uno de los primeros organismos publicos destinados a velar por Ia conserva. cién del patrimonio en Europa aparece en 1807: la Comision Real Danesa para las Antigtiedades, creada con la finalidad de preservar Jos monumentos prehistoricos del pais, que comenzaban a ser re- conocidos como verdaderos simbolos’de la identidad nacional Tanto por el cardcter orgénico de la institucién escogida, como por el objetivo que la guiaba, esta provision del Estado danés tiene el caracter de pionera. Hacia finales del siglo xvutt las Cortes europeas empezaron a asimilar el influjo de la Hustracién, aunque fue el tre. mendo impacto de la Revolucién francesa, con la entrega a la na- cién francesa de los tesoros de la cultura y el arte en manos de la Iglesia, la aristocracia y la monarqufa, lo que provocé la stbita in- tromisién de los poderes ptiblicos en la custodia de lo que comen- zaba a aparecer como bienes puiblicos de carcter cultural, Asi, con 54 _ELPATRIMONIO HISTORICO Y AROUEOLOGICO: VALOR ¥ USO Ja intervencién de Cénova, el Papa Pio VII establecfa en 1802 para los Estados Pontificios los procedimientos que requerfa la conser- vacién de los monumentos y las obras de arte, de manera que que- daba reconocido y adquiria expresién legislativa el concepto de bien cultural, En él mismo afio en Espafia, una Real Cédula de Car- los IV fechada el 26 de marzo consignaba la obligatoriedad de co- municar los hallazgos de antigiiedades y encomendaba a la Real Academia de la Historia la misién de fijar los procedimientos para identificar y conservar Jos monumentos antiguos. Estos primeros pronunciamientos oficiales de los poderes piiblicos realizados en un contexto histérico muy determinado tienen unos antecedentes interesantes que hay que situar en el marco del poder absolutista, Las monarquias absolutas europeas mantuvieron una concepeién patrimonialista del poder hasta fines del xvit, que en el terreno de Ia proteccién de los bienes culturales se pudo traducir en algunas medidas significativas como las siguientes. Quiz4s la primera toma de posicién destacada cabe adjudicarla a Carlos I de Espafia, quien a principios del siglo xv1, para proteger el subsuelo y los monumen- tos precolombinos de la Indias, dicté medidas severas, las cuales debian asegurarle al menos mantener bajo el control real los teso- ros que podian contener y poder reclamar en su. momento el «Quinto Real». En 1666, el rey de Suecia dectaré propiedad de la Corona todas las antigiiedades que se descubriesen en el reino. Y algo parecido quiso hacer en el reino de Napoles Carlos de Borbén, cuando en 1738 declaré Propiedad Real el subsuelo de Herculano y de cualquier otro yacimiento arqueoligico que se descubriese. A Io largo del siglo x1x se avanza en Europa y América de forma lenta y gradual hacia una mayor proteccién de los bienes culturales. Los obstaculos mas serios provienen del extremo cui- dado que se pone para no atentar contra el sacrosanto derecho a la propiedad privada, aun cuando los problemas proceden a menudo de la incapacidad del Estado en hacer cumplir la ley y de las insufi- ciencias en medios y personal de los organismos responsables, caso de Espafia, por ejemplo. En Gran Bretafta, la primera ley im- portante de proteccién de los monumentos antiguos no se aprueba hasta 1882, tras diez. afios de duras discusiones (Cleere, 1989, 1). En Alemania se crea en 1904 el Heimatschutz, el primer instru- ‘mento piblico estatal destinado a proteger tanto las éreas de inte- rés natural como los monumentos historicos. En Francia, una ley de proteccién del patrimonio histérico comparable a la briténica no es efectiva hasta 1913, En Espafia aparecen dos leyes comple- r PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 55 mentarias comparables a las europeas de la época: la Ley de Bxca~ mactones Arqueolégicas de 9 de julio de 1911, que regula las activi- Wades arqueolégicas y la conservacién de los restos materiales, y la {ey de Monumentos Hist6ricos y Artisticos de 5 de marzo de 1915, fue preve su catalogacién. El concepto moderno de patrimonio se fede ver, por lo tanto, a la luz de ese proceso de institucionaliza: Mion historicamente determinado donde el sujeto es la nacién y el fnstrumento el Estado, ya que del mismo salen las formulaciones juurfdicas y legales que lo regularan definitivamente. ‘Con Ia crisis del Estado liberal, manifiesta a partir de la pri- mera guerra mundial, se impone en Europa el Estado social. El Estado social, en oposicién a lo que habfa sido el Estado liberal del siglo anterior, pretende regular de forma activa el orden social con tl fin de favorecer a la mayorfa de la poblacién. Asi, se dispone a reconocer derechos sociales y a prestar servicios a la colectividad. ‘Como tal Estado intervencionista, no puede menos que adoptar un papel activo a la hora de regular el marco jurfdico en el que se sittia £} patrimonio cultural. En este contexto se generaliza la opinién de {que las manifestaciones del patrimonio histérico son patrimonio Ge todos. El camino que lleva a este pronunciamiento pasa primero por reconocer que existe una herencia tangible del hombre, por Klentificarla y aislarla y por otorgar finalmente a esta herencia la categoria de bien superior de cardcter inemporal. Entonces el Es- tado interviene invistiendo a la comunidad de unos derechos que nacen del mismo hecho de reconocerse una titularidad social sobre ¢l patrimonio, Consecuentemente, durante la primera mitad del glo xx en algunos paises de Europa se procede a la constitucionali- Zacién de estos derechos y por ende de la proteccién del legado pa- trimonial. El modelo seré la constituci6n alemana de 1919 o la aus- triaca de 1920. En el caso de Espaiia es la Constitucién de la Repiiblica de 1931 la que recoge este anhelo. Asi dice en su articu- lo 45: ‘Toda la rqueza artista histrica de pals, sea quien fvese su ven sonsttye Tesoro Cultural de Ia Navin y estar bajo a sala hts del Estado, ee pod prob su exportaciony enajenacion cas las exproplaciones legales gue estimase opotunas para ‘dfensa El Eseado organiara un rpistro de la riqueza arstica © isto, asegurara su celosa custodin yatenderd a su perfects con- an tcian. Bl Estado proteger tambien Tos hugares notables por st {eile natural 9 por su reconocido valor artstico e histrico 56 _EL-PATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR ¥ USO Una declaracién en favor del patrimonio histérico tan explt- cita y contundente y de tan alto rango en derecho habria de provo- car en el mundo reconocimiento y admiracién y erigirse como refe- rencia ineludible en la evolucién legislativa posterior en Espafta, ‘Tras la variopinta acumulacién normativa del régimen del ge- neral Franco, los hitos recientes sobre la proteccion del patrimonio histérico en Espafia pasan por la norma constitucional vigente de 1978, que en su articulo 46 proclama: Los poderes ppablicos garantizarén la conservacién y promove- rn el enriquecimiento det patrimonio hist6rico, cultural y artistico de los pueblos de Espata y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurfdico y su titularidad. La ley penal sancionara los atentados contra este patrimonio. Una vez se ha definido et marco general de salvaguardia, la norma reguladora actualmente vigente que desarrolla el precepto constitucional incluye argumentaciones interesantes para justificar Ja intervencion del Estado en la materia. Asi, la exposicién de moti- vos de la Ley del Patrimonio Historico Espaiiol de 1985 dice que el valor de Jos bienes integrantes del patrimonio histérico «lo propor- ciona la estima que, como elemento de identidad cultural, merece a la sensibilidad de los ciudadanos», ya que «los bienes que lo inte- gran se han convertido en patrimoniales debido exclusivamente a Ia accion social que cumplen, directamente derivada del aprecio con que los mismos ciudadanos los han ido revalorizando» Este reconocimiento de la existencia de un legado hist6rico y Ja consiguiente atribucién de un alto valor al mismo que se pro- duce en todas las normas legales nacionales de rango es asumida cn la segunda mitad del siglo xx por la legislacion de mbito inter- nacional. Para la UNESCO y para toda Ia legislacin internacional que del alto organismo depende existen unos bienes que tienen un caracter especial porque estan investidos de un valor universal in- temporal; dicho en otras palabras, que existe un patrimonio comiin de la humanidad, La UNESCO, por medio de diversas Recomenda- ciones y Convenciones se ha pronunciado en distintas ocasiones en favor de la salvaguardia del patrimonio cultural de Ja hurmanidad y ha instado a los Estados a implementar medidas proteccionistas.! 1. Las Convenciones y Recomendaclons edoptadas para la salvguardie del patie io etal dela hupanid 50 Is sigulentes, por orden crook: 1) Convene para la ee. PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 57 ‘Tanto las leyes de Ambito nacional como las que tienen una proyeccién internacional pretenden despejar, y al mismo tiempo Fegular, el trénsito hacia el futuro del legado patrimonial del pa- sado. Uno de los obsticulos mas fuertes y persistentes en este tra- yecto To constituyen los derechos individuales de las personas y el Yerecho a la propiedad privada, en concreto. En este y en algin otro apartado vamos por un momento a considerar en paralelo, aunque de forma indirecta, los regimenes juridicos del patrimonio hist6rico, espanol ¢ italiano. El parentesco de las formulaciones le- gales sobre cl patrimonio entre Espafia e Italia es l6gico, ¢ ilustra ‘acerca de una similitud de planteamientos comtin entre todos los paises del sur de Europa, incluida Francia, Aqui existe una tradi- cién de Estado protector, intervencionista y benefactor que con- trasta con la tradicién anglosajona de Estado liberal comprome- tido con la defensa del principio de la autonomia del individuo frente al Estado, y por tanto, reacio a definiciones legales dema- siado explicitas. Segiin comentan expertos juristas (Alonso Tbéftez, 1992; Gar- cfa Escudero y Pendas Garcia, 1986; Garcia Fernéndez, 1987), el fondo doctrinal que nutre la ley espaitola del patrimonio historico proviene de las formulaciones juridicas italianas de los afios se- tenta, Es interesante ver como en Italia los juristas definieron el bien cultural como «aquel bien que constituye testimonio material con valor de civilizacién» (Garefa Fernandez, 1987, 48). Esta idea, proteccfn dels iene cltraes en caso de conflitoarmado,y Protocolo, Confrenci de La Haya 1954, 9) Recomendactn que define los princpiosinteracionales de apicacin en ma tere de yacimientosarqaologcon, Confrenca de Nueva Delhi de 19863) Reeomenda:in tye los medion mas efcaces para hacer accesbls los maseos a todo el rundo, Conferencia de Perfsde 19804) Recomendacin sobre ls salvaguardia dea eller ycrscter des pales) ‘eos hngates, Conferencia de Parts de 1962; 5) Recomerdacion sobre las medidas que se han {Ec tmar pars probibire inipedir a exportacion,importacion 9 transferecia de propiedad i adele tren, Confrence Fr de 3 6 Recomenaton tobe a rseaon Se hicncs cuales en pelige por trabajos publicos o prvedoe, Conferencia de Parts de 19 5) omen sane lesen que te han de tomar pata prohibir «imped a importacin, Chportacian y tneerencin de propiedad ita de Benes cultrales, Confeencla de Ports de 1576, 8) Conenclon sore a protec dl pation elturaly natural del mend, Conferen ‘ade Pate de 1972:9) Recomendacldn sab a proesion a nivel nacional del patsmonio cl {oral natural, Confeeneia de Pare de 1972; 10) Recomendaci sobre el tereambic inter. ‘onal de bienes cultures, Conforeela de rab! de 1976; LD Recomendaclén sobre as quia de conpunteshistreos o tadicionales, Conferenea de Nowobl de 1976.12) Ewomendacien sobre la protccin de bcnescultrales musts, Cooferencia de Parts de 1928, 15) Recomendecion paral salvagusrdia y Ie eonsarvacion de las Ingenes en mosimlentn, Conference Relgrado 81980 58 EL PATRIMONIO HISTORICO Y AROUFOLOGICO: VALOR Y USO. que podriamos considerar chist6ricamente correcta», fue feliz~ mente recogida en Espafia porque, como es una nocién muy abierta y general, permite que sean los expertos en patrimonio his- torico y cultural los que, de acuerdo con las ideas y criterios di plinares vigentes en cada momento, acuerden qué hay que poner en el cesto y qué no. Fs decir, ya no cabe para proteger limitarse a cenumerar y singularizar elementos del patrimonio, como se habia hecho en el pasado; ahora lo que vale es el concepto comprensivo mas global. Por lo que respecta a los problemas de titularidad de bienes, en ambos casos, espafiol ¢ italiano, existe una limitacién cuando los bienes pertenecen al patrimonio hist6rico, artistico y cultural, En estos casos la ley declara que hay bienes muebles que, abstraccién hecha de quien sea el propietario o titular y siempre respetando los derechos que le correspondan, estén comprendidos en una categoria superior de patrimonio colectivo. ¢¥ por lo que respecta a una posible colisién de derechos? Para justificar la ac- ci6n piiblica sobre estos bienes singulares de superior categoria los juristas aducen la f6rmula de la propiedad dividida. De acuerdo con este recurso, la division de la propiedad se debe a la doble na- turaleza del objeto: la cosa material como soporte fisico y el bien como utilidad, Dicho de otra forma, existe desde un punto de vista Juridico un ebien de fruicién» independiente de un «bien de perte- nencia». Por medio de este bien de fruicién se reconoce la dimen- sién social del valor de las cosas; por medio del bien de pertenen- cia, la propiedad de la cosa, sea piiblica o privada. El bien de frui- ci6n es consecuentemente un bien de disfrute colectivo, la tutela del cual corresponde al Estado. La legislacién espaiiola recoge esta nocién de fruicién y la hace constitucionalmente exigible con res- pecto al patrimonio historico. Finalmente, una mencién al pro- blema de la seguridad jurfdica. Mientras que la ley general espa- fiola exige que los bienes inmuebles sean objeto de declaracién ex- presa de pertenencia al patrimonio, por lo que respecta a los bienes muebles que no pertenezcan a museos 0 a instituciones publicas, se hace preceptivo que se incluyan en un inventario en el momento © circunstancia que convenga y si es preciso por procedimiento de urgencia, La inventariacién es la dltima garantia en manos de la colectividad porque, como dice el jurista Quintero Olivares, «no se educe a una incorporacién a una lista sino que es un acto valora- tivo formal, previo y esencial» (Quintero Olivares, 1994). Es significativo que Alonso Ibafiez. destaque como fundamen: tal el hecho de que la Ley del Patrimonio Hist6rico «resalte como _ PASADO, HISTORIA, PATRIMONIO 59 elemento definitorio basico de los bienes integrantes del patrimo- nio hist6rico, la inmaterialidad de sus virtualidades y, por tanto, su. aptitud intrinseca para satisfacer necesidades culturales» (Alonso Ibajiez, 1992, 20). Hemos visto cémo el Estado por medio de la Ley define y sustancia al final la dificil nocién de bien cultural y le otorga una funcién primordial en el contexto de las relaciones hu- manas de una colectividad. Descartado un valor inmanente del le- gado hist6rico que no cabe en los pronunciamientos de caracter ju- ridico y social que emite la sociedad por medio de sus instituciones piiblicas, se subraya su valor instrumental «para satisfacer necesi- dades culturales». Asf el bien cultural aparece como un medio para ‘un fin, no como un fin en si mismo. Veamos ahora cémo este me- dio se transforma en un recurso para cada uno de nosotros y emo acostumbramos a utilizarlo. Veamos también qué tensiones se pro- ducen entre una aproximacién al patrimonio mas inmanentista y Capfruto 3 EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO De todas las mudanzas originadas por el tiempo, ninguna hay que afecte tanto a las estatuas como el cambio de gusto de ss ad ‘miradores, M.Yourcenan, 194, 1982 Sélo haciéndolos piiblicos (los museos) y abriéndolos a la contemplacién pablica de sus colecciones pueden convertirse en materia de estudio; y cualquier resultado obtenide a partir de aqut una ganancia a aftadir para el bien comin de la hummanidad, A Hr 1798 Los monumentos de arquitectura de las naciones antiguas ‘que permanecen a pesar de las injurias del tiempo sirven de grande recurso para conocer el cardcter de los que los fabricaron, siempre ‘que hay falta de autores cootineos, como también pars suplira la ‘omisién o mala fe de los historiadores.. JA. Auzae, 1790 Acerca del valor de los bienes culturales La idea de patrimonio —los bienes que poseemos— y la misma idea de bien cultural nos sugieren que estamos ante algo de valor. Valor en el sentido de valfa, es decir, de percepcién de cuali- dades estimables en una cosa, no de valor en un sentido teorético 0 meramente especulativo. En este capitulo se hablaré de valor en el sentido de aprecio hacia determinados objetos por el mérito que atesoran, por la utilidad que manifiestan, o por su aptitud para sa- tisfacer necesidades o proporcionar bienestar, Por todo eso el valor 62. _ELPATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO del cual se hablar no es siempre inherente a las cosas, a los obje- tos en este caso, como lo es, por ejemplo, el peso o la forma; antes bien, se trata de una cualidad aftadida por las personas, que puede crecer 0 disminuir, y que los hace estimables. Se trata, pues, de un concepto relativo sometido a los vaivenes de la percepcién y del comportamiento humanos y, por lo tanto, dependiente de un marco de referencias intelectuales, hist6ricas, culturales y psicolé- ‘gicas que varia con las personas y los grupos que atribuyen valor. Examinemos mediante un ejemplo el proceso habitual de atri- bucién de valor en relacién a los bienes del patrimonio histérico, Como punto de partida debemos sefialar que cualquier objeto del pasado puede ser elucidado. Supongamos aqui un objeto fijo que ha permanecido sobre el terreno unos cuantos siglos: un castillo medieval. En sus tiempos el castillo era vivienda y refugio, Abando- nado un dia entré en decadencia y pasé con el tiempo a conver- tirse, medio en ruinas, en refugio de pastores y vagabundos. Aque- Ilas estructuras se habfan convertido en una referencia itil en me- dio de la desolacién para los pocos seres humanos que por alli pasaban, Luego pas6 a ser fuente de inspiracién de historias y le- yendas de la gente del pais; alguien lo incluyé en un poema romén- tico y al cabo de un tiempo todas aquellas leyendas y poesias ya formaban parte del folelore local. Con los siglos, los muros desnu- dos del viejo castillo, que seguian desafiando los elementos, se afe- rraron al imaginario colectivo. Mas de un pintor de los de antes de la guerra ya los habia inmortalizado. Hasta que un dia, tras ser de- clarado monumento a instancias de una reconocida asociacién de filéntropos, fue restaurado con dinero de la Diputacién y las puer- tas del castillo fueron reabiertas para la curiosidad y disfrute de los visitantes. Ahora todo el mundo lo considera un elemento funda- ‘mental del patrimonio del pats y es objeto de atraccién de masas de turistas que llegan motorizadas con el tiempo justo para hacerse frente al mismo la esperada fotografia El valor instrumental, 0 dicho de otra manera, el valor como recurso —turistico, didactico, cientifico— del objeto castillo me- dieval no es el mismo en el contexto actual, obviamente, al valor como cosa titil que era el castillo cuando era visitado por pastores, ni cuando era una plaza fuerte en tiempos de sus constructores. Pero tampoco es igual al valor como recurso cultural de hace unas décadas, cuando apenas habia turismo. El valor como recurso de un objeto patrimonial difiere también poco o mucho del valor como recurso de un objeto del pasado, apreciado como tal, pero a [HL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 63 ae no ha sido declarado bien cultural, ni ha sido incluido en nin- dain catélogo, y difiere radicalmente del valor como utilidad del stjsmo objeto en su contexto original y subsiguientes. Son, todos, Patadios que es preciso distinguir. De modo parecido, otro ejemplo, So es lo mismo aquella mansién antigua situada cerca del centro de la ciudad no incluida en el registro de los monumentos histori- Gos, gue es comprada por una compaiiia privada para instalar en lla su sede central, que aquella otra que sf esté en el registro y que floja un museo. En los dos casos pesa un valor de uso, aunque también un valor simbdlico ¢ incluso probablemente un valor esté- tico; sin embargo, la diferencia reside en las limitaciones a la libre disposicion de la’ propiedad y en otros preceptos que impone la normativa conservacionista al segundo caso. Insistamos por tn momento en a idea de patrimonio como un. medio, y no como un fin en sf mismo. Considerarlo un fin, circuns- tancia que de hecho se da, pensemos en determinadas formas de coleccionismo, no deja de ser una perversion. En todo caso el fin Serfa la mejora de la especie y el patrimonio un veh‘culo. Vehiculo, medio, recurso, en este capitulo nos interesaremos por el valor como recurso de un objeto de la historia, y nos preguntaremos: gpara qué puede valer?, y epor qué vale? Como el antropélogo nor- {eamericano W. D. Lipe ya se ha planteado preguntas semejantes, yeremos, antes de seguir, qué nos ha propuesto, porque habra de servirnos de referencia. Lipe (Lipe, 1984) sostiene que los restos del pasado configuran un depésito de recursos potenciales a nuestro fleance para ser utilizados en el presente y en el futuro para el de- sarrollo cultural de nuestra sociedad. Como las circunstancias so- ciales cambian con el tiempo, asf como la manera de entender el mundo de la gente, no se puede establecer a priori una analogia en- tte recursos potenciales y recursos efectivos. De manera parecida, el valor efectivo como recurso para los distintos grupos sociales de determinados objetos del pasado sélo puede establecerse en fun- cién de contextos particulares. Para Lipe estos contextos se cont guran en tomo a circunstancias histéricamente determinadas, ‘como las siguientes: las relaciones econémicas, los criterios de gusto dominantes, las creencias ¢ ideas mayoritarias, las formas y estructuras de la investigacién en ciencias sociales y humanas, etc. Y para completar esta argumentacién comenta: Estos contextos pueden interactuar entre ellos, por ejemplo ta investigacién arqueolégien puede establecer que una conocida es 64 BL PATRIMONIO HISTORICO ¥ AROUEOLOGICO: VALOR Y USO tnuctura norteamericana, que cl pensamiento tradicional conside- raba que se debia a una primitiva colonizacién escandinava del Nuevo Mundo, fue de hecho edificada mucho mas tarde por los colo- nos ingleses. O un cambio en las ereencias populares sobre la impor tancia hist6rica de la era victoriana puede conducir a una més favo. rable evaluacién estética de la arquitectura victoriana... Evidente mente, factores culturales originados fuera de estos contextos cespecificos y que poco tienen que ver con los recursos culturales, también pueden afectar al sistema. Una depresién econémica de ém: bito general, por ejemplo, puede disminuir la capacidad de la socie dad de seguir rehabilitando estructuras histéricas, al margen de cualquier consideracién sobre la bondad de los procedimientos em pleados o del nivel de aprecio popular de que disfrutaban (Lipe, 1984, 2) Evidentemente el potencial de los bienes patrimoniales como recurso cultural debe ser considerado a la luz de contextos especifi cos, porque la atribucién de valor —cémo son apreciados, hasta qué punto— s6lo puede producirse en funcién de situaciones reales his- t6rica y socialmente determinadas. En definitiva, Lipe llega a la pro- puesta que resumo a continuacién. Hay un contexto de atribucién de valor determinado por los factores econémicos y el mercado, donde el bien es visto como un recurso utilizable, mas 0 menos espe ial, no obstante, al alcance de la sociedad y que presenta unas «uti dades» que responden a menudo a necesidades comunes. En estos casos los costes de salvacién y mantenimiento de monumentos y ya- cimientos arqueolégicos se contrastan con los beneficios esperados de la intervenci6n. De este contexto emana un valor econémico. Hay tun contexto de atribucién de valor determinado por los criterios de gusto dominantes, por las tradiciones estéticas y aun por factores re- lacionados con la psicologia de los individuos. De este contexto mana un valor estético. Hay también un contexto de atribucién de valor determinado por el tipo de conocimiento tradicional y funda. ‘mentalmente por el imaginario colectivo, asociado a tradiciones ora- les y escritas y a determinadas elaboraciones mitolégicas. Y también por el hecho de reconocer en los objetos del pasado el carscter de le- gitimos documentos de la historia que expresan cosas sobre las per- sonas que los crearon y utilizaron. De este contexto nace un valor asociativo, Finalmente hay un contexto de atribucién de valor deter. minado por el tipo de investigacién formal sobre la cultura material que practican la historia, la antropologfa, la arqueologia o la historia del arte. De este contexto emana un valor informativo. - EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 65 Este interesante esquema de Lipe es un intento de sistematizar Jas razones por las cuales los seres humanos de nuestro tiempo se- guimos apreciando, conservando y utilizando los objetos del pa- sado. Pero es un intento que hay que interpretar a la luz de una si- tuacion determinada, la de la sociedad norteamericana, moderna y cambiante y muy condicionada por coyunturas politicas y econd- micas variables, que obliga a los gestores del patrimonio hist6rico, a los politicos y a la opinién publica a pronunciarse a menudo pe- rentoriamente sobre qué sacrificar y qué salvar del legado hist6- rico. Con este esquema Lipe apuesta por proporcionarles un ins- trumento de reflexién para orientar la toma de decisiones. A continuacién se propondra una categorizacion de los valores {que cabe atribuir al patrimonio hist6rico en funcién también de los, contextos, aunque procurando que la misma tenga un carécter uni- versal y la mds amplia validez general posible. Por ello vamos a cevolucionar del esquema tedrico ideal a la plasmacion de las situa- ciones reales. Como no disponemos de un paradigma ideal que re~ suelva de entrada el problema de las categorias de los valores, he- mos optado por aceptar la solucién convencional que nos ofrece la epistemologia y distinguir entre un valor de uso, un valor formal y un valor simbélico. Como veremos, esta triada da mucho juego por su simplicidad y caracter formalista, de manera que admite incluir y categorizar todas las posibilidades razonables de atribucién de valor que los individuos pueden llegar a otorgar a nuestros objetos, Asi, podriamos pensar en diversos subvalores en funci6n de las cir~ cunstancias concretas, que répidamente adjudicariamos a algunos de los tres tipos de valores propuestos. Las situaciones reales de atribucién de valor podrén, pues, contemplarse enmarcadas en las tres categorias de referencia, pero para que todo ello funcione haré falta prever un contexto econémico que las englobe, ya que se trata, de la circunstancia que mejor da cuenta del marco concreto en que la vida real tiene lugar, donde los usos diferentes del patrimonio, incluidos los puramente contemplativos, son valorados en dinero. Este contexto econémico lo estudiaremos separadamente. Por lo tanto, contemplaremos: 2) Un valor de uso. Nos referiremos a valor de uso en el sen- tido de pura utilidad, es decir, evaluaremos el patrimonio pensando que sirve para hacer con é! alguna cosa, que satisface una neces: dad material o de conocimiento o un deseo. Es la dimensién utii- taria del objeto historico. 66 EL PATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUFOLOGICO: VALOR Y USO 4) Unvalor formal. Este valor responde al hecho indiscutible que determinados objetos son apreciados por la atraccién que des- piertan a los sentidos, por el placer que proporcionan por razén de la forma y por otras cualidades sensibles, y por el mérito que pre- sentan, ‘c) Un valor simbélico-significativo. Por valor simbélico en- tenderemos la consideracién en que se tienen los objetos del pa- sado en tanto que son vehiculos de alguna forma de relacién entre la persona o personas que los produjeron o los utilizaron y sus tuales receptores. En este sentido los objetos acttian como presen- cias sustitutivas y hacen de nexo entre personas separadas por el tiempo, por lo que son testimonio de ideas, hechos y situaciones del pasado. Hay que precisar que, ya que todo objeto histérico es un vehfculo portador de mensajes y que las relaciones que se esta- blecen entre el recurso y las personas son muy complejas, es acon- sejable tomar en consideracién las técnicas de anélisis que la se- miologfa aplica a la teorfa de la comunicacién y utilizarlas en la de- limitacién de este grupo de valores que hemos calificado de simboli preferible hablar de valor significativo, ya que el primero quedara contenido en el segundo, EL VALOR DE USO DEL. PATRIMONIO HISTORIC La especie humana necesita para subsistir y progresar produ- cir objetos materiales. Los objetos producidos por el hombre, en rnuimero potencialmente infinito, responden practicamente siempre alguna finalidad y de hecho sirven para usos muy diversos, aparte de poseer cualidades que pueden ser también extremadamente dis- tintas. Es el mundo del artificio que emplaza al ser humano en un sitio determinado del mundo y forma parte consustancial de aque- lo que hemos calificado de entorno cultural. El Homo faber, crea- dor del artificio humano y fabricador del mundo ha realizado su trabajo mas conspicuo a costa de la naturaleza y contra la natura- leza. Por eso la corteza protectora que ha edificado alrededor suyo es de una materia consistente, porque asf se asegura que le va a ser- vir de proteccién. La materialidad de los objetos es la propiedad mas apreciada por el individuo fabricador, ya que permite que los objetos puedan ser utilizados conforme a la finalidad prevista. Por tanto, el hecho de ser materiales proporciona a los objetos Ia pri- FL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 67 mera y més inmediata fuente de valor. Recordemos que el primer objeto significative que ha perdurado de la especie humana es la herramienta fabricada de la piedra. El hecho de que los objetos puedan acumularse es una razén de mas para adjudicarles valor. Los seres humanos han acumulado herramientas, armas, semillas, cetc., fundamentando asi la idea de riqueza. Es notorio que en la idea de acumulacién se puede descubrir un valor de uso a la espera de ser activado y cémo en las reservas se fundamenta el potencial del futuro. Todo eso ha tenido importantes consecuencias sociales, ‘econdmicas y politicas. Inmediatamente hay que descubrir el ele- ‘mento tecnologfa, el cual aumenta enormemente las posibilidades de uso —las prestaciones— afiadiendo valor al valor de uso 01 nal. Avanzando por estos procesos, los cuales tienen su plasmacién hist6rica, encontrariamos un contexto dominado tanto por el uso como por el cambio o intercambio de objetos, lugar en el que situa- rfamos la economia y una abstraccién que llamamos mercado; jus- tamente el lugar donde los objetos reciben mas @ menos valor de cambio en funcién de su utilidad. Los economistas clasicos, Smith, Ricardo, Marx, preocupados por la nocién de valor, descubrieron {que los bienes obtenidos mediante el proceso de produccién tenfan le hecho un doble valor: un valor de uso y un valor de cambio. El valor de uso o utilidad se refiere a la cualidad del producto ‘en tanto que sirve para hacer alguna cosa o da satisfaccién a nece- sidades, humanas. Asi, una barra de pan nos quita el hambre, un destornillador vale para extraer tornillos, una bicicleta nos trans- porta de un sitio a otro y una casa satisface una necesidad de habi- tacién, De forma parecida, un palacio Renacentista sirve de sede social de una gran empresa, o una auténtica casa pompeyana res- taurada puede ser utilizada de almacén de los empleados de la so- printendenza encargados del mantenimiento del sitio arqueolégico de Pompeya. Se ha dicho y probado que la mejor forma de conser- var un edificio histérico es habiténdolo. Hay gente que vive en his- t6ricas mansiones rodeada de antigtiedades y las utiliza para vivir. Hasta cierto punto todos utilizamos objetos que pertenecen al pa- sado en nuestra vida cotidiana. Como en este apartado estamos hablando fundamentalmente de necesidades humanas, sin salir de esta nocién podemos conside- rar como tales el impulso que mueve al coleccionista a entrar en tuna subasta a comprar la pieza perseguida, y de forma parecida se podria asimilar la necesidad de contemplar los cuadros del Prado, de paso por Madrid, a la necesidad de tomar una jarra de cerveza 68 —_ELPATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR ¥ USO cuando se tiene sed. Sabemos que hay necesidades que se fabrican y al mismo tiempo que la frontera que separa lo que es necesidad y lo que no lo es no se puede establecer taxativamente, Hay cosas que se entienden hoy como una necesidad que ayer pasaban por un lujo. Hay, pues, necesidades nuevas y en concreto hay tendencias del comportamiento humano nuevas que recuperan cosas y objetos antiguos y les otorgan un valor nuevo. Hoy dia se habla de una ‘moda del consumo de patrimonio hist6rico que de hecho tiene im- Portantes repercusiones sobre la conservacién del legado del pa- sado y particularmente consecuencias econémicas de amplio al- cance social. Pero hay, y ésta es una hipotesis de trabajo que puede ser aceptada por los economistas, una utilidad de los objetos pat moniales menos tangible y directa, que podriamos calificar de ut lidad inmaterial: la que proporciona el conocimiento. Un objeto del patrimonio puede ser estimado en tanto que sirve para incremen- tar el conocimiento humano. Ast, el valor de uso inmaterial de un objeto del patrimonio se fundamenta en la investigacién que re- cibe, base del resultado en términos de informacién que propor. ciona y que contribuye a incrementar el depésito del conocimiento humano, Por la particular relevancia para la ciencia de este valor de uso vamos a dedicarle algunas reflexiones, Las utilidades del conocimiento y su importancia en la investigacin sobre el patrimonio histérico Se ha explicado que el valor de uso o utilidad es un aspecto destacado de la valia de la mayor parte de los bienes culturales, El hecho de que detras de un objeto patrimonial se esconda un valor de uso inmaterial, por lo tanto menos aparente, que puede utili. zarse para incrementar el conocimiento general es un hecho que no siempre se valora como deberia, ni en términos personales ni.en términos sociales. Precisamente por este valor menos aparente los objetos del pasado no acostumbran a gozar de un valor de cambio alto, por lo que no son objeto habitual de mercadeo; nadie compra un edificio histérico para poderlo estudiar. La idea central de la ar. gumentacién que sigue es que el valor de uso inmaterial de un bien cultural viene dado por la investigacién y el esfuerzo humanos que incorpora desde el origen, que ponemos de manifiesto a base de nueva investigacion hasta dar con todas las claves del conoci. miento que atesora. Un bien cultural es un objeto que ha acum. lado teorfa, practica, experiencia e investigacion, en definitiva, es ¢l aa EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 69) resultado del conocimiento humano acumulado. Este conok miento se transmite en forma de informacién que puede ser cap- tada por el observador total o parcialmente. Para el cientifico que trata de recuperar, en el sentido de extraer hacia afuera, la infor macién que lleva dentro, esta claro que el bien hace de vehiculo transmisor de conocimientos. Como a menudo la informacién que incorpora el objeto hist6rico tiene un origen muy lejano en el tiempo, el objeto adquiere atin una connotacién de valor superior. La informaci6n es por definicién un activo potencialmente itil en cualquier momento, Esta utilidad tiene una dimensién econd- mica aparte de una dimension intelectual 0 cientifica e incluso po- Iitica. Si nos centramos por un momento en la dimensién econd- mica, podemos sacar algunas conclusiones sobre la utilidad del pa- trimonio histérico, Consideramos, pues, que los objetos que pasan de una generacién a otra como legado material no han de pasar en, balde, incluso por razones econémicas. Su presencia debe tener consecuencias porque dejan un rastro de conocimiento aprovecha- ble. Como objetos sociales del pasado incorporan conocimientos y experiencias que un df, via utilizacién creativa de la informacién generada, estaran en disposicién de afiadirse al valor de los objetos nuevos que se habran de poner a disposicién de la sociedad. De este proceso acumulativo no s6lo saldré una ganancia intelectual y tecnolégica sino también al final una renta, un beneficio econd- mico, como pasa con la mayorfa de los procesos de inversién de va- lor (valor de esfuerzo, valor de conocimiento, valor de experiencia, valor de préctica) en cualquier rama de la investigacién cientifica y técnica. Un ejemplo practico e historico de este enfoque es conside- rar que hay una relaci6n l6gica entre los logros materiales e inte- lectuales de la sociedad del Renacimiento italiano, con sus artistas, humanistas y mecenas y el valor que hoy tiene mundialmente el di sefio italiano; de manera que incluso podriamos especular sobre una valoracién de la renta generada histéricamente por un act como ese en manos de los italianos. John Kenneth Galbraith abunda en esta idea en un trabajo publicado recientemente (Gal- braith, 1994, 186-187). Al comentar los logros del emilagro» econd- mico italiano de la tiltimas décadas escribe: Finalmente, y éste es el punto mas importante, est la tradicion artistica italiana. Inspirandose en esa herencia, los productos de consumo italianos poseen una notable ventaja en cuanto a su disefo. Y ello ilustra una dindmica universal a la que no se ha prestado la su- 70 ELPATRIMONIO HISTORICO Y AROUEOLOGICO: VALOR ¥ USO ficiente atencién: tna vez se ha logrado que los objetos de consumo tengan una duracién razonable y funcionen bien, hay que hacer que tengan un buen aspecto, deben entrar por los ojos y seguir las mo- das. Tras el ingeniero aparece el artista, Este es el auténtico origen de los logros italianos. Mas que ninguna otra etnia, los italianos se hhan dado cuenta de que el arte no es simplemente algo de lo que puede gozarse, sino que, industrialmente hablando, puede ser enor- ‘memente funcional, La reflexién de Galbraith se puede aplicar no sélo a los objetos 10s de prestigio sino también a muchos objetos del pasado que atraen porque estan bien logrados y a otros mas que esconden claves tecnol6gicas y soluciones o ideas que han pasado de largo. La misma razonable inferencia sirve para apoyar la tesis de que los objetos del pasado son una fuente de conocimiento prictico con potenciales efectos multiplicadores a medio y largo plazo Conviene antes de acabar con este apartado hacer una corta digresién acerca del valor de la investigacién en el campo de las humanidades y en concreto del patrimonio histérico, antes de vol- ver al valor de nuestros objetos, porque aquella ilumina a éstos, Hay dos prejuicios enraizados que contribuyen a mantener en un status de bajo perfil econémico y social a la investigacién: no es tuna actividad directamente «til a la sociedad y no produce ganan- cias materiales a quienes la practican, En relacién a esos prejuicios quizas sea pertinente recordar que la misma rafz.etimologica de la palabra investigar nos da una respuesta sobre su valor objetivo: in- vestigar significa afiadir valor. A lo largo de Ia historia el ser hu- mano ha luchado para liberarse de las contingencias propias de sti naturaleza e imponerse sobre el entorno para transformarlo a la medida de sus necesidades. El primer objeto producido por el ser humano fue el instrumento de piedra, después aparecié la ceré- mica y de la misma manera que en un momento dado el hombre cred la azada o el hacha como extensiones del brazo, el progresivo acortamiento de los mérgenes de lo desconocido «lo empujé a crear la ciencia (el libro), extensién natural de su imaginacién y su memoria» (Marcos y Martinez-A., 1994, 10). El conocimiento, el li- bro, como de una manera tan grifica se acaba de expresar, es un salto adelante cualitativo muy importante de un mismo proceso evolutivo de caracter emancipador. Por lo tanto, el esfuerzo que nos ocupa, la investigacién, es un avanzar desde el desconoci- miento en pos del conocimiento. Por eso esa bitsqueda siempre rT EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORIC COMO RECURSO 71 tiene un cardcter de proceso inacabado, en construccién y nunca parece definitiva, Del logro del conocimiento de un problema, in- version de valor, sale el estimulo para proceder hacia la resolucién, del siguiente problema y asi sucesivamente. El resultado inmediato de cualquier indagacién sélo vale para proseguir un poco més. El final siempre es imprevisible. A. Pérez-Ramos, comentando un texto de Francis Bacon dice al respecto: El inmediato apego a la ganancia practica, oa la béisqueda de la tutilidad obvia frente a toda otra disposicién cognoscitiva paraliza al malaconsejado indagador. La utilidad —imprevisible tantas veces vendria dada como por afladidura y su persecucién unidimensional se vuelve siempre contra quien desprecie lo especulativo, lo teorético 6 lo supuestamente init... La inteligencia inquisidora no partié a la biisqueda de iilidades ni se detuvo a recogerlas (Pérez Ramos, 1990, 15) Si bien la inteligencia no corre a la biisqueda de utilidades in- mediatas, sf que conffa en que un dia lleguen. La acumulacién que comporta el proceso inquisitivo es en sf misma positiva y funda. menta la posibilidad futura de dar saltos cualitativos. Una obra maestra de Ia cultura, el libro, pongamos por caso para seguir con. el mismo ejemplo didactico, es el resultado de un proceso de acu- mulacién de esfuerzos y de conocimientos, el reconocimiento de los cuales le concede una dimensién social mayor que hace que acumule socialmente atin mas conocimiento hasta provocar nue- vvos saltos hacia adelante. Una cosa parecida pasa con otros objetos fruto del esfuerzo humano. Si comprendemos que la investigacién esté en la base del libro potencial, también comprenderemos que Io esta en la del arco ojival. Y no se nos escapa tna utilidad econd- mica, ya que la pura acumulacién de valor positivo secuencias econémicas ineludibles, al menos en la teorfa. L gacién acerca de las cosas del pasado por medio de la investigacin sobre el patrimonio hist6rico es objetivamente positiva en tanto que el conocimiento que de la misma se deriva genera potencial- mente valor anadido en el contexto de la vida econémica presente y futura, que puede Hegar a tener la forma de valor de produccion convertible en riqueza para el mafiana, ‘Veamos con un ejemplo cémo se produce mediante Ia investi- gacién la acumulacién de valor en los bienes del patrimonio histé- rico y observemos la dimensi6n econémica que ello adquiere. Decia mos que el valor de uso inmaterial de un bien cultural viene dado 72 EL PATRIMONIO HHISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO. por la investigacién y cl esfuerzo humanos que incorpora desde el origen, que ponemos de manifiesto a base de nueva investigacié hasta dar con todas las claves del conocimiento que atesora, Su. pongamos que el proceso de investigacién nuestro sobre la civiliza- cién ibérica da con conocimientos que comunicamos mediante li- bros, exposiciones y con la apertura de una nueva seccién en un {gran museo nacional. Supongamos también que el destinatario na- tural de nuestro trabajo sea un piblico formado por estudiantes y profesores de distintos niveles, en primer lugar, pero también por tun piiblico diverso de nivel medio y origen urbano. Pero Ia de- manda no acaba aqui: instituciones publicas y privadas, profesio- nales y empresas, por distintas razones tienen un interés objetivo en el tema (presencia institucional y relaciones puiblicas, negocio editorial, nuevos motivos de inspiracién en el campo del diserio, ar- tesania, turismo...). Este activo que hemos puesto a disposicién de la sociedad se transforma en riqueza cuando los conocimientos ad quiridos van incorporandose a otros productos o servicios nuevos, generalmente productos intermedios (nuevos libros, manuales, di. seflos, procedimientos constructivos que redescubrimos, recuer- dos, catdlogos, revistas especializadas, congresos...) que acaban en el mercado. Como hemos dicho anteriormente, no se explicaria la importancia del disefio italiano actual sin tener en cuenta que alli mismo, un dfa, germiné el Renacimiento, Para acabar, comentemos tn caso real. Se trata de un proyecto arqueoldgico que partfa con la idea de sacar el maximo partido po- sible a un recurso patrimonial modesto, para obtener un rendi- miento intelectual, educativo y econémico altos. Es el caso del ya- cimiento ibérico conocido por «les Toixoneres», de Calafell (Tarra. gona), un pequefio reducto fortificado de la costa donde, una vez finalizadas las fases de excavacién y estudio de los restos arqueol6. icos, se ha procedido a la completa reconstruccién hipotética del conjunto, habilitandolo como laboratorio al aire libre de trabajo sobre arqueologia experimental y abriéndolo al pablico.' Aqui el Proceso de produccién de conocimientos ha tenido una salida in- Jos conocimientos adquiridos se han incorporado directa mente al recurso y se hacen ptiblicos automaticamente en el mismo lugar, de modo que las «utilidades» del patrimonio estan cambiando alli ya muchas cosas, Ahora el recurso se lama Ciuta. |” Senin un proveeto de Joan Santacaray Joan Sanmarti de a Universidad de Barce tone, yen ele también han participa Xaver Hernsnder sep Posey Josey Balls ELVALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMORECURSO 73 della Ibérica de Calafell y funciona como escuela de arqueélogos, como oferta didactica para los escolares del pais y como atraccién turfstico-cultural para el pablico en general. Es evidente que, para Calafell, la Citadella, que hace unos afios no existfa y todo el mundo ignoraba que bajo aquel solar que mira al mar pudiese exis- tir nada parecido, es ahora un nuevo recurso econémico que em- pieza a generar renta, de la misma manera que la generan las insta laciones que hacen posible que los visitantes de Ia villa marinera disfruten de sus playas. EL VALOR FORMAL DEL, PATRIMONIO HISTORICO Se ha visto cémo la materialidad de los objetos y el hecho de que puedan acumularse hace de los mismos cosa de valor. Pero uno puede acumular cosas diferentes mas o menos valiosas en fun- cién de criterios diferentes. En los «tesoros» de los antiguos san- tuarios griegos se depositaban objetos que gozaban de una alta es- tima: exvotos trabajados en mérmol, objetos de oro o marfil. Hay tuna razén de peso afiadida que da valor a determinados objetos como los citados: el que atraigan la atencién del ser humano por el hecho de estar fabricados con una materia que apela a los sentidos. Pero el encanto del oro, las piedras preciosas, el marfil o las perlas se debe tanto a las cualidades intrinsecas de estos materiales —du- reza, brillo...— como al hecho de que estos materiales sean escasos, La escasez.y la dificultad de obtencién se suman en este caso para hacerlos especiales objetos de deseo. Y luego esta el artificio que presentan las obras realizadas. El oro es en este capitulo el metal mas ambicionado. La mas- cara funeraria de oro de Agamenén sigue impactando los sentidos del ptiblico que se acerca al museo a contemplarla de la misma ma- nera a como debfa impactar los sentidos de los coeténeos micéni: cos de Agamenén en el momento de su muerte. Expuesta en la vi trina del museo, despierta hoy mas entusiasmo entre el piblico lego que entre el publico experto. La estatua criselefantina de Ate- nea Partenos era reputadamente el objeto més valioso de que dis- ponfan los ciudadanos de Atenas. Ala calidad de la factura y al ge- nio de su artifice es preciso afiadir, y posiblemente situar por en: cima en el aprecio de sus propietarios, el valor de los materiales de que estaba hecha. Singularidad y exotismo son otras dos cualida- des que despiertan el deseo mas indiscriminado, Estos dos elemen- TA BIL PATRIMONIO HISTORICO Y AROUEOLOGICO: VALOR Y USO. tos juntos, reforzindose mutuamente y tomados en su radicalidad dieron lugar en la Edad Media al mito del Unicornio y en el Rena- cimiento’a la aparicién de las Camaras de las Maravillas. En éstas los naturalia, rarezas de la naturaleza y los artificialia, obras del genio humano, se exponfan costado por costado. Eran claros obje- tos del deseo por su preciosismo o porque tenfan el atractivo de lo raro y proporcionaban a sus propietarios un aura de poder, presti- gio y buen gusto. La antigedad y la unicidad afiadian nuevos cientes a cualquier obra humana o de la naturaleza. Aquel que po- see el objeto més antiguo o la pieza tinica sabe que tiene un tesoro que los demas envidian La obra de arte, mas asequible que el mitico cuerno y protago- nista de las galerfas de pinturas y de los jardines de esculturas del Renacimiento y del Barroco, ha constituido a lo largo de la historia un valor especial. Une a la belleza la excepcionalidad del acto hu- mano de la creacién, émulo del supremo acto divino. La obra de arte puede que sea un objeto mas pero contiene en sf misma algo mas que un objeto hecho con miras utilitarias, ya que no agota su raz6n de ser en la pura funcionalidad. Su ir mas lejos es transmuta- cin 0 metamorfosis, lo que la hace tinica insustituible. Pero al margen de la capacidad para metamorfosear la realidad y trascen- der que pueda atesorar la obra de arte, a nosotros aqui nos interesa considerar un factor adicional de valor que la obra de arte pone de sto: el artificio. A mds artificio, mas alto generalmente ha parecido a Jos ojos de los hombres el valor de una obra de arte, ‘aunque esta cualidad no sea exclusiva de la obra de arte. El artificio en si como fuente de valor merece una reflexi6n. El io es cosa de artesanos o artistas. Nos remite a la obra hecha ‘con conocimientos y destrezas por manos humanas, Una obra de arte es valorada porque es bella, arménica o preciosa y porque sélo unos pocos escogidos tienen la fortuna de saber modelar la natura- leza y crear formas con la pericia suficiente. Detras de la artificiosi- dad, en ocasiones aparece atin el genio, que es una rara cualidad de la persona artista dificil de sopesar y atin mas de objetivar, ya que s6lo en parte parece que recaiga sobre el producto en si, en forma de valor afiadido. Pero éste es otro problema. En cualquier caso, el aprendizaje necesario para alcanzar un alto nivel de conocimiento y pericia casi siempre es costoso y largo y exige una alta inversién de esfuerzo y de dinero. La obra de arte personal con tintes de ge- nial necesit6 siglos para revelarse ante los ojos de los hombres como un punto y aparte, De forma parecida, la - EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 75 tes mayores y artes menores, y entre bellas artes y artes decorativas se generé en el transcurso de la Edad Moderna. Vasari certified el origen. Cuando a finales del siglo xvitt aparecié el objeto industrial fueron los propios fabricantes los que mostraron_prevenciones contra su producto en lo que a correccién formal se refiere. El nuevo objeto nacido de las fabricas, hijo de una racionalidad tam- bién nueva, imitaba los objetos hechos por los artesanos y los artis tas y tendia a ornamentarse en exceso, de manera que la forma lle- gaba en ocasiones a disimular o traicionar la funcion. ‘También cabe considerar como fuente de valor la pura antigtie- dad. No es tanto la idea de tiempo, que también es fuente de valor, sino que en este apartado nos hemos de referir a las consecuencias fisicas del paso del tiempo, es decir, a la huella que presenta el objeto antiguo y a la patina que confiere el paso del tiempo a los objetos, ‘que se observa a simple vista con un poco de entreno. Cuando nos referimos a la patina del tiempo significamos también restos y sefia- les fisicas reales que aftaden valor al valor formal; es decir, no se trata de discursos huecos sino de sefiales sibilinas reales que operan tuna especie de transmutacién visible que enriquece al objeto. Pense- ‘mos en las reacciones del ptiblico cuando una conocida obra acaba de ser restaurada, al desconcierto con que acostumbra a set recibida ya las reacciones contrariadas que despierta. Es una reaccin casi instintiva contra el sacrilegio de haber robado a la obra la patina del tiempo. En las artes decorativas y en los objetos arqueol6gicos la pa- tina del tiempo es particularmente apreciada, ya que no acostumbra a haber detras de los objetos ninguna firma célebre y los anticuarios comprenden muy bien este valor alternativo, : El contexto en el que cabe situar el valor formal de los objetos empieza a estar delimitado con lo que hasta aqui se ha dicho. C6mo se reconoce, no obstante, ese valor? éQuién se dedica a poner de ma- nifiesto el valor formal de los objetos? En principio, el contexto de atribucién mas reconocido es el académico, con el museo como tension y la critica profesional, aunque también se interviene colecti vamente desde otras atalayas que surgen naturalmente del tejido de las relaciones sociales como los liderazgos sociales, los medios de co- municacin o los poderes politicos y econémicos. La atribucion de valor La naturaleza humana es sensible a las formas, las texturas, los colores y a otras cualidades fisicas diferenciadas de los objetos. 76 ELPATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR ¥ USO Unas y otras gustan més o menos, nos entusiasman y nos seducen co despiertan reacciones negativas en nosotros y pocas veces nos de- jan ingliferentes. El proceso que ha de seguir toda evaluacién for- mal de los objetos pasa por atender a todo aquello que inquieta a nuestra percepcién sensorial. Un punto de partida del examen, fun- damentado en datos objetivos directamente perceptibles, es que los ‘objetos, como fragmentos de materia que son, ocupan espacio y pesan. Inmediatamente se constata que la materia s6lo es percepti- ble al ojo humano por las formas. Color, dureza, textura y estruc- tura (en el sentido de distinguir partes y componentes) son otras propiedades y condiciones que facilmente son captados por el sen- tido de la vista y el sentido del tacto, Bl estudio formal de los obje- tos pasa, pues, en sus fases iniciales por captar las caracteristicas fisicas y enseguida por atender a la forma. El examen fisico estricto permite asimismo recoger informacién de tipo tecnol6gico. A este nivel puede empezar a ser necesaria la contribucién del ojo experto de distintos especialistas. Las ciencias fisico-quimicas, la geologia, la biologfa y aun otras disciplinas aportan conocimientos funda- ‘mentales al tipo de examen que precisa a menudo un arqueélogo 0 un historiador del arte. Pero la evaluacién formal en si misma tiene por objeto la con- sideracién de la forma. Forma es materia delimitada que se hace aparente por contraste con el vacfo. Las medidas, el peso, el bulto, las proporciones, la linea que describe una superficie, el vacio que por contraste se muestra, son cosas que se van captando y que des- piertan sensaciones en el observador. En tanto que objetos fruto del artificio humano, los objetos que consideramos, los objetos de Ja historia, tienen partes y componentes e incorporan niveles de trabajo diferentes. El valor formal de un objeto se incrementa siempre en relacidn a Ia calidad del trabajo que incorpora. Por tal entendemos cosas como el talento, la pericia, la rareza y Ia geniali- dad que se nos muestran por medio de la obra y que son cualidades humanas atribuibles al artifice, y que pueden aproximarnos hasta los margenes de la perfeccién y la belleza, términos que relaciona- mos con un ideal por la dificultad que tenemos de explicarlos de otra manera. En determinados objetos la forma deberd contras- tarse con la funcién y estimarse hasta qué punto ambas nociones Megan a corresponderse. En muchos otros objetos deberemos fijar- nos particularmente en la ornamentacién y calibrar el ritmo de las formas, la correspondencia entre las partes y el todo, el equilibrio de las proporciones, etc. v, EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 77 Los historiadores del arte han sido tradicionalmente el tipo de especialistas més indicados para ocuparse del valor formal de los ‘bjetos histéricos. El historiador del arte, al pretender capturar ‘quello que es especificamente artificio ha tendido a distinguir en- re objetos titiles y objetos artisticos y ocuparse exclusivamente de Jos tiltimos. Ha perseguido distinguir en los objetos un valor formal que respondiese al hecho de que su contemplacién produce emo- Gion o placer independientemente de cualquier otro beneficio afta- ido que también pudiese proporcionar al ser humano. Por eso sa~ bemos que cualquier instrumento puede ser una obra de arte, pero que no todas las obras de arte son instrumentos. El objeto util o instrumento por excelencia serfa aquel en que la utilidad es inherente al objeto. Por eso J, Maquet opina que el objeto stil puede Hegar a comprenderse al margen de cualquier Contexto cultural (Maquet, 1993, 30-31). Asf, un mango de madera Con una cabeza metalica cortante es un hacha aquf y en la China de fos primeros emperadores: la finalidad de este objeto se hace evi- dente al contemplar su disefio y los materiales con los que esté he- ‘cho. Lo que no esta totalmente claro es si existe realmente tal ob- jeto. En cambio, si que esté claro que un instrumento puede tener tun alto valor formal si esta expresamente bien trabajado o particu- Jarmente bien diseftado y acabado. Y puede tener un valor simbé- Tico si, como pasa con el emblema de la hoz y el martillo, un instru- mento se muestra asociado de una determinada manera a otro. En la préctica, la distincién entre lo util y lo bello no es siempre clara, por eso es légico que el arquedlogo tienda a preocuparse mas por Jos objetos que sirven para alguna cosa, independientemente de que sean o no bellos. El arquedlogo busca objetos titiles al mas co- muin de los mortales, porque, como abundan més, puede aspirar a reunir més informacién sobre la sociedad que esta estudiando en st conjunto. El historiador del arte centra en cambio el interés en €l producto estético y establece criterios de clasificacién de estos productos singulares, sea por tipologias, por estilos, escuclas, ete George Kubler proporciona una definicién muy sugestiva de objeto art{stico por comparaci6n con el objeto titil o instrumento (Kubler, 1962, 1 Lo més importante es entender cémo las obras de arte no son herramientas, a pesar de que algunas herramientas puedan compar- tir con las obras de arte cualidades de alto disetto. Estamos en pre sencia de una obra de arte Gnicamente cuando ésta no tiene como 78 EL PATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR ¥ USO fin primordial un uso instrumental y cuanclo sus fundamentos técni- cos y st ldgica interna no destacan. Cuando la organizacién técnica y el orden racional del objeto captan con fuerza nuestra atencién, ste es un objeto para el uso. Sobre eso Lodoli anticipé el funciona- lismo doctrinario de nuestro siglo cuando en el siglo xvit declaré que solo es bello aquello que es necesario. Kant, en cambio, de una forma mas correcta dijo sobre lo mismo que aquello que es necesario no puede ser juzgado como bello, sino tinicamente como correcto o consistente. Para decirlo con pocas palabras, una obra de arte es tan indtil como sit es una herramienta, De la misma manera que las obras de arte son Gnicas e irreemplazables, las herramientas son co- svientes y prescindibles o sustituibles. EJ historiador del arte pone el énfasis en el objeto singular, obra de una mente también singular: El propésito principal que le guia al afrontar un objeto artistico es descubrir en el mismo un mé- rito intrinseco en tanto que obra inusual que apela a los sentidos. En titima instancia busca descubrir 0 confirmar la presencia de lo que hemos dado en lamar una obra de arte. Pero las preferencias estéticas de los individuos no transcu- rren por los mismos disciplinados parametros que obligan los examenes de los especialistas; al contrario, estan condicionadas por multitud de factores. La investigacién cientifico-médica ha establecido que hay elementos bioldgicos que acttian en la deter- minacién de lo que nos agrada 0 no nos agrada, 0 sea que existi- ria un fundamento biolégico en Ia configuracién del gusto parti cular de las personas. Si esto es asf, las preferencias estéticas de cada individuo tendrian un fuerte componente personal, cosa que situaria sobre un terreno muy complejo y resbaladizo las interac ciones persona-objeto, puesto que en tltima instancia habrfan de buscarse las causas explicativas del gusto en la biologia y en la psicologia individuales. No obstante, no puede negarse que las in- clinaciones individuales estan siempre influidas por un marco de preferencias determinadas por el contexto social y cultural que es el entorno dentro del cual el individuo transita, observa, aprende y practica acerca de las cosas y la vida. En este contexto social y cultural trabajan el historiador del arte y el critico y del mismo afloran los criterios de valor estético predominantes, siempre in: fluidos por las ideas de belleza tradicionales, capaces de resistir el influjo det remotino del cambio, por Ia pauta que marcan suti: les cambios de sensibilidad que sélo el tiempo haré que tomen re- -ve, por la critica artistica del momento con sus oscila mes co- 3, a BL VALOR DPA PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 79) yunturales y sus frecuentes manifestaciones radicalizantes 0 rup- turistas, por los «modos» del dia 0 moda, por el mercado... En de- Finitiva. el cambio de gusto es una funcién del tiempo, asf los ras- gos de estilo que en un momento dictaban ef discurso que orde- aba y daba sentido a la adjudicacién de valor estético a una determinada obra, en otro momento han desaparecido o han qu dado diluidos por una nueva jerarquia de preferencias que modi fica las apreciaciones de la gente e invita a nuevas visiones. Mar- guerite Yourcenar nos dejé una reflexién inapreciable sobre los avatares del gusto, salpicada de sutiles notas sobre el proceso complejo de atribucion de valor a las obras de arte a lo largo del tiempo (Yourcenat, 1989, 68-69): Nuestros padres restauraban fas estatuas; nosotros les quita- mos sti nariz falsa y sus prétesis; nuestros descendientes, a su ver, harén probablemente otra cosa, Nuestro punto de vista actual rep senta a la vez una ganancia y una pérdida. La necesidad de refabri- car una estatua completa, con miembros postizes, pudo en parte ser debida al ingenuo deseo de poseer y de exhibit un objeto en buen es- tado, inherente en todas las épocas a la simple vanidad de los propie- {arios. Pero esa alici6n a la restauracién a ultranza que fue la de to- dos los grandes coleccionistas a partir del Renacimiento y durs casi hasta nuestros dias nace sin duda de razones més profundas que la ignorancia, cl convencionalismo 0 el prejuicio de una tosca limpieza. Mas humanos de lo que nosotros lo somos, al menos en el campo de las artes, a las que ellos no pedian sino sensaciones felices, sensibles de un modo distinto y a su manera, nuestros antepasados no podian soportar ver mutiladas aquellas obras de arte, ver aquellas marcas de violencia y de muerte en los dioses de piedra. Los grandes aficiona- dios a las antigtiedades restauraban por piedad. Por piedad deshace- mos nosotros st. obra. Puede que también nos hayamos acostum- brado mas a las ruinas y a fas heridas, Dudamos de una continuidad del gusto 0 del espiritu humano que permitirfa a Thorvaldsen arre- alar las estatuas de Praxiteles, Aceptamos con mayor facilidad que esa belleza, separada de nosotros, alojada en los museos y no ya en nnuesiras moradas, sea una belleza marcada y muerta, Finalmente, nuestro sentido de lo patético se complace en esas mutilaciones: nuestra predileccién por el arte abstracto nos hace amar esas lagu nas, esas fracturas que neutralizan, por decirle asi, el poderoso ele- mento humano de aguella estatuaria, De todas las mudanzas origi- nadas por el tiempo, ninguna hay que afecte tanto a las estates como el cambio de gusto de sus admiradores. 80 _ELPATRIMONIO HISTORICO ¥ AROUEOLOGICO: VALOR ¥ USO Interacciones forma-funcion Forma y funcién son las dos caras de una misma realidad, la realidad objetiva del objeto, por mas que a veces parece que se opongan, La forma se refiere a la materia sensible, a aquello que apela a los sentidos del individuo. La funci6n tiene que ver con el ‘uso y con tna tiltima instancia que explica en términos sociales al objeto y que va més alld de la pura impresién sensitiva, que por sf sola tan a menudo deja insatisfechos a antropdlogos ¥ arqueslozos, Es asi como todos o la inmensa mayoria de los objetos producidos por cl ser humano contemplan una utilidad, aunque sea en el caso més extremo una pura y simple utilidad estética. A este respecto son esclarecedoras las palabras de H. Arendt cuando apunta a la aparente paradoja de una utilidad estética (Arendt, 1974, 230) Todo lo que existe ha de tener apariencia, de ahf que no haya ninguna cosa que no trascienda de algun modo su uso funcional, y st trascendeneta, st belleza o fealdad, se identifica con su aparicion pablica y el que se la vea Asi, pues, es el «reconocimiento» social, en el sentido de ver y sentir, lo que permite reconciliar las dos realidades, la interaccién de las cuales en el objeto a menudo provoca entre los estudiosos in- terpretaciones polémicas. Este ver y asentir estarfa en la base de lo que llamamos disefio, que como sabemos combina la funcionali- dad con el efecto estético. Si pensamos que en el objeto histérico no hay forma pura ni funcién pura y que todo objeto creado por el ser humano responde a algiin impulso para satisfacer alguna nece- sidad, entonces todos los objetos incorporan forma y funcién y son socialmente efectivos. En todas las culturas ha existidlo, pues, nece- sariamente, el diseio de objetos, el cual se ha mostrado mejor cuanto mas sabiamente ha llegado a combinar la funcionalidad del objeto con su efecto estético. Para el filésofo J. Mosterin, las cultu- ras tradicionales nunca separan lo que es estético de lo que es fun- cional (Mosterin, 1993, 124), por lo que el nivel del disefio humano no esta en funcién de las épocas ni de los niveles de desarrollo ma- terial. Verdaderamente, algunas de las mas altas cotas del diseiio en la historia de los hombres se encuentran en cosas tan sencillas y vulgares como los vasos de cerdmica neoliticos o las hojas de talla de sflex del hombre cazador. En concreto, el descubrimiento de la simetria, en el caso del bifaz, por el hombre prehistorico, repre- — EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO BL senta el primer ejemplo de disefio humano que combina a la per- feccién la cosa itil con la cosa bella. Lo que hoy en dia conocemos comtinmente por disefio es producto de un determinado contexto hist6rico: el desarrollo industrial. El disefio industrial nacié como tuna necesidad para hacer plausible el arte en la industria. La idea de hacer compatibles arte e industria, obsesion6 a nuestros creado- res decimonénicos. Por ejemplo, el sabio catalan Sanpere i Miquel, que estaba al corriente del debate arte-industria que se desarro- aba en la Inglaterra victoriana y conocfa el Museo Victoria & Al- bert de Londres, encabez6 su tratado sobre el disefio industrial LAplicacié de VArt a la Indiistria, publicado en Barcelona en 1884, con el siguiente pensamiento sacado del refranero inglés: «una cosa bella es una joya para siempre». Entre los bienes culturales, las interacciones forma-funcién tienen gran importancia; a menudo determinan el destino futuro de los mismos. A pesar de que los valores formales de un bien cul- tural puedan gozar de autonomfa con respecto a otros valores atti buibles al bien, en relacién a estos otros, fundamentalmente valo- res simbélicos 0 simplemente utilitarios, son inevitables algunas implicaciones mutuas. La mas evidente es la que se produce entre los valores formales o simbilicos, por un lado, y los valores utilita rios, por otro. Cuando en el mundo real los bienes culturales se ut lizan para vivir puede pasar que la buisqueda de las mejores utilida- des ponga en riesgo potencial de degradacién formal el objeto en cuestién. Por ejemplo, las reformas ue se emprenden para hacer habitable y energéticamente eficiente un palacio barroco es facil que provoquen modificaciones en el edificio que atenten contra su integridad formal y.su estética. jA veces no hay manera de hacer pasar el acondicionador de aire o el ascensor! Pero también se pue- den producir fricciones entre el valor formal y el valor simbélico de ‘un objeto; por ejemplo, cuando la autonomia del valor formal hace que sea percibica independientemente o en contradicci6n con el contexto histérico que fundamenta los valores simbélicos del ob- jeto historico, Es un lugar comin la critica a determinados museos que exponen fos objetos primando su dimensién estética por en- cima de su dimensién hist6rica. Incliso podrfamos poner el caso bipotético de un museo etnolégico que mostrase los objetos contra diciendo las interpretaciones simbolicas. Hay toda una tradicién museolégica que descansa encimia de la interpretacién puramente formal de la cultura material. También existe el caso, que tiene mu: cho de estructural, de limitar a una sola las posibilidades de lectura | 82 _EILPATRIMONIO HISTORICO Y ARQUBOLOGICO: VALOR ¥ USO del objeto histérico. Muchos objetos creados pot la revolueién in- dustrial durante el siglo x1x para satisfacer una nueva demanda de consumidores europeos, como lémparas, estufas, utensilios de co- tina, etc,, han ido a parar a los museos, logicamente. Sin embargo, estos museos acostumbran a ser de distintas disciplinas; unos son de artes decorativas, otros son de historia, otros de ciencia y tée- nica y aun otros son museos locales que tienen colecciones diver- sas que representan rasgos de la historia cultural de la comunidad. En este trénsito hacia los museos los objetos inevitablemente pier den parte de su significado social original, pero al Hegar a su des- tino tienden a ser contemplados atin mas restringidamente en fun- cién de la obediencia disciplinar del museo o de las preferencias de Jos conservadores, primando solo una de las diversas lecturas que ain puede deparar el objeto. También la historia de Ia restauracién de monumentos esté Ilena de fricciones de este tipo. En realidad es la historia de una tensi6n entre el rigor técnico en busca de la «verdad» hist6rica y la tentaci6n evocativa e imaginativa que enfatiza los valores formales. La vision historicista del pasado prima el valor reconstructivo del pasado tal como pensamos que debio ser, en base a una aproxima- ién cientifista, mientras que la visién esteticista prima el impacto femocional y formal de los restos. En esta iiltima, como querian los roménticos, las ruinas se mantienen revestidas de sus esplendores naturales, con la patina del tiempo bien a la vista, como abandona- das al destino, mientras se reivindican como espectéculo para los sentidos. El poder del estimulo estético ha sido muy fuerte, Como opina Lipe (Lipe, 1984, 7), probablemente haya sido la fuerza mas deci: siva que haya impulsado al movimiento conservacionista a lo largo de su historia. En cualquier caso, tampoco seria licito hoy dia des- preciar el poder de la belleza para resaltar otras dimensiones de los bienes culturales. Se deberia partir siempre de la base de que el po- der del estimulo estético para despertar el interés y crear aficién tentre las gentes es tan importante al menos como el poder de sim- bolizacién, EL VALOR SIMBOLICO-SIGNIFICATIVO DEL PATRIMONIO HISTORICO J, Deetz, al glosar e} papel de la arqueologia afirmaba que la cultura material era informacién modelada culturalmente que pro- SS EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORIC COMO RECURSO 83 porciona al arqueslogo elementos para formarse una idea sobre como era la vida en el pasado (Deetz, 1977b, 10). Goran Rosander fencabezaba a principios de los aftos ochenta un movimiento reno- vador de la museologia sueca que consideraba los museos como las instituciones més adecuadas para acumular conocimientos sobre la sociedad y documentar su pasado y su presente, porque com- prendia que los objetos, la auténtica razn de ser de tos museos, eran portadores de informacion y constituian historia materiali- zada (Rosander, 1980, 17). Ambos testimonios, de escuelas diferen- tes, aparte de poner el acento en la palabra informacién, coinci- dian en adjudicar un papel central al objeto en sf mismo como ve- hniculo de conocimiento. En el mundo moderno el museo ha sido consagrado como el lugar idéneo para conservar determinados ob- jetos con un valor especial: los objetos del patrimonio cultural. El ‘museo institucién es avalado por la sociedad porque existe la firme ‘reencia de que hay objetos que han Hlegado hasta nosotros que es bueno consetvar para el bien publico, ya que valen alguna cosa mas que la pura impresién que provocan al mirarlos; que tienen mérito y algunas virtudes mas que los hacen merecedores de un es- pecial respeto y que quizé guardan algiin sentido ignoto que es pre- ciso dilucidar: y en cualquier caso, que conticnen informacion y pueden transmitit conocimientos. ‘Vamos a discutir algunos aspectos acerca del objeto como ve- hiculo de comunicaci6n, ya que ha de ayudarnos a comprender el papel del objeto real y auténtico del pasado que sacralizamos en los museos. Las sociedades humanas, aparte del lenguaje verbal y del lenguaje corporal utilizan para comunicarse un lenguaje social formado por signos y simbolos que se vehicula por medio de los objetos. La ropa y los adornos personales son una de las formas ‘mas universales de este lenguaje social que los individuos utilizan para expresar cémo son, cémo viven, como se sienten © como Guieren que los demas interpreten el lugar que ocupan dentro del grupo. En nuestra sociedad, el automévil es un caso paradigma- tico de lo mismo, como lo pueden ser otros tantos ejemplos de nuestro universo material que también podriamos poner. Los ob- jetos, sobre todo los cotidianos, son soporte y vehiculo de un sis- tema de comunicacién social muy comtin entre los humanos. Al reflexionar sobre los objetos de la sociedad consumista contempo- rénea, Baudrillard se preguntaba por los procesos en virtud de los cuales las personas entran en relacién con los objetos, y por la sis- tematica de las conductas y de las relaciones entre personas, resul- 84 EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO. tado de tales interaccciones con los objetos. Baudrillard querfa sa- ber, por ejemplo, ‘cémo son vividos los objetos, a qué otras necesidades, aparte de las funcionales, dan satisfaccién, cudles son las estructuras mentales ‘que se solapan con las estructuras funcionales y las contradicen, en ‘qué sistema cultural, infracultural y transcultural se funda su coti dianeidad vivida... (Baudrillard, 1984, 2) Preguntas parecidas podriamos hacernos respecto a los obje tos del pasado. Pero se puede pretender que nos interroguemos sobre vivencias alrededor de un objeto de otro presente? Si es de tun pasado hist6rico no lo podemos «haber vividor. Por lo tanto, ‘més que vivencias debemos plantearnos buscar un sentido, Como ya se ha dicho al principio de estas paginas, cuando el hombre pro- duce objetos, esta produciendo significados. Pero ¢significan al- guna cosa para nosotros los objetos del pasado? El significado de tuna palabra es aquello que quiere manifestar; el significado de un objeto debe de ser también aquello que el objeto quiere manifesta un Ienguaje en este caso no verbal, ms o menos explicito 0 quizés incluso velado. Para poder estudiar mejor el papel de la signifi cidn en los objetos de la historia ayudémonos de la semiologia. Si un objeto significa es que es signo de alguna cosa. Los signos, es- cribe Heidegger, son sobre todo medios, el cardcter especifico de Jos cuales consiste en «indicar» (Sini, 1989, 23); es decir que la fun- ci6n del signo es designar. Asi, la Torre Fiffel funciona como signo que designa a la ciudad de Paris. Es un hecho, pues, que el Signo nos remite a otra cosa, de la qual da testimonio en algin sen- tido; 0 en otras palabras, hace de médiuim que nos pone sobre aviso acerca de algo. En semiologia también se habla del signo lingtiis- tico como la relacién interdependiente entre el significante y el sig- nificado, lo que presupone entender la lengua como una estruc- tura, Puestos en este terreno, podria entonces tener el caracter de signo una cosa como nuestro objeto, porque representa alguna cosa distinta de sf mismo, en tanto que producto de una cultura, es decir de una estructura, donde el significante serfa la materia sen- sible que da testimonio y el significado el receptéculo de determi- niados contenidos. Comprendemos pronto que el lenguaje de los signos por medio de los objetos es riqufsimo potencialmente, como lo es el lenguaje del cuerpo o el lenguaje verbal, porque los seres humanos en sus necesidades de comunicacién han sabido sacar partido del mundo material que tienen a su disposicién EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 85 El filosofo norteamericano Peirce establecié a finales del siglo pasado la que ha sido reconocida como definicion clésica del no, asf como la primera clasificacién de los signos, y por todo ello es considerado el padre de la semiologia. Peirce definis el signo como una cosa que para alguien, de una u otra manera, esté enel sitio de otra cosa. Su clasificacion de los signos en relacién al, objeto o idea al cual remiten, dlistingue entre iconos, indlicios y sfm- bolos. Los iconos designan por una relacién de parecido con el ob- jeto designado, por ejemplo una seal de trafico que muestra dos nifios silueteados quiere decir que por aquel lugar cruzan escola res. Un indicio expresa una relacién de conexién «de hecho» por causalidad, procedencia o anticipacién; por ejemplo, si se ve humo es que hay fuego. Un simbolo expresa una relacién normativa 0 convencional, generalmente de caracter arbitrario, entre un objeto y aquello que representa. Por ejemplo, una cruz. blanca de brazos iguales sobre fondo rojo representa un pais, Suiza, Los semidlogos advierten y e! mismo Peirce ya lo dice en su definicién de signo, que para que un signo exista ha de ser captado o entendido como tal signo, Dicho de otra manera, un signo significa solo si el desti- natario del mismo es capaz de entenderlo como tal signo. Trasla- dada a nuestros objetos esta condicién nos previene que hace falta emplazat las relaciones imagen-concepto, es decir objeto que signi- fica y significado, dentro de un contexto social-cultural determi- nado que admita la posibilidad del acto de la comunicacién. Pero gexiste tal espacio de encuentro en relacién a los objetos del pa- sado? £0 es que hemos de crear un nuevo espacio o stransespa- cio»? La musedloga S, Pearce ha tratado de situar los objetos del pa- sado que guardamos en los museos en la perspectiva de los signos, reconociendo paralelismos entre la lengua como estructura y la cultura material como estructura, A tal fin ha estudiado con deteni- miento un objeto muy célebre del Museo Nacional de Escocia, la espada que llevaba el jefe escocés en la batalla de Culloden de 1746, momento culminante de la fracasada rebelidn jacobita contra los ingleses (Pearce, 1992, 24-29). Es como si desde Catalufia estudis- semos el legendario tambor del Bruc, que de hecho se conserva en el Museu Comarcal de l'Anoia en Igualada, en relacién a los hechos del primer combate del Bruc contra fos soldados de Napotedn el 6 de junio de 1808 (fig. 2). La espada, al igual que el tambor, operan como signos, tal como Pearce sostiene, porque alli estuvieron real- mente, como objetos distintivos y necesarios de los que se valia una 86 _ELPATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO gente concreta en una situacién determinada. Para nosotros, es- pada y tambor equivalen o sustituyen a una totalidad de la cual for- man parte intrinseca: los respectivos hechos de guerra. Pasado el tiempo quedan las obras, decimos; en nuestro caso quedan los ob- jetos. El objeto histérico concreto ocupa, pues, el lugar de una abs- traccién que Hamamos pasado, En definitiva, el objeto es para no- sotros signo porque aparece en lugar del pasado del cual emana. Pero hay mas: el objeto hist6rico, pasado materializado 0, como queria Rosander, historia materializada, es signo del pasado que re-presenta y que representara para siempre, para nosotros y para las generaciones venideras, porque nadie podré cambiarle nunca su condici6n, esto es su conexién real con los hechos. ‘Todo esto podria expresarse gréficamente mediante el parale- lismo con el signo Tingitistico, de la forma siguiente: siano sino ‘agen ‘mvagen Slgiteante Cconcopto Concepto Los objetos del pasado no acarrean un significado tinico. Al contrario, pueden acumular niveles de signiticado diferentes que los enriquecen vistos en el tiempo tal como pone de manifiesto el estudio semistico de Pearce que hemos tomado de referencia. Cuando el tiempo pasa, nuestra espada y nuestro tambor se van asociando de forma casi imperceptible a elementos de significado nuevos con los cuales ya no se puede decir que exista una relacién de carécter intrinseco. La nueva constelacién de significados con Ios cuales el objeto original mantiene una relacién tiene entonces el caricter de simbélica. Los objetos que conservan su condicién de signos empiezan, pues, a operat también como simbolos. Por tanto los objetos del pasado funcionan también como simbolos cuando se los relaciona, por razén de una determinada analogia percibida o de forma arbitraria, con cosas respecto a las cuales ya _ EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 87 no manticnen una relacién intrinseca, Bl tambor podré ser el sim- bolo del espfritu de resistencia de la gente del pats frente a los inva sores. Bl tambor y el mismo andnimo tamborilero, finalmente me- recerdn una estatua cerca del collado del Bruc, sobre e! camino de Barcelona, al pie de la montafia de Montserrat. Lo mas importante aqui es constatar cémo aquel objeto, que mantiene su caracter de jgno porque es parte de unos hechos que han pasado, sigue ac- tuando en el imaginario social, conforme avanza el tiempo, para producir nuevos significados que conocemos por simbélicos, De esta manera el objeto historico va ganando vida propia, mientras se aleja de los hechos originales de los que salié, contribuyendo, por intercesién de los seres humanos que atribuyen valor y significado, a modelar con nuevas visiones ¢ interpretaciones la vida y las cit- cunstancias del tiempo sucesivo y por tanto del tiempo presente. La importancia del objeto original en el proceso de comunicacién y los valores de la conservacion Cabe insistir en la importancia del objeto original y auténtico del pasado en el proceso de comunicacién, ya que se trata del tnico ente significative que podemos considerar. Asf, antes de seguir estu- diando el papel de los objetos histéricos como signos y simbotos, ‘veamos como el valor informativo del objeto, que en otro lugar he: mos catalogado como valor de uso inmaterial, asociado al cardcter de signo del mismo objeto, justifican por sf solos el més escrupuloso cuiidado en la salvaguardia y conservacién del objeto histérico. Una tipica lampara de aceite romana de terracota barnizada, con decoracién en relieve 0 un cuadro barroco sobre lienzo al 6leo, son vestigios del pasado que podemos reconocer a simple vista. Es- tos objetos son evidentemente soportes de artificio que incorporan y transmiten una determinada informacion cultural que alguien un dia origin6, El proceso de transmision se podria representar grafi- camente de una forma muy simple, de esta manera Ions Infomacin ___, Conaeiminta Inacio ens "Lapa Indo veeplor Si nosotros, entusiastas de Jos romanos, resultamos ser los re- ceptores de la lémpara, aunque con unos cuantos siglos de retraso, ¥ somos capaces de dirigir a la misma las cuestiones apropiadas pode- 88 _EL PATRIMONIO HISTORICO ¥ AROUEOLOGICO: VALOR Y USO ‘mos concluir sin vacilaci6n que no sélo los conocimientos al respecto del individuo productor sino también aspectos esenciales de toda una cultura, sé revelan de manera inequivoca a través del objeto. Redise- nando el proceso de comunicacién que ahora denominarfamos de re- cuperacién de conocimientos, podemos representarlo ast: Conociminta Ino recopor Infomacién \uirpara Ideas ‘Cura emizora Cojamos ahora el cuadro barroco. De manera parecida a como detrés de la lampara habfa un romano con algunas ideas sobre cémo fabricar un ingenio para producir luz y unos conocimientos normales sobre la sociedad de su tiempo, detrés del cuadro hay un pintor del setecientos con ideas y sensibilidad, capaz de crear y ma- nipular informacién y de transtitirla en forma de imagenes. Tanto en un caso como en el otro, una vez realizado el objeto éste se con- vierte en un producto auténomo separado de las manos de su au- tor, que adquiere vida propia: la obra original, nuestro objeto testi- monio, La informacién integra que atesora, al separarse el pro- ducto del artifice, deja de pertenecer a éste, para pertenecernos a todos. Ya nunca pertenecera a nadie en particular, ni al mismo au- tor, ya que éste nunca podra volver a hacer exactamente la misma obra. El objeto original y auténtico tiene este valor afiadido de obra nica. Pero hay mas. Por mas reproducciones exactas y fotografias de que pudiéramos disponer, hay que rendirse a la evidencia de que la totalidad de la informacion s6lo puede residir en la obra ¢ nal. La destruccién del objeto es una pérdida irreparable; es una pérdida econémica, por el valor de cambio del objeto, una pérdida estética, por la destruccién de unos valores formales originales y tuna pérdida hist6rica por la destruccién del signo, es decir, por de- saparecer el objeto significante. A los que prevén equivocadamente la desaparicién de los museos en el futuro, por sobrantes, hay que advertitles que se equivocan, El argumento de que la informacién cultural que contienen los objetos se puede almacenar en disquet- tes u otros soportes tecnolégicos es una falacia, ya que munca po- dremos prescindir del objeto auténtico. Por un lado, no se puede separar la informacién de su soporte real, ya que el objeto es las dos cosas al mismo tiempo y por otro, como signo, el objeto parti- cipa al mismo tiempo, del pasado y del presente y arrastra hacia el futuro al pasado, pasando por sucesivos presentes, gracias a su fi- Jiacién real con los hechos que lo originaron. _ EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 89. La funcién de los simbolos Dicen que las palabras se las lleva el viento. Frente a las pala- bras que van de boca en boca y las historias que alguien que no co- nocemos escribi6, tenemos a los objetos. Los objetos sitven para establecer relaciones con el pasado de una manera muy distinta, quizéis mas auténtica y veraz y sin duda més directa. Con las pala bras a solas existe un problema: nada de lo que se diga sobre el pa- sado puede ser confirmado en base a los hechos alegados; nadie puede viajar al pasado a comprobar lo que del mismo se habla y es- cribe. Es més, sin objetos podria incluso no haber existido el pa- sado; con objetos, no hay duda de que existi6. Lo tinico cierto que tenemos del pasado son los objetos reales y auténticos, las reliquias que el tiempo nos leg6, por eso valen tanto. De alguna forma lo he- mos visto ya al considerar al objeto como signo: los objetos son ‘como anclajes del pasado que alcanzan el presente, o dicho de otra manera, extensiones del pasado que se hacen fisicamente presentes en el momento que pasa, porque como certeramente afirma W. D. Lipe, en st materialidad los objetos participan al mismo tiempo del pasado y del presente (Lipe, 1984, 4). Imaginemos un coche. Si de pronto desapareciesen todos los coches que hay en el mundo, zqué sentido prictico tendria seguir hablando de coches? Seria pura cosa del recuerdo, Sélo en el re- cuerdo permaneceria la imagen del coche y cada uno de nosotros se esforzarfa en construir una imagen propia segiin las vivencias que conservase alrededor de la idea de coche. Seria una experien- cia interesante sobre todo para socidlogos y psicélogos. Entonces, tun coche solo, que hubiera quedado escondido y de pronto apare- ciese, se transformarfa en la cosa més valiosa dei mundo; constitu ria la evidencia gratificante y palpable de una nocién anclada en nuestros recuerdos, pero sobre la que ya empezabamos a tener du- das. Como vemos, el objeto es la diltima oportunidad, la certeza de- finitiva sobre la que descansa todo discurso sobre el pasado para poder ser en tiltima instancia verificado, Pero si los objetos materiales son decisivos en la experiencia humana del mundo, no lo son mucho menos los simbolos. Algo se ha dicho sobre la existencia de un valor simbélico en los objetos del pasado. Retengamos que la simbolizacion es una capacidad hu- mana de crucial importancia en los procesos de transmisién cultu- ral. Los individuos se comunican y aprenden sobre si mismos y so- bre sus semejantes por medio de simbolos, por eso el aprendizaje y 90 EL. PATRIMONIO HISTORICO ¥ AROUEOLOGICO: VALOR Y USO. Ja transmision de conocimientos se hace en gran medida interpo- niendo simbolos entre las ideas y las cosas. W. D. Lipe explica cla- ramente el papel de los simbolos en la produccién de cultura: ‘Cuando Jos objetos materiales se utilizan como simbolos, la in- formacion cultural ya no necesita ser almacenada en su totalidad en los cerebros humanos, de manera que el depdsito de informacién al al- cance del grupo puede expandirse mucho més. Las culturas que pro- gresan mediante la di ermacion¢ ; ‘duos, los grupos y las cosas, sobreviven a los individuos concretos y aseqran Ia contnuidad enc tempo de fos modos de vida, deforma ‘que cada nuevo individuo y cada nueva generacién no precisan empe var de cero para adquirir una base de conocimientos, aunque dentro de ciertos limites cada uno puede afadir o modificar algutia cosa en relacion a lo que ha sido transmitido desde el pasado (Lipe, 1984, 5). El simbolo que ahora nos interesa es una entidad sensible, un objeto del pasado que se toma como representacién de otto objeto, de unas ideas o de unos hechos, en base a algin tipo de analogia ‘que pueda llegarse a percibir, o porque se establece una nueva aso- ciacién de caracter convencional o arbitrario. Sabemos que los ob- jetos se prestan singularmente bien a hacer el papel de simbolos como entidades fisicas que son, que perduran en el tiempo. Con ellos los hombres ven satisfechas sus ansias de continuidad en la transmisién de conocimientos y su necesidad de mantenimiento de estrechos vinculos con el pasado. Se ha explicado cémo los objetos del pasado operan en el pre- sente como sustitutivos de un lapso que no regresara. En este sen- tido los hemos pocido interpretar como signos, porque estén pre- sentes aqui, entre nosotros, en lugar de un hecho del cual un dia for- maron constitutivamente parte. Nuestro hipotético dhimo coche superviviente es el signo recobrado que nos retorna a un tiempo en el que sf habia coches. Es un signo, pero también podré ser al mismo tiempo un simbolo de una época que a partir de ahora re- presentara. Comprendemos que el objeto coche sera asociado a un tiempo concreto, pero también a toda una extensisima gama de ideas, presunciones y figuraciones respecto a las cuales no mediaré ninguna relacién constitutiva y s{ de otro tipo. Las posibilidades de Jas interpretaciones simbélicas a través de los bienes del patrimonio hist6rico para comunicar son enormes. Por un lado, el paso del tiempo por si solo hace que la gama de interpretaciones simbélicas varie; por otro, el caudal de conocimientos acumulados alrededor EL VALOR DEL, PATRIMONIO HISTORIC COMO RECURSO 91 de los objetos procura nuevas visiones que influyen en Jas mismnas interpretaciones simbélicas, Un objeto historico, aunque no sea la espada del Cid o la mesa de trabajo de Freud, simboliza muchas co- a8 y cosas muy diferentes en momentos histéricos diferentes y en. tre distintos grupos humanos. El hecho es que en cada fase hist6- rica, digamos el lapso de una 0 dos generaciones, la carga simbélica, adquiere connotaciones distintas, produciéndose una secuencia en el tiempo de figuras interpretativas, que son las que en definitiva conceden al objeto que simboliza su valor fundamental. Como dice S. Pearce, la capacidad de los objetos lel pasado de ser simultanea- mente signos y simbolos, de transportar una verdadera porcién del pasado hacia el presente, pero también de arrastrar interpretacio- nes y reinterpretaciones simbslicas, es lo que constituye la esencia de su peculiar y extraordinario poder (Pearce, 1992, 27), Pero también tiene un punto débi: el mismo paso del tiempo. Lo que da poder al objeto simbolizante, al mismo tiempo puede constituir su punto més débil, porque la distancia temporal entre objeto y simbolizacién es causa inevitable de interferencias y mixt ficaciones, Y atin mas lo puede ser la distancia fisica. Dediquemos ahora un segundo de atencién a plantear el problema que origina la distancia en el tiempo, Nuestro mundo contempordneo parece mas alejado del pasado que nunca antes. Para la mayoria de los ha- bitantes de los tiltimos afios del siglo xx, el pasado es algo que suena a extrafto y que no casa bien con las vidas que evan. Es un terreno poco y mal frecuentado, que se ha vuelto inhéspito porque se encuentra muy lejos de la experiencia individual de la cotidia- neidad, marcada por el cambio y el ansia obsesiva por el progreso. Este es el principal problema que afecta al futuro del patrimonio historico en la sociedad actual, pero sobre el futuro que cabe reser- var al pasado ya volveremos mas adelante. Cuando alguien contacta con un bien patrimonial, la visién del pasado que saca depende de los conocimientos y de las experiencias que tenga. Estos bienes evocan para una mayoria ciertamente ima- genes seductoras de ttn tiempo que no ¢s el suyo, como signos y sim- bolos que son, Sin embargo, e! nivel y la calidad de la experiencia vi vida a través de este encuentro y la misma riqueza de las simboliza ciones que se desvelan estén en funcién del bagaje cultural que el individuo aporta, Los bienes patrimoniales constituyen siempre ma- teria delicada; una aproximacién simplista 0 una interpretacién dis- torsionada fruto del desconocimiento, la falta de referencias, ol exce- sivo entusiasmo o el engaito puede derivar en tn uso tendencioso del 92 PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO patrimonio histérico y en una alteracién de sus fundamentos cientt- ficos. Esta-es la inevitable contrapartida que hay que prever cuando se trabaja con un material tan sensible. Por eso los conservadores de ‘museos y monumentos cargan con una gran responsabilidad social al realizar su trabajo. A la vista de la fragilidad de la conexién simbs- lica no es extrafio que los bienes patrimoniales sean objeto en oca- siones de manipulaciones interesadas de caracter ideol6gico. Cualquier persona minimamente formada dispone de dos tipos de conocimiento en relacién al patrimonio hist6rico, el conoci- miento académico y cientifico, y el conocimiento tradicional, los cuales interactiian continuamente, enriqueciéndose mutuamente. Su funcién ¢s la misma y los dos facultan a las personas para obte- ner algtin tipo de beneficio de su encuentro con los bienes patrimo- niales. La diferencia reside en Ja calidad de la informacién publi tada, aunque eso no es garantia de nada, ya que hay que ver cémo se recibe y asimila esta informacién. Para ver cOmo despliega su po- der de evocacién y seduecién un objeto del pasado nos valdremos de un ejemplo. Si un aficionado que frecuenta el campo no ha sido advertido de que aquel resto de muro que encuentra al subir una co- lina es parte de lo que queda de una defensa altomedieval, la con- templaci6n de las piedras no le despierta interrogantes ni le provoca otra visién que la de un obstaculo en el camino, que supera sin con- secuencias. En cambio, a quien se le ha comunicado la «verdad», decir, a quien se le ha dado entrada al circuito de comunicacién con el pasado a través del objeto y es capaz.de interpretar el signo como tal, entonces la experiencia que vive es muy distinta. Uno siente de entrada la cutiosidad de observar con detenimiento el resto de ‘muro y gusta de tocar las piedras con un interés mayor y diferente hasta encontrar incluso las marcas de los picapedreros. E] muro es tuna sefial inequivoca del pasado, justamente un fragmento real de pasado al alcance de nuestra mirada y de nuestras manos. Entonces distinguimos en el observador, como apunta Lipe (Lipe, 1984, 4), dos tipos de reacciones cualitativamente importantes. Por un lado, tuna reacciGn de tipo sensitivo, de conexién a nivel de las sensacio- nes visuales y téctiles, con la mano que colocé las mismas piedras y las mareé hace més de mil afios. Por otro, una teaccién de cardcter intelectual intimamente satisfactoria, que busca ordenar, clasificar y evaluar el papel y Ia importancia del objeto en el pasado. Al mismo tiempo, quizs también el muro sea objeto de interpretacio- nes simbélicas que podamos conocer parcialmente y apropidrnos- las: que si aquella gente pertinaz y valiente fue capaz. de construir EL VALOR DBL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 93 una nacién, ete., cosa que aumenta su poder de seduccién. La expe- riencia sensitiva, en si misma gratificante, est al aleance de mu: chos en funcién de su experiencia vital y s6lo hasta cierto punto de- pende de los conocimientos hist6ricos previos que el sujeto aporte al encuentro, Aqué juega su papel la imaginacién, la curiosidad y la aficion del actor. La experiencia intelectual puede tener también, muchos matices y est légicamente en funcién de la preparacion de cada uno. Esta duplicidad de reacciones y la misma interrelacion entre el conocimiento cientifico y el conocimiento tradicional las encontramos en Ja actividad investigadora habitual de los especia- listas. Michael Sherman las identifica al referirse al trabajo cot diano de los expertos con los bienes del patrimonio histérico: Cuando analizamos un objeto como un artefacto hist6rico, junta- ‘mente a un detenido examen cientifico no podemos evitar sustracrnos al catélogo entero de mitos, historias, convenciones, creencias y datos {que nos baila por la cabeza o que hemos aprendido de los libros. ‘Cuando contemplamos un objeto como una religuia, requerimos al ob- jeto en cuestién que nos evoque emociones, acontecimientos ¢ ideas que ‘nos proporcionen una imagen de la comunidad que hay detras del ob- jeto yel lugar que ocupaba este objeto en la misma (Sherman, 1989, 27) El objeto histérico o la reliquia, que son la misma cosa, se nos muestra ahora con toda su fuerza. Es insustituible en cualquier caso porque es el catalizador de sensaciones, emociones y razona- mientos. Sin el objeto catalizador no hay experiencia de pasado, y para muchos, para la mayorfa de la gente de la calle, alos que de- nominamos publico, no hay estimulo suficiente para interrogarse acerca del pasado y la historia. Estudiemos ahora el papel de los vestigios en la investigacién convencional sobre el pasado y la re- percusién de esta investigacién sobre el ptiblico. La investigacién sobre el pasado y el papel de los vestigios ‘Tradicionalmente existen (res vias para acercarse al pasado: la de la memoria, explotada por la historia oral y también por la psi- cologia, la de los documentos de archivo y los libros, practicada por los historiadores, y la de los restos fisicos, objeto de atencién de arquedlogos y antropélogos, Aun cuando la memoria es crucial al sentido de identidad del individuo y nos hace conscientes de nuestra continuidad como personas a través del tiempo, la memo- —_—______—— 94 EL PATRIMONIO HISTORICO Y AROUFOLOGICO: VALOR Y USO. no puede ser en este apartado el argumento principal. La me- moria es etérea y es una cosa muy personal. La memoria, la propia, como con Dios 0 la Iglesia, es una de las tiltimas cosas con las que Ja mayoria de la personas quieren hacer las paces un dfa u otro, so bre todo cuando se intuye que el tiempo de uno se acaba. La me moria habla, asf, mas de las continuidades individuales que de las colectivas, de las identidades individuales que de las identidades colectivas. La interpretacién del pasado a través de los documentos esetitos, lo que conocemos habitualmente como historiar, es un procedimiento de: trabajo que lleva mas lejos que la memoria y apunta siempre a las colectividades, excepto en el caso de la bio- grafia y sélo en parte, EI nacimiento de la historia se ha asociado a Ja aparicion de documentos escritos por individuos que hablan de Jas grandes cosas que han hecho ellos 0 sus mentores. Esta historia tiene siempre una vocacién evocativa y ejemplarizante. De aqui que es importante constatar que cl conocimiento histérico se cons- truye en beneficio de las generaciones futuras, como si de un le gado en forma de pensamientos elevados y ejemplarizantes se tra- tase, destinado a modelar las identidades colectivas, El conoci miento histérico tal como lo concebimos hoy dia también busca construir generalizaciones sobre el comportamiento de los grupos humanos y sobre las causas que explican aspectos de la evolucién de las sociedades. Fiel a sus origenes, la historia procura poner de manifiesto las relaciones de continuidad entre pasado y presente, aunque también a menudo las de cambio. Los historiadores han tendido logicamente a centrar su trabajo alrededor del anilisis € interpretacin de los documentos escritos, porque ha sido me- diante el lenguaje escrito como mejor se han expresado los pensa- mientos elevados y descrito los grandes logros. Para el historiador profesional tradicional la historia se hace con los papeles y sélo si éstos faltan hay que ir a buscar otras fuentes. Es por ello razonable afirmar que los historiadores han tendido a subvalorar los demas restos tangibles del pasado como fuente de conocimiento histérico. Veamos algunas de las razones que explican la suptemacia otor- gada a la documentacién escrita En primer lugar por una tradicién cultural altamente generali- zable que hunde sus rafces en la noche de los tiempos, donde el deslinde entre lo sagrado y lo profano arroja alo material a un sub- mundo de imperfecciones. Asi, el mundo material presenta siem- pre zonas de sombra Henas de connotaciones negativas. Las cosas materiales, por contraste con las cosas del espiritu son incompletas we BL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO «95 e imperfectas, insustanciales y terrenales, o sucias y carentes de be- lleza. Las ideas que vienen‘del alma, nuestra parte sagrada, son la prueba definitiva que evidencia la distancia que separa al ser hu- mano del animal, el cual es incapaz de erigirse por encima de la brutalidad material a que la Providencia lo ha condenado. Hay un arriba hacia el cual seftala Platén, el mundo espiritual de las ideas, yun abajo, el mundo material de las cosas. Como las ideas prece- den a las cosas, por eso en los actos humanos de creacién se ha ten- dido a separar la idea del acto que conduciré a la materializacion de la idea en objeto. Asf, la facultad humana del /dgos, la expresion de aquello que se piensa, merece una consideracién superior si se manifiesta de forma conspicua, es decir, por medio de la palabra o de la escritura, lo que da lugar al fatum, o al dictum, la plasmacién del cual queda a cargo de los escribas. A otro nivel queda lo que po- driamos llamar factum, la actividad fisicamente exigente responsa- ble de la transformacién de la materia en objetos. En las socieda- des histéricas, los individuos que tenfan el dominio de la palabra se consideraban por encima de los que s6lo podian manejarse bien con las manos, por eso los poetas, los fil6sofos y los oradores han gozado de superior reputacién que los pintores, los artesanos o los agricultores. De forma parecida, la vida politica de relacién ha im- puesto una super-vision a la vida materialista de la produccién. Existe también una tradicién historiografica. La historia desde sus origenes ha sido concebida como una narracién en la cual la ex- posicién de ideas, datos y acontecimientos ha adoptado la forma teraria, Los historiadores han valorado por encima de todo dos co- sas: el dato registrado cuidadosamente sobre el papel, aunque fuera por andnimos notarios del quehacer cotidiano de las gentes, y las, ideas ricamente expresadas mediante el lenguaje escrito, Parece que ‘cuanto mas nos aproximamos a los tiempos presentes, mas de lado han dejado los historiadores a los objetos, que han sido considera- dos como testimonios insustanciales, aburridos 0 mudos. En la Epoca de! Renacimiento, la renovacién general del pensamiento cidental no afect6 al procedter de los histotiadores. Da la impresién que las inclinaciones tradicionales de considerar a historia como tuna actividad lileraria se reforzaron. A partir del Renacimiento los historiadores se interesaron por extraer lecciones morales de los he- chos pasados y por esta raz6n las fuentes escritas vieron reforzado su prestigio frente a las fuentes materiales. Ruinas y monumentos quedaron como territorio reservado a la actividad de los anticua- Tos, unos individuos que no podian ser considerados a la misma al 96 EL PRTRIMONIO HSTORICO ¥ AROUFOLOGICO: VALOR ¥ USO tura intelectual que los historiadores, ya que tendfan a la fabulacion en medio de excesos de la imaginacion, La arqueologia progress aportando método y rigor al estudio del lenguaje secreto de los obje- tos, Pero en sus origenes, arquedlogos y anticuarios se confundian. Cuando no se ha creido conveniente esforzarse en interpreta el len- guaje de las piedras y los objetos por considerarlo negligible, por ejemplo durante gran parte del siglo xtx, la arqueologia no ha pa- sado de ser um instrumento erudito para el estudio de aspectos muy concretos y parciales de las sociedades del pasado mais lejano, En el siglo xnx se pensaba, por ejemplo, que conforme avanzaba cronolé- gicamente la historia, el papel de la arqueologia decrecia, hasta desaparecer con la invencién de fa imprenta en el siglo xv. Esta con- cepcidn, hija de una vision guttembergiana de Ia cultura, ha mar- cado profundamente la arqueologia hasta el presente. Los arqueslo- gos se han centrado tradicionalmente en estudiar el pasado més remoto, aquel que ha dejado su rastro de cultura material forzos mente enterrado por siglos de polvo y desolacién y que no ofrece ni memoria ni apenas historia, Se podria decir que los arquedlogos se han especializado en dar respuestas a los requerimientos de una historia en peligro de extincién. Con estos antecedentes y con la sabia advertencia de F. Haskell —econ frecuencia se olvida cémo ha sido de erratico y potencial- mente engafioso el proceso de conservacién de la mayorfa de las prebas visuales» (Haskell, 1994, 3)—, que resalta el contraste en: tre el mundo abierto como campo arqueolégico y el mundo de los archivos con su cuidada y sistematica labor de conservacién de los documentos escritos, ser preciso a continuacién examinar las ventajas y las limitaciones de la cultura material y en concreto del patrimonio histérico, para acercarnos al conocitiento del pasado, Los OBJETOS DE: 1.4 {HISTORIA COMO FUENTE DE CONOCIMIENTO El escritor de origen hindit V. S. Naipaul dice que el pasado es- pectacular de la India no se asimila mediante el estudio de libros, sino que hace falta salir a la calle y disponerse a la contemplacién extitica, Fs decir, que mas alla de las palabras, los datos y los acon- tecimientos lo que hace falta es acercarse a las cosas hechas por los hombres y procurar identificarse con ellas de una manera emocio- nal, abriendo la propia sensibilidad a la relaci6n con el exterior La vision hindd y su método, empatia, configura un extremo del am- Sy EL VALOR DEI. PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO «97 plio abanico de posibilidades que la cultura material ofrece al ob- servador como fuente de conocimiento. El otro extremo, fruto del mas depurado racionalismo occidental, vendrfa marcado por la pretensién de algunas escuelas de reducir el pasado a cifras, y la historia a pura sociologfa, El filésofo indo-catalén Raimundo Pani- ker tiene la misma receta que el escritor y acostumbra a explicat, para justificarla, que lo que en Occidente es historia en la India es mito o religion. Péniker contrapone Oriente y Occidente en fun- ion del diferente sentido de la historia que tienen estos dos focos, de civilizacion, Para Occidente, la historia es el continente necesa- rio dentro del cual se desarrollan las cosas susceptibles de ser cap- tadas y estudiadas; es decir, la realidad es, en tanto que existe hist6- ricamente. Para Oriente, en cambio, la historicidad de las cosas no es el tinico criterio de realidad ni el més importante. En cualquier ‘caso, para ambos mundos los objetos del pasado son una fuente de conocimiento en tanto en cuanto son pruebas, testimonios, eviden- cias, Intelectuales de un lado y del otro probablemente estarfan de acuerdo en Ia idea de que los bienes patrimoniales son parte de un. sistema de comunicacién no verbal entre personas, capaz de supe- rat las barreras geograficas y temporales. FI valor de los bienes del patrimonio hist6rico como fuente para el conocimiento nace de considerarlos indicadores de un de- terminado lenguaje social. G. Kavanagh, al referirse a la actividad propia de los museos de seleccionar y adquirir objetos para las co- lecciones, esboza el marco especifico que sittia a los objetos como indicadores de ese lenguaje social: +A base de recoger fragmentos de los signos y de los sfmbolos que son parte de cualquier sistema de comunicacién, el museo ha de pretender encapsular la eviden- cia fisica del ser y de] obrar» (Kavanagh, 1990, 109). Esta autora contintia su discurso bajando de la abstraccién a la realidad més inmediata y cotidiana, expresando por medio de un ejemplo lo que quiere significar y para ello utiliza uma cita de Adrian Forty (Objects of Desire, 1986) que me permito reproducir tambien: Si observamos con detenimiento la gama de bienes que exhiben los eatélogos'de productas de los fabricantes o de los grandes alma. ccenes del siglo xtx veremos una representacién de cémo era la socie. dad. A través del disefio de los cuchillos, los relojes, la ropa o los muebles destinados a cubrir las necesidades de los diferentes niveles sociales y de los diferentes tipos de vida, nos poclemos dar cuenta de la apariencia de la sociedad tal como los suministradores de produc tos la vefan y tal como los compracores aprendian a vert, 98 EL PATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO. Como debe ser particularmente certera por necesidad la vision que los fabricantes y los comerciantes tienen de cémo son y qué quieren sus clientes potenciales, ya que en ello les va el negocio, el ejemplo es clarificador sobre el valor representativo de los bienes de uso generalizado en una sociedad cualquiera. Los objetos tienen Ja virtud de actuar a modo de intermediarios sociales de relacién, y son como son, en tanto que son diseftos especificos para abordar con éxito los requerimientos derivados de tal relacién. El estudioso de la cultura material o e! musedlogo al abordar el objeto hist6rico, se intermediario social de relacién que ha funcionado en un deter- ado momento hist6rico, tiene ante sf un trabajo complejo y largo si quiere rehacer el camino que va del momento azaroso del encuentro con el objeto hasta su plena contextualizacién social y adecuada inteleccién. El proceso que debe seguir se asemeja en ciertos momentos a un interrogatorio, Primero analiza el objeto en si mismo procurando captar la informacién que le proporciona el material con el que esté hecho, su forma, su disefio y la técnica de manufactura empleada, asi como el uso previsible y hasta su data- cién. Seguidamente procede a emplazar el objeto en un contexto més amplio, o lo que es lo mismo, inquiere sobre el objeto en rela- cién a todo lo que es externo al mismo. En esta fase hay lugar a in- dagar sobre su origen, lugar de adquisicién o localizacién, reco- rrido hist6rico del propio objeto, manos por las que ha pasado, uusos no directamente presumibles, posibles significaciones simbé- Jicas que conlleva, etc. Como se puede intuir, la investigacién obje- tual va més alld del mero paradigma positivista y demanda una clara comparecencia pluridisciplinar, Para zanjar esta cuestion me- todolégica nos limitaremos a dejar constancia de algunos de los mas interesantes modelos metodolégicos de andlisis objetual cono- cidos. En realidad se trata de un empefo reciente como cabria es- perar de un ambito de investigacién, el histérico, que ha subvalo- rado tradicionalmente los restos tangibles del pasado como fuente de conocimiento historico. Aun asf, durante las titimas décadas se han planteado paralelamente desde contextos musetsticos y univer- sitarios algunos modelos de andlisis sistematico de objetos, obra de antropélogos, musedlogos, historiadores del arte y arquedlogos con el objetivo de dar cuerpo y método al estudio del objeto histé rico. S. Pearce, al presentar una resefta de los que considera mas importantes, acredita a E. Panofsky como el primero en disefiar un esquema critico interpretativo de los objetos, en este caso obje- tos artisticos, en la obra Studies in Iconology, publicada en 1939 EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 9 (Pearce, 1992, 265-273). En los afios sesenta Montgomery y McChing Fleming harfan aportaciones desde la antropologia y la muscologia ‘que servirian para redescubrir el valor de los objetos cotidianos, es decir de aquellos realizados sin intencién de trascendencia. ‘A continuacién se reproduciran en su forma abreviada de es- quema dos modelos signiticativos especialmente relevantes en rela- cin a los argumentos que centran la atencién del presente capftulo. Son los del norteamericano E. McClung Fleming, profesor de muse- ologia del Museo Winterthur Universidad de Delaware, uno de los primeros que habla de cultura material en un contexto musefstico, y el de S. Pearce, arquedloga y profesora de la escuela de museologia de la Universidad de Leicester, Inglaterra. Si el modelo de McClung Fleming es relativamente simple e incorpora la perspectiva simbo- lista en el andlisis de los objetos, revelando una procedencia del au- tor del campo de la antropologia, el segundo pretende realizar una sintesis de las aportaciones de distintos modelos anteriores, resul- tando asf un modelo complejo al mismo tiempo que sincrético. En 1974, McClung Fleming publicé el modelo siguiente (Sch- lereth, 1982, 166): A oaenee 98 as sponetre Tempe ; ein Valeo cae ct 2 ais eta ance pace (oucermanchio |.---.| eewomunpepaca Sonsvoaa) ene Canpancnnaice 2. Erkan . non 1 denies (Geseripe actus) Erbe isto dr xj, materia, consis dao, tine 100 S. Pearce propuso en 1986 el modelo siguiente (Pearce, 1992, 272): EL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO. Er bate tone mater, histori, un erro pio yuna signin Lesereneeree | —. 77 Maisto onsiociony ‘Desoipeon fica, cmemantcin oomentativa 2 Mateiadisono de ‘Creparasion can cos oxi objet, doles oreamontos ara hacer grupos tpctgon| i 3. Nateriaracenizactn 2) prowerioncia 1 Yeeies Industral “Gonparacon con ove bjt y mucsras 4. Hoa 2) la propia historia ‘ia histosa que sigue in fnetn prdctce i ‘ataci, ae vesignacn oaumenta 5. Enorocenteto amir macro q “Fabalo de campo e sswostgacién 6, Entomoioodizacin ‘enclpasae Dien reac ao itnios ips 1 7, Slgitcacion = "Rpar de wa eorao doun sie 1 1 terprtacié ot objeto on Ietganzacion soci ‘Sino do tartar? teen anions EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 101 LLAS LIMITACIONES DEL PATRIMONIO HISTORICO PARA EL, ESTUDIO ¥ COMPRENSION DEL PASADO. Si nos referimos a las limitaciones de Ja cultura material cons- tatamos en primer lugar que existe un problema de magnitudes, ya que los restos materiales del pasado pueden ser tan numerosos que resulten inabarcables, Todo lo que no es nuevo pertenece al pa- sado, logicamente y como aftade G. Kubler (Kubler, 1962, 2): «Todo lo que se hace de nuevo es 0 una réplica 0 una vatiante de algo he- cho anteriormente y asi hacia atras en el tiempo sin interrupcion hasta la aurora de los tiempos del hombre sobre la Tierra.» Hay tanto pasado sobre la superficie de la Tierra 0 justo de- bajo, que no llegamos a distinguir, asi que pasa desapercibido. Los paisajes que contemplamos, sea desde donde sea que miremos, son realmente pura arqueologfa. Todo el mundo es practicamente un inmenso campo arqueolégico. Por este camino la idea de patrimo- nio histérico-arqueolégico puede llegar a convertirse en una pesa- dilla, por abrumadora, inasible y vaga. Fl patrimonio expresado de esta forma abraza en potencia tantas cosas y tan diversas que se transforma en un mundo en sf mismo, un mundo de fantasfa y ar ficio que la mente humana recrea con una mezcla de placer y aprensi6n. Seguir este argumento, pues, no tiene mucho sentido. ‘que un inmenso pasado inabarcable por lo mucho que puede Hegar a ofrecer, lo que existe para el arquedlogo o el historiador son distintos pasados: uno para cada lugar y cada grupo humano. Pero ademas cada pasado est mas 0 menos acotado y segmentado puesto que los seres humanos han aprendido a parcelar el tiempo con la ayuda de las diferencias que el paso del tiempo provoca en Jas cosas. De esta manera, para cada tiempo historico acotado los restos correspondientes a un lugar llegan a ser un recurso limitado, que obviamente no es renovable. Y mas importante atin, los restos connotan la limitacion del espacio de tiempo y lugar acotados. Asi, todos comprendemos que una vajilla de loza sustituya una anterior de madera y un coche con motor de explosién a otro de caballos. En segundo lugar aparece el problema advertido por F. Has- kell cuando se réferia a los espejismos que enturbiaban la contem- placién de los testimonios materiales de las civilizaciones, por lo erratico que ha sido el proceso de conservacién de los mismos. Te- nemos hasta cierto punto sélo lo que el azar nos ha procurado, ademés de aquello que los seres humanos han querido conservar expresamente y ha podido llegar hasta nosotros. Ante la inevitabili- 102. BLPATRIMONIO HISTORICO ¥ ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO dad de esta real limitacion slo nos resta evitar que en el futuro a los estudiosos del pasado les pueda pasar lo mismo. Enla literatura museol6gica el argumento mas polémico y que més a menudo aparece cuando se valora la cultura material como fuente para comprender el pasado es que los restos son mudos. Este es el verdadero caballo de batalla de los encargadlos de presen- tar el pasado al piblico en museos, yacimientos arqueolégicos y reas monumentales, y la tercera limitacién que debemos seftalar. Aunque podria entrar en este apartado, no nos corresponde aqui discutir a fondo acerca de los problemas especiicos de la interpre tacién cientifica de los restos, por ello sélo seffalaremos que los mismos arquedlogos muy a menudo tampoco tienen suficiente con desplegar una metodologia compleja de examen ¢ interpretacién de los restos y han de acudir a otro tipo de fuentes secundatias, y ‘aun asi sus conclusiones siguen siendo siempre provisionales. El principio de partida es undnime: la cultura material no goza gene- ralmente de suficiente autonomia significativa en s{ misma, por lo que junto al testimonio del pasado hay que poner a la figura del ex- perto, quien gracias a que dispone de conocimientos adquiridos en algtin otro lugar y permanece en didlogo constante con los restos, es capaz. de proporcionar al observador pautas interpretativas que sitiien al testimonio en su contexto y lugar especificos, mientras da una versién de la «verdad» provisional alcanzada hasta el mo- mento. Este experto, con su presencia directa en el lugar o me- diante procedimientos interpretativos en dos o en tres dimensio- nes, que le sustituyen personalmente, contribuye a salvar la distan- cia y Ja mudez de los restos y sitiia al observador dentro de un circuito que hace minimamenie posible la comunicacién y la com prension. En cuarto lugar hay que afrontar el problema de cémo mos- trar el cambio —Ia esencia de la historia es la dialéctica entre la continuidad y el cambio— valiéndose de cosas que permanecen fi- sicamente inalterables en el tiempo durante cierto perfodo, como pasa con los objetos del pasado, de manera que parece que la socie- dad que los produjo no evolucionaba, Sobre este argumento Lo- wenthal explica cémo el hecho de que los restos histéricos sean es taticos hace que sdlo reflejen un tiempo congelado, detenido en wn momento dado, como el tiempo que se pretende capturar cuando se dispara una fotografia (Lowenthal, 1985, 243). Todos conoce- ‘mos las tipicas glosas promocionales que acompafian invariable- mente a la propaganda turistica de un lugar historico: «por las ca- VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 103 Iles y plazas del centro de la historica villa parece que el tiempo se haya detenido». Si el tiempo se ha detenido sobre las piedras, gcémo pueden éstas reflejar la tensién del paso del tiempo? Esta li mitacion de los restos fisicos del pasado se dice con raz6n que es- camotea las nociones de contraste y dinamismo y sin embargo po- cas veces es vista como tal por los amantes de la historia, Veamos para acabar un doble ejemplo que ilustra acerca de los problemas sefialados y particularmente de la oportunidad de refl jar Ja tension continuidad-cambio en el tiempo, a través del patri- monio hist6rico. Comprobaremos cémo et recurso a la documenta- cién asociada al objeto, juntamente con un trabajo serio sobre téc- nicas de exposicion, puede ayudar a reconducir algunos problemas y salvar para la gente el valor historico de los objetos. J. Deetz. so: tiene que Ia cultura material de un perfodo hist6rico puede ser in- terpretada poniendo el acento en los elementos de continuidad o alternativamente en los elementos de cambio (Deetz, 1980, 40-45). Una antigua vajilla de porcelana puede ser interpretada desde un punto de vista formal y expuesta consecuentemente en el museo encima de una mesa, De esta manera se establece una analogia con la actual poniendo asi de manifiesto los elementos de con- timuidad cultural entre el hoy y el ayer. Alternativamente podemos consideraria una pieza doméstica perteneciente a un contexto ma amplio y por lo tanto més cargada de resonancias culturales y a mismo con mayor margen para descubrir elementos de diferencia. Deetz explica que las vajillas de porcelana de importacién eran la excepcién en las casas de la costa Este de Estados Unidos en el si- glo xviL, por lo que las pocas casas que disponian de este tipo de va- jilla la exponian en una estanteria en el recibidor: Sobre la mesa de comer ponfan en cambio una bandeja de madera (trencher) en la que preparar y servir, al mismo tiempo, la comida, Pero la cuestion no acaba aqui como nos advierte cierta documentacién escrita de Ja época. Crénicas de la época e inventarios de bienes de cardcter testamentario dejan claro que este tipo de bandejas tenia un uso colectivo. El grupo que trabajaba y vivia bajo un mismo techo co- mia con fas manos de la misma bandeja situada en el centro de la mesa, lo que hacia que estas personas fueran conocidas como au- ténticos «compafieros de bandeja» (trenchermates). Lo més impor- tante es que el hecho de compartir mesa, bandeja y comida era una manifestaci6n més de una forma de vivir comunitaria que afectaba a todos los espacios y circunstancias de la existencia de las perso- nas. Cuando a finales del siglo xvut la vida se hizo més individua- —— 104 FL PATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO lista el trencher desapareci tanteria a la mesa. El segundo caso ilustra acerca de la interpretacion que corres. ponde a una pieza de mobiliario tan comtn como la silla, en el contexto de una casa antigua, de época, en Catalufia. Tal casa, de aspecto sefiorial y conservada en el centro de una pequefia ciudad, debfa abrirse al piblico como museo y mostrarse tal como era a mediados del siglo pasado, trabajo en el que este autor participé. Para retornat la casa a sus esplendores de antafio hubo que hacer una pequefia investigacién y consultar documentacién testamenta- ria. Las casas buenas de ciudad tenfan en la planta noble del edifi- ‘cio —la planta del primer piso siempre més alta de techo— la sala o pieza de respeto que apenas se pisaba en Ja vida diaria, Era un es- pacio reservado a Jas grandes ocasiones, por lo que en realidad s6lo tenia una funcién social. All{ se recibfa a toda la familia cuando se reunia entera una vez al afio 0 con motivo de grandes solemnida- des; 0 a las amistades que iban de visita, La sala era el espejo que teflejaba el poder social y econdmico de los propietarios, En esta sala, la pieza de mobiliario més abundante era la silla. Habia tan: tas sillas que no era légico ni posible exponerlas tal como hoy lo harfamos. El hecho es que las sillas existian no sélo para satisfacer tuna necesidad obvia, es deci, una funcién wtlitaria, dado que alli se podfa reunir mucha gente, sino también para realzar el valor del aparador en que se transformaba la sala y la calidad de sus duefios, que mostraban asi a cuanta gente importante sabian recibir ‘Cuanto més rica y grande era tuna casa, mas sillas tenfa en su pieza de respeto, colocandose junto a !a pared, una al lado de otra, a lo largo de todo su perimetro y dejando en el centro un gran espacio vacio, En las listas que inventarian las posesiones de las familias a la hora de hacer testament, las sillas de la sala son el elemento mueble més citado de la casa. A veces se cuentan por decenas, Es- tas sillas hablan de respeto, consideracién y lustre social en el con- texto de una sociedad patriarcal. y la vajilla de porcelana bajé de la es LAS POTENCIALIDADES DEL. PATRIMONIO HISTORICO PARA EL ESTUDIO Y COMPRENSION DEL PASADO Pese a la opinién de Voltaire, la historia es una caja de trucos ‘con que los muertos han chasqueado a los historiadores. El mas cu rioso de estos engaiios consiste en creer que Ios testimonios escritos FL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORICO COMO RECURSO 105 disponibles nos proporcionan un facsimil razonablemente exacto de Ja pasada actividad humana, La «prehistoria» se define como el pe- riodo para el cual no se cuenta con testimonios de esa indole. Pero hasta hace my poco la inmensa mayorta de la humanidad viva en tina subhistoria, que era na comtinuacién de la prehistora, Y esta situacién no erm caraceristica exclusiva de los estratosinferiores de ln sociedad. En In Europa medieval, casi todo lo que sabemos de la aristocracia feudal proviene de fuentes clericales que, lgicamente, reflejan actitudes eclesidsticas: los caballeras no hablan por sf mis- tos. Solo mas tarde los comerciantes, los fabricantes y los técnicos Comnienzan a hacernos participes de sus ideas. El campesino fue el tikimo en encontrar su propia expresion. Silos historiadores han de procurar escribir la histori de Ia - anid, y no simplemente la historia de la humanidad tal como la ‘eian aquellos reucidos sectores especializados de nuestra raza que hhabian ‘adquirido el habito de borroncar paginas, es menester aque wielvan a observa los testimonios a fa luz de un nuevo enfoque, Se formulen nuevas preguntas sobre éstos yutilicen todos los recur. 0s dela arqueotogia, la iconografia y la etimologia en busca de res pwiestas. (White, 1973, U1). Esta larga reflexién de L. White que Jlena las primeras Itmeas de su conocido estudio sobre la tecnologia medieval nos sirven para situar certeramente la cuestion que nos ocupa a esta altura del capitulo: la funcién que atribuimos a los vestigios materiales del pasado en la investigacién de cardcter hist6rico. La mayoria de Jos historiadores son, en teorfa, conscientes del papel que tienen en ese menester los objetos del pasado, pero a la hora de la verdad acostumbran a trazar una raya y dividir el pasado en dos grandes, fases: la que se puede estudiar por medio de los documentos escri- tos y la que no. Lo que sucede realmente es que cuanto més lejos hacia atrés nos dirigimos, més a menudo los objetos del pasado son utilizados como fuente para el conocimiento, cuanto més ha- Cia el presente, menos. Para estudiar el siglo xx, la opinion y praxis general del comtin de los historiadores es que los objetos no valen pricticamente para nada. Eso es asf porque se piensa, primero, que hay demasiados objetos sobre el escenario, demasiado «ruido», de- masiada confusion; segundo, porque con las demés fuentes, docu- mentos escritos, material audio-visual, testimonios orales, memo- ria viva, etc., va hay suficiente para comprender una época. Igno- rar el papel de los objeto’ en una sociedad como la nuestra en la gue jucgan un papel tan importante (ya se ha citado a Baudrillard) habida cuenta de la explosién consumista es preocupante. Pero 106 EL PATRIMONIO HISTORICO ¥ AROUBOLOGICO: VALOR Y USO ademas, ¢qué papel juegan entonces los museos que se ocupan de la cultura material producida durante los tiltimos ciento cincuenta afios? O zque puede inspirar al SAMDOK Council sueco a disefiar e implementar una polftica activa de adquisiciones de objetos del presente como punta de lanza de una museologia cientifica que abre camino a la museologia del maftana?? Muchos historiadores y miisedlogos han tendido a considerar los objetos del pasado como meras iltistraciones, igual que las fotos de los libros de texto, de un discurso de contenido historico elaborado a partir de otras fuentes. Otros, ante el reto que pone la nocién de la dialéctica continuidad- cambio optan por retirarse a las aguas mas tranquilas de la histor Jocal reivindicando una dedicacién en profundidad a un momento y aun lugar (estudios sincrénicos, museos monotemiticos 0 espe- cializados). Estos y otros més, cuando al traspasar el horizonte cro- nolégico de los tiempos modernos ven flaquear un discurso fun- dado en la cultura material optan por concluir que, cuando menos, Jos objetos sirven para una cosa: ayudan a presentar un pasado ‘mas 0 menos lejano a los ojos Avidos de informacién y cosas nue: vas, ademds de acostumbrados a la televisi6n, del piblico medio actual. Pero mas alli de los usos habituales, la cultura material ofrece un caudal enorme de posibilidades para profundizar en el ‘conocimiento de la historia a partir del reconocimiento de sus vi tualidades. Examinemos, pues, tales virtualidades. En primer lugar hay que destacar el hecho de que los objetos del pasado en si mismos no comportan un riesgo de intencionali- dad tan alto como muchos documentos escritos (Momigliano, 1983, 268; Schnapp, 1991, 19 y Schlebecker, 1982, 106-113). Efecti- vamente, aunque nunca hay que descartar la posibilidad de mani- pulacién de los objetos, el margen de verosimilitud es razonable- mente alto en la mayoria de los casos. (A nadie se le ocurre falsear sus propias herramientas de trabajo o sus enseres domésticos para enredar a los futuros arquedlogos! Ya a partir del Renacimiento al- gunos eruditos empezaron a tomar conciencia de que en los docu- mentos escritos que solian consultar los historiadores podia haber excesiva tendenciosidad ¢ incluso fraude. Algunos comenzaron a preferir las ruinas y los objetos que coleccionaban los anticuarios, especialmente las rmonedas, las medallas y las lépidas, por encima de las crénicas y de las historias. Unos de los primeros casos docu- 2, Vease, por eemplo, Rosander, 1980; Nystrom y Cedenlus, 1982; Cedvenus, 1983 Sven Garnet, 195 rr EL VALOR DEL PATRIMONIO HISTORIC COMO RECURSO 107 mentados de eruditos que dan més crédito a los testimonios mate- riales que a tos documentos escritos es el del arzobispo de Tarra- gona Antonio Agustin. En 1587, Agustin escribis un celebrado Did- logo de medallas, inscripciones y otras antigitedades de Tarragona, en el que decfa: «jo mas fe doi a las medailas y tablas y piedras, que a todo lo que escriven los escritores», Antonio Agustin, junta: mente con otros eruditos hispanos como Rodrigo Caro o Ambro- sio de Morales, abriran a finales del xv1 un camino que marcara la arqueologia de los siglos xvitt y xtx, donde al final en toda Buropa y América se producira una sintesis entre un modelo tradicional de aproximacién al pasado de raiz filolégica, una praxis anticua- ria y un modelo posrenacentista de cardcter empfrico, prestado a Ja arqueologta por los cientificos naturalistas acostumbrados a ob- servar y a tocar la tierra con las manos. La museologia moderna también ha superado la tradicién anticuaria y los usos excesiva- mente formalistas y esteticistas, Los museos de historia y arqueo- logia fundamentan ahora mismo su identidad en la idea de que los objetos, si se saben interrogar, proporcionan nuevas evidencias que no pueden expresarse por medio de la palabra escrita. En oca- siones, un andlisis critico de los objetos da elementos que sirven para poner a prueba conclusiones interpretativas sacadas anterior- ‘mente por medios mas convencionales. Para la museologia mo- derna, Ia interpretacién critica de los objetos y de las colecciones es su principal reto cientifico. Por eso M. Leone y B. Little han es- crito, contestandose a sf mismos acerca de las preguntas, gcudl es la funcién epistemol6gica del objeto historico en el campo de la in- vestigacion historica?, y gc6mo se produce conocimiento dentro de ese campo?, con las siguientes palabras: Nuestra respuesta, como Ia de otros colegas como J. Deetz (1988), ¢s que nuestra contribucién tiene por objetivo provocar inte- Frogantes y proporcionar un tipo de informacién que no han antici pado otros estudtiosos, porque no se puede servir desde otras discipli nas (Leone y Litile, 1993, 161). Leone y Little pertenecen al grupo de antropélogos, arquedlo- 08 y musedlogos norteamericanos que podemos adscribir, junto con Deetz, Beckow, Schlereth y otros de distintas partes del mundo, a la corriente de pensamiento pluridisciplinar que, para decirlo de alguna forma, se hace eco de la frase de Henry Thoreatt ‘que dice que una punta de flecha de silex es un pensamiento f6sil 108 ELPATRIMONIO HISTORICO Y ARQUEOLOGICO: VALOR Y USO (Schlereth, 1982b, xvi). Son los adeptos a la teorfa de la cultura ma- terial que Sostiene que los objetos del pasado contienen informa- cidn codificada tinica que podemos y debemos obtener, ya que re- fleja como ningtin otro documento cémo eran las personas y la so- ciedad que crearon y utilizaron tales objetos. Pero hay mas cosas interesantes que podemos hacer con los

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