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subjetividad individualizante que se ha culinidad en Occidente. La historia del


naturalizado y por mostrar sujetos acti- cuerpo, por eso, apela a una experiencia
vos que despliegan movimientos frente que no es sólo óptica o táctil, involucra
a las avanzadas del poder. Sería ingenuo más que un efecto de superficie y está
pensar que el examen de las maneras atravesada –entre otros– por discursos
como el sujeto es construido contingen- médicos, anatómicos, artísticos y bio-
temente por el poder y la verdad hace de lógicos. Si el cuerpo le debe no poco a
Foucault un contemplador pasivo de la la medicina moderna en el triunfo de la
realidad; todo lo contrario, lo hace un división sexual binaria y jerarquizada,
crítico del aquí- ahora. tampoco es de despreciar su deuda a las
artes plásticas y a la mirada artística en
Bibliografía la configuración de esa identidad feme-
Dreyfus, H. y Rabinow, P. “El sujeto y el nina que es obra de la bipartición.
poder”, Michel Foucault: más allá del Este último es el tema de Alejandra
estructuralismo y la hermenéutica. Val, autora del artículo que comen-
México: Universidad autónoma de to. Se trata allí menos de una historia
México, 1988. 221-245. del arte y más de una reflexión sobre
Foucault, M. Vigilar y castigar: el naci- el régimen escópico que, del siglo XV
miento de la prisión. Buenos Aires: al XVII, revela una transformación de
Siglo XXI, 2002. la mirada sobre el cuerpo y los límites
Foucault, M. “La voluntad de saber”. de lo representable en las artes. Esta es
Historia de la sexualidad. Vol. 1. también la historia del erotismo, de la
México: Siglo XXI, 1983-1991. 112-125. estimulación del deseo que pertenece –
proverbialmente– al hombre; la historia
Carolina Piracoca Fajardo de la óptica sobre el cuerpo y los lugares
Universidad Nacional de Colombia acostumbrados en este orden visual.
cpiracoca@gmail.com Según dice Henri Zerner, la forma
que convino por antonomasia a la pin-
tura histórica fue el desnudo (87). Esta
exhibición del cuerpo, no obstante, se
dio sin desdoro de la moral, porque se
Val, Alejandra. “Imágenes en trataba de representaciones siempre
contexto: genealogía, representación ideales, siempre demasiado trasfigu-
social e imaginario pictórico del cuer- radas. De modo que la percepción del
po femenino”, Aisthesis [Universidad cuerpo, hostilizada por la moral, se
Católica de Chile] 49 (2011): 53-66. abrió paso entre las representaciones
artísticas, al apelar menos a la vista
El cuerpo encarna los códigos cul- y más a la fantasía, a la ficción y a los
turales, refleja y moldea cánones es- ideales. La imagen de la mujer que de
téticos, morales y políticos, así como tal suerte se adaptó y codificó en el seno
desnuda las categorías de raza, clase o de la academia fue Venus, inaccesible
género, y en él está también grabada la emblema del deseo masculino. Opina
génesis social de la feminidad y la mas- Val que sólo así podía “la respetabilidad

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burguesa […] abrir camino hacia una tado por Val–, según el cual “el deseo es
expresión «natural» de las pasiones hu- lo que induce al hombre a integrarse en
manas”, liberándose del brocado y el ese orden universal y así unirse a Dios”
“movimiento apasionado” (55). (55).
La primera de las Venus a la que El acto de desnudamiento no sólo
presta atención atención la autora per- pone de presente una concepción del
tenece a Botticelli, en “El nacimiento de conocimiento, sino que también expre-
Venus”. Val hace bien al señalar que al sa un ideal de belleza y un programa
artista no se le atribuye “la fundación moral: “La Venus del Renacimiento
del arte profano” o la incipiente expre- […] no es sólo una diosa del placer, sino
sión de un interés por la Antigüedad. que abarca la humanitas, que a su vez
Él, como tantos otros (Cranach, el viejo, engloba el amor, […] la liberalidad y
por ejemplo) impulsó un tránsito entre magnificencia” (56). Importa observar
el tema religioso y el tema mitológico, en esto que el canon de belleza huma-
hizo comparecer al cuerpo desnudo na ponía al lado de “las formas blandas
como punto de encuentro entre el pen- y carnosas de la Venus”, la morfología
samiento judeocristiano y la herencia “firme y musculosa” de un Hércules.1
griega (cf. Perniola 249). Aquí, dice Val, Olvida nuestra autora que ese huma-
“la propia Venus podría ser tomada nismo, originado –según ella– en la
como una Virgen de la Anunciación” humanitas, erige lo masculino como
(57) –y añado– porque “ambas parti- prototipo de la forma humana, se-
cipan de la idea metafísica de belleza” mántica pero también corporalmente.
(Perniola 57). La reflexión de Val se El cuerpo masculino, incluso a través
completa al decir que la influencia del universo conceptual que fue para-
neoplatónica, que es fundamento del digma médico y anatómico durante el
desnudo histórico, guarda una íntima Renacimiento (en el discurso de la ho-
relación con el significado griego atri- mología anatómica), contemplaba a lo
buido a la claridad de la vista y la verdad. femenino como rezago o inversión de
Es conocida la concepción metafísica la masculinidad, “ser humano era ser
de la verdad como un desvelamiento o plenamente hombre”.2 Esas ninfas de
descubrimiento, pero hace falta señalar los decimonónicos desnudos acadé-
que es “sobre tales premisas metafísi- micos comunican sí una “concepción
cas [que] se asienta la representación vital” y un conjunto de “valores hu-
del desnudo” de carácter típicamente manos supremos”, como acierta a decir
renacentista (ibíd.). Lo que Perniola lla-
ma “metafísica de la desnuda verdad”, 1 Cf. Delveau, A. Dictionnaire éroti-
este modelo iconoclasta, ensalza la que moderne. Paris: Union Générale
búsqueda de una verdad más esencial, d’Editions, 1997. Citado en Corbin
la identidad metafísica con algo más (2005).
2 Cf. Laqueur, Th. “Amor veneris. Vel
puro y originario, y se impone enton-
dulcedo appeletur”. Feher, M., Naddaff,
ces como modelo de experiencia erótica
R. & Tazi, N. (eds.), Fragmentos para
(cf. id. 246-249). Con lo anterior se hace una historia del cuerpo humano, Vol.
oportuno el pensamiento de Ficino –ci- III. Madrid: Taurus, 1992. 90-131.

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Val, pero este orden social legitimaba influencia. La fina curva del vientre, las
también la dominación masculina a disimuladas caderas y el vello imper-
través de códigos culturales arraigados ceptible correspondían a la norma que
en el lenguaje y en los cuerpos. La “ar- se inició en los países nórdicos sobre el
monía plástica” y el “deleite visual” que desnudo femenino (Perniola 246). Ello
ofrece la Venus no deben distraer de las habla menos de “lo que era” la mujer y
implicaciones políticas y morales, cier- más del deseo, así como del cuerpo fe-
tamente menos ingenuas que la mera menino tal y como era supuesto por el
“reafirmación de los valores humanos hombre. Incluso, por lo que respecta a
de racionalidad y libertad”. la difusión de las obras, cabe desmentir
La segunda pintura objeto de análisis una simetría entre el público femenino
corresponde a Tiziano y su “Venus de y el público masculino. Es sabido que
Urbino”. En esta –según Val– “se excluye en el discurso dedicado a los efectos y
cualquier interpretación neoplatónica” los límites de lo observable durante la
y se descubre el “sentimiento moral y época, la violencia de la censura privi-
erótico de la pintura” (57). En efecto, si legiaba a la vista femenina (cf. Corbin
aceptamos la tesis de Perniola que define 165, 195). Los museos anatómicos, tanto
lo erótico como el tránsito entre las partes como los salones de arte, quedaron
cubiertas por ropa y aquellas que quedan prohibidos por largo tiempo a las espec-
al desnudo (cf. 237), este cuadro es triun- tadoras, y fueron más bien “santuarios”
fo de un erotismo fundado en la promesa de elaboración y exhibición del deseo
de desnudamiento. El movimiento de de los hombres (ibíd.).
poner al desnudo es allí interrumpido La última pintura en ser analizada es
por la mano de la propia Venus cubrién- la “Venus del espejo”. Con este cuadro, y
dose el sexo, cuidando así de mantener en general con toda su obra –dice Val–,
la tensión erótica que amenaza con disol- Velázquez “manifiesta una ‘actitud mo-
verse más allá del acto de encubrimiento. derna’, trata de romper con la tradición”.
Este modelo de experiencia erótica hace Es verdad que los moldes pictóricos
suya la fórmula iconoclasta, pero le traza del Renacimiento y la “pretensión del
un límite a aquella fusión total, unidad o idealismo”, presentes en el desnudo
completo desvelamiento, y consigue ha- académico, sufren aquí una importante
cer de la promesa y la prórroga la fuente transformación. “El pensamiento má-
del deseo masculino. gico-mítico comienza a declinar” –dice
Por otro lado, no comparto la opi- Val–, conmoviendo no sólo el régimen
nión de la autora al asegurar que estas del conocimiento en las ciencias, sino
imágenes “repercutieron tanto en las también en las artes y el estudio de lo
mujeres como en los hombres”; en las humano (61). La plástica empieza a dejar
mujeres, al decirle: “esto es lo que tú atrás lo alegórico, para recibir una diá-
eres”, y en los hombres: “esto es lo que fana “correspondencia entre los signos y
ella es”. Observo, como Zerner, que “el las cosas” (63). Ciertamente, Velázquez
cuerpo representado no es nunca el es heredero del dibujo anatómico que,
cuerpo real”; aquella figura de Venus en el siglo XVI, tanto ocupó a los artis-
aún debía a la ficción su más importante tas. Su obra exhibe un tipo de desnudez

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desublimada; la carga erótica de esta el humanismo–, codificaron alrededor


Venus pertenece más a la disponibilidad del cuerpo de la mujer el ideal feme-
de la mujer que a la inaccesibilidad de nino y la noción de naturaleza (en el
la diosa. Puede ello explicar las denun- extremo opuesto, la idea de cultura y el
cias que amenazaban este nuevo ritual cuerpo masculino, vestido las más de
de representación, y que recomenda- las veces). Añado que este proceso de
ban –dice Val– “la lectura de Ovidio y naturalización iniciado –según ella–
el teatro de los dioses, sólo para que se en el Renacimiento, destinó a la mirada
pudieran comprender mejor los cuadros un espectáculo ideal de la desnudez fe-
de los palacios” (63). menina, y otorgó al hombre el lugar del
A la zaga de este tipo de represen- observador. La repetida postura muda
tación quedó también el erotismo de de la ninfa o la diosa es el reflejo de la
la metafísica y el desnudamiento. La mirada masculina –siempre externa y
erótica que trae a muestra el pintor conjetural– sobre el cuerpo de la mujer.
español es un movimiento de revesti- Con todo, estimo que la reflexión
miento –paradigma del Barroco y la sobre el tema consigue mostrar cómo la
Contrarreforma, según Perniola–, un representación ideal del otro sexo com-
tránsito desde las vestimentas hasta prometió la construcción social de la
el cuerpo a través del drapeado, en el feminidad en Occidente; pero aún más,
que finalmente parece disolverse la piel cómo clasificó y fabricó arquitecturas
(cf. 258). La pulsión iconoclasta queda corporales, cómo normalizó ciertos ti-
así suspendida. La (re)vestimenta del pos de experiencia erótica.
cuerpo no es ya la aspiración de reu-
nión teofánica, puesto que “se libera de Bibliografía
la subordinación con relación al mito” Corbin, A. “El encuentro de los cuerpos”.
(ibíd.) y devuelve a los cuerpos la espa- Corbin, A. (ed.), Historia del cuerpo,
cialidad de la carne y los huesos. Vol. II: De la Revolución Francesa a la
Es claro que los cambios en el or- Gran Guerra. Madrid: Santillana, 2005.
den del saber permitieron una escalada 140-201.
naturalista que, en reemplazo de los Perniola, M. “Entre vestido y desnudo”.
ideales icónicos en la pintura, adoptó un Feher, M., Naddaff, R. & Tazi, N.
nuevo modelo de desnudo. Velázquez (eds.), Fragmentos para una historia
“renunció a la pretensión del idealismo, del cuerpo humano. Vol. I. Madrid:
tratando de captar de la naturaleza sólo Taurus, 1992. pp. 237-265.
lo necesario” (61). Este régimen escópi- Zerner, H. “La mirada de los artistas”
co en ascenso esperará, no obstante, las En: Historia del cuerpo. Vol. II: De
revoluciones técnicas del siglo XIX para la Revolución Francesa a la Gran
franquear los límites de lo observable y Guerra. Alain Corbin (ed.). Madrid:
explotar el acercamiento de la mirada Santillana. 2005. pp. 87-116.
en el encuadre fotográfico.
A modo de conclusión, opino, como Adriana Michelle Páez Gil
Val, que estas obras –dignas represen- Universidad Nacional de Colombia
tantes del régimen visual que instituyó admpaezgi@unal.edu.co

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