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MÁS QUE SÓLO DINERO

dad, llegamos a ser ricos en Dios cuando buscamos su reino, entonces


todas las demás cosas vienen por añadidura (Mat. 6 :33), pero para
ello se necesita fe; por lo tanto, sigue en pie la pregunta: “cuando
venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Luc. 18:8, up).

M a y o r d o m ía fin a n c ie r a
Cuando se menciona la palabra mayordomía m uchos
creyentes sienten escalofríos. Temen que alguien les va a pedir más
dinero. Espero que a esta altura se comprenda que, en realidad
no es alguien, sino Alguien que pide, y ese Alguien, dinero es lo
que m enos desea. Quiero reiterar que él pide todo lo que una
persona tiene y es. Quiere que todo sea dedicado a su causa en la
tierra. Pero es lamentable que en algún lugar del camino la palabra
mayordomía se enredó en la infausta idea de que no significa más
que dinero.
Seguramente alguna vez escuchó, al igual que yo, com en­
tarios acerca del déficit del presupuesto de la iglesia, para lo cual
alguien sugirió: “tengamos una campaña de mayordomía. Eso
bastará para cubrir el déficit”. Sí, es posible ju n tar dinero, pero un
razonamiento tal limita el concepto bíblico de todo el abarcante
significado de mayordomía. Porque ella no tiene que ver sólo con
dinero. Tiene que ver con una relación, una relación de confianza
entre el Creador y su creación. Creer en la mayordomía es afirmar
que Dios existe. Y afirmar la existencia de Dios es creer en la
mayordomía.
Al tratar el tema de la mayordomía financiera, es importante
señalar que el asunto del dinero y las riquezas tiene una destacada
relevancia en las Sagradas Escrituras. Comenzaremos diciendo
que hay [más de 2 ,0 0 0 referencias bíblicas que hablan del dinero!
De ésas, sólo cerca de 5 0 0 hablan de la oración y menos de 500

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NUESTRA MAYOR PRUEBA

de la fe. El tema del dinero es el que más a menudo m encionó


Cristo mientras enseñaba su doctrina. Más de dos tercios de sus
parábolas tratan del dinero y posesiones materiales. Por lo tanto,
el asunto del dinero es un común denominador en las enseñanzas
de Jesú s.13 Ju n to con el tiempo, el dinero es uno de los aspectos
más cam biantes de la vida. El dinero afecta cada dom inio de
la existencia, está entretejido en los negocios y el trabajo, en la
familia, en el terreno personal y espiritual. Tanto en lo material
como en lo espiritual, es parte de la adoración y de la fidelidad del
creyente para con Dios.
El dinero no sólo es útil, es importante y necesario para el
cum plim iento de la m isión que se le confió a la iglesia. Hablar de
dinero para el creyente es caer en el terreno de una batalla espiritual
im pactante, pues ésta refleja enseguida nuestro caminar diario
con Dios. Así, para nosotros como adventistas del séptimo día, el
diezmo, las ofrendas y el sábado, son termómetros espirituales que
indican nuestra calidad espiritual, tanto en lo individual com o en lo
colectivo. Hay que reconocer que el dinero es una parte importante
de la mayordomía. Aun así, una apropiada mayordomía financiera
debe ser concebida en el contexto de un estilo de vida que nos
prepara para recibir como herencia los bienes eternos, y que se
fundamenta en la fe.

M ayordom ía financiera: un acto d e je (Heb. 11:6)


Para el creyente es un acto de fe dedicar el diezmo de
$ 1 0 0 .0 0 pesos y confiar que los $ 9 0 .0 0 restantes tienen mayor
poder adquisitivo que $ 1 0 0 .0 0 . Es un acto de fe aún mayor cuando
de los $ 9 0 .0 0 pesos restantes dedicamos otro diez por ciento como
nuestra ofrenda a Dios; confiando que lo que queda en nuestra
cuenta rendirá más que los $ 9 0 .0 0 . La lógica humana indica que

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100 pesos deben rendir más que 80. Pero la lógica divina indica
que 80 pesos rinden más que 100 cuando se ha reconocido a
Dios como el Dueño y Dador de todas las riquezas. ¿Tiene usted
suficiente fe? Confío que la suya sea fortalecida por la siguiente
recom endación:

“Que nadie, cuando se ve en dificultades, tome el dinero consagrado a


propósitos religiosos y lo use en beneficio propio, calmando su conciencia
al decir que lo devolverá en un momento futuro. Es mucho m ejor que
corte sus gastos para que correspondan con sus entradas, que restrinja
sus necesidades y viva con lo que gana, que usar el dinero del Señor con
propósitos seculares”.14

Por lo tanto, nunca debemos olvidar que “la situación


extrema del hombre es la oportunidad de D ios”.13 Aquí yace el
secreto de la virtud de dar. La dificultad de muchos creyentes hoy
en día estriba en que no avanzan por fe y acción hasta el punto en
el cual Dios pueda tomar las cosas en sus manos y hacer lo que
sólo él puede realizar. Tengamos fe en el Señor.

M ayordomía financiera: un acto de am or (Juan 14:15)


La creación de nuestro universo fue el resultado de un acto
de amor. Nuestra redención se consumó a través de un acto de amor.
De igual manera, para el creyente, es un acto de amor obedecer la
ley o los m andamientos y la entrega de ofrendas (Lev. 2 7 :3 0 , 32).
Es un acto de amor, porque sin él no se puede obedecer, el amor
precede a la obediencia, ya lo dijo Jesús: “Si me amáis, guardad mis
m andam ientos” (Juan 14:15). Una ofrenda dada sin amor, no tiene
valor. San Pablo lo expresó así: “Y si repartiese todos mis bienes
para dar de com er a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Cor. 1 3:3). Es un

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acto de amor separar de mi sueldo o ganancias, antes que todo,


mis diezmos y mis ofrendas, porque pone a Dios en mi vida, en
primer lugar (Mat. 6 :3 3 ).
“El acto de dar es una expresión de am or”.16 Cuando la
viuda dio sus dos moneditas, se dio a sí misma. “Su corazón
acom pañó a su donativo, cuyo valor se había de estimar, no por el
de la moneda, sino por el amor hacia Dios y el interés en su obra
que había impulsado la acción”.17 “La necesidad no es el motivo
que debe impulsarnos a dar. El cristiano debe responder, porque
su vida está llena del amor a Dios, que no puede retener ni su
amor ni su vida. El amor debe expresarse para que se desarrolle y
m adure”.18 ¡La fe en acción siempre es impulsada por el amor!

M ayordom ía fin an ciera: un acto de sacrificio (Isa. 53:5)


Un mundo estaba perdido, y solamente a través del
sacrificio fue posible rescatarlo (Juan 3 :1 6 ). La viuda pobre dio
todo lo que tenía (Mar. 1 2 :4 1 -4 4 ). Aparentemente, no dio nada
significativo, pero dio su vida, todo su sustento. Una ofrenda no
llega a ser un sacrificio a menos que ésta toque nuestra vida. Como
pueblo de Dios se nos dice: “Si hubo alguna vez un tiempo en que
debían hacerse sacrificios, es ahora. Los que tienen dinero deben
com prender que ahora es el momento de emplearlo para D ios”.19
Además, se nos anima a ser abnegados:

Los miembros de la iglesia deben contribuir alegremente al sostén del


ministerio. Deben practicar la renunciación y la economía, para no
quedar atrasados en ningún buen don. Somos peregrinos y advenedizos,
que buscan una patria mejor, y cada alma debe hacer un pacto con Dios
con sacrificio. Es corto el tiempo que nos queda para salvar almas, y todo
lo que no se necesita para suplir necesidades positivas debe ser traído
como ofrenda de acción de gracias a Dios.20

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El rey David nos recuerda que al final Dios reunirá a sus


santos, los que hicieron con él un pacto de sacrificio (Sal. 5 0 :5 ).
Y que el m ejor sacrificio que le podemos ofrecer es un corazón
contrito y hum illado, al cual Dios nunca desprecia (Sal. 5 1 :1 7 ).
Ojalá, por la fe, hagamos hoy tesoros en los cielos donde ladrones
no minan ni hurtan (Mat. 6 :1 9 ).

M ayordom ía fin an ciera: un acto sistem ático (1 Cor. 16:2)


Entre los adventistas no se puede hablar de mayordomía
financiera sin referirnos a la benevolencia sistemática. Ya hemos
dicho que la benevolencia tiene que ver con esa disposición de
hacer el bien, con esa actitud de dar, y que sistemática denota
regularidad y continuidad. Esto significa que un buen mayordomo
debe ofrendar con regularidad. El Nuevo Testamento es claro al
indicarnos la costumbre de las primeras iglesias, lo cual es un
principio que nosotros debemos practicar. “Cada prim er día de
la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya
prosperado,. . . ” (1 Cor. 16:2, pp.).
Es claro que nuestras ofrendas deben darse en forma
habitual, regularmente, no de vez en cuando. Ofrendar al Señor
debe ser un acto bien razonado, bien planificado y no sólo cuando
la voluntad sea movida por la emoción de un llamado urgente
o elocuente. Al considerar este punto, incluim os el siguiente
consejo: “Dios ha establecido un pacto especial con los hombres,
según el cual si éstos apartan regularmente la porción destinada a
promover el reino de Cristo, el Señor los bendice abundantem ente,
a tal punto que no tendrán lugar para recibir sus dones”.21

M ayordom ía fin an ciera: un acto justo (Deut. 16:17)


San Pablo nos dice que en el evangelio la justicia de Dios
se revela (Rom. 1:17), lo cual significa que Dios es justo, y a través
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NUESTRA MAYOR PRUEBA

del sacrificio de Jesús nos imparte su justicia. Esa justicia divina es


palpable en el terreno de la mayordomía puesto que el principio que
rige para dar nuestros diezmos y ofrendas a Dios no se fundamenta
en una cuota igual para todos. Esto, probablemente, funcione en un
club o un sindicato, pero no es un principio que se aplique en los
dominios del reino de Dios.
En el ámbito de la mayordomía financiera Dios demanda
sacrificios iguales, no cantidades iguales; notemos cómo este prin­
cipio se señala en la Biblia: “Cada uno con la ofrenda de su mano,
conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiera dado” (Deut. 16:17,
énfasis añadido). Lo cual se confirma en la carta de San Pablo a los
Corintios: “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga
aparte algo, según haya prosperado, guardándolo para que cuando
yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 Cor. 16:2, énfasis
añadido). Nótese el énfasis puesto para señalar que Dios espera que
cada uno ofrende de acuerdo a como el Señor le haya bendecido,
conforme a sus ganancias o entradas en dinero o en especie.
Quisiéramos afirmar, una vez más, que esto indica que la
ofrenda no se fundamenta en la emoción sino en la razón. Un fiel
mayordomo adventista no decide su ofrenda y sus diezmos el sábado
en el templo a la hora en que los diáconos están por pasar con sus
platillos. No, ¡por favor, no! Dar nuestros diezmos y ofrendas es un
acto de adoración, por eso debe planificarse con tiempo, en un acto
bien razonado, porque es algo que ponemos a los pies de nuestro
Rey como lo hicieron los reyes magos ante el niño Jesús. Por eso, la
mayordomía, como la adoración, es un nuevo estilo de vida para el
creyente.

M ayordom ía fin an ciera: un acto de seguridad (Mal. 3:10)


Ya se ha dicho que los diezmos son propiedad de Dios (Lev.

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MÁS QUE SÓLO DINERO

2 7 :3 0 ), y que a causa del pecado el corazón hum ano fue afectado


por el egoísmo. Aunque bíblicam ente es claro que el diezmo se ha
practicado desde tiempos remotos, hay creyentes que se resisten
a practicar este principio. Lo peor, sin embargo, es que muchos
cristianos aunque saben que ésta es una verdad bíblica vigente,
no son fieles para con Dios y descuidan este deber de manera
alevosa.
Quisiera con mucha preocupación recordarle al amable
lector (a) que el pecado está en aquel que sabiendo lo que es bueno,
no lo practica (Sant. 4 :1 7 ). El pueblo de Dios en la antigüedad
cayó en esta falta, al punto que Dios tuvo que reclamarle su mala
conducta a través de sus profetas. Leamos cómo lo señala el profeta
Malaquías: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis
robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos
y ofrendas” (Mal. 3 :8 ). Nótese cóm o el pueblo se encoge de hombros
y descaradamente pregunta, ¿En qué te hemos robado? Entonces
Dios lo señala fuertemente: en los diezmos y las ofrendas. Pero
pregúntese, ¿Ha sido Dios bueno conmigo? La bondad de Dios
se ve en su respuesta. Dios dice a su pueblo: H ijitos, pónganme
a prueba, sean fieles en devolver sus diezmos y ofrendas, y verán
que voy a derramar bendiciones sobre ustedes hasta decir basta
(Mal. 3 :1 0 ). Aquí radica la seguridad de la prosperidad en los
hijos de Dios que deciden por la fe ser fieles a Dios a través de
una mayordomía financiera leal. Miremos otra promesa bíblica:
“Dios que da la semilla que se siembra y el alimento que se come,
les dará a ustedes todo lo necesario para su siembra, y la hará
crecer, y hará que la generosidad de ustedes produzca una gran
cosecha. Así tendrán ustedes toda clase de riquezas y podrán dar
generosam ente . . (2 Cor. 9 :1 0 , 11, énfasis añadido). Malaquías
también dice que Dios quitará todo obstáculo que se oponga a

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NUESTRA MAYOR PRUEBA

nuestra prosperidad (3 :1 1 , 12). Nuevamente, la única manera


en que puede ser placentero ser fieles en los diezmos y ofrendas
para Dios, es darle en nuestra vida el primer lugar (Mat. 6 :3 3 ).
Por lo tanto, le animo a probar a Dios. ¡Él siempre cum ple sus
promesas!

M ayordom ía fin an ciera: un acto de gozo (2 Cor. 9 :7 )


La palabra gozo es sinónimo de alegría, es decir de alegría
extrema. San Pablo dice que “Cada uno dé como propuso en su
corazón: no con tristeza ni por necesidad, porque Dios ama al
dador alegre” (2 Cor. 9 :7 ). “¿Tendremos que dar siempre? No sólo
deberíamos devolver siempre nuestros diezmos a Dios que él recla­
ma como suyos, sino, además, llevar un tributo a su tesorería como
una ofrenda de gratitud. Llevemos a nuestro Creador, rebosantes
de gozo, las primicias de su m unificencia: nuestras posesiones más
escogidas y nuestro servicio m ejor y más piadoso”.22
Es muy edificante el testimonio de los creyentes de Macedo­
nia quienes sabían dar de su pobreza, pero con un espíritu digno
de imitarse: “Asimismo, hermanos, os hacem os saber la gracia de
Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande
prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza
abundaron en riquezas de su g en erosid ad ... Pidiéndonos con muchos
ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este
servicio para los santos” (2 Cor. 8:1, 2, 4, énfasis añadido). De
ellos, sin duda, pudo el apóstol Pablo sacar inspiración motivando
a las primeras iglesias cristianas a desarrollar un verdadero espíritu
de dadivosidad: “En todo os he enseñado que, trabajando así, se
debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor
Jesú s, que dijo:. Más bienaventurado es dar que recibir” (Hech.
2 0 :3 5 ).

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MÁS QUE SÓLO DINERO

Es nuestro deseo que la mayordomía financiera pueda ser,


en la experiencia de cada lector, un acto de fe, de amor, de sacrificio,
sistem ático, ju sto , de seguridad y de gozo. Que ese gozo inunde
nuestra experiencia cristiana con una nueva visión y perspectiva
de la bondad de Dios. Nunca olvidemos que mayordomía cristiana
es un cam inar cada día con Jesús, un caminar por la senda de la
abnegación (Luc. 9 :2 3 ).

Resumen
Al térm ino de este capítulo se enfatiza lo siguiente: 1) La
benevolencia sistemática es un acto de fe, a través del cual cada
miembro de iglesia participa financieramente para la difusión
del evangelio y para las necesidades de la iglesia local. 2) Toda
ofrenda debe ser motivada por el amor, dada con sacrificio y de
manera sistemática. 3) Debemos tener siempre presente que la
mayordomía financiera pone a Dios en primer lugar, demanda
sacrificios iguales, no cantidades iguales; se basa en la razón, no
en la em oción, por eso es sistemática y planificada. 4 ) Nunca
olvidemos: la mayordomía financiera no sólo es un acto de fe, es
también un acto de amor, de sacrificio, de seguridad, de justicia,
sistemático y de gozo.
"Al responder a sus pedidos con nuestros actos de benefi­
cencia, somos transformados a la imagen de Aquel que se hizo
pobre para enriquecernos. Al dispensar a otros, los bendecim os; así
es com o atesoramos riquezas verdaderas”.23 “Dios ha establecido
el sistema de la beneficencia para que el hom bre pueda llegar a
ser semejante a su Creador, de carácter generoso y desinteresado,
y para que al fin pueda participar con Cristo de una eterna y
gloriosa recom pensa”.24 Por lo tanto, nunca olvidemos que el único

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NUESTRA MAYOR PRUEBA

que llevaremos de este mundo a la eternidad, es nuestro carácter,


lise es el propósito final de una mayordomía cristiana fundamentada
en la Palabra de Dios.

MEDITE EN LO SIGUIENTE:
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos
de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la
fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer;
tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la
cárcel y vinisteis a raí. Entonces los justos le responderán diciendo:
Señor, ¿cuándo te vimos ham briento, y te sustentamos, o sediento,
y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y recogimos,
o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la
cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey les dirá: De cierto os
digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí lo hicisteis” (Mat. 2 5 :3 4 -4 0 ).

Referencias

1 John Jefferson Davis, Evangelical ethics (Phillipsburg, NJ: Presbyterian


and Reformed Publishing, T . edic., 1993); el relato ha sido adaptado.
2 Félix Cortés Antonio, “El sentido reverencial del dinero”. Ministerio
Adventista, mayo-junio, 1997: 13.
3 Ibíd. Citado por Félix Cortés A.
4 Elgin Grocesioce, Money and man (Norman: Oklahoma University Press,
1976), 6. Citado por Félix Cortés A.
5 Diccionario de la Real Academia Española, ver Avaricia.
” Ibíd., ver Codicia.
7 White, Palabras de vida del gran Maestro , 286.
8 Cortés, 16.
9 White, Consejos sobre mayordomía cristiana , 148,149.
111Félix Cortés, 15.
11 Ibíd., citado por Cortés.
12 White, Palabras de vida del gran Maestro, 287.

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Benjamín Maxon, Fundamentos bíblicos para la mayordomía, un
seminario (Departamento de Mayordomía de la Asociación General, sin fecha),
22.
14 White, Consejos sobre mayordomía cristiana, 84.
15 Elena G. de White, Hechos de los apóstoles (Mountain View, CA:
Publicaciones Interamericanas, 1957), 118.
16 Smith, 55.
17 White, Consejos sobre mayordomía cristiana, 181.
IS Smith, 55.
19 White, Joyas de los testimonios, 3:72.
211White, Obreros evangélicos, 469.
21 White, Consejos sobre mayordomía cristiana, 82.
22 White, Consejos sobre mayordomía cristiana, 20.
23 White, Consejos sobre mayordomía cristiana, 17.
24 Ib id.

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