Está en la página 1de 2

El amor propio es ese músculo que todos deberíamos ejercitar a la

perfección y en cada momento. Aunque eso sí, más que una acción, es
un estado mental y emocional, ese en el que sentirnos bien con
nosotros mismos. En este sentido, el amor propio es importante para
vivir bien. Influye en la forma en que nos relacionamos con los demás, en
la imagen que proyectamos en el trabajo y en el modo en que hacemos
frente a los problemas.
Asimismo, cabe decir que estamos ante una dimensión fundamental
para nuestro bienestar. Su destello, la energía con la que nos hace
movernos y desenvolvernos, garantiza por ejemplo que elijamos mejor a
las personas que conforman nuestra vida. Implica además que podamos
enfrentarnos con mejores recursos a cualquier desafío, sea grande o
pequeño.
El amor propio es por así decirlo,  un estado de aprecio que va surgiendo
a medida que hacemos cosas por nosotros mismos. A medida, por
ejemplo, que invertimos en nuestro desarrollo psicológico, emocional
y espiritual. Es una dimensión dinámica que nos permite madurar en
fortalezas, en calidad de vida…
“Hasta que no te valores a ti mismo, no valorarás tu tiempo. Hasta que no
valores tu tiempo, no harás nada con el”.

-M. Scott Peck-

¿Qué es el amor propio?


El amor propio no implica solo sentirse bien. No es algo que puede
lograrse cuidando la imagen, a través de lecturas inspiradoras o
compartiendo tiempo de calidad con los seres queridos o disfrutando en
soledad de actividades que nos gusten. A pesar de lo gratificante que
estas y otras cosas puedan ser, el amor propio no es esto.
Define ante todo nuestra capacidad para apreciar lo que hacemos y
valorar lo que somos. Son dimensiones que a menudo, se ven
vulneradas como efecto de una mala crianza, una educación autoritaria o
marcada por la indiferencia…
El amor propio es un estado que no admite dudas, épocas de
debilidad o menos aún situar su destello en bolsillos ajenos para
perder así nuestra dignidad. Este tendón psíquico exige cuidados y
crece mediante acciones que nos hacen madurar. Cuando actuamos, por
ejemplo de manera inteligente salvaguardando nuestros intereses y
valores, cuando empezamos a aceptar mucho mejor
nuestras debilidades y nuestras fortalezas

También podría gustarte