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Agricultura Ecológica y Desarrollo Rural

II Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica. Pamplona-Iruña, septiembre de 1996

Ecología y control de la flora arvense


C. Zaragoza Larios
Servicio de Investigación Agraria. Diputación General de Aragón. Apdo. 727. 50080
Zaragoza

RESUMEN

Un estudio profundo del papel de las malas hierbas implica una aproximación a la ecología
de sus relaciones con los cultivos, los suelos, la fauna y el hombre, en los sistemas agrarios.
El efecto competitivo de las malas hierbas en los cultivos es innegable, pero muy variable,
dependiendo de las especies y su densidad, del cultivo y la climatología, entre otros factores.
Por ello, existen situaciones o momentos en los que la presencia de las especies arvenses no
requiere un control inmediato. El periodo crítico de competencia nos indica el espacio de tiem-
po en el que es necesario escardar para obtener el nivel de rendimiento deseado. Este periodo
suele ser variable según las situaciones agroecológicas, aunque nos permite conocer el grado
de competitividad de un cultivo. Por otra parte, las especies arvenses no siempre son perjudi-
ciales o indiferentes, en ocasiones pueden convertirse en plantas auxiliares o útiles para el
hombre. En muchos casos pueden afectar a la biología y dinámica de la población de insectos
beneficiosos, o pueden cubrir el suelo reduciendo la erosión. El beneficio y las desventajas de
cualquier método de control se suelen evaluar a corto plazo, pero es necesario una perspecti-
va más amplia para estudiar la sostenibilidad del sistema. En este trabajo se pasa revista a los
métodos principales de control de malas hierbas: preventivos, culturales, biológicos, físicos y
químicos. Ninguno de los métodos es una panacea. Una manera de reducir las desventajas, que
se suelen presentar cuando se abusa del mismo sistema, es la integración de varios métodos. El
manejo integrado va más allá del simple control de las malas hierbas, considerando ventajas e
inconvenientes, el impacto ambiental y la rentabilidad de cada sistema.

INTRODUCCIÓN

Algunas especies arvenses, como la avena loca (Avena fatua) o el cenizo


(Chenopodium album L.), fueron cultivadas antiguamente. Otras se introdujeron, y
se introducen, desde lejanas zonas geográficas o son oportunistas locales favoreci-
dos por las alteraciones humanas. En la actualidad, unas 250 especies son conside-
radas como malas hierbas, aunque, como es sabido, este concepto no es biológico,
sino antropológico. En contraste con las plantas cultivadas, objetos de siembra, cui-
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dado y cosecha, las malas hierbas son las invasoras, no deseadas en los cultivos. Por
sus múltiples orígenes y su evolución posterior, así como por su gran capacidad de
adaptación y de supervivencia, que les permite invadir con éxito muchos nichos ecoló-
gicos en los agroecosistemas, son objeto de estudio por numerosos especialistas.
Un estudio profundo del papel de las malas hierbas implica una aproximación
ecológica de sus relaciones con los cultivos, los suelos, la fauna y el hombre en los
sistemas agrarios. Pero debido a su evidente impacto en los rendimientos de los cul-
tivos estas especies arvenses han sido consideradas como indeseables y, por tanto,
malas hierbas. Por ello, los agrónomos y biólogos han concentrado su trabajo en los
procedimientos de control, en la competencia malas hierbas-cultivos, y sólo hasta
hace poco, en los mecanismos ecológicos relacionados.
La generalización de las pérdidas en la producción de los cultivos debido a las
malas hierbas han justificado la promoción de los sistemas más eficaces de escarda,
basados en el uso de herbicidas. En la actualidad, se dispone de más de 900 productos
comerciales en España y los agricultores se han gastado más de 20.000 millones de pts.
en herbicidas (el 28 % de las ventas de pesticidas en 1995), lo que da una idea del gran
interés de los agricultores, y de las empresas vendedoras, que ponen el énfasis en las
pérdidas que se tendrían si se sustituyeran los herbicidas por otros métodos (un 31 %
en EE.UU., según Altieri, 1988).
Sin embargo, las investigaciones actuales, buscando la sostenibilidad de los sis-
temas, tratan de cambiar la manera de entender el manejo de las malas hierbas. En
este trabajo se expresan algunas ideas sobre esta tendencia.

EL IMPACTO DE LAS MALAS HIERBAS

A nivel mundial, y de una forma general, las investigaciones han indicado que
el efecto competitivo de las malas hierbas sobre la producción agrícola puede
cuantificarse en un 10 % de media (Zimdahl, 1980). Sin embargo, la casuística es
muy variable. Se ha observado en España que la presencia de malezas durante todo
el cultivo puede reducir el rendimiento del maíz hasta el 41 %, según la densidad
de infestación y la climatología de los meses iniciales de cultivo (Zaragoza &
López, 1992). Algunas infestaciones sin control alguno pueden producir la pérdi-
da total de cultivos hortícolas (Medina, 1995). Por otra parte, en muchos casos, las
pérdidas en producción pueden ser relativas. Por ejemplo, no es fácil comparar las
pérdidas en Europa con las del tercer mundo. Aquí, las pérdidas se pueden produ-
cir a pesar del uso de herbicidas y, en ocasiones, pueden ser asumidas debido a una
situación particular del mercado o de la agricultura subvencionada. En Africa, los
sistemas de control se basan en una mano de obra abundante y barata, y las pérdi-
das pueden ser parcialmente resarcidas por el empleo de las especies arvenses
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como fuente de alimento para el ganado o como verduras para la población


(Altieri, 1988).
Como la mayoría de los agricultores saben, la presencia de las malas hierbas en los
cultivos no debe ser juzgada automáticamente como dañina y requerir un control inme-
diato. Aunque se ha demostrado que la relación entre la densidad de las malezas y los
rendimientos de los cultivos es hiperbólica, cuando se estudian bajas densidades, que
es una situación frecuente en la realidad, esta relación es lineal o sigmoidal, por lo que,
a efectos prácticos, existe un umbral tolerable de malas hierbas, densidad bajo la cual
el rendimiento no se ve significativamente afectado y las pérdidas, si las hay, son asu-
mibles.
La mayoría de los estudios han determinado el impacto de una especie dominan-
te, en varias densidades o durante distintos períodos de crecimiento del cultivo. Estas
experiencias se han reproducido en diferentes situaciones, pudiéndose obtener datos
suficientes para realizar predicciones con buena fiabilidad. Menos frecuentes han sido
los experimentos de competencia de cultivos con flora multiespecífica, situación más
realista, ya que las infestaciones están constituídas habitualmente por comunidades
arvenses pluriespecíficas, pero también de conclusiones más difíciles de extrapolar.
En la interferencia entre las plantas cultivadas y las arvenses no influyen sola-
mente la densidad y la disposición espacial, sino también el tipo de crecimiento y la
edad (el tamaño) de las plantas. Las especies arvenses más agresivas son las que
detraen recursos más eficazmente. ¿Es mejor para un cultivo ser infestado por una
comunidad arvense pobre en especies, pero muy densa (como sucede en los campos
donde se repite la aplicación de un tipo de herbicida) o por una población rica en
especies y pobre en individuos?. Desde mi punto de vista es más fácil el manejo del
segundo caso.
Los efectos indirectos de las arvenses en los cultivos, tales como el aporte de semi-
llas al suelo por las plantas tardías y que perpetúan o incrementan las infestaciones, o
la dificultad de recolección mecánica por la presencia de algunas especies, pueden ser
también muy importantes e, incluso, limitantes. Sin embargo, el concepto de período
crítico no contempla más que los efectos directos de las malezas sobre el cultivo.

LOS PERÍODOS CRÍTICOS DE COMPETENCIA

Hay una variación considerable en las relaciones entre el cultivo y las malas hier-
bas en diferentes situaciones agroambientales. De hecho, la competencia varía marca-
damente entre distintas especies, densidades, cultivos, sistemas de manejo y factores
ambientales.
La variación del impacto directo de las infestaciones según las condiciones
ambientales se suele expresar especialmente en el período crítico de competencia
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entre las malas hierbas y los cultivos. Se define como el espacio de tiempo en el que
la presencia de las malas hierbas implica una pérdida medible del rendimiento y nos
señala el mejor momento de escarda. Se ha demostrado en maíz que este período
depende de la especie arvense, de las condiciones climáticas del año y del sistema de
cultivo. Berszenyi et al. (1993) encontraron que, en las condiciones de cultivo de
Hungría, el período de competencia de Amaranthus retroflexus comenzó a las 4-6
semanas de la emergencia del maíz, mientras que el de la Echinochloa crus-galli
empezó a las 6-8 semanas. En este estudio el final de la competencia fue menos
variable y estuvo alrededor de la semana 12 desde la emergencia.
Sin embargo, se ha observado que la interferencia de las malezas con el maíz en
los regadíos españoles no está de acuerdo con lo encontrado en los secanos húmedos.
Con alta luminosidad y temperatura, riego y nitrógeno en abundancia, el maíz es una
excelente competidora y la infestación de las arvenses, durante 8 semanas tras la
emergencia del maíz (11-12 hojas) sólo causa, como media, una reducción del 10 %
en el rendimiento (Zaragoza & López, 1992). Las plantas que emergen con posterio-
ridad al estado de 8 hojas no compiten con el cultivo (Gonzalez Ponce et al., 1992).
No obstante, bajas temperaturas (o falta de riego) durante las primeras fases del desa-
rrollo pueden incrementar la competencia de las malas hierbas (Pardo et al., 1993).
La variación del período crítico en función de las condiciones ambientales es aún
mayor en los cultivos hortícolas, que suelen ser menos competitivos por cubrir menos
el suelo (cebolla, zanahoria) y, sobre todo, si se emplea una técnica de cultivo que alar-
ga el período de implantación, como es la siembra directa sobre el terreno de asiento.
Esta técnica está desaconsejada en cultivos hortícolas cuando no se dispone de un
método de escarda suficientemente eficaz. En un cultivo de pimiento trasplantado se
observó un período crítico, para un nivel de pérdidas tolerable del 10 %, de 25 y 27
días en dos años diferentes. En siembra directa este período fue de 33 y 85 días en
los mismos años. Las menores temperaturas ambientales del segundo año influyeron
más en el cultivo de siembra retrasando su crecimiento (Medina, 1995). El trasplante
de las hortalizas, requiere un elevado gasto de energía y mano de obra, pero facilita
el manejo de las malas hierbas.
En el caso de la cebolla de siembra directa la competencia se inicia prácticamente
desde la emergencia del cultivo y termina cuando ya ha empezado el engrosamiento
del bulbo. Para una pérdida tolerable del 5 % el período crítico se ha calculado entre
el día 30 (2 hojas, estado 2.25 de la escala de Suso et al., 1992) y el día 100 de poste-
mergencia (estado 7) (Pardo, 1990).
El período crítico suele permanecer más estable cuando se refiere a variables
meteorológicas o estados fenológicos del cultivo. Así, la competencia de Chenopo-
dium album y Datura stramonium en maíz cultivado en Madrid y Zaragoza, respec-
tivamente, comenzó a expresarse sobre el índice de área foliar a los 1000 ºC-día (flo-
ración masculina del maíz), en los dos lugares (Torner et al., 1996).
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Figura 1. Efecto de la competencia de Chenopodium album (Cheali) y Datura stramo-


nium (Dastr) en el índice de área foliar del maiz.

LAS ARVENSES ÚTILES

En ocasiones, se ha definido a las especies arvenses como «plantas que el hom-


bre aún no ha sabido emplear». Algunas, han sido útiles en ciertos momentos, cayen-
do en desuso posteriormente, quedando como infestantes de los cultivos. Por ejem-
plo, Salsola kali, que fue empleada para hacer jabón durante la postguerra en el valle
del Ebro y, actualmente, es una infestante muy frecuente en los rastrojos y perjudi-
cial para las siembras, ha sido citada como posible cultivo rico en proteina y resis-
tente a la sequía (Anderson, 1979). La verdolaga (Portulaca oleracea) fue cultivada
en España hasta finales del siglo XV (aún se cultiva en Europa) quedando como
infestante estival desde entonces (Nuez & Hernández Bermejo, 1992).
Se conoce desde antiguo que algunas especies son capaces de favorecer el creci-
miento de los cultivos. Generalmente, se trata de leguminosas capaces de enrique-
cer el suelo en nitrógeno y, por supuesto, estas especies dejan de ser malas hierbas
para convertirse en auxiliares o en cultivos asociados. Un ejemplo es la Trigonella
polycerata L., capaz de aumentar el peso seco del trigo, en el noroeste de la India,
hasta densidades muy altas, sin efectos adversos en el rendimiento (Altieri, 1988).
También tenemos ejemplos aquí. Recordemos nuestros tradicionales: veza-avena,
maíz-judías, frutales-trébol, etc. Y es que, a pesar del hecho de que las especies
arvenses pueden reducir los rendimientos de forma significativa, algunas, y en algu-
nos momentos, pueden ser consideradas como útiles para el hombre.
Existen numerosos ejemplos, en la agricultura tradicional de todos los pueblos,
en los que algunas especies arvenses son aceptadas, e incluso promocionadas, si tie-
nen alguna utilidad. Así, en el estado de Tabasco (México) los agricultores hablan
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del «mal monte» o «buen monte» según las especies y su posible uso. En Colombia
se denominan «malezas nobles» (nombre contradictorio, indicando su doble voca-
ción) a aquellas especies que protegen de la erosión a los suelos de los cafetales
(Borreria alata, Commelina elegans, Drymaria cordata, Euphorbia hirta, Oxalis
latifolia, Richardia scabra,...) y se trata de aumentar su presencia en detrimento de
otras, más competitivas y perjudiciales (Urrutia, 1986). Aquí habría que recordar que
los citricultores valencianos permiten que Oxalis pes-caprae prolifere bajo los árbo-
les, ya que protege a los frutos de las salpicaduras de tierra, vehículo del «aguado»
(Phytophtora). El ciclo de O. pes-caprae (invierno-primavera) se adapta parcial-
mente para cumplir una misión de cobertura invernal, compitiendo con los árboles
por agua solamente en primavera y desapareciendo en verano.
Otro ejemplo interesante de convivencia nos lo ofrecen los agricultores cerealis-
tas de las zonas áridas de Marruecos, que practican una escarda manual ligera de los
cereales, arrancando exclusivamente las malas hierbas más grandes, para utilizarlas
como forraje para el ganado. La recolección de plantas arvenses está actualmente
relacionada con una agricultura pobre y primitiva pero, no cabe duda, que permite
la subsistencia a muchos pueblos, siendo un aporte significativo de alimentos diver-
sos, leña o medicinas (Orozco & Diego, 1992).

EL PAPEL ECOLÓGICO DE LAS ESPECIES ARVENSES EN LA AGRI-


CULTURA

Los efectos de la interferencia de las malas hierbas en los cultivos se han eva-
luado principalmente como reducción del rendimiento de los cultivos por compe-
tencia de recursos limitados (agua, nutrientes y luz), emisión de toxinas perjudicia-
les a las plantas vecinas (alelopatía) y, entre los efectos indirectos, el hospedaje de
insectos perjudiciales y patógenos.
Sin embargo, en muchos casos, se ha demostrado que las plantas arvenses pue-
den afectar la biología y la dinámica de la población de insectos beneficiosos ofre-
ciéndoles refugios alternativos, polen o néctar. Por ejemplo, se ha observado en los
frutales de Lérida que el número de ácaros pertenecientes a especies entomófagas
hallados en diferentes malas hierbas a lo largo de un año, superó siempre al de las
fitófagas (Taberner et al., 1992).
Una diversificación de la población arvense puede reducir las poblaciones de las
plagas. Al diversificar las plantas arvenses se influye en la densidad de los insectos,
permitiendo su equilibrio, e imponiendo una mayor mortalidad sobre las plagas
(Altieri, 1988).
También se ha observado que la cobertura del suelo producida por las malas hier-
bas permite un control de la erosión. Es necesario estudiar las pérdidas de humedad
en el suelo que se pueden producir en los cultivos leñosos de secano, para saber hasta
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cuando se puede permitir una cobertura vegetal invernal, protectora del suelo. Esto
ya se conoce en el olivar de Andalucía (Pastor, 1995) pero habría que extender los
estudios a otras zonas y cultivos. El viticultor español suele permitir esta cobertura
natural desde el verano hasta bien entrado el invierno, permitiendo su aprovecha-
miento por el ganado ovino en muchas zonas.
Otro aspecto positivo de la presencia de las especies arvenses en los cultivos, que
se presenta casi exclusivamente en la agricultura de subsistencia, en zonas indígenas
o marginales, es la posibilidad del intercambio genético entre especies cultivadas y
silvestres emparentadas. El control moderado de las malas hierbas permite la super-
vivencia de poblaciones reducidas que son una fuente de genes valiosos para trans-
mitir caracteres de plasticidad y variabilidad, pudiendo mejorar las características
del cultivo. También se ha sugerido que son fuente de potencial alelopático, prácti-
camente inexistente o perdido en las actuales variedades seleccionadas.
Sin embargo, ese flujo de genes de las variedades modificadas por biotecnología,
resistentes a herbicidas, a sus parientes arvenses, con la posibilidad de transmitirles
esa resistencia, es un riesgo que correrá la agricultura desarrollada, cuando se difun-
dan estas variedades.

VENTAJAS E INCONVENIENTES DE LOS DISTINTOS MÉTODOS DE


CONTROL

La mayoría de las veces, el beneficio y las desventajas de un método de control


han sido evaluados a corto plazo, pero es necesaria una perspectiva más amplia para
observar la sostenibilidad del sistema a largo plazo. Se describen a continuación, de
forma resumida, algunos aspectos de los distintos métodos.

Métodos preventivos
Son todos aquellos que tratan de evitar la difusión de las semillas y propágulos y,
por tanto, el establecimiento de especies problemáticas. Son medidas importantes,
pero que, desgraciadamente y por desidia, se practican poco. En general, persiguen la
reducción del banco de semillas en el suelo, evitando la invasión de nuevas especies
locales o alóctonas (uso de semilla certificada, sustratos y compost limpios, ...) difi-
cultando la propagación de las vivaces (mejorando el drenaje, con escarda en rodales,
en postcosecha, ...) y, sobre todo, mediante la detección precoz de las infestaciones.

Métodos culturales
Los métodos culturales incluyen, principalmente, las rotaciones y los cultivos
asociados. Las rotaciones de cultivos son valiosas para luchar contra las malas hier-
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bas, pero menos que para defenderse de las plagas y enfermedades, ya que éstas nece-
sitan las plantas huésped para proliferar. Las malas hierbas (salvo las parásitas) no tie-
nen tanta especificidad, y cuando se consigue reducir una especie bien adaptada a un
monocultivo, cambiando éste, suele aparecer otra que ocupa su espacio. El interés de
las alternativas radica básicamente en la posibilidad de cambiar de táctica de control
(fecha de siembra, labores, herbicidas,...). Los inconvenientes de las rotaciones radi-
can en que, generalmente, el agricultor no tiene muchas posibilidades de cambiar de
un cultivo a otro que le parezca suficientemente rentable a corto plazo. Recordemos
que, por ejemplo, suele haber muy pocas alternativas viables, económicamente inte-
resantes, a los cereales, en los secanos áridos. Por otra parte, los cultivos leñosos,
como viña, olivo, almendro, etc... no pueden contar con este método a corto plazo.
Los cultivos asociados tienen también gran interés cuando no se desea emplear
herbicidas. Algunas asociaciones son conocidas desde la antiguedad y están bien adap-
tadas para aprovechar todos los recursos. Así, por ejemplo, la asociación maíz-judías-
calabaza, típica en la agricultura indígena americana, y que aún se practica en Galicia.
El maíz permite a las judías trepar, buscando la luz, aprovechando el nitrógeno que fija
la leguminosa, y la calabaza explora la superficie del suelo, beneficiándose de la som-
bra y su humedad, al tiempo que sombrea a las malas hierbas. Pero, por supuesto, los
rendimientos son pequeños. Algunos cultivos de cobertura son muy empleados en los
cultivos leñosos, como se ha indicado en otro capítulo. Un inconveniente de los culti-
vos de cobertura en los frutales es que es necesario limitar la competencia, si no se
desea reducir la producción. Se ha observado en un viñedo de secano árido que la
reducción del vigor puede ser significativa (Zaragoza & Delgado, 1995). Esta limita-
ción implica uso de herbicidas, siegas o labores. El empleo de cultivos de cobertura
sucesivos, para dejar un «mulching» seco hasta el siguiente cultivo, tiene gran interés,
ya que, teóricamente, permite un aprovechamiento integral del suelo, protegiéndolo de
la erosión, conservando la humedad, evitando invasiones de adventicias y lavado de
nitratos. En general, el manejo de estas coberturas es complicado en la práctica y no se
consiguen todos los beneficios teóricos.
Otros métodos culturales son la selección varietal, y el marco de plantación o la
densidad de siembra. La velocidad de crecimiento y la expansión foliar son carac-
terísticas que nos van a definir la competitividad de una planta. Aquellas variedades
mejor adaptadas y que sean más rápidas en crecer, en los estados iniciales, serán las
mejores competidoras con las malas hierbas. Igualmente, aquellas técnicas de cultivo
que favorezcan el crecimiento inicial.
Un retraso de la fecha de siembra de un cereal puede utilizarse para reducir la
infestación de algunas gramíneas (Lolium, Alopecurus, Avena) preparando el suelo,
permitiendo sus primeras germinaciones y eliminando las plántulas con una labor o
un herbicida no residual. Es la técnica de la «falsa siembra», que se utiliza con fre-
cuencia en los semilleros de hortícolas. En general, la estrategia de control ha de
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ajustarse al tipo de flora. Una predominancia de especies de germinación primave-


ro-estival recomendará siembras en otoño, y viceversa. El aumento de la densidad de
siembra puede utilizarse para reducir la competencia de las malas hierbas o para
compensar cierta mortalidad de plantas debida a unas prácticas de escarda poco
selectivas.
Otra medida de control de las hierbas es estimulando el crecimiento del cultivo,
lo que se consigue normalmente con la fertilización. La elección del momento de la
aplicación en cobertera, y su localización, son importantes para no favorecer el cre-
cimiento de las competidoras. Por otra parte, se ha observado que el abonado con
nitratos induce la germinación de parte de las semillas latentes de algunas especies
(Avena spp.). Un abonado con suficiente antelación a la siembra puede ser útil para
reducir, posteriormente, las plántulas aparecidas.

Métodos biológicos
Aunque existen algunos ejemplos del empleo de animales superiores para la limi-
tación y el control de la vegetación arvense, como el empleo de ganado caprino para
la limpieza de algunos bosques, contribuyendo al reciclaje de nutrientes y reduciendo
el peligro de incendio (Torrano et al., 1995), el control biológico de las malas hierbas,
en la actualidad, apenas ha salido del campo de la investigación, manteniéndose como
una promesa de futuro. La introducción de un insecto o un hongo capaz de reducir una
planta infestante ha sido, hasta ahora, un procedimiento muy específico, para comba-
tir una especie determinada (P. ej.: el micoherbicida Collego, patentado en EE.UU., a
base de Colletotrichum gloesporioides sólo actúa contra Aeschynomene índica, mala
hierba del arroz). Ha de ser así para no dañar a las plantas cultivadas o no objetivos. De
nuevo, el espacio dejado por la especie afectada es, enseguida, ocupado por otra.
Tampoco está claro que las toxinas producidas por los microbios introducidos, sean
seguras para el hombre y el medio ambiente (Coble, 1996).

Métodos físicos
Entre los métodos físicos se incluyen la escarda manual, la mecánica, la siega,
el fuego y la solarización. La escarda manual es el método más antiguo y extendido
en el mundo, ya que además de emplearse normalmente en el tercer mundo, donde la
mano de obra es abundante y barata, no se ha dejado de emplear en los países desa-
rrollados, aunque en menor intensidad, y como complemento a otros métodos de
escarda. Pero arrancar las malas hierbas suele ser un trabajo penoso y es muy difícil
encontrar mano de obra para esta tarea en las zonas industrializadas.
La escarda mecánica y el laboreo ha sido durante mucho tiempo y es todavía una
opción viable en muchos cultivos. La oportunidad de la escarda, es decir, su momen-
to de ejecución, suele ser decisivo en la eficacia contra las malas hierbas. Debido a
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la conciencia tomada sobre el efecto de la alteración de la estructura y erosión del


suelo producida por el laboreo, particularmente con volteo, y su mayor consumo de
energía, en la actualidad las labores tienen tendencia a reducirse, practicándose más las
verticales o superficiales. Esto conduce a un cambio en la flora arvense, observándo-
se infestaciones de especies que antes estaban confinadas en los ribazos (Bromus spp.,
Vulpia myuros), y aumento en la densidad de otras (Lolium rigidum). Últimamente han
aparecido los cultivadores de cepillos rotativos y las gradas de varillas vibradoras que
permiten la escarda de cultivos en líneas y en estados precoces. Su labor es muy poco
profunda (hasta 5 cm), las hierbas anuales son arrancadas y expuestas al aire. No crean
suela de labor ni compactación, por lo que hay menos peligro de erosión que con una
labor convencional. Su velocidad es lenta (3 km/h) y no van bien en suelos pedregosos.
El control es incompleto y se escapan especies miméticas del cultivo. Una de las prin-
cipales ventajas del laboreo es constituir un método de escarda que puede integrarse
con los demás sistemas, diversificándolos y evitando, por ejemplo, la presión de selec-
ción de los herbicidas sobre la flora arvense, causa de la aparición de resistencias.
La siega mecánica es un eficaz sistema de mantenimiento muy empleado en cul-
tivos plurianuales forrajeros y leñosos, así como en cunetas y zonas encespedadas.
Generalmente hay que combinarlo con otros sistemas de control y, además, también
la flora arvense se adapta a los cortes, al cabo del tiempo, proliferando las especies
rastreras (Portulaca oleracea, Polygonum aviculare) y con gran capacidad de rebro-
te (Aster squamatus, Rumex spp.).
El fuego se ha empleado para desbrozar desde el inicio de la agricultura y todavía
se emplea, incluso se abusa, en particular, en zonas boscosas que se quieren dedicar a
pastos. La quema de rastrojos, que está desaconsejada por la pérdida que supone en
materia orgánica, la agresión a la fauna, la emisión de CO2, y el peligro de propaga-
ción de incendios, tiene aún muchos adeptos que la justifican, por su sencillez y eco-
nomía, y «al no poderse labrar bien el suelo». Sin embargo, la escarda térmica consiste
en el empleo selectivo del fuego, producido por quemadores de propano, en cultivos
capaces de soportar altas temperaturas durante breves momentos (leñosos, liliáceas,
maíz,...). Sus inconvenientes son, principalmente: su eficacia incompleta, lentitud de
aplicación, empleo de combustible fósil, emisión de CO2 y desconocimiento de su
impacto sobre la fauna.
La solarización puede considerarse como un método físico basado en el aprove-
chamiento del calor del sol. No altera desfavorablemente el suelo, ni deja residuos, es
eficaz contra nematodos y patógenos, capaz de estimular el crecimiento de cultivos
posteriores. Sus inconvenientes: la ocupación del terreno en meses de máxima pro-
ductividad (suelen ser huertas pequeñas), eficacia parcial y sólo en zonas soleadas de
ciertas latitudes, y el empleo de plástico, que hay que reciclar posteriormente.
Las barreras físicas estáticas: coberturas inertes, empajados o acolchados, son
bastante frecuentes en hortofruticultura. Aunque el plástico es el material más
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empleado en la actualidad, se puede utilizar también la paja, las cortezas, el serrín,


cartón, papel o celulosa. El empleo de estas coberturas orgánicas inertes tiene, como
principales ventajas, el impedir la aparición de malas hierbas en estados precoces del
cultivo y la reducción de la evaporación, lo que implica menores necesidades hídri-
cas. Como inconvenientes hay que destacar, que se requiere cierta técnica en el
manejo, que aumentan los riesgos de helada en frutales, los propios de cada mate-
rial (p. ej.: los incendios en la paja), mayor incidencia de roedores y caracoles, y que
hay especies arvenses que se adaptan muy bien a esta técnica (Zaragoza et al., 1995).
El acolchado con plástico, opaco a la luz, comparte las ventajas de las cobertu-
ras, y algunos defectos. No induce precocidad pues no aumenta la temperatura del
suelo. Algunos colores son capaces de ahuyentar insectos. Considerando que se trata
de un producto derivado del petróleo, para evitar los residuos de su degradación, es
necesario recogerlo después de su empleo y proceder a su reciclado.

Métodos químicos
A pesar de tratarse de una Ponencia en un Congreso de Agricultura Ecológica, no
puedo dejar de referirme a los herbicidas como el método más importante de escar-
da en la agricultura desarrollada. Hay que destacar que esto es así, por varias razo-
nes: su gran eficacia, su economía de coste, tiempo y energía, su flexibilidad de uso
y, además, por ofrecer una razonable seguridad para el hombre y el medio ambiente,
cuando se emplean de forma apropiada. Pero no se puede olvidar que su empleo
generalizado ha creado nuevos problemas: asistimos a la aparición de biotipos resis-
tentes de muchas especies, que hace poco eran sensibles a los tratamientos, y así
mismo, a la proliferación de especies tolerantes que han desequilibrado las pobla-
ciones arvenses. En algunas zonas, determinados herbicidas han alcanzado el agua
freática, contaminándola. Como tantas otras veces, los avances tecnológicos crean
problemas a medida que los resuelven.
Los aspectos negativos obligan a que el aplicador esté bien informado para poder-
los evitar. La información se acumula: materias activas, formulaciones, dosis, momen-
to de aplicación, mezclas posibles, espectro de acción, estado del cultivo, característi-
cas del suelo, toxicidad, ... el agricultor necesita conocer muchas cosas para realizar
una pulverización en el campo y, generalmente, nunca tiene ayuda suficiente.

CONCLUSIÓN

Aunque, hasta hace relativamente poco, la investigación en malherbología partía


de la base de que era económicamente imprescindible eliminar las malas hierbas, su
presencia en el campo no puede ser juzgada siempre como nociva, ni requerir medi-
das inmediatas de control.
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Por otra parte, ninguno de los métodos de control disponibles es una panacea.
Todos tienen ventajas e inconvenientes. Una manera de reducir las desventajas, que
se suelen presentar cuando se confía demasiado en un sistema y se repite con fre-
cuencia, es la integración de varios métodos. El no poder o no desear utilizar un
método determinado es una limitación que redundará en un menor beneficio. El
manejo integrado ha de resultar rentable a largo plazo, es decir, económicamente
sostenible. Además, ha de considerar el impacto ambiental para evitar la degradación
de los recursos y preservar la salud humana.
El desarrollo de métodos de control de las malas hierbas menos agresivos para el
agroecosistema, químicos y no químicos, es un reto para los malherbólogos. Hasta
ahora los métodos no químicos han adolecido de falta de investigación científica y
de un menor desarrollo tecnológico, y de ahí su menor credibilidad. Por lo que es
necesaria una financiación suficiente también en este campo de la investigación y el
desarrollo.
La interferencia malas hierbas-cultivo tiene una gran especificidad local y varía
según las especies, los factores ambientales y las prácticas culturales que, a su vez,
se ven afectadas por las tradiciones y las modas, la organización social y la economía
de los sistemas agrícolas. Por ello, al estudiar la ecología de las especies arvenses y
su manejo para la protección de los cultivos, también se han de incorporar aspectos
sociales y etnobotánicos. En realidad, esa es la diferencia entre el manejo integrado
y el simple control de las malas hierbas. En el primero, se va más allá de la simple
eliminación de las adventicias, al integrar todos los conocimientos, considerando
ventajas e inconvenientes de su presencia en cada momento. Es lo que, al fin y al
cabo, ha hecho siempre el agricultor inteligente.

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