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La técnica de ondear un trapo rojo de Pandemia no es fácil, no es como en la Fórmula 1 con su

bandera a cuadros que se agita a todo dar y con entusiasmo anunciando un ganador. Qué va, allí
no hay esfuerzo alguno: un movimiento de izquierda a derecha sostenido por unos segundos y se
fue, ya todo pasó, lo que sigue es premiación, champaña y aplausos.

En cambio, ondear un trapo rojo de Pandemia es arte, es apreciación, el trapo puede llegar a ser
una extensión del cuerpo, no, no, no, miento, puede llegar a ser El Cuerpo de quien se atreve
practicarlo, por eso concentrarse en su movimiento es fun-da-men-tal. He identificado dos tipos
en la ciudad y cada uno tiene su magia.

Está la técnica infantil, ese es un movimiento en círculos con un segundo cada vuelta, los niños lo
hacen sin resabio alguno, es una chispita mariposa, una chispita mariposa para paliar el hambre.
Los niños más expertos son capaces de mantener ese ritmo por minutos sin sudar, sin ver el trapo,
solo viendo el tráfico, un tráfico que nunca se detiene y sin embargo, ellos están ahí ondeando. No
me lo creerán, pero se los juro, he visto a un par niños que lo hacen a tal nivel que incluso sonríen.

La categoría adulta, se divide en dos: la adulta joven –que en ella no me detendré–, son
descuidados, no viven el arte, no tienen maniobra, son torpes, a veces lo extienden, otra solo lo
sostienen y no tienen dedicación. Desprecio su falta de espíritu y aborrezco que solo ondeen la
bandera cuando ven una caravana de carros, ¿quién puede llamarse ondeador de trapo de
Pandemia si solo lo hace por llamar la atención y no por entrega? Me alegraré el día que se retiren
y acepten que hay otros artes de Pandemia con que intentar. Yo a ellos les aconsejaría el arte del
cartel en semáforos, ese solo requiere un esfuerzo por 30 segundos y luego 30 segundos de
descanso. No se le puede pedir nada más a la vida.

Y ahora, la categoría adulto mayor, la categoría gold, la premium, la Master y para ella les
presento a Luz, digamos que se llama Luz, lleva 20 minutos así como lo ven en la fotografía, ondea
el trapo de una manera impasible, nada la atormenta, ondea el trapo mirando el trapo, no le
importa si hay tráfico o no, es ella y el trapo, es el trapo y ella, en un diálogo silencioso, pasivo. Su
técnica es inmejorable, tres segundos, ¡Tres segundos! Tarda un solo ondeo de derecha a
izquierda, lo vi, lo conté, pondrán tildarme de mentiroso o loco, pero el trapo tiene su propio
tiempo y su propio aire denso. Luz es entrega total, ondea y se pierde en cada ondeo, se
desconecta del mundo cuando lo hace, su alma se concentra en sus manos y logra lo que pocos
podrían llegar a hacer, con una ondea y la otra la estira quedando totalmente plana, infiero yo que
para mantener el equilibrio y la concentración.

Cuando Luz ondea, medita, trasciende, nada está a su alrededor, ni el sonido de los motores ni el
sonido de una vía sin ellos. Cuando Luz ondea, ondea y ya, es su acto, es su propósito, es su
consigna. Puedo prometerles que tal es su grado de ondeo que si un auto, una moto, una persona
se detuviera frente a ella y le ofreciera un plato, unas monedas, un mercado, una vida. Ella no se
detendría, seguirá ondeando y pensado: “derecha, uno, dos y tres; izquierda, uno dos y tres”.

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