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Características esenciales de la piromanía

Estos pacientes de manera deliberada inician muchos incendios, pero sin la motivación
del beneficio, la venganza, un acto de terrorismo o ganancia alguna. El suyo es un interés
general en el fuego y su parafernalia (carros de bomberos, la situación emocionante
que les sigue). Estos pacientes sienten tensión o emoción antes de iniciar un incendio,
y experimentan una sensación de liberación o placer en forma posterior.

Diagnóstico diferencial (trastornos del estado de ánimo y psicóticos, TC, delirium


o demencia, discapacidad intelectual, conducta criminal ordinaria).

Elwood Telfer

La memoria más temprana de Elwood Telfer era la de una vela encendida en la mesa de la cocina.
Él se arrodillaba sobre una silla mientras su madre se sentaba en la oscuridad y esperaba que su
padre llegara a casa. Su padre bebía, de manera que con frecuencia lo esperaban mucho tiempo.
En forma periódica, ella ponía un mechón de su propio pelo en la llama, lo que hacía elevarse
una espiral de humo maloliente hacia el techo.
“Quizá esa es la razón por la que siempre me ha fascinado el fuego”, dijo Elwood a un analista
forense cuando tenía 27 años. “Incluso tengo una gran colección de recuerdos de los bomberos
—cascos antiguos, una insignia de una brigada de bomberos de 1896, y otros. Los consigo en
exposiciones de antigüedades”.
Elwood inició su primer incendio cuando tenía sólo 7 años. Encontró un viejo encendedor
de gasolina cuya piedra todavía podía generar chispa, y lo utilizó para quemar un trapo aceitoso
que estaba tirado en un campo de paja. En los 20 min que transcurrieron antes de que llegaran
los bomberos a apagarlo, quemó cerca de 1 000 m2. Siempre recordaba que la emoción de ese
día bien había valido la paliza que le dio su padre, una vez que estuvo sobrio.
Elwood iniciaba casi todos sus incendios en campos o lotes baldíos. Una o dos veces había
quemado alguna casa abandonada, después de asegurarse que no había nadie, ni siquiera de paso,
en el interior. “Nunca he querido lastimar a nadie”, le dijo a quien lo valoraba. “Es el calor y el
color de la flama, y también la emoción, lo que me gusta. No estoy enojado con alguien”.
Elwood rara vez tenía amigos. Cuando entró a la secundaria sintió una alegría extrema al
enterarse de que existía un club llamado “Escuadrón del fuego”. Cuando investigó para poder
unirse, dos estudiantes de grados superiores se rieron de él y le dijeron que se trataba de un grupo
honorario al cual sólo era posible pertenecer si se tenía conocimientos acerca del fútbol. Elwood
casi enferma por la decepción. Esa tarde prendió fuego a unas hierbas, que consumieron el cobertizo
de herramientas de un vecino. Fue la primera vez que se dio cuenta del efecto curativo del fuego.
Podían transcurrir meses en los que él se mantenía inactivo y en calma. Entonces identificaba
un campo o un edificio vacío que parecía adecuado, y comenzaba a acumular tensión. Podía de
manera deliberada permitir que se acumulara durante varios días, para incrementar la sensación
de liberación, que era casi orgásmica. Pero negó con indignación haberse masturbado alguna vez
en una escena de fuego. “No soy un pervertido”, dijo.
Después de graduarse de la preparatoria, Elwood tomó cursos de contabilidad suficientes para
obtener un empleo como contador en una compañía de alarmas de seguridad. Había trabajado
en forma constante en el empleo hasta el momento. Nunca se había casado, no había tenido citas
y carecía de amigos cercanos. En realidad se sentía incómodo al estar con otros individuos. El
médico forense no identificó anomalías del estado de ánimo, la cognición o el contenido del
pensamiento.
El único arresto que sufrió, que era la razón para la valoración forense, fue consecuencia
a un cambio del clima. Era verano y toda la semana había habido viento, que soplaba en forma
constante desde el océano. Elwood había ubicado un campo promisorio de pasto secundario
y chaparral. El sábado por la mañana estaba libre, y el viento seguía soplando. Con una emoción
casi incontrolable utilizó su bote de gasolina para iniciar el fuego. Reaccionó con horror y
pánico cuando el viento de manera súbita comenzó a soplar hacia el océano; el fuego saltó el
pequeño camino de acceso por el que había entrado, y engulló su auto y varias casas de la playa.
Los bomberos y la policía lo encontraron sentado sobre la playa rocosa, llorando en silencio.
Cuando la policía registró el departamento de Elwood, encontró una gran colección de videos
que mostraban noticias de incendios forestales.

(Morrison, 2015, DSM-5. Guía para el diagnóstico clínico)

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