En cuanto al "eterno femenino" es la expresión con la que especialmente el
siglo XIX se refirió a la "esencia de la mujer". En particular, por allí decantó la misoginia de Schopenhauer y de Nietzsche. En el siglo XVIII también aparece, sobre todo en la literatura, aunque en boca de Kant se expresa como "el bello sexo", la categoría que confinará a las mujeres a su esencia natural, a pesar de ser reconocidas como seres racionales. El poeta Alexander Pope cultivaba estas nociones en el siglo XVIII (lo cita Kant) y también el escritor Choderlos de Laclos en "Las Amistades Peligrosas". Estas cuestiones se registran en la novela "Orlando" de Virginia Woolf. En ambos casos existen películas homónimas.
De todos modos, Simone de Beauvoir extiende la cuestión al planteo de que a lo
largo de los siglos han sido los filósofos y los diferentes intelectuales autorizados, legitimados según cada época (sacerdotes, médicos, magos, etc.) quienes han definido qué es una mujer, cuál es su lugar, etc... basándose en una esencia que recurrentemente se ha expresado como biológica y encarnada por el útero. El giro que pretende establecer "El segundo sexo" es el de romper la heterodesignación que implica que las mujeres sean siempre "habladas" por otros. Por eso, en plena recuperación de la postguerra, habiéndose alcanzado el sufragio femenino en muchos países desarrollados, ella lanza la provocación de que las mujeres son ciudadanas, pero de segunda. Si quieren alcanzar la posición del Uno tienen por delante la tarea de des-naturalizar la esencia que les ha sido impuesta, hablar por sí mismas y construir un "nosotras". Es decir, la cuestión de transformarse en sujetos políticos. Hay que tener en cuenta también que en ese período tanto en Europa como en EEUU recrudecen las propagandas ideológicas para que las mujeres "retornen" al hogar, a sus tareas de esposas y madres, dado que la industria bélica se está resignificando en industria de electrodomésticos, se viene el baby-boom, etc...