Democracia:
Enfatiza no solo los beneficios para el pueblo, sino que se hagan con el pueblo
Conoce las demandas de la gente
Confía en el pueblo
Sus propuestas siempre incluyen que el pueblo decida y participe
Sigue lo que decide el pueblo
Dictadura (Autoritarismo):
Enfatiza su capacidad para resolver los problemas del pueblo, sin ayuda de nadie o de
unos pocos
Desconoce las demandas de la gente, decide según considera
Desconfía del pueblo, los asume estúpidos
Sus propuestas enfatizan mano dura y más poder
Sigue lo que considera bueno para el pueblo, pero sin el pueblo
Populismo:
Enfatiza su capacidad para resolver los problemas del pueblo, pero sin el pueblo
Conoce las demandas de la gente, pero no resuelve los problemas de raíz, solo los resuelve
para seguir teniendo apoyo
Desconfía del pueblo, lo asume indefenso
Sus propuestas enfatizan escuchar a la gente, pero no dejarla hacer nada
Sigue lo que le dice el pueblo, en la medida que le conviene
Definiciones:
Democracia:
Dictadura:
Régimen o sistema de gobierno en el cuál el poder se concentra en una sola persona que toma
todas las decisiones políticas, sin limitaciones ni controles. Suelen ser producto de golpes de
estado u otro tipo de cambio violento.
Monarquía:
Régimen o sistema de gobierno en el cuál el poder se concentra en una sola persona, que puede
tener limitaciones o controles. Suelen ser cargos hereditarios.
Autoritarismo:
Tipo de gobierno en el cuál el o la representante decide solo/a todas las decisiones y las impone,
garantizándose el poder total por encima de quienes les afectan sus decisiones.
Populismo:
Estrategia de gobierno que se basa en apelar al pueblo para justificar decisiones y acciones, un
buscando cambiar la situación real, sino mantener su poder, siempre con un caudillo o líder
indiscutible.
Los inicios de la democracia suele llevarnos a la imagen de Atenas, la ciudad griega, en la cual toda
la población participaba en la toma de decisiones en asambleas de cientos de personas; donde los
cargos no se elegían, sino que quién quería ser elegido, entraba a un sorteo con otros y de ahí salía
quién sería el magistrado, cada uno teniendo la oportunidad al menos una vez en su vida; donde la
ley se discutía de la misma manera. Pero también es la Atenas donde ni las mujeres, ni los
esclavos, ni los trabajadores y trabajadoras, ni los extranjeros, tenían ni voz ni voto. La experiencia
de Atenas es fascinante porque nos lleva a la experiencia donde el pueblo, a pesar de que eran
pocos, decidía.
También tenemos a la Roma Antigua, que llamaron a sus sistema “república”, del latín “res” (cosa)
y publicus (público), es decir, la cosa pública, la propiedad de todo el pueblo. Ahí los ciudadanos
también discutían en el Foro, pero a medida que se hizo más grande el Imperio, los ciudadanos no
podían viajar hasta la capital para discutir, así que ahí aparece lo que son los representantes.
Como Atenas, en Roma la discusión era exclusiva para los aristócratas, los llamados patricios, y no
para la población en general, los llamados plebeyos, que obtuvieron sus derechos luchando por la
igualdad. Aquí, desgraciadamente, las mujeres también carecían de derechos. Al igual que en
Atenas, eran propiedad de sus esposos, al igual que sus hijos y esclavos.
En Italia del medioevo fue similar, ahí los “príncipes” eran gobernantes elegidos por el pueblo,
ahora más amplio ya que eran también pequeños comerciantes, de ahí salen las tradiciones
democráticas de las ciudades ricas de Milán, Venecia y otras ciudades-estado, como se les
llamaba. Hasta con los vikingos, los grandes guerreros de los países del Norte de Europa, hubo algo
similar; allá en Noruega, Islandia, Dinamarca, tuvieron una suerte de parlamento, un congreso,
que estaba conformado por dirigentes y representantes locales elegidos democráticamente,
discutiéndose las cosas en el Ting local (la palabra thing en inglés, que significa cosa, viene de este
Ting, que era tanto “cosa” como “asamblea”) y el nacional era el Al-Ting. Nuevamente, había
esclavos y las mujeres no tenían participación en esto, esta libertad era para algunos pocos.
En Suiza, desde el medioevo hasta ahora las leyes y decisiones se toman con la participación de la
población entera, los cantones, que son regiones, toman decisiones en asambleas donde el pueblo
hace y deshace.
Pero ya nos fuimos muy lejos, aquí también tenemos ejemplos. La misma comunidad campesina
del ande y la comunidad en la selva tienen un funcionamiento parecido, al ser la tierra comunal,
todos y todas participan en la toma de decisiones. Ya queda en la experiencia de muchas
comunidades de la selva la imagen del dirigente que escucha atentamente la discusión de los
miembros y delibera después. Ya alguna vez el autor Hildebrando Castro-Pozo y el mismo José
Carlos Mariátegui llamaron la atención sobre esta forma de organizarse en las comunidades, que
serían nuestra herencia democrática. Claro, queda por hablar cuan democráticos eran los Incas,
que si eran emperadores, y cuanto la mujer ha podido participar en estas comunidades, que
siempre varía según comunidad. En Estados Unidos alguna vez hubo una Federación Iriquois
(pronunciado Iricuá), donde las tribus de nativos se organizaban con dirigentes elegidos
democráticamente, donde las mujeres participaban también como dirigentes y las decisiones
locales y federales eran producto de la voluntad del pueblo; hasta la constitución que tiene ahora
se inspira en eso.
Hasta ahora, la historia de la democracia ha sido la historia de formas novedosas de darle más
libertad al pueblo, pero viene de la mano de quiénes y cuantos eran el pueblo, y eran siempre
unos pocos, siempre hombres, siempre con propiedades, siempre independientes, con esclavos,
riquezas y sin hambre del cual preocuparse. También queda preguntarnos de donde salieron los
congresistas y presidentes.
Los congresistas y los presidentes son producto de que cada vez había menos ciudades, con poca
gente que si pueda discutir entre ellos los problemas comunes, y cada vez más personas y más
territorio que hacía difícil que esto pasara. De ahí que en Europa Moderna surgiera ese problema y
se solucionara de maneras peculiares; en Inglaterra, con un Rey más controlado por el pueblo y
con representantes, primero hereditarios, luego electos, en el Parlamento; en Francia, tras la
Revolución, con un representante nacional, el Presidente, y los parlamentarios; en Alemania, con
una combinación entre ambas opciones, y así, una serie de formas en las cuales, como los
romanos, buscamos, al no poder discutir directamente entre nosotros y nosotras, decidimos
dejarlo en manos de personas que considerábamos aptas, lo llamamos democracia representativa.
Este modelo vendría a nosotros décadas después de la Emancipación, y es el que tenemos hasta
ahora, con cambios y modificaciones, pero el que sigue funcionando.
Pero seguía la sombra de la marginación, de la falta de derechos, para las mujeres, para los
esclavos, pobres, trabajadores y trabajadoras. Y esa ha sido la lucha que se ha dado desde
siempre, por siempre hacer al pueblo “más personas” y siempre hacer que la igualdad se sienta y
la libertad sea real. No solo dándole más derechos a las personas, que ya son importantes y
necesarios, sino cuán “democrática” es esta democracia.
Es por esto que salen formas de democracia más radicales, a veces para tapar los huecos de la
democracia que tenemos, a veces con presupuestos participativos, a veces referéndums,
plebiscitos, a veces con el recuerdo de la frase “ley comunal, ley municipal”. Pero siempre en la
mira de que esa idea del poder del pueblo sea cada vez más verdadera.
¿Cuánto decidimos y cuanto deberíamos poder decidir? ¿Es el gobierno del pueblo o de los
políticos? Eso queda preguntarnos.