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Mg.

Bertha Urtecho Zavaleta

Semana 02
Contenido temático: La ética, la moral y los valores en el campo de la Filosofía.
Logro de la sesión de clase: Ubica la ética, la moral y los valores en el campo de la
filosofía

LA ÉTICA
Reflexionamos:

“Desde hace ya algunos años, la ética ha vuelto a retomar una fuerza que pretendidamente
había perdido. ¿La razón? Parece que hay muchos motivos que han causado que la ética
renaciera de sus cenizas. De entre las razones que pueden explicar esto pueden constarse las
dos siguientes. La primera es que la ética no puede estar separada de la vida humana, de la
vida concreta: necesitamos pensar y/o reflexionar sobre nuestras acciones y sobre sus
repercusiones. La segunda es que hoy nos encontramos en una sociedad que cada vez tiene
más poder sobre la vida de los otros; una decisión individual puede abarcar las vidas de
muchos seres humanos” (Buganza, 2008, p. 117).

ÉTICA

Según Nuño, F. (2004) La palabra ética se deriva del latín ethikos, voz que proviene, a su
vez, de ethos que significa “costumbre” o “hábito”. La connotación de este vocablo también
se refiere al estudio o disciplina que se interesa por los catos de aprobación o desaprobación,
los juicios de valor sobre las acciones que son consideradas correctas o incorrectas, la bondad
o la maldad, la virtud o el vicio y lo apetecible o lo sensato. A la ética también se le conoce
como filosofía moral (pág. 03)

Ética y filosofía

Siguiendo con el mismo autor, nos dice que la ética se conoce también como filosofía moral.
De hecho, es el estudio y la disciplina filosófica teórico-práctica normativa que tiene por
objeto no solo la descripción, análisis y fundamentación de los actos humanos en cuanto a
su obrar consciente y libre, sino también en cuanto a su regulación.

Podemos observar que la ética es una rama de la filosofía, la moral su campo de acción y
ésta un comportamiento absolutamente humano.

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La ética no tiene por objeto dirigir la vida de los hombres, sino explicar el concepto de los
actos morales. Tampoco intenta establecer y determinar lo que es correcto o incorrecto y
mucho menos tiene por meta presentar una lista de derechos y obligaciones. La ética es en
realidad normativa solo en cuanto al concepto de conciencia, no determina lo que es, sino lo
que debe ser.

La ética de cada uno enciende luces de aviso a distintos niveles y aunque el trabajo siempre
implica compromiso, es importante saber en qué momento tales acciones te hacen cruzar una
línea que no quieres traspasar o bien, decidirte a actuar de un modo coherente para estar
siempre del lado bueno y ser aceptado.

Nuestras leyes son un reflejo de nuestros principios morales, los cuales a menudo se extraen
de una codificación anterior de los principios morales en la forma de leyes espirituales: la
religión. Hacer algo legal no significa hacer lo correcto. La filosofía china establece que lo
verdaderamente correcto es que al realizar una acción el hombre queda libre de culpa. Esta
idea parece estar resumida en el axioma: “Si tus acciones causan daño a otros, no son éticas”.

Federico Nietzche solía decir: “Al principio las acciones no egoístas han sido alabadas y
tenidas por buenas por aquellos, a quienes, prodigadas, eran útiles. Más tarde, se ha olvidado
el origen de esta alabanza y se han encontrado como buenas simplemente las acciones no
egoístas porque, por hábito, siempre se las había alabado como tales”.

Los griegos fueron los primeros que establecieron las bases de la filosofía como tal y como
la conocemos en nuestros días. De hecho, como una parte de la misma, escribieron sobre la
ética (págs. 8 y 9)

ÉTICA Y MORAL

Problemas éticos y problemas morales:

Nuño Vizcarra, F. (2004) afirma que todo el mundo emplea a la ligera los conceptos de ética
y moral. De hecho, los usan con mucha frecuencia para denotar cierto tipo de énfasis. Si
realizamos una encuesta y le preguntamos a las personas qué diferencia encuentran entre
estos términos, la mayoría no sabría qué contestar. En realidad, se limitarían a responder
porque “suena bien”. Sin embargo, podemos establecer una distinción entre ambos

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conceptos que resulta útil. La ética se refiere a una teoría o sistema que describe qué es el
bien y qué es el mal. La mitología y la teología son las fuentes más antiguas de la ética,
aunque en la antigüedad se maneja más entre filósofos. La moral se refiere a las reglas que
nos dicen lo que se debe hacer y lo que no. La moral, por su parte, hace una distinción entre
los actos buenos y malos.

La moral tiene que ver con tu vida personal. Simplemente reflexiona la respuesta a estas
preguntas: ¿Cuál es la conducta que debes adoptar en tu primer día de clases?, ¿Permitir que
tus hermanos jueguen con tus apuntes es un delito? La ética, por su parte, se centra en lo
teórico. Piensa, ¿Cómo debería castigarse a los conductores que manejan en estado de
ebriedad?, ¿Todos deberíamos ser donadores de órganos? Las reglas según las cuales
vivimos constituyen la ética.

La categoría de tu filosofía personal será insuperable si logras aunarla con éxito. Si sabes
distinguir entre el bien y el mal, eres también capaz de decidir y determinar si algo es correcto
o equivocado. Sin embargo, es importante que conozcas tus propias opciones y valores las
ventajas y desventajas. Así mismo, es fundamental que encuentres una forma de razonar
moralmente sobre las acciones que tienes que enfrentar de tal modo que puedas justificar la
bondad de tu respuesta. Si no te sientes bien con lo que haces, quizá no deberías continuar
con lo que planeas. Sin embargo, si tienes la convicción de que haces lo correcto, siempre
habrá alguna manera de justificarlo. Recuerda que la racionalización es un elemento
totalmente distinto. Tu mente es capaz de racionalizar cualquier cosa y también tiene la
facultad de deformar o de citar cualquier circunstancia alterna para que encaje perfectamente
en tus planes. Argumentos tales como “nadie lo sabrá”, “no lo podrán probar nunca” o “al
cabo también que mi cuate lo hace” son ejemplos de los medios que empleamos para llevar
a cabo cierto tipo de acciones. La justificación, no obstante, comparte el mismo origen que
la justicia y lo que se considera como justo. De hecho, requiere una elección más profunda,
la ventaja es que este elemento te dará bases más sólidas para seguir adelante.

La situación consiste en tener un sistema ético personal al qué poder asumirse en busca de
directrices morales. Tendrás que comenzar por pensar qué es bueno y qué es malo. Este
problema ha confundido a los filósofos de todos los tiempos, así que no esperes encontrar
una respuesta completa e infalible.

El bien no puede definirse en una sola oración y como decía G.E. Moore, el bien no es
susceptible de una definición en el sentido más importante de la palabra. Nietzche se quejaba

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de la antigua ilusión llamada el bien y el mal. De hecho, toda su obra se centra en tratar de
dilucidar estos conceptos. Al igual que tú, otros filósofos, pensadores y teóricos han tratado
de responder este acertijo.

Platón sostenía que las personas tienen una noción intuitiva del bien, aunque en el mundo
real solo disponemos de pobres y borrosas copias de ese ideal. Según este pensador: “El más
alto objeto de conocimiento es la naturaleza esencial del bien, de donde precede el valor que
otorgamos a todo lo bueno y lo correcto”.

Según el punto de vista de Thomas Hobbes, autor de Leviathan, cualquier cosa que sea objeto
del apetito o del deseo humano será lo que el hombre, por su parte, llame “bien” y el objeto
de su odio y rechazo, el “mal”. Bien y mal son solo etiquetas que utilizamos para describir
lo que nos gusta y lo que nos desagrada.

La ética tiene por objeto explicar la moral. En cambio, la moral invita a llevar un modo de
vida que se cree justo y bueno.

Origen y desarrollo histórico de la moral:

Se entiende por moral el conjunto de códigos, conductas y costumbres de individuos o


grupos. De esta forma podemos hablar de la moral de un pueblo o de una persona. En
términos más extensos tenemos que:

 La moral es un conjunto de reglas y normas que el hombre acepta de manera


consciente y libre, y que además le sirven para regular la conducta propia y la de los
demás.
 La moral es un sistema constituido por reglas, normas y, por ende, deberes.
 La moral funciona como una exigencia a quien vive dentro de una sociedad de
acuerdo con las costumbres vigentes, de no hacerlo provoca su marginación.
 La moral es algo que el hombre debe cumplir para realizarse como humano.
La moral nace cuando el hombre comienza a formar sociedades, abandona su naturaleza
salvaje y se convierte en miembro de una comunidad. En realidad, se ve obligado a crear
reglas y normas que garanticen una sana convivencia. Las sociedades humanas, al igual que
la moral, han pasado por diferentes etapas históricas con sus características específicas, las
cuales se dividen en:

 Moral primitiva: Se lleva a cabo al inicio de la humanidad y se caracteriza por la


costumbre en cuanto a su comportamiento (no existen códigos escritos). Sus virtudes

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o valores son la valentía, la reciprocidad y la justicia. Lo contrario, es decir, lo que


se conoce como vicios son la cobardía, la apatía y el egoísmo.
 Cultura grecorromana clásica: La cual surge en el siglo V a. C. En esta época se
instituye la esclavitud, aunque ya existía desde el nacimiento de la propiedad
privada. Los valores prevalecientes eran la valentía, el patriotismo y el apego a las
leyes y a la familia.
 Feudalismo (Edad Media). En esa época la sociedad estaba regida por los estatutos
del señor feudal, caballeros y siervos. La estructura moral estaba fundamentada en
la religión. Los caballeros basaban su ética en el honor, el valor, la nobleza y en el
rechazo al trabajo manual; mientras que los siervos tenían arraigados los principios
de sumisión, ascetismo y resignación.
 Moral de la sociedad moderna: Después de la época del Renacimiento existió una
liberación en el aspecto religioso. Durante la revolución francesa e Industrial se
generó una libre interpretación por parte de los ciudadanos europeos sobre la moral.
De hecho, se podía hablar de una revolución moral en donde las nuevas virtudes, o
valores, eran el ahorro, la constancia, la astucia comercial, el liderazgo y la
honestidad. Los vicios, por su parte, eran la apatía, la pereza y la conformidad (27-
30)
¿Qué son los valores?

La capacidad de estimar

Cortina, A. (1997) Recuerda Ortega que, cuando nos enfrentamos a las cosas, no solo
hacemos con respeto a ellas operaciones intelectuales como comprenderlas, compararlas
entre sí o clasificarlas, sino que también las estimamos o desestimamos, las preferimos o las
relegamos; es decir, las valoramos.

No solo nos percatamos de que una persona es más alta que la otra, o de que tiene la piel
más clara o más oscura, sino que amamos a una y otra nos parece impresentable, preferimos
unas y evitamos a otras siempre que es posible. Y lo mismo ocurre con las cosas, con los
sistemas sociales o con las instituciones: que valoramos unas positivamente (las amamos,
nos atraen, etc.), mientras que valoramos otras negativamente (las odiamos, nos repugnan,
etc.)

Y, curiosamente, <<ser>> y <<valer>> no se identifican, porque hay cosas que son y, sin
embargo, las valoramos negativamente, como podría ser el caso de una enfermedad, mientras

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que otras no son y las valoramos positivamente, como puede ser la justicia perfecta, que en
ningún lugar de la tierra está todavía realizada y, sin embargo, merece toda nuestra estima.
(Págs. 27 y 28).

Son cualidades que nos permiten acondicionar el mundo, hacerlo habitable.

Siguiendo con la misma autora, los valores (como la libertad, la solidaridad, la belleza) valen
realmente porque, como dría Xavier Zubiri, aunque en otro contexto, nos permiten
<<acondicionar>> el mundo para que podamos vivir en él plenamente como personas. Por
eso tenemos que encarnarlos en la realidad creativamente, lo cual no significa que nos los
inventemos de forma arbitraria. La realidad es una base a partir de la cual las personas
creativas diseñan una increíble cantidad de posibilidades y de mundos nuevos, pero una cosa
es la creación, fruto de la libertad, muy otra la aberración, producto de mentes calenturientas.
Acondicionar la vida sólo puede hacerse desde la creación y no desde la aberración. ¿Qué
significa esto? Lo veremos más claramente con un ejemplo.

Supongamos que deseamos cambiarnos de casa y nos ofrecen una hermosa vivienda, pero
vieja. <<Necesita reformas –decimos-, es preciso ponerla en condiciones>>. Naturalmente,
cada uno de nosotros deseará acondicionar su futura vivienda según sus gustos: según lo que
haya ido degustando en su familia y en su escuela, según lo que agrade en la generación –
jóvenes, adultos, ancianos- a la que pertenece, según lo que haya leído en revistas sobre el
hogar y visto en programas de televisión o escuchado en la radio; según esas peculiaridades
individuales – por último- que nos hacen irrepetibles, únicos en nuestra especia a cada uno.
Todo ese conjunto de factores influirá, pero no es menos cierto que habremos de atenernos,
querámoslo o no, a unas exigencias que no se inventan de una forma arbitraria.

Los sillones podrán ser modernos, última moda o, por el contrario, estar diseñados siguiendo
cánones tradicionales; podrán ser marrones o blancos, de piel o de tela, pero al fin y a la
postre les pediremos que sean cómodos.

Y si, por hacer experimentos, comparamos un sofá extravagante, de los que dicen que son
un auténtico guanto, aunque no lo parezca, acabaremos cambiándolo en la primera ocasión
en cuanto comprobemos que tenemos el cuerpo destrozado cada que nos levantamos.
Variantes de la comodidad habrá casi infinitas, y ahí el ingenio de los fabricantes se esmerará
por crearlas, aunque sólo sea por intentar vender más. Pero al final la distinción entre lo
cómodo e incómodo se impone: el valor de la comodidad se aprecia, se estima, no se impone
a las cosas.

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Y si por afán de originalidad extrema decidimos tapiar todas las ventanas de nuestra futura
viviendo, para poder presumir de que posee una peculiaridad única en el mundo, tendremos
que pagar, al habitarla, el precio de nuestra estupidez. Que bien agradable debe ser vivir sin
luz y sin aire de forma permanente. Unos días, puede soportarse; toda la vida, resulta
irresistible.

De ahí que podamos ir concluyendo a partir de lo dicho que para acondicionar nuestra vida
contando con los valores habremos de tener en cuenta al menos dos instancias: nuestro
sentido creativo y el atenimiento a la realidad. De ninguno de los dos podemos prescindir,
porque ambos son necesarios para construir esa vivienda que es la vida humana.

Lo cual nos lleva a colegir que es insostenible aquel subjetivismo de los valores del que
hablábamos en algún epígrafe anterior, y que tiene su perfecta expresión en el dicho <<sobre
gustos no hay nada escrito>>. Algo más aclararemos al respecto más adelante, pero, por lo
pronto, tenemos que ir reconociendo que los valores valen y que además ponen en
condiciones el mundo para que lo habiten seres humanos., Porque un mundo injusto,
insolidario y sin libertad, un mundo sin belleza o sin eficacia, no reúne las condiciones
mínimas de la habitabilidad. Y ésa es la razón por la que nos vemos invitados, e incluso
impelidos, a darles creativamente cuerpo. (págs. 30-32)

Son cualidades reales, a las que damos cuerpo creativamente.

Cortina, A. (1997) podemos ir diciendo pues con Ortega, pero corrigiendo a Ortega, que los
valores son cualidades reales que no nos inventamos por las buenas, y lo son de las cosas,
pero también de las acciones, de las sociedades y de las personas.

Un valor no es un objeto., no es una cosa, no es una persona, sino que está en la cosa (un
hermoso paisaje), en la persona (una persona solidaria), en una sociedad (una sociedad
respetuosa), en un sistema (un sistema económico justo), en las acciones (una acción buena).

Ciertamente, tenemos tendencia a sustantivar los valores, a condensarlos en sustantivos, y


entonces los designamos como tales: la libertad, la igualdad, la solidaridad, la disposición al
diálogo. En ocasiones les damos incluso forma corpórea, encarnándolos en símbolos, como
una mujer con una antorcha (la libertad) o con una balanza y los ojos vendados (la justicia),
pero sabemos que no existen en esta forma, que nunca nos encontraremos un ser llamado
libertad ni una cosa llamada justicia. Porque los valores son cualidades que cualifican a
determinadas personas, acciones, situaciones, sistemas, sociedades y cosas, y por eso los

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expresamos las más de las veces mediante adjetivos calificativos, como en los ejemplos que
arriba hemos aducido.

Es verdad que Ortega, al caracterizarlos, dice que de ellos que son cualidades de las cosas,
pero irreales. Sin embargo, a mi juicio, comete ahí un error, y mejor hubiera hecho diciendo
que no son <<físicas>>, como muestra bien a las claras el mismo ejemplo que aduce: el de
la elegancia.

La elegancia de un vestido –dice- no puede identificarse con su forma o con su color, que es
lo que podemos percibir por la vista y por el taco. Nuestros sentidos nos permiten percibir
esas cualidades físicas de las cosas, como son la forma y el color, pero ninguno de nuestros
sentidos – vista, oído, tacto, olfato, gusto - nos permite captar la elegancia. Por ese
necesitamos suponer que contamos con una capacidad distinta a los sentidos, que nos
permite captar, en este caso, la elegancia, la capacidad de estimar, la capacidad de valorar.

Y ciertamente, lleva razón Ortega al afirmar que los valores no son cualidades físicas,
captables por los sentidos, como lo son los olores, los sonidos o los sabores. Pero eso no
significa –a mi juicio- que no sean reales. Muy al contrario, son un componente tan
ineludible de la realidad tal y como las personas la vivimos, que resulta totalmente
inimaginable un mundo sin valores; un mundo en el que ni si quiera mencionáramos palabras
como <<generosidad>>, <<armonía>> o <<lealtad>>. (págs. 32-34)

REFERENCIAS:

Buganza, J. (2008). Ética persona y sociedad. Obtenido de.


http://www.scielo.org.mx/pdf/enclav/v2n3/v2n3a11.pdf

NUÑO, F. (2004) Filosofía, ética, moral y valores. México: Editorial Thomson.

CORTINA, A. (1997) El mundo de los valores. España: Editorial el Búho LTDA.

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