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El más allá del principio del placer hace referencia a una idea innovadora respecto al

sujeto que padece. Este concepto ya aparece en “lo siniestro” respecto a la creación estética.
Ahí Freud rescata una particularidad en cierta escritura de Hoffman respecto a una
intensidad desmedida de la repetición de “lo mismo”. Tanto en “El arenero” como en “Los
elixires del diablo” la figura del padre (y la culpa implicada en su muerte) es la que insiste
de una manera que podemos decir “patológica”, o muy extraña. Esta compulsión a la
repetición de “lo mismo” es la que resalta Freud como propia de lo Inconsciente. ¿Qué
podemos entender por “lo mismo”?

Para los procesos de la conciencia, en donde el tiempo domina toda la escena


subjetiva, lo mismo es una operación prohibida por la sucesión necesaria del devenir. Una
primera tesis es necesaria para Freud: la diferencia entre Consciencia e Inconsciente. El
principio del placer rige entonces todos los procesos que podemos llamar “lógicos”, que
son conscientes o tienen la capacidad de consciencia. Freud después le suma al placer el
displacer y el principio de realidad. Todos hacen posible el campo de la representación.

Para el Inconsciente en cambio, las cosas se complican, en primer lugar porque va


en contra del sentido común, de los principios de la lógica (no contradicción), y de las
ciencias en general. Lo mismo, aquí tendría su posibilidad, que en este punto no se
diferenciaría de su causa. Supongamos que Lacan supuso un objeto “a” como causa del
deseo, no debemos perder de vista que el deseo y su causa no se diferencian en este ámbito,
y ambos son vacíos.

Se puede extender la idea al decir que la diferencia es propia de los procesos de


conciencia, y están regidas por el uso de los lenguajes que permiten dicha diferencia.

La compulsión a la repetición de “lo mismo” (la insistencia en tanto que “falta”)


está más allá, un terreno oscuro para los ojos de la representación.

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