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….LIBRO DE MORENO Y RAMIREZ…. (¿?

PRÓLOGO
Carlos Uribe Celis
La actual versión digital de este libro que estamos presentando es una
oportunidad para que un vasto público tenga acceso a literatura que desde
siempre ha exigido una solvencia económica de la que no goza la mayoría
de la población en países de ingreso bajo como los de nuestra región. Este
libro recopilado y escrito (las dos cosas cada una a su turno) por Alvaro
Moreno y Ernesto Ramírez se constituye en una guía a la obra sociológica
del francés Pierre Bourdieu (1930- 2002). El libro es básicamente
introductorio, pero contiene ensayos de aplicación de algunos conceptos
como “Campo” (ver aquí José Ernesto Ramírez: La teoría del campo
político…) y “Espacio social” (ver aquí Alicia Gutiérrez: Espacio social y
estrategias de producción…).
Uno de los capítulos del libro evalúa la potencialidad de la sociología como
una herramienta de intervención política. Es el capítulo del francés Patrick
Champagne. El artículo de Champagne no solo discute el tema de una
manera teórica conforme a la manera (puede hablarse de moda?) de la
sociología clásica (weberiana, marxista, etc.) sino que muy en el estilo de
Bourdieu (que acaso inaugura otra moda sociológica) hace concreta la
discusión, en este caso refiriéndose a la vida de Bourdieu como científico y
como político. Weber había divorciado al científico del político. Esto no es
más posible. Pero el connubio de estas dos vocaciones rechaza la
superficialidad del ejercicio en cualquiera de ellos. La sociología debe
atenerse al rigor de la ciencia, pero no puede quedarse en ella, ni
circunscribirse a esa pauta metodológica. La elección de los temas de
investigación es y debe ser política y la aplicación del resultado científico
no puede ser más ni menos que política. O se inclina al sistema o lo
denuncia y busca su transformación. Para eso está el sociólogo. El
sociólogo es la conciencia moral de la política. Champagne se detiene en
un texto inspirado por Bourdieu y en el que el trabaja: La misère du
monde (1993). Este texto sacó a Bourdieu del “closet” académico y lo
convirtió en figura pública de la misma manera que Modernidad y
Holocausto (1989) proyectó a Zygmunt Bauman en su hora. La misère se
compone de una serie de entrevistas a actores sociales de diversa índole
que muestran a través de la entrevista su vivencia o su frustración
existencial. Un gran número de sociólogos analizan en el libro la encuesta
que ellos mismos han dirigido bajo la supervisión de Bourdieu. Este tipo
de trabajos, por ejemplo, se constituye en un modelo de lo que deberíamos
hacer en Colombia (hablo de Colombia, pues el libro que está ante sus
ojos, señor lector, fue en primera instancia dirigido a este país, lo que no
obsta para que se lea con provecho en cualquier parte). Y no estoy
haciendo un llamado a la academia. Es que la sociología es un quehacer
de vocación que debe ir a los problemas concretos y a la gente concreta y
esta acción puede hacerse desde distintos ángulos en clave
multidisciplinaria, siempre y cuando haya una pauta o una dirección
sociológica profesional que informe el quehacer mismo. He aquí, entonces,
una invitación a un proyecto fructífero que emerge de esta lectura.
El trabajo de Franck Poupeau (“Sobre la dominación simbólica) presenta el
enjuiciamiento de la izquierda a Pierre Bourdieu, a quien no es fácil
matricular ni en la izquierda ni en la derecha. Y probablemente tampoco
en el centro. En parte el es inclasificable o probablemente está en todas
partes como en ninguna. La izquierda marxista lamenta (o acusa) que
Bourdieu devalúe la obra de Marx, que -desde la perspectiva de Bourdieu-
llega a verse como ve como reduccionista. Para Marx lo central ý
determinante son las fuerzas de producción económica y en relación con
estas la propiedad o no propiedad, como se ha dicho, de los medios de
producción. Para Bourdieu todo eso es demasiado “físico”, demasiado
“sustantivo” y no tiene en cuenta otras dimensiones de la realidad que se
definen por tres características: multiplicidad (contra unicidad),
relacionalidad (contra monismo economicista y esencialismo) y dimensión
simbólica de la realidad. Contra Bourdieu puede decirse que lo relacional
no está ausente en Marx. Véase su concepto de “relaciones de producción”,
que cierta línea del marxismo destacó (Luckács, Gramsci). También lo
“simbólico” está en Marx en su concepto de “conciencia social” como
determinada, esto sí, por el “ser social” con la carga económica que le
confirió Marx. Sin embargo, Bourdieu exalta aspectos de la realidad social
que no están en Marx. De esas extrañezas dan cuenta los conceptos
bourdieuianos de campo, hábito, espacio social y las formas diversas de
“capital” (con lo que Bourdieu rinde un tributo a Marx, sin que estemos
seguros de que este lo aceptaría) como son el capital social, el capital
simbólico, el capital cultural, el capital político, el capital estético, el
capital moral y muchos otros capitales que Bourdieu mismo no explotó o
no quiso tratar.
La izquierda francesa según Poupeau acusaba a Bourdieu de cientismo,
miserabilismo y otras “desviaciones”, mientras Bourdieu podría tacharlos
de “populistas”, esencialistas, revolucionistas, en fin. Este debate puede
entenderse mejor en el artículo de Poupeau, pero hoy a casi veinte años de
la muerte de Bourdieu parece haber perdido gran parte de su peso.
Bourdieu está de moda y cierto teoricismo que le es inherente (quizá un
vicio del talante francés) no es óbice para que la ciencia social actual lo
tome como referencia casi obligada.
En gracia de la brevedad dejo de lado el artículo de Alicia Gutiérrez que es
pedagógico, ilustrativo y ejemplarizante sobre cómo apoyarse en un
concepto teórico (“espacio social”) para analizar una realidad específica: el
suburbio marginal (no completamente tal, sin embargo) de la ciudad de
Córdoba en Argentina llamado “Las Malvinas argentinas”. También soslayo
la contribución erudita de Denis Baranger sobre la recepción de Bourdieu
en Latinoamérica. Los Bourdieuianos pueden leerlo ciertamente con
provecho.
Haré, en fin, una breve observación sobre los dos artículos de José
Ernesto Ramírez con los que el libro termina. El primero de estos artículos
(Oficios de sociólogos…) pretende un paralelo entre la obra y en partes aún
la historia de vida de Pierre Bourdieu, de una parte, y la del sociólogo
colombiano Orlando Fals Borda. Los paralelos los inventó –puede decirse-
el escritor griego romanizado Plutarco de Queronea (50-120 ne). De algún
modo Los doce césares de Suetonio, contemporáneo de Plutarco son otra
forma de “vidas paralelas”. Sin embargo, más paralelos resultan los doce
césares de Suetonio que las figuras pareadas de Plutarco. Por ejemplo, no
sabe uno bien como pueden compararse verdaderamente Alejandro y Julio
César, aparte de ser grandes conquistadores o Licurgo y Numa Pompilio,
que son dos figuras casi mitológicas, pues lo que se sabe de ellas es
ínfimo. Hago esta digresión porque la comparación entre Bourdieu y Fals
me parece un trabajo ingenioso y esforzado, pero en gran parte difícil de
lograr, pues los dos eran personajes no solo distintos en su temperamento
y actuación sino de contextos geográficos y sociales muy distintos como
sabemos. Además, la obra sociológica de los dos (lo que es innegable es
que los dos tienen, cada uno a su modo, una obra dejada para la
sociología) es igualmente difícil de compaginar, de comparar o de
contrastar. Son dos actuaciones simplemente diferentes. Con todo, el
ensayo llama la atención sobre aspectos relevantes de cada uno de estos
autores y se esfuerza por correlacionarlos.
El otro trabajo de José Ernesto Ramírez (La teoría del campo político..)
exhibe varias virtudes. Es pedagógico (como en general puede acotarse de
todo el libro y de la intención subyacente de su edición), se halla bien
estructurado y avanza una aplicación con un buen número de matices,
aspectos y análisis interesantes sobre la política colombiana en su
variedad última, es decir, en su incorporación de técnicas y prácticas
modernizantes contemporáneas, aparentemente importadas o hijas de la
globalización. Entre ellas el marketing político, la “farandulización” de los
políticos, la sustitución por los mass media (y su manipulación) de la
llamada “opinión pública” (en el sentido de Jürgen Habermas, es decir, en
busca de “consensos” por obra de la “acción comunicativa”)) que Bourdieu
considera extinta. “En Colombia –dice Ramírez- los recursos que fundamentan el
“capital político” han cambiado en forma sustancial, en forma paralela a la incidencia del
marketing y la farandulización que condujeron a elevar el carácter y la producción
simbólica y de imagen en los argumentos para obtener el “favor popular” ”. La violencia,
que es el leit-motiv de la politología criolla no brilla en el análisis de
Ramírez, pero, en cambio, muestra otros aspectos relevantes de nuestra
evolución política, que son igualmente válidos y descuidados por el
“consenso” y que solo un estudioso de Bourdieu como Ramírez viene a
resaltar.

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