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NOTA DE TAPA
VIERNES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2012 En casa, tía
A 20 años de su muerte, jornadas,
ENTR E V I S TA homenajes y sobrevivientes analizan
cuánto hay de muerta y...
No llores sobre mi tumba Por Cecilia Palmeiro
La fluidez del deseo
Las Tumbamores se llena de hombres. Su cantante, Pepi Dillon, explica qué Por Daniela Portas
pasó y cómo este detalle no impide que sus recitales sigan siendo una fiesta Tres en uno
Por Facundo R. Soto
lésbica.
El pasado que vuelve
Imagen: Sebastián Freire
Por Paula Jiménez España ENTREVISTA
No llores sobre mi tumba
Si tuviera un color, esa voz sería roja. O negra. Negra con destellos intensos Por Paula Jiménez España
de luz. Si tuviera un sabor, no sería la pimienta, chispeante, fugaz, sino el de MI MUNDO
una yerba amarga. Una yerba amarga de esas que curan. Porque cuando ¡A su memoria!
Por Walter Romero
Pepi Dillon, la cantante y líder del grupo Tumbamores, se pone a cantar, el
LA OVEJA NEGRA Y FEA
público se estremece al mismo tiempo estalla de felicidad. La distancia entre Por Leandro Ibáñez
la celebración y la tragedia se acorta entonces, y ni una cosa ni la otra es
De la amistad como forma de vida
esta música sino las dos. “Ante la muerte hay que cantar. Es la mejor Por Adrián Melo
manera de recordar a los muertos. En el último disco le dediqué a mi abuela, Agenda
que acaba de fallecer, un tema que se llama ‘La martiniana’. Un tema muy
triste que hacía Lila Downs. Una lágrima. Dice: ‘Niña, cuando yo muera, no
llores sobre mi tumba, cántame un lindo son, cántame la zandunga’. Y como
era tan triste y yo lo quería cantar, lo hicimos cumbia. Y el tema cambió. Se
puede transmitir lo mismo desde otro lugar.”
–No, para nada. Mi relación con ella pasa por haber encontrado mi voz a
través de ella, después de conocerla. Puede ser que al principio me haya
gustado como mujer, pero después su cuestión tan yanqui, estar con un tipo
gringo y cantar tantos temas en inglés hizo que me apartara. Para mí cambió
de faceta y se comercializó. Perdió eso de ser una india de Oaxaca que
demostraba ser con su imagen y repertorio.
–Casi siempre. Lo que me moviliza es lo latino. Tal vez porque yo desde los
cuatro años siempre viajé con mi abuela, ella buscando historias de mujeres
aborígenes –mi abuela se definía como una cazadora de historias– y yo
buscando música. El primer disco que me compré en la vida fue el de Los
Wawancó, así que algo había ahí que me llamaba la atención. En mi casa no
se escuchaba eso sino bossa nova. Todo el resto lo fui rastreando yo. En el
año 2000, cuando me fui a España, quise empezar a juntar música de
mujeres españolas y latinoamericanas. Ahí empecé a encontrar mujeres que
me fascinaron. Después de vencer mi timidez me animé a cantar esas
versiones que había escuchado.
–De muchas soy amiga, de otras, admiradora. Valeria Cini es mi amiga, por
ejemplo, y me gusta mucho lo que hace. Paula Maffía es una grande. Todas
las cosas que hace son increíbles, los shows de Las Taradas me parecen
fantásticos. También me cae muy bien Juana Chang, pero la cumbia de las
Kumbia Queers es de otro tipo. Me parece que ellas apuntan a una cumbia
más traída de She Devils, villera por el sonido y tipo de instrumentación, y
más rockera. La nuestra es más centroamericana. A veces nos sale también
alguna cumbia nacional, como la versión que hacemos de “En tu pelo”, de
Lía Crucet. A ese tipo de cumbias las llamamos “más cuadrada”: sin corte,
sin clima, sin ponerle un instrumento que salga de ese género. Apuntamos a
la diversión, al baile. Claro que siempre depende de la energía del público de
ese día. Se puede bailar la bruja o los joropos o los boleros. Todos son
bailables.
–Creo que porque ahora hay un montón de bandas de cumbia, pero hace
siete años no había tanto, o no se conocían. Y meternos en ese rubro y
hacer esa selección tan almodovariana, divertida, nostálgica, funcionó con el
público que conocíamos. La gráfica de Tumbamores tiene mucho de mezcla
de algo kitsch.
–Sí, hemos ido a Córdoba, mi tierra, a Río Cuarto, que es el lugar donde
nací. Y también fuimos a Rosario. En 2010 tocamos en La Perla, con Liliana
Felipe. La Perla es el campo de concentración donde mis viejos estuvieron
secuestrados, e incluso yo lo estuve, porque estaba en la panza de mi
mamá. Y ahí también había estado la hermana de Liliana Felipe. H.I.J.O.S.,
de Córdoba, armó algo con gente que tuviera que ver con la historia de ese
lugar. Y nos convocaron a Liliana y a mí. Yo nunca había querido ir allí
porque me resultaba muy fuerte. Y esta vez me hicieron una propuesta a la
que no podía decir que no. No sólo para hacer algo con una referente como
lo es la Felipe para mí, sino también porque se trataba de cantar, que es lo
que me gusta y me resulta más fácil. La verdad es que fue un desafío.
Liliana estaba conmocionada y se notó en su repertorio. Pero después
nosotros teníamos que hacer cumbia y conseguir que bailara la gente en ese
lugar con tanta muerte. Realmente fue un antes y un después en mi vida ir a
ese lugar y cantar cumbia.
–No, por suerte me devolvieron y viví con mi abuela, que me crió. Ella era
ensayista. Escribió ensayos sobre mujeres latinoamericanas, aborígenes y
derechos humanos. Su nombre era Susana Dillon, publicó como treinta
libros. Y yo creo que ella tuvo mucho que ver con un montón de cosas mías.
De hecho aquella vez fue muy emotivo, cuando fue a verme a La Perla. Allá
hay una sala donde están las fotos de todos los desaparecidos y una puede
escribirles. Y ella le escribió algo muy cotidiano e íntimo a su hija y a mi
papá, algo que me emocionó. Entonces nos abrazamos y la vieja me dice:
“Arriba, que tenés que hacerlos bailar a todos éstos”. Y sí. No había que
meterse en esa cuestión tan triste sino recordarlos de otra manera. Eso fue
una de las cosas más reconfortantes que tuve con la música.
Creo que tiene que ver con el espíritu que vibra en tus shows. Quizá
por algo de tu interpretación, algo profundo y alegre al mismo tiempo...
–Y sí... es que debe ser por nuestra forma de transcurrir por esta vida.
Poniéndole música a la tragedia.l
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