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HASTA ENTONCES.

A Naia Estibaliz.

HE llegado al instinto desconocido del fuego

en el mismo instante en el que tu rostro

hizo de la noche un grito salvaje

para reflejar mi desnudez de antílope cansado.

La tierra es un cráneo que gira

en la lentitud maravillosa de tus manos

y nosotros somos como huesos enterrados bajo la arena

de parques deshabitados

esperando que todos los animales

jamás adoptados, se descubran sosegados al encontrarnos.

Pienso en la espuma que me sale entre los muslos

y es como una nube que despeja a las bestias del pasado

ese relojero caníbal

con su hábito de misántropo enamorado

y su cielo despedazado pero injusto.


Aquí me tienes, nombrándote inmóvil sin piedad

junto al aroma de las flores que crecen bajo tus pies

casi vil o degenerado

casi inocente.

Qué es lo que quieres de mí

¿te conoceré alguna vez?

¿podré mudar a la serpiente, predestinando cualquier roce

en la impureza de la fantasía?

Qué es lo que quieres de mí

guiándome al estremecimiento de la claridad

absorto por tu imagen

fascinado por tu hálito

pobre y con la ambición del ilusionista más evidente.

EDUARDO SALDAÑA.

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