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Enrique Álvarez Carrillo

LIBRO IV

LA IZQUIERDA Y LA
CUESTIÓN NACIONAL

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Las mentiras resultan a veces mucho más
plausibles, mucho más atractivas a la
razón, que la realidad, dado que el que
miente tiene la gran ventaja de conocer de
antemano lo que su audiencia desea o
espera oír. Ha preparado su relato para el
consumo público con el cuidado de
hacerlo verosímil mientras que la realidad
tiene la desconcertante costumbre de
enfrentarnos con lo inesperado, con
aquello para lo que no estamos
preparados.

Hannah Arendt

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ÍNDICE
LIBRO IV. LA IZQUIERDA Y LA
CUESTIÓN NACIONAL

Introducción 13
1. El marxismo y la cuestión nacional: De Marx a
Lenin, Stalin y Mao 20
1.1. Marx-Engels 22
1.2. Lenin 36
1.3. Stalin 50
1.4. Mao Tse Tung 59
2. El anarquismo y la cuestión nacional 72
2.1. El anarquismo y la cuestión nacional en el
Estado español 84
2.2. El anarquismo hoy. El caso del “procés” 92
3. El nacionalismo de las naciones oprimidas por
el Estado nación español 104
3.1. El nacionalismo en Euskal Herria108
3.1.1. El Movimiento de Liberación Nacional
Vasco 116
3.2. El nacionalismo en los Països Catalans 194
3.2.1. El Movimiento de Liberación Nacional de
los Países Catalanes 203
3.3. El nacionalismo en Galiza 234
3.3.1. El Movimiento Gallego de Liberación
Nacional 243
Esbozo de Programa 258
Apéndices. 269

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LIBRO IV
La Izquierda y la
Cuestión Nacional

Los movimientos y los Estados marxistas han


tendido a volverse nacionales
no sólo en la forma sino también en la
sustancia, es decir, nacionalistas.

E. Hobsbawm

La teoría del nacionalismo representa el gran


fracaso histórico del marxismo

Tom Narin
Introducción.
En realidad, en los capítulos anteriores ya se han
estudiado las tesis básicas fundamentales del
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proletarismo sobre la cuestión nacional, no
obstante, es importante que nos refiramos
expresamente en este capítulo a las posiciones
teóricas, y luego prácticas, según la experiencia
histórica de esta doctrina, aunque lo cierto es que
se haga más referencia a la de origen marxista,
puesto que las posiciones del anarquismo, según
se expresa en cada una de sus corrientes, apenas
tiene desarrollo teórico sobre el tema, aunque
paradójicamente son grandes pensadores afines a
esta tendencia quienes mejor han entendido la
crítica a la ideología nacionalista desde una
perspectiva revolucionaria, que por supuesto se
refiere a Rudolf Rocker, Murray Bookchin, o más
recientemente A. Öcalan. En general, y con
independencia de las ineludibles aportaciones de
personas como las citadas, el anarquismo se ha
caracterizado en el plano de su práctica política
sobre todo por una combinación entre tacticismo
reformista y estrategismo utópico-idealista.
Además de la cuestión teórica, tiene importancia
referirnos a las tesis marxistas, más que a las
anarquistas, porque difícilmente exista un
movimiento nacionalista después de la II GM que
no haya tomado, de alguna forma, al marxismo
como referencia, como ideología de los
nacionalistas oprimidos, en un periodo, además,
en que la lucha por la construcción de Estados
nación -en el marco de confrontación
interimperialista mundial- alcanzó su máxima
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expresión.
El fracaso “teórico” del proletarismo, en general,
y del marxismo, en particular, respecto de la
“cuestión nacional” ha sido una evidencia
proclamada hasta por los propios marxistas1. De
hecho, el nacionalismo, no ha conocido en la
Historia a grandes prensadores que desarrollaran
específicamente esta doctrina como tal, tanto en
la teoría, en lo referente a la ideología, como a la
política, salvo en etapas ya muy avanzadas, a
partir de los años 60 del siglo XX, como ya
hemos visto con los teóricos del nacionalismo
tercermundista como A. Césaire o F. Fanon, al
contrario, a como fue pensado por el liberalismo
desde el siglo XVIII. Por tanto, el nacionalismo
no podía ser entendido por el marxismo, puesto
que éste se fundamenta en categorías sociales

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Esto se dice en la revista teórica digital “Marx desde
Cero”: “La llamada “cuestión nacional” ha
constituido para muchos estudiosos el verdadero
“talón de Aquiles” de la teoría marxista. Marx y
Engels nunca abordaron la “cuestión nacional” de
modo autónomo y tampoco le otorgaron un lugar
prioritario entre sus categorías analíticas. De aquí se
sigue que algunos especialistas hayan reclamado que
pese a las numerosas tomas de posición que desde el
marxismo -en cualquiera de sus versiones- se han
hecho sobre el problema, no puede hablarse con
propiedad de una teoría marxista bien fijada y
delimitada sobre lo nacional”.
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estructuradas como “clases”, y sin embargo, para
el nacionalismo, en su vocación de particularidad
universalista (tesis que se fundamenta en la
existencia “real” de la “nación”, y su derecho a la
“libertad”), el principio de libertad básico es
aplicable a todos los pueblos del mundo “únicos e
indivisibles”, con independencia de las clases
sociales.
¿Y el liberalismo?, su esencia doctrinal es hacer
de la libertad del hombre el eje de su mensaje,
por lo que no podía encajar ese individualismo
inherente con la vocación creciente del Estado, de
dominar, dirigir y controlar la existencia
individual de las personas por medio de sus
múltiples tentáculos del aparato burocrático del
Estado, tanto en sus vertientes represivas físicas,
como en el plano ideológico-político. Pero no fue
difícil adaptarse a las necesidades del crecimiento
del Estado, porque éste a su vez salva su libertad
más preciada, la libertad económica, el
capitalismo. Sin embargo, en el caso del
marxismo, éste tuvo que hacer muchas piruetas
teóricas para digerir el internacionalismo
proletario y hacerlo compatible con el
nacionalismo, y por supuesto, con aquella
proclama de la que presumían desde sus orígenes:
“los obreros no tienen patria”, modificándolo
ahora, en la lucha política concreta, en los
términos de la “defensa de la patria”, o las
inevitables “alianzas tácticas”.
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Así pues, solamente desde una ideología
universalista y particularista a la vez, es cómo el
nacionalismo pudo incorporar a millones de
personas a sus proyectos bélicos de conseguir la
paz interior, mediante la guerra civil, primero, y
la capacidad militar y económica suficiente para
ejercer de potencia imperialista, después.
Lo más destacable es, sin duda, el fracaso
histórico y práctico, de la doctrina marxista
aplicada a la “cuestión nacional”. Y ello es lo más
importante porque, como bien dice el marxismo”,
la práctica es el criterio de la verdad. Y esa
verdad incuestionable es que todas las
revoluciones de origen doctrinal marxista han
terminado por configurar Estados nación con
fuerte influencia de la ideología nacionalista.
Tenemos los supuestos más emblemáticos en los
procesos revolucionarios guiados por partidos
comunistas, como lo fue la Rusia soviética, y la
ultranacionalista posición de Stalin en su
estrategia de “la construcción del socialismo en
un solo país”, que culminó en una superpotencia
imperialista mundial, primero, y luego, en
potencia imperialista capitalista, sin más. Y
China, que inaugura el modelo que seguirían
tantos países en sus “procesos revolucionarios de
liberación nacional”, de configurar políticas de
alianzas con la “burguesía nacional”, el
proletariado y campesinado “nacional”, bajo la
estrategia de la “revolución nacional popular”,
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primera fase de la dictadura del proletariado.
Hoy, después de sus “cuatro modernizaciones”2
proclamadas como objetivos prioritarios en el XI
Congreso del PCCh, en diciembre de 1978, la

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Impuesta por el ala derecha del PCCh bajo la
dirección de Theng Tshiao Ping, luego de la muerte de
Mao, y que consistía básicamente en una estrategia
para convertir a China en la gran potencia imperialista
capitalista que es hoy: 1) Agricultura: hasta 1978 la
agricultura se había basado en la colectivización. La
mayor parte de la tierra era propiedad pública. Theng
puso en marcha dos reformas para un aumento en la
productividad: la extensión de las parcelas privadas y
el trabajo de tierras. 2) Industria: Abandona la
autosuficiencia económica y la desconfianza
extranjera. Abre distintas zonas a favor de aumentar
las industrias. Se les permitió incentivos a los
trabajadores, y la libre elección del trabajo. Se
terminó parcialmente la fijación de precios por parte
del Estado. Se concedió más libertad para fijar
salario, contratar y despedir a los trabajadores. Se
permitió la creación de empresas privadas. 3)
Defensa nacional: Fueron reintroducidos los grados
militares, la milicia perdió su independencia y fue
reducida a una reserva utilizada en caso de guerra.
Aumentó el ejército. 4) Ciencia y tecnología: Aportó
dinero a escuelas de calidad, los mejores estudiantes
fueron enviados a las mejores universidades en el
extranjero para aprender su cultura y progreso. Todo
esto se hizo para mejorar su educación y así la
ciencia y tecnología.
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RPCh, como Estado nación, se ha convertido en
la primera potencia imperialista mundial, al
menos en el terreno económico.
El mismo camino han seguido todos aquellos
procesos revolucionarios de “liberación nacional”
guiados por doctrinas marxistas, pero con
resultados aún más esperpénticos como son los
casos de Vietnam, Camboya, Corea o Cuba, que
han quedado relegados a la condición de
neocolonias del sistema imperialista global
mundial. Más particularmente, aún si cabe, todos
estos procesos revolucionarios se basaron en
estrategias en que la cuestión nacional fue la más
emblemática. Las proclamas revolucionarias no
fueron a los respectivos proletarios y campesinos
de sus correspondientes países, sino directamente
a los “pueblos” en su “justa lucha” por la
conquista de la independencia y del Estado
nación.
En realidad, todos los procesos revolucionarios
guiados por la doctrina marxista del siglo XX no
han servido a la causa de la emancipación de la
humanidad, como se proclamaba tan
ardientemente por sus fundadores, sino más bien
al contrario, han sido procesos revolucionarios,
en el sentido de posibilitar un “cambio
cuantitativo” de las condiciones políticas y
económicas, pero no en el sentido de la
“liberación social”, como se proclamaba, sino su
contrario, han servido para que grandes
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territorios, los mayores del mundo, como Rusia y
China, con sus enormes poblaciones e inmensas
riquezas, se incorporasen al sistema mundial de
los Estados nación modernos y capitalistas. Países
que, en sus orígenes, estaban dominados por
sistemas económicos “atrasados” y
descentralizados, con inmensas poblaciones,
disgregadas en miles de comunidades étnicas y
culturales diferentes, pero que son “arrastrados” a
la modernidad y “unificados”, política e
ideológicamente, mediante un Estado guiado por
la doctrina marxista, y puesto al servicio de las
nuevas élites del poder surgidas del seno de los
partidos comunistas, para la creación del
instrumento de opresión más perfecto que ha
construido la humanidad, el Estado nación
moderno, capitalista y además, de dictadura
burocrática.
Toda la palabrería ideologicista y politicista de
los neo-marxistas sirve de muy poco ante tal
evidencia.

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