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El cónclave es la reunión que celebra el Colegio Cardenalicio de la Iglesia
católica para elegir a un nuevo obispo de Roma, cargo que lleva aparejados el de
papa (sumo pontífice y pastor supremo de la Iglesia católica) y el de jefe de
Estado de la Ciudad del Vaticano.

La Capilla Sixtina es el lugar donde se celebra el cónclave. Sus frescos son obra
de Miguel Ángel y está considerada una de las máximas cumbres del arte mundial.
El término cónclave procede del latín cum clavis («bajo llave»), por las
condiciones de reclusión y máximo aislamiento del mundo exterior en que debe
desarrollarse la elección, con el fin de evitar intromisiones de cualquier tipo.
Este sistema de encerrar a los electores del papa, vigente al menos desde el II
Concilio de Lyon (1274), fue mitigado por Juan Pablo II en la Constitución
Apostólica Universi Dominici Gregis (UDG), sobre la Vacante Apostólica y la
elección del nuevo pontífice (22 de febrero de 1996). Se establece en ella que los
electores pueden residir, mientras dura el cónclave, en la recién construida Casa
de Santa Marta, una residencia al efecto en el propio Vaticano, pero manteniendo la
rigurosa prohibición de cualquier clase de contacto con el mundo exterior.

Desde hace siglos, los cónclaves tienen lugar en la Capilla Sixtina del Palacio
Apostólico situado en la Ciudad del Vaticano.

A los primeros obispos los designaban los apóstoles o fundadores de sus iglesias.
Posteriormente, se fue introduciendo el sistema de elección por los miembros de las
comunidades, clérigos y laicos, así como por los obispos de las diócesis próximas.
En Roma, la elección corría principalmente a cargo de los clérigos que, bajo la
supervisión de los obispos, escogían un candidato por consenso o por aclamación,
presentándolo después ante el pueblo para que este lo confirmara. Los frecuentes
tumultos que este sistema provocaba fueron causa de que en ocasiones se eligiera a
uno o más candidatos rivales, llamados antipapas.

El año 769 el Sínodo Laterano abolió el teórico derecho de elección papal que había
tenido el pueblo de Roma. El Sínodo de Roma (862) se lo devolvió, pero limitado a
la nobleza de la ciudad. El cambio más trascendente lo introdujo en 1059 el papa
Nicolás II, quien decretó que serían los cardenales quienes eligiesen un candidato,
que sólo podría tomar plena posesión tras haber recibido la aprobación de los
clérigos y del pueblo. Finalmente, un nuevo Sínodo Laterano, en 1139, eliminó el
requisito de la aprobación del bajo clero y de los laicos. La elección papal era
ya, como hoy, competencia exclusiva de los cardenales, solo cuestionada durante el
Cisma de Occidente (1378 – 1418).

Junto al propósito de evitar influencias foráneas de los poderes civiles, el


enclaustramiento de los electores tuvo su origen en las prolongadas situaciones de
bloqueo que a veces se daban en las elecciones papales. Las autoridades recurrieron
en ocasiones a la reclusión forzada de los cardenales electores, por ejemplo, en
1216 en Perusa, y en 1241 en Roma. Es célebre también el caso de la ciudad de
Viterbo donde, tras la muerte del papa Clemente IV (1268) hubo que encerrar a los
cardenales en el palacio episcopal. Después de casi tres años de Sede Vacante sin
que se llegase a ningún acuerdo sobre el nuevo pontífice, los desesperados
habitantes decidieron no suministrar alimento alguno a los electores, excepto pan y
agua. Los cardenales debieron captar la indirecta, porque se apresuraron a elegir a
Gregorio X.

Este mismo papa, quizá por la experiencia vivida en su elección, aprobó normas que
–mediante la presión de las incomodidades materiales- buscaban reducir al mínimo
las demoras en el cónclave. A partir de entonces los cardenales debían quedar
siempre recluidos en un recinto cerrado; no se les permitían las habitaciones
individuales, ni disponer de más de un sirviente que les atendiera, salvo caso de
enfermedad; la comida se les debía suministrar por un ventanuco y, a partir del
tercer día de cónclave, el suministro quedaba reducido a una sola comida al día. A
los cinco días el régimen se reducía a pan y agua. Además, mientras durase el
cónclave los cardenales dejaban de percibir sus rentas eclesiásticas. Adriano V
abolió estas normas en 1276, pero Celestino V las reintrodujo en 1294, después de
que su propia elección se produjese tras un periodo de sede vacante de dos años.

Gregorio XV publicó dos bulas pontificias (1621 y 1622) que regulaban todos los
aspectos de la celebración del cónclave. En 1904 San Pío X recogió y unificó casi
todas las dispersas normas de los papas anteriores a él en una Constitución,
introduciendo ciertos cambios. Pío XII añadió nuevas aportaciones en 1945, Juan
XXIII lo hizo en 1962 y Pablo VI en 1975. La reciente Universi Dominici Gregis de
Juan Pablo II (1996) es la última reordenación en profundidad de la normativa sobre
el cónclave.

El lugar de celebración del cónclave no se estipuló oficialmente hasta el siglo


XIV. A partir del Cisma de Occidente los cónclaves siempre han tenido lugar en
Roma, salvo el de 1800, cuando la ocupación de la ciudad por tropas del Reino de
Nápoles obligó a celebrarlo en Venecia. El último cónclave celebrado fuera de la
Capilla Sixtina fue el de 1846, que tuvo lugar en el Palacio del Quirinal.

Índice
1 Electores
2 Candidatos
3 Procedimiento electoral
4 De la Vacante Apostólica a la Inauguración de Pontificado
4.1 La Sede Vacante
4.2 Muerte del papa
4.3 Las Congregaciones de Cardenales
4.4 Exequias del papa
4.5 Inicio del Cónclave
4.6 Desarrollo de las votaciones
4.7 Elección y aceptación
4.8 La «fumata»
4.9 La primera bendición
4.10 La Misa de Inauguración del Pontificado
5 El escudo de armas
6 Véase también
7 Referencias
8 Enlaces externos
Electores
El Colegio de Cardenales ha conocido dimensiones diversas, desde los siete miembros
con que llegó a contar en el siglo XIII hasta los 183 del presente. En 1587 Sixto V
limitó su número a 70 miembros, divididos en tres órdenes: seis cardenales obispos,
cincuenta cardenales presbíteros y catorce cardenales diáconos (aunque repartidos
nominalmente en estamentos con estos nombres, en la actualidad los cardenales son
siempre obispos). En el siglo XX, sobre todo a partir de Juan XXIII, el Colegio de
Cardenales incrementó su número con el fin de dotarlo de la máxima
representatividad geográfica y nacional posible. Con todo, en 1970 Pablo VI reservó
la condición de elector a los menores de 80 años y fijó su número máximo en 120.
Con la constitución en 2003 de 31 nuevos cardenales, Juan Pablo II elevó el número
de electores teóricos a 135. En octubre de 2010, tras los nombramientos efectuados
por Benedicto XVI de cardenales, habría 121 que reúnen la condición de electores
por no haber cumplido aún la edad límite.

Candidatos
De acuerdo con la práctica tradicional de la Iglesia, cualquier bautizado varón
podría ser elegido papa. En 1179 el III Concilio de Letrán abolió las restricciones
que se habían ido introduciendo desde el siglo VIII en el sentido de limitar la
condición de candidato, primero a los clérigos en general, y posteriormente solo a
los cardenales aunque, en la práctica, el último papa que no era cardenal en el
momento de su elección fue Urbano VI (1378). En caso de resultar elegido un
presbítero, diácono o laico, y habiendo aceptado su elección, se procedería en el
acto a su ordenación como obispo. Pese a todo, y dado que para ser ordenado obispo
se requiere actualmente llevar al menos cinco años como presbítero y haber cumplido
los 35 años, cabe pensar que sólo quien cumpliese estas condiciones podría ser
objeto de elección como papa.

No existe ningún requisito referente a la nacionalidad, aunque la tradición de


siglos impuso la costumbre de elegir papas italianos. El polaco Juan Pablo II fue
el primero no italiano desde Adriano VI, neerlandés, elegido en 1522. Las recientes
elecciones de pontífices no italianos, como el alemán Benedicto XVI en 2005 y el
argentino Francisco en 2013, parece abolir definitivamente la tradición en favor de
los italianos. Este último, Francisco, es el último papa electo y es el primero de
origen americano; por lo que hasta la fecha, no ha sido elegido ningún papa de
Oceanía.

Las mujeres, al no ser elegibles para el estado clerical, tampoco pueden


convertirse en papas.

Procedimiento electoral
Los cardenales tienen estrictamente prohibido presen

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