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Forme is power.
Hobbes, Leviathan
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El decoro y las normas como gramática de la práctica cotidiana.
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dar algú n justificativo que sirviera para normalizar sus conductas anó malas. Los
estudiantes de Gregory se encontraron construyendo explicaciones ad hoc para
justificar sus conductas y con esto, aliviar su ansiedad. Tales justificaciones o
presentació n de motivos o razones conciliaron las conductas de los alumnos con
las biografías normales. (Blum y McHugh 1971). Las justificaciones de los alumnos
parecían decir: “Yo no soy el tipo de persona que normalmente hace estas cosas.
Tengo un motivo especial que las hace OK”. Cuando ellos no lograban encontrar
esa justificació n, los estudiantes, como Milgram, estaban ansiosos hasta que podían
escapar de la situació n que ellos mismos habían generado.
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Estas reflexiones apoyan la idea que los experimentos de rupturas
generan anomalías en la gramá tica de la interacció n educada y amable. Las crisis
que de ellos surgen quedan normalizadas por argumentos ad hoc que
reconstituyen los eventos inesperados en conformidad con la gramá tica
dominante. Y así queda restaurada la unidad del texto social. En contraste,
consideremos las violaciones a las formas normales que los radicales pusieron en
vigencia en EEUU y en Europa en la década de los añ os ’60. Una incivilidad agresiva
se apoderó del escenario político. Los radicales rechazaron reformas ad hoc y en su
lugar buscaron una revolució n cultural-textual.
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sociales, hecho por Ervin Goffman y su representació n literaria, a cargo de
Alexander Solzhenitsyn. En su respectiva mímesis, tanto Ervin Goffman como
Alexander Solzhenitsyn describen los sistemas de lenguaje sociales-textuales como
diseñ ados para impedir la libertad del habla asi como también una identidad y
entorno generados libremente.
Así como hay diferentes niveles en los textos bíblicos, así también
hay diferentes niveles en los textos conductuales o institucionales. Por ejemplo, en
las instituciones totales existen textos escritos explícitos, tales como registros
burocrá ticos, el legajo que se lleva por cada internado, o el organismo que da la
versió n oficial de la institució n. Estos textos guionados son explícitos, oficiales y
(porque han sido escritos en papel) son má s transpersonales e histó ricos. Otro
nivel de texto institucional es el có digo verbal y actuado, el verdadero lenguaje y
habla de la organizació n. Un tercer nivel puede llamá rselo gestual –el sistema de
comunicació n en el cual el sentido está dado a través de acciones y recursos no
hablados ni escritos.
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organizaciones. Un día en la vida de Iván Denisovich, por ejemplo, ilustra el nuevo
có digo de temporalidad en el que él ha ingresado. Lograr atravesar un día y lograr
otro al día siguiente – el dureé de un día largo- es lo que configura la experiencia
de un interno. El vocabulario de las esperanzas está truncado, temporariamente
estrechado, se ha vuelto negativo; y el yo se ha empequeñ ecido. Ya que el tiempo
es sufrimiento y terror, las oportunidades para matar el tiempo (estar absorto,
hacer bromas y jugar a las cartas) traen aparejadas un merecido alivio. Y ya que el
tiempo es propiedad de la institució n, el interno lucha por robar momentos que
hará suyos como un símbolo de y también para recobrar, una identidad no
institucional. Ya que el tiempo de la institució n es ordenado, rígido y controlado.
Para los internos el tiempo está desperdiciado, perdido o destruido; es tiempo que
debe ser alocado o consumido. Puede ser tiempo fá cil o difícil pero siempre es el
tiempo de la institució n, tiempo tomado de la vida de uno. Así, por ejemplo, en las
cá rceles-reformatorios de China, uno no tiene tiempo propio:
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Quizá s tal control del tiempo es má s extremo en las prisiones-
reformatorios en donde la institució n es propietaria del pasado del interno, como
así también de su presente y futuro. Durante el proceso de recordar cosas del
pasado del interno, hasta los detalles má s insignificantes de su pasada vida se re-
interpretan como síntomas de actitudes o acciones contrarrevolucionarias (ver
Lifton 1956: 182-84) Má s aú n, ya que todo tiempo es tiempo de la institució n, las
intimidades son contrarias al có digo de la institució n y por lo tanto, se restringe
severamente el tiempo para este fin. Asi, en El Primer Círculo los límites del tiempo
se sienten má s en los momentos má s íntimos. Cuando Nerzhin se encuentra con su
esposa, por ejemplo, su tiempo es tan limitado que tienen que ahorrar hasta en las
palabras; lo que en el có digo de la vida normal sería un encuentro espontá neo, en
el có digo de la prisió n se transforma en un cá lculo cuidadoso de emociones que,
segú n su propia naturaleza, no admite tal cá lculo.
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imponiendo el orden de significado de la institució n. Así, la distancia ritual que en
el exterior de estas instituciones significa diferencia de status basada en la raza, la
edad o cuestiones étnicas, se colapsa en una nueva topografía social. Un prisionero
perteneciente a la clase alta inglesa describió tal redefinició n de su status cuando
ingresó en el nuevo có digo del espacio: “Apareció otro empleado de la sala con un
par de esposas, y me esposó junto con un pequeñ o judío que gemía suavemente
para si en Yiddish…De repente me vino el terrible pensamiento de que quizá s yo
podría compartir una celda con el pequeñ o Judío, y me llené de pá nico. El
pensamiento se apoderó de mi e impidió que pensara en otra cosa.” (Heckstall-
Smith 1954:14)
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instituciones totales, el interno es obligado a tomar medicinas en forma oral o
intravenosa, lo quiera o no, lo mismo que ingerir la comida, aunque sea intragable.
Cuando un interno rehú sa comer, puede haber una contaminació n forzada de sus
tripas por “alimentació n forzada” (Goffman 1961a:28)
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nú mero o el nú mero de otro zek, por ejemplo en la estació n
en donde el protagonista lava el piso, o durante cada
razvod o durante el shmon cuando nuevamente los
guardias gritan nú meros rituales: el primero, el segundo, el
tercero, el cuarto.” (1980:165)
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Los nú meros imponen un có digo oficial aú n en un sentido má s:
permiten que los guardias lean a los prisioneros desde lejos, y por lo tanto, los
controlan. En el campo de detenció n de Ivá n Denisovich, los prisioneros debían
pintar sus nú meros sobre sus ropas, llevando a Ivá n a la conclusió n de que “El
nú mero para nuestro hombre es nada má s que maldad: el supervisor te verá desde
lejos, el guardia tomará nota y te anotará , y si tu no renuevas tu nombre en el
tiempo debido –vas nuevamente a la celda de castigo”. Pero aú n antes de ser
enviado a la celda de castigo, se encierra a los prisioneros en un lugar aislado por
arcilla y hierro de cualquier comunicació n.
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có digo opresivo restringe su habla a su esencia binaria bueno/malo, vida o
muerte. Pero son las limitaciones de este espacio de su autoría las que imprimen
una autoridad primordial a las elecciones de los internos.
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Una vez que tremendos cambios hayan ocurrido y las aguas otra vez
se aquieten, la gente nuevamente tiende a tomar por supuestas las reglas
sedimentadas. Otra vez toman algunas verdades como obvias, como de suyo. Y
haciendo esto, nuevamente son un “nosotros”, una comunidad de discurso cívico,
personajes en un texto unificado. La Revolució n jugó como un ritual de pase y
aquellos que la pasaron, experimentaron una nueva gestalt. Ellos y su mundo ya
nos son lo mismo. La nueva visió n no es convincente porque describe al mundo
con mayor precisió n. La visió n es impresionante porque genera un mundo que es
má s adecuado existencialmente. (Ver Strong 1978; Wolin 1960)
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Relevancia práctica.
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también posible: que la cultura post-petrina era má s tradicional de lo que
comú nmente se piensa en la que Pedro negó el có digo vigente sin generar uno
nuevo. Bajo esta opinió n, la Rusia de Pedro “fue construida no tanto tomando como
modelos de la cultura Occidental (aunque subjetivamente se experimentó , se vivió
como tal) sino en un plan estructural invertido de la vieja cultura.” (Lotman y
Uspenskij 1985:54) Lo que es claro es que la masa del pueblo ruso se opuso
fuertemente a la reforma implementada por Pedro. Tal como señ aló Uspenskij,
muchos documentos del período atestiguan esta visió n popular negativa de Pedro.
Del aná lisis de estos documentos “podemos revelar la directamente formal
semió tica del estado de la cuestió n por detrá s de tal reacció n.” (Uspenskij 1977:
108)
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padre de la patria podía ser un obispo y con prioridad, un patriarca. Y, por cierto,
asi es como se conoció a los patriarcas de Constantinopla y Alejandria” (Uspenskij
1977: 108)
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má s dramá tica ya que en las representaciones religiosas solamente los demonios
aparecían afeitados y llevaban puestas ropas occidentales. LLevar el rostro
afeitado tal como ordenó Pedro, fue entonces visto como el pedido a cometer
herejía y condenado por la iglesia. Lo mismo fue verdad para la vestimenta de
corte occidental. Los extranjeros que vivían en la Rusia pre-petrina no podían
llevar puestas ropas rusas y la ropa de estilo alemá n se usaba para los disfraces.
Pedro cambió estos signos por sus contrarios: se le prohibió a los rusos llevar
puestas ropas rusas –a menos que se las usara para hacer burlas o en los colegios
para castigar a los alumnos. Se preservó , entonces la oposició n entre vestimenta
rusa y occidental pero se invirtió su significado.
¿Cuá les son los límites de la metá fora textual? ¿Qué implica para los
métodos de la ló gica de las ciencias sociales? Paul Ricoeur dijo que:
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para la acció n humana (…) porque la acció n
humana es en muchos sentidos un cuasi-texto. Al
separarse de su agente, la acció n adquiere una
autonomía similar a la autonomía semá ntica de
un texto; deja una huella, una marca. Se inscribe
en el curso de las cosas y se transforma en
archivo y documento. Aú n má s parecida al texto-
del cual el significado se ha liberado de su
condició n inicial de producció n-, la acció n
humana tiene una relevancia que no está
limitada a la importancia de la situació n en la
cual se originó , sino que permite reinscribirla en
nuevos contextos sociales. Por ú ltimo, la acció n,
como un texto, es un trabajo abierto, dirigido a
una serie indefinida de posibles “lectores”.
(1968:160-61)
[…]
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metá fora textual que las antinomias de la interpretació n y explicació n, y de la
libertad y la restricció n pueden tratarse en visió n doble. Esto es porque el aná lisis
textual ofrece su propia forma de explicació n: la semiótica. Esto es, a la
interpretació n hermenéutica –que se focaliza en la semá ntica y la pragmá tica- se
le agrega el aná lisis textual de la sociedad que hace pie en la explicació n
estructural, enfocá ndose en la sintá ctica y la gramá tica. A diferencia de generar
una ruptura entre el discurso de interpretació n y explicació n que es típico en las
ciencias sociales, estos discursos pueden conjugarse dialécticamente en la
metá fora de la sociedad como un texto. Para desarrollar este punto, necesito
bosquejar una teoría del lenguaje con la ayuda del estructuralismo y la semió tica.
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lo que Levi- Strauss dijo acerca de las estructuras de parentesco no es menos cierto
para el protocolo, las instituciones totales o las comunidades políticas:
[…]
Sin embargo, cada una de estas antinomias necesita de la otra no solo para su
completitud sino también por su misma esencia.
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términos de motivos no es lo mismo que una explicació n en términos de causa.
Motivos o intenciones no causan acciones; en su lugar, proveen de una explicació n
teleoló gica. La ciencia social interpretativa-subjetivista demostró que la acció n
intencional es relativamente autó noma de restricciones no intencionales y
naturales y que tienen que poder justificarse por reglas má s que por leyes. Sin
embargo, la pregunta prevalece: ¿De dó nde salen estas reglas? Y es aquí donde el
pensamiento de la semió tica revela que una sociología de la interpretació n del
sentido meramente subjetivista es ella misma un mito porque posiciona el mundo
del habla por fuera de las reglas del lenguaje.
[…]
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