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MANUAL DE CONTRATOS
Parte Especial
4 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
MARIO CARRER -JUANES
NORMA - ORGAZ - CARRER
JUANES - GUSTAVO ORGAZ 5
DIRECTORES
MANUAL DE CONTRATOS
Parte Especial
Autores
Rodolfo Aricó - Oscar Blanco - Juan Cafferata
Laura Calderón - Eduardo Carena - Valeria Carrasco
Mario Carrer - Silvia Castillo - Alejandro Fiorenza
Alejandro Freytes - Marcelo García Herrera
Gregorio Gutiérrez Juncos - Norma Juanes
Magdalena López Carusillo - Marina Magnano
Oscar Negritto - Gustavo Orgaz - Fernando Quinteros
Marcelo Rodríguez Fernández
Córdoba
2017
6 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
La reproducción de este libro, ya sea total o parcial, en forma idéntica o con modi-
ficaciones, escrita a máquina por el sistema Multigraph, mimeógrafo, impreso, etc.,
que no fuera autorizada por esta Editorial, es violatoria de derechos reservados. Toda
utilización debe ser solicitada con anterioridad.
Manual de Contratos. Parte especial / Norma Juanes ... [et al.]; dirigido por
Mario Carrer; Norma Juanes; Gustavo Ricardo Orgaz - 1a ed. - Córdoba:
Advocatus, 2017.
1. Derecho Civil. 2. Contratos. I. Juanes, Norma II. Carrer, Mario, dir. III. Jua-
nes, Norma, dir. IV. Orgaz, Gustavo Ricardo, dir.
CDD 346.02
PRÓLOGO
todos y cada uno de los contratos comprendidos en el programa de la materia, con las
explicaciones necesarias para su eficaz asimilación.
Esperamos que este trabajo esté a la altura de nuestros deseos y que su utilidad sea
percibida por nuestros queridos estudiantes.
CAPÍTULO I
EL PRINCIPIO DE LA AUTONOMÍA
DE LA VOLUNTAD *
El hombre desarrolla su personalidad a través de una red de contactos con otras per-
sonas, cuyos intereses y necesidades de bienes y servicios se entrecruzan, y la regula-
ción de estos vínculos es la materia sobre la que recae la reglamentación dispuesta por
voluntad de los particulares que se convierte en el contrato. La idea de autonomía
de la voluntad era una noción fundamental en la filosofía kantiana, en cuyo marco
significaba la facultad de la voluntad de darse a sí misma su propia ley. El origen
de la formulación de esta teoría en el ámbito jurídico se encuentra entre los autores
de Derecho Internacional privado, que invocaron la autonomía como sinónimo de
la libertad de las partes para elegir el Derecho aplicable al contrato celebrado entre
comerciantes de distintos países.
El principio de la autonomía de la voluntad tiene como sustrato la libertad de
la persona (art. 19 CN). El individuo actúa su libertad cuando ejercita la facultad
de autodeterminación y crea vínculos con terceros, estableciendo las “reglas de
conducta para sí y en relación con los demás, con la consiguiente responsabilidad
en cuanto actuación en la vida social”1.
La iniciativa privada, que exige la posibilidad de ejercitar las facultades que com-
porta el principio de la autonomía de la voluntad, se despliega con la mayor amplitud en
el campo de los derechos patrimoniales que son el objeto del contrato. En este ámbito
prevalece el carácter dispositivo de las normas, supletorias de la voluntad de las partes,
que sólo por excepción revisten carácter imperativo o indisponible (art. 962), y que por
lo tanto son inderogables.
El concepto de “autonomía de la voluntad” se corresponde con la competencia que
el ordenamiento jurídico reconoce a los particulares para regular sus propios intereses,
mediante la actuación de la voluntad privada libre de condicionamientos y movién-
dose dentro de los límites que establece la ley. Asimismo, en ejercicio de esa auto-
nomía y siempre observando los límites que fija del orden jurídico, los contratantes
pueden dar nacimiento a contratos que no engarcen en los moldes típicos regulados
por la ley, o que no son frecuentes y reiterados en el tráfico. Los particulares tienen
la libertad de apartarse de ellos y de diseñar nuevos tipos contractuales, o concebir
otras modalidades de los tipos ya conocidos, con cláusulas novedosas que mejor
satisfagan sus necesidades e intereses.
La autonomía privada, principio que sobrevuela todo el campo de acción del acto
jurídico, también se proyecta en otros sectores de actividad de la persona, como el de
los derechos reales y el de los derechos no patrimoniales. Sin embargo, en estas esferas
jurídicas las facultades que emanan de la autonomía de la voluntad se ejercitan de ma-
nera más acotada, en comparación con el ámbito privilegiado del Derecho contractual.
Tanto en materia de relaciones de familia (Libro 2º, arts. 401 a 723), como en el campo
de los Derechos Reales (Libro 4º, arts. 1882 a 2276), los vínculos se rigen por el esta-
tuto que establece el propio orden jurídico, que margina al mínimo la actuación de la
voluntad de los particulares; basta leer, a modo de ejemplo, el art. 454 sobre el régimen
patrimonial del matrimonio, y el art. 1884 en el título de disposiciones generales sobre
los Derechos Reales, para apreciar cuán recortada está la función de la libertad indivi-
dual en esos espacios jurídicos.
El primer capítulo del Título II sobre los “Contratos en general” consagra un con-
junto de disposiciones aplicables a cualquier situación jurídica emergente de un contra-
to: entre ellas, el concepto normativo de contrato, el rol de la autonomía de la voluntad,
el efecto vinculante, la buena fe, el régimen jurídico.
La regulación se inicia con el art. 957 que define el contrato como el acto jurídico
mediante el cual dos o más partes manifiestan su consentimiento para crear, regular,
modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales. El concepto recoge
las recomendaciones que la doctrina nacional mayoritaria había formulado al analizar
críticamente el art. 1137 CC Vélez, y confirma su naturaleza de acto jurídico. El
CCyC caracteriza el contrato como un acto jurídico bilateral y patrimonial, y por
consiguiente, como un instrumento apto no sólo para el intercambio de bienes y
servicios, sino para operar toda modificación, transferencia, y extinción de rela-
ciones o situaciones jurídicas (art. 257 CCyC). En tanto es un acto jurídico, le son
aplicables las normas de los Títulos IV y V del Libro 1º, que regulan de manera
sistemática todos los aspectos generales del acto jurídico, como declaración de vo-
luntad idónea para producir efectos jurídicos (arts. 257 al 397 CCyC), y también la
transmisión de los derechos en general (arts. 398 al 400).
EL PRINCIPIO DE LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD 11
Ninguna duda cabe acerca de que la autonomía privada no puede vulnerar el orden
público, ni en su nombre los particulares pueden concertar acuerdos que ofendan la
moral o las buenas costumbres, límites que tradicionalmente han sido un valladar in-
soslayable de la libertad de contratar. En esto hay total coincidencia con las previsiones
relativas al objeto del acto jurídico (art. 279).
La referencia a “la ley” que contiene el art. 958 debe entenderse que apunta a las
normas legales de naturaleza indisponible, que pueden o no ser de orden público, cali-
ficación ésta que es facultad del legislador declarar. Por ejemplo, es de carácter impera-
tivo el precepto del art. 1197 que limita el plazo de la locación con destino habitacional
a veinte años, y a cincuenta para otros destinos.
Los particulares no pueden enervar la regulación legal cuando el legislador pres-
cribe disposiciones de carácter coactivo cuya inobservancia acarrea la nulidad del acto,
como son aquellas atinentes a la aptitud o capacidad de los otorgantes (arts. 1000 a
1002), al objeto (arts. 1003 a 1011), a la causa (arts. 1012 a 1014), a la forma (art.
1015), todas referidas a elementos de validez del contrato. Si en cambio se trata de
normas dispositivas, estas no pueden configurar ningún límite a la autonomía privada
porque no tienen carácter coactivo, sino que son supletorias de la voluntad de las partes
(art. 962). Los particulares pueden regular sus intereses apartándose o desplazando esas
normas, y disponiendo de manera diferente a lo previsto en ellas, sean dispositivas o
supletorias, denominaciones que para la ley son sinónimas2.
Con relación a las normas de orden público (art. 12), ha de tenerse presente que
tienen por objeto garantizar la prevalencia de los principios fundamentales que sus-
tentan los intereses de una comunidad por sobre los intereses particulares. Al igual
que las comunidades, esas normas no son estáticas, sino que evolucionan junto con
las modificaciones que se suceden en el orden social, económico, tecnológico, am-
2 Cfr. KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, “La aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y
situaciones jurídicas en curso de ejecución”, Revista de Derecho Privado y Comunitario. Claves del
Código Civil y Comercial, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015, p. 159.
12 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
biental. Ejemplos de leyes de orden público son las que se han sancionado en materia
de locaciones, protección de los consumidores, de datos personales (habeas data), de
emergencia económica, entre otras.
Hoy los derechos fundamentales o personalísimos también son un límite infran-
queable a la libertad de autodeterminación, y las decisiones que pueden comprometer la
dignidad de la persona humana no reciben tutela jurídica sino bajo ciertas condiciones.
Al respecto, hay disposiciones precisas que subordinan la libre disponibilidad de los
derechos personalísimos (art. 55), la exigibilidad de contratos que pongan en riesgo
la vida o la integridad de la persona (art. 54), y otras que prohíben todo acto a título
oneroso de disposición de derechos sobre el propio cuerpo, que pueden significar la
“cosificación” de la persona (arts. 17 y 56)3. Estos principios normativizados con-
solidan una realidad jurídica que tiene su influencia en el derecho a la autodetermi-
nación que se reconoce a los particulares al tiempo de contraer vínculos negociales,
en los cuales pueden estar comprometidos derechos fundamentales, y expresa una
relación de tensión entre la autonomía privada y las facultades de disposición que
tienen las personas sobre sus derechos personalísimos cuando son objeto de un con-
trato. En el capítulo respectivo sobre el objeto del contrato, y en concordancia con
estas disposiciones generales, el Código pone límites al ejercicio de la autonomía
de la voluntad cuando recae sobre hechos que comprometen o afecten negativa-
mente bienes tutelables y no comercializables, entre ellos el derecho a la dignidad
como uno de los bienes fundamentales de la persona (art. 1004).
3 Título Preliminar, art. 17, y Libro Primero, Título I: Persona Humana, Cap. 3: Derechos y actos per-
sonalísimos.
EL PRINCIPIO DE LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD 13
Este es el caso de un negocio que se verifica entre partes que no ejercen similar
poder de negociación, sino que el contrato es celebrado en base a un contenido pre-
dispuesto por una de las partes o por un tercero, y la otra parte se limita a expresar
su adhesión, sin haber participado en la configuración de sus cláusulas (art. 984).
Esta modalidad surgió cuando distintos acontecimientos sociales y económicos con-
fluyeron al tiempo en que se operaba el paso de un modo de producción artesanal,
individualizada, a la etapa de la industrialización y de la producción en serie. En
ese momento, la estandarización de las condiciones contractuales apareció como el
recurso apropiado para facilitar la comercialización masiva de bienes y servicios,
dando agilidad al tráfico jurídico.
En el CCyC se ha incluido una sección que lleva por título “Contratos celebrados
por adhesión a cláusulas generales predispuestas” (arts. 984 a 989), dedicada a fijar
pautas de interpretación de las cláusulas que forman el contenido de esos vínculos. Ta-
les pautas no son novedosas, sino que recogen los criterios ya trazados por la doctrina y
la jurisprudencia, y algunos incorporados como mandatos normativos en la legislación
interna4. Este conjunto de normas sancionan los requisitos formales que deben reunir
las cláusulas generales predispuestas (art. 985); la prevalencia de las cláusulas parti-
culares negociadas que sean incompatibles con la cláusulas generales preformuladas
(art. 986); el arraigado principio de interpretación contra stipulatorem (art. 987); la
inadmisibilidad de las cláusulas abusivas (art. 988), y finalmente advierten sobre el
4 La hoy derogada Ley 19.724 de Prehorizontalidad, arts. 14 y 15, sobre redacción de los contratos y
cláusulas de reajuste. También las vigentes Ley 17.418 de Seguros, art. 11, sobre los requisitos que
debe reunir la póliza, y Ley 24.240 de Protección de los derechos del consumidor, arts. 37 y 38.
EL PRINCIPIO DE LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD 15
El Título III trae normas específicas sobre los “Contratos de consumo”, que consti-
tuyen también “una fragmentación del tipo general de contratos, que influye sobre los
tipos especiales”5. Esto significa que cualquier contrato, sea o no celebrado por adhe-
sión, puede ser de calificado como de consumo si puede ser encuadrado en el art. 1093,
cuando la adquisición, uso o goce de los bienes o servicios son “para su uso privado,
familiar o social”. El elemento tipificador es precisamente el consumo final por los
consumidores o usuarios.
Para este sector de la contratación se han incorporado disposiciones que recogen
algunos principios generales sobre protección del consumidor, que conforman un piso
o “protección mínima” que funciona como el núcleo duro de tutela, que no puede ser
modificado o derogado por ley especial. Así, se regulan aspectos relevantes vinculados
con las prácticas abusivas (arts. 1096 a 1099), el deber de información y la publicidad
(arts. 1100 a 1103), los contratos celebrados fuera del establecimiento comercial, espe-
cialmente, los que se sirven de los medios electrónicos (arts. 1104 a 1116), y finalmente
un capítulo destinado a las cláusulas abusivas (arts. 1117 a 1122).
El contrato de consumo puede ser celebrado mediando tratativas y negociaciones,
o por adhesión a cláusulas predispuestas. En el primer supuesto, ambas partes habrán
ejercitado su autonomía de la voluntad decidiendo en libertad las condiciones del inter-
cambio. No obstante, el contrato estará regido por el estatuto propio del consumo. De
igual manera, si ha sido concluido por adhesión porque el proveedor ha fijado previa-
mente el contenido, preestableciendo unilateralmente el alcance y extensión de dere-
chos y obligaciones. El subsistema del Derecho del consumo orienta su tutela al con-
sumidor o usuario para neutralizar el desequilibrio negocial en que se encuentra por su
mayor vulnerabilidad. Comparativamente, hay una protección más intensa que la que
se presta al adherente de un contrato preformulado que no es de consumo, el que puede
haberse celebrado entre partes con igual poder de negociación.
La situación de desequilibrio que supone el vínculo entre el proveedor-profesional
y el consumidor-profano en un sector determinado de actividad, prevalece por sobre la
modalidad de celebración, que es indiferente a los fines de que se declare procedente la
aplicación de la tutela especial del régimen consumeril. Tan es así que “Las cláusulas in-
corporadas a un contrato de consumo pueden ser declaradas abusivas aun cuando sean
negociadas individualmente o aprobadas expresamente por el consumidor” (art. 1118).
6. CONCLUSIONES
En el sistema del CCyC hay una fragmentación del tipo general del contrato en tres
modalidades en las que la autonomía de la voluntad interviene con distinta intensidad
en la formación del consentimiento.
5 Fundamentos del Proyecto de CCyC redactado por la Comisión de Reformas designada por Decreto
P.E. 191/2011.
EL PRINCIPIO DE LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD 17
Bibliografía
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Comentado, t. III, La Ley, Buenos Aires, 2014, t. III.
18 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CAPÍTULO II
CONTRATO DE COMPRAVENTA
1. COMPRAVENTA. 1.1. Antecedentes. 1.2. Concepto. 1.3. Caracteres. 1.4. Teoría del
título y el modo. 1.5. Relación con figuras afines. 1.5.1. Contrato de cesión. 1.5.2.
contratos que recaen sobre otros derechos reales. 1.5.3. Contrato de obra. 1.5.4.
Permuta. 1.6. Elementos esenciales. 1.6.1. Consentimiento. 1.6.2. Capacidad. 1.6.3.
Objeto. 1.6.3.1. Cosa vendida. Requisitos. 1.6.3.2. Cosa futura. 1.6.3.3. Cosa ajena.
1.6.4. El precio. 1.6.4.1. Requisitos. 1.6.4.2. Precio en la compraventa de inmuebles.
1.7. Obligaciones de las partes. 1.7.1. Obligaciones del vendedor. 1.7.1.1. Conservar
la cosa. 1.7.1.2. Obligación de transferir. 1.7.1.3. Responder por saneamiento. 1.7.2.
Obligaciones del comprador. 1.7.2.1. Pagar el precio. 1.7.2.2. Recibir la cosa. 1.7.2.3.
Pagar los gastos de recibo.
2. COMPRAVENTA DE BIENES MUEBLES Y MERCADERÍAS. 2.1. Introducción. 2.2. Caracteres.
2.3. Obligaciones del vendedor. 2.3.1. Obligación de entregar factura. 2.3.2.
Obligación de entregar los documentos de la venta. 2.3.3. Responsabilidad por los
riesgos o pérdidas. 2.3.4. Obligación de entregar la cosa. 2.3.5. Responsabilidad por
defectos aparentes o falta de adecuación de las cosas. 2.3.6. Responsabilidad por
vicios ocultos. 2.3.7. Responsabilidad por evicción. 2.4. Obligaciones del comprador.
2.4.1. Pago del precio. 2.4.2.Recepción de los bienes. 2.5. Cláusulas especiales a
las que puede subordinarse la compraventa inmobiliaria. 2.5.1. Compraventa sujeta
a condición suspensiva. 2.5.2. Usos internacionales. 2.5.3. Cláusula de aceptación
contra documentos. 3. ALGUNAS CLÁUSULAS QUE PUEDEN SER AGREGADAS AL CONTRATO
DE COMPRAVENTA. 3.1. Pacto de retroventa. 3.1.1. Legitimación para ejercer el derecho
de rescate. 3.1.2. Efectos del ejercicio del derecho de rescate. 3.1.3. Extinción del
pacto de retroventa. Renuncia. 3.2. Pacto de reventa. 3.3. Pacto de preferencia. 3.3.1.
Hipótesis en caso de subasta. 3.3.2. Plazo para ejercitar el derecho. 3.3.3. Efectos.
3.3.4. Vencimiento del plazo. 3.4. Venta condicional. 3.4.1. Presunción legal. 3.4.2.
Efectos del cumplimiento de la condición. 3.5. Pactos especiales aplicables en el CC
de Vélez, eliminados o dispersos en el CCyC y C. 3.5.1. Cláusula de no enajenar.
3.5.2. Pacto de mejor comprador. 3.5.3. Cláusula de arrepentimiento. 3.5.4. Venta con
pacto comisorio. 3.5.5. Ventas aleatorias.
4. Boleto de compraventa inmobiliaria. 4.1. Naturaleza jurídica. 4.2. Régimen
legal en el CCyCyC.
1. COMPRAVENTA *
los contratos de cambio y que tiene particular relación con los derechos reales, es-
pecialmente lo referido a la teoría del título y el modo. El contrato de compraventa
está ubicado en el Libro tercero, Título IV, Capítulo 1 del CCyC, y el nombre asig-
nado dirime la cuestión planteada por la doctrina sobre la diferente denominación
que se le dio en el CC Vélez y en el CCom., distinción que en la práctica carece de
consecuencias jurídicas o prácticas.
El nuevo código respondiendo al objetivo de unificación del Derecho Privado,
regula este contrato, cuyas normas se aplican tanto a la compraventa civil como a
la comercial.
No obstante esta nueva reglamentación del contrato de compraventa, mantienen
su vigencia las leyes que regulan supuestos particulares: Ley 11.867 de transmisión
de establecimientos comerciales e industriales, Ley 14.005 de venta de inmuebles
fraccionados en lotes y pagaderos a plazos, Ley 22.423 de venta de inmuebles del
dominio privado del Estado, entre otras. En estos casos se aplicarán los regímenes le-
gales especiales, y luego las normas del capítulo de la compraventa en lo que resulten
pertinentes, conforme lo establecido en el art. 963 CCyC.
1.1. Antecedentes
El art. 1123 establece: Definición. Hay compraventa si una de las partes se obliga
a transferir la propiedad de una cosa y la otra a pagar un precio en dinero.
que pueda calificarse como otro negocio y ello está corroborado por lo dispuesto
en el art. 1127, que se refiere a la naturaleza del contrato.
Para que haya compraventa, el contrato debe dar origen a las obligaciones
que identifican el tipo: la obligación de transmitir la propiedad de una cosa
a cargo de la parte vendedora y la obligación de pagar un precio en dinero
a cargo de la parte compradora.
b) Término propiedad. Alcance. La definición que se analiza menciona como obli-
gación a cargo de la parte vendedora la de transferir la propiedad, término que
ya estaba en el art. 1323 del CC Vélez, si bien este capítulo es similar al proyec-
to del año 1998, cambia el término “dominio” por el de propiedad.
En los fundamentos del Anteproyecto, la comisión redactora justifica la uti-
lización de la palabra “propiedad” en lugar de “dominio” que utilizaban los
anteriores Proyectos de Reforma, en el hecho de que tanto la Constitución
Nacional como los Tratados firmados por nuestro país aluden a propiedad
y no a dominio, y que además se trata de un vocablo conocido y aceptado
por el uso común. Sin embargo, en disposiciones posteriores (art. 1132, por
ejemplo), se insiste con la palabra dominio.
El vocablo “propiedad” se utiliza con diversos alcances: a) en un sentido
amplio, comprensivo de todo derecho patrimonial, aún de los creditorios; b)
en un sentido más restrictivo, como equivalente al derecho de dominio. Es
evidente que en el art. 1123 CCyC, el término está utilizado en el sentido
de derecho de dominio, que es el derecho real por antonomasia, el que tiene
plenitud de facultades, a tal punto que los demás derechos reales no son otra
cosa que sus desmembraciones.
Sin embargo, al tener más recepción y utilización en el lenguaje común el térmi-
no “propiedad” que el término “dominio”, estaría justificada la inclusión como
comprensivo y abarcador de otros derechos reales, que se ejercen por la pose-
sión conforme los casos previstos en el art. 1124 CCyC.
c) El comprador está obligado a pagar un precio en dinero. Para determinar el al-
cance del término dinero hay que tener en cuenta lo regulado a partir del art. 765
en el que se establece que la obligación es de dar dinero si el deudor debe cierta
cantidad de moneda, y si la moneda no es de curso legal en la República se la
considera como obligación de dar cantidades de cosas. Si bien el nuevo código
no recoge la denominación dar cantidades de cosas, esos supuestos están pre-
vistos en los arts. 762/763 bajo la denominación “obligaciones de género”. Esta
modificación impactará en el requisito tradicional del “precio en dinero” exigido
para la compraventa y resucitará las viejas discusiones respecto de si el acto por
el cual se transmite la propiedad de una cosa y se paga con moneda extranjera es
una compraventa o constituye una permuta.
En cuanto al precio en dinero nada se dice sobre que sea cierto, como estaba
previsto en el CC Vélez (arts. 1323 y 1349 y ss.). Sin embargo, esto tampoco
tiene consecuencias jurídicas de relevancia, puesto que al regular el elemento
“precio”, el CCyC exige que éste sea determinado o determinable (art. 1133), en
fórmula similar al texto sustituido.
22 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
- Formal o no formal. Los contratos que deben cumplir una forma para su validez
(art. 285/969 CCyC) se denominan contratos formales. Son aquellos a los que la ley
impone una solemnidad rigurosa, y en caso de incumplimiento la sanción es la nulidad.
El incumplimiento de la solemnidad genera consecuencias diferentes, según el rigor
con que se exige la observancia de la forma. Cuando se trata de una solemnidad de
carácter relativo, el contrato no queda concluido como tal, mientras no se otorgue en
el instrumento previsto por la ley, pero vale como otro contrato en el que las partes se
obligan a cumplir con la formalidad requerida legalmente.
Para la compraventa no está prevista solemnidad alguna a cumplir para su validez.
Sin embargo, hay que atender al objeto del contrato.
El art. 1017 CCyC prevé que deben ser otorgados por escritura pública los contra-
tos que tienen por objeto la adquisición, modificación o extinción de derechos reales
sobre inmuebles. En consecuencia, la compraventa que tenga por objeto bienes inmue-
bles debe ser hecha por escritura pública por aplicación de la regla general, y en caso de
incumplimiento se aplicará lo dispuesto en el art. 969 porque esa forma no es exigida
bajo pena de nulidad. Se trata de un contrato formal de solemnidad relativa, ya que
los efectos propios de ese contrato (trasmisión de la propiedad), no se van a cumplir,
pero valdrá como contrato en el que las partes se obligan a cumplir con la formalidad
requerida (proceso de conversión).
Si el objeto del contrato recae sobre cosas muebles, al no haber solemnidad pres-
cripta para la celebración del contrato, se puede calificar la compraventa de muebles
como no formal. No obstante, en el caso de cosas muebles registrables, se deben cum-
plir los recaudos formales exigidos en cada caso. Así, por ejemplo, en la trasmisión de
la propiedad de automotores, regida por el Dec-ley 6582/58, de buques para los que
rige la ley 20.094, para las aeronaves el Código Aeronáutico Ley 17.285, y para los ca-
ballos de carrea de pura sangre, a los que se aplica la Ley 20.378, entre otros supuestos.
- Nominado. Siendo la compraventa un contrato regulado de manera especial, se
caracteriza como nominado y típico.
- De cambio. Los contratos de cambio se caracterizan por la existencia de un true-
que entre las partes, es decir que las partes se atribuyen entre sí, convencionalmente,
ventajas y sacrificios. En la compraventa tanto comprador como vendedor tienen a su
cargo obligaciones (art. 1123). El derecho de una de las partes tiene un correlato con el
deber u obligación de la otra, de manera que la relación jurídica se disciplina a través
del esquema tradicional individualista de derecho-obligación (Aparicio).
- Declarativo. Este carácter es contrapuesto al de traslativo, conforme a los efectos
que genera, sea que produzca el nacimiento de derechos personales, o que sus efectos
operen en el ámbito de la transferencia del derecho real del que se trata. La compra-
venta, si bien tiene la finalidad de transmitir el derecho de propiedad del vendedor al
comprador, la mera celebración del contrato no opera ese efecto, pues para que ello su-
ceda, es necesario que se observe la norma del art. 1892 CCyC, esto es la concurrencia
del título y del modo.
La compraventa (título) no produce por sí misma la transferencia del derecho de
propiedad de manera inmediata con su celebración. Para que ello ocurra es necesario
que se entregue la cosa, se cumpla con el modo para que se produzca el cambio de
24 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
resulta novedoso dado que se tendrá como pauta de interpretación para determinar
qué normas se aplican cuando se trata de contratos que tienen por objeto los derechos
indicados en el referido artículo. En los fundamentos, la Comisión redactora del An-
teproyecto justifica este artículo señalando que “con la inclusión de ese texto, queda
establecido que el objeto de la venta no se limita a la propiedad o dominio, sino que
comprende también la transferencia o constitución de otros derechos reales”.
Se comprende la falta de aplicación de las normas de la compraventa a la transmi-
sión del derecho real de habitación, justamente porque éste no se puede transmitir por
actos entre vivos ni por causa de muerte (art. 2160 CCyC). Sí resulta llamativa la falta
de inclusión de la transferencia de derechos en conjuntos inmobiliarios, que se encuen-
tra expresamente permitida (arts. 2082 y 2085), o que resulta del régimen propio del
tiempo compartido o de la constitución de derechos sobre parcelas en cementerios pri-
vados. Es precisamente a la transferencia de derechos en conjuntos inmobiliarios que se
aplicarían las normas sobre la compraventa, y no a su constitución, que debe someterse
a la normativa del derecho real de propiedad horizontal (art. 2075).
Finalmente, en lo que concierne a los títulos valores, debe aclararse que la
aplicación de las normas de la compraventa resulta pertinente cuando se transfiere
la titularidad de títulos valores, porque a más del contrato es necesario la entrega
del documento, sin perjuicio de que allí está inserto el derecho inmaterial que está
incorporado al título; en el caso de los títulos valores con cláusula no a la orden,
para la transferencia se aplican las normas de la cesión de derechos (arts. 1614 y
ss.), y no las disposiciones sobre la compraventa.
b) Si de las circunstancias del caso resulta que la principal obligación asumida por
una de las partes consiste en suministrar mano de obra o prestar otros servicios,
no se trata de una compraventa, sino del contrato de obra. En esta hipótesis, se
hace hincapié en la obligación de hacer sobre la de dar.
c) La última parte del art. 1125 CCyC establece que, si la parte que encarga la ma-
nufactura o producción de las cosas, asume la obligación de proporcionar una
parte substancial de los materiales necesarios para esa manufactura o produc-
ción, se aplican las reglas del contrato de obra. Este último supuesto ha provoca-
do críticas en la doctrina, por estar en contradicción con las reglas que el propio
legislador ha previsto al regular el contrato de obra.
El contrato de obra puede acordarse con provisión de materiales por parte del con-
tratista, o sin provisión de materiales, en cuyo caso los debe suministrar el propietario o
dueño de la obra, llamado comitente en la nueva legislación. El CC había intentado se-
llar la discusión sobre la cuestión al establecer que el contrato era de locación de obra,
ya sea que el empresario pusiera sólo su trabajo o que pusiera su trabajo y el material
principal para realizar la obra (art. 1629 CC Vélez).
Si quien provee la materia es el sujeto que encarga la obra, es decir, el comitente,
el contrato es de obra y no de compraventa. Esto constituye doctrina uniforme en la
materia y se explica porque queda patente el énfasis que se ha colocado en la obligación
de hacer, en el encargo concreto al contratista, y no tanto en la obligación de dar que
cierra la ejecución de la obra y que concluye el contrato.
Lo contradictorio de esta regla resulta de su confrontación con el art. 1262, in fine,
cuando, al regular el contrato de obra, el Código dispone que si nada se convino ni
surge de los usos, se presume, excepto prueba en contrario, que el contratista (locador
o empresario) es quien provee los materiales. ¿No se deducía del art. 1125, segunda
parte, a contrario sensu, que si era el contratista quien proveía los materiales el contra-
to era de venta? La jurisprudencia arbitrará las soluciones para compatibilizar ambas
normas, considerando especialmente las circunstancias de cada caso concreto.
1.5.4. Permuta
En el art. 1126 se sienta la regla para distinguir el contrato de compraventa del con-
trato de permuta. Si el precio consiste parte en dinero y parte en otra cosa, el contrato
es de permuta si es mayor el valor de la cosa y de compraventa en los demás casos.
La disposición se vincula con el art. 1356 CC Vélez, y con la nota al art. 1485 del
mismo Código.
Tal como estaba redactado el art. 1356 CC Vélez, quedaba claro que se trataba de
una compraventa si la suma de dinero era mayor que la cosa entregada por la parte, y
un contrato de permuta si la cosa entregada era de valor superior a aquel. No obstante,
el texto del art. 1356 CC y la nota al art. 1485 CC, la doctrina nacional discutía si se
trataba del contrato de compraventa o de permuta cuando eran iguales los valores de la
cosa y del dinero que se obligaba a entregar una de las partes.
28 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Atento la redacción del art. 1126 CCyC se terminan las discusiones sobre la
cuestión, ya que solamente cuando la cosa entregada sea de mayor valor que el
dinero, el contrato será de permuta; y en los demás casos, tanto cuando el dinero
entregado sea mayor valor que el de la cosa o cuando los valores sean iguales, el
contrato será de compraventa. Por lo tanto, de presentarse el supuesto en el que los
valores a entregar sean iguales, las normas aplicables serán las de la compraventa,
como lo establece el nuevo Código.
1.6.1. El consentimiento
El consentimiento se rige por las reglas establecidas para los contratos en general a
partir del art. 971 CCyC. Al respecto, el art. 1128 CCyC dispone que “Nadie está obli-
gado a vender, excepto que se encuentre sometido a la necesidad jurídica de hacerlo”.
La norma establece una regla general coherente con el principio de la autonomía
privada, en virtud de la cual nadie está obligado a vender una cosa de su propiedad,
excepto que jurídicamente se encuentre obligado.
Este artículo tiene su antecedente en el art. 1324 CC Vélez. A diferencia de éste,
la norma actual no explica qué debe entenderse por “necesidad jurídica” de vender. El
tema de las denominadas ventas forzosas o necesarias plantea un problema de interpre-
tación acerca de la existencia o ausencia del consentimiento contractual, que deberá ser
dilucidado en el caso concreto, a la luz de los criterios que proporcione la labor de la
doctrina y de la jurisprudencia.
1.6.2. Capacidad
1.6.3. Objeto
jurídica. Aquellas cosas que no pueden ser enajenadas no pueden ser objeto del
contrato de compraventa, como sucede con las cosas que pertenecen al dominio
público del Estado (una plaza, una calle), porque carecen de la idoneidad para
ser objeto de este contrato.
Otro supuesto de posibilidad jurídica es la venta de cosa ajena, caso en el cual el
vendedor puede obligarse a trasmitir o a hacer trasmitir el dominio al comprador
(arts. 1008 y 1132 CCyC).
La compraventa puede tener como objeto cosas sometidas a litigio, gravadas
o afectadas por medidas cautelares (arts. 1009 CCyC), sin perjuicio de que el
comprador adquiera la propiedad de la cosa en el estado que se encuentra, siem-
pre que tenga conocimiento sobre la existencia de alguna de estas afectaciones.
El contrato es inoponible al embargante o titular de la afectación, y en definitiva
el derecho del adquirente queda supeditado al resultado de las acciones que ini-
cien los terceros.
Otra situación a meritar es la relacionada con el objeto del contrato que recae
sobre partes del cuerpo humano. Para dilucidar la cuestión en principio hay
que tener en cuenta lo dispuesto por el art. 1004, (2° párrafo) CCyC, el cual
establece que se aplican los artículos 17 y 56. La combinación de ambas normas
permite dejar en claro que el individuo tiene sobre su cuerpo o sus partes un
derecho personalísimo, que carecen de valor económico.
El cuerpo no constituye una cosa en sentido jurídico, por lo que no puede ser ob-
jeto del contrato de compraventa. Sin embargo, cuando alguna parte del cuerpo
se encuentra separada del mismo, sea porque es renovable o desechable, puede
ser considerada cosa e ingresar al circuito comercial y en consecuencia incluirse
como objeto del contrato de compraventa, (como puede ser el cabello), siempre
que sea lícita, que no atente contra la moral, buenas costumbres, orden público
o dignidad de la persona humana, y tornen nulo el acto en sí mismo.
c) Debe ser determinado o determinable. Si el objeto de la compraventa consiste en
cosas, éstas deben estar precisadas en su especie o género, aunque no lo esté en
su cantidad. Es determinable cuando se establecen los criterios suficientes para
su individualización (art. 1005).
Art. 1131. Cosa futura. Si se vende cosa futura, se entiende sujeta a la condi-
ción suspensiva de que la cosa llegue a existir.
El vendedor debe realizar las tareas y esfuerzos que resulten del contrato, o
de las circunstancias, para que ésta llegue a existir en las condiciones y tiem-
po convenidos. El comprador puede asumir, por cláusula expresa, el riesgo
de que la cosa no llegue a existir sin culpa del vendedor.
Para que la cosa objeto de la compraventa sea posible debe existir al momento del
contrato o tener posibilidades de existir. Cuando la cosa prometida tiene posibilidades
CONTRATO DE COMPRAVENTA 31
Art. 1132. Cosa ajena. La venta de la cosa total o parcialmente ajena es vá-
lida, en los términos del artículo 1008. El vendedor se obliga a transmitir o
hacer transmitir su dominio al comprador.
En la regulación del CC, la regla general era que las cosas ajenas podían ser objeto
del contrato (art. 1177), en armonía con el art. 452 CCom. En el caso específico de la
compraventa civil el criterio era el inverso, y estaba prohibida la venta de cosas ajenas
(art. 1329), lo que generaba problemas de interpretación. La doctrina nacional conclu-
yó que la enajenación prohibida era la venta de cosa ajena como propia, condenando la
mala fe del transmitente.
El texto del art. 1132 CCyC declara expresamente que la venta de cosa total o par-
cialmente ajena es válida, y remite al art. 1008 CCyC en cuanto a los efectos. La norma
se refiere a la venta de cosa ajena que se vende como ajena, esto es, que ambas partes
conocen esa circunstancia, por lo que el vendedor se encuentra obligado a transmitir
el dominio, o a hacer transmitir el dominio al adquirente. La venta de cosa ajena como
propia constituye un supuesto vedado por el art. 1008, in fine, y si el vendedor no hace
entrega de la cosa, debe reparar el daño causado.
En la venta de cosa ajena el vendedor asume la obligación de transmitir o hacer
transmitir el dominio de la cosa (arts. 1008 y 1132 CCyC); si no ha garantizado la
promesa, su obligación consiste en hacer los actos necesarios para ello, sin obligarse
al resultado concreto de la transmisión. Todo depende de cuál ha sido la voluntad de
las partes al contratar, lo que requiere determinar el verdadero alcance de la obligación
asumida por el vendedor de cosa ajena.
1.6.4. Precio
1.6.4.1. Requisitos
Art. 1134. Precio determinado por un tercero. El precio puede ser determi-
nado por un tercero designado en el contrato o después de su celebración. Si
las partes no llegan a un acuerdo sobre su designación o sustitución, o si el
tercero no quiere o no puede realizar la determinación, el precio lo fija el juez
por el procedimiento más breve que prevea la ley local.
al precio (arts. 1143 y 1144 CCyC), en las que se advierte una fuerte influencia de las
antiguas disposiciones mercantiles en la materia.
Con el objetivo de ordenar el tema, se aprecia que el precio en la compraventa está
regulado en forma genérica en los arts. 1133 y 1134 CCyC, que se aplican a todo tipo
de compraventa, y al disciplinar la compraventa de cosas muebles en particular, dos
normas completan la regulación anterior (arts. 1143 y 1144 CCyC). A su vez, los arts.
1135 y 1136, que integran la sección destinada al precio en general, en realidad regulan
supuestos específicos de venta de inmuebles.
El nuevo código se refiere a la exigencia de que el precio sea en dinero y que esté
determinado o sea determinable.
El primer requisito surge de la propia definición de compraventa del art. 1123 y
el segundo emana de los arts. 1133 y 1134, que aluden al precio determinado y no al
precio cierto como lo hacía el código anterior. No obstante, la doctrina relacionaba la
determinación del precio con el requisito de que sea cierto, por lo que la falta de men-
ción en la norma actual no va a producir variaciones jurídicas de trascendencia.
El precio de la venta tiene que estar determinado por alguna de las modalidades
que señala el art. 1133, primera parte, y también será válido cuando las partes prevean
el procedimiento para determinarlo. Conforme a la pauta que establece el art. 1005, in
fine, para la determinación de la cantidad del objeto del contrato, se puede deducir que
el precio es determinable cuando se establecen los criterios suficientes para su deter-
minación. Es decir, las partes convienen en el contrato el mecanismo para determinar
el precio de venta.
El precio es determinado cuando las partes:
a) Lo fijan en una suma de dinero que el comprador debe pagar. Es la hipótesis más
frecuente: las partes establecen el valor de la cosa vendida en una suma concreta
y determinada.
b) Se deja la determinación a un tercero designado. Es una hipótesis que se aplica
en aquellos supuestos de ventas en las que por el valor o el tipo de cosa vendida
se requiere la intervención de terceros, peritos especializados en tasar o valuar
el bien objeto del contrato.
En los casos de determinación del precio por un tercero, los arts. 1350 a 1352
CC Vélez disponían que, si el tercero no quería o no podía determinar el precio,
la venta quedaba sin efecto. Si el tercero estimaba el precio, su valuación tenía
efecto retroactivo al día de celebración del contrato, era irrevocable y no había
recurso alguno para variarlo, salvo algunos supuestos de excepción. El nuevo
Código sigue el sistema del CC Vélez, por lo que el precio puede ser determi-
nado por un tercero. Este puede estar designado en el contrato o ser nominado
después de su celebración.
Para el supuesto de que el tercero no pueda o no quiera determinar el precio, o
las partes no acuerdan sobre su designación o sustitución, el precio será fijado
por el juez por el procedimiento más breve que prevea la ley local.
c) Finalmente, es determinado el precio que se fija con referencia a otra cosa cierta,
última opción que contempla el art. 1133 CCyC.
34 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Fuera de estos casos el precio es determinable, si las partes han previsto el pro-
cedimiento para determinarlo, posibilidad que cierra el texto normativo citado.
Esta hipótesis favorece la conservación de la validez del contrato, al establecer
que siempre que las partes prevean un mecanismo o procedimiento para fijar el
precio de la venta, el contrato será válido aunque el precio no esté determinado.
En el segundo caso los contratantes han establecido el precio por unidad de medida
y, además, designaron la superficie total del inmueble vendido; si la superficie real total
excede en más de un cinco por ciento a la estipulada en el contrato, el comprador podrá
resolver la venta. En esto el art. 1136 CCyC se aparta de la solución que preveía el CC
de Vélez y simplifica la cuestión. Si hay una diferencia mayor que excede el cinco por
ciento de la superficie designada, el comprador está autorizado a resolver el contrato.
No obstante, estas disposiciones de la ley, cualquier modalidad lícita puede ser vá-
lidamente pactada por las partes en el marco de la autonomía de la voluntad.
Los instrumentos a los que se refiere esta norma pueden ser la solicitud del cer-
tificado registral (Ley 17.801), la legalización de una autorización de venta, las tasas
administrativas para obtener esa documentación, entre otros.
De acuerdo con el art. 1138, a esos costos a cargo del enajenante, se le adicionan los
gastos derivados del estudio de títulos, los costos de mensura del inmueble y el pago de
los tributos que graven la venta.
La mensura del inmueble procede en los casos en que resulta necesario tomar las
dimensiones del inmueble para determinar la medida de lo vendido, y la consiguiente
determinación del precio, conforme a lo previsto en los arts. 1135 y 1136 CCyC.
Finalmente, el vendedor también debe pagar los tributos que graven la venta. Esta dis-
posición alude a los impuestos, tasas y contribuciones que recaen sobre la transferencia.
1.7.2.2. Recibir la cosa, los documentos vinculados con el contrato, y hacerse car-
go de la cosa
El art. 1141, inc. b), CCyC establece que es obligación del comprador recibir la
cosa y los documentos relacionados con el convenio, y aporta un criterio de interpreta-
ción para determinar de qué se trata esta obligación.
CONTRATO DE COMPRAVENTA 39
2.1. Introducción
2.2. Caracteres
La norma que regula esta obligación es el art. 1145 del CCyC y en ella podemos
encontrar tres aspectos principales:
a) El artículo en cuestión comienza señalando que “el vendedor debe entregar al
comprador una factura que describa la cosa vendida, su precio o la parte de éste que ha
sido pagada y los demás términos de la venta”.
Este tramo del dispositivo legal no presenta en rigor, ningún problema de interpre-
tación.
b) Dice también el art. que “si la factura no indica plazo para el pago del precio se
presume que la venta es de contado” y que “la factura no observada dentro de los diez
días de recibida se presume aceptada en todo su contenido”.
42 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Respecto del contenido de estas presunciones, sin negar en absoluto el valor que
tienen, es evidente que se trata de aquellas que ostentan el carácter de relativas o iuris
tantum porque admiten prueba en contrario, como sería por ejemplo un documento
independiente de la factura que demuestre un negocio distinto a los términos en que
aquella ha sido emitida.
c) El artículo 1145 concluye afirmando que “excepto disposición legal, si es de uso
no emitir factura, el vendedor debe entregar un documento que acredite la venta”.
En principio, de conformidad con la legislación fiscal las personas físicas y jurí-
dicas que desarrollan una actividad económica deben emitir factura, aunque también
puede ocurrir que la modestia de la operación autorice el llamado “ticket”, o que la
compraventa sea solamente un negocio entre particulares, en cuyo caso bastará un mero
comprobante que la identifique.
2.3.3. Responsabilidad del vendedor por los riesgos de daños o pérdidas de las cosas
hasta su entrega o puesta a disposición del comprador
El art. 1151 establece esta exigencia que constituye la más importante manifesta-
ción del deber de cuidado de la cosa hasta que se efectúe la tradición efectiva al com-
prador, como lo indica ahora el art. 750 o hasta que las cosas o las mercaderías sean
puestas a disposición del adquirente, ya sea en un lugar determinado como lo expresa el
art. 1149 en su primera parte, o bien entregadas a un transportista o un tercero.
Ahora bien: del análisis que puede hacerse respecto a los avatares susceptibles de
sufrir la cosa hasta su entrega o puesta a disposición del comprador es posible verificar
hasta cuatro situaciones distintas que se deducen de la calificada opinión de Wayar.
a) Que la cosa o las mercaderías se pierdan totalmente sin causas objetivas o subje-
tivas imputables al vendedor.
En este caso habrá imposibilidad de cumplimiento y el contrato quedará extinguido
sin consecuencias para las partes.
b) Que se suscite la pérdida parcial de las cosas sin causa imputable al vendedor.
CONTRATO DE COMPRAVENTA 43
7 WAYAR, Ernesto C., “Compraventa”, en Lorenzetti, Ricardo Luis (Dir.), De Lorenzo, Miguel Federico,
Lorenzetti, Pablo (Coord.), Código Civil y Comercial de la Nación comentado, Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, 2015, t. VI, ps. 401 y ss.
44 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
art. 1828 del Código al señalar que “los títulos representativos de mercaderías
atribuyen al portador legítimo el derecho a la entrega de la cosa, su posesión y
el poder de disponerla mediante la transferencia del título”.
• Asimismo, puede suceder que las partes determinen el momento en que se
tendrá por entregada la mercadería, utilizando en el comercio interior, es decir
dentro de nuestras fronteras, alguna de las múltiples cláusulas difundidas en el
comercio internacional, como expresamente lo autoriza el art. 1161 del CCyC.
Estas cláusulas, propias del transporte y la actividad mercantil internacional se han
hecho conocidas y han sido reunidas con la denominación, de “International Comercial
Terms” (INCOTERMS).
Algunas de estas cláusulas, representadas por siglas, son las siguientes:
CF: Cost and Freight – Costo y Flete.
Esta cláusula significa que el vendedor cumple su obligación entregando la
mercadería a bordo y pagando el flete a destino en tanto el comprador asume los
riesgos del transporte.
CIF: Cost, Insurance and Freight – Costo, seguro y flete.
De acuerdo con esta cláusula, el vendedor no paga solamente el costo y el flete
hasta el puerto de destino, sino también el seguro por pérdidas y daños de la mercadería
durante el transporte.
FOB: Free on Board – Entrega en el puerto de carga.
Este pacto o convenio significa que el vendedor corre con los riesgos de la con-
servación y el traslado de las mercaderías hasta el puerto de carga y a partir de allí el
traslado y los seguros quedan en cabeza del comprador.
FAS: Free alongside shif.
Esta sigla tiene un significado muy parecido a la anterior y de acuerdo con esta
última, la mercadería se considera entregada al costado del buque.
EXW: Ex Works – Entrega en fábrica del vendedor.
Significa que la entrega de la mercadería tiene lugar en la fábrica o establecimiento
del vendedor y que a partir de allí el comprador tiene que asumir el seguro de las mer-
caderías y el flete.
DAT: Delivered at Terminal.
Esta sigla significa que la mercadería se considera entregada en el puerto de destino.
Estas son solamente algunas de las numerosas cláusulas que integran el INCO-
TERMS y por lo demás cabe reiterar que la norma del art. 1161 apunta a favorecer su
utilización en el comercio interior. Es evidente entonces, que en el contexto más limi-
tado de las fronteras nacionales las partes podrán flexibilizar estas cláusulas, ya sea en
el texto del contrato o en el modo de su ejecución.
c) Por último, cabe agregar que, conforme a las reglas generales de la compraventa,
los gastos de entrega de las cosas, salvo pacto en contrario, están a cargo del vendedor
quien debe entregarlas con sus accesorios libre de toda relación de poder y de oposición
de terceros (arts. 1138 y 1140 del CCyC).
CONTRATO DE COMPRAVENTA 45
2.3.5. Responsabilidad por defectos aparentes y/o inadecuación de las cosas o merca-
derías a lo convenido en el contrato.
El art. 1156 determina que las cosas muebles vendidas deben adecuarse a lo con-
venido en el contrato y en tal sentido enuncia cuatro pautas interpretativas acerca de lo
que debe entenderse por la mentada adecuación.
a) Que las cosas sean aptas para los fines a que ordinariamente se destinan cosas
del mismo tipo.
b) Que las cosas sean aptas para los fines especiales que expresa o tácitamente se
hayan hecho saber oportunamente al vendedor.
c) Que las cosas o mercaderías estén envasadas o embaladas de la manera habi-
tual para tales cosas o mercaderías. En el supuesto de que no existan en el caso
envases o embalajes habituales, estos bienes deben presentarse de una manera
adecuada para su conservación y protección.
d) En caso de tratarse de una compraventa sobre muestras (art. 1153) la mercadería
debe corresponder a aquella.
Termina el artículo expresando que el vendedor no es responsable por la inadecuación
genérica de la mercadería (inc. a) ni por la inadecuación del envase o del embalaje (inc. c),
que el comprador conocía o debía conocer en el momento de la celebración del contrato.
Estas precisiones acerca de la adecuación de las cosas muebles a lo convenido, no
excluye para las partes la posibilidad de que desarrollen otras exigencias en el texto
contractual, o que por el contrario flexibilicen tales pautas.
Esta norma se complementa con el art. 1150 que permite que hasta la fecha de en-
trega, si el vendedor ha anticipado al comprador cosas en cantidad o calidad no adecua-
das al contrato, puede efectuar las correcciones pertinentes “siempre que el ejercicio de
ese derecho no ocasione al comprador inconvenientes ni gastos excesivos; no obstante,
el comprador conserva el derecho de exigir la indemnización de los daños”.
Ahora bien: para que el comprador pueda determinar efectivamente si las cosas o
las mercaderías se adecuan al contrato, el art. 1152 le ha conferido la facultad de rete-
ner el pago hasta que este examen se haya efectuado, “a menos que las modalidades
de entrega o de pago pactadas por las partes sean incompatibles con esta posibilidad”.
Veremos por lo tanto ahora, las distintas situaciones que pueden presentarse en
torno a la retención del precio y el derecho del comprador a revisar las mercaderías
adquiridas.
a) En principio debe advertirse que cuando la entrega de las cosas es directa del
vendedor al comprador, no existe un plazo legal prefijado para que el adquirente
realice esta inspección o revisión. En tal sentido Alejandro Borda señala que el
nuevo ordenamiento “no establece un plazo fatal sino variable para que pueda el
comprador examinar la cosa, el cual se ajusta a la circunstancia de que verdadera-
mente pueda examinarla”8.
8 BORDA, Alejandro, “Compraventa”, en Garrido Cordobera, Lidia; Borda, Alejandro; Alferillo, Pascual
F., (Dir.), Krieger, Walter F. (Coord.), Código Civil y Comercial comentado, anotado y concordado,
Astrea, Buenos Aires, 2015, t. II, p. 431.
46 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Parece conveniente, sin embargo, que este plazo en ningún caso sea superior a
diez días, ya que como veremos enseguida, este es plazo determinante en el Código en
relación a distintas situaciones relacionadas con la inspección de cosas y mercaderías.
b) La norma legal del art. 1149 1ª parte es precisa cuando se ha pactado que las co-
sas o mercaderías sean puestas a disposición del comprador en un lugar cierto (que no
es su domicilio) y en forma incondicional. El lugar designado puede ser –reiteramos–
un silo cooperativo o de un acopiador de cereales, o en fin, la bodega de un barco o de
un avión. En este caso, el texto normativo indica que el comprador dispone de diez días
para revisar la mercadería desde que es retirada. Si el comprador se mostrare reticente
al retiro, entendemos que podrá ser intimado al efecto.
c) Como hemos visto anteriormente, la 2ª parte del art. 1149 prevé la posibili-
dad de que la entrega de la cosa se tenga por realizada mediante la cesión o endoso
de las mercaderías en tránsito, “tomándose como día de entrega el de la fecha de
cesión o endoso”9.
Este es uno de aquellos supuestos en donde normalmente se pacta que la cesión o
el endoso a que nos referimos, conlleva la obligación de pagar el precio e implica la
virtual renuncia a la inspección o verificación previa de la mercadería precisamente
porque ésta se encuentra “en tránsito”.
Ahora bien, como explica Wayar, la ausencia de verificación previa no libera de
responsabilidad al vendedor si la entrega no es adecuada a lo convenido en el contrato
o si las cosas tienen deterioros o fallas. En tales casos, el comprador podrá reclamar el
saneamiento o la resolución según corresponda10.
d) Se observa además que en el Código se fijan reglas especiales, no en función de
las modalidades de entrega ya expuestas, sino por la manera en que son presentadas las
cosas o las mercaderías.
Tal ocurre con la “compraventa sobre muestras” del art. 1153 o la “compraventa
de cosas que no están a la vista” del art. 1154. En ambos casos el comprador “debe
informar al vendedor sin demora” de la falta de adecuación de las cosas a lo conveni-
do, debiendo dilucidarse el conflicto a través de un perito. Así lo resuelve el art. 1157.
Como puede observarse, en estas situaciones no hay un plazo de revisión e impugna-
ción establecido de manera concreta.
En la “compraventa por junto”, contenida en el art. 1159 tampoco hay un plazo
prefijado para la revisión o inspección de las cosas vendidas.
Por eso, ante las imprecisiones del Código en torno a esta cuestión entendemos que
en una hipótesis de conflicto relativa al plazo para la inspección de las cosas o merca-
derías, si éste no hubiere sido previsto por las partes, deberá ponderarse la cantidad y
complejidad de los bienes incluidos en el negocio, aunque resulta razonable postular
que “en cualquier caso el plazo de impugnación, nunca podría superar el término máxi-
mo de diez días que pareciera establecerse como parámetro general en los arts. 1149,
1155 y 1160 del Código11.
2.3.6. Responsabilidad del vendedor por los vicios ocultos de las cosas o mercaderías
Una vez entregados e inspeccionados los bienes objeto del contrato, si no media
disconformidad del comprador expresada en tiempo y forma, queda el vendedor libera-
do de los defectos aparentes de las cosas vendidas, aunque permanecerá como respon-
sable por los vicios ocultos durante seis meses, computables desde que el comprador
las recibió o puso en funcionamiento, aunque este plazo puede ser aumentado conven-
cionalmente (art. 1055 inc. b y el mismo art. en su segunda parte).
2.5.3. Compraventas con cláusula pago contra documentos –Art. 1162 (también llama-
da “Cláusula de aceptación contra documentos”).
c) Digamos por último que esta modalidad contractual, donde la entrega se perfec-
ciona a través de los documentos esenciales de la mercadería, más que por la mercade-
ría misma, puede tener lugar con la intervención directa de las partes o también a través
de un banco que actúa por cuenta y orden del comprador, efectúa el pago correspon-
diente y luego obtiene del adquirente el reembolso del capital erogado y los intereses.
d) La última parte del art. 1162 prevé esta hipótesis y establece que, en el caso,
solamente cuando el banco interviniente rehúse a efectuar el pago, podrá accionar di-
rectamente el vendedor contra el comprador.
De acuerdo con el art. 1163 del CCyC el “pacto de retroventa es aquel por el cual el
vendedor se reserva el derecho de recuperar la cosa vendida y entregada al comprador
contra la restitución del precio, con el exceso y disminución convenidos”.
Según la doctrina romanista esta cláusula o pacto fue utilizado para ocultar présta-
mos en dinero, presentándose el prestamista como ‘comprador’ y el prestatario como
‘vendedor’ de la cosa. Entre nosotros, ha sido vista en más de una oportunidad, como
un medio para la realización de préstamos encubiertos con intereses excesivos cuan-
do no usurarios, conducentes según los casos, a la nulidad o a la morigeración de sus
términos, aunque también puede responder a cuestiones de utilidad o conveniencia del
vendedor que se reserva el derecho de rescate, o bien incluso a razones sentimentales
que lleven al enajenante a desandar el camino de la venta efectuada.
Las condiciones de validez de este pacto son las siguientes:
a) El objeto vendido puede ser una cosa mueble o inmueble.
CONTRATO DE COMPRAVENTA 51
• Si la cosa vendida es un inmueble o bien una cosa mueble registrable, este pac-
to será oponible a terceros interesados si resultan de los documentos inscriptos
en el registro correspondiente, o si de otro modo el tercero ha tenido conoci-
miento efectivo (art. 1166, 1º parte).
• Si las cosas vendidas son muebles no registrables, los pactos no son oponibles
a terceros adquirentes de buena fe y a título oneroso (art. 1166, 2º parte). Ello
significa que si en este caso el tercero adquirente tuvo conocimiento previo de
la existencia del pacto, no podrá oponer la buena fe frente al vendedor que trata
de recuperar la cosa vendida.
b) Este pacto debe estipularse en el mismo acto de la venta, es decir en la escritura
(inmuebles) o título correspondiente (vgr. el título del automotor).
Tratándose de bienes registrables cualquier acuerdo posterior a la venta o formalizado
por instrumentos separados será inoponible a terceros. Como expresa el art. 1166, el pacto
puede “agregarse a la venta” pero evidentemente conforma una cláusula de ella.
c) El plazo para la operación de rescate no puede exceder los cinco años cuando la
cosa sea inmueble y no más de dos años si la cosa es mueble. Si las partes convienen
un plazo mayor al establecido precedentemente, se reduce al máximo legal. Se trata de
un plazo improrrogable. La norma es imperativa (art. 1167).
El derecho emergente del pacto de retroventa puede ser ejercido por el vendedor y
los cesionarios, herederos y acreedores de aquel; estos últimos a través del ejercicio de
la acción subrogatoria.
La legitimación pasiva, para que se ejerza el derecho de rescate contra ellos, afecta
al comprador, sus herederos y los terceros adquirentes, salvo que en este último caso
se trate de terceros adquirentes de cosas muebles no registrables que lo hayan hecho de
buena fe y a título oneroso.
a) De acuerdo con el art. 1968 del CCyC. “al cumplirse el plazo o condición, el
dueño revocable de una cosa queda inmediatamente constituido en poseedor a
nombre del dueño perfecto”. Así lo dispone en su primera parte la norma legal
citada.
b) Sin embargo, la obligación de pagar el precio va depender de que el comprador
restituya efectivamente la cosa, sin desconocer ni resistir la revocación operada
y que preste la colaboración que fuere necesaria en su caso para inscribir la read-
quisición del dominio al efecto de su oponibilidad frente a terceros (arts. 1968,
2º parte y 1892).
52 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
El pacto de preferencia regulado por el art. 1165 del CCyC presenta varios aspectos
de interés.
La norma expresa en primer término que el pacto “es aquel por el cual el vendedor
tiene derecho a recuperar la cosa con prelación a cualquier otro adquirente si el com-
prador decide enajenarla”.
CONTRATO DE COMPRAVENTA 53
3.3.2. Con respecto al plazo para el ejercicio del pacto de preferencia, el art. 1165
dispone en la tercera parte que “excepto que otro plazo resulte de la convención, los
usos o las circunstancias del caso, el vendedor debe ejercer su derecho de preferencia
dentro de los diez días de recibida dicha comunicación”.
54 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
En efecto, el plazo puede extenderse o reducirse si así se pactó o surge de los usos
o circunstancias del caso.
El art. 1364 del CC Vélez establecía que “es prohibida la cláusula de no enajenar la
cosa vendida a persona alguna más no a una persona determinada”.
Es decir que sólo era válida aquella cláusula que prohibía vender una cosa a perso-
na o personas determinadas, y el motivo que podía impulsar este pacto era evitar que la
cosa vendida pasara a manos de un competidor o un conjunto de competidores. o de una
persona que haya dañado de alguna manera al vendedor. En la medida que estas prohi-
biciones sean específicas y no genéricas, y que no violen reglas relativas a la defensa
de la competencia, la lealtad comercial o los derechos de un consumidor, no vemos
obstáculo para la celebración de este pacto en el marco de la autonomía de la voluntad.
56 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
La venta con pacto comisorio expreso no está regulada entre las cláusulas especiales
de la compraventa, como sí lo hacía el art. 1374 del CC Vélez. Sin embargo, sus alcances
caben ciertamente en la llamada “cláusula resolutoria expresa” del art. 1086 CCyC.
Las ventas aleatorias de cosas futuras se encontraban reguladas en los arts. 1404 y
1405 CC Vélez. Actualmente están contenidas en el art. 1131 del CCyC, aunque con
matices diferenciales. Lo mismo sucede con la venta de cosas ciertas que han dejado de
existir (arts. 1406 y 1407 CC Vélez). En este caso, la validez del contrato se subordina
a dos alternativas de excepción contempladas en el art. 1130 del CCyC.
a) que la cosa objeto del contrato haya dejado de existir parcialmente, en cuyo caso
el comprador puede resolver el contrato o bien “demandar la parte existente con
reducción del precio” (art. 1130, 1º parte).
b) o bien que el comprador asuma el riesgo de que la cosa haya perecido, o esté
dañada al celebrarse el contrato. En este caso el vendedor no puede exigir el
cumplimiento del contrato si, al celebrarlo, ya sabía que la cosa había perecido
o que estaba dañada (art. 1130, 2º parte).
CONTRATO DE COMPRAVENTA 57
El CCyC trata el tema dentro del título de la Compraventa, asignándole una sección
específica que se integra con dos artículos.
El art. 1170 constituye una verdadera innovación en el ordenamiento jurídico ar-
gentino, pues regula los requisitos que debe cumplir el adquirente de buena fe para
tener prioridad sobre terceros que hayan trabado cautelares sobre el inmueble vendido.
13 BO 13/4/1972. Esta ley conserva su vigencia, ya que no ha sido derogada por el CCyC.
CONTRATO DE COMPRAVENTA 59
Por su parte, el art. 1171 CCyC regula la oponibilidad del boleto al concurso o
quiebra del vendedor. Esta oponibilidad es posible cuando se trata de un adquirente
de buena fe con boleto de fecha cierta y que ha pagado el 25% del precio, requisitos
coincidentes con las exigencias del art. 1170.
El requisito de buena fe hace referencia a la “buena fe conocimiento”, esto es que
el comprador desconozca el estado de cesación de pagos en que se encuentra el trans-
mitente, lo que es verosímil si el negocio se ha realizado con anterioridad al período de
insolvencia del fallido.
La norma prevé que, si concurren las exigencias prescriptas, “el juez debe disponer
que se otorgue la respectiva escritura pública”. La imperatividad de la norma concor-
dante con el art. 146 de la LCQ, expresa un cambio notable con el vocablo “podrá” del
derogado del art. 1185 bis CC de Vélez.
Finalmente, el art. 1171 permite al comprador continuar con el cumplimiento
de sus obligaciones dentro de los plazos convenidos en el contrato celebrado con el
enajenante, debiendo constituir hipoteca en garantía del saldo de precio si existiera
a su favor plazo para el pago.
Bibliografía
APARICIO, Juan Manuel, Contratos/1. Parte General, Buenos Aires, Hammurabi, 1997.
Contratos/2. Parte General, Buenos Aires, Hammurabi, 2001.
GARRIDO CORDOBERA, Lidia; BORDA, Alejandro; ALFERILLO, Pascual F., (Dir.), Krieger,
Walter F. (Coord.), Código Civil y Comercial comentado, anotado y concordado, t.
II, Astrea, Buenos Aires, 2015.
HIGHTON, Elena I., “Inscripción de boletos de compraventa inmobiliaria”, en Revista de
Derecho Privado y Comunitario 2000-3, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2003.
LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría de los contratos. Parte General, Víctor P. de Zava-
lía, t. 1 y 2, Buenos Aires, 1997-2000.
CONTRATO DE COMPRAVENTA 61
.
62 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CONTRATO DE SUMINISTRO 63
CAPÍTULO III
CONTRATO DE PERMUTA *
1. DEFINICIÓN
El art. 1172 del CCyC ha definido este contrato en el sentido de que “hay permuta si
las partes se obligan recíprocamente a transferirse el dominio de cosas que no son dinero”.
Esta definición nos conduce a plantear la necesidad de dos precisiones complementarias.
1.1. Es posible que el negocio celebrado por las partes, consista que una de ellas
entregue una cosa y la otra realice su prestación mediante la entrega de una cosa
pero de inferior valor, por lo que completa esa diferencia mediante el pago de una
suma de dinero.
Esta hipótesis, de frecuente comprobación en el mundo de los negocios, ha sido
debidamente contemplada en el art. 1126 que establece que “si el precio consiste parte
en dinero y parte en otra cosa, el contrato es de permuta si es mayor el valor de la cosa
y de compraventa en los demás casos”.
“Los demás casos” en que habrá compraventa son dos:
a) Cuando el comprador hace una prestación en dinero de mayor valor que la cosa
entregada.
b) Cuando el comprador hace una prestación en dinero de igual valor que la cosa
entregada.
1.2. La segunda cuestión complementaria que rodea la definición de permuta,
gira en torno a si la adquisición de bienes con moneda extranjera constituye per-
muta o compraventa.
a) Según el art. 617 del CC Vélez, una obligación constituida en moneda ex-
tranjera debía considerarse como “de dar cantidades de cosas” con lo cual
15 BORDA, Alejandro, “Permuta”, en Garrido Cordobera, Lidia; Borda, Alejandro; Alferillo, Pascual F.,
(Dir.), Krieger, Walter F. (Coord.), Código Civil y Comercial comentado, anotado y concordado,
Astrea, Buenos Aires, 2015, t. II, ps. 458/459.
CONTRATO DE PERMUTA 65
3.2. En segundo lugar las partes deben compartir los gastos de entrega de la cosa,
salvo pacto en contrario (arts. 1138 y 1173 CCyC).
3.3. Por último, ambas responden recíprocamente por evicción y por vicios redhi-
bitorios.
a) Las opciones de copermutante que ha sufrido la evicción son las siguientes:
• Pedir la restitución de la cosa que él entregara (art. 1174).
• Pedir el valor que tenía la cosa por él entregada, al tiempo de la evicción (art.
1174).
• Pedir una cosa equivalente a la perdida por evicción si ella fuere fungible (art.
1039).
Todo ello con más la adición de los daños y perjuicios que el copermutante hubiere
sufrido (art. 1040 y concs. CCyC).
b) Las opciones que tiene el copermutante se resumen de la siguiente manera res-
pecto de los vicios redhibitorios que tuviera la cosa recibida.
• Resolución del contrato y reclamo de daños y perjuicios - arts. 1040 y 1056
CCyC.
• Solo derecho a la reparación de daños si el defecto de la cosa permutada es
subsanable, el copermutante ofrece subsanarlo y el afectado no lo acepta - art.
1057 CCyC.
4. NORMA SUPLETORIA
Bibliografía
CAPÍTULO IV
CONTRATO DE SUMINISTRO *
1. DEFINICIÓN LEGAL
El art. 1176 del CCyC establece que el suministro “es el contrato por el cual el
suministrante se obliga a entregar bienes, incluso servicios sin relación de depen-
dencia, en forma periódica o continuada y el suministrado a pagar un precio por
cada entrega o grupo de ellas”.
Este contrato, hasta su recepción en el nuevo Código, ha sido uno de los tantos
llamados atípicos con tipicidad social, practicado en múltiples relaciones comerciales
pero carente de regulación normativa.
La regulación que tiene ahora el suministro, proviene casi textualmente, traducción
mediante, del art. 1559 y siguientes del Código Civil italiano.
Acerca del modo en que se desarrolla la ejecución de este contrato es evidente que
brinda utilidades y ventajas para ambos contrayentes.
1) El suministrado evita el costo de una búsqueda reiterada de proveedor cada vez
que necesita de un bien o servicio determinado, porque el aprovisionamiento
está siempre a cargo del mismo contratante.
2) En esta relación disminuyen significativamente los costos y los tiempos de ne-
gociación, ya que se acuerdan una sola vez las pautas sobre precio, cantidad y
calidad de las prestaciones, aunque luego se efectúen reajustes periódicos.
3) El suministrante obtiene fidelidad de quien provee, porque este último le va
sugiriendo las indispensables modificaciones en la calidad, precio y tiempo de
3.1. Conforme con el art. 1177 del CCyC el suministro tiene plazos máximos de
duración.
a) Veinte años si se trata de frutos o productos del suelo o del subsuelo, con proceso
de elaboración o sin él.
b) Diez años en los demás casos.
El plazo máximo se computa a partir de la primera entrega ordinaria.
3.2. Bajo la premisa del plazo máximo prefijado por la ley, las partes pueden
acordar el suministro por un plazo determinado o por tiempo indeterminado, es
decir sin fijación de plazo.
3.3. Si el contrato es por tiempo indeterminado “cualquiera de las partes puede re-
solverlo dando aviso previo acerca de las condiciones pactadas. De no existir pacto se
aplican los usos” dice el art. 1183. La norma agrega que “en su defecto, el aviso debe
cursarse en un término razonable según las circunstancias y la naturaleza del suminis-
tro, que en ningún caso puede ser inferior a sesenta días”.
3.4. En rigor, en todos los contratos de duración celebrados por tiempo indetermi-
nado es perfectamente posible ejercitar la rescisión unilateral. Así ocurre en la locación
de servicios y en los contratos de obra, como también en los distintos contratos de
16 LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los Contratos, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2004, t. I, p. 487.
CONTRATO DE SUMINISTRO 69
comercialización por medio de terceros. Nos referimos a los contratos de agencia, con-
cesión, distribución y franquicia.
Sin embargo, en el ejercicio de esta facultad deben evitarse las conductas intempes-
tivas, dañosas para la otra parte.
A tal efecto la norma del art. 1183 establece tres modos posibles para ejercitar la
rescisión unilateral.
De acuerdo con la previsión establecida en primer término, el preaviso debe darse
en las condiciones establecidas en el contrato. De no haberse pactado esta contingencia,
el tiempo y el modo de comunicar la rescisión se regirá por los usos comerciales.
Finalmente, si el procedimiento no surgiera de ninguna de las alternativas prece-
dentes, el aviso deberá cursarse con razonable antelación. En ningún caso el preaviso
podrá ser inferior a los sesenta días.
Con respecto a las consecuencias que genera la omisión del preaviso en la rescisión
unilateral del contrato, mínimamente debe resarcirse a la otra parte la ganancia o utili-
dad líquida que dejó de percibir en el lapso que debió efectuarse dicha comunicación,
especialmente si la parte perjudicada es el suministrante. Si en cambio, el suministrado
fuera afectado por el proceder intempestivo del otro contratante, la determinación de
los daños será más compleja, pero de todas maneras susceptible de justa apreciación.
3.5. Por otra parte los contratos por tiempo determinado, a su conclusión pueden
derivar en vínculos que se prolongan con duración indeterminada o pueden ser contra-
tos donde se haya acordado un “pacto de preferencia” que haga posible su renovación.
Mediante este pacto, “la parte que desee contratar con terceros el reemplazo total o
parcial del suministro cuyo plazo ha expirado o expirará en fecha próxima, debe dar
aviso a la otra de las condiciones en que proyecta contratar con terceros...” (Art. 1182,
2ª parte). Ante esta comunicación el otro contratante tiene la oportunidad de hacer uso
de la preferencia e igualar las condiciones propuestas.
Acerca de los modos posibles de ejercicio del pacto de preferencia, la misma norma
del art. 1182, 2ª parte, brinda tres alternativas.
a) El modo de ejercicio del pacto de preferencia y las comunicaciones necesarias a
tal efecto pueden estar determinadas en el contrato.
b) Puede suceder que el pacto de preferencia haya sido acordado aunque sin preci-
siones para su ejercicio, con lo que se aplicarán las condiciones de uso identifi-
cables en la actividad de que se trate.
c) Finalmente, de no existir usos particulares que sean aplicables, una parte
deberá notificar por medio fehaciente las condiciones del nuevo contrato con
una antelación de treinta días a su terminación, y la otra deberá informar por
la misma vía si utilizará el pacto de preferencia dentro de los quince días de
recibida la comunicación.
Cabe agregar que aunque la norma legal no lo expresa, el pacto de preferencia pue-
de acordarse en favor de ambas partes recíprocamente.
3.6. Deliberadamente, para redondear nuestro análisis del pacto de preferencia
en el contrato de suministro, hemos postergado el pasaje del art. 1182, 1ª parte,
70 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
donde se afirma que este pacto es válido “siempre que la duración de la obligación
no exceda de tres años”.
Advertimos en este sentido en la doctrina dos posiciones.
a) El plazo de que habla la norma permite que el pacto de preferencia pueda habi-
litar a su vencimiento, un nuevo contrato de hasta tres años de duración17.
b) Para Miguel Piedecasas en cambio, la literalidad de la norma parece referir-
se a la duración de la obligación derivada del pacto de preferencia y no a un
plazo contractual18.
La norma indica la duración máxima del pacto y no la extensión de la prórroga
eventual del contrato.
17 PRUSKI, Bárbara. “Suministro” en Código Civil y Comercial de la Nación comentado, Rivera, Julio
César; Medina, Graciela; directores, Esper, Mariano, coordinador, Thomson Reuters La Ley, Buenos
Aires, 2014, t. III, p. 918.
18 PIEDECASAS, Miguel, “Pacto de preferencia y contrato sujeto a conformidad”, en “Contratos”, Código
Civil y Comercial de la Nación, Parte General, Suplemento Especial, Stiglitz, Rubén, director, Thom-
son Reuters La Ley, Buenos Aires, 2015, p. 82.
CONTRATO DE SUMINISTRO 71
6.1. La primera y principal obligación del suministrado es el pago del precio, la cual
admite distintas alternativas según el art. 1181.
a) Precio convenido.
b) Precio usual.
c) Precio de prestaciones similares que el suministrante profesional efectúe en el
tiempo y lugar de cada entrega.
d) En su defecto se determina por el valor corriente de plaza en la fecha y lugar de
cada entrega.
Debe ser pagado dentro de los primeros diez días del mes calendario siguiente a
aquel en que ocurrió la entrega.
6.2. “Asimismo el suministrado tiene a su cargo la recepción del aprovisionamiento
y con tal motivo el deber de informar al suministrante los defectos de la entrega para
mantener incólume el ejercicio de su garantía”.
6.3. Por último tiene también el deber de “notificar al proveedor de toda variación
de sus necesidades, de modo que le permita tomar las acciones necesarias para una
eficiente operación”. Como puede advertirse esta obligación encuadra claramente en el
art. 1179 del CCyC a cuyo texto nos remitimos20.
El art. 1185, a diferencia del anterior, se refiere a los incumplimientos menores que
sólo autorizan a la parte cumplidora a suspender sus prestaciones con un preaviso que
puede estar pactado o que en su defecto debe exteriorizarse con anticipación razonable
pudiendo prolongarse la suspensión hasta que la otra haya subsanado el incumplimiento.
El art. 1186 expresa que “en tanto no esté previsto en el contrato o en las normas
precedentes, se aplican a las prestaciones singulares las reglas de los contratos a las
que ellas correspondan, que sean compatibles”.
Una posible interpretación de esta norma indicaría en principio las siguientes reglas
supletorias.
a) Reenvío al régimen de la compraventa, cuando el suministro supone que el su-
ministrado recibirá bienes en propiedad.
b) Reenvío al sistema del contrato de obra, cuando el suministrante es fabrican-
te o artesano que construye o elabora bienes que periódicamente entrega al
suministrado.
CONTRATO DE SUMINISTRO 73
Bibliografía
21 ESBORRAZ, David, “Suministro” en Lorenzetti, Ricardo Luis (Dir.), De Lorenzo, Miguel Federico, Lo-
renzetti, Pablo (Coord.), Código Civil y Comercial de la Nación comentado, Rubinzal-Culzoni, Santa
Fe, 2015, ps. 533/534.
74 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CONTRATO DE SUMINISTRO 75
CAPÍTULO V
CONTRATO DE LOCACIÓN *
1.1. Concepto
Está regulado en el Libro Tercero, Capitulo 4, Sección 1ra, en los arts. 1187 al 1226
del CCyC.
Art. 1187 CCyC. Definición. Hay contrato de locación si una parte se obliga a
otorgar a otra el uso y goce temporario de una cosa, a cambio del pago de un precio
en dinero. Al contrato de locación se aplica en subsidio lo dispuesto con respecto al
consentimiento, precio y objeto del contrato de compraventa.
Se establece la concesión del uso y goce de una cosa mueble o inmueble. Ello
supone otorgar la tenencia de la cosa. Entendiéndose por el uso la facultad de empleo
de la cosa y el goce como la percepción de frutos y productos ordinarios.
1.2. Partes
Este contrato puede ser celebrado por personas humanas o por personas jurídicas,
en la posición contractual de locador y locatario
En el tratamiento de este negocio jurídico, la normativa vigente sólo utiliza, para
referirse a las partes contratantes, los términos locador y locatario, a diferencia del
CC que en el art. 1493 utilizaba como sinónimos las palabras locatario, arrendatario
o inquilino referidas a la parte que paga el precio, y a la otra, la que concede el uso y
goce, la llamaba locador o arrendador.
22 LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. en Código Civil y Comercial Comentado - Tratado Exegetico, Alterini, Jorge
H, director general, Alterini Ignacio E. Coordinador, t. IV, La Ley, Bs. As., 2015.
CONTRATO DE LOCACIÓN 77
1.4. Caracteres
1.5.1. Capacidad:
Conforme enseñanzas de Alfredo Orgaz, el concepto de administración, está
relacionado con la defensa y el normal rendimiento de los bienes patrimoniales; y el de
78 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
acto de administración como todos aquéllos que tienen por objeto y finalidad conservar
los bienes patrimoniales y hacerlos rendir los beneficios que normalmente es dable
obtener de ellos, sin alterar su naturaleza y destino23.
Dar en locación es un acto de administración, porque no pone en juego el patrimonio
de una persona, ni acrecienta ni disminuye, aunque se requiere autorización judicial por
parte del tutor para dar en locación bienes del pupilo por más de tres años (art. 121
CCyC), y se necesitan poderes con facultades expresas para dar o tomar en locación
inmuebles por más de tres años (art. 375 CCyC) La doctrina deberá dilucidar si celebrar
un contrato de locación hasta tres años es un acto de administración, y hacerlo por
mayor tiempo se asemejaría a un acto de disposición.
La capacidad requerida para celebrar el contrato de locación, es la necesaria
para administrar o sea una capacidad de ejercicio por lo menos relativa. Tienen
dicha capacidad de ejercicio plena los mayores de 18 años que no estén incursos en
un régimen de excepción y en forma restringida, los menores a partir de los trece
años que lo harán a través de sus representantes legales, de no ser que se encuentren
emancipados por matrimonio o hubieren obtenido título habilitante en cuyo caso lo
hacen por sí. (arts. 27 y 30 del CCyC).
Art. 1191 CCyC. Facultades del representante. Para celebrar contrato de
locación por más de tres años, o cobrar alquileres anticipados por el mismo
período, se requiere facultad expresa.
Art. 375 CCyC en Representación voluntaria. Poder conferido en términos generales
y facultades expresas, las facultades contenidas en el poder son de interpretación
restrictiva. El poder conferido en términos generales solo incluye los actos propios de
administración ordinaria y los necesarios para su ejecución.
Son necesarias facultades expresas para:
inc. k) dar o tomar en locación inmuebles por más de tres años, o cobrar alquileres
anticipados por más de un año.
Estas facultades deben ser expresas tanto para dar como para tomar en locación
por el plazo señalado en la norma. Hay una discordancia entre las dos normas citadas
ya que el art. 1191 habla de tres años y el art. 375 inc. K cobrar alquileres anticipados.
La doctrina resuelve el conflicto de normas atribuyendo lo dispuesto por el art.
375 inc k al supuesto de la locación de inmuebles; y que cuando la locación verse
sobre muebles y universalidades que no sean inmuebles el plazo es el previsto por
el art.1191 del CCyC.
Si los celebrantes del contrato de locación, fueren personas jurídicas, habrá que
distinguir si son personas jurídicas públicas (art. 146 del CCyC) o si son personas
jurídicas privadas (art. 148 CCyC) El sistema de representación se regirá, según
fuere el caso por las leyes y ordenamientos de constitución de las públicas y respecto
de las privadas se regirán por las normas imperativas de las leyes especiales o en su
23 ORGAZ, Alfredo, “El acto de administración en el Código Civil”, en Nuevos Estudios de Derecho Civil,
Edit. Bibliográfica Argentina, Bs. As., 1954, p. 62.
CONTRATO DE LOCACIÓN 79
defecto por el CCyC; por las normas del acto constitutivo y por normas supletorias
de leyes especiales.
Art. 690 CCyC. Contratos con terceros. Los progenitores pueden celebrar contratos
con terceros en nombre de su hijo en los límites de su administración. Deben informar
al hijo que cuenta con la edad y grado de madurez suficiente.
Esta norma consagra el deber de informar de los padres que en ejercicio de la
representación de sus hijos, celebren contrato de locación, atendiendo al grado de
madurez y edad del representado.
Art. 691 CCyC. La locación de bienes del hijo realizada por los progenitores lleva
implícita la condición de extinguirse cuando la responsabilidad parental concluya.
La norma plantea un conflicto de intereses entre el locatario y el menor que cesa
en ser representado. En protección de los intereses de este último, hace extinguir la
relación locativa, con prescindencia del plazo pactado o legal. Este mismo principio
estaba receptado en el art. 300 del CC.
Art. 685 CCyC. La administración de los bienes del hijo es ejercida en común por
los progenitores cuando ambos estén en ejercicio de la responsabilidad parental …
Art. 686 CCyC. Excepciones a la administración. Se exceptúan los siguientes
bienes de la administración:
1. los adquiridos por el hijo mediante trabajo, empleo, profesión o industria, que
son administrados por este, aunque conviva con sus progenitores;
2. los heredados por el hijo por indignidad de sus progenitores;
3. los adquiridos por herencia, legado o donación, cuando el donante o testador
haya excluido expresamente la administración de los progenitores.
Art. 1755 CCyC. Cesación de la responsabilidad paterna. La responsabilidad de
los padres es objetiva….
Tampoco responden por el incumplimiento de obligaciones contractuales
válidamente contraídas por sus hijos, es decir cuando se trate de contratos que están
autorizados a celebrar por sí.
Al calificar la responsabilidad parental de objetiva, supone que el factor de
atribución es objetivo: cuando la culpa del agente es irrelevante, a los efectos de atribuir
responsabilidad. En tales casos el responsable se libera demostrando la causa ajena,
excepto disposición legal en contrario. (art. 1722 CCyC).
Art. 697 CCyC. Rentas. Las rentas de los bienes de los hijos corresponden a este.
Los progenitores están obligados a preservarlas cuidando que no se confundan con
sus propios bienes. Solo pueden disponer de las rentas de los bienes del hijo con
autorización judicial y por razones fundadas, en beneficio de los hijos. Los progenitores
pueden rendir cuentas a pedido del hijo, presumiéndose su madurez.
Inhabilidades:
1. En el estado de indivisión pos hereditaria el art 2325 CCyC expresa: “…Son
necesarias facultades expresas para todo acto que excede la explotación normal
de los bienes indivisos y para la contratación y renovación de locaciones…”
80 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
1.5.2. Forma
Art. 1188 CCyC. Forma. Oponibilidad. El contrato de locación de cosa inmueble
o mueble registrable, o de una universalidad que incluya a alguna de ellas, o de parte
material de un inmueble, debe ser hecho por escrito. Esta regla se aplica también a sus
prorrogas y modificaciones.
El CC, conforme a la regla del art. 974 admitía la libertad de formas, en virtud
de la cual los interesados podían usar de la forma que juzgaren conveniente.
En la Ley nacional de locaciones urbanas 23.091 consagraba que los contratos
de locaciones urbanas, sus modificaciones y prórrogas debían formalizarse
por escrito. La norma disponía que la falta de observancia de la forma en la
instrumentación del mismo, habiendo tenido comienzo de ejecución, el contrato
se entendia celebrado por el plazo mínimo legal. Esa exigencia de forma fue
entendida como requerida a los fines de la prueba, no tratándose de una forma
solemne absoluta necesaria para la validez del contrato.
El CCyC, al regular la forma de los actos jurídicos dispone: art. 284 CCyC, Forma
de los actos jurídicos. Libertad de formas: Si la ley no designa una forma determinada
para la exteriorización de la voluntad, las partes pueden utilizar la que estimen
conveniente. Las partes pueden convenir una forma más exigente que la impuesta por
la ley. De lo cual surge que la regla general de la libertad de formas sigue vigente.
En cuanto a la locación de inmuebles y muebles registrables el CCyC exige forma
escrita y en la locación de universalidades: fondo de comercio por ejemplo, también
exige forma escrita. Esa exigencia de forma es solemne de carácter relativo, por cuanto
hace a la validez del negocio. No observada la exigencia de forma, nace una obligación
de hacer pudiendo el tribunal otorgar el instrumento en caso de no hacerlo la parte
obligada, conforme se desprende de los arts. 285 y 1018 del CCyC.
La instrumentación escrita, en los supuestos exigidos, es imprescindible para que
el contrato de locación pueda ser opuesto a terceros, de ahí la razón de ser del término
“oponibilidad”, utilizado en el título de la norma analizada.
Lo que importa que la locación de otros bienes no tendría exigencia de forma escrita.
Debemos convenir sin embargo, que en este aspecto la doctrina ampliamente
mayoritaria difiere con nuestra posición, inclinándose por asignar a la forma escrita en
CONTRATO DE LOCACIÓN 81
estos casos, un carácter ad probationem, entendiéndose que tan pronto el contrato tiene
principio de ejecución, queda habilitada la amplitud probatoria para acreditar que el uso y
goce concedido contra el pago del precio, configura sencillamente un vínculo locativo más
allá de la forma o modo en que se exterioriza.
Cuando se concrete en un instrumento privado, deberá estar dotado de fecha cierta.
Art. 317 CCyC. Fecha cierta. La eficacia probatoria de los instrumentos privados
reconocidos se extiende a los terceros desde su fecha cierta. adquieren fecha cierta
el día en que acontece un hecho del que resulta como consecuencia ineludible que
el documento ya estaba firmado o no pudo ser firmado después. La prueba puede
producirse por cualquier medio, y debe ser apreciada rigurosamente por el juez.
1.5.3. Consentimiento
El consentimiento que debe manifestarse por oferta o propuesta de una de las partes,
y aceptarse por la otra, es el acuerdo al que llegan los contratantes sobre una declaración
de voluntad común que está destinada a reglar sus derechos. El consentimiento no es la
yuxtaposición de dos voluntades, sino la integración de ellas.
La última parte del art. 1187 CCyC, después de definir la locación, efectúa un reenvío
a la normativa del contrato de compraventa en lo atinente al consentimiento, precio y
objeto. Dejando a salvo las particulares diferencias entre ambos tipos contractuales,
las cuestiones no reguladas habrán de resolverse por la aplicación subsidiaria de las
normas sobre la compraventa, y luego acudir a las normas generales sobre los contratos,
y finalmente recurrir a la teoría general de las obligaciones. Por último, en materia
de integración contractual habrá de acudirse a los usos y prácticas, en virtud de la
unificación de la materia civil con la comercial.
Este contrato puede ser de consumo cuando se perfeccione una relación de consumo,
razón por la cual en materia de consentimiento resultarán aplicables los arts. 7 a 12 de
la ley 24.240 y las normas de los arts. 1096 y ss. CCyC.
Art. 1189 CCyC. Transmisión por causa de muerte. Enajenación de la cosa locada.
Excepto pacto en contrario, la locación:
a. se transmite activa y pasivamente por causa de muerte;
b. subsiste durante el tiempo convenido, aunque la cosa locada sea enajenada.
La norma regula dos supuestos, uno relativo a la enajenación de la cosa locada y el
otro a los efectos activos y pasivos por muerte de una de las partes.
En cuanto al primero, el nuevo régimen extiende la subsistencia de la locación
cualquiera sea la cosa locada, ya sea mueble o inmueble, a diferencia del CC que en el
art. 1498 lo restringía a inmuebles. En cuanto al segundo, la norma es armónica con el
principio general del art. 1024 CCyC según el cual los efectos del contrato se extienden
activa y pasivamente a los sucesores universales.
82 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
1.7.2. Divorcio
Cuando se regula el régimen patrimonial del matrimonio al tratar la atribución de
la vivienda familiar, si recae sobre un inmueble arrendado y quien abona el canon
locativo, lo hará el juez conforme art. 442 inc. f), CCyC.
Art. 444 CCyC. Si se trata de un inmueble alquilado, el cónyuge no locatario tiene
derecho a continuar en la locación hasta el vencimiento del contrato, manteniéndose
el obligado al pago y las garantías que primitivamente se constituyeron en el contrato.
CONTRATO DE LOCACIÓN 83
estrecha vinculación que existe entre los contratos y los derechos reales, que resulta de
numerosas situaciones. La de mayor significación es la que se concreta diciendo que el
contrato sirve de título al derecho real.
Los distintos regímenes jurídicos, en la mayor parte tratan los casos de
adquisición derivada por acto entre vivos, debiendo existir un acto jurídico que va
a servir de título justificativo de la adquisición o constitución del derecho real y que
se denomina “título”. Este título, tratándose de actos entre vivos, está constituido,
por regla general por un contrato25.
El art. 2129 del CCyC, da el concepto de usufructo: “… es el derecho real de
usar, gozar y disponer jurídicamente de un bien ajeno, sin alterar su sustancia. Hay
alteración de la sustancia, si es una cosa, cuando se modifica su materia, forma o
destino, y si se trata de un derecho, cuando se lo menoscaba”. Anteriormente el Código
Civil, lo definía en el art. 2807, como “… es el derecho real de usar y gozar de una
cosa, cuya propiedad pertenece a otro, con tal que no se altere su sustancia”.
Del cotejo de las definiciones de ambos Códigos se advierten dos diferencias. El
derogado CC se refería al objeto del usufructo como una “cosa”, mientras que el CCyC
refiere a un “bien ajeno”. La segunda diferencia alude a la extensión de las facultades del
usufructuario, ya que en el CC sólo podía “usar y gozar de la cosa”, mientras que en la
legislación actual se le agrega la facultad de “disponer jurídicamente del bien”. Esto último
debe entenderse como el ejercicio de la facultad de disposición jurídica dentro de los límites
que fija la ley. Como prevé el art. 2129 CCyC, “disponer jurídicamente de un bien ajeno”,
posibilita al usufructuario a transmitir su derecho.
Los maestros argentinos, sobre las diferencias entre el usufructo y la locación, han
tratado el tema con interesantes y disímiles miradas.
Guillermo A. Borda, nos enseña que cuando el usufructo es oneroso, la distinción
con la locación es sutil. Tanto el locatario como el usufructuario tienen el uso y goce de
la cosa, tanto uno como otro deben pagar un precio en dinero. Según la teoría clásica,
la diferencia esencial residiría en que el usufructo es un derecho real, en tanto que la
locación tiene carácter personal. El jurista pone en tela de juicio este distingo, porque
la distinción entre ambas instituciones se inspira sobre todo en razones de tradición
histórica, pues no hay nada esencial que las distinga. Después de efectuar estas
apreciaciones, expresa que ello no impide puntualizar algunas diferencias que surgen
de la reglamentación legal, pero que no hacen a la esencia de la institución. Así por
ejemplo: 1) la locación es esencialmente onerosa (arts. 1187 y 1208 CCyC). El usufructo
puede ser gratuito u oneroso, estableciéndose que en caso de duda, la constitución se
presume onerosa (art. 2135 CCyC). 2) La locación no puede exceder de veinte años
para el destino habitacional y cincuenta años para los otros destinos (art. 1197 CCyC).
El usufructo puede ser instituido sin término, supuesto en el cual se extingue con la
muerte del usufructuario; también se extingue a la muerte del usufructuario aunque
no se haya cumplido el plazo o condición pactados (art. 2152, inc. a, CCyC). Cuando
el usufructuario es una persona jurídica, concluye el usufructo con la extinción de
25 MOSSET ITURRASPE, Jorge; Contratos, Ediar, Bs. As., 1981, ps. 16 y 17.
86 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
26 BORDA, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil Argentino, Contratos, t. I, Editorial Perrot, Bs. As.,
1961, ps. 424/425.
CONTRATO DE LOCACIÓN 87
El derecho que le compete al locatario sobre la cosa dada en uso y goce está
condicionado a la voluntad de las partes conforme al principio general de los arts.
957, 958 y 959 del CCyC, con el límite consagrado en el art. 21. A falta de convenio,
el derecho del locatario se extiende a la cosa dada en locación, conforme prescripción
del art. 1192 CC, que autoriza como objeto de la locación, toda cosa presente o futura,
cuya tenencia esté en el comercio, si es determinable, aunque sea sólo en su especie.
Si la cosa arrendada está integrada por cosas principales y accesorias, y las partes no
abordaron esta cuestión en el contrato, el derecho del locatario comprenderá las cosas
principales y también la accesorias, definidas las primeras por el art. 229 del CC, como
las que pueden existir por sí mismas, y las segundas, como aquéllas cuya existencia y
naturaleza son determinadas por otra cosa de la cual dependen o a la cual está adheridas
conforme al art. 230 del CCyC. El régimen jurídico de las cosas accesorias es el de
la cosa principal, según última parte del citado art. 230, salvo disposición legal en
contrario. Esta cuestión estaba expresamente prevista en el art. 1514 del CC, cuando
le imponía al locador la obligación de entregar la cosa con todos los accesorios que
dependan de ella al tiempo del contrato.
En virtud de la última parte del art. 1192 CCyC, quedan comprendidos en el
contrato, a falta de previsión en contrario, los productos y los frutos ordinarios. Esta
norma reenvía al art. 233 relativa a los frutos y productos. Define a los primeros como
los objetos que un bien producen de modo renovable, sin que se altere o disminuya su
sustancia, distinguiendo los siguientes: a) naturales (producciones espontáneas de la
naturaleza); b) industriales que se producen por la industria del hombre o la cultura de la
tierra); c) civiles (las rentas que la cosa produce, asimilando a ellas las remuneraciones
del trabajo). Define a los productos como los objetos no renovables que separados
o sacados de la cosa alteran o disminuyen su sustancia. El art. 233 CCyC concluye
diciendo que “Los frutos naturales e industriales y los productos, forman un todo con
la cosa, si no son separados”.
27 SPOTA, Alberto G, Instituciones de Derecho Civil, Contratos, Vol. IV, Depalma, Bs. As., 1979,
págs. 464/466.
88 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
La última parte del art. 1192 del CCyC considera comprendido en el contrato de
locación a los frutos y productos ordinarios, pero es el caso que si bien el art. 233
distingue entre frutos naturales, industriales y civiles, no distingue a los ordinarios de
los extraordinarios. Por eso es menester recurrir a la doctrina, la cual indica que son
ordinarios cuando se producen regular y periódicamente, y son extraordinarios aquéllos
que resultan extraños a la naturaleza de la cosa en cuestión, por ejemplo, que aparezca
una veta de oro en una cantera
En el análisis comparativo del Código vigente respecto del anterior, se advierte
que el actual art. 1192 no hace referencia a las servidumbres activas del inmueble
arrendado, como lo hacía el art. 1495 del CC, que las incluía en el contrato de locación.
A su vez, el art. 3006 del CC, disponía que “Las servidumbres reales consideradas
activa y pasivamente son inherente al fundo dominante y al fundo sirviente, y siguen
con ellos a cualquier poder que pasen; y no pueden ser separadas del fundo, ni formar
el objeto de una convención, ni ser sometidas a gravamen alguno”. Por ello señala la
doctrina, que son una consecuencia del carácter accesorio de la servidumbre.
Las servidumbres activas del inmueble arrendado, conforme enseñanzas de la
doctrina, son calidades inherentes al inmueble, independientemente del cambio de
persona en el uso y goce de la cosa. Por eso el locatario tiene, el uso y goce de estas
servidumbres, por ejemplo de tránsito, acueducto, de sacar agua, etc., establecidas en
beneficio del inmueble arrendado. En tal sentido, conforme al art. 2161 del CCyC; “La
servidumbre es el derecho real que se establece entre dos inmuebles y que concede al
titular del inmueble dominante determinada utilidad sobre el inmueble sirviente ajeno.
La utilidad puede ser de mero recreo”.
Luego el art. 2165 del CCyC clasifica las servidumbres en personales y reales.
Las primeras, las define como “… la constituida a favor de persona determinada sin
inherencia al inmueble dominante. Si se constituye a favor de una persona humana se
presume vitalicia, si del título no resulta una duración menor”. Entiende por reales, “la
inherente al inmueble dominante. Se presume perpetua salvo pacto en contrario. La
carga de la servidumbre real debe asegurar una ventaja real a la heredad dominante
y la situación de los predios debe permitir el ejercicio de ella sin ser indispensable
que se toquen. La servidumbre real considerada activa y pasivamente es inherente al
fundo dominante y al fundo sirviente, sigue con ellos a cualquier poder que pasen y no
puede ser separada del fundo, ni formar el objeto de una convención, ni ser sometida a
gravamen alguno. En caso de duda la servidumbre se presume personal”.
De lo expuesto surge que en términos generales hay una similitud entre
los contenidos de los arts. 3006 del CC y 2165 del CCyC, motivo por el cual, las
servidumbres activas del inmueble arrendado, por ser accesorios de dicho inmueble, se
encuentran comprendidas en el contrato de locación.
El locatario ostenta el uso y goce de una cosa, términos que mantienen
plurisignificación jurídica, que hace comprender en los términos del art. 1910 CCyC:
“Hay tenencia cuando una persona, por sí o por medio de otra ejerce un poder de
hecho sobre una cosa, y se comporta como representante del poseedor”.
La doctrina explica la norma expresando que “Si la piedra de toque en la posesión
es que el comportamiento de quien ejerce el poder de hecho sobre la cosa es como lo
CONTRATO DE LOCACIÓN 89
2. OBJETO Y DESTINO
El objeto y destino de la locación lo trata el CCyC a partir del art. 1192 y lo concluye
en el art. 1196.
Art. 1192. Cosas. Toda cosa presente o futura, cuya tenencia esté en el comercio,
puede ser objeto del contrato de locación, si es determinable, aunque sea sólo en su
especie. Se comprenden en el contrato, a falta de previsión en contrario los productos
y los frutos ordinarios.
El objeto inmediato del contrato de locación, al igual que a los demás contratos es
el conjunto de derechos que se atribuyen recíprocamente las partes al contratar, y el
objeto mediato, en la locación, es la cosa entendiendo por tal a los bienes materiales
susceptibles de valor económico, de conformidad al art. 16 CCyC. Las cosas pueden
ser muebles, registrables o no, o inmuebles.
Los inmuebles pueden ser objeto del contrato ya sea en su totalidad o en parte. Sin
embargo, una parte de una cosa inmueble, no es una cosa inmueble. Una habitación es
parte de un inmueble por accesión, no un inmueble autónomo. Por ello el art. 1192 debe
complementarse con lo enunciado por el art. 1188 CCyC que incorpora como cosa la
“parte material de un inmueble”, como objeto de la locación. No sólo habitaciones sino
otras partes, por ej, la medianera para exhibir publicidad por medio físico o meramente
lumínico, parte del frente para colgar una marquesina, etc.
El art. 1192 indica que el objeto de la locación debe tratarse de una cosa: a) presente
o futura; b) que esté en el comercio y c) que sea determinable.
28 COSSARI, Nelson G. en Alterini Jorge H. (Dir), Codigo Civil Y Comercial Comentado, Tratado Exegé-
tico, t. IX, La Ley, Bs, As., 2015.
90 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
1131 expresa “Si se vende cosa futura, se entiende sujeta a la condición suspensiva
de que la cosa llegue a existir. El vendedor debe realizar las tareas y esfuerzos que
resulten del contrato, o de las circunstancias, para que ésta llegue a existir en las
condiciones y tiempo convenidos. El comprador puede asumir, por cláusula expresa, el
riesgo de que la cosa no llegue a existir sin culpa del vendedor”.
Por la remisión formulada se puede concluir que el riesgo pesa, a falta de pacto en
contrario, en cabeza del locador, siendo él quien debe arbitrar todos los medios para que
la cosa llegue a existir, en el tiempo y condiciones pactadas.
De modo que en la locación, si la cosa no existe pero se prevé que pueda existir,
puede celebrarse el contrato sujeto a la condición suspensiva de que la cosa llegue
a existir. Si llega a existir, el contrato es eficaz y el locador deberá entregar el uso y
goce de la cosa Asimismo, el locatario puede asumir el alea de que la cosa llegue a no
existir. En ese supuesto de inexistencia de cosa, el contrato sólo producirá el efecto de
la posible responsabilidad del locador, salvo que demuestre la existencia de causa que
no le sea imputable, según el argumento del art. 1732 CCyC.
Aunque la locación de cosa inexistente, pero futura, es válida porque existe
la posibilidad de que llegue a existir, o que incluso el locatario asuma el riesgo de
su inexistencia futura, dándole un carácter aleatorio al contrato, la locación de cosa
inexistente por haber dejado de existir, es inválida.
Por último, queda el caso en que una parte ocultó a la otra que la cosa había
perecido. En este supuesto no hay contrato por falta de objeto, pero mediante el
dolo, una parte hizo creer a la otra que había contrato, razón por la cual deberá
responder por los daños causados al engañado.
La norma en análisis exige que la cosa esté en el comercio, de ahí la pregunta qué
sucede con las cosas fuera del comercio.
Estar o no estar en el comercio, es un concepto jurídico que atañe a la propiedad
de la cosa. Como la locación no transmite el dominio, ni constituye algún derecho real
sobre la cosa, sino únicamente autoriza su uso y goce, no es obstáculo para celebrar el
contrato que la cosa esté fuera del comercio, porque la calificación de extra comercio
atañe a su propiedad y no a su uso 29.
El CCyC, en el art. 1192, expresa que la tenencia de la cosa, es la que debe estar en
el comercio, no la cosa, ni el dominio sobre ella. Este concepto guarda armonía con el
art. 1193, que remite al derecho administrativo los contratos de locación celebrados
por el Estado, a diferencia del derogado art. 1502 del CC, que derivaba al derecho
administrativo cuando el contrato de locación era de cosas nacionales, provinciales
o municipales.
29 LEIVA FERNANDEZ, Luis F. en Codigo Civil y Comercial Comentado - Tratado Exegetico, Alterini, Jorge
H., (dir.), Alterini Ignacio E. (Coord.), t. IV, La Ley, Bs. As., 2015.
CONTRATO DE LOCACIÓN 91
Lo que ocurre es que el objeto del contrato de locación delimita un campo más
extenso que el inherente al contrato de compraventa, porque en el contrato en análisis
no se transmite el dominio, sino la tenencia, resultando por ende irrelevante el carácter
extra comercial de la cosa.
Leiva Fernández, cuando analiza el contrato de locación en el Proyecto del año
2012, expresa, que como la locación no transmite el dominio ni constituye derecho
real alguno sobre la cosa, porque solo autoriza su uso y goce, no es obstáculo para
concertar el contrato que la cosa esté fuera del comercio, pues lo extracommercium es
su propiedad, no su uso. Es el uso y goce lo que debe ser susceptible de constituirse en
cabeza de particulares 30.
En la teoría general del contrato, referente a la determinación del objeto, en art. 1005
CCyC expresa: “Cuando el objeto se refiere a bienes, éstos deben estar determinados
en su especie o género según sea el caso, aunque no los estén en su cantidad, si ésta
puede ser determinada. Es determinable cuando se establecen los criterios suficientes
para su individualización”.
En el contrato puede estar delimitada la cosa objeto de la locación, en cuyo
caso se aplicarán las reglas de las obligaciones de dar cosas ciertas, para conceder
su uso y goce. Asimismo, la cosa objeto del contrato puede ser indeterminada pero
determinable. Los ejemplos clásicos son el alquiler de un coche sin individualizar su
dominio, pero con delimitación de su especie, por ej, un coche tipo cuatro por cuatro,
modelo 2016. En estos supuestos habrán de aplicarse las reglas de las obligaciones de
género, determinándose una cosa de calidad media 31.
También es posible, que al momento de celebrar el contrato se conozca que la cosa
existe, por ser presente o actual, pero todavía no está determinada, por ej el alquiler de
un automóvil, el primero que devuelvan, aunque no se sepa cual es; o el alquiler de una
carpa en la playa mediana sin que se pueda asegurar su ubicación dentro del balneario.
En estos casos la locación es válida porque está determinada en su especie, carpa
mediana, automóvil. La “indeterminación es determinable” al momento de devolverse
a la empresa de alquiler el primer vehículo, o desocuparse la primer carpa mediana 32.
30 LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. P., “El contrato de locación de cosas en el Código Civil y en el proyecto
de 2012” en Revista de Derecho Privado y Comunitario, 2014-2, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2014, p. 54.
31 ARIAS CAÚ, Esteban y NIETO, Matías L. en Codigo Civil y Comercial de la Nacion Comentado, Rivera
Julio César y Medina Graciela (Dirs.), Esper Mariano (Coord), t. III, La Ley, Bs. As., 2015.
32 LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. en Codigo Civil y Comercial Comentado - Tratado Exegetico, Alterini, Jorge
H., (Dir.), Alterini Ignacio E. (Coord.), t. IV, La Ley, Bs. As., 2015.
92 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Esta cuestión es analizada por los juristas desde vieja data, porque siempre se
efectuó la pregunta si los derechos pueden arrendarse.
Guillermo A. Borda nos dice que la doctrina europea por lo general lo admite,
siempre que pueda cederse su uso y goce. Critica esta concepción, manifestando que
deforma la figura jurídica de la locación, contrato que supone la entrega material de
una cosa para que el locatario la disfrute, conservando el dueño su dominio. Cuando se
trata de cosas, es perfectamente separable el dominio del uso y goce; pero tratándose
de derechos, casi siempre será imposible distinguir al titular de la persona que lo goza,
pues la titularidad no significa nada si no está unida al disfrute. Si por arrendamiento de
un derecho se quiere aludir a su traspaso temporario, el jurista se hace la pregunta ¿por
qué no hablar de cesión de derecho bajo término resolutorio? 33
Rezzónico, en cuanto a la posibilidad de que el objeto de un contrato de locación
consista en un derecho y no en una cosa, se pregunta si puede arrendarse un derecho de
caza, o de pesca, o de pastaje o de peaje, en un fundo determinado. También pregunta si
puede alquilarse un derecho emergente de una patente de invención, o de una concesión
de transporte, si no lo prohíbe el acto mismo de la concesión. Por último se pregunta si
pueden darse y tomarse en arrendamiento los derechos personales de uso o habitación,
o el derecho real de usufructo. A partir del art. 1493 del CC la locación otorgaba el uso
y goce de una cosa, como lo hace ahora el art. 1187 CCyC. Rezzónico expresa que debe
interpretarse que los derechos de cazar o de pescar en determinado campo o río u otro
derecho cualquiera no puede ser materia del contrato de locación, porque no son cosas.
En cuanto a los derechos de uso y habitación, este jurista remite a la opinión de Lafaille
33 BORDA, Guillermo A., Manual de Contratos, 20ª edición actualizada por Alejandro Borda, Lexis
-Nexis, Abeledo-Perrot, Bs. As., 2004, p. 336.
CONTRATO DE LOCACIÓN 93
y Salvat que coinciden en que no pueden ser dados en locación “en sí mismos”, como
tales “derechos”, porque son derechos personalísimos, intransmisibles por cesión, por
venta o por sucesión. Pero agregan que el CC facultaba expresamente al usuario para
que diera en locación el fundo mismo que es objeto del derecho de uso. En lo tocante
al derecho de usufructo, cita el art. 2870 del CC, que expresaba:” El usufructuario
puede dar en arriendo el usufructo, o ceder el ejercicio de su derecho a título oneroso
o gratuito; pero permanece directamente responsable al propietario, lo mismo que el
fiador, aún de los menoscabos que tengan los bienes por culpa o negligencia de la
persona que le sustituye. Los contratos que celebre terminan al fin del usufructo”. El art.
2142 CCyC, último párrafo expresa “…El usufructuario puede constituir los derechos
reales de servidumbre y anticresis, uso y habitación y derechos personales de uso y
goce. En ninguno de estos casos el usufructuario se exime de sus responsabilidades
frente al nudo propietario”.
El autor señala que Lafaille y Salvat basados en el tenor del transcripto art. 2870,
distinguen que el usufructuario lo que puede dar en arrendamiento es la cosa objeto del
usufructo y no el derecho de usufructo 34.
Piantoni, cuando analiza la obligación de dar con el fin de conceder el uso y goce de una
cosa, expresa si pueden darse en locación los derechos, como por ej el derecho de pescar
en un estanque o de cazar en un predio; el derecho de usufructo, de uso, habitación, etc. Se
expide manifestando que pueden darse en locación las cosas corporales o incorporales, que
pueden usarse sin consumirse, excepto aquéllas que la ley prohíbe arrendar y los derechos
estrictamente personales como los de habitación y uso 35.
Machado, expresa que las cosas llamadas incorporales pueden ser objeto de lo-
cación, así, el usufructo puede arrendarse según términos del derogado art. 2870 CC,
responsabilizándose ante el nudo propietario. El nombre patronímico puede ser objeto
de locación en el comercio, cuando se ha alcanzado celebridad en la producción de de-
terminados objetos, pero sería ilícito si se usara para defraudar, engañando a los demás.
Se puede arrendar el derecho de cazar en determinados campos, así como el derecho de
pescar en ríos no navegables 36.
La reseña efectuada muestra la disparidad de opiniones y la dificultad de respuesta
en los particulares supuestos regulados por la ley. En términos generales, partiendo de los
artículos 1187 y 1192 CCyC sólo las cosas pueden ser objeto del contrato de locación. Sin
perjuicio de ello se pueden dar en arrendamiento derechos, celebrando un contrato innomi-
nado conforme al art. 970 CCyC, en tanto el derecho cedido sea lícito, posible, determinado
o determinable, susceptible de valoración económica y que corresponde a un interés de las
partes. Este atípico negocio jurídico, será regido por el siguiente orden de prelación: a) la
voluntad de las partes; b) las normas generales sobre contratos y obligaciones; c) los usos y
prácticas del lugar de celebración y d) las disposiciones correspondientes a la locación que
sean compatibles y se adecuen a su finalidad.
34 REZZONICO, Luis M., “Estudio de los Contratos en nuestro Derecho Civil, Depalma, Bs. As., 1959, p.
112/114.
35 PIANTONI, Mario, Contratos civiles, vol. II, Lerner, Bs. As., 1975, ps. 121/122.
36 MACHADO, José Olegario, Exposición y Comentario del Codigo Civil Argentino, t. IV, Edit. Científica
y Literaria Argentina, Bs. As., 1922, p. 242.
94 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
37 BORDA, Guillermo A., Manual de Contratos, 20ª edición, actualizado por Alejandro Borda, Abeledo-
Perrot, Lexis-Nexis, Bs. As., 2004, ps. 336 y 337.
38 REZZONICO, Luis M., Estudio de los Contratos en nuestro Derecho Civil, Depalma, Bs. As., 1959,
ps. 114, 115.
39 SPOTA, Alberto G, “Instituciones de Derecho Civil - Contratos”, vol. IV, Depalma, Bs. As., 1980,
p. 636.
CONTRATO DE LOCACIÓN 95
40 LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. P., “Las Locaciones Urbanas en los Proyectos de Reforma del Códi-
go Civil”, en Revista de Derecho Privado y Comunitario, 2004-2, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2004, ps. 368 y 369.
96 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
41 LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. P., “El Contrato de locación de cosas en el Código Civil y en el Proyecto
de 2012”, en Revista de Derecho Privado y Comunitario, 2014-2, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2014, ps. 53 y 54.
42 ARIAS CÁU, Esteban Javier y NIETO, Matías Leonardo, en Código Civil y Comercial de la Nación Co-
mentado, Rivera Julio César y Medina Graciela, Directores, Esper, Mario, Coordinador, t. III, La Ley
Bs. As., 2015, p. 927.
CONTRATO DE LOCACIÓN 97
El art. 1187 CCyC, después de definir la locación, en la segunda parte expresa que
a este contrato se le aplican en subsidio con respecto al consentimiento, precio y ob-
jeto las normas del contrato de compraventa. El art. 1132 del CCyC según el cual “La
venta de la cosa total o parcialmente ajena es válida, en los términos del art. 1008. El
vendedor se obliga a transmitir o hacer transmitir su dominio al comprador” plantea
la cuestión de la locación de la cosa ajena. El art. 1008 dice que “Los bienes ajenos
pueden ser objeto de los contratos. Si el que promete transmitirlos no ha garantizado
el éxito de la promesa sólo está obligado a emplear los medios necesarios para que la
prestación se realice y si por su culpa, el bien no se transmite, debe reparar los daños
causados. El que ha contratado sobre bienes ajenos como propios es responsable de
los daños si no hace entrega de ellos”.
El problema guarda entonces analogía con la venta de cosa ajena, porque en los
dos casos una persona dispone a favor de otra de un derecho que no le pertenece (en la
venta, el dominio; en la locación, el uso y goce), salvando las diferencias de la distinta
naturaleza jurídica de ambos contratos.
El tratamiento de este tema merece una primera distinción. Los supuestos en los
cuales una persona da en locación una cosa ajena, teniendo derecho a hacerlo, como
acontece en el caso de la representación, frente a la locación celebrada por el repre-
sentante en nombre del locador. En este caso se trata de un acto válido, conforme a
derecho, que obliga al dueño de la cosa. Asimismo esto es factible en otros supuestos
de legitimación para disponer el uso y goce, por ejemplo: el contrato celebrado por el
sublocador cuando no esté prohibido; el usufructuario; el tomador del leasing; etc.
43 LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. P., en Código Civil y Comercial Comentado - Tratado Exegético, Alterini
Jorge H., Director general, t. VI, La Ley, Bs. As., 2015.
98 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
La cuestión que ahora planteamos es distinta porque se refiere al supuesto que una
persona da en locación una cosa ajena, sin tener derecho a hacerlo. Tal sería el caso del que
posee la cosa por un título que no le permite alquilarla, por ejemplo depósito o comodato, o
del que aún sin poseerla suscribe un contrato alquilándola. Es interesante estudiar los efec-
tos de ese contrato respecto de las partes celebrantes y con relación al dueño.
44 Aludimos al término extinción del contrato, porque la doctrina difiere respecto de la vía a invocar, ya
que para alguna el camino es la nulidad del contrato, para otra la resolución e incluso se advierte la
existencia de la doble posibilidad, nulidad o resolución. ZAGO, Jorge A., en Codigo Civil y Leyes Comple-
mentarias, Comentado Anotado y Concordado, Belluscio-Director, Zannoni-Coordinador, t. VII, Astrea,
Bs. As., 1998, ps. 248 y 249. BORDA, Guillermo A., Manual de Contratos, 20ª edición, actualizada por
Alejando Borda, Lexis-Nexis, Abeledo-Perrot, Bs. As., 2004, ps. 338 y 339. REZZONICO, Luis M., Estudios
de los Contratos en nuestro Derecho Civil, Depalma. Bs. As., 1959, ps. 120, 121 y 122.
CONTRATO DE LOCACIÓN 99
Art. 1194. Destino de la cosa locada. El locatario debe dar a la cosa locada el
destino acordado en el contrato. A falta de convención, puede darle el destino que
tenía al momento de locarse, el que se da a cosas análogas en el lugar donde la cosa
se encuentra o el que corresponde a su naturaleza. A los efectos de este Capítulo, si el
destino es mixto se aplican las normas correspondientes al habitacional.
Esta norma tiene como fundamento lo expresado por la Comisión Redactora, la
cual manifiesta: “El Código actual y las leyes complementarias tienen una serie de
normas, referidas al contrato de locación que varían sustancialmente si es habitacio-
nal, empresario, agrario, de turismo, diplomático. El destino dado a la cosa puede ser
determinado subjetiva u objetivamente: en el primer supuesto son las partes las que
establecen el uso a dar a la cosa; en el segundo, es la cosa la que determina el uso que
las partes deben darle. En general las cosas tienen un destino que surge de sus propias
condiciones funcionales, de sus usos anteriores al contrato que se analiza, de la habili-
tación municipal y es a ello que denominamos determinación objetiva. Este distingo es
relevante, porque las partes no pueden pretender ocultar el destino real a fin de obtener
los beneficios de una legislación menos protectoria del locatario u otro propósito en
fraude a la ley. Estas reglas básicas se mantienen, pero hay que tener en cuenta que si
es celebrado por consumidores, se aplican las reglas del contrato de consumo del Título
III; si el locador es una persona del derecho público, el derecho administrativo”.
La doctrina, cuando analiza la norma del art. 1194, establece la existencia del “des-
tino acordado o subjetivo” por una parte, y por la otra de un “destino objetivo”; y lo
hace para determinar el uso o destino de la cosa locada.
En cuanto al primero, se otorga preeminencia a la autonomía privada de las partes
mediante la frase “destino acordado”. Respecto del segundo, dispone la ley que a falta
de convención expresa, se le puede dar a la cosa los siguientes destinos: a) el que tenía
al momento de locarse; b) el que se da a cosas análogas en el lugar donde se encuentra y
c) el que corresponde a su naturaleza. Por la forma de redacción de la norma se deduce
que el locatario podrá darle a la cosa cualquiera de los destinos antes mencionados
Es indudable que la determinación del destino de la locación de cosa es importante,
porque conforme al art. 1205, se prohíbe al locatario variar el destino de la cosa locada;
y el art. 1219 inc. a), faculta al locador a resolver el contrato por cambio de destino o
uso irregular de la cosa y exigir los daños correspondientes. Esto opera indistintamente
cuando no haya modo de inferir la existencia de un acuerdo entre las partes, porque,
cuando el uso se ha concertado, el apartamiento del destino debe juzgarse con mayor
severidad. La norma analizada, guarda armonía con la contenida en el art. 1003 CCyC.
100 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
45 REZZONICO, Luis M., Estudios de los contratos en nuestro Derecho Civil, Depalma, Bs. As., 1959, ps.
271 y 272.
CONTRATO DE LOCACIÓN 101
de la tutela legal, las situaciones contempladas en el art. 1199, pues ellas son ajenas al
concepto habitacional.
Es una disposición de orden público, ordenada a proteger al locatario. Por ende,
conculcar la norma genera una nulidad absoluta y parcial, porque sólo afecta a la cláu-
sula del contrato que la pretenda modificar o dejar sin efecto, siendo válidas las demás
cláusulas del negocio jurídico. Sin perjuicio de ello, el locador puede pactar con el loca-
tario el pago por adelantado de todo el período contractual u otra forma de periodicidad
distinta a la mensual, por ejemplo quincenal, bimensual o anual.
3. TIEMPO DE LA LOCACIÓN
46 BORDA, Guillermo A., Manual de Contratos, 20ª edición actualizada por Alejandro Borda, Lexis-
Nexis, Abeledo-Perrot, Bs. As., 2004, p. 344.
102 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Art. 1197 CCyC. Plazo máximo. El tiempo de la locación, cualquiera sea su objeto,
no puede exceder de veinte años para el destino habitacional y cincuenta años para los
otros destinos. El contrato es renovable expresamente por un lapso que no exceda de
los máximos previstos contados desde su inicio.
Es indudable que el texto utilizado por el CCyC es el mismo que el del Proyecto
de 1998 (art. 1129).
La doctrina comentando el CCyC expresa “La redacción del art distingue entre
objeto y destino. Cuando dice “cualquiera sea su objeto” entendemos que se refiere a la
posibilidad de aplicar el precepto tanto a bienes muebles, inmuebles, o universalidades
que los contengan, pero finalmente, es el destino de la locación el que determina el
plazo máximo. El plazo máximo en las locaciones encuentra su fundamento en razones
de política legislativa. En efecto, plazos excesivamente extensos perjudican el tráfico
comercial, las inversiones en la cosa locada, y suelen erigirse en fuente de problemas
cuando la cosa ingresa en un acervo hereditario” 47.
La norma en análisis determina que el plazo se computa desde el inicio del contrato.
La palabra inicio da lugar a distintas interpretaciones. Se puede considerar referida a
la fecha de perfeccionamiento del contrato, o a la fecha en que comienza el uso y goce
del bien dado en locación. El plazo en la locación es resolutorio, de modo que su cum-
plimento extingue el vínculo contractual. Parece razonable que el plazo locativo debe
calcularse a partir del inicio del uso y goce del bien, ya que caso contrario se podría
conculcar el efecto querido por la norma. Además refuerza esta afirmación, el término
utilizado de inicio y no otro, por ejemplo celebración.
Esta norma, la que impone el plazo máximo, debe ser considerada de orden público
motivo por el cual, si el plazo excede los veinte años, la locación debe ser considerada
hecha por el máximo tolerado por la norma.
En lo atinente a la renovación del contrato, destacamos que es una situación per-
mitida, cualquiera sea su destino, siempre y cuando no se excedan los plazos máximos
establecidos, debiendo computarse el plazo desde el inicio del uso y goce.
A partir del art. 996 CCyC, el contrato de opción es el que contiene una opción de
concluir un contrato definitivo, que otorga al beneficiario el derecho irrevocable de
aceptarlo, pudiendo ser gratuito u oneroso, debiendo observar la forma exigida para
el contrato definitivo. Por ello, dentro de un contrato, se puede pactar la opción como
cláusula del mismo, o bien durante su ejecución, mediante la cual las partes prevén que
al vencimiento del plazo, una de ellas tiene la facultad de aceptarlo o renovarlo. En tal
sentido, las partes que celebraron un contrato de comodato sobre un inmueble, pueden,
como opción, acordar la posibilidad de locar dicho inmueble, estableciendo las condi-
ciones de la locación, de manera que el comodatario tenga el derecho irrevocable de
hacerlo. También en el instrumento del contrato de locación se puede incluir una cláu-
sula de opción, que faculte al locatario a renovar el contrato de locación, de acuerdo a
las condiciones establecidas en la opción.
47 ESPER, Mario, en Codigo Civil y Comercial de la Nación Comentado, Rivera, Julio C y Medina G.
Directores, t. III, La Ley Bs. As., 2015, p. 948.
CONTRATO DE LOCACIÓN 103
Art. 1199 CCyC. Excepciones al plazo mínimo legal. No se aplica el plazo mínimo
legal a los contratos de locación de inmuebles o a parte de ellos destinados a: a) sede de
embajada, consulado u organismo internacional, y el destino a habitación de su personal
extranjero, diplomático o consular; b) habitación con muebles que se arrienden con fines
de turismo, descanso o similares. Si el plazo del contrato supera los tres meses, se presu-
me que no fue hecho con esos fines; c) guarda de cosas; d) exposición u oferta de cosas o
servicios en un predio ferial. Tampoco se aplica el plazo mínimo legal a los contratos que
tengan por objeto el cumplimiento de una finalidad determinada expresada en el contrato
y que debe normalmente cumplirse en el plazo menor pactado.
La norma transcripta cierra el sistema de los plazos locativos. El principio
general es que el término mínimo de locaciones de inmuebles es de dos años,
104 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Entregar la cosa
Art. 1200. Entregar la cosa. El locador debe entregar la cosa conforme a lo acor-
dado. a falta de previsión contractual debe entregarla en estado apropiado para su
destino, excepto los defectos que el locatario conoció o pudo haber conocido.
La obligación de entregar la cosa, encuentra su causa en el contrato de locación y
sólo importa otorgar la tenencia, porque el locatario usará y gozará de la cosa locada,
reconociendo en otro el carácter de propietario.
Como regla establece que la cosa debe ser entregada en estado apropiado para su
destino, salvo pacto en contrario. Es decir, las partes pueden pactar, por ej. la entrega de
la cosa en el estado en que se encuentra aunque el mismo fuera deplorable
El artículo no indica que la cosa se debe entregar al locatario con todos sus acceso-
rios. Sin embargo, esta obligación surge del art. 746 CCyC que dispone: “El deudor de
una cosa cierta está obligado a conservarla en el mismo estado en que se encontraba
cuando contrajo la obligación, y entregarla con sus accesorios, aunque hayan sido
momentáneamente separados de ella”.
La última parte de la norma se refiere a la entrega en estado apropiado para su
destino, excepto los defectos que el locatario conoció o pudo haber conocido; por
ejemplo el alquiler de edificios arruinados en los cuales la entrega de la cosa se
efectúa sin exigir sus reparaciones.
En lo referente a los gastos de entrega, la doctrina entiende que serán a cargo del loca-
dor, conforme previsión efectuada por el art. 1187, que reenvía a las disposiciones sobre la
compraventa. Sin perjuicio de ello, las partes pueden pactar lo contrario48.
Aclaramos dentro del concepto de accesorios que debe distinguirse entre la ins-
talación necesaria para la prestación de los servicios, sanitarios, eléctricos o de gas,
respecto del servicio propiamente dicho, porque este último deberá ser solicitado por el
48 FARINATI, Eduardo, HERSALIS, Marcelo; RAMIREZ BOSCO, Lucas, en “Incidencias del Código Civil y
Comercial, Contratos en particular”, Bueres Alberto, Director, Hammurabi, Bs. As., 2015, p. 133.
106 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
locatario, con la exhibición del instrumento del contrato de locación, lo cual deberá ser
cancelado cuando la locación concluya.
En cuanto a la locación de un inmueble en un edificio con “amenities”, por ej. salón
de fiestas, pileta de natación, solárium, quedan comprendidos en la locación, así como
el resto de la partes comunes, aunque puedan excluirse por pacto en contrario.
Con respecto al tiempo de entrega de la cosa locada, destacamos que si no hay
plazo acordado, la entrega debe ser inmediata. El tiempo de entrega es trascendente,
porque por regla en materia inmobiliaria a partir de la entrega se devenga el alquiler.
49 ARIAS CAU, Esteban y NIETO, Matías, en Código Civil y Comercial de la Nacion Comentado, Rivera
Julio C. y Medina Graciela, Directores, t. III, La Ley, Bs. As., 2015, ps. 958 y 959.
CONTRATO DE LOCACIÓN 107
Pagar mejoras
Art. 1202. Pagar mejoras. El locador debe pagar las mejoras necesarias hechas
por el locatario a la cosa locada, aunque no lo haya convenido, si el contrato se resuel-
ve sin culpa del locatario, excepto que sea destrucción de la cosa.
La norma plantea dos cuestiones introductorias. El concepto de mejora y luego el
calificativo de necesarias. En cuanto al primero, el art. 751 CCyC expresa “Mejora es
el aumento del valor intrínseco de la cosa. …” En materia del contrato de locación se
puede definir la mejora como el aumento que incremente el valor de una cosa. De lo
dicho se concluye que la mejora no debe, necesariamente, afectar la estructura del bien
sino que basta para considerarla tal, que aumente las instalaciones o asimismo su valor.
Las mejoras se distinguen de las reparaciones, ya que estas últimas tienen un carácter
conservatorio, se realizan para volver la cosa al estado en que se encontraba antes de
producido el deterioro, en tanto que las mejoras, tienden a aumentar o a acrecentar
el valor de la cosa locada. La jurisprudencia, dice “partiendo del concepto clásico de
mejora, en el sentido de que se trata de toda modificación material de una cosa que
aumenta su valor, fácil es concluir que no necesariamente la mejora tiene que afectar la
estructura del bien, sino que tan sólo basta con que aumente su valor, o aún las insta-
laciones, por lo que cabe considerar como tal el tinglado de chapa de zinc desarmable
construido por el locatario en el inmueble objeto de la locación” 50. Toda mejora se
caracteriza por la introducción de alguna alteración material en la cosa.
El art. 751 CCyC, sigue diciendo, “Las mejoras pueden ser naturales o artificiales.
Las artificiales, provenientes del hecho del hombre se clasifican en necesarias, útiles y
de mero lujo, recreo o suntuarias”.
Son mejoras necesarias aquéllas modificaciones imprescindibles o sin las cuales la
cosa no puede ser conservada, por ej. los trabajos necesarios para evitar el derrumbe de
una casa, la reparación de un techo para evitar el paso del agua.
Son mejoras útiles aquéllas que, no siendo indispensables para la conservación de
la cosa, son de manifiesto provecho para cualquier poseedor de ella, porque no son rea-
lizadas teniendo en cuenta el interés de una de las partes, sino de la cosa. Esa utilidad
debe manifestarse de manera objetiva, con prescindencia del uso que se haga de la cosa,
por ejemplo la instalación de agua corriente en una finca, o los trabajos efectuados para
que un terreno inundable deje de serlo.
El art. 753 CCyC dispone: “El deudor está obligado a realizar las mejoras nece-
sarias, sin derecho a percibir su valor. No tiene derecho a reclamar indemnización por
50 Cám. 5a CCyCom. de Cba, 5/12/1984, “Organización IDA c/Giomi Renzo”, LLC, 1985-857.
108 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
las mejoras útiles ni por las de mero lujo, recreo o suntuarias, pero puede retirarlas en
tanto no deterioren la cosa”.
Por su parte el art 1934, referido a frutos y mejoras, expresa: “En este Código se
entiende por: … c) mejora de mero mantenimiento: la reparación de deterioros me-
nores originados por el uso ordinario de la cosa; d) mejora necesaria: la reparación
cuya realización es indispensable para la conservación de la cosa; e) mejora útil: la
beneficiosa para cualquier sujeto de la relación posesoria; f) mejora suntuaria: la de
mero lujo o recreo o provecho exclusivo para quien la hizo”.
Desde la óptica normativa lo expuesto se desprende del art. 1938 CCyC, referido
a la indemnización y pago de mejoras: “Ningún sujeto de relación de poder puede re-
clamar indemnización por las mejoras de mero mantenimiento ni por las suntuarias.
Estas últimas pueden ser retiradas si al hacerlo no se daña la cosa. Todo sujeto de una
relación de poder puede reclamar el costo de las mejoras necesarias, excepto que se
hayan originado por su culpa si es de mala fe. Puede asimismo reclamar el pago de
las mejoras útiles pero sólo hasta el mayor valor adquirido por la cosa. Los acrecen-
tamientos originados por hechos de la naturaleza en ningún caso son indemnizables”.
La doctrina enseña que “el derecho del locatario de usar y gozar pacíficamente de
la cosa arrendada no es absoluto e ilimitado, sino que, por el contrario, está sometido
a restricciones indispensables para que se cumplan los fines del contrato (uso y goce
temporal de la cosa locada, que debe ser restituida al locador al terminar la locación) y
para que se respeten las normas legales que tutelan las buenas costumbres. Estas limita-
ciones o restricciones al derecho del locatario se concretan y sintetizan en la obligación
de usar y gozar de la cosa arrendada conforme a derecho” 51.
Es incuestionable la importancia del destino contractual de la cosa locada.
En efecto el acuerdo de las partes sobre un destino es un elemento esencial de este
contrato, porque al locador no le es indiferente que su inmueble se utilice con fines
habitacionales o comerciales, ni que dentro del destino comercial sea destinado a
un maxi kiosco o a una discoteca.
El destino al que alude la norma es el destino específico, por ej instalación de un
local de farmacia, instalación de un consultorio médico, o con fin habitacional, etc.
Cuando se consigna “uso y goce conforme a derecho”, ello está integrado por
los siguientes deberes jurídicos: 1) hacer de la cosa locada un uso honesto, no con-
trario a la moral y a las buenas costumbres; 2) atenerse al uso estipulado, 3) hacer
un uso conforme a la naturaleza y destino natural de la cosa, o la costumbre del
lugar cuando no se hubiere estipulado expresa o tácitamente el uso; 4) no hacer de
la cosa locada un uso o goce abusivo.
Si se cambiara el destino o el uso acordado, el locador podrá requerir la extinción
contractual y devolución de la cosa, aún cuando no le irroge perjuicio el uso que se le
estuviere dando al objeto locado.
51 REZZÓNICO, Luis, Estudio de los Contratos en nuestro Derecho Civil, Depalma, Bs. As., 2ª edición
1959, p. 271.
52 REZZÓNICO, Luis, Estudio de los Contratos en nuestro Derecho Civil, Depalma, Bs. As., 2ª edición
1959, p. 288.
CONTRATO DE LOCACIÓN 111
Del deber esencial que tiene el locatario de cuidar la cosa como lo haría un
propietario diligente, se desprende no sólo la obligación de no usarla abusiva-
mente, sino también la de conservarla en buen estado. No son sino distintos
aspectos del mismo deber 53.
La obligación de conservar la cosa en buen estado se extiende a no abandonarla.
Ello es así para evitar que la cosa abandonada sufra perjuicios o deterioro por falta de
los cuidados necesarios para su conservación en buen estado.
En virtud de que el abandono configura un incumplimiento contractual, se ha sus-
tentado que la amenaza de un daño da lugar a la tutela inhibitoria permitiendo al lo-
cador la constatación del estado y la resolución del contrato. Excepcionalmente, el
incumplimiento puede estar justificado por situación que configure fuerza mayor. El
abandono constituye una causa autónoma de resolución del contrato que autoriza a
solicitar el desalojo y el resarcimiento de los daños causados 54.
En virtud de ello, el locatario responde frente al locador: a) por el daño o deterioro
causado a la cosa locada por su culpa o por el hecho de las personas de su familia que
habitan con él, sus dependientes y huéspedes b) del abandono de la cosa; c) de toda
obra nociva o que cambie su forma o su destino, o que hubiera sido prohibida en el
contrato; d) de la omisión de las reparaciones locativas.
El locatario responde por la destrucción de la cosa en el supuesto de daños deriva-
dos de un incendio, salvo que el incendio se origine en caso fortuito. Por ello deberá
usar con precaución los servicios públicos domiciliarios, especialmente aquellos que
puedan causar un incendio como el gas natural.
Dentro de la obligación analizada, está la de dar aviso al locador de toda novedad
dañosa a su derecho, ya sea que se origine en una causa de hecho o de derecho.
El segundo párrafo del artículo es reproducción de la regla genérica de la responsa-
bilidad civil, porque el locatario carga con una obligación de resultado, consistente en
la preservación del estado de la cosa.
53 BORDA, Guillermo A, Manual de Contratos, 20ª edición, actualizada por Alejandro Borda, Lexis-
Nexis, Abeledo-Perrot, Bs. As., 2004, ps. 383/384.
54 ARIAS CAU, Esteban y NIETO, Matías. en Codigo Civil y Comercial de la Nacion Comentado, Rivera
Julio C y Medina Graciela, directores, t. III, La Ley, Bs. As., 2015, p. 969.
112 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
del locador. En efecto, a la celebración del contrato, en base a índices oficiales, se cal-
cula la evolución de la moneda a lo largo del plazo contractual, en miras a mantener su
valor constante. Una vez obtenido el precio locativo total, se lo fracciona por el número
de cuotas convenidas como forma de pago del precio, mientras ello no importe un ejer-
cicio abusivo del derecho.
El incumplimiento de esta obligación, habilita la vía ejecutiva conforme previsión
del artículo en análisis, desechando la cuestión si la regulación es propia del derecho
procesal y por tanto ajena a un código de derecho sustancial.
En cuanto a la forma de pago del canon, debe estarse, ante todo, a lo pactado por
las partes en el contrato. A falta de ello, debe distinguirse si la cosa locada es mueble o
inmueble. Para los primeros el pago es de contado y adelantado por todo el tiempo de
la locación. Y para los inmuebles por período mensual y adelantado.
Restituir la cosa
Art. 1210 CCyC. Restituir la cosa. El locatario, al concluir el contrato, debe res-
tituir al locador la cosa en el estado en que la recibió, excepto los deterioros prove-
nientes del mero transcurso del tiempo y el uso regular. También debe entregarle las
constancias de los pagos que efectivizó en razón de la relación locativa y que resulten
atinentes a la cosa o a los servicios que tenga.
La obligación de restituir se fundamenta en la naturaleza misma del contrato de lo-
cación, donde el locatario sólo adquiere el uso y goce temporario de la cosa locada y no
su propiedad, debiendo por ello reintegrar al locador la cosa dada en locación y no otra,
ni tampoco su valor. Asimismo debe restituir la cosa en el mismo estado en que fue re-
cibida, lo que incluye los accesorios, tales como llaves, vidrios, herrajes, artefactos, etc.
La restitución de la cosa locada obliga devolver lo recibido, razón por la cual la
descripción contractual es el mejor punto de partida para determinar el estado de res-
titución debido. Una vez extinguido el contrato, nace la obligación restitutoria, la que
incumplida da lugar a la acción de desalojo.
Además de restituir la cosa dada en locación, en el segundo párrafo la norma en
cuestión, dispone que el locatario deberá entregar las constancias de los pagos efectua-
dos con motivo de la relación locativa.
CESION Y SUBLOCACION
55 LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. P., en Codigo Civil y Comercial Comentado, Tratado Exegético, Alterini
Jorge H, director general, tomo VI, La Ley, Bs. As., 2015.
CONTRATO DE LOCACIÓN 115
La lectura del art. 1213, nos indica tres aspectos: 1) que la cesión sólo será válida si
se cumple con los términos prescriptos para la cesión de la posición contractual regula-
da por los arts. 1636 a 1640 CCyC. 2) que la prohibición contractual de ceder importa
la de sublocar y viceversa y 3) se considera cesión a la sublocación de toda la cosa.
En cuanto al punto 1) se advierte la buena técnica legislativa de la ley vigen-
te al remitir expresamente a las normas de la cesión de la posición contractual.
Además el art. 1636 dispone que la trasgresión a la normativa de la cesión de la
posición contractual, importa violar la prohibición de cambiar el destino de la cosa
arrendada, lo que autoriza al locador a dar por finalizado el contrato, y reclamar si
correspondiere, las indemnizaciones pertinentes.
De manera que la cesión por el locatario, por regla está prohibida, y sólo por excep-
ción se permite la cesión del contrato si se cumple con la norma de cesión de posición
contractual de los arts. 1636 y ss.
En lo referido al punto 2) la regla es que la prohibición de ceder, importa la de
sublocar y viceversa. Si bien la cesión y sublocación son operaciones distintas, en cual-
quiera de las dos la consecuencia es que aparece un tercero en la tenencia de la cosa
locada. Lo que no impide que las partes puedan acordar en el contrato originario, per-
mitir la cesión de dicho contrato pero no las sublocaciones. O bien pueden pactar lo
contrario, es decir permitir la sublocación y prohibir la cesión.
En cuanto al punto 3) reiteramos las diferencias conceptuales entre cesión de posi-
ción contractual y sublocación, sin perjuicio de lo cual, interpretando la realidad subya-
cente de las conductas, la norma del 1213 presume que una sublocación de toda la cosa,
en realidad, importa la intención de ceder la posición contractual
A su vez el art. 1636 CCyC, dispone que “… En los contratos con prestaciones pen-
dientes cualquiera de las partes puede transmitir a un tercero su posición contractual, si
las demás partes lo consienten antes, simultáneamente o después de la cesión. Si la con-
formidad es previa a la cesión, ésta solo tiene efectos una vez notificada a las otras partes,
en la forma establecida para la notificación al deudor cedido”. Por ello para transmitir la
posición contractual se requiere el consentimiento de las demás partes.
La sublocación es autorizada por la ley, cuando no hay un pacto en contrario. En el
caso que estuviere permitido, el locatario puede sublocar observando el procedimiento
establecido por el art. 1214 CCyC. Por ello debe comunicar al locador expresando su
propósito de sublocar. Esta manifestación de voluntad la puede realizar el locatario,
por cualquier medio fehaciente, y por cierto, con anterioridad a celebrar la sublocación.
En cuanto al contenido de la comunicación, la ley es clara, ya que debe expresar el
nombre y el domicilio del futuro subcontratante y el destino que el mismo le dará
a la cosa locada. Por su parte el locador, una vez recibida la comunicación tiene
diez días corridos para oponerse, si es su voluntad, por medio fehaciente, destacán-
dose que la norma no exige al locador que funde su oposición. Si el locador deja
transcurrir diez días sin manifestar su voluntad, su silencio por imperio de la ley
importa su conformidad con la sublocación propuesta, es decir con la persona del
sublocatario y el destino de la cosa. Cumplimentado el procedimiento indicado, el
sublocador puede contratar la sublocación.
Art. 1214 CCyC. Sublocación. El locatario puede dar en sublocación parte de la cosa
locada, si no hay pacto en contrario. Para ello debe comunicar al locador por medio feha-
116 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
subarrendatario contra el locador principal, se puede ejercer sólo dentro de los límites del
contrato originario. A su vez, la acción directa del locador originario contra el sublocatario,
se puede ejercer sólo dentro de los límites del contrato de sublocación 56.
La norma autoriza al locador el ejercicio de una acción directa contra el sublocata-
rio por el cumplimiento de las obligaciones impuestas por el subcontrato y referidas a
la cosa, inclusive el resarcimiento de los daños causados por su uso indebido.
En tal sentido quedan involucradas las siguientes acciones: cobrar el canon lo-
cativo, demandar el desalojo por falta de pago, reclamar el resarcimiento de daños,
demandar el cumplimiento de las obligaciones de mantener la cosa en buen estado
de conservación.
También el sublocatario tiene una acción directa contra el locador, por las obliga-
ciones asumidas en el contrato originario.
Bajo este nombre el art. 1221 CCyC le otorga al locatario la facultad de extinguir
anticipadamente el contrato de locación cuando su objeto es un inmueble. Este derecho
lo puede ejercer si han transcurrido seis meses desde la celebración del contrato, dán-
dole aviso fehaciente de su decisión al locador. La norma establece una reparación tari-
fada a cargo del locatario y a favor del locador, por el ejercicio de la facultad extintiva.
La norma permite solucionar la extinción anticipada de la locación con la menor
controversia posible, ya que de manera voluntaria el locatario la puede concluir me-
diante el pago de una indemnización tarifada, ahorrándose litigios para determinar el
daño sufrido por el locador.
Art. 1221. Resolución anticipada. El contrato de locación puede ser resuelto anti-
cipadamente por el locatario: a) si la cosa locada es un inmueble y han transcurrido
seis meses de contrato, debiendo notificar en forma fehaciente su decisión al locador.
Si hace uso de la opción resolutoria en el primer año de vigencia de la relación lo-
cativa, debe abonar al locador, en concepto de indemnización, la suma equivalente a
un mes y medio de alquiler al momento de desocupar el inmueble y la de un mes si la
opción se ejercita transcurrido dicho lapso; b) en los casos del art. 1199, debiendo
abonar el locador el equivalente a dos meses de alquiler.
La primera cuestión que plantea la norma es relativa a su denominación: “resolu-
ción anticipada de la locación”, lo que luego repite en el texto, cuando alude a que el
contrato de locación puede ser resuelto anticipadamente por el locatario. La doctrina no
es pacífica en esta materia. Freytes, en un interesante trabajo titulado “Rescisión y reso-
lución contractual: una debatida diferenciación”, enuncia y explica las diferencias entre
estas figuras. Cuando se refiere a la rescisión legal, dice que se presenta cuando una
56 Sobre esta cuestión, puede profundizarse con las opiniones de Borda, Segovia y Machado, ex-
puestas en el comentario al art. 1591 CC en Codigo Civil y Leyes Complementarias, Comentado.
Anotado y Concordado, Director Belluscio Augusto, Coordinador Zannoni Eduardo, t. 7, Astrea,
Bs. As., 1998, ps. 527 y 528.
118 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
norma expresa de la ley autoriza a una o ambas partes a dejar sin efecto el contrato, en
algunos supuestos sin consecuencias patrimoniales para quien ejerce el derecho, y en
otros, soportando secuelas atenuadas Luego, proporciona como uno de sus ejemplos,
el art. 8 de la Ley de locaciones 23.091, hoy prácticamente subsumido en el art. 1221
CCyC. En definitiva, para esta posición doctrinal, el art. 1221 CCyC, utiliza errónea-
mente la denominación de resolución anticipada del contrato, debiendo utilizar la de
rescisión legal anticipada, o simplemente rescisión anticipada del contrato 57.
A su vez, Aparicio se refiere al “Derecho de arrepentimiento”, manifestando que
“Otro ejemplo de rescisión previsto en la ley consiste en la facultad que tiene el locata-
rio en el contrato de locación de obra de “·desistir” de la ejecución de ella por su sola
voluntad, indemnizando al locador todos sus gastos, trabajos y utilidad que pudiere
obtener por el contrato (art. 1638 CC). Se trata en el fondo, del ejercicio de un
derecho de arrepentimiento que la ley prevé a favor de una de las partes, a quien
le confiere la facultad de cambiar de idea sobre la prolongación de un contrato con-
cluido. Otros ejemplos se dan .… en la locación de inmuebles urbanos, el locatario
transcurridos los seis primeros meses de la relación locativa, puede dejarla sin
efecto –la ley expresa que puede “resolver la contratación”–, debiendo notificar en
forma fehaciente su decisión al locador con una antelación mínima de sesenta días
en que reintegrará lo arrendado (art. 8, ley 23.091) 58.
Es indudable que la denominación utilizada por la ley es incorrecta, porque no es-
tamos frente a un supuesto de resolución del contrato por incumplimiento.
La ley establece un sistema simple, ya que distingue: a) la locación de un inmueble
cualquiera sea su destino y b) los cuatro supuestos del art. 1199 CCyC, referidos a las
excepciones al plazo mínimo legal.
Es claro que la facultad de extinción anticipada la tiene únicamente el locatario,
con la salvedad de que en los supuestos ajenos al art. 1199 CCyC se requiere que hayan
transcurrido al menos seis meses de relación locativa; con la exigencia de una notifi-
cación fehaciente al locador, sin necesidad de observar un plazo de preaviso, como lo
pedía la derogada Ley 23.091.
La doctrina es conteste en afirmar que nos encontramos con una norma de orden
público dado en tutela de la situación del inquilino, que no deja abierta la posibilidad
de su disponibilidad por la voluntad contractual de las partes.
En cuanto a la reparación tarifada establecida por la ley, la doctrina destaca que si
se ejerce la opción dentro del año de establecida la relación contractual, es decir, entre
seis meses y un año de contrato, deberá pagar al locador la suma equivalente a un mes
y medio de alquiler. La referencia “al momento de desocupar el inmueble”, significa
en esa oportunidad y también en el valor del alquiler que corresponda a esa fecha. Si
la opción se ejercita pasado el primer año de contrato, la indemnización se reduce a un
mes de alquiler, siempre considerando al momento de la desocupación 59.
57 FREYTES, Alejandro, La Ley Córdoba, Sección Doctrina, año 27, nº 3, abril 2010, ps. 262/270.
58 APARICIO, Juan Manuel, Contratos, t. 3, parte gral., Hammurabi, Bs. As., 2012, p. 316.
59 LEIVA FERNÁNDEZ, Luis F. P., en Codigo Civil y Comercial Comentado, Tratado Exegético, Alterini
Jorge H, Director General, t. VI, La Ley, Bs. As., 2015.
CONTRATO DE LOCACIÓN 119
Concluye el art. 1221 con la tarifa indemnizatoria, para las locaciones sin plazo
mínimo legal establecidas en el art. 1199 CCyC, disponiendo el pago equivalente a
dos meses de alquiler. En orden a las locaciones comprendidas en esta hipótesis, en
la práctica resulta inaplicable la tarifa legal, debiendo estarse a las particularidades de
cada caso y a lo que vaya estableciendo la jurisprudencia.
Esta materia se encuentra regulada en los arts. 1217, 1219 y 1220 del CCyC En
efecto, son modos especiales de extinción de la locación, según el art. 1217 CCyC: a) el
cumplimiento del plazo convenido, o requerimiento previsto en el artículo 1218, según
el caso; b) la resolución anticipada.
A su vez el art. 1219 CCyC, relativo a la resolución imputable al locatario, expre-
sa que el locador puede resolver el contrato: a) por cambio de destino o uso irregular
en los términos del artículo 1205; b) por falta de conservación de la cosa locada, o su
abandono sin dejar quien haga sus veces; c) por falta de pago de la prestación dineraria
convenida, durante dos períodos consecutivos.
Correlativo a ello el art. 1220 CCyC trata la resolución imputable al locador. Expre-
sa que el locatario puede resolver el contrato si el locador incumple: a) la obligación de
conservar la cosa con aptitud para el uso y goce convenido; b) la garantía de evicción
o la de vicios redhibitorios.
gozando la cosa. La pregunta es ¿en esta situación, responde el fiador por la falta de
pago del precio, expensas, impuestos, etc.? La doctrina enseña que en este supuesto el
garante no responde.
Es claro el fallo de la Corte cuando expresa que la responsabilidad del fiador por
los alquileres atrasados e intereses pactados en el contrato de locación originario, se
extiende solo hasta su fecha de finalización, siéndole inoponible el plazo de gracia
pactado entre locador e inquilino, pues en virtud del principio de relatividad de los
contratos, ni aún los codeudores solidarios, pueden gravar las condiciones de sus
cointeresados (arts. 853 CC y su nota referido a la transacción), siendo las estipu-
laciones en tal sentido res inter alios acta. (CSJN 10/8/2004 “Donno María c/ Silva
Páez Liliana y otro”, DJ, 2004/3/1021).
tión, disponiendo que el fiador seguirá respondiendo por la no restitución del inmue-
ble locado a su debido tiempo. Aclaramos que el fiador en este supuesto, se libera de
garantizar el pago del precio de la locación, pero continúa garantizando el pago de los
daños originados al locador por la falta de restitución del inmueble arrendado, luego de
haberse efectuado el requerimiento al locatario.
Otra situación se da respecto de la liberación del fiador por las restantes obligacio-
nes asumidas por el locatario. En efecto, las obligaciones que el fiador garantiza, son
las que resultan del contrato de fianza, que en la generalidad de los casos se instrumenta
en una cláusula del contrato de locación, sin perjuicio de poder redactarse en un instru-
mento distinto y separado del contrato de locación.
El fiador responde por el incumplimiento de las obligaciones asumidas por el loca-
tario, salvo que se hubiere pactado en la fianza otra cosa. Por eso, para saber la exten-
sión de la garantía del fiador, debemos recurrir a los arts. 1205, 1206, 1207,1208, 1209
y 1210 CCyC, donde se explicitan las obligaciones del locatario. Por cierto que las
partes, pueden agregar al contrato otras obligaciones a cargo del locatario, respecto de
las cuales responderá el fiador, por ejemplo, la indemnización tarifada por resolución
anticipada por voluntad del locatario, o alguna cláusula penal para aumentar la obliga-
ción de conservar la cosa en buen estado, etc.
En virtud del art. 1225 CCyC, cesa la obligación del fiador de responder por el
incumplimiento de las restantes obligaciones que subsistan con posterioridad a la ex-
tinción del plazo contractual. Para mayor claridad, por ejemplo, si en el contrato se
constituyeron dos clausulas penales, una para aumentar la obligación de mantener la
cosa en buen estado, y otra, establecida con respecto a la no restitución del inmueble,
el fiador de la primera se libera, pero no de la segunda.
El texto utilizado por el art. 1225 CCyC, idéntico al de su antecesor art. 1582
bis CC, en cuanto al término “automáticamente”, indica que la ley no requiere
ninguna declaración extrajudicial ni judicial por parte del fiador para que opere la
caducidad estudiada.
9. EFECTOS DE LA EXTINCION
pago, pero no evita la consecuencia primaria de la mora que consiste en el curso de los
intereses sobre la suma debida.
9.2. Desalojo
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126 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CONTRATO DE LEASING 127
CAPÍTULO VI
CONTRATO DE LEASING *
A través de la Ley 24.441 del año 1995 esta figura contractual obtiene regulación
legal específica en el Derecho argentino.
Desde mucho tiempo antes, el leasing fue una modalidad contractual muy utilizada,
fundamentalmente en el ámbito financiero, de tal suerte que su reiteración en el tiempo
le otorgó tipicidad social.
Algunos autores encuentran como antecedentes normativos ciertas normas referi-
das al Derecho bancario (Decreto Ley 13.130/57, Carta Orgánica del Banco de Crédito
Argentino, Decreto Ley 1861/69 sobre Actividades Financieras), las cuales no alcan-
zaron a elevar la mentada tipicidad social a tipicidad normativa. Es dable destacar que
los proyectos de unificación de la legislación civil y comercial previeron regulaciones
específicas de esta figura (Proyecto del Poder Ejecutivo de 1993, Proyecto de la Comi-
sión Federal de 1993, Proyecto de Código Civil de la República Argentina de 1998).
Por fin la Ley 24.441 introdujo la figura en el Derecho argentino como contrato
típico, y de esta manera el leasing es hoy uno de los vehículos que permite alcanzar
su finalidad inicial, es decir el financiamiento de la vivienda y la construcción. En este
escenario, se concibe esta figura como un medio de contribuir a satisfacer la necesidad
habitacional que afecta a nuestro país.
2. DEFINICIÓN
Dispone el art. 1227 CCyC que “En el contrato de leasing el dador conviene trans-
ferir al tomador la tenencia de un bien cierto y determin ado para su uso y goce, contra
el pago de un canon y le confiere una opción de compra por un precio”.
Este concepto es superador del que contiene el art. 27 de la Ley 24.441, ya que es
más acorde a la naturaleza jurídica del instituto, en virtud de que en la conceptualiza-
ción legal del régimen originario la figura no dejaba de ser una modalidad de contrato
de locación. Dicha norma establecía que había contrato de leasing cuando al contrato
de locación se agregue una opción de compra por el tomador.
Por otro lado, es observable la utilización de la palabra “tenencia” con relación al
objeto que transfiere el dador al tomador. Es que entre los bienes que pueden ser objeto
del contrato de leasing, indicados en el art. 1228 CCyC, hay bienes inmateriales sobre
los cuales el poder de hecho que comporta la tenencia no puede ejercerse, toda vez que
ésta solo puede recaer sobre “cosas” (art. 1910 CCyC).
3.2. El objeto
4. CARACTERES
60 LORENZETTI, Ricardo L., Tratado de los contratos, Rubinzal-Culzoni Editores, Santa Fe, 2004, t. II, p. 549.
130 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Es conmutativo (art. 968, CCyC). Tal como está regulado, el leasing es un contrato
que al momento de su celebración las partes conocen con certidumbre la existencia y el
alcance de los sacrificios y ventajas que deben asumir. Ello no obsta a que, en uso de la
autonomía de la voluntad, las partes sometan los sacrificios y ventajas del contrato a un
acontecimiento incierto, de tal suerte que se podrá perfeccionar un contrato aleatorio.
Es un contrato formal. La regla general es que el leasing debe ser celebrado por es-
crito. Para el caso que el contrato tenga por objeto bienes inmuebles, buques o aerona-
ves, debe instrumentarse por escritura pública. En estos casos se configura un contrato
de solemnidad relativa.
Es un contrato típico. Como se dijo precedentemente, es un contrato que tiene no-
men iuris y regulación legal especial.
Es un contrato de duración. El leasing es un instrumento de financiación del costo
de adquisición del bien.
En efecto, como se explica más adelante, el canon está compuesto por varios ru-
bros: el precio por el uso y goce del bien objeto del contrato, el pago a cuenta del precio
de la compraventa para el caso en que el tomador ejerza la opción de compra, y los
intereses compensatorios pactados por la financiación del precio de la compraventa.
De esta manera el tomador paga periódicamente en forma parcial y por adelantado
el precio de la compraventa razón por la cual, si ejerce la opción de compra, deberá
abonar el valor residual del bien que será resultado, entre otros factores, del cómputo
de lo abonado dentro del canon por ese concepto.
Es por ello que la ejecución del contrato de leasing no admite una ejecución instan-
tánea, entendida como aquella que se agota en un solo acto, toda vez que el interés de
las partes no quedaría satisfecho sino mediante un lapso más o menos largo.
En esta línea de pensamiento, el CCyC y los dispositivos de la Ley 25.248 que
mantienen su vigencia, contemplan normas fundadas en la característica de contrato
de duración, entre las que se encuentran las relativas a la periodicidad del canon (art.
1229), al momento de ejercicio de la opción de compra que presupone un contrato de
ejecución extendida en el tiempo (art. 1240), a la cesión de la posición contractual del
dador (art. 1247), a la oponibilidad del leasing en el concurso preventivo o quiebra del
dador y del tomador (art. 11, segundo y tercer párrafos, Ley 25.248) y a los procedi-
mientos previstos frente al incumplimiento del tomador (arts. 1248 y 1249).
Todas estas normas denotan el carácter de contrato de duración, en el que la eje-
cución extendida en el tiempo se traduce en obligaciones principales con distintas mo-
dalidades de cumplimiento.
La obligación del dador de transmitir al tomador el bien objeto del contrato para
su uso y goce se ejecuta en forma continuada, porque consiste en mantener al tomador
en esa situación en forma permanente, todas las horas del día y todos los días del año,
durante la vida del contrato.
Del lado opuesto, la obligación del tomador de pagar el canon es de tracto sucesivo,
en virtud de que no se ejecuta en forma permanente, como la del dador, sino que es de
cumplimiento periódico, conforme lo pactado en el contrato (art. 1229 CCyC).
CONTRATO DE LEASING 131
61 BARREIRA DELFINO, Eduardo, Incidencias del Código Civil y Comercial. Contratos Bancarios, Ed.
Hammurabi, Bs. As. 2015, t. 6, p. 232.
132 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Los elementos esenciales particulares del leasing son: a) la entrega del bien objeto
del contrato para su uso y goce, b) el pago del canon o cuotas periódicas de amortiza-
ción, c) la opción de compra y d) el precio traducido como valor residual.
62 Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, Edición del Tricentenario, http://dle.
rae.es/, fecha de consulta: 31 de marzo de 2016.
CONTRATO DE LEASING 133
c) La opción de compra
La opción de compra es un elemento tipificante de la figura.
El pacto de opción entraña el acuerdo de voluntades entre dador y tomador respecto
a que la oferta de compraventa del bien objeto del leasing es irrevocable y, por tanto, el
tomador puede o no aceptarla (art. 996, CCyC).
Los arts. 1230, 1245 inc. b), 1247, 1248 inc. c) y 1250 CCyC aluden a “precio de
ejercicio de la opción” para referirse al valor residual como saldo de precio de com-
praventa para el caso en que el tomador opte por comprar el bien objeto del contrato.
134 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
7. MODALIDADES
a) Leasing financiero
Esta modalidad está contemplada en los incisos a), b) y c) del citado art. 1231.
El primer supuesto es aquel que consiste en que el bien es comprado por el dador a
la persona indicada por el tomador (inc. a).
En la segunda especie el dador compra el objeto según especificaciones del toma-
dor o según catálogos, folletos o descripciones identificadas por éste (inc. b).
En la tercera hipótesis normativa el dador compra el bien de una manera especial:
sustituye al tomador en un contrato de compraventa que éste ya ha celebrado.
Todas las especies enunciadas tienen por característica que el dador no es el fa-
bricante, productor, desarrollador, importador, distribuidor o vendedor del bien sino
que cumple una función de intermediación entre el tomador y la persona que reviste
cualquiera de los roles relacionados. Y esa intermediación es financiera, en razón a que
el dador adquiere el bien para entregarlo al tomador en leasing.
Vale decir, no existe otra causa para la adquisición que realiza el dador que la cele-
bración del contrato de leasing, a fin de posibilitar al tomador el uso y goce del objeto
y su adquisición, a través del financiamiento del precio de venta.
Como podrá advertirse, en la modalidad financiera existen dos contratos, jurídica-
mente autónomos como figuras contractuales, pero unidos, conectados o coligados para
la consecución de una finalidad común, que está prevista en el contrato de leasing, de
136 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
modo que uno de ellos ha sido determinante del otro para el logro del resultado perse-
guido. Uno es el contrato de compraventa, que celebra el dador como comprador para
adquirir el objeto del leasing, y el otro es el leasing propiamente dicho.
Así las cosas, se genera una conexidad contractual entre ambos acuerdos tal como
lo prevé el art. 1073 CCyC, cuyos efectos serán los previstos en el art. 1232 en lo ati-
nente a responsabilidades, acciones y garantías por la adquisición del bien. Se aprecia
cierta concordancia con lo contemplado en el art. 1075 CCyC, como norma general de
las consecuencias de la coligación.
En el contrato de compraventa el vendedor del bien que adquiere el dador no es
parte en el contrato de leasing y, por lo tanto, es un tercero. A su vez, el tomador no es
parte en la compraventa y, por ende, es un tercero en ese contrato. Sin embargo, como
producto de la conexidad contractual, existirán relaciones jurídicas directas entre el
vendedor en la compraventa y el tomador del leasing.
Por otro lado, lo que difiere entre las especies financieras normadas es la forma en
que el tomador instruye al dador a los fines de individualizar el objeto del leasing: a)
sea indicando la persona de quien el dador lo adquirirá, b) sea según especificaciones o
catálogos, y c) sea pidiendo que lo sustituya en un contrato de compraventa ya perfec-
cionado por el tomador.
Cabe resaltar que esta última modalidad (art. 1231, inc. c) CCyC) presupone un
contrato de compraventa ya celebrado por el tomador, que cede su posición contractual
a favor del dador para que éste asuma la condición de comprador.
Una vez obtenida la propiedad del bien por el dador por efecto de la compraventa,
debe entregarlo al tomador en leasing.
Para que se configure esta modalidad es imprescindible que en el contrato de com-
praventa celebrado por el tomador como comprador, cuya posición contractual es ce-
dida al dador, la obligación del vendedor de entregar el bien esté pendiente de cumpli-
miento (art. 1636, CCyC), ya que si esta obligación estuviera cumplida, el dador nunca
adquiriría el bien que ya habría sido entregado al tomador.
b) Leasing operativo
Esta modalidad se encuentra establecida en el art. 1231, inc. d), según el cual el
bien objeto del contrato es de propiedad del dador con anterioridad a su vinculación
contractual con el tomador.
A diferencia de la especie financiera, aquí el dador ya no es intermediario entre el
fabricante, productor, desarrollador, importador, distribuidor o vendedor del bien y el
tomador, sino que él cumple algunos de los mentados roles.
Por ello, en esta modalidad la finalidad del leasing es la de comercializar el objeto
del contrato.
63 BETTI, Emilio, Teoría general del negocio jurídico, trad. y concordancias con el derecho espa-
ñol de A. Martín Pérez, Editorial Revista de Derecho Privado, 2ª ed., Madrid, p. 177. Para este
autor la legitimación es la competencia que tiene una parte para alcanzar o soportar los efectos
jurídicos de la reglamentación de intereses a que se ha aspirado, la cual resulta de una específica
posición del sujeto respecto a los intereses que se trata de regular. MESSINEO, Francesco, Doctri-
na general del contrato, trad. R. O. Fontanarrosa, S. Sentís Melendo y M. Volterra, Ediciones
Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1952, t. I, p. 89. APARICIO, Juan Manuel, Contratos/2,
Hammurabi, Buenos Aires, 2001, p. 44. 1971, p. 142. LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., Teoría de
los contratos, Parte general, Víctor P. de Zavalía Editor, Buenos Aires, 1997, p. 246. MOSSET
ITURRASPE, Jorge, Contratos, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1995, p. 194.
138 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
tal caso el representante no sería el dador, sino una persona que actúa en nombre y
por cuenta del representado.
A lo que alude la citada norma es a la legitimación que ostenta una persona que
actúa en su propio nombre e interés, ocupando la posición contractual de dador sin ser
propietario o poseedor del objeto.
El ejemplo más claro es la situación generada por el subleasing. En este supuesto,
quien reviste la calidad de tomador en un leasing, ocupa la posición de dador en otro
leasing sobre el mismo bien objeto del contrato originario.
Se trata de una hipótesis de subcontratación, cuya figura general está reglada en el
art. 1069 CCyC. Las relaciones entre subdador y subtomador se regirán por el nuevo
contrato, sin perjuicio de las acciones directas existentes entre el subtomador y el dador
del contrato originario, de acuerdo con los arts. 1071 y 1072 CCyC.
La celebración de un subleasing solo se podrá realizar si no existe un pacto de pro-
hibición de subcontratación, siempre que se logre compatibilizar el uso y goce del bien
conforme los destinos del contrato de leasing originario y el del leasing derivado (art.
1238 CCyC), y sea posible la transmisión del dominio como consecuencia del ejercicio
de la opción de compra (art. 1242 CCyC) en el marco del subcontrato.
El art. 1232 CCyC prevé reglas vinculadas a los aspectos relacionados con la entre-
ga y saneamiento del bien dado en leasing. Este dispositivo atribuye regímenes diferen-
ciados tomando en cuenta la modalidad de leasing, según se trate de leasing financiero
o leasing operativo, como también la existencia de coligación o uniones de contratos.
Para esta modalidad el art. 1232 CCyC dispone que en los casos de los incisos a), b)
y c) del art. 1231, el dador cumple adquiriendo los bienes indicados por el tomador. El
tomador puede reclamar del vendedor, sin necesidad de cesión, todos los derechos que
emergen de ese contrato de compraventa. El dador puede liberarse convencionalmente
de las responsabilidades de entrega y de la obligación de saneamiento.
Los efectos descriptos encuentran fundamento en la estructura financiera que tiene
esta tipología.
Recordemos que el dador no es fabricante, productor, desarrollador, importa-
dor, distribuidor o vendedor del bien, sino que cumple una función de intermedia-
ción entre el tomador y la persona que reviste cualquiera de los roles relacionados.
De esta manera, adquiere la propiedad o dominio del bien con el fin de posibilitarle
al tomador el uso y goce del objeto, como también facilitarle su adquisición a tra-
vés del financiamiento del precio de venta.
CONTRATO DE LEASING 139
En este escenario, el primer párrafo del art. 1232 indica que el cumplimiento de la
obligación de entrega del objeto del contrato se realiza por el dador adquiriéndolo bajo
las instrucciones impartidas por el tomador.
Esto se explica a través de la naturaleza financiera e instrumental de esta moda-
lidad. El dador adquiere el bien como paso intermedio y necesario para la entrega en
leasing. Por ello, la norma también habilita a:
a. La dispensa expresa de responsabilidad del dador por la falta de entrega,
b. La liberación de la obligación de saneamiento.
En el modo financiero del leasing, la titularidad de la propiedad o dominio del
objeto del contrato en cabeza del dador encuentra razón de ser en la función de
garantía, en virtud de que la titularidad dominial se conserva para asegurar el cum-
plimiento de las obligaciones del tomador. De esta manera, el dador solo asume el
riesgo de incumplimiento del tomador.
Sin embargo, la doctrina64, desde la sanción de la Ley 25.248, viene advirtiendo que
esta regla no puede ser absoluta sino que se deberá atender a ciertas hipótesis en que el
leasing califique como contrato de consumo y en las que la falta de entrega deviene en
una evidente insatisfacción del interés del tomador como acreedor de esta obligación.
A estos fines, distinguiremos el alcance de las cláusulas de liberación de responsa-
bilidad de entrega y de exoneración de la obligación de saneamiento.
64 PAOLANTONIO, Martín E., Régimen legal del leasing, Ley 25.248, Rubinzal-Culzoni Editores, Santa Fe,
2000, p. 39. FRUSTAGLI, Sandra A., HERNÁNDEZ, Carlos A., SAIEG FRESNEDA, Mónica, “Consideraciones
en torno a la nueva ley de leasing”, La Ley - Obligaciones y Contratos Doctrinas Esenciales, t. V,
1/5/2001, 817, LL, 2001-C, 1156, Cita Online: AR/DOC/4443/2001.
65 FRUSTAGLI, Sandra A., HERNÁNDEZ, Carlos A., SAIEG FRESNEDA, Mónica, “Consideraciones...” ob. cit., p. 5.
140 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Vale decir, debe priorizarse la estructura financiera del leasing y el carácter instru-
mental de la adquisición del objeto del contrato por el dador del proveedor, para luego
dárselo al tomador en uso y goce con opción de compra.
Sin perjuicio de ello, la eficacia de estas cláusulas deben juzgarse a la luz de las
demás normas del Derecho privado, y en especial de las normas protectorias del consu-
midor cuando el contrato califique como relación de consumo.
Es necesario resaltar que las normas generales del Código sobre obligación de sa-
neamiento revisten carácter supletorio de la voluntad de las partes, que pueden disponer
la supresión o disminución de la responsabilidad, aunque se tienen por no convenidos
los pactos de exoneración total (art. 1036, CCyC).
La interpretación de las estipulaciones liberatorias es restrictiva y se tienen por no
convenidas (art. 1038 CCyC):
8.1.4. La legitimación del tomador para ejercer los derechos emergentes del con-
trato de compraventa celebrado por el dador con el proveedor del objeto del leasing.
En el leasing financiero el tomador puede reclamar del vendedor, sin necesidad de
cesión, todos los derechos que emergen del contrato de compraventa (art. 1232, primer
párrafo, CCyC).
Esta facultad que tiene el tomador no entraña una transferencia de la posición contrac-
tual de “comprador” que tenía el dador en la compraventa por las siguientes razones:
a) En primer lugar, la norma indica expresamente que la legitimación del tomador
para ejercer los derechos que surgen del contrato de compraventa existe sin necesidad
de cesión. Y esta cesión a que alude el art. 1232 en todo caso sería una cesión de de-
rechos y no una cesión de posición contractual, en virtud de que en esta última no se
transfieren solo derechos, sino todo el complejo de derechos y obligaciones que tiene
una parte en un contrato.
b) Además, uno de los efectos propios de la cesión de posición contractual es que
el cedente ya no puede ejercitar sus derechos ni ser compelido por sus obligaciones, los
que son asumidos por el cesionario (art. 1637, CCyC), situación que no se da en este
caso, porque nada se ha previsto legalmente al respecto.
Estimamos que la legitimación del tomador se explica mejor a través de la propa-
gación de efectos propia de la coligación de contratos. La expansión de efectos se en-
cuentra prevista en el art. 1075 CCyC, y la contemplada en el art. 1232, primer párrafo,
CCyC no es otra que una especie de aquella.
En el caso en análisis, entre el contrato de compraventa celebrado por el dador con
el proveedor del objeto del leasing y este contrato, existe conexidad contractual en
los términos del art. 1073 CCyC. Sin duda se trata de dos contratos autónomos como
figuras jurídicas, que se hallan vinculadas entre sí por la finalidad económica común
establecida en el contrato de leasing o antes de éste, de modo que el leasing ha sido
determinante del contrato de compraventa para el logro del resultado perseguido, que
es la entrega del bien en leasing.
142 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
En las modalidades posibles del art. 1231, inc. f), la legalidad de las cláusulas li-
beratorias de la responsabilidad del dador por las obligaciones de entrega del bien y de
saneamiento, depende de cuál ha sido la modalidad de elección del bien:
CONTRATO DE LEASING 143
a) si el tomador es quien elige el bien objeto del contrato, esas cláusulas serán vá-
lidas por regla general,
b) si el dador fuera quien determina, directa o indirectamente, la elección del bien
o si el bien fuera de su propiedad con anterioridad a su vinculación contractual
con el tomador, se aplica la solución pertinente del art. 1232.
9. FORMA
Del art. 1234 CCyC surge como regla general que el leasing es un contrato formal.
Cuando tenga por objeto inmuebles, buques o aeronaves, deberá instrumentarse
en escritura pública. Este no es un supuesto de solemnidad absoluta, por lo que su in-
cumplimiento no trae aparejado la ineficacia plena del contrato, sino que sólo genera
la obligación de otorgamiento de la instrumentación pública requerida, tal como se
encuentra previsto en el art. 1018 CCyC.
En todos los otros casos, deberá ser celebrado por escrito, atento la necesidad de
registración para su oponibilidad frente a terceros. Como regla este contrato se celebra
por instrumento privado, con excepción de aquellos que requieren escritura pública.
10. REGISTRACIÓN
Por otra parte, para la oponibilidad del contrato frente a terceros, el art. 1234 exige
la inscripción del contrato en el registro que corresponda según la naturaleza del bien.
La registración como forma de publicidad del estado jurídico del bien objeto de leasing
es relevante para la oponibilidad del contrato a terceros y no como requisito de existen-
cia o validez del contrato.
En consecuencia, el leasing no inscripto es perfecto y eficaz entre las partes, pero
no podrá ser opuesto a terceros, quienes estarán habilitados a considerar como si el
contrato no existiera (art. 397, CCyC).
Si se tratase de un leasing inmobiliario, debe registrarse en el Registro de la Pro-
piedad Inmueble.
Si se trata de un automotor, en el Registro Nacional de la Propiedad Automotor.
Si el objeto es un buque u otros enseres navales, corresponderá el Registro Nacio-
nal de Buques.
Para el caso de las aeronaves, el Registro Nacional de Aeronaves.
Si, por el contrario, el objeto no es un bien registrable, o es software, debe inscri-
birse en el Registro de Créditos Prendarios correspondiente al lugar donde se encuentre
el bien o, en su caso, en el del lugar donde se deba poner a disposición del tomador.
En cuanto al plazo en que se debe efectuar la inscripción del contrato para consi-
derar el momento a partir del cual será oponible a terceros, se distinguen dos hipótesis:
144 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
a) Si la registración se efectúa dentro de los plazos que cada una de las leyes re-
gistrables establece según los bienes de que se trate, el contrato será oponible a
terceros desde la fecha de celebración con prescindencia de la fecha de entrega
del objeto. Por ejemplo, para los inmuebles el plazo es de cuarenta y cinco días
desde la fecha de celebración del contrato. Para los automotores, es de diez días
contados desde la misma fecha.
b) En cambio, el contrato será oponible desde la fecha de entrega del bien cuando
su registración se realice dentro de los cinco días hábiles posteriores a la entrega.
La doctrina67 señala que el legislador insertó este segundo criterio teniendo en
cuenta que, en ocasiones, la entrega del bien precede a la celebración del contrato; así
en los casos de leasing inmobiliario formalizado en instrumento privado, cuyo objeto
se transmite en uso y goce al tomador en ese acto. Si esa registración se realiza venci-
dos los cinco días hábiles mencionados, la oponibilidad surtirá sus efectos a partir de la
fecha de la efectiva inscripción registral del contrato.
Los plazos registrables se computan por días hábiles administrativos.
La inscripción se mantiene vigente por veinte años en el caso de los inmuebles y
por diez años en los demás bienes. Se puede renovar la inscripción antes de su venci-
miento, a pedido del dador o por orden judicial.
Las normas que rigen la registración del leasing son aquellas que correspondan
según la naturaleza de los bienes (art. 1235, CCyC).
Para los inmuebles se aplicará la Ley N° 17.801, para las aeronaves el Código Ae-
ronáutico, para los automotores el Decreto Ley 6582/1958, para los buques la Ley N°
20.094 de Navegación, para las marcas y patentes la Ley 24.481.
Para el caso de bienes no registrables y para el software se aplican las normas re-
gistrales de la Ley N° 12.962 de Prenda con Registro y las demás que rigen el funcio-
namiento del Registro de Créditos Prendarios.
En lo que respecta al software, con la solución legal del art. 1235 CCyC se con-
figura una doble registración, cuando su propiedad esté inscripta en el Registro de la
Propiedad Intelectual de acuerdo con la Ley 11.723, además del Registro de Créditos
Prendarios por aplicación del citado art. 1235.
Cuando el leasing comprenda cosas muebles situadas en distintas jurisdicciones, se
aplica lo dispuesto en la Ley de Prenda con Registro para iguales circunstancias.
La Ley N° 12.962 de Prenda con Registro, a la que reenvía el art. 1235 CCyC,
en su art. 12 establece que si los bienes estuvieran situados en distinta jurisdicción o
distrito, el Registro donde se practique la inscripción la comunicará dentro de las 24
horas a los Registros del lugar donde están situados los demás bienes, a los efectos de
su anotación. La omisión del encargado del Registro donde se inscribiera la prenda de
comunicarla a los demás encargados de hacer la anotación en sus respectivos registros,
no afectará la validez de la prenda y sus efectos.
67 ARIAS CÁU, Esteban Javier, “Leasing”, en Rivera, Julio César y Medina, Graciela (Dir.), Esper, Maria-
no (Coord.), Código Civil y Comercial de la Nación comentado, Ed. La Ley, 2015, t. III, p. 1035.
CONTRATO DE LEASING 145
Por último, el art. 1235 CCyC dispone que el Registro debe expedir certificados e
informes. El certificado que indique que sobre determinados bienes no aparece inscrito
ningún contrato de leasing tiene eficacia legal hasta veinticuatro horas de expedido.
Por la función de garantía del derecho del dador que cumple el bien entregado en
leasing, el tomador no puede trasladar los bienes muebles del lugar en que deben en-
contrarse de acuerdo con lo estipulado en el contrato inscrito. Sólo puede sustraerlos
del mencionado lugar con la conformidad expresa del dador, otorgada en el contrato o
por acto escrito posterior, y después de haberse inscrito el traslado y la conformidad del
dador en los registros correspondientes (art. 1236, CCyC).
La Ley N° 12.962 de Prenda con Registro, en su art. 13, establece una norma con
iguales efectos.
De manera que el traslado del bien debe inscribirse en el Registro, y la violación de
la obligación de no trasladar el bien autoriza al dador a solicitar el secuestro del bien, u
otras medidas conservatorias de sus derechos.
En los automotores, atento a que los mismos tienen una movilidad natural, solo se
limita o restringe el traslado definitivo.
El dador tiene la facultad de verificar el bien, y puede pactarse la obligación del
tomador de informar periódicamente sobre el estado y uso de bien. El uso indebido del
objeto del contrato o la resistencia del tomador a permitir la verificación por el dador,
faculta a este último a pedir el secuestro del bien.
El tomador podrá usar y gozar del bien objeto del contrato conforme a su destino,
atribución propia del carácter de tenedor que reviste (art. 1238, CCyC).
Además, por la naturaleza financiera del leasing, el art. 1238 expresamente prevé
que los gastos ordinarios y extraordinarios de conservación y uso, incluyendo se-
guros, impuestos y tasas, que recaigan sobre los bienes y las sanciones ocasionadas
por su uso, son a cargo del tomador excepto convención en contrario. Este pacto en
contrario es de realización improbable en el tráfico negocial actual, en virtud de que
en el contrato suele acordarse la responsabilidad del tomador por el pago de esos
rubros, habida cuenta que generalmente el leasing se celebra por adhesión. La obli-
gación de pago de los gastos de conservación implica que el dador no ha tomado a
su cargo el mantenimiento del bien dado en leasing.
La asunción de la obligación de abono de los gastos extraordinarios, complemen-
tada con la obligación de asegurar el bien, habilita a sostener que el tomador, salvo
estipulación en contrario, ha tomado a cargo el riesgo del caso fortuito o fuerza mayor
respecto de la conservación y uso del bien.
146 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Si bien el tomador puede alquilar o arrendar el objeto del contrato, salvo pacto en
contrario, en ningún caso el locatario o arrendatario puede pretender derechos sobre
el bien que impidan o limiten en modo alguno los derechos del dador. Vale decir, el
derecho del locatario o arrendatario estará limitado por las condiciones establecidas en
el contrato de leasing.
El tomador es tenedor en los términos del art. 1910 CCyC, toda vez que re-
conoce el dominio o la propiedad del bien en otra persona, y no puede venderlo,
disponerlo o gravarlo. En consecuencia, la venta o gravamen consentidos por el
tomador es inoponible al dador.
El dador tiene acción reivindicatoria sobre la cosa mueble que se encuentre en po-
der de cualquier tercero, pudiendo solicitar el inmediato secuestro del bien a que alude
el art. 1249, inc. a), sin perjuicio de la responsabilidad del tomador.
Cuando el tomador acepta la oferta irrevocable de venta que el dador formuló con
la opción de compra, y pague el valor residual de acuerdo con las previsiones del con-
trato, tendrá derecho a que se le transmita la propiedad del bien.
Al aceptar la opción de compra se perfecciona la compraventa, por lo que la trans-
misión del dominio del bien es obligación a cargo del dador a favor del tomador.
Cuando el objeto del contrato son cosas, para la transmisión será menester el cum-
plimiento de los requisitos legales para producirla, esto es: título, tradición e inscrip-
ción registral para el caso de las cosas registrables, con efecto declarativo o constitutivo
del dominio, según la naturaleza de la cosa.
Con relación a la tradición de la cosa que ya se encuentra en tenencia del tomador,
el art. 1892 CCyC establece que dicha tradición no es necesaria cuando la cosa es teni-
da a nombre del propietario, y éste por un acto jurídico pasa el dominio de ella al que
la poseía a su nombre –traditio brevi manu–, situación que se configura en el leasing.
cindible que los acreedores cancelen el valor residual, y ese pago tendrá los efectos del
pago por subrogación. De esta manera, el bien ingresará al patrimonio del tomador y
los acreedores podrán realizar sus acreencias sobre el valor del mismo.
Con respecto a la oponibilidad del contrato al concurso preventivo o quiebra de las
partes, con una defectuosa técnica legislativa, el art. 3, inc. f) de la Ley 26.994 mantie-
ne la vigencia del segundo y tercer párrafo del art. 11 de la Ley 25.248, cuando hubiera
sido más adecuado insertarlos como tales en el art. 1237 CCyC.
Sirva lo dicho de advertencia en cuanto a la radicación de la norma referida a la
oponibilidad del contrato en los procesos universales. En el supuesto de concurso o
quiebra del dador, el contrato continúa por el plazo convenido, pudiendo el tomador
ejercer la opción de compra en el tiempo previsto. En caso de quiebra del tomador,
dentro de los sesenta (60) días de decretada, el síndico puede optar entre continuar el
contrato en las condiciones pactadas o resolverlo.
Por otro lado, en el concurso preventivo del tomador, este puede optar por conti-
nuar el contrato o resolverlo, en los plazos y mediante los trámites previstos en el art.
20 de la Ley 24.522. Pasados esos plazos sin que haya ejercido la opción, el contrato
se considera resuelto de pleno derecho, debiéndose restituir inmediatamente el bien al
dador por el juez del concurso o de la quiebra, a simple petición del dador, con la sola
exhibición del contrato inscrito y sin necesidad de trámite o verificación previa.
Sin perjuicio de ello el dador puede reclamar en el concurso o en la quiebra el canon
devengado hasta la devolución del bien, en el concurso preventivo o hasta la sentencia
declarativa de la quiebra, y los demás créditos que resulten del contrato.
Siguiendo los antecedentes normativos del anterior régimen legal del leasing, el
art. 1243 CCyC dispone que la responsabilidad objetiva emergente del art. 1757 recae
exclusivamente sobre el tomador o guardián de las cosas dadas en leasing.
La responsabilidad objetiva a que refiere el art. 1757 es aquella que le es atribuida
al dueño o guardián por el daño causado por el riesgo o vicio de las cosas. A los fines de
la atribución de esta responsabilidad se prescinde del dolo y la culpa del agente dañoso
y queda obligado a resarcir el menoscabo de la víctima por el solo hecho de revestir las
calidades mencionadas.
En el leasing, el dueño del bien objeto del contrato es el dador, mientras no se
transmita la propiedad o dominio por el ejercicio de la opción de compra por parte del
tomador. A su vez, el tomador reviste el carácter de “guardián”. El art. 1758 CCyC
considera como tal a quien ejerce, por sí o por terceros, el uso, la dirección y el control
de la cosa, o quien obtiene un provecho de ella.
Tomando en cuenta los roles descriptos, en el Derecho positivo argentino siempre
se limitó normativamente la responsabilidad objetiva del dador atento a que éste con-
serva la propiedad de la cosa por una función o finalidad de garantía.
Así las cosas, si el dador debiera responder por los daños producidos por el
vicio o riesgo de la cosa dada en leasing, cuando el tomador es quien ejerce el uso,
148 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
68 BARREIRA DELFINO, Eduardo A., “Convalidación del artículo 17, Ley 25.248 de Leasing”, JA, 2009-I-239.
69 FRESNEDA SAIEG, Mónica L., FRUSTAGLI, Sandra A. y HERNÁNDEZ, Carlos A., Leasing. Ley 25.248.
Lexis-Nexis, Buenos Aires, 2002, p. 96. En el mismo sentido en cuanto a la aplicación del art. 40
de la Ley 24.240: MOLINA SANDOVAL, Carlos y AMUNATEGUI RODRÍGUEZ, Cristina, Leasing, Reus-B
de F, 2007, p. 99.
70 CNCiv.: sala F, “Bidjimenian, María Inés y otro c/ Sánchez, José Ricardo y otros s/ Daños y perjui-
cios”, sum. 21931; sala D, 09-05-2008, “Rodríguez, Roque Orlando c/ Argento, Adrián s/ Daños y
perjuicios”, sum. 18.613; sala J, 11-09.2000, “Ríos, Teresa Beatriz c/ Minibus 7 de Agosto S.A. y otro
s/Daños y perjuicios”, sum.17.650, todos de la Base de Datos de la Secretaría de Jurisprudencia de la
Cámara Nacional en lo Civil.
71 TRÍPOLI, Pablo, RIVA, Juan, “Leasing. Inscripción del contrato y responsabilidad objetiva”, LLBA,
2007- (mayo)-377, Cita Online: AR/DOC/1620/2007.
CONTRATO DE LEASING 149
El art. 1247 CCyC prevé que el dador puede ceder su posición contractual, es decir
transmitir el complejo de derechos y obligaciones que surgen de su posición de parte
en el leasing, o de los créditos emergentes del contrato.
150 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
El art. 1248 CCyC establece un proceso especial de desalojo para el caso de incum-
plimiento del tomador en el pago del canon.
Para este procedimiento no se exige la registración del contrato. En caso de incum-
plimiento de otras obligaciones del tomador que no sean el pago del canon, el dador
deberá acudir al proceso general de desalojo (CPCCyCba, arts. 750 y ss.).
El citado art. 1248 prevé un trámite especial de desahucio, no solo respecto del
incumplimiento que habilita su inicio, sino también porque prevé reglas distintas a las
del juicio de desalojo del CPCCyCba.
En una primera instancia podría constituir un embate de la legislación de fondo,
cuyo dictado está delegado al Congreso de la Nación, sobre materias procesales re-
servadas a las legislaturas provinciales. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia
de la Nación tiene criterio sentado en cuanto a la tolerancia de la intromisión de
leyes de fondo cuando procuran dotar de cierta uniformidad y seguridad jurídica a
institutos necesarios72.
72 Se ha dicho que la técnica legislativa de mezclar disposiciones de orden procesal con cuestiones de
fondo es inconveniente, dado que el Congreso nacional carece de facultades para disponer sobre cues-
tiones procesales, debido al carácter local de este tipo de normas, conforme las reservas constituciona-
les de las provincias. Por lo tanto, y en principio, salvo en el orden procesal nacional, los plazos para
contestar la demanda serán los que dispongan los respectivos ordenamientos procesales provinciales.
Tal opinión podría aplicarse al caso del art. 20 de la Ley 25.248 en comentario (LAVALLE COBO, Jorge
E., “Contrato de leasing”, en Belluscio, Augusto C., (dir.)- Zannoni, Eduardo. A., (coord.), Código
Civil y leyes complementarias, Ed. Astrea, Bs. As., 2003, t. 7, p. 664.
CONTRATO DE LEASING 151
El art. 1248 establece diferencias según sea el momento en que el tomador incurre
en incumplimiento, distinguiendo:
a) Si la falta de cumplimiento se produce cuando ha pagado menos de un cuarto del
monto del total convenido;
b) Si acaece cuando ha pagado un cuarto o más pero menos de tres cuartas partes
del canon convenido;
c) Si se configura después de haber pagado las tres cuartas partes del canon pactado.
Para el primer supuesto, el art. 1248, inc. a), no prevé una intimación extrajudicial
previa como requisito para la interposición de la demanda.
Es cuestionable la inexistencia de este requerimiento73, en razón de que con la in-
timación que prevé el art. 1222 CCyC pueden evitarse los costos judiciales y no se
advierte cuál es el beneficio de esa supresión.
Para la segunda y tercera hipótesis (art. 1248, incs. b), y c), la ley exige esa intima-
ción de cumplimiento extrajudicial, y el plazo para purgar la mora difiere en sesenta y
noventa días, respectivamente, contados desde la fecha de recepción de su notificación.
En ese requerimiento, el dador debe exigir al tomador el pago de los cánones adeu-
dados con más sus intereses y demás accesorios pactados. Para el caso de que el toma-
dor no pague, el dador queda habilitado para iniciar la demanda de desalojo.
Estimamos que, si la mora se produce en los momentos indicados en los incs. b) y
c) del art. 1248, la intimación extrajudicial, efectuada en legal forma, es un requisito
de admisibilidad de la demanda, y al dador le corresponde acreditar haberla efectuado.
73 CARRER, Mario, El Leasing en la Ley 24.441, Ed. Alveroni, Córdoba, 1996, p. 53.
152 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Desde la sanción Ley 24.441 el legislador argentino viene repitiendo un error criti-
cado en doctrina, el cual consiste en la innecesaria aclaración que realiza con respecto
a que la mora en el pago del canon es “automática”, toda vez que la mora del deudor se
produce por el solo transcurso del tiempo fijado para el cumplimiento de la obligación
según el principio fijado en el art. 886, CCyC.
El art. 1248, inc. d), se refiere al derecho del dador a reclamar lo adeudado por el
tomador en virtud de lo pactado en el contrato y los daños y perjuicios que resulten del
deterioro anormal de la cosa, imputable al tomador por su dolo, culpa o negligencia. El
dador goza de la acción ejecutiva para perseguir el cobro de lo adeudado en concepto
de canon hasta el momento del lanzamiento, con más sus intereses y costas.
Por aplicación supletoria de las normas de la locación (art. 1250, CCyC), el dador
también tendrá la vía ejecutiva para el cobro de cualquier prestación dineraria de pago
periódico asumida convencionalmente por el tomador (art. 1208, CCyC), como lo po-
drán ser los tributos que graven el objeto del contrato.
El dador no gozará de la misma vía procesal con relación al reclamo de daños y perjui-
cios antes aludido, el cual deberá tramitarse a través de un proceso de conocimiento pleno.
El art. 1249 CCyC contempla medidas y procesos especiales aplicables a los casos
de contratos registrados, que tengan por objeto una cosa mueble y medie falta de pago
del canon.
Frente a la mora, el dador tiene dos alternativas:
1. El secuestro (art. 1249, inc. a).
2. El inicio de la acción ejecutiva (art. 1249, inc. b).
19.1. El secuestro
Son requisitos:
a) Presentación del contrato inscripto
b) La prueba de la interpelación al tomador por un plazo no menor a cinco días
corridos para que cumpla. Esta intimación debe ser notificada fehacientemente,
con todos los alcances para la interpelación extrajudicial requerida para el des-
alojo en el leasing inmobiliario, tratada precedentemente.
CONTRATO DE LEASING 153
La otra alternativa del art. 1249 CCyC para la falta de pago es el inicio del juicio
ejecutivo.
Aquí el secuestro solo puede proveerse cuando: a) Ha vencido el plazo ordinario
del leasing sin haberse pagado el canon íntegro y el precio de la opción de compra; b)
cuando se demuestre sumariamente el peligro en la conservación del bien, debiendo el
dador otorgar caución suficiente.
Se puede advertir aquí que el secuestro necesita las características de las medidas
cautelares para que sea despachado; esto es, verosimilitud del derecho, peligro en la
demora y ofrecimiento de contracautela suficiente.
Lo que puede perseguir el dador es la cobranza del canon devengado y no
abonado, como así también los montos de la obligación de pago del canon cuyo
vencimiento estuviera pendiente, siempre que se hubiera pactado expresamente la
caducidad de plazos por incumplimiento.
En la realidad negocial el dador siempre reclamará los cánones de vencimiento
pendiente, en razón a que es habitual el pacto de caducidad de plazos en los contratos
de naturaleza financiera, que adoptan la especial modalidad del contrato por adhesión.
También, al aplicarse subsidiariamente las normas de la locación, la vía ejecutiva
comprende además cualquier prestación dineraria de pago periódico asumida conven-
cionalmente por el tomador (art. 1208, CCyC), como podrían ser los tributos que gra-
ven el objeto del contrato, o las multas por violación a las normas de tránsito cuando el
bien dado en leasing es un automotor.
Cuando el contrato de leasing tiene por objeto marcas, patentes, modelos industria-
les, software, etc., el procedimiento de secuestro es inaplicable.
Respecto de estos bienes el Código, al igual que la Ley 25.248, no receptó un pro-
cedimiento de resolución contundente como el secuestro contemplado en el art. 1249,
inc. a). Se estima que, a fin de resolver el contrato por incumplimiento, serán de apli-
cación las normas generales del pacto comisorio de los arts. 1083 a 1089 CCyC, con el
complemento de las disposiciones generales para la extinción por declaración de una
de las partes, aplicables a la resolución por incumplimiento (arts. 1078 y ss., CCyC).
154 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
74 MOLINA SANDOVAL, Carlos A., “El leasing como negocio bancario. Análisis del régimen del
‘incumplimiento’ y ‘ejecución judicial’”, LL, 2005-C, 1169, Cita Online: AR/DOC/1299/2005
FRUSTAGLI, Sandra A., HERNÁNDEZ, Carlos A., FRESNEDA SAIEG, Mónica L., “Consideraciones...”, cit.,
p. 9; y “Leasing...” cit., p. 115.
75 FALCÓN, Enrique M., Tratado de Derecho Procesal Civil y Comercial, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2011, t. V, p. 449.
CONTRATO DE LEASING 155
Bibliografía
CAPÍTULO VII
1.1. Definición
noma, quedando excluido el contrato de trabajo, regulado por una ley especial (Ley
Nº 20.744), por lo tanto, aquellos contratos de servicios donde se configuren las notas
tipificantes del contrato de trabajo, dadas por la existencia de una triple subordinación:
jurídica, económica y técnica, no serán reguladas por las disposiciones pertinentes del
Código Civil y Comercial (CCyC), sino por la ley de contrato de trabajo. No obstante
ello, debe remarcarse que una prestación de servicios a cargo de un proveedor a favor
de un consumidor, queda enmarcada en una relación de consumo regulada también por
una ley especial (Ley Nº 24.240).
El servicio, objeto de este contrato, es intangible, se agota con el consumo inicial y
desaparece, lo que lo diferencia de la obra que es susceptible de entrega y reproducible.
Por su parte, el contrato de obra es aquel mediante el cual una de las partes (en este
caso el contratista) se obliga actuando de manera independiente a favor de la otra (lla-
mada comitente) a realizar una obra material o intelectual a cambio de una retribución.
Es decir, el contrato de obra se trata de un vínculo mediante el cual el titular del interés
requiere del prestador una obra en forma onerosa. La obra es un trabajo determinado,
una utilidad abstracta que debe ser susceptible de reproducción y entrega, ya que el
contratista no solo se obliga a hacer, sino a entregar la obra.
1.2. Caracteres
1. Nominado y típico (art. 970 CCyC): Por cuanto el contrato se encuentra nomi-
nado, nomen iuris, y tiene una regulación legal en el articulado que analizamos
y en normativa particular.
2. Consensual: El contrato queda perfeccionado solo consensu. Vale recordar
que el CCyC elimina la categoría de contratos reales, por ende el contrato se
concluye por el mero acuerdo de las partes.
3. Bilateral: Los contratos de obra o servicios son bilaterales, pues ambas partes
quedan recíprocamente obligadas, la una a ejecutar una obra (contratista) o
prestar un servicio (prestador del servicio) y la otra a pagar un precio por esa
obra o servicio (Comitente). Las partes pueden sin embargo acordar que la obra
o el servicio se ejecutará o prestará sin contraprestación (art. 1251 último pá-
rrafo), o cuando por las circunstancias del caso pueda presumirse la intención
de beneficiar, aun en este caso el contrato seguirá siendo bilateral, pues el art.
1257 establece de manera supletoria las obligaciones que pesan en cabeza del
comitente, sin realizar distinción de si el contrato es oneroso o gratuito.
4. Oneroso-gratuito: Naturalmente como todo contrato bilateral el contrato de
obra o servicio es oneroso, porque las ventajas que obtiene el comitente se
explican por el sacrificio que debe realizar (el pago del precio). A su turno la
ventaja del contratista o prestador del servicio se explica por su sacrificio pa-
trimonial de ejecutar la obra o prestar el servicio. En el caso de que se hubiera
acordado no percibir ningún precio o cuando por las circunstancias se presu-
miera la intención de beneficiar, el contrato será gratuito.
CONTRATOS DE OBRA Y SERVICIOS 159
Sin perjuicio de lo antes dicho, pareciera ser entonces que la auténtica línea diviso-
ria para la nueva legislación estaría dado por el compromiso de eficacia de un resultado,
es decir, que la funcionalidad tenida en mira se cumpla acabadamente.
No obstante ello, estos criterios no resultan ser excluyentes entre sí, por lo que al
ser orientativos, deberá estarse el caso concreto bajo estudio a los fines de una correcta
calificación del contrato.
Sin embargo, en caso de duda y función de lo dispuesto en la norma del art. 1252,
se entiende que hay contrato de servicios cuando la obligación de hacer consiste en
realizar cierta actividad más allá de su eficacia; mientras que hay contrato de obra
cuando se promete un opus, un resultado eficaz, reproducible o susceptible de en-
trega. Dicho opus prometido, el arribar a un resultado pactado aportando o no los
materiales necesarios, asumiendo riesgos técnicos y económicos es lo que califica
la conducta del contratista, que no se agota en sí misma, sino que deberá expresarse
en el resultado eficaz convenido.
Asimismo, la norma comentada habilita la integración con otros regímenes espe-
cíficos: ej. Ley Nº 9459 (Código Arancelario para Abogados y Procuradores de la Pro-
vincia de Córdoba; Ley Nº 13.064 (Obras Públicas).
CONTRATOS DE OBRA Y SERVICIOS 161
1.6. Precio
La norma del art. 1255 establece pautas generales para la fijación del precio en los
contratos de obras y servicios.
El precio constituye la contraprestación esencial para la realización del servi-
cio y de la obra y sirve como elemento de calificación de negocio. Existen ciertas
modalidades del precio:
1. Precio global: También se conoce dicha modalidad como “ajuste alzado”, y
se caracteriza por ser un precio fijo e inamovible por las partes, salvo los su-
puestos de aplicación de la teoría de la imprevisión (art. 1091). Se establece
entonces un precio fijo. El riesgo es asumido por el prestador del servicio o
contratista quien se ve alcanzado por el principio de invariabilidad del precio.
2. Unidad de medida: dicha contratación importa otorgar un valor determinado a
la ejecución de una unidad técnica convenida y, a su vez, la inmutabilidad al
valor asignado a cada unidad técnica.
3. Coste y costas: En este supuesto el precio se fija teniendo en cuenta lo que
costarían la mano de obra y materiales; pero se reconoce al contratista o pres-
tador del servicio el derecho de reajustarlo con la variación o fluctuación de los
precios de aquellos.
Resta remarcar que el art. 1255 establece una pauta para fijar el precio en caso de
que, aunque las partes hayan pactado la retribución y por ende la onerosidad del contra-
to, no hayan fijado expresamente su cuantía; en dicho supuesto “el precio se determina-
rá por el contrato, la ley, los usos o, en su defecto, por decisión judicial”.
162 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Según lo dispuesto por la norma del art. 1258 del CCyC “si los bienes necesarios
para la ejecución de la obra o del servicio perecen por fuerza mayor, la pérdida la sopor-
ta la parte que debía proveerlos”. En realidad, no es más que una aplicación del adagio
res perit domino. Sin perjuicio de ello, dicha norma debe ser interpretada a la luz de lo
dispuesto por el art. 1268 del CCyC. Y así entendemos que la regla ahora se basa en el
principio general de que las cosas mejoran y se pierden para su dueño antes de algún
acto que puede trasladar los riesgos en cabeza del otro contratante (v. gr. constitución
en mora). Sólo en el supuesto excepcional de que el contratista provea los materiales
sobre el inmueble del comitente se aplicará el supuesto del inc. a) del art. 1268. En
dicho supuesto, el fundamento de la norma estaría dado por el principio de que los ma-
teriales que ya han sido incorporados por accesión al inmueble (art. 1962), formando
parte del mismo y aumentan o se pierden para su dueño.
Según la norma del art. 1259 del CCyC la muerte del comitente no extingue el con-
trato, salvo que se haga imposible o inútil la ejecución del mismo. Ello obedece a que
dicha contratación puede ser continuada por sus herederos (cfr. art. 1024) y consecuen-
temente tendrán a su cargo el cumplimiento de las obligaciones nacidas del contrato.
Sin embargo, nada obsta a que las partes en uso de su autonomía de la voluntad
pacten lo contrario, estableciendo que con la muerte del comitente se producirá la
extinción del contrato. El fundamento de la norma radica en que el comitente asu-
me una obligación de dar una suma de dinero (art. 765) por lo que es indiferente
para el empresario que su interés en el cumplimiento obligacional sea satisfecho
por los herederos.
A título de excepción, se plantea el supuesto de que la muerte del comitente “haga
imposible o inútil la ejecución” (art. 1259). Cabe remarcar aquí que se trata de situa-
ciones diferentes: a) la imposibilidad debe referirse a la prestación del servicio o la
realización de la obra, lo que podrá ocurrir en aquellos casos donde las condiciones per-
sonales del comitente, por las circunstancias de la contratación, resultaren relevantes.
En el supuesto de imposibilidad, la misma debe ser definitiva en los términos del art.
955; b) la inutilidad de la prestación entendemos reenvía al instituto de la frustración
del fin del contrato (art. 1090), por lo que la contratación no puede continuarse y se ve
frustrada por razones sobrevinientes, de carácter extraordinario, por causas ajenas a la
voluntad de las partes y al riesgo asumido en la contratación.
CONTRATOS DE OBRA Y SERVICIOS 165
Por el contrario, y conforme lo establece la norma del art. 1260 del CCyC, la muer-
te del contratista o prestador extingue el contrato, salvo el supuesto de que el comitente
acuerde su ejecución con los herederos de aquel. A la inversa que con la muerte del
comitente, el legislador ha establecido el principio de intransmisibilidad en caso que
se produzca el deceso del contratista o prestador de servicios. Para el supuesto de ex-
tinción del contrato, el comitente debe abonar el costo de los materiales aprovechables
y el valor de la parte del servicio o de la obra realizada en proporción al precio total
acordado. Como regla, la muerte del contratista o prestador del servicio produce la
extinción del contrato, toda vez que éstos asumen una obligación de hacer, y como
regla, las partes han tenido en cuenta sus cualidades personales. Cabe remarcar, como
lo señala calificada doctrina que dicho supuesto de extinción sólo tendrá su aplicación
práctica para el supuesto de que el contratista o prestador de servicios sea una persona
física, ya que si se trata de una persona jurídica no se da el supuesto de muerte (Loren-
zetti). Producida la extinción del contrato el comitente tiene la obligación de pagar el
precio proporcional por el trabajo o la obra realizada y los materiales aprovechables.
La determinación de dichos montos quedará librada al prudente arbitrio judicial, para
el supuesto de que las partes no arribaren a un acuerdo, el que podrá valerse de dictá-
menes periciales a los efectos de su determinación.
Finalmente cabe preguntarse si la extinción del contrato se produce ex legem o es
necesaria la declaración de parte en tal sentido. Entendemos que por el principio de
conservación de los contratos, deberá comunicar la parte interesada su voluntad res-
cisoria a los efectos de producir la extinción del contrato celebrado. La propia norma
refiere a un “acuerdo” del comitente con los herederos para la continuación de la ejecu-
ción del contrato, por lo que a contrario sensu si la voluntad de comitente es extinguir
dicha contratación deberá poner en conocimiento dicha voluntad a los herederos del
contratista o prestador del servicio.
La norma del art. 1261 del CCyC recepta un supuesto de rescisión unilateral legal,
el cual establece que “El comitente puede desistir del contrato por su sola voluntad,
aunque la ejecución haya comenzado; pero debe indemnizar al prestador de todos
los gastos y trabajos realizados y la utilidad que hubiera podido obtener...”. Como
regla se establece entonces, que no obstante el acuerdo de voluntad común de las
partes con efecto vinculante para ambas (art. 959) se prevé la posibilidad que una
de ellas (el comitente) desista unilateralmente del mismo; sin perjuicio de ello cabe
señalar, que la norma establece indemnizar a la contraria y los rubros debidos.
Entendemos que el legislador ha consagrado bajo el título de desistimiento uni-
lateral, una verdadera rescisión unilateral legal. Rescisión porque opera por causas
sobrevinientes y con efecto a futuro; unilateral porque solo se requiere la voluntad
de una sola de las partes para poner en funcionamiento el mecanismo extintivo; y
legal porque esta facultad excepcional a favor del comitente proviene expresamen-
te de la ley en el art. 1261.
166 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Como bien se ha señalado, puede el comitente por su sola voluntad, haya o no pro-
visto los materiales, alterar los efectos del contrato celebrado, aún antes de comenzada
la ejecución de la obra o del servicio. Es decir, que el CCyC establece este derecho ex-
cepcional de los contratos, pero como consecuencia de dicho desistimiento, se genera
la obligación del comitente del deber de indemnizar a la contraria estableciendo de ma-
nera taxativa los rubros, esto es: a) Gastos y trabajos realizados; b) Utilidad que hubiera
podido obtener. Vale decir, que como contrapartida al desistimiento por el comitente,
su obligación muta de objeto transformándose en la obligación de reparar el perjuicio
ocasionado al contratista o prestador de servicios. La norma alude a la obligación in-
demnizatoria a cargo de comitente que pone en acto su voluntad de desistir del contrato
celebrado, consistente en indemnizar el daño emergente y el lucro cesante. No obstante
ello, quedará al prudente arbitrio judicial la fijación de dichos montos indemnizatorios.
La doctrina a la fecha no es pacifica en torno a pronunciarse si es o no procedente la
reparación del daño moral ocasionado al contratista; entendemos será procedente siem-
pre y cuando que el perjuicio ocasionado con el desistimiento cause una “minoración
disvaliosa del espíritu y que se traduzca en un modo de estar diferente al que se hallaba
antes del hecho, como consecuencia de éste (Zavala de González), como por ejemplo,
en el caso de manifiesto descrédito que pueda generar en el empresario la falta de con-
clusión de la obra iniciada. Aún en este supuesto, será facultad judicial su morigeración
con base a los principios rectores establecidos en la ley de fondo.
Para culminar es conteste la doctrina en afirmar que la norma bajo análisis no resul-
ta de aplicación para el caso de la contratación de la obra por unidad de medida o pieza,
toda vez que el desistimiento del comitente lo obligará inexorablemente al pago de la
unidad efectivamente ejecutada (art. 1266).
2. CONTRATO DE OBRA *
na da empreitada (el contrato) (art. 1237 a 1247). Con ello se advierte como acertado
el abandono de la vieja terminología locativa para este contrato.
Sus caracteres tienen algunas particularidades a destacar, puesto que, tratándo-
se de un contrato generalmente oneroso y por tanto bilateral, el art. 1251 (in fine)
nos habla de su gratuidad en caso de ser pactada o cuando pueda presumirse la
intención de beneficiar.
Sabemos que la regla general impone considerar a los contratos bilaterales como
onerosos, no hay bilaterales gratuitos. Por lo que, según sea gratuito u oneroso, el con-
trato será unilateral o bilateral en su caso. (Ver arts. 966 y 967 del CCyC).
Asimismo es un contrato conmutativo (art. 968 CCyC) por cuanto las ventajas para
las partes son ciertas y no dependen de acontecimientos extraños.
Como todos los contratos tratados en el CCyC será un contrato nominado, típi-
co y consensual, recordemos que fue suprimida la figura del contrato real opuesto
a esta última característica, que requería la entrega de la cosa para su constitución.
Ello así por responder a una regulación legal (art. 970 del CCyC) (nominado), ha-
llarse encuadrado en la descripción legal o social (típico), y constituirse por el mero
acuerdo de las partes (consensual).
La forma es una característica que goza de excepciones en este contrato. En princi-
pio debemos considerarlo no formal, por cuanto carece de disposiciones que establez-
can solemnidad alguna, a excepción de la autorización escrita que se requiere para el
supuesto de variación del proyecto convenido (art. 1264 CCyC).
Sin embargo, y en atención a otras disposiciones legales que no constan en el
actual código, se considera el contrato de obra como formal, para el supuesto de
construcción de buques de más de 10 toneladas, los que deben constar por escrito
bajo pena de nulidad e inscribirse en el Registro Nacional de Buques a efectos de
su oponibilidad a terceros (arts. 148 y 149 de la ley 20.094). También los contratos
de obra en que interviene el Estado, deben ser hechos por escrito, y al formalizarse
por actuaciones administrativas revisten el carácter de instrumento público (art. 21
y ss. Ley Nacional de Obras Públicas 13.064).
Finalmente y en cuanto a su modo de ejecución, existen criterios diversos en doc-
trina que discrepan al definir su encuadramiento.
Por una parte, quienes sostienen que la entrega del resultado otorga el derecho a
su cobro, consideran que es un contrato de ejecución instantánea, esto es se entrega el
resultado y se paga el precio. Otra postura lo considera de tracto sucesivo por cuanto
las obligaciones de las partes se extienden en el tiempo, y puede darse la relación suce-
siva más específicamente en los contratos de construcción, donde el comitente puede
proveer parte de los materiales o parte de su costo, a fin de que el contratista vaya
avanzando en la construcción. Una tercera posición a la que adherimos, lo interpreta
como un contrato de duración, ya que necesariamente la obra requiere tiempo para su
conformación. Si estuviera lista al momento de contratarse no sería obra sino compra-
venta. Tal extensión temporal es inherente al contrato de obra por reducida que fuera
su extensión. Ello no debe confundirse con el contrato de “larga duración” previsto
en el art. 1011 del CCyC que tiene en miras al considerar el tiempo que debe durar el
vínculo, la amortización suficiente que las partes estiman en una justa y equilibrada
168 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
2.2. Capacidad
2.3. Objeto
Con relación al objeto debemos destacar que el mismo puede versar sobre obras
materiales o intelectuales. En las primeras naturalmente intervienen insumos que son
los que la ley prevé, en su caso, quien debe aportarlos y el acuerdo de las partes al res-
pecto. En los supuestos intelectuales tal circunstancia no se plantea y queda el contrato
circunscripto a la actuación intelectual del contratista, tal como puede advertirse en la
encomienda de realizar un contrato o formalizar un dictamen técnico sobre un caso
particular, o bien el balance que realiza un contador.
Asimismo la variedad de aplicación intelectual en actividades de resultado promue-
ve la aplicación en muchos casos de la ley 11.723 (derechos de autor).
Las características referidas al objeto, tienen especial consideración en este código
fundamentalmente en relación al precio, al cual se le dedica extenso interés en delimitar
las formas de su estimación.
Por cierto que no siendo ello de orden público, las partes pueden fijar de cualquier
manera la estimación del precio dentro de los límites que ya conocemos de la autono-
mía de la voluntad, bien sea utilizando los mecanismos legales previstos que descri-
biremos, mezclándolos, creando alternativas variadas con ellos, o generando nuevos
170 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Hay tres sistemas claramente legislados que pasamos a considerar, ajuste alzado,
unidad de medida y coste y costas.
“Art. 1262. Sistemas de contratación. La obra puede ser contratada por ajus-
te alzado, también denominado ‘retribución global’, por unidad de medida,
por coste y costas o por cualquier otro sistema convenido por las partes. La
contratación puede hacerse con o sin provisión de materiales por el comiten-
te. Si se trata de inmuebles, la obra puede realizarse en terreno del comitente
o de un tercero. Si nada se convino ni surge de los usos, se presume, excepto
prueba en contrario, que la obra fue contratada por ajuste alzado y que es el
contratista quien provee los materiales”.
Este sistema prevé un precio fijo por unidad, esto es precio por metro, metro cua-
drado, kilómetro o cualquier unidad a considerar. Si se establece la cantidad de unida-
des a realizar su comportamiento es similar al ajuste alzado en cuanto hay que cumplir
con tantas unidades como las pactadas, y pagar el precio fijo establecido por cada una
de ellas. Pero para el supuesto que se fije el precio por unidad y no se establezca la can-
tidad de unidades a realizar, si se corta el vínculo se paga por lo que se hizo, debiendo
abonarse el resultado de multiplicar el precio de cada unidad por las efectivamente
ejecutadas. Ello constituye una ventaja sobre el ajuste alzado donde el compromiso se
basa en la totalidad de la obra y en caso de desvinculación, la responsabilidad surgiría
en consideración de la totalidad del contrato. Esto resulta claramente de la normativa
prevista en el art. 1266 del CCyC.
“Art. 1266. Obra por pieza o medida. Si la obra fue pactada por pieza o me-
dida sin designación del número de piezas o de la medida total, el contrato
puede ser extinguido por cualquiera de los contratantes concluidas que sean
las partes designadas como límite mínimo, debiéndose las prestaciones co-
rrespondientes a la parte concluida”.
Las partes pueden prever otras modalidades de precio, creando nuevos sistemas
como ya mencionáramos o combinando los sistemas previstos, por cuanto ello queda
delegado a la autonomía de la voluntad de las partes.
172 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Asimismo la ley prevé para el caso de no haber prefijado sistema alguno, que el
contrato es por ajuste alzado y que los materiales los pone el contratista (art. 1262
in fine CCyC).
Como hemos visto las mismas son tratadas en las disposiciones comunes a obra
y servicio en los arts. 1256 y 1257 del CCyC al cual nos remitimos. En la parte
especial para las obras encontramos específicamente alternativas propias de las
mismas en cuanto a variación de proyecto y su consecuente variación de precio, la
imposibilidad de ejecución, y las responsabilidades que surgen antes y después de
la entrega de la obra lo cual se delimita por el acto de entrega de la misma, todos
los cuales pasamos a considerar.
No resulta inusual que tras el inicio de la obra surjan novedades imprevistas que
generen modificaciones en el proyecto establecido. Si las mismas son creadas por deci-
sión del comitente las mismas pueden ser introducidas siempre que no afecten sustan-
cialmente la naturaleza de la obra art. 1264 CCyC (in fine).
Es de destacar que la esencia del problema de la variación, en la medida que sea
posible, radica en la modificación el precio y es allí donde precisamente la ley tiene en
cuenta el compromiso originario y el nuevo que surgiría para las partes.
Ello generaría los efectos de una extinción contractual, sin consecuencias ulte-
riores para las partes, quienes solo deberán responder por lo efectuado sin indem-
nizaciones agregadas.
Así queda previsto que el comitente deberá afrontar una compensación equitativa
por lo realizado por el contratista.
En los contratos paritarios, estos supuestos de extinción y sus efectos podrían ser
motivo de acuerdos diversos, ya que encontraría fundamento en la autonomía de la
voluntad para prever consecuencias distintas para cada caso, salvo claro el supuesto de
contrato de consumo que debe ajustarse a las previsiones de su normativa específica
que reviste el carácter de orden público. No obstante ello debemos recordar que todo
supuesto de extinción constituye un caso de análisis restrictivo, por lo que su conside-
ración no es tan amplia. Ello así en resguardo al principio conservador del contrato y el
de pacta sunt servanda (los contratos son para ser cumplidos).
Otras situaciones extintivas estarían dadas por el pago (art. 865 del CCyC);
por muerte del comitente (art. 1259 del CCyC), muerte del contratista (art. 1260
del CCyC), desistimiento (art. 1261 del CCyC), las que fueron tratadas en las dis-
posiciones comunes; resolución por incumplimiento (art. 1083 del CCyC) y por
supuesto, por voluntad común de los contratantes mediando un acuerdo rescisorio
o distracto (art. 1076 del CCyC).
La verificación constituye una facultad específica del comitente, quien podrá visitar
la obra en ejecución y comprobar que la misma se adecue al plano general de obra y a
las especificaciones técnicas y materiales declarados a utilizar.
¿Puede hacerlo en todo momento? Claro que sí, siempre que su aparición no per-
turbe o perjudique el desarrollo de los trabajos.
¿Puede ser motivo de acuerdo restringiendo este derecho? Lorenzetti opina que no,
que se trataría de una cláusula abusiva que desnaturaliza los efectos del contrato. Sin
embargo no tratándose de un contrato afectado por la ley de defensa al consumidor,
podría restringirse su uso.
No resulta inusual que esta facultad de verificación sea considerada sustituida
por lo que se denomina la recepción provisional, que es la facultad de verificar la
obra que posee el comitente previo a su recepción y que analizaremos puntualmen-
te en el siguiente tema.
La normativa analizada precedentemente contempla las posibilidades y circunstan-
cias que rodean la ejecución de la obra de manera previa a su entrega. Naturalmente en
el acto formal de entrega y recepción de la obra, se produce el cumplimiento del contra-
to a través del proceso de entrega del resultado pretendido, pasando entonces el objeto
contractual ya finalizado a manos de su comitente. De allí que el acto de recepción de
la obra revista esencial importancia por el traspaso que implica y por los efectos que se
generan ante una recepción sin reservas de la obra ya ejecutada.
176 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
“Art. 747. Entrega. Cualquiera de las partes tiene derecho a requerir la ins-
pección de la cosa en el acto de su entrega. La recepción de la cosa por el
acreedor hace presumir la inexistencia de vicios aparentes y la calidad ade-
cuada de la cosa, sin perjuicio de lo dispuesto sobre la obligación de sanea-
miento en la Sección 4ª, Capítulo 9, Título II del Libro Tercero”.
Esta garantía por vicios caduca a los tres años de su recepción de ser inmueble y a
los seis meses de su recepción o puesta en funcionamiento de ser un bien mueble.
Naturalmente el acuerdo de partes puede ampliar el plazo de garantía, todo de con-
formidad a lo previsto en el art. 1053 del CCyC.
En cuanto a la prescripción de la acción se ha establecido en un año que deberá
computarse desde que el vicio pudo ser advertido (art. 2564 inc. a) del CCyC).
No debe confundirse el plazo para la denuncia (sesenta días) ni el de caducidad,
con el de prescripción. Ello implica entender que la garantía se extiende por el plazo
de caducidad (tres años inmuebles y seis meses muebles), dentro del cual debe surgir
el vicio y a partir de ese momento empieza a correr el plazo de prescripción (un año)
para demandar, siempre y cuando se haya comunicado dentro de los sesenta días de su
aparición la existencia del vicio al contratista.
a) a toda persona que vende una obra que ella ha construido o ha hecho
construir si hace de esa actividad su profesión habitual;
b) a toda persona que, aunque actuando en calidad de mandatario del due-
ño de la obra, cumple una misión semejante a la de un contratista;
c) según la causa del daño, al subcontratista, al proyectista, al director de
la obra y a cualquier otro profesional ligado al comitente por un contrato de
obra de construcción referido a la obra dañada o a cualquiera de sus partes”.
Como se observa la extensión de responsabilidad es lo suficientemente amplia
como para incorporar a todo aquel que haya participado no solo en su ejecución, sino
también en su administración e incluso comercialización.
El inciso a) alude a quien haya vendido la obra por ella construida o hecho construir
siendo esta actividad una profesión habitual. Obviamente que los grandes desarrollistas
están incluidos, que son quienes construyen edificios o grandes emprendimientos, pero
también es frecuente encontrar a arquitectos o inversionistas que en menor escala cons-
truyen unidades para vender y que se verían incluidos en esta responsabilidad.
El inciso b) se refiere a mandatarios o administradores que muchas veces participan
solo en las gestiones de contratación del personal y su pago, como así también en la
obtención de los materiales. Los profesionales de la construcción (arquitectos, inge-
nieros, técnicos constructores) suelen desarrollar esta actividad a la que se denomina
administración de la obra actuando en nombre del comitente, quien resultaría mandante
de esta gestión. Tal actividad puede desarrollarse en forma conjunta con la ejecución, o
ajena a ésta. En ambos casos la administración ingresaría en el régimen del mandato y
le sería aplicable la extensión de responsabilidad.
El inciso c) alude a todos los que hubieren participado en la ejecución como
proyectista, director técnico, subcontratistas y todo otro profesional contratado
para la construcción.
Finalmente el art. 1275 considera la extensión de la garantía por diez años de acep-
tada la obra, lo que implica considerar que la ruina debe exteriorizarse en ese plazo, y a
partir de su manifestación correrá el plazo de prescripción de un año previsto en el art.
2564 inc. c) del CCyC.
La responsabilidad derivada de esta garantía no podrá ser alcanzada por la auto-
nomía de la voluntad y en consecuencia las partes no podrán eliminar ni reducir sus
efectos, dado el carácter indisponible que posee, resultando nula y no escrita cualquier
cláusula que altere su naturaleza.
Podemos agregar la posibilidad de reclamo de daño moral por el comitente, por
cuanto el padecimiento angustia e incertidumbre que genera por ejemplo la ruina de
su vivienda familiar para toda su familia, al cual se agrega la necesidad de un reclamo
judicial para exigir la reparación del daño producido, conforman suficiente fundamento
para ampliar la demanda por este concepto.
Así las cosas resumimos algunos puntos a considerar frente al reclamo por una
situación de ruina:
1. La acción va a proceder ante una ruina o inminencia de ruina. Resulta obvio
que no es necesario esperar que el daño se produzca. En este sentido es clara
la actual normativa al introducir pautas de prevención del daño como así tam-
180 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CC de Vélez en su art. 1647, que solo consideraba a los vecinos incorporando a terceros en
su nueva redacción. Tal incorporación sigue el proyecto de 1998 que ya la jurisprudencia
había adoptado al adjudicar responsabilidades por esta circunstancia.
“Ley 11.723. Art. 1º: A los efectos de la presente Ley, las obras científicas,
literarias y artísticas comprenden los escritos de toda naturaleza y extensión,
entre ellos los programas de computación fuente y objeto; las compilaciones
de datos o de otros materiales; las obras dramáticas, composiciones musica-
les, dramático-musicales; las cinematográficas, coreográficas y pantomími-
cas; las obras de dibujo, pintura, escultura, arquitectura; modelos y obras de
arte o ciencia aplicadas al comercio o a la industria; los impresos, planos y
mapas; los plásticos, fotografías, grabados y fonogramas, en fin, toda pro-
ducción científica, literaria, artística o didáctica sea cual fuere el procedi-
miento de reproducción.
La protección del derecho de autor abarcará la expresión de ideas, procedi-
mientos, métodos de operación y conceptos matemáticos pero no esas ideas,
procedimientos, métodos y conceptos en sí”.
3. CONTRATO DE SERVICIOS
Las diferencias ya han sido tratadas en la introducción de las normas comunes que
posee junto con el contrato de obra.
Su concepto expresado en el art. 1251 del CCyC diferencia a este contrato funda-
mentalmente por tratarse de un contrato de medios, esto es que pretende una actividad
CONTRATOS DE OBRA Y SERVICIOS 183
Más allá de esta remisión, debe destacarse la aplicabilidad de la ley de defensa del
consumidor en tanto se trate de un contrato de consumo, que sabemos incluye la pres-
tación de servicios en sus arts. 19 al 24.
Finalmente la norma del art. 1279 del CCyC reitera la consideración del tiempo en
que debe considerarse el contrato ya que puede pactarse por un período determinado o
indeterminado, entendiéndose como sine die para el caso de que nada se estipule. En tal
supuesto cualquiera de las partes puede dejarlo sin efecto en cualquier momento, con
la advertencia que formula la norma de que debe anticiparse tal decisión con razonable
anticipación, lo que lógicamente dependerá de las características de cada contratación
que en su caso deberá evaluar un juez para imponer la razonabilidad adecuada.
Destacamos igualmente que en materia de tiempo contractual, siempre hay que
recordar que si en un contrato de plazo determinado, las partes ante su vencimiento
continúan ejecutándolo en las mismas condiciones, el contrato persiste en su vigencia
transformándose en sine die, por lo que también resultaría aplicable la norma reseñada
para extinguir el mismo.
raíces romanistas, “de la locación de obra” (hoy contrato de obra) considerando que
el opus podía resultar de la ejecución técnica contratada, “del contrato multifor-
me” que prevé según la profesión y actividad realizada, la aplicación de diversos
contratos nominados obra, servicios, mandato, y “de la locación de servicios”
(hoy contrato de servicios) donde se enmarca la mayoría de la doctrina, pese
a que en algunos casos se le incorpora la concepción de la teoría “del contrato
atípico” el que resulta innominado y que contiene características reunidas de
diversos contratos que se conjugan en el de ejecución profesional, ya que puede
contener pautas de resultado de medios y de confianza.
A esta última característica nombrada precedentemente, “la confianza”, no po-
demos desprenderla de este vínculo por cuanto constituye uno de los factores predo-
minantes en la contratación. Se hace lo que el profesional indica en la mayoría de los
casos por cuanto es el que posee los conocimientos técnicos, y acudimos a él tras ese
supuesto. Ello nos lleva a aceptar sus recomendaciones ante nuestro desconocimiento
y obviamente la confianza que depositamos en sus sugerencias, la que de no existir
no permitiría aceptarlas.
Asimismo entre los deberes que surgen para el profesional debemos considerar
esencialmente el de confidencialidad de la información brindada por su cliente o
paciente que le impide divulgar lo conocido, existiendo en algunos casos supuestos
expresos previstos en leyes especiales como las que rigen el ejercicio de la medici-
na y datos médicos en general.
El deber de colaboración también resulta exigible por cuanto el profesional debe
colaborar principalmente con la carga probatoria en todos los supuestos conflictivos o
litigiosos. Tal resultaría el caso de aportar la historia clínica para los médicos y colabo-
rar en la aclaración de los hechos.
El deber de seguridad sin duda es otra de las exigencias para los profesionales que
deben adoptar todas las medidas de prevención cuando sus clientes se encuentren bajo
su tutela y con riesgos sobre su persona.
Finalmente podemos citar el deber de información frente a la cual el profesional
debe suministrar y comunicar todas las alternativas que rodean el caso pertinente a su
contratante, que sabemos tiene como principio nivelar la desigualdad que se produce
entre un técnico y un profano a fin de lograr el equilibrio contractual necesario, y per-
mitir que se exprese el consentimiento con pleno conocimiento de sus efectos. Leyes
especiales como la de “Derechos del Paciente” (ley 26.529), profundizan especialmen-
te sobre esta obligación profesional.
destinatario final, por cuanto aquellos artículos regulan la prestación de servicios espe-
cíficamente. Los artículos 19 y 22 a 24 se refieren al servicio en general, en tanto que
los arts. 20 y 21 se refieren a los servicios de reparación, acondicionamiento, limpieza,
actualización etc. de una cosa. Por ello estos últimos, contienen normas vinculadas a
los materiales y presupuesto a realizar, cuyo contenido se ha considerado al analizar
aquella normativa, y que la simple lectura de las mismas basta para su comprensión,
destacando que las reparaciones a que alude esta parte de la ley, no son las aplicables
al régimen de productos que se encuentran bajo garantía legal o convencional que se
le hubiera otorgado al adquirente y que está regulado en los arts. 11 a 18. Las normas
analizadas versan sobre aquellos prestatarios de servicios que son contratados para una
reparación o cualquier otro cometido excluido el período de garantía o las circunstan-
cias que la misma abarca.
Los servicios generales del art. 19, pueden resultar de variada naturaleza, tales
como según cita Farina en los siguientes supuestos: a) servicios cuyo objeto no es
reparar cosas de propiedad del usuario (desinfección de inmuebles, peluquería, vigi-
lancia etc.); b) servicios en que el prestador pone a disposición cosas para el usuario,
tales como transporte, espectáculos públicos, bar o gastronomía en general, hospedaje,
playas de estacionamiento y otros; c) servicios que recaen sobre una cosa de propiedad
del usuario o que pudiera resultar de su propiedad, tales como instalaciones eléctricas,
colocación de aparatos en inmuebles etc. (Farina, Juan M., Defensa del Consumidor y
del Usuario, Ed. Astrea, Bs. As., 2008, p. 281).
Conforme a la normativa analizada al prestador se le impone la obligación de res-
petar términos, plazos, condiciones, modalidades, reservas y demás circunstancias que
hubieran sido ofrecidas o publicitadas.
Es de destacar el plazo otorgado por el art. 23 de treinta días, salvo previsión
expresa en contrario y por escrito, que la ley otorga ante deficiencias o defectos en
el trabajo realizado, en cuyo supuesto el prestador está obligado a corregir las mis-
mas o a reemplazar materiales sin costo adicional. Para el ejercicio de este derecho
el consumidor se encuentra habilitado por disposición de la ley, no requiriendo que
se encuentre pactada esta facultad.
Es de destacar que se discute si se puede eximir esta responsabilidad, por cuanto se
opone a los principios generales de la normativa del consumidor que excluye como no
escrita toda restricción de los derechos que el consumidor posee. Asimismo resulta ló-
gico y razonable que un servicio deficiente deba ser reparado, por lo que todo contrato
de servicios lleva a considerar una eficacia adecuada a la tarea realizada.
Finalmente, el art. 24 habla sobre la garantía que de sus trabajos el prestador podría
otorgar y lo que debe contener, entendiendo tal norma como posibles extensiones del
plazo de la norma del art. 23, ya que según las circunstancias, costo y tarea encomen-
dada puede generar una garantía de mayores términos.
Bibliografía
APARICIO, Juan M., La locación de obra y las reformas introducidas al Código Civil por
la Ley 17.711, Plus Ultra, Buenos Aires, 1973.
CONTRATOS DE OBRA Y SERVICIOS 187
CAPÍTULO VIII
CONTRATO DE MANDATO *
1. INTRODUCCIÓN
77 El debate en la doctrina nacional sobre este tema fue muy importante. Prueba de ello es que fue objeto
de tratamiento y de estudio en los siguientes encuentros científicos: II Jornadas Nacionales de Dere-
CONTRATO DE MANDATO 191
cho Civil (Corrientes 1965); III Jornadas Nacionales de Derecho Civil (Tucumán, 1967); X Jornadas
Nacionales de Derecho Civil (Corrientes 1985); XV Jornadas Nacionales de Derecho Civil (Mar del
Plata, 1995); entre muchos otros.
78 BORDA, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil. Contratos, Ed. Perrot, Buenos Aires, 1997, t. II, p. 339.
192 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
El segundo párrafo del art. 1319, CCyC regula la formación del consentimiento en
este contrato. Dispone que el “El mandato puede ser conferido y aceptado expresa o
tácitamente. Si una persona sabe que alguien está haciendo algo en su interés, y no lo
impide, pudiendo hacerlo, se entiende que ha conferido tácitamente mandato. La ejecu-
ción del mandato implica su aceptación aun sin mediar declaración expresa sobre ella”.
Es la concordancia de las voluntades de las partes –consentimiento– la que deter-
mina el perfeccionamiento del contrato, que pueden ser manifestadas de modo expreso
o tácito. Aquí se aprecia otra clara diferencia del mandato con la representación volun-
taria, figura que se sustenta en un acto típicamente unilateral, como es el otorgamiento
de un poder (acto de apoderamiento), con independencia que ambos actos (mandato y
poder) se plasmen en un mismo instrumento.
Tanto la oferta como la aceptación de este contrato pueden ser expresa o tácita.
La pauta allí establecida importa una aplicación de lo normado para los actos jurídi-
cos en general, los que pueden exteriorizarse de manera oral, por escrito, por signos
inequívocos o por la ejecución de un hecho material (art. 262, CCyC); o a través de
una manifestación tácita de la voluntad que resulta de actos por los cuales se la puede
conocer con certidumbre (art. 264, CCyC). Esta última forma de manifestación (tácita)
“carece de eficacia cuando la ley o la convención exigen una manifestación expresa”.
En definitiva, el mandato se concluye “por una conducta de las partes que sea suficiente
para demostrar la existencia del acuerdo” (art. 971, CCyC).
La aceptación tácita resulta de cualquier acto del mandatario que importe la ejecu-
ción del objeto encomendado. “Si una persona sabe que alguien está haciendo algo en
su interés, y no lo impide, pudiendo hacerlo, se entiende que ha conferido tácitamente”.
En el sistema anterior, existía una regulación más profunda en este tema, en especial en
el análisis del valor del silencio como manifestación de la voluntad en la formación del
contrato de mandato (ver arts. 1874 a 1878, CC Vélez).
En este punto se puede destacar las posiciones antagónicas que existen en la
doctrina respecto de los alcances que puede tener el mandato tácito. Para un sector,
el contrato de mandato así perfeccionado, alcanza incluso la realización de actos de
disposición. Otros autores, en cambio, entienden que en esta materia rige una in-
terpretación restrictiva, por lo cual un mandato cuyo consentimiento se ha formado
de manera tácita según la previsión de esta norma, solo abarcaría la posibilidad de
hacer acto de administración79.
Por último, es importante destacar que esta norma, de modo adecuado establece
que habrá mandato tácito cuando “una persona sabe que alguien está haciendo algo en
su interés, y no lo impide, pudiendo hacerlo”, en términos similares a los que contenía
el art. 1874, CC Vélez. En esta posibilidad de hacerlo se marca la nota saliente para
distinguir el contrato de mandato tácito y la gestión de negocios, en la que una persona
79 MÜLLER, Enrique Carlos, en Lorenzetti, Ricardo Luis (Dir.), Código Civil y Comercial de la Nación
Comentado, Rubinzal-Culzoni, 2015, t. VII, p. 73; MOSSET ITURRASPE, Jorge, Mandatos, Ediar, Buenos
Aires, 1979, p. 87 y ss.
CONTRATO DE MANDATO 193
puede saber que otra está actuando por ella y guarda silencio, pero no puede impedir
esa actuación, como sería el caso de quienes por cualquier motivo se encuentran en una
imposibilidad de hecho de oponerse a la actuación del tercero80. No obstante esta última
distinción, no debe perderse de vista que las normas del mandato se aplican supletoria-
mente a la gestión de negocios (art. 1790, CCyC).
80 BORDA, Guillermo, ob. cit., p. 423. El autor cita como ejemplos, a quien se encuentra ausente y aunque
avisado de la gestión tiene dificultades para adoptar por sí las medidas que convienen a la defensa
de sus intereses, sea porque carece de elementos de juicio o porque la distancia le impide elegir una
persona apta y de confianza para encargarle el negocio.
81 Sobre el tema puede consultarse, BONET, Ramón Francisco, Naturaleza jurídica del contrato de man-
dato, Bosch, Barcelona, 1941, p. 54; SÁNCHEZ URITE, Ernesto A., Mandato y Representación, Abele-
do-Perrot, Buenos Aires, 1969, p. 127 y ss.
194 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
4) Bilateral: pues existen obligaciones recíprocas para ambas partes del contrato
(art. 966, CCyC), las que se contemplan en los arts. 1324 y 1328, CCyC (normas que
se complementan con lo que disponen los arts. 372 y 373 del mismo ordenamiento
normativo para la representación voluntaria).
5) De cooperación o colaboración: Dentro de la clasificación de los contratos que
toma en cuenta la función económica, esto es, el interés económico o social que procu-
ran satisfacer, el mandato es un típico contrato de colaboración fundado en la confian-
za, y en el que la conducta de una de las partes (mandatario) se verifica en concurso con
la actividad de la contraparte (mandante que debe impartir las instrucciones).
El art. 1320, CCyC establece que “Si el mandante confiere poder para ser representado,
le son aplicables las disposiciones de los artículos 362 y siguientes. Aun cuando el mandato
no confiera poder de representación, se aplican las disposiciones citadas a las relaciones
entre mandante y mandatario, en todo lo que no resulten modificadas en este Capítulo”.
El artículo pone en evidencia la íntima relación que existe entre las figuras del man-
dato y la representación, con la expresa remisión a las normas que regulan esta última
institución. Así, si el mandato es con representación, al contrato le son aplicables de
modo directo las disposiciones en materia de representación voluntaria (arts. 358 y ss.
CCyC). Pero además, lo que demuestra con mayor énfasis esa vinculación entre ambas,
en el caso que el mandato fuera sin representación, las normas referidas a la represen-
tación voluntaria rigen de modo subsidiario, “en todo lo que no resulten modificadas”
por las previsiones del Capítulo del mandato.
Junto a lo expuesto al punto I de este Capítulo, es importante insistir y remarcar
las diferencias que existen entre instituciones estrechamente ligadas, pero distintas.
Incluso, esta distinción se impone para dar claridad a los propios términos que emplea
el artículo citado. Así, por ejemplo, la referencia al “poder” que hace el art. 1320, no
debe llevar a la identificación del “mandato” con el “acto de apoderamiento” que pueda
estar contendido en ese contrato, esto es, el instrumento en que se materializa ese acto
jurídico. De allí la importancia de remarcar, con la mayor precisión posible, la diferen-
cia entre estos tres conceptos: representación, poder y mandato.
En ese cometido, podemos decir, siguiendo destacada doctrina, que: “La re-
presentación surge cuando un individuo (representante, sujeto de la declaración de
voluntad) ejecuta un negocio jurídico en nombre del otro (representado, sujeto del
interés), de modo que el negocio se considera como celebrado directamente por
este último, y los derechos y obligaciones emergentes del acto celebrado por el
representante pasan inmediatamente al representado”82. A partir de dicho concepto,
82 FONTANARROSA, Rodolfo O., Derecho Comercial Argentino (Parte General), 3ª edición, Zavalía, Bue-
nos Aires, 1967, p. 440.
CONTRATO DE MANDATO 195
parece esencial insistir con la diferencia entre actuación “en nombre” propio o
ajeno; y la actuación “en interés” propio o ajeno. Actuar por cuenta ajena (o en in-
terés ajeno) significa actuar para satisfacer fines o intereses de otro, aunque frente
a los terceros se lo haga en nombre propio. Actuar en nombre ajeno, importa hacer
saber al tercero, que la actuación tiende a vincular a otro, aunque esa actuación
pueda en definitiva venir a satisfacer un interés propio.
Para que exista mandato, lo único indispensable es que un sujeto (mandatario)
actúe “por cuenta de otro” (mandante), o dicho en otros términos “que se obligue a
realizar actos jurídicos en interés de otra” (art. 1319, CCyC). En el caso de la repre-
sentación, hace a su esencia que la actuación en interés de otro sea además “en nom-
bre” de esa otra persona, de modo tal que el acto del representante produzca efectos
directamente en la esfera patrimonial del representado. Esto es lo que expresa el art.
359, CCyC en cuanto prevé: “los actos celebrados por el representante en nombre del
representado y en los límites de las facultades conferidas por la ley o por el acto de
apoderamiento, producen efecto directamente para el representado”.
Por otro lado, la noción de poder importa una “autorización” para actuar en nom-
bre de otro, por la que se faculta al representante a actuar en nombre del representado,
y a producir efectos en la esfera jurídica de éste en los términos de la norma recién cita-
da. El concepto de “poder” de representación o “poder representativo” constituye uno
de los ejes sobre los que se asienta la distinción entre el mandato y la representación.
El poder configura el título que legitima al representante para vincular los intereses
jurídicos del dueño del negocio, y se lo ha conceptualizado como “un acto jurídico
unilateral por el cual el principal confiere el poder al representante. Se trata de un acto
jurídico, puesto que entraña una manifestación de voluntad dirigida a crear la facultad
de referencia”83. Entonces, es un acto jurídico esencialmente unilateral a cargo del re-
presentado, que no necesita la confluencia de la voluntad del representante, por el que
autoriza la actuación de otro en su nombre.
En conclusión “la investidura que otorga el apoderamiento, de carácter abstracto
e independiente respecto del negocio básico (por ejemplo mandato), consiste en una
autorización mediante la cual se confiere un poder, pero no se da vida a una relación
obligatoria, ni para el representado ni para el representante, generándose tan solo a fa-
vor del último una esfera de discrecionalidad más o menos amplia”84.
Por último, tenemos el contrato de mandato, que conforme a lo ya analizado pue-
de definirse como el acuerdo de voluntades en el que se pacta la realización de actos
jurídicos (uno o varios) en interés de otra parte, y agregamos, con total independencia
de que esa actuación lo sea en nombre de esa parte o en nombre propio del mandatario.
De modo que el mandato puede ser con o sin representación, pero siempre va a tener
como origen causal un acto jurídico bilateral (contrato). Ello sin perjuicio que es posi-
ble que en el mismo acto las partes decidan incluir un poder que faculte al mandatario
a representar a su mandante, lo que de hecho normalmente ocurre.
En procura de formular una síntesis de lo expuesto en este punto, podríamos afir-
mar que no resulta ajustado a la naturaleza de las instituciones en juego confundir el
poder que da nacimiento a una representación, con la relación causal que, por lo ge-
neral, sirve de fuente a esa representación voluntaria, y que en la mayoría de los casos
consiste en un contrato de mandato. Es asimismo perfectamente factible que el poder
se otorgue sin que exista aún una relación contractual entre poderdante y apoderado que
le sirva de fundamento85. También debemos reconocer que bien es posible que el poder
y el contrato de mandato consten en un mismo instrumento, situación que se presenta
como frecuente en la práctica negocial.
85 Ver APARICIO, Juan Manuel, ob. cit., p. 139 y ejemplos citados en las notas nº 46 y 47.
86 APARICIO, Juan M., ob. cit., p. 131.
CONTRATO DE MANDATO 197
87 La acción subrogatoria se encuentra reglada de manera genérica en los arts. 739 al 742, CCyC. El
primero de ellos dispone: “El acreedor de un crédito cierto, exigible o no, puede ejercer judicialmente
los derechos patrimoniales de su deudor, si éste es remiso en hacerlo y esa omisión afecta el cobro de
su acreencia. El acreedor no goza de preferencia alguna sobre los bienes obtenidos por ese medio”.
198 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
1.5. Forma
La regla es que el mandato se debe otorgar en la forma prescripta para el acto que
el mandante desea realizar (art. 363, CCyC aplicable por reenvío del art. 1320, íb.).
De este modo, se trata de un contrato que no tiene una forma impuesta ab initio, sino
que este rasgo depende del tipo de acto jurídico que se encargue realizar. Esto es una
consecuencia lógica de los caracteres propios de este contrato, que como ya se vio, no
persigue un fin en sí mismo, sino que constituye más bien un medio para la realización
de otro acto jurídico o contrato.
Así, podrá consistir en un contrato de formalidad solemne absoluta, como por
ejemplo cuando se confiere un mandato para celebrar una donación de un bien inmue-
ble (art. 1552, CCyC); o con una solemnidad relativa, como sería el caso del mandato
que tenga por objeto la venta de un inmueble (art. 1017 inc. a y 1018, CCyC).
1.6. Capacidad
Respecto del mandante, debe tener la capacidad necesaria para la realización del
acto que encarga a su mandatario, al momento de la celebración del contrato de manda-
to (art. 364, primera parte, aplicable por reenvío del art. 1320, CCyC). De modo que, si
el mandato tiene por objeto actos de administración, basta con que el mandante tenga
la capacidad de administrar sus bienes; si en cambio, tiene por objeto un acto de dispo-
sición, será necesario que cuente con la capacidad para disponer de ellos.
Esta regla, además, es de toda lógica pues de lo contrario el mandato sería la vía que
permita a un sujeto la realización por interpósita persona de actos que no puede realizar
por sí mismo, lo que desde todo punto de vista resulta inaceptable.
Esta solución, que estaba ya prevista en el régimen anterior (arts. 1897 y 1898, CC
Vélez), y es receptada por la tradición jurídica nacional, se sustenta en las siguientes
razones principales: a) si el mandante es el dueño del negocio, y el sujeto del interés en
la realización del acto jurídico, es irrelevante el estado subjetivo del mandatario. Debe
presumirse que el mandante se cuidará en elegir un mandatario que pueda cumplir
adecuadamente con el acto que se le encomienda; b) al mandante se le exige la plena
capacidad para la realización del acto que se encarga, y el acto se reputa realizado por
éste, de modo que la parte que queda obligada por el acto goza de la capacidad exigida
para su validez (argumento no válido para el mandato sin representación); c) como
el mandatario no se obliga, no hay perjuicio más que para el mandante, que es quien
queda directamente vinculado con el tercero; y en última instancia, la ley protege al
mandatario al permitirle oponer la nulidad del acuerdo88.
Ahora bien, resulta esencial determinar quiénes son los sujetos que ingresan en el
concepto de “persona incapaz” al que se refiere la norma. En otras palabras, la pregunta
sería si cualquier sujeto que no goce de capacidad plena puede asumir la calidad de
mandatario en un contrato de este tipo. Como se verá a continuación, esta no es la in-
terpretación que cabe asignar al precepto en estudio.
No está de más recordar que el término “incapaz” ha sido sumamente limitado en el
nuevo ordenamiento civil y comercial, propiciándose el reemplazo de ese término por
el de “capacidad restringida”. Así el novel ordenamiento de derecho privado ha optado
por regular las “restricciones a la capacidad” (Libro Primero, Título 2°, Sección 3ª,
CCyC), sobre la base del principio que “la capacidad general de ejercicio de la persona
humana se presume”, y que las “limitaciones a la capacidad son de carácter excepcio-
nal y se imponen siempre en beneficio de la persona” (art. 31 incs. a y b, CCyC). A su
vez, el concepto de “incapacidad”, se reserva solo para los casos en que la persona “se
encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar su
voluntad por cualquier modo...” (art. 32, último párrafo, CCyC).
En ese marco, y en el cometido propuesto de delimitar los sujetos que ingresan en
el concepto de “persona incapaz” a que se refiere el artículo en estudio, es claro que no
puede ser equiparado al definido en la última parte del art. 32 recién citado. En este sen-
tido, la conclusión luce evidente pues si una de las causales de extinción del mandato
es la “incapacidad del mandatario” (art. 1329, inc. e, CCyC), es de todo sentido común
que este contrato no puede celebrarse válidamente con un incapaz en los términos que
define la norma, es decir, una persona profundamente disminuida en sus facultades
mentales. En otros términos, si se establece que el contrato se extingue por la “incapaci-
dad” del mandatario, debe pensarse que se trata de una incapacidad sobrevenida, que no
existía al celebrarse el contrato, lo cual solo puede verificarse con una disminución en
las facultades del sujeto que afecte notoriamente el cumplimiento de sus obligaciones.
Por el contrario, es pacífica la interpretación de la doctrina en este punto al sostener
que la incapacidad a la que alude el artículo debe limitarse a supuestos en los que, al
88 BORDA, Guillermo A., ob. cit., p. 347; LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los Contratos, Rubinzal-
Culzoni, Santa Fe, 2000, t. II, p. 192.
200 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
menos, la actuación del mandatario pueda reputarse como un acto voluntario89. Y en ese
entendimiento, se estima que el “incapaz” al que alude la norma hace referencia a una
persona con capacidad de ejercicio restringida por no haber cumplido aún los 18 años
de edad, pero que es mayor de 13 años (sujeto que se define como “adolescente” según
el art. 25, segundo párrafo, CCyC).
Además de esta doctrina consolidada en la materia, encuentra sustento, a nuestro
criterio, en el art. 364, segundo supuesto, CCyC (aplicable por remisión del art. 1320),
que regula la capacidad necesaria para ser representante, y que prevé que “es suficien-
te el discernimiento”. Entonces, si este último se adquiere justamente para los actos
lícitos a partir de los 13 años (art. 261, inc. c, CCyC), pues debajo de esa edad el acto
se reputa “involuntario por falta de discernimiento”, la conclusión anticipada es la que
se impone. Asimismo, la interpretación puede ser cohonestada con lo dispuesto por el
art. 26, segundo párrafo, del ordenamiento civil y comercial, en cuanto establece que
la persona menor de edad que “cuenta con edad y grado de madurez suficiente puede
ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento jurídico”. En conclu-
sión, cuando el art. 1323 alude a la posibilidad de conferir un mandato a una persona
incapaz, debe entenderse que se refiere al sujeto denominado “adolescente” que tiene
entre 13 y 17 años de edad.
Esta posibilidad que habilita el contrato de mandato, lo es sin perjuicio de los efec-
tos que tal situación genera entre las partes como consecuencia justamente de la incapa-
cidad de una de ellas, pues en todo caso esta excepción a la regla de la capacidad en los
contratos, lo es sin alterar la que rige en materia de nulidades. Así, en estos supuestos,
el mandatario puede “oponer la nulidad del contrato si es demandado por inejecución
de las obligaciones o por rendición de cuentas, excepto la acción de restitución de lo
que se ha convertido en provecho suyo”.
En este sentido, frente a un reclamo del mandante por incumplimiento de las obli-
gaciones de su contraparte, el mandatario puede oponer la nulidad del contrato con
fundamento en su incapacidad. Se trata de un caso de nulidad relativa en la medida que
esta sanción solo se establece en protección del interés del incapaz (art. 386, CCyC),
y por lo tanto, solo puede ser pedida por el mandatario en cuyo beneficio se establece
o sus representantes, excepto que haya obrado con dolo en la celebración del contrato
(art. 388, CCyC).
Asimismo, declarada la nulidad, el mandante no tendrá derecho para exigir la resti-
tución o el reembolso de lo que ha pagado o gastado, excepto si el contrato enriqueció
al mandatario y en cuanto se haya enriquecido (art. 1000, CCyC). Ello así por cuanto
toda persona que “sin causa lícita se enriquezca a expensas de otro, está obligada en
la medida de su beneficio a resarcir el detrimento patrimonial del empobrecido” (art.
1794, CCyC). Por ende, si el mandato celebrado es nulo por incapacidad del manda-
89 BORDA, Guillermo, ob. cit., p. 347; APARICIO, Juan M., ob. cit., p. 147.
CONTRATO DE MANDATO 201
tario, éste carece de “causa” jurídica que justifique conservar lo que ha “convertido en
provecho suyo”, y debe por lo tanto restituirlo.
En el tema de la capacidad, otra nota singular del contrato de mandato está vincula-
da con la posibilidad de celebrarlo entre cónyuges. El CC de Vélez establecía una fuerte
restricción a la contratación entre los esposos (v. gr. compraventa, donación). En el caso
del mandato, lo admitía de manera restringida sólo respecto a actos de administración
que le estaban reservados al otro cónyuge (ver art. 1276, CC Vélez).
Esta limitación no se encuentra en el régimen actual, ya que se admite que “uno de
los cónyuges pueda dar poder al otro para representarlo en el ejercicio de las facultades
que el régimen matrimonial atribuye”, con la salvedad de que ello no está permitido a
los fines de “darse a sí mismo el asentimiento en los casos en que se aplica el art. 456”
(art. 459, CCyC).
Dispone el art. 1326, CCyC: “si el mandato se confiere a varias personas sin esti-
pular expresamente la forma o el orden de su actuación, se entiende que pueden des-
empeñarse conjunta o separadamente”, norma que encuentra su correlato en materia
de representación voluntaria en lo dispuesto por el art. 378, del mismo ordenamiento.
Se advierte entonces que cuando el mandato sea conferido a varias personas, el ré-
gimen actual simplifica el contenido en Código anterior (arts. 1899 a 1903, CC Vélez),
y le otorga mayor flexibilidad a estos supuestos, tanto para la aceptación como para la
ejecución del mandato. En caso que el mandante fije la forma de actuación de los man-
datarios, evidentemente habrá que estar a ello en virtud del principio de la autonomía de
la voluntad (arts. 958 y 962, CCyC). Si nada se dice, cabe presuponer los mandatarios
pueden desempeñarse separada o conjuntamente, y por ende, su aceptación también
puede darse con cualquiera de esas modalidades. Por ende, en este último supuesto, si
alguno de los mandatarios designados no quiere aceptarlo o no puede ejercerlo, puede
hacerlo cualquiera de los otros de modo indistinto, lo que modifica la regla que preveía
el art. 1899, CC Vélez según la cual cuando en el mismo instrumento se hubiesen nom-
brado dos o más mandatarios, se debía entender que el nombramiento fue hecho para
ser aceptado por uno solo de los nombrados.
estrecha vinculación con la regulación de los deberes que pesan sobre representante y
representado, en materia de representación voluntaria (arts. 372 y 373).
Si se estudia los deberes que emergen para las partes de un contrato determinado,
sin lugar a dudas que la regla es que tales obligaciones solo pueden nacer a partir del
momento de su perfeccionamiento. Antes de ese momento, en principio, las partes no
están vinculadas ni obligadas ex contrato, sin perjuicio de los deberes que toda tratativa
previa a la celebración o negociación de un acuerdo les impone (arts. 991, 992, CCyC),
como consecuencia del principio cardinal de la buena fe (arts. 9 y 961, CCyC).
Sin embargo, en el caso del mandato se dispone que “si el negocio encargado al
mandatario fuese de los que, por su oficio o su modo de vivir, acepta él regularmente,
aun cuando se excuse del encargo, debe tomar las providencias conservatorias urgentes
que requiera el negocio que se le encomienda” (art. 1324, último párrafo, CCyC; ante-
rior art. 1917, CC Vélez). Se trata de un deber que no tiene su fundamento en la cele-
bración del contrato, pues de hecho es un supuesto en el que el mandatario no acepta el
encargo. La disposición pretende proteger el interés del mandante que razonablemente
pudo entender que el mandatario iba a aceptar el encargo ofrecido, puesto que por su
profesión o modo de vivir normalmente lo hubiera hecho. Se protege entonces la con-
fianza del mandante, sustentada en la razonable creencia de aceptación del mandato por
parte de quien se dedica a asuntos como el encomendado.
El incumplimiento de este deber previo a la conclusión del contrato, puede originar
la responsabilidad precontractual del que lo transgrede, generando el deber de resarcir
el daño que sufra el afectado por haber “confiado”, sin su culpa, en la celebración del
contrato (art. 991, CCyC).
Por fin, aunque la norma no lo exprese, y salvo manifestación en contrario, aparece
como evidente que en estos supuestos quien cumple esta gestión de tomar las medidas
conservatorias urgentes, tendrá derecho a que se le retribuya los trabajos efectuados y
se le paguen los gastos en los que debió incurrir para cumplirla (art. 1322, CCyC).
La atenta lectura de los distintos incisos que contiene el art. 1324 del CCyC,
permite agrupar los deberes del mandatario en tres ejes centrales, que podemos
identificar como: 1) deber de información, 2) deber de ejecutar fielmente el manda-
to, y 3) deber de rendición de cuentas. A su vez, dentro de cada uno de estos grupos
encontramos diversas derivaciones que se manifiestan en problemáticas concretas
que deben también ser abordadas.
CONTRATO DE MANDATO 203
Es importante remarcar que el deber de informar sobre las circunstancias que so-
brevengan al contrato (inc. b), apunta a poner en conocimiento del mandante aquellas
que razonablemente puedan influir en la ejecución que ha sido encomendada, no res-
pecto de las que sean irrelevantes a ese fin o meramente accesorias. En otras palabras,
debe ponerse al mandante al tanto de todo aquello que pueda determinar un cambio en
las instrucciones impartidas.
Respecto de la obligación que emerge del inc. e citado, comprende dos aspectos:
dar aviso de lo recibido en ejecución del mandato (aquí se encuentra la manifestación
propia del deber de información), y la de ponerlos a disposición del mandante (obliga-
ción de entrega), de lo que se deriva que se refiere valores recibidos de terceros en la
ejecución del mandato.
sentación de otro, efectuar consigo mismo un acto jurídico, sea por cuenta propia o de
un tercero, sin la autorización del representado. Tampoco puede el representante, sin
la conformidad del representado, aplicar fondos o rentas obtenidos en ejercicio de la
representación a sus propios negocios, o a los ajenos confiados a su gestión” (art. 368,
CCyC). Por lo tanto, cabe concluir que, en el régimen actual la posibilidad que el man-
datario celebre un contrato consigo mismo solo será factible en la medida que cuente
con la conformidad de su mandante, pues de lo contrario no tendrá validez.
Con independencia de la solución legal, y sobre la premisa que la cuestión pro-
blemática que la autocontratación genera es en relación al conflicto de intereses entre
mandante y mandatario, no se advierte cuál sería el obstáculo de admitir su validez, aun
en casos en que no exista la conformidad del mandante, si de las circunstancias fácticas
luce indiscutible que con ella no se produce una afectación de los intereses del mandan-
te. Tal sería el caso, por ejemplo, de que el mandante confiera mandato para la venta de
su automóvil, y que el mandatario lo adquiera para sí abonando de contado el precio
máximo sugerido por el mandante en las instrucciones impartidas. Esta interpretación,
insisto, que no es la solución que emerge del sistema actual, tenía en lo dispuesto por el
art. 1919, primera parte, CC Vélez un supuesto legal que la sustentaba.
92 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., Teoría de los Contratos, Zavalía, Bs. As., 2003, t. 4, p. 565.
CONTRATO DE MANDATO 209
lo acuerden las partes (art. 861, CCyC). Puede ser cumplida de una manera privada,
excepto si la ley dispone que debe ser realizada ante un juez. Y salvo pacto en contrario,
las cuentas deben rendirse en el domicilio del mandatario y los gastos que generan son
a cargo del mandante.
A su vez debe contemplar los siguientes requisitos: a) ser hecha de modo descripti-
vo y documentado; b) incluir las referencias y explicaciones razonablemente necesarias
para su comprensión; c) acompañar los comprobantes de los ingresos y de los egresos,
excepto que sea de uso no extenderlos; d) concordar con los libros que lleve quien las
rinda (art. 859, CCyC). Una vez cumplidos con estos recaudos, las cuentas deben ser
aprobadas por el mandante para liberar al mandatario de esta obligación. Esta apro-
bación puede darse de dos maneras: expresa o tácita. La primera, se verifica cuando
existe una manifestación de la voluntad del mandante que exterioriza su conformidad
con las cuentas presentadas, liberando de este modo al mandatario de esta obligación.
En cambio, hay aprobación tácita si, presentadas la cuenta, “no es observada en el plazo
convenido o dispuesto por la ley o, en su defecto, en el de treinta días de presentadas en
debida forma. Sin embargo, puede ser observada por errores de cálculo o de registra-
ción dentro del plazo de caducidad de un año de recibida” (art. 861, CCyC).
El sistema actual no reguló la posibilidad de relevar al mandatario de esta obliga-
ción, en lo que importa una “dispensa” de la rendición de cuentas. El art. 1910, CC
Vélez disponía que “La relevación de rendir cuentas, no exonera al mandatario de los
cargos que contra él justifique el mandante”. Este principio se mantiene en el régimen
actual, no obstante la ausencia de una norma de este tipo. La autonomía privada es
soberana en este campo, y por ende nada impide que las partes decidan incluir una
cláusula por la que el mandante libera al mandatario de esta obligación, o que esto
se produzca con posterioridad durante la ejecución del mandato. Ahora bien, es im-
portante destacar que una cláusula de este tipo no importa exonerar al mandatario de
entregar todo lo recibido y las ganancias percibidas como consecuencia del mandato.
Una dispensa de este tipo daría como resultado un mandato en interés exclusivo del
mandatario, lo que haría perder la esencia misma de este contrato. De existir y ser pos-
terior al contrato, estaríamos en presencia de una renuncia que implica una liberalidad,
y quedaría sujeta a esas reglas93.
Al igual de lo que ocurre con las obligaciones del mandatario, el sistema del
código actual contempla en una única norma las obligaciones del mandante. De su
lectura, y siguiendo las enseñanzas de la doctrina clásica, es posible agruparlas en
tres ejes principales: anticipar gastos, mantener indemne al mandatario, y pagar la
retribución pactada.
3.1. Introducción
referido al mandato junto a otras ajenas a él, pero que resultan decisivas para un estudio
integral de este fenómeno.
Con ese norte, es interesante observar en primer lugar que la idea de una posible
sustitución del mandato en un tercero resulta, prima facie, un tanto incompatible con
una de las características esenciales que tiene este contrato, cual es, la de ser un vín-
culo sustentado en la confianza. Así, hemos expuesto que una de las notas típicas del
mandato es que encuentra fundamento en la confianza que el mandante deposita en
el mandatario, asignándole la ejecución de un acto jurídico de su interés, lo que en la
práctica trae significativas consecuencias (v. gr. las relacionadas con la posibilidad de
designar un mandatario incapaz, o con el carácter esencialmente revocable del mandato
por parte del mandante). Coherente con esta característica, es evidente que la persona
del mandatario reviste un carácter de “esencial” en la celebración del contrato, pues
es especialmente elegida por el mandante en función de ciertas condiciones que posee
para ejecutar el encargo. De ello podría derivarse que la sustitución de dicho sujeto
resulta contraria a los fines que inspiran la figura. No obstante ello, al menos como re-
gla, el ordenamiento jurídico admite esta posibilidad, por lo que resulta imprescindible
identificar los argumentos que justifican el reconocimiento de esta figura.
La comprensión integral de este fenómeno de sustitución, importa armonizar o con-
jugar dos principios fundamentales. Por un lado, como recién se dijo, es claro que el
mandato reviste un carácter intuitu personae, en virtud del cual la persona del manda-
tario es elegida por el mandante por cualidades especiales que éste valora para enco-
mendar la gestión de un negocio que le pertenece. Desde este primer punto de vista,
la idea de una sustitución debe ser apreciada con un criterio sumamente restrictivo, y
la respuesta negativa sería la que debería imponerse. Más aun cuando en materia de
obligaciones de hacer el ordenamiento jurídico autoriza a que la prestación “sea ejecu-
tada por persona distinta del deudor, salvo que de la convención, de la naturaleza de la
obligación o de las circunstancias resulte que éste fue elegido por sus cualidades para
realizarla personalmente. Esta elección se presume en los contratos que suponen una
confianza especial” (art. 776, CCyC). Es decir que el precepto transcripto acentúa el
principio esbozado, pues entiende que en los vínculos sustentados en la confianza (por
caso, el mandato), no sería posible sustituir en un tercero la realización de la prestación
comprometida. Una interpretación en el mismo sentido es la que autoriza el art. 1070,
CCyC que en materia de subcontrato dispone que “en los contratos con prestaciones
pendientes éstas pueden ser subcontratadas, en todo o en parte, a menos que se trate de
obligaciones que requieren prestaciones personales”.
Sin embargo, por otro lado, no puede dejar de advertirse que en esta materia
existe otro principio fundamental, que es el de la máxima eficacia en el cumpli-
miento del negocio encargado al mandatario. Este segundo postulado es de interés
fundamental del mandante, que es quien formula el encargo al mandatario. Así,
resulta que en muchas ocasiones puede ocurrir que la gestión presente dificultades
para cumplirla una sola persona, y el mandatario debe valerse de otras para reali-
zarla, o a veces hasta existe una imposibilidad de que el mandatario la cumpla en
forma personal, situaciones en las que la posibilidad de sustitución de su ejecución
en un tercero representa la mejor manera de cumplir fiel y eficazmente el mandato,
que es la principal obligación a cargo del mandatario. Entonces, un excesivo apego
214 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Como regla general, y salvo que exista una cláusula expresa que lo prohíba, el
mandatario puede sustituir en otra persona la ejecución del mandato (arts. 377 y 1327,
CCyC). Es decir que el mandatario puede, en el cumplimiento del mandato, designar a
un tercero sustituto para que cumpla la gestión, ya sea por sí solo o en forma conjunta
con él, salvo que la autonomía privada de las partes al momento de celebrar el contrato
haya estipulado lo contrario.
Ahora bien, la sustitución no es una mera relación jurídica que el mandatario
puede entablar con otra persona de las que se sirva para cumplir con el objeto del
mandato, como sería el caso de un dependiente de él que lo ayuda. Es decir, no
importa aquella situación en la que el mandatario se vale de terceros que hacen las
veces de colaboradores suyos, facilitándole el cumplimiento de sus obligaciones.
Es más bien un nuevo contrato que vincula al mandatario con el tercero, cuyo ob-
jeto coincide con el del mandato originario.
Así precisada la idea de sustitución, se discute cuál es la verdadera naturaleza
jurídica que cabe asignarle. En algunos casos, puede constituir un nuevo contrato,
más precisamente una especie de subcontrato, que consiste en un “nuevo contrato
mediante el cual el subcontratante crea a favor del subcontratado una nueva posi-
ción contractual derivada de la que aquél tiene en el contrato principal” (art. 1069,
CCyC). En este supuesto, la sustitución importa una modificación subjetiva del
sujeto pasivo, no extintiva del vínculo originario, subsistiendo las obligaciones del
mandatario respecto del mandante 96.
En otros casos, la sustitución puede consistir en una cesión del contrato, más pre-
cisamente de la posición contractual. Así, en los contratos con prestaciones pendientes
cualquiera de las partes puede transmitir a un tercero su posición contractual, si las
demás partes lo consienten antes, simultáneamente o después de la cesión (1636, CC).
Ello ocurre cuando el mandante autoriza de modo expreso la sustitución con indicación
de la persona del sustituto, supuesto en que el mandatario se desliga del vínculo con el
mandante, quien queda vinculado solo con el sustituto.
95 MÜLLER, Enrique Carlos, en LORENZETTI, Ricardo Luis, -Director- Código Civil y Comercial de la
Nación Comentado, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015, t. VII, p. 94.
96 LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los Contratos, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2000, t. II, p. 266.
CONTRATO DE MANDATO 215
97 JUNYENT BAS, Francisco A., GARZINO, María Costanza, “El Contrato de mandato en el Código Civil y
Comercial”, LL Online AR/DOC/1177/2015.
216 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
En esa misma dirección, el propio art. 1327 CCyC que estamos analizando, estipula
que el mandante no está obligado a pagarle retribución al sustituto si la sustitución no
era necesaria, principio que estaba expuesto en el régimen anterior en el art. 1959, CC
Vélez. Es importante aclarar que la norma refiere a “retribución”, de modo que el rein-
tegro o reembolso de los gastos efectuados en la gestión sí deben ser solventados por
parte del mandante, aun en esta hipótesis.
En todo caso, el no estar obligado a pagar la retribución al sustituto, en nada altera
la obligación de hacerlo al mandatario la que no se modifica y encuentra su fundamento
en la presunción de onerosidad que deriva del art. 1322, CCyC. La excepción a esto
último se daría en los casos en que la sustitución se haya verificado en la versión de
una cesión de la posición contractual, supuesto en el que el mandante sí adeuda la re-
tribución al sustituto, y no al mandatario originario que ha sido desplazado del vínculo
contractual como consecuencia de la cesión.
c. Por último, si en el contrato se autorizó expresamente la sustitución, es necesario
distinguir si el mandante indicó la persona del sustituto o no lo hizo. En el primer supuesto,
el mandatario no responde por su actuación, pues en este caso se produciría lo que ya hemos
definido como una cesión de la posición contractual, que importa una extinción del vínculo
del mandatario con el mandante, pasando el sustituto a ocupar su lugar.
Por el contrario, si se autorizó expresamente sin indicación, se produciría una situa-
ción de subcontrato, más precisamente submandato, en el que el mandatario continúa
vinculado al mandante, y responde por la elección del tercero en quien sustituyó el
mandato. Todo según el régimen de acciones que seguidamente se analiza.
Dispone el art. 1327, CCyC que en caso de sustitución, el mandante tiene la acción
directa contra el sustituto prevista en los arts. 736 y concordantes, pero no está obligado
a pagarle retribución si la sustitución no era necesaria. Dicha acción directa, conforme a
la norma citada (art. 736), es la que compete al acreedor para percibir lo que un tercero
debe a su deudor, hasta el importe del propio crédito. El acreedor la ejerce por derecho
propio y en su exclusivo beneficio. Tiene carácter excepcional, es de interpretación
restrictiva, y sólo procede en los casos expresamente previstos por la ley.
De este modo, se concede al mandante una acción directa en contra del sustituto con
los alcances recién detallados. El punto aquí radica en el nuevo CCyC nada dice acerca
de una eventual acción que el sustituto pueda tener contra el mandante, a diferencia de
lo que ocurría en el sistema anterior. En efecto, el art. 1926 CC Vélez, disponía: “el
mandante en todos los casos tiene una acción directa contra el substituido, pero sólo
en razón de las obligaciones que éste hubiere contraído por la substitución; y recípro-
camente el substituido tiene acción contra el mandante por la ejecución del mandato”.
El tema ha generado en la doctrina dos posturas. Para algunos, aunque el art. 1327 solo
haga referencia a la acción directa del mandante contra el sustituto, la acción recíproca de
éste contra aquel se deduce del art. 1071 inc. b, en cuanto confiere al subcontratado “las
acciones que corresponden al subcontratante, contra la otra parte del contrato principal, en
CONTRATO DE MANDATO 217
la extensión en que esté pendiente el cumplimiento de las obligaciones de éste respecto del
subcontratante. Estas acciones directas se rigen por lo dispuesto en los arts. 736, 737 y 738
que regula las acciones que emergen del subcontrato” 98.
Otro sector, entiende que al no estar prevista esta acción en favor del sustituto
en el art. 1327, y en atención a lo dispuesto por el art. 736, debe entenderse que
no es procedente, dado el carácter excepcional y de interpretación restrictiva que
la norma le otorga a la acción directa, que impone que solo sea viable en los casos
expresamente previstos en la ley 99.
El art. 1329, CCyC establece que el mandato se extingue por las siguientes causa-
les: a) por el transcurso del plazo por el que fue otorgado, o por el cumplimiento de la
condición resolutoria pactada; b) por la ejecución del negocio para el cual fue dado; c)
por la revocación del mandante; d) por la renuncia del mandatario; e) por la muerte o
incapacidad del mandante o del mandatario.
Las tres primeras mencionadas, se producen por un desenvolvimiento normal del
contrato de mandato, según las estipulaciones que las partes han introducido en ejer-
cicio de la autonomía de la voluntad. Las tres últimas, en cambio, se verifican cuando
existe un acontecimiento que altera el desarrollo natural de lo acordado por las partes,
y debido a ello su regulación se complementa con algunas normas especiales que con-
templan las particulares consecuencias que se derivan en caso que se produzcan.
El mandato se extingue en primer lugar por el transcurso del plazo acordado por
las partes, o por el cumplimiento de la condición resolutoria pactada. Se trata de dos
supuestos diversos, con efectos también distintos.
El primero de ellos, es la expiración del plazo acordado por las partes. Si el mandato
se ha conferido por un plazo determinado, determinado o indeterminado, su vencimien-
to opera con efectos extintivos del vínculo contractual. Si no se ha fijado plazo alguno,
el mandato continúa hasta tanto se produzca alguna otra causa de extinción, como
podría ser la muerte de alguna de las partes, o la revocación que haga el mandante. A
tales fines, creemos que una pauta de interpretación para valorar el cumplimiento o
no del plazo, surge de los criterios que el art. 871, CCyC fija para regular el tiempo
de pago, en el que se describen los diversos supuestos en orden al tipo de plazo de
que se trate. En cualquier caso, los efectos de esta extinción serán siempre a futuro,
98 Esta posición es sostenida por ESPER, Mariano, en Rivera, Julio César, Medina Graciela (Directores),
Código Civil y Comercial de la Nación comentado, La Ley, 2014, t. IV, p. 145.
99 JUNYENT BAS, Francisco A., GARZINO, María Costanza, ob. cit.
218 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
quedando firme todas las prestaciones cumplidas hasta el fenecimiento del plazo,
en cualquier modalidad que sea.
El segundo supuesto, es la extinción del contrato por el cumplimiento de una con-
dición resolutoria pactada. Se trata de un supuesto en el que las partes acordaron sujetar
la vida del contrato a un acontecimiento futuro e incierto, que de verificarse tiene por
efecto extinguir el vínculo contractual. El régimen actual establece que “la condición
no opera retroactivamente, excepto pacto en contrario” (art. 346, CCyC). A su vez, el
cumplimiento de la condición obliga a las partes a entregarse o restituirse, recípro-
camente, las prestaciones convenidas, aplicándose los efectos correspondientes a la
naturaleza del acto concertado, a sus fines y objeto. Si se hubiese determinado el efecto
retroactivo de la condición, el cumplimiento de ésta obliga a la entrega recíproca de lo
que a las partes habría correspondido al tiempo de la celebración del acto. No obstante,
subsisten los actos de administración y los frutos quedan a favor de la parte que los ha
percibido (art. 348, CCyC).
Otro modo de culminación normal, está dado por la ejecución del negocio para
el cual fue dado. Si el mandante encargó al mandatario la realización de uno o varios
actos jurídicos y éste los ejecutó conforme lo previsto en el contrato, éste se extingue
por agotamiento de su objeto. La verificación de este supuesto de extinción, presupo-
ne valorar aspectos fácticos del caso concreto, para poder establecer si el mandatario
ha dado cumplimiento adecuado a la gestión encomendada con los alcances y en los
límites fijados por el mandante. Acreditado ello, la relación contractual queda vacía de
contenido por falta de objeto.
contratos se hacen para ser cumplidos y no pueden ser dejados sin efecto por voluntad
unilateral de una de las partes, y su contenido solo puede ser extinguido por acuerdo de
partes o en supuestos expresamente previsto por ley (art. 959, CCyC).
En el marco del régimen anterior al nuevo CCyC, el ejercicio de esta facultad,
siempre que no se ejercite de modo abusivo por parte del mandante, no generaba en
principio ninguna responsabilidad, más allá de la que se deriva de los hechos ya cum-
plidos por el mandatario (v. gr. pago de la retribución pactada en proporción a la activi-
dad cumplida, conf. art. 1958 CC Vélez).
Tampoco se supeditaba, en principio, a la necesidad de acreditar la existencia
de una justa causa, ni mucho menos a un preaviso, pues el mandante podía hacerlo
“siempre que quiera” (art. 1970, CC Vélez). Bien entendida esta regla, debía inter-
pretarse que regía para los casos en los que el mandato sea otorgado en exclusivo
interés del mandante; pero si lo era en interés de mandante y mandatario, o del
mandante y un tercero, la posibilidad de revocación del mandato sí debe sujetarse
a la invocación de una justa causa bajo el riesgo de afectar el derecho de terceros,
y tener que responder por ese acto.
El sistema actual no contiene una regulación expresa sobre la revocabilidad del
mandato similar a la que existía. No obstante ello, prevé a la revocación como una
causa de extinción (art. 1329, inc. c, CCyC), por lo que claramente contempla su ad-
misibilidad, regulando luego los efectos que ella produce (art. 1331, CCyC). En la
regulación de la teoría general del contrato, en el capítulo de la extinción del contrato,
consagra que “el contrato puede ser extinguido total o parcialmente por la declaración
de una de las partes, mediante rescisión unilateral, revocación o resolución, en los casos
en que el mismo contrato, o la ley, le atribuyen esa facultad” (art. 1077, CCyC). Esta
vicisitud, salvo pacto en contrario, produce efectos solo para el futuro, dejando firmes
las prestaciones cumplidas hasta el ejercicio de esta facultad (art. 1079, inc. a, CCyC).
Por su parte, tampoco existe en el Capítulo del mandato una regulación específica
respecto del modo de comunicar la decisión de revocarlo. Por ende, se rige por la apli-
cación de los principios generales en materia de extinción del contrato por voluntad de
una de las partes, para lo cual deberán respetarse las reglas que emergen de los arts.
1078 y ss., CCyC en la medida que resulten pertinentes para este tipo de vicisitud.
El art. 1331, CCyC introduce una regulación interesante y novedosa en esta ma-
teria, precisando los efectos que produce el ejercicio de esta facultad por parte del
mandante. La norma dispone: “La revocación sin justa causa del mandato otorgado por
tiempo o asunto determinado obliga al mandante a indemnizar los daños causados; si el
mandato fue dado por plazo indeterminado, el mandante debe dar aviso adecuado a las
circunstancias o, en su defecto, indemnizar los daños que cause su omisión”.
Del análisis de su texto pueden distinguirse que los efectos de la revocación varían
según la modalidad con la que haya sido pactado el mandato y las circunstancias que
rodean al ejercicio de esta facultad.
a) Si se trata de un mandato otorgado “por tiempo o asunto determinado”, para que
el mandante no tenga responsabilidad alguna, más allá de las prestaciones que deba
cumplir por la tarea realizada por el mandatario hasta ese momento, es necesario que
la revocación sea con justa causa. Como se dijo, esto constituye una innovación del
sistema pues esta condición no existía en el anterior.
220 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
La existencia de la justa causa es una cuestión fáctica que depende del caso con-
creto, y que resulta de la valoración de las circunstancias que lo rodeen. Parece claro
que el concepto de “justa causa” no apunta a identificar un incumplimiento esencial del
mandatario, pues en ese caso la extinción del contrato operaría como una resolución
por incumplimiento (arts. 1083 y 1084, CCyC). Con esa noción se pretende aludir más
bien a una pérdida de confianza en el mandatario, encontrándose allí la ratio iuris de la
norma. Y una pauta a tener en cuenta para definir la existencia o no de la justa causa,
podría ser una disposición contenida en el antiguo régimen de la sociedad civil, cuando
se disponía “habrá causa legítima para revocar el mandato, si el socio administrador por
un motivo grave, dejase de merecer la confianza de sus asociados, o si le sobreviniese
algún impedimento para administrar bien los negocios de la sociedad” (art. 1682, CC
Vélez). A su vez, también debe tenerse en cuenta que cuanto mayor es el deber de obrar
con prudencia, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoración de la previsi-
bilidad de las consecuencias. Y “cuando existe una confianza especial, se debe tener
en cuenta la naturaleza del acto y las condiciones particulares de las partes” (art. 1725,
CCyC), disposición claramente operativa para el contrato de mandato.
Por el contrario, en esta misma hipótesis, si la revocación es sin justa causa
“obliga al mandante a indemnizar los daños causados”, debiendo destacarse que
para la procedencia de esta indemnización debe existir un perjuicio directo o indi-
recto, actual o futuro, cierto y subsistente (art. 1739, CCyC). Asimismo, en orden
a la cuantía de esa responsabilidad, debe ponderarse que “en los contratos se res-
ponde por las consecuencias que las partes previeron o pudieron haber previsto al
momento de su celebración” (art. 1728, CCyC).
b) En el caso que el mandato sea otorgado por plazo indeterminado, el mandante
puede revocar aun sin invocación de justa causa, en la medida que dé “aviso adecua-
do a las circunstancias”. De lo contrario, debe indemnizar los daños ocasionados por
esa omisión. En este supuesto se exige para la revocación cumplir con un preaviso,
de modo que el mandatario pueda conocer con algún tiempo de anticipación la futura
extinción del vínculo y así tomar las medidas necesarias para mitigar las consecuencias
negativas que tal acto le pueda ocasionar. Este requisito no es más que una consecuen-
cia de que los derechos deben ser ejercidos de buena fe (art. 9º, CCyC), pues la ley no
ampara su ejercicio abusivo que contraríe los fines que los inspiran (art. 10, íb.).
Ahora bien, la norma no estipula un plazo de preaviso, sino que se limita a indicar
que debe ser adecuado a las circunstancias. Esta pauta de razonabilidad puede ser pre-
cisada en alguna medida en función de las soluciones que el propio código brinda para
otros casos que guardan vinculación con éste. Así, debe recordarse que en los contratos
de larga duración (como podría ser un mandato por plazo indeterminado), las partes
deben ejercitar sus derechos conforme con un deber de colaboración, respetando la re-
ciprocidad de las obligaciones del contrato, considerada en relación a la duración total
(art. 1011, CCyC). Por su parte, tratándose de contratos por tiempo indeterminado, po-
dría recurrirse por vía analógica a lo que dispone en materia de contrato de suministro
el art. 1183, CCyC en cuanto prevé que si no existe pacto en este sentido (léase: pacto
referido al plazo de preaviso), debe estarse a los usos, y en su defecto “el aviso debe
CONTRATO DE MANDATO 221
Respecto de este primer aspecto del art. 1330, CCyC, se consagra la posibilidad que
las partes pacten expresamente la irrevocabilidad del mandato. En esencia, con la remi-
sión que efectúa a las normas del poder, condiciona dicha posibilidad a la concurrencia
de una serie de requisitos, a saber: que lo sea para actos determinados, por un plazo
100 También pueden correlacionarse con este tema los arts. 1492, 1508 y 1522, CCyC que establecen la
exigencia del preaviso para extinguir unilateralmente y sin justa causa, los contratos de comercializa-
ción celebrados por tiempo indeterminado.
222 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
cierto y en un interés legítimo, de un modo similar al que lo hacía el art. 1977 CC Vélez
(introducido por Ley 17.711). Vale aclarar que aun en estos casos, este tipo de mandato
puede ser revocado mediando justa causa, conforme se verá seguidamente.
El CCyC, como ya se anticipó, no regula las condiciones del mandato irrevocable.
Lo admite como una posibilidad válida, y remite a la regulación contenida en el art.
380, CCyC para el poder de representación. Si bien las vinculaciones entre el mandato
y la representación son muy estrechas, resulta una tanto criticable esta opción de remitir
directamente a las normas de la extinción del poder. Es que debe tenerse en cuenta que
la revocación del poder y la revocación del mandato, son nociones independientes. Sin
pretender profundizar esta cuestión, coincidimos en que la distinción tiene decisiva
trascendencia cuando se le asigna carácter abstracto al apoderamiento y se lo dota, por
tanto, de autonomía respecto de la relación causal, de manera que no pueda ser afectado
por las vicisitudes o la invalidez de ésta 101. De ahí que no parece del todo acertada la
remisión directa que hace el art. 1330, CCyC sin ningún aditamento.
La remisión al inc. c del art. 380, CCyC es la que contempla, en estricto rigor, el su-
puesto del mandato irrevocable. Así, dicha disposición prevé que el poder se extingue, por
la revocación efectuada por el representado; sin embargo, un poder puede ser conferido de
modo irrevocable, siempre que: a) lo sea para actos especialmente determinados, es decir
que un poder general no puede revestir el carácter de irrevocable, sean actos de administra-
ción o de disposición; b) limitado por un plazo cierto; y c) en razón de un interés legítimo
que puede ser solamente del representante, o de un tercero, o común a representante y re-
presentado, o a representante y un tercero, o a representado y tercero. Se extingue llegado el
transcurso del plazo fijado y puede revocarse si media justa causa.
Respecto del último requisito, es decir el referido a la existencia de un interés legí-
timo, se aprecia que queda excluida la situación en la que el poder se otorga en el único
interés del poderdante o representado (léase mandante), pues en este caso resultaría
ilógica otorgarle un carácter irrevocable si el único interés en juego es del que confiere
el mandato, por lo que el carácter revocable resulta esencial.
A su vez, cabe observar también que el art. 380 inc. c menciona en primer lugar a un
interés que sea “solamente del representante”, que traducido al contrato de mandato, se
refiere al mandatario, esto es la persona que actúa en el interés de otro. Sobre este punto
cabe señalar, que la doctrina en la materia sostiene que el mandato en el interés exclusivo
del mandatario no es técnicamente un mandato, sino un mero consejo (ver doctrina que
informaba los arts. 1892 y 1893, CC Vélez). Ello es así por cuanto tal situación trastoca la
naturaleza misma de este contrato, el que se transformaría en un acuerdo en interés y por
cuenta del mandatario, no engastando en el concepto analizado del art. 1319, CCyC. De
modo que esta primera hipótesis que prevé el artículo, que sí rige y resulta aplicable para la
irrevocabilidad de un poder 102, es de dudosa operatividad en materia del contrato de man-
dato, aun frente a la remisión que efectúa el art. 1330, CCyC.
En función de tales observaciones es que resulta importante delimitar de modo
correcto el sentido de la palabra “interés legítimo” que utiliza la norma en juego. A
ese “interés” debe asignársele una connotación más jurídica que económica. Se trata
del interés que constituye el núcleo de un derecho subjetivo. El interés que puede jus-
tificar la irrevocabilidad no concierne a la relación representativa, sino que se refiere
a su objeto. Así, en las hipótesis de apoderamiento conferido en el interés legítimo del
apoderado (tal como prevé el primer supuesto del art. 380 inc. c), en el cual este actúa
como procurator in rem suam, se requiere siempre que el apoderado haga valer un
derecho subjetivo preexistente (diverso de aquel que puede derivarse directamente del
mandato), de modo que el encargo sirva para garantizarlo o satisfacerlo 103.
Por último, cabe señalar que no existe una previsión que resuelva las consecuencias
de un mandato pactado como irrevocable, y que no reúna los requisitos que venimos
analizando. La respuesta que de modo pacífico proporciona la doctrina en este supues-
to es que el mandante no pierde su derecho potestativo a revocar el mandato (en el
régimen actual con las consecuencias ya vistas del art. 1331, CCyC), pero puede tener
influencia decisiva en el efecto de tornar obligatoria la indemnización de los daños y
perjuicios que se deriven de la misma.
En relación a la remisión al inc. b del art. 380, CCyC que hace el art. 1331, coinci-
dimos con la interpretación que considera que este supuesto no constituye un supuesto
de mandato irrevocable, sino que allí se regula el mandato (poder) que puede seguir
siendo ejercido después de la muerte del poderdante o mandante, lo que en realidad no
tiene que ver con la irrevocabilidad del mandato, sino con su continuación luego de ese
evento 104. Se trata de aquellos supuestos en que el mandato comienza a ejecutarse en
vida del mandante, y que en el transcurso de ello acaece el hecho de su muerte, el que es
distinto del caso en el que el mandato se confiere directamente para ser ejecutado luego
de la muerte del mandante, también llamado mandato post mortem.
El dispositivo dispone que el poder se extingue por “la muerte del representante o
del representado; sin embargo subsiste en caso de muerte del representado siempre que
haya sido conferido para actos especialmente determinados y en razón de un interés le-
gítimo que puede ser solamente del representante, de un tercero o común a representan-
te y representado, o a representante y un tercero, o a representado y tercero”. Al igual
que lo que ocurre con el supuesto anterior, se advierte también que queda excluido el
supuesto en el que el poder sea otorgado en el único interés del poderdante o represen-
tado, encontrando justificación en las mismas razones ya expuestas. Excluye también
la exigencia de que el mandato haya sido conferido por un plazo determinado o cierto,
pues lo que la norma regula es justamente la subsistencia luego de la muerte del repre-
sentado o mandante, se supone de un poder o mandato que estaba vigente a ese evento.
La ausencia de una norma similar al art. 1982, CC Vélez 105, ha llevado a alguna
doctrina a criticar de la regulación actual el hecho de que no quede claro si de acuerdo
al inc. c), del art. 380 CCyC la muerte del representante produce ipso facto la extinción
de la representación cuando esta es irrevocable. Así, se afirma que “Se ha abierto una
grieta que deberá ser cubierta por vía jurisprudencial” 106. Sin embargo, adscribimos a
la posición que entiende que si el mandato o poder fue conferido con tales recaudos, y
por ende es un mandato irrevocable, la muerte o incapacidad sobreviviente del mandan-
te o poderdante, no afectan su subsistencia (arg. art. 380, inc. b y c, CCyC).
Como sustento de esa afirmación se explica que “la extinción del mandato por
muerte del mandante está prevista como modalidad para el tipo básico, pero no
para el mandato irrevocable, que es una modalidad especial de mandato, que pre-
senta una nota característica que lo aleja del tipo ordinario”. Asimismo, “porque la
práctica notarial más expandida determina que, precisamente, la mayor utilidad del
poder irrevocable reside en separarlo de las eventualidades ‘que puedan ocurrirle
al mandante –fallecimiento, incapacidad, etc.–; con esa finalidad se otorga, en ge-
neral, este tipo de apoderamiento” 107.
El art. 1330, segundo párrafo, CCyC prevé: “El mandato destinado a ejecutarse
después de la muerte del mandante es nulo si no puede valer como disposición de últi-
ma voluntad”. La norma, a nuestro criterio, ratifica la solución que contenía el sistema
anterior (art. 1983, CC Vélez), dando validez al llamado mandato post mortem, sujeto
siempre al cumplimiento de las formalidades necesarias para que pueda valer como
disposición de última voluntad.
Esta postura no encuentra óbice en la ausencia de las reglas que fijaban los arts.
1980 y 1981, CC Vélez. El primero de ellos establecía que “La muerte del mandante
no pone fin al mandato, cuando el negocio que forma el objeto del mandato debe ser
cumplido o continuado después de su muerte. El negocio debe ser continuado, cuando
comenzado hubiese peligro en demorarlo”. Ello porque entendemos que la pauta dada
en el art. 1330 segundo párrafo, CCyC no permite otra conclusión en la medida que
lo que hace la norma es condicionar a que se implemente de modo tal que pueda valer
como disposición de última voluntad. Entonces en la medida que ello se cumpla, el
mandato va a ser válido (interpretación en sentido contrario del mismo artículo).
Sin embargo, la norma no permite solucionar la fuerte controversia que existía, y
que por ende continuará, en torno a la interpretación que cabe asignar al cumplimiento
de las condiciones necesarias para que valga como disposición de última voluntad, al
igual de la doctrina que se elaboró a la luz del art. 1983, CC Vélez 108.
106 ÁLVAREZ JULIÁ, Luis, SOBRINO REIG, Ezequiel, en Rivera, Julio César, Medina, Graciela (Directores),
Código Civil y Comercial de la Nación comentado, La Ley, 2014, t. I, p. 842.
107 ESPER, Mariano, ob. cit., p. 159.
108 Sin ánimo de ingresar en esta discusión, la misma se centra en dos posiciones: para algunos, el pre-
cepto se refería a la forma de las disposiciones testamentarias –es decir, si el mandato debía adoptar
alguna de las formas de testamento para ser válido post mortem–; otros en cambio, entienden que se
aludía al contenido –respetar el orden público sucesorio–.
CONTRATO DE MANDATO 225
El mandato se extingue también por la renuncia del mandatario (art. 1329 inc. d,
CCyC), lo que constituye un modo clásico de conclusión de este contrato. En el régi-
men anterior, estaba receptado en el art. 1963, inc. 2, CC Vélez y su regulación en los
arts. 1978 y 1979 de dicho cuerpo. También el art. 224 del CCom lo preveía como un
hecho extintivo del mandato comercial.
La facultad de renunciar del mandatario es, al igual que la facultad de revocación
que tiene el mandante, un modo unilateral de extinción del contrato de mandato, y con-
siste en una declaración unilateral de voluntad de carácter recepticio, que produce sus
efectos cuando llega a conocimiento del mandante, sin necesidad –en principio– de su
aceptación (art. 380 inc. d, CCyC). Al igual que la revocación, solo es oponible a los
terceros a los que fue comunicada, salvo que se pruebe que éstos la conocían al momen-
to de celebrar el acto jurídico (art. 381, íb.).
Tradicionalmente, la justificación de esta facultad conferida al mandatario se en-
contraba en el carácter gratuito de la figura, al que ya hicimos referencia (ver punto IV.3
de este trabajo). De allí derivaba indefectiblemente la facultad de renunciar que tenía
el mandatario, pues en definitiva cumplía una gestión ajena sin recibir nada a cambio.
Hoy, en donde rige la presunción de onerosidad (art. 1322, CCyC) que quita sustento al
argumento anterior, el fundamento de esta facultad parece encontrarse en la necesidad
de intentar poner al mandatario en una situación similar a la del mandante, que cuenta
con la facultad de extinguir unilateralmente el mandato por medio de la revocación. No
obstante este último argumento es de dudosa solvencia, si se repara que los motivos que
justifican la revocación que puede ejercer el mandante, analizados en el punto anterior,
no son replicables para sustentar una facultad similar en el mandatario, que no es el
dueño del negocio y actúa para satisfacer un interés ajeno.
Por otro lado, esta facultad del mandatario no es absoluta, sino que cuenta con
claras limitaciones. Así, por ejemplo, en el caso de un mandato irrevocable en el que el
interés legítimo es común a las partes, difícilmente pueda ser objeto de renuncia si con
ella se frustra el convenio básico entre mandante y mandatario que sirve de sustento a
la irrevocabilidad109.
Entonces, la facultad de renunciar que tiene el mandatario, lejos de ser una potestad
ilimitada, se encuentra condicionada al cumplimiento de una serie de recaudos. Desde
esta perspectiva, el art. 1332, CCyC dispone: “La renuncia intempestiva y sin causa
justificada del mandatario obliga a indemnizar los daños que cause al mandante”. En
una interpretación en sentido contrario, puede afirmarse que para que el mandatario
pueda poner fin al mandato con su renuncia, sin tener que indemnizar al mandante,
deberá hacerlo en tiempo oportuno, o en su defecto, con justa causa. De ello se deriva
que la regla en esta materia es que el mandatario no puede renunciar libremente sin
consecuencias patrimoniales. Solo cuando cumpla con las condiciones que impone esta
norma, podrá verse liberado de toda obligación indemnizatoria. Ello no es más que
una consecuencia del principio que los derechos deben ser ejercidos de buena fe y sin
contrariar los fines del ordenamiento jurídico (arts. 9 y 10, CCyC).
110 Garrido Cordobera, Lidia, Borda, Alejandro, Alferillo, Pascual (Directores), Código Civil y Comer-
cial. Comentado, Anotado y Concordado, Astrea, Buenos Aires, 2015, t. 2, p. 605.
CONTRATO DE MANDATO 227
mandato, sino que éste puede ser ejecutado por el mandatario. Aun frente a la ausencia
de una norma similar al art. 1982, CC Vélez, estimamos que esta conclusión es válida
en el régimen actual, según los fundamentos que se expusieron al tratar el mandato
irrevocable (remitimos al punto XIV 2.2).
La hipótesis contenida en el art. 380 inc. b, contempla el supuesto del mandato que
subsiste después de la muerte del poderdante o mandante. Es el caso del mandato cuya
ejecución empieza en vida del mandante, el que debe continuar aun a pesar de su muerte en
la medida que se cumplan los requisitos de la norma citada. Remitimos al punto, donde se
abordó este tema.
Producida la extinción del contrato de mandato por muerte de alguna de las partes,
salvo los casos que hemos analizado en el punto anterior, las consecuencias que ello
produce se encuentra expresamente reguladas.
Así, en caso de muerte o incapacidad del mandatario, sus herederos, representantes
o asistentes que tengan conocimiento del mandato deben dar pronto aviso al mandante
y tomar en interés de éste las medidas que sean requeridas por las circunstancias (art.
1333, primer párrafo, CCyC). De este modo, se impone a los herederos avisar de inme-
diato del evento acaecido, ya que indudablemente tiene directa repercusión en la eje-
cución del contrato. Asimismo, al igual que se le imponía al mandatario aun en caso de
no aceptar el encargo en el supuesto del art. 1324, último párrafo, CCyC ya analizado,
se exige a los herederos adoptar las medidas urgentes que aconsejen las circunstancias
para evitar un perjuicio al mandante, aunque el vínculo se haya extinguido.
Por otro lado, en caso de muerte o incapacidad del mandante, el mandatario debe
ejecutar los actos de conservación si hay peligro en la demora, excepto instrucciones
expresas en contrario de los herederos o representantes (art. 1333, segundo párrafo,
CCyC). Aquí se impone al mandatario adoptar los actos de conservación necesarios
siempre que exista “peligro en la demora”. De modo que si esta situación no se verifica,
no pesa deber alguno sobre su parte. Aun existiendo peligro en la demora, si existen
instrucciones expresas en sentido contrario de los herederos o representantes del man-
dante fallecido, el mandatario deberá abstenerse de ejecutar acto alguno, no incurriendo
en ningún tipo de responsabilidad.
Bibliografía
ALTERINI, Jorge H., Director general, Aicega, María Valentina, Gómez Leo, Osvaldo R.,
Leiva Fernández, Luis F., Directores del tomo, Código Civil y Comercial Comenta-
do, La Ley, Buenos Aires, 2015, t. VI.
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leyes complementarias, Comentado, Anotado y Concordado, Editorial Astrea, Bue-
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BONET, Ramón Francisco, Naturaleza jurídica del contrato de mandato, Bosch, Barce-
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BORDA, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil. Contratos, Perrot, Buenos Aires,
1997, t. II.
BUERES, Alberto J., MAYO, Jorge A., “Algunas ideas básicas para una teoría de la re-
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FONTANARROSA, Rodolfo O., Derecho Comercial Argentino (Parte General), 3ª ed., Za-
valía, Buenos Aires, 1967.
CONTRATO DE MANDATO 229
CAPÍTULO IX
1. CONCEPTO
La definición normativa contenida en art. 1781 CCyC expresa que “hay gestión de
negocios cuando una persona asume oficiosamente la gestión de un negocio ajeno por
un motivo razonable, sin intención de hacer una liberalidad y sin estar autorizada ni
obligada, convencional o legalmente”.
Vemos entonces que este instituto constituye en su funcionamiento una excepción
al principio, según el cual, no cabe en derecho inmiscuirse en los asuntos y negocios
ajenos sin autorización. El supuesto excepcional solo es posible, “cuando el gestor,
desprovisto de intereses personales, actúa por un motivo razonable, consistente por lo
general en impedir un daño al dueño del negocio”112.
Para hacer aún más accesible el concepto, nada mejor que traer alguna casuística
sobre el tema como la expuesta, por ejemplo, por Salvat.
1) Una persona se encuentra ausente y el techo de su casa amenaza derrumbarse
por circunstancias accidentales. El vecino hace practicar las reparaciones necesarias.
2) Un amigo está ausente y el acreedor de una deuda que aquel tiene, amenaza con
proceder ejecutivamente contra sus bienes. El otro amigo paga la deuda u obtiene un
plan de pago mediante un anticipo monetario.
3) Cabe también recordar que este autor, cita el caso del condómino que en los
hechos administra la propiedad común por ausencia del titular de la administración, sin
haber obtenido mandato al efecto.
Es que efectivamente, la gestión de negocios no excluye la posibilidad de que el
gestor actúe a partir de un interés común con el dueño del negocio.
4) Puede citarse también el ejemplo del hotelero que recoge y hace atender al obre-
ro que ha sufrido un accidente en la vía pública113.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que las hipótesis de gestión de negocios no
han de ser únicamente contratos y actos jurídicos que realice el gestor. Pueden ser tam-
bién actos materiales, como apuntalar una pared, levantar un vehículo que ha sufrido
un siniestro y llevarlo a remolque por el propio gestor. Estos simples actos materiales
suelen ser muy variados.
Obviamente, no pueden considerarse dentro de la gestión los actos personalísimos del
dueño del negocio como tampoco aquellos que carezcan de contenido patrimonial114.
Si vinculamos pues la definición legal con los supuestos fácticos que hemos citado,
podemos establecer que en la gestión de negocios concurren los elementos siguientes:
1- el gestor lleva a cabo negocios de otro, que pueden traducirse en actos jurídicos
o en simples actos materiales, dotados en ambos casos de contenido patrimonial.
2- el gestor carece de mandato, actúa sin autorización, instrucción, apoderamien-
to ni obligación alguna, sea ésta legal o convencional.
3- actúa además por un motivo razonable, que generalmente consiste en evitarle
un daño a otro, ausente, que no puede ocuparse de sus asuntos propios.
Puede suceder, ya lo hemos dicho, que esta situación exista entre condóminos
o personas con intereses comunes, cuando el encargado de tales negocios, no esté
en condiciones de atenderlos y entonces, en su ausencia, sean abordados por otro
de los propietarios.
4- el gestor no se propone realizar una liberalidad sino evitar un daño al dueño
del negocio, aunque teniendo en vista obtener el reembolso de los gastos realizados y
de los perjuicios sufridos sin su culpa. Su pretensión es también dejar la continuidad
del negocio a cargo de su dueño o titular, con el correspondiente plexo de derechos y
obligaciones frente a los terceros.
Es posible que existan casos en que el gestor haya tenido el propósito de llevar a
cabo una liberalidad, con lo cual no habrá realmente gestión de negocios.
La intención de efectuar una liberalidad puede desprenderse de distintas circuns-
tancias, ya sea una manifestación expresa o hechos que la revelen tácitamente, como
113 SALVAT, Raymundo M., Tratado de Derecho Civil Argentino, 2ª ed. actualizada por Acuña Anzorena,
Arturo, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1957, t. III, pp. 592/593.
114 COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H., “La gestión de negocios y el principio de no injerencia”, La Ley,
1998-E-867, cit. por Leiva, Claudio, en Garrido Cordobera, Lidia; Borda, Alejandro; Alferillo, Pascual
F., (Dir.), Krieger, Walter F. (Coord.), Código Civil y Comercial comentado, anotado y concordado,
Astrea, Buenos Aires, 2015, t. II, p. 1116.
GESTIÓN DE NEGOCIOS Y EMPLEO ÚTIL 233
por ejemplo “una clara diferencia en la posición económica de las partes; gestor acau-
dalado, dueño del negocio no”115.
1) El gestor debe tener capacidad para celebrar el contrato que se vincula con su
gestión, ya que sería contradictorio que asumiera como gestor, ciertas obligaciones que
no podría contraer como parte de un contrato.
Habrá que examinar pues, cada caso en particular, porque por ejemplo, un menor con
título habilitante podría gestionar aquellas obligaciones que son inherentes a su profesión y
no aquellas que sólo pueden ser asumidas por quienes tienen capacidad plena.
2) En cambio el dueño del negocio puede ser una persona incapaz de contratar por-
que sus obligaciones no proceden de un contrato sino de la ley.
Sus representantes podrán eventualmente ratificar oportunamente lo actuado
por el gestor117.
De acuerdo con el art. 1782 del CCyC el gestor tiene frente al dueño del negocio
distintas obligaciones.
a) la primera de ellas consiste en “avisar sin demora la gestión y aguardar su res-
puesta, siempre que esperarla no resulte perjudicial”.
Ello así para permitir que el titular del negocio ratifique o no lo actuado por el
gestor, asuma personalmente las obligaciones generadas o bien le pida al gestor que
siga actuando, con lo cual ya habría mandato, o por último le prohíba al gestor seguir
interviniendo, lo que sería una clara disconformidad con el proceder de este último.
b) la segunda obligación determina que el gestor debe “actuar conforme a la conve-
niencia y a la intención real o presunta del dueño del negocio”.
Los términos en que está concebida esta obligación nos conduce a la idea de
que quien puede interpretar “la conveniencia” y “la intención real o presunta del
dueño del negocio” va ser normalmente quien tiene un claro conocimiento de las
actividades de aquel, “de su forma de conducirse frente a ciertas circunstancias
y también a rasgos o características de la persona. Ha tenido acceso a un conoci-
miento integral de su vida y acción. El vínculo jurídico responde a relaciones de
conocimiento previo y con cierto grado de estrechez”118.
Acotamos nosotros que cuando tal vínculo previo no exista, ello no excluye la
posibilidad de la gestión y en tal caso el gestor deberá proceder sobre la base de una
voluntad presunta del dueño del negocio, que ha de encontrarse en el parámetro que
ofrezcan comportamientos similares en la vida cotidiana con mayor exigencia para el
gestor si la tarea emprendida es de incumbencia profesional.
c) la tercera de las obligaciones del gestor requiere “continuar la gestión hasta
que el dueño del negocio tenga la posibilidad de asumirla por sí mismo o, en su
caso, hasta concluirla”.
Advierte Salvat que en el contexto de esa continuidad “la obligación comprende,
no sólo el negocio principal, sino también sus dependencias, es decir, las operaciones
accesorias o complementarias” y que ante una hipótesis de controversia entre dueño
del negocio y gestor, “corresponde a los jueces determinar cuál es la extensión de las
obligaciones a cargo del gestor”119.
d) la cuarta obligación radica en “proporcionar al dueño del negocio información
adecuada respecto de la gestión”.
Esta obligación adquiere especial importancia según la complejidad y duración de
la gestión, debiendo tenerse presente que ella se da siempre en un contexto temporal en
donde el dueño del negocio, aunque conozca el asunto, no se encuentra en condiciones
ni de ratificar lo actuado por el gestor, ni de asumir personalmente el negocio.
e) la última de las obligaciones del gestor, se refiere al deber de rendir cuentas al
dueño del negocio al concluir la gestión por cualquier motivo que fuere.
El cumplimiento de esta obligación deberá efectuarse mediante las reglas del
mandato, aplicables supletoriamente en la especie (art. 1790). A su vez en la regu-
lación del mandato, el art. 1334 remite a los arts. 858/864 que tratan de la rendición
de cuentas en general.
Conforme con el art. 1785, las obligaciones del dueño del negocio para con el
gestor están subordinadas a que la gestión haya sido conducida útilmente “aunque la
ventaja que debía producirse no se haya producido o haya cesado”.
Acerca del concepto de utilidad de la gestión, se entiende que se trata de un cum-
plimiento regular, tal como hubiera sido el comportamiento del dueño del negocio en
función de su interés120.
Con respecto a la subsistencia de la utilidad de la gestión aun frustrándose sus resul-
tados, el mismo Salvat, que hemos citado reiteradamente nos aporta buenos ejemplos.
Tal el caso de la persona “que efectúa gestiones para el cobro del crédito de
un ausente y después cuando el crédito ya ha sido judicialmente reconocido y se
habían tomado las medidas pertinentes para asegurar su cobro, el deudor quiebra y
el crédito se pierde”.
Otro supuesto digno de ponderar tiene lugar cuando “una persona hace reparar la
casa de un ausente, la cual amenaza derrumbarse y después ella es destruida por un
incendio o un terremoto”121.
Sentada esta premisa acerca de la utilidad de la gestión como presupuesto de las
obligaciones del dueño del negocio, analizaremos ahora cada una de ellas:
a) reembolsar al gestor el valor de los gastos necesarios y útiles, con los intereses
legales desde el día en que fueron hechos.
La norma comprende no solamente los gastos imprescindibles que haya hecho el
gestor, sino también aquellos que hayan sido convenientes o beneficiosos en función
del negocio.
b) la segunda obligación del dueño y titular del asunto consiste en liberar al gestor
de las obligaciones personales que haya contraído a causa de la gestión.
Ello supone que si la gestión ha sido útil el dueño del negocio debe llevar a cabo
todas las gestiones necesarias para que el gestor quede desobligado frente al tercero con
quien éste se hubiere obligado en interés ajeno.
c) el dueño del negocio está también obligado a reparar al gestor aquellos daños que
éste haya sufrido por causas ajenas a su responsabilidad.
Se entiende que, tanto por el reembolso de gastos, como por los daños sufridos sin
responsabilidad, el gestor dispone del derecho de retención actualmente regulado en los
arts. 2587 al 2593 del CCyC.
d) la última de las obligaciones que tiene a su cargo el dueño del negocio se refiere
al deber de remunerar al gestor “si la gestión corresponde al ejercicio de su actividad
profesional o si es equitativo en las circunstancias del caso”.
2.3. Responsabilidad del gestor por los daños que cause por su culpa al dueño del
negocio
Se consagra esta regla en el actual art. 1786 que reconoce como antecedente el art.
2291 del CC Vélez.
La nueva norma establece que la diligencia de gestor “se aprecia con referencia
concreta a su actuación en los asuntos propios”. Nos resultaba más clara la premisa del
art. 2291, 1ª parte contenida en el Código histórico: “el gestor de negocios responde de
toda culpa en el ejercicio de su gestión, aunque aplicase su diligencia habitual”.
La segunda parte del nuevo artículo señala ciertas pautas a considerar, que constitu-
yen en todo caso circunstancias atenuantes de la responsabilidad del gestor.
a) si se ha tratado de una gestión urgente.
b) si procura librar al dueño del negocio de un perjuicio, lo cual en realidad suele
ser el motivo que habitualmente determina la gestión.
c) si el gestor actúa por motivos de amistad o afección.
2.4. Responsabilidad del gestor por el daño causado por caso fortuito
En todas las relaciones entre dueño del negocio y gestor se aplican supletoriamente
las reglas del mandato (art. 1790, 1ª parte).
1- La primera regla que debemos tener en cuenta es que “el gestor queda perso-
nalmente obligado frente a los terceros” como si hubiera contratado en interés propio.
2- Sin embargo, el gestor queda liberado respecto a las obligaciones contraídas por
él a través de tres supuestos.
a) que el dueño del negocio ratifique su gestión (arts. 1784, 1789 y 1790, 2ª parte).
b) que el dueño del negocio asuma formalmente las obligaciones contraídas por el
gestor (arts. 1784 y 1789).
c) cuando la gestión ha sido útilmente conducida, lo cual requiere el reconocimien-
to del dueño del negocio o la resolución judicial que así lo establezca.
3- Ahora bien: en cualquiera de estos tres supuestos, los terceros que contrataron
con el gestor, en la medida que sean terceros de buena fe, tendrán acción contra el
238 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
gestor y también contra el dueño del negocio123. A nuestro juicio esta alternativa no se
verifica si el gestor hubiera advertido al tercero el carácter en que actúa y ello hubiera
sido aceptado por aquel produciéndose luego la ratificación del negocio por su dueño,
con efectos retroactivos como lo indica el art. 1790 en su segunda parte.
4. CONCLUSIÓN DE LA GESTIÓN
1- La primera hipótesis, por la cual la gestión concluye, tiene lugar cuando pese a
encontrarse en trámite, el dueño del negocio se encuentra en condiciones de conducirla
personalmente (art. 1782 inc. b). Se reitera aquí el criterio del art. 2290 CC Vélez.
2- La segunda posibilidad de que la gestión concluya, contemplada en el mismo art.
2290 del CC Vélez, se produce cuando el dueño del negocio fallece durante el trámite
de la gestión, en cuyo caso el gestor debe continuarla hasta que los herederos del dueño,
queden en condiciones de asumirla.
Aunque este pasaje de la norma no ha sido expresamente receptado en el nuevo
Código, entendemos que cabe exigir en este caso la continuidad provisoria del ges-
tor, ya que en tales circunstancias subsisten los motivos razonables que impulsaron
su intervención y sería perjudicial para la sucesión del dueño, que el trámite de la
gestión fuere abandonado.
3- La tercera situación por la cual la gestión concluye anticipadamente, se verifica
cuando el dueño, seguramente contrariado o disconforme, le prohíbe al gestor con-
tinuar actuando como lo dispone el art. 1783 en su primera parte. En tal supuesto el
gestor sólo podrá seguir interviniendo bajo su responsabilidad, en la medida que lo
haga en razón de un interés propio, como sería el caso de un condómino, en el cual el
administrador que ha expresado la prohibición, no se encuentra sin embargo en condi-
ción de reasumir el negocio.
4- La cuarta alternativa tiene lugar cuando la gestión se desarrolla íntegramente y
concluye sin que el dueño haya podido hacerse cargo de ella (art. 1783, 2ª parte).
5- El quinto motivo de conclusión de la gestión, se verifica cuando el dueño del
negocio ratifica lo actuado por el gestor y asume sus obligaciones en cuyo caso ya no
habrá gestión sino mandato (arts. 1784, 1785 inc. B, 1789 y 1790, 2ª parte).
6- La gestión de negocios termina también con la muerte del gestor, salvo el deber
de sus herederos de rendir cuentas. Ha entendido la doctrina que “si los herederos del
gestor continúan los negocios pendientes, habrá una nueva gestión de negocios entre
ellos y el dueño, pero no la continuación de la que había emprendido su causante”124.
5. EMPLEO ÚTIL
Concepto
El art. 1791 en su primera parte caracteriza como empleo útil a la actividad de quien
“sin ser gestor de negocios ni mandatario, realiza un gasto, en interés total o parcial-
mente ajeno” lo que le genera el “derecho a que le sea reembolsado su valor, en cuanto
haya resultado de utilidad, aunque después ésta llegue a cesar”.
El problema principal que presenta esta figura se refiere a la necesidad de distin-
guirla de la gestión de negocios y en tal sentido vemos que mientras la gestión suele
constituir de parte del gestor una actividad más o menos compleja según los casos,
donde confluyen servicios, tareas de administración y gastos, el empleo útil es especí-
ficamente un gasto ocasional en dinero que debe tener utilidad, concepto que ya cono-
cemos por haberlo tratado en la gestión de negocios.
Bibliografía
CAPÍTULO X
CONTRATOS DE CONSIGNACIÓN
Y ESTIMATORIO
1. CONSIGNACIÓN O COMISIÓN. 1.1. Concepto. 1.2. Partes. 1.3. Objeto. 1.4. Capacidad.
1.5. Consentimiento. 1.6. Elementos. 1.7. Forma. 1.8. Modalidades. 1.9. Régimen
jurídico. 2. INDIVISIBILIDAD. DURACIÓN. 3. EFECTOS. OBLIGACIONES DE LAS PARTES. 4.
ALGUNAS PARTICULARIDADES DEL CONTRATO. PLAZOS Y CRÉDITOS OTORGADOS POR EL
CONSIGNATARIO. 5. RETRIBUCIÓN DEL CONSIGNATARIO. 5. RETRIBUCIÓN DEL CONSIGNATARIO.
6. EL CONTRATO DE CONSIGNACIÓN Y LAS RELACIONES DE CONSUMO.
7. CONTRATO ESTIMATORIO.
1. CONSIGNACIÓN O COMISIÓN *
donde el mandato era principalmente representativo, aunque podía no serlo, así como
podía ser gratuito u oneroso (incoloro), sin presunción alguna.
De igual manera en el nuevo esquema de este CCyC el mandato se presume one-
roso como la mayoría de los contratos creditorios, carácter aplicable naturalmente a
la consignación de acuerdo con la presunción de onerosidad de los actos de comercio.
1.1. Concepto
1.2. Partes
Lo primero que advertimos es que las partes del contrato son por un lado el man-
dante –consignante (comitente) que encomienda la realización de uno o varios actos
jurídicos al mandatario– consignatario (comisionista) por el otro, quien se obliga a rea-
lizarlos en el interés del primero (cfr. art. 1319 CCyC). En consecuencia las partes del
contrato son el consignante y el consignatario, y quien contrata con el consignatario es
tercero. “En las relaciones entre comitente y comisionista existe la misma relación de
derecho que entre mandante y mandatario (CNCom., sala B, La Ley, 1983-B, 399)”133.
El legislador al tratar esta figura la particulariza como un mandato que debe ser ce-
lebrado con dos condiciones: a) sin representación, y b) para la venta de cosas muebles.
Si el mandante faculta al mandatario para representarlo y para vender cosas muebles,
habrá mandato representativo con el preciso objetivo de vender cosas muebles, pero no
habrá consignación. De la misma manera, si el mandante, sin conferir representación
faculta al mandatario a vender cosas muebles conjuntamente con inmuebles, o suma la
prestación de servicios, habrá un mandato oculto pero no habrá consignación. Entonces
“para que se verifique el contrato de consignación se requiere la reunión conjunta de
133 Rivera, Julio César, Medina, Graciela, (Dir.) Esper, Mariano (Coord.), Código Civil y Comercial de
la Nación comentado, Thomson Reuters La Ley, Buenos Aires, 2014, t. IV, p. 173.
244 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
los siguientes requisitos: Que se trate de un mandato... Que el mandato otorgado sea sin
representación... Que el encargo del contrato sea una venta...”134.
1.3. Objeto
Del precepto del art. 1335 CCyC surge también que el objeto del contrato de con-
signación es procurar la venta de cosas muebles. Cabe preguntarse si también puede
celebrarse un contrato de consignación para comprar cosas muebles. En principio, la
literalidad del artículo no permitiría una interpretación favorable. Sin embargo, esta
interpretación restrictiva parece alejarse de los parámetros de razonabilidad y del prin-
cipio de libertad contractual para configurar el contenido del contrato (cfr. art. 958
CCyC). Además, el CCyC expresamente impide al consignatario o comisionista “com-
prar ni vender” para sí las cosas dadas en consignación (art. 1341) a fin de evitar un
eventual conflicto de intereses, de donde puede colegirse que el mandato sin represen-
tación, característico de la comisión o consignación, puede tener por objeto comprar y
vender cosas muebles, como se deduce implícitamente de la citada disposición135.
Así es que, si la consignación es para compra de cosas muebles, y siendo en
realidad el consignante o comitente el verdadero interesado en el negocio, el titular
del interés legítimo, no cabe descartar la posibilidad que el consignatario o comi-
sionista utilice la figura del contrato por persona a designar que prevé el art. 1029
CCyC a fin de que luego el consignante o comitente asuma la posición contractual
originaria que asumió el consignatario. La finalidad así es de mediación, que se
traduce en una compra en comisión.
1.4. Capacidad
En cuanto a la capacidad de las partes, han de aplicarse las reglas del mandato, en
principio. Así, el consignante que otorga mandato para la venta necesariamente deberá
contar con capacidad para disponer, recordando que de lo que se habrá de disponer es
de cosas muebles de propiedad del consignante (mandante).
En principio, en la consignación operan las reglas sobre capacidad en el mandato.
Sin embargo, pese a la remisión del artículo 1335 CCyC, no parece que sea directa-
mente aplicable la norma del art. 1323 CCyC que permite el otorgamiento de mandato
a una persona incapaz. Si no media representación, sino un mandato oculto, el tercero
no sabe que el interés en juego es el del consignante o mandante. Él contrata con el
consignatario o mandatario, que de acuerdo con el art. 1337 CCyC es directa y perso-
nalmente responsable para con los terceros contratantes. En consecuencia, para la crea-
ción de este vínculo de responsabilidad obligacional directa es necesaria la capacidad
del consignatario o comisionista, que luego debe necesariamente transmitir los efectos
del negocio celebrado con el tercero a su mandante en virtud del mandato oculto. Para
haber adquirido esos derechos derivados del negocio jurídico celebrado y luego poder
transmitirlos a su verdadero titular, debe tener capacidad. No es un supuesto de repre-
sentación, donde el representado debe ser persona capaz para recibir los efectos del
negocio jurídico celebrado por el representante, que puede tener capacidad restringida
y bastar con su discernimiento (art. 364).
En consecuencia, ambas partes deben ser capaces para celebrar la consignación o
comisión; el consignante (comitente o mandante) tener capacidad de contratar y para
disponer, y el consignatario (comisionista o mandatario) capacidad para contratar a
tenor de las reglas generales de la capacidad (art. 1001 CCyC in fine).
1.5. Consentimiento
1.6. Elementos
1.7. Forma
1.8. Modalidades
2. INDIVISIBILIDAD - DURACIÓN
el supuesto del apartamiento por ese solo hecho, y si debe responder el consignatario
por el apartamiento en que ha incurrido cuando ha mejorado la situación negocial del
consignante que se previó ab initio. La respuesta negativa se impone por dos razones:
en primer lugar porque la norma exige expresamente la existencia de daño al consig-
nante o comitente, en paralelo a los presupuestos necesarios para la procedencia de la
responsabilidad civil (cfr. art. 1716 y conc. CCyC); y en segundo lugar porque aceptar
la posibilidad de responder por incumplimiento contractual cuando no ha existido daño
y por el contrario se han producido beneficios adicionales al consignante o comitente,
sería ir contra los principios de la buena fe, engendrando además una situación de abu-
so del derecho, a tenor de las previsiones de los arts. 9, 10, 961 y concs. CCyC.
La obligación dispuesta por el art. 1338 CCyC se encuadra dentro de las disposi-
ciones del art. 1324 CCyC para el contrato de mandato por remisión el art. 1335 CCyC.
El consignatario o comisionista debe cumplir la comisión con el cuidado que pondría
en sus propios asuntos, de acuerdo con las reglas de su profesión, y a los usos del
lugar. Además tiene el deber de prestar información al comitente, requerir nuevas ins-
trucciones o ratificación de las originales de ser necesario, adoptar medidas urgentes,
mantener reserva de lo que conozca en ocasión de la ejecución de la manda, avisar al
mandante de lo recibido o cobrado y entregárselo, rendir cuentas, etc., siempre prio-
rizando los intereses del consignante o comitente ante la aparición de un conflicto de
intereses (cfr. arts. 1325 y 1341 CCyC).
Por ser profesional, tiene también deberes secundarios de conducta relativos a la
custodia de los bienes, por lo cual deberá ejecutar actos conservatorios de los bienes
recibidos siendo responsable de su deterioro salvo caso fortuito, evitar perjuicios al
comitente, y dar aviso de los deterioros que experimenten los efectos en su poder, así
como de los daños experimentados141.
Por último y en relación a las obligaciones del comisionista o consignatario cabe
dejar en claro que como efecto propio del mandato oculto, los apartamientos, abusos
o excesos en que incurra este mandatario-consignatario respecto de instrucciones re-
cibidas por su mandante-consignante o comitente, ningún efecto o impacto tendrán en
el negocio jurídico celebrado con el tercero, el que será plenamente válido y eficaz si
reúne los requisitos para ello. Así, “El apartamiento de las órdenes solo impactará en la
relación interna consignante-consignatario, en los términos de la norma que se analiza,
más no en el vínculo externo entre el consignatario y el tercero”142.
Por su parte el consignante o comitente tiene las obligaciones propias del mandante
según lo dispone el art. 1328 CCyC por remisión del art. 1335, sin perjuicio de la
específica del pago de la retribución, ya que la comisión o consignación se presume
onerosa. Debe colaborar con el comisionista o consignatario para la ejecución de
la manda, compensarle los gastos razonables, indemnizar los daños que sufra el
comisionista o consignatario en la ejecución y que no le sean imputables, liberarlo
de las obligaciones que asuma con terceros en la ejecución del mandato, como un
efecto propio del mandato sin representación, y asumir las consecuencias para las
cuales comisionó al consignatario.
concedida por el art. 1339 CCyC plazos para el pago a realizar por parte del tercero
comprador que superan a los usuales de plaza, no solo deberá pagar el precio o su
saldo (hipótesis que indica la existencia de un primer pago parcial o pago a cuenta) en
el momento expresamente fijado o usual en la plaza del negocio, sino que incurrirá en
incumplimiento y será responsable en los términos del art. 1338.
Los plazos para el pago a que se refiere el art. 1339 CCyC nada tienen que ver con los
créditos que pueda otorgar el consignatario o comisionista a los que se refiere el art.1340,
ya que este último hace mención a lo que es vulgarmente conocido como “venta al fiado”
o “de confianza”. La norma “alude a las ventas al fiado, en la terminología del antiguo art.
257, CCom, es decir, a aquellas ventas en las que el precio debe pagarse al tiempo de en-
tregarse la mercadería vendida pero el consignatario admite que el comprador se lo pague
un tiempo después, se lo fía, en expresión coloquial”143. Es la llamada “venta al fiado” o
“de confianza”, más precisamente cuando el vendedor le “fía” (le “confía”) al comprador,
dando por hecho que este último honrará su obligación y abonará el precio pactado y en el
plazo pactado, ya entregada la mercadería o efectos objeto de la venta. El art. 1340 hace
responsable directamente al consignatario o comisionista ante el consignante o comitente
por este crédito otorgado sin la diligencia del caso.
Se interpreta entonces que pueden presentarse dos escenarios: si existen instruccio-
nes precisas por parte del consignante y si estas no se respetan por parte del consig-
natario, se hace operativo el dispositivo del art. 1338 CCyC, siendo de apreciación
objetiva la situación de incumplimiento. En cambio, si no existen esas instrucciones
precisas, habrá que atender a la pauta de diligencia que exigen las circunstancias en
el caso puntual (tiempo, lugar, modo, persona, etc.), para saber si el consignatario
o comisionista responde o no.
Por último el art. 1341 trae un supuesto de inhabilidad o incapacidad de derecho,
similar a los enumerados por el art. 1002 CCyC que trata las inhabilidades especiales.
Se trata de evitar la colisión de intereses de las partes, conforme lo normado por el art.
1325 que trata el conflicto de intereses entre mandante y mandatario. Cabe mencionar
que el artículo no constituye una disposición imperativa ni de orden público, por lo que
al amparo del principio de la autonomía de la voluntad, y en ejercicio de la libertad de
contratar, atento el carácter supletorio que reviste la normativa contractual las partes
pueden pactar en contrario y habilitar al consignatario o comisionista para que compre
o venda los muebles objeto del contrato.
Idéntico criterio sustentan los arts. 368 y 372 inc. e), CCyC que refieren al supuesto
de la representación.
prácticas del lugar de celebración de la comisión (doct. art. 964, inc. c). En general, el
pago debe verificarse cuando se concluye el negocio encargado”145.
Por su parte el art. 1343 CCyC se refiere a la llamada “retribución extraordinaria”
o “comisión de garantía”. En la doctrina italiana se la llama pacto star del credere; no
se trata de una fianza, ni un seguro, sino que es una obligación nuclear del contrato de
comisión contraída por una de las partes146.
Cuando se pacta esta comisión de garantía, el consignatario o comisionista res-
ponde ante el consignante o comitente de las operaciones realizadas a cambio de una
nueva comisión (de garantía o extraordinaria), que se suma así a la ordinaria o simple.
El comisionista asume los riesgos de la negociación, de la cobranza y queda directa-
mente obligado frente a su comitente porque el consignatario le garantiza el resultado
del negocio. No reemplaza a la comisión ordinaria, sino que se suma a ella y el consig-
natario responde por el incumplimiento del tercero. “La comisión de garantía da, pues,
al comitente, la certidumbre que en la época correspondiente recibirá el importe de las
ventas efectuadas por el comisionista”147.
Se advierte que el art. 1343 difiere de lo preceptuado por el art. 1482 respecto del
agente en el contrato de agencia. Esta comisión extraordinaria en el contrato de comi-
sión implica que el consignatario o comisionista responde por la integridad y por el
total del precio de las cosas dadas en consignación. En cambio, el agente puede consti-
tuirse en garante de la cobranza al tercero que se vincula comercialmente con el empre-
sario, pero esa garantía asumida por el agente lo es hasta el límite de la comisión que le
pueda haber adelantado o cobrado al empresario. La norma del contrato de agencia no
trata ninguna comisión extraordinaria que se agregue a la ordinaria por este “servicio”
de garante que asume el agente.
Es necesario destacar en cuanto a la forma de la remuneración en el contrato de con-
signación, que la comisión ordinaria se debe siempre, aun cuando no haya sido pactada,
mientras que la comisión extraordinaria sólo procede si ha sido expresamente pactada
o convenida entre las partes. Con ello se quiere significar que para que el consignante
o comitente pueda exigir al comisionista o consignatario que responda por la solvencia
del tercero contratante, o cancele el precio o saldo de la operación al vencimiento del
plazo de exigibilidad, debe previamente existir un pacto expreso de asunción de dicha
obligación accesoria y del pago consecuente de la comisión de garantía.
La última parte de la norma indica que el consignatario o comisionista queda direc-
tamente obligado a pagar al consignante o comitente el precio en los plazos conveni-
dos. Siendo así, el consignante, a quien ya el consignatario le ha transferido los efectos
del negocio jurídico celebrado con el tercero contratante, llegado el día del pago del
precio o su saldo por la operación concertada por el consignatario, puede reclamarle a
éste en primer lugar el cumplimiento de la obligación, sin necesidad de requerir previa-
mente el pago al tercero. La obligación de garantía del consignatario o comisionista ex
art. 1343 no es subsidiaria de la del tercero con quien contrató.
7. CONTRATO ESTIMATORIO *
no puede disponer de ellas hasta que le sean restituidas. Los acreedores del consignata-
rio no pueden embargar las cosas consignadas mientras no se haya pagado su precio”.
El artículo caracteriza el llamado “contrato estimatorio” aunque no lo nombre. Se
trata de un contrato bilateral, oneroso, consensual, típico y no formal.
La ley ubica esta figura dentro del capítulo del contrato de consignación sin darle
un tratamiento autónomo. Puede decirse que el Código trata el contrato estimatorio de
una manera encubierta, ya que no lo nombra y lo integra al contrato de consignación.
Sin embargo, son contratos diferentes, por lo que corresponderá al intérprete dilucidar
la verdadera naturaleza jurídica del vínculo contractual analizando los elementos tipifi-
cantes, cualquiera sea el nombre que le asignen las partes.
El Código Civil italiano regula y conceptualiza el contrato estimatorio como aquel
por el cual “una parte entrega una o varias cosas muebles a la otra y esta se obliga a pa-
gar el precio, salvo que restituya las cosas dentro del término establecido” (art. 1556).
Conforme a este antecedente legislativo, el art. 1344 señala como rasgos tipifican-
tes del contrato que el consignatario o comisionista se obliga a pagar el precio de los
efectos o mercaderías recibidas, si no las restituye en un plazo determinado. La norma,
a diferencia del Código Civil italiano, deja entrever que ha habido una “entrega de una
o varias cosas muebles” de una parte a la otra, dación que está implícita y no expresada
en ninguna de las disposiciones que integran el capítulo. Por eso el art. 1344 se inicia
directamente con la obligación de pago del precio de las cosas que asume el consig-
natario. Por su parte, el comitente no puede disponer de esas cosas hasta que le sean
restituidas en el plazo convencionalmente establecido.
Esa restitución se producirá al vencimiento del plazo, o antes si media restitución
voluntaria por parte del comisionista o consignatario. Cabe preguntarse quién es el pro-
pietario durante ese período que media entre la entrega de las cosas muebles y su resti-
tución, dado que la ley prohíbe al comitente disponer de ellas hasta que le sean restitui-
das. Si el comisionista paga el precio, no habrá restitución y él adquiere la titularidad
de esos bienes. Mientras el consignatario no pague el precio, la titularidad permanece
en cabeza del consignante, y esta es la razón por la que los acreedores del consignatario
no pueden embargar esos bienes. No obstante, durante el plazo convenido para la resti-
tución, también el poder de disposición del dueño está en suspenso.
Esta situación jurídica particular no se presenta en la hipótesis del contrato de con-
signación regulado entre los arts. 1335 a 1343. Ya se ha señalado que este contrato se
rige por las disposiciones del mandato sin representación, donde el comitente puede
disponer de los efectos entregados al consignatario para su comercialización. Esto, sin
perjuicio de las obligaciones que puedan derivar de los actos de disposición que realice
el consignante, estando vigente el contrato de consignación. En el contrato estimatorio,
al igual que en la consignación, las cosas muebles han sido entregadas por el comitente
al consignatario para comercializarlas con terceros. Sin embargo, puede adquirirlas
pagando el precio y negociarlas a título de dueño, o restituirlas al consignante dentro
del plazo que se haya fijado en el contrato.
256 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Bibliografía
CASTILLO, Ramón, Curso de Derecho Comercial, t. II, Tall. Gráf. Ariel, Buenos Aires,
1930, t. II.
GARRIDO CORDOBERA, Lidia; Borda, Alejandro; Alferillo, Pascual F., (Dir.), Krieger,
Walter F. (Coord.), Código Civil y Comercial comentado, anotado y concordado,
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LAFAILLE, Héctor, Curso de Contratos, Tall. Gráf. Ariel, Biblioteca Jurídica Argentina,
Buenos Aires, 1928, t. III.
LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los Contratos, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2004, t. II.
LORENZETTI, Ricardo Luis (Dir.), De Lorenzo, Miguel Federico, Lorenzetti, Pablo
(Coord.), Código Civil y Comercial de la Nación comentado, Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, 2015.
RIVERA, Julio César, MEDINA, Graciela, ESPER, Mariano (Coord), Código Civil y Comer-
cial de la Nación. Comentado, Thomson Reuters-La Ley, Buenos Aires, 2014, t. IV.
CONTRATO DE CORRETAJE 257
CAPÍTULO XI
CONTRATO DE CORRETAJE *
1. ANTECEDENTES LEGISLATIVOS.
2. CORRETAJE EN EL CCYC Y C. 3. PAUTAS PARA LA
ARMONIZACIÓN DE LA LEGISLACIÓN VIGENTE. 4. CONCEPTO DE CORRETAJE. 5. CARACTERES.
6. REQUISITOS PARA EL EJERCICIO DEL CORRETAJE. HABILITACIÓN PROFESIONAL. 7. EFECTOS
DE LA HABILITACIÓN Y LA MATRICULACIÓN. 8. PERSONALIDAD JURÍDICA DE LAS PARTES
INTERVINIENTES. 9. PERFECCIONAMIENTO DEL CONTRATO. 10. OBLIGACIONES DEL CORREDOR.
10.1. Una importante obligación que ha sido derogada. 10.2. Derechos del corredor.
10.3. Determinación de la comisión. 10.4. Intervención de uno o varios corredores.
10.5. Supuestos específicos sobre el pago de la comisión. 10.6. Supuestos en que la
comisión no se debe. 10.7. Gastos del corredor. 11. NORMAS ESPECIALES.
1. ANTECEDENTES LEGISLATIVOS
1.1. La primera regulación acerca del corretaje la encontramos entre los arts. 88 y
112 del CCom, hoy derogado en virtud de la sanción del nuevo CCyC.
Estas disposiciones podían ser clasificadas de la siguiente manera:
a) normas referidas a las condiciones habilitantes y matrícula de los corredores.
arts. 88 a 90.
b) normas referidas a las registraciones y certificaciones que deben realizar los
corredores. arts. 91 a 94.
c) normas referidas a los supuestos de responsabilidad de los corredores, las obli-
gaciones frente a sus comitentes y las prohibiciones que les imponía el Código
entonces vigente. arts. 95 a 112.
Como puede apreciarse, el CCom reguló principalmente la aptitud y los deberes de
conducta de los corredores y sólo parcialmente el contrato de corretaje en sí, aunque sin
considerar las obligaciones del comitente ni la comisión del corredor.
1.2. Durante el año 1985 se dictó la ley 23.282 que sustituyó el texto original del
art. 88 del CCom y agregó como art. 88 bis del mismo Código una norma relativa a las
inhabilitaciones para el ejercicio del corretaje.
1.3. En el mes de enero de 1995 entró en vigencia la ley 24.441, cuyo art. 77, aún
hoy vigente establece dos importantes limitaciones en torno a la comisión de los co-
rredores.
a) establece por una parte que “en los casos de corretaje de viviendas nuevas sólo
se recibirá comisión del comitente” lo que excluye la posibilidad de cobrar co-
misión a la otra parte del negocio.
b) por el otro lado, el mismo art. 77 dispone que “en las restantes operaciones la co-
misión al comprador no podrá exceder el 1 1/2 por ciento del valor de compra”.
1.4. Por último durante el año 1999 se dictó la ley 25.028 que produjo algunas im-
portantes modificaciones legislativas a saber:
a) derogó las normas sobre corretaje contenidas en el CCom.
b) mantuvo el régimen legal de los martilleros contenido en la ley 20.266 de 1973,
aunque modificando las condiciones habilitantes y de matrícula concernientes a
esa profesión.
c) estableció un nuevo régimen legal del corretaje incorporándolo en los arts. 31 al
38, agregados a la mencionada ley 20.266.
El corretaje como contrato está regulado minuciosamente entre los arts. 1345 a
1355 del CCyC.
Paralelamente se mantienen los arts. 31 al 35 de la ley 20.266, texto agregado por
ley 25.028, ya que en el CCyC se eliminan los arts. 36 al 38 de la misma ley.
a) los vigentes arts. 31 al 35 no se vinculan con el contrato de corretaje pero sí
con las condiciones habilitantes para el ejercicio de la profesión, la inscripción
en la matrícula de corredor, las facultades del corredor y las pautas relativas al
registro de sus operaciones.
b) Los derogados arts. 36 al 38 trataban los derechos y obligaciones del corredor y
la pérdida del derecho al cobro de la comisión por su culpa, cuestiones éstas que
ahora están contenidas en el Código de fondo.
Cabe tener presente una vez más, que está vigente el art. 77 de la ley 24.441 y que,
como hemos visto, establece algunas reglas de intención limitativa respecto a la comi-
sión de los corredores. Sin embargo, se trata de una norma no aplicada en la práctica.
CONTRATO DE CORRETAJE 259
3.1. Corresponde analizar en primer término el art. 963 del CCyC que establece el
siguiente orden de prelación de las normas cuando concurren disposiciones del Código
y de alguna ley especial:
a) normas indisponibles de la ley especial y de este Código.
b) normas particulares del contrato.
c) normas supletorias de la ley especial.
d) normas supletorias de este Código.
El referido art. 77 en la parte pertinente expresa que “en los casos de corretaje
inmobiliario de viviendas nuevas sólo se recibirá comisión del comitente. En las
restantes operaciones la comisión al comprador no podrá exceder el 1 1/2% del
valor de compra”.
Más allá de la imperatividad que se asigna en el plano teórico al precepto le-
gal, su texto ha generado en la doctrina serias dificultades para determinar cuáles
son sus alcances respecto a las viviendas usadas y a los inmuebles no destinados
a vivienda148, 149. Al respecto como lo reconoce Esper, se trata de una disposición
“cuya vigencia y alcance resulta arduo precisar” y lo que es más grave se trata de
un “arancel máximo imperativo” “siempre olvidado y nunca aplicado”, por lo que
puede afirmarse que en el mercado inmobiliario hay un comportamiento colectivo
de corredores y comitentes que durante más de veinte años ha soslayado por com-
pleto este pretendido arancelamiento150.
d) Menos aún es posible afirmar, a nuestro juicio, que los aranceles profesiona-
les provinciales constituyan en la actualidad normas imperativas o de orden público
o indisponibles.
Si consideramos los contratos de servicios en general, vemos en el art. 1255 del
CCyC que “las leyes arancelarias no pueden cercenar la facultad de las partes de deter-
minar el precio de las obras y los servicios”.
Si tomamos el corretaje como lo que es, es decir un contrato de servicio específico,
advertimos que en este caso el art. 1350 del nuevo Código se inclina por considerar
prioritariamente el precio libremente convenido por las partes y en su defecto el que
resulte del uso del lugar, por lo que las leyes y códigos arancelarios locales resultan
tan sólo sistemas de honorarios supletorios, a los que acudirá el juez en ausencia de las
alternativas anteriores.
Al respecto, sobre las atribuciones de las provincias en este sentido, hay que tener
en cuenta la doctrina de la Corte contenida en un fallo del año 1998 en “Diehl José c/
Colegio de Corredores y Martilleros de la Pcia. de Cba.”.
Se estableció que el corretaje por entonces regulado por el CCom “integra la legis-
lación común” y que “el Congreso de la Nación tiene competencia exclusiva para dictar
la legislación de fondo”. Ello así en virtud de los arts. 31 y 75 inc. 12 de la CN.
Se precisó que “la legislación nacional sobre corretaje prevalece sobre las normas
provinciales, dictadas o a dictarse, las cuales por ende, deben adecuar su contenido a lo
previsto en las reglas nacionales que tienen preeminencia sobre aquellas”151.
148 CASSAGNE, Juan Carlos y MONSEGUR, Rafael Carlos, “El corretaje inmobiliario. Alcance de las limi-
taciones a las comisiones inmobiliarias conforme al art. 77 de la ley 24.441”, El Derecho, t. 163, ps.
144/149.
149 STRATTA, Alicia Josefina, “Reflexiones sobre las modificaciones al régimen del corretaje en la ley
24.441”, El Derecho, t. 161, p. 1080.
150 ESPER, Mariano, “Corretaje” en Rivera, Julio César, MEDINA, Graciela (Dir.), Esper, Mariano (Coord.),
Código Civil y Comercial de la Nación. Comentado, Thomson Reuters-La Ley, 2014, ps. 192 y 214.
151 “Diehl José c/ Colegio de Corredores y Martilleros de la Pcia. de Córdoba”, SJ, Ed. Comercio y Jus-
ticia, t. 80, año 1999, A, ps. 465/467.
CONTRATO DE CORRETAJE 261
El análisis del art. 1345 que define al contrato de corretaje nos permite desarrollar
las siguientes reflexiones.
6.1. El primero de los requisitos a que se alude en este punto es la mayoría de edad.
Quien pretenda ejercer el corretaje tiene que haber cumplido dieciocho años. (Aplica-
ción del art. 32 inc. a de la ley 20.266) (Texto agregado por ley 25.028).
6.3. El tercer requisito es haber obtenido título universitario como corredor. (art. 32
inc. b, ley 20.266) (Texto agregado por ley 25.028).
6.4. El cuarto requisito consiste en tener domicilio constituido por más de un año
en el lugar donde se pretende ejercer como corredor. (art. 33 inc. c, ley 20.266 según
texto agregado por ley 25.028).
6.6. Por último quien pretenda ser corredor debe también cumplir los demás requi-
sitos establecidos por la reglamentación local, aunque las provincias deben encuadrar
CONTRATO DE CORRETAJE 263
7.1. Recién con la matriculación sumada a los restantes requisitos, queda el corre-
dor en condiciones de ejercer legalmente su profesión y devengar honorarios relacio-
nados con su actividad.
Este es el criterio de la Corte, expresado en los autos: “Caracciolo c/ Pcia. de San
Luis” donde se rechazó en forma terminante la pretensión de un particular, que sin estar
matriculado como corredor, pretendiera cobrar honorarios por gestiones de corretaje
efectuadas en favor de la mencionada provincia152.
7.2. En igual sentido, la norma del art. 33 in fine de la ley 20.266 (según texto incor-
porado por la ley 25.028) expresa: “Los que sin cumplir estas condiciones y sin tener
las calidades exigidas ejercen el corretaje, no tendrán acción para cobrar remuneración
ni retribución de ninguna especie”.
8.1. De acuerdo con lo que se desprende expresa e implícitamente del art. 1346 del
CCyC los comitentes pueden ser personas de distinta naturaleza:
a) personas físicas.
b) personas jurídicas privadas.
c) personas de derecho público.
Estas últimas pueden ser no estatales aunque con funciones públicas a su cargo,
como por ejemplo el Colegio de Abogados de Córdoba (ley 5805) o pueden ser per-
sonas estatales como la Administración Pública, las Empresas, Universidades y otros
entes públicos.
152 “Caracciolo Ernesto y otro c/ Pcia. de San Luis”, CSJN, 17/3/87, El Derecho, t. 141, p. 249 y ss.
264 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
8.2. Respecto a la legitimación para ser corredor pueden ser personas humanas o
jurídicas. (art. 134, última parte CCyC).
En relación con las personas jurídicas rigió durante más de un siglo la prohibición
del CCom. Es decir que las sociedades y sujetos colectivos no podían ejercer el corre-
taje. Sin embargo, gradualmente, la jurisprudencia fue morigerando esta prohibición y
se fueron reconociendo las sociedades de corredores más allá de lo normativo.
Por otra parte, en el año 1973 se dictó la ley de facto 20.266 que permitió a los
martilleros constituir todo tipo de sociedades, salvo cooperativas. Así lo establece la
citada ley con absurda y discriminatoria limitación respecto de las cooperativas (art. 15,
ley 20.266). Este régimen fue extendido a los corredores en el art. 31 de la misma ley
conforme las normas agregadas por la ley 25.028 de 1999.
Con el texto del actual art. 1346 del CCyC los corredores pueden agruparse para
ejercer la profesión colectivamente en cualquier estructura jurídica, lo que supone la
posibilidad de hacerlo bajo la figura cooperativa.
El art. 1347 CCyC y el art. 35 de la ley 20.266 (texto agregado por ley 25.028)
muestra el núcleo de las principales obligaciones que tiene a su cargo el corredor y que
pueden sistematizarse de la siguiente manera:
1. Obligaciones de diligencia y control.
a) asegurarse de la identidad de las personas que intervienen en los negocios en
que media y de su capacidad legal para contratar. (art. 1347 inc. a).
CONTRATO DE CORRETAJE 265
10.1. Una importante obligación del corredor derogada por la nueva legislación
con claros perjuicios para la seguridad de los negocios
Nos referimos al derogado art. 36 inc. c de la ley 20.266 (texto agregado por ley
25.028) que establecía que el corredor: “deberá comprobar, además, la existencia
de los instrumentos de los que resulte el título invocado por el enajenante; cuando
se trate de bienes registrables, recabará la certificación del Registro público corres-
pondiente sobre la inscripción del dominio, gravámenes, embargos, restricciones
y anotaciones que reconozcan aquellos, así como las inhibiciones o interdicciones
que afecten al transmitente”.
Con toda razón la doctrina en la materia ha criticado la eliminación de esta norma,
ya que ello conspira contra la información y la seguridad con que deben contar las par-
tes al celebrar sus negocios con la intermediación del corredor153.
Nada impedirá su aplicación si él o los comitentes pudieren imponer esta obliga-
ción en el contrato con el corredor.
El art. 1350 del nuevo CCyC establece tres alternativas para determinar el valor de
la comisión que debe abonarse al corredor.
1) precio estipulado por las partes.
2) precio usual en el lugar de celebración o en su defecto en el lugar donde el corre-
dor realiza principalmente su cometido.
3) precio fijado por el juez.
Ya hemos visto que el arancel máximo imperativo, previsto para el corretaje inmo-
biliario en el art. 77 de la ley 24.441, es prácticamente desconocido en su aplicación
y que las normas arancelarias locales deben adecuarse a una legislación de fondo, que
como premisa resalta el acuerdo de partes para determinar el precio de los negocios, de
CONTRATO DE CORRETAJE 267
manera tal que las normas locales se aplicarán supletoriamente cuando no haya precio
estipulado ni de costumbre, en cuyo caso el juez podrá recurrir a ellos.
A ello se refiere el art. 1353 del CCyC aunque cabe agregar una hipótesis especial
no prevista en la norma.
268 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
1) La primera situación tiene lugar cuando el contrato está sometido a una con-
dición suspensiva y ésta no se cumple. Por ejemplo: cuando una compraventa queda
subordinada a la obtención de un crédito hipotecario que debe otorgar o se espera de
una entidad financiera.
2) El segundo supuesto se produce cuando el contrato se anula por ilicitud de su
objeto, por incapacidad o falta de representación de cualquiera de las partes, o por otra
circunstancia que haya sido conocida por el corredor. Agregamos: para excluir el dere-
cho a comisión no es necesario que la circunstancia impeditiva haya sido efectivamente
conocida por el corredor, sino que basta que el intermediario haya podido conocerla
obrando con la debida diligencia.
3) Se ha derogado el art. 38 de la ley 20.266 incorporado por la ley 25.028 y no ha
sido tenido en cuenta en el nuevo Código.
La norma decía que “el corredor por cuya culpa se anulare o resolviera un contrato
o se frustrare una operación perderá el derecho a la remuneración y a que se le reinte-
gren los gastos sin perjuicio de las demás responsabilidades a las que hubiere lugar”.
Cabe destacar aquí que al margen de la derogación formal de la norma, ésta es una
clara hipótesis de responsabilidad contractual que obliga al corredor a responder por
daños y perjuicios incluyendo el reintegro de la comisión que hubiere percibido154.
El art. 1354 del CCyC sienta el principio de que los gastos del corredor están en
cualquier caso a su cargo salvo pacto en contrario.
El art. 1355 del CCyC establece que las normas del Código sobre corretaje no obs-
tan a la aplicación de las disposiciones de leyes y reglamentos especiales.
Cabe observar en síntesis que a lo largo del estudio de este contrato hemos encon-
trado tres tipos de leyes y reglamentos especiales.
1) Un arancel máximo imperativo en materia de corretaje inmobiliario que en más
de veinte años no ha tenido ninguna aplicación práctica. (art. 77, ley 24.441).
2) La ley 20.266 con normas agregadas a través de la ley 25.028 cuyos arts. 31 a 35
se encuentran vigentes y regulan parcialmente la actividad de los corredores.
3) Normas deontológicas y arancelarias provinciales que reglamentan también el
corretaje, pero cuya aplicabilidad no debe ser contradictoria con el CCyC y la ley na-
cional en la materia.
154 ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, Doctrina Judicial. Solución de Casos, Alveroni, Córdoba, 2007, t. II, p. 73.
CONTRATO DE CORRETAJE 269
Bibliografía
CASSAGNE, Juan Carlos y MONSEGUR, Rafael Carlos, “El corretaje inmobiliario. Alcan-
ce de las limitaciones a las comisiones inmobiliarias conforme al art. 77 de la ley
24.441”, El Derecho, t. 163.
ESPER, Mariano, “Corretaje”, en Rivera, Julio César, Medina, Graciela (Dir.), Esper,
Mariano (Coord.), Código Civil y Comercial de la Nación. Comentado, Thomson
Reuters-La Ley, 2014.
STRATTA, Alicia Josefina, “Reflexiones sobre las modificaciones al régimen del corretaje
en la ley 24.441”, El Derecho, t. 161.
ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, Doctrina Judicial. Solución de Casos, t. II, Alveroni,
Córdoba, 2007.
270 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CONTRATO DE DEPÓSITO 271
CAPÍTULO XII
CONTRATO DE DEPÓSITO *
El contrato de depósito es aquel que tiene en miras la guarda de las cosas que el
depositante le confía al depositario. Esta es la finalidad característica y común a las
diferentes modalidades, aún a aquellas relaciones en las que el depósito es un vínculo
accesorio de otro principal.
La custodia a la que se obliga el depositario es siempre efectuada en interés del
depositante y se completa con la de restitución de la cosa depositada. Esta es una
consecuencia natural de este contrato, que implica la custodia temporal de la cosa
en interés del depositante.
1. DEFINICIÓN
El art. 1356 CCyC define este contrato como aquel en el que una parte se obliga
a recibir de otra una cosa con la obligación de custodiarla y restituirla con sus frutos.
Esta obligación de custodia por parte del depositario no se limita a conservarla, sino
también a preservar su valor de cambio y su destino económico. De allí que el deposi-
tario deba responder por ejemplo por su sustracción o deterioro.
2. CARACTERES
3. OBJETO
No existe previsión legal respecto a qué bienes pueden ser objeto del contrato de
depósito, salvo la referencia a “cosas” del art. 1356, las que deben ser restituidas con
sus frutos, por lo que se entiende que puede celebrarse para la custodia de bienes mue-
bles o inmuebles. En caso del depósito irregular, rige el art. 1367.
4. PLAZO
Este límite es impuesto por el art. 1358, lo cual tiene su fundamento en el hecho de
que si el depositario tiene la facultad de uso se vería afectado el equilibrio económico
del contrato, ya que además de percibir una remuneración, se beneficiaría con la utili-
zación de la cosa. No obstante, esta prohibición no es absoluta y debe ser analizada de
acuerdo con las circunstancias que pueden rodear la ejecución del contrato. En algunos
supuestos la utilización de las cosas será necesaria para su correcta conservación, en
otros se podrá realizar en tanto lo sea en beneficio del depositante. Consecuentemente,
se debe interpretar que la actitud prohibida, es la de “servirse de la cosa”, es decir una
utilización en exclusivo provecho del depositario, como puede ser la percepción de
frutos. En caso de inobservancia de esta prohibición el depositario deberá indemnizar
en los términos del art. 778 CCyC.
6. DEBER DE RESTITUCIÓN
El depositario debe restituir los bienes que le han sido confiados al depositante. El
art. 1363 regula dos situaciones que pueden presentarse en este caso: a) si se ha previsto
CONTRATO DE DEPÓSITO 275
7. CLASES DE DEPÓSITO
numeración, o piezas de monedas antiguas, que si bien por naturaleza son fungibles,
tienen características que las hacen únicas.
por circunstancias que lo someten a una necesidad urgente de resguardar sus bienes.
Debe tratarse de situaciones que reúnan las características de fuerza mayor, y están
incluidos aquellos casos en que el depósito es consecuencia de otro contrato de diferen-
te naturaleza, como lo es el depósito en hoteles y otros establecimientos asimilables,
cuyas características permiten calificar el depósito como un supuesto de conexidad
contractual en el que confluyen una serie de variadas relaciones. Estos supuestos están
enunciados en el art. 1375.
En esta clase de depósito, la situación de necesidad no excluye la autonomía de la
voluntad, sino que esta se ejercita con restricciones porque el depositante presta su con-
sentimiento pero en el contexto de circunstancias que no le permiten actuar con libertad
en la elección del depositario.
Este contrato se perfecciona con la introducción de los efectos de los viajeros en los
establecimientos hoteleros. Tanto en el CC Vélez como actualmente se lo regula como
una especie del depósito necesario, porque el viajero se encuentra en la necesidad de
confiar sus pertenencias sin tener otra opción.
La responsabilidad de los hoteleros o “posaderos” ya había sido prevista en el De-
recho Romano, que puso sus ojos en los dueños de las posadas, de organización rudi-
mentaria, quienes eran considerados responsables por los daños sufridos por los pasa-
jeros allí alojados. Desde entonces se asiste a la progresiva evolución de esta figura,
que hoy integra un conglomerado de prestaciones que incluyen deberes de seguridad
del propio pasajero y de sus bienes, de información, de trato digno, de confidenciali-
dad, entre otros. Además la responsabilidad puede extenderse a momentos previos al
ingreso al hotel por el viajero, como en aquellos casos en los que se ofrece el servicio
de recepción del equipaje desde el aeropuerto de arribo. De manera que se aprecia un
complejo entramado de servicios y contratos conexos que confluyen en la prestación
del servicio hotelero, por lo que este tipo de contratos ingresa en el ámbito del Derecho
del consumo, y resultan aplicables las disposiciones de la Ley 24.240, además de las
disposiciones propias del CCyC (arts. 1092 y ss.).
El art. 1370 del CCyC menciona aquellos bienes de los cuales será responsable
el hotelero, sin que esta enumeración sea exhaustiva, ya que como veremos la doc-
trina y la jurisprudencia han considerado otros casos que podrán incorporarse como
objeto de responsabilidad.
Los efectos introducidos en el hotel. Con las apreciaciones que se realizarán al
analizar los supuestos de cosas de valor extraordinario.
Los vehículos guardados en los garajes o en los lugares que fueran destinados para
ello. En este caso el hotelero no puede pretender eximirse de responsabilidad exigien-
do al viajero que acredite la titularidad de dominio del vehículo, ya que su deber se
deviene exclusivamente del contrato de depósito, para lo cual no es necesario que el
depositante sea el dueño de la cosa.
El art. 1374 establece que se tendrán por no escritas las cláusulas que limiten o exi-
man de responsabilidad al hotelero, cualquiera que sea el modo de exteriorización que
se utilice. Esta disposición es congruente con las previsiones respecto a la invalidez de
las cláusulas abusivas que regulan los arts. 988, 1119 y 1743 CCyC. Similar prohibi-
ción contenía el art. 2232 CC Vélez.
9. CASAS DE DEPÓSITO
Son establecimientos que tienen por objeto principal recibir para su guarda, cus-
todia y conservación bienes muebles (cosas, materias primas, frutos y productos agrí-
colas, ganaderos, forestales, mineros o de manufacturas) de terceros, sean personas
individuales o jurídicas. Quedan comprendidas en el concepto las casas de depósito
en sentido estricto, las barracas de almacenaje y las empresas de almacenes generales,
autorizados a emitir certificados de depósitos y warrants.
155 C8ªCCom. de Córdoba, 28/7/2011, “Godoy, Marcelo Oscar c/Libertad Sociedad Anónima s/Ordina-
rio”, LLC, 2012 (febrero), p. 103.
282 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Además de los deberes propios del depositario, el art. 1377 establece dos obligacio-
nes propias en esta modalidad de depósito.
El depositario debe dar recibo de las cosas que le son entregadas en custodia, en el
que debe constar la naturaleza, cantidad, calidad, peso o medida de las cosas deposi-
tadas. En aquellos casos en que la guarda de las cosas requiera condiciones especiales
de conservación, como temperatura, luminosidad, etc., ellas deberán ser especificadas.
Este recibo además constituirá un medio de prueba instrumental a los fines de compro-
bar la existencia del vínculo contractual en los términos del art. 1020, de conformidad
con lo dispuesto en el art. 319 CCyC.
Debe permitir la inspección de las cosas recibidas en depósito al dueño o a la per-
sona que este indique. Este es un derecho que le corresponde al depositante y que le
permitirá comprobar si las condiciones de conservación son las adecuadas para los bie-
nes depositados. Este derecho no podrá ser restringido por cláusula contractual alguna.
CONTRATO DE DEPÓSITO 283
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284 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 285
CAPÍTULO XIII
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN
A TRAVÉS DE TERCEROS
1.1. En el contrato de agencia las partes son el preponente o empresario por un lado
y el agente por el otro.
La función del agente consiste en promover o generar negocios en interés del em-
presario a través de una relación independiente y estable. El agente no representa al
empresario en general, sino eventualmente en algunos aspectos complementarios del
negocio principal (arts. 1479, 1483 inc. 3 y 1485). Entre empresario y agente no existe
tampoco vínculo laboral alguno (art. 1479).
1.2. En el contrato de concesión hay un empresario o fabricante que actúa como
concedente y un concesionario que comercializa los productos de aquel, mediante una
diferencia respecto al precio de fábrica, una comisión o una retribución combinada. La
concesión privada puede consistir no solamente en productos del fabricante sino que
también puede tener objeto algún servicio, como ocurre con las concesiones para la
explotación de comedores y buffet.
Sin embargo, por la terminología empleada por el legislador a partir del art. 1501,
es evidente que al regular la concesión ha pensado primordialmente en la comercializa-
ción de automóviles u otros elementos de alta tecnología producidos por el fabricante,
como veremos al profundizar esta figura.
1.3. La distribución es otro de los contratos de comercialización y en este caso
quien actúa en el mercado es justamente el llamado distribuidor, quien comercializa ali-
mentos y otros bienes de importancia tecnológica menor producidos por el fabricante.
Como puede observarse, entre la concesión y la distribución existen ciertas simili-
tudes pero también importantes diferencias.
a) como ya lo hemos anticipado, la distribución se refiere a mercaderías y bienes
de utilización sencilla, en tanto que la concesión comercial alude a bienes de alta
o calificada tecnología.
b) el distribuidor tiene como clientes a distintos comerciantes mayoristas y mino-
ristas que compran para revender, mientras que el concesionario contrata con
clientes particulares que adquieren para sí156.
c) en el marco de los contratos por adhesión que suelen suscribir concesionarios y
distribuidores con sus empresarios respectivamente, el contenido reglamentario
de la concesión suele ser más severo que el de la distribución157.
d) las semejanzas entre ambas figuras, pero a la vez la mayor importancia econó-
mica de la concesión, ha determinado que este contrato haya sido regulado espe-
cíficamente (arts. 1501 - 1510) mientras que a la distribución se le ha destinado
la norma del art. 1511 disponiéndose en el inc. b) que se apliquen al contrato de
distribución las normas de la concesión en cuanto sean pertinentes.
1.4. Por último, en el contrato de franquicia las empresas habilitadas o franquicia-
das por la empresa principal van a expandir en el mercado los métodos, las marcas, los
emblemas y los productos de aquella. Todo eso a cambio de un canon o regalía que el
franquiciado debe pagar al franquiciante, lo que ha llevado a algunos autores a afirmar
que la franquicia es verdaderamente una “locación de ideas”.
Los caracteres
1) Siguiendo categorías y clasificaciones ya conocidas, fácilmente se advierte que
se trata de contratos bilaterales y onerosos.
2) Los contratos de agencia, concesión y franquicia son contratos típicos en el
nuevo Código; los contratos de distribución propiamente dicha siguen siendo atí-
picos con tipicidad social.
3) Los contratos de concesión y distribución no son formales, pero invariablemente
se celebran por escrito en razón de la complejidad de situaciones que deben preverse.
En el caso del contrato de agencia, el art. 1479 impone la forma escrita, pero sólo a
los fines probatorios por lo que en todos estos contratos y aún en el supuesto de la agen-
cia, en defecto de prueba documental, existen amplias posibilidades de acreditarlos por
otros medios (art. 1020 CCyC).
4) Estos contratos son de colaboración. No son contratos asociativos, no llega a
haber comunidad de intereses pero tampoco son contratos de cambio con la contrapo-
sición de intereses en el sentido tradicional de la compraventa. Hay sin duda intereses
singulares de cada parte, pero de potenciada colaboración en función de permanentes
necesidades de asistencia recíproca.
5) Son contratos que por la misma dinámica de sus prestaciones tienden a prolon-
garse en el tiempo. Por eso se dice que son contratos de duración.
6) Son contratos intuitu personae donde la posibilidad de ceder el contrato o sub-
contratar se encuentra fuertemente restringida.
7) Son contratos de contenido predispuesto. Se debe prestar atención entonces a las
hipótesis de cláusulas abusivas.
8) Son contratos donde las partes actúan con independencia entre sí, salvo cuando
se configura la hipótesis del fraude laboral, o sea una relación laboral verdadera, encu-
bierta por la ficción de un contrato de comercialización donde las partes figuran como
“autónomos” o “independientes”.
9) Son contratos que conllevan pactos de exclusividad.
a) por regla general los agentes, concesionarios, distribuidores y franquiciados tienen
asignadas en su favor zonas geográficas para desarrollar la comercialización sin in-
terferencias del empresario ni de otros competidores puestos por la empresa.
288 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
2. CONTRATO DE AGENCIA
Está contenida en el art. 1479 del CCyC, aunque más que una cita textual lo que nos
interesa destacar es su significado.
1) En primer lugar el agente es para el empresario un promotor de negocios de
manera continuada e independiente que percibe una retribución sin que exista relación
laboral alguna.
158 PITA, Enrique Máximo. “Los efectos de la conexidad contractual. Las responsabilidades en las cade-
nas de comercialización, en los contratos de turismo y en el leasing”, en Revista de Derecho Privado
y Comunitario. Contratos conexos, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2007-2, p. 297 y ss.
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 289
1) El art. 1481 permite que el agente pueda vincularse simultáneamente con empre-
sarios de distintos rubros.
2) Sin embargo, no puede aceptar operaciones en competencia con los de su respec-
tivo empresario o preponente, sin que éste lo autorice expresamente.
Vemos una vez más otro elemento natural del contrato, que como tal, admite pacto
en contrario.
3) El art. 1499 permite que puedan pactarse cláusulas de no competencia del agente
para después de finalizado el contrato, aunque estas cláusulas están subordinadas a dos
requisitos para su validez.
a) que durante la vigencia del contrato haya existido la exclusividad del agente en
el ramo de negocios del empresario.
b) el pacto no debe exceder de un año y debe aplicarse a un territorio o grupo de
personas que resulten razonables, habida cuenta de las circunstancias del caso.
Como resulta del art. 1500 las obligaciones del agente son de manera notoria, de las
llamadas intuitu personae.
290 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
De acuerdo con el art. 1486 la remuneración del agente puede o no estar pactada en
el contrato. En este último caso la comisión se liquida según el volumen o el valor de
los actos o contratos promovidos y en su caso concluidos por el agente, aplicándose los
porcentajes de uso en el lugar de actuación.
De la relación de los arts. 1488 y 1489 del CCyC parece resultar la convivencia de
tres momentos distintos en cuanto al devengamiento de la comisión.
1- la regla se encuentra en el art. 1488, 1° parte del CCyC: el derecho a la comisión
surge al momento de la conclusión del contrato con el tercero y el pago del precio al
empresario.
292 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
El art. 1487 se ocupa de varios supuestos en los cuales el agente genera derecho a
comisión pese a su intervención relativa o aún a su falta de intervención.
Sin embargo son soluciones, que como se verá, resultan de estricta justicia y por lo
tanto el legislador las ha tenido en cuenta:
1- cuando existen operaciones generadas por el agente y concluidas con posteriori-
dad a la finalización del contrato de agencia.
2- cuando se concluye un contrato con un cliente que fuera anteriormente presenta-
do por el agente para un negocio análogo.
3- cuando el contrato se concluye con una persona perteneciente a la zona de ac-
tuación o grupo a cargo del agente, aunque éste no lo haya promovido. Este derecho
admite pacto especial y expreso en contrario.
Según el art. 1490 el agente no tiene derecho al reembolso de gastos por su activi-
dad excepto pacto en contrario.
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 293
El art. 1492 sienta la premisa en el sentido de que “en los contratos de agencia por
tiempo indeterminado cualquiera de las partes puede ponerle fin con un preaviso”.
La rescisión unilateral en este contrato está reglamentada a través de algunas nor-
mas complementarias de los arts. 1492 y 1493.
1) El plazo del preaviso que debe cumplimentar quien rescinda el vínculo contrac-
tual es de un mes por cada año de vigencia total del contrato, computándose en
él, la duración que haya tenido el contrato celebrado por tiempo determinado
más su continuidad posterior desarrollada sin sujeción a plazo.
2) El final del plazo de preaviso debe coincidir con el final del mes calendario en el
que aquel opera.
3) Las partes pueden prever plazos de preaviso superiores a los establecidos en este
artículo.
4) La omisión de preaviso, otorga a la otra parte derecho a la indemnización por
las ganancias dejadas de percibir en el período. Esta regla contenida en el art.
1493 requiere tener en cuenta la jurisprudencia anterior al Código que ante la
rescisión unilateral intempestiva reconocía el derecho a ser indemnizado, espe-
cialmente cuando la rescisión iba en detrimento de la parte más débil.
5) Para calcular la indemnización, esta misma corriente jurisprudencial ha tomado
en cuenta la facturación mensual promedio del último año anterior al distracto,
deduciendo un porcentaje estimado de gastos159.
159 “G. de C. D. y otros c/ Disco S.A.”, CNC, sala D, 15/2/2005, La Ley, t. 2005-C, p. 604.
294 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
160 Freytes, Alejandro, “La rescisión unilateral y los contratos de duración”, Revista de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales, Vol. II, N° 2 (Nueva serie II), UNC, 2011.
161 MARZORATI, Osvaldo, Sistemas de distribución comercial, p. 37, cit. por JUNYENT BAS, Francisco y RODRÍ-
GUEZ LEGUIZAMÓN, María Cecilia, en Rivera, Julio César, Medina, Graciela (Dir.), Esper, Mariano (Coord.),
Código Civil y Comercial de la Nación. Comentado, Thomson-Reuters La Ley, 2014. p. 541.
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 295
2) La última parte del art. 1497 establece que la compensación por clientela no
impide al agente en su caso, reclamar por los daños derivados de la ruptura del contrato
por culpa del empresario. O también, agregamos nosotros, si los daños derivaran de la
rescisión unilateral intempestiva por parte de aquel.
3) Por otro lado es obvio tener presente que en caso de extinguirse el contrato por
muerte del agente este derecho pasa a los herederos.
4) No habrá compensación por clientela en los siguientes supuestos.
a) si el contrato se extingue por culpa del agente, hipótesis contemplada en el art.
1498 inc. a.
b) cuando el agente pone fin al contrato (art. 1498 inc. b) salvo que esta decisión
responda al incumplimiento del empresario o a la edad, invalidez o enfermedad
del agente, que no permiten ejercer razonablemente la continuidad de sus activi-
dades. Esta facultad puede ser ejercida por ambas partes.
No caen dentro del contrato de agencia regido por este Código las siguientes perso-
nas y actividad excluidas en el art. 1501.
1- agentes de bolsa.
2- agentes de mercados de valores.
3- productores y agentes de seguro.
4- agentes financieros y cambiarios.
5- agentes marítimos y aeronáuticos.
6- demás grupos regidos por leyes especiales. Comprendemos en estos casos a los
agentes de viaje y los agentes de publicidad entre otros.
3. CONTRATO DE CONCESIÓN
Estamos ante un concepto que analizado desde lo jurídico tiene múltiples sig-
nificados.
1) Por un lado conocemos el contrato de concesión de servicios públicos que tiene
lugar cuando el Estado permite la explotación de servicios como el agua, la luz, el gas
o el transporte por medio de empresas privadas o cooperativas.
2) Se habla de concesión comercial cuando se establece una relación jurídica esta-
ble entre una fábrica de automotores y un concesionario que coloca los vehículos en el
mercado a cambio de una retribución, diferencia o comisión.
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 297
El análisis del art. 1502 y de otras normas de este Capítulo del Código, nos lleva
a la comprobación de que el legislador al regular este contrato, ha pensado fundamen-
talmente en el vínculo entre la fábrica de automotores y el concesionario, sin perjuicio
de que estas normas puedan aplicarse a la concesión de servicios, también llamada
concesión privada, en cuanto dichas disposiciones sean compatibles con el contrato que
se pretenda interpretar.
Volvamos al art. 1502 para destacar que la norma recae sobre la figura del conce-
sionario:
1- que actúa en nombre y por cuenta propia frente a terceros.
2- que recibe una retribución por su actividad. Generalmente esta retribución está
configurada por la diferencia entre el precio de fábrica y el valor de reventa autorizada.
3- que constituye una organización empresaria para comercializar mercaderías pro-
vistas por el concedente.
4- que presta servicios complementarios a la reventa tanto al consumidor final (in-
formación y servicios de posventa) como al concedente (según el reglamento de la
concesión).
5- y que provee repuestos y accesorios al consumidor según se haya convenido con
el concedente.
Se encuentran reguladas en los arts. 1503 y 1504 del CCyC y son las siguientes.
1) Brindar un adecuado aprovisionamiento de mercaderías al concesionario como
lo expresa el art. 1504 inc. a.
Este deber de aprovisionamiento comprende los nuevos modelos de fabricante se-
gún lo establecido en el art. 1503 inc. b.
298 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
1) De acuerdo con el art. 1506 el plazo mínimo legal es de cuatro años en este contrato.
Un plazo menor o por tiempo indeterminado se entiende convenido por cuatro años.
2) En un caso, el contrato de concesión tiene un plazo de duración especial. Ello
ocurre cuando el concedente realiza una inversión adicional agregada a la habitual y
provee al concesionario el uso de las instalaciones principales suficientes para su des-
empeño. En tal hipótesis el plazo del contrato puede reducirse a dos años.
3) El mismo art. 1506 establece que la continuación de la relación después de ven-
cido el plazo por el contrato o por la ley, sin especificarse antes el nuevo plazo, lo trans-
forma en contrato por tiempo indeterminado.
4) El art. 1508 dispone que devenida la concesión en contrato por tiempo indeter-
minado ya puede ejercerse la rescisión unilateral. Las condiciones son las previstas
para el contrato de agencia en los arts. 1492 y 1493, con la única salvedad del art. 1508
en el sentido de que en este caso el concedente “debe readquirir los productos y repues-
tos nuevos que el concesionario haya adquirido conforme con las obligaciones pactadas
en el contrato y que tenga en existencia al fin del período de preaviso. La readquisición
debe hacerse a los precios ordinarios de venta a los concesionarios al tiempo del pago”.
El art. 1509 establece que las causales de extinción del contrato de concesión, son
las mismas previstas para el contrato de agencia en el art. 1494.
Al margen de estas reglas concordantes, debe tenerse en cuenta que según el art.
1504 inc. a in fine el contrato puede prever la determinación de objetivos de venta con
lo cual un hipotético incumplimiento de tales objetivos podría pactarse como causal de
resolución que afectare al concesionario.
300 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Advierte Lorenzetti que debe evitarse que el empleo de esta cláusula pueda presen-
tar “formas abusivas de traslación de riesgos, puesto que en períodos de crisis econó-
mica o de disminución de ventas, el concedente puede obligar a los concesionarios a
adquirir bienes trasladándolos a ellos el riesgo del negocio”162.
1) En primer lugar el art. 1511 inc. a establece que las normas de la concesión se
aplican a los contratos por los que se conceda la venta o comercialización de software
o de procedimientos similares.
a) el software está conformado por programaciones generadoras de sistemas y apli-
caciones que permiten el funcionamiento de una computadora digital.
La comercialización del software consiste no tan sólo en la venta del sistema y sus
aplicaciones, sino que también incluye naturalmente un servicio de posventa.
Este último servicio supone mínimamente la instalación del programa (sistema y apli-
caciones) en el ordenador del usuario y la capacitación del mismo para el uso efectivo.
En estos contratos son muy importantes las cláusulas de protección de la propiedad
intelectual del concedente en caso de que el concesionario deslealmente venda copias y
reproducciones apócrifas del software como lo advierten Márquez y Calderón163.
b) también resulta aplicable la figura de la concesión a la comercialización del
hardware que es la parte física de la computadora integrada por discos, unidades de
discos, monitores, teclado, microprocesador, impresora en su caso y demás elementos
complementarios.
2) El art. 1511, 2ª parte dispone a su vez la aplicación de las normas de la concesión
al contrato de distribución en cuanto sean pertinentes.
Abordaremos este punto seguidamente al tratar de manera específica el referido
contrato.
162 Lorenzetti, Ricardo Luis, Tratado de los contratos, 2ª ed., Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2004, t. I, p. 673.
163 MÁRQUEZ, José Fernando y CALDERÓN, Maximiliano Rafael, “Concesión”, en Lorenzetti, Ricardo Luis
(Dir.), De Lorenzo, Miguel Federico, Lorenzetti, Pablo (Coord.), Código Civil y Comercial de la
Nación comentado, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015, p. 581.
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 301
4. CONTRATO DE DISTRIBUCIÓN
4.2. Caracteres
En cuanto a los caracteres del contrato, la distribución tal como ocurre con la agen-
cia, la concesión y la franquicia, es bilateral, oneroso, celebrado por adhesión escrita,
de duración (con plazo indeterminado o determinado) y esencialmente de colaboración.
Sin embargo a diferencia de los otros tres contratos no tiene tipicidad normativa y
se mantiene simplemente como un contrato con tipicidad social.
Siendo ello así resulta de aplicación el art. 970 del CCyC que establece como plexo
normativo para los contratos atípicos el siguiente:
1- la voluntad de las partes.
2- las normas generales sobre contratos y obligaciones.
3- los usos y prácticas del lugar de celebración.
4- las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son
compatibles y se adecuan a su finalidad.
A nuestro juicio el art. 1511 inc. b no altera este plexo normativo, sólo reconoce la
afinidad de la concesión con el contrato de distribución y dispone la aplicación de aque-
llas normas en cuanto fueren compatibles con el contrato socialmente atípico, cuyo
desarrollo en el ambiente de los negocios se nutre principalmente de usos, prácticas y
costumbres que le dan perfiles propios por lo que en consecuencia dichos usos, prácti-
cas y costumbres deben estar por encima de las normas de la concesión.
Coincidimos en este aspecto con Marzorati, Junyent Bas y Rodríguez Leguiza-
món a partir de la opinión del primero para quien el contrato de distribución se basa
esencialmente en usos y prácticas y las normas de la concesión sólo son supletorias
respecto a aquellos164.
164 MARZORATI, Osvaldo, “Distribución comercial y franchising”, Revista de Derecho Comercial, del
Consumidor y de la Empresa, La Ley, año III, N° 5, 2012.
302 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
De acuerdo con la práctica de este contrato, las principales obligaciones del impor-
tador, fabricante o mayorista podrían resumirse así:
1- abastecer la mercadería que el distribuidor habrá de revender. El abastecimiento
deberá ser en la cantidad, tiempo y forma previstos por las partes.
Podríamos decir en definitiva que esta obligación consiste en una provisión regular
de mercaderías al distribuidor.
2- entregar al distribuidor productos aptos para su comercialización: con su co-
rrespondiente identificación, con las garantías legales, con los repuestos y accesorios
exigibles por el cliente y con su calidad y salubridad certificadas.
3- el fabricante debe abstenerse de realizar por sí o por terceros operaciones
dentro de la zona asignada al distribuidor salvo pacto en contrario. Supletoriamente
debe tenerse en cuenta el art. 1504 inc. b de la concesión que impone la obligación
de respetar el territorio o zona de influencia al concesionario, aplicando esta regla
a favor del distribuidor.
4- informar al distribuidor el valor de venta con que podrá adquirir y luego
comercializar el producto y sus distintas variaciones, en forma periódica y con
antelación suficiente.
5- cumplir con las prestaciones de publicidad y propaganda que haya tomado a su
cargo.
En principio esta remuneración surge de la diferencia entre el precio que debe abo-
nar el distribuidor al productor, fabricante, importador o mayorista y el precio de venta
autorizado al distribuidor.
Ese margen así concebido puede responder a diferentes parámetros.
1- puede tratarse de un porcentaje fijo entre precio de venta al distribuidor y precio
de venta al público.
2- el contrato puede prever la facultad del fabricante de fijar unilateralmente el
precio de venta en distintas oportunidades.
En tal caso se entiende que la cláusula es lícita si se prevé su utilización con pa-
rámetros objetivos susceptibles de ser controlados por el distribuidor afectado. De lo
contrario, la cláusula será ilícita.
Son parámetros objetivos las variaciones del mercado correspondiente a los pro-
ductos distribuidos en el trimestre anterior, para citar solo un ejemplo165.
5. FRANQUICIA *
La franquicia comercial está definida y tratada en el CCyC entre los artículos 1512
al 1524. El CC Vélez no regulaba este contrato, el cual hasta el 1 de Agosto de 2015 era
atípico para nuestro sistema jurídico.
5.1. Concepto
El art. 1512 del CCyC define “Hay franquicia comercial cuando una parte, deno-
minada franquiciante, otorga a otra, llamada franquiciado, el derecho a utilizar un
sistema probado, destinado a comercializar determinados bienes o servicios bajo el
nombre comercial, emblema, o la marca del franquiciante, quien provee un conjunto
de conocimientos técnicos y la prestación continua de asistencia técnica o comercial,
contra una prestación directa o indirecta del franquiciado”.
En el fundamento se informa que las definiciones normativas han seguido el
modelo de UNIDROIT (Instituto Internacional para la Unificación del Derecho
Privado) que en 1998 aprobó en Roma la “Guía para los Acuerdos de Franquicia
Principal Internacional”.
En un primer momento el proyecto de 1998 y ahora el CCyC se le otorga autonomía
legislativa a este contrato.
Las fuentes normativas del proyecto del 98, que deben ser consideradas también del
CCyC, son las leyes estaduales de los EEUU y los Reglamentos de la ex Comunidad
Económica Europea (CCE).
Tanto en las leyes de los EEUU como de la CCE, se diferencia claramente la fran-
quicia como conjunto de derechos y el contrato que la tiene como objeto, pero esta dife-
rencia no ha sido plasmada en el CCyC. La CCE en 1988 definió que debía entenderse
por franquicia (esto es el ” ..conjunto de derechos…..”) y por otro lado lo que se debe
entender por contrato de franquicia (“contrato por el cual…”).
Corresponde añadir que a la autorización dada al franquiciado para utilizar un siste-
ma probado, se le puede sumar la entrega de bienes materiales o materia prima.
Elementos Reales
El art. 1512 alude a la utilización del nombre comercial, el emblema y la marca del
franquiciante.
Nombre Comercial:
Puede ser el nombre de una persona física o jurídica, un seudónimo o un nombre de
fantasía, siempre que no trasgreda los art. 2 y 3 de la ley 22362.
Se adquiere por el uso aún sin registrar y se pierde por el no uso, o sea por el cese
de actividad designada (art. 28 y 29 de la ley 22362)
Marca
El art. 1512 alude a la marca, se refiere al signo distintivo de productos o servicios
cuya regulación, alcance, protección y sistema de registración regula la ley 22362. Las
marcas pueden ser objeto de contratos de licencia y es con ese alcance que se pueden
insertar en un contrato de franquicia. De hecho, todas las franquicias implican o invo-
lucran la autorización de uso de una marca.
Emblema
No es algo distinto de lo anterior y se lo critica por superfluo. El emblema es una
marca constituida por un dibujo. Le hubiera bastado al legislador, mencionar la marca
sin referir al emblema como si fuera algo distinto, pues, como se alude no lo es.
El segundo párrafo del art.1512 abre la posibilidad de que la franquicia contemple
patentes de invención y derecho de autor, los que también podrían ser parte del conjun-
to de bienes inmateriales o intangibles que es objeto el contrato de franquicia.
Corresponde también afirmar que no es admisible reducir la naturaleza del contrato
de franquicia a la concesión de tales licencias.
A la transmisión de bienes inmateriales o intangibles puede sumarse la entrega
de bienes materiales como mercaderías o materias primas ya sea en forma directa
por suministro o indirecta por indicación de especificaciones de calidad o indica-
ción de línea de proveedores.
Este cúmulo de bienes inmateriales más los bienes materiales, es a lo que refiere el
art. 1512 cuando habla de la provisión de “un conjunto de conocimientos técnicos” que
se conoce como know how.
El know how es una expresión anglosajona que figuraba en el proyecto de 1998,
pero fue eliminada en el CCyC.
La Cámara Internacional de Comercio en 1957 lo definió como “…la totalidad de
los conocimientos del saber especializado y de la experiencia volcados en el procedi-
miento y en la realización técnica de la fabricación de productos “. Es, en síntesis, un
“saber hacer” que se transmite.
En la franquicia la transmisión del know how al franquiciado es esencial para su
propia configuración empresarial.
Existen dos tipos de know how aplicados al contrato de franquicia.
306 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Elementos Personales
Las partes en este contrato se llaman:
Franquiciante: o franquiciador es el empresario que puede ser persona humana
con capacidad de derecho y de ejercicio (art. 22 y 23 CCyC) o bien personas jurídicas.
Franquiciado: Son empresas autónomas, jurídicamente independientes, ambos
tienen su propia personalidad.
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 307
El tercer párrafo del art. 1512 dice que el franquiciante no podrá tener participación
accionaria de control sobre el franquiciado. Esto no estaba previsto en el proyecto de
1998, siguiéndose en el punto lo dispuesto en el Reglamento de la CEE. Ello sugiere
en realidad que si bien puede tener participación, ello no puede llevar a asumir una
situación de control de la otra empresa.
El franquiciante debe ser titular exclusivo del conjunto de los derechos intelec-
tuales, marcas, patentes nombres comerciales o en su caso tener autorización para su
utilización y transmisión al franquiciado.
Elementos Formales
Si bien el contrato de franquicia es consensual ( art. 957 CCyC), requiere la forma
escrita. Esto se deduce del art. 1514 inc. “a” que alude a su firma. Tal forma es ad pro-
bationem (art. 969 CCyC). No se concibe en la práctica un contrato de franquicia que
no sea celebrado por escrito, pero la norma no lo exige específicamente.
Se estructura con un preámbulo y la definición del objeto, siguen las li-
cencias de marcas, patentes etc., la declaración del know how, las cláusulas
específicas, los derechos y obligaciones, duración del contrato, renovación y
resolución y cláusulas de arbitraje.
No se exige la inscripción registral del contrato.
5.3. Caracteres
Por el art. 1513 inc. “c” CCyC, sistema de negocios es “…el conjunto de conoci-
mientos prácticos y la experiencia acumulada por el franquiciante, que ha sido debi-
damente probado, secreto, sustancial y transmisible.
Secreto: No es generalmente conocido
Sustancial: es información relevante.
Transmisible: su descripción es suficiente para que el franquiciado desarrolle su
negocio.
Ventajas para ambas partes.
La transmisión se realiza a través del manual de operaciones que es el suministro de
la guía o instrucciones para su puesta en marcha y su posterior ejecución.
La guía del UNIDROIT dice que todos los detalles están en el manual de operacio-
nes con instrucciones que posibilitan el funcionamiento de la franquicia.
La mayoría de las franquicias adoptan el sistema de franquicia comercial.
Los elementos que forman el know how pueden no ser únicos, pero, si lo es la for-
ma en que se combinan y utilizan tales elementos.
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 309
1. Información precontractual
El art. 1514 inc- “a” CCyC dispone que el franquiciante debe “…. proporcionar
con antelación a la firma del contrato información económica y financiera sobre la
evolución de dos años de unidades similares a la ofrecida en franquicia que hayan
operado un tiempo suficiente en el país o en el extranjero…”
¿Cuáles son las ventajas y los riesgos? Sirve para permitir al futuro franquiciado
decidir ingresar o no en el contrato, con un conocimiento cabal.
La doctrina ha señalado que este deber de información pesa sobre ambas partes,
esto es, también sobre el franquiciado. Sin embargo, el CCyC la establece formal-
mente solo como carga del franquiciante. La explicación puede encontrarse en la
circunstancia de que ésta resulta ser la parte fuerte y normalmente predisponente
del contrato. Aún siendo ello así, entendemos que el deber de información precon-
tractual pesa sobre ambas partes.
A requerimiento del franquiciante, el franquiciado debe informar su capacidad em-
presarial y financiera y sus cualidades personales, económicas y su solvencia, ya que el
contrato es intuitu personae.
Responsabilidad por infracción al deber de información: Existe responsabilidad
por la omisión de la información o por el suministro inexacto ya que atenta contra la
buena fe. Está ligado a llevar a la otra parte a error Esto además de invalidar el contrato,
puede conducir al resarcimiento de los daños y perjuicios que se hubieren producido.
No estamos hablando de errores de estimación sobre las bondades de la franquicia, no
hay responsabilidad por haber suministrado datos optimistas. Hay responsabilidad en
el caso de proporcionar datos irreales y fantasiosos.
2. Confidencialidad
El art. 1515, inc. “d” CCyC, es un deber propio de la etapa de ejecución, pero se
extiende a la etapa anterior o precontractual.
Se funda en la buena fe: guardar reserva de la información obtenida en tratativas
preliminares. Se trata de la obligación de no hacer. No revelar información del otro.
Responsabilidad por infracción al deber de confidencialidad: puede generar res-
ponsabilidad precontractual. La divulgación importa un acto de competencia desleal.
de la experiencia del franquiciante y comprobados por este como aptos para producir
los efectos del sistema de franquicia..” Es la comunicación del know how. Es entregar
la franquicia y no se agota solo en el know how sino que también debe poner a dispo-
sición del franquiciado los bienes inmateriales y materiales necesarios para lograr la
explotación de la franquicia. El objeto de la obligación es transmitir “todo” el conjunto
de elementos, o sea, el sistema probado.
Incluye:
Transmisión del Know How: Es lo que regula el art. 1514 inc. “b” . Esto se materia-
liza a través de una licencia donde el licenciante-franquiciante no pierde la titularidad,
ni la posibilidad de explotarlo, sin perjuicio de las restricciones. El franquiciado está
autorizado a su explotación durante un tiempo determinado y en las condiciones
pactadas. Al ser un bien inmaterial, se entiende hecha por el envío del soporte
donde estos conocimientos se almacenen (documentos, planos, fórmulas, modelos,
etc). Se trata de una obligación de dar a la que se le suma la obligación de hacer,
que consiste en explicar su contenido. Esto se completa con la entrega del manual
de operaciones consagrada en el art. 1514 inc. “c”. Por su parte el art. 1514 inc. “d”
consagra la obligación de mantener el know how con asistencia comercial y técnica
durante toda la vigencia del contrato.
Transmisión de bienes de propiedad industrial: Las marcas de los productos, las pa-
tentes de invención, los modelos industriales que forman parte de la franquicia se deben
transmitir mediante las respectivas licencias. Lo mismo que el nombre comercial. En
las respectivas licencias se establecen las condiciones de uso.
Transmisión de bienes materiales: Son bienes corporales como la mercadería en
contratos de franquicia de distribución o comerciales. O de materia prima en franqui-
cias de tipo industrial o de producción.
1. Recibir la franquicia
Resulta ser la contracara de la obligación del franquiciante, esto es, debe colaborar
en la recepción.
1. Desarrollar la franquicia
Por el art. 1515 inc. “a” CCyC el franquiciado se compromete a ”… desarrollar
efectivamente las actividades comprendidas en la franquicia..” esto lo debe hacer ”..
sujetándose a las especificaciones del manual de operaciones y las que el franquician-
te le comunique en cumplimiento de su deber de asistencia”. Obligación de hacer, de
medios o pura actividad, sin perjuicio que dentro de estas obligaciones pueda haber a
cargo del franquiciado algunas de resultado como por ej. la facturación mínima.
El desarrollo varía según el tipo de franquicia. Será la comercialización en
las comerciales, la fabricación en las industriales o la prestación del servicio
en las de servicio.
Corresponde resaltar que va implícita la obligación de utilización de la marca, pa-
tentes y demás elementos licenciados, lo que le es útil al franquiciante para su conser-
vación, ya que las marcas de productos y servicios están sujetas a caducidad por el no
uso. (art. 26 de la ley 26.362).
2. Proporcionar información
Según el art. 1515 inc. “b” CCyC, el franquiciado se obliga a “…a proporcionar las
informaciones que razonablemente requiera el franquiciante para el conocimiento del
desarrollo de la actividad y facilitar las inspecciones que se hayan pactado o que sean
adecuadas al objeto de la franquicia…”. Recordemos el derecho del franquiciante de
controlar a los franquiciados. En tal sentido, el franquiciado tiene obligación de propor-
cionar la información que le solicite el franquiciante.
El franquiciado abandona su propia libertad para acogerse a la política de la red
que integra.
Debe permitir el ingreso y control, por ejemplo, de inventario, stock, facturas y
remitos y cualquier documentación contable.
Toda la información recibida por el franquiciante está sujeta a reserva o confiden-
cialidad.
las que deban comunicarse para el desarrollo de esa actividad, Subsiste esta obliga-
ción aun vencido el contrato”.
El know how tiene carácter secreto, con independencia de que sea comercial o in-
dustrial. Si no es secreto es nulo.
Pese a ser una cláusula legal es común su inserción como cláusula convencional
dentro de los contratos de franquicia, y ello se da tanto en los contratos principales
como en las subfranquicias. Se denominan cláusulas de confidencialidad.
Corresponde resaltar que tanto los empleados como colaboradores no son terceros.
Por el art. 1515 inc. “d” el franquiciado tiene la obligación de mantener la confiden-
cialidad del know how. Aquí el CCyC se apartó del proyecto del 1998. Esta obligación
dura hasta que la información llegue a ser pública.
Guardan especial relación con las obligaciones del franquiciante y son por ejemplo:
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 315
Plazo: es aplicable el art. 1506 1er parr. Sin embargo un plazo inferior puede ser pac-
tado si se corresponde con situaciones especiales como ferias o congresos, actividades
desarrolladas dentro de predios o emprendimientos que tienen prevista una duración
inferior, o similares. Al vencimiento del plazo el contrato se entiende prorrogado táci-
tamente por plazos sucesivos de un año, excepto expresa denuncia de una de las partes
ante de cada vencimiento con treinta días de antelación. A la segunda renovación el
contrato se transforma en uno por tiempo indeterminado.
Las partes pueden pactar un contrato con plazo determinado con o sin cláusula de
renovación. La renovación en cambio depende de la existencia de cláusula especial en
el contrato, determinando la ley sus efectos salvo pacto en contrario. Puede ser bajo las
mismas condiciones o nuevas condiciones. También es supletorio que el contrato pasa
a ser de tiempo indeterminado. La voluntad de las partes siempre prevalece.
Una renovación es un nuevo contrato, pero puede tener el franquiciado trato di-
ferencial o especial por ejemplo no pagar canon inicial. También puede pactarse una
cuota de renovación.
Por el art. 1518 inc. “a” “…el franquiciado no puede ceder la posición contrac-
tual ni los derechos que emergen del contrato mientras está vigente, excepto los de
contenido dinerario”. No se aplica a la franquicia mayorista que justamente se dirige a
autorizar subfranquicias.
La franquicia es un contrato de larga duración y se ingresa en él considerando las
condiciones de la otra parte (intuitu personae). Por esto se entiende natural que una
parte prefiera que la otra no transfiera sus derechos, o que por lo menos esta posibilidad
este restringida o limitada.
No es lo mismo la posición del franquiciante que la del franquiciado. El art.
1518 inc. “a”, en este sentido, no limita al franquiciante solo al franquiciado. La
razón de la prohibición es impedir que se ceda a una parte cuya capacidad o repu-
tación no sea satisfactoria
Se permite en la franquicia mayorista a través de la subfranquicias con autorización
del franquiciante y bajo las condiciones establecidas.
Por el art. 1518 inc. “c”, “..el derecho de clientela corresponde al franquiciante…”
salvo pacto en contrario.
Por lo tanto la ley establece una regla que puede ser modificada por la voluntad de
las partes.
318 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
El art. 1518 inc. “c” segundo párrafo, establece que el franquiciado no puede cam-
biar la ubicación de sus locales de atención o fabricación salvo pacto en contrario. Ni
siquiera dentro de su ámbito territorial. No entra en conflicto con el art. 344 CC y C ya
que no se trata de su domicilio.
El art. 1519 CCyC dice así, “Cláusulas nulas. No son válidas las cláusulas que
prohíban al franquiciado:
a) cuestionar justificadamente los derechos del franquiciante mencionado en el ar-
tículo 1512, segundo párrafo;
b) adquirir mercaderías comprendidas en la franquicia de otros franquiciados
dentro del país, siempre que éstos respondan a las calidades y características
contractuales;
c) reunirse o establecer vínculos no económicos con otros franquiciados”.
Las cláusulas aludidas en la norma son nulas, porque expresan distintas mani-
festaciones de abuso del derecho y podrán ser denunciadas en cualquier momento
por el franquiciado. Afectan no solo los derechos patrimoniales de éste último, sino
incluso el derecho a la sociabilidad a tenor de la restricción que impone el inc c)
del artículo que analizamos.
Surge ante el incumplimiento de las obligaciones de las partes. Pueden ser de obli-
gaciones de dar, de hacer o no hacer.
Suelen incluirse cláusulas que determinan supuestos específicos de incumplimien-
to. También suelen agregarse cláusulas que otorgan plazos a las partes para subsanar
los incumplimientos.
Se abre la posibilidad de extinción por cláusula resolutoria expresa o tácita (arts.
1086 y 1087).
Ejemplos de incumplimiento:
1. Falta de puesta a disposición del conjunto de elementos de la franquicia.
2. Falta de entrega de mercadería en caso de aprovisionamiento exclusivo.
3. Falta de renovación de licencias por el franquiciante.
4. El franquiciado no explota la franquicia.
5. Entrega de mercadería defectuosa.
6. Defectos en el know how.
7. Asistencia técnica no adecuada.
El art. 1520 inc. “b” establece que los dependientes del franquiciado no tienen re-
lación jurídica laboral con el franquiciante, sin perjuicio de la aplicación de las normas
del fraude laboral.
En autos “Rodríguez Juan Ramón c/ Cía. embotelladora Argentina S.A. y otro”
(CSJN, 15/4/1993), se descartó en general la posibilidad de responsabilidad soli-
daria del principal respecto del comerciante distribuidor en los contratos de comer-
cialización a través de terceros, salvo en el supuesto de fraude laboral mencionado
precedentemente.
320 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
En virtud de lo dispuesto por el art. 1520 inc. “a”, el franquiciante no responde por
las obligaciones del franquiciado, excepto disposición legal en contrario.
La regla permite concluir que:
1. No existe relación contractual entre el tercero y el franquiciante.
2. Franquiciante y franquiciado son personas independientes.
La excepción se refiere, por ejemplo, a la hipótesis que plantea el art. 40 ley 24.240
en cuanto dispone que la responsabilidad es solidaria, sin perjuicio de las acciones de
repetición que pudieren corresponder. En la cadena de comercialización, sólo se libera
quien demuestre que la causa del daño al consumidor es ajena.
El art. 1522 inc. “a” alude al supuesto en que las partes son personas humanas.
En caso de muerte o incapacidad de alguna de ellas, el carácter intuitu personae
que se reconoce al contrato, impide que los herederos puedan ser considerados
continuadores del mismo, imposibilidad que se extiende al curador cuando la parte
ha sido declarada incapaz.
5.14.3. Contrato de plazo menor a tres años justificado por las razones especiales
El contrato puede tener una duración menor a cuatro años en casos especiales según
el art. 1516 CCyC.
El art. 1522 inc. “c” establece que vencido ese plazo el contrato se extingue de
pleno derecho
En razón del art. 1522 inc. “b”, el contrato no puede ser extinguido sin justa causa
dentro del plazo de su vigencia original pactado entre las partes.
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 321
Contrario sensu, sí puede ser extinguido unilateralmente cuando hay justa causa.
Habrá justa causa cuando una de las partes no haya cumplido sus obligaciones.
O cuando se hubiere frustrado la finalidad del contrato (art. 1090 CCyC).
O cuando el negocio fuese afectado por imprevisión (art. 1091 CCyC).
Además de lo expuesto, las partes pueden pactar cláusulas de extinción que consi-
deren justas o adecuadas a las particularidades del contrato.
El art. 1523 establece que el contrato de franquicia por sí mismo, no debe ser con-
siderado un pacto que limite, restrinja o distorsione la competencia.
El CCyC prohíbe en el art. 1518 inc. b) que el franquiciante comercialice directa-
mente con terceros en la zona de influencia
Según el art. 1522 in fine, terminado el contrato y por un plazo no mayor a un año
el franquiciado no puede en la zona de influencia competir con productos propios o de
terceros. No puede ir más allá de una año esta prohibición y siempre dentro del terri-
torio asignado.
Bibliografía
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FREYTES, Alejandro, “La rescisión unilateral y los contratos de duración”, Revista de la Fa-
cultad de Derecho y Ciencias Sociales, Vol. II, N° 2 (Nueva serie II), U.N.Cba., 2011.
JUNYENT BAS, Francisco y RODRÍGUEZ LEGUIZAMÓN, María Cecilia, “Agencia”, en Rive-
ra, Julio César, Medina, Graciela (Dir.), Esper, Mariano (Coord.), Código Civil y
Comercial de la Nación. Comentado, Thomson Reuters-La Ley, 2014.
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS 323
CAPÍTULO XIV
CONTRATO DE MUTUO *
1. DEFINICIÓN
especie, denominándolo mutuo; y b) préstamo de uso que tiene por objeto una cosa
inmueble (art. 225; 226) o mueble no fungible, y por ende obliga a restituir la misma
cosa recibida, y es denominado comodato.
Como elemento esencial en esta definición encontramos la transferencia en propie-
dad de la cosa objeto de mutuo, lo cual importará que el mutuario adquiere autorización
para consumirla, ya que gozará de todas las facultades inherentes al dominus. Vale se-
ñalar, que el mutuario no adquiere en propiedad la cosa objeto de mutuo por mero efec-
to del contrato, ya que en nuestro ordenamiento jurídico no se reconocen efectos reales
a los contratos, los cuales solo tienen efectos personales; para que dicha trasferencia en
propiedad opere será necesario el cumplimiento del modo adquisitivo (art. 1892), que
en este caso será la tradición (art. 750; 1892 3º párr.) al cual el mutuo le sirve de fun-
damento causal. Que opere la transmisión de propiedad de la cosa implica que pesarán
los riesgos de pérdida o destrucción sobre el mutuario por el principio res perit domino.
Entendemos conveniente señalar por adelantado, aunque sea mencionado luego en
este trabajo, que atento a que el CCyC ha eliminado la categoría de contratos reales de
nuestro derecho positivo, el contrato de mutuo queda configurado como contrato con-
sensual, lo cual evidencia en un esfuerzo terminológico del legislador al remarcar en
el art. 1525 que en el contrato bajo análisis el mutuante “se compromete a entregar...”,
dejando en claro el perfeccionamiento consensual de dicho contrato.
Las partes, legalmente denominadas, de este contrato son: a) mutuante, que será el
que transfiera en propiedad las cosas fungibles; y b) mutuario, es aquel que al cabo de
un tiempo restituirá las cosas con más el pago de una retribución (interés).
3. CARACTERES
acción, ante la falta de entrega por el mutuante, para exigirla. Acción de la que
carecía en el código derogado, donde solo podía reclamar los daños y perjui-
cios en el caso de promesa de mutuo oneroso (art. 2244 cód. derogado).
3. Bilateral: ya que por su naturaleza, las partes quedarán recíprocamente obliga-
das: el mutuante a entregar lo prometido y el mutuario a restituirlo y, en caso
de onerosidad, a pagar los intereses correspondientes; siendo así la obligación
de uno la razón de ser de la del otro.
4. Oneroso o Gratuito: dependiendo de se pacten intereses por la utilización del
capital o no. En caso de existir intereses pactados la ventaja obtenida por una
de las partes estará representada por el sacrificio que esta ha tenido que realizar.
Ambos ordenamientos derogados (CC y CCom) lo presumían gratuito, hoy se
consagra la presunción expresa de onerosidad (art. 1527 CCyC).
5. Conmutativo: en caso de ser oneroso (dando por sentado que la clasificación
de conmutativo o aleatorio es predicable solo respecto de contratos onerosos)
entendemos que será conmutativo, pues las partes conocerán la medida de la
relación ventaja/sacrificio que cada una afrontará en la ejecución del contrato,
sin subordinarlas a ningún hecho futuro e incierto.
6. De ejecución diferida: el contrato de mutuo, el mutuario tiene la obliga-
ción de restituir, lo que se entiende que ocurre al cabo de un determinado
tiempo, presumiéndose la existencia de un plazo entre la celebración del
contrato y su cumplimiento.
4. OBJETO
De la lectura de la definición legal podemos extraer las cosas que son susceptibles
de ser objeto de mutuo. El dispositivo del art. 1525 requiere que sean cosas fungibles.
Para poder entender dicho requerimiento debemos remitirnos al art. 232, que situado en
la parte general del CCyC reza “Son cosas fungibles aquellas en que todo individuo de
la especie equivale a otro individuo de la misma especie, y pueden sustituirse por otras
de la misma calidad y en igual cantidad”. Consecuencia de esta fungibilidad del objeto
este que el mutuario no podrá abstraerse de cumplir en caso de pérdida o destrucción
sin su culpa por la aplicación del principio que el género nunca perece.
5. CAPACIDAD. LEGITIMACIÓN
de un derecho que integra un patrimonio ajeno al del sujeto de voluntad que otorga el
negocio jurídico, en virtud del cual ese patrimonio puede sufrir alguna modificación
(Aparicio). Este tipo de legitimación es la que ostentan quienes ejercen la representa-
ción voluntaria de una determinada persona, en estos supuestos el CCyC exige que el
representante cuente con facultades expresas para el otorgamiento del acto, tal solución
se desprende del art. 375 inc. m) que dice “... son necesarias facultades expresas para:
…m) …dar o tomar dinero en préstamo, excepto cuando estos actos correspondan al
objeto para el que se otorgó un poder en términos generales”.
resolución expresa (art. 1086) o bien han guardado silencio respecto a ella, rigiendo así
la resolución implícita (art. 1087).
Para el eventual supuesto de que las partes no hayan establecido ni el plazo ni lugar
en que deba efectuarse la restitución, el codificador ha establecido una norma supletoria
tendiente a dispersar dicha dificultad. Así el art. 1528 reza “Si nada se ha establecido
acerca del plazo y lugar para la restitución de lo prestado, el mutuario debe restituirlo
dentro de los diez días de requerido por el mutuante, excepto lo que surja de los usos,
y en el lugar establecido en el art. 874.”
Pagar Intereses: ante la presunción expresa del CCyC de que el mutuo es oneroso,
dicha onerosidad radicará en la obligación del mutuario de abonar intereses. El art.
1527 establece que “El mutuo es oneroso, excepto pacto en contrario.”, se legisla el
sistema inverso al régimen derogado donde el mutuo tanto civil como comercial se
presumían gratuitos (aunque el último caso, mutuo comercial, había doctrina disímil).
Respecto de los intereses que deberá abonar el mutuario se regulan aspectos rele-
vantes, como son:
Tipo de interés debido: se regula que la retribución del mutuante serán los intereses
compensatorios, siendo estos que consisten en el precio que se paga por el uso del ca-
pital ajeno (art. 767 CCyC).
Moneda de Pago: al mismo tiempo, la norma regula que los intereses prima facie serán
siempre abonados en dinero, sea el objeto de mutuo dinero u otra cosa fungible. Cuando el
mutuo es de dinero, los intereses deberán ser abonados en la misma moneda prestada.
En el caso de mutuo no dinerario, donde los intereses deben liquidarse sobre una
cantidad de cosas fungibles, el art. 1527 establece un mecanismo para su cálculo, di-
ciendo “si el mutuo es de otro tipo de cosas fungibles, los intereses son liquidados en
dinero, tomando en consideración el precio de la cantidad de cosas prestadas en el
lugar en que debe efectuarse el pago de los accesorios, el día de comienzo del periodo,
excepto pacto en contrario.”
Periodicidad de devengamiento: El art. 1527, tercer párr., establece que los intere-
ses, en ausencia de pacto en contra, se deben por trimestre vencido, o con cada amorti-
zación total o parcial de lo prestado que ocurra antes de un trimestre.
Recibo de Intereses sin reserva expresa: repite una ficción propia del pago como
medio de extinción de las obligaciones (art. 899, inc. b), la ley presume iuris tantum en
el art. 1527 in fine, que si se otorga recibo por el pago de intereses correspondientes a
un período sin reserva de períodos anteriores, éstos se encuentran abonados.
Irrepetibilidad de los intereses abonados en un mutuo gratuito: en el supuesto de
que, habiéndose pactado la gratuidad por las partes, el mutuario abone intereses vo-
luntariamente, por imperio del art. 1527 los mismos serán irrepetibles. Entendemos
que dicha solución es consecuencia de lo normado en el art. 728 en torno a lo abonado
como resultado de un deber moral o de conciencia.
Sin embargo, cuando la causa del pago de los intereses en un mutuo gratuito haya
sido error de hecho excusable (art. 265) por mediar un vicio de la voluntad, habrá que
estarse a la nulidad de dicho acto y al consiguiente efecto de restitución.
CONTRATO DE MUTUO 331
Es posible, por múltiples motivos que pueden presentarse en la faz de ejecución del
contrato, donde las prestaciones de las partes se desenvuelven tendiendo a satisfacer el
interés de la contraria, que se verifique un incumplimiento por parte de alguna de ellas.
Ante el incumplimiento del mutuante el legislador otorga determinados remedios al
mutuario en el art. 1526 2º párr. que hemos analizado ut supra.
Corresponde ahora analizar la tutela del mutuante consagrada en el art. 1529 del
CCyC, la cual a rigor de verdad no es más que una aplicación en las normas específicas
de los principios generales en torno a la resolución por incumplimiento.
El dispositivo del 1529, en primer lugar establece que ante la falta de pago de los
intereses correspondientes o de cualquier amortización de capital, el mutuante tiene
derecho a resolver el contrato y a exigir la devolución de lo prestado más sus intereses
hasta su efectiva restitución. Interesa destacar que el incumplimiento en la restitución
o en el pago de intereses, opera como una suerte de excepción de caducidad de los pla-
zos, autorizando al mutuante a exigir la restitución de la totalidad, independientemente
de si el mutuario goza de un plazo a su favor.
Otro supuesto sobre el cual el CCyC viene a echar luz es sobre los efectos que tiene
el incumplimiento del pago de los intereses debidos o de las amortizaciones de capital.
Ante ello, el art. 1529 2º párr. consagra soluciones distintas dependiendo de la caracte-
rística del mutuo, a saber: a) si el mutuo es gratuito, por lo tanto el mutuario no debía
intereses compensatorios, desde el incumplimiento contractual la mora marcará el co-
mienzo del devengamiento de intereses moratorios, que vienen justamente a indemni-
zar el perjuicio que el retardo en el cumplimiento de la obligación ocasiona al mutuan-
te; b) si el mutuo fuere oneroso, los intereses compensatorios seguirán corriendo hasta
la efectiva restitución de la totalidad prestada con sus correspondientes intereses, a los
que se agregarán por imperio del art. 1529 los intereses moratorios.
Hemos analizado ya, que el efecto propio del contrato de mutuo es la transferencia
de la propiedad de las cosas objetos del mismo al mutuario. La importancia acerca de
dicho pronunciamiento deviene en que le será aplicable la responsabilidad por vicios
propia de todo acto que implica una transferencia de esta índole.
El art. 1530 establece que el mutuario responde por los daños causados con la
mala calidad o vicio de la cosa, siempre y cuando las cosas objeto de mutuo no
sean dinero. La primera parte de la norma vino a zanjar la discusión doctrinaria
de si cuando el mutuo tenía por objeto dinero, y el mismo era falso, daba lugar a
responsabilidad por vicios ocultos o no. El art. analizado excluye expresamente la
responsabilidad del mutuante en dicho caso.
Pero la procedencia de la responsabilidad del mutuante no solo requiere que las
cosas objeto de mutuo hayan sido cosas fungibles que no sean dinero, sino además,
332 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
El art. 1531 CCyC dispone que las reglas fijadas por el contrato de mutuo se apli-
can aun cuando: a) la tasa de interés consista en una parte o en un porcentaje de las
utilidades de un negocio o actividad, o se calcule a una tasa variable de acuerdo con
ellos; b) el mutuante tenga derecho a percibir intereses o recuperar su capital solo de las
utilidades o ingresos resultantes de un negocio o actividad, sin derecho a cobrarse de
otros bienes del mutuario; c) el mutuario deba dar a los fondos un destino determinado.
Y finalmente, el art. 1532 CCyC establece que se aplican al mutuo las disposiciones
relativas a las obligaciones de dar sumas de dinero o de género, según sea el caso. Na-
turalmente que ello será de manera supletoria a lo que las partes estipulen.
Bibliografía
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GHERSI, Carlos A., Contratos Civiles y Comerciales - Parte General y Parte Especial,
t. I, Astrea, 6ª ed., Buenos Aires, 2006.
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Comercial de la Nación Comentado, t. IV, La Ley, Buenos Aires, 2014.
LORENZETTI, Ricardo Luis, (Dir.), de Lorenzo, Miguel Federico, Lorenzetti, Pablo
(Coord.), Código Civil y Comercial de la Nación comentado, t. VII, Rubinzal-Cul-
zoni, Santa Fe, 2015.
CONTRATO DE COMODATO 333
CAPÍTULO XV
CONTRATO DE COMODATO *
1.2. Caracteres
consensual
bilateral
generalmente intuitu personae
esencialmente gratuito
Caracteres
no formal
de tracto sucesivo
civil y comercial o de consumo
típico y nominado
Existen otros contratos con los cuales el comodato presenta similitudes, por lo
tanto es preciso distinguirlo a los fines de un correcto encuadramiento legal que le
corresponda aplicar.
A tal efecto vamos a tomar como referencia aspectos como la finalidad, el interés
y la responsabilidad en cada uno de los contratos con los cuales vamos a compararlos.
Con el depósito regular gratuito, en el caso en que se haya autorizado el uso de
la cosa depositada, o bien su uso es necesario para su conservación. El depósito es
un contrato celebrado en beneficio o interés del depositante, que es quien se obliga a
entregar la cosa para ser guardada y custodiada por el depositario. En este contrato, el
depositante puede exigir la restitución de la cosa dada en cualquier momento, aun cuan-
do exista un plazo pendiente de cumplimiento. El comodato se celebra mayormente
en interés exclusivo del comodatario, que es quien recibe la cosa, con la finalidad que
éste use gratuitamente la cosa, y el comodante no puede pedir la restitución anticipada
de la cosa dada en préstamos, salvo excepción fundada en una necesidad imprevista y
urgente de la cosa prestada.
La distinción se justifica, en tanto la responsabilidad del comodatario es mayor que
la del depositario, en relación al cuidado que deben brindar a la cosa.
Con el contrato de mutuo o préstamo de consumo, cuando es gratuito, la diferencia
radica en que en este contrato las cosas al ser fungibles o consumibles, se transmite la
propiedad de ellas, debiendo el mutuario en su caso restituir la misma cantidad de cosas
de la misma especie y calidad que la recibida.
Ya sabemos que en el comodato solo se transmite la tenencia de la cosa para su uso.
Asimismo, en el mutuo el cumplimiento del plazo del préstamo es riguroso para el mu-
tuante, mientras que en el comodato, se puede solicitar anticipadamente la devolución
de la cosa, fundada en una necesidad urgente e imprevista de la cosa.
CONTRATO DE COMODATO 337
En líneas generales podemos decir que del art. 1536 del CCyC, surgen como obli-
gaciones del comodatario:
C
O - Usar la cosa conforme a derecho.
M
O - Pagar los gastos ordinarios y los realizados para servirse de la cosa.
D
A - Conservar la cosa.
T
A - Responder por la pérdida y deterioro de la cosa.
R
I - Restituir la cosa.
O
El CCyC en el inc. a) del mentado art. 1536, trae una serie de directivas, su-
pletorias de la voluntad de las partes, sobre las obligaciones que corresponden al
comodatario en cuanto al uso.
Inc. a): Si bien corresponde al comodatario la facultad de usar la cosa, tiene la obli-
gación de hacerlo conforme a derecho, esto es, de acuerdo a lo pactado en el contrato.
A falta de convenio al respecto, subsidiariamente debe darle a la cosa el destino que
tenía al tiempo del contrato, o el que se da a cosas análogas en el lugar donde la cosa se
encuentra, o el que corresponda a su naturaleza.
El incumplimiento por parte del comodatario de estas previsiones, faculta al como-
dante a exigir la restitución anticipada de la cosa antes del vencimiento del plazo, según
lo establece el art. 1539 inc. b) del CCyC, esto es, le otorga un derecho resolutorio por
ministerio de la ley (art. 1089 CCyC).
En definitiva, el mero cambio de destino, o en su caso, el que no se corresponda con
el que tenía la cosa al tiempo del contrato, o con la costumbre del lugar o su naturaleza,
aunque de ello no se siga daño alguno a la cosa, otorga ese derecho resolutorio.
De producirse algún daño a raíz de la infracción, el comodante además tendrá dere-
cho a reclamar la reparación o indemnización correspondiente.
El CCyC en el inc. b) pone a cargo del comodatario dos clases de gastos en relación
a la cosa prestada:
Gastos ordinarios de la cosa: son todos aquellos que se reputan como lógica con-
secuencia del uso mismo de la cosa, los comunes y regulares, como también necesarios
para su mantenimiento normal.
CONTRATO DE COMODATO 339
Al ser el comodatario beneficiado por la cesión del uso gratuito de una cosa, en
líneas generales presenta un cúmulo de obligaciones a su cargo de mayor rigurosidad,
siendo en consecuencia de toda justicia, que los deterioros que sufra la cosa, como su
pérdida, sean puestos bajo su responsabilidad, inc. d) del art. 1536.
340 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Responde en consecuencia, por los deterioros o pérdida que sufra la cosa, que ten-
gan su causa adecuada en la propia culpa del comodatario, sus dependientes o agentes.
Por pérdida debemos entender comprendida, tanto la destrucción total, como par-
cial de la cosa, y también el extravío de la misma.
En relación a los deterioros, debemos entender todo menoscabo o detrimento que
padezca la cosa.
Ahora bien, existen deterioros que eximen de responsabilidad al comodatario,
tales son los derivados del uso normal y correcto de la cosa conforme a lo pactado,
o a su destino o naturaleza, como también los que tienen su origen en la propia
calidad, vicio o defecto de la cosa.
No deberá responder en consecuencia, por los deterioros derivados del uso normal
y diligente de la cosa, conforme a su destino o naturaleza, como tampoco por el desgas-
te que sufra la cosa causadas por el uso correcto.
A título de ejemplo, podemos decir que si el inmueble prestado para vivienda ex-
perimenta un deterioro o un desgaste en la pintura, propio del transcurso del tiempo, o
del uso convenido, el comodatario no es responsable, pero lo sería si, en el mismo caso,
el deterioro o la suciedad en las paredes obedece al uso descuidado del comodatario.
Se decía más arriba, que se le impone al comodatario una responsabilidad más
agravada en razón del uso gratuito de la cosa. Ello se manifiesta principalmente en la
atribución de su responsabilidad por la pérdida o deterioro causados por caso fortuito,
según reza el inc. d) de la norma en comentario, en consonancia con lo dispuesto por el
art. 1733, inc. b) del CCyC.
Solo se libera de esta responsabilidad, como de la general por culpa, si el como-
datario demuestra que la pérdida o deterioro de la cosa por tales causas, hubieran
ocurrido lo mismo si la cosa se encontraba en poder del comodante, ultima parte
del inc. d) del art. 1536.
Como expresáramos más arriba, para ser comodante no es necesario ser propietario
de la cosa, basta con encontrarse frente a la cosa que se da en comodato, en una relación
de titularidad de un derecho real o personal, como lo está el propietario de la cosa, el
poseedor, el tenedor, el locatario, el usufructuario, etcétera.
Por tal razón el artículo en comentario inhibe al comodatario de excusarse de
su obligación de restituir la cosa, fundada en que la misma no es de propiedad del
comodante.
Ahora bien, si el comodatario es conocedor de que la cosa cuyo uso detenta, es
producto de un hurto (comprensiva del robo también) o de un extravío, debe suspender
provisoriamente su obligación de restituir la cosa, para lo cual deberá concomitante-
mente dar aviso al presunto dueño de la cosa, para que éste realice el reclamo judicial
pertinente dentro de un plazo razonable.
Cumplido estos recaudos, queda liberado de responsabilidad frente al comodante y
al presunto dueño de la cosa.
Asimismo, el comodatario puede optar por seguir el camino de la consignación
judicial (art. 904, inc. b del CCyC), cuando como en este caso, existe duda sobre la
persona del acreedor.
De no cumplir con esta suerte de protocolo procedimental de fondo –suspender la
restitución al comodante y dar aviso al presunto dueño–, o si, pese a hacerla, restituye
la cosa al comodante, o al dueño sin la conformidad del comodante o sin contar con
la pertinente autorización judicial, será responsable de los daños que dicha situación
cause al dueño o al comodante, en su caso.
En consecuencia, el comodatario es susceptible de responder por los daños y per-
juicios que su omisión o acción indebida, irrogare al dueño de la cosa o al comodante.
Debemos aclarar que el contrato de comodato no se extingue por el conocimiento
que el comodatario tenga de que la cosa es hurtada o perdida.
El contrato, frente a tales circunstancias, subsiste hasta el cumplimiento del
plazo correspondiente –sin perjuicio de su inoponibilidad ante el dueño de la cosa–,
suspendiéndose si la obligación de restitución al comodante al vencimiento del
término contractual.
Por último, corresponde agregar también, que cumplido el plazo contractual para
que opere la restitución, el comodatario no puede ejercer el derecho de retención sobre
la cosa por lo que le deba el comodante, aún en razón de los gastos extraordinarios que
realizara para la conservación de la misma (art. 1538, 2º pte.).
Lo expresado es concordante con lo dispuesto en materia específica sobre este me-
dio compulsivo en el art. 2587 en su segundo párrafo, al disponer que carece de tal
derecho, quien recibe la cosa en virtud de una relación contractual a título gratuito,
excepto que sea en el interés del otro contratante.
Si bien es cierto que dichos gastos corresponden sean irrogados por el comodante
(art. 1540 inc. d), al tratarse de un contrato gratuito y en beneficio del comodatario,
sería inapropiado el ejercicio de tamaña medida.
CONTRATO DE COMODATO 343
Del art. 1540 del CCyC se derivan en general las obligaciones del comodante:
C
O - entregar la cosa.
M
O - permitir el uso de la cosa.
D
A - responder por los daños causados por vicios de la cosa.
N
T
- reembolsar los gastos de conservación extraordinarios.
E
Esta obligación del comodante de entregar la cosa al comodatario (art. 1540, inc.
a CCyC), podemos calificarla como primaria e indispensable para que el comodatario
pueda hacer uso de la cosa.
Expresa la norma, que dicha entrega debe realizarse en el plazo y en el lugar con-
venido por las partes.
A falta de convenio al respecto, el lugar y tiempo de entrega deberá regirse por lo
establecido en los arts. 871 y 874 del CCyC.
Ante la falta de entrega de la cosa, el comodatario podrá reclamar cumplimiento de
contrato o su resolución, con los eventuales daños y perjuicios.
2.2.3. Responder por los daños causados por los vicios de la cosa que el comodante
ocultó
El inc. c) del art. 1540 contempla esta obligación, que cabe aclararlo, no se trata
en estricto sentido de la responsabilidad por vicios redhibitorios en la cosa, esto
es, por aquellos defectos graves y ocultos que afectan la materialidad de la cosa,
disminuyendo su posibilidad de uso.
Si no se trata de aquellos daños que la cosa produce en la persona o bienes del
comodatario, a raíz del vicio que padecía la misma.
Para configurarse esta responsabilidad deben darse los siguientes presupuestos:
344 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
La presente obligación contenida en el inc. d) del art. 1540 CCyC, refiere a aquellos
gastos de reparación que sean de imperiosa necesidad su realización, tendientes a la
conservación de la cosa.
Asimismo, debe tratarse de gastos que no sean de costumbre o habituales reali-
zar a los fines de aprovecharse de la cosa, si no deben ser de carácter extraordina-
rios, fuera de lo común.
Para que surja esta obligación a cargo del comodante, previo a realizar la ero-
gación por parte del comodatario, debe éste poner en conocimiento del comodante
la necesidad de efectuar dichos gastos de reparación, excepto que los mismos re-
vistan el carácter de urgentes.
Una vez comunicado al comodante, podrá este manifestar su autorización o con-
formidad con dichos gastos, o bien decidirse a realizarlos por su cuenta, o en definitiva
negar su realización.
En relación a la imposición de solventar esta clase de gastos a cargo del comodante,
la doctrina haya su razón de ser, en que la cosa dada en préstamo no ha salido de su pa-
trimonio, redundando en definitiva en su provecho, ya que apuntan a mantener la cosa
en buen estado de conservación.
El art. 1541 del CCyC en sus cuatro incisos, enumera las causales de extinción del
contrato de comodato, no siendo la misma exhaustiva, ya que existen otras hipótesis de
conclusión del contrato dentro del Capítulo que regula esta figura.
La norma aclara que no hay subrogación real, esto es, no continúa sobre otra cosa
similar, ni tampoco el comodante tiene la obligación de entregar otra cosa equivalente
para que el contrato se cumpla.
Para el caso en comentario, es indiferente que la cosa se destruya en poder del
comodante o bien perezca luego de entregarse al comodatario; en su caso, se podrá
analizar la eventual responsabilidad que le cabe al comodante o al comodatario, si sus
conductas tuvieron injerencia en la destrucción, pero el contrato igual se extingue.
El cumplimiento del plazo de duración del contrato provoca la extinción del comodato.
En cuanto al mismo, habrá que distinguir si se previó un plazo determinado para
ello o no.
Vale en consecuencia, todo lo expresado aquí con motivo de la obligación de res-
tituir que le cabe al comodatario, prevista en el art. 1536 inc. e) CCyC, y que fuere
analizado en su lugar, a donde remitimos.
Bibliografía
ALTERINI, Jorge H. (Dir.), Aicega, María Valentina, Gómez Leo, Osvaldo R., Leiva Fer-
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CONTRATO DE DONACIÓN 347
CAPÍTULO XVI
CONTRATO DE DONACIÓN *
pondió a la idea de Napoleón de que solo los bilaterales cabían en el molde contractual
en cuanto generaban obligaciones para ambas partes, por lo que se ubicó a las donacio-
nes entre las liberalidades, ajenas a los contratos. Este temperamento que descarta el
carácter contractual y ve en la donación un simple acto donde el donante proporciona
al donatario una atribución patrimonial a su costa y cargo sin recibir nada a cambio,
encuentra también encendidos defensores en el derecho español.
Puig Brutau, por ejemplo, para sustentar esta postura advierte que no toda acepta-
ción lo es de una oferta contractual, que la recepción de un beneficio ha de ser consen-
tida, y que el art. 618 del Código Civil español no exige la tradición, lo que equivaldría
a obligarse como ocurre en los contratos que generan obligaciones equilibrando los
intereses contrapuestos de las partes en el acuerdo.
Sin embargo, y pese a que el CC español ubica a la donación entre las diferentes
maneras de adquirir la propiedad como el código galo, hay otros autores que defienden
su naturaleza contractual, entre ellos De Diego, quien recuerda que como regla general
se exige la aceptación del donatario que justifica el traslado del dominio de un patri-
monio a otro, o Albaladejo García que afirma que en el Código Civil la donación es un
contrato aunque la definición lo califique solo de acto.
En Alemania, Larenz sostiene que no todas las atribuciones a título gratuito deben
quedar subsumidas en la donación, por cuanto ésta persigue esencialmente la enajena-
ción, participando en ese aspecto de notas propias de los negocios onerosos, que en de-
finitiva persiguen idéntica finalidad, como ocurre con la compraventa o la permuta. Lo
acompaña Hedemann, quien ratifica que la donación ha sido concebida en el derecho
germano como un contrato, por lo que la liberalidad unilateral del donante no es eficaz,
sino presenta la correlativa aceptación del beneficiario.
El derecho italiano no deja flancos para la discusión pues el art. 769 del Codice Ci-
vile define a la donación como “el contrato por el cual, por espíritu de liberalidad una
parte enriquece a otra, disponiendo a su favor de un derecho suyo o asumiendo una
obligación”. Para reafirmar aún más su carácter contractual, el art. 782 no solo exige la
aceptación del donatario, sino incluso su notificación al donante, admitiendo el derecho
de ambos a revocar su declaración antes que la donación se perfeccione.
con detenimiento su postura, se advierte una tesis por demás compleja y alambicada,
inadmisible en un sistema como el nuestro, donde el carácter contractual de la donación
resiste todo embate posible.
Guillermo Borda enrolado en la misma línea de pensamiento, aunque sin desco-
nocer la tendencia mayoritaria por la calificación contractual, sostiene que donar tiene
un vínculo inmediato con las disposiciones graciables mortis causae, señalando que
la donación es en realidad, un acto unilateral de disposición gratuita de bienes, más
cercana a las mandas testamentarias que al contrato, como lo prueban la revocación por
ingratitud y la reducción por inoficiosidad.
No se nos escapa que podría equipararse este negocio con cualquier acto de
libre disposición o beneficencia en provecho de un tercero, verbigracia: un legado,
el mutuo sin intereses, la remisión de un crédito, la extinción de la obligación por
prescripción, la cancelación de una obligación natural, etc. Todos ellos trasuntan
actos gratuitos en provecho del eventual beneficiario, pero en realidad no constitu-
yen verdaderas donaciones, al menos en el sentido y alcance que es dable asignar
al concepto en nuestro sistema legal.
Ello así, porque la donación entraña la dación de cosas que se desplazan de un pa-
trimonio a otro sin contraprestación, por acto entre vivos y siempre con el ánimo de be-
neficiar a la otra parte (animus donandi). Una se empobrece y la otra se enriquece, uno
dispone y el otro acepta, y es siempre posible visualizar la sustancia patrimonial que se
traslada del acervo de un sujeto al del otro. Nada de ello ocurre en los ejemplos antes
señalados, donde la cuestión se observa difusa o no respeta estos recaudos ineludibles.
Solo por excepción admitimos asimilada a la donación la cesión gratuita de dere-
chos, no solo porque resulta conceptualmente compatible y respeta sus recaudos estruc-
turales, sino porque el propio derecho positivo permite la aplicación subsidiaria de las
normas de aquella a esta última (arts. 1543 y 1614 CCyC).
Pensamos con Compagnucci de Caso que en nuestro derecho positivo no es posible
contradecir que se trate de una figura contractual por variadas razones:
1) En primer término está legislada como tal en los arts. 1542 a 1573 del CCyC, en
el capítulo 22 del título IV del libro III lo cual no deja duda sobre su naturaleza contrac-
tual, y en la definición que contiene la primera norma, se requiere de la aceptación del
donatario para el perfeccionamiento del contrato.
2) En segundo lugar, el art. 1545 del CCyC indica que “la aceptación puede ser
expresa o tácita, pero es de interpretación restrictiva y está sujeta a las reglas estable-
cidas respecto de la forma de las donaciones. Debe producirse en vida del donante y
del donatario”, lo que demuestra que nadie puede ser obligado a recibir una cosa aun-
que la dación fuere gratuita, pues podría serle perjudicial su recepción, verbigracia si
se tratare de drogas prohibidas, un objeto demasiado oneroso para conservarlo, o algún
otro que sencillamente el beneficiario no tuviere interés en recibir.
3) Finalmente, la revocación, cuyas causales taxativas prevé el art. 1569 del CCyC
(inejecución de los cargos, ingratitud y supernacencia de hijos) y la reducción por in-
oficiosidad (art. 1565 CCyC), están reguladas según estrictas reglas de procedencia, y
acotados efectos, y se revelan como consecuencias inherentes a una figura contractual,
350 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
ajenas a un acto unilateral. Así, la revocación por ingratitud aparece como la indignada
reacción del donante frente un donatario innoble; la revocación por incumplimiento de
los cargos, como la respuesta ante esa contraprestación accesoria insatisfecha; en fin,
la declaración de inoficiosidad, como una medida de protección a la legítima de los
herederos forzosos ejercida mediante la acción de reducción.
Todas estas vicisitudes resuelven retroactivamente las donaciones celebradas, de
modo total en los supuestos de revocación y de modo parcial y en la medida y propor-
ción en que excedan la cuota disponible, en los casos de inoficiosidad.
1.3. Definición
El art. 1542 del CCyC define la figura en estos términos: “hay donación cuando
una parte se obliga a transferir gratuitamente una cosa a otra, y esta lo acepta”.
De allí surge que el negocio supone un contrato en virtud del cual una parte, en for-
ma gratuita, asume la obligación de transmitir a otra que lo acepta, el dominio de una
cosa. Se hace evidente su naturaleza eminentemente contractual al exigir la aceptación
del donatario, despejando discusiones sobre el particular, su gratuidad, y su objeto cir-
cunscripto a las cosas, excluyendo a los objetos inmateriales.
1.4. Elementos
1.5. Caracteres
1.6. Consentimiento
1.7. Objeto
1.8. Forma
Si bien el art. 1015 CCyC se inclina por la libertad de formas, manteniendo el sis-
tema ya adoptado en el CC de Vélez Sarsfield (art. 974) en este contrato en particular,
la forma adquiere una singular trascendencia porque la libre disposición de bienes sin
recibir contraprestación, es mirada con sospecha y resquemor, y esta circunstancia ha
justificado limitaciones a la libertad de donar mediante la imposición de vallados for-
males reservados a casos particulares.
Como principio general, y como ya se adelantó, la donación es un contrato no for-
mal, salvo casos especialmente previstos en los cuales la ley impone una solemnidad
especial de perfeccionamiento negocial.
Así pueden celebrarse verbalmente o por escrito, por instrumento público o privado
a libre elección de las partes, las donaciones de cosas muebles no registrables y los títu-
los al portador que se consuman por la tradición del objeto donado, llamadas en el art.
1554 del CCyC manuales, porque agotan su perfeccionamiento con la entrega material
de la cosa del donante al donatario.
Por excepción la ley requiere una solemnidad especial, “escritura pública bajo
pena de nulidad, para los supuestos de donaciones de bienes inmuebles, muebles re-
gistrables y prestaciones periódicas y vitalicias” (art. 1552 CCyC).
CONTRATO DE DONACIÓN 355
1.9. Prueba
A diferencia del CC de Vélez (arts. 1812 a 1818), el CCyC carece de normas sobre
la prueba del contrato de donación, de modo que en principio, rigen las disposiciones
sobre la prueba de los contratos en general (arts. 1019 y 1020 CCyC).
Así, las no formales se prueban por “cualquier medio apto para llegar a una razo-
nable convicción según las reglas de la sana crítica, con arreglo a las leyes procesa-
les”. Dentro de esta categoría quedan incluidas las de bienes muebles no registrables o
manuales concretadas mediante la entrega efectiva de la cosa.
Las formales en cambio, incluidas en el art. 1552 CCyC, solo pueden ser probadas
mediante la escritura pública correspondiente, por tratarse de una formalidad solemne,
imposible de ser sustituida por alguno de los otros medios sucedáneos referidos en el
art. 1020 para contratos de solemnidad relativa (“testigos, instrumento privado, o cual-
quier otro documento que emane de la otra parte, de su causante, o de parte interesada
en el asunto, que haga verosímil la existencia del contrato, o comienzo de ejecución”).
Como todo vínculo jurídico bilateral la donación produce sus propias consecuen-
cias o efectos, que se relacionan directamente con las obligaciones que tiene el donante,
356 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
y las que eventualmente podrían caber al donatario, aunque no debe olvidarse, como
se anticipó más adelante, que se trata de un contrato unilateral, que en principio, solo
produce obligaciones para el donante.
El CCyC se ocupa del tema en la sección 2ª del cap. 22 destinando al efecto los arts.
1555 a 1559.
“b) si la donación se ha hecho de mala fe, sabiendo el donante que la cosa donada
no era suya e ignorándolo el donatario”; si el donante sabe que la cosa es aje-
na e igualmente la dona como propia obra de mala fe, por lo que tal conducta
merece la reprobación legal haciéndolo responsable de la evicción producida;
sin embargo tal responsabilidad cede en el supuesto de que también el donatario
sepa de la ajenidad de la cosa, supuesto en el que no podría caber la responsa-
bilidad pues ambos obrarían de mala fe, si lo supiera con posterioridad a que
la cosa se le hubiera entregado, tendrá derecho a que se le resarzan los gastos
ocasionados para recibirla;
“c) si la evicción se produce por causa del donante”; si la responsabilidad por evic-
ción asegura la existencia y la legitimidad del derecho transmitido (art. 1044
CCyC) es obvio que ha de fundarse en actos que sean imputables al donante, por
lo que si estos provienen de inconductas del donatario, tal responsabilidad cesa;
“d) si las donaciones son mutuas, remuneratorias o con cargo”; las mutuas son
aquellas que se hacen dos o más personas recíprocamente, de lo que resulta que
los donantes son también donatarios y como no necesariamente deben guardar
equivalencia económica ni correspondencia alguna, podría ocurrir que se trate
de actos parcialmente onerosos; las remuneratorias son realizadas en recompen-
sa de servicios prestados al donante por el donatario, apreciables en dinero y
por los cuales el segundo podría exigir judicialmente el pago; las con cargo, son
acuerdos en los que se impone una obligación accesoria al beneficiario, lo que
supone una restricción o menoscabo al derecho de propiedad transferido sobre
la cosa donada. En todos estos supuestos, es evidente la parcial onerosidad del
negocio concertado, y la consecuente responsabilidad por evicción del donante
aparece incuestionable en la porción onerosa.
Los alcances de la garantía de evicción están fijados en el art. 1557 CCyC en estos
términos: “la responsabilidad por evicción obliga al donante a indemnizar al donata-
rio los gastos en que este ha incurrido por causa de la donación. Si esta es mutua, re-
muneratoria o con cargo, el donante debe reembolsarle además el valor de la cosa por
él recibida, lo gastado en el cumplimiento del cargo, o retribuir los servicios recibidos,
respectivamente. Si la evicción proviene de un hecho posterior a la donación imputable
al donante, este debe indemnizar al donatario los daños ocasionados. Cuando la evic-
ción es parcial, el resarcimiento se reduce proporcionalmente”.
La norma intenta ordenar y establecer de modo genérico, a diferencia del CC de Vélez,
en un solo precepto los alcances de la responsabilidad del donante por la evicción produ-
cida, atrapando las diversas situaciones que se podrían plantear en la vida práctica en la di-
mensión de la onerosidad del acto. En primer término, se establece para la donación pura y
simple la obligación del donante de restituir al donatario los gastos en que hubiere incurrido
a raíz de la donación; en segundo lugar, se fija para supuestos de donaciones parcialmente
onerosas (mutuas, remuneratorias, con cargo), la obligación de reembolsarle el valor de la
cosa por él recibida, lo gastado en el cumplimiento del cargo o retribuirle los servicios que
hubiere recibido del donatario. En el segundo párrafo se hace responsable al donante de los
daños que hubiere ocasionado al donatario si la evicción se produce por un hecho posterior
a él imputable, y se culmina disponiendo una indemnización proporcional al daño efectiva-
mente causado, si la evicción fuere parcial.
358 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
c. Garantía por vicios ocultos: La responsabilidad del donante por los defectos
ocultos o redhibitorios que afecten la materialidad de la cosa donada, está prevista en
el nuevo CCyC, modificando el régimen anterior del CC de Vélez que liberaba al do-
nante de tal carga en sus arts. 1835 y 2165. En el nuevo diseño, el art. 1158 CCyC hace
responsable al donante “solo si hubo dolo de su parte, en cuyo caso debe reparar
los daños ocasionados al donatario”. Siguiendo el antecedente del art. 798 del
CC italiano, la norma prescribe la responsabilidad del donante para el caso de que
transfiriera la cosa sabiendo que su materialidad está afectada por un vicio oculto,
lo que implica que el dador conoce del vicio y no lo previene de ello al beneficiado.
Aunque el art. 1158 CCyC no lo exprese de modo claro e inequívoco, en atención a
la naturaleza eminentemente gratuita de la donación, el donante deberá indemnizar
al donatario por los perjuicios que el vicio oculto le hubiere ocasionado, pero no
podrá reclamar el valor íntegro de la cosa donada, el de los cargos, ni el importe de
los servicios prestados en las remuneratorias.
3. CLASES DE DONACIONES
Están definidas en el art. 1561 CCyC como aquellas que son “realizadas en recom-
pensa de los servicios prestados al donante por el donatario, apreciables en dinero y
por los cuales el segundo podría exigir judicialmente el pago. La donación se juzga
gratuita sino consta en el instrumento lo que se tiene en mira remunerar”.
Una interpretación literal de la norma autorizaría a pensar a un desprevenido intér-
prete que no se trata de un acto de liberalidad sino del cumplimiento liso y llano del
pago por los servicios materiales o intelectuales realizados. Sin embargo, el análisis
detenido del contenido permite inferir que la figura entraña el supuesto de la dación de
una cosa cuyo valor excede la equitativa remuneración por el servicio recibido, pues de
lo contrario el acto sería típicamente oneroso, lo que descartaría la donación.
Para su configuración son menester cuatro recaudos inexorables:
a. Que los servicios hayan sido prestados al donante, si lo fueren a persona distinta
no habría donación remuneratoria sino pura y simple.
b. Que los servicios sean apreciables en dinero, representativo de un valor econó-
mico.
c. Que el donatario esté facultado para exigir judicialmente su pago, y que la ac-
ción no haya sido aún ejercida, pues de lo contrario, si después de haberse efec-
tuado la dación el donatario aún puede accionar, la donación sería pura y simple.
d. Que la intención de remunerar conste en el instrumento respectivo, lo que exclu-
ye a las donaciones manuales que se consuman con la entrega de la cosa donada,
sin documento alguno que las contenga.
beneficio del donatario, pues en ese caso entrañaría un mero “consejo” inejecutable en
caso de incumplimiento.
Si el cargo se ha establecido a favor del donante puede este demandar el cum-
plimiento o la revocación (art. 1569 del CCyC). Si el cargo se ha establecido a fa-
vor de un tercero, éste, el donante y sus herederos pueden demandar su ejecución,
pero solo el donante y sus herederos pueden revocar la donación por inejecución
del cargo (art. 1562 2ª parte CCyC). La restricción impuesta en la última parte, re-
sulta acertada desde que solo quien ha sido parte en un contrato o su causahabiente
puede estar facultado a resolverlo.
En la parte final de la norma se establece que “si el tercero ha aceptado el beneficio
representado por el cargo, en caso de revocarse el contrato tiene derecho a reclamar
del donante o, en su caso, de sus herederos, el cumplimiento del cargo, sin perjuicio
de sus derechos contra el donatario”. La disposición rescata los derechos adquiridos
por el tercero beneficiario del cargo ya aceptado, que no podrían verse afectados por
el incumplimiento del donatario renuente a cumplir con la obligación accesoria. Se
faculta entonces a estos a demandar al donante y a sus herederos el cumplimiento de
la carga, sin perjuicio de la acción de repetición que estos tendrían contra el donatario
infiel, causante de la revocación.
Siguiendo el temperamento que fijaba el CC de Vélez en su art. 1854, el art.
1563 del nuevo CCyC, fija la responsabilidad del donatario por los cargos impues-
tos, “limitándola a la cosa donada o su valor si ella hubiere sido enajenada o hu-
biere perecido por hecho suyo, y liberándolo si la cosa ha perecido sin su culpa”.
Finalmente le permite “sustraerse de esa responsabilidad restituyendo la cosa do-
nada, o su valor si ello es imposible”.
La disposición intenta dejar a cubierto los bienes personales del donatario para
cumplir los cargos, pues resultaría injusto hacer pesar sobre él una responsabilidad per-
sonal que comprometa su patrimonio para satisfacer los deseos del donante insertos en
el cargo impuesto. Es además razonable al permitir al donatario sustraerse de la obliga-
ción impuesta devolviendo la cosa donada o su valor si tal acto de restitución deviniere
imposible (por ejemplo por su enajenación, pérdida, sustracción, etc.).
4. Donaciones inoficiosas. Replicando una fórmula muy similar a la del art. 1830
del CC de Vélez, el art. 1565 del CCyC alude a las donaciones inoficiosas como aque-
llas “cuyo valor excede la parte disponible del patrimonio del donante”, estableciendo
que “a su respecto se apliquen los preceptos de este Código sobre la porción legítima”.
Inoficiosa significa que la donación es contraria al oficio, piedad o afecto de los vín-
culos de sangre, en una palabra, que atacan la legítima de los herederos forzosos, por
exceder la porción disponible de la goza el donante. Entrañan un instituto que intenta
proteger el patrimonio familiar, en especial el de los herederos legitimarios o forzosos,
aquellos que tienen asegurada una parte de la sucesión llamada legítima de la que no
pueden ser privados sin una justa causa de desheredación.
En realidad, solo son inoficiosas en lo que desbordan la porción disponible, alte-
rando la legítima, ya que en el resto se mantienen en poder del donatario. Estas dona-
ciones pueden ser una o varias realizadas durante la vida del donante, y adquieren tal
carácter al realizarse el inventario de los bienes luego de su muerte, por lo que están
362 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
4. REVERSIÓN DE LA DONACIÓN
4.1. Noción
La ley poniendo en relación directa la vida y la muerte de las partes y de sus here-
deros en el contrato, autoriza a que introduzcan en el acuerdo un pacto expreso –jamás
podría interpretarse táctico– por medio del cual se permita la reversión de lo donado.
Por medio de él el donante se reserva la posibilidad de volver ineficaz el con-
trato, debilitando su carácter irrevocable, aunque sin afectar en nada la relación,
permitiendo un genuino ejercicio de la libertad contractual. Se justifica esta facul-
tad por tratarse de un acto eminentemente gratuito y de plena liberalidad, pues de
esa forma se fortalece la intención del donante para que sea solo beneficiario el
donatario, sus herederos, o alguno de ellos.
La reversión, que no es más que devolver la cosa o restituirla a quien la poseía
primero, deja claro que el donante solo quiere desprenderse de la cosa en beneficio del
donatario, o de él y alguno de sus herederos, pero no de toda su progenie o de terceros
ajenos a su familia, por el carácter intuite personae que tiene el contrato.
Entraña una condición resolutoria, pues de conformidad a sus características y requisi-
tos, para que la cláusula se haga efectiva, ha de cumplirse un hecho condicionante futuro e
incierto que es la muerte del donatario, o de este y otros, antes que la del donante.
4.2. Concepto
La definición del instituto la contiene el art. 1566 del CCyC en estos términos “en
la donación se puede convenir la reversión de las cosas donadas, sujetando el contrato
a la condición resolutoria de que el donatario, o el donatario, su cónyuge y sus descen-
dientes, o el donatario sin hijos, fallezcan antes que el donante”.
No se trata de una simple reserva en favor del donante, sino de una cláusula con-
tractual expresa que ambas partes consienten y que reconoce esta facultad rescisoria
unilateral en beneficio del donador.
4.3. Beneficiario
el art. 1566 en su 2ª parte “esta cláusula debe ser expresa y solo puede estipularse en
favor del donante. Si se la incluye en favor de él y de sus herederos o de terceros, solo
vale respecto de aquel”. Se trata de una facultad personalísima que solo deja en cabe-
za del donador la posibilidad de hacer retornar los bienes a su lugar de origen, lo que
resulta absolutamente lógico pues la cosa solo puede volver al patrimonio de quien la
transfirió. Aunque aparezca consagrada de modo conjunto con otras personas, cuales-
quiera sean, solo el donante tiene la facultad potestativa de revertir.
4.4. Supuestos
Aunque el texto del art. 1566 del CCyC es menos explícito que el art. 1544 del
CC de Vélez, fácil es advertir que el pacto otorga este derecho al donante en tres
supuestos específicos:
a) muerte del donatario antes que el donante, tenga o no aquel hijos, es el pacto
más corriente y habitual que intenta evitar que terceros ajenos a quien se ha
querido gratificar queden en posesión de los bienes donados;
b) muerte del donatario, su cónyuge y descendientes antes que el donante, lo que
requiere que todos fallezcan antes que el donador, en cuyo caso es conveniente
que se haga mención expresa a los descendientes que quedan incluidos como
modo de facilitar la interpretación de la cláusula y asegurar su efectividad que
podría resultar ilusoria si fuere necesaria la premuerte de todos los descendien-
tes (hijos, nietos, bisnietos, etc.) del donatario antes que el donante;
c) muerte del donatario sin hijos antes que el donante, en cuyo caso la existencia de
hijos en el momento del deceso del donatario, extingue el derecho del donante,
que no renace aunque este les sobreviva. Es decir, si al momento de su muerte
el donatario no tiene hijos, la condición produce los efectos propios de la rever-
sión, en cambio si los tuviere la condición se frustra y el derecho en favor del
donante caduca volviendo irrevocable la donación, pues aunque estos fallezcan
con posterioridad, la condición no revive ni renace en beneficio del donante. Es
una solución coherente y sensata pues con la existencia de hijos desaparece el
fundamento del hecho condicional, y poco importa lo que ocurra de allí en más.
4.5. Renuncia
Como casi todos los derechos que tienen en consideración los intereses personales
o particulares, la ley permite a los sujetos titulares la posibilidad de su abdicación o
dejación (art. 944 del CCyC), por ello el art. 1568 CCyC, reproduciendo la norma del
art. 1845 del CC de Vélez admite la posibilidad de la renuncia por parte del donante al
ejercicio de la facultad rescisoria que implica el pacto de reversión. Esa renuncia podría
ser expresa o táctica, y para este segundo supuesto la norma alude a la conformidad
del donante para la enajenación de los bienes donados a un tercero, dejando aclarado
que tal renuncia no acaece si la conformidad prestada es solo para gravar con derechos
364 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
reales los bienes donados, lo que resulta atinado, pues su constitución no impediría el
ejercicio posterior de la rescisión concedida al donante.
4.6. Efectos
Como principio general puede afirmarse que los efectos que produce el pacto de
reversión operan de pleno derecho sin necesidad de pronunciamiento judicial alguno y
resultan retroactivos al tiempo de la donación, consecuencias propias de una condición
resolutoria. Es por ello que el art. 1567 del CCyC expresa “cumplida la condición pre-
vista para la reversión, el donante puede exigir la restitución de las cosas transferidas
conforme a las reglas del dominio revocable”.
Entre partes, el donante tiene derecho a exigir a los herederos del donatario la en-
trega inmediata de los bienes que fueron objeto del contrato, conforme a las reglas de la
condición resolutoria cumplida y lo dispuesto sobre el dominio revocable (art. 1965 del
CCyC). La entrega debe ser realizada en especie, con las mejoras realizadas, y los fru-
tos percibidos o pendientes desde el momento en que se produjo el hecho condicional
(la premuerte pactada), siendo responsables los obligados de los deterioros o pérdidas
que por su culpa sufra el objeto. El donante tiene una acción personal para el reclamo
judicial de la reversión acordada.
Respecto de terceros, si los bienes donados fueren inmuebles o muebles registra-
bles, la cláusula de reversión les sería oponible al no poder invocar buena fe, pues
pudieron conocer del carácter eminentemente revocable del dominio transmitido al do-
natario, y en consecuencia, deberían restituírselos al donante de conformidad al pacto
de reversión. Por el contrario, si se tratare de cosas muebles no registrables, tal alcance
no operaría, pues los adquirentes de buena fe y a título oneroso de cosas no robadas
ni perdidas se encuentran amparados por el art. 1895 del CCyC. Si correspondiere, el
donante tiene una acción de reivindicación contra los terceros adquirentes de la cosa
donada y una acción personal para hacer inoponibles las hipotecas u otros gravámenes
sobre los objetos que hubieren sido constituidos por el donatario o sus descendientes
sobre los objetos a revertir.
5. REVOCACIÓN DE LA DONACIÓN
5.1. Noción
En principio la donación es irrevocable por la sola voluntad del donante o por cau-
sales que no estén especial y legalmente previstas, pues de lo contrario, se cerniría una
inadmisible incertidumbre sobre el derecho transmitido al donatario.
Es casualmente la naturaleza contractual de la donación la que impone esa irrever-
sibilidad salvo casos excepcionales regulados según estrictas reglas de procedencia y
acotados efectos que son propios de una figura netamente convencional.
CONTRATO DE DONACIÓN 365
Así, la irrevocabilidad por la sola voluntad del donante, revela ese carácter contractual
en la donación, que siempre tiene fuerza obligatoria y constituye un dar y recibir definitivos.
El CC de Vélez había destacado esta particularidad del negocio en dos oportuni-
dades de modo categórico: en el art. 1802, impidiendo que mediante condiciones aún
posibles o lícitas, pueda el donante directa o indirectamente, reservarse el poder de
revocarla, neutralizar o restringir sus efectos; y en el art. 1848 diseñando un sistema
numerus clausus de causales expresamente contempladas.
Sin embargo, su carácter en principio irrevocable no impide que la donación ya
perfeccionada admita alguna ineficacia funcional en razón de causas legalmente pre-
vistas, ya sea por voluntad de los particulares o de la ley, quedando circunscriptas a tres
supuestos especiales: a) inejecución de los cargos, b) ingratitud del donatario y c)
en caso de habérselo estipulado expresamente, supernacencia de hijos del donante
(art. 1569 del CCyC). En su parte final la norma establece la facultad de revocar
en el supuesto que el negocio sea parcialmente oneroso –donaciones con cargo o
remuneratorias– disponiendo que en tal caso, “el donante deberá reembolsar el va-
lor de los cargos satisfechos o de los servicios prestados por el donatario”, lo que
resulta coherente para evitar un enriquecimiento sin causa del donador beneficiado
con el cargo cumplido o el servicio prestado.
En general y como lo ha destacado la doctrina italiana con acierto, las causales de
revocación de las donaciones presentan tres caracteres invariables: su ejercicio está
vinculado a intereses no patrimoniales aun cuando los efectos recaigan sobre los bienes
donados, son necesarios hechos o acontecimientos que acaecen después de perfeccio-
nado el contrato de donación, y derivan del ejercicio de una facultad potestativa o de
configuración del donante.
El carácter esencialmente irrevocable de la donación, nos inclina a pensar que no
serían admisibles convenciones particulares para dejar sin efecto las causales previstas
o para ampliar los supuestos a otros diversos a los legalmente fijados.
5.2. Causales
El perdón, que puede ser expreso o tácito, entraña la disculpa del benefactor ante
el destrato del donatario.
La caducidad dispuesta en la parte final contradice la norma del art. 2562 del CCyC
que fijando los plazos prescriptivos de las acciones en general, en su inc. e) establece
dos años para la revocación de la donación por ingratitud o del legado por indignidad.
Una recta interpretación de la norma impone inclinarse por el término más longo
en beneficio del donante afectado por las inconductas del donatario, sobre todo si
se repara que el plazo anual fijado en el art. 1573 in fine del CCyC –que replica la
norma contenida en el art. 4034 del CC de Vélez– había sido criticado por exiguo
por la mayoría de la doctrina nacional.
A diferencia del código velezano que fijaba los efectos de la revocación por in-
gratitud diferenciándolos entre partes (art. 1867) y respecto de terceros (art. 1866), e
impidiendo en este último caso que quienes fueron ajenos a los comportamientos des-
deñosos del donatario pudieren verse afectados por la revocación, el CCyC nada regula
sobre el particular. Este silencio no nos impide proponer una solución equivalente, ya
vigente el nuevo diseño, ratificando que entre partes la consecuencia directa será la
restitución de los bienes al donante, agregando las mejoras o aumentos naturales y los
frutos no percibidos o pendientes; y respecto de terceros que hubieren adquirido la cosa
del donatario, liberarlos de los efectos de la revocación pues no deberían verse perjudi-
cados por sus inconductas solo a él atribuibles y quizás ignoradas por ellos.
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372 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CONTRATO DE FIANZA 373
CAPÍTULO XVII
CONTRATO DE FIANZA *
1. INTRODUCCIÓN
Cualquier operador jurídico que se desenvuelve en el tráfico negocial, sabe que una
condición fundamental para la viabilidad de una contratación, radica en que los con-
tratantes tengan seguridad sobre distintas cuestiones: seguridad en la previsibilidad del
marco jurídico existente al momento de pactar las condiciones del acuerdo; seguridad
en cuanto a la interpretación uniforme que deban realizar los tribunales en relación a
las normas jurídicas que integran el contrato; y, en lo que aquí nos compete, seguridad
en cuanto a la posibilidad efectiva de cobro de las deudas que puedan surgir del acuer-
do, pues es probable que el deudor solvente al momento de celebrar el contrato, pierda
esta calidad al momento de su ejecución, o simplemente, se resista a cumplir llegada
esa instancia. Vinculado con este último requerimiento, se inserta la temática de las
garantías del crédito, a las que acuden con frecuencia los contratantes para prevenir las
distintas eventualidades que puedan presentarse en la faz ejecutiva del contrato.
Tradicionalmente, la doctrina ha clasificado las garantías en reales o personales.
Las garantías reales afectan un bien determinado existente en el patrimonio de una per-
sona a la satisfacción de un crédito en caso de incumplimiento del obligado principal,
otorgando al acreedor un derecho real sobre esa cosa. Son garantías reales, entre otras,
la hipoteca, la prenda y la anticresis.
Las garantías personales procuran extender la responsabilidad derivada del incumplimiento
de un contrato a otras personas distintas del deudor principal, las que quedan obligadas a esos
2. IMPORTANCIA
166 BORDA, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil, Contratos, actualizado por Alejandro Borda, 9ª ed.,
Buenos Aires, 2008, t. II, p. 544, n° 1835, nota 3227.
CONTRATO DE FIANZA 375
Debemos destacar, por otra parte, que la fianza está transitando una etapa de modi-
ficación en cuanto a sus bases. Así, la misma fue tradicionalmente considerada como
un servicio prestado a un amigo, totalmente gratuito y altruista, lo que tuvo su corola-
rio en un régimen legal protector del fiador. Sin perjuicio de que ciertas fianzas en la
actualidad se celebran sobre esta base, también es cierto que existe modernamente el
fenómeno de los fiadores profesionales, que hacen de la constitución de esta garantía un
negocio, tendencia cuya repercusión en nuestro derecho es todavía incipiente.
4. CONCEPTO
El CCyC define al contrato de fianza en el primer párrafo del art. 1574, en los si-
guientes términos: “Concepto. Hay contrato de fianza cuando una persona se obliga
accesoriamente por otra a satisfacer una prestación para el caso de incumplimiento”.
De la definición puede colegirse que el elemento esencial que caracteriza al contra-
to, radica en la asunción de una obligación accesoria por parte del fiador, que consiste
en satisfacer una prestación para el caso del incumplimiento del deudor principal. Ca-
racterística fundamental de esta obligación típica que asume el garante en la fianza, es
que se trata de una obligación accesoria, en los términos del art. 856 del CCyC. Por otra
parte, el CCyC no dispone que la prestación a cargo del fiador deba ser de la misma
naturaleza respecto de aquella a la que se comprometió el deudor, sino que confiere am-
plitud a las partes para estipular su contenido, tema que profundizaremos más adelante.
Finalmente, en cuanto a la función que le compete a la fianza, la noción de garantía se
encuentra implícita en la parte final de la definición, cuando se indica que la prestación
del fiador debe satisfacerse “para el caso de incumplimiento” del deudor principal.
376 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Debe señalarse que, en el marco del CC Vélez, según lo dispuesto en el art. 1986,
la fianza era sin duda un contrato celebrado entre dos partes: el fiador, que se obligaba
accesoriamente por un tercero, y el acreedor, que aceptaba esa obligación accesoria. La
definición expresamente se refería al deudor principal como a un tercero respecto de
ese convenio. El CC Vélez, además, reconocía expresamente en su art. 2027, la validez
de una fianza contratada en contra de la voluntad del deudor principal. Es por ello que
toda nuestra doctrina estaba de acuerdo en que solamente fiador y acreedor eran partes
del contrato, y que el deudor era un tercero, quedando perfeccionada la fianza sin su
concurso, e incluso en contra de su voluntad.
La definición del CCyC, por su parte, hace referencia a que una persona –el fiador–
se obliga accesoriamente por otra –el deudor–, pero no indica quién es el que debe acep-
tar esa obligación accesoria. También ha sido eliminada cualquier referencia a la posibi-
lidad de contratar la fianza en contra de la voluntad del deudor principal. Sin embargo,
entendemos que, a pesar de la insuficiencia de los textos del CCyC, las conclusiones son
idénticas en el régimen vigente: la fianza sigue siendo un contrato que se concluye entre
fiador y acreedor. Para que el primero quede obligado, es presupuesto necesario que
haya prestado su consentimiento, ya que la fianza no es una obligación surgida de la ley,
sino de un contrato. Por otra parte, para que el segundo pueda exigir el pago del fiador,
es necesario por vía de principio que haya aceptado esta obligación accesoria.
Finalmente, el deudor no es parte en el contrato de fianza, el que se celebra
sin su concurso, conclusión que es aplicable incluso en el caso de que la fianza se
constituye en el mismo instrumento que el contrato principal, como una cláusula
de éste, lo que es habitual en la práctica. Por otra parte, el deudor es el principal
tercero interesado en el contrato de fianza. La relevancia de la persona del deudor
dentro del esquema de esta garantía, se pone de manifiesto en el hecho de que la
ley regula una serie de consecuencias derivadas de este contrato entre el deudor y
el fiador, que se producen por el solo efecto de las normas legales, y no porque el
deudor haya prestado su consentimiento a la fianza, el que es absolutamente inne-
cesario para que la figura produzca la totalidad de sus efectos.
Por otra parte, la obligación accesoria que asume el fiador, pone de manifiesto que
existe en este caso un supuesto de coligación funcional unilateral entre dos contratos167:
un contrato principal, celebrado entre deudor y acreedor, en el cual surgen obligacio-
nes que pueden garantizarse –v. gr., una compraventa, una locación, un mutuo, etc.–;
y otro accesorio, en el que participan fiador y acreedor, denominado fianza, que nace
para garantizar a ese contrato principal, y en el que, por el principio de accesoriedad,
repercuten todas las vicisitudes del vínculo existente entre acreedor y deudor.
167 Cfr. APARICIO, Juan Manuel, Contratos. Parte General, Buenos Aires, Hammurabi, 1997, t. I, p. 144.
CONTRATO DE FIANZA 377
6. CARACTERES
Corresponde ahora desentrañar las diferencias que pueden existir entre la fianza y
otras figuras de garantía personal reguladas en el CCyC.
única (art. 827 CCyC), lo que no ocurre en la fianza, en la cual el deudor principal se
obliga por una causa fuente distinta que el fiador; b) Quien se obliga solidariamente
asume una obligación principal y directa, mientras que la obligación del fiador es
esencialmente accesoria (art. 1574 CCyC) y naturalmente subsidiaria (art. 1583
CCyC), salvo pacto en contrario; c) La fianza se extingue por una serie de causales
especiales (art. 1596 CCyC) que no tienen lugar en las obligaciones solidarias; d)
Si el fiador paga la deuda, el reembolso de lo pagado se rige por la disposición del
art. 1592 CCyC; en cambio, el codeudor solidario que paga toda la deuda, tiene
respecto a los demás codeudores una acción de contribución en la deuda (art. 840
CCyC), cuya cuota se rige por lo dispuesto en el art. 841 CCyC.
Entre los artículos 2007 a 2010 del CC Vélez, el codificador establecía la diferencia
que podía resultar entre la fianza y otras figuras con respecto a las cuales guardaba algu-
na similitud: las cartas de crédito y las cartas de recomendación. El CCyC, por su parte,
distingue en el Capítulo de la fianza, otras dos figuras: las denominadas “cartas de
recomendación o de patrocinio”, y al “compromiso de mantener una determinada si-
tuación de hecho”. Dispone en relación al primer supuesto el art. 1591 CCyC: “Cartas
de recomendación o patrocinio. Las cartas denominadas de recomendación, patrocinio
o de otra manera, por las que se asegure la solvencia, probidad u otro hecho relativo a
quien procura créditos o una contratación, no obligan a su otorgante, excepto que ha-
yan sido dadas de mala fe o con negligencia, supuesto en que debe indemnizar los da-
ños sufridos por aquel que da crédito o contrata confiando en tales manifestaciones”.
Podrían generarse dudas respecto de si este caso constituye una fianza, pues aquí
el recomendante afirma respecto del acreedor, ciertos hechos relativos a la persona del
recomendado, que pueden inducir a que se contrate con él, lo que conduciría a entender
que el acreedor ha decidido contratar en función de la garantía que para él representa la
recomendación realizada. Pero existen dos diferencias sustanciales entre estas figuras,
que alejan a la carta de recomendación de la fianza, y que dan pie a la existencia de regí-
menes distintos: a) Mientras la fianza es un contrato celebrado entre acreedor y fiador;
las cartas de recomendación o de patrocinio son declaraciones unilaterales de voluntad
del recomendante, y no requieren de la aceptación de la parte a quien van dirigidas; b)
En la fianza se garantiza el cumplimiento de una obligación ajena, obligándose el fiador
a satisfacer una prestación (art. 1574 CCyC); en cambio, en las cartas de recomenda-
ción, el recomendante no asume obligación alguna frente al acreedor.
Sin embargo, aunque no sean una fianza, las cartas de recomendación o de patroci-
nio pueden generar efectos jurídicos, al dar lugar a una indemnización de los daños y
perjuicios ocasionados a quien contrata con el deudor confiando en esas manifestacio-
nes. Para que se genere la responsabilidad, se requiere la concurrencia de sus elemen-
tos: en primer lugar, el daño, que radica en el incumplimiento del recomendado en la
relación contractual que lo termine vinculando con el acreedor, daño que hace presupo-
ner la antijuridicidad (art. 1717 CCyC). En segundo término, el factor de atribución de
la responsabilidad por parte del recomendante, que según el artículo es subjetivo. A este
CONTRATO DE FIANZA 379
168 BORDA, Alejandro, Comentario al Capítulo 23 del Título Cuarto del Libro Tercero del Código Civil y
Comercial de la Nación, “Fianza”, en Lorenzetti, Ricardo Luis (Dir.), De Lorenzo, Miguel Federico
y Lorenzetti, Pablo (Coords.), Código Civil y Comercial de la Nación comentado, 1ª ed., Rubinzal-
Culzoni, Santa Fe, 2015, t. VII (coment. al art. 1582), p. 770 y 771.
380 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
que antes estaban, las que el Código llamaba ‘cartas de recomendación’) que solo dan
derecho a los daños si la afirmación es efectuada con mala fe o negligencia. Por otro
lado, se regulan las cartas que importan un compromiso de mantener o generar una
conducta futura en una determinada situación de hecho o de derecho, distinta del pago
o garantía del cumplimiento de la obligación”169. Este fenómeno se conoce como carta
de patrocinio, y constituye una forma de garantía por medio de la cual una persona,
patrocinador, asegura a otra, acreedor o destinatario, que las condiciones que se tienen
en cuenta para concluir una determinada operación con un tercero permanecerán en el
tiempo, formando en el destinatario la expectativa de que dicha operación será satis-
factoriamente cumplida. Así, por ejemplo, un documento por el cual los accionistas de
una sociedad se comprometan a mantener la participación accionaria en la misma o la
dirección. Sin perjuicio de lo que hemos señalado, se debe reconocer que la amplitud
de la norma admite todo tipo de interpretaciones.
En cuanto a las diferencias con la fianza, podemos señalar las siguientes: a) El
compromiso a que se refiere la norma, puede adoptarse por una declaración unilateral
de voluntad o por vía de un contrato; la fianza en principio tiene fuente contractual;
b) Mientras el hecho que genera la responsabilidad en el art. 1582 CCyC radica en no
mantener ni generar la situación prometida, el evento que acarrea la responsabilidad del
garante en la fianza es el incumplimiento del deudor principal; c) El incumplimiento
del compromiso asumido por el declarante en el art. 1582 CC, genera una acción de res-
ponsabilidad por los daños y perjuicios ocasionados a favor del destinatario; mientras
que en la fianza, la obligación que asume el fiador tiene los límites del art. 1575 CCyC
y la extensión del art. 1580 CCyC, por lo que su responsabilidad frente al acreedor se
configura con esos confines.
El CCyC ha incorporado otra moderna forma de garantía personal entre sus arts.
1810 a 1814: la denominada garantía de cumplimiento a primera demanda o a primer
requerimiento. Sin embargo, existen sustanciales diferencias entre la fianza y estas ga-
rantías: a) Las garantías a primera demanda se constituyen mediante una declaración
unilateral de voluntad del garante (art. 1810 CCyC), mientras que la fianza es una
obligación que tiene fuente contractual (art. 1574 CCyC); b) El garante en la garantía
a primera demanda no puede oponer ninguna excepción que tenga el ordenante antes
de haber realizado el pago (art. 1810); mientras que el fiador puede oponer en el juicio
que le sigue el acreedor, todas las excepciones que tenga el deudor principal (art. 1587
CCyC); c) Sólo pueden constituirse como garantes a primera demanda algunas perso-
nas jurídicas (arts. 1811 incs. a, b y c CCyC) y las personas físicas excepcionalmente,
cuando fueran importadores y exportadores, y sólo por operaciones de comercio exte-
169 ALEGRÍA, Héctor, Reforma del derecho de garantías en el Código Civil Argentino, en Alterini, Juan
Martín, Picasso, Sebastián y Wajntraub, Javier Hernán, (Coords.), Instituciones de derecho privado
moderno. Problemas y propuestas, Abeledo-Perrot, Bs. As., 2001, p. 615. Así también lo entendía el
Proyecto de 1998, en su nota de elevación.
CONTRATO DE FIANZA 381
rior en estos últimos casos (art. 1811 inc. c CCyC); en cambio, fuera de las restricciones
e inhabilidades que veremos a continuación, cualquier persona, física o jurídica, puede
constituirse como fiador; d) Por su fisonomía, las garantías a primera demanda son in-
dependientes y autónomas de la obligación principal (art. 1810); mientras que la fianza
constituye siempre una obligación accesoria de otra principal (art. 856 y 1574 CCyC).
El elemento que caracteriza a la fianza, consiste en la asunción por parte del fiador
de una obligación necesariamente accesoria, que consiste en satisfacer una prestación
a favor del acreedor, si el deudor no cumple con su obligación principal.
Se discute, por otra parte, si puede considerarse como esencial en el régimen de la
fianza, otra característica tradicional relacionada con este instituto, a la que se denomi-
na subsidiariedad.
sa que sea, extingue la fianza, efecto que se deriva del art. 857 del CCyC, correlativo
con el art. 2042 del CC Vélez. En cuarto lugar, la accesoriedad también da lugar a que
el fiador pueda valerse, en el juicio que le inicie el acreedor, de todas las defensas que
tuviera el deudor principal (art. 1587 CCyC). Finalmente, el principio de accesoriedad
también repercute en cuanto a la forma del contrato de fianza, pues cuando el contrato
principal debe celebrarse en escritura pública, el mismo requisito formal debe cumplir
la fianza (art. 1017 inc. c) CCyC).
La regla de accesoriedad de la obligación del fiador, reconoce una tradicional ex-
cepción. Así, si bien por vía de principio la nulidad de la obligación principal provoca
la ineficacia de la obligación del fiador, este efecto no tiene lugar cuando la causa de la
nulidad radica en la incapacidad del deudor principal. Así lo disponía el art. 1994 del
CC Vélez, y lo ratifica hoy en día el art. 1576 CCyC. Sin embargo, en estas hipótesis
resulta discutible que nos encontremos, en realidad, frente a una verdadera fianza.
10. CAPACIDAD
11. LEGITIMACIÓN
12. FORMA
13. OBJETO
Desde el derecho romano, el principio general es que todo tipo de obligación pue-
de ser afianzada. En el CC Vélez, este sistema surgía claramente a partir de la norma
del art. 1993, la cual era complementada, en relación a las obligaciones que podían
afianzarse, por lo dispuesto en los arts. 1988, 1989, 1990 y 1994. Así, conforme al art.
1993 del CC Vélez, “Toda obligación puede ser afianzada, sea obligación civil o sea
obligación natural, sea accesoria o principal derivada de cualquiera causa, aunque
sea de un acto ilícito; cualquiera que sea el acreedor o deudor, y aunque el acreedor
sea persona incierta; sea de valor determinado o indeterminado, líquido o ilíquido,
pura o simple, a plazo o condicional, y cualquiera que sea la forma del acto principal”.
El CCyC mantiene este sistema, en una norma mucho más escueta, el art. 1577,
que prescribe: “Obligaciones que pueden ser afianzadas. Puede ser afianzada toda
obligación actual o futura, incluso la de otro fiador”. El artículo se limitar a sentar
la regla general de que todo tipo de obligación actual o futura puede ser afianzada, y
deja en cabeza de la doctrina las elucubraciones respecto de los problemas que pueden
presentarse en relación a la fianza de cada tipo de obligación. Esta posibilidad de afian-
zar toda especie de obligación –con los límites que, en determinados casos, impone la
ley–, constituye un verdadero lugar común en todas las legislaciones del mundo, que
se encuentra justificada, tanto en la vigencia del principio de autonomía de la voluntad,
como en la propia función de garantía de la fianza, que hace aconsejable permitir tal
libertad. Las limitaciones son, por tanto, excepcionales, y deben derivarse de una pro-
hibición legal expresa, o de la violación de principios jurídicos esenciales.
170 El autor de estas líneas, en cambio, piensa que la solución pasa por la aplicación analógica de lo
dispuesto en el segundo párrafo del art. 1574, que permite al fiador cumplir con su obligación satis-
faciendo los daños y perjuicios derivados de la inejecución de la obligación principal, asumiendo en
consecuencia el garante una obligación de dar suma de dinero.
171 BORDA, Alejandro, ob. cit., (coment. al art. 1574), p. 749.
388 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
caso en que se viole esta disposición? La fianza tendrá validez, pero la extensión de la
obligación del fiador será idéntica a la obligación principal. Lo señalado no impide que
el fiador pueda obligarse con mayor eficacia que el deudor principal, lo que acontece
cuando el garante constituye alguna otra seguridad en garantía de su obligación, como
por ejemplo, una prenda.
Ahora bien, ¿qué sucede si no resulta claro si el fiador se obligó por una suma
igual a la del deudor principal o por una menor? El nuevo texto legal nada dice,
a diferencia de lo que prescribía el art. 1995 del CC Vélez. En principio, resulta
razonable pensar que el fiador se obligó por un monto igual al de la deuda principal,
pero la ausencia de una norma expresa, admite una interpretación proclive a la
menor gravosidad de la fianza. Este es, en definitiva, el criterio de interpretación
que surge del art. 1068 del CCyC, conforme el cual, cuando a pesar de las reglas de
interpretación persistan las dudas, si el contrato es a título gratuito, se debe inter-
pretar en el sentido menos gravoso para el obligado.
En relación a esta cuestión, el CC Vélez establecía en su art. 1997 que “Si la fianza
fuese del principal o expresase la suma de la obligación principal, comprenderá no
sólo la obligación principal, sino también los intereses, estén estipulados o no”. La
doctrina discutía si quedaban incorporados, dentro de los rubros que podían exigirse al
fiador, las costas judiciales del juicio seguido contra el deudor, posibilidad que contaba
con la opinión negativa de Vélez Sársfield en la nota al art. 1997 CC Vélez.
El CCyC zanja toda discusión al respecto, incluyendo expresamente al rubro en
su art. 1580: “Excepto pacto en contrario, la fianza comprende los accesorios de la
obligación principal y los gastos que razonablemente demande su cobro, incluidas
las costas judiciales”.
El CC Vélez, como evidente corolario del carácter accesorio que revestía la fianza,
establecía en su art. 1994 que “La fianza no puede existir sin una obligación válida.
Si la obligación nunca existió, o está extinguida, o es de un acto o contrato nulo o
anulado, será nula la fianza. Si la obligación principal se deriva de un acto o contrato
anulable, la fianza también será anulable. Pero si la causa de la nulidad fuese alguna
incapacidad relativa al deudor, el fiador, aunque ignorase la incapacidad, será respon-
sable como único deudor”.
Este principio de sentido común no ha sido reconocido expresamente por el CCyC
al regular la fianza. Sin embargo, idéntica consecuencia se desprende de un análisis
global del nuevo sistema. Así, la fianza ha sido definida en el art. 1574 CCyC como una
obligación de carácter accesoria. Esta clasificación ha sido reconocida en forma expre-
sa por la nueva legislación, la que establece sus efectos en el art. 857 CCyC. Según esta
CONTRATO DE FIANZA 389
norma, la extinción, nulidad o ineficacia del crédito principal, extingue los derechos y
obligaciones accesorios, excepto disposición legal en contrario. Una de estas disposi-
ciones legales en contrario, precisamente, es el art. 1576 del CCyC, que participa de
la solución legal consagrada en el último párrafo del art. 1994 del CC Vélez, y esta-
blece: “Incapacidad del deudor. El fiador no puede excusar su responsabilidad en la
incapacidad del deudor”. Habiendo modificado el CCyC la terminología clásica, que
distinguía entre incapacidad de hecho y de derecho, queda claro que la norma comen-
tada se refiere a la primera especie, pues la incapacidad de derecho en materia contrac-
tual, se denomina en el CCyC “inhabilidad”. Entendemos que hubiera sido preferible
adoptar el sistema del Código de Portugal, cuyo art. 632 § 2, dispone que la fianza es
válida cuando el fiador conoció la causa de la nulidad al momento de constituirse la
fianza. Atento que nuestro derecho no ha incluido esta limitación, debe reputarse que
la validez de la obligación del fiador no depende de su buena o mala fe respecto de la
incapacidad del deudor principal y, por ende, la fianza será válida, sea que conozca o
no la incapacidad de éste.
172 FARGOSI, Alejandro E., “Fianza general de obligaciones futuras e indeterminadas”, LL, 1984-C-1181.
173 BORDA, Guillermo, ob. cit., p. 554, nº 1846.
CONTRATO DE FIANZA 391
14.1. Antecedentes
En el sistema vigente antes de la sanción del CCyC, existían varios criterios clasi-
ficatorios en relación a la fianza. En primer lugar, la fianza podía ser civil y comercial,
en atención a la calidad de la obligación principal que garantizaba (art. 478 del CCom),
lo que se derivaba del principio de accesoriedad: así, si la obligación principal era civil,
la fianza también participaba de ese carácter; mientras que si la obligación garantizada
era comercial, también lo era la fianza. La principal diferencia entre ambas especies,
radicaba en que la fianza comercial tenía carácter solidario por vía de regla, (art. 479
CCom), mientras que la civil era pura y simple por vía de principio (arts. 2012 y 2024
CC Vélez). La fianza también podía clasificarse en convencional, legal o judicial –es-
pecie esta última que interesa a todos los letrados, pues en definitiva, la fianza judicial
392 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Como obvio corolario de la unificación de los regímenes del CC Vélez y del CCom,
la distinción de la fianza en civil y comercial ha desaparecido. Ahora bien, el efecto más
trascendente de caracterizar a la fianza como civil o comercial, radicaba en la natura-
leza de la fianza que en cada caso quedaba constituida por vía de regla: así, mientras la
fianza civil era pura y simple salvo pacto en contrario, la fianza comercial era solidaria.
Entre ambos sistemas, el CCyC ha escogido el del CC Vélez, y establece por vía
de principio que la fianza es pura y simple, salvo estipulación en contrario. Esto surge
no sólo de los arts. 1583 y 1589 CCyC, que establecen respectivamente los beneficios
de división y de excusión, sino del art. 1590 CCyC, según el cual la fianza es solidaria
cuando así se lo acordó expresamente, de lo que se desprende, a contrario sensu, que
cuando no existió tal acuerdo, la fianza es pura y simple.
De lege ferenda, entendemos que debió haberse adoptado el sistema del Código Ci-
vil italiano, en el cual la fianza, por vía de regla, es solidaria (art. 1944). Creemos que,
en este punto, la unificación se realizó en el sentido incorrecto. Es que, en definitiva,
la falta de utilización del régimen natural de la fianza, se debe a la poca seguridad que
otorga a los acreedores la fianza simple, por lo que hubiera contribuido con la revita-
lización de esta figura, la adopción legislativa, como regla, de la especie más gravosa.
El CC Vélez reconocía esta distinción en los arts. 1998 a 2002. El criterio cla-
sificatorio entre estas distintas especies, radica en que el deudor queda obligado, en
determinados casos, a conseguir un fiador para garantizar su compromiso, obligación
que puede surgir de un acuerdo previo con el acreedor, de una disposición de la ley que
así lo establezca, o de una resolución judicial que en el marco de un proceso lo impon-
ga. De ahí la diferencia: la fianza convencional es aquella en la cual, en virtud de un
acuerdo entre el acreedor y el deudor, éste debe conseguir un fiador para garantizar una
determinada obligación; la fianza legal es aquella impuesta por la ley para garantizar
una relación jurídica determinada; y fianza judicial, es aquella en que la necesidad de
conseguir un garante la impone un juez, en el marco de un proceso judicial, para asegu-
rar las resultas de una medida cautelar o de otro acto procesal, en cumplimiento de una
disposición procesal que así lo impone. Es oportuno destacar que, en los dos últimos
CONTRATO DE FIANZA 393
Por otra parte, cabe lamentar que el CCyC no exija en estos casos los requisitos
de solvencia y domicilio en el lugar de cumplimiento de la obligación principal que
establecía el art. 1998 del CC Vélez, cuyo sentido era facilitar las posibilidades de
cobro del acreedor ante la necesidad de ejecución de estas fianzas. Ante la omisión,
tratándose la fianza judicial de una vicisitud que tiene lugar en el marco de un proceso
judicial, pensamos que los Códigos de procedimiento pueden establecer los requisitos
que deberá cumplir quien ofrece su contracautela, los que deberán ser apreciados por el
tribunal que admita la medida. En nuestra provincia de Córdoba, no pueden presentar-
se problemas en principio, pues en cuanto al requisito de la solvencia, éste es exigido
por distintas disposiciones del CPCCyCba; y en relación al domicilio del fiador, en los
libros de fianza que obran en los tribunales, en los que se asienta la manifestación de
voluntad del garante de constituirse como tal, con su rúbrica y bajo el contralor efec-
tuado por el secretario del tribunal, se indica expresamente la necesidad de constituir
un domicilio, el que pensamos debe ser, conforme a lo dispuesto en el art. 88 del CPC-
CyCba, dentro del radio que fije el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba. En los
casos en que la fianza fuere legal, pensamos que el juez puede aplicar analógicamente
las referidas disposiciones, para llegar a resultados análogos y sensatos.
ne estos beneficios, sin perjuicio de lo cual, su obligación sigue siendo de carácter ac-
cesorio, siendo aplicables a su respecto, todas las otras normas en materia de fianza174.
Ya hemos indicado que por vía de principio la fianza es pura y simple. Ahora bien,
¿en qué casos la fianza es solidaria? Según dispone el referido art. 1590 del CCyC,
la fianza es solidaria cuando así lo acuerdan las partes expresamente, o cuando el fia-
dor renuncia al beneficio de excusión. Parte de la doctrina entiende que la renuncia al
beneficio de excusión no transforma a la fianza en solidaria, sino que sólo la priva de
este beneficio. A la luz del texto del art. 1590 del CCyC, participamos de una postura
diferente, y entendemos que el CCyC ha entendido que la renuncia al beneficio de
excusión, importa la constitución de una fianza solidaria. Sin perjuicio de la interpreta-
ción sostenida, consideramos errado haber incluido como hipótesis de fianza solidaria
al caso de renuncia al beneficio de excusión, que también está contemplado en el art.
1584 inc. d), como mera hipótesis de excepción al beneficio de excusión. Entendemos
que debió haberse eliminado esta mención en el art. 1590 CCyC, pues en definitiva, la
renuncia siempre es de interpretación estricta (art. 948 CCyC), por lo que no resulta
comprensible que la ley entienda que, quien solamente renunció al beneficio de excu-
sión, también quiso renunciar al beneficio de división.
Finalmente, debe destacarse que el CCyC ha eliminado, con acierto, el tercer caso
en que la fianza era solidaria en el CC Vélez: así, en el régimen derogado, cuando el
acreedor era el Estado Nacional o Provincial, el art. 2003 disponía que la fianza era
solidaria, lo que implicaba un inadmisible privilegio para el Estado, que ha sido elimi-
nado en la nueva legislación.
174 Otros autores, como Alejandro Borda, entienden que la fianza solidaria sólo pierde el beneficio de
excusión. BORDA, Alejandro, ob. cit., (coment. al art. 1589), p. 790.
175 TROPLONG, Raymond Théodore, Le droit civil expliqué suivant l’ordre des articles du code, depuis et y
compris le titre de la vente. Du cautionnement et des transactions. Commentaires des titres XIV et XV, Livre
III, du Code Civil, Charles Hingray, Libraire-Éditeur, Paris, 1846, t. dix-septième, p. 256, § 523.
176 AUBRY, Charles, RAU, Charles, Cours de Droit Civil français d’après la méthode de Zacharie, troisiè-
me Edition refondue et complétée, Imprimerie et librairie générale de jurisprudence. Cosse, Marchal
& Cie, Imprimeurs-Éditeurs, Paris, 1856, t. troisième, p. 493, § 423, nota 7 in fine.
396 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
El art. 1584 CCyC, contiene distintos casos en que el fiador no puede invocar el
beneficio de excusión.
El primero de ellos, es cuando el deudor principal se ha presentado en concurso
preventivo o ha sido declarada su quiebra (art. 1584 inc. a) CCyC), lo que resulta ló-
gico, pues el sentido del beneficio de excusión es que el fiador no sea molestado sino
cuando el deudor no esté en condiciones de abonar la deuda, razón por la cual, el estado
de insolvencia del deudor principal, que constituye el presupuesto para su presentación
en concurso preventivo o la declaración de quiebra (art. 1 LCQ), es suficientemente
demostrativo de que la ejecución de sus bienes será infructuosa.
El segundo caso en que no se puede invocar el beneficio de excusión, es cuando
el deudor principal no puede ser demandado judicialmente en el territorio nacional o
carece de bienes en la República (art. 1584 inc. b) CCyC), lo que se justifica en que
en ambas hipótesis, sería necesario realizar diligencias judiciales en otro país, lo que
opondría severas dificultades al derecho del acreedor de cobrar el crédito.
El tercer caso en que no existe el beneficio de excusión, tiene lugar cuando se cons-
tituye una fianza judicial (art. 1584 inc. c) CCyC), y se funda en que el fiador en este
400 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
caso se obliga frente a la justicia, además de que las deudas que se garantizan son de tal
naturaleza que no pueden sufrir el retraso de la ejecución previa177.
Finalmente, tampoco existe el beneficio de excusión, cuando el fiador ha renuncia-
do al mismo (art. 1584 inc. d) CCyC), lo que, como sostuviéramos precedentemente,
implica la constitución de una fianza solidaria (art. 1590 CCyC).
177 DOMAT, Jean, Les loix civiles dans leur ordre naturel, seconde edition, Pierre Aubouin, Libraire
de Meffeigneurs les Enfans de France, Pierre Emery & Charles Clouzier, París, 1697, t. II, p. 270,
sección II, § II.
178 Hacemos presente que, a pesar que hemos indicado la opinión de la doctrina mayoritaria, tanto del
texto del art. 2024 CC Vélez, como del art. 1589 CCyC, pareciera derivarse que la división de la deuda
opera de pleno derecho entre los distintos fiadores, y que, más allá de que se denomine a esta figura
como un “beneficio”, que debe ser opuesto por el garante en el juicio como paso previo para cobrar
virtualidad, conforme el texto legal lo más razonable sería que la división de la deuda tuviera lugar
de pleno derecho y así fuera declarado de oficio por el juez, sin necesidad de que el fiador tuviera que
invocar u oponer defensa alguna al respecto.
CONTRATO DE FIANZA 401
El art. 2023 del CC Vélez disponía en forma expresa que el fiador podía interve-
nir en el pleito iniciado por el acreedor contra el deudor, en el que se discutía acerca
de la existencia o validez de la obligación principal; y si no había intervenido, la
sentencia pronunciada en ese juicio no le privaba de valerse de ninguna excepción
en el pleito posterior que realizaba el acreedor en contra del garante. El CCyC no
ha incluido en forma expresa este derecho del fiador a participar del juicio iniciado
por el acreedor en contra del deudor principal, pero la misma solución sigue flu-
yendo del sistema jurídico. Es que, en virtud de su particular situación, el fiador es
sin lugar a dudas un tercero interesado en este pleito, en los términos del Código
de Procedimientos, pues podría invocar que la sentencia es susceptible de afectar
un interés propio (art. 432 inc. 1 CPCCyCba), o que habría podido ser demandado
(art. 432 inc. 2 CPCCyCba), razón por la cual le asiste el derecho de solicitar par-
ticipación en el juicio entre acreedor y deudor en virtud de las normas que regulan
la intervención voluntaria de terceros en el CPCCyCba.
402 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Ahora bien, el fiador puede intervenir en el juicio, sea porque haya comparecido
voluntariamente, sea porque haya sido citado por el acreedor. En los casos en que no
haya tenido intervención en el juicio principal, principios elementales vinculados con
el ejercicio del derecho de defensa impiden que le pueda ser oponible una sentencia
dictada en contra del deudor principal, cuando no hubiera tenido posibilidad de in-
tervenir en el pleito, y así lo dispone el art. 1588 del CCyC: “Efectos de la sentencia.
No es oponible al fiador la sentencia relativa a la validez, o exigibilidad de la deuda
principal dictada en juicio al que no haya sido oportunamente citado a intervenir”. Por
ende, la cosa juzgada entre acreedor y deudor, no es oponible al fiador que no fue citado
a intervenir en ese juicio.
Debe señalarse a este respecto, que aunque el supuesto de la norma se refiera a
la hipótesis en que el fiador “no haya sido citado a intervenir”, lo que presupone que
existió una citación en ese juicio, proveniente del acreedor o del deudor, es evidente
que si el fiador hubiera comparecido voluntariamente al pleito, no puede valerse de lo
que dispone la norma, y la sentencia dictada le será oponible y podrá ser ejecutada en
su contra, conforme dispone el Código de Procedimientos (art. 435 CPCCyCba).
En materia de fianza, se admite que el fiador puede oponer al acreedor dos clases de
excepciones: aquellas que le correspondieran al deudor principal en contra del acree-
dor; y también las defensas y excepciones propias que tiene el propio fiador en contra
del acreedor. Así lo dispone el art. 1587 del CCyC: “Defensas. El fiador puede oponer
todas las excepciones y defensas propias y las que correspondan al deudor principal,
aun cuando éste las haya renunciado”.
Que el fiador pueda oponerle al acreedor las excepciones del deudor principal, se
funda en que la obligación que asume es de carácter accesorio, razón por la cual, si
existe alguna causa de extinción o invalidez de la obligación principal, el fiador puede
invocarla en su favor, para liberarse de responsabilidad. Este principio de que el fiador
puede oponer las excepciones del deudor principal, reconocido en forma general en esta
norma, es ratificado por otras disposiciones del CCyC que contienen casos particulares
de aplicación del mismo, como ocurre respecto de la excepción de compensación (art.
925 CCyC). Deben formularse dos aclaraciones a este respecto. La primera es que la
posibilidad de valerse de las excepciones del deudor tiene un límite: no pueden interpo-
nerse defensas y excepciones que sean meramente personales del deudor principal. Así,
por ejemplo, si el deudor tuviere el derecho de ser demandado ante los tribunales fede-
rales en virtud de su nacionalidad, el fiador no podría valerse de esta prerrogativa. Otro
caso en que el garante no puede utilizar las excepciones del deudor, es aquel en el cual
éste tiene derecho de alegar la nulidad de la obligación principal por haber sido contraída
cuando era incapaz, pues en esta hipótesis el CCyC señala que el fiador es responsable
(art. 1576 CCyC). La segunda aclaración es que la facultad de valerse de estas excep-
ciones del deudor, es en absoluto independiente de la voluntad de éste, quien no puede
perjudicar al fiador con sus actos, razón por la cual, el fiador podrá oponer estas defensas
en caso de que el deudor no las hubiera interpuesto y, aún más, incluso cuando éste las
hubiera renunciado en forma expresa, conforme señala el art. 1587 CCyC.
CONTRATO DE FIANZA 403
El fiador, por otra parte, puede interponer al acreedor todas las defensas propias que
tuviere contra éste. Así, puede valerse de la compensación de un crédito que tuviera el
garante contra el acreedor (art. 925 CCyC); o de la remisión de la deuda efectuada sólo
en favor del fiador (art. 952 CCyC); como así también de las demás causas de extinción
de su propia obligación –pago, transacción, etc.– y de las causales especiales de extin-
ción de la fianza contenidas en el art. 1596 CCyC; además de encontrarse habilitado
para ejercitar su defensa en virtud de la violación del resto de las normas en materia de
fianza (v. gr., arts. 1575, 1578 y 1579 CCyC).
El CCyC en la Sección 3° del Capítulo de la fianza, regula los efectos que se deri-
van entre fiador y deudor garantido. Es que la constitución de la fianza genera, en virtud
del solo efecto de la ley, una serie de relaciones entre el garante y el deudor, quien no es
parte en el contrato de fianza. El hecho fundamental que por vía de regla da lugar a esos
efectos, es el pago que puede realizar el fiador al acreedor en virtud del cumplimiento
del contrato de fianza; pero la ley también ha admitido otros efectos que no dependen
de esa circunstancia. Es por eso que corresponde distinguir, en esta relación, entre los
derechos que tiene el fiador antes y después del pago hecho al acreedor.
Antes del pago, el fiador tiene los siguientes derechos:
1) A verificar su crédito en el concurso preventivo del deudor (art. 32 LCQ), o en
su quiebra (art. 200 LCQ).
2) A obtener el embargo de los bienes del deudor u otras garantías suficientes en
ciertas hipótesis (art. 1594 CCyC).
3) A solicitar que el deudor lo exonere o releve de la fianza, en caso de que así se
hubiera pactado en forma expresa (art. 1594 inc. c) CCyC).
Después del pago, el fiador tiene el siguiente derecho:
1) A la subrogación en los derechos del acreedor, reclamando del deudor el rembol-
so de lo que hubiere pagado, como así también, de los daños y perjuicios que hubiere
sufrido en virtud de la fianza (art. 1592 CCyC).
Vinculado con este derecho, debe señalarse que el fiador también tiene una
carga legal frente al deudor: la de dar aviso del pago que ha realizado (art. 1593
primer párrafo CCyC).
16.1. Derechos del fiador antes del pago. Verificación de su crédito en el concurso
preventivo o en la quiebra del deudor
El primer derecho que tiene el fiador, antes de haber realizado el pago, es el de veri-
ficar su crédito en el concurso preventivo o en la quiebra del deudor. El CC Vélez con-
templaba dicho efecto en su art. 2028 solamente para el supuesto de quiebra del deudor
principal, pero desde el punto de vista metodológico, el lugar correcto para tratar la
404 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
16.2. Derechos del fiador antes del pago. Embargo de bienes del deudor u obten-
ción de otras garantías
El CCyC, en línea con lo dispuesto por el art. 2026 del CC Vélez, regula como
derecho previo al pago del fiador, el de obtener el embargo de los bienes del deudor u
otras garantías suficientes, en los casos previstos en el art. 1594:
“Derechos del fiador. El fiador tiene derecho a obtener el embargo de los bienes del
deudor u otras garantías suficientes si:
a) le es demandado judicialmente el pago;
b) vencida la obligación, el deudor no la cumple;
c) el deudor se ha obligado a liberarlo en un tiempo determinado y no lo hace;
d) han transcurrido cinco años desde el otorgamiento de la fianza, excepto que la
obligación afianzada tenga un plazo más extenso;
e) el deudor asume riesgos distintos a los propios del giro de sus negocios, disipa
sus bienes o los da en seguridad de otras operaciones;
f) el deudor pretende ausentarse del país sin dejar bienes suficientes para el pago
de la deuda afianzada”.
Los supuestos de los incisos a), b), e) y f) se encontraban ya reconocidos por el
art. 2026 del CC Vélez, y tienen un mismo fundamento: se vinculan con hipótesis en
que resulta altamente probable que el fiador sea quien tenga que pagar en definitiva la
deuda, lo que brinda el suficiente sustento para que se le confieran ciertos derechos al
garante, en pos de que la repetición en contra del deudor no termine siendo ilusoria.
El inciso c) permite que el fiador obtenga el embargo de bienes del deudor u otras
garantías suficientes en caso de que el deudor se haya obligado a liberarlo en un tiempo
determinado y no lo haga. De esta forma, se recoge la figura conocida como exonera-
ción o relevo de la fianza, que se encontraba reconocida en los arts. 2025 y 2026 del
CC Vélez. La aplicación de esta causal, conforme el texto legal, sólo cobrará vigencia
cuando el deudor hubiere contraído expresamente ese compromiso.
CONTRATO DE FIANZA 405
Por otra parte, el inciso d) permite al fiador valerse de estos remedios cuando trans-
currieron cinco años desde el otorgamiento de la fianza, excepto que la obligación
afianzada tenga un plazo más extenso. Este artículo no hace sino otra cosa que recoger
la disposición del art. 2025 CC Vélez, pero con una consecuencia jurídica distinta, pues
en el régimen derogado, este supuesto habilitaba a requerir la exoneración de la fianza,
y no el embargo de los bienes del deudor, en principio. El inciso tiene aplicación sólo en
aquellos casos en que no se haya determinado la duración de la fianza, y en que además
se haya garantizado una obligación cuyo plazo sea indeterminado, pues si el plazo de la
obligación garantizada fuera determinado y superara los cinco años, el fiador no podrá
valerse del derecho reconocido en el inciso.
Ahora bien, cabe destacar que estos derechos que le confiere la ley al fiador son
ciertamente inútiles. En primer lugar, porque el embargo, tomado por el CC Vélez de
las disposiciones del art. 3344 del Esboço de Freitas, constituye un instituto de carácter
eminentemente procesal y si se analizan las causas en las que el CCyC admite su pro-
cedencia, no quedan dudas de que se trata de un embargo preventivo, por lo que existe
un evidente conflicto normativo entre el art. 1594 CCyC y las disposiciones procesales
que establecen la caducidad de la medida cautelar, si no se interpone la demanda dentro
de un término a partir de que la misma se trabó o que la obligación se torna exigible (v.
gr., art. 465 CPCCyCba). Es que, en definitiva, el fiador no podrá iniciar la demanda
por repetición en contra del deudor hasta que no le pague al acreedor, pues es en ese
momento en el que se produce la subrogación en los derechos y acciones. Freitas, des-
pués de establecer en el art. 3344 del Esboço los casos en que se generaba el derecho
a embargo –los que el CC Vélez siguió en general–, indicaba en el art. posterior, 3345,
hasta qué momento duraba la medida precautoria en cada caso, norma que no reprodujo
ni el CC Vélez, ni el CCyC. Esta colisión normativa, a la que la doctrina no presta ma-
yor importancia, se traduce en la falta de utilización práctica de este recurso, del que no
obran mayores antecedentes en los repertorios jurisprudenciales. Este derecho al em-
bargo, por otra parte, no se encuentra contemplado en el derecho comparado, que sólo
admite la posibilidad de exigir garantías del deudor en estas hipótesis, tal como permite
ahora el CCyC. Estas garantías pueden ser de cualquier tipo, reales o personales. Sin
embargo, teniendo en cuenta las situaciones extremas que sirven como supuesto de
hecho a los distintos incisos de la norma, es altamente improbable que el deudor pueda
constituir estas garantías a favor del fiador llegada esta instancia.
Por otra parte, el CCyC ha eliminado la disposición del art. 2027 del CC, según la
cual “El derecho declarado al fiador en el artículo anterior –obtener embargo o exone-
ración–, no comprende al fiador que se obligó contra la voluntad expresa del deudor”,
por lo que entendemos que esta restricción no se mantiene en el régimen vigente, y el
fiador podrá valerse de estos derechos incluso aunque se hubiere obligado en contra de
la voluntad del deudor principal.
16.3. Derechos del fiador antes del pago. Exoneración o relevo de la fianza en caso
de haberse pactado
sa, lo que se contrapone con el régimen del CC Vélez, en el que la exoneración formaba
parte de los efectos naturales del contrato (arts. 2025 y 2026 CC Vélez).
La exoneración o relevo de la fianza, consiste solamente en el compromiso asumido
por el deudor, de procurar que el acreedor libere al fiador. Como tal, requiere para su
efectiva concreción el concurso de la voluntad del acreedor, a quien la liberación del
fiador no le puede ser impuesta sin su intervención. Por ende, la exoneración no es
una causal de extinción especial de la fianza, sino sólo un compromiso por parte
del deudor, de hacer todo lo posible para que el acreedor libere al fiador, como por
ejemplo, obligándose a constituir otro tipo de garantía en su favor. El acreedor no
puede ser obligado en ningún caso a liberar al fiador con motivo de la aplicación de
esta disposición, razón por la cual, si efectivamente la exoneración no se produce,
el único derecho que le asiste al fiador es embargar los bienes del deudor, o requerir
que éste constituya garantías suficientes.
16.4. Derecho del fiador después del pago. Subrogación en los derechos del acree-
dor y reembolso en contra del deudor
El derecho fundamental que le asiste al fiador una vez pagada la deuda, radica en
la subrogación en los derechos y acciones del acreedor, para poder recuperar lo paga-
do. Así lo disponían los arts. 2029 y 2030 del CC Vélez. En esta línea, el art. 1592 del
CCyC establece: “Subrogación. El fiador que cumple con su prestación queda subro-
gado en los derechos del acreedor y puede exigir el reembolso de lo que ha pagado,
con sus intereses desde el día del pago y los daños que haya sufrido como consecuencia
de la fianza”. El texto del art. 1592 CCyC ha sido más escueto que sus precedentes res-
pecto a los derechos que se le transmiten al fiador en virtud del pago realizado, lo que
tiene sentido, pues se trata en esencia de una hipótesis de pago con subrogación, cuyos
efectos se indican en el art. 918 del CCyC: “Efectos. El pago por subrogación transmi-
te al tercero todos los derechos y acciones del acreedor, y los accesorios del crédito. El
tercero subrogante mantiene las acciones contra los coobligados, fiadores, y garantes
personales y reales, y los privilegios y el derecho de retención si lo hay”.
Sin embargo, debe señalarse que el contenido de la acción del fiador es ciertamente
particular, pues es más amplio que el que corresponde al simple pago por subrogación,
lo que ha llevado a cierta doctrina en el derecho comparado, a sostener que el fiador que
ha pagado tiene dos acciones y no una: la derivada del pago por subrogación, por un
lado; y la acción de reembolso, que surge de las disposiciones sobre fianza, por el otro.
Entendemos que en nuestro país, la acción de reembolso del fiador respecto del
deudor es una sola, propia del contrato de fianza y con un carácter y contenido comple-
jo, pues los rubros que se pueden reclamar son más amplios que aquellos que surgen del
simple pago con subrogación, pero en cuanto a sus efectos, también le son aplicables
las consecuencias de este último instituto.
Así, por vía del ejercicio de esta acción, el fiador puede reclamar los siguientes
rubros:
CONTRATO DE FIANZA 407
1) La restitución de todo lo que tuvo que pagar al acreedor. Dentro de este ítem,
queda incluido no solamente lo pagado en concepto de capital e intereses, sino
también las costas que tuvo que abonar en el pleito.
2) Los intereses de la suma efectivamente abonada por el fiador, que corren desde
la fecha en que realizó el pago.
3) Los daños que haya sufrido como consecuencia de la fianza. Así, por ejem-
plo, si fue incluido en algún registro de deudores y eso lo privó de obtener
un crédito o le ocasionó algún otro tipo de daño, podrá reclamar también por
estos conceptos al deudor.
Por otra parte, por efecto de la subrogación, el pago realizado transfiere al garante
todos los derechos y acciones que le correspondían al acreedor, por lo que podrá ejer-
citarlos en contra del deudor. También podrá valerse de las acciones contra los coo-
bligados, fiadores, y garantes personales y reales, y de los privilegios y el derecho de
retención si lo hay. Sin embargo, en relación a los rubros que el fiador puede reclamar
a los demás garantes de la obligación principal, debe aclararse que su responsabilidad
es más acotada que la del deudor principal, pues la subrogación del fiador se produce
solamente en la medida de los derechos que tuviera el acreedor de la obligación prin-
cipal respecto de estos garantes, razón por la cual no podrá reclamar el fiador en contra
de ellos por los demás rubros extraordinarios que la ley admite en el art. 1592 CCyC,
tales como el pago de los daños y perjuicios sufridos como consecuencia de la fianza.
El pago de este último ítem, entonces, sólo podrá ser demandado al deudor principal.
16.5. La carga del fiador respecto del deudor: dar aviso del pago realizado al acreedor
El CCyC se ocupa en el art. 1593, de regular una particular carga en cabeza del
fiador, la que tiene una importante repercusión respecto de los derechos posteriores al
pago y de las defensas que puede oponerle el deudor al garante, en el juicio de repe-
tición posterior que inicia este último en contra de aquel. Dispone la norma referida:
“Aviso. Defensas. El fiador debe dar aviso al deudor principal del pago que ha hecho.
El deudor puede oponer al fiador que paga sin su consentimiento todas las defensas
que tenía contra el acreedor; y si el deudor ha pagado al acreedor antes de tener co-
nocimiento del pago hecho por el fiador, éste sólo puede repetir contra el acreedor”.
La norma impone en primer término un deber del fiador, que constituye en realidad
una carga, pues su falta de cumplimiento puede dar lugar a la pérdida de su derecho a
obtener el reembolso en contra del deudor principal. Esta carga consiste en que el fiador
que ha pagado, debe dar aviso al deudor del pago realizado. A pesar que de la norma
parece surgir algo distinto, el aviso del fiador en principio debe darse en forma previa
al pago, pues su objeto es poner en conocimiento del deudor esta circunstancia, con
dos fines: que el deudor no pague nuevamente la deuda; y que éste pueda informarle
a su vez al fiador, si ya la deuda fue abonada, para que ésta no se pague dos veces. En
cualquier caso, el fiador puede cumplimentar válidamente con esta carga de informar,
hasta el momento en que el deudor efectivamente paga al acreedor, pues la particular
consecuencia jurídica del incumplimiento del deber –esto es, la pérdida de la acción de
408 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
regreso del fiador contra el deudor–, cobra sentido solamente cuando el deudor ha pa-
gado sin tener conocimiento del pago previo efectuado por el fiador, siendo irrelevante
a este respecto, si el fiador pagó antes o después de ponerlo en su conocimiento: lo que
verdaderamente importa, es que el deudor haya pagado sin haber conocido que su ga-
rante previamente había cumplido. La consecuencia jurídica de la falta de información,
se deriva del último párrafo del art. 1593 CCyC, y así, si el deudor ha pagado al acree-
dor antes de tener conocimiento del pago realizado por el fiador, éste sólo puede repetir
en contra del acreedor, pues en definitiva ha efectuado un pago indebido, pagando
en virtud de una causa que no subsiste (art. 1756 inc. a) CCyC), ya que la extinción
de la obligación principal, que tuvo lugar por el pago del deudor, extingue la fianza
(art. 857 CCyC). En esta hipótesis, por otra parte, el fiador pierde el derecho de
repetir en contra del deudor. En cambio, si el deudor paga después de haber tenido
conocimiento del pago hecho por el fiador, no existe ningún obstáculo para que sea
sujeto pasivo de la acción de reembolso.
El artículo bajo comentario también dispone que el deudor puede oponer al fiador
que paga sin su consentimiento, todas las defensas que tenía contra el acreedor. En
otras palabras, la regla es que el deudor puede oponer al fiador todas las defensas que
tenía contra el acreedor, excepto que el fiador hubiera pagado con el consentimiento
del deudor. Como bien ha indicado Alejandro Borda, la norma acota los alcances del
consentimiento del deudor, a la imposibilidad de que éste pueda oponer al fiador las
defensas que tenía contra el acreedor. Para las demás cuestiones, lo que importa es el
conocimiento que tenga el deudor del pago hecho por el fiador: si no lo tiene y paga al
acreedor, se libera; si lo tiene y paga, el fiador podrá repetir contra él lo pagado179.
En caso de que hubiere más de un fiador de una misma deuda, el art. 1595 CCyC
dispone lo siguiente: “El cofiador que cumple la obligación accesoria en exceso de la
parte que le corresponde, queda subrogado en los derechos del acreedor contra los
otros cofiadores. Si uno de ellos resulta insolvente, la pérdida es soportada por todos
los cofiadores, incluso el que realiza el pago”.
Como se ha visto, la fianza puede ser simple, en cuyo caso se confiere a los fiadores
el beneficio de división, o solidaria, en cuyo caso éste no existe. El supuesto de hecho
de la norma prescinde que la fianza sea simple o solidaria, pues esta diferenciación
hace solamente a la extensión de la responsabilidad que asume el fiador respecto del
acreedor. En cualquier caso, si existiera más de un fiador, que hubiere pagado más de la
cuota que le corresponde, quedará subrogado en los derechos del acreedor para exigir
la contribución de los demás cofiadores, sea que el fiador que pagó de más, se hubiera
constituido como tal, en forma simultánea, anterior o posterior que los demás fiadores.
179 BORDA, Alejandro, ob. cit., (coment. al art. 1593), ps. 800 y 801.
CONTRATO DE FIANZA 409
Por otra parte, si uno de los cofiadores es insolvente, su parte en la deuda será
soportada entre los demás cofiadores, incluso respecto de aquel que realizó el pago,
por lo que deberá tenerse en cuenta la cuota del insolvente, para delimitar el conteni-
do de la acción de contribución que le compete al fiador que ha pagado toda la deuda
garantizada. Puede darse el siguiente ejemplo: Pablo, José y Dolores se obligan como
fiadores a garantizar una obligación principal de pagar $900, siendo sus cuotas iguales
entre ellos, o sea, de $300 cada uno. Si Dolores paga la totalidad de la deuda y
Pablo es insolvente, Dolores tiene derecho a repetir de José la suma de $450, que
se compone de los siguientes ítems: $300 correspondientes a la cuota de José en
la deuda; y $150 correspondientes a una porción de la cuota de Pablo, porción que
debe ser soportada por José en virtud de la insolvencia de Pablo. El saldo de $150
correspondientes a la cuota de Pablo, debe soportarlos Dolores, en función de lo
que dispone la última parte del art. 1595 CCyC: el fiador que realiza el pago, tam-
bién soporta la pérdida correspondiente al deudor insolvente.
Tratándose la obligación del fiador de una obligación accesoria (arts. 856 y 1574
CCyC), la extinción de la obligación principal, causa la extinción de la fianza por vía
de consecuencia (art. 857 CCyC).
410 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Así, si la deuda principal se extinguió por pago, compensación (art. 925 CCyC), confu-
sión, renuncia o remisión de la deuda principal, o transacción, la fianza se extingue.
El CCyC recoge en el Capítulo de la fianza, dos causales de extinción por vía de
consecuencia que pueden generar algunas dudas. Así, el art. 1597 CCyC se refiere a
la extinción por novación, en los siguientes términos: “La fianza se extingue por la
novación de la obligación principal aunque el acreedor haga reserva de conservar sus
derechos contra el fiador. La fianza no se extingue por la novación producida por el
acuerdo preventivo homologado del deudor, aun cuando no se haya hecho reserva de
las acciones o derechos contra el fiador”, norma cuyo primer párrafo se corresponde
con el art. 2047 CC Vélez, y su segundo párrafo, con el texto del art. 55 LCQ. Debe
señalarse a este respecto, que en el supuesto del primer párrafo, la fianza sólo puede
pasar a la nueva obligación si quien la constituyó participó en el acuerdo novatorio (art.
940 CCyC) o prestó su consentimiento.
El artículo 1598 CCyC, por su parte, trata de la extinción de la fianza en caso de
dación en pago realizada por el deudor principal, en los siguientes términos: “Evicción.
La evicción de lo que el acreedor ha recibido en pago del deudor, no hace renacer la
fianza”, misma solución que la contenida en el art. 2050 CC Vélez. La aclaración que
formula la norma es sensata, pues dado que el deudor responde por la evicción de la
cosa dada en pago, podría pensarse que la obligación del fiador no se ha extinguido.
Sin embargo, en el sistema del CCyC, la disposición no era necesaria, pues el art. 943
CCyC en materia de dación en pago, después de hacer responsable al deudor que entre-
gó la cosa por la evicción y los vicios redhibitorios de lo entregado, dispone que estos
efectos no hacen renacer la obligación primitiva, excepto pacto expreso, y sin perjuicio
de terceros. Es evidente que uno de estos terceros, que no puede verse perjudicado por
el pacto expreso en contrario de acreedor y deudor, es el fiador, por lo que el garante
queda liberado incluso aunque en el acto de la dación en pago, acreedor y deudor inclu-
yeran cualquier previsión contraria a este respecto.
Por otra parte, existen casos en los que, aunque no se extingue la deuda principal, se
produce una modificación en la obligación, mediante la mutación del sujeto pasivo, que
trae como efecto la extinción de la fianza. Así, en la cesión de la posición contractual,
las garantías constituidas por terceras personas no pasan al cesionario sin autorización
expresa de aquellas (art. 1640 CCyC), de lo que se sigue que si el fiador no presta el
consentimiento a la cesión de posición contractual, la fianza se extingue.
sabilidad del fiador en la fianza general, tiene un plazo máximo de cinco años. Una vez
pasado ese plazo, el fiador sólo responde de las obligaciones nacidas con anterioridad
a dicha fecha, pero no de las que se generaren posteriormente, por aplicación del art.
1578 CCyC. Y finalmente, si no hubieran nacido en esos cinco años las obligaciones
garantizadas, la fianza se extingue por completo, en virtud de esta causal prevista en el
art. 1596 inc. c) del CCyC.
La cuarta y última causal especial de extinción de la fianza, tiene lugar en caso de
que el acreedor no inicie acción judicial contra el deudor dentro de los sesenta días de
requerido por el fiador o deje perimir la instancia (art. 1596 inc. d) CCyC). La disposi-
ción reconoce como antecedentes a los arts. 2015 y 2018 del CC Vélez. La nueva nor-
ma es acertada, pues en definitiva le permite al fiador una forma eficaz de liberarse de
su responsabilidad, que consiste en requerir al acreedor, una vez vencida la obligación
principal, para que proceda en contra del deudor, y si aquel no lo hace en el término de
sesenta días corridos (art. 6 CCyC), la fianza se extingue. A este respecto, repárese en
que en el sistema del CC Vélez, el supuesto de hecho de los artículos en cuestión, para
provocar la consecuencia jurídica de la liberación del fiador, requería de la insolvencia
del deudor. El CCyC, en cambio, no incluye como requisito que el deudor llegue a esa
condición, sino que solamente reputa necesario que pasen los 60 días desde que se
formula el requerimiento, o que el acreedor deje perimir la instancia. La disposición
se funda en la idea de culpa, pues en definitiva, el acreedor en estos casos, es remiso
en requerir el cumplimiento de la obligación por parte del deudor, lo que puede tornar
dificultoso su pago efectivo y la consecuente subrogación del fiador. La culpa aquí no
sólo radica en la negligencia que subyace a la demora en iniciar las acciones una vez
intimado el acreedor; sino también a la negligencia manifiesta que se da cuando en
el transcurso de un proceso, el acreedor deja de instarlo en los términos legales y por
ello se produce la perención de la instancia. De cualquier modo, a los fines de evitar
discusiones acerca de cuándo existe o no culpa, la norma ha optado por avenirse a un
sistema objetivo, que impone la extinción de la fianza ante la inacción del acreedor por
plazos específicos: sesenta días después de haber sido requerido por el fiador; o cuando
transcurra el plazo necesario para la perención de instancia, según los términos de los
Códigos de procedimiento.
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414 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CONTRATO ONEROSO DE RENTA VITALICIA 415
CAPÍTULO XVIII
CONTRATO ONEROSO DE
RENTA VITALICIA *
1. CONCEPTO
2.1. Constituyente
2.2. Deudor
2.3. Beneficiario-Acreedor
El beneficio puede ser percibido por el constituyente, caso en el cual es también be-
neficiario. En la mayoría de los casos coincide la persona de constituyente y beneficia-
rio, aunque es posible que beneficiario sea uno o varios terceros. Puede ser una persona
humana o jurídica, incluso puede ser una persona por nacer o una persona jurídica con
el objetivo de fundarla. El beneficiario también es llamado pensionista.
Cuando beneficiarios son más de una persona, puede ser que reciban la renta en
forma sucesiva o simultánea. En ausencia de disposición que lo establezca, se entiende
que lo son simultánea, o conjuntamente, como titulares de una obligación simplemente
mancomunada. Cuando hay más de un beneficiario, en el caso que se establezca que
la renta se perciba en forma simultánea, las partes en ejercicio de la autonomía de la
voluntad pueden asignar porcentajes distintos de la renta a percibir por cada persona.
En ausencia de disposición expresa, debe distribuirse por partes iguales. Ante la even-
CONTRATO ONEROSO DE RENTA VITALICIA 417
tualidad del fallecimiento de uno de los beneficiarios, los restantes no tienen derecho a
acrecer salvo que lo contrario estuviera previsto en el contrato (art. 1603).
Cuando el beneficiario es un tercero, se configura la estipulación o contrato a favor
de tercero previsto en el art. 1027. El tercero beneficiario no es parte del contrato, por lo
que es necesario que acepte la estipulación a su favor para que su derecho se conso-
lide antes de ser revocado. El constituyente de la renta (estipulante) puede revocar
la estipulación mientras no reciba la aceptación del tercero beneficiario; pero no
puede hacerlo sin la conformidad del deudor de la renta (promitente) si éste tiene
interés en que sea mantenida.
En tal caso se genera una relación triangular, que se hace visible a través de los
siguientes vínculos: 1) constituyente y deudor; 2) tercero beneficiario y deudor; 3) ter-
cero beneficiario y constituyente.
1. La relación entre constituyente y deudor es un vínculo oneroso y se le aplican las
normas del presente capítulo.
2. La relación entre tercero beneficiario y deudor es un vínculo obligacional donde
el tercero beneficiario se constituye en acreedor de la renta desde su aceptación, por lo
que tiene acción directa contra el deudor para obtener el pago. Se aplica lo dispuesto
en el art. 1028 por remisión del art. 1605. El deudor (promitente) puede oponer al ter-
cero las defensas derivadas del contrato básico y las fundadas en otras relaciones con
él. El constituyente (estipulante) a su vez puede exigir al deudor el cumplimiento de la
prestación, sea a favor del tercer beneficiario aceptante, sea a su favor si el tercero no
la aceptó o el estipulante la revocó, y en caso de incumplimiento del deudor de la renta
puede resolver el contrato, sin perjuicio de los derechos del tercero beneficiario.
3. Las relaciones entre el tercero beneficiario y el constituyente se rigen por las
reglas de la donación, ya que hay un acto de liberalidad, salvo que la prestación
se haya convenido en razón de otro negocio oneroso (art. 1600). En consecuencia,
resultan aplicables las normas referidas a la capacidad y a la forma de la donación,
por lo que esa atribución gratuita también se encuentra sujeta a la acción de cola-
ción o reducción (art. 1543).
3. OBJETO
El objeto consiste en la entrega de un capital por parte del constituyente para que el
deudor pague la renta o prestación periódica al beneficiario. El capital puede consistir
en una cantidad de dinero o de bienes. Sin embargo, la renta debe pagarse en dinero.
Por lo tanto, si se prevé otra prestación en otros bienes que no sea dinero, debe pagarse
por su equivalente en dinero al momento de cada pago (art. 1602). Este es el mismo
criterio que prescribía el 2074 CC Vélez, según el cual la prestación periódica no podía
consistir sino en dinero. Al tratarse de una obligación de dar dinero, le cabe la aplica-
ción de todas aquellas normas que regulan esta clase de obligaciones (art. 765 y ss.). La
determinación del monto de la renta queda reservada a las partes, quienes en ejercicio
de la autonomía de la voluntad negociarán su valor (art. 958). Si no se establece el valor
de las cuotas, se considera que son de igual valor entre sí. Las partes pueden acordar
que la renta comience a devengarse inmediatamente después del perfeccionamiento del
contrato o luego de cierto tiempo.
La renta se devenga por período vencido, por lo cual producido el fallecimiento de
la persona cuya vida se toma en consideración se debe la parte proporcional de la renta
por el tiempo transcurrido desde el último vencimiento. No obstante, las partes en uso
de su autonomía de la voluntad pueden pactar el pago por adelantado.
En relación a la periodicidad de la renta, si bien suele ser mensual en la mayoría de
los casos, nada impide que sea bimestral, trimestral, semestral u otra modalidad, en la
medida que haya acuerdo entre las partes.
El derecho a la renta es transmisible por acto entre vivos y por causa de muerte, por
lo que puede ser objeto de cesión (art. 1603).
4. CARACTERES
4.1. Consensual
4.2. Bilateral
4.3. Oneroso
4.4. Nominado
4.5. Formal
De acuerdo con el art. 1601 el contrato oneroso de renta vitalicia debe celebrarse en
escritura pública, formalidad que tradicionalmente ha sido requerida para este contrato
(art. 2017 CC Vélez).
4.6. Aleatorio
Esta es una de las características que por antonomasia identifica este contrato (art.
968). Al momento de la celebración las partes no conocen cuál será la entidad de las
ventajas y sacrificios que devengará el contrato para cada una de las partes. La aleato-
riedad viene dada porque el deudor se obliga a pagar una renta durante la vida de una
o más personas humanas ya existentes. Resulta imposible poder determinar de manera
anticipada la longevidad de la persona cuya vida se ha tomado como referencia. Es in-
dudable que la muerte se producirá, pero resulta incierto el momento en que este hecho
acontecerá y sobrevendrá la extinción del contrato. Estamos en presencia de un plazo
determinado incierto (certus an incertus quando).
4.8. Vitalicio
Debido a que es un contrato que está destinado a perdurar durante la vida de una o
varias personas cuyo fallecimiento determina la extinción del vínculo contractual.
5. FORMA
En relación con la forma escritura pública que exige el art. 1601 cabe advertir que
no es requerida bajo sanción de nulidad (art. 969). Se trata de un contrato formal de
carácter relativo, o de solemnidad relativa, por lo que la omisión de la forma ordenada
no afecta la validez del contrato, sino que lo limita en sus efectos. Como consecuencia
de la inobservancia de la escritura pública, el acuerdo no vale como contrato de renta,
sino como contrato en el que las partes se obligan a cumplir con la formalidad omitida
(arts. 285 y 1018).
6.1. Respecto del constituyente, cumple su obligación con la entrega del dinero o
de los bienes a los que se obligó que conforma el capital, sin perjuicio de las obli-
gaciones de saneamiento (evicción y vicios ocultos) que puedan corresponderle en
relación a las cosas muebles o inmuebles que integran su dación como transmitente
a título oneroso (art. 1033 y ss.).
6.2. Las obligaciones del deudor, a los fines prácticos, pueden distinguirse en el pago
de la renta y en el otorgamiento de garantías.
7.1. Fallecimiento
De acuerdo con la norma del art. 1606, “El derecho a la renta se extingue por el
fallecimiento de la persona cuya vida se toma en consideración para la duración del
contrato, por cualquier causa que sea. Si son varias las personas, por el fallecimiento
de la última; hasta que ello ocurre, la renta se devenga en su totalidad.
Es nula la cláusula que autoriza a substituir dicha persona, o a incorporar otra al
mismo efecto.
La prueba del fallecimiento corresponde al deudor de la renta”.
La duración, o el lapso del contrato perdura durante la vida de la persona que fue
tenida en cuenta a los fines de la permanencia de la obligación del deudor, por lo que
cuando acaece el fallecimiento de la persona que es cabeza de renta se produce la
extinción del vínculo. Si antes de ese hecho se produce el fallecimiento del beneficia-
rio, el contrato subsiste, y la renta debe pagarse a sus herederos hasta la muerte de la
persona cuya vida se ha tomado en consideración, conforme al criterio que establecía
el art. 2086 CC Vélez, según el cual “Cuando el acreedor de una renta constituida en
cabeza de un tercero, llega a morir antes que éste, la renta pasa a sus herederos hasta
la muerte del tercero”. Igualmente la muerte del deudor no extingue el contrato sino
que la obligación pasa a sus herederos, quienes serán los deudores de la renta hasta la
muerte del cabeza de renta.
Finalmente, la ley pone a cargo del deudor la prueba del fallecimiento porque es
quien tiene interés en liberarse de su obligación.
que esa persona padecía al momento del contrato, es decir, una dolencia coetánea al
tiempo de la celebración. La ley dispone que el contrato se resuelve de pleno derecho
y deben restituirse las prestaciones, como normalmente sucede a la resolución que se
caracteriza por tener efectos retroactivos (art. 1080).
En síntesis, es necesario la concurrencia de los siguientes requisitos: 1. Que la
enfermedad exista al momento del contrato (la doctrina es conteste en considerar que
la palabra “enfermedad” debe ser entendida en sentido amplio). La afección a la salud
debe ser preexistente o coetánea al perfeccionamiento del contrato, no sobreviniente.
2. Que el fallecimiento derive de la relación directa con la enfermedad. 3. Que el falle-
cimiento se produzca dentro del plazo de los treinta días de celebración del contrato, o
sea desde el día siguiente al del perfeccionamiento del contrato. 4. Que la persona cuya
vida se toma en consideración para la duración del contrato no sea el deudor.
Cabe observar que se agrega una causa nueva, que no contenía el CC de Vélez, al
incluir el supuesto de fallecimiento por “propia mano”, es decir, el suicidio de la perso-
na designada como “cabeza de renta”.
Bibliografía
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t. I, Obligaciones, Hammurabi, Buenos Aires, 1999.
CONTRATO ONEROSO DE RENTA VITALICIA 423
CAPÍTULO XIX
1.2. La segunda categoría que se nos presenta en el CCyC es la de los llamados juegos
tolerados: son los juegos de puro azar que no están prohibidos por la autoridad local.
En estos casos no hay acción para perseguir el cobro de lo apostado pero lo pagado por
el perdedor es irrepetible. La repetibilidad del pago solamente existe cuando hubiere sido
hecho por una persona incapaz, con capacidad restringida o inhabilitada (art. 1611).
1.4. La cuarta categoría, pone al Código en este aspecto a tono con las reglas funda-
mentales de protección al consumidor con dos reglas contenidas en el art. 1612.
a) Las apuestas y sorteos ofrecidos al público confieren acción para su cumpli-
miento.
b) El oferente es responsable frente al apostador o participante y la publicidad debe
individualizar al oferente bajo apercibimiento de generarse la responsabilidad
solidaria del publicitario por la deficiencia de su información (art. 1612).
180 IBAÑEZ, Carlos Miguel, “El juego y la apuesta, loterías y rifas”, Colección Temas, Edición Fondo de
Cultura Jurídica, Univ. Nacional de Tucumán citado en Digesto Práctico La Ley, Contratos III, 2ª ed.,
Buenos Aires, 2000, Parág. 12901, p. 1209.
181 LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los Contratos, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2006, t. III, p. 550.
428 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Bibliografía
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IBAÑEZ, Carlos Miguel, “El juego y la apuesta, loterías y rifas”, Colección Temas, Edi-
ción Fondo de Cultura Jurídica, Univ. Nacional de Tucumán citado en Digesto
Práctico La Ley, Contratos III, 2ª ed., Buenos Aires, 2000, Parágrafo 12901.
LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los Contratos, t. III, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
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TOLOSA, Pamela, GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Lorena, “Contratos de juego y apuesta”, en
Lorenzetti, Ricardo Luis (Dir.), De Lorenzo, Miguel Federico, LORENZETTI, Pablo
(Coord.), Código Civil y Comercial de la Nación comentado, Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, 2015.
CESIÓN DE DERECHOS Y CESIÓN DE DEUDA 429
CAPÍTULO XX
CESIÓN DE DERECHOS
Y CESIÓN DE DEUDAS
1. CESIÓN DE DERECHOS *
1.1. Concepto
EL CCyC, en el capítulo 26, Título Cuarto, del Libro Tercero, regula la Cesión de
Derechos a partir del art. 1614.
En su primera parte dispone dicha norma: (...) “Hay contrato de cesión cuando una
de las partes transfiere a la otra un derecho (...)”.
El elemento esencial, tipificante de este contrato es la transmisión de la titularidad
de un derecho, sin limitarse a la cesión de créditos183.
Por otra parte la definición trata de la transmisión que se hace ... de un derecho..., lo
cual es un acierto, ya que no sólo son objeto de este contrato los derechos creditorios,
sino que abarca un campo más amplio cual es el de los derechos patrimoniales, como
por ejemplo derechos reales, hereditarios, intelectuales, etc.
183 HERNÁNDEZ, Carlos A. y TRIVISONNO, Julieta B., coment. al art. 1614, p. 10, en: Lorenzetti, Ricardo
Luis (Dir.), De Lorenzo, Miguel Federico, Lorenzetti, Pablo, (Coords.), Código Civil y Comercial de
la Nación. Comentado, Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2015, t. VIII.
CESIÓN DE DERECHOS Y CESIÓN DE DEUDA 431
Como consecuencia de lo antes dicho podemos decir que son elementos esenciales
o notas de la Cesión de Derechos:
a. La sustitución: un nuevo sujeto sustituye, viene a colocarse en el lugar del pri-
mitivo, y ocupa en la titularidad del derecho el mismo lugar y condiciones en que se
hallaba este último.
b. Transmisión e inalterabilidad del derecho: Pese a la sustitución de sujetos, el
derecho permanece inalterado, lo que implica que al nuevo titular se le han transferido
también los accesorios, garantías, y acciones que derivan del derecho cedido. A su vez
el deudor cedido va a poder oponer al nuevo titular las mismas excepciones que tenía
contra el primitivo.
Evidentemente, del tipo génerico de cesión se desgajan diferentes subtipos de
acuerdo a la finalidad perseguida por las partes. Y en cada subtipo encontraremos sus
requisitos o elementos esenciales particulares.
184 REZZÓNICO, Luis María, Estudio de los contratos en nuestro Derecho Civil, Buenos Aires, 1950, p. 311.
432 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
1.2.2. Mandato
Con posterioridad, se echó mano a la figura del mandato. Si una persona quería
transmitir un crédito otorgaba un mandato a quien quería transmitir el crédito, de ma-
nera tal que el mandatario quedaba facultado para cobrarlo. Es decir que obraba en
nombre del mandante y en interés propio. Era la denominada “procuratio in rem suam”.
Pero la utilización de esta figura conllevaba no tan sólo la incerdidumbre de los avata-
res que pudiera sufrir el mandante: muerte, incapacidad, etc., sino también el peligro en
ciernes de que el mandante (cedente), maliciosamente, revocara el mandato. Se buscó
paliar estas vicisitudes por medio de la denuntiatio, con la que, por un lado se notificaba
al deudor, para que no pagara ya a su antiguo acreedor sino al mandatario, y por el otro
se tornaba irrevocable el mandato otorgado185.
Ya en el Derecho Imperial llegó a admitirse que efectuándose la notificación de la
“procuratio” se impidiera la liberación del deudor que paga al acreedor. Posteriormente
se admitió que el acreedor podría ceder la “actio utilis”, con lo que paulatinamente se
fue admitiendo la cesión del crédito mismo.
De manera que la posibilidad de modificación del vínculo obligacional ha sido
consecuencia de una progresiva abstracción. En las postrimerías del Derecho Romano
se admitió la transmisión mortis causa de las obligaciones, es decir, que hubiera una
trasmisión por sucesión universal (per universitatem) de la posición jurídica del acree-
dor o del deudor (sucesorio in ius) al heredero186.
Esta evolución coincidió con la complejidad y la abstracción. En retrospectiva, po-
dremos apreciar que en el contrato más antiguo, el trueque, también llamado contrato
príncipe, no hay prácticamente abstracción. Es tan solo el intercambio de dos cosas
materiales, con un valor equivalente (al menos subjetivamente). Cuando aparece la
moneda, y con ella la idea de una contraprestación en dinero en la compraventa, en-
contraremos un mayor grado de abstracción, en donde una de las prestaciones, la suma
dineraria, tiene un valor abstracto.
Por último se arribará primero, a la Cesión de Créditos, ampliándose luego a la
cesión de Derechos, implicando la mayor abstracción, dado que el derecho que se trans-
mite es intangible.
Como dato particular, si bien en los códigos modernos europeos continentales
se ha aceptado a la cesión de créditos o de derechos, sobre todo a partir del Código
Civil francés, los medios indirectos de alcanzar la cesión de derechos han perdura-
do en el derecho inglés187.
185 ARIZA, Ariel C., en Nicolau, Noemí Lidia (Dir.), Ariza, Ariel C., Hernández, Carlos A., (Coord.).
Fundamentos de Derecho contractual, Editorial La Ley, Buenos Aires, 2009.
186 SPOTA, Alberto G., Contratos - Instituciones de Derecho Civil, Parte Especial, 2ª ed. actualizada y
ampliada por Leiva Fernández, Luis F. P., Editorial La Ley. Buenos Aires, 2009, t. IV, p. 485.
187 PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de derecho civil. Derecho general de las obligaciones, Editorial
Bosch, Barcelona, 2006, t. I, vol. II.
CESIÓN DE DERECHOS Y CESIÓN DE DEUDA 433
1.3. Importancia
1.4. Metodología
Con fecha 1 de octubre de 2014, el Congreso sancionó la Ley 26.994, por la que se
aprueba el CCyC de la Nación, publicada en el Boletín Oficial del 7 de octubre de 2014.
En su Libro Tercero, (Derechos Personales), Título IV (Contratos en Particular),
Capítulo 26, Sección Primera, se desarrolla en 18 artículos (arts. 1614 al 1631) la Ce-
sión de Derechos. A continuación, trata la cesión de Deudas (Sección Segunda), y la
Cesión de Posición Contractual (Cap. 27).
Ubica la Cesión de Derechos propiamente como un contrato típico y autónomo,
continuando el criterio de Vélez Sársfield al tratar la Cesión de Créditos, inspirado a su
vez en el Código Civil chileno de Andrés Bello.
Ya desde el CC de Vélez la doctrina no dudó en criticar que los créditos no eran el
único objeto de la cesión, sino que su ámbito comprendía los derechos patrimoniales
en general. Autores como Lafaille y Rezzónico trataban la cesión como un instituto au-
tónomo referido a la modificación del aspecto subjetivo de la obligación en cuanto a su
titularidad, por lo que debía ser considerado como un capítulo referido a la transmisión
de las obligaciones en general. En su caso eran aplicables las reglas atinentes a con-
tratos tales como la compraventa o la donación. Varios códigos decimonónicos tratan
la cesión de créditos como un capítulo dentro de la teoría general de las obligaciones.
Así, Código Civil alemán (arts. 398 al 413), el Código Civil italiano de 1942 (arts. 1260
y ss.), el Código Civil suizo de las Obligaciones (arts. 164 y ss.). A su vez, el Código
Civil francés del año 1804 trata la transmisión de créditos y otros derechos incorporales
dentro del título destinado a la compraventa (art. 1689 a 1701), y similar criterio aplica
el Código Civil español (arts. 1526 a 1536).
El CCyC ha tratado con criterio amplio la cesión de derechos en general, en lugar
de ceñirse solo a la cesión de créditos. Así, cualquier derecho puede ser cedido con ex-
cepción de aquellos que resulten contrarios a la ley, o a las convenciones que les dieran
origen, o a la naturaleza misma del derecho objeto de la cesión. Esta nueva regulación
se ocupa de la “Transmisión de los derechos” en el Libro Primero, Parte General, Título
V, (arts. 398 a 400). Luego, en el Libro III, Título IV, Cap. 26, trata de la “Cesión de
derechos” (arts. 1614 a 1631), y en el Libro V de la “Transmisión de derechos por causa
de muerte”, que incluye un título específico destinado a la “Cesión de la herencia” (Tít.
III, arts. 2302 al 2309).
En el mencionado Capítulo 26 del Libro III se trata la cesión de derechos en “gene-
ral” y luego, en normas específicas regula otros subtipos teniendo en cuenta las parti-
cularidades del negocio o de los derechos cedidos. Así, del tipo contractual genérico se
desprenden otros subtipos como: cesión o transmisión de créditos (arts. 1614 a 1631),
cesión de deudas (arts. 1632 a 1635), cesión de posición contractual (arts. 1636 a 1640),
cesión de herencia (arts. 2302 a 2309), cesión de créditos en garantía (art. 1615), y ce-
sión de créditos prendarios (art. 1625).
1.6. Caracteres
veremos más adelante. Esta es una solemnidad relativa, de manera tal, que si no se
celebra por escrito, se aplica lo establecido en el art. 1018 del código que admite la
conversión de negocio jurídico.
4. Bilateral o unilateral: Según el subtipo del cual se trate, va a adoptar distintas moda-
lidades, las mismas le han de conferir diversas características. Así decimos que estaremos
en presencia de un contrato bilateral y oneroso, si se trata de cesión onerosa, sea cesión-
venta, cesión-permuta, etc., mientras que será unilateral y gratuito si se trata de una cesión-
donación. O unilateral y oneroso si es una Cesión donación mixta (art. 1544).
5. Con relación a si es conmutativo o aleatorio, discrepa la doctrina. Para al-
gunos autores, el contrato de cesión es siempre conmutativo, ya que las partes
conocen las ventajas y desventajas desde la génesis del vínculo189. En cambio otros
autores sostienen que el contrato será aleatorio si el crédito cedido presenta incer-
tidumbre de cobro para el cesionario.
Existe una similitud entre ambas figuras, puesto que en ambos casos se produce un
cambio de acreedor. Sin embargo encontramos diferencias:
- La novación subjetiva activa, es un acto triangular, en la que intervienen tres sujetos
de interés: el acreedor primitivo, un nuevo acreedor y el deudor. En este tipo de
novación por cambio de acreedor se necesita el consentimiento del deudor. Para la
cesión de créditos no se requiere el consentimiento del cedido (art. 937).
- La novación extingue la obligación preexistente, y es reemplazada por una nue-
va (art. 933). Por el contrario en la cesión se transmite el mismo derecho.
- Para saber en qué caso hay novación o hay cesión, o dicho de otra forma, si la
obligación ha dejado de existir y ha nacido otra, o por el contrario si subsiste,
el mencionado art. 937 nos proporciona la solución, en lo atinente al consenti-
miento del deudor: “(...) La novación por cambio de acreedor requiere el con-
sentimiento del deudor. Si este consentimiento no es prestado, hay cesión de
crédito”. Es decir que si las partes pretenden realizar una novación el consenti-
miento deberá ser prestado por el antiguo acreedor, por el nuevo acreedor y por
el deudor. En cambio si lo que se busca es una cesión, el consentimiento será
prestado por el cedente y por el cesionario.
- Otra cuestión a tener en cuenta es que la novación no se presume (art. 934).
- En cuanto la forma, la cesión es un acto formal, mientras que para la novación
rige la libertad de formas.
189 HERNÁNDEZ, Carlos A., y TRIVISONNO, Julieta B., (coment. al art. 1616), en: Lorenzetti, Ricardo Luis
(Dir.), De Lorenzo, Miguel Federico , Lorenzetti, Pablo, (Coords.), Código Civil y Comercial de la
Nación. Comentado, Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2015, t. VIII.
CESIÓN DE DERECHOS Y CESIÓN DE DEUDA 437
190 HEREDIA, Pablo, “Contrato de cesión de derechos”, en Kiper, Claudio (Dir.), Aplicación Notarial del
Código Civil y Comercial de la Nación, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2015, p. 485.
191 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría de los contratos, Parte Especial (1), Zavalía Editor, Buenos Aires,
1991, t. II, p. 577.
192 ACUÑA ANZORENA, Arturo, “Cesión de créditos”, en Enciclopedia Jurídica Omeba, Nº 8, Edit.
Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1955, t. II, ps. 939 y 993.
438 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Ya Sánchez de Bustamante había hecho notar las analogías y diferencias entre am-
bos institutos193.
- Ni la cesión ni la acción subrogatoria pueden tener por objeto derechos inheren-
tes a la persona.
- En ambas intervienen tres sujetos: acreedor, deudor, y tercero.
- Mientras que en la cesión el cesionario adquiere la propiedad de los derechos
cedidos por el cedente, en la acción oblicua el acreedor subrogado sustituye al
deudor en el ejercicio de sus derechos, por lo que esos derechos siguen siendo
propiedad del deudor.
1.8. Objeto
El art. 1616 CCyC sienta como principio general el de la cesibilidad: todo derecho
puede ser cedido, y ha simplificado la excesiva casuística del CC de Vélez. Este prin-
cipio de la cesibilidad implica que todos aquellos derechos que integran el patrimonio,
sean derechos reales, personales o intelectuales, como asimismo aquellas acciones que
derivan de los mismos, pueden ser objeto del contrato de cesión.
Al igual que el objeto de los actos jurídicos y de los contratos, el derecho cedi-
do debe ser lícito, posible, determinado o determinable, susceptible de valoración
económica y corresponder a un interés de las partes aunque éste no sea patrimonial
(arts. 279, 1003, 1004).
A título enunciativo se puede decir que son cesibles todo tipo de derechos, sea que
estén o no sometidos a alguna modalidad a condición o plazo; sean derechos sobre co-
sas o bienes futuros, sean bienes determinados o determinables; individuales o parte de
alguna universalidad; derechos litigiosos, dudosos, eventuales, futuros, ajenos (con los
límites que fija el art. 1008), derechos hereditarios, derechos reales, intelectuales, etc.,
de conformidad a lo dispuesto por los arts. 1005 a 1009 CCyC194.
Con relación a los derechos reales cabe hacer algunas aclaraciones:
En lo relativo a su constitución: debe respetarse la doctrina del título y el modo, sin
perjuicio de su inscripción registral para su oponibilidad, según el derecho de que se trate.
En lo atinente propiamente a la cesión de derechos reales, el art. 1906 sienta como
principio que todos los derechos reales son transmisibles, salvo disposición en contra-
rio. No todos los derechos reales son transmisibles por actos entre vivos por medio de la
193 SÁNCHEZ DE BUSTAMANTE, Miguel, “Acción oblicua, indirecta o subrogatoria”, JA, Buenos Aires, 1945,
p. 75.
194 El CC de Vélez Sársfield regulaba estos supuestos en los arts. 1445 a 1448.
CESIÓN DE DERECHOS Y CESIÓN DE DEUDA 439
cesión. Todos los derechos que impliquen dominio, o condominio, y que recaigan sobre
cosa propia, tendrán otros medios idóneos para su transmisión entre vivos, diferentes a
la cesión. Ya sean contratos típicos, como por ejemplo la compraventa, la donación, la
dación en pago, la permuta, la transferencia del dominio a un fideicomiso, o de alguna
unidad sometido al régimen de propiedad horizontal, o algún inmueble que forme parte
de un conjunto inmobiliario, o sometido al derecho real de propiedad especial confor-
me al art. 2075, o que se transfiera por medio de contratos atípicos según la voluntad de
las partes en ejercicio de la autonomía.
En cambio pueden ser objeto mediato de la cesión, los restantes derechos reales, ta-
les como el usufructo, (art. 2142), el uso (por remisión del art. 1155 que ordena aplicar
supletoriamente las normas relativas al usufructo) , las servidumbres (art. 2172). Asi-
mismo podemos mencionar, el derecho de tiempo compartido, equiparable el derecho
de uso, los derechos de hipoteca, anticresis y prenda, con independencia del crédito
garantizado, salvo prohibición expresa legal.
El principio de cesibilidad no es absoluto. En efecto, nos dice este mismo art. 1616
en su segunda parte: “(...) excepto que lo contrario resulte de la ley, de la convención
que lo origina, o de la naturaleza del derecho”.
La cesión efectuada en violación a lo antedicho, será pasible de nulidad, no sólo respec-
to el cedido, sino respecto a las partes (cedente y cesionario) y respecto de terceros.
195 HERNÁNDEZ, Carlos A., y TRIVISONNO, Julieta B., loc. cit., (coment. al art. 1616), p. 25.
440 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
201 Para otros debe estar pactada en el mismo contrato que le da origen al derecho, por protección a los
terceros quienes al contratar con el cedente no tendrían oportunidad de conocer la existencia y la pro-
hibición, si ella no constase en el instrumento en que tal derecho fue creado. Véase HERNÁNDEZ, C. A.,
y TRIVISONNO, J. B., loc.cit., p. 35.
202 VON THUR, Andreas, ídem.
442 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
dole de la obligación: como ejemplo sería pretender ceder un derecho propter rem, sin
transferir el dominio203.
El art. 1614 CCyC, segundo párrafo, establece que “(...) se aplican a la cesión de
derechos, las reglas de la compraventa, de la permuta o de la donación, según que se
haya realizado con la contraprestación de un precio en dinero, de la transmisión de
la propiedad de un bien, o sin contraprestación, respectivamente, en tanto no estén
modificados por este capítulo”.
El precepto hace referencia a tres subtipos de cesión de derechos: cesión-venta,
cesión-permuta, cesión-donación, modalidades que estaban contempladas en el CC
(arts. 1435 a 1437).
En términos generales podemos distinguir, siguiendo el criterio de clasificación
de los contratos entre onerosos y gratuitos, tres clases de Cesiones: el primero estaría
integrado por todas aquellas cesiones que son onerosas, es decir cuando hay sacrificios
y ventajas para ambas partes, siendo asimismo bilaterales. El segundo grupo estaría
conformado por aquellas cesiones gratuitas en las que una sola parte tiene una ventaja
y la otra un sacrificio. Y el tercero por aquellas cesiones mixtas, que tienen por objeto
negocios mixtos, en parte gratuitos y en parte onerosos.
2.1.1. Cesión-venta
2.1.2. Cesión-permuta
2.2.1. Cesión-donación
Finaliza el art. 1614 diciendo que si la cesión del derecho es “(...) sin contrapres-
tación (...)”, se han de aplicar las reglas del contrato de donación. En concordancia,
el art. 1543, al referirse a la aplicación subsidiaria del contrato de donación, establece
que “(...) las normas de este Capítulo se aplican subsidiariamente a los demás actos
jurídicos a título gratuito”.
Finalmente, así como hay donaciones onerosas también puede haber una cesión-
donación onerosa205.
Nada obsta para que las partes puedan celebrar una cesión donación remuneratoria
(art. 1561), o una cesión donación con cargo (art. 1562), o también una cesión que im-
plique un acto mixto, denominado también negotium mixtum cum donationem. Será de
aplicación lo dispuesto por los arts. 1544, 1564 CCyC, y ccds.
204 En la nota explicativa del art. 1038 del Proyecto de la Comisión designada por decreto 468/92, que es
fuente de esta segunda parte del art. 1614, se efectuaba esta remisión.
205 LÓPEZ DE ZAVALÍA, F., ob. cit, p. 573.
444 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
créditos. Supongamos que una persona mantiene una deuda frente a otra. El deudor
transfiere a su acreedor un crédito (o una cartera de créditos) que tiene contra terceras
personas. El deudor va a cumplir el rol de cedente, y el acreedor el rol de cesionario.
La cesión en garantía ha tenido tipicidad social por su reiteración en el tráfico. El
CC de Vélez no regulaba expresamente este tipo de cesión, aunque la doctrina había
recurrido a la interpretación de la prenda de créditos (art. 3209). En base a la interpre-
tación de este artículo y su nota, se suscitaron dos puntos de vista con respecto a la
naturaleza jurídica de la cesión de créditos en garantía:
a) Para unos la cesión de créditos en garantía es un verdadero negocio fiduciario.
En consecuencia esto conlleva que se transmite la titularidad plena del derecho, (efecto
mayor), convirtiéndose el acreedor-cesionario en dueño del mismo con ánimo domini,
con todos los efectos propios de la transmisión, y validez erga omnes, ya sea con el fin
de administrarlo, para facilitar encargos, o bien en calidad de garantía, y con la obli-
gación del adquirente de devolver tal derecho a quien se lo ha transmitido (que hizo
las veces de fiduciante-transmitente), o transferirlo a un tercera persona una vez que se
haya cumplido la finalidad.
b) Para otros, la transferencia del crédito es al solo efecto de garantizar la percep-
ción de su acreencia por parte del acreedor-cesionario, lo que implica un efecto menor,
cual es la transmisión de la sola exigibilidad del crédito –el ius exigendi–, permanecien-
do su titularidad en cabeza del cedente-deudor.
El CCyC ha venido a dirimir esta cuestión consagrando en el art. 1615 la cesión en
garantía, al disponer: “Si la cesión es en garantía, las normas de la prenda de créditos
se aplican a las relaciones entre cedente y cesionario”. En las relaciones internas entre
cedente y cesionario se remite a la prenda de créditos, y con relación a terceros, regi-
rán las reglas establecidas en los arts. 1620 al 1623, principalmente en lo atinente a la
notificación al deudor cedido, lo que legitimará al acreedor-cesionario para ejercer el
privilegio que conlleva el crédito con garantía prendaria.
Cabe preguntar si el derecho fue transferido en calidad de pago, o con el fin
de garantizar el cumplimiento de la obligación que mantiene con su acreedor. A
poco que se analice, se apreciará que esta cesión no tiene como finalidad un pago,
es decir una función solutoria. La finalidad práctica perseguida por las partes, con
trascendencia social y jurídica es la de asegurar, ante la falta de cumplimiento de la
obligación garantizada, la satisfacción del derecho de crédito que tiene el cesiona-
rio acreedor, contra el cedente-deudor.
Explica Lorenzetti que las partes pueden celebrar un contrato de cesión en garantía
del cumplimiento de otra obligación causada en un contrato base. Entonces, el acreedor
tiene dos deudores: el deudor cedente y el tercero deudor del crédito cedido. De esta
manera, el acreedor puede cobrar tanto a uno como el otro. Así se entiende que si el
deudor cedente cumple, se debe devolver el crédito en su totalidad, caso contrario el
acreedor puede cobrarse del tercero206.
Está regida por las reglas de la prenda (arts. 2232 a 2237 CCyC), de los que surgen
los siguientes recaudos:
a) Como presupuesto es menester que el crédito esté documentado (art. 2232), ya
que la prenda implica precisamente la entrega del instrumento en donde consta.
b) La prenda a la que se hace referencia es la prenda con desplazamiento.
c) La prenda queda constituida cuando se notifica al deudor del crédito prendado
(art. 2233).
Con relación a terceros, rige lo dispuesto en los arts. 1620 a 1623. Se deberá notifi-
car al deudor cedido para que el acreedor pueda ejercer el privilegio propio del crédito
con garantía prendaría. En caso de concurso o quiebra del cedente, la cesión va a pro-
ducir efectos contra los acreedores si es notificada antes de la sentencia de quiebra o de
la presentación en concurso.
Dice este autor “que siempre debe sobresalir la guía de examinar la finalidad per-
seguida por las partes mediante el examen de lo pactado, y de sus comportamientos
anteriores, concomitantes o ulteriores”. Influyen acá “los propósitos prácticos que los
contratantes persiguen en cada contrato singular; ellos asignan al negocio una fun-
ción individual que encuadra entonces en alguna categoría disciplinada legalmente,
o que constituye un subtipo de ella o bien que se ajusta al tipo genérico de contrato y
configura, por tanto un contrato atípico”208.
Entre los distintos propósitos o finalidades que las partes puedan asignar a la ce-
sión, podemos mencionar:
- La cesión pro soluto, por la que el deudor da al acreedor, en pago de una deuda
preexistente, un crédito o un derecho.
- La cesión pro solvendo: Como supuesto de hecho, hay una deuda en dinero. El
deudor al no poder pagar, cede a su acreedor la facultad de cobrar un crédito que
tiene contra un tercero para que satisfaga su acreencia, retenga el dinero que se
le debe por su crédito, y dé el saldo al deudor. El deudor en este caso va a garan-
tizar la solvencia del deudor cedido. Si el cesionario acreedor no pudiese cobrar,
dirigirá su reclamo contra el cedente.
- El deudor que tiene una deuda de dinero cede al acreedor su crédito contra el
tercero, pero tan sólo para que haga la gestión de cobro. No hay una cesión pro-
piamente dicha y una transferencia de la titularidad, sino tan sólo la facultad de
cobrarlo. Para algunos autores estos implica un mandato para cobrar, en el que
realmente no hay una cesión de la titularidad.
- Puede transmitirse el crédito para garantizar otro, y si se paga la deuda principal
el crédito se restituye. Si bien es cierto que el deudor le cede un derecho al acreedor,
estamos en presencia de una transmisión fiduciaria, o de un fideicomiso en garantía,
para que una vez cobrado el crédito se restituya el mismo a su deudor.
- Ante la existencia de una deuda que tiene una persona con su acreedor, en lugar de
transmitir su crédito que se mantiene contra el tercero, lisa y llanamente grava el mismo
constituyendo una prenda sobre el crédito209.
A los efectos de extinguir una deuda que una persona mantiene con otra, puede ofre-
cerle a que acepte un crédito del cual es titular. Esta cesión puede ser efectuada en principio
bajo dos modalidades: pro soluto o pro solvendo, que tienen diferentes efectos.
Cesión pro soluto es aquella que se realiza en calidad de pago por entrega de bienes.
Esta modalidad ya había sido reconocida en el CC de Vélez cuyo art. 1435 disponía
“(...) Si el derecho creditorio fuese (...) dado en pago (...)”. Esta solución es la que ha
receptado el art. 942 del CCyC al dar el concepto de dación en pago. Cuando el cedente
efectúa una cesión bajo esta modalidad pro soluto, la aceptación del cesionario implica:
• Que se transfiere efectivamente la propiedad del crédito al cesionario-acreedor.
• Que se da por cumplida la obligación primitiva que el cedente-deudor mantenía
con el cesionario-acreedor, quedando liberado de la misma.
208 APARICIO, J. M., Contratos/ 2, Parte General, Hammurabi, Buenos Aires, 2001, p. 327.
209 LORENZETTI, R., Tratado, ob. cit., t. II, p. 71.
CESIÓN DE DERECHOS Y CESIÓN DE DEUDA 447
En la cesión pro solvendo se dan el mismo supuesto de hecho y los mismos sujetos:
una persona que mantiene una obligación con otra, es decir un deudor y un acreedor.
Para extinguir dicha deuda, el deudor asume el rol de cedente y le transmite el crédito
del cual es titular en contra de una tercera persona. Lo que la diferencia con la cesión
pro soluto es que en aquella se transmite efectivamente la propiedad del crédito, pagan-
do con esta transferencia al cesionario-acreedor, mientras que en la cesión pro solven-
do, no hay tal pago, sino que, al decir de López de Zavalía, se le dan los medios para
obtener aquello con lo que se pagará. Es decir, se le ceden facultades para cobrar del
tercero extinguiendo la deuda o devolver el crédito si es incobrable.
La transferencia del crédito por parte del deudor-cedente, no extingue la deuda que
tiene con el cesionario-acreedor. Esto ocurrirá si el cesionario puede cobrar efectiva-
mente el crédito en contra del tercero cedido, salvo que, de manera expresa, se hubiese
convenido que se trata de una novación por cambio de deudor.
Si el cesionario-acreedor no logra cobrar al tercero cedido, por no ser solvente, estará
facultado para devolver el crédito, manteniendo su acreencia contra el deudor-cedente.
Parte de la doctrina sostiene que en lo atinente a las relaciones internas entre ceden-
te y cesionario existe una relación de mandato, salvo, que se haya pactado expresamen-
te lo contrario, o que se haya convenido una novación por cambio de deudor.
Si esta relación interna está identificada con el mandato, diremos que su objeto es
el cobro del crédito, quedando facultado el cesionario-acreedor para:
• obtener el cobro del crédito del tercero;
• una vez obtenido el cobro del crédito contra el tercero, puede satisfacer su pro-
pio crédito directamente del monto del tercero;
• devolver el crédito en caso de insolvencia del tercero, ya que el acreedor no
asume el riesgo de insolvencia del tercero.
La obligación del cedente-deudor recién se extinguirá cuando el cesionario-acree-
dor haya cobrado su crédito, del tercero o del propio deudor cedente.
4. FORMA
Afirma Llambías que la forma del acto jurídico es la manera como se exterioriza la
voluntad del sujeto respecto del objeto, para la consecución del fin jurídico propuesto.
En efecto, la voluntad sin una forma no podría manifestarse al mundo exterior (art.
448 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
260, in fine). En este sentido amplio se la denomina como “forma esencial”, que para
algunos autores es un elemento del negocio jurídico210.
Otra cosa es la “forma impuesta”, el conjunto de solemnidades que se requieren
para que el acto se lleve a cabo válidamente.
El art. 1618 establece en su primer párrafo, que el contrato de cesión debe hacerse
por escrito. El art. 1454 CC de Vélez establecía que la cesión debía hacerse por escrito,
bajo pena de nulidad, sanción que no aparece en la nueva normativa. Esto significa que
el contrato de cesión de derechos es formal, de solemnidad relativa, y no va a quedar
concluido como tal hasta tanto se otorgue la forma prevista –por escrito–, generando
una obligación de hacer (doctrina arts. 285 y 1018). Y ante la reticencia del demandado,
podrá hacerlo el juez, siempre que las contraprestaciones estén cumplidas, y sea asegu-
rado su cumplimiento.
El art. 1618 del CCyC establece tres supuestos en los que la forma exigida es la
escritura pública.
210 RIVERA, Julio César, Instituciones de Derecho Civil- Parte General, 5ª ed., Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 2010, t. II, p. 418.
211 Autos “Rivera de Vignati, María E. s/ Sucesión”, LL, 1986-B-155, ED, 117-311.
CESIÓN DE DERECHOS Y CESIÓN DE DEUDA 449
212 Diccionario de la Real Academia Española, voz litigio, 21ª ed., Madrid,1992.
213 Diccionario ... ibidem, voz litigioso.
214 ARIZA, Ariel C., ob. cit, p. 196.
215 HEREDIA, loc. cit., p. 509.
450 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
En concordancia con lo dispuesto por el art. 1017, inc. c), y en función al principio
de paralelismo de formas y homogeneidad, la forma bajo la cual se instrumentó un
derecho es exigida también para la cesión de ese derecho.
Por vía de endoso se pueden transmitir: letras de cambio, pagarés, cheques, warrants,
facturas de crédito, certificados de depósitos bancarios a plazo, pero no se pueden trans-
mitir por endoso las acciones de sociedades anónimas (arts. 1º y ss., Ley 24.587)219.
5. EFECTOS DE LA CESIÓN
De conformidad con el efecto relativo de los contratos (arts. 1023 y ss.), la cesión
de derechos produce efectos entre las partes contratantes, y también con relación a de-
terminados terceros. Son partes contratantes: el cedente y cesionario, y continuadores
sus sucesores universales.
El concepto de tercero, implica en cierto sentido un carácter negativo: aquel
que no es parte. Son terceros interesados aquellos que tienen algún tipo de interés
(p. ej. el deudor cedido en la cesión de créditos). También los acreedores de los
contratantes, y otros cesionarios sucesivos a quienes el cedente haya prometido la
transferencia del derecho220.
Los terceros que no tienen interés alguno (penitus extranei), sin embargo tienen el
deber de respetar los convenios por la regla del alterum non lædere.
a. Generalidades
En el momento en que las partes celebran el contrato de cesión, se transmite el
derecho. El cesionario sustituye al cedente y ocupa su lugar, pudiendo ejercer todas
las facultades que corresponden al derecho cedido. El cesionario asume el carácter de
titular del derecho cedido, que por el principio del nemo plus iuris del art. 399, no podrá
ser ni mejor ni más extenso que el del cedente, siendo el cesionario un sucesor singular,
conforme al art. 400 in fine.
En el caso de que el derecho cedido provenga de un contrato, se transmiten todas
las garantías y accesorios con la misma intensidad e idénticas facultades que dimanen
de ese contrato (doctrina art. 856).
Si el derecho cedido proviene de un contrato, la cesión no implica la cesión de
la condición de parte en el contrato. Para que esto ocurra será necesario celebrar
una cesión de posición contractual, siendo insuficiente la figura de la cesión de
derechos (arts. 1636 a 1640).
c. Alteraciones convencionales
La cuestión acerca de si las partes pueden alterar el momento del perfeccionamien-
to del contrato por vía de pacto expreso, que significa anticipar o postergar el momento
de la transmisión del derecho, no es sencilla.
En el primer caso las partes pretenden que la trasmisión del derecho opere con fe-
cha anterior a la cesión del derecho mismo. Esto no es admisible, porque se pretendería
atribuir eficacia retroactiva al contrato de cesión. Es anejo al régimen del contrato de
cesión la protección de los terceros. La eficacia del negocio con relación a terceros
siempre es ex nunc, es decir para el futuro (doctrina arts. 1620 y 1621).
Con relación a la posibilidad de que las partes puedan suspender los efectos del
contrato, no hay impedimento. En ejercicio de la autonomía de la voluntad, las partes
pueden introducir cláusulas que así lo establezcan.
Así las partes pueden establecer:
• que la cesión ha de ser notificada al deudor cedido una vez que se transmita el
derecho en tal o cual época. Estaremos en presencia de un diferimiento de la
eficacia completa del negocio.
CESIÓN DE DERECHOS Y CESIÓN DE DEUDA 453
d. Extensión
1. Transmisión de garantías y accesorios del derecho
En cuanto a la extensión del derecho transmitido, rige el principio nemo plus iuris,
según el cual nadie puede tramitir un derecho más amplio que el que tiene (art. 399).
Esto es, que el derecho trasmitido mantiene toda su extensión, cum omnia sua causa,
con todos sus accesorios, todas sus ventajas y sus garantías, como ocurre en toda suce-
sión a título singular por acto entre vivos.
1.1. Transmisión de las garantías reales y personales:
Toda cesión de derechos conlleva la transmisión de sus garantías, como fianza,
hipoteca, prenda, warrants, las que pasan al cesionario.
Cuando un crédito en particular, se encuentra garantizado con el derecho real de
prenda, el art. 1625 establece que el contrato de cesión “(...) no autoriza al cedente o a
quien en su poder tenga la cosa prendada a entregarla al cesionario”. La ratio legis ra-
dica en que el acreedor prendario (cedente) no puede desligarse unilateralmente de sus
obligaciones, tales como la responsabilidad por pérdida o deterioro de la cosa prendada
ocurridas por su culpa, transfiriendo la tenencia de la cosa a un tercero.
No solamente se transmiten al cesionario las ventajas del derecho cedido, sino tam-
bién todas sus imperfecciones, “todos sus vicios y todas sus taras”, como gráficamente
decía Josserand, es decir las tachas de que pueda estar afectado y que lo hacen anulable,
rescindible, resoluble. Es que el derecho pasa al cesionario cum omnia sua causa.
Es efecto natural de los contratos onerosos que el trasmitente debe prestar garantía
de evicción. En las cesiones onerosas el cedente queda obligado a responder por la
existencia y la legitimidad del derecho cedido, (Veritas nominis), y excepcionalmente
también garantiza o asegura la solvencia del deudor cedido (Bonitas nomini).
226 Ibidem.
458 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
a) Derechos litigiosos
La razón es la misma tanto para este caso como para el de los dudosos. Remitimos
a lo dicho con relación a qué se debe entender por derechos litigiosos. Ambos implican
que el cesionario está asumiendo un álea, una incertidumbre o un riesgo en orden a la
existencia o legitimidad del derecho cedido.
b) Derechos dudosos
Basta que la cesión de un derecho sea efectuada como de derechos dudosos para
eximir al cedente de la garantía por evicción. Un derecho puede no ofrecer incertidum-
bre, pero si es discutido en juicio será litigioso aunque no dudoso. La calidad de dudoso
es una cualidad negativa que implica incertidumbre, y cuando se aplica a la cesión, se
beneficia el cedente, ya que significa que el cesionario está asumiendo un riesgo.
c) Cesiones gratuitas
En el caso de la cesión-donación, el cedente no responde por evicción. Esto es con-
cordante con el art, 1033, inc. a), a contrario.
Sin embargo hay casos en los que habiendo cesión-donación, el cedente responde
por evicción. Así surge del art. 1556 en sus cuatro incisos:
• si expresamente ha asumido esa obligación;
• si la donación se ha hecho de mala fe, sabiendo el cedente que la cosa donada
no era suya, e ignorándolo el cesionario;
• si la evicción se produce por causa del cedente;
• si se trata de las donaciones mutuas, remuneratoria o con cargo.
227 Paradójicamente, aunque más no sea por vía indirecta o de consecuencia los actos inexistentes existen,
puesto que se los menciona en el art. 1629 sub exmen y también en la transacción, art. 1647, inc. a).
460 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
acciones con que cuenta el cesionario en defensa de su derecho. El art. 1039 dispone que el
acreedor puede: a) requerir el saneamiento de título cuando existe un vicio jurídico que lo
afecte; b) reclamar un bien equivalente; c) resolver el contrato. A lo que se debe agregar, el
derecho a reclamar la reparación de los daños sufridos por evicción (art. 1040). Los autores
estiman que propiamente este art. 1629 estaría contemplando el caso del cesionario que ha
optado por resolver el contrato de cesión, cuando dispone que:
• Si es de buena fe, el cedente deberá restituir al cesionario; a) el precio recibido,
y b) los intereses devengados desde el momento en que fue abonada la suma
por el cesionario. A ello debería sumarse la tutela resarcitoria, que cuando me-
dia resolución comprendería la indemnización del daño al interés negativo, en
el caso los gastos que hubiese demandado la celebración del contrato de cesión.
• En cambio, siendo de mala fe el cedente su responsabilidad se agrava. El art.
1629, segunda parte, dispone que además deberá pagar la diferencia entre el
valor real del derecho cedido y el precio de la cesión, y queda comprendida en
la indemnización la utilidad que esperaba el cesionario, que no deja de ser una
expectativa.
A su vez, si bien el art. 1629 se refiere solamente al supuesto de inexistencia del de-
recho cedido, se entiende que resulta aplicable a los casos de evicción por ilegitimidad
del mismo, ya que la misma interpretación se efectuaba en el código derogado en base
a un texto casi idéntico228.
Según otro criterio de interpretación más restrictivo, solamente se deberán las repa-
raciones indicadas en el art. 1629 en los casos allí contemplados.
La cesión puede tener como objeto la totalidad del crédito, o ser una cesión
parcial. Por cesión parcial no solamente se entiende la que implique una parte del
crédito, sino también la cesión parcial de una pluralidad de créditos, por ejemplo,
un porcentaje del valor de estos.
La cesión parcial está mencionada, no definida, en el art. 1627 cuando establece
que “... El cesionario parcial de un crédito no goza de ninguna preferencia sobre el
cedente, a no ser que éste se la haya otorgado expresamente”.
Este artículo debe ser interpretado en consonancia con lo dispuesto en el art. 2574,
que trata del origen legal de los privilegios, según el cual el deudor no puede crear a
favor de un acreedor un derecho para ser pagado con preferencia a otro, sino del modo
en que la ley lo establece.
Al efectuar una cesión parcial, las vicisitudes que afectan la parte cedida (mora,
interrupción de la prescripción, incumplimiento etcétera), no han de afectar al resto no
cedido, ya que se opera una separación del destino del crédito. Cuando hay una cesión
de crédito parcial, la doctrina discrepa acerca de dos cuestiones:
la primera está centrada en el aspecto instrumental: ¿cuál de los coacreedores va a
quedar con el título portador del derecho? Al respecto, el art. 1619 CCyC dispone “(...)
el cedente debe entregar al cesionario una copia certificada de toda la documentación
que pruebe la existencia de los derechos cedidos”.
la segunda cuestión se relaciona con la coexistencia de dos acreedores en caso de
cesión parcial, ¿Cuál es la prelación o privilegio frente de su deudor?
El CCyC, reiterando la postura del CC de Vélez, no establece ninguna preferencia,
al disponer en el art. 1627: “... El cesionario parcial de un crédito no goza de ninguna
preferencia sobre el cedente, a no ser que éste se la haya otorgado expresamente”.
Es decir que si nada se indica, cedente y cesionario tienen la misma posición con
relación al obligado. Y si el deudor cayera en estado de insolvencia, concurrirán a pro-
rrata, salvo pacto en contrario, es decir, que medie una “estipulación expresa de priori-
dad”, para que cobre primero el cedente, o que cobre primero el cesionario.
Otras cuestiones a tener presente en la cesión parcial de un crédito son:
a) cuando el crédito parcialmente cedido es de prestaciones periódicas, el cesio-
nario parcial no tiene derecho a que se le satisfaga su parte con la totalidad de
las primeras cuotas a pagar por el deudor cedido, y sólo puede pretender que de
cada cuota se le pague una porción;
b) cuando el crédito cedido es indivisible, cedente y cesionario quedan como coa-
creedores de una obligación indivisible, y el cesionario no podría agraviarse de
que el cedente reclame el cumplimiento íntegro, sin perjuicio de lo dispuesto por
el art. 821.
c) Si el cedente parcial cede su parte a otro cesionario, ambos cesionarios concu-
rren por sus respectivas porciones en la misma forma en que lo hubieran hecho
cedente y cesionario parcial.
Para que la cesión produzca sus efectos con relación a terceros que tengan al-
gún interés en contestarla, debe ser notificada al cedido por instrumento público o
privado (art. 1620).
Tradicionalmente la doctrina ha considerado que la notificación se realiza en
los casos de cesión de créditos en donde encontramos un deudor a quien notificar, y
no se necesita para otras cesiones. Sin embargo, esta idea va cediendo paso ante la
realidad de los hechos. La notificación opera como una especie de publicidad. De
acuerdo a la clase de derecho cedido, se requerirá, o será conveniente en los casos
no regulados, optar por medios de publicidad adecuados que brinden seguridad y
certeza. Así, para la cesión de derechos intelectuales (art. 53, Ley 11.723), de una
462 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
patente de modelo industrial (art. 38, Ley 24.481), y en caso de la cesión de he-
rencia, la doctrina recomienda acompañar el testimonio de la escritura de cesión al
juicio sucesorio, por ejemplo.
En el campo de la cesión de créditos, la notificación es la comunicación a partir de
la cual despliega el negocio su eficacia “externa”, es decir marca el inicio de la oponi-
bilidad erga omnes.
Este acto de comunicación es de carácter recepticio, ya que despliega su eficacia a
partir del momento en que queda a disposición del deudor cedido, no siendo necesario
que se deba probar que llegó a tener conocimiento del mismo.
La falta de notificación no impide el nacimiento de la relación interna entre
cedente y cesionario, pero hasta tanto el cedido sea notificado de la cesión, ésta le
es inoponible (art. 396).
a. Forma de la notificación
Debe ser hecha por instrumento público o privado con fecha cierta (arts. 289 y
317), y en algunos casos deben observarse las reglas dispuestas para los bienes regis-
trales (art. 1620 in fine).
Contenido de la cesión: Tampoco está regulado este tema, como lo hacía el art.
1460 del CC de Vélez, que establecía que se requería tan sólo la información necesaria
que permitiera al deudor individualizar el crédito cedido así como la persona de su
nuevo acreedor (cesionario). Dado el principio del efecto relativo de los contratos (art.
1021) y el de la buena fe (art. 9), debería seguirse el mismo criterio en el marco del
nuevo código.
Dispone el art. 1621 que “... Los pagos hechos por el cedido al cedente antes de
serle notificada la cesión, así como las demás causas de extinción de la obligación,
tienen efecto liberatorio para él”.
Hasta tanto no se efectúe la notificación al deudor cedido, los pagos que éste hu-
biese realizado al cedente tendrán para él efecto liberatorio, y nada podrá reclamarle el
cesionario al deudor cedido. El cesionario en cambio dispondrá de una acción contra
el cedente, sea por incumplimiento contractual o por evicción, si el crédito fue pagado
con anterioridad a la cesión, ya que estaríamos ante un supuesto de cesión de derechos
inexistentes (art. 1629).
Parte de la doctrina sostiene que si el precio se ha terminado de abonar antes
de la notificación, los recibos otorgados por el cedente, aún careciendo de fecha
cierta, son oponibles al cesionario. Además, el deudor puede oponer al cesionario
todas las defensas o excepciones que tenía contra el cedente y cualquier otra causa
de extinción de la obligación, verbigracia: confusión, prescripción liberatoria, tran-
sacción, compensación, novación, etc.
Si existiesen varios cesionarios sucesivos respecto del mismo derecho, como con-
secuencia de error o la mala fe del cedente, tendrá prioridad aquel que notificó en pri-
mer término al deudor cedido, aún cuando la cesión fuera de fecha posterior (art. 1622).
Es que la notificación es el acto que hace cobrar eficacia externa a la cesión frente
a los terceros, y los distintos cesionarios son terceros entre sí, respecto de los contratos
celebrados por cada uno con el cedente. La fecha que va a marcar el comienzo de vi-
gencia de la oponibilidad va ser la de la notificación, independientemente de la fecha
en que se hubiesen efectuado las distintas cesiones.
Si las distintas cesiones se hubiesen notificado en el mismo día sin indicación de
hora, los cesionarios quedarán en el mismo rango (art. 1626), cobrando a prorrata.
Interpretando a contrario el art. 1626 se deduce que si se notifican varias cesiones
en un mismo día, y con indicación de la hora, los cesionarios no quedarían “en igual
rango”, estableciéndose la prioridad de acuerdo con la hora de la notificación, a dife-
rencia del CC de Vélez en el que no se distinguía según la prioridad horaria de varios
cesionarios concurrentes en el mismo día.
464 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
5.3.4. Concurso o quiebra del cedente: Conflicto entre cesionario y acreedores del
cedente. El art. 1623
La ley no establece ningún plazo para efectuar la notificación, la que se puede rea-
lizar en cualquier momento. Sin embargo, para evitar posibles conflictos que puedan
suscitarse entre cesionario y acreedores del cedente, el art. 1623 establece dos momen-
tos o supuestos que impiden que la notificación produzca los efectos queridos:
- cuando la notificación ha sido efectuada luego de la presentación en concurso
del cedente.
- cuando la notificación ha sido efectuada luego de la sentencia declarativa de la
quiebra.
En ambos supuestos a pesar de haberse efectuado la notificación, ésta será inope-
rante, y la cesión no va a poder oponerse a la masa.
Aquí la ley ha ponderado los intereses en juego y ha dado prevalecencia a los acreedo-
res, como consecuencia lógica del desapoderamiento que se produce en el caso de quiebra.
Distintas serán las consecuencias según se trate del concurso preventivo o de la
quiebra. En el primer caso, el deudor conserva la administración de su patrimonio vi-
gilado por el síndico. El patrimonio del deudor no entra en estado de liquidación
(art. 15, Ley 24.522), y conserva la administración ordinaria del mismo, quedando
incluido dentro de este concepto de administración ordinaria el de realización de
pagos que sean necesarios para continuar con su actividad económica. Para todos
aquellos otros actos que excedan la administración ordinaria, se deberá requerir
autorización judicial (art. 16 in fine, Ley 24.522).
En cambio en el caso de quiebra, el deudor es desapoderado de sus bienes, que-
dando en estado de liquidación su patrimonio, a los efectos de satisfacer las deudas
verificadas, (arts. 107, 125, 177, 203, 240, Ley 24.522). Es decir que el derecho objeto
de la cesión va a pasar a conformar parte del activo liquidable.
Es de advertir que la notificación de la cesión puede hacerse incluso después de
que el cedente hubiera entrado en estado de cesación de pagos, pero siempre antes de
que se presente en concurso preventivo o se dicte la sentencia declarativa de quiebra,
conforme al art. 1623.
5.3.5. Caso no resuelto de conflicto entre el cesionario y acreedores del cedente que
hubiesen embargado el crédito cedido
tenía una disposición según la cual el embargo del crédito cedido que se hubiese efec-
tuado con anterioridad a la cesión, privaba de efectos a la notificación (art. 1465 CC).
Por aplicación del art. 1620 CCyC se puede llegar a la misma conclusión. Prevale-
cerá el embargo si es anterior a la notificación de la cesión, y viceversa prevalecerá la
cesión si la notificación fuese anterior al embargo.
Para la cesión la notificación de la cesión al deudor cedido es el único sistema de
publicidad frente a terceros, es decir que el contrato se hace oponible no tan sólo frente
al deudor sino también a todos aquellos terceros que puedan tener un interés legítimo.
oponible al acreedor embargante del cedente. Un bien gravado puede ser objeto de los
contratos –de cesión en este caso– siempre que se declare la existencia del gravámen y
no se afecte el interés de terceros, en este caso el acreedor embargante.
Es un supuesto de indisponibilidad relativa, con relación al cedente y a su acreedor.
El acreedor embargante estará legitimado para demandar al cedente por los daños y
perjuicios que le hubiere irrogado la cesión (art. 1009 in fine).
6. CESIÓN DE DEUDAS *
El CCyC trae como una de sus novedades la regulación de un instituto que ha sur-
gido ya avanzado el siglo pasado, esto es la posibilidad de transmitir el polo negativo
de un vínculo obligacional al que ha denominado “cesión de deudas”. Lo ha regulado
en la Sección 2ª del Capítulo 26 del Título 4 del Libro Tercero, a partir del art. 1632.
En el derecho clásico no se concibió la transmisión del vínculo obligacional, por
considerárselo personalísimo, pero con el transcurso del tiempo se dio primero la trans-
misión mortis causa y luego, ya por acto entre vivos, la cesión de derechos, posterior-
mente la cesión de deudas y , por último, la cesión de la posición contractual. Ello así
al objetivarse y despersonalizarse la relación jurídica, creditoria o no.
Tal como lo expresa el art. 1633, “Hay asunción de deuda si un tercero acuerda con
el acreedor pagar la deuda de su deudor, sin que haya novación”.
Como se puede observar, la condición es que no haya novación. Vale decir que el
vínculo obligacional es el mismo pero con un cambio subjetivo.
Se trata de un acuerdo bilateral entre el tercero y el acreedor, sin intervención del
deudor originario.
Por supuesto que aún cuando no forme parte del acuerdo será menester anoticiarlo
del mismo, pues caso contrario cabría la posibilidad de un doble pago.
Pero esta figura tiene una diferencia con la cesión de deuda en cuanto al tema de la
liberación del deudor primitivo. Si ello no ocurre, la asunción se tiene por rechazada,
según reza la segunda parte del art. 1633.
¿En qué situación queda el tercero (que asumió la deuda) en relación al deudor
originario?
Puede suceder que este tercero lleve a cabo esta asunción como un acto de liberali-
dad. Quiere beneficiar al deudor primitivo. En tal supuesto luego que haya pagado nada
más sucederá.
Pero si no fuera así. Si no hay voluntad de favorecer al deudor primitivo, una vez
que el tercero pagó, tendrá derecho a repetir lo abonado contra el deudor, ya sea con
fundamento en la gestión de negocios (art. 1781), ya sea en la medida del acrecenta-
miento patrimonial, con base en el enriquecimiento sin causa (art. 1794).
Bibliografía
CAPÍTULO XXI
En este último caso, de manera genérica, se puede hablar de “sustitución”, que pue-
de operar por imperio de la ley o bien contractualmente. Así nace la cesión de contrato
o cesión de la posición contractual.
Ejemplos de sustitución de posición contractual por disposición de la ley se pueden
encontrar en el caso de la venta del inmueble arrendado, en cuyo caso el adquirente
pasa a ocupar, de pleno derecho, la posición contractual de locador (art. 1189 CCyC)
o en el supuesto del art. 225 y ccds. de la ley 20.744, en donde, con motivo de la venta
de la empresa, el adquirente pasa a ocupar la posición contractual de empleador, en
relación a los obreros del vendedor.
Una situación intermedia se da en el contrato de seguro cuando, mediando la cesión
de la cartera (conjunto de asegurados) deben publicar edictos para que los asegurados
formulen objeción en un plazo de quince días. Si no hay impugnaciones, se opera el
traspaso del contrato de seguro a la cesionaria sin más (art. 47 ley 20.091).
Pero a nosotros nos interesa fundamentalmente la transmisión de la posición con-
tractual operada convencionalmente.
229 MESSINEO, Francesco, Doctrina general del contrato, trad. de Fontanarrosa, Sentís Melendo y Volte-
rra, Ed. Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1952, t. II, p. 235.
CESIÓN DE POSICIÓN CONTRACTUAL 473
230 DIEZ PICAZO, Luis, Fundamentos del derecho civil patrimonial, Tecnos S.A., Madrid, 1979, p. 827.
231 Coincide en este punto Rubén H. Compagnucci de Caso, sosteniendo que con la cesión del contrato
se pueden cumplir variadas funciones económico-jurídicas de evidente utilidad práctica. Por una parte
se facilita la circulación del contrato, evitando la realización de contrataciones sucesivas y gastos. El
valor económico que importa el mismo contrato resulta un bien útil que ingresa en el circuito mercan-
til y colabora en el desarrollo de las economías. (“Cesión de contrato. Cesión de créditos y cesión de
deudas” en LL, t. 1990-D, p. 331).
474 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
4. DEFINICIÓN
a. Los que estiman que se transmiten aisladamente los créditos y las deudas, a
través de procedimientos propios y peculiares.
b. Los que consideran que se cede todo el contenido contractual, integrado en una
entidad unitaria, de una sola vez y en un único negocio jurídico.
CESIÓN DE POSICIÓN CONTRACTUAL 475
232 Cfr. GARCÍA AMIGO, Manuel, La cesión de contratos en el derecho español, Madrid, Ed. Revista de
Derecho Privado, 1964, p. 267.
476 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Todo lo expuesto no obsta a que, si esa fuera su voluntad, las partes puedan pactar
la transmisión de cada derecho o de cada deuda singular, aunque sea en un único ne-
gocio, si su intención se limita a ello, no interesándoles la transferencia de la posición
contractual de manera integral, tal como la hemos descripto.
Esta postura del negocio jurídico único, que transmite la integralidad de la posición
contractual, constituye el último término de la evolución que se advierte, de creciente
abstracción y complejidad, comenzando por la cesión de derechos, pasando a la asun-
ción de deudas, hasta llegar a la cesión de la posición contractual completa.
Se trata de concebir a la cesión de contrato como un acto único de disposición
sobre la relación jurídico-contractual que constituye el contrato. Acto que, además de
transmitir derechos y obligaciones, transfiera ese algo más que configuran los derechos
potestativos y ese valor económico de la relación contractual.
La tesis unitaria descansa sobre la base de tres ideas fundamentales, que se pueden
resumir de la siguiente manera:
1. Existe una relación jurídica entre los contratantes, distinta al conjunto de dere-
chos y obligaciones singularizados que surgen de un contrato.
2. La cesión de la posición contractual se realiza mediante una sola declaración
de voluntad, emitida por las tres partes que intervienen en la transmisión, pero
que constituye un acto único.
3. Existe una unidad de causa en el negocio de la cesión. Esta causa está consti-
tuida para el cedente por la contraprestación del cesionario (o la liberalidad si
fuere gratuita). Para el cesionario será la obtención de la titularidad de la con-
dición de parte en el contrato de que se trata.
Se considera que el negocio de cesión de contrato es, tanto estructural como fun-
cionalmente, una cesión de créditos y una asunción de deudas, pero es un negocio con
una causa única y por lo tanto un negocio único.
CESIÓN DE POSICIÓN CONTRACTUAL 477
6.1. Con la cesión solamente de los elementos activos del contrato (cesión de derechos)
En este punto cabe preguntarse qué es lo que se transmite cuando se cede un cré-
dito. No existen mayores dudas sobre la transmisión del contenido principal del cré-
dito, esto es la posibilidad de exigir el cumplimiento de la prestación que constituye
el objeto de la obligación. Y tampoco se suscitan dudas sobre algunos accesorios del
crédito como el carácter ejecutivo del título, las seguridades de todo tipo, el derecho
478 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
a los intereses a devengar e, incluso, salvo convención en contrario, los intereses de-
vengados. Pero los autores no están de acuerdo sobre la lista de los accesorios. Si se
incluye la posibilidad de accionar por nulidad, por lesión o resolución del contrato del
cual proviene el crédito.
Pero a poco que se profundice el estudio del tema, se advierte que, en realidad,
la cesión de un crédito que tenga su origen en un contrato puede tener un contenido
diverso según se transmitan o no tres objetos que pueden diferenciarse, a saber: a)
la prestación que constituye el objeto de la obligación; b) la calidad de acreedor y
c) la calidad de cocontratante. Como es fácil advertir, este contenido va desde un
mínimo a un máximo.
Y la cesión de la posición contractual constituiría el máximo imaginable en lo que
respecta a lo que es objeto de transferencia.
La diferencia entre transmitir sólo la prestación o también la calidad de acreedor
puede advertirse en que, esta última comprende la posibilidad de sancionar la ineje-
cución o la ejecución defectuosa de la obligación por el deudor cedido a través de la
acción resolutoria233.
Pero la cesión de la calidad de cocontratante importaría, además de los atributos
correspondientes a la calidad de acreedor, las acciones relativas a la formación del con-
trato: nulidad por incapacidad o por lesión.
6.2. Con la cesión solamente de los elementos pasivos del contrato (cesión o asun-
ción de deudas)
233 LARROUMET, C. “Les operations juridiques a trois personnes en droit privee”, tesis, Burdeos, 1968, Nº
24, p. 34.
234 En el derecho francés se rechaza la cesión de deuda, pero se reconoce la existencia de procedimientos
indirectos que de alguna manera la permiten: a) la delegación imperfecta; b) a través de una cesión
de crédito para pagar una deuda, el cedente de cierta forma le estaría transfiriendo su deuda al tercero
deudor cedido. MAZEAUD, Henri et Leon, Jean Mazeaud, François Chabas, Leçons de Droit Civil,
Obligations, 8ª Edition, Paris, Ed. Montchrestien-EJA, 1991, t. II, 1º vol., p. 1298.
CESIÓN DE POSICIÓN CONTRACTUAL 479
Es evidente que, para que se realice plenamente esta operación jurídica, es menes-
ter contar con el consentimiento de las tres partes involucradas en el negocio235.
Cuando se transmiten sólo los elementos pasivos y no la posición contractual, si
el acreedor se niega ilegítimamente al cumplimiento de sus propias obligaciones con-
tractuales para con el primer deudor, el sustituto podrá oponer a dicho acreedor la
excepción de incumplimiento y negarse por su parte a cumplir con las obligaciones
contractuales que él ha asumido.
Pero quien conserva la facultad de pedir judicialmente el cumplimiento del contrato
o la eventual resolución del mismo es el primer deudor, el sustituido, ya que los dere-
chos contractuales han permanecido en su patrimonio.
De la misma manera, si el deudor sustituto se niega a cumplir con las obligacio-
nes asumidas frente al acreedor, éste podría negarse a cumplir con las obligaciones
a su cargo derivadas del contrato y actuar para obtener el cumplimiento o la reso-
lución del contrato base.
Naturalmente que en esta hipótesis, es el deudor sustituto quien deberá afrontar en
definitiva los daños derivados de su incumplimiento, tanto en relación al otro contra-
tante cuanto con referencia al deudor sustituido236.
235 En el derecho anglosajón no se concibe que el deudor pueda sustituirse a sí mismo por un tercero en
la relación creditoria sin el consentimiento del acreedor y la novación es el único medio por el cual
el obligado original puede ser efectivamente reemplazado por otro. Cheshire and Fifoot’s “Law of
Contract”, M.P. Furmston, Londres, Butterworths, 1976, p. 512.
236 Cfr. ANDREOLI, M. “La cesión de contrato”, trad. de Francisco Javier Osset, Ed. Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1956, p. 22 y ss.
480 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
237 En este aspecto hay una coincidencia en el derecho anglosajón, donde se señala como característica
distintiva de la cesión que en la novación el deudor debe ser parte en el negocio jurídico que se lleva
a cabo y que no se transfiere ninguna propiedad sino que se trata de la anulación de una deuda y la
creación de una deuda en sustitución de aquella. Chesire and Fifoot’s “Law of contract” 9ª. Ed. M.P.
Furnston, Londres. Butter worths, 1976, p. 508.
238 GARCÍA AMIGO, Manuel, “La cesión de contratos en el derecho español”, Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1964, p. 84.
CESIÓN DE POSICIÓN CONTRACTUAL 481
tratantes originarios. La cesión libera al cedente del contrato base, mientras que
el subcontratante conserva la misma posición que tenía con relación al cocon-
tratante originario. La cesión transfiere, el subcontrato crea.
2. La cesión da nacimiento a un contrato distinto (desde el punto de vista de los
sujetos intervinientes) del contrato base, pero se trata del mismo contrato. En
cambio el subcontrato, si bien tiene igual naturaleza, es un contrato nuevo, aun
cuando también esté condicionado por el contrato originario.
3. La cesión es un contrato de tracto único: agota su ser en el acto de operarse la
transferencia de la posición contractual. En cambio el subcontrato es de tracto
sucesivo, con cumplimiento duradero en el tiempo.
4. En la cesión el cesionario ingresa a la relación contractual primitiva. En
cambio, en el subcontrato, el subcontratista no integra esa relación básica ni
es necesario que la integre ya que, al no existir un cocontratante cedido, no
es necesario el consentimiento de éste. En la cesión de posición contractual
hay tres partes integrando el negocio jurídico, mientras que en el subcon-
trato sólo hay dos partes.
En efecto, hay un contrato al que se suele denominar contrato básico, del cual
una o, eventualmente, ambas partes, transmiten su posición contractual y el contrato
de cesión que es el negocio jurídico de transmisión propiamente dicho, que se celebra
fundamentalmente entre cedente y cesionario, pero que, como se ha visto, requiere de
la intervención, como parte, del cocontratante cedido.
¿Cuáles son los lineamientos fijados por la ley?
El art. 1636 del CCyC al definir él la figura, establece en qué clase de contratos
puede darse el instituto y en este sentido establece “En los contratos con prestaciones
482 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
con las prestaciones a su cargo, su confiabilidad, etc. En el art. 1637 del CCyC
se lo menciona también simplemente como “el cedido”.
239 Puede consultarse sobre este punto a SCOGNAMIGLIO, Renato y la doctrina allí citada en Contratti in
generale, 3ª. Edición, Casa Editrice de Francesco Vallardi, vol. 4º, fascículo 2º, Como, 1977, p. 215.
484 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Solución lógica a efectos de que el cedido sepa con certeza quién es su cocontratante.
Este consentimiento anticipado es muy usual en los contratos de ahorro para fines
determinados vinculados con automotores (Plan Rombo, Plan Óvalo, etc.). En estos
casos el fabricante-vendedor presta anticipadamente su conformidad para que el aho-
rrista-comprador pueda sustituir su posición contractual. Ello es lo que permite que en
los diarios se publicite “Vendo Plan Rombo”, que desde un punto de vista estrictamente
jurídico significa, “ofrezco ceder la posición contractual de ahorrista-comprador”.
Por último, es posible que cerrado el trato entre cedente y cesionario busquen al
cedido para que dé su conformidad luego que el contrato de cesión entre aquellos está
perfeccionado.
Otra cuestión que puede variar se vincula con la contraprestación que se genere
como consecuencia de la cesión de la posición contractual.
Esta contraprestación puede que sea del cedente al cesionario, del cesionario al
cedente o que este negocio sea neutro.
Analicemos distintos supuestos.
Pongamos por caso un negocio floreciente en una zona céntrica de la ciudad, que
funciona en un local alquilado.
Si se opera la transferencia del fondo de comercio es posible que el vendedor, ade-
más de lo que perciba como consecuencia del traspaso del negocio, pueda pretender un
valor adicional para ceder la posición contractual de locatario.
Por el contrario, si se trata de un negocio que da pérdidas, el vendedor, con tal de
liberarse de ese negocio ruinoso, puede que le pague al comprador un plus para que
éste, en calidad de cesionario, tome a su cargo el contrato de locación del inmueble
donde funciona el comercio.
Por último, si no se da ninguna de estas situaciones extremas, es factible que
el vendedor del fondo de comercio le ceda la posición contractual de locatario sin
cargo alguno.
8. EFECTOS
Para que la cesión de posición contractual produzca plenos efectos: hacer subentrar
en la relación un nuevo contratante en el lugar de uno de los originarios, es indispensa-
ble un negocio trilateral.
De esta trilateralidad nace una especial complejidad en los efectos que produce, pu-
diendo distinguirse tres clases o grupos de relaciones a saber: a) relación entre cedente
y cesionario; b) entre cedente y cedido y c) entre cesionario y cedido.
Las analizaremos por separado.
CESIÓN DE POSICIÓN CONTRACTUAL 485
Para ellos se dan las siguientes consecuencias: a) El cedente pierde los créditos,
los derechos potestativos y las expectativas correspondientes a la posición contractual
cedida. b) También el cedente se libera de las obligaciones, los deberes y los estados
de sujeción pertinentes. c) El cesionario adquiere los créditos y asume las obligaciones
que se le transfieren, amén de los derechos potestativos y expectativas de la calidad de
parte del contrato base.
Fundamentalmente interesa la garantía de evicción que debe el cedente al cesionario.
Dice el art. 1639. Garantía. El cedente garantiza al cesionario la existencia y va-
lidez del contrato. El pacto por el cual el cedente no garantiza la existencia y validez
se tiene por no escrito si la nulidad o la inexistencia se debe a un hecho imputable al
cedente.
Si el cedente garantiza el cumplimiento de los otros contratantes, responde como
fiador.
Se aplican las normas sobre evicción en la cesión de derechos en general.
Se trata de una garantía semejante a la que se debe en el contrato de cesión de de-
rechos (art. 1628 CCyC). Así lo indica expresamente la última parte de la norma en la
que se efectúa una remisión a ese plexo normativo.
Ello significa que, en principio, salvo pacto en contrario, el cedente garantiza que
el contrato existe y que carece de vicios que lo invaliden, pero no garantiza el cumpli-
miento de las prestaciones por parte del contratante cedido.
El segundo párrafo, referido a la invalidez del pacto de exención de respon-
sabilidad cuando la nulidad se debe a un hecho imputable al cedente, tiene como
fundamento la buena fe.
Otro aspecto a tener en cuenta depende de establecer si la cesión es gratuita u one-
rosa según lo que las partes hayan acordado.
Si es onerosa en el sentido de que se abone un precio o canon por la cesión, ya sea
a favor de uno o de otro, en caso de incumplimiento cabrá la resolución, eventualmente
la excesiva onerosidad sobreviniente.
Al respecto será menester examinar caso por caso porque en algún supuesto, si no
media contraprestación por la cesión, podría tratarse de una liberalidad.
Pero según sean las circunstancias del negocio que se transmite también podría su-
ceder que, aun cuando no medie una retribución dineraria por el traspaso de la calidad
de parte, ese negocio pueda llegar a importar ventajas para ambos contratantes, lo que
lo convertiría en un contrato oneroso.
La cuestión atinente a los derechos potestativos asume aquí una gran trascendencia
por las implicancias que el tema tiene. Nos referimos, v. gr., a la chance de articular la
resolución del contrato por incumplimiento o a la posibilidad de plantear la nulidad por
algún vicio en la celebración.
Hay una cuestión temporal compleja, en el sentido de qué actos o conductas del
cedente puedan ser usados por el cesionario o por el cedido.
Veamos algunos casos prácticos.
En un contrato de aprovisionamiento de productos perecederos, con prestaciones
escalonadas en el tiempo y pagos correlativos, el proveedor (cedido) ya se encontraba
en mora por incumplimiento al tiempo de la cesión de posición contractual. ¿Puede el
cesionario, alegando la falta de cumplimiento por parte del cedido al cedente resolver
el contrato por incumplimiento?
La respuesta a esta pregunta depende de la posición que se adopte en relación a la
naturaleza y razón de ser del derecho potestativo de que se trata.
Si se considera al derecho de resolución como un medio de coacción contra el
deudor en mora o si se estima concedido este derecho como una solución natural para
quien, fundadamente, pierde confianza en la otra parte, la transmisión de este derecho
al cesionario no se justifica.
Si, por el contrario, el fundamento de la resolución tiene por basamento al mante-
nimiento de la ecuación económica financiera del acuerdo, quebrada por el incumpli-
miento; o si fuera un hecho duradero, que persiste más allá del contrato de cesión, o en
un hecho posterior a la celebración de la cesión, cabrá por cierto la resolución.
Se puede citar como ejemplo la presencia de vicios en la cosa locada, existentes al
tiempo de la cesión, que subsisten después de ésta.
Otra cuestión interesante se refiere a la titularidad o legitimación para sostener la
anulabilidad del contrato básico, cuando la nulidad se funde en una incapacidad o en
cualquier vicio de la voluntad de que haya sido víctima el cedente.
Supongamos que el locatario fue dolosamente inducido por el locador a celebrar el
contrato de locación. Luego el locatario cede su posición contractual. ¿Podría todavía
demandar la nulidad? ¿Podría hacerlo el cesionario?
La respuesta negativa se impone si de las circunstancias del caso se evidencia que
ha existido de parte del cedente, titular del derecho de anular, una voluntad expresa o
tácita de confirmar el negocio viciado.
Por su lado, el consentimiento del cesionario, al carecer de vicios, es plenamente
válido y no podría tampoco invocar aquella nulidad.
Otro aspecto que guarda vinculación con el problema que estamos tratando es
lo relativo a la posibilidad de que el cedido pueda oponer al cesionario defensas
provenientes, no ya del contrato básico, sino relacionadas con el contrato de cesión
propiamente dicho.
En este sentido parece claro que, entre cedido y cesionario, sólo pueden esgri-
mirse defensas nacidas del contrato originario puesto que el contrato de cesión,
salvo reserva o cláusula en contrario, sólo contendrá disposiciones que hacen al
CESIÓN DE POSICIÓN CONTRACTUAL 489
negocio jurídico llevado a cabo entre cedente y cesionario (precio, forma de pago,
liberación del cedente, etc.).
En este punto encontramos diferencia con la cesión de derechos, en donde es lícito
al deudor oponer al cesionario todas las excepciones que podía hacer valer contra el
cedente, aunque no hubiese hecho reserva alguna al ser notificado de la cesión, con la
sola excepción de la compensación.
Y esta diferencia se explica porque la cesión de derecho puede hacerse sin el con-
sentimiento del deudor, consentimiento que es imprescindible concurra en la cesión de
posición contractual.
Resta por analizar la posibilidad de que se cuestione por parte del cedido la validez
del contrato de cesión y la legitimación para ello.
Pongamos por hipótesis la situación del cedente que alega haber sido dolosamente
inducido a contratar, para transmitir su posición contractual.
¿Podría el cedido invocar esta nulidad?
La respuesta negativa se impone sin mayores dudas.
También parece claro que el cesionario no puede negarse a cumplir con las
prestaciones originadas en el contrato básico, puestas a su cargo como consecuen-
cia de la cesión de la posición contractual, por algún incumplimiento por parte
del cedente relacionado con el vínculo generado entre ellos (cedente-cesionario) a
partir del contrato de cesión.
Queda por ver la situación que podría originarse como consecuencia de la exis-
tencia de algún vicio en la voluntad del cedente (o en su caso del cesionario), ya
sea por error, dolo o incapacidad, que trajera aparejada la nulidad o la anulabilidad
del contrato de cesión.
¿Podría invocar el cedido esta causa de nulidad o anulabilidad?
Creemos que no. Si teniendo en consideración la persona del cedente, el cedido
celebró originariamente el contrato, no podría ahora invocar su incapacidad (la del
cedente). Y si se trata del cesionario, la conformidad del cedido a la sustitución igual-
mente tuvo en cuenta la persona del cesionario.
De todas maneras, habrá que ver cada situación en particular.
Al respecto el art. 1640 establece que “Las garantías constituidas por terceras per-
sonas no pasan al cesionario sin autorización expresa de aquellas”.
En primer lugar cabría mencionar que al disponer que las que no pasan son las
garantías constituidas por terceras personas, parecería que está haciendo referencia a
las garantías personales (fianza) no a las reales (prenda o hipoteca). En consecuencia,
si se ha constituido una hipoteca, esa garantía permanecería más allá de la cesión de la
posición contractual.
490 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
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CONTRATO DE TRANSACCIÓN 493
CAPÍTULO XXII
CONTRATO DE TRANSACCIÓN *
1. INTRODUCCIÓN
2. DEFINICIÓN
3. CARACTERES
Bilateral: este carácter surge prístino de la misma definición. Repárese que alude a
“concesiones recíprocas” y en ese sentido, queda claro que ambas partes realizan sacri-
ficios. No se exige que la entidad de las renuncias sea equivalente, y pueden consistir
en actos de creación y de extinción de obligaciones. No hay impedimento legal para
que se configure como contrato plurilateral, pero siempre deben reunirse los caracteres
esenciales, esto es, concesiones recíprocas y controversias dudosas o litigiosas.
Oneroso: Cada una de las partes realiza un sacrificio cuya ventaja correlativa se
encuentra en el sacrificio que la otra realiza a su favor.
Conmutativo: Las partes conocen la entidad de las ventajas y sacrificios que com-
porta el acuerdo transaccional desde el momento de su perfeccionamiento. Sin embar-
go, es posible que las partes subordinen esos extremos a un acontecimiento futuro e
incierto, en cuyo caso el contrato sería aleatorio.
Formal: El art. 1643 prescribe que la transacción debe hacerse por escrito. Si versa
sobre derechos litigiosos, el instrumento del acuerdo debe presentarse ante el juez de
la causa para ser eficaz.
Nominado: El contrato ha sido regulado en el derecho positivo, por lo que tiene
tipicidad normativa.
De interpretación restrictiva: Tratándose de un contrato en el que existen conce-
siones recíprocas, se impone su interpretación estricta. Dicho de otro modo, si en la
interpretación surgen dudas respecto de los derechos transigidos o de su alcance, debe
interpretarse que los mismos no se encuentran comprendidos. Lo referido encuentra
estricta coherencia con lo dispuesto por el art. 948 CCyC en cuanto refiere que la vo-
luntad de renunciar no se presume.
CONTRATO DE TRANSACCIÓN 495
4. NATURALEZA JURÍDICA
5. ELEMENTOS ESENCIALES
1. Concesiones recíprocas.
La reciprocidad de las renuncias resulta esencial en la estructura del contrato, por-
que si solamente una de las partes hiciera concesiones, solo cabría postular la existencia
de un “acto unilateral de liberación”.
6. CAPACIDAD
La regla general es la capacidad, resultando limitados los casos en los que se niega
la posibilidad de transigir. Cuando el contrato es concluido por mandatario, deberá po-
nerse especial atención en analizar las facultades de quien transige en nombre de otro.
Ello, porque el mandatario debe contar con poder especial a tales fines (art. 375, inc. i).
El art. 1646 enumera los sujetos que no pueden hacer transacciones. Se trata de
quienes, ni siquiera por interpósita persona, pueden realizar concesiones recíprocas.
a. Personas que no puedan enajenar el derecho respectivo. Claramente queda es-
tablecido que solo puede hacer concesiones quien tiene la disponibilidad de ese
derecho. En este sentido, si la parte no puede enajenar el derecho tampoco pue-
de realizar a su respecto renuncia alguna, ni siquiera por interpósita persona.
496 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
7. OBJETO
Como en todo contrato, también el objeto de la transacción debe reunir las con-
diciones que se establecen en el art. 1033 y ss., respecto de la licitud, posibilidad y
determinación.
En el capítulo de la transacción, el art. 1644 enuncia determinadas prohibiciones,
con lo que queda claro que la regla general es que se puede transigir sobre toda clase de
derechos. Específicamente la norma establece que no pueden ser objeto de transacción:
los derechos en los que está comprometido el orden público, los derechos irrenuncia-
bles, los derechos sobre relaciones de familia o sobre el estado de las personas, aunque
están exceptuados los derechos patrimoniales derivados de los dos últimos supuestos.
a) Derechos en los que se encuentra comprometido el orden público. El art.
842 CC de Vélez expresamente establecía que no se podía transar respecto
de las acciones penales y, en ausencia de disposición similar, debe enten-
derse que tal prohibición se mantiene en el CCyC por cuanto se encuentra
involucrado un interés público.
b) Derechos irrenunciables. Trátase de derechos fundamentales como los derechos
a la vida, libertad, honor, salud, alimentos futuros, etc.
c) Derechos sobre relaciones de familia y el estado de las personas. Resulta
lógico que no se pueda transigir sobre cuestiones tales como la filiación o la
validez del matrimonio. Se trata de cuestiones indisponibles que trascienden
incluso el propio interés personal, pero no lo son las consecuencias patrimo-
niales derivadas de esas relaciones. Dicho de otro modo, una parte no puede
transigir sobre su filiación, pero sí puede hacerlo respecto de los derechos
patrimoniales emergentes de aquella.
8. TIPOS DE TRANSACCIÓN
firmado por las partes sea presentado ante el Juez. La homologación que realice el
magistrado concluye el proceso por un modo anormal. Puede afirmarse que el instituto
tiene aristas sustanciales, ya que declara o modifica una relación existente, y también
procesales porque hace nacer un título ejecutorio.
En orden a su eficacia, por un lado mientras no se presente el instrumento en el
pleito, las partes pueden desistir de la transacción; por el otro, queda claro la importan-
cia de esa presentación en lo relativo a la eficacia del contrato, aun cuando la falta de
presentación no permite, per se, cuestionar la validez del acuerdo.
b) Cuando existen controversias que no han sido judicializadas, el acuerdo tran-
saccional extingue obligaciones dudosas, lo que permite evitar que el conflicto
llegue ante los estrados judiciales. En cuanto a la forma, ya se ha señalado que el
art. 1643 sólo exige forma escrita, sin que precise si es necesario un instrumento
privado o público. Sin embargo, la norma debe ser analizada armónicamente con lo
dispuesto en los arts. 1018 y 969.
9. EFECTOS
Como todo otro contrato la transacción obliga a las partes, se le reconoce efecto
vinculante (art. 959). Se operan efectos concretos o específicos del tipo contractual.
a) Extintivo. Sin dudas tiene efecto extintivo de los derechos y obligaciones que
han sido su objeto. Se trata del efecto característico. Además, la transacción extingue
también las garantías que las partes se hubieren dado en el contrato original.
Respecto de los efectos que corresponde otorgar a la transacción concluida por uno
de los codeudores solidarios, se advierte que si bien puede ser aprovechada no puede
serle opuesta. Como contrapartida, tampoco puede oponerse a otros acreedores, a me-
nos que ellos quieran aprovecharse de las consecuencias.
Cuando se trata de obligaciones concurrentes, como hay varios vínculos obligacio-
nales, la transacción solo afecta a otro vínculo en la medida que satisfaga la acreencia
–total o parcialmente–.
El efecto extintivo de la transacción impide que las partes puedan plantearse nue-
vamente las cuestiones que fueron motivo del acuerdo. Sin embargo, cuando la transac-
ción es extrajudicial lo decidido no tiene fuerza ejecutiva, a menos que las partes hayan
acordado “crear” –en el marco del acuerdo– un título con tales características.
Cuando la transacción es judicial, la homologación del acuerdo tiene un mero efec-
to procesal, el de poner fin al juicio.
b) Declarativo. La transacción tiene efecto declarativo porque se limita a dirimir
conflictos. Sin embargo, en ocasiones la transacción presenta aristas complejas, por
cuando además se suelen incorporar derechos (v. gr. se reconoce un nuevo derecho a
una de las partes) como medio o condición para lograr el acuerdo. La procedencia de
la responsabilidad por evicción y vicios redhibitorios solo podría tener lugar en este
último supuesto.
498 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Con relación a los institutos típicos de los contratos bilaterales, tales como excep-
ción de incumplimiento, suspensión de cumplimiento, etc., resultan de difícil aplica-
ción porque este contrato no es un “negocio constitutivo”. Además, si se ha obtenido
homologación judicial, la resolución de la transacción no sería viable porque existe
cosa juzgada.
10. NULIDAD
Según prescribe el art. 1648 se trata de los errores que no afectan el acuerdo de vo-
luntad, y por ende no está en juego la validez del contrato. Si el defecto puede calificar-
se como un mero yerro aritmético, no resulta razonable considerar que existe vicio de la
voluntad capaz de provocar la nulidad del contrato. De hecho, el art. 268 expresamente
establece que el error de cálculo no conlleva la nulidad del acto.
En tales casos, las partes tienen derecho a rectificar esos errores accidentales, solu-
ción normativa que honra dos principios fundamentales de la materia contractual: el de
buena fe y el de conservación de los negocios.
CONTRATO DE TRANSACCIÓN 499
Bibliografía
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500 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
CONTRATO DE ARBITRAJE 501
CAPÍTULO XXIII
CONTRATO DE ARBITRAJE *
1. INTRODUCCIÓN
2. DEFINICIÓN
El art. 1649 CCyC estipula que “Hay contrato de arbitraje cuando las partes deci-
den someter a la decisión de uno o más árbitros todas o algunas de las controversias
que hayan surgido o puedan surgir entre ellas respecto de una determinada relación
jurídica, contractual o no contractual, de derecho privado en la que no se encuentre
comprometido el orden público”.
Fuentes de la regulación legal, entre otras, son la ley modelo de UNCITRAL sobre
Arbitraje Comercial internacional de 1985 y la Convención sobre el Reconocimiento
y la Ejecución de las Sentencias Arbitrales extranjeras de New York de 1958, aunque
la legislación local puntualiza el origen contractual de la figura. En los antecedentes se
omite hablar de contrato, para referirse al arbitraje como “acuerdo”, pero en definitiva
resulta ser una sutileza lingüística, pues ambos términos en esencia coinciden.
El arbitraje puede pactarse en un contrato a los fines de prever cómo se resolve-
rán las futuras controversias que se generen, o bien por una cláusula posterior por la
cual, ante la existencia de un conflicto, los contratantes deciden someter la solución
del litigio a laudo arbitral.
En el primer supuesto estamos ante la existencia de una cláusula compromisoria,
en cuyo caso el acuerdo arbitral integra el contrato base. En el segundo supuesto se
alude al compromiso arbitral que se instrumenta separadamente y por lo general luego
que la controversia ha surgido entre las partes.
La definición del art. 1649 CCyC excluye como materia del contrato de arbitraje
aquellas controversias en las que se encuentre comprometido el orden público. Esta
exclusión se encuentra relacionada con el último párrafo del art. 1651, según el cual
“Las disposiciones de este Código relativas al contrato de arbitraje no son aplicables
a las controversias en que sean parte los Estados nacional o local”. Esta exclusión ha
sido criticada en tanto la circunstancia de que la controversia tenga por objeto normas
de orden público, no debería obstar a que pueda ser sometida a arbitraje.
3. CARACTERES
Bilateral: Es un contrato que origina obligaciones para ambas partes: compete a los
árbitros el despliegue jurisdiccional y la resolución pacífica del conflicto y, por parte de
quienes se someten a su intervención, el pago de la remuneración acordada.
Conmutativo: ambas partes conocen desde el inicio el alcance de sus obligaciones.
De ejecución continuada: La resolución de conflictos requiere, en mayor o menor
medida, un lapso más o menos prolongado para desarrollar las varias etapas hasta con-
cretar la definición del conflicto por el laudo que se emita.
Formal: el art. 1650 establece que el contrato de arbitraje “debe ser escrito”, y men-
ciona tres posibles modalidades de acordarlo: como una cláusula compromisoria parte
del contrato base, como un compromiso arbitral independiente, o puede constar en un
estatuto o reglamento. En todo caso es exigida la forma escrita.
Un antecedente regulatorio directo de este contrato es la citada Ley modelo de UN-
CITRAL, que prevé que el acuerdo debe constar por escrito aún en los casos en los que
se haya convenido verbalmente o exista principio de ejecución. Al efecto, se considera
forma “escrita” cualquier medio que otorgue constancia de su contenido, v. gr., por
medios electrónicos. Lo cierto es que es necesario que quede clara la intención de las
partes de someter sus controversias a arbitraje, y si bien esto se logra con un acuerdo
redactado a tales fines, también resulta posible acreditarlo con cartas, telegramas, me-
dios electrónicos etc. que los interesados hayan intercambiado.
4. NATURALEZA JURÍDICA
que van delineando la figura, y que, por otro lado, guardan relación con la doc-
trina de la Corte Suprema de Justicia de Nación en cuanto reconoce el arbitraje
como un procedimiento de resolución de conflictos, con tinte jurisdiccional
en orden a la función de los árbitros y a la eficacia que se otorga a la decisión
respectiva (Fallos, 22:371, Fallos, 322:1100 entre otros).
De acuerdo con la definición que presenta el art. 1649 se pueden someter a decisión
arbitral relaciones jurídicas contractuales o no contractuales, siempre que no se en-
cuentre comprometido el orden público. Podría decirse entonces que puede ser objeto
de arbitraje todo lo que puede ser objeto de transacción, por lo que deben excluirse
cuestiones indisponibles y hechos o cosas que no pueden ser objeto de los actos jurí-
dicos. Caso contrario, se impone la nulidad de la cláusula compromisoria en el primer
supuesto, y la del contrato en el segundo.
Justamente el art. 1651 hace referencia a aquellas cuestiones que no pueden ser
objeto del laudo arbitral:
a. Las que se refieren al estado civil o capacidad de las personas: Esta exclusión
resulta pertinente en todo sentido, en atención a la calidad de derechos perso-
nalísimos que se reconoce tanto al estado civil como a la capacidad, lo que no
permite ningún tipo de negociación sobre su existencia o alcance.
b. Las cuestiones de familia: Igual justificación se aplica a este supuesto, ya que
los intereses en juego en las relaciones familiares son de orden público, lo cual
no permite su disposición por los interesados.
CONTRATO DE ARBITRAJE 505
7. COMPROMISO ARBITRAL
8. CLÁUSULAS FACULTATIVAS
Así como el art. 1649 nos introducía en el análisis de los elementos esenciales del
acuerdo arbitral, el art. 1658 determina cuáles son las cláusulas que pueden incluirse en
el contrato de arbitraje de manera voluntaria:
a. La sede del arbitraje: La posibilidad de que las partes fijen el lugar o sede
donde se realizará el arbitraje, es una facultad que las partes tienen, aunque
no existiera disposición legal que lo autorizara. La cláusula es usual cuando se
recurre a tribunales arbitrales en razón de una especialidad concreta o en virtud
del prestigio de algunas instituciones. Sin embargo, nada se dice respecto de la
falta de designación de la sede.
b. Idioma. En segundo lugar las partes podrán establecer en qué idioma se de-
sarrollará el arbitraje dependiendo de lo que sea más conveniente para ellas,
sobre todo a los fines de evitar traducciones. Si nada han dispuesto, se entiende
que debe ser en el idioma nacional.
CONTRATO DE ARBITRAJE 507
10.1. Árbitro
10.2. Nombramiento
Si las partes nada han estipulado al respecto, el art. 1659 suple la omisión y ofre-
ce criterios para operar la designación. De la inteligencia integral de la norma, surge
que lo realmente indisponible es la necesidad de que los árbitros sean nombrados en
número impar para facilitar la adopción de la solución. Los incisos a) y b) refieren al
procedimiento de designación, disponiendo que:
a) Cuando sean tres los árbitros, cada parte nombra uno y los nombrados designan
al tercero. Si una de las partes no realiza la designación, la contraria debe inti-
mar a dichos fines. Si transcurridos treinta días desde esa intimación y el re-
miso no cumple o si los nombrados por las partes no acuerdan para nombrar
al tercer árbitro (decisión que deben tomar dentro de los treinta días desde su
nombramiento), la cuestión debe ser resuelta por la justicia o por la entidad
administradora de arbitraje.
b) Cuando se trate de un arbitraje con un único árbitro sin que las partes se
pongan de acuerdo en la designación, cualquiera de ellas puede requerir a
la entidad administradora de arbitraje o al juez con competencia, cumpla
con la designación.
CONTRATO DE ARBITRAJE 509
10.3. Recusación
10.4. Derechos
En el marco del contrato entre las partes y los árbitros, pueden pactarse los honora-
rios o bien convenir los mecanismos para la estimación respectiva. Para el supuesto de
que nada se haya previsto, la regulación se realiza judicialmente. El art. 1664 prevé que
se aplican las normas locales relativas a la labor extrajudicial de los abogados. Sobre
esta cuestión existen encendidas y autorizadas críticas que arguyen que la labor de los
árbitros es procesal, y que, siendo ello así, los parámetros a aplicar serían los que las
leyes locales prevén para la labor judicial de los abogados.
10.5. Obligaciones
El art. 1662 expresamente estipula que cuando el árbitro acepta está celebrando un
contrato con cada una de las partes del conflicto. La obligación general que asumen los
árbitros es garantizar la igualdad de las partes y el debate contradictorio. La enume-
ración contenida en la norma, no hace más que reiterar y garantizar, la imparcialidad
de los árbitros. Debe resaltarse que la norma es meramente enunciativa, por lo que las
partes pueden incluir en el acuerdo otras obligaciones específicas.
Al igual que los magistrados, los árbitros tienen un tiempo para dictar el laudo. La
violación de ese plazo conlleva un problema central que puede dar lugar a la nuli-
dad del laudo dictado fuera del plazo acordado. Al igual que la sentencia judicial,
la resolución debe estar “motivada”, aunque con relación al arbitraje no se ha dis-
puesto que deba ser “congruente”, si bien se entiende que ese es un requisito que
debería cumplir la “motivación” requerida.
510 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
10.6. Competencia
El art. 1655 sienta varias reglas respecto de la posibilidad de adoptar medidas pre-
vias, preliminares y cautelares. Las partes pueden convenir en el compromiso arbitral
en detraer tal posibilidad, incluyendo disposiciones tendientes a que ninguna de las
partes pueda reclamar la adopción de esas medidas o simplemente pueden postular, con
claridad y en el mismo instrumento, la “incompetencia” del tribunal al respecto. Si las
partes nada han dicho, se torna operativo lo dispuesto en la norma citada.
La primera cuestión que enciende polémicas es la redacción misma del art. 1655,
puesto que se menciona primeramente a las medidas previas y luego, en el cuerpo mis-
mo del artículo, se alude a medidas cautelares cuando la naturaleza y finalidad de unas
y otras resultan ser esencialmente distintas. Dentro del concepto de medidas previas ge-
néricamente consideradas, se incluye tanto a las medidas preliminares (que se relacio-
nan con la obtención de información indispensable para entablar una petición judicial)
como a la prueba anticipada (esto es, asegurar la adquisición de material probatorio
cuando su producción fuere infructuosa o imposible en la etapa correspondiente).
En lo referente a las medidas cautelares, llama la atención que se las mencione
como “medidas previas”, desde que podríamos interrogarnos respecto del momento
en que puede reclamarse su adopción. ¿Previo al conflicto? ¿Previo al laudo arbitral?
Más allá de esas cuestiones, se prevé que una vez requerida por alguna de las partes
los árbitros pueden disponer las medidas cautelares que estimen necesarias respecto
del objeto de litigio. Al respecto había quienes entendían que esta no era una facultad
propia de los árbitros, y que necesariamente debían recurrir a la justicia para solicitar
medidas de esta naturaleza. Para otra posición, esta atribución sólo podía ser ejercida
por los árbitros en la medida que se hubiera previsto en el contrato, de otra manera no
se encontraban facultados para ordenarla. Otros interpretan que esta es una facultad
implícita del tribunal arbitral, quien sin embargo no posee facultades para ejecutarla,
debiendo recurrir a los tribunales ordinarios a los fines de ejecutar la medida ordenada.
El art. 1655 adopta esta última postura. Aun siendo ello así las partes pueden soli-
citar estas medidas a los tribunales jurisdiccionales, sin que ello implique una renuncia
a la facultad de los árbitros para su otorgamiento.
También se reglamenta la posibilidad que los jueces puedan revisar estas medidas
cautelares cuando violen derechos constitucionales o sean irrazonables. Esta última
posibilidad ha sido cuestionada en atención a que viola la autonomía del contrato de
CONTRATO DE ARBITRAJE 511
arbitraje sostenida en el art. 1653. Los sostenedores de esta postura entienden que sería
más oportuno que la facultad de revisar la medida sea otorgada cuando surjan nuevos
elementos que justifiquen su modificación.
11. LAUDO
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FIDEICOMISO 513
CAPÍTULO XXIV
FIDEICOMISO *
A modo de breve comentario sobre los antecedentes que reconoce esta figura, se ad-
vierte que ellos provienen del Derecho romano y del trust del Derecho anglosajón. En
el Derecho romano se distinguían dos figuras, el fideicomiso testamentario y la fiducia.
El primero era un encargo que se confiaba a la honradez y a la buena fe del heres
(testamentario o legítimo). Esta manda se efectuaba por disposición de última volun-
tad, siendo una modalidad de las disposiciones testamentarias y se basó en la confianza
absoluta del testamentario ya que no se previó acción legal en su contra.
El segundo, era un acto entre vivos, un contrato por el cual una de las partes, al re-
cibir de la otra una cosa se obligaba a hacer uso de ella para una finalidad determinada.
Una vez conseguido el fin se debía restituir la cosa. La fiducia reconocía dos modalida-
des, la fiducia cum amico contracta y la fiducia cum creditore contracta.
La fiducia cum amico contracta era aquella en que una persona entregaba a otra la
propiedad de una cosa para el cumplimiento de una finalidad determinada que podía
consistir generalmente en un uso o custodia240.
La fiducia cum creditore contracta es un negocio de garantía, por la que el deu-
dor entregaba una cosa, conviniendo con el acreedor que ante la falta de pago él se
transformaría en propietario de la misma y, en el supuesto de pago de la obligación,
la cosa le sería devuelta241.
Estas modalidades se basaban en la confianza absoluta en razón de no existir accio-
nes legales. Sin embargo, con posterioridad en el caso de la fiducia esa confianza se fue
atenuando con la actio fiduciae para la rendición de cuentas242.
Del Derecho anglosajón surge el trust por el que una persona, llamada settlor, con-
fía la propiedad a otro, denominado trustee, para que se encargue de ella en beneficio de
otra, denominada beneficiary243. El trustee tiene la administración de la cosa y entrega
los beneficios al beneficiary.
En el trust anglosajón se encuentran dos tipos de propiedad: la legal y la equitati-
va. López de Zavalía244 propone un intento de comprensión de este sistema de doble
propiedad adaptable a nuestra tradición latina, acercándose a este fenómeno pensando
en el derecho real de usufructo, afirmando que la propiedad legal puede aproximarse
a nuestra nuda propiedad y la propiedad equitativa al usufructo. Para ello señala las
posibilidades que se pueden dar en el derecho de usufructo, ya sea que una persona
pueda trasmitir la nuda propiedad y reservarse el dominio útil o, por el contrario,
reservarse la nuda propiedad y enajenar el dominio útil. Así comprendido el trust,
el trustee detenta la propiedad legal y el beneficiary la propiedad equitativa. Sin
embargo, el jurista tucumano resalta que esto se trata solo de una aproximación
porque la propiedad legal no es nuda propiedad ni la equitativa un usufructo, ya que
se está hablando de dos propiedades.
El Derecho argentino ha concebido el fideicomiso como una simbiosis de los dos
antecedentes históricos expuestos, y toma los modelos latinoamericanos y el canadien-
se, influenciados por el trust y la fiducia. Se establece la trasmisión de la propiedad
imperfecta en base a la confianza, pero con importantes limitaciones legales, y también
convencionales, que disminuyen los riesgos de la fiducia romana basada en la confianza
absoluta. La titularidad de la propiedad imperfecta se encuentra en cabeza del fiducia-
rio, que es una persona distinta al constituyente o fiduciante, diferenciando el patrimo-
nio fiduciario del patrimonio común del fiduciario y afectándolo a una determinada
finalidad. Sin que esto último implique admitir la estructura de la “doble propiedad”
240 López de Zavalía, Fernando J., Teoría de los contratos, Parte Especial (4), Zavalía Editor, Buenos
Aires, 1995, t. 5, p. 717.
241 López de Zavalía, Fernando J., Teoría... cit., Parte Especial (4), 1995, t. 5, p. 716.
242 LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los contratos, Rubinzal-Culzoni Editores, Santa Fe, 2004, t. III,
p. 296.
243 LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado... cit., t. III., p. 296.
244 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Teoría... cit., Parte Especial (4), t. 5, p. 728 y 729.
FIDEICOMISO 515
del trust, llega a efectos jurídicos similares al concebir a la propiedad fiduciaria como
un patrimonio separado.
A su vez, en el Derecho patrio el fideicomiso es un negocio complejo, por reunir
en sí mismo un negocio real, de trasmisión de los bienes fideicomitidos, y otro negocio
personal u obligacional, es decir aquel que contiene la obligación del fiduciario de afec-
tar tal patrimonio a los fines del fideicomiso. Es un negocio unitario pero con un doble
efecto, uno real y otro obligacional245.
La figura del fideicomiso con tipicidad normativa fue receptada en Argentina
a través de la Ley 24.441, sistema que tuvo vigencia hasta la aparición del Código
Civil y Comercial (CCyC).
En los Fundamentos del Proyecto del CCyC, la comisión redactora expresó, en
resumidas cuentas, que se tomó como referencia el Proyecto de 1998, el que siguió a la
Ley 24.441, y se consideró que el régimen de esta ley no merecía cambios profundos,
pues no ha mostrado grandes problemas de interpretación y aplicación, y ha demostra-
do eficiencia en su aplicación.
En este contexto, el CCyC no generó un cambio copernicano en la figura, tal
como concebir al fideicomiso como generador de personificación, como sucede en
los tipos legales del CC de Quebec y en la legislación de Ecuador, la que en el art.
109 de su Ley de Mercado de Valores establece que en el fideicomiso mercantil
se genera un patrimonio autónomo, el cual está dotado de personalidad jurídica,
siendo el fiduciario su representante legal, quien ejercerá tales funciones de confor-
midad con las instrucciones que reciba.
2. DEFINICIÓN
El art. 1666 CCyC prevé que habrá “contrato de fideicomiso cuando una parte,
llamada fiduciante, transmite o se compromete a transmitir la propiedad de bienes a
otra persona denominada fiduciario, quien se obliga a ejercerla en beneficio de otra
llamada beneficiario, que se designa en el contrato, y a transmitirla al cumplimiento
de un plazo o condición al fideicomisario”.
A nuestro entender, el concepto contempla dos momentos en cuanto a la transmi-
sión de los bienes que se entregan en propiedad fiduciaria. El primero al tiempo de la
celebración del contrato, y el otro con posterioridad al mismo, porque se sometió la
obligación del fiduciante a un plazo o condición suspensiva para su cumplimiento.
Si se trata de bienes inmateriales, tales como derechos creditorios, la transmisión
de los mismos se produce entre las partes al momento de la celebración del contrato
de fidecomiso, dado que entraña una cesión de derechos. En esta hipótesis, respecto de
terceros, la transmisión se tiene por producida desde su notificación al cedido en los
términos del art. 1620 CCyC.
245 MARTORELL, Ernesto E., Tratado de los contratos de empresas, Depalma, Buenos Aires, 1995, t. II, p. 820.
516 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
3. CARACTERES
246 KIPER, Claudio M. y LISOPRAWSKI, Silvio V., Tratado de fideicomiso, Ed. Lexis-Nexis, Bs. As., 2003,
p. 664.
247 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., Teoría... cit., Parte Especial (4), t. 5, p. 817 y 818.
FIDEICOMISO 517
248 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., Teoría... cit., Parte Especial (4), t. 5, p. 784.
249 CARREGAL, Mario Alberto, El fideicomiso. Regulación jurídica y posibilidades prácticas, Edit. Uni-
versidad, Buenos Aires, 1982, p. 48.
250 CARREGAL, Mario Alberto, El fideicomiso... cit., p. 104.
518 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
251 APARICIO, Juan M., Contratos/1, Hammurabi, Buenos Aires, Bs. As., 1997, p. 140. En la nota 32, este
autor da el ejemplo de contrato atípico, pero con nomen iuris, el de explotación de hotel, residencial,
pensión familiar u otro tipo de establecimiento asimilable, esto es, el contrato de hospedaje, al cual se
refería el art. 27 de la derogada Ley 23.091 de locaciones urbanas. El hecho de tener nomen iuris no
lo tipifica.
252 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., Teoría... cit., Parte Especial (4), t. 5, p. 786.
FIDEICOMISO 519
bración del contrato, es suficiente con el cumplimiento, en esa oportunidad, de las for-
malidades necesarias para su transferencia, debiéndose transcribir en el acto respectivo
el contrato de fideicomiso.
Por lo cual hay que diferenciar, por un lado, el contrato de fideicomiso y, por el otro,
los actos de transferencia de la propiedad de los bienes.
La forma escrita del contrato de fideicomiso es una forma recomendada por la ley
para acreditar la existencia del mismo y atento a que el contrato debe “inscribirse en el
Registro Público que corresponda” (art. 1669). Por ende, la forma a observar depende-
rá de la naturaleza de los bienes.
En el contrato las partes pueden pactar que se obligan a instrumentar los actos
de transferencia253, de tal suerte que en el caso de inmuebles se aplicará lo dispuesto
por el art. 1018 en cuanto señala: “El otorgamiento pendiente de un instrumento
previsto constituye una obligación de hacer si el futuro contrato no requiere una
forma bajo sanción de nulidad. Si la parte condenada a otorgarlo es remisa, el juez
lo hace en su representación, siempre que las contraprestaciones estén cumplidas,
o sea asegurado su cumplimiento”.
Por ello, en los actos de transferencia, para producir la traslación patrimonial del
objeto que conformará el dominio fiduciario serán necesarias las solemnidades estable-
cidas para cada uno de ellos tendientes a conseguir ese fin. A guisa de ejemplo, en el
caso de los inmuebles serán imprescindibles la tradición –arts. 750 y 1892 CCyC–, la
escritura pública prevista en los arts. 1017, 1669 y 1892, y la registración cumpliendo
con lo prescripto por los arts. 1669 y 1892 CCyC. En el supuesto de derechos cesibles,
bastará la instrumentación privada salvo las excepciones de instrumentación pública
que requiere la ley (art. 1618 CCyC), con la notificación al deudor cedido para su opo-
nibilidad (art. 1620 CCyC).
El art. 1669 exige la registración en el registro que corresponda para hacer oponi-
ble a terceros el contenido del contrato, en razón de que la toma de razón debe recaer
sobre el contrato como también sus modificaciones, ya que como regla el contrato de
fideicomiso debe estar inscripto en los registros especiales conforme a la naturaleza de
los bienes. En el CC francés, arts. 2019 y 2020, texto según Ley 2007-211, se prevé lo
mismo con iguales efectos.
Es una estipulación a favor de tercero, para las hipótesis de fideicomisos cuyos
beneficiarios y/o fideicomisarios no sean el fiduciante o el fiduciario.
La estipulación a favor de tercero es una modalidad contractual atípica por la cual
una parte, llamada “estipulante”, “promisario” o “receptor de la promesa”, actuando
sin un vínculo de representación, en virtud de un interés digno de protección legal no
necesariamente pecuniario, obtiene de otra, denominada “promitente” u “obligado”, el
compromiso o deber jurídico de efectuar una atribución patrimonial favorable a otro,
llamado “tercero” o “beneficiario”, quien ha permanecido ajeno al acto básico. Este
adquiere así un derecho autónomo y directo, ejercible contra el obligado sin requerir la
intervención de éste254.
4. OBJETO
El art. 1670 CCyC dispone que pueden ser objeto del fideicomiso todos los bienes
que se encuentran en el comercio, incluso universalidades, pero no pueden serlo las
herencias futuras.
Interpretando el art. 234 CCyC los bienes que se encuentran en el comercio son
aquellos cuya transmisión no está expresamente prohibida, por la ley o por algún acto
jurídico, cuando estén permitidas tales prohibiciones.
También se incluyen las universalidades, entendidas estas como conjuntos de cosas
y de bienes intangibles, tales como derechos o denominaciones comerciales, marcas,
patentes, modelos industriales, etc., que conforman una unidad patrimonial, integradas
a una finalidad, como es el caso del fondo de comercio.
Se reitera la prohibición del pacto sobre herencia futura, en concordancia con la
regla general del art. 1010, primer párrafo, CCyC. Sin embargo, el art. 1670 guarda
silencio respecto de la posibilidad de la existencia de pactos sucesorios que estén dirigi-
dos a facilitar la gestión y mantenimiento de la unidad de dirección de las denominadas
empresas familiares, permitidos en el art. 1010, segundo párrafo.
Frente a la prohibición expresa de los pactos sobre herencia futura del art. 1670, que
omite toda alusión a la salvedad relacionada del citado art. 1010, la doctrina estima que,
dado que esta es una norma de carácter general también sería aplicable al fideicomiso.
FIDEICOMISO 521
5. SUJETOS
De la definición legal emerge con claridad que los sujetos son: el fiduciante, el
fiduciario, el beneficiario y el fideicomisario.
Solo dos de ellos son parte en el contrato, entendidas como centros de imputación
de los intereses jurídicos patrimoniales reglamentados en el contrato. Estos son el fidu-
ciante y el fiduciario.
El fiduciante es quien se obliga a transmitir al fiduciario el objeto del contrato y
quien encomienda el encargo al fiduciario. También asume la obligación de pagar la
retribución al fiduciario y reembolsarle los gastos que su labor hubiera devengado.
5.1. El fiduciario
El fiduciario es el titular del dominio fiduciario y además quien debe cumplir el en-
cargo encomendado por el fiduciante. Puede ser cualquier persona humana o jurídica,
sin limitación alguna.
Sólo pueden ofrecerse al público para actuar como fiduciarios, y en tal carácter
en los fideicomisos financieros, las entidades financieras autorizadas a funcionar
como tales, sujetas a las disposiciones de la ley respectiva, y las personas jurídicas
que autoriza el organismo de contralor de los mercados de valores, que debe esta-
blecer los requisitos que deben cumplir.
Por su parte, en uso del poder reglamentario otorgado por el art. 1673 CCyC, la
Comisión Nacional de Valores ha reglamentado quienes pueden ofrecerse al público
para actuar como fiduciario y para serlo en fideicomisos financieros (Res. Gral. N°
368/2001, Libro Tercero, Capítulo XV, punto 1.4., art. 5):
a) Entidades financieras autorizadas a actuar como tales en los términos de la Ley
Nº 21.526 y su reglamentación.
b) Cajas de valores autorizadas en los términos de la Ley Nº 20.643 y su reglamen-
tación.
c) Sociedades anónimas constituidas en el país.
d) Sociedades extranjeras que hayan establecido una sucursal, asiento u otra espe-
cie de representación suficiente, a criterio de la Comisión, en el país, siempre
y cuando acrediten que se encuentran constituidas en países con mercados de
valores autorizados por un organismo extranjero, reconocido por la Comisión,
o en países con cuyos organismos correspondientes la Comisión haya suscripto
un memorando de entendimiento, o similar.
e) El representante de los obligacionistas en los términos del art. 13 de la Ley Nº
23.576.
Asimismo, la misma normativa, en el art. 6, punto 1.5., establece los requisitos que
deben satisfacerse para inscribirse en el Registro de Fidecomisos Públicos y Fideico-
misos Financieros.
522 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
255 OTAEGUI, Julio C., Administración societaria, Ábaco, Buenos Aires, 1979, p. 133.
256 HALPERÍN, Isaac, “Criterios generales de la reforma de las sociedades comerciales”, Revista de Dere-
cho Comercial y de las Obligaciones, Depalma, Buenos Aires, 1972, p. 611.
FIDEICOMISO 523
Si esa diligencia del buen hombre de negocios tiene una mayor entidad que la del
hombre medio, se acentúa aún más con el hecho de la profesionalidad. Se ha dicho que
existe una superioridad del profesional respecto del profano en las relaciones contrac-
tuales, lo que agrava la responsabilidad de aquel257.
Cabe preguntar si el fiduciario puede otorgar mandato para ejercer algunos actos
de su gestión. Kiper y Lisoprawski258 estiman que, si bien el fiduciario está obligado
a intervenir personalmente en la celebración de ciertos actos y fiscalizarlos, puede va-
lerse de mandatarios para que en su nombre ejecuten aquellos actos que normalmente
pueden delegarse en un representante. Lo que no podrá hacer es ceder su posición con-
tractual sin consentimiento del fiduciante, del beneficiario y del fideicomisario.
En los casos en que el fiduciario sea también beneficiario, la conducta debida de
buen hombre de negocios y la confianza en él depositada se agrava, toda vez que debe
evitar el conflicto de intereses con los demás sujetos y, en caso de configurarse una
colisión de intereses, debe privilegiar los ajenos por encima de los propios (art. 1673,
CCyC). El alcance de esta norma debe ser complementado con lo dispuesto en el art.
1325 CCyC, sobre conflicto de intereses en el mandato.
En tal hipótesis, el dispositivo legal citado indica que, en caso de conflicto de in-
tereses que no pueda solucionarse con la preferencia de los intereses ajenos sobre los
propios, el fiduciario debe renunciar (art. 1678, inc. e), CCyC).
En el supuesto en que el fiduciario hubiera obtenido beneficios no autorizados en el
contrato, aplicando el art. 1325 perderá su derecho a la retribución.
En lo que respecta al fideicomiso en garantía, el fiduciario puede aplicar las su-
mas de dinero que ingresen al patrimonio, incluso por cobro judicial o extrajudicial
de los créditos o derechos fideicomitidos, al pago de los créditos garantizados. Res-
pecto de otros bienes, para ser aplicados a la garantía el fiduciario puede disponer
de ellos según lo dispuesto en el contrato y, en defecto de convención, en forma
privada o judicial, asegurando un mecanismo que procure obtener el mayor valor
posible de los bienes (art. 1680, CCyC).
En ningún caso el contrato de fideicomiso puede dispensar al fiduciario de su culpa
o dolo ni la de sus dependientes (art. 1676 CCyC).
257 ALTERINI, Atilio A., AMEAL, Oscar, LÓPEZ CABANA, Roberto M., Derecho de las obligaciones, Buenos
Aires, 1995, p. 766.
258 KIPER, Claudio M. y LISOPRAWSKI, Silvio V., ob. cit., p. 283.
524 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
El art. 1679 CCyC contempla que producida una causa de cese del fiduciario, lo re-
emplaza el sustituto indicado en el contrato o el designado de acuerdo al procedimiento
previsto por él. Si no lo hay o no acepta, el juez debe designar como fiduciario a una de
las entidades autorizadas, de acuerdo con lo previsto en el art. 1690.
En caso de muerte del fiduciario, los interesados pueden prescindir de la interven-
ción judicial, otorgando los actos necesarios para la transferencia de bienes.
En los restantes casos de los incisos b), c) y d), art. 1678, cualquier interesado,
entendiendo como tales los demás sujetos del contrato, puede solicitar al juez la com-
probación del acaecimiento de la causal y la indicación del sustituto o el procedimiento
para su designación, conforme con el contrato o con la ley, por el procedimiento más
breve previsto por la ley procesal local. En todos los supuestos del art. 1678 el juez
puede, a pedido del fiduciante, del beneficiario, del fideicomisario o de un acreedor
FIDEICOMISO 525
5.2. El beneficiario
5.3. El fideicomisario
6. EFECTOS
259 VÁZQUEZ, Gabriela Alejandra, “El patrimonio fiduciario y su agresión por los acreedores”, Revista de
Derecho Privado y Comunitario, 2001-3, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2002, p. 105.
FIDEICOMISO 527
El art. 1685 CCyC establece que los bienes fideicomitidos constituyen un patrimo-
nio separado del patrimonio del fiduciario y del fiduciante.
Para Ennecerus261, los patrimonios separados son “conjuntos patrimoniales que, en in-
terés de un determinado fin y especialmente con referencia a la responsabilidad por deudas,
son tratados por ciertos aspectos como un todo distinto del resto del patrimonio”.
En nuestro derecho rige la máxima de la doctrina subjetiva, acerca de que todo
patrimonio supone necesariamente una persona como titular, un sujeto de derecho, per-
sona física y jurídica.
Lo dicho no se ve opacado por lo dispuesto en el art. 1685 CCyC que concibe
al patrimonio fiduciario del fideicomiso como un patrimonio separado. Al respecto,
Llambías sostiene que es compatible en nuestro sistema legal el reconocimiento de un
único patrimonio general con diversos patrimonios especiales del mismo sujeto. Estos
patrimonios especiales, entre los que se encuentra el fiduciario, son conjuntos de bie-
nes afectados a un fin determinado y sometidos a un régimen legal especial262. Pero en
ningún caso se concibe a los patrimonios especiales abstraídos de un sujeto de derecho.
El fiduciario es propietario de un patrimonio especial, que se diferencia o distingue
del suyo general. Esta separación importa también un distingo entre los distintos patri-
monios fiduciarios de que puede ser titular una misma persona por la existencia de otros
fideicomisos, inclusive de distintos fideicomisos con el mismo fiduciante.
Los acreedores del fiduciante no tienen poder de agresión sobre los bienes fideico-
mitidos, justamente porque al ser transferidos salieron del patrimonio del fiduciante.
Sin embargo, la Ley 24.441, en su art. 15 deja a salvo la acción de fraude de los acree-
dores del fiduciante.
Los acreedores del fiduciario, tampoco pueden dirigirse contra los bienes fideico-
mitidos. Aunque entraron al patrimonio de su deudor, lo hicieron en un patrimonio se-
263 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., ob. cit., Parte Especial (4), t. 5, p. 763. Este autor sostiene que “siendo
un patrimonio, estamos ante una universalidad jurídica, en el que deberá tener amplio funcionamiento
la subrogación real (pretium succedit locum rei et res locum pretii)”.
264 CARREGAL, Mario Alberto, ob. cit., p. 107.
FIDEICOMISO 529
parado o especial sobre el cual, como acreedores del fiduciario, no tienen legitimación
para hacer efectivos sus créditos.
Los acreedores del beneficiario solo tendrán acción sobre el producido económico
de la gestión del fiduciario mientras dure el contrato. Una vez concluido el fideicomiso,
los acreedores del fideicomisario tendrán acción sobre los bienes fideicomitidos que
ingresen en patrimonio de este último.
No obstante lo expresado, los acreedores del beneficiario y del fideicomisario, cum-
pliendo los requisitos legales, pueden subrogarse en los derechos de su deudor.
Los acreedores por deudas derivadas de la ejecución del fideicomiso lo son por
obligaciones que se originaron por su funcionamiento y ejecución, contraídas por el
fiduciario en cumplimiento del encargo impuesto. Frente a ellos, el fiduciario solo res-
ponde con el patrimonio fideicomitido, de tal suerte que se puede afirmar con acierto
que en esta universalidad jurídica también están incluidas las deudas265.
A fin de imputar las obligaciones a la prenda común del patrimonio especial fidei-
comitido, será necesario que el fiduciario efectúe una contemplatio domini que con-
sistirá en su declaración de voluntad efectuada a las personas con quienes contraiga
obligaciones, manifestándoles que lo está haciendo en ese carácter. De lo contrario,
responderá con sus propios bienes.
La insuficiencia de los bienes fideicomitidos para atender esas obligaciones no
da lugar a la declaración de quiebra. En tal supuesto, y a falta de otros recursos pro-
vistos por el fiduciante o el beneficiario según previsiones contractuales, procede
su liquidación, la que está a cargo del juez competente, quien debe fijar el procedi-
miento sobre la base de las normas previstas para concursos y quiebras, en lo que
sea pertinente (art. 1687, CCyC).
265 En contra Borda señala: “El patrimonio concebido como un conjunto de derechos y deudas es una no-
ción oscura, falsa y, desde luego, inútil (...) las deudas no forman parte de él: simplemente lo gravan.
Este es el concepto corriente en la doctrina alemana” (BORDA, Guillermo, Manual de Derecho Civil.
Parte General, 20ª ed. actualizada, Buenos Aires, 1999, N° 502, p. 352).
530 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
6.1.6. Legitimación del fiduciario para iniciar acciones judiciales relativas al patrimo-
nio fideicomitido
Conforme el art. 1689 CCyC, el fiduciario, como dueño de los bienes que integran
el patrimonio fiduciario, “está legitimado para ejercer todas las acciones que corres-
pondan para la defensa de los bienes fideicomitidos, contra terceros, el fiduciante, el
beneficiario o el fideicomisario.
El juez puede autorizar al fiduciante, al beneficiario o al fideicomisario, a ejercer
acciones en sustitución del fiduciario, cuando éste no lo haga sin motivo suficiente”.
Frente a un evento dañoso provocado por las cosas objeto del contrato o por las ac-
tividades que sean riesgosas, ya sea por su naturaleza, por los medios empleados o por
las circunstancias de su realización, el fiduciario será responsable frente a la víctima
por el pago de los daños y perjuicios provocados.
En resumidas cuentas, en el escenario descripto, el fiduciario será responsable por
ser el dueño y guardián de la cosa que generó el daño o por haber sido quien realizó la
actividad riesgosa, acorde a lo dispuesto por el art. 1757 CCyC, cuando el menoscabo
se produce como consecuencia del vicio o riesgo de la cosa objeto del contrato o por la
actividad riesgosa.
Este tipo de responsabilidad es objetiva, con prescindencia del dolo o culpa en la
producción del hecho generador del daño (art. 1722, CCyC), con excepción de las cir-
cunstancias eximentes de responsabilidad previstas en la ley.
A su vez, el fiduciario podrá ser responsable por el daño producido por una cosa
objeto del contrato cuando el detrimento se produce como consecuencia de su actua-
ción culposa o dolosa (art. 1724, CCyC), lo que configura la hipótesis de responsabi-
lidad subjetiva. El art. 1685 CCyC prevé la obligación del fiduciario de contratar un
seguro de responsabilidad civil que cubra los daños causados por las cosas objeto del
fideicomiso. Esta es una obligación emergente del estándar de conducta del buen hombre
de negocios, que actúa sobre la base de la confianza depositada en él, exigido legalmente
al fiduciario. Por lo tanto, es un incumplimiento grave la falta de contratación de seguro.
El fiduciario podrá eximirse de la contratación del seguro si prueba que a ningún
hombre de negocios, en situación semejante, le hubiese sido posible asegurarse. Podría
sostenerse que si no hay en el mercado seguros disponibles que cubran el riesgo, enton-
ces el fiduciario quedaría justificado y sería inimputable.
Sin perjuicio de ello, es importante resaltar que en la actual realidad empresaria
existen multiplicidad de riesgos asegurables, y son cubiertos hasta los más catastrófi-
cos. Por ello, la eximición de responsabilidad proveniente de la imposibilidad de ase-
gurarse es de difícil configuración.
Quizás el eximente del cumplimiento de la contratación de seguro pueda configu-
rarse cuando sea irrazonable, porque el costo sea de tal magnitud que torne económica-
mente inviable el cumplimiento del encargo fiduciario.
FIDEICOMISO 531
266 KIPER, Claudio M. y LISOPRAWSKI, Silvio V., “Responsabilidad del fiduciario por daños a terceros en el
Código Civil y Comercial”, Diario La Ley del 27/06/2016, p. 3.
267 KIPER, Claudio M. y LISOPRAWSKI, Silvio V., “Responsabilidad del fiduciario...” cit., p. 3.
532 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
Los certificados deben ser emitidos sobre la base de un prospecto en el que consten
las condiciones de la emisión, las enunciaciones necesarias para identificar el fideico-
miso al que pertenecen, y la descripción de los derechos que confieren.
Pueden emitirse certificados globales de los certificados de participación y de los
títulos de deuda, para su inscripción en regímenes de depósito colectivo. A tal fin se
consideran definitivos, negociables y divisibles.
Pueden emitirse diversas clases de certificados de participación o títulos represen-
tativos de deuda, con derechos diferentes. Dentro de cada clase se deben otorgar los
mismos derechos. La emisión puede dividirse en series.
Los títulos representativos de deuda dan a sus titulares el derecho a reclamar por
vía ejecutiva.
También es posible la emisión de títulos valores atípicos, en los términos del artí-
culo 1820 CCyC.
Bibliografía
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534 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL
INDICE
Prólogo .................................................................................................................................7
Capítulo I
EL PRINCIPIO DE LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
Capítulo II
CONTRATO DE COMPRAVENTA
Capítulo III
CONTRATO DE PERMUTA
Capítulo IV
CONTRATO DE SUMINISTRO
Capítulo V
CONTRATO DE LOCACIÓN
Capítulo VI
CONTRATO DE LEASING
Capítulo VII
CONTRATOS DE OBRA Y SERVICIOS
Capítulo VIII
CONTRATO DE MANDATO
1.4.2. Efectos que produce el mandato en cada una de sus modalidades ...........196
1.5. Forma ...................................................................................................................198
1.6. Capacidad ............................................................................................................198
1.6.1. Capacidad requerida para el mandante ......................................................198
1.6.2. Capacidad requerida para el mandatario ....................................................198
1.6.3. Efectos del mandato conferido a un incapaz ..............................................200
1.6.4. Mandato entre cónyuges ............................................................................201
1.7. Mandato conferido a varias personas ..................................................................201
2. Obligaciones de las partes ............................................................................................201
2.1. Obligaciones del mandatario ...............................................................................202
2.1.1. Obligaciones anteriores a la celebración del contrato ................................202
2.1.2. Obligaciones que emergen del contrato .....................................................202
2.1.2.1. Deber de información ........................................................................203
2.1.2.2. Deber de ejecutar fielmente el mandato ............................................204
2.1.2.3. Deber de rendir cuentas .....................................................................208
2.2. Obligaciones del mandante..................................................................................209
2.2.1. Anticipo de gastos ......................................................................................210
2.2.2. Mantener indemne al mandatario ...............................................................210
2.2.3. Abonar la remuneración pactada ................................................................212
3. Sustitución del mandato ...............................................................................................212
3.1. Introducción .........................................................................................................212
3.2. La regla fijada por el ordenamiento jurídico .......................................................214
3.3. La responsabilidad del mandatario ......................................................................215
3.4. Acciones del mandante ........................................................................................216
4. Extinción del mandato .................................................................................................217
4.1. Transcurso del plazo o cumplimiento de la
condición resolutoria ............................................................................................217
4.2. Cumplimiento del objeto .....................................................................................218
5. Revocación del mandato ..............................................................................................218
5.1. La regla: revocabilidad del mandato ...................................................................218
5.2. La excepción: el mandato revocable ...................................................................221
5.2.1. Introducción al régimen previsto por el CCC y C......................................221
5.2.2. El mandato irrevocable. ............................................................................221
5.2.3. El mandato destinado a ejecutarse después de la muerte
del mandante...................................................................................................224
6. Renuncia del mandatario..............................................................................................225
7. Muerte del mandante o del mandatario ........................................................................226
7.1. Muerte del mandante y mandato irrevocable ......................................................226
7.2. Mandato que continúa luego de la muerde del mandante ...................................227
7.3. El mandato post mortem ......................................................................................227
7.4. Efectos derivados de esta causal de extinción .....................................................227
Bibliografía ......................................................................................................................227
Capítulo IX
GESTIÓN DE NEGOCIOS Y EMPLEO ÚTIL
Capítulo X
CONTRATOS DE CONSIGNACIÓN Y ESTIMATORIO
Capítulo XI
CONTRATO DE CORRETAJE
Capítulo XII
CONTRATO DE DEPOSITO
Capítulo XIII
CONTRATOS DE COMERCIALIZACIÓN A TRAVÉS DE TERCEROS
Capítulo XIV
CONTRATO DE MUTUO
Capítulo XV
CONTRATO DE COMODATO
Capítulo XVI
CONTRATO DE DONACIÓN
Capítulo XVII
CONTRATO DE FIANZA
Capítulo XVIII
CONTRATO ONEROSO DE RENTA VITALICIA
Capítulo XIX
CONTRATO DE JUEGO Y APUESTA
Capítulo XX
CESIÓN DE DERECHOS Y CESIÓN DE DEUDAS
Capítulo XXI
CESIÓN DE POSICIÓN CONTRACTUAL
Capítulo XXII
CONTRATO DE TRANSACCIÓN
Capítulo XXIII
CONTRATO DE ARBITRAJE
Capítulo XXIV
FIDEICOMISO
Se terminó de imprimir en
Editorial Advocatus, Obispo Trejo 181,
en el mes de octubre de 2017
556 MANUAL DE CONTRATOS - PARTE ESPECIAL