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Mito de origen

Popol Vuh
Cultura Maya

Primero todo era silencio, había mucha calma. No había nada que estuviera en pie en toda la faz
de la tierra, solo existía el mar en reposo y un cielo apacible.
Todo era oscuro, solo Tepeu y Gucumatz – los progenitores- estaban en el agua rodeados de
claridad. Ellos son los que disponen de la creación de árboles, bejucos, nacimiento de la vida y
del ser humano. Se formó el corazón del cielo.
Mediante su palabra ellos hicieron emerger la tierra, dijeron "tierra" y esta fue hecha. Así
sucesivamente surgieron el día y la noche, las montañas y valles, brotaron pinares. También se
crearon las corrientes de agua y los arroyos corrieron libremente.
Luego crearon a los animales: los venados, pájaros, leones, tigres, serpientes, culebras, víboras,
guardianes de los bejucos, entre otros. Estos fueron hechos para cuidar a los árboles y a las
plantas. Los animales se dispersaron y se multiplicaron, pero los creadores les dieron sus
moradas respectivas, mar, tierra o aire.
Luego los creadores les dijeron que hablaran para que alabaran a sus creadores (a ellos), pero
estos animales no hablaban, solo emitían graznidos, chillaban o cacareaban. Entonces estos
creadores los cambiaron de hogar porque no conseguían que los adoraran ni que los veneraran.
Hicieron un segundo intento, pero estos tampoco hablaron y, por lo tanto, fueron condenados a
ser comidos y matados.
Ante este fracaso de que los animales no los veneraban, ellos se dijeron que tenían que crear
antes del amanecer algún ser que los venerara, por lo tanto quisieron hacer al ser humano. Para
esto tuvieron varios intentos:
En uno de esos intentos hicieron al hombre de barro, no se podía sostener, no podía andar ni
multiplicarse y se deshizo.
Luego trataron con madera, lo cual fue un gran avance, ya que hablaban y se multiplicaban,
pero estos no tenían memoria (por lo tanto, no se acordaban de su creador), entendimiento,
caminaban sin rumbo y andaban a gatas. Estos fueron los primeros que habitaron la faz de la
tierra, pero con el diluvio creado por el corazón de cielos estos murieron. Los que se salvaron se
escondieron y se convirtieron en Gnomos.
Poco faltaba para que el Sol, la Luna y las estrellas aparecieran sobre los creadores cuando
descubrieron lo que en verdad debía entrar en la carne del Hombre. El Yac , Utiu , Quel y Hoh
fueron los que trajeron la comida para la formación del hombre. Esta comida se convirtió en
sangre, y así entró el maíz por obra de los progenitores. Los hombres que fueron creados fueron
cuatro: Balam-Quitze, Balam-Acab, Mahucutah y Iqui-Balam.
"Estos son los nombres de nuestras primeras madres y padres."
Popol Vuh
Cultura Maya
Mito de origen
Kóoch y la creación del mundo
Tehuelches, indígenas patagones
Argentina, Chile

Al principio solo existían dos cosas: Kóoch, que siempre estuvo y una oscuridad absoluta que
no dejaba que las cosas existiesen.
Tanto tiempo pasó Kóoch en medio de las sombras y su soledad era tan grande que empezó a
llorar por tan enorme pena. Y lloró tanto y tan sinceramente por su profundo dolor que sus
lágrimas formaron el Arrok, el Mar Amargo de las tormentas y las tristezas.

Más tarde, aún en medio de tanta pena, pudo advertir como crecía la enorme cantidad de agua
que había llorado y entonces suspiró. Así creo a Xóchem, el viento, que inmediatamente
comenzó a correr arrastrando a las tinieblas y preparando el camino para la llegada de la luz.
Así fue como todo se iluminó y nació la alegría en Kóoch. Entonces tuvo ganas de seguir
creando los restantes elementos que le permitieron luego modelar el mundo en el que
finalmente vivirían los seres humanos.
Un día, en medio del mar que sus lágrimas habían creado, Kóoch quiso contemplar su obra y
vio que la luz no era suficiente. Enojado, levantó su brazo y sucedió que rasgó de lado a lado el
velo de la penumbra y encendió así una gran chispa de fuego: Kóoch había creado el sol al que
llamó xaleshem, cuya calidez al entrar en contacto con las aguas, creó las nubes y el viento, que
empezó a jugar con ellas corriéndolas por todo el cielo, con su risa alocada creo el trueno katrú
y ellas, que lo amenazaban con la mirada, crearon el relámpago lüfke.
Un día Kóoch volvió a aburrirse, por eso pensó que su obra no estaba aún terminada. Entonces
hizo elevar parte de la tierra que se encontraba debajo del mar y formó una isla en la cual
modeló montañas y llanuras separadas por valles y cañadas. Todos sus hijos, el sol, el viento,
las nubes admiraron la belleza de la isla y comenzaron a derramar sus bondades sobre ella, lo
cual dio como resultado la formación de ríos, arroyos, lagos... el nacimiento de los peces, las
plantas, los árboles y las aves.
Pero sucedió que los primeros hijos de Kóoch sintieron al final, celos de esta nueva creación y
en ocasiones desataban su furia sobre la isla castigando duramente a árboles y otros habitantes.
Entonces Kóoch decidió reprenderlos hablándoles con firmeza y así la luz continuó brillando
para el deleite de la creación.

Kóoch y la creación del mundo


Tehuelches, indígenas patagones
Argentina, Chile

ito de origen
Boshongo, Bantu tribu
Africa.

Al principio, sólo había oscuridad y Bumba estaba sólo. Un día Bumba se sentía atormentado
por su terrible dolor de estómago. A continuación sintió nauseas y al realizar un esfuerzo
vomitó el sol; y así la luz se difundió por todas partes. El calor del sol hizo que parte de las
aguas primitivas se secasen, de manera que en algunas zonas empezó a aparecer tierra seca.
Después Bumba vomitó la luna y las estrellas, de forma que la noche tuvo también su luz.
Nuevamente Bumba se sintió mal y realizó otro esfuerzo, tras lo cual aparecieron nueve
criaturas vivas: el leopardo, el águila, el cocodrilo, un pez, la tortuga, el rayo (llamado Tsetse),
la garza blanca, un escarabajo y un cabrito y, por último, apareció el ser humano. Esas criaturas
crearon a su vez nuevas criaturas. Entonces, los tres hijos de Bumba: Nyonye Ngana,
Chongannda y Chedi Bumba, dijeron a su padre que ellos terminarían de hacer el mundo. De
todas las criaturas solamente Tsetse, el rayo, creaba problemas. Tanto mal hizo que Bumba lo
atrapó y lo encerró en el cielo. La humanidad se quedó entonces sin fuego, hasta que Bumba
enseñó al ser humano cómo sacar fuego de los árboles. Cuando finalmente la obra de la
creación estuvo acabada, Bumba se paseó entre los pueblos y dijo a los hombres: «Miren todas
estas maravillas. Les pertenecen». Del dios Bumba, el creador, el «Primer Antepasado»,
proceden todas las cosas y todos los seres.
Mito de origen
Mito de la creación del mundo y del ser humano
Cultura Inca

El dios Viracocha, dio origen a un universo exento de luz y, en un principio, creó a una raza de
gigantes que decidieron desobedecerlo. No conforme con su creación, Viracocha ordenó que
lloviera sobre la tierra por innumerables días y noches, hasta que todo se viera sumergido en el
agua.
De esta forma, los gigantes creados por el dios, desaparecieron. Consciente del error que había
cometido en el pasado, Viracocha decidió crear esta vez criaturas semejantes a él, y así fue
como nacieron los seres humanos.
Posteriormente, para que estas criaturas pudieran apreciar su belleza y la belleza que los
rodeaba, Viracocha creó la luz, por medio de los cuerpos celestes como la luna, las estrellas y
principalmente, el sol. Además, Viracocha pobló la tierra con innumerables especies de plantas
y animales, que estarían por debajo del hombre en cuanto a su importancia.
Puesto que en un principio los seres humanos no contaban con conocimiento alguno, Viracocha
envió a Viracochan, un nuevo hombre que enseñaría al resto la mejor manera de obrar y
comportarse para poder vivir en paz, sin dañarse unos a otros y sin dañar el resto de las
creaciones del dios.
Viracochan enseñó a los hombres la manera de cultivar, cómo germinar las plantas y cuándo era
el tiempo preciso para cosecharlas. Les mostró en los campos y montes cuáles eran las hierbas
que eran buenas para combatir enfermedades; así como las vestimentas que debían portar para
no ofender a su dios.
A pesar de la bondad de Viracocha, con el paso del tiempo muchos seres humanos comenzaron
a burlarse de su dios, debido a que siempre se vestía humildemente. Estos hombres fueron
transformados en piedras.
Fue a partir de entonces que el resto de seres humanos aprendió que su dios podía ser muy
bueno, pero también que podía castigar a aquellos que no se comportaran de forma honorable y
humilde.
Mito de la creación del mundo y del ser humano
Cultura Inca
Mito de origen
Mito Kichwa
Etnia indígena ecuatoriana
En el Ñawpa-Pacha ―Tiempo adelante― no existía nada más que el vacío, ninguna criatura
respiraba en el mundo. Solamente latían los corazones de las deidades primigenias: Atsil-Yaya,
considerado el gran espíritu vital universal masculino, y Sami-Mama, que era el gran espíritu
vital universal femenino. Este dúo divino habitaba un universo carente de todo contenido, ni
siquiera existía el día.
En medio de la quietud intrigante, llegó el día en que Atsil-Yaya dijo a Sami-Mama que era
necesario unirse con ella. De esta manera, la pareja divina se unió como marido y mujer,
quedando Sami-Mama embarazada al poco tiempo. A partir del embarazo de Sami-Mama,
nacieron los Aya, considerados espíritus vitales; los Duendes, criaturas diminutas que gobiernan
el oro, la plata, los minerales y viven en las entrañas de la tierra; y Pacha-Mama, la deidad
conocida como madre mundo, madre naturaleza o madre universal.
El parto que daría a luz a Pacha-Mama no fue ordinario. Se dice que mientras nacía Pacha-
Mama, el dios viril Atsil-Yaya hizo sonar con fuerza su churu ―caracol gigante― y enseguida
hizo su aparición el amanecer. Muy rápido, como solo sucede con los portentos, Pacha-Mama
creció hasta convertirse en mujer. Apenas maduró cuando su vientre empezó a abultarse, estaba
embarazada.
Cuando llegó el tiempo de que Pacha-Mama diera a luz, de su vientre brotó el agua y el cielo se
llenó de rayos y truenos porque nacían el sol, la luna y las estrellas. Todo surgió del vientre de
Pacha-Mama: las piedras, la tierra y el fuego; las plantas, los animales y los verdes montes; el
poderoso huracán, el arco iris y el viento; también el hombre, la mujer y todo lo que habita la
tierra. El milagro de la vida se debe a que todo cuanto Pacha-Mama había dado a luz estaba
vivo.
Mito Kichwa
Etnia indígena ecuatoriana

Mito de origen
La creación
Cosmovisión Mapuche
Al principio sólo había aire y su dueño Ngen era un espíritu poderoso que vivía con otros
espíritus. Algunos de ellos disputaron su dominio y dijeron: “Nosotros mandaremos ahora
porque somos muchos y él está solo”. El más poderoso se enojó, reunió a los espíritus buenos
que quedaban y apresó a los malos. El dueño de los aires pataleaba y de rabia lanzaba fuego por
sus ojos. Entonces, él y los demás espíritus buenos escupieron a los malos y sus cuerpos se
transformaron en piedras. El dueño las pisó y por su pesantez cayeron, el aire se abrió y los
espíritus se deslizaron rompiendo la bola que era la Tierra. Se desparramaron los espíritus de
piedra y se convirtieron en montañas. Los que no habían sido alcanzados por los esputos, eran
de fuego vivo y quedaron atrapados entre los pétreos. Como no podían escapar, lidiaban entre
ellos intentando salir. Al ser ígneos sus cuerpos, a veces reventaban y producían humo, el fuego
y el ruido de las montañas. Se piensa que aún esos espíritus malos continúan prisioneros. Pero
el dueño del aire dejó escapar entre las cenizas y el humo a otros espíritus menos malos que
permanecieron suspendidos del cielo y que en las noches brillan como luces por la
incandescencia de sus cuerpos: son las estrellas.
Los espíritus lloraron muchos días y noches y sus lágrimas cayeron sobre las grandes alturas,
arrastrando cenizas y piedras, formando así los ríos y los mares. Los espíritus malos que
quedaron dentro de las montañas son los Pillanes que hacen reventar los volcanes.
Como no había nada en la Tierra, el espíritu poderoso envió a un joven hijo suyo y, a pesar de
los ruegos de su madre por impedirlo, lo empujó a habitar en ella. Después, tomó una estrella y
la convirtió en mujer; la sopló para que volara hasta el joven. La tierra estaba dura y las piedras
le dañaban los pies, por eso el dueño de los aires ordenó que naciera pasto muy blando y flores:
ella, jugando, las deshojaba y entonces se convertían en pájaros y mariposas, y los frutos que
comía mutaban en árboles. El joven estuvo muy feliz con su mujer. El espíritu grande hizo un
hoyo entre los aires para mirar hacia la Tierra, y cuando lo hacía brillaba y daba calor. También
la madre posaba sus ojos por la hendidura dejando filtrar una luz blanca y suave.
La creación
Cosmovisión Mapuche

Mito de origen
Mito de creación, el nacimiento del fuego.
(Siempre relatada alrededor el fuego)
Pueblo wixárikas o huichol, México.

Antes, mucho antes, en el Medio Mundo, que se ubica bajo el cielo y por encima del
inframundo, no había fuego, ni luna, ni sol, ni gente. Había animales pero eran todos nocturnos
porque no había luz. Nadie conocía a nadie porque nadie podía ver nada. Todos chocaban entre
sí, algunos se peleaban, otros se devoraban. Los animales vivían en las cavernas, en las grietas,
bajo las piedras. Vivían todos: el murciélago, el león de agua, el búho, la lechuza, el tejón, la
rata, el gato montés, el tlacuache, las serpientes y los escorpiones. Todos.
Entonces, un buen día, en medio de las tinieblas, en su morada subterránea, se movió cinco
veces Tate’ Yuliana’ka, la Madre Tierra, tratando de alzarse.
En el primer intento por levantarse, todos pudieron ver en el horizonte algo así como la lumbre
de un cigarro a punto de apagarse. En el segundo intento, logró alzarse un poco más y todos
vieron algo así como un sol oscuro, como un sol de eclipse. En el tercer intento ocurrió una
fuerte sacudida y algo aclaró, como si fuera el principio de un amanecer. Los animales se
miraban asombrados, sin saber qué cosa era aquello. Hubo un cuarto intento que trajo mayor
claridad y mayor asombro.
Finalmente cuando la Madre Tierra se sacudió por quinta vez apareció, lujoso y cálido,
Tatewari, el Dios del Fuego a quien también se da el nombre cariñoso de Tai. Apareció en el
centro del mundo, en Teakata. Tai era una lumbre nunca antes vista. Los animales estaban
extasiados.
Mito de creación, el nacimiento del fuego.
(Siempre relatada alrededor el fuego)
Pueblo wixárikas o huichol, México.

Mito de origen
Mito de Creación
Tribu amazónica Jíbaro
Perú, Ecuador y Colombia.

La tierra, al principio, estaba desnuda y fría. Yus, el dios creador, pensó en vestir la tierra seca
con árboles gigantes y pequeñas plantas. Entre las ramas el viento silbaba, lo que recordó a Yus
que necesitaba poblar su creación con pequeños animales que silbaran con el viento. Creó así a
pequeños animales como las moscas y otros insectos, serpientes que también silbaban. Junto a
ellos colocó pequeños animales que saltaban de rama en rama, muertos de sed.
Entonces se dio cuenta que éstos no tenían agua, por lo que tomó un jarro de oro y derramó el
líquido sobre las copas de los árboles formándose entre ellos primeros manantiales y después
enormes ríos, poblándose de inmediato de innumerables peces.
Miró entonces al cielo, y lanzando su pañuelo a las alturas, cubrió el cielo apareciendo entonces
el sol, la luna y las estrellas.
Pero Yus no estaba satisfecho con su creación ya que sus criaturas eran demasiado simples para
comprender la grandeza de su obra, por lo que tomó un puñado de barro y modeló una figura de
hombre. Luego subió a un gran volcán y sobre su cráter se coció el hombre. Dios dió un soplo
sobre la figura para enfriar el cuerpo, dándole así la vida y la inteligencia para que se extendiera
por la tierra.
Mito de origen
Los orígenes
Nación de Nativos Cheyenne,
Norte América
Al principio no había nada. Todo estaba vacío y Maheo, el Gran Espíritu, se sentía desolado.
Miró a su alrededor pero no había nada que ver. Trató de oír, pero nada había que escuchar.
Finalmente, Maheo pensó que su Poder podía tener alguna aplicación productiva y concreta.
Creando una amplísima extensión de agua, como un lago, pero salada, comprendió el Gran
Espíritu que partiendo del agua podría existir la vida.
Después pensó que deberían existir seres que viviesen en las aguas. Primero hizo los peces que
nadaban en las oscuras aguas, luego las almejas y los caracoles, que vivían en la arena y en el
fondo del lago. Posteriormente fueron apareciendo los gansos, los ánades, los charranes, las
focas, y las cercetas, que vivían y nadaban en los alrededores del lago.
En la oscuridad, Maheo, podía escuchar el chapoteo de sus patas y el batir de sus alas pero
quería verlas. Y una vez más los hechos se produjeron de acuerdo a sus deseos. La luz comenzó
a brotar y a esparcirse, primero blanca y clareando en el Este, posteriormente dorada e intensa
cuando hubo llegado al centro del cielo, extendiéndose al final hasta el último punto del
horizonte.
Entonces la gansa se dirigió chapoteando hacia donde se encontraba Maheo, y le dijo: “Óyeme,
Maheo. El lago que has hecho, en el que moramos, es bueno. Pero comprende que los pájaros
no somos peces, a veces nos fatigamos de tanto nadar y nos sentiríamos muy felices de poder
reposar fuera del agua”. Entonces Maheo dijo que volasen y todos los pájaros del agua aletearon
agitadamente sobre la superficie acuática hasta que obtuvieron la suficiente velocidad como
para remontar el vuelo. Sin embargo, el somormujo, dirigiéndose a Maheo le pidió un lugar
firme y seco donde caminar cuando estuvieran cansados de nadar y volar. Así será, respondió
Maheo, pero necesito su colaboración. Necesito que los animales más rápidos y de mayor
tamaño encuentren tierra. Lo intentaron la gansa, el somormujo y el ánade, pero no lo
consiguieron. Finalmente vino la pequeña foca, y pidió a Maheo intentarlo, a pesar de no saber
volar ni nadar tan bien como sus hermanos. La foca tardó mucho tiempo en ascender de nuevo
a la superficie del agua y cuando lo hizo, de su boca cayó una pequeña bola de lodo que el Gran
Espíritu recogió entre sus manos. Maheo dio las gracias a la foca y le dijo que por su acción,
sería protegida para siempre.
Maheo hizo rodar la bola de lodo entre las palmas de las manos hasta que la misma se hizo tan
grande que ya no le fue posible sostenerla. Buscó entonces por los alrededores con la mirada un
sitio donde ponerla, pero no había más que agua y aire.
Pidió entonces ayuda de nuevo a los animales pues necesitaba la espalda de uno de ellos para
poder sostener la bola de lodo. Así que Maheo pidió ayuda a la Abuela Tortuga y apiló sobre su
redonda espalda una buena cantidad de lodo hasta formar una colina. Bajo las manos del Gran
Espíritu, la colina fue creciendo, extendiéndose y enderezándose, mientras la Abuela Tortuga
desaparecía de la vista. Por esto la Abuela Tortuga y todos sus descendientes caminan muy
lentos, pues cargan en sus espaldas todo el peso del mundo y los seres que lo habitan.
Ahora ya había agua y también tierra, pero esta era estéril. Entonces Maheo dijo que la Abuela
Tierra era como una mujer y, en consecuencia, debería ser productiva. Al pronunciar Maheo
estas palabras, los árboles y las hierbas brotaron, convirtiéndose en el cabello de la Abuela y las
flores se transformaron en brillantes adornos. Los pájaros se posaron a descansar en las manos
de la Abuela, a cuyos lados se acercaron también los peces. Mirando a la mujer Tierra, Maheo
pensó que era muy hermosa, la más hermosa de las cosas que nunca había hecho.
Pero no debería estar sola, pensó. Démosle una parte de mí, y así podrá saber que estoy cerca de
ella y la amo. Entonces Maheo metió la mano en su costado derecho y sacó una de sus costillas
y la colocó dulcemente en el seno de la Tierra. La costilla se movió, se puso en pie y caminó.
Había nacido el primer hombre. Pero Maheo sabía que el hombre estaba solo en la Abuela
Tierra y que eso no era bueno. Así, utilizando otra de sus costillas derechas formó una hembra,
que puso al lado del hombre. Entonces sobre la Abuela Tierra hubo dos seres humanos: sus
hijos y los de Maheo. Todos eran felices, y el Gran Espíritu era feliz mirándolos.
Un año más tarde, en la época primaveral, nació el primer niño.
Y a medida que transcurrió el tiempo vinieron otros pequeños seres que, siguiendo su camino,
fundaron las diferentes tribus. Luego Maheo vio que su pueblo tenía ciertas necesidades Así que
con su Poder creó animales que alimentasen y protegieran al hombre.
Los orígenes
Nación de Nativos Cheyenne,
Norte América

Mito de origen
Mito de la Creación,
Hungría

Al principio no había tierra, ni animales ni plantas. Al principio sólo existía el Mar Sagrado,
con sus eternas olas siempre en movimiento. Pero en las alturas, en una casa dorada, sentado
siempre en su trono de oro, vivía también el Gran Padre de los Cielos.
El anciano, de barbas y cabellos blancos, cubierto con unas vestiduras negras recubiertas de
miles de estrellas centelleantes, tenía siempre a su lado a su mujer, la Gran Madre Celestial, que
se vestía con blancas vestiduras que también quedaban cubiertas por miles de estrellas. El Padre
y la Madre Celestiales habían vivido desde el principio de los tiempos, y vivirían hasta el final
de los mismos.
Los padres celestiales tenían un hijo de cabellos dorados: el Dios Sol. Y fue éste el que un día le
preguntó a su Padre: ¿Cuándo crearemos el mundo de los humanos, querido padre?
A lo que el padre, después de mucho pensar, respondió: Mi querido hijo, tienes razón. Creemos
un mundo para los humanos y así ellos, que serán tus hijos, tendrán un lugar en el que vivir.
- ¿Y cómo crearemos ese mundo?- preguntó de nuevo el Hijo.
- Así es como lo haremos- respondió el Padre- En las profundidades del Mar Eterno, se
encuentran las semillas durmientes que darán lugar al mundo. Desciende, por tanto, a las
profundidades del gran mar y trae esas semillas, y así, podremos crear un mundo de ellas.
El Hijo se preparó entonces para la misión que le había encomendado su Padre y, para poder
cumplir mejor sus objetivos, se transformó en un pájaro dorado, un pájaro capaz de bucear. Y
así, en forma de pájaro, voló hacia el Mar Eterno.
Al llegar a la superficie del mar, se dejó mecer por las olas durante un rato y, entonces, se
sumergió y buceó hacia las profundidades del Azul, buscando su fondo. Pero se vio incapaz de
alcanzarlo y, sin respiración, se vio obligado a volver a la superficie a tomar aire.
Allí, descansó un rato, y, cuando hubo cobrado fuerzas de nuevo, cogió aire profundamente y se
sumergió de nuevo en las azules profundidades. Y buceó más profundo, hasta donde ya no
había luz, y siguió buceando en la oscuridad. Y el aire de sus pulmones se iba liberando
lentamente, y las burbujas de aire que se elevaban en el agua eran como perlas que se rompían
al llegar a la superficie del mar.
Al final, golpeó el fondo del Mar y, tomando un poco de su arena con su pico, volvió con ella
rápidamente a la superficie del agua. Y entre la arena que había cogido en el fondo del Mar
Eterno, se encontraban las semillas durmientes.
Y las semillas durmientes, una vez fuera del agua, se abrieron y crecieron, y se transformaron al
fin en seres vivientes.
Mito de la Creación,
Hungrí

Mito de origen
El mito de la creación China
Los cielos y la tierra eran solamente uno y todo era caos. El Universo era como un enorme
huevo negro, que llevaba en su interior a P'an-Ku. Tras 18.000 años P’an-Ku se despertó de un
largo sueño. Se sintió sofocado, por lo cual empuñó un hacha enorme y la empleó para abrir el
huevo. La luz, la parte clara, ascendió y formó los cielos, la materia fría y turbia permaneció
debajo para formar la tierra. P’an-Ku se quedó en el medio, con su cabeza tocando el cielo y sus
pies sobre la tierra. La tierra y el cielo empezaron a crecer a razón de diez pies al día, y P’an-Ku
creció con ellos. Después de otros 18.000 años el cielo era más grande y la tierra más gruesa;
P’an-Ku permaneció entre ellos como un pilar gigantesco, impidiendo que volviesen a estar
unidos.
P’an-Ku falleció y distintas partes de su organismo, se transformaron en elementos de nuestro
mundo. Su aliento se transformó en el viento y las nubes, su voz se convirtió en el trueno. De su
cuerpo, un ojo se transformó en el sol y el otro en la luna. Su cuerpo y sus miembros, se
convirtieron en cinco grandes montañas y de su sangre se formó el agua. Sus venas se
convirtieron en caminos de larga extensión y sus músculos en fértiles campos. Las
interminables estrellas del cielo aparecieron de su pelo y su barba, y las flores y árboles se
formaron a partir de su piel y del fino vello de su cuerpo. Su médula se transformó en jade y en
perlas. Su sudor fluyó como la generosa lluvia y el dulce rocío que alimenta a todas las cosas
vivas de la tierra.

Mito de origen
Los orígenes
Etnia Indígena Ainu
Japón

Al principio, el mundo era un cenagal. Nada ni nadie podía vivir allí. Pero en los seis cielos que
había sobre la tierra y en los seis mundos que existían debajo de ella, vivían dioses, demonios y
animales. En los brumosos cielos inferiores vivían los demonios. En la estrella polar y en los
cielos intermedios donde se encontraban las nubes vivían los dioses menores. En los cielos
superiores vivía Kamui, el dios creador, y sus sirvientes. Su reino estaba rodeado por una
muralla de un resistente metal y la única entrada que existían era una gran puerta de hierro.
Kamui hizo este mundo como un gran océano que descansaba sobre el espinazo de una enorme
trucha. Este pez sorbe el agua del océano y lo escupe de nuevo para crear las mareas, y cuando
lo mueve causa terremotos. Un día Kamui miró hacia abajo, hacia este mundo acuático, y
decidió crear algo a partir de él, y envió un pájaro para que hiciera este trabajo. Cuando el pobre
pájaro llegó y vio el caos en el que todo estaba sumido, al principio no supo qué hacer. Pero,
aleteando sobre las aguas y pisando la arena con sus patas y golpeándola con su cola, el pájaro
consiguió al fin crear algunas zonas de tierra seca. Y de este modo emergieron islas que
flotaban en este mundo, un mundo flotante. Cuando los animales que vivían arriba en los cielos
vieron lo hermoso que era el mundo, pidieron a Kamui que les dejara ir y vivir en él, y Kamui
se lo permitió. Pero además, creó muchas otras criaturas, especialmente para el mundo. Las
primeras personas, los Ainu, tenían cuerpos de tierra, pelo de hierba y espinas hechas con varas
de sauce (por eso, cuando nos hacemos viejos, nuestras espaldas se doblan). Kamui envió a
Aioina, el hombre divino, bajar desde el cielo, para enseñar a los Ainu a cazar y cocinar.
Los orígenes
Etnia Indígena Ainu
Japón

Mito de origen
Mito de la creación
Aborígenes australianos
Australia
Al principio la Tierra era un espacio vacío y llano, en cuyo interior descansaba la Serpiente
Arco Iris que permaneció en un profundo sueño durante muchísimo tiempo.
Repentinamente la Gran Madre Serpiente se despertó y reptó por el interior de la Tierra hasta
llegar a la desierta superficie. Comenzó a recorrer la Tierra y, a medida que avanzaba, tal era su
poder, que provocó una gran lluvia, formándose lagos, ríos y pozos de agua. Cada sitio que
visitó lo nutrió con la leche de sus pechos rebosantes, haciéndolo fértil y una frondosa
vegetación creció en la Tierra antes yerma. Grandes árboles con frutos de muchos colores y
formas brotaron de la tierra.
La diosa arco iris introdujo su nariz en el suelo, levantando cadenas montañosas y abriendo
profundos valles, mientras que otras partes las dejó lisas y desiertas.
La Madre Serpiente regresó entonces a la Tierra y despertó a los animales, a los reptiles y a los
pájaros que poblaron por vez primera la Tierra, y finalmente creó a los peces. Por último, la
diosa arco iris extrajo de las entrañas de la propia Tierra a la última de las criaturas, el ser
humano.
De la Madre Serpiente Arco Iris los seres humanos aprendieron a vivir en paz y armonía con
todos las criaturas de la creación, ya que eran sus primos espirituales. Además, la diosa enseñó
al hombre la vida en comunidad como tribus, a compartir y tomar de la Tierra solamente
aquellos bienes que necesitasen, respetando y honrando a la Naturaleza.

Mito de la creación
Aborígenes australianos
Australia

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