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Shostakovich es uno de los compositores más queridos dentro del ámbito musical,
ha pasado a la historia como un hombre revolucionario e innovador, creando obras
excepcionales y con un estilo único que puedes identificar al instante.
La sonata para viola compuesta por Shostakovich es una carta de despedida, como
si fuera narrando de poco en poco su vida, entrelazando algunas de sus obras más
importantes de manera sutil, haciéndolas ver no como un collage de piezas, sino
como parte de un todo.
El primer movimiento, descrito por él mismo como una “novela” por su composición
en forma de tres, crea una atmósfera de suspenso y melancolía, generada por sus
temas de doce notas y su diálogo inicial entre viola y piano. Con un carácter oscuro
el tema se va desarrollando llegando a la cima y después recapitula el comienzo con
pizzicatos para que, de manera delicada, llegue al final.
Shostakovich preludia su final con una obra visceral y potente, mostrándonos, por
última vez, el genio musical que llevaba dentro; escogiendo como instrumento
principal la viola, que va cantando a manera de muerte, semejante a una voz
madura, que se resquebraja y deja hilitos de sonido en el aire. No es casualidad que
otros compositores hayan escogido la viola como pieza de muerte, escuchando el
concierto para viola de Bartók o la última sinfonía de Mahler que con carácter
Carla María Arredondo Soto
agónico anuncian el final de sus vidas. Y es que hay algo en éste instrumento que
no deja de hipnotizar, ésta similitud con nuestra voz y su timbre misterioso que
suena a llantos, que expresa toda tristeza y nos inunda en melancolía y suspenso,
que recorre nuestro espíritu humano y lo encamina a la trascendencia. Ese carácter
y personalidad violístico tan menospreciado pero tan delicado, que lo hace especial
entre todos y que nos va mostrando el final y la muerte, que nos acompaña y nos
lleva al culmen que termina en paz, sin desolación, nos lleva y encamina a lo divino.