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La adopción
un viaje de ida y vuelta
Desclée De Brouwer
© 2008, Alfonso Colodrón Gómez-Roxas
ISBN: 978-84-330-2229-5
Depósito Legal: BI-1280/08
Impresión: RGM, S.A. - Bilbao
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
NUEVE 9
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Apéndices . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
1. Legislación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
2. Organismos responsables por Comunidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
3. ECAIs acreditadas en algunas Comunidades autónomas . . . . . . . . 202
4. Componentes de CORA (Coordinadora de Organizaciones en
Defensa de la Adopción y del Acogimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
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Agradecimientos
ONCE 11
Prólogo
TRECE 13
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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Introducción
Ser padre. Algo que nunca se me pasó por la cabeza ni el corazón durante la
infancia. Ni siquiera cuando mis hermanas y hermanos jugábamos a hacer
bodas y bautizos imaginarios. Lo más interesante eran las modestas meren-
dolas que seguían a las ceremonias. Normalmente pipas, cacahuetes, altra-
muces, garbanzos tostados y caramelos. Eran las “chuches” del momento.
A veces caían pastas o pasteles. Todo un lujo.
Durante la adolescencia, mientras mis amigos salían en pandillas y hacían sus
primeros escarceos amorosos, mi atención se iba a las piedras y a las flores.
Mucho tiempo después, descubriría los amores floridos y los corazones de piedra.
Pero todavía no pensaba en hijos ni hijas. Éramos una familia de tres hermanas y
siete hermanos. Había visto a mi padre trabajar mañanas y tardes. Muchas veces
también las noches para mantener una familia numerosa de “segunda categoría”,
como se llamaba entonces. Las de primera categoría tenían que pasar de los 12
hijos. Y había conocido unas cuantas durante mi infancia. Yo no quería repetir la
experiencia. Quería ser libre para estudiar, viajar, conocer mundo, tener experien-
cias, profundizar en el sentido de la vida. Quería ser catedrático, como él, pero sin
sacrificar la investigación a los garbanzos.
Además, empezaba a tener sobrinos y sobrinas. El apellido, la sangre, la conti-
nuidad de la saga familiar quedaba asegurada. Pero me gustaban los niños.
Mejor aún, siempre me entendí con ellos. Tal vez por tener un alma juguetona.
Tal vez porque les prestaba una atención personalizada, algo que yo no había
tenido del todo. De hecho, con la distancia de los años, pienso que ya empeza-
ba a “adoptar” a los hijos pequeños de mis amigos mayores, aunque no tenía
nada que ver con la figura de la adopción que había estudiado durante la carre-
QUINCE 15
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introducción
ba suficiente para su propia prole y la que su mujer había tenido con dos compa-
ñeros anteriores. Pero ellos sólo pedían cariño y presencia, que es lo que había-
mos intercambiado en aquellos tres inolvidables días.
Aquella experiencia cambió mi vida. Ese mismo día decidí en mi fuero interno que
si algún día tenía hijos serían adoptados. Que había demasiados niños y niñas en
el mundo que carecían de padre. Que mi necesidad no era la de perpetuar mis
genes sino la de ser padre cuando estuviera preparado. Era un viernes, 1 de abril
de 1977. Tardé casi veinte años en llevar a cabo esa decisión. Para ello necesité
la energía de acción práctica de mi mujer. Pero ésta es otra historia.
Ahora, treinta años después, soy padre de dos hijas nacidas en China, tras haber
pasado dos veces por el proceso de reunir papeles y ser examinado otras dos
veces para que me declararan idóneo para ser padre. He conocido a cientos de
parejas adoptantes y ayudado a alguna de ellas a llevar a cabo todo el proceso.
También a alguna madre separada del marido, porque éste nunca había querido
tener hijos.
Vivo día a día las alegrías y dificultades de la paternidad, en lo que tiene de igual
y de diferente respecto a la paternidad biológica. Las reflexiones, dudas y certe-
zas de mi experiencia es lo que intento ofrecer en los capítulos que siguen.
Espero que sean de utilidad para aquellas personas que han pensado alguna vez
adoptar y para los que se encuentran en medio del proceso y en mitad de la espe-
ra. Ánimo. Las madres y los padres que tienen hijas e hijos adoptivos encontrarán
seguramente hechos y vivencias que resonarán con su propia experiencia. Tal
vez, incluso, alguna herramienta nueva para bregar con temores, imprevistos y
nuevos desafíos. Quizá las madres y los padres biológicos se sorprendan al com-
probar que no hay tanta diferencia entre la paternidad y la maternidad biológica y
la adoptiva. Sus gozos y sus sombras tienen una intensidad paralela, aunque a
veces las tonalidades y los matices sean distintos.
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Viejos mitos, nuevas realidades
DIECINUEVE 19
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
nas que todavía siguen pensando así, por mucho que se eduque, el niño abando-
nado o huérfano puede portar características no deseadas de sus padres biológicos.
Por otro lado, la adopción ha estado históricamente ligada a la pobreza, al infor-
tunio o al desliz. En muchas culturas a lo largo de la historia, quien se quedaba
huérfano era adoptado por parientes o vecinos. Posteriormente surgen las institu-
ciones de caridad, los asilos, los orfanatos, generalmente ligado a las confesiones
cristianas [católicos, anglicanos, luteranos, presbiterianos…]. Ya en el siglo XV,
San Vicente Ferrer funda una de las primeras Cofradías para atender asilos para
niños abandonados. Y esa imagen de orfanatos tristes y austeros, a los que acu-
dían a dar limosna o a adoptar a escondidas las damas de la alta sociedad, ha
quedado grabada en la mente de todos a través de novelas, películas y seriales
radiofónicos o dramones televisivos.
En el siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, la sociedad y las familias
censuraban el hecho de tener hijos fuera del matrimonio. Jóvenes engañadas o
que ejercían la prostitución debían ocultar a sus hijos o abandonarlos en orfana-
tos, iglesias y hospitales. Antes de que la adopción internacional comenzara a ser
un fenómeno social amplio y significativo, las frases hechas, las miradas, los silen-
cios espesos ponían en evidencia la creencia arraigada de que todo bebé aban-
donado lo era por una “madre ligera de cascos”.
Hoy día, éste es uno de los viejos mitos que más pronto está cayendo. Las madres
solteras, las parejas de hecho, las separaciones y los divorcios, la inseminación
artificial… son hechos que nos rodean, que salen continuamente en la prensa, la
radio y la televisión. El tener un hijo fuera del matrimonio es algo que aceptan
hasta las madres y las abuelas más conservadoras, que no tienen ningún incon-
veniente en acoger a la hija y a la nieta o a la nieta y a la bisnieta.
Casi todo el mundo conoce ya situaciones de todo tipo y es raro encontrar a
alguien que no tenga un familiar, un vecino, una compañera de trabajo, un cliente
o un conocido de alguien que haya adoptado un hijo.
Pero esto no ha sido siempre así. En España, hace apenas tres décadas, algunos
médicos y comadronas certificaban directamente la maternidad de la madre adop-
tiva, para proteger la identidad de la madre natural y la seguridad futura del niño.
Era una época en la que ser madre soltera se consideraba una de las peores infa-
mias sociales y para la mayoría de las familias bienpensantes era motivo sufi-
ciente para expulsar a una hija fuera del hogar.
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viejos mitos, nuevas realidades
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Puntos de reflexión
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Mamá, quiero tener los ojos azules como tú
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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mamá, quiro tener los ojos azules como tú
so: si había logrado sobrevivir en tiempos difíciles, mis hijas sobrevivirían en tiem-
pos más avanzados. Además, si durante la infancia y la adolescencia, como cual-
quier niño y cualquier adolescente, lo que quería es ser como todos, pasar desa-
percibido, no sobresalir, al llegar a la Universidad, me di cuenta de que era bata-
lla perdida. Puesto que no podía cambiar mis rasgos orientales, me aprovecharía
de ellos. Supongo que si era popular entre mis compañeros de Facultad era más
por mi fisonomía que por cualquier otra cosa. De hecho, parte de los votos que
obtenía cuando me presentaba a las elecciones de delegado de curso era porque
se acordaban de mi cara en medio del millar de estudiantes casi anónimos que
éramos en aquella época. Posteriormente aprecié que parte de la atracción que
sentían algunas compañeras se debía a ser exótico en aquellos tiempos grises de
homogeneidad. Convertir la dificultad en ventaja. Ésa fue una de mis pautas de
conducta desde entonces. Pero todo esto forma parte de mi experiencia y no de
la de mis hijas, por mucha tranquilidad que les pueda transmitir y razones que les
pueda dar. Ellas tendrán que construir paso a paso su propio camino.
En varias ocasiones, Lucía, nuestra hija mayor, le ha dicho a su madre: “Mamá,
yo quiero tener los ojos azules como tú”. Mi mujer, enternecida: “Pero tus ojos son
preciosos”. Y yo, cuando me lo ha dicho a mí: “Pues yo quiero tener los tuyos, y
en parte ya los tengo”. Entonces, Lucía se consuela: “Bueno pues quiero tener los
ojos como papá”. Y pienso en su sufrimiento momentáneo, pero intenso, cuando
le dan estos arranques de amor y deseos de construir una identidad que le dé
seguridad. Y pienso también en el sufrimiento de muchas hijas e hijos biológicos
que no se parecen al resto de sus hermanos, porque son morenos en una familia
de rubios o rubios en una familia de morenos. Y sé que son fases del crecimiento
y de la maduración que se pueden acompañar, pero no se pueden obviar, paliar,
saltar ni evitar. Es así para cualquier niño y para cualquier adolescente que tenga
cualquier característica que le haga diferentes de su entorno: tal vez sean bajos
o demasiado altos o gordos o demasiado flacos o pecosos o pelirrojos… La vida
misma y su diversidad. Las dificultades y problemática del proceso de adaptación
y construcción de una personalidad adulta, madura y sana.
Y en medio de todo ello, las madres y los padres, a veces impotentes, a veces con-
soladores, en ocasiones sobreprotectores. Pero no hay mejor ayuda que enfrentar
los propios recuerdos y los propios miedos. Tomar conciencia de las carencias que
tuvimos, sin intentar compensarlas intentando evitarlas a toda costa a nuestros
hijos. Pues ellos tienen las suyas propias y, muchas veces, no necesitan aquello
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
que nosotros les ofrecemos, pero que, en el fondo, nos estamos dando a nosotros
mismos. O mejor aún, estamos intentando dárselo al niño o niña que hay dentro de
nosotros, porque no lo tuvo en su momento. Ya sea exceso de comida, o de jugue-
tes, o de besos y caricias cuando no es el momento. O de consejos o de órdenes
para los que tuvieron padres y madres muy ausentes o muy condescendientes.
Sin embargo, sean biológicos o adoptados, tengan o no nuestros ojos, ellos no
son proyecciones nuestras, sino personas totales con derechos y obligaciones,
aunque dependientes de nosotros mientras no sean adultos. Y como dice el gran
poeta Khalil Gibran, hablando de los hijos en general: “Vuestros hijos no son vues-
tros hijos, son los hijos e hijas del ansia de la Vida por sí misma… y aunque vivan
con vosotros, no os pertenecen“. Son “flechas vivas” que vuelan lejos y habitan en
la mansión del mañana, mientras que nosotros no somos sino los arcos inmóviles
de la mansión del presente y, por ello, podemos abrigar sus cuerpos pero no sus
almas, podemos darles nuestro amor, pero no nuestros pensamientos, porque
ellos tienen sus propios pensamientos.
Y me atrevo a añadir, podemos ayudarlos a descubrir su propósito en la vida y
acompañarlos parte del camino, pero no podemos imponerles nuestro propósito,
marcarles las metas a conseguir ni obligarles a recorrer los caminos que a noso-
tros nos hubiera gustado recorrer para llegar al lugar en el que nos encontramos.
Mucho menos podemos manipularlos para que lleguen a donde nos hubiera gus-
tado llegar a nosotros.
Lucía y el mundo.
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mamá, quiro tener los ojos azules como tú
Puntos de reflexión
• Adoptar una hija o un hijo de otra raza supone un doble reto: responder en su
día a las preguntas de éstos y afrontar con naturalidad la mirada ajena. Los
hijos biológicos también pueden sufrir por ser diferentes del resto de los her-
manos. Madres y padres deberán prepararse para escuchar y acoger en su
momento la posible frustración de sus hijos y compensarla con comprensión, y
paciencia. No vale cualquier respuesta. La mejor empatía: ponerse en su piel.
• Tener siempre presente que cualquier hija o hijo es una persona completa, aun-
que en formación, un sujeto de derechos y obligaciones, y no el objeto de nues-
tras proyecciones, sueños, miedos y esperanzas. Son flechas con su propia
trayectoria y su propio destino.
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¿Por qué tener un hijo?
¿Por qué adoptar?
“Mi mujer y yo nos decidimos a adoptar a los tres años de estar casados,
ante la imposibilidad de tener un hijo propio. Teníamos un afecto que nos
desbordaba y queríamos canalizarlo y compartirlo”. Quienes así hablan,
Fernando y Dominica, adoptaron hace quince años a Miriam, [nombres cam-
biados] una vivaracha niña nacida en Costa Rica. Ella les dio una perspecti-
va totalmente distinta de su vida desde el mismo momento en que pudieron
tenerla en sus brazos. Su caso ilustra un fenómeno social que se ha exten-
dido en los países desarrollados desde los años 70.
Las personas se trascienden de muchos modos. Uno de ellos es formar una pare-
ja. Sin embargo, la forma más habitual de trascender la pareja es teniendo uno o
varios hijos. Cuando el amor ya no cabe en una relación a dos es normal quererlo
transmitir al fruto de esa unión. Y esto puede ser igual para la pareja biológica como
para la adoptiva, porque el fruto no tiene por qué ser de la misma carne y de la
misma sangre, sino que se forma a partir del deseo compartido, de la acción común
para hacerlo real y del cariño, atención, cuidados y transmisión de lo que se es y se
tiene. Ésta es en realidad la esencia del proceso de la maternidad y la paternidad.
Pero también las personas que por alguna razón no están en pareja, porque así
lo han decidido o porque esperan formarla en el futuro también pueden trascen-
der su individualidad y transmitir su amor a una hija o a un hijo. Si existen padres
y madres que, por viudedad o separación, forman hogares monoparentales, nada
se opone a que cualquier persona idónea y que cumpla los requisitos legales
pueda ser un buen padre o una madre. Es cierto que es mejor tener padre y
madre, una referencia masculina y otra femenina, y que las tareas se reparten
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
mejor, pues es difícil hacer de padre y de madre a la vez. Pero lo mejor es ene-
migo de lo bueno y para la niña o el niño que ha perdido padre y madre, por orfan-
dad o por abandono, más vale recibir el cariño de un padre o una madre adoptiva
que no recibir nada en absoluto o permanecer recibiendo las migajas de amor que
tengan para repartir los cuidadores y cuidadoras de todos los orfanatos del mundo.
Pero no es oro todo lo que reluce. Algunas parejas deciden tener un hijo en
momentos de crisis, pensando que esta decisión la resolverá y consolidará la rela-
ción para siempre. Grave error. Muchas veces la llegada del hijo, biológico o adop-
tado, sólo pone de relieve los problemas no resueltos, las diferencias no acepta-
das ni negociadas, los temas pendientes.
Antiguamente y en muchos países en vías de desarrollo, asegurarse la vejez tam-
bién ha sido una de las motivaciones naturales para tener hijos. Se ha criticado
mucho desde Occidente el abandono de niñas chinas y la ley del hijo único. Sin
justificarlos en absoluto, sí conviene saber que en una sociedad en la que una
gran mayoría de la población vive todavía en el campo, en la que no se ha desa-
rrollado el sistema de seguridad social, y en la que las hijas pasan a formar parte
de la familia del marido cuando se casan, además de tener que aportar una dote,
es comprensible que cualquier pareja de campesinos vea con horror su vejez sin
brazos para trabajar la tierra, fuerza para hacerlo por sí misma, ni ingresos para
comer. Por otro lado, si el gobierno chino no hubiera limitado la natalidad, la pobla-
ción china se habría duplicado en un par de décadas. El problema no hubiera sido
sólo de China. Hubiera sido un problema demográfico planetario.
Actualmente se ha suavizado la ley del hijo único y además en las ciudades
la clase media y las clases altas ya no les importa tener hijas en lugar de hijos.
De hecho, me sorprendió ver en mi cuarta visita a China a orgullosos padres
paseando a sus hijas en hombros por la Ciudad prohibida en Pekín o por los cen-
tros comerciales de Cantón. Sin embargo, ya se ha generado un problema. Existen
cuarenta millones de varones en edad de contraer matrimonio, que no encuentran
pareja. Simplemente porque hay cuarenta millones menos de mujeres en esa
misma franja de edad.
Conozco a personas solteras que, pasados los cincuenta, se plantean el sentido de
su vida. Imaginan una vejez solitaria. Tienen el deseo de transmitir a un hijo o una
hija su experiencia y su patrimonio. Razones mezcladas para adoptar. Los huma-
nos somos seres complejos y, a veces, es difícil determinar cuál es la razón princi-
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¿por qué tener un hijo? ¿por qué adoptar?
pal de la toma de una decisión que cambia nuestra vida. Aunque algunos países
ponen límite en el edad del adoptante, esto no ha sido siempre así. Recuerdo a
Bárbara de casi sesenta años, que adoptó a Shen Hao [nombres cambiados], una
niña de diez con mucha personalidad. Me contaron que tuvieron dificultades al prin-
cipio. Que Bárbara quería imponerla desde el principio las costumbres españolas,
en detrimento de todo lo que había aprendido durante su primera década de vida.
A los dos años de conocerlas, volví a verlas y parecían totalmente compenetradas.
Realmente les había cambiado la mirada y la sonrisa a ambas. Me tranquilicé. Es
como si la niña hubiera encontrado madre y abuela al mismo tiempo. Y la madre
adoptante hubiera encontrado hija y nieta. Dado que en España existen ya 10.000
personas centenarias y dos millones de octogenarias, ya no dudo de que Bárbara
pueda tener algún día en sus brazos a un nieto nacido de su hija adoptada.
Muchas madres y padres biológicos cuentan que tuvieron el hijo o la hija en un
momento en que no lo esperaban. Sobre todo cuando se trata de parejas con
varios hijos. Esto es algo que no sucede ni puede suceder con las madres y los
padres adoptivos. Tras el deseo, surge la reflexión, luego la decisión y, posterior-
mente la larga espera para atravesar todo el proceso legal que supone una adop-
ción. Por ello, se habla de los niños adoptados como “los hijos más deseados”.
Pero no es necesario comparar. Muchos hijos biológicos han sido tan deseados y
largamente esperados como los adoptados. Es la cualidad de los padres, su
madurez y claridad lo que hace que la maternidad y la paternidad sea más cons-
ciente y responsable. No el hecho del origen de los hijos.
Antiguamente se consideraba una “obra de caridad” adoptar a un huérfano. Hoy
día se va perdiendo esta percepción, aunque a quien no ha adoptado nunca tener
un hijo adoptado le puede parecer algo muy meritorio. Pero todo adoptante sabe
que recibe más de lo que da. Que en realidad es un regalo de la vida.
Antes de adoptar, algunas personas sí pueden tener un sentimiento de solidaridad
hacia tantos niños abandonados, ante tantos niños que trabajan y duermen en la
calle. De hecho, a partir de algunos reportajes que se difunden, a veces con cier-
to sensacionalismo y en alguna ocasión hasta por motivos políticos bastante oscu-
ros, se despiertan olas de humanidad y necesidad de ayudar. Pero todo cambia
cuando se lleva hasta el final la adopción, porque la hija o el hijo tiene cara, su pro-
pia sonrisa, su personalidad peculiar. Ya no es una niña o un niño más en una
masa de desafortunados.
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Durante unos años, también los medios de comunicación se hicieron eco de las
adopciones por parte de estrellas del cine, la canción o el deporte. Aunque a pri-
mera vista tiene su lado frívolo, no se trata de juzgar la motivación real y profun-
da de cada famoso o famosa, porque habrá de todo. Sin embargo, el balance final
ha sido positivo, porque ha puesto sobre el tapete una cuestión que antes se con-
sideraba vergonzante. Ha ayudado a cambiar la percepción social de un fenóme-
no llamado a extenderse mientras permanezcan determinadas circunstancias
como el aumento de la infertilidad, el descenso de la tasa de natalidad de muchos
países desarrollados, los millones de niños huérfanos por guerras y catástrofes
naturales o abandonados por causa de extrema pobreza, la internacionalización
de las normas nacionales para velar por adopciones con todas las garantías de
legalidad e incrementar el éxito de las mismas.
Paseaba por una gran avenida de Goa, una ciudad multitudinaria de esas muchas
que existen en la India. En aquella avenida, latía un intenso enjambre de vida
humana a la sombra de frondosos árboles. Entre los puestos ambulantes, los tran-
seúntes, las idas y venidas de bicicletas y rickshaws, había gran cantidad de niños
pobremente vestidos, muy mal atendidos pero con una gran belleza en la mirada.
De pronto, escuché muy de dentro de mí que nacía una afirmación contundente:
“Yo adoptaré un niño de éstos, tiene más sentido adoptar cualquier niño de éstos
tan necesitado que ya está ahí, que traer nuevos hijos al mundo”. Tenía 30 años
y aquella decisión quedó ahí plantada como una semilla.
Luego, esperé a tener pareja y no me permití ser madre hasta que no tuve una
cierta claridad y madurez existencial. De los 40 a los 45 años deseaba inten-
samente ser madre. Deseé sinceramente tener mis propios hijos. Esto me ha
ayudado a entender que el impulso y el instinto de ser madre y tener hijos pro-
pios es básico y auténtico. Así, cuando en la consulta terapéutica he tenido a
algunas mujeres dudando entre tener hijos propios o adoptados, siempre les he
ayudado a respetar y valorar su instinto genuino de ser madres biológicas.
Algunas de ellas no se han quedado nunca embarazadas y han realizado su
maternidad adoptando, pero otras han llegado a ser madres biológicas y han
estado felices.
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¿por qué tener un hijo? ¿por qué adoptar?
Cada vez que veía que no me quedaba embarazada aparecía como un estigma
aquella promesa hecha en la India y me decía: “Será que tengo que ser madre
adoptiva”. Por esta razón, nunca quise entrar en los tratamientos de fertilidad,
inseminación artificial o fecundación in vitro.
A los 45 años me dije: “Se acabó de esperar un hijo propio” y comencé a infor-
marme de las posibilidades de adoptar en India. Fue la estancia de Yula, una niña
ucraniana de 7 años durante un verano en casa de una hermana la que me dio el
impulso definitivo. Vi cómo era posible realmente sentir una gran ternura y vincu-
larse afectivamente con una niña desconocida y necesitada.
Conocí a la primera niña china adoptada en España, pero quise dirigirme hacia la
adopción en India para ser fiel a aquella promesa inicial. Las dificultades de adop-
ción en India eran grandes. Ese año se había cerrado el proceso. Había que espe-
rar por lo menos dos años.
Así que comencé a asistir a las llegadas en el aeropuerto de niñas adoptadas
de China y a hacerles fotos. Empecé a mirar a cada niña con la pregunta ¿podría
yo amar como una hija a esa niña? Miraba las fotos con un revuelo interno de
duda, pero recordaba a cada madre tan encantada con su hija que al final vi que
todo hijo, sea más guapo o menos, lo maravilloso que da a los padres es la opor-
tunidad de amarle. El enigma, por tanto, no se resuelve con la cabeza, se resuel-
ve con el corazón, porque hay dos necesidades que se encuentran: la necesidad
de dar amor en los padres, la necesidad de ser amado en el hijo.
Los trámites burocráticos para conseguir la idoneidad para adoptar en China fue-
ron pesados e inquietantes. Las entrevistas para lograr un informe psicológico
positivo más bien parecían “interrogatorios de sospechosa”. Como si estuviera
“acusada de in-maternidad o madre desnaturalizada” y tuviera que demostrar que
sí tenía una capacidad de ser madre, cuidar, amar y responsabilizarme plena-
mente de una niña. La psicóloga tenía una personalidad tan exigente y celosa que
convirtió el proceso en un cuestionamiento duro e inquisidor. Allí es donde me di
cuenta de que había dolor por no haber podido engendrar mis propios hijos. Su
pregunta repetitiva de... ¿por qué no has podido tener tus propios hijos? llegó a
ser cruel y culpabilizadora, pues razones fisiológicas claras no había y no encon-
tré ninguna resistencia psicológica tampoco. En cualquier caso, estas entrevistas
me ayudaron a hacer el duelo definitivo de mi infertilidad y a cimentar con fuerza
mi deseo de ser madre adoptiva.
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
¡Qué diferente la experiencia con la Asistente Social Lucía Menéndez, para lograr
el informe Social! Aquí nos encontramos con una mujer a favor, confiando en
nosotros, muy profesional y sabiendo hacer su trabajo con las preguntas y el cues-
tionamiento adecuado pero con un carácter abierto y una actitud más empática sin
fantasmas que cazar.
Mi hija mayor alguna vez me ha preguntado: ¿pero tu no preferirías mejor tener
tus propios hijos? Le digo: “Pues ahora no. Yo no les echo nada en falta. Tú me
pareces tan preciosa que nunca se me ocurre pensar que otra hija mía, por haber-
la llevado en la tripita, sería mejor.” Y así es. Tengo claro que no la he engendra-
do ni la he parido, pero cómo he llegado a preocuparme cuando ha estado enfer-
ma, cómo he sentido la fuerza de una fiera dentro de mí cuando he temido por su
vida, me hacen saber que ese instinto cuidador de madre es pleno y total. No se
me ocurre que con una hija propia fuera mayor o mejor.
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¿por qué tener un hijo? ¿por qué adoptar?
Puntos de reflexión
• El deseo de ser padre o madre es una de las formas más naturales y extendi-
das de trascenderse. Es uno de los primeros escalones de la transpersonali-
dad. Salir del yo limitado para entregar amor, energía y tiempo a otro ser.
• Las razones de ser madre o padre adoptivo pueden ser muy variadas. Aunque
es muy común que la infertilidad del hombre o de la mujer sea una de las cau-
sas principales de la adopción, existen otras muchas. Un porcentaje significa-
tivo de adoptantes deciden adoptar después de haber tenido uno o varios hijos
biológicos.
• Muchas madres y padres adoptivos deciden adoptar en una época de madu-
rez en la que quieren dar otro sentido a su vida, y el reloj biológico impide o no
aconseja la paternidad o la maternidad biológicas.
• El sentimiento de compasión y solidaridad han podido influir en la decisión de
adoptar de muchas personas. Sin embargo, no debe ni puede ser la motivación
principal para ser madre o padre adoptivos. Los hijos siempre lo serán como
sujetos de una relación de ida y vuelta y no meros objetos de caridad ni de soli-
daridad.
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¿Soy un padre idóneo?
TREINTA Y SIETE 37
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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¿soy un padre idóneo?
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Ahora que tengo más información sobre desistimientos en mitad del proceso,
algún que otro abandono y un mínimo porcentaje de fracasos, considero de otro
modo el proceso de declaración de idoneidad. Es razonable y sensato comprobar
que quien solicita adoptar un hijo haya madurado la decisión y no sea fruto de un
entusiasmo pasajero. También es necesario crear filtros para intentar garantizar
un mínimo de estabilidad emocional y material al niño o la niña que va a ser adop-
tado. Aun así, estoy convencido de que, en base a la experiencia de década y
media de adopciones internacionales en España, todo el proceso puede afinarse
y facilitarse. Ganar en calidad en garantía de hijos y padres. Es cierto que es muy
doloroso para todos, empezando por el hijo adoptado, que el proceso acabe mal.
Y es lógico que los responsables de emitir la idoneidad lo vivan como un fracaso.
Sin embargo, no deberían pagar justos por pecadores.
No me arrepiento de los papeles que tuvimos que reunir –en cuatro ejemplares–,
ni de los meses de espera –casi el doble que un parto normal–, ni siquiera de tener
que haber pasado por lo que en aquellos momentos me parecían exámenes humi-
llantes. Pero sí estoy firmemente convencido de que se pueden y se deben mejo-
rar los medios. Aumentar el equipo de psicólogos en cada Comunidad. Crear equi-
pos multidisciplinares, de modo que la entrevista no fuese ante una persona sino
ante varias de modo que nadie estuviese sometido a la inexperiencia o prejuicios
del psicólogo o asistente social de turno. Establecer mecanismos de revisión, ya
que la decisión de declarar idóneos para ser padre o madre suele basarse en los
informes psicológico y social.
Marta Cortés, primera responsable de adopciones nacionales e internacionales
del Instituto Madrileño del Menor y de la Familia en 1996, justificaba que se exa-
minase con atención a los futuros padres, para prevenir las devoluciones: “Estas
situaciones son dolorosísimas para el niño y para la familia. A menudo nos acusan
de poner muchas condiciones, pero es que hay que ponerlas. Trabajamos con
niños que ya han sufrido un abandono y no deben padecer otro”. Su visión es
ecuánime y no culpa a los padres que no logran adaptarse, sino que exige un
esfuerzo a los profesionales implicados para informar y seleccionar mejor a los
adoptantes.
Desde estas páginas, y sabiendo que las cosas han cambiado y seguirán cam-
biando a mejor, animo a toda persona que en el fondo de su corazón sienta que le
ha llegado el momento de dedicar los próximos años de su vida a uno o más hijos
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¿soy un padre idóneo?
adoptivos. En cuanto os agarra del dedo, os sonríe, os dice por primera vez “papá”
o “mamá”, borráis inmediatamente lo de adoptivos. Son simplemente nuestra hija,
o nuestro hijo. Nuestros hijos. El adjetivo sólo sale a relucir con los desconocidos.
Familiares y amigos pasan a ser familia y amigos de nuestras hijas e hijos.
Puntos de reflexión
• Ser idóneo para algo significa simplemente ser apropiado o adecuado. Cierta-
mente, no todas las personas son idóneas para ser madres o padres. Y las
Administraciones Públicas de cada Estado deben velar para que los niños que
van a ser dados en adopción tengan los padres y madres más apropiados posi-
bles.
• La declaración de idoneidad trata de combatir la compraventa de niños, la
explotación infantil, las mafias que trafican con el legítimo derecho de los niños
de tener una segunda opción y de los adultos para optar a la paternidad y a la
maternidad.
• La declaración de idoneidad y la intervención de los Estados garantiza el reco-
nocimiento internacional del acto jurídico de la adopción.
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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La edad. “Quiero un bebé”
Una gran mayoría de futuras madres y padres, cuando decide adoptar, pien-
san que cuanto menos edad tenga su futura hija o hijo, tanto mejor. Por ello,
solicitan, cuando el país lo permite, así como su propia edad, una niña o un
niño de menos de un año. Las razones: que el futuro hijo pase el máximo de
su infancia con ellos, que tenga el menor número de recuerdos, que la adap-
tación sea más rápida, que será más fácil quererlo cuanto menos formado
esté su carácter y cuanto menos pasado tenga. Que los cuidados sanitarios
y alimentarios empiecen cuanto antes. Que se impregne lo antes posible del
cariño y de la cultura de la familia adoptante…
Pero cuando los padres han pasado de los cuarenta o han llegado a los cincuen-
ta –lo cual es cada vez más frecuente–, existen otras consideraciones, que no
deben echarse en saco roto en el cómputo de pros y contras que casi todo el
mundo lleva a cabo. Para empezar por lo más crudo: cuanto menores sean los
hijos adoptados y más edad tengan los padres, mayor es la posibilidad de que se
queden huérfanos antes de que establezcan su propia familia. Por contra, para
madres y padres que no tienen ya la energía de la segunda juventud o la primera
madurez, no es una ventaja menor el que su hijo o hija ande, vaya al baño solo,
no haya que darle de comer, pueda comunicarse verbalmente en un tiempo menor
[no conozco ningún niño adoptado de más de tres años que no haya aprendido la
lengua de los padres adoptantes en menos de un año, con independencia de su
país de origen].
Cuando mi mujer y yo empezamos los trámites de nuestra primera adopción, ella
tenía 46 y yo 52. En éstos y similares casos, los Servicios Sociales de la mayoría
de las Comunidades suelen aconsejar o imponer la solicitud de niños y niñas más
CUARENTA Y TRES 43
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
mayores [de 3 a 10 años]. Pero, con independencia de las normas legales y de las
pautas de adopción de cada Comunidad, personalmente tenía muy claro que no
me importaba en absoluto la edad de nuestra futura hija. Sin menospreciar las
razones del deseo casi generalizado de tener un bebé o casi bebé en brazos,
desde el punto de vista ético consideraba, y sigo considerando, que cualquier niño
o niña tiene derecho a tener unos padres, con independencia de su edad.
Me emocionó ver la película Las normas de la casa de la sidra, en la que el prota-
gonista huérfano, Homer, pasa toda su infancia y su adolescencia en un orfanato
de Nueva Inglaterra, porque ninguna pareja acaba adoptándole, entre otras razo-
nes por su edad. El niño va viendo cómo toda su pequeña familia de compañeros
van yéndose uno a uno, adoptado por alguien. Larch, el médico que dirige la insti-
tución, le va enseñando poco a poco su trabajo y, al hacerle su ayudante, le hace
de padre a su manera. Al final, después de tener sus propias experiencias como
adulto fuera de la tutela de su mentor, Homer vuelve al orfanato, donde acaba como
médico oficial de la institución de la que tanto y con tanto ahínco quería salir. Tal
vez lo que le salva al final es el deseo de Larch de que todos ellos fuesen felices y
el trato que les daba, resumido en la frase con que acababa cada noche el cuento
que les leía: “Buenas noches, príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra”.
Años después, con mis dos hijas ya en Madrid, volví a llorar al ver Los niños del
coro, cuya acción transcurre en un correccional francés de la posguerra. La esce-
na que me conmovía era la de Pépinot, un niño de unos seis años que, domingo
tras domingo queda pegado a las verjas de la entrada esperando todo el día la
visita de su padre que nunca llega. Uno de los profesores, el protagonista de la
historia, saltándose todas las normas, acaba respondiendo a su necesidad de
tener un padre, al intenso deseo de tener a alguien que lo proteja en un pequeño
universo hostil, cruel y duro. En una escena final, llena de emoción y suspense,
está a punto de tomar el tren con el niño siguiéndole, con un hatillo como todo
equipaje, dispuesto a irse con él. Convencido de que no puede abandonarle.
Duda unos instantes. El tren parte al final con los dos…Y pido disculpas por con-
tar el final de la película, pero era imprescindible para entender el mensaje. Tal vez,
ambas películas me recordaron a los niños brasileños de la misma edad que se
me agarraron de la mano en búsqueda de un padre que estuviera presente y que
pudiera satisfacer sus necesidades de atención, de aprendizaje, de cariño, de ser
especiales para alguien. En esos momentos, me ratificaba en la alegría de haber
adoptado a mi hija mayor con tres años y a mi segunda hija con tres y medio.
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la edad. quiero un “bebé”
Cuando, año tras año, nos reunimos con las madres y padres adoptantes con los
que viajamos juntos a la misma ciudad para recibir a nuestras hijas, compruebo
que no hay mucha diferencia en los gozos y en las sombras, en la rapidez de
adaptación y en las dificultades encontradas. Todos ellos adoptaron niñas de
menor edad. Algunas no tenían apenas el año. En alguna ocasión, me ha sor-
prendido que la dependencia o los miedos de alguna de ellas fuesen mayores que
los de mis hijas. Lo he atribuido a una cuestión de temperamento de cada niña y
también a la forma de ser de los padres y a su manera de educarlas. La edad en
estos casos no ha sido el factor determinante.
Sí he conocido algún caso de dificultades de adaptación. Una madre soltera adop-
tó a un hermano y una hermana de cinco y seis años. Durante una larga etapa, le
fue difícil hacerles entrar en el mundo de las pautas de un país desarrollado: no
guardar las sobras de la comida; lavarse o vestirse adecuadamente… Pero clara-
mente la causa no fue únicamente la edad de los hermanos. También influyó el
hecho de que ella tuviera que hacer de padre y madre a la vez, además de traba-
jar y a la circunstancia de ser dos hijos de golpe, en lugar de uno, cuando todavía
no había tenido la experiencia de ser madre. Me encontré posteriormente a estos
hermanos, ya con diez y once años respectivamente, totalmente integrados. La
madre en cuestión estaba por fin relajada y feliz, aunque todavía recordaba con
un suspiro los tiempos difíciles. ¿Y quién no recuerda historias de hijos biológicos
que durante dos, tres o más años no han dejado dormir a los padres? O hijos que
no comieron normalmente hasta llegar a la adolescencia. Las dificultades pueden
ser distintas, pero igual el grado de paciencia, confianza y entrega. Tan dura la
intensidad de la batalla diaria.
Esto no es óbice para que cada cual reflexione seriamente sobre cuáles son sus
propios límites y hasta dónde es capaz de llegar. Hace años, por ejemplo, conocí
a una pareja joven con una hija biológica de dos años, que quiso adoptar a una
niña de trece. A pesar de las recomendaciones de la Comunidad de que nunca se
adopte a alguien mayor que el propio hijo biológico, sino al contrario, siguieron
insistiendo. La niña tenía una enorme necesidad de afecto, pero estaba muy desa-
rrollada físicamente para su edad y probablemente había sufrido ya abusos sexua-
les. Personalmente pensé que yo no hubiera estado preparado para ser su padre
adoptivo. Que hacía falta una formación y un temple especiales. Los posibles
padres carecían de una y otro. Resultado: la niña vio frustrado su deseo de tener
unos padres. Fue enviada de vuelta a su país, cuando ni siquiera se habían ini-
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
ciado los trámites de adopción plena. Era un acogimiento sui géneris, que duró
apenas un mes. Todavía me apena, al recordarlo, la incapacidad de todas las per-
sonas que la conocimos para evitar este fatal desenlace.
Por el contrario, sí tuve ocasión de viajar con una pareja que tenía un hijo biológi-
co de dieciocho años. Adoptaron una niña de dos años y medio, y el hijo estaba
tan entusiasmado como los padres. En mi segundo viaje para adoptar, me tocó
comprobar idéntico entusiasmo en otra pareja con un hijo biológico de diez años.
A estas edades ya no existe el peligro de los celos que suelen darse cuando la
diferencia de edad es menor.
A veces, mis hijas se han referido a la edad de los padres de sus amigas, todos
ellos más jóvenes. “Papá, quisiera que tuvieras treinta o cuarenta años”. “Papá, yo
quiero que nunca te mueras”. Entiendo que lo normal a esa edad es querer ser
como las demás, tener lo que tienen ellas, ir a donde ellas van. Sin embargo, cum-
plidos los siete años, se puede razonar y explicar las ventajas y las desventajas
de cada caso. Ellas, por ejemplo, no tienen primos y primas de su edad, pero sí
más de diez sobrinos y sobrinas con los que juegan como si fuesen primas. Sus
primos, por otro lado, les hacen de hermanos mayores y de tíos jóvenes.
Desde que soy padre, me ocupo más de mi propia salud para que mi tercera y
cuarta edad sea sana, activa y lúcida. Se lo debo a mis hijas. Es cierto que ya no
tengo la fuerza física y la energía de alguien de treinta o cuarenta años, pero creo
que existen otro tipo de compensaciones que mis hijas pueden apreciar. Recuerdo
a uno de mis primeros clientes en psicoterapia. Era un ejecutivo de veintiocho
años que tenía dos hijos pequeños y se quejaba de que ya no podía ir a esquiar
todos los domingos como cuando era soltero y de que, además, el trabajo le
absorbía, si quería llegar a consolidar su profesión, a escalar puestos. Para colmo,
no tenía el dinero ni el tiempo para ir al cine o al teatro y asistir a conciertos, como
cuando estaba de novio o de recién casado. Era un buen padre, pero estaba divi-
dido entre sus responsabilidades como tal y sus deseos de vivir lo que vivían sus
compañeros sin pareja ni hijos. Ahora tiene cuatro hijos y puede ir a esquiar con
sus hijos preadolescentes. Era sólo un paréntesis de varios años durante la pri-
mera infancia. También quería viajar y conocer mundo. Para mis adentros me
decía: “Menos mal que ya he hecho todo lo que él necesita y desea hacer y ya
escalé suficientes montañas, atravesé mares de más, navegué ríos recónditos,
viví experiencias insólitas hasta colmar mi saco juvenil. También se me pasaron
las ganas y la necesidad de competir profesionalmente y de asistir a actividades
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la edad. quiero un “bebé”
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Puntos de reflexión
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Una larga espera
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
inicio del expediente hasta el viaje a China para traernos a nuestra futura hija a
Madrid, ésta ya había nacido. Pero no sabíamos aún cuándo ni dónde. Luego
supimos que Chun Jiao, cuyo nombre y cuyo rostro ignorábamos todavía, tenía ya
un año y diez meses de vida propia. Cuando nos enviaron su primera foto en mayo
de 1999, acababa de cumplir tres años.
Esa película imaginaria mostraría a unos futuros padres preparando la habitación,
haciendo las primeras conjeturas, descargándose mutuamente de miedos ante la
incertidumbre de la edad, el estado de salud, la reacción de esa hija que iba a
cambiar radicalmente de vida, de país, de cultura, de idioma, de alimentación… a
cambio de tener una madre y un padre volcados en ella. Y, al mismo tiempo, un
bebé abandonado, con toda probabilidad por imposibilidad de la madre biológica
de alimentarla y por su deseo de que sobreviviese con una vida mejor. Un bebé
en un orfanato chino con medios escasos y una atención compartida.
Escenas siguientes: una madre y un padre reuniendo certificados, haciendo ges-
tiones en la notaría, los Colegios profesionales de Médicos y Psicólogos, el
Ayuntamiento de residencia, el Ministerio de Justicia, pagando los primeros gas-
tos generados –incluida la traducción y legalización de todos los documentos–,
poniendo dinero de lado para el viaje y la donación obligatoria al orfanato.
Defendiendo su derecho a autogestionar la adopción y el viaje, sin intervención de
las, en esa época, recién creadas ECAIs.
Escenas paralelas: una niña creciendo poco a poco, aferrándose a la vida en unas
condiciones de precariedad, adaptándose a las pautas colectivas de la institución
que la acogió, generando sus propias defensas físicas y psicológicas, esperando
sin saberlo una madre, un padre, alguien para quien ser especial, alguien que se
comprometa para toda la vida, que no le abandone, que le deje ser ella misma,
que le permita recorrer su propio camino a partir de su propia singularidad y del
inicio aparentemente desafortunado de su vida.
Mi corazón estaba a caballo entre aquí y allí. Entre España y China. Entre el pre-
sente y el futuro. Aferrado al deseo de ser padre de un ser aún desconocido que
ya había nacido. Batallando con las comprensibles dudas sobre mi propia capaci-
dad, mis limitaciones, los cambios que la llegada de una hija después de más de
una década de pareja iba a producir en nuestra relación. En esos momentos de
incertidumbre me ayudó mucho el hecho de asistir a sesiones de psicoterapia
personal y de supervisión de mis propios casos con mis pacientes.
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una larga espera
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Tal vez el cambio para el que nos habíamos estado preparando toda nuestra vida
sin saberlo. Todos nuestros estudios y títulos académicos, todos nuestros viajes,
toda nuestra búsqueda de desarrollo personal y espiritual desembocaba en esos
momentos en ser padres, sin dejar de ser todo lo demás: marido y mujer, profe-
sionales, amigos de los amigos, buscadores del sentido de la vida, encontradores
de la vida misma. Ser padres de un ser que ya existía, que no habíamos engen-
drado ni gestado, que sin saberlo nos esperaba, que también tendría que adop-
tarnos de repente, o poco a poco. Ése era parte del viaje psicológico de vuelta. La
ida nos correspondía a nosotros. La vuelta estaba en sus manos. Al lado de este
viaje, el viaje físico a China era pura bagatela, una mezcla de ilusión y engorro, de
trámite obligatorio y de oportunidad de acercarnos al objeto de nuestro deseo.
Sería cualquier cosa menos un viaje de simple turismo. Sería un viaje con fecha
de partida y fecha de regreso. Con billete de ida y vuelta. Con destino confirmado
y vuelta al punto de partida. No íbamos con las manos vacías, pero ciertamente
las traeríamos llenas.
Puntos de reflexión
• Algunas madres y algunos padres biológicos comentan que las madres adop-
tivas se han ahorrado las incomodidades del embarazo y los dolores y ansie-
dades del parto. Sólo en lo que concierne a los aspectos físicos puede ser esto
cierto. En todo lo demás, los preparativos y la espera de una adopción equiva-
len en realidad a un doble o triple embarazo por el número de meses requeri-
dos y por el carrusel de emociones contradictorias y de altibajos que pueden
experimentarse.
• Para atravesar este periodo difícil en que pueden colarse la ansiedad y el desá-
nimo, es aconsejable aumentar los espacios de comunicación, cuando la adop-
ción se hace en pareja. Relacionarse con personas que hayan adoptado pre-
viamente y con otras que estén en el mismo proceso de espera. Recabar datos
sobre la geografía, cultura, clima, costumbres e historia del país del que proce-
de el futuro o futura hija, en el caso de las adopciones internacionales. Continuar
con las demás actividades profesionales, sociales, culturales y de ocio, para que
la espera –ese doble embarazo– no se convierta en una obsesión que mono-
police un importante periodo de la vida de los futuros padres y madres.
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El largo viaje
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
enorme riada de bicicletas, flanqueada por casitas de una sola planta, habría de
convertirse en un denso tráfico de coches discurriendo entre inmensos rascacie-
los en sólo dos décadas.
La primera vez había ido a tener experiencias y a conocer el país más inmenso
del planeta, al menos en población. La segunda, a acompañar a mi madre en un
viaje dentro de un paquete turístico. A la tercera va la vencida. Iba a conocer y
traer a su nuevo hogar a mi primera hija. El viaje era obligado. Ningún país del
mundo traslada a los futuros hijos adoptados al país receptor. Madres y padres
deben acudir a por ellos. Y es justo, lógico, beneficioso. Al que algo quiere, algo le
cuesta. Y no se trata del dinero que hay que ahorrar, ni de los preparativos que
hay que hacer, ni del inconveniente de perder días de trabajo. Ni siquiera de las
inquietudes normales de muchas personas que nunca antes han salido en viajes
internacionales. Lo que cuesta es bregar con la ansiedad por tener cuanto antes
a la hija o al hijo en los brazos. Disolver las dudas sobre su estado de salud.
Vencer los miedos a un posible rechazo inicial por parte de un ser que puede estar
asombrado, temeroso, ausente, llorón, hiperactivo o igualmente ansioso por saber
cómo serán su madre o su padre.
En realidad, el viaje de cualquier madre o padre para adoptar una hija o un hijo
que ha nacido a miles de kilómetros de distancia empieza el mismo día en que
decide el país al que va a dirigir su solicitud. Lo normal es que alguien le haya
hablado previamente de ese país, porque ya hizo ese viaje de ida y vuelta.
Porque ya volvió siendo madre o padre y le cuenta las ventajas y las dificultades.
No son muchos las madres y padres adoptivos que desaconsejan el país de ori-
gen de sus hijas o hijos adoptivos. Todo lo contrario. Una gran mayoría suelen
animar a adoptar donde mejor conocen y, aunque hay personas que adoptan por
segunda vez en otro país, la inmensa mayoría suele repetir en el que nació su
primogénito adoptivo.
Quien no conoce el país previamente, que es lo más frecuente, suele leer lo que
puede sobre el mismo, preguntar a quienes ya han viajado previamente. No sólo
sobre costumbres y usos, sino también, y especialmente, sobre los más mínimos
detalles del orfanato, cosas que llevar al futuro hijo o hija, regalos posibles para
los niños que se quedan, clima, equipaje, etc. Se piensa en los más mínimos deta-
lles. Las dudas asaltan a casi todos en el deseo de empezar a ser desde ya
madres y padres responsables: que si habrá ciertos medicamentos de primera
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el largo viaje
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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el largo viaje
Cuando fuimos a China a recoger a nuestra hija mayor, nos entregaron las niñas
en una sala del hotel. Llegaron las nueve niñas, acompañadas por sus cuidadoras
en fila de a dos, tenían entre dos y tres años, todas vestidas de azul y blanco pare-
cían palomitas en busca de su nido. Las ocho madres y los nueve padres a su vez,
viéndolas llegar por el hall del hotel y subir la escalera hasta la sala, no podíamos
contener la emoción que nos desbordaba. Nuestra hija era la mayor. No la reco-
nocíamos pues en la foto que nos habían enviado de hacía tres meses estaba
totalmente diferente. En esa foto primera tenía un aspecto bastante penoso. A mí
me entraron todos los miedos del mundo sobre su estado de salud. Pero ahora
resulta que estaba preciosa. Cuando se sentó en mi regazo se quedó quietita
como un gatito confiado mientras chupaba con fuerza un chupa-chus. ¡Era una
maravilla tenerla allí después de una espera de dieciocho meses!; un largo emba-
razo. En ese momento pensé: ¡pero ninguna de las dificultades e incomodidades
vividas tienen parangón con la alegría y la felicidad de tener a esta niña en mis
brazos! La cuidadora le pidió que dijese cómo se llamaba en chino: “Wo jiào Chun-
Jiao”. –Me llamo Chung-Jiao [Amanecer de primavera]. También le pidió que nos
diera un beso: “Chin-chin ta mama” y la niña obediente me besó. La magia de las
magias: una niña allí en mi regazo, mi hija.
Muchas niñas del grupo lloraron en el encuentro con sus padres y tuvieron cierta
resistencia. Nuestra hija observaba todo con mucho detenimiento, pero agarrada
a su chupa-chus siguió tranquila durante las 3 horas que duró ese acto de entre-
ga con firma de documentos incluida y la presencia de su cuidadora y el traduc-
tor/guía. Él nos ayudó a entender cierta información sobre las horas de dormir, la
necesidad de ponerle a media noche a hacer pis y una hoja escrita con más deta-
lles sobre su temperamento, gustos y aficiones. Salimos de allí llevándola de la
mano entre medias de los dos e iba tan contenta. Sin embargo, cuando llegamos
a la habitación del hotel comenzó a llorar desconsoladamente, de forma suave
pero profunda. Éramos extraños para ella. Se supone que la cuidadora, su “ayi”,
le había dado suficientes explicaciones, pero ahora, ella estaba a solas con dos
seres extraños. Sentí una compasión y una ternura inmensas, ¿cómo decirla que
no tuviera miedo, que la amábamos como una hija y podía confiar en nosotros?
No tenía palabras. Le hablábamos lo poco que sabíamos de chino y sobre todo,
volví a cogerla a acariciarla y a abrazarla. Necesitábamos tiempo para que sintie-
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
ra que éramos buenos con ella y había que esperar a que eso le llegara. Le dába-
mos los muñecos y regalos que le habíamos traído y no quería ninguno, comer
tampoco, bañarla un susto. Después de un tiempo, los globos y payasadas de
Alfonso la sacaron de su tristeza y la hicieron sonreír. A partir de entonces supi-
mos que para hacerla reír lo mejor eran los globos. También comprendimos que
nunca había tenido muñecos y que los peluches le daban miedo porque creía que
estaban vivos.
Nos dimos cuenta que nuestra hija tenía 3 años, pero parecía haberse criado en
un ambiente muy poco enriquecido y su nivel de experiencia no era muy grande.
Le hablaba a la televisión y les daba comida a las personas que salían en la pan-
talla. Eso sí, estaba llena de vitalidad y alegría. Le compramos una muñeca china,
su “gua gua” y era una delicia observarla hablando con ella en chino. Se traía unos
diálogos de lo más vivos y expresivos. Con ello vimos que tenía un nivel de len-
guaje y una capacidad de comunicación excelentes.
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el largo viaje
Puntos de reflexión
• El viaje que se realiza para recoger al futuro hijo o hija adoptado es un viaje
que sale de lo común. No es un viaje de turismo ni un viaje por obligaciones
profesionales. Es un viaje obligatorio –porque ningún país hace de cigüeña lle-
vando los niños al hogar de las madres y padres– y, al mismo tiempo, volunta-
rio, porque voluntaria y libérrima ha sido la decisión de adoptar.
• Metafóricamente el viaje físico que se realiza para cualquier adopción interna-
cional es sólo la primera etapa de un viaje más largo: el viaje aventura que
supone iniciar el verdadero proceso de adopción. No el acto jurídico que cul-
mina cuando todos los documentos están en regla, sino el proceso emocional
que supone la integración de los hijos y la paulatina aceptación –la adopción a
la inversa– de los padres por parte de ellos.
• Más allá de los incidentes y anécdotas de cada viaje, la ida, la estancia y la
vuelta son experiencias inolvidables, porque constituyen los primeros días de
convivencia con ese niño o esa niña tan deseados y tan largamente esperados
y formarán parte para siempre de la biografía de padres e hijos.
• Muchas amistades se forjan entre adoptantes a partir de haber compartido
esos momentos tan especiales y, posteriormente, entre niñas y niños que vuel-
ven a verse periódicamente en su nuevo país de acogida y nacionalidad.
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La vuelta a casa
Aunque durante los diez días de viaje y estancia en China, habíamos teni-
do momentos de descanso, habían descubierto unos y redescubierto otros
su cultura milenaria y, sobre todo, habíamos vivido momentos muy inten-
sos y afectivos en los primeros contactos afectivos con nuestras respecti-
vas hijas, todos deseábamos descansar en casa. Volver a las rutinas de
nuestra vida cotidiana. Integrar en ellas a nuestras hijas y, al mismo tiem-
po, aprender a hacer las adaptaciones que exige la inclusión de un nuevo
miembro en el hogar.
El regreso se hacía larguísimo. Al viajar esta vez en la misma dirección que el sol,
nunca acababa de atardecer. El día se alargaba. A pesar de todo, llegamos a
Madrid cuando ya había oscurecido y con algo de retraso. En el aeropuerto de
Barajas, decenas de familiares y algunos amigos. Mi madre, a sus 84 años, se
había desplazado para conocer a su decimosexta nieta. La primera adoptada.
También había hermanas y cuñados, sobre todo de la numerosa familia de Isabel.
Algunos sobrinos y sobrinas. Todas caras nuevas para Lucía Chun Jiao, que del
carrito de equipajes pasó a los brazos de su madre, muerta de sueño, pero con
los ojos bien abiertos. Todo lo abiertos que le permitían esas dos rajitas rasgadas
y achinadas a través de las que empezaba a contemplar otro mundo. Se dejaba
besar por todos, sin mostrar más emoción que algo de aturdimiento. Todavía no
había aprendido a dar besos o, al menos, no con la efusión con que se reparten
en España. Ahora, nos gana a todos.
Ya despierta en casa, lo miraba todo, daba vueltas a la habitación, a la cama, se
atrevía poco a poco a explorar escalera arriba y escalera abajo las otras plantas
SESENTA Y TRES 63
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
de la casa. Todo le llamaba la atención, sobre todo los interruptores de la luz, que
encendía y apagaba en un juego de comprobación. No tanto de que la oscuridad
y la claridad se sucediesen en tan corto espacio de tiempo según su voluntad, sino
y fundamentalmente porque, con toda probabilidad, era la primera vez que se atre-
vía a hacerlo sin que nadie se lo impidiera ni la regañara.
Sus descubrimientos iban paralelos a los nuestros. Ir desvelando poco a poco qué
sabía y qué no. Qué cosas había visto en China y cuáles desconocía totalmente.
Qué costumbres tenía y en qué medida y a qué ritmo podría irlas cambiando: hora-
rios, comidas, ropa, higiene, actividades y juegos. Al principio, imagino que al igual
que la mayoría de madres y padres adoptivos, estábamos más condescendientes.
Los límites tendrían que ser puestos paulatinamente y, en cualquier caso, a un
ritmo diferente de lo que podrían ponerse a un hijo biológico con el que se ha con-
vivido desde su primer día de vida.
Durante las primeras semanas se alternaban las satisfacciones y las dificultades,
las certezas y las dudas. Nuestras intenciones mejores se veían con frecuencia
confrontadas con la realidad. De los primeros días de timidez, orden y seguimien-
to de nuestras sugerencias, pasó a un cierto descontrol. Era muy activa y en las
comidas familiares pasaba de silla en silla queriendo estar en brazos de todos.
Nunca se había encontrado con tanta gente que la hiciera la reina de la fiesta. Con
el tiempo transcurrido y las experiencias vividas en carne propia y que he visto a
mi alrededor, creo que éramos los adultos los que nos pasábamos en nuestras
muestras de efusividad, en nuestro entusiasmo, en nuestras ganas de colmarla de
repente de todo lo que no había tenido hasta entonces. No nos dábamos cuenta
que eso nos satisfacía a nosotros y a ella, pero, en el fondo, la desconcertaba,
pues había pasado de tener una vida muy reglamentada y de pobres estímulos a
una sobreestimulación continua. A un vasto universo de posibilidades que ella no
podía contener, priorizar ni integrar.
A veces se despertaba en mitad de la noche llorando desconsoladamente y no
había nada que la consolase. Hasta que nos dimos cuenta de que tenía pesadi-
llas y de que lloraba dormida. Tardamos un tiempo en descubrir que teníamos que
despertarla del todo y que, mientras lloraba ruidosamente dormida, nada de lo que
hacíamos ni decíamos le llegaba. Con el tiempo se fueron pasando y nunca más
se repitieron. Al principio también se despertaba hacia las seis de la mañana y
luego estaba rendida hacia las siete de la tarde. Horario chino. Ahora, más bien le
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
había casa a la que llegar. De repente, ella me recordaba con sus gestos simples
e infantiles algo que yo había leído en los textos de algunos místicos: que ya esta-
mos “en Casa” y nos damos cuenta cuando conectamos de nuevo con el Aquí y
Ahora intemporal, con el eterno presente. Entonces sentí que se había abierto una
brecha en la eternidad y que el verdadero viaje, el viaje de la vida recomenzaba
en cada instante.
Con muchas ganas, miedos y con dudas. Era una gran alegría tener a mi hija
mayor en brazos, pero la primera noche se despertó y no había manera de que se
calmara. Así es que... lo mismo que todas las madres, aprendiendo a entenderla,
a adivinarla y saber cómo tranquilizarla. Después de conocer los brazos, el carri-
to no le parecía una buena alternativa para nada. Y allí me veía yo en contradic-
ción entre “lo que debería y no debería”. ¿Voy a ser una madre consentidora o una
madre firme y resolutiva? Nada de todos estos devaneos tenían sentido. Esta niña
estaba asustada y más cuando salíamos al exterior; lo que la daban confianza
eran mis brazos y eso es lo que necesitaba. Así es que, aunque tuviera tres años,
era como empezar la maternidad para las dos desde cero. Claramente el vínculo
afectivo había que empezarlo. Además, frente a la nueva vida y el mundo exterior
se sentía tan desvalida como un bebé.
A los cinco días de estar con ella, nos habían llevado en autobús a visitar su orfa-
nato en la ciudad de Hefei. Los guías nos habían dicho que sólo podríamos visi-
tar el exterior. Tenía un aspecto excelente: varios edificios de cuatro plantas rodea-
dos de jardines y, a la entrada, un monumento dedicado a la infancia. Había varias
cuidadoras con otros niños. Bajamos del autobús y algunas cuidadoras fueron a
saludar a las niñas. Nuestra hija, en cuanto reconoció el lugar, se encaramó lite-
ralmente a mis brazos y no hubo manera de bajarla a tocar tierra. Me sorprendió
bastante, pues las otras niñas estaban andando por la hierba e iban tranquila-
mente en sus carritos.
Aquí se presentaba uno de los conflictos más grandes al ser madre. ¿Cómo actuar
cuando el hijo se sale de la pauta general? El problema de fondo es que yo misma
me sentía cuestionada y mal calificada como madre, no quería ser diferente y lla-
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Puntos de reflexión
• Aunque parte del viaje se viva como un obstáculo, un engorro o una dificultad
añadida, con el tiempo, casi todos añoran esos días de espera e intensidad,
esos momentos de felicidad compartida. Las fotos y los vídeos son excelentes
herramientas de integración posterior de hijos e hijas que verán posteriormen-
te con sentimientos encontrados que podremos acompañar.
• Es normal que familiares y amigos sientan curiosidad, por un lado, y necesidad
de apoyar y acompañar. Es aconsejable durante los primeros meses dosificar
los encuentros y el número de personas que los hijos e hijas recién llegados
tendrán que asimilar a su propio ritmo, sin presiones de que aprendan los nom-
bres, tengan que sonreír, dar besos o dejarse besar, si son reacios a ello.
• Es absolutamente imprescindible no sobreestimular con regalos, comidas nue-
vas y novedades que tiene que aprender poco a poco. Tampoco forzar el
aprendizaje de palabras nuevas que irán absorbiendo a una gran velocidad,
pero según su propia personalidad.
• Y tal vez lo más esencial es estar abierto a las sorpresas, los cambios de
esquemas y expectativas. Y, sobre todo, tener muchísima paciencia para afron-
tar las primeras dificultades, ya sean rechazos, desarreglos de conducta o pro-
blemas de salud. Todas ellas son pasajeras, aunque puedan durar periodos de
tiempo que se nos hagan eternos.
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9
La construcción de un nuevo hogar
Cuando llegan a su nueva casa, los hijos e hijas adoptados no lo tienen todo
hecho. Por mucho que la habitación esté preparada, y la ropa y los juguetes
en su sitio. Pero tampoco lo tienen los padres, por mucho que la casa esté
muy bien montada, la pareja se halle consolidada hace tiempo, o padres y
madres adoptantes posean una extensa red de familiares y amigos. Ambos
han de construir poco a poco un nuevo hogar, con nuevas interacciones, sen-
timientos, actividades, rutinas, sueños y proyectos. Pero nadie parte de cero.
Todos partimos de nuestra experiencia vital. Más o menos larga en nosotros,
bastante corta en ellos, pero no por eso menos importante. Ellos traen ya su
biología, su temperamento y experiencias, que aunque no queden grabadas
en la memoria consciente sí lo están en la memoria celular. Las cosas buenas
y malas que han vivido están almacenadas en su cuerpo. Es parte del incons-
ciente, que tal vez afloren un día al consciente o tal vez no. Y con todo esto,
ellos y nosotros construimos poco a poco lo que, con el paso de los días,
será un hogar único y singular. Un hogar que será fruto de la aportación del
afecto de todos, del bagaje de nuestra familia de origen y, sobre todo, de la
red de vivencias y de recuerdos que vamos tejiendo momento a momento.
Personalmente me sorprendía cada semana de los cambios que se producían en
mí. Partía de un amor incondicional, un amor hecho de razón y voluntad que pau-
latinamente se iba tiñendo de cariño, de pasión, de embobamiento. Con el paso
del tiempo y antes de la llegada de nuestra segunda hija, llegué a pensar que
nunca podría querer a nadie más con tanto gozo y con tanta entrega.
Cuando la miraba dormir por las noches, sobre todo después de haber atravesa-
do algún momento difícil durante el día, se me saltaban las lágrimas de emoción.
SESENTA Y NUEVE 69
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
70
la construcción de un nuevo hogar
intelectual y siempre ocupado, me veía todos los días empujando un carrito con
una hija pequeña por las tiendas del barrio y, sobre todo, pasando horas y horas
en el parque cercano, empujando el columpio una y otra vez, alternando con los
horarios de trabajo de mi mujer. Como cualquier niña, una vez que perdió el miedo
al columpio, no había manera de hacerla bajar. El colmo de mi sorpresa fue verme
un día bajándome del autobús en una avenida casi desierta, porque Lucía tenía
ganas urgentes de orinar. Y dicho y hecho: pis en el árbol más cercano a falta de
un mejor remedio de urgencia. Nunca jamás, ni en mis peores pesadillas, me
había imaginado antes haciendo algo así. Algo que tal vez a padres más jóvenes
o con más experiencia les parezca el acto más natural del mundo. A mí se me
antojó toda una heroicidad. Ese día me puse medalla de bronce de las olimpiadas
de la paternidad.
Y supongo que éstos y centenares de pequeños actos cotidianos de este estilo
fueron los que acabaron por vencer los miedos y las resistencias de mi hija hacia
mí. No recuerdo el día en que me llamó “papá”, pero sí que fue bastante después
de que llamase a su madre “mamá”.
Construir un hogar con un hijo adoptado tiene dificultades añadidas respecto a los
hijos biológicos. La primera, vencer los propios miedos y ansiedades, las fantasías
sobre las repercusiones que pueda tener su herencia biológica en su vinculación
con nosotros y en su futura integración profesional y social. En segundo lugar,
aceptar en lo más profundo que somos una familia distinta, pero no diferente de
las demás en derechos y obligaciones, en dificultades y recompensas. Y eso, por-
que nuestros hijos son igualmente distintos, por su origen y, a veces por su raza,
pero no diferentes de los demás. Y estos dos adjetivos, que pueden emplearse
como sinónimos, no son lo mismo en su origen. Ser distinto era la cualidad que
distinguía una cosa de otra por tener algo añadido. Ser diferente era la cualidad
por lo que una cosa no era otra, se separaban y se distanciaban en su esencia.
Todo esto implica relajarse frente a la mirada de los demás: los que miran con
simpatía y los que miran con aprensión, los que nos admiran y los que nos criti-
can. Responder con naturalidad a las preguntas, a veces fruto de la ignorancia o
del prejuicio, guardar silencio o cortar por lo sano si es necesario. Pero siempre
desde una posición de seguridad y equilibrio.
Conocí a una madre adoptiva que, tal vez ante la ansiedad que le producía la posi-
ble pregunta que flotaba en el aire, soltaba a todo el mundo, sin venir a cuento:
71
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
“mi hijo es adoptado”. Esta actitud era tan antinatural, como la de los que lo guar-
dan como un secreto vergonzante, hasta convertirlo en un tabú familiar.
Sin embargo, la principal dificultad añadida tal vez sea el querer compensar desde
el principio, no sólo lo que nosotros no tuvimos –actitud normal, aunque incons-
ciente de muchas madres y padres biológicos–, sino, además, querer compensar
lo que nuestros hijos adoptados no tuvieron en su primera infancia: comida, jugue-
tes, besos y caricias, atención, libertad… o lo tuvieron con mucha escasez. Yo
mismo y mi mujer hemos caído a veces en la trampa: que coma más para que se
haga más fuerte y crezca de modo natural; que tenga las muñecas que no tuvo,
los juguetes y vestidos de los que careció; besos y abrazos en momentos en que
es prematuro, pues no estaba acostumbrada y los necesitaba con ritmo y mesu-
ra; que las normas no sean muchas ni muy duras y, “si se empeña”, tolerar el que
se las saltase. Y esto lo he visto continuamente en las demás madres y padres,
con excepciones honrosas que podría contar con los dedos de una sola mano.
En este punto, lo importante es saber, o recordar, que amor no es sólo dar y
dar, consentir y evitar llantinas, conflictos o enfrentamientos. Amor de padres
y madres es también, y muy fundamentalmente, contener, contener en cuerpo y
alma a los hijos, contenerlos mental y afectivamente. Y contener no es sólo
aceptación y entrega, sino principalmente poner límites. Un contenedor sin lími-
tes no es tal. Hasta el vasto océano está contenido por las costas. Y un niño no
puede vivir en un vasto océano de posibilidades infinitas. Simplemente porque
es peligroso y además el mundo real no es así. Sencillamente, también, porque
los niños, e incluso los adolescentes, continuamente están buscando los límites.
Y si no los ponemos, es como dejar a un ciego en medio de la pista de un aero-
puerto abandonado. Si su bastón no encuentra obstáculos y límites durante un
tiempo, quedará totalmente desorientado y perdido. Así veo a las hijas e hijos de
algunos conocidos y de algunos ex clientes. Curiosamente, la mayoría son hijos
biológicos.
Y aquí entra la idiosincrasia de cada niña y de cada niño. No es posible, y además
no es práctico ni es ético, imponer los mismos límites a todos, más allá de unas
normas mínimas de sentido común, que tienen que ver con su propia protección
física y con el respeto a la integridad de los demás. Y no hay actitud peor que que-
rer imponer una disciplina conforme a nuestra visión del mundo, sin tener en cuen-
ta que nuestros hijos son personas y no objetos.
72
la construcción de un nuevo hogar
Otra actitud extrema es igual o más dañina: rebelarnos totalmente contra nuestra
cultura familiar de origen y, queriendo superar a nuestros padres, hacer lo contra-
rio de todo lo que ellos nos impusieron, sin rescatar las partes válidas que pudo
haber. Son muchas las madres y padres que consienten en que sus hijos coman
lo que quieran, que no coman nada de lo que no les gusta, que no colaboren en
absoluto en ninguna de las pequeñas tareas de la casa conforme a la edad que
vayan teniendo, que vean televisión sin límite, simplemente porque sus padres les
obligaban o les prohibían con cierta rigidez. Si ya existen los pequeños tiranos
–muchas veces hijos únicos–, prevengo a las madres y padres adoptivos de no
crear pequeñas y pequeños dictadores, pues adopción + hijo único + madre y/o
padre consentidores supone comprar todas las papeletas para fabricar los peque-
ños monstruos egoístas e insolidarios del futuro.
Cuando la adopción se hace en pareja, es más fácil intercambiar los roles. Al prin-
cipio, yo era más rígido con mi primera hija, pues quería prevenir ese posible futu-
ro que he descrito. Mi mujer intentaba entenderla y paliar los primeros sufrimientos
de nuestra hija. Con el tiempo, yo me fui relajando. En parte, por haber cambiado
algunos de mis esquemas; en parte, por haber tirado la toalla en cuestiones que no
ya no considero de vida o muerte. Mientras, como si de vasos comunicantes se tra-
tara, Isabel fue tomando posiciones más firmes y enérgicas, sobre todo respecto a
las tareas y obligaciones escolares. Podría verse como la ley del péndulo o también
la de reparto tácito de tareas, que pueden ir cambiando con el tiempo.
Otra parte fundamental de la construcción del nuevo hogar fue la inclusión de
Chun Jiao en el sistema de nuestras respectivas familias de origen. Ha sido una
ventaja y una complicación el hecho de que mi mujer pertenezca a una familia en
que fueron trece hermanos y hermanas y yo a una de diez, con la multiplicación
de cuñadas y cuñados, sobrinas y sobrinos, y sobrinas y sobrinos nietos que esto
supone. Por un lado, nuestras hijas hacen a veces un pequeño esfuerzo por
entender el complejo entramado de relaciones de tías y tíos políticos, primos y pri-
mas que tienen la edad de ser sus tíos [algunos casados o con pareja] y, para
colmo, sobrinos y sobrinas de su misma edad con los que juegan como si fueran
primos y primas. Por otro lado, el colchón familiar es suficientemente amplio como
para recibir un cariño suplementario, apoyo en todos los aspectos y, sobre todo,
la sensación de haber sido acogidas en otra cultura a través de un vehículo tan
amplio. A esto se añade el colegio y la comunidad de vecinos, donde existen una
decena de niñas y niños de su edad, con los que ya forman una buena pandilla de
73
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
amigos. Las ventajas superan con mucho las dificultades. De vez en cuando nues-
tra hija mayor pregunta el grado de parentesco, como para asegurarse de la rela-
ción que tiene con cada cual. Tanto ella como nuestra hija menor adoran las
bodas, los cumpleaños y los festejos varios. En todos ellos siempre acaban cono-
ciendo algún pariente que no conocían o intimando con alguien a quien sólo cono-
cían superficialmente. Por las noches, cuando les pido que elijan la historia que
quieren que les cuente, en muchas ocasiones han contestado al unísono: “Cuén-
tanos historias de tu familia”. Es una forma de ir conformando un universo propio,
de ir enraizando los puntos de apoyo, las referencias a un pasado que complete
sus huecos y vacíos.
Antes de ser padres, teníamos una vida social bastante amplia. Íbamos con regu-
laridad a casa de ciertos amigos y amigas y ellos venían a su vez a nuestra casa.
Con la llegada de nuestras hijas, algunas amistades se han consolidado, porque
tienen hijos de la misma edad. Otras se han distanciado, simplemente porque no
podemos coincidir en las mismas actividades con los mismos horarios. Por otro
lado, el simple hecho de ser padres, y de ser padres adoptivos, ha suscitado el
surgimiento de nuevas amistades. Algunas muy sólidas, pues compartimos gus-
tos, preocupaciones, gozos y, sobre todo, la experiencia de un viaje de diez días
en común durante el que, tan sólo con mirarnos, en ocasiones sabíamos recípro-
camente qué estábamos sintiendo e intuíamos la intensidad interior de las mismas
vivencias.
74
la construcción de un nuevo hogar
Una cosa que sí tuve clara a la hora de decidir tener hijos es que me apetecía una
familia plural, tener hijos biológicos y también adoptados; quizás influenciada por
mi trabajo porque viajo mucho a Sudamérica y veo mucha pobreza, muchas fami-
lias que hacen que me sienta conectada con el mundo entero; esto me ha ayuda-
do a crearme una visión más global de nuestra existencia y hubo un momento en
el que pensé que yo podría ser uno de ellos, podría vivir como ellos y sobre todo
podría ser madre de alguno de esos niños. Una vez desarrollado el sentimiento
maternal, me atraía más la maternidad adoptiva que la biológica. Y así se lo plan-
teé a mi pareja. Pensamos en principio [por cuestiones prácticas y de reloj bioló-
gico] intentar un embarazo. Tuvimos mucha suerte porque en nuestro primer mes
de intento ya me quedé o nos quedamos, como nos gustaba decir, embarazados.
Una tremenda ilusión que se vio truncada en cuestión de semanas al perderlo
durante el primer trimestre. Algo bastante común, según nos dijeron. Intentamos
en seguida un segundo embarazo y en seguida también lo perdimos. Estaba den-
tro de la “normalidad médica” según nuestro ginecólogo. A nosotros muy normal
no nos parecía, pero aún así intentamos un tercero con los mismos resultados.
Después de haber ido perdiendo un trocito de alma con cada uno de los abortos
estábamos agotados; en mi caso física y emocionalmente, por lo que decidimos
darle la vuelta a la decisión y empezar los trámites de adopción para más adelan-
te intentar un nuevo embarazo si nos veíamos con ganas.
Ahí empezó nuestro camino particular hasta Heyu. Ahora sé que no podía ser otra
niña, que no estábamos preparados para ser padres de ninguno de los embara-
zos que tuvimos, que Heyu ha llegado a nuestras vidas cuando tenía que llegar,
ni antes ni después. En una ocasión me dijo una amiga, ya con la peque en
Madrid, que podríamos haber tardado dos meses menos en las gestiones si hubié-
ramos ido por atajos administrativos. Mi respuesta fue que entonces no habría
sido Heyu, seguramente sería otra niña y estaríamos encantados, pero no habría
sido ella y eso no lo cambiamos por nada del mundo y mucho menos por dos
meses de papeles burocráticos.
De todos los trámites con la Comunidad de Madrid y el Instituto del Menor y la
Familia me quedo con un ejercicio que hicimos con la asistente social que nos
atendió en el curso de formación. Consistía en compartir con el grupo, de forma
anónima, los miedos que cada uno sintiera con respecto a la adopción. Al hacer
la puesta en común me di cuenta de que mis miedos no eran sólo míos; muchos
de los que allí estaban sentían como yo. Y, sobre todo, al volver a casa en el coche
75
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
nos contamos Javier y yo nuestros respectivos miedos y, fue curioso, eran total-
mente diferentes. Nunca habíamos hablado de ello y nos ayudó mucho. A partir de
ese día aquellos miedos fueron un poco más pequeñitos de lo que habían sido
hasta entonces.
La espera es complicada y cada uno la vive a su manera, más bien como buena-
mente puede. En nuestro caso fueron dos años exactos desde que empezamos
los trámites hasta que viajamos a China para recoger a Heyu. Dos extraños años
en los que tu imaginación no para de volar. Dos años de trámites que ni te cues-
tionas, porque hay que hacerlos y ya está. Dos años de intriga, de muchas ganas
de abrazar a tu hijo, de preguntas por parte de tu entorno, de lágrimas también.
Dos años muy extraños.
Dos meses antes de viajar a China me quedé embarazada, un desliz. Creo que el
más inoportuno desliz de mi vida. Ya me habían avisado de que si me volvía a
quedar embarazada debería guardar reposo total en cama durante al menos el pri-
mer trimestre, pero tuvimos claro desde el principio que yo viajaría a China.
Llevaba “gestando” el viaje a China casi dos años y nada iba a impedir que yo via-
jara a recoger a nuestra hija, embarazada o no. A las cuatro semanas de conocer
la noticia lo volví a perder y resultó ser un alivio, la verdad, porque en ese momen-
to estaba totalmente centrada en nuestro “embarazo” burocrático.
Siempre digo que el viaje a China fue “El viaje alucinante”. Si es tu primera mater-
nidad o paternidad creo que todo te supera. Es una sensación muy extraña.
Veintitantas horas de viaje, tres aviones, llegas al aeropuerto de Nanchang y direc-
tamente nos trasladan al grupo al Registro Civil de la ciudad a recoger a las niñas.
Te ponen en los brazos a una cría que es totalmente ajena a ti y se supone que
ya te tienes que sentir madre o padre. Ella, que vivía apaciblemente en un orfa-
nato con una cuidadora maravillosa que conocimos, que probablemente nunca
había estado en brazos de un hombre, que a pesar de sus tan sólo diez meses de
vida se percataba de toda la situación, que debía pensar ¿quienes son estos dos
llorones, una con gafas, el otro con barba, que me alejan de lo que yo conozco?…
Empezó a llorar con todas sus ganas cuando nos la entregó la cuidadora. Nos
habían hablado mucho, demasiado quizás, de ese momento.
El momento de la entrega. Yo ahora lo desmitifico todo lo que puedo, porque, aun
siendo importante, no deja de ser otro trámite más, quizás el primer trámite en sí
de nuestra vida familiar, como pareja con hijos. Tendemos a sobrecargar todo el
76
la construcción de un nuevo hogar
proceso con un sentimentalismo que en ocasiones es casi una pose, un “tengo que
sentir que esta niña es mi hija”, y quizás el momento de la entrega sea el punto
álgido de todo ese proceso interior que cada uno de los miembros de la pareja ha
llevado a su manera. Pero lo cierto es que en ese momento yo no sentía mas que
cansancio, agotamiento. Heyu no paraba de llorar, no paró de llorar cuando llega-
mos al hotel, no quiso cenar a pesar de lo tragona que nos habían dicho que era
[y que de hecho sigue siendo], siguió llorando cuando la bañamos y sólo dejó de
hacerlo cuando se quedó dormida. Entonces la que empezó a llorar fui yo y recuer-
do decirle a mi pareja que no me sentía preparada para ser madre de una niña que
no dejaba de llorar. Estrés emocional, creo que lo llaman. Hacía dos horas que
Heyu estaba con nosotros y yo ya sufría de estrés emocional.
La primera y única vez en mi vida que he tomado pastillas para dormir fue la cuar-
ta noche en China por haber dormido las tres anteriores una media de dos horas
[la peque dormía como un tronquito, eso sí] y ya de regreso, en Madrid, estuve los
cuatro primeros meses permanentemente malita, con tonterías, pero soltaba una
y me cogía otra. Desde luego cada cual vive una misma experiencia a su mane-
ra, y a mí me dio por somatizar todos los nervios y mariposas que llevaba ence-
rrados en mi estómago y eso me llevó, incluso, a perder ocho kilos en cuestión de
seis meses.
Te hablan mucho de la adaptación del niño, pero yo podría escribir y escribir sin
cansarme de la adaptación de los padres. De la adaptación de los tres, en reali-
dad. Javier me lo explicó muy bien en una ocasión: “Esto es un triángulo, Mamen,
un triángulo equilátero y cada esquina debe hacerse cargo y preocuparse por las
otras dos, sin distinción, con equilibrio por todas las partes, sin descuidar a ningu-
na de ellas”. Qué metáfora tan bonita, mi familia es un triángulo equilátero. Y así
tiene que ser para que todo funcione correctamente.
Y hemos procurado que así sea, y lo seguiremos procurando en el futuro sin des-
cuidar en ningún momento el presente. Una de las primeras cosas que aprendí
con Heyu es a disfrutar de cada momento en sí mismo. Si nos dedicamos a jugar
con las pinturas, disfrutemos de las pinturas. Si estamos en la hora del baño, dis-
frutemos del baño. El tiempo con ellos pasa tan deprisa que a veces nos descui-
damos y nos enredamos en deseos de que sean más mayores, o de que apren-
dan a nadar o de que sepan hablar, y nos perdemos la mueca o la risa de ese
momento que no volverá a repetirse.
77
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Ahora estamos a la espera de que nos asignen otra hija. Entregamos el expe-
diente en China hace casi año y medio y se está retrasando el proceso un poco.
Pero sabemos que será cuando tenga que ser, al igual que ocurrió con Heyu. Ella
dice que lleva a su hermanita en la barriga, y la cuida y la da de beber poniéndo-
se perdida de agua.
Yo sé que este segundo viaje lo disfrutaré más que el primero, porque no estará
tan cargado de sentimentalismo y porque sé que el verdadero viaje comenzará
cuando lleguemos a casa. Entonces seremos un cuadrado, equilátero como todos
los cuadrados.
Puntos de reflexión
• Un hogar puede ser una línea, un triángulo, un cuadrado, un pentágono, un
hexágono, etc. Pero, en cualquier caso, nunca es una figura plana. Tiene pro-
fundidad, volumen, claros y sombreados.
• A nadie le han enseñado a ser madre o padre. Sólo tenemos el ejemplo que
hemos vivido con nuestros propios padres. A veces, se les imita inconsciente-
mente y se repiten actitudes y pautas de conducta. A veces, la intención es la
de hacer todo lo contrario de lo que se vivió, porque no se recuerda como un
aprendizaje modélico. En otras ocasiones, se intenta mejorar o superar a los
padres. Ninguna de estas posiciones es completa en sí, cuando no se hace un
intenso ejercicio de toma de conciencia sobre lo que queremos construir con
nuestros hijos y cómo queremos vivir esa etapa de la vida en que se es madre
o padre hasta que los hijos vuelan del nido para hacer su propia vida y cons-
truir, eventualmente, su propio hogar.
• La llegada de un hijo o de una hija, siempre requiere modificaciones internas y
externas. Adaptación del espacio, horarios, tareas y costumbres. Pero, funda-
mentalmente, exige un cambio de actitud: estar abiertos al aprendizaje conti-
nuo, porque, ni nuestra familia de origen, ni la experiencia de amigos y cono-
cidos ni ningún tipo de manual pueden darnos la solución a la singularidad de
cada niño y a la relación que establecemos con cada hijo.
• Aprender significa dejar atrás esquemas y viejos hábitos. Estar atentos a la
novedad de cada situación. Un hijo adoptado puede plantear pequeños retos
añadidos, porque, si tiene ya varios años de vida, su adaptación y la nuestra
exigirá un mayor grado de comprensión, paciencia y sabiduría.
78
10
Cuando la familia se amplía
Existen múltiples razones por las que se tiene un segundo o una segunda
hija. A muchas parejas les viene cuando menos se lo esperan. Otras quie-
ren tener un varón, si la primera ha sido niña, o al revés. En otros casos,
la pareja ya tiene decidido al unirse que quieren formar una familia con
varios hijos. Y en no pocas ocasiones, una pareja cree equivocadamente
que, en momento de crisis, un segundo nacimiento es lo que salvará la
unión. Y digo “equivocadamente”, porque, aunque pueda suceder, en
algunos casos se acentúan de hecho los desencuentros y la pareja acaba
rompiéndose. Además, es erróneo, porque un hijo o una hija no debería
ser un medio, sino un fin en sí mismo. Por añadidura, muchos niños sien-
ten inconscientemente estar al servicio de la unión de sus padres y, sin
saberlo, se pasarán la infancia culpándose de sus desavenencias o inten-
tando ser el aceite para engrasar la relación y convertir las tormentas en
arco iris. Antiguamente y aún en muchos países, ni siquiera se planteaban
ni se plantean las razones. Se tienen y ya está. Parecía la ley natural de la
vida. Un mandato divino o el único seguro de la vejez frente a altos índi-
ces de mortalidad.
Hoy día, en países desarrollados, los futuros padres y madres se lo piensan.
Quieren dar lo mejor a sus hijos. Calculan sus posibilidades económicas, el tiem-
po y las energías disponibles, ya que, en muchos casos, ambos progenitores tra-
bajan. Los hay que se dejan influir por la incertidumbre de las catástrofes que pue-
den avecinarse: naturales, económicas, demográficas, políticas. La inseguridad
ante el futuro.
SETENTA Y NUEVE 79
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Casi todo lo anterior puede influir también en madres y padres adoptantes que
deciden volver a iniciar el proceso para una segunda adopción. Hay, sin embar-
go, algunas diferencias. A nadie le viene la hija o el hijo en un descuido. Es fruto
de una decisión que hay que mantener en el tiempo, sorteando escollos y ven-
ciendo dificultades. Es una actitud proactiva que puede durar varios años. Por
otro lado, en muchísimos casos, se sabe ya que va a ser niña. Entonces queda
descartada la motivación de “tener la parejita niño-niña”. Sencillamente, porque
en muchos países, como en China o en India, las niñas que residen en orfanatos
son un noventa por ciento más numerosas que los niños y el porcentaje español
de niños asignados en adopción procedentes de estos dos países no supera el
cinco por ciento.
Personalmente, veo ahora los tres años que pasé siendo padre de hija única como
una especie de “luna de miel”. Mi deseo, mi dedicación, mis aspiraciones se halla-
ban colmadas. Mi mujer insistía en que una familia, para ella, tenía que ser más
numerosa. Además, ansiaba volver a China para poder ser madre de cualquiera
de las niñas que había visto desprovista de familia. Lucía Chun Jiao, por su parte,
echaba de menos tener niñas, amigas, hermanas en su misma casa. En su peque-
ña mente todavía quedaban los recuerdos del dormitorio con más cunitas y del
comedor repleto de compañeras. No tenía muy claro qué era eso de tener una her-
mana, pero sí se sentía muy sola cuando no estaba con amigas, primas o sobri-
nas. A ambos nos hacía volver a nuestra infancia llena siempre de hermanos y
hermanas, para jugar, pelearse, estudiar, comer, dormir, luchar por el espacio,
competir por el cariño materno y materno. De todo eso carecía nuestra primera
hija, a pesar de tener todo lo que ninguno de los dos habíamos tenido: una habi-
tación propia, la atención exclusiva de nuestros padres, ropa no heredada de los
mayores. Pero ni a mi mujer ni a mi hija les parecía suficiente compensación.
Cuando fui comprobando que corría el peligro de convertirse en la futura peque-
ña tirana caprichosa de mis fantasías catastróficas, accedí a iniciar los trámites de
una segunda adopción.
Cuando algunos conocidos nos preguntaban si nuestra situación económica era
tan boyante como para permitirnos los gastos de un segundo informe psicológi-
co y social, para reunir de nuevo una docena de certificados, pagar un segundo
viaje de ida a tres y de vuelta a cuatro, un segundo donativo obligatorio de tres
mil dólares para el orfanato…, les respondíamos que nuestra situación no era
80
cuando la familia se amplía
boyante, pero que siempre se puede dejar de lado los gastos que todos hace-
mos en ropa, viajes, libros, actividades culturales, salidas a restaurantes, etc. Y
ojalá hubiéramos sido fumadores, pues con tan sólo el ahorro de tabaco a lo
largo de año y medio de dos personas da para mucho. Desafío a cualquier lec-
tor a hacer las cuentas.
En cuanto nos llegó la foto de Shang Ping, Coral Delicado, sentí una infinita ter-
nura. Intuí que íbamos a establecer una relación especial. Ya estábamos más
avezados y pudimos esta vez ir por libres e incluso organizar el viaje con la cola-
boración de otras parejas procedentes de otras ciudades de España, que iban en
las mismas fechas y a la misma ciudad. Nos fue de muchísima ayuda la página
web y el foro correspondiente de Afac [Asociación de Familias Adoptantes en
China, creada en 1996 y con sede en Barcelona]. Durante un año, ni un solo día
dejé de abrir internet para conectarme con todos los participantes, a los que nos
unía al menos algo en común: habíamos adoptado o estábamos a punto de hacer-
lo por primera o por segunda vez. Era posible plantear nuestras dudas y temores,
expresar nuestras decepciones y esperanzas, compartir nuestras experiencias y,
sobre todo, intercambiar informaciones útiles sobre los cambios de legislación, los
casos difíciles que se iban resolviendo y el ritmo de resolución de expedientes de
asignación. Todo eso fue parte del “embarazo” de nuestro segundo parto.
Igualmente nos animó mucho contar con el Servicio privado chino BLAS [Bridge
of Love Adoption Service], que ayuda a cualquier adoptante que solicite sus ser-
vicios, con tarifas más que razonables. Gracias a ellos y a algunos amigos, pudi-
mos inaugurar junto con once personas más una nueva ruta Madrid-Hong Kong-
Cantón, sin pasar previamente por Pekín. A todos estamos muy agradecidos. Y,
en especial, a Ana Mosquera que, desde su puesto en la Embajada de España en
Pekín, nos iba informando con gran profesionalidad y dedicación de la marcha de
nuestros expedientes. Una fría noche de noviembre, a altas horas de la madruga-
da, la telefoneé calculando su horario laboral. No sabía nada de nuestro expe-
diente. Unos instantes de decepción. Segundos después me dice: “Espera, aca-
ban de llegar unos sobres que todavía no he abierto”. Abre el primero y, sincronías
de la vida, ¡era el nuestro! A partir de ese momento, quedaban muy pocos días
para organizar los últimos detalles del viaje colectivo de trece adultos y nuestra
hija mayor, que en esa época tenía seis años y medio.
81
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Con nuestra segunda hija, el primer encuentro fue totalmente diferente. Habíamos
llegado a la ciudad de Cantón con otras cuatro parejas y una madre que iba acom-
pañada de sus padres, pues su marido no había podido desplazarse. Las niñas
nos las entregaron en la Notaría General de la ciudad, que tenía una planta des-
tinada a Adopciones Internacionales. Era un gran edificio lleno de despachos. Nos
mandaron esperar en una habitación bastante pequeña que tenía varias sillas y
algunos juguetes. Empezaron a llegar los bebés de nueve meses con su cuida-
dora, pues cada niña venía de una zona de la ciudad. Nuestra hija era la única
niña de tres años y medio. Yo me cansé de esperar y me lancé por un larguísimo
pasillo. De pronto, miro hacia un despacho y, al fondo, en una silla, frente a una
mesa, veo a una niña vestida con pantalón azul y chaqueta naranja. Me dio un
vuelco al corazón: ¡era ella! En la foto que teníamos, se la veía muy sana, pero en
ese momento se la veía pálida, delgada y acatarrada. Fui en busca de Alfonso y
Lucía y nos presentamos allí los tres. La niña estaba con su cuidadora esperando
a nuestra guía e intérprete, pero como estaba ocupada con los demás padres
y madres, no acababa de llegar, así que, en cuanto confirmamos su nombre,
comenzamos a saludarla. La cuidadora, que sólo hablaba chino, era una chica
joven muy abierta y cariñosa. Se notaba que tenía afecto por la niña. Nuestra hija
se puso a llorar. La cuidadora, su “ayi”, le hablaba y le decía cosas. En un momen-
to dado, propuse cogerla. Su llanto aumentaba en esos momentos. ¡Qué apuro!
¡Qué momento más difícil! Yo me había teñido el pelo bastante oscuro para no
chocarla mucho, pero mis ojos azules eran como eran. Enseguida nuestra hija
mayor echó mano de las nubes de fresa que llevábamos y así consiguió calmar-
la; ella sabía tranquilizarla con sus mimos y carantoñas cariñosas. En un momen-
to dado, su “ayi” le pidió que dijera cómo se llamaba: “Wo jiào Shang Ping” dijo
entre suspiros. Su voz era seca y desgarrada. ¡Pobrecita, qué conmovedor oírla
por primera vez! También, a instancia de su cuidadora nos dijo: “Wo yào mama”.
Quiero a mamá, “Wo yào papa”. Quiero a papá. “Wo yào kè kè”. Quiero a mi her-
mana mayor. Era impresionante oírla repetir obedientemente estas frases cuando
estaba llena de miedo frente a nosotros. Así es que le fuimos dando todos los
regalos que la traíamos: una muñeca, un osito, galletas y dulces. Claramente, esto
último es lo que más le interesó.
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cuando la familia se amplía
Con mi segunda hija, empezar a ser madre fue difícil. Habíamos llegado a las cua-
tro de la tarde al aeropuerto de Cantón después de treinta y seis horas de viaje.
Directamente fuimos a recoger a las niñas a la Notaría. Había que rellenar un
montón de formularios y documentos. En la Notaría no hubo ni tiempo ni espacio.
Y se hizo la hora del cierre. Las guías nos llevaron al hotel ya con las niñas, a
pesar de que no estaban completados los documentos pertinentes. Mi marido se
quedó rellenando los papeles con todos los padres del grupo junto a las guías-
intérpretes en una sala del hotel. Como era ya la hora de cenar, me fui sola con
las niñas a un restaurante del hotel, esperando que Alfonso viniera pronto a cenar
y nos llevara a la habitación. El resto de las madres, tenían potitos para sus bebés
y se fueron a sus habitaciones.
Por mucho que el restaurante era elegante y en la mesa teníamos una comida
china excelente y abundante, Shang Ping Lidia miraba asustada hacia todas par-
tes y lloraba y lloraba sin parar. Ni mis brazos, ni mi cariño y mi ternura le servían;
me miraba con miedo, conmigo se ponía rígida como un palo. Yo me sentí fatal,
agotados todos mis recursos de dulzura, canciones, arrullos... Mi hija mayor inten-
taba calmarla, a ratos lo conseguía, pero al poco tiempo volvía el llanto descon-
solado. Intentaba darla agua, alguna cucharada de sopa y arroz, pero se había
metido en un “no” tajante y no había manera. La veía pálida, con la voz desgarra-
da por aquella rabieta, deshidratada. Me sentí desolada e impotente. Alfonso no
llegaba. Había pedido bastante comida y todo estaba allí en la mesa sin apenas
probar. No sabía cuál era el número de la habitación y tampoco sabía en qué sala
estaban exactamente con el guía. El hotel era grandísimo. Una mujer china que
estaba sola sentada en una mesa cercana nos miraba, aunque con mucha dis-
creción. Después de casi una hora en esta situación, cuando ya había agotado
todos mis recursos, me acerqué a ella llena de humildad. Por suerte, hablaba
inglés, le expliqué la situación y le pedí si podía intentar calmarla y que bebiera al
menos agua. Se acercó a nuestra mesa, le habló en chino, la cogió en brazos, la
arrulló y al rato se calmó, dejó de llorar, bebió y comió algo. Yo me sentí la madre
más inadecuada del mundo para esta niña. Menos mal que mi hija mayor que se
daba cuenta de mi agobio, estaba fiel a mi lado con su brazo alrededor de mi cue-
llo. En ese momento, era como el testimonio de que para ella sí que era una mamá
válida, pero para mi segunda hija era una extraña de ojos claros que la daba
miedo y en quién no podía confiar.
83
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
A media noche, dormida, la cogí en brazos y la llevé al baño a hacer pis, tal como
nos habían dicho. Era tan blandita y desvalida que me sentía llena de ternura al
tenerla en mis brazos. De pronto, noto que con su manita detrás de la espalda me
da unos golpecitos. “Bueno... ¡qué alegría!, algo inconsciente en ella se había
abierto hacia mí y comenzaba a aceptarme”, pensé.
Al día siguiente, por la mañana volvimos a la Notaría y Shang Ping volvió a encon-
trarse con su “ayi”. Comprobamos que tenía un buen vínculo afectivo con ella. La
cuidadora nunca la cogía en brazos aunque llorase, solo la hablaba y la hablaba.
Ella no entendía nada de inglés y nosotros tampoco entendíamos nada de canto-
nés. Cuando se despidió nuestra hija lloró de nuevo amargamente.
Entre las pocas cosas que nos entregaron había una cámara de kodak instama-
tic. Un mes antes, cuando había ido a comprar los billetes a una agencia de via-
jes china situada en la Gran Vía de Madrid, me encontré a una señora china tan
simpática que la pedí el favor de escribirme una carta dirigida al orfanato, para que
hicieran fotos de nuestra hija y pudiera después tener algún recuerdo de ese lugar.
Inmediatamente la había enviado junto con la cámara fotográfica. Las fotos que le
habían hecho estaban muy bien, pero lo más conmovedor es que nos dieron un
portafotos con un pequeño texto a la izquierda que decía:
Mis recuerdos
Cuando releo este texto, se me saltan aún las lágrimas. No es aún un árbol fron-
doso, pero ciertamente es un árbol bien enraizado, de hojas frescas y que ya da
frutos. Le costó lo suyo. Nos costó lo nuestro. Pero agradezco profundamente a
sus progenitores que le dieran la vida. No juzgo sus razones para abandonarla.
84
cuando la familia se amplía
Agradezco infinitamente los cuidados que recibió, con los medios que tenían, a
todos los que trabajaron y trabajan en el Orfanato de Guanzhou [Cantón en chino].
Cinco años después de estos recuerdos, a mí me quedan de poso otras vivencias.
Y ambas, las de mi mujer y las mías, forman parte también de las de Lucía y Lidia.
Forman parte de nuestra historia familiar ampliada.
Nuestra segunda hija, claramente tenía un buen contacto con los hombres o, al
menos, no los rechazaba. Desde el primer momento se vinculó más a mí que a su
madre. En parte, debido a circunstancias de su infancia que desconocemos. En
parte, porque Lucía ocupaba ya un espacio en su corazón y exigía mucha dedi-
cación materna para no caer en los celos. A veces, sólo quedaban libres mis bra-
zos y nuestra segunda hija se aferró a ellos muy pronto. A la salida de China, sólo
a los ocho o nueve días de conocernos, estaba yo en el mostrador intentando ulti-
mar los detalles de las plazas de avión y de la facturación de equipajes de todo el
grupo. Casi todos esperaban a cien metros la señal de que todo estaba listo. Para
ganar tiempo, les sugerí ponerse en marcha hacia el vestíbulo de salida, mien-
tras me daban la última tarjeta de embarque. Shan Ping Lidia, que iba en uno de
los carritos de equipajes, empezó a llorar. Su madre, le daba agua. Le pregunta-
ba en el chino rudimentario que habíamos aprendido si quería ir al baño, si tenía
hambre, si quería más agua. Ella seguía mirando a todos lados, especialmente
atrás. Como si no quisiera abandonar el lugar. Intentaba salir del carro. En un
momento dado me acerqué apresurado al grupo con todas las tarjetas listas. Me
vió, se relajó y dejó inmediatamente de llorar. Poco después entendimos que no
quería partir sin mí. Que pensaba que el grupo me abandonaba. Que el abando-
nado era yo. Desde aquel momento, nunca dejamos de tener miradas de compli-
cidad, antes de que aprendiera el castellano. Por cierto que pasó un año sin pro-
nunciar palabra. Era preocupante. Un buen día, de repente, soltó una frase con
una dicción y una sintaxis impecable: “Papá, cocodrilo, enciende el ordenador”.
[A veces habíamos jugado a que yo era un cocodrilo de cuyas fauces le encanta-
ba escaparse]. Empezábamos a conocer su orgullo y su perfeccionismo en apren-
der y hacer las cosas bien. Su timidez y su miedo al ridículo. Su no arriesgarse a
nada que no dominase previamente.
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Lucía y la familia.
Puntos de reflexión
• Antes las familias eran extensas y numerosas. Hoy día se han reducido. Una
hija o un hijo único siempre están buscando primos, amigos o vecinos para
jugar y crecer. No pueden estar todo el tiempo con los padres. Es difícil no
mimarlo o mimarla cuando atenciones y regalos son sólo para él o ella.
Además, no tienen día a día los límites y estímulos que imponen la presencia
de una hermana o un hermano. Éstas son las ventajas de ampliar la familia.
Las desventajas y obstáculos son tan variados y subjetivos que quedan en
puntos suspensivos…
• Muchos futuros padres y madres que han pasado por mi consulta expresan
preocupaciones de tipo económico. No quieren tener un primer hijo hasta
afianzar una posición económica. Un segundo, hasta tener una situación hol-
gada. El dicho “el hijo viene con el pan bajo el brazo”, sólo lo entendí después
de ser padre. Mi energía se centró en cubrir sus necesidades. Cuando surge
la necesidad, aparece la forma de satisfacerla. La función crea el órgano, y
no al revés.
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cuando la familia se amplía
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11
Una lenta y suave adaptación
El encuentro con la familia más allegada fue emocionante. Los más cerca-
nos fueron a recibirnos al aeropuerto. Lucía Chun Jiao les dio besos a todos
cuando la decíamos: “Chin chin ta” [dales un besito] y sonreía feliz. Su aper-
tura y sociabilidad se ha mantenido hasta ahora. Le encanta la gente. Es sim-
pática, expresiva y muy cariñosa. [La memoria es selectiva y mis recuerdos
de esta actitud los tengo de las semanas posteriores a la primera llegada al
aeropuerto].
En la casa, todo era sorprendente para ella. Se notaba que no había conocido un
ambiente similar. La exploración y la sorpresa continua de todo lo nuevo la tenían
asombrada y en un movimiento permanente de investigación. A los tres años y en
una vivienda occidental, se encuentra de pronto con un siglo de tecnología y
modernidad. Todos los botones la interesaban. La lavadora era su preferida.
Después del primer susto al oír su funcionamiento, se pasaba largos ratos en
cuclillas observando el movimiento, y su cabeza giraba hacia un lado y hacia el
otro. Parecía encantada, como si viera magia por todas partes. No paraba, esta-
ba tan estimulada, interesada y excitada con tantas cosas nuevas que parecía un
terremoto. Cuando familiares o amigos por teléfono me preguntaban ¿qué tal? Yo
decía: “Pues muy bien, es una niña preciosa, estoy feliz, pero parece que nos
hemos traído un terremoto de China, no para”.
Yo terminaba agotada al final del día de estar alerta frente a todo lo que hacía, por-
que había muchas cosas sorprendentes. Un día, de pronto, se puso a tirar vasos de
agua a los sillones del salón con toda su buena intención, como si estuviera hacien-
do algo propio y necesario. Hacía calor desde luego, pero claro, eso no es lo más
OCHENTA Y NUEVE 89
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
adecuado para hacer con una tapicería. Y pensar que podía hacerlo con los enchu-
fes de la casa me daba realmente miedo. Así es que continuamente había que estar
alerta a sus movimientos y a la escucha más profunda de sus motivaciones, sus
vivencias y su mundo anterior e interior. Era como una adivinación. ¿Podría ser que
donde vivió antes fuera habitual refrescar las sillas cuando hacía calor? ¿...?
Al principio nos dijeron que había vivido en una familia de acogida. Que cuando los
orfanatos estaban muy saturados era habitual que ciertas mujeres solas o familias
cuidaran en casa de varias niñas por algún dinero. De hecho, alguna vez habló de
que ella tenía antes una hermana mayor y una hermana pequeña. Nos habían asig-
nado una niña de tres años por la edad media que hacíamos la pareja y, por supues-
to, estábamos encantados con ella. Siempre pensamos que los niños más mayores
también tenían todo el derecho a salir del orfanato y a tener unos padres. Eso sí,
también entendía por qué la mayoría de las parejas pedía bebés de nueve meses.
Su adaptación puede ser más fácil desde esta corta edad. Son menos años de con-
dicionamiento y vivencias. Sin embargo, nuestra realidad y nuestra experiencia fue
tal como relato. Siempre me ha dado pena ver cómo había que cortar o corregir su
espontaneidad gozosa y creativa con muchos “noes”, pero obviamente esa es la
tesitura en la que nos encontramos a la hora de educar y adaptar a un niño a nues-
tra cultura y nuestro ambiente enriquecido; el precio a pagar es el de recortar su
espontaneidad y sus impulsos vitales en muchos momentos. Por eso, fue necesa-
ria mucha paciencia, atención y comprensión por ambas partes.
Gracias a nuestra buena amiga Wen Yu, violinista y musicoterapeuta, y a sus cla-
ses intensivas, amplié todo lo que pude mi conocimiento del chino con las frases
y palabras más necesarias para la convivencia cotidiana. Antes de ir a buscarla ya
había aprendido algo de chino, pero ahora, teniendo a Chun Jiao en casa, era
necesario entenderla y poder comunicarme con ella a sabiendas de que me enten-
día, para facilitarle la integración en nuestra casa y en nuestro mundo. Quise
hacer este esfuerzo porque me parecía demasiado fuerte para ella asimilar todo
el cambio a un nuevo núcleo familiar y una nueva lengua también de golpe, sin
ningún referente respecto a su primer idioma. Al menos de este modo, hacíamos
un pequeño puente. Aprendí algunas canciones de cuna en chino y todas las
noches se las cantaba una y otra vez. Ella estaba cada vez más feliz. Empezó a
hablar español en la cama diciendo: “mamá, papá y Lucía” y lo repetía como una
letanía: su primera asimilación de la nueva situación realidad social en la que esta-
ba. Otro día, también en la cama, con su lengua de trapo recién estrenada dijo:
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una lenta y suave adaptación
“Mamá, papá, camelo, chupa-chus, chicle”. ¡El colmo de su felicidad! Y así siguió
ampliando su asimilación del entorno. A los pocos días la oí decir: “mamá mío,
papá mío, casa mío, coche mío, todo mío, todo mío”.
Fue muy graciosa la situación que viví con ella la primera vez que fuimos al super-
mercado. Sentada dentro del carro de la compra iba recibiendo los diferentes ali-
mentos que yo elegía llena de alegría. Cuando llegamos a la caja y empecé a
sacar los alimentos para dejarlos en la cinta de la cajera, se puso desesperada.
Con una gran agilidad lo volvía a recoger todo y lo regresaba al carro diciendo:
“No, no, mío, mío, es mío”. De nuevo me faltaban las palabras adecuadas para
explicarle cómo era el proceso de comprar en un supermercado. Sólo me servían
los gestos y el cariño para contenerla en sus lloros y la angustia de perder todo
aquello tan bueno que había tenido tan cerca. De nuevo ella tenía que ser pacien-
te, aprender los nuevos procesos y confiar.
En casa, de nuevo la angustia de perder lo adquirido. Cuando me vio llevar las bol-
sas con la compra a la cocina y guardar la comida en el frigorífico y en los arma-
rios, de pronto, apareció de nuevo en ella el pánico. Empezó a coger las bolsas
que podía a toda velocidad y se las llevaba debajo de la mesa del comedor dicien-
do: “Yo guardo, ¿eh? Yo guardo”. Creo que nunca había visto armarios ni frigorífi-
cos y no sabía cuál era su utilidad. Las bolsas de plástico le parecían de lo más
apreciado y, desde luego, lo único adecuado para guardar cosas. Así es que la
nueva realidad se iba asentando día a día pero a base de choques emocionales
intensos que hablaban del gran contraste y la novedad con la que continuamente
se encontraba ella y, por ende, nosotros.
En septiembre, a los tres meses de venir de China, tenía que volver necesaria-
mente a trabajar. Lucía iría por las mañanas a una guardería que estaba justo
enfrente de casa, pero por las tardes, estaría en casa y a ciertas horas necesita-
ba a alguien que se ocupase de ella. Encontramos a una señora china que tenía
dos hijos más mayores que Lucía y que le interesaba el trabajo. En principio, Lucía
aceptó muy bien a Ling Wang, pero en cuanto veía que yo me iba a mi despacho,
aún estando en la propia casa, y la dejaba sola con ella, los lloros eran tremen-
dos. Creía que con una mujer china se encontraría más tranquila y mejor. Pues no
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
fue así. Al parecer, el vínculo creado conmigo en tres meses ya era consistente y
profundo. Así es que, por muy china que fuera la buena señora, dejarla con ella
era una batalla desgarradora día a día. Al final, no fue posible. Solución: eliminé
en lo posible las sesiones y las clases de la tarde y adapté todo lo que pude el
horario de trabajo a las mañanas.
Recuerdo que ésta era una de las dificultades que me ponía Alfonso delante antes
de adoptar. “No vas a tener tiempo para ella con el horario de trabajo tan amplio
que tienes”. Y yo respondía: “No pasa nada, ya buscaré a alguien que se ocupe
de ella. Total, en el orfanato ha estado con personas diferentes y sin atención
exclusiva de una mamá”. Sin embargo, cuando me llegó ese momento, entendí lo
que es la fuerza del cariño y del instinto de madre cuidadora, que se ponen en la
necesidad de los hijos con una gran dedicación y abnegación. “Si ella me necesi-
taba a su lado, yo reorganizaré mi trabajo de manera que pueda estar con ella”.
De hecho me dije: “Si he adoptado a esta niña para que sea mi hija, lo más impor-
tante ahora es que tenga tiempo para estar con ella todo lo posible, de otro modo,
¿de quién va a aprender lo que quiero trasmitirle y enseñarle? ¿Cómo va sentir
que la amo como hija si apenas le dedico tiempo?”.
Hay también un momento conmovedor que guardo en mi memoria como un teso-
ro. Fue un sábado por la mañana, a los cinco meses de estar aquí; recién peina-
da y arreglada con un vestido muy bonito, se dio la vuelta en el pasillo y me dijo:
“Gracias, mamá; y perdona, ¿eh?”. Literalmente sentí que temblaba y me recorría
una especie de calambre por el cuerpo. ¡Qué asombrosamente bello y tierno era
ver que se estaba dando cuenta de todo lo que estábamos viviendo! En aquella
simple frase es como estuviera reconociendo todo mi esfuerzo por traerla para
que fuera mi hija. Es como si también se diera cuenta de toda la dedicación y
el amor que ahora estaba poniendo en ella, incluyendo todas las dificultades de
su adaptación.
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una lenta y suave adaptación
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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una lenta y suave adaptación
Mi mujer y yo no tenemos una posición radical a este respecto. Durante los dos
primeros años, en muchas ocasiones, Lucía nos decía: “Yo, Chun Jiao”. Está claro
que tenía una conciencia determinada de su identidad y no quería cambiarla por
completo de repente. Después fue Lucía Chun Jiao. Ahora simplemente, Lucía,
aunque cariñosamente, a veces, la llamamos Chunyita. El proceso continúa.
Durante cuatro años, con más o menos entusiasmo, con más o menos resisten-
cias, fue aprendiendo los primeros caracteres chinos y manteniendo y afianzando
las palabras y frases que conocía. Durante parte del proceso, nosotros la acom-
pañamos. Lidia fue acompañando a su hermana desde que llegó de China. Ahora,
ambas se niegan a continuar recibiendo clases. La cuestión sigue abierta.
A los doce años, Lucía quiere ser como todas las niñas de su edad y de su clase.
Echa una mirada oblicua a los reportajes o noticias que tienen que ver con China,
mientras que Lidia, de nueve años, todavía se enorgullece cuando quien gana la
gimnasia rítmica son jóvenes chinas. Ambas, sin embargo, mantienen la ilusión de
un no muy lejano viaje a China, del que siempre hemos hablado en familia.
No hace mucho, un pequeño niño de seis años, español por adopción y nacido en
China, reconvenía a un adulto que le confundía con un japonés. Con gran orgullo
y seguridad de sí mismo, le decía: “¿Pero es que no ves bien? ¿No te das cuen-
ta de que soy chino?”. Y recuerdo como si fuese ayer una escena, que merecería
ser la primera imagen de cualquier reportaje sobre la integración cultural y la for-
mación de identidad de los niños adoptados procedentes de otros países.
Estábamos en un restaurante de Granada, un domingo de bastante afluencia.
Casi una decena de familias adoptantes habíamos reservado dos grandes mesas:
una para madres y padres; otra para una docena de niñas nacidas en China.
Había cinco que hablaban perfectamente catalán y castellano. Éstas se habían
juntado en la cabecera de la mesa. De repente, al entrar un numeroso grupo de
comensales que habían reservado la mesa de al lado, empezaron a cantar al uní-
sono: “¡Somos chinesas, somos chinesas!”. A todos nos hizo gracia ese arranque
de espontáneo de afirmación de su propia singularidad, como parte de su identi-
dad. Es como si se curasen en salud ante las miradas curiosas o las preguntas
repetitivas que habrían podido oír a lo largo de su corta vida. Una especie de vacu-
na contra el racismo y una vitamina de autoestima.
A pesar de que cada vez es más frecuente ver a madres o padres con hijas e hijos
de diferente raza, y de que muchas personas están al tanto del fenómeno de la
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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una lenta y suave adaptación
Puntos de reflexión
• A pesar de que las hijas o hijos adoptados sean muy pequeños, hay que con-
tar siempre con un tiempo que necesitan para adaptarse: al entorno, a los hora-
rios, a las comidas, a la cultura familiar y a la cultura social. Por parte de las
madres y de los padres: a su constitución psicosomática, al estado de salud
con el que llegan, a su temperamento, en suma, a su singularidad y personali-
dad incipiente.
• Si las hijas e hijos tienen más de dos o tres años, hay que integrar sus recuer-
dos y vivencias, aunque no las expliciten, y su carácter. Ellos, por su parte,
necesitan un tiempo para sentirse de verdad queridos, para confiar en que no
volverán a ser abandonados, aunque se porten mal o no respondan a nuestras
expectativas.
• No hay que preocuparse por el desconocimiento del idioma. En general, el
aprendizaje de la nueva lengua –a veces de dos lenguas en las Comunidades
bilingües–, es extraordinariamente rápido.
• El posible retraso escolar será recuperado con paciencia, si se dan los sufi-
cientes refuerzos, sin huir del problema ni manifestar ansiedad. Confianza y
paciencia es lo que se requiere.
• Frente a los posibles comentarios racistas, xenófobos o discriminatorios en
razón al hecho de la adopción, lo mejor es saber que pueden producirse y mos-
trar seguridad y firmeza, para que los hijos e hijas que los reciban se sientan
contenidos, protegidos y con los recursos propios de su edad para responder
a los mismos.
• En la medida en que las diferentes sociedades en que se consolida y multipli-
ca la recepción y acogimiento de hijas e hijos adoptivos van integrando este
hecho social, más fácil será la integración posterior de las hijas e hijos adopta-
dos. Todavía es pronto para tener suficientes datos sobre el enriquecimiento
demográfico y cultural que produce para un país el fenómeno de la adopción
internacional.
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Entre hermanas
Muchas veces me han preguntado si mis hijas son hermanas. Pues claro que
lo son, puesto que son ambas hijas mías y de mi mujer. Evidentemente, lo
que quieren preguntar es si son hermanas biológicas, si vinieron de China
juntas, si nacieron en la misma ciudad y, a continuación, que cómo se llevan,
que si se quieren...
A pesar del tiempo transcurrido, me sigue sorprendiendo la pregunta. No me sor-
prende tener que explicárselo a mis hijas cuando se pelean entre sí, como cual-
quier niña de su edad y, en un momento de ira, una le dice a la otra: “Y además
no eres mi hermana”. En esos momentos les explico: “Sois hermanas, porque
tenéis el mismo papá y la misma mamá, aunque no hayáis estado en su tripita ni
en la tripita de la misma mamá. Sois hermanas porque tenéis los mismos apelli-
dos, vivís en la misma casa, vais al mismo colegio, tenéis la misma abuela, los
mismos tíos y tías, los mismos primos y primas. Y eso hasta el final de la vida. Sois
hermanas, porque cuando ya no estemos más con vosotras, guardaréis en vues-
tro corazón nuestro amor de padres y seréis las herederas de todo lo que os
hemos transmitido, y también de esta casa”. Nunca han discutido tan contunden-
tes razones. A medida que vayan creciendo podré ir ampliando sus niveles de
comprensión. Pero seguro que no hará falta, porque no pueden vivir la una sin la
otra: se quieren, se pelean, se adoran, y también se odian a veces, como herma-
nas biológicas. No encuentro ninguna diferencia con las amigas de su edad que
tienen hermanas. Es enternecedor ver a la mayor coger en brazos a la menor, pro-
tegerla de otros niños e incluso de nuestras regañinas. Igual de enternecedor que
ver a la menor imitándola e intentando superarla en algunas cosas o no querien-
do ir a muchos sitios si no va su hermana.
NOVENTA Y NUEVE 99
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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entre hermanas
Algunas madres y padres que repiten una segunda adopción deciden no llevar a
la primera o primer hijo al país de origen por múltiples razones. Porque coincide
con el calendario escolar y no quieren interrumpirlo; porque piensan que puede ser
traumático volver a su país de nacimiento, si todavía no está totalmente integra-
da; por no aumentar los costes de la adopción con el pago de otro billete y de una
cama suplementaria en el hotel; por poderse dedicar totalmente a los trámites
burocráticos y primeros cuidados del nuevo hermano o hermana… En nuestro
caso, nos pareció que Lucía tenía la edad y la integración suficiente como para
arriesgarnos. Y la experiencia fue positiva en general.
Durante las semanas posteriores a la llegada a casa, ambas contemplaban con
mucho interés el vídeo que habíamos grabado durante los diez días de viaje y
estancia en China. De hecho, lo mismo que Lucía había visto durante meses y
meses el vídeo de nuestro primer encuentro con ella, ambas, al principio, y Lidia
Shan Ping, después, miraban una y otra vez el vídeo y los álbumes de fotos que
la concernían. Era una parte fundamental de su propia integración. Pero su
adaptación fue mucho más rápida gracias a dos factores. Cada vez que algo le
asustaba o cada vez que no sabía qué hacer ante un nuevo objeto, una nueva
costumbre, una nueva situación, allí estaba su hermana mayor. La miraba y la
seguía. Confiaba en ella. Se relajaba ante lo desconocido si la primogénita iba por
delante en la acción. En esto, Lucía nos fue de enorme ayuda y pudo empezar a
desarrollar día a día su enorme capacidad de ayudar y cuidar. Lo lleva en el
temperamento. Es su carácter y, para nuestra sorpresa, hemos ido comprobando
que las bases esenciales de su personalidad ya las tenía muy formadas cuando
llegó a España.
Otro factor que aceleró la evolución psicológica, afectiva y cultural de nuestra
segunda hija fue la posibilidad que tuvimos de matricularla en un centro privado
concertado. En un principio, por nuestra formación y por nuestra experiencia, pre-
ferimos con Lucía que siguiera en la enseñanza pública. La escuela infantil de la
Comunidad le había ido muy bien, así que durante cuatro años fue a una escuela
pública, curiosamente se llamaba y se llama “Divino Maestro”, a pesar de ser una
escuela laica. Pero, sólo dos años después de la venida de Lidia, pudimos matri-
cular a ambas en el mismo Centro concertado. Esto también fue fuente de celos
y de infelicidad durante ese periodo. Obviamente, el centro privado tiene menos
alumnos por clase, mejores y más amplias instalaciones y, sobre todo, una aten-
ción personalizada en psicólogos, orientadores profesionales y profesores de
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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entre hermanas
momentos, más allá de que el clima se enrarezca y puede que mi mujer y yo vea-
mos en ese momento de diferente manera el asunto en cuestión o quién empezó
la pelea o quién tiene razón, reflexionamos sobre cómo nos hemos relacionado
esos días entre nosotros. Y esto, porque los niños son como esponjas y absorben
los desacuerdos y desencuentros de sus padres y, en muchas ocasiones, los
reproducen inconscientemente actuándolo con los hermanos o hermanas. Para
mí, es el barómetro más exacto de cuál es en cada momento el clima emocional
entre mi mujer y yo. Cuando hay demasiadas peleas, no hay que culpabilizarlas,
sino aprovechar ese toque de atención para mirar hacia dentro, reflexionar y cam-
biar en nosotros lo que haya que cambiar.
Y los celos no van siempre en una dirección. La hermana mayor por verse medio
destronada, sino también la hermana menor por querer ser la mayor y tener las
mismas responsabilidades y los mismos derechos. Todo, para ellas, tiene que ser
igual. Durante un tiempo, cada vez que recibían un regalo, no lo abrían y espera-
ban a ver qué es lo que la otra había recibido. Al principio, incluso casi siempre
querían lo que había recibido la hermana. Supongo, o prefiero suponer, que no es
algo exclusivo de nuestras hijas, sino algo que puede pasar o que, de hecho, pasa
con más frecuencia de lo que los padres suelen contar.
Al final de los finales, una segunda adopción complica las cosas, pero enriquece
la vida de toda la familia y, en especial de las hijas e hijos. Si pasamos por enci-
ma de las dificultades, las peleas entre ellos, los celos, la competitividad por ver a
quién quiere más mamá o papá, una hermana o un hermano también lo es para
toda la vida y, a la muerte de los padres, puede ser, si ellas y ellos lo quieren, la
relación más sólida, junto con la de su posible pareja e hijos, cuando formen otro
hogar. Pero eso será en el futuro. En el presente de todos los días, el saldo de la
balanza se inclina por la cantidad de horas que pasan juntas en juegos comparti-
dos, en descubrimientos conjuntos, en conversaciones que consolidan el conoci-
miento mutuo, en pequeñas ayudas recíprocas de “hoy por mí, mañana por ti”.
Es un alivio dejarlas haciendo tareas escolares, dibujando o incluso viendo una
película infantil, mientras trabajamos en los despachos del piso de abajo, sabien-
do que no están solas, que no se aburren, que si tienen alguna duda, pueden
resolverla entre ambas.
Cuando era pequeño, en alguna ocasión envidié a dos o tres compañeros que
conocí como hijos únicos. Tenían de todo. Pero ¡cómo se aburrían solos en sus
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Lidia, 6 años.
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entre hermanas
Puntos de reflexión
• La hermandad no es algo que se elige, sino algo que se aprende. Viene im-
puesta por los padres y por las circunstancias de la vida. En este aprendizaje
tiene mucho que ver la actitud de los padres. Algunos tenderán a repetir o, por
el contrario, a evitar, lo que vivieron en su infancia con sus respectivos herma-
nos y hermanas. Quienes fueron hijas o hijos únicos, improvisarán o tenderán
inconscientemente a paliar algo que ellos no tuvieron.
• No es necesario idealizar el vínculo entre hermanos. Tiene sus luces y sus som-
bras. Por un lado, aprendizaje, compañerismo, juegos en común, protección, po-
sibles modelos de comportamiento… Por otro, competitividad y peleas, celos,
necesidad de distinguirse y encontrar el propio espacio. Por encima de todo, la
posibilidad de contar con una red de apoyo más intensa y extensa en el futuro.
• Para madres y padres, el tener más de un hijo, aparte del esfuerzo económico
de tener que cubrir más necesidades o de tener que satisfacer menos deseos
personales, supone fundamentalmente tener que incrementar el grado de aten-
ción y la capacidad de sorpresa. Estar abiertos al enriquecimiento que supone
bregar con demandas simultáneas y contradictorias a veces procedentes de los
hijos. Enfrentarse a personalidades diferentes –a veces opuestas– y responder,
por un lado, con pautas comunes y, por otro, de forma personalizada y diferen-
te sin caer en la arbitrariedad ni en el agravio comparativo entre hermanos.
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Solidaridad, compañerismo, amistad
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solidaridad, compañerismo, amistad
tenares de escritos cruzados entre los que participaban en el foro, datados entre
los años 2000 y 2002. En ellos se hablan de miedos y esperanzas, se cruzan infor-
maciones concretas sobre gestiones a hacer y dónde hacerlas, los días que que-
dan para recibir la invitación a viajar según el número de expediente, las cosas
necesarias para llevar en el viaje, gastos de estancia, trucos para bregar con difi-
cultades materiales y emocionales, significados de nombres chinos. Se dan reco-
mendaciones prácticas y consejos para el viaje, para los primeros momentos de
encuentro, para la adaptación posterior. Toda una wikipedia práctica para este
trance, que se vive como tal hasta que pasan unos años.
Se buscan contactos para viajar juntos y se formulan centenares de preguntas
sobre los temas más diversos, relacionados todos con ese gran paso que supone
adoptar. Ese gran viaje de ida y vuelta. Se plantean cuestiones éticas, filosóficas,
sociales y políticas que suscita la adopción. Se comparten experiencias muy emo-
tivas y se consolidan relaciones virtuales que, en algunos casos, se convierten en
amistades muy reales. La sensación que queda cuando se participa y cuando se
releen los textos –o cuando se entra en el actual foro– es la de pertenecer a una
gran familia, en la que no importan las diferentes sensibilidades, el nivel económi-
co y cultural, la lejanía o cercanía geográfica, las creencias ni las ideologías. Sólo
cuenta el objetivo final de los que todavía no han adoptado y la experiencia común
de los que ya lo han hecho. Y las ganas de hacerlo bien y de ayudar a los que vie-
nen detrás. Sus caras más visibles, Asun Loste, Enric Méndez y Roberto Pili, éste
último, padre, no de una, sino de tres hijas nacidas en China.
Rafa Bonacasa, asiduo de la lista en un periodo, la describía así en su despedida
de este foro, en octubre de 2002: Desde hace algún tiempo la lista Adopchina se
ha convertido en un importante lugar de encuentro de familias y observadores
estudiosos, desde donde cientos de personas comparten una inquietud y una con-
secuencia común: la adopción y sus nervios… Es una lista muy a tener en cuen-
ta a la hora de sentirse acompañado en un camino que a uno se le figura largo,
complejo, amargo, cuando uno se embarca en la hermosa decisión de ser padres
por la vía de la adopción. Gracias a esta Lista se hace dicho camino menos largo,
mucho menos complejo y algo menos amargo.
En la mayoría de las ocasiones, la cercanía del lugar geográfico es lo que impul-
sa a participar en reuniones preparatorias o festivas y a colaborar en una u otra
de las múltiples organizaciones privadas que han ido surgiendo. En nuestro caso,
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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solidaridad, compañerismo, amistad
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Admiro a quien compagina todo esto con una tarea continuada en la ayuda a
madres y padres adoptantes desde las asociaciones y las ECAIs o desde los dife-
rentes foros de internet y revistas especializadas. Algunos han convertido esta
ayuda en una especie de segunda profesión, en un apostolado laico, en una acti-
vidad solidaria y desinteresada. Desde estas páginas, toda mi solidaridad y cari-
ño, pues gracias a ellos, no sólo puede encontrarse información muy completa y
apoyo emocional, sino que también hemos podido tener presencia pública como
colectivo ante la opinión pública, la Administración del Estado y las Administra-
ciones de las respectivas Comunidades autónomas.
Por nuestra parte, seguimos disponibles para ayudas y esfuerzos puntuales. Cada
edad tiene su tarea y su contribución. Nuestro grano de arena fue ya puesto al
abrir la vía en la Comunidad de Madrid, y en su momento, para poder adoptar sin
tener que pasar por una ECAI. También para inaugurar el viaje por Hong Kong,
sin pasar por Pekín, antes de que existiese el consulado español de Shanghay.
Esperamos también, que nuestro testimonio desde estas líneas contribuya a ani-
mar, reafirmar, suscitar el debate en las cuestiones abiertas y contribuir a aumen-
tar la solidaridad, el compañerismo y la amistad, en aquello que tenemos en
común, sin perder nuestras diferentes identidades en lo profesional, geográfico,
político o ideológico.
Puntos de reflexión
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solidaridad, compañerismo, amistad
113
14
La integración de la diversidad
Ha llovido mucho desde que madres y padres adoptivos tuvieron que empe-
zar a dirigirse a otros países, porque ponerse en la lista de espera para adop-
tar en España podía suponer esperar hasta cinco o más años. Algunas veces
la espera ha durado ocho años. En algunas Comunidades las listas se ha-
bían cerrado temporalmente, porque no había suficientes niños susceptibles
de ser adoptados en relación con la demanda creciente de parejas que que-
rían ser madres y padres adoptivos. En poco más de una década, la adop-
ción ha pasado de ser un hecho privado a constituir un fenómeno social. Y
esto ha supuesto tener que adaptar la legislación vigente, elaborar nuevas
normas, suscribir convenios internacionales, firmar acuerdos bilaterales
con numerosos Estados y crear Organismos estatales especializados. Un
asunto de Derecho Civil privado se ha convertido en un asunto de Derecho
Administrativo y de Derecho Internacional, público y privado.
Una condición que parecía vergonzante y, por tanto, se mantenía en secreto, se
ha convertido en muy poco tiempo en algo aceptado, conocido, comentado conti-
nuamente en los medios de comunicación, objeto de estudio y tema cinematográ-
fico y literario. De hecho, cada vez es más frecuente ver anuncios en que apare-
cen niños españoles de otras razas junto a sus padres. Desde el momento en que
se decide ser madre o padre de una niña o un niño nacido en China, India, Haití,
Etiopía, Colombia, Nepal o Kazajastán, por poner varios ejemplos, se está prepa-
rado para recibir la mirada ajena. Es como ir con un cartel por la calle: mi hija o mi
hijo ha sido adoptado. O lo que es lo mismo: soy madre o padre adoptivo. Y esto,
que cada vez llame menos la atención en grandes ciudades, quizá necesite para
ser aceptado socialmente un mayor tiempo en poblaciones más pequeñas.
Aquí se produce una doble diversidad. En primer lugar, somos padres y madres
no biológicos, pero con todos los derechos, obligaciones, preocupaciones y satis-
facciones de cualquier madre o padre. Pero el hecho de la adopción implica cier-
tas vivencias y un tipo de problemática que no tienen el resto de madres y padres.
Somos distintos, pero no diferentes. Lo mismo que nuestros hijos e hijas. En
segundo lugar, el hecho de que éstos pertenezcan mayoritariamente a una raza
distinta implica igualmente aumentar el amor y el apoyo a nuestras hijas e hijos
para facilitar la construcción de su propia identidad. Igualmente es necesario incre-
mentar el grado de madurez y serenidad ante los más que probables comentarios
que tendremos que oír en algunas ocasiones. Cuanto más claro y asentado ten-
gamos estos dos hechos distintivos, que no hechos diferenciales [e insisto, porque
somos distintos, pero no diferentes], más fácil será para nuestras hijas e hijos res-
ponder emocionalmente a las miradas, gestos y palabras de otros niños o de sus
padres y madres.
Varios recuerdos me vienen a la memoria. Al mes de llegar nuestra primera hija,
una amiga le dijo mirándola a los ojos: “No sabes la suerte que has tenido. ¡Es
como si te hubiera tocado la lotería!”. El comentario me sorprendió. En primer
lugar, parecía dicho a nuestra intención, porque ella todavía no entendía espa-
ñol. Por otro lado, parecía que nos estaba halagando por lo que habíamos
hecho, pero yo sentía que era un comentario totalmente inexacto e inoportuno.
Nosotros sentíamos realmente que era a nosotros a los que nos había tocado la
lotería. Éramos los que habíamos tenido la suerte de que un largo proceso, que
había comenzado años atrás, hubiera culminado con una hija que se mostraba
alegre, curiosa, simpática, además de estar básicamente sana y ser guapa. He
leído decenas de testimonios de otras madres y padres que han tenido que oír
comentarios parecidos o preguntas descaradas, malintencionadas o, cuando
menos, inoportunas. Otras veces, sin mala intención, quienes hacen preguntas
o comentarios son personas que consideran una heroicidad o un acto de gran
generosidad ser madre o padre de un ser no nacido de las propias entrañas y
que no tiene los mismos genes. Y madres y padres adoptivos solemos pensar, y
a veces comentar, que es difícil explicar que no lo sentimos así y que esas per-
sonas no saben lo que se pierden.
En otra ocasión, paseando por un parque, dos niñas pequeñas que iban de la
mano de su padre, no dejaban de mirar a nuestras hijas y de comentar al mismo
tiempo: “¡Papá, son chinas, papá, son chinas!”. El padre, algo avergonzado, ace-
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la integración de la diversidad
leró el paso, tras echar una mirada de soslayo. En esos momentos, comprendí cla-
ramente que los niños reaccionan en función de la posición de sus padres, de los
comentarios que oyen en su entorno familiar. Me hubiera parecido más adecuado
que les hubiera hecho algún comentario o incluso que se hubiera detenido a char-
lar con nosotros.
Pero lo cierto es que España en los años 70 era un país monocolor y que, de ser
un país exportador de emigrantes, se ha convertido en un país receptor de inmi-
grantes, en sólo una o dos generaciones. La adopción internacional ha venido a
sumarse a que España se convierta en un país multicolor. Pero los hechos se han
adelantado al cambio total de mentalidad. Lo normal es que todavía puedan pre-
guntar a mis hijas o a cualquier niño de raza diferente: “¿De dónde eres?”. Y la
mayoría de los padres y madres adoptivos, que hemos vivido en un país en donde
las cuestiones raciales no han sido hasta ahora motivo de estudio ni de enconos
como, por ejemplo en Estados Unidos, solemos responder que son españolas
nacidas en tal o cual país, o simplemente que son de la ciudad en donde viven.
Pero esto no suele bastar al interlocutor. Y es frecuente que se permita preguntas
o comentarios impertinentes del tipo: “¿Y por qué no habéis adoptado a un niño
del Este que se parece más a vosotros?” O “¿Es hija vuestra o es adoptada?” o,
lo que es peor “¿Y os ha costado mucho?”. A cada pregunta he respondido con
contundencia, pero no sin cierto enojo al comprobar que los atavismos y prejuicios
son lentos de erradicar.
Afortunadamente no he oído comentarios como los que recoge Beatriz San
Román en una completísima ponencia presentada en el I Forum Internacional de
Infancia y Familias, celebrado en Barcelona en 2006. La tituló muy expresiva-
mente: “Yo chocolate, papá galleta. Adopción y estereotipos raciales: la expe-
riencia de las familias”. Una niña le dice a su madre: “Mamá, ¡esa niña negrita le
ha llamado mamá a esa señora!”. Y la madre responde: “Calla hija, que ella tam-
bién es una criatura de Dios y no tiene la culpa de nada”. Parecería un chiste de
los años cuarenta, si no fuera un hecho real que debió producir perplejidad e
indignación a la madre adoptante. Otro comentario recogido en esta misma
ponencia: Ante un niño de tres años que había cogido una rabieta en el parque,
porque no quería volver a casa, un transeúnte exclamó: “¡Qué salvaje, tendrían
que devolverlo a la selva!”. Me pegunto si se hubiera atrevido a decir: “tendrían
que devolverlo al vientre de su madre”, si no hubiera sido adoptado y, además,
no hubiera sido de piel oscura.
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la integración de la diversidad
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
A menudo, para mi ser madre [adoptiva, ¡que a veces me olvido!] de dos niñas
negras es como andar sobre la cuerda floja, pero sabiendo que, si pierdo el equi-
librio, quien se cae no soy yo, son mis hijas. Y eso me da mucho miedo. Ser madre
de una niña negra significa:
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la integración de la diversidad
Puntos de reflexión
• Muchas personas se preguntan por qué madres y padres adoptivos van tan
lejos, en lugar de adoptar niños nacidos en España. Actualmente hay unos
30.000 niñas y niños españoles tutelados por los Servicios Sociales de las
respectivas Comunidades Autónomas. Sólo un 10% son susceptibles de ser
adoptados plenamente. Por poner un ejemplo, sólo en la Comunidad valen-
ciana se registraron entre 1999 y 2006 cerca de 5.000 solicitudes de adop-
ción nacional.
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
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15
Ir creciendo en salud
Crecer en edad, sabiduría y gracia significa que nuestros hijos e hijas vayan
integrando en sus vidas más salud física, mental, emocional y espiritual.
Salud espiritual entendida como salud integral, no compartimentada. Una
salud basada en la armonía entre el interior y el exterior, el organismo y el
entorno, el yo y el tú. Una salud que no considere el cuerpo una simple
máquina hecho de piezas que pueden recambiarse. Una salud que tenga en
cuenta también la armonía global: tener un propósito en la vida, ser capaz
de amar y ser amado y alimentar el sentimiento de solidaridad hacia todos
los seres vivos.
Una de las preocupaciones comunes de madres y padres adoptivos suele ser el
estado de salud que tendrán sus hijas e hijos en el momento de la adopción.
Muchos especifican en la solicitud que el futuro hijo esté sano. Esto que puede
parecer egoísmo o capricho es un síntoma de simple realismo. Adoptar a un
menor con problemas específicos de salud requiere una actitud y una preparación
especiales. Hay personas preparadas y admirables que adoptan, aun a sabiendas
de que existe una enfermedad o que incluso hacen constar que no les importa. En
ocasiones, sobre todo en adopciones nacionales, piden expresamente a un menor
que tiene necesidades especiales de atención.
Si se consultan las diferentes estadísticas sobre trastornos de salud de los meno-
res adoptados procedentes de otros países, llama la atención la enorme lista de
trastornos. Leerla entera es comprar papeletas seguras para el desánimo. Por
ejemplo, basta con leer los completísimos cuadros de enfermedades y sus inci-
dencias del número 2 de los Anales de Pediatría, del informe “Adopción interna-
cional: guía de informaciones y evaluaciones médicas”, elaborado por G. Oliván
124
ir creciendo en salud
Si cualquier madre o padre se preocupa por la salud de sus hijos cuando son
pequeños, parece que los adoptantes añaden una dosis suplementaria de preo-
cupación, por el hecho de ignorar casi todo sobre cómo fue la gestación, la lac-
tancia [si la hubo] y las circunstancias y condiciones de los primeros meses o años
de vida de sus hijos. Además, existen ciertas características especiales sobre las
que es necesario informarse. Por ejemplo, muchos de los padres y de las madres
que han adoptado en China se han preocupado por haber observado una peque-
ña mancha, con forma de hematoma a la altura del coxis. Es una mancha abso-
lutamente generalizada en el noventa por ciento de niños africanos y asiáticos. Es
lo que se llama la mancha mongólica, a pesar de que también aparece en un cinco
por ciento de niños de raza caucásica o blanca. En muchas ocasiones, desapare-
ce con la edad.
La ignorancia y el prejuicio también han hecho temer a numerosos padres y
madres adoptantes que el pequeño aplastamiento del cráneo en la parte posterior
fuese debido a malos tratos o inmovilidad en la cuna. Generalmente es una con-
formación de raza y no es en absoluto una deformación ni influye en el grado de
inteligencia ni de ninguna otra capacidad cognitiva.
En 1999, es decir, en el siglo pasado [aunque parezca una broma, internamente
me parece que hace siglos], cuando llegó nuestra primera hija, se sabía mucho
menos sobre los posibles trastornos de salud que podían presentar los niños naci-
dos en países como Colombia, China o Rusia. A nosotros nos recomendaron
hacer un examen general en el Hospital del Niño Jesús de Madrid. Todavía recuer-
do [aunque fuera, insisto, el siglo pasado] las repetidas visitas a este magnífico
Centro especializado en enfermedades infantiles. Todo un mundo de pasillos,
enfermeras y enfermeros, doctoras y doctores, colas de madres y padres ansio-
sos, tristes o esperanzados, esperas interminables… con la ansiedad a cuestas
de tener muy pocos datos sobre el pasado de nuestra hija. Allí coincidíamos con
algunas de las parejas que habían adoptado recientemente en China, incluso en
la misma ciudad y fechas que nosotros… y nos calmábamos mutuamente dándo-
nos pequeñas informaciones útiles.
En general, tanto los adoptantes como las autoridades sanitarias desconfiábamos
de la veracidad y/o de la calidad de las vacunas recibidas que constaban en un
pequeño carné que nos habían entregado en el momento de la adopción. Muchos
médicos y centros sanitarios suelen recomendar repetir algunas de las vacunas
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ir creciendo en salud
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ir creciendo en salud
Lidia, 8 años.
Puntos de reflexión
• La mayor parte de las deficiencias de salud con que nos encontramos por pri-
mera vez a nuestras hijas e hijos adoptados suelen desaparecer en un tiempo
razonable, al cambiar las condiciones de alimentación, higiene, atención, cui-
dados y cariño.
• Es conveniente que, si nuestra hija o hijos manifiesta alguno de los síntomas
enumerados, no lo consideremos un caso aislado o de mala suerte. No hay
nada de que avergonzarse. Es más frecuente de lo que se cree en el niño que
fue institucionalizado en algún momento.
• En los casos de trastornos psicosomáticos, confiar más en una terapia infantil
adecuada que en tratamientos médicos milagrosos. Sobre todo, cuando se
recomienda medicación que deba tomarse a largo plazo.
• Si no se pertenece a ninguna asociación de madres y padres adoptivos, es
muy aconsejable no aislarse e intentar relacionarse regularmente con otros
padres y madres abiertos a compartir sus experiencias.
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Nuestros maestros los niños
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nuestros maestros los niños
Ello supone cambiar nuestra actitud como padres y madres, dejar de pensar que
tenemos todas las respuestas o que nuestros hijos son los depositarios de todas
nuestras expectativas. Supone también poder volver a conectar con nuestro niño
o niña internos, no aquél que tenía carencias, porque en ese caso querríamos col-
mar a nuestros hijos de aquello que no tuvimos, pero que, tal vez, ellos no echen
en falta ni soliciten. Se trata más bien de conectar con el auténtico niño interior que
todos llevamos dentro, aunque lo hayamos olvidado. Aquel que era capaz de
maravillarse y entrar en éxtasis en cualquier momento y por cualquier cosa. Aquél
al que nunca cansaba la repetición y que podía sorprenderse una y otra vez ante
las ranas que croaban cada verano en la misma charca o las figuritas de los Reyes
Magos que avanzaban cada noche unos pasos para acercarse al Portal de Belén.
Seremos buenos padres y buenas madres si podemos ser buenos discípulos de
nuestros hijos al menos en una cosa: en aprender a conectar de nuevo con la
auténtica inocencia –que no con la ingenuidad–. Se me antoja que éste sería un
paso imprescindible para recuperar una parte vergonzante de nosotros, una parte
sumergida en el sótano del inconsciente. Para recuperar esta parte, bastaría con
escuchar atentamente los estados de espíritu internos de un niño o de una niña
pequeña, sin quererlos racionalizar ni manipular. Es el aprendizaje de otro idio-
ma que no pasa por las palabras ni por la razón. Un lenguaje que nos hace viajar
por el país del alma: el país donde cuerpo, mente, corazón y espíritu se unifican.
Esto es lo que hace felices realmente a nuestros hijos e hijas. Lo que les propor-
ciona seguridad. No el exceso de cosas ni de palabras, sean consejos o prome-
sas. Sólo el vernos felices, en paz con nosotros mismos. La auténtica presencia.
Si estamos con ellos, estamos totalmente, sin mirar el reloj, sin pensar en las
cosas que quedan por hacer. Cuando no estamos, que sepan que estamos
haciendo otras cosas también importantes, al menos para nosotros, pero que vol-
veremos. Asegurarles de que la vida es un ir y volver, sucesivas tomas de contacto
y retiradas. Pero que la retirada es momentánea. Que no es un abandono.
Tal vez sea esta recuperación del niño interno de cada uno, de ese niño que
vivía plenamente el ahora, que estaba completo en sí mismo, el paso indispen-
sable para que mejore la situación de esa gran parte de la infancia del mundo
que es explotada, que muere por hambre o enfermedades que se pueden fácil-
mente curar. Esa parte de la humanidad que es la principal víctima de todas las
guerras.
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Esa infancia abandonada es reflejo de nuestro niño interno herido. Y son los hijos
quienes mejor reabren nuestras heridas de infancia al reflejarnos antiguos miedos
olvidados o cuando nos ponen en situación de tener que afrontar nuestras propias
limitaciones más o menos compensadas. Poderlas mirar de frente, sin ocultarlas
ni proyectarlas en ellos, es una ocasión única para volverse adultos maduros e
integrados y pasar del estado de necesidad al estado de amor, de la queja al agra-
decimiento, del pedir al dar, del sufrimiento al gozo.
La resolución de adoptar supone olvidarse de la teoría del “gen egoísta”: a muchos
mamíferos les importa más la perpetuación de sus genes que la de su especie. Es
normal, por ejemplo, entre los leones. Parece hoy día un atraso de los humanos en
pleno siglo XXI. Adoptar supone decidir conscientemente dedicar una enorme can-
tidad de tiempo, recursos y años de vida con todo el amor de que se disponga al
hijo adoptivo, exactamente lo mismo que se dedicaría a un hijo de la propia sangre.
Pero esto no significa que los padres adoptivos seamos héroes. Ni tampoco villa-
nos. No somos más ni menos que las madres y los padres biológicos. Tal vez la
única heroicidad hoy día sea simplemente la de ser madre o padre. Aunque, bien
pensado y dados los tiempos que vivimos, también puede serlo ser simplemente
hija o hijo. O sencillamente, vivir plenamente con alegría y esperanza el tiempo
que nos ha tocado vivir y aportar nuestro grano de arena a nuestro largo camino
evolutivo.
La maestría que los hijos tienen en su infancia en espontaneidad, gozo, atención
al presente e inocencia, no significa que la tengan en absoluto en todo lo demás.
Y tal vez lo más difícil para nosotros sea tener que ser maestros de todo y discí-
pulos de algo. Poner límites cuando hay que ponerlos. Saber que la responsabili-
dad de sus vidas es totalmente nuestra al principio e ir cediendo partes de esa res-
ponsabilidad a medida y al ritmo de su propio crecimiento y de su edad, hasta que
sean totalmente responsables de sus propias vidas. De eso se trata.
Una de las maestrías que tiene la inocencia infantil es que no puede ser engaña-
da en el fondo durante mucho tiempo. Los niños son como esponjas. Absorben sin
pasar por la mente los estados de ánimos de sus respectivos padres y madres. Es
inútil que intentemos sonreír o pronunciar palabras de calma si estamos tristes,
preocupados o enfadados. Ellos lo captan y, en muchas ocasiones, manifiestan
los mismos estados con llantos sin razón alguna, miedos o irritabilidad. En muchas
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nuestros maestros los niños
ocasiones somatizan esos estados que no son suyos. Incluso es bastante fre-
cuente que manifiesten inconscientemente las palabras no dichas, los estados no
expresados y los actos fallidos de la madre o del padre. Los estados de ánimo y
las acciones de nuestros hijos son un barómetro perfecto para medir nuestro esta-
do emocional y la temperatura demasiado alta o demasiado baja de nuestras rela-
ciones de pareja. A veces me han sorprendido las preguntas y los comentarios de
mi hija menor cuando tenía seis años en momentos puntuales de dificultades en
las relaciones entre mi mujer y yo. Es como si tuviera una bola de cristal. Pero
estoy seguro de que la tienen la mayoría de niñas y niños en esas edades. Lo
expresen o no.
Su lógica es simple pero contundente. He aquí una muestra del diálogo entre una
madre y su hija al salir un día de la guardería, contada por el padre en uno de los
foros de internet:
Por ello, no podemos mentirles ni tampoco dar explicaciones que luego no poda-
mos mantener. Su lógica inocente es totalmente impecable, aunque a veces la
creamos ingenua.
A los siete años mi hija menor me preguntó qué era una virgen. En estos casos,
intento mediante otras preguntas saber cuál es su grado de información y también
que desarrolle su propia lógica. Le pregunté a mi vez que qué es lo que le habían
dicho en el colegio o las compañeras. Siguiendo mi método, ella no me contestó,
sino que me volvió a preguntar “a la gallega”:
–¿Lucía es virgen?
–Sí.
–¿Y yo?
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
–Sí.
–¿Y mamá?
–No.
–¿Y la abuela?
–No.
–Ah, virgen es que no le han puesto la semillita.
–Eso es.
–¿Y la Virgen María?
–¿Qué te han dicho en el colegio?
–El Espíritu Santo. ¿La palomita?
–Eso es.
–¿Tú te lo crees?, porque eso no puede ser.
Puntos de reflexión
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nuestros maestros los niños
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17
La cultura de la adopción
1. Familia tradicional: menor que vive con el padre y la madre que lo ha traido al
mundo.
2. Menor que vive con un solo progenitor.
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la cultura de la adopción
3. Menor de padres separados o divorciados. Puede vivir con uno, con los dos
alternativamente o, incluso, además, con el padrastro o la madrastra si uno de
los dos progenitores o los dos se vuelven a casar.
4. Menor en acogida, con padres de acogida y padres biológicos. Puede tener
o no contacto con éstos, según la situación. A veces, desafortunadamente, se
producen cambios de las familias de acogida.
5. Menor adoptado, con padres adoptivos y padres biológicos. En la mayoría de
los casos, sobre todo en las adopciones internacionales, el menor adoptado
desconoce sus raíces.
Los siguientes tres módulos intentan paliar el sentimiento de exclusión o margina-
ción que pueden vivir todos estos menores cuando se habla del árbol genealógi-
co o de la historia y características familiares en clase.
Módulo 2
Se recomienda introducir de vez en cuando el concepto de la adopción. En la edu-
cación infantil, empleando de vez en cuando las palabras “adopción” y “adopta-
do” y leyendo algún cuento al respecto.
En el primer ciclo de primaria, si algún niño comunica que acaba de tener un
hermano, puede aprovecharse para mencionar que algunos menores entran en
una familia por adopción. Si hay algún menor adoptado en la clase, esto le da la
oportunidad de decirlo. Pero sólo si quiere. Es necesario cuidar el lenguaje. No
existen “madres naturales”, sino “madres biológicas” y “madres adoptivas”, pues,
en otro caso, parecería que las no “naturales” serían “antinaturales”. Por supues-
to, no existen “hijos naturales”, ni “hijos ilegítimos”. Cuando en una clase hay algún
menor adoptado, hay que velar atentamente para que no se convierta en objeto
de burlas o de falsa compasión.
En el segundo ciclo de primaria, el menor adoptado es consciente de pertene-
cer a una minoría. De ser la excepción y no la regla. Lo más frecuente es que no
quiera hablar de ello y hay que respetar su decisión personal de cuándo y a quién
quiere decírselo o cuándo necesita no hablar de ello en absoluto.
Módulo 3
Existen trabajos escolares que pueden suscitar la exclusión o el malestar. No se
trata de suprimirlos, sino de adaptarlos. Por ejemplo, si se propone dibujar el árbol
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Módulo 4
Aprender un lenguaje positivo de la adopción, pues, aunque es un hecho feliz para
el menor en su conjunto, tiene partes dolorosas que pueden dar lugar a que pase
vergüenza, miedo o generar una falta de autoestima. En general, nunca hay que
referirse a la condición de menor adoptado, salvo cuando los mismos niños sus-
citen la cuestión o se trate de una exposición pedagógica. Para ello, es necesario
tener siempre en cuenta, y explicitarlo, que se puede formar parte de una familia
de nacimiento, de acogida o de adopción. Que todas ellas son aceptables. Que la
felicidad y el amor de cada familia no se miden por el modo en que está constitui-
da. La adopción es una forma más de entrar en una familia. No es un estado ni un
inconveniente. Por ello, nunca debe decirse “fulanito es adoptado”, sino “fulanito
fue adoptado”. Así queda claro que es una circunstancia, como nacer en una ciu-
dad o en otra, pero no un estado civil ni un estado que imprima carácter.
142
la cultura de la adopción
Todo esto irá conformando una cultura más amplia. Y así como son los hijos quie-
nes enseñan a los padres en muchas ocasiones hábitos más sanos de alimenta-
ción y de reciclaje ecológico, porque lo han aprendido en la escuela, también pue-
den ir corrigiendo a los padres y madres no adoptivos ciertas palabras y formas de
expresión cargadas de emoción y prejuicio, que amplifican la ausencia de lazos de
sangre como algo terrible. Es muy frecuente oír preguntas hechas por adultos del
tipo: “¿Pero se sabe quiénes son sus verdaderos padres?”. Ante preguntas tan
atávicas, que personalmente me parecen decimonónicas o, cuando menos, anti-
cuadas, sólo se puede responder: “Los verdaderos padres somos nosotros. De los
biológicos, desgraciadamente no sabemos nada, pero les estamos infinitamente
agradecidos por haber puesto en el mundo a estas preciosidades, y sentimos
mucho que por sus circunstancias no hayan podido disfrutar de ellas”.
Así, poco a poco, el fenómeno de la adopción dejará de ser tema de moda, de
debate, de crítica o de deseo, para pasar a formar parte de una sociedad cada vez
más plural, libre, igualitaria y fraterna. Y este es el pequeño grano de arena que
madres y padres adoptivos, educadores y todas las personas que se especializan
en el mundo del menor adoptado podemos poner en el enriquecimiento de la gran
familia humana.
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Puntos de reflexión
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18
Contener, acompañar, disfrutar
Anoche mis hijas se acostaron algo más tarde de lo habitual. Algo trama-
ban. Desde mi despacho, oía el trasiego de una habitación a la otra, susu-
rros, cuchicheos. Al levantarme esta mañana, encuentro la mesa del desa-
yuno puesta con una enorme bandeja de pastas primorosamente coloca-
das. En mi silla, una enorme bolsa de papel llena de envoltorios. Ah, se me
había olvidado que era mi cumpleaños. A ellas no. Me cantan “cumpleaños
feliz”, al tiempo que, más expectantes que yo mismo, observan mis reac-
ciones, el más mínimo de mis gestos, mientras parsimoniosamente voy
desenvolviendo paquete tras paquete: una graciosa muñeca de trapo con
pelo naranja y ojos azules. Lucía dice: “¡Soy yo!”. Un gran marcalibros de
tela en forma de Pinocho. Lidia subraya: “Para que lo pongas en el libro
que estás escribiendo”. Y yo: “Me encantan. Hoy mismo los pongo junto a
mi ordenador y, aunque estéis en el cole, estaréis también conmigo”. Y mi
mujer: “A que de pequeño nunca te regalaron una muñeca”. “¡¡Claro que
no!, en mi época a los niños no se les regalaba muñecas ni a ninguna de
mis hermanas se le hubiera ocurrido regalarle una a mi padre”. Me parece
casi tan guapa como Lucía!”. Y sigo desenvolviendo pequeños paquetitos:
un lápiz gigante, una enorme goma de borrar en forma de chicle, un reloj de
pulsera con grandes números de colorines, un minúsculo estuche con lápi-
ces apenas mayores que la de una falange del dedo corazón, un cascabel,
un sobre con tres euros y un mensaje de “para que seas rico”, una caja de
lápices de colores, una foto de ellas con su abuela, un clip para coger pape-
les lleno de cuentas multicolores… Y ellas contando… “¡más de doce rega-
los! Estarás contento, ¡a que sí!”.
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contener, acompañar, disfrutar
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
ceso de formación de identidad de los hijos es, tal vez, una de las tareas más
delicadas de la maternidad y la paternidad conscientes.
Acompañar significa etimológicamente compartir el mismo pan. Y con los hijos
compartimos no sólo el pan de cada día, sino también sus descubrimientos y sus
temores, sus alegrías y sus momentos de desazón, sus dudas, sueños y espe-
ranzas. Y no es forzosamente los consejos, las amenazas ni las batallitas lo que
más les acompañan. Se puede acompañar desde la verdad desnuda, la mirada,
el silencio, la risa o el llanto. Pero siempre que no falte la presencia. Estar pre-
sentes, totalmente presentes. Y atentos, totalmente atentos. Esto es lo que nues-
tros hijos necesitan. Lo que nosotros hubiéramos necesitado de nuestros padres
en todo momento. Afortunadamente, las condiciones materiales han evoluciona-
do. Tenemos más formación y más información que las generaciones anteriores.
Es lógico ponerlas al servicio de nuestros hijos. Y ellos de los suyos. Así evolu-
ciona la conciencia, así se escribe la larga marcha de la historia del ser humano.
Lidia y la serenidad.
148
contener, acompañar, disfrutar
Puntos de reflexión
149
Conclusión
152
Epílogo y prólogo de un debate más amplio
154
epílogo y prólogo de un debate más amplio
155
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Mi niño
Se me ha perdido un niño en la noche,
y también la noche de ser un niño.
Por las estrellas se oye su vocecita,
la voz que me llena de estrellas y alegría.
Me llama en los jardines y por las calles,
llamo a un niño que es mío y nadie lo sabe,
se esconde entre sus risas y sus miradas,
tiene cara de ángel entre sus dos alas.
Si me oyen hablar, como en sueños, a mi niño,
que no me despierte nadie, que no se ha ido.
José María Torres Morenilla
156
Apéndices
Art. 175
1. La adopción requiere que el adoptante sea mayor de veinticinco años. En la
adopción por ambos cónyuges basta que uno de ellos haya alcanzado dicha
edad. En todo caso, el adoptante habrá de tener, por lo menos, catorce años
más que el adoptado.
2. Únicamente podrán ser adoptados los menores no emancipados. Por excep-
ción, será posible la adopción de un mayor de edad o de un menor emancipa-
do cuando, inmediatamente antes de la emancipación, hubiere existido una
situación no interrumpida de acogimiento o convivencia, iniciada antes de que
el adoptando hubiere cumplido los catorce años.
3. No puede adoptarse:
1º. A un descendiente.
2º. A un pariente en segundo grado de la línea colateral por consanguinidad o
afinidad.
3º. A un pupilo por su tutor hasta que haya sido aprobada definitivamente la
cuenta general justificada de la tutela.
4. Fuera de la adopción por ambos cónyuges, nadie puede ser adoptado por más
de una persona. En caso de muerte del adoptante, o cuando el adoptante sufra
la exclusión prevista en el artículo 179, es posible una nueva adopción del
adoptado.
Redactado por la Ley 21/1.987, del 11 de noviembre (B.O.E. del 17 de noviembre), de modificación de
determinados artículos del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de adopción. La
redacción del apartado primero fue establecida por la L.O. 1/1.996, del 15 de enero (B.O.E. del 17 de
enero), de Protección Jurídica del Menor.
Art. 176
1. La adopción se constituye por resolución judicial, que tendrá en cuenta siem-
pre el interés del adoptando y la idoneidad del adoptante o adoptantes para el
ejercicio de la patria potestad.
2. Para iniciar el expediente de adopción es necesaria la propuesta previa de la
entidad pública a favor del adoptante o adoptantes que dicha entidad pública
haya declarado idóneos para el ejercicio de la patria potestad. La declaración
de idoneidad podrá ser previa a la propuesta. No obstante, no se requiere pro-
puesta cuando en el adoptando concurra alguna de las circunstancias siguien-
tes:
3. 1º. Ser huérfano y pariente del adoptante en tercer grado por consanguinidad
o afinidad.
2º. Ser hijo del consorte del adoptante.
3º. Llevar más de un año acogido legalmente bajo la medida de un acogimien-
to preadoptivo o haber estado bajo su tutela por el mismo tiempo.
4º. Ser mayor de edad o menor emancipado.
4. En los tres primeros supuestos del apartado anterior podrá constituirse la adop-
ción, aunque el adoptante hubiere fallecido, si éste hubiese prestado ya ante
el Juez su consentimiento. Los efectos de la resolución judicial en este caso se
retrotraerán a la fecha de prestación de tal consentimiento.
Redactado por la L.O. 1/1.996, del 15 de enero (B.O.E. del 17 de enero), de Protección Jurídica del
Menor.
Art. 177
1. Habrán de consentir la adopción, en presencia del Juez, el adoptante o adop-
tantes y el adoptando mayor de doce años.
2. Deberán asentir a la adopción en la forma establecida en la Ley de
Enjuiciamiento Civil:
1º. El cónyuge del adoptante, salvo que medie separación legal por sentencia
firme o separación de hecho por mutuo acuerdo que conste fehacientemente.
2º. Los padres del adoptando que no se hallare emancipado, a menos que
estuvieran privados de la patria potestad por sentencia firme o incursos en
158
apéndices
causa legal para tal privación. Esta situación sólo podrá apreciarse en proce-
dimiento judicial contradictorio, el cual podrá tramitarse como dispone el artí-
culo 1.827 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
No será necesario el asentimiento cuando los que deban prestarlo se encuen-
tren imposibilitados para ello, imposibilidad que se apreciará motivadamente
en la resolución judicial que constituya la adopción.
El asentimiento de la madre no podrá prestarse hasta que hayan transcurrido
treinta días desde el parto.
3. Deberán ser simplemente oídos por el Juez:
1º. Los padres que no hayan sido privados de la patria potestad, cuando su
asentimiento no sea necesario para la adopción.
2º. El tutor y, en su caso, el guardador o guardadores.
3º. El adoptando menor de doce años, si tuviere suficiente juicio.
4º. La entidad pública, a fin de apreciar la idoneidad del adoptante, cuando el
adoptando lleve más de un año acogido legalmente por aquél.
Redactado por la L.O. 1/1.996, del 15 de enero (B.O.E. del 17 de enero), de Protección Jurídica del
Menor.
Art. 178
1. La adopción produce la extinción de los vínculos jurídicos entre el adoptado y
su familia anterior.
2. Por excepción subsistirán los vínculos jurídicos con la familia paterna o mater-
na, según el caso:
1º. Cuando el adoptado sea hijo del cónyuge del adoptante, aunque el consor-
te hubiera fallecido.
2º. Cuando sólo uno de los progenitores haya sido legalmente determinado y
el adoptante sea persona de distinto sexo al de dicho progenitor, siempre que
tal efecto hubiere sido solicitado por el adoptante, el adoptado mayor de doce
años y el padre o madre cuyo vínculo haya de persistir.
3. Lo establecido en los apartados anteriores se entiende sin perjuicio de lo dis-
puesto sobre impedimentos matrimoniales.
Redactado por la Ley 21/1.987, del 11 de noviembre (B.O.E. del 17 de noviembre), de modificación de
determinados artículos del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de adopción.
159
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160
apéndices
Las condiciones y requisitos que han de reunir estas agencias privadas para su
acreditación son:
• Que sean entidades sin ánimo de lucro.
• La inscripción en el registro correspondiente.
• Que en sus estatutos conste la finalidad de la protección de los menores.
• Que dispongan de los medios materiales y equipos pluridisciplinares necesa-
rios para el desarrollo de las funciones encomendadas.
• Que estén dirigidas y administradas por personas cualificadas por su integri-
dad moral y por su formación en el ámbito de la adopción internacional.
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apéndices
Pensión de orfandad
163
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rrollo, unido al descenso de la natalidad en España, han originado que en los últi-
mos años el número de menores extranjeros adoptados por españoles o residen-
tes en España se haya incrementado notablemente. En dicha situación surgen
nuevas necesidades y demandas sociales de las que se han hecho eco numero-
sas instituciones tanto públicas como privadas, que han trasladado al Gobierno la
necesidad de adecuar el ordenamiento jurídico a la realidad social actual. El
aumento de adopciones constituidas en el extranjero supone, a su vez, un desafío
jurídico de grandes proporciones para el legislador, que debe facilitar los instru-
mentos normativos precisos para que la adopción tenga lugar con las máximas
garantías y respeto a los intereses de los de los menores a adoptar, posibilitando
el desarrollo armónico de la personalidad del niño en el contexto de un medio fami-
liar propicio. Todo ello en el marco de la más escrupulosa seguridad jurídica que
redunda siempre en beneficio de todos los participantes en la adopción interna-
cional, especialmente y en primer lugar, en beneficio del menor adoptado. El
transcurso de los años ha proporcionado perspectiva suficiente para apreciar la
oportunidad de una Ley que pusiera fin a la dispersión normativa característica de
la legislación anterior y reuniera una regulación completa de las cuestiones de
derecho internacional privado necesariamente presentes en todo proceso de
adopción internacional.
II
La presente Ley conjuga los principios y valores de nuestra Constitución con las
disposiciones de los instrumentos internacionales en materia de adopción que son
parte de nuestro Ordenamiento jurídico. En especial, es preciso poner de mani-
fiesto la trascendencia que tienen en esta nueva ordenación los principios conte-
nidos en el Convenio de las Naciones Unidas sobre los derechos del niño, de 20
de noviembre de 1989, en la Declaración de Naciones Unidas sobre los principios
sociales y jurídicos aplicables a la protección y al bienestar de los niños, conside-
rados sobre todo desde el ángulo de las prácticas en materia de adopción y de
colocación familiar en los planos nacional e internacional (Resolución de la Asam-
blea General 41/1985, de 3 de diciembre de 1986), en el Convenio relativo a la
Protección del Niño y a la Cooperación en materia de Adopción Internacional, he-
cho en La Haya el 29 de mayo de 1993, ratificado por España mediante Ins-
trumento de 30 de junio de 1995.
164
apéndices
III
La Ley tiene por objeto una regulación normativa sistemática, coherente y actua-
lizada que permite dar respuesta al fenómeno de la adopción internacional en
España. El articulado se divide en tres Títulos. Bajo la rúbrica «Disposiciones
generales», el Título I establece el ámbito de aplicación y la intervención de las
entidades públicas competentes en materia de protección de menores, con espe-
cial detenimiento en la especificación de las funciones que desarrollan las entida-
des colaboradoras en la adopción internacional. Así, en el Capítulo I se establece
el ámbito de aplicación de la norma, el objetivo pretendido por esta Ley de esta-
blecimiento de garantías de las adopciones tomando siempre como guía el inte-
rés superior de los menores, y se señalan cuáles son los principios que informan
la adopción internacional en consonancia con la Convención de los Derechos del
Niño de 20 de noviembre de 1989 y el Convenio de La Haya de 29 de mayo de
1993 sobre la protección de los derechos del niño y cooperación en materia de
adopción internacional. Cierra este capítulo la determinación de las circunstancias
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La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
que impiden la adopción, en esa línea de procurar que las adopciones tengan
lugar únicamente cuando existen las garantías mínimas suficientes.
En el Capítulo II se recoge la intervención de las Entidades Públicas de Protección
de Menores en el procedimiento de adopción y las funciones de intermediación
que únicamente podrán llevarse a cabo por entidades colaboradoras previamente
acreditadas por la Entidad Pública española competente y por la autoridad corres-
pondiente del país de origen de los menores.
La función intermediadora que se atribuye en exclusiva a estas entidades colabo-
radoras ha impuesto al legislador la tarea de configurar un marco jurídico que con-
jugue la prestación integral del servicio que tienen encomendado con unos meca-
nismos básicos para su acreditación y control, que deberá ser ejercido por las enti-
dades públicas competentes.
En este marco relativo a la acreditación, seguimiento y control de las entidades
colaboradoras, se aborda otra serie de cuestiones como la posibilidad de formali-
zar acuerdos de cooperación entre estas entidades ante situaciones especiales,
la posibilidad de establecer la coordinación entre las Entidades Públicas de
Protección de Menores competentes, la decisión sobre el número de entidades
colaboradoras de adopción internacional en países concretos, los supuestos de
suspensión o retirada de la acreditación a entidades colaboradoras acreditadas en
varias Comunidades Autónomas, la concreción del carácter de la relación de las
entidades colaboradoras con sus representantes en el país de origen de los meno-
res y la responsabilidad de aquéllas por los actos que éstos realicen en las fun-
ciones de intermediación.
Por otra parte, el Capítulo III regula la idoneidad de los adoptantes partiendo
de la definición de su concepto, de la determinación de las cuestiones y aspectos
a que debe referirse y del establecimiento de su plazo máximo de vigencia.
También en este Capítulo se impone a los adoptantes una serie de obligaciones
postadoptivas y se reconoce el derecho de los adoptados a conocer sus orígenes
biológicos. Consciente el legislador de la trascendencia de esta cuestión desde la
perspectiva del libre desarrollo de la personalidad de las personas adoptadas, se ha
conjugado el ejercicio de este derecho con las necesarias cautelas para proteger la
intimidad de las personas afectadas. De esta forma se establecen dos limitaciones
fundamentales: por una parte, la legitimación restringida a la persona del adoptado
166
apéndices
una vez alcanzada la mayoría de edad o bien con anterioridad si está representada
por sus padres y, por otra parte, el asesoramiento e intervención necesaria de las
Entidades Públicas competentes para facilitar el acceso a los datos requeridos.
Concluye el Capítulo con un precepto específicamente destinado a la protección
de los datos de carácter personal, de conformidad con el informe de la Agencia
Española de Protección de Datos.
La segunda parte de la Ley se destina a regular las normas de Derecho interna-
cional Privado relativas a la adopción internacional. Así, el Título II consta de tres
partes bien diferenciadas.
En primer lugar, ofrece una regulación completa de la competencia de las autori-
dades españolas para la constitución, modificación, conversión y declaración de
nulidad de la adopción internacional. Inspirada en el principio de «conexión míni-
ma», una autoridad española no debe proceder a la constitución, modificación o
declaración de nulidad de una adopción internacional si el supuesto no aparece
mínimamente conectado con España. De ese modo, se evita la penetración de
foros exorbitantes en la legislación española, foros que pueden provocar la cons-
titución de adopciones válidas en España pero ineficaces o inexistentes en otros
países, especialmente en el país de origen del menor.
En segundo lugar, la Ley regula la legislación aplicable a la constitución de la adop-
ción internacional por autoridades españolas, así como a la conversión, modifica-
ción y declaración de nulidad de la misma. Con el fin de lograr una mejor sistemá-
tica, el Capítulo relativo a la «Ley aplicable a la adopción» distingue dos supuestos.
Cuando el adoptando posea su residencia habitual en España o la vaya a adquirir
próximamente, se opta por disponer la aplicación de la Ley española a la constitu-
ción de la adopción. Sin embargo, cuando el adoptando no resida habitualmente en
España, ni vaya a ser trasladado a España para establecer en España su centro
social de vida, se ha preferido que la adopción se rija por la Ley del país en cuya
sociedad va a quedar integrado. En ambos casos, la Ley incorpora las necesarias
cautelas y se otorga en el segundo un margen de discrecionalidad judicial más
amplio para dar entrada puntual a otras Leyes estatales diferentes y procurar la
mayor validez internacional de la adopción constituida en España.
En tercer lugar, contiene una regulación exhaustiva de los efectos jurídicos que
pueden surtir en España las adopciones constituidas ante autoridades extranjeras
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168
apéndices
IV
Se completa la Ley con la modificación de determinados artículos del Código civil. En
primer lugar, la que impone el contenido del Título II de la Ley en el artículo 9.5, que
pasa a cumplir una mera función de remisión a la Ley de adopción internacional.
Por último, se aprovecha el evidente vínculo que une la adopción con la protec-
ción de los menores para abordar la reforma de los artículos 154 y 268 del Código
Civil. Estas reformas serán de aplicación supletoria respecto del derecho propio
de aquellas Comunidades Autónomas que lo posean. Además de mejorarse la
redacción de estos preceptos, se da respuesta de este modo a los requerimientos
del Comité de Derechos del Niño, que ha mostrado su preocupación por la posi-
bilidad de que la facultad de corrección moderada que hasta ahora se recono-
ce a los padres y tutores pueda contravenir el artículo 19 de la Convención sobre
los Derechos del Niño de 20 de noviembre de 1989.
TÍTULO I
Disposiciones generales
CAPÍTULO I
Ámbito de aplicación
Artículo 1. Ámbito de aplicación.
1. La presente Ley regula la competencia de las autoridades judiciales y consula-
res españolas y la determinación de la ley aplicable a las adopciones internacio-
nales, así como la validez en España de las adopciones constituidas por autorida-
des extranjeras.
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170
apéndices
autorizadas por las autoridades de ambos Estados, cuando se constate que otra
vía de tramitación presenta riesgos evidentes por la falta de garantías adecuadas.
3. La tramitación de solicitudes para la adopción de aquellos menores extranjeros
que hayan sido acogidos en programas humanitarios de estancia temporal por
motivo de vacaciones, estudios o tratamiento médico, requerirá que tales acogi-
mientos hayan finalizado conforme a las condiciones para las que fueron consti-
tuidos y que en su país de origen participen en programas de adopción debida-
mente regulados.
4. A efectos de la decisión a adoptar por la Entidad Pública competente en cada
Comunidad Autónoma en los supuestos previstos en los apartados 1 y 2 de este
artículo, se procurará la correspondiente coordinación autonómica, pudiendo
someterse dicha decisión a la consideración previa del correspondiente órgano de
coordinación institucional de las Administraciones Públicas sobre adopción inter-
nacional, así como del Consejo Consultivo de Adopción Internacional.
5. La función de intermediación en la adopción internacional únicamente podrá
efectuarse por las Entidades Públicas de Protección de Menores y por las
Entidades de Colaboración, debidamente autorizadas por aquéllas y por la corres-
pondiente autoridad del país de origen de los menores. Ninguna otra persona o
entidad podrá intervenir en funciones de intermediación para adopciones interna-
cionales.
6. En las adopciones internacionales nunca podrán producirse beneficios finan-
cieros distintos de aquellos que fueran precisos para cubrir estrictamente los gas-
tos necesarios.
CAPÍTULO II
Entidades Públicas y Entidades Colaboradoras de Adopción Internacional
Artículo 5. Intervención de las Entidades Públicas de Protección de Menores.
En materia de adopción internacional corresponde a las Entidades Públicas com-
petentes en materia de protección de menores:
a) Organizar y facilitar la información sobre legislación, requisitos y trámites nece-
sarios en España y en los países de origen de los menores, velando para que esa
información sea lo más completa, veraz y actualizada posible y de libre acceso por
los interesados.
b) Facilitar a las familias la formación previa necesaria que les permita compren-
der y afrontar las implicaciones de la adopción internacional, preparándolas para
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CAPÍTULO III
Capacidad y requisitos para la adopción internacional
Artículo 10. Idoneidad de los adoptantes.
1. Se entiende por idoneidad la capacidad, aptitud y motivación adecuadas para
ejercer la patria potestad, atendiendo a las necesidades de los niños adoptados, y
para asumir las peculiaridades, consecuencias y responsabilidades que conlleva
la adopción internacional.
2. A tal efecto, la declaración de idoneidad requerirá una valoración psicosocial
sobre la situación personal, familiar y relacional de los adoptantes, y su capacidad
para establecer vínculos estables y seguros, sus habilidades educativas y su aptitud
para atender a un menor en función de sus singulares circunstancias, así como cual-
quier otro elemento útil relacionado con la singularidad de la adopción internacional.
Las Entidades Públicas competentes procurarán la necesaria coordinación con el
fin de homogeneizar los criterios de valoración de la idoneidad.
3. La declaración de idoneidad y los informes psicosociales referentes a la misma
tendrán una vigencia máxima de tres años desde la fecha de su emisión por el
órgano competente español, siempre que no se produzcan modificaciones sus-
tanciales en la situación personal y familiar de los solicitantes que dieron lugar a
dicha declaración, sujeta no obstante a las condiciones y a las limitaciones esta-
blecidas, en su caso, en la legislación autonómica aplicable en cada supuesto.
4. Corresponde a las Entidades Públicas competentes en materia de protección
de menores la declaración de idoneidad de los adoptantes a través de los informes
de idoneidad, que estarán sujetos a las condiciones, requisitos y limitaciones esta-
blecidos en la legislación correspondiente.
5. En el proceso de declaración de idoneidad, se prohíbe cualquier discriminación
por razón de discapacidad o cualquier otra circunstancia.
Artículo 11. Obligaciones postadoptivas de los adoptantes.
1. Los adoptantes deberán facilitar en el tiempo previsto la información, docu-
mentación y entrevistas que la Entidad Pública de Protección de Menores espa-
ñola competente, o Entidad Colaboradora por ella autorizada, precise para la emi-
sión de los informes de seguimiento postadoptivo exigidos por la Entidad Pública
de Protección de Menores competente en España o por la autoridad competente
del país de origen.
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TÍTULO II
Normas de Derecho Internacional Privado relativas a la adopción interna-
cional
CAPITULO I
Competencia para la constitución de la adopción internacional
Artículo 14. Competencia judicial internacional para la constitución de adopción en
supuestos internacionales.
1. Con carácter general, los Juzgados y Tribunales españoles serán competentes
para la constitución de la adopción en los siguientes casos:
a) Cuando el adoptando sea español o tenga su residencia habitual en España.
b) Cuando el adoptante sea español o tenga su residencia habitual en España.
2. La nacionalidad española y la residencia habitual en España se apreciarán, en
todo caso, en el momento de la presentación de la solicitud de adopción a la En-
tidad Pública competente.
Artículo 15. Competencia judicial internacional para la modificación, revisión, de-
claración de nulidad o conversión en adopción plena de una adopción en supues-
tos internacionales.
1. Los Juzgados y Tribunales españoles serán competentes para la declaración
de nulidad de una adopci_3;n en los siguientes casos:
a) Cuando el adoptado sea español o tenga su residencia habitual en España en
el momento de presentación de la solicitud.
b) Cuando el adoptante sea español o tenga su residencia habitual en España en
el momento de presentación de la solicitud.
c) Cuando la adopción haya sido constituida por autoridad española.
2. Si la ley aplicada a la adopción prevé la posibilidad de adopción simple, los
Juzgados y Tribunales españoles serán competentes para la conversión de adop-
ción simple en adopción plena en los casos señalados en el apartado anterior.
3. Los Juzgados y Tribunales españoles serán también competentes para la modi-
ficación o revisión de una adopción en los mismos casos señalados en el apartado
primero y también cuando, además, la adopción haya sido constituida por autoridad
extranjera, siempre que dicha adopción haya sido reconocida en España.
4. A efectos de lo establecido en esta Ley, se entenderá por adopción simple o
menos plena aquélla constituida por autoridad extranjera competente cuyos efec-
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CAPÍTULO III
Efectos en España de la adopción constituida por autoridades extranjeras
Artículo 25. Normas internacionales.
La adopción constituida por autoridades extranjeras será reconocida en España
con arreglo a lo establecido en los Tratados y Convenios internacionales y otras
normas de origen internacional en vigor para España, y, en especial, con arreglo
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apéndices
ción que los de la filiación por naturaleza y que sea irrevocable por los adoptantes.
Cuando la ley extranjera admita que la adopción constituida a su amparo pueda
ser revocada por el adoptante, será requisito indispensable que éste, antes del
traslado del menor a España, renuncie al ejercicio de la facultad de revocarla. La
renuncia deberá formalizarse en documento público o mediante comparecencia
ante el Encargado del Registro Civil.
3. Cuando el adoptante sea español y residente en España, la Entidad Pública
española competente deberá declarar su idoneidad previamente a la constitución
de la adopción por el órgano competente extranjero. No se exigirá dicha declara-
ción de idoneidad en los casos en los que de haberse constituido la adopción en
España no se hubiera requerido la misma.
4. Si el adoptando fuera español en el momento de constitución de la adopción
ante la autoridad extranjera competente, será necesario el consentimiento de la
Entidad Pública correspondiente a la última residencia del adoptando en España.
5. El documento en el que conste la adopción constituida ante autoridad extran-
jera deberá reunir los requisitos formales de autenticidad consistentes en la lega-
lización o apostilla y en la traducción a idioma oficial español. Se exceptúan los
documentos eximidos de legalización o traducción en virtud de otras normas
vigentes.
Artículo 27. Control de la validez de la adopción constituida por autoridad extranjera.
La autoridad pública española ante la que se suscite la cuestión de la validez de
una adopción constituida por autoridad extranjera, y en especial, el Encargado del
Registro Civil en el que se inste la inscripción de la adopción constituida en el
extranjero, controlará, incidentalmente, la validez de dicha adopción en España
con arreglo a las normas contenidas en esta Ley.
Artículo 28. Requisitos para la validez en España de decisiones extranjeras de
conversión, modificación o nulidad de una adopción.
Las decisiones de la autoridad pública extranjera en cuya virtud se establezca la
conversión, modificación o nulidad de una adopción surtirán efectos legales en
España con arreglo a las exigencias recogidas en el artículo 26 de esta Ley.
Artículo 29. Inscripción de la adopción en el Registro Civil.
Cuando la adopción internacional se haya constituido en el extranjero y los adop-
tantes tengan su domicilio en España podrán solicitar la inscripción de nacimiento
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del menor y la marginal de adopción conforme a las normas contenidas en los artí-
culos 12 y 16.3 de la Ley del Registro Civil.
Artículo 30. Adopción simple o menos plena legalmente constituida por autoridad
extranjera.
1. La adopción simple o menos plena constituida por autoridad extranjera surtirá
efectos en España, como adopción simple o menos plena, si se ajusta a la ley
nacional del adoptado con arreglo al artículo 9.4 del Código Civil.
2. La ley nacional del adoptado en forma simple o menos plena determinará la
existencia, validez y efectos de tales adopciones, así como la atribución de la
patria potestad.
3. Las adopciones simples o menos plenas no serán objeto de inscripción en el
Registro Civil español como adopciones ni comportarán la adquisición de la nacio-
nalidad española con arreglo al artículo 19 del Código Civil.
4. Las adopciones simples o menos plenas constituidas por autoridad extranjera
competente podrán ser transformadas en la adopción regulada por el Derecho
español cuando se den los requisitos previstos para ello. La conversión se regirá
por la ley determinada con arreglo a las disposiciones de esta Ley. La adopción
simple o menos plena será considerada como un acogimiento familiar.
Para instar el correspondiente expediente judicial no será necesaria la propuesta
previa de la Entidad Pública competente.
En todo caso, para la conversión de una adopción simple o menos plena en una
adopción plena, la autoridad española competente deberá examinar la concurren-
cia de los siguientes extremos:
a) Que las personas, instituciones y autoridades cuyo consentimiento se requiera
para la adopción hayan sido convenientemente asesoradas e informadas sobre
las consecuencias de su consentimiento, sobre los efectos de la adopción y, en
concreto, sobre la extinción de los vínculos jurídicos entre el niño y su familia de
origen.
b) Que tales personas hayan manifestado su consentimiento libremente, en la
forma legalmente prevista y que este consentimiento haya sido prestado por
escrito.
c) Que los consentimientos no se hayan obtenido mediante pago o compensación
de clase alguna y que tales consentimientos no hayan sido revocados.
184
apéndices
TÍTULO III
Otras medidas de protección de menores
CAPÍTULO I
Competencia y ley aplicable
Artículo 32. Competencia para la constitución de otras medidas de protección de
menores.
La competencia para la constitución de las demás medidas de protección de
menores se regirá por los criterios recogidos en los Tratados y Convenios interna-
cionales y otras normas de origen internacional en vigor para España. En su defec-
to, se observará lo previsto en el artículo 22.3 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de
julio, del Poder Judicial.
Artículo 33. Ley aplicable a otras medidas de protección de menores.
La ley aplicable a las demás medidas de protección de los menores se determi-
nará con arreglo a los Tratados y Convenios internacionales y otras normas de ori-
gen internacional en vigor para España. En su defecto, se observará lo previsto en
el artículo 9.6 del Código Civil.
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CAPÍTULO II
Efectos de las decisiones extranjeras en materia de protección de menores.
Artículo 34. Efectos legales en España de las decisiones relativas a instituciones
de protección de menores que no produzcan vínculos de filiación acordadas por
autoridades extranjeras.
1. Las instituciones de protección de menores constituidas por autoridad extran-
jera y que según la ley de su constitución no determinen ningún vínculo de filia-
ción, se equipararán al acogimiento familiar o, en su caso, a una tutela, regulados
en el Derecho español, si concurren los requisitos siguientes:
1.º Que los efectos sustanciales de la institución extranjera sean equivalentes a los
del acogimiento familiar o, en su caso, a los de una tutela, previstos por la ley
española.
2.º Que las instituciones de protección hayan sido acordadas por autoridad extran-
jera competente, sea judicial o administrativa. Se considerará que la autoridad
extranjera que constituyó la medida de protección era internacionalmente compe-
tente si se respetaron los foros de competencia recogidos en su propio Derecho.
No obstante lo establecido en la regla anterior, en el caso de que la institución de pro-
tección no presentare conexiones razonables de origen, de antecedentes familiares
o de otros órdenes similares, con el país cuya autoridad ha constituido esa institución
se estimará que la autoridad extranjera carecía de competencia internacional.
3.º Que la institución de protección extranjera debe haberse constituido con arre-
glo a la ley o leyes estatales designadas por las normas de conflicto del país de la
autoridad extranjera que acordó la institución.
4.º Que el documento en el que consta la institución constituida ante autoridad
extranjera reúna los requisitos formales de autenticidad consistentes en la legaliza-
ción o apostilla y en la traducción al idioma español oficial. Se exceptúan los docu-
mentos eximidos de legalización o traducción en virtud de otras normas vigentes.
2. En ningún caso procederá el reconocimiento de una decisión extranjera relati-
va a estas instituciones si produce efectos manifiestamente contrarios al orden
público internacional español.
Disposición adicional única. Entidades Públicas de Protección de Menores.
Las Entidades Públicas de Protección de Menores mencionadas en esta Ley son
las designadas por las Comunidades Autónomas y las Ciudades de Ceuta y
Melilla, de acuerdo con sus respectivas normas de organización.
186
apéndices
187
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
188
apéndices
Uno. Se añade un nuevo artículo 141 bis a la Ley de Enjuiciamiento Civil con el
siguiente texto:
«141 bis. En los casos previstos en los dos artículos anteriores, en las copias
simples, testimonios y certificaciones que expidan los Secretarios Judiciales, cual-
quiera que sea el soporte que se utilice para ello, cuando sea necesario para prote-
ger el superior interés de los menores y para preservar su intimidad, deberán omitir-
se los datos personales, imágenes, nombres y apellidos, domicilio, o cualquier otro
dato o circunstancia que directa o indirectamente pudiera permitir su identificación.»
Dos. Se añade un nuevo párrafo final al artículo 164 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil con el siguiente texto:
«Artículo 164. En todo caso en la comunicación o publicación a que se refieren
los párrafos anteriores, en atención al superior interés de los menores y para pre-
servar su intimidad, deberán omitirse los datos personales, nombres y apellidos,
domicilio, o cualquier otro dato o circunstancia que directa o indirectamente pudie-
ra permitir su identificación.»
Tres. El artículo 779 queda redactado en los siguientes términos:
«Artículo 779. Carácter preferente del procedimiento. Competencia.
Los procedimientos en los que se sustancie la oposición a las resoluciones
administrativas en materia de protección de menores tendrán carácter preferente.
Será competente para conocer de los mismos el Juzgado de Primera Instancia
del domicilio de la entidad protectora y, en su defecto, o en los supuestos de los
artículos 179 y 180 del Código Civil, la competencia corresponderá al tribunal del
domicilio del adoptante.»
Cuatro. El apartado 1 del artículo 780 queda redactado en los siguientes términos:
«1. No será necesaria la reclamación previa en vía administrativa para formu-
lar oposición, ante los tribunales civiles, a las resoluciones administrativas en
materia de protección de menores.
La oposición a la resolución administrativa por la que se declare el desamparo
de un menor podrá formularse en el plazo de tres meses desde su notificación, y
en el plazo de dos meses la oposición a las restantes resoluciones administrativas
que se dicten en materia de protección de menores.»
Cinco. El apartado primero del artículo 781 queda redactado en los siguientes tér-
minos:
«1.º Los padres que pretendan que se reconozca la necesidad de su asenti-
miento para la adopción podrán comparecer ante el tribunal que esté conociendo
189
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
190
apéndices
Artículo 2. Objetivos.
El Consejo Consultivo tendrá los siguientes objetivos.
a. Servir de cauce para la participación y colaboración en materia de adopción
internacional con las Administraciones públicas competentes de todos los
sectores afectados.
b. El análisis permanente de la situación de la adopción internacional en
España, y la formulación de propuestas tendentes a desarrollar mejoras
sustantivas y de procedimiento en esta materia.
Artículo 3. Funciones.
El Consejo Consultivo tendrá las siguientes funciones:
a. El análisis permanente de la adopción internacional en sus diferentes ámbitos.
b. La recogida y el análisis de la información disponible en las distintas fuen-
tes nacionales e internacionales.
c. La formulación de recomendaciones y propuestas para una mejora de la
intervención en adopción internacional.
d. Proponer estudios e informes técnicos; el análisis, el estudio y la valoración
de los procesos de adopción, en particular, de situaciones problemáticas
concretas y de propuestas de actuación.
e. Proponer la celebración de jornadas y seminarios para el intercambio de
buenas prácticas y la mejora continua de los procesos.
f. Efectuar el seguimiento sobre la evolución de la adopción internacional.
191
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Artículo 4. Composición.
El Consejo Consultivo estará integrado por los siguientes miembros:
a. Presidenta: la Secretaria de Estado de Servicios Sociales, Familias y Disca-
pacidad.
b. Vicepresidenta primera: la Directora General de las Familias y la Infancia,
que sustituirá a la Presidenta cuando sea necesario y en quien esta podrá
delegar las funciones que considere oportunas.
c. Vicepresidente segundo: el Director General de Asuntos y Asistencia Con-
sulares.
d. Vicepresidente tercero: un representante de una comunidad autónoma o
ciudad con Estatuto de Autonomía elegido por y entre los vocales de las co-
munidades autónomas y ciudades con Estatuto de Autonomía, en régimen
de rotación anual.
e. 32 vocales, integrados por:
1. Un representante de cada una de las comunidades autónomas y ciu-
dades con Estatuto de Autonomía, además de un representante de
cada una de las Diputaciones Forales de la Comunidad Autónoma del
País Vasco y de los Consejos Insulares de la Comunidad Autónoma
de las Illes Balears, competentes en materia de adopción internacio-
nal, designados por las autoridades correspondientes de dichos terri-
torios.
2. El Subdirector General de Infancia de la Dirección General de las Fami-
lias y la Infancia del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
3. Un representante, con cargo mínimo de subdirector general o equivalen-
te, de los Ministerios de Asuntos Exteriores y de Cooperación, de Justi-
cia y del Interior.
4. Dos representantes de las entidades colaboradoras de adopción inter-
nacional (ECAIS), renovables cada dos años, designados por la Presi-
denta del Consejo a propuesta de las federaciones de entidades cola-
boradoras de adopción internacional.
5. Dos representantes de las asociaciones de familias adoptivas, renova-
bles cada dos años, designados por la Presidenta del Consejo a pro-
puesta de las federaciones o uniones de asociaciones de familias
adoptivas.
192
apéndices
Artículo 5. Funcionamiento.
1. El funcionamiento del Consejo Consultivo se regirá por los siguientes criterios:
a. El Consejo se reunirá al menos una vez al año con carácter ordinario, y
excepcionalmente cuantas veces sea convocado por su Presidenta, a ini-
ciativa propia o a propuesta de, al menos, una tercera parte de los vocales.
b. En el Consejo podrán participar expertos de reconocido prestigio convoca-
dos en cada caso para cuestiones específicas.
c. El Consejo acordará la creación de las comisiones o grupos de trabajo que
estime oportuno, para el análisis de asuntos concretos referentes a la adop-
ción internacional, en los que participarán los miembros del Consejo Con-
sultivo que lo deseen.
2. En los extremos no previstos en el apartado anterior se estará a lo dispuesto
en el capítulo II del título II de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo
Común.
193
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194
apéndices
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199
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200
apéndices
201
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HONDURAS
ANDAI c/ Principe De Vergara, nº 268 6ºD Tfno: 91 411 9899 22/06/2001
28016 MADRID Fax: 91 119 9899
E mail: ansaimadrid@yahoo.es RUSIA
No está acreditada
BOLIVIA
13/11/1998
Desacreditada con fecha
24/01/2006
PERÚ
07/03/1997
PERÚ
06/12/2001
Avda. de Benyamina
AYA Playamar II torre, 13-10B Tfno y Fax: 952 056 055 EL SALVADOR
Torremolinos E mail: adopcion- 11/06/1998
29620 MÁLAGA aya@telefonica.net
COSTA RICA
CREIXER Avda. San Francisco Javier, nº9 Tfno: 954 933 464 RUSIA
JUNTS Edif. Sevilla 2, M.22, planta 7 Fax: 954 933 465 No está acreditada
41005 SEVILLA E mail: andalucia@adecop.org
202
apéndices
203
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
REP. DOMINICANA
22/04/1998
Tfno: 976 229 067
Fax: 976 229 067 FILIPINAS
c/ Dr. Cerrda, nº 4 Movil: 618 830 687 02/10/2003
2º dcha
5004 ZARAGOZA www.aaimadopciones.org EL SALVADOR
associacioajuda@hotmail.com 02/11/1997
AAIM RUMANÍA
Adopciones Paralizadas
ECUADOR
11/09/1997
BRASIL
02/04/2003
RUSIA
Reacreditada hasta el
25 de enero 2007
ETIOPÍA
03/05/2006
PERÚ
18/06/1999
COLOMBIA
02/07/1999
ADECOP BOLIVIA
18/06/1999
Tfno: 976 590 358 Desacreditada con fecha
c/ Tenor Fleta, 53, 611 Fax: 976 590 358 24/01/2006
50008 ZARAGOZA www.adecop.org
RUMANÍA
Adopciones Paralizadas
FEDERACIÓN RUSA
Desacreditada con fecha
11/11/2005
204
apéndices
Tfno: 976 30 20 48
AIPAME c/ De la Morería, nº 4, 3º Izda. Fax: 976 30 28 01 FEDERACIÓN RUSA
50004 ZARAGOZA www.ailpamr.org No tramIta expedientes
RUMANÍA
Tfno: 976 297 582 Adopciones Paralizadas
movil: 627 741 638
ANDAI c/ Alfonso, 1, 28. escl. 2º-4ºB. Fax: 910 50 90 47 FILIPINAS
50003 ZARAGOZA www.andai.es No está acreditada en
andai@andai.es
jusaca@andai.es BULGARIA
30/10/2001
No se tramitan
expedientes
BRASIL
27/08/1997
RUMANÍA
Adopciones Paralizadas
COLOMBIA
20/10/1997
PERÚ
23/10/1997
HONDURAS
Tfno: 978 602 754 No está acreditada
FEYDA c/ San Fernando nº 3 Mov: 626 522 755 en Honduras
4402 TERUEL www.feyda.net
irene@feyda.net BOLIVIA
03/11/2001
INDIA
NAMASTE Pº Constitución, 10, 6º lzda. Tfno: 976 217 747 06/01/2000
50008 ZARAGOZA Fax: 976 217 747
NEPAL
Cerrado
205
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
206
apéndices
No existe ninguna ECAI acreditada en Asturias. Las familias adoptantes deben ponerse
en contacto con ECAI’s de otras CC.AA.
RUSIA
CREIXER C/ Mateo Enric lladó, 34-C, 3º-H Teléfono: 971 719 423 No está acreditada
JUNTS 07002 PALMA DE MALLORCA Fax: 971 718 808
creiserj@creixerjunts.org FILIPINAS
No está acreditada
en Filipinas
CREIXER CHINA
JUNTS/PIAO 27/11/2006
INFANCIA I C/ Rambla de ReI en Jaume, 5-1D Teléfono: 971 552 247 RUSIA
FUTUR 07500 Manacor (MALLORCA) FAX: 971 559 756 No está acreditada
COLOMBIA
Teléfono: 971 714 560
NOVES Carrer Sindicat, 37 1º Fax: 971 721 652
FAMILIES 07002 PALMA DE MALLORCA www.novesfamilies.com
jaume@novesfamilies.com
NOVES CHINA
FAMILIES 3/11/2006
GENUS
207
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
RUSIA
Desacreditada con fecha
11/11/2005
PERÚ
Paralizadas las adopc.
Tel: 928 67 71 36
Móvil: 676 489 550 EL SALVADOR
ASOCIACION c/ Estanque de La Palma, nº 54 609 30 82 32 16/06/2003
APAGUA 35018 Las Palmas de Gran Canaria Fax: 928 240 688 Puede tramitar a partir
manolo.ana@terra.es del 2004
info@apagua-ong.org HONDURAS
ASOCIACIÓN c/ Rio.ter, Porton 11, nº 56 4ºD Tel: 822 013 754 NEPAL
NAMASTE 38008 Santa Cruz de Tenerife 625 18 10 63 9/10/2005 (en Canarias)
Cerrado
208
apéndices
Las Palmas:
C/ Simancas, nº 1 2º A Tel: 928 49 28 58
Guanarteme andenilaspalmas@telefonica.net
ANDENI CHINA
Santa Cruz: Fax: 922 32 45 00 26/03/2007 (en Canarias)
c/ Emilio Luque Moreno, 27 Edificio andenicanarias@wanadoo.es
“Altavista”, local 10. La Orotava, www.andenicar]anos,or-a
38300 Tenerife
209
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
RUSIA
Desacreditada con fecha
ADECOP c/ General Dávila, nº 24-4ºA Tel: 942 291 039 11/11/2005
39006 Santander cantabria@adecop.org
COLOMBIA
BOLIVIA
Desacreditada con fecha
24/01/2006
Urbanización El Parque, 25
INTERADOP 39100 Sta. Cruz de Bezana Tel: 942 58 16 11 CHINA
(Cantabria)
210
apéndices
HAITÍ
Cerrado desde el ICCA
MOLDAVIA
No está acreditada
en Moldavia
PERÚ
30/04/1997
Tel: 93 253 14 12
Fax: 93 253 17 11 GUATEMALA
ADOPTA Muntaner, 479-483 entl. 2a info@adoptabcn.org No está acreditada
08021 Barcelona www.adoptabcn.info/index.php en Guatemala
BOLIVIA
No está acreditada
en Bolivia
HONDURAS
18/11/2003
RUSIA
No está acreditada
en Rusia
COLOMBIA
06/2007 en Cataluña
ECUADOR
El SALVADOR
NICARAGUA
RUSIA
Tfno: 93 454 46 27 06/2007 en Cataluña
AAIM Balmes, 67, principal 2a. fax: 93 454 73 28 No está acreditada
08007 Barcelona associciooiuda@hotmail.com en Rusia
BRASIL
06/2007 en Cataluña
ETIOPÍA
06/2007 en Cataluña
REP. DOMUNICANA
06/2007 en Cataluña
211
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Tel: 93 384 01 22
AIPAME C/ Jaume Borràs, 26 bajos 1a Fax: 93 464 03 04 RUSIA
08911 Badalona aipamecatalunya@aipame.org No está acreditada
www.aipame.org en Rusia
RUSIA
c/ Pau Clarís 162, 2º 4º Tel: 93 215 85 1/ 3 0612007 en Catcdua
ASEFA 08037 Barcelona Fax: 93 215 62 37 No está acreditada
crequeiro@icab.es
COLOMBIA
06/2007 en Cataluña
NEPAL
Cerrado temporalmente
SRI LANKA
06/2007 en Cataluña
Tfno: 93 384 2319
Enric. Borràs, 30 fax: 93 464 15 69 HAITÍ
BALBALIKA 08912 Badolona www.ecaibalbalika.com 24/01/2005
informacio@ecaibalbatika.com Cerrado desde el ICCA
ETIOPÍA
06/2007 en Cataluña
POLONIA
06/2007 en Cataluña
RUSIA
c/ Mallorca 235, 1 Tfno: 93 384 23 19 No está acreditada
CREIXER 08008 Barcelona Fax: 93 48 42 20 en Rusia
JUNTS creixeri@creixerjunts.org
POLONIA
06/2007 en Cataluña
COSTA DE MARFIL
No está acreditada
en C. Marfíl
MALI
06/2007 en Cataluña
SENEGAL
06/2007 en Catalua
212
apéndices
FILIPINAS
213
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
CHINA
Tfno: 925 22 62 24
Av. Plaza de Toros, 6 - 1ºN Móvil: 615 57 85 53 FILIPINAS
ACI 45003 TOLEDO www,aciadopcion.org
VIETNAM
(Acreditación Povisional)
RUSIA
Desacreditada con fecha
11/11/2005
BOLIVIA
C/ Panamá, 12-32A Tfno: 925 25 58 13 2810612002
Fax: 925.28 58 13 Desacreditada con fecha
www.adecop.org 24/01/2006
ADECOP
COLOMBIA
29/09/2002
PERÚ
No está acreditada
en Perú
Tfno: 629 91 73 28
Tfno: 967 21 28 83 CHINA
C/ Plaza la Mancha 10, bajo Fax: 967 21 16 27 16/11/1998
ANDENI 02001 Albacete www.andeni.org En CLM 11/11/12002
castilla.mancha@andeni.org
214
apéndices
COLOMBIA
10/12/2004
En CLM 19/04/2005
HONDURAS
C/ Salto de Caballo-nº 4 bajo Tfno/Fax: 925 25 13 22 25/09/1998
ASEFA 45003 Toledo www.ecai.asefa,com En CLM 08/04/2005
Ecai-asefa@ecai-asefa.com
RUSIA
No está acrediada
BRASIL
18/07/2002
En CLM 02/12/2002
C/ Lechuga, 5 - 1ºB ETIOPÍA
BEHBEY Talavera de la Reina Tel: 615 615 450 - 609 131 830. Agosto 2007
(Toledo) E mail: asociacion@behbey.org En CLM 10/2005
215
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
BOLIVIA
Tfno: 983 545 546 29/09/2003
c/’Antonio Machado, 33 bajo Móvil: 659 992 364
FEYDA 47008 Valladolid pilartobar@feyda.net ETIOPÍA
ecai@feyda.net Acreditación provisional
17/05/2006
RUMANIA
Tfno: 923 280 510 Adopciones Paralizadas
c/ Doctor Jaime Vera, nº 6 Fax: 923 280 511/ 12
Princ.A Móvil: 629 849 784 CHINA
37007 Salamanca 902 262 524 13/01/2000
INTERADOP RUSIA
No está acreditada
INDIA
Tfno: 9&3 375 496 28/01/1998
NIÑOS SIN c/ Veinte de Febrero, nº 2, Entrep 983 358 800
FRONTERAS 47001 Valladolid Fax: 983 358 900 NEPAL
01/06/2006
Cerrado
216
apéndices
COLOMBIA
RUSIA
No está acreditada
COLOMBIA
BOLIVIA
Desacreditada con fecha
C/ Santamaría, n, 16 -1º Dpto. 1 Tfno: 94 415 21 75 24/01/2006
ADECOP 48005 Bilbao Fax: 94 415 38 06
EUSKADI euskadi@adecop.org PERÚ
www.adecop.org
RUSIA
Desacreditada con fecha
11/11/2005
No tramitan expedientes
Prim 22 - Entresuelo Oficina 3 Tfno-Fax: 943 44.60.23 Se les concedió la
ANDAI 20006 Donostia www.andai.es temporal de actividad
andaip@terra.es con fecha 12 de abril
de 2005
Tfno-Fax: 94 491.26.97
Tfno: 902 15 80 87
AIPAME c/ Ibáñez de Bilbao, nº 4 3º Tfno. Donosti: 943 473 162 RUSIA
48001 Bilbao aipameuskadi@aipame.org No está acreditada
www.aipame.org
217
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
Tel: 924 37 02 42
ANDENI C/ Torres Quevedo 12 Móvil: 630 73 82 71 CHINA
06800 Mérida www.andeniex.or-a
Email: andeniex@andeniex.org
218
apéndices
RUSIA
Desacreditada con fecha
11/11/2005
RUSIA
A la espera de acredit.
219
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
CHINA
19/12/1997 en China
HAITÍ
22/01/2006 en HAITÍ
Cerrado
220
apéndices
Tel: 91 593 02 58
ADAIMA Fermando El Católico, 4 Fax: 91 593 03 99 COLOMBIA
28015 Madrid E mail: adaima@hotmail.com
PERÚ
COLOMBIA
Tel: 91 574 73 60
ADECOP Alcalde Sainz de Baranda, 6 4 2º C Fax: 91 573 36 99 BOLIVIA
28009 Madrid www.adecop.org Desacreditada con fecha
Madrid@adecop.org 24/01/2006
FEDERACIÓN RUSA
Desacreditada con fecha
11/11/2005
BULGARIA
No se tramitan
expedientes
Tel: 91 355 15 44
ANDAI Príncipe de Vergara, n 1 268-6ºD Fax: 91 355 15 44 FILIPINAS
28016 Madrid www.andai.es
andaimad@conceptosystem.es HONDURAS
FEDERACIÓN RUSA
No está acreditada
Tel: 91 429 83 16
ANDENI Gran Vía, 31- 5º planta. Of 19 Fax: 91 521 83 66 CHINA
28013 Madrid www.andeni.org
andeni@andeni.org
221
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
COLOMBIA
BRASIL
FEDERACIÓN RUSA
No está acreditada
Tel: 91 401 88 96
91 772 39 56
ASOCIACIÓN c/ Hermosilla nº 133 bajo E Móvil, 639 531 466, ETIOPÍA
C!ELO 133 28009 Madrid www.cielo133-ecai.org 18/10/ 2005
ana@cielo133.org
picazoana@hotmail.com
BOLIVIA
Paralización de envíos
Tel:91 441 37 27 hasta Noviembre 2007
Fax: 91 441 37 27
FEYDA C/ José Abascal nº 35 1ºA www.feyda.net INDIA
28003 Madrid feyda@iname.com Pendiente. de
acreditación en India
ETIOPIA
BOLIVIA
Paralización de envíos
Tel: 91 361 33 47 hasta Noviembre 2007
INTERABOP C/ Pilar de Zaragoza, nº 96 Bajo A Fax: 91 361 12 43
28028 Madrid www.interadopadop.adopcion.org CHINA
Madrid@adopcion.org
FEDERACION RUSA
No está acreditada
HUNGRIA
Tel: 91 543 00 70 / 91 544 32 86
Fax: 91 543 01 13 EL SALVADOR
24/05/2005 en El Salvador
bolatonmimo@terra.es 14/06/2005 en Madrid
MIMO Ferraz 61, entreplanta derecha
28008 Madrid Ecaimimo@yahoo.es PANAMÁ
24/05/2005 en Panamá
19/08/2005 en Modrid
BULGARIA
No se tramitan
expedientes
222
apéndices
ETIOPÍA
Tel: 92 445 32 04
MUNDI- Calle Luchana, 29 bajo izda 28010 Móvil: 645 899 427 BURKINA FASO
ADOPTA Madrid info@mundiadopta.org Enero 2006 en
www.mundiadoptaorg Burkina Faso
10/08/2005 en Madrid
No acepta más
expedientes
INDIA
Tel: 91 547 07 08
NIÑOS SIN Marqués de Uquijo, nº 9 11 A Fax: 91 547 06 73 NEPAL
FRONTERAS 28008 Madrid nsf.cwf@nsf-cwf.org 15/09/2005 en Nepal
10/06/2005 en Madrid
Cerrado
No existe ninguna ECAI acreditada en Melilla. Las familias adoptantes deben ponerse
en contacto con ECAI’s de otras CC.AA.
223
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
FEDERACIÓN RUSA
No está acreditada
FILIPINAS
No está acreditada
en Filipinas
RUMANÍA
No se puede tramitar
Tfno y Fax: 968 20 04 41 expedientes
ANDAI Avda. Constitución 7. Entlo 0 www.andai.es
30008 Murcia Mail: andaimur@wanadoo.es HONDURAS
21/11/2001
BULGARIA
Suspensión temporal
por moratoria desde
18/09/2003
FILIPINAS
09/2003 en Filipinas
18/03/2005 en Murcia
PERÚ
Virgen de los Dolores nº 16 Tel: 958 344 344 Cancelación con fecha
KANTU 30152 Aljucer Fax: 958 344 97 16/01/2002, quedando
Murcia sólo altorizada para los
expedientes en trámite
BOLIVIA
08/07/2002 en Murcia
27/02/2002 en Bolivia
Avda. de Europa 19 Tfno: 968 230 469
AMOFREM Edif. Dórico, 1 A amofrem@cajamurcia.es RUMANÍA
AMOFREM 30007 Murcia Suspensión temporal
COLOMBIA
21/03/2001 en Murcia
12/02/2001 en Colombia
224
apéndices
COLOMBIA
03/11/1999 en Murcia
01/07/1999 en Colombia
PERÚ
Preinscripción caducada
FEDERACIÓN RUSA
Desacreditada con fecha
11/11/2005
RUMANÍA
Suspensión, temporal
PERÚ
Suspensión, temporal
FEDERAClÓN RUSA
No está acreditada
COLOMBIA
Tfno: 968 122 576 08/11/2000 en Murcia
968 120 195 24/11/1999 en Colombia
C/ del Aire 13, 1º A Fax: 968 120 195
ASEFA 30202 Cartagena www.ecai-asefa HONDURAS
Ecai-asefa@ecai-asefa.com 19/04/1999
RUMANÍA
Suspensión temporal
REP. DOMINICANA
24/11/2004 en
Rep. Dominicana
18/03/2005 en Murcia
225
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
RUSIA
A la espera de ser
reacreditada
PERÚ
18/05/1999 En Navarra
En Peru desde 1999
Ugarrandía, nº 8 bajo Tel: 948 198 503 y en vigor con fecha
NUEVO 31620 Huarte Fax: 948 198 146 24 de Febrero de 2005
FUTURO Navarra www.nuevo-futuro.org
adopciones@nuevo-futuro.org CHILE
17/08/2004 En Navarra
25/06/2002 En Chile
COSTA RICA
No tramitan expedienies
226
apéndices
CHINA
Poeta AIberola nº 16, 2º Tel y Fax: 963 853 226 19/12/1997
46016 Valencia www.aciadopcion.org
Marialuisa.aci@ono.com FILIPINAS
04/09/2003
BOLIVIA
Avda. Barón de Cárcer nº 48,10º Tel: 963 520 453 13/07/1998
46001 Valencia Fax: 963 511 384 Desacreditada con fecha
www.adcop.org 24/01/2006
www.adecop.org
COLOMBIA
29/03/1995
PANAMÁ
En Valencia 30/04/07
En Panam 30/01/07
227
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
COLOMBIA
17/0211998
Gregorio Mayans, 3, 4º, 8º Tel: 963 953 469
46005 Valencia Fax: 963 332 900 BRASIL
27/08/1997
ASEFA PERÚ
06/07/1998
C/ Gerona, 19, 3º, 4º Tel y Fax: 965 144 142 FEDERACIÓN RUSA
03001 Alicante No está acreditlzida
HONDURAS
No puede tratamitar
expedientes
228
apéndices
229
Bibliografía
232
bibliografía
233
La adopción alfonso colodrón gómez-roxas
234
bibliografía
235
AMAE
Directora: LORETTA CORNEJO