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Pertenecemos a una generación ausente de las teorías sociológicas, y de los


libros de texto, se nos ha denominado a veces la generación X, la generación
sin nombre, sin identidad, sin sentido... se dice que pertenecemos a una nueva
ola conservadora y que estamos instalados en la comodidad y la búsqueda de
los beneficios económicos, se habla de nuestra pasividad mientras se anhela
nuestra vitalidad y se vende nuestra imagen con un uso cada vez más
desconsiderado... se nos simplifica y utiliza, somos moneda de cambio y
preocupación de todos en la elaboración de discursos e ilusiones, en la
identificación de viejas nostalgias del pasado, pero no se nos conoce y no se
nos quiere dejar sitio.

Pertenecemos a una generación con contradicciones y diversidades, como


todas las demás generaciones, pero no somos una generación contradictoria,
pertenecemos a una juventud sometida a una elevada dosis de inc ertidumbre
que a veces se convierte en indefensión y desengaño, no podemos
desarrollarnos, crecer y encontrar un papel, la complejidad de lo concreto
parece abstraernos sin dejarnos reflexionar más allá del día a día, del ! 
...

Somos hijos del consumo y de la generación del 68, de los revolucionarios


hoy convertidos en burócratas, de la economía como principal fuerza
vertebradora de la realidad social, del postmodernismo y los cambios
tecnológicos, políticos y sociales vertiginosos, hijos de una gen eración que
lucho por la libertad y construyo una sociedad de progreso universalizando la
educación o la salud, por ejemplo, pero que hoy se encuentra sin respuesta
ante los vertiginosos retos que nos amenazan.

Quizá, estamos cayendo en la trampa de tanta ideología destructora de la


lucha generacional y la búsqueda de identidad como estrategia sofisticada de
eliminación de los que vienen por debajo para mantener la propia posición
ventajosa, como siempre ha pasado pero con nuevas estrategias e instrumentos
de acción, los medios de comunicación, el descrédito, la descalificación a la
nueva identidad que parece servir solo para elevar los niveles de renta...

Aunque aún hay muchos de nosotros que no se lo creen, somos una


generación con un enorme potencial en su interior, pertenecemos a una
generación con valores, identidades e ideales distintos. Estamos preparados
para enfrentarnos a los nuevos retos que se vislumbran en el horizonte...
Somos la generación mejor formada de este país, la generación con más nivel
de participación socio- olítica, (en la concepción amplia de la palabra, que no
se reduce a la lucha política en los partidos o sindicatos, hoy lejanos de la
realidad del joven como resulta lógico si contemplamos su falta de apertura o
cercanía), la generación que nació y vive en democracia, una generación infra
valorada y utilizada, una generación que se moviliza en las ONGS, en el 0,7,
una generación que coopera y busca sus nuevas formas de identidad y
expresión lejos de las antiguas y anquilosadas forma s, una generación
sometida a elevados niveles de incertidumbre, simplificada e invertebrada ante
la diversidad del mundo que vivimos (reflejada en la diversidad de jóvenes).

Solo si comenzamos a creer en nuestro potencial, si conseguimos reabrir un


debate casi olvidado de conflicto generacional positivo y constructivo, si
logramos romper la simplificación y acortar distancias con lo general
partiendo de la realidad en la que nos encontramos, desde el compromiso
concreto y cercano, podremos realmente resolve r los nuevos retos que se nos
presentan...

No olvidamos el pasado pero queremos pasar la página y hacernos dueños de


nuestro propio futuro, queremos jugar un papel en esta sociedad que parece
negarnos un lugar situándonos en los márgenes y concediéndonos muchas
veces un mero papel de bufones anhelados por sus características físicas,
queremos ser capaces de asumir el legado de nuestros mayores con respeto, de
asumir que fueron ellos los que nos han permitido vivir en libertad y en
democracia, para, a partir de esta realidad pedirles que nos dejen seguir
adelante, que se olviden de viejas nostalgias, que respeten nuestra nueva
identidad, que dejen de identificarnos con su mundo o crean que somos
ignorantes, que dejen de compararnos y descalificarnos, que olv iden de una
vez la lucha contra viejos fantasmas y nos dejen encabezar la búsqueda de
nuevas respuestas, que nos dejen hacer el cambio y la construcción de la
sociedad, desde nuestra propia realidad y no desde una realidad proyectada en
el pasado, anclada en conceptos que muchas veces nos resultan extraños y
lejanos, como si todo fuese una frustración mal digerida ante el
incumplimiento de los objetivos de su revolución (véase Mayo del 68, por
ejemplo).

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