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Hiperpresidencialismo

Hace 6 horasPor: Alvaro Forero Tascón


En el corto período de esta pandemia el aumento del poder presidencial es quizás el más
acentuado de los últimos 70 años en Colombia.

En épocas de crisis agudas el papel del Estado aumenta y, con él, el poder de los gobiernos.
Así ha sido en buena parte del mundo, en que los gobiernos han sido los timoneles en
medio de la oscuridad de la tormenta. El sector privado quedó privado tanto de la demanda
como de la oferta, y la sociedad civil perdió buena parte de sus derechos civiles.

En Colombia la tendencia ha sido más acentuada, porque nuestro sistema político tiene un
marcado sesgo presidencialista. Principalmente en los asuntos de orden público y gasto
público. Aunque la Constitución del 91 limitó mucho la autoridad presidencial, mantuvo
rezagos como los poderes exorbitantes en la conmoción interior, así como en la emergencia
económica y social. Mientras que en la mayoría de los países los paquetes de salvamento
fiscal han sido decididos en conjunto por Ejecutivo y Legislativo, acá el Gobierno ha
ejercido un poder limitado solamente por plazos artificiales para expedir decretos con
fuerza de ley. Por Constitución, el Congreso solo tiene control posterior sobre las
decisiones de emergencia, y encima ha estado limitado por no poder usar su sede, a
diferencia del Ejecutivo. El control legal posterior, en cabeza de la Corte Constitucional,
llegará cuando la mayoría de las decisiones por decreto se hayan consumado.

Las atribuciones de las autoridades departamentales y municipales han sido subsidiarias y


condicionadas a las del nivel central. A tal punto que el Gobierno centralizó las facultades
de endeudamiento y tomó unilateralmente los recursos del fondo que contenía los ahorros
territoriales. Y supeditó a su autorización las decisiones en materia de convivencia social.

Esas facultades prácticamente dictatoriales que le concede el ordenamiento jurídico al


presidente de la República en situaciones de emergencia se basan en el precepto de que las
emergencias requieren una reacción rápida. Sin embargo, han sido más oportunos países
cuyas medidas fueron tomadas por los congresos y por autoridades locales en sistemas
federados. En materia económica, el Gobierno ha sido marcadamente tardío, como en la
concesión de subsidios a la nómina, que llegaron cuando habían transcurrido casi dos meses
y se habían perdido más de cinco millones de empleos, mientras el ministro de Hacienda
permanecía tercamente impasible. Y en materia de combate de la pandemia, ha sido más
rápida la Alcaldía de Bogotá en casi todas las decisiones, al tal punto que empujó al
Gobierno Nacional a decretar la cuarentena con un simulacro preventivo obligatorio.

Aunque el presidente Iván Duque tiene un talante democrático, existe el riesgo de que el
país se haga a la idea de que funciona mejor con una sola institución y sin disenso. Muestra
de eso es la intolerancia de muchos frente a las tensiones entre el nivel nacional y local, que
no solo son legítimas, sino necesarias. Y la tendencia de dejarles los costos políticos a los
alcaldes y aplaudir todas las decisiones presidenciales sin siquiera mirar los resultados. Una
de las lecciones de esta crisis es que deben revisarse las facultades hiperpresidenciales.

https://www.elespectador.com/opinion/hiperpresidencialismo/

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